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Introducción

Julio Castro pertenece a una brillante generación de educadores uruguayos


que fueron forjadores de verdadero pensamiento pedagógico nacional.

Nos enfrentamos a una personalidad polifacética: fue educador (maestro,


director de escuela e inspector), fue periodista (columnista permanente del
semanario Marcha), profesión que abrazó y ejerció como otra forma de
docencia, y tuvo además una comprometida actividad como dirigente gremial.
Sin duda alguna, Julio Castro fue el precursor, a nivel nacional, de un pensamiento
pedagógico de corte social, que situó a la Pedagogía en el escenario concreto de la
sociedad y sus problemas. El análisis de las condiciones socioeconómicas y
educativas de nuestra campaña, así como también de la realidad latinoamericana, -
particularmente el fenómeno del imperialismo norteamericano en América Latina y
sus consecuencias sobre la cultura - fueron temáticas permanentes en su labor
como docente y periodista.
Todo su pensamiento y su obra están atravesados por dos características: por un
lado, un profundo humanismo realista; la realidad y particularmente la realidad
socioeconómica y cultural fue siempre el punto de partida y de llegada de sus
reflexiones.

Por otro lado, toda su obra está elaborada sobre la base de un lenguaje riguroso,
comprometido y de permanente denuncia hacia las situaciones de opresión e
injusticia.

Su nombre sigue siendo hasta hoy, sinónimo de la gran transformación operada en


la educación rural nacional, etapa fermental de la educación uruguaya en la que se
fue gestando desde la reflexión y la acción, una verdadera pedagogía nacional que
pudo concretarse en propuestas educativas de avanzada.
Biografía y obra
Julio Castro Pérez nació en 1908 en la localidad de La Cruz, departamento de
Florida, donde concurre a la escuela rural.
Una vez recibido de maestro, sus aportes al pensamiento educativo comenzaron
tempranamente. Durante dos años consecutivos (1939-1940) obtuvo el primer
premio en el Concurso Anual de pedagogía con los trabajos “El analfabetismo” que
será publicado al año siguiente y con el tema “Programas escolares vigentes”.
Presentó a concurso también su obra “El banco fijo y la mesa colectiva. Vieja y
nueva educación”, pero ésta fue rechazada por haber sido considerada fuera de
tema. Un grupo de colegas, encabezado por Leonor Horticou, directora de los
Institutos Normales, decide publicarla por su cuenta.
Además de su actividad docente, periodística y gremial, fue por encima de esta
pluralidad de facetas un docente, un formador que marcó camino y dejó profundas
huellas dentro del pensamiento pedagógico nacional.
Su nombre está indisolublemente ligado a la educación rural y su problemática
tanto en el Uruguay como en el resto del contexto latinoamericano, temática que
abrazó durante toda su vida. A mi criterio fue un hombre totalmente comprometido
con su trabajo y con la educación del medio rural.
Julio Castro vivió en una época intensa, de transformaciones, participación y
compromiso con la educación pública.
Entre los años 1942 y 1944 publica dos de sus obras más conocidas: “El banco fijo
y la mesa colectiva, vieja y nueva educación” (1942) y “La escuela rural en el
Uruguay” (1944).
En esta última obra ya se pone de manifiesto su compromiso con la educación
rural, compromiso que durará toda su vida. Dos ideas centrales sobresalen en esta
obra. Por un lado la concepción misma de la escuela rural, de la que Castro destaca
su inadecuación al medio por estar concebida de igual manera que la escuela
urbana: “… la escuela rural debe ser distinta de la urbana. No porque la escuela
rural deba convertirse en una escuela de agricultura…. Lo que impone la
diferenciación es otro tipo de sociedad, de colectividad humana…”, (“La escuela
rural en el Uruguay”).
Por otro lado insiste en la reforma de la escuela rural para que ésta deje de ser
únicamente alfabetizadora y pase a cumplir una función socializadora, diferente
según cada medio.
Miguel Soler sostiene que el secuestro de Julio Castro el primero de agosto de 1977
por la dictadura y su posterior desaparición truncaron su vida y su obra, (“Julio
Castro: un desaparecido que esta con nosotros”, M. Soler).
Contexto

