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Intervalos
FERNANDO GUERRERO F
Robo vuelo I
( Intervalos )
2013
ÍNDICE.
La entrevista de Bolsillo
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Ruta de acceso…
paradero anónimo I
Pareciera simple decir que las historias aquí diluidas, son
de personajes irreales, fantasmáticos, espectrales, simula-
dos en cada pliegue textil, enviados desde cartas y mails, en
el sonido de palabras recogidas desde el fondo de las aveni-
das, en el sonido acústico del cielo por donde se ha dibujado
una mujer que vela y mira el paso de los que he escuchado…
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la playa y el cadáver y es todo y es nuevamente en lo
que se ha ido. La mujer. Es el recuerdo que queda y
nace es la orilla es el declive de la pasión y la pasión
naciendo con su otra cara. La mujer. Fuego de la
mirada fuego del tacto fuego de la piel fuego de lo
sentidos incendiándose en ella, en ella… los pasos
en la calle recogen el canto de la mujer, voz suave
[sous le soleil. Gotan Project] sin tiempo ni edad
naciendo caminando regresando y partiendo hacia
la voz que en ella canta, su voz, su infinita voz, la
voz que la hace y comunica en su nacimiento. La
mujer. Nace sous le soleil, nace, nace, camina y en
el umbral de la noche, descansa con su mirada fe-
lina conquistada por el rumiar de los gatos, si, ella
es el gato saltando por los techos, encrespándose
en el galope de los sueños al llegar la media no-
che, al llegar la hora en la cual todo se transforma.)
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verdad, se van, se alejan, se van, nunca regresan,
nunca vuelven, nunca son los mismos, son espejos
que se desdoblan en la memoria, son artilugios y
vagabundos, herederos de una tierra lejana, extra-
ña, fértil en sus simientes y escabrosa en sus sen-
deros. No, no están ahí, pasan, pasan, se alejan, se
van, se van, siempre se van. Fue sensato ese ins-
tante, el momento iluminado de la contemplación
del mundo, de las calles y los mundos que pasan
en las calles, fue sensato y estéril creerse capaz de
pensar en ello, en algo así, pensar desde donde y
hacia donde se va. ¿Acaso ha de tener algún rumbo
el pensamiento? salvo algunos de los transeúntes
que dejaban ver el brillo de sus ojos, al pasar de
los días, sus voces fueron subiendo y trepando la
memoria en las cuales cruzan sus destinos a nues-
tros destinos. De ahí en adelante, solo fue creer
que algo ya había pasado por entre mis manos.
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Sus voces, son voces que pasan a menudo sin ser es-
cuchadas. (Inauditas dijo el poeta) pero tan asi-
bles en el tacto, en el rostro, en la infinita lumi-
nosidad de los ojos que van descubriéndose como
milagrosas rosas emergiéndo desde el fondo de la tierra.
Sus trajes [si a alguno se logra describir en detalle y talla en
esta historia] disimulan un poco las costuras de lo que bajo
ellos descansa. Son fantasmas emergiéndo de la memoria,
verdugos del silencio que decapita la visión, ambulantes y
vagabundos; pasan por todos los lados y atraviesan el tiem-
po. Anidan el tiempo que los lanza fuera de la historia, asal-
tan a cada instante la idea subterránea que les ha creado.
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lectura del premier capítulo, podrían traer a cuen-
to una canción de Squirrel Nut Zippers: Ghost
of Stephen Foster… quizás ahí, los demonios de
la noche ya no perseguirán a sus decapitados.
Intervalos
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1
PARADEROS
CONJETURAS
HUELLAS.
Intervalos
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Paraderos, conjeturas, huellas*
- No, los vocablos escapan al tiempo.
Desde hace un breve instante vengo percibiéndo eso; eso se
deja traer y atraer en aquello que quisiera nombrar, me an-
tecede y sin embargo viene como una tela de araña que, in-
visible en el aire, deja suspender la inmortalidad del viento.
* Algunas de las citas son solo lances hacia textos, canciones y me-
lodías que resuenan en la agonía de quien escribe. En este caso, y
en la apertura de ese instante, la delicadeza y sutileza de la voz de
Massive Attak en group four se intercala con el sonido de la 7ª que
entre velos y cortinas de humo dejan escuchar su oleaje de voces
por estos pasillos. El eco deja de ser eco solo cuando ha topado la
sombra del destino de la música, en si, podría decire que se ha de
hacer brotar del tiempo, algunas fisuras incandescentes de voz,
miradas, caricias y silencios seduciéndose en cada pie de página.
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De repente viene a la cabeza la idea voladora de
estar ya subidos en un bus cuyo trayecto arra-
sa con la piel de los que en él se han montado; no
es sino ver esos rostros, las miradas, los ojos, el pul-
so sostenido en el umbral del sueño, las cabezas que
se decapitan en el movimiento elíptico del bus al bajar co-
linas, al regresar de la montaña o del desierto, del trópico
sereno y salvaje que llamamos lenguaje, un lenguaje de
lo incomunicable por el cual la palabra transporta y nos
soporta en esa senda de coreográficos movimientos cita-
dinos; revoluciones internas del automatismo psíquico en
el cual se prende la propia historia; una mimesis y una
prótesis para existir, una ida de la vida que va simulan-
do el habla propia, el habla de la piel, de la sangre, de
la herida que aún lleva la cicatriz de nuestros nombres.
¿Alguna vez te has preguntado por tu nombre de pila?
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tiene para traficar la emisora diferida del instante; para
entrar en otra dirección menos inaudita, una dirección
singular y sin lugar, zona de contagio y hospitalidad en
la cual se es ya esperado. Un lugar de músicas inauditas…
- ¿inéditas?
Inaudibles.
- ¿indecibles?
Sin repetición.
- ¿sin repetición?
Ya pasó.
- ¡paso!
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- canibalismo suena agresivo.
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- ¿no entiendo?
- Sarcástico.
Esa palabra también juega con lo sacro y lo plás-
tico, incluso su raíz también nos lleva al sarcófago, a la
capacidad de entregar el cuerpo a unas cuantas tablas; de-
vorados en la inmanencia de esa situación, de ese instante
en el cual cada cuerpo se exilia de sus dominios.
