Pedagogía I
Profesorado de Informática
Segundo B.
Lucía Cabrera
Gabriel Cano
Mateo Caravía
Luciana Rambao
Pablo Toribio
Marco histórico de la aparición del Internato Normal de Señoritas (1982)
Durante la primera mitad del siglo XIX Uruguay vivía momentos violentos de
continuos levantamientos contra los gobiernos, eran muy pocas las personas que
sabían leer y escribir, era un momento de excesos, de violencia, de natalidad a
causa de la promiscuidad excesiva, de mortalidad, el alcoholismo de la población
masculina y a temprana edad agudizaba cualquier problema, los burdeles sobraban.
Una economía y una “libertad física” que promovía el ocio, el sector ganadero y el
político enfrentado con violencia, un marco propicio para la barbarie, con solo algo
de reglas urbanas y tradiciones de la época que controlen un poco al individuo.
Las pautas morales como el “bien” y el ”mal”, o en lo religioso “dios” y “diablo” era en
los extremos en que se manejaba la sociedad uruguaya de la época, no había
momento para el diálogo ni el acuerdo, había prepotencia y falta de empatía en lo
social.
Todas estas situaciones pasan a formar parte de la agenda pública a resolver.
Estamos aquí frente a la necesidad de controlar una sociedad en caos y frente a
esto se ve la necesidad de las escuelas para toda la población, surge pues la
escuela como un lugar para la creación de ciudadanos aptos para vivir en armonía y
solidaridad, es el internato de señoritas uno de los procesos para llegar a dicho fin,
para introducir valores, reglas de conducta, y que los individuos puedan tolerar las
distintas ideologías sin violencia. En este sentido la meta era transformar al gaucho
y al caudillo en dirigentes políticos, capaces de resolver los problemas de forma
pacífica y favorables para toda una sociedad.
En esta dirección Varela vio en la educación una herramienta fundamental para
lograr lo mencionado, bajo estas circunstancias sería muy ambicioso decir que la
educación debería haberse creado para formar individuos con autonomía plena de
pensamiento y pensadores de corrientes ideológicas o filósofos, la educación bastó
para crear individuos que respetaran la propiedad privada y crear en ellos el sentido
de nación, también para inculcar comportamientos y una moral común y adecuada
para la vida en comunión.
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De esta manera se crea una sociedad con menos violencia, más armoniosa y
manejable, algo que fomentaría a la permanencia y crecimiento del capitalismo más
que a un desarrollo autóctono.
Los primeros indicios de reforma educacional comienza en 1955 con el informe
Palomeque secretario del instituto de instrucción pública creado en 1845, donde en
este informe se detalla todos los problemas de la educación en la campaña que
todavía no estaban resueltos, y uno de los tantos problemas era la inexistencia de
maestros formados en educación.
En esos años, dicho informe con propuesta para solucionar los problemas de la
educación en la campaña no fueron tomados en cuenta y dos décadas después los
problemas persistían. En estos años Uruguay se metía por completo en el sistema
capitalista reinante en el mundo y comenzaba su camino a la modernización.
Dicha modernización tuvo en la reforma escolar de Varela una de sus
manifestaciones más trascendentes, la laicidad y la secularización de funciones
reservadas hasta ese momento por la iglesia.
En el 1882 se crea el primer internato normal de señoritas, dado en una casa quinta
en la calle Ángel Floro Costa con 17 alumnas María Stagnero como directora.
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María Stagnero de Munar:
Tiempos Varelianos:
Con el ascenso del dictador Latorre ocurre la efectivización d de los proyectos
varelianos, siendo el aprobado el Decreto - ley de Educación por la dictadura el 24
de agosto del 1877 quedando confirmado el proyecto Reformador.
De los tres principios básicos expuestos por Varela en la Reforma sólo logró
concretar los dos primeros, gratuidad y obligatoriedad. El primero no era novedad,
ya que dependía de la situación socioeconómica del país y no de la Reforma, el
segundo en un principio fue rechazado por la idea de que limitaba la libertad de los
padres a elegir, pero Jóse Pedro logró hacer de este principio “un triunfo histórico
del interés social sobre el interés individual”.