El personaje que nos ocupa desarrolló su pensamiento en el escenario de más de


tres décadas de la vida del país; escenario en el que - sobre las bases del
reformismo del primer batllismo - se consolidó en los años 40, el modelo de Estado
Benefactor.
Las condiciones internacionales creadas por la Segunda Guerra Mundial
favorecieron el proceso hacia ese modelo benefactor del estado.
Fueron los años del desarrollo del modelo industrializador de sustitución de
importaciones, del impulso a la legislación social y del proteccionismo del Estado.
Pero paralelamente, en el medio rural los signos eran de atraso y estancamiento
económico, social y educativo. Principalmente tres trabajos de la época considero,
que contribuyeron a poner en primer plano, los agudos problemas por los que
pasaba nuestra campaña, ellos fueron: "La enseñanza primaria en el medio rural"
de Agustín Ferreiro (1936), y dos trabajos de Julio Castro "El analfabetismo" y "La
escuela rural en el Uruguay", publicados en 1939 y 1944 respectivamente.
En dichos trabajos, el maestro Julio Castro ubica la problemática de la escuela rural
en el contexto económico y social de nuestra campaña, dominada, entonces, por
tres graves problemas: el latifundio (4 millones de hectáreas en manos de 900
personas), el predominio de la ganadería extensiva y la dicotomía ciudad-campaña;
y como correlato social de esta situación: la miseria, el aislamiento y la emigración
hacia la capital.
Aborda la dicotomía campo-ciudad mostrando al macrocefalismo como un problema
estructural del país que explica los procesos de aculturación que ha tenido la capital
en la mentalidad campesina.
"Las clases cultas son ciudadanas. Son las que legislan, gobiernan y orientan la vida
política y cultural. El campo recibe y acepta lo que la capital ofrece... En una
palabra: el Uruguay ha tenido un cerebro, Montevideo, y un organismo que
responde a ese centro, la campaña”.
Su descripción de las condiciones del niño rural en relación a la educación se
destaca por la profundidad y rigurosidad del análisis, manejando datos y cifras que
interpreta en su conjunto y no como fenómenos aislados.
La nota dominante de la crítica situación de la educación rural eran el fracaso y la
deserción: 30.000 niños estaban por fuera del sistema de escolarización y 260
puntos rurales no contaban con escuelas.
Por otra parte, de los alumnos incluidos dentro del sistema escolarizado, 58%
repetía los cursos y solamente la mitad de los inscriptos sobrepasaba el primer año.
Frente a esta dramática realidad, hacia los años 40, comenzó a tomar forma,
desde el seno mismo del magisterio, un movimiento a favor de la educación rural
en procura de soluciones educativas y sociales.
A partir de entonces se sucederán una serie de acontecimientos vitales para la
educación rural, en los cuales las ideas de Julio Castro serán absolutamente
vertebradoras. A modo de síntesis cronológica podemos destacar como momentos
fundamentales de dicho proceso:

-1944 - 1945 Congreso Nacional de Maestros sobre Escuela Rural (sesionó en dos
etapas, julio del ’44 y febrero del ‘45), organizado por la FAMU (Federación de
Asociaciones Magisteriales del Uruguay). Temas como: fines y organización de la
escuela rural, preparación de los maestros, etc, fueron debatidos. Fue la última
actividad de la FAMU, pues a partir de entonces se constituyó la FUM (Federación
Uruguaya de Magisterio).

-1945 Primera Misión Socio-Pedagógica a Caraguatá (Dpto. de Tacuarembó),


organizada por los estudiantes magisteriales de Montevideo. El maestro Julio
Castro, docente por entonces de los IINN, fue precursor fundamental de dicha
experiencia.

- 1946 Creación de la “Escuelas Granjas” sobre el proyecto impulsado por Agustín


Ferreiro.
-1948 Se funda el Instituto Normal Rural con el propósito de formar maestros
especialistas en Educación Rural en régimen de posgrado.
-1949 Se celebra en Pirlápolis el Congreso de Maestros de Escuelas Rurales y
Granjas. De las deliberaciones de dicho Congreso, nació el Programa de Educación
Rural de 1949. Los fundamentos y fines allí explicitados orientarían durante varias
décadas el modelo de la escuela rural uruguaya.
En síntesis, y tomando las palabras de Miguel Soler, se trató “de un movimiento de
un par de generaciones de educadores de base que supieron pasar de la denuncia a
la propuesta, de la propuesta a la acción y de la acción innovadora a formulaciones
teóricas orgánicas...”