La palabra sarcástico, sarcófago, también juega con la
plasticidad de lo sacro que quiere envolverlo todo; esa mu-
tación de la santidad en religión, de lo santo en lo secreto,
del secreto en lo prohibido, y de lo prohibido en la sarcás-
tica afirmación del más bajo secreto: saberse sin santidad.
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- le das muchas vueltas a las cosas.
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2 A CASA
REGRESO
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ruina y la miseria en ciudad; cada imagen se espectra-
lizaba en una serie de infinitos puentes fílmicos que
unían lo pasado con lo mediático, lo presente con la
máquina, lo visible con la ceguera del instante. Toda
esa serie de imágenes hicieron recordar el escrito que
años antes se había puesto en escena en un recital de
barrio en las periferias del Galeras, justo cuando se
había escuchado a Bruno hablar desde las páginas de
Benjamín, que poco a poco se abrían en una senda de
poetas y escritores en las fronteras con el Carchi.)
Allá ellos, a lo lejos ellos, quizás con la misma risa que tenía
Anselmo cuando despertó y encontró el pueblo volviendo a
nacer de entre las llamas.
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REGRESO
A CASA
Y entonces, las cosas no eran más que eso, silencio.
Jean Dowel Mc Three
tas hacia los mundos del alma, solo que, siendo cajón de
estos, guardaba el silencio de las prendas y vestidos que se
deshacían como cortinas de humo, sofocando al cuerpo
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con sus amalgamas, con la memoria de su piel, con los
gritos de las historias que en cada latido se precipitan a ser
escuchadas.
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Pero vuelvo al peine, al vellocino de oro, tal y como
quise llamarlo a ese viejo peine francés que había sido he-
redado de manos de la abuela por uno de sus tantos hués-
pedes en casa. El peine familiar, que se volvía inalcanzable
triunfo narcimístico en cada mañana, viaje Odiseico por
donde cada miembro de la familia hacia su propio drama,
ese peine ahora ardía y perpetuaba nuevamente un silen-
cioso olvido de días familiares, dÍas dedicados a la sana
contemplación de los hijos de narciso. Aunque claro, este
pequeño objetivulo, -y siempre lo pensé así- en sus pro-
fundos abismos, simplemente confabulaba con la larga e
impaciente historia de familia que nunca se sentiría con-
forme con las cosas que rodeaban la casa.
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que se iban de entre las piernas de algún impaciente vi-
sitante. Esa silla ahora se reducía a cenizas, pasaba a ser
convertida en escenario de culpas y disculpas inmunes a
nuestra memoria; esa silla, la mesa, las camas, la ropa y los
objetos, todas y cada una de las cosas que embellecían la
casa, no lograban salvarse de la furia y demencia de aquel
incendio.
04.09.09
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Intervalos
3 Camaleones y Músicas
electroacústicas.
FOTOGRAFÍA: Susana Carrie
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Ruta de acceso…
paradero anónimo III
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Camaleones y Músicas
electroacústicas.
Deja
Sidestepper
Leo:
“El sonido viene siempre antes de la música. Vibra
entre la materia y se deja oír solo cuando escapa de
esta. Si un músico deja suelta su guitarra, el más
leve viento puede desprender de su interior la sin-
fonía acústica del espacio en la musicalidad de las
cosas.
Ya lo habían escrito antes: la música es una cister-
na profunda de la cual brotan los sonidos más di-
versos que llegan y descansan secretamente en el
espacio, estos sonidos chocan con la memoria del
oído y a su vez hablan a la memoria del cuerpo, el
cual, quedando abierto, lo sumerge al que escucha
en las profundidades de lo inaudito.”
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Me interesaría conocer a este tipo, soy, como de-
cirlo, soy un poco inquieto por las palabras que salen o se
lanzan hacia la música y sus confines –si acaso esta pudie-
se tener alguno- Esas palabras, abiertas, curvas, esféricas,
helicoidales, resonantes y crispadas en el habla de quien
ha jugado a diseminarse en la melomanía del sonido, so-
brevuelan de vez en vez por entre mi oído y el desdobla-
miento del cálamo, de la pluma con la cual escribo.
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historia, un piano como un puente entre calles nocturnas,
como un toque de puertas por el cual empiezan a pasar y
a pasar y a pasar miles de personas, tiempos, soledades,
estados de vida y nacimientos gélidos que se mueven en
la sonoridad del espacio; un piano como un puente entre
dos o mas mundos entrelazándose al unísono de la voz de
los que pasan por esta calle. Un piano en el cual Noriko di-
semina esas voces que ya no se reconocen, que son de aquí
y de allá y de ningún lado, voces que gritan y se revuelcan
en su grito, voces que son como grutas Platónicas o como
residencias elípticas de las lecturas Plotinicas (en su mejor
resonar) en donde la voz se desliza y sorfea por el sonido.
(Recuérdeseme más adelante que la eterna distancia entre
Platón y Plotino estaba quizás en la manera de hablar en
público, de decir y desdecir las cosas, de nombrar con un
tono justo para que estas se desprendan de su materiali-
dad o se conviertan simplemente en materia eidética de lo
hablado).
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zaba por sus contornos, Noriko en el piano suspendido en
su propio suspenso, como una heroina somnolienta que
sale de su estado de vigilia y se da cuenta que el mundo
esta abierto al borde de su tacto, a las palabras que en ella
se deslizan, a los acuerdos entre lo que era posible decir-
se y lo que ya no podría decirse por exceso de evidencia,
digamos en este caso, el hecho de que Noriko a través de
Mugen se había convertido en la musa incorporante de
una historia extraña, de una historia musicalizada entre
la héroina, el villano y la presencia siempre invisible de
quien nunca se ha de reconocer como el personaje mas
aterrador de la obra: “el personaje que llega a casa y se
queda.”3
Digamos –y al margen de esta extraña hospitalidad- que
soy una especie de camaleón melómano caminando por
las calles de una ciudad; una nota que se escapa de un
mito, una voz interna dejando el espacio por no creer en la
intimidad vil del servicio a si mismo; digamos que soy de
los que no creen en la cronología y topología de la música,
en esa extraña taxonomía de los ritmos y los vocablos en
la cual todo quiere ser expresado, traído a la boca, demos-
trado o evidenciado bajo el velo de los hilos de la coheren-
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cia; pero, y esto quizás sea tautológico, no vayan a creerlo,
tampoco me disfrazaría en el imperativo nihilístico del
todo se puede y nada cabe, del todo se ha dicho y al cabo
se repite, no, no, no piensen eso, quizás simplemente es la
música la que permita - de otro modo- dejar fluir y desti-
nar un poco de este salivar que pasa a inventar acordes en
la musicalidad de la traza.
