aportando su cuota de presencia lejana interrumpida por la sirena que va cosiendo entre las calles un zurcido de angustia
el rumor concentrado de un día
que da la vuelta, otra vuelta y se va, a oscuras e iluminado, es decir como un día que se acuesta y espera soñoliento en un ápice del existir en silencio que segrega los sonidos nocturnos para callarlos y sumergirlos bajo su alfombra en compases balanceados
de esta infinidad de ruidos está compuesto
el silencio que habita la noche y ese tren que lo atraviesa en dirección hacia su yéndose en el único registro de saberse ida y vuelta