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Antonio Miguel Grompone
Antonio Miguel Grompone
Rosinella Radici
1. El Uruguay hacia fines del siglo XIX y principios del Siglo XX.
2. Biografía del Dr. Antonio Grompone.
3. Obras – Pensamiento del Dr. Grompone.
4. Su Gran Obra: el Instituto de Profesores “Artigas”.
4.1. Antecedentes educativos.
4.2. Creación y Plan de Estudios del I.P.A.
5. La Formación Docente en Uruguay.
6. Conclusiones.
7. Bibliografía
1. El Uruguay hacia fines del siglo XIX y principios del Siglo XX.
El Uruguay de fines del siglo XIX tuvo así características económicas que lo
singularizaron en el contexto latinoamericano. Producía alimentos y satisfacía otras
dos necesidades básicas del hombre, su calzado, con el cuero, y su vestimenta con
la lana.
El ferrocarril fue esencial para que el gobierno central pudiera controlar el interior.
Cuando en 1886 el Río Negro fue cruzado por un puente ferroviario, el Uruguay,
que siempre había estado dividido en dos mitades, se unificó.
Todos estos inversores, exigían la pacificación interna del Uruguay, pues las
utilidades de la empresas extranjeras y el cobro de los intereses de la deuda del
gobierno uruguayo estaban ligados a la marcha pacífica y próspera del país.
En 1877, el gobierno del coronel Latorre, inspirado por José Pedro Varela, decretó
la reforma en la Enseñanza Primaria, volviéndola obligatoria y gratuita, separándola
de la Universidad y otorgándole recursos para su desarrollo. La tasa de
analfabetismo comenzó a descender. El deseo de incrementar la actividad política
de los habitantes y a la vez prepararlos mejor para el nuevo orden económico
estuvo detrás de esta transformación.
Otro signo de la modernidad fue la aparición de un nuevo modelo demográfico. La
natalidad comenzó a decrecer ya en 1890, la edad promedio del matrimonio
femenino ascendió de 20 a 25 años, y comenzaron a aparecer las primeras formas
de control artificial de la natalidad.
La figura de José Batlle y Ordoñez (1856-1929) domina políticamente los primeros
años del siglo XX. Fue electo Presidente en dos oportunidades: 1903-1907 y 1911-
1915.
Electo José Batlle y Ordoñez en 1903, Aparicio Saravia dirigió en 1904 la última
gran revuelta rural. Esta revolución es distinta a las anteriores pues se sustenta en
un programa de reivindicaciones políticas, sobre la mera adhesión a la tradición
partidaria.
La democracia política se afianzó con el logro del voto secreto que se implementó
por primera vez para la elección de la Convención Nacional Constituyente de 1916.
La Constitución de 1917estableció la representación proporcional y el voto secreto.
En lo social, el Uruguay vivió una época de legislación del trabajo, protectora de los
obreros y otros sectores populares (la ley de 8 horas fue aprobada en 1915) y de
garantías para el retiro de los trabajadores establecidas por diferentes leyes que
fundaron Cajas de Jubilaciones para casi todos los oficios en los años 20.
Demográficamente el país, que contaba con 1.042.000 habitantes según el Censo
realizado en 1908, apenas duplicó su población en 1930, estimada en 1.900.000. El
descenso de la tasa de mortalidad fue muy significativo y se debió sobre todo al
avance del nivel de vida de la población y a las medidas higiénicas que el gobierno
adoptó. El descenso relevante de la tasa de natalidad convirtió al Uruguay,
probablemente en el primer país de América Latina que obviamente controlaba sus
nacimientos.
La lucha por la distribución del mismo se acentuó entre los grupos sociales y el
reformismo social batllista fue enjuiciado duramente por ineficaz y populista por las
gremiales de estancieros y comerciantes que criticaban el peso impositivo de un
Estado que no controlaban.
Este golpe y el gobierno resultante, el de Terra hasta 1938, aunque represor del
movimiento obrero y los partidos de izquierda y "progresistas", y desconocedor en
muchos planos, de los derechos individuales, demostró también la originalidad de
la historia uruguaya. El golpe había sido protagonizado por un presidente civil y
dado con la aprobación del ejército pero sin su intervención directa, había contado
con el apoyo de parte de los partidos políticos tradicionales y además, procurado la
legitimación inmediata de las urnas convocando a elecciones ya en 1933.
Otra vez, el país de los años 50 parecía recordar al país de los años 20. El
desarrollo cultural era muy importante y el analfabetismo tendía a desaparecer.