Germania. L. Arango. S
26 CAN K 4 CLL 19
ESTACION. Centro. F
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Intervalos
4 Helena
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B:
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Helena
nace la mirada.
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Cuando llego a casa, los dos sueltan carcajadas es-
pantosas, sus manos son pulpos que pasan de mano en
mano páginas, retratos, fotografías suspendidas en el te-
cho, objetos inservibles armando estructuras bizarras en
los bordes de la casa; sus manos quieren cacarear con la
luz del día, o quizás sentir una picazón y ardor en la espal-
da cuando se levantan; una suerte de embalsamamiento
de la memoria, una semilla de pasión y desenfreno desli-
zándose a través del granulado firmamento que cae a sus
espaldas.
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Fly variation, (A.T+T.N) CADA VEZ más cer-
canas, volando, volando cerca, entre esas cosas que pasan
por el firmamento, cosas y rostros asaltando la voz, trajes y
costuras, hilos y textos, rosas y aceros, muecas, gestos, gri-
tos y salivas diluyéndose en la lengua, mutando de forma,
formando un paisaje sonoro en donde cada objeto cobra
sentido por lo que anuncia en su secreto.
(Notas)
I:
II:
41
La sangre que sale entre mis muslos, también sale de los
oídos, la mirada, los labios, el tacto. solo que son dos ma-
neras muy diferentes de dar vida.
III:
IV:
¿Revelaciones de lo incorporado?
...
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Después de esto quise sentarme a escribir un poco
más sobre las técnicas de baile arabesco, ese movimiento
entre cortinas de humo, entre velos y velos y aros de oro
que iluminan los ojos de la danzante. La imagen me pare-
ció forzada al principio, pero quise hacerlo, así que, pre-
pare dos canciones frente al espejo y dejé que el baile, la
música y el canto de last nigth me envolviera. Se dio como
una suerte de clausura entre el tiempo y el cuerpo; un sus-
penso inédito, un –por decirlo de algún modo- sobrevuelo
de la eternidad girando en espiral por los bordes de la piel.
Había prendido altamisa y flores de jazmín en el
cenicero de la sala, su color y perfume llenaban el espa-
cio con un aroma diferente, una especie de soplo balsámi-
co en el cual el cuerpo se sumergía y diluía en el baile. El
tiempo se movía en el tiempo. La filmación era interior, la
escena y los personajes eran solitarios, el espejo solo deja-
ba ver el silencio del baile. La metáfora de babel congrega-
ba mi memoria con el instante que pasaba. Ella, la lejana
cicatriz del universo naciente de mis pasos, fue entrando
poco a poco en el movimiento de esa música sumergida
en los poros del cuerpo. La danza y el cuerpo se deshacían
en cada paso. El humo que manaba del cenicero, desdo-
blaba con sutileza la rigidez del rostro; era, cómo decir-
lo, una especie de candelabro encendido que mutaba al
clandestino color azul que trafican los amores del océano
y el sueño de la cúpula celeste; era quizás y simplemente:
danza, cuerpo, baile, humo y piel en un mismo instante.
Pero como sentir eso, las diminutas imágenes de la habi-
tación se filtraban por el sonido del agua corriendo en las
Intervalos
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za del resto del cuerpo, decapitándola en el sonido de ese
instante, pétalos abriendo puentes de olores y colores in-
tensos danzando en el instante mismo que el cuerpo y la
cabeza se iban hacia regiones diferentes.
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bles, ni personas reconocidas, todo era totalmente cam-
biado, las formas guardaban la fuerza de sus signos y en el
firmamento todo se mostraba con su cotidiana calma.
Pasado el día, el calor de la ropa tenía una tempe-
ratura que rozaba entre el abrazo de lo gélido y el calor
de la caricia, las miradas de los amigos simplemente eran
miradas que habían sido contenidas en el instante de esta
danza, el color de la calle era sobrio y normal; las cosas
volvían a ser nuevamente cosas y las palabras se hacían
nuevamente palabras. Hablar era insignificante; hablar
era simplemente convocar el instante que acompañaba la
danza y la palabra que se dejaba escuchar mientras se mo-
vía por los finos hilos de la música.
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5 Huellas
FOTOGRAFÍA:
46 Susana Carrie
Ruta de acceso…
paradero anónimo V
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“El sujeto esta entre las cosas, no solamente por su espe-
sor de ser, exigiendo un “aquí”, un “algún sitio” y conser-
vando su libertad; está entre las cosas, como cosa, como
formando parte del espectáculo, exterior a él-mismo;
pero con una exterioridad que no es la del cuerpo, pues
quien siente el dolor de este yo-actor es yo-espectador,
sin que ello sea por compasión. Exterioridad de lo ínti-
mo en verdad.4”
Recuerdo la frase del poeta que dijo: Los espejos del universo
han de llorar cuando los héroes quedan resignados a su des-
nudes.
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Huellas
…Sueño el sur, inmensa luna cielo al revés,
busco el sur, el tiempo abierto y su después…
Gotan Project
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la tinta en el espacio en blanco del salón. La puerta del lu-
gar se había cerrado. Tras las ventanas, el leve movimiento
de las hojas se suspendía en el aire; las miradas movían su
punto de equilibrio de un lado para otro, la tensión de las
clases estaba en que se hacían tensionantes, más allá del te-
dioso revestimiento textual, las horas tomaban el matiz de
la palabra y la historia en la cual nos habíamos internado.