El tercer principio laicismo fue el cual obtuvo más restricciones. Con el laicismo
Varela pretendía que las clases católicas fueran para los alumnos cuyos padres
hayan sido activos en la elección, por elección de Latorre en un primer momento
este principio no ocurrió.
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Varela “dio contenidos científicos a los programas de estudio, seleccionó personal
docente, dando amplia participación a la mujer” por ello se lo consagra más como
un fundador que como un reformador.
En este contexto cercano y para la Reforma vareliana, es donde tiene lugar María
Stagnero de Munar, participante de las Conferencias Pedagógicas organizadas por
el Reformador. Sustituye a José Pedro, luego de su muerte, en la Cátedra de la
Sociedad de Amigos de la Educación Popular, siendo así la única mujer que llegara
a dictar clase en dichos cursos. El libro “Procesos Educativos Uruguayos” destaca
que la anterior Sociedad luchaba por “una educación basada en principios
modernos y científicos”, fueron los fundadores de escuelas, crearon trabajos
pedagógicos.
María integró un histórico grupo de profesores, el cual fue conformado por José
Pedro Varela, estudiando y perfeccionando siempre supo aprovechar todos los
espacios posibles como mujer, “en aquel mundo intelectual de hombres”.
Con el Decreto de ley de 1877 se planteaba la creación de una Escuela Normal,
dada la preocupación de Varela por la formación de maestros. Se formó la Dirección
General de Instrucciónes Públicas, encargada de la redacción del Plan y el
Reglamento para esa Escuela, pero al transcurrir dos años aún no se había
concretado el Proyecto.
Es bajo la administración de Jacobo Varela en 1882, luego de la muerte temprana
de José Pedro, que se logra la inauguración de dicha institución con María Stagnero
de Munar como la primera directora.
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grado a la edad de 16 años. De inmediato en el año 1872 ocupa su primer puesto
como maestra ayudante. María trabajaba como ayudante en la escuela de la que
fue alumna cuando José Pedro Varela inició su reforma escolar. En 1876 recibió una
mención honorífica de este, en un acto de distribución de premios realizado en el
Teatro Solís, al destacarse como maestra en la lucha constante por la educación del
pueblo.
En el año 1874, cuando rindió el examen para Maestra de 2.º grado obtuvo la
calificación "sobresaliente" pasando a ser la primera mujer en lograr esta nota. En
1877 concurre a clases nocturnas de perfeccionamiento profesional creados por
la Sociedad de Amigos de la Educación Popular y de nuevo por méritos relevantes
obtiene una distinción en la calidad de profesora de Gramática y Composición.
Fue designada como Profesora de Gramática y Composición del mismo
curso, integrando a partir de allí el histórico grupo de profesores conjuntamente
con José Pedro Varela, Alfredo Vázquez Acevedo, Emilio Romero y otros.
En ese mismo año logró obtener por concurso la dirección de la escuela de 2.º
grado Nro. 12. Fue en esta escuela donde implementó un plan de reforma donde el
alumno podría aprender a razonar, a expresar sus ideas y a pedir una explicación
cuando no comprendía.
En el año 1882 el hermano y sucesor de José Pedro Varela Jacobo Varela creó el
Internado Normal de Señoritas. Allí María fue nombrada directora con 26 años
teniendo a su cargo a 15 alumnas internas. Las alumnas debían mantener la calidad
de excelencia en sus aprendizajes y contraen la obligación de trabajar en forma
gratuita, luego de recibidas, por un período de dos años, en el departamento del
cual eran oriundas. Las futuras maestras de Montevideo no tenían la categoría de
internas.
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Su vida fue una lucha constante por perfeccionarse, transmitiendo la necesidad de
una educación permanente a las nuevas generaciones.
Ilustraciones:
Gabinete de Ciencias.
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María Stagnero y el interinato.