Algunos aspectos de su pensamiento pedagógico


Respecto a la educación rural y sus fines
La concepción de la educación como proceso social domina todo el pensamiento
pedagógico de Julio Castro.
“La educación es un hecho social por el que un grupo humano trasmite a las
generaciones que le suceden su cultura y sus ideales. Esta transmisión esta
condicionada por el medio natural y por el desarrollo económico y cultural de los
pueblos”, (“Experiencias de la escuela rural uruguaya”, citado por Miguel Soler).
Esta importancia social asignada a la educación como transmisora de cultura
fundamenta una idea central en el autor: la necesidad de diferenciar la educación
rural de la urbana, es decir la necesidad de un enfoque diferenciador de la
educación según las características del medio.
Fuertemente influido por las ideas pedagógicas de la Escuela Nueva, asigna especial
significado al conocimiento del educando y la realidad social que lo rodea y
considera indispensable antes de empezar la labor educativa realizar un diagnostico
del niño y su medio para dar lugar a una educación sustentada en las
características intelectuales y sociales de los alumnos.
Respecto a la función y características de la escuela rural
Considera que la escuela rural debe dejar de ser únicamente alfabetizadota para
transformarse en un verdadero instrumento para la transformación de la realidad
social.
La concibe ante todo como un espacio abierto a la comunidad, que beneficie no solo
a los niños sino también a sus familias, y para ello debe actuar de “puertas
abiertas”.
Esta concepción de la escuela de cara a la comunidad se complementa con el
concepto de “escuela productiva”, que se reflejo en el Programa de Escuelas
Rurales de 1949.
En el pensamiento pedagógico de Julio Castro la escuela productiva no se la concibe
como productora de bienes económicos sino en relación a la significación del
trabajo manual e intelectual como actividad humana fundamental; en otras
palabras la escuela productiva es aquella cuyos objetivos educativos trascienden la
producción de bienes económicos.
Respecto al analfabetismo rural
Lo concibe no como una problemática exclusivamente pedagógica sino como
resultado de una problemática económica y social.
La vida aislada, la diferencia campo-ciudad, el trabajo del niño rural a edad
temprana que le impide la continuidad de la actividad escolar y la influencia de
Montevideo en la cultura de la campaña, son para Julio Castro algunas de las
causas fundamentales de esta problemática.
Respecto a la educación rural en América Latina
Su participación (por designación de la UNESCO) en varios proyectos educativos
latinoamericanos le permitió conocer de cerca como se manifestaba la problemática
de la educación en varias regiones del continente.
Visualizó tempranamente que la relación miseria-analfabetismo era un problema
estructural de las sociedades latinoamericanas. Analizó y describió en muchos
trabajos las condiciones de aislamiento y carencia de muchas comunidades
indígenas reafirmando su idea de que cualquier programa para afrontar la
problemática del analfabetismo debía pasar primero por profundos cambios
económicos y sociales.
En un trabajo realizado para UNESCO sobre el problema del analfabetismo en Perú,
sostenía: “El analfabetismo en el Perú es mal de campesinos. Pero no es para éstos
una carencia específica y única, pues forma parte de todo un conjunto de
condiciones miserables que mantienen al sector más numeroso de la colectividad
nacional a un bajo nivel. Entre esas condiciones, el desconocimiento de la lectura y
la escritura (…) no constituyen un déficit de excepción (…)”. (“La alfabetización en
el desarrollo económico del Perú. París: UNESCO. Citado por Miguel Soler”).
“El banco fijo y la mesa colectiva; vieja y nueva educación”
Este libro comprende un estudio comparativo entre dos tipos de mobiliario escolar.
Los mismos se corresponden a dos etapas del desarrollo de la pedagogía.
Ambos son consecuencia de concepciones pedagógicas distintas y, en cierto modo,
opuestas.
Si el banco fijo representa como lo dice Dewey, el elemento símbolo de la
pedagogía tradicional, la mesa colectiva puede representar, del mismo modo, las
tendencias generales de la nueva educación.
El libro trabaja sobre dos planos:
En el tiempo: Pedagogía tradicional y nueva educación.
En el espacio: movimiento pedagógico general y su localización en el país.
La mitad de este libro trata sobre la pedagogía tradicional, y la otra mitad sobre la
escuela nueva.

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