El dios errante, ese era tema del día, el más allá del
rostro y la grafía de algunas historias en los andes; la invita-
ción a divagar entre el personam allienum fero, y el esquife
innavegable de esas horas de tedio. Uno podía llevar una
máscara y convertirla en el viaje y el pensamiento de una
intrincada búsqueda de eventos o situaciones por donde
el dios errante se convertía en hacedor de mundos.5 Uno
podía estar simplemente con los ojos bien abiertos, la gar-
ganta queriendo sacar palabras indescifrables y las manos
moviéndose entre una y otra orilla de lo que se escuchaba.
Quizás por ese lado nos fuimos entrando en un complejo
sistema de interpretaciones propuestas al buscar represen-
5 La cita venía después de leerse unas palabras de Arguedas, las que tra-
ducía de Francisco de Avila, y que a la vez, eran la traducción en los cami-
nos de Huarochiri: “Este Cuniraya Viracocha, en los tiempos más antiguos,
anduvo, vagó, tomando la apariencia de un hombre muy pobre, su yacolla
[manto] y su cusma [túnica] hechas jirones. Algunos que no lo conocían,
murmuraban al verlo: “miserable piojoso”, decían. Este hombre tenía poder
sobre todos los pueblos. Con solo hablar conseguía hace concluir andenes
bien acabados y sostenidos por muros. Y también enseño a hacer construir
los canales de riego arrojando [en el barro] la flor de una caña llamada pu-
puna; enseño que los hicieran desde su salida [comienzo]. Y de ese modo,
haciendo unas y otras cosas, anduvo emperrando [humillando] a los huacas
de algunos pueblos con sabiduría”. Jose María Arguedas. Dioses y hombres
de huarochiri. Siglo veintiuno editores. Argentina. 1975. Pág 26
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taciones simbólicas que se dan en torno al movimiento
del dios errante. Algunos de mis compañeros afirmaron
que solo se trataba de una epopeya protoheróica de un
personaje representando la sumisión de un pueblo ante la
fascinación de otro; afirmación que no dejaba de tornarse
incomoda para quienes adelantaban trabajos de campo en
alguna que otra comunidad donde el dios errante era fe
y conocimiento que se enseñaba y transmitía a los hijos.
Otros en cambio dijeron que, el movimiento de ese dios
era un exabrupto de la moralidad, su representación no
era sino una simple exaltación de los comportamientos
éticos a seguirse y que a su vez se proyectaban en un mis-
ticismo imaginario, el cual, al paso de los años solo se vol-
vía supersticioso, quimérico y fantasioso al interior de la
realidad de la comunidad. No faltaron pros y contras ante
la afirmación medio mañosa venida de quien sabe que
esteticismo claudicante y ripio, sobre todo, cuando ya se
había hablado del dios errante como un burlador al cual
no se le podría asignar ética o comportamientos a seguir,
un patrón estético o un conducta que se desease acoger;
porque, este errante, siendo harapiento, indigente y sin
mas propiedades que la de su bastón, su costal y su pilche,
este personaje no podría ser mas que un antihéroe de poco
valer en el común de los que le reconocían.
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cialista, no cabía en esta charla, hablar de una antropo-
logía densa, implicaba que la suavidad con la cual se co-
municaba esta historia se vería trastocada por su posible
conjugación de métodos, sintaxis, estructuras y sistemas
de análisis limitados a su objeto de estudio; así que, las
posibilidades de intentar interpretar este mito se agota-
ban, su tratamiento quedaba –como muchos otros temas
abordados en clases- en el aire, palabras mas y palabras
menos solo disimulaban conciertos y desconciertos de los
que por esos pasillos tiraban una y otra teoría misticoide.
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Su tono medio poético y medio exagerado en los
gestos que le acompañaban, generaba algo de expectativa
entre los asistentes, mientras contaba la historia del dios
errante tal y como se le había sido contada, dijo algo in-
quietante que nos dejo con un poco de temblor en la gar-
ganta: el dios errante es el dios que vuelve sin estar ya; es el
que ya se ha ido y sin embargo se queda para conmosionar
su estancia. Es el que se ha adelantado en el tiempo y en
el espacio, y vuelve siempre con su presencia inhumana;
es el deshumanizado entre lo humano y por eso mismo,
el que más se acerca a la posibilidad de sentirse hospita-
lario ante los que viene de lejos; es el que hierra y camina
sin descanso, pasando tiempos, espacios, profundidades y
abismos en los cuales la memoria confluye, en los cuales
la memoria se interna y crea. Abismos sin tiempo que ras-
gan los velos de la historia, abismos del pensamiento en
donde aflora y adviene otro tiempo de recibimiento. El dios
errante es el dios de los que beben la tierra en el juego y la
caricia, en el movimiento de los arboles al precipitarse la
neblina nocturna, es el dios que vive en la poesía y en la
poesía se vuelve inagotable, su canto ya no es, su canto se
da, se mueve y atraviesa a cada uno de los que le escuchan.
Voz de trueno, grito de cascada al precipitarse la melanco-
lía de los que se aman en la lejanía. El dios errante es nebli-
na, cielo gris y cielo despejado, nube de lluvia y aguacero
incontenible llevándose la calma de las montañas, el dios
errante es invisible y también visible. Esta, siempre esta,
se va, siempre se va, quien quiere retenerlo sabe que ya se
ha ido en su andar; quien aprende a viajar a su lado, sabe
que es la historia que se desdobla y se abre en una sucesión
Intervalos
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maíz, lluvia de hojas verdes en el verano, grieta de peñasco
y tejido de voces en las orillas de lo invisible. El dios errante
pasa, se queda, se va, se aleja y regresa cuando el tiempo se
ha encerrado en los umbrales del tiempo, cuando el miedo
se vuelve en el miedo la idea que consume al que vive de
sus contornos. El dios errante siempre pasa, y, a su paso, el
viento y el fuego mueven el universo.
A errado desde antes, desde tiempos que no conocemos, su
voz viene y crea, cuando la comunidad esta en conflicto,
cuniraya viracocha aparece, regresa, entrega lo que ha de
ser necesario para que en la comunidad se retome en la
palabra y luego, después de descansar su espíritu en la vida
de los que le llaman, empieza a caminar con la ligereza
del viento y la emanación del agua, empieza a andar hacia
atrás y se aleja en el horizonte sin que nadie se de cuenta.