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- Falta de recursos para contratar profesores especiales: directores y subdirectores
se veían obligados a enseñar casi todas las asignaturas, resistiéndose la calidad de
la enseñanza
Figueira efectuó entonces una propuesta de seis puntos, los cuales fueron:
1-se fijó la edad mínima de ingreso en 15 años.
2-mayor duración de los planes de estudio (tres años para maestro de 1er
grado, 1año y medio más para el 2do y así sucesivamente).
3- eliminación del régimen de internado.
4- presupuestar profesores.
5-dotar a la enseñanza normal de carácter pedagógico.
6-constitución de las “Escuelas de Aplicación”, adscriptas como una
“Sección”, adjunta.
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A través de esta poética declaración, queda clara la vieja concepción del
maestro-artista y sanador de los males, que el niño portara desde el núcleo familiar
hacia la escuela.
Queda clara también la misión del docente que imprimía conocimientos, era
transmisor de verdades a ese ser carente, similar a una tabla rasa, que era el
infante.
Los Internatos estuvieron dirigidos, en primer término a preparar becarias del interior
del país designadas por las Comisiones Departamentales de Instrucción Pública
establecidas en el Decreto-Ley de 1877. Fue recién el día 30 de mayo de 1889, que
se admitieron externas de la capital.
En las “Bases constitutivas”, ya mencionadas, se establecía un esbozo del Plan de
estudios y las edades mínimas para presentarse al examen de admisión para las
aspirantes de 1er grado y las de 2do grado. En cuanto a los diplomas de egreso, no
eran otorgados por el Internato, sino por la DGIP, en examen público.
Inicialmente, el derecho a la concurrencia no era gratuito, sino que se determinaba
un monto a solventar por las alumnas. Pero, por Resolución de fecha 18 de
diciembre de 1884, se eliminaron las cuotas de pago, al empezar a contar con
rubros suficientes.
En cuanto a la organización interna, el primer Reglamento Provisional, de la fecha
de fundación del 15 de mayo de 1882, establecía la dotación de todo el personal
enseñante que se dividía en Maestras internas (Directora, Subdirectora y Maestra
Administradora) y profesores externos (música, dibujo e idiomas), así como las
atribuciones de dicho personal. También se determinaban los derechos de las
jóvenes alumnas internas.
La labor de la Directora, o sea de María, era ardua y estaba determinada por la
orientación y administración general de la institución, teniendo a su cargo, además,
“la enseñanza de las clases generales y las profesionales”, lo que significaba, todo
el lineamiento de los aspectos técnico-pedagógicos a través de la enseñanza de la
pedagogía y de la práctica docente. En ese mismo Reglamento, se disponía el
horario de actividades diarias a llevarse a cabo en el Internato: clases generales y
especiales, actividades específicas del régimen, recepción y descanso.
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En fecha 28 de agosto de 1893, bajo la gestión del Inspector Urbano Chucarro, se
aprobó otro Reglamento que modificaba al anterior, otorgando una gran autonomía
administrativa y técnica, pero en articulación directa con la DGIP
Se disponía, por ejemplo, que correspondía a los Directores el dictado de las clases
de Pedagogía. En cuanto a los textos de dicha asignatura, empleados en aquel
momento eran fundamentalmente, los de Berra y J.R. Sánchez, los que
influenciaron notoriamente sobre María Stagnero.
De acuerdo a dicho nuevo Reglamento, el Maestro Administrador, no debería
cumplir funciones docentes, (con todo el personal de servicio a sus órdenes), sino
de intendente, de ecónomo y de tesorero.
En la obra de Figueredo y Marenales sobre la historia de los Internatos Normales de
Montevideo, se afirma que en el Reglamento había una extensa parte referida a los
deberes de las alumnas, con criterios muy férreos en materia de disciplina, acordes
a la época. Se establecía “un régimen de correcciones que iban desde la simple
amonestación hasta la expulsión del interno”.