Desde el gobierno se insistía en que el Uruguay era la Suiza de América, tanto por
la continuidad de su democracia, como por la fuerza de su clase media y hasta por
el Ejecutivo Colegiado que lo regía.
La obra escrita de Grompone fue abundante. Con excepción de tres de sus libros, el
resto de su producción se refiere a problemas educativos. Su pedagogía fue social,
concebida para formar profesores para el nivel secundario.
El Dr. Grompone poseyó una vastísima cultura, pues sus intereses no estuvieron
limitados a los de sus especialidades sino que también cubrió áreas como literatura,
bellas artes y música; una clara manifestación de ello fue su biblioteca de casi
30.000 volúmenes.
Grompone afirma que la educación deberá formar un hombre que se adecue a las
necesidades del medio social en el que está inserto. La educación no es acopio de
conocimiento, sino desarrollo de aptitudes que posibiliten la creatividad del
individuo. La educación debe apuntar tanto a la formación intelectual del hombre
como al conocimiento de la realidad en que vive. El Estado democrático, deberá
tender a que esta función de la educación se cumpla.
Este modelo fundacional, concibió desde su origen al docente como actor central y
pieza clave en el proceso de alfabetización, de creación de ciudadanía y de
construcción de una identidad nacional. A Jacobo Varela se le debe la fundación del
Internato Normal de Señoritas, inaugurado en 1882, cuya dirección se le confió a
María Stagnero de Munar. Su edificio propio se inauguró en 1886. El Instituto
Normal de Varones se inaugura en 1891, bajo la dirección del maestro Joaquín
Ramón Sánchez. En 1900 se elimina el régimen de internado y pasan a
denominarse “Institutos Normales”. En 1936, cuando ya cada uno de los Institutos
Normales llevaban el nombre de sus directores fundadores, se unifican en uno solo:
“Institutos Normales Ma. S. de Munar y Joaquín R. Sánchez”, denominación que
aún mantienen.
Este camino permitió al Uruguay, finalizado los años treinta, contar con la totalidad
del plantel de docentes de Educación Primaria profesionalizado y titulado, hecho
que constituyó una singularidad en América Latina.
El plan de estudios que diseña para el I.P.A. insiste en todo lo que refiere a
problemas vivos, de interés actual y también que el profesor cumpla una actividad
directa, tanto para que se forme una personalidad propia, desterrando el
verbalismo que lo coloca en la posición de revelador de verdades. Se trata de que
sean profesores activos en el ambiente que van a actuar. Por ello afirma que: “no
es un plan ideal para un medio ideal, sino un ajuste de realidades”.
El modelo fundacional del IPA cuando el Dr. Antonio Miguel Grompone lo diseñó e
instrumentó sobre finales de la década de los cuarenta, respondió a las
circunstancias históricas y coyunturales de entonces. Fue un modelo selectivo, cuya
aspiración era formar un gran cuerpo de élite. En las primeras generaciones se
admitían tan solo 10 alumnos por curso, que eran elegidos luego de un riguroso
examen de ingreso.
El gobierno militar tuvo una actitud punitiva hacia toda la enseñanza, por
considerar que jugaba un rol importante en la confrontación socio-política del
Uruguay de la crisis. El I.P.A. no estuvo ajeno. La dictadura se instaló también en
las aulas proscribiendo docentes por razones políticas.
Hasta 1976 se ingresaba al IPA por medio de un riguroso examen de ingreso y con
un cupo para cada especialidad, situación que contrastaba con el libre ingreso a la
Universidad.
El Plan de 1977, que unificó la formación de la formación docente bajo una única
autoridad: la Inspección General Docente del CONAE, perjudicó mucho a la
institución formando a profesores y maestros en un plan de tres años que no
llegaba a los requisitos mínimos para ser considerado un grado académico, ni en
número de horas, ni en la formación de los propios docentes del Instituto ya que
muchos de sus docentes a partir del año 1972 debieron exiliarse o bien fueron
destituidos por el régimen dictatorial de las décadas del setenta y ochenta.
6. Conclusiones.
La formación docente constituye una pieza clave del engranaje del sistema
educativo. No debe perder el impulso hacia la profesionalización y la dignificación.
Debemos postular la modernización de instituciones de Formación Docente, adoptar
paulatinamente instrumentos que permitan establecer un sistema adecuado de
gestión y uniformizar los planes y programas para el profesorado nacional.
7. Bibliografía
FORMACIÓN DOCENTE
www.anep.edu.uy/ANEP/historico/paginas/form_doc/form_doc.html