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Qué decir cuando la imagen excede la realidad,
qué decir cuando es la materia la que se deforma y vuelve
a recrearse en la monstruosidad de los objetos; cada cosa
en un silencio que la antecede; cada cosa en una situación
paradójica. Antes de ser cosa era materia. Antes de ser ma-
teria era existencia. Antes de ser existencia era creación.
Antes de ser creación no tenia ser. Antes de no ser, involu-
cionaba en lo que la llamaba en la lejanía. Antes de llegar
en esa llamada estaba unida al espacio en lo que este deja
de contener. Antes de ser contenida, tomada y raptada por
los hilos de la ilusión y el fantasma de la presencia, tan
solo latía en el universo y a la vez su elasticidad estaba en
todos los lados.
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cascada o en el intermitente cabalgar del rayo. Un vocablo
que se desprende de las hendiduras de las piedras, o en el
movimiento sutil del viento al acariciar la crin del maíz.
Un vocablo que viene y lleva y en ese ir nos deja errando,
errando como dioses errantes que ya no buscan vivir en
la presencia de lo que ha sido, de la cosas, los objetos o la
materia inerte del mundo, no, no vayan a creerlo, cuando
un vocablo y una palabra se unen, el mundo ya no es el
mismo, la voz cambia, el camino se fisura y en esa brecha
quedan infinitas sendas por donde el acontecer de la pala-
bra es viaje y vuelo revelándose en el destino.
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mudo si solo se dejara atrapar por el eco de un fantasma
o la fantasía mítica de una comunidad. Así que, con todo
el respeto, quisiera que guardara su muñeco, argumentara
algo más si es el caso, y dejara abierto el camino a otras
interpretaciones que velan por lo sagrado.
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FOTOGRAFÍA: Susana Carrie
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6 Desde el
umbral
Ruta de acceso…
paradero anónimo VI
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2. Ciudad.
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Desde el umbral
Me gustan los cantos de las aves y de los felinos,
pero me asombra sobremanera el coloquio que hacen las
grutas de los peñascos con el leve vuelo de los cóndores
cuando baten sus alas.
61
maban “pakpaka awag” “la tejedora de arañas” y casi todos
los días le llevaban lana de vicuña o de oveja para que en
sus manos los dioses tejan milagros –o por lo menos así
decía doña Berenice, cada vez que llegaba de la ciudad y
le pedía un chal a mi madre. Mi madre siempre quiso te-
jer diferente a las demás mujeres del pueblo, por mucho
tiempo pensó en hacerse a una de esas máquinas Singer,
quizás por la ilusión de jugar con sus manos en esa ma-
quina, o porque le ahorraría un poco de tiempo para ha-
cer más y más tejidos con los diseños que se le ocurrían
todos los días del año. Pero no, ella desistió muy rápido
de la idea, no se consumió en ella, tal ves fue porque se
dio cuenta que la Singer no tenía los moldes que pudieran
recrear los diseños inventados en sus tejidos; y la verdad
al paso del tiempo ella se dio cuenta que eso era cierto,
¿Cómo una maquina podía trazar el encanto de los wama-
nis en esos hilos?
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Mi madre, les recibía con cantos entre los labios o con
el sonido casi embrujado de su huso que giraba y giraba
mientras se enrollaba el hilo de lana de oveja traído por los
jóvenes del pueblo. Ella, tejedora de sueños, de los propios
y los ajenos, no daba descanso a sus manos mientras traía
desde lejos el sutil movimiento de los colores que iban ti-
ñendo en sus telares.
63
polvo que les consumía; ver caras pálidas, rostros sin brillo
en los ojos, escuchar que a veces no respondían un saludo
o que poco o nada importaba quien estaba en el suelo; eso
me hacía estremecer en gran manera; a mi me habían ha-
blado que la ciudad era el lugar en donde la cultura vivía
a la sombra del desarrollo, pero como iba a creer en eso, si
a cada paso que daba, sus calles anunciaban un teatro de
sombras, un tañido fúnebre de rostros y gestos que iban
sumergiéndose en el mundo. Nadie miraba a los ojos, y si
lo hacían, en su mirar se leía el extrañamiento de saber si
algo de ellos iba a ser robado o si alguien había llegado a
invadir la privacidad de sus soliloquios.
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nio, que a cambio de algunas monedas, hachas o bultos
de harina, firmaba el documento en el cual se confirmaba
la propiedad y la autenticidad de los derechos que sobre
ese terreno se tenía. Y claro, como la mayoría de los hijos
de los hacendados también estudiaban en la escuela que
yo estudiaba, estos niños miraban al hijo del Juku como a
una cosa rara, un tímido niño que vivía en sus soliloquios
y que hablaba con el árbol, los wamanis, el Cóndor y los
gatos que saltaban de techo en techo por las noches.
No faltó el día en que tuve que ayudar a uno de mis
compañeros por desmayarse a las seis de la tarde a orillas
de un riachuelo. El desafortunado hijo de don Eduardo,
a orilals del riachuelo, escuchaba tambores y quenas que
venían como desde otro mundo; su piel se estiraba y se
ponía verde como el barrabas; su cabeza padecía de los
mas extraños pensamientos y el sonido del agua lo em-
briagaba y emborrachaba a tal punto que se ponía a bailar
en el arroyo y a quitarse la ropa sin importarle cuanto po-
díamos decir los que cerca de él estábamos. Yo, que había
cogido antes unas hojas de ruda para ponérmelas en el
ombligo, sabia que ese chico estaba cogido de espíritu de
agua y que había que sacarlo de a pocos para que su cabe-
za no quede ida en el olvido.
65
Al llegar a donde Danilo, le coloque sus ropas al re-
vés y cogiendo un mechero le prendí cerca a la nariz un
poco de mierda de vaca que ya estaba seca, eso provoco en
Danilo nauseas y en pocos segundos hizo que vomitara y se
sintiera un poco mas tranquilo en ese instante.
66
abuelos. Cantos que hacen descansar en cualquier sitio,
en cualquier espacio en donde la palabra son un puente
para no caer en el tedio y el olvido.
Lorito de las montañas… Lorito de las montañas…6
67
7 Piedras angelicales
(La travesía de un olvido entre
pasos).