Hacia el año 1897, comenzaron a surgir ciertos problemas en cuanto al régimen de
internado, por ejemplo locativos, en el Internato de Señoritas. Esto trajo como
consecuencia, ideas y medidas tendientes a eliminar el régimen de internado, como
ya hemos afirmado.
Fue en ese año que el Director del Internato de Varones, Joaquín R. Sánchez,
presentó un proyecto para la creación de una Escuela Normal, sustitutiva de ambos
Internatos y luego, en 1899, el Ministro De Pena, propuso un proyecto de Ley en el
que se intentaba refundir los Internatos en uno solo, sin régimen de Internado y
suprimiendo los profesores de las asignaturas culturales que se habían integrado en
años anteriores. Este proyecto estaba fundamentado en razones económicas, más
que nada y no en razones pedagógicas.
Los directores de ambos Institutos, tanto María como Joaquín R. Sánchez se
opusieron fuertemente al proyecto de De Pena y redactaron un alegato, defendiendo
públicamente la situación de las instituciones por ellos dirigidas y de esa forma,
lograron anular dicho proyecto.
El año 1900, fue clave para la enseñanza normal, ya que marcó el ingreso a la
DGIP, de un joven profesor de Filosofía de la Universidad y estudiante de Derecho,
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Carlos Vaz Ferreira, en calidad de vocal. Este hombre de letras, intelectual
profundo, había observado la necesidad de focalizar su acción en la formación de
los docentes y tratar de mejorarla.
De esta forma, ya en julio de ese año 1900, comenzó una reorganización completa
de los Institutos Normales, contando con el apoyo de Vaz Ferreira y la incondicional
participación de sus Directores.
Entre las Reformas, destacamos: la supresión del régimen de Internado, pasando
todos los alumnos a ser externos. Como forma de compensación por los derechos
de manutención y alojamiento que perdía el alumnado, se fijó una beca mensual a
cobrar por los alumnos, durante el período que duraron los cursos, es decir de
marzo a diciembre. Ambos establecimientos pasaron a llamarse Institutos Normales,
nombre que mantuvieron hasta el año 1977 y que recuperaron en 1985, al retornar
nuestro país a la vida democrática.
Ya hemos dicho que los dos Institutos se fusionaron en uno el 1ero de marzo de
1935, llamándose desde ese entonces “Institutos Normales María Stagnero de
Munar y Joaquín R. Sánchez”, en honor a aquellos dos primeros directores que
tuvieron.
Nos enseñan desde la escuela que la educación en el Uruguay tiene un
protagonista llamado José Pedro Varela, nos enseña canciones que hablan sobre
él, poemas, vemos la figura de Varela en cada centro educativo, hace treinta años
en las escuelas nos lo presentaban como el “inventor de la escuela”.
Nadie puede negar que hiciera un aporte destacado en la educación, es uno de los
pilares del actual sistema educativo.
Pero porque necesitamos estudiar alguna carrera vinculada a la educación para
conocer otros nombres a profundidad igual de importantes que Varela? Como
Palomeque, con su extenso informe de problemas y soluciones de las escuelas
rurales que se aplicaron décadas más tardes, o de Stagnero llevando a cabo por
primera vez una tarea vital para la educación del país que es la formación de
maestras y la primera mujer en llegar a un alto cargo en la educación.
En el caso de María Stagnero, no hay mucha información o escritos por parte de
ella. Se cree que por el tiempo que le dedicaba a sus tareas en el internato no le
quedaba para documentar.
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A nuestro entender y sabiendo el papel que juega la educación en la sociedad
creemos que no hacer mención de estos nombres en algún momento de los dos
primeros niveles educativos que todos debieran tener no es lo más acertado. Son
parte de la historia vital de nuestro país y merecen un lugar en la memoria de cada
persona formada en este territorio. No mencionarlas es como quitarle importancia a
el trabajo que hicieron, no basta con colocar sus nombres a centros educativos o a
calles, sus nombres deben estar en la memoria de cada individuo, esa es la mejor
manera de rendirles homenaje a estas personas que dedicaron toda su vida a una
tarea por el bien de los demás.
Bibliografía:
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