FOTOGRAFÍA: Susana Carrie
68
Ruta de acceso…
paradero anónimo VII
Madame Banquise, la canción esta en amadeu et mariam,
el ritmo es suave, en un francés legible, escuchable, escru-
table. Long distance C, Muddy nuevamente, en un blues
esparcido por cada pliegue de esta sala. Exercisme-des
perspectives, Parmegiani, asaltos brujeriles y melomanía
excesiva en el juego de ordenadores y paisajes sonoros.
Una elástica plasticidad del objeto en sus relaciones con el
tiempo que pasa, queda, se mueve y se va entre la ciudad,
sus ecos, sus fantasmas (suenan tres disparos a las afueras
de la calle, alguien ha disparado, unos pasos se deslizan
por entre los pasillos de este apartamento) lo que viene de
antes y lo que viene después de su hundimiento en la ima-
gen que la excede.
69
gonía palpitante en silencio, su sonido es casi inaudible,
su movimiento es impasible, su ir y venir abren lejanías y
traspasan longevidad y precocidad en quien se ve afectado
por lo que pasa. Silencio bulla, impasividad del espacio
urbano y pasividad de la hoja de eucalipto cayendo por el
filo del árbol genealógico en donde el nombre de M G se
desplaza.
Ella dijo al ver la pintura del ángel: “Los fantasmas van pa-
sando los tiempos, luego, la poesía y el canto los alejan, los
dejan ir en sus imágenes, y, cuando menos se ha pensado,
ellos se van.”
70
Piedras angelicales
(La travesía de un olvido entre pasos).
Me liberé
El gran combo
71
puntear el mundo y quedarme sin mundos en ese lance;
puedo estar jugando entre la tinta y el despliegue cine-
matográfico de lo interno… la plasticidad visual del tiem-
po cinematográfico es algo que últimamente obsesiona a
cuantos escriben entre ciudades.
Uno a la larga termina siendo el personaje de una
película iluminada por la luz tenue de dos amaneceres,
solo que los atardeceres lo detienen y petrifican al instan-
te de contemplar los destellos de la urbe; a excepción de
algunas ocasiones, la película pierde sus dimensiones, la
ciudad se disloca y el texto que por ella se escribe nos arro-
ja a vivir en la desmesura del instante.
72
*
Quizás presentir ese secreto hilo que unía los sue-
ños de Aurelia con la pluma de Nerval, esa profunda noche
que separa y reúne las mil partes de un todo haciéndose
otras mil partes en el esplendor de la mano que ha alcan-
zado el brillo de la noche, ha sido el inicio de este relato.
La simplicidad de las cosas nos dejaría absortos. Toda una
coreografía insólita de hombres y mujeres pasando por las
calles, seres perversos y amados, anfitriones del deseo in-
somne de querer hacerlo todo y hacerse en ese todo una
filigrana de exordios y promesas, de ir y venir en un sin
lugar que siempre se ha de convertir en el hogar propio, en
el más lejano.
73
Exploro con detenimiento la vida, el sueño, los ros-
tros, las fotos y las luces evanescentes que van aflorando
en la musicalidad del instante.
74
que duerme entre sueños.
75
*
Hace dos días que vengo pensando en cosas extrañas: la in-
materialidad de las cosas. El sueño de los dioses que nun-
ca termina. Los libros y el canto de sus tinturas. La casa de
enfrente que podría desaparecer en cualquier momento y
como por arte de magia. El olor de los cuerpos que viajan
por el tiempo de la memoria. La ruptura del tiempo y la al-
quimia del instante en la escritura, ese vellocino de cuatro
patas al que llamamos cuaderno y en el que anotamos la
violencia de nuestra memoria. Tantas ideas, sensaciones
y recuerdos que se cruzan y revuelcan el hecho mismo de
escribir en la escatología de la memoria.
76
*
Escribir es quizás lo que interesa ya a estas alturas del re-
lato, ese antes y ese después que confluyen siempre en lo
que se ha dejado entre líneas, eso suelto y a la vez hilado
en otros movimientos que propicia la palabra, la escritura,
el juego de la grafía y la invención de la escritura, la grafía
del otro que sale de si y se aleja de la huella, la memoria
del rastro en el cual el ángel de la historia ha echado un
ojo a las ruinas y se ha ido en ellas.
77
FOTOGRAFÍA: Susana Carrie
78
8
MUNDO
LAGRIMA
Ruta de acceso…
paradero anónimo VIII
Aquí, la voz, el juego de una voz que pasa por los bordes
de tres días de historia y la distancia entre el cielo y las
cenizas de las nubes.
79
Futur proof, la canción de Massive attak contrapuntea un
poco con la textura en voz del santo trabajo y consagra-
ción de Mauricio Rico8 , claro, distancias infinitas la de es-
tos dos momentos musicales en los cuales la mano se fue
deslizando poco a poco hasta relacionar tacto, contacto y
ductilidad inaudita de lo que pasa y sobrepasa la imagen
funambulica de la calle.
80
1:27.a.m.
Germania. L. Arango. S
26 CAN K 4 CLL 19
ESTACION. Centro. F
81
Lagrima Mundo
¨…el mundo suspendido de alguna lágrima única, cada
vez única, a través de la que en lo sucesivo todo, el mundo
mismo, llegará, y se dará ese día a reflejarse –refléter-
temblando, a reflejar –réflechir- la desaparición misma:
el mundo, el mundo entero, el mundo mismo ya que la
muerte no sólo nos priva de alguna vida en el mundo o de
un momento de nosotros, sino cada ves, sin límite, de al-
guien por quien en el mundo, y ante todo nuestro mundo,
se habrá abierto de manera conjuntamente finita e infini-
ta, mortalmente infinita (…)
Jacques Derrida.
82
En el fondo, tras las imágenes de Purgatorio (vi-
deoinstalación), aún resuena la frase: es necesario ser
probado por el fuego… fuego que sube: se revela… por las
pobres almas que están en el purgatorio… es necesario ser
probado por el fuego… fuego que sube: se revela…
83
¿Qué subyace en la espera de un país más visible ante la
guerra?
Esa extraña economía del duelo del otro que se va
simbolizando en una justa injusticia: la incontrolable ava-
lancha televisiva de los fantasmas de la impunidad.
Hablar a pesar de uno, a pesar de otro, escuchar el mundo
suspendido en una lágrima; es tan extraño, ver desapare-
cer entre lágrimas los que parecían tan familiares, los que
se hicieron más familiares solo hasta el momento de su
ausencia. Es tan inaudito, contemplar bajo la sombra so-
nora del tiempo esos ecos de fantasmas y desaparecidos
que piden en nombre de quienes les incuban, una res-
puesta a la negación de su memoria, a la privación de su
existencia.
84
les sale de adentro- nos dice de vez en cuando; es como si
quisiera que alguien más hablase por ella, por lo que hace,
por lo que la toca: ver heridos de una historia, lacerados
de un pasado remoto, victimas y victimarios de una honda
llaga en la piel, no es algo fácil para Marcela, no es nada
fácil nombrarlo para Marcela. Y lo sabemos, ella tiene el
derecho a no hablar en su nombre, y a traernos esa his-
toria que en su mirada pesa y en el espacio se hace una
iluminación axial para quienes se adentran en sus pasos.
- Día 2.-
Intervalos
85
llega lejos sin agallas. No hay prueba mas difícil que la de
someterse a prueba.
86
voces que se trafican cuando ha nacido el calor y la caricia
de los seres amados.
87
El amor, le petit amour, le petit mort… ¿Cuál seria
esa distancia entre amar y morir y amarse muriéndose y
morirse amando y dejar que sea la muerte la que se lleva el
amor?.
C´est un amour, un encanto, una balada un mors, un bo-
cado, un trozo, un retazo del habla que quiere amar en la
palabra.
Si, Me miras y en este momento mis ojos son solo puentes.
Lejanías del tiempo en el ardor de lo que ya no ves tan
cerca al mundo que has tocado.
- ¿Listen to me?
88
caba amar lo amado y me dejaba embriagar por el sudor
y la lágrima que recorrían y reconocían los gritos de mis
mejillas; esas dunas del tiempo por el cual la vida circula y
se camufla hasta extraviarse en la piel que cubre los ojos;
esos parpados estirados en la hondura del sueño; esas dos
cortinas de tejido blando que tejen y tejen las visiones del
día en los umbrales de la noche.
I nothing understand?
- …God bye
- Good bye...
- Día 3 -
El terrorismo vive en la imagen
Intervalos
89
Una imagen vuelve, pero no es la imagen,
aunque fuera su mutismo deslizándose por el firmamen-
to.
Pierre E Coutier..
90
Ya no tengo esos cuadros y agradezco que se borren
sus orlas
Quitar los sellos de cada marco en el cual se incuba el fan-
tasma de la ausencia, es quitarle un poco de peso a esos
gestos que convidan esta historia.
91
¿Olvidas ese cuerpo en el sueño?
Vuelves con la misma calma con la cual sumerges
tu cuerpo en el mar, la calma en la cual sale y emerge tu
rostro desde el mar, desde ese insondable movimiento
de olas, tiempos, ecos de mares y sirenas, elfos, sílfides,
sarcófagos y destellos de luna transformando hombres en
delfines y delfines en gritos de la noche que llega.
92
se ha internado ya en la iluminación profana de una calle
sedienta de escritura.
La calle es sin dirección,
La calle es por primera vez visitada por el brillo de una
mirada nueva
Ahora somos dos que viajan en caminos distintos.
-Día 4.-
93
Recuerda la mueca más generosa, la que más le ha-
bía conmovido, la del hombre llevando a cuestas la niña
de ojos verdes, la del hombre que llegó a su casa y son-
rió dulcemente mientras guardaba esa imagen en su me-
moria; recuerda y le hace llorar, lo conmueve ver que ese
pasado aun se mueve en él, le hace perder la cabeza, el
padre, la madre, los hijos que ya se han ido como estre-
llas, las veces que amo y fue amado, las veces que dejo de
amar y se entrego al canto órfico en el cual dejaba escri-
to su nombre. Recuerda que recuerda y se sorprende de
citarse a si mismo una estrofa de Nerval: “el sueño es la
segunda vida. Nunca fue logrado penetrar sin estremecer-
se esas puertas de marfil o de cuerno que nos separan del
mundo invisible, pues los primeros instantes del sueño son
la imagen misma de la muerte; un sopor nebuloso se apo-
dera de nuestro pensamiento y ya no podemos determinar
el momento preciso en el que el yo, ahora bajo otra forma,
continúa la obra de la existencia. Es un subterráneo vago
que se ilumina poco a poco, y en el cual se desprenden de
la sombra y de la noche las pálidas figuras gravemente
inmóviles que habitan la estancia de los limbos. Después el
cuadro cobra forma, una claridad nueva ilumina y anima
esas apariciones fantasmagóricas; ante nosotros se abre el
mundo de los espíritus”.
94
memoria; algunas veces he creído firmemente en la esta-
bilidad emocional que tienen los escritores, pero que va,
eso se esfuma cuando se lee cada una de las páginas que
han dado a parir en la luz del mundo; es tan solo leerles y
percibir en esas líneas otra metáfora mas en la cual se des-
liza lo mas inestable que tiene el mundo de quien escribe:
la barca de navegación de las letras y vocablos por donde
otros mundos se vuelven inauditos.
95
9 LIMITES
FOTOGRAFÍA: Susana Carrie
96
Ruta de acceso…
paradero anónimo IX
97
Las notas, los fragmentos del día y los retazos y costuras
de las escenas narradas, llevan al personaje sin personaje
que circula de cabo a rabo en esta serie de cuatro cuentos
en uno.
Germania. L. Arango. S
26 CAN K 4 CLL 19
ESTACION. Centro. F
98
Límites
- ESCENA DE VENTANALES-
Nota 2.
Nota 3.
Nota 9.
Nota 22.
99
una geisha en una esquina de bus… pasa, se mueve, lee los
signos de mi desaparición… entre tanto, escribo.
Nota 39.
El sabor de la uva convertida en lágrima. La trage-
dia se desvaneció en los ecos de sus fantasmas. ¿Cuando
volveremos a danzar con el tragos expiatorio?
Nota 67.
Nota 91.
Nota 94.
Nota 98
100
hojas que vuelan en el aire, de ese aire sin latitudes que
emerge en el silencio de las horas, en el libro de las már-
genes, en el libro de la hospitalidad y de la excedencia,
en la escritura y la diferencia de escribir en escrituras que
anteceden este hecho mismo de danzar entre palabras, en
el resonar de las piedras y los cantos de las piedras que
se mueven en la distancia equinoccial de los recuerdos;
esa breve distancia que rompe al tiempo y fisura la eterni-
dad para darle cabida al instante, para darle movimiento
al momento mismo de estar ya sin tiempo ni espacio, en
el relieve y alto relieve de lo que se va del mundo, sin mas
puente entre este y otros mundos que el inventado en la
escritura, en esto que escribo, en esto que vivo, en esta pá-
gina que se va y aleja de mis manos.”
Nota 103.
Nota 104.
Nota 105.
101
Salsa, rock, acusmática, minimalista, objeto sonoro, pai-
saje sonoro, grung, punk, dead M, trash M, heavy M, trip
hop sonidos de una época traduciendo la música de los
rostros que vendrán.
102
palabras y no otras las que se diseminaran en sus notas; abo-
rrecía la escritura automática y la herencia nihilista, o por lo
menos eso era lo que se percibía en uno que otro recital en el
cual él asistía y al cual dejaba salir unas cuantas palabras; para
Sigmund, los recitales eran rituales donde se expiaba la escri-
tura del cuerpo, el encanto melancólico de saberse al límite
de lo que se veía real y sombríamente entre escritos. En los
recitales la palabra vive intensamente, igual en las calles y en
los sitios comunes por donde se pasa y trafica algo de común
interés; y es que ahí, el trafico de la voz es inasible, cada uno
puede tener un mundo guardado e insuflado en el pecho, cada
uno puede abrirse en el mundo y dejar brotar esa aquiescencia
que la piel hace latir bajo la piel, ese movimiento archiescritu-
ral de la escritura misma, una suerte de quiasma anagramático
en donde cada palabra vela y revela el horizonte de lo que se
habla; una profundidad insondable por la cual el habla estalla
en el habla y resplandece en la negrura del lienzo que se ha
escrito; esa la palabra que ha pasado el limite de la visión y de
la historia de la visión en donde se la ha recibido.
103
te del trazo, melodías salidas de la luz solar y difuminadas
por una luz que las precede, luz nocturna, luz de olvido y
memoria, luz de retorno y de fin sin fin, luz diseminada en
la melomanía de las escuchas, luz que predecía y contra-
decía lo futuro, porque en ese impase, en ese momento de
escribir y hablar de cuanto sucedía tras la luminosidad de
las cosas, ya nada estaba escrito, lo incomunicable se hacia
latente, y, sin tener que hablar más de ello, para Sigmund
todo se revelaba novedosamente.
Sigmund quería conocer algo que excediera los lími-
tes de la palabra en su cuerpo, en su vida, en lo que él nom-
braba y escribía, quizás por eso dejo todo cuanto lo rodea-
ba, organizando minuciosamente la alquimia de su casa,
haciendo un juego dáctil de la mirada, salió sin que nadie lo
viera y se fue a viajar en dirección a la caída del sol.
104
cos de la casa de sus padres; una quena y una calimba que
reunían dos continentes en los días de sagrada epifanía. La
cabeza Calima encontrada en uno de los cofres de su ma-
dre, la pequeña piedrilla que pendía al borde de uno de sus
libros de cabecera “la entrevista de bolsillo”. Todo había
sido dispuesto de manera tal que el sitio se traducía en la
memoria de Sigmund, en las memorias de sus memorias
en lo que se podía leer tras una de sus notas:
105
Nadie sabe ya nada de él, salvo algunas notas pega-
das en la nevera de su casa; el hombre de las manos anchas
se había perdido en la memoria de los que le recordaban.
He creído verlo en una esquina de un pueblo, fumando un
tabaco, con un sombrero de copa chata y una bufanda ver-
de que le abrigaba la larga barba que había crecido en su
rostro. Prefiero solo creer, acercarme a quien no conozco
sea quizás herir o revivir heridas de los seres que he ama-
do. Sigmund ya se ha ido, y con él, se han ido y expiado los
fantasmas de un día de amor y de un día en el cual nació
el grito de un vientre que se hizo cómplice de sus delirios.
106
-ESCENAS DE PAPEL-
He pensado en regresar.
Volver es quizás anunciar la lejanía.
¡Detente!
107
la mirada extenuada por el acontecimiento, alguien da un
salto en el anden, nadie se detiene, no de esta manera,
quizás el cuerpo, pero el cuerpo sigue moviéndose aun es-
tando quieto. Alguien se detiene, mira de reojo, guiña el
ojo, con el rabo del ojo coge la última imagen de la voz:
¡Detente!
108
Los fantasmas de la lejanía dejan huellas en el cuerpo.
Ahora tiemblo.
Ahora suspiro, ahora froto las manos y nace calor
entre los dedos. Lavo el rostro con ese fuego táctil, froto
los ojos y la visión se hace lejanía.
Ella pasa, en el fondo: tiemblo.
He pensado en regresar.
Intervalos
109
-ESCENA 3:05.P.M. a 11:27.P.M-
110
su alquimia en cada hoja, el tiempo deja nacer medicinas
del olvido…
111
va, toma descanso en los nervios de un grano de arena la-
tiendo por la voz de alguien que le ha dado en nacimiento.
La arena toma rostro, labios, mejillas y piel, la arena toma
la forma de un cuerpo en el mundo; en él, un grito, la voz
y el grito confluyendo en el latir de las piedras, arrecifes y
calles por donde resuena lo desconocido que puede llegar
a ser uno mismo en las cosas que se han escrito. El mundo
se vuelve mundo y las palabras: palabras; los ojos lloran y
se busca una sola lágrima que pueda contener la ausencia
del mundo… los ojos del hijo de la arena y de los tiempos
lloran, miran la desaparición de dios y entonces sonríen a
la vista del mundo que ahora se abre en su canto y música
ultraceleste.
112
Región andina
2010
Intervalos
113