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Unidad I: La naturaleza de la filosofía

1.4 Antropología filosófica y ética.

Aunque el ser humano siempre se ha interrogado por sí mismo, y desde Sócrates


puede hablarse de una tradición de pensamiento filosófico sobre el hombre
contenida en las obras de muchos pensadores, no siempre ha existido la
Antropología Filosófica como disciplina académica o especialidad dentro de la
Filosofía, sino que su origen suele situarse a partir de Kant.

Desde el punto de vista etimológico la antropología filosófica, se define como una


forma de saber que versa sobre el hombre (del griego: ántropos, logos, filos, sofía).

Desde el punto de vista semántico valen las apreciaciones precedentes para afirmar
que es necesario agregar la determinación “filosófica” para distinguir este saber de
otros saberes (“Antropologías”) que estudian al hombre, pero bajo un objeto
científico particular positivo (como la “Antropología Cultural”) e incluso teológico
(“Antropología Teológica”).

La denominación “Antropología Filosófica” parece más apropiada para designar el


estudio filosófico acerca del hombre, y es preferible a la voz “Psicología Filosófica”
por dos razones: 1) para evitar reducir el estudio del hombre al de una de sus partes,
el alma (ya que “psicología” estrictamente dice tratado del alma); 2) porque el
término griego “psyjé”, del que se compone “psicología”, perdió hoy su sentido
original, ya que pasó a significar no el principio vital sino la conciencia, y hoy ni
siquiera se refiere a algo propiamente humano, puesto que, contrapuesto al espíritu,
“psyjé” se dice también del psiquismo animal.

A la hora de estudiar ese complejo ser que es el hombre, la Antropología Filosófica


debe esforzarse por evitar todo reduccionismo, acogiendo reflexivamente el mayor
número de elementos y dimensiones que componen la realidad humana:
corporalidad, cultura, sociabilidad, lenguaje, capacidades funcionales de todo tipo,
dimensiones ética, estética y religiosa, etc., y corresponde a este saber, como
intento de responder filosóficamente a la pregunta por el sentido de la existencia
humana, la tarea de integrar las aportaciones de las demás ciencias antropológicas
(experimentales y humanas), en una síntesis de un nivel de abstracción superior
(filosófico). No basta con acumular información: es necesario alcanzar otro nivel de
reflexión y de síntesis para poder atisbar el sentido de lo humano desde la
confluencia entre ciencias y la propia filosofía.

Por eso, la Antropología Filosófica no pretende elaborar una nueva imagen —otra
más— del hombre; sino que constituye un intento de comprender al ser humano
pensándose a sí mismo y pensando el tejido de la vida que lo constituye. Pero este
hombre no nos es dado solamente como un dato empírico, sino como una totalidad
abierta, en un movimiento de autotrascendencia, como una frontera siempre móvil
abierta a la infinitud. El objeto de la Antropología Filosófica no se presenta como
una “cosa experimentable” sino, sobre todo, como el horizonte de una pregunta que
nos atañe y compromete íntimamente.

Para estudiar al ser humano, la Antropología Filosófica necesita integrar los


conocimientos que proporcionan la Antropología Física, la Antropología Psicológica
y la Antropología Sociocultural, con el fin de responder en términos de esencia a las
preguntas por el sentido que afectan a la corporalidad, sensibilidad, tendencialidad,
afectividad, eticidad, sociabilidad, religiosidad, historicidad, creatividad, etc., del ser
humano.

La antropología filosófica estudia al hombre como sujeto personal y desde la


perspectiva puramente existencial. A este tipo de antropología, le interesa el hombre
desde distintas manifestaciones, tales como, su globalidad, su apertura al futuro, el
sentido de la vida, su libertad, sus aspiraciones y su porvenir. La Antropología
Filosófica es la base esencial para otras dos disciplinas humanas: la ética y la
política. Sócrates, iniciador del pensamiento humanista en la Grecia clásica, fue un
antropólogo filosófico, aunque él tal vez no lo supo, y, a lo mejor, no se habría
interesado por saberlo. No obstante, son muchos los pensadores que, a lo largo de
la historia de la filosofía, han tratado acerca del hombre desde esta perspectiva.

La antropología es la parte de la filosofía que estudia al hombre, así pues, intenta


definir qué es el hombre desde un punto de vista racional. La antropología es el
esfuerzo intelectual del hombre que quiere saber qué o quién es, dentro de un
mundo tan variado como complejo. Las definiciones de hombre que ha dado la
historia de la filosofía son muchas debido a que ese estudio tropieza con la dificultad
de la objetividad, puesto que es el hombre que pretende estudiarse a sí mismo.
Como nadie es buen juez en causa propia se corre el riesgo de no ser objetivo. Un
hombre que se mira a sí mismo y se pregunta quién es, no consigue fácilmente
contestarse. Pero hay algo muy claro: el hombre es muy consciente de que su papel
en el mundo no es igual que el de los demás seres. El hombre no se conforma con
existir, quiere vivir de forma plena; vivir bien.
La ética es la parte de la filosofía que indica qué debe hacer el hombre intentando
responder sobre si sus actos son buenos o malos no solo para sí, sino
objetivamente, para todos. La ética es denominada también como ciencia de las
costumbres y entonces trata de ver cuáles de esas prácticas son propiamente
humanas y cuáles no. De esta manera se ve con claridad la relación existente
entre antropología y ética pues difícilmente concluiremos qué debe hacer el
hombre si ignoramos lo que éste es. Por eso, si por ejemplo admitimos que el
hombre es un animal racional, como afirma Aristóteles, será fácil añadir que todo
hombre debe pensar antes de actuar o, por lo menos después y de este modo, ser
coherente con lo que se es. Y con un ejemplo negativo podríamos señalar también
que, embriagarse hasta suprimir la racionalidad supone ir contra el hombre mismo
y por esto, concluir que estamos ante una acción reprobable, una acción ilícita del
hombre que, llamado a ser mucho más no debe rebajarse hasta perder su
consciencia.
La ética por tanto se deduce de la antropología. Según lo que seamos así será el
trato que debemos esperar. Si partimos de que el hombre antropológicamente no
es más que un animal, podríamos tratarlo éticamente como hacemos con ellos.
Toda la historia está plagada de abundantes ejemplos del mal trato que se ha dado
al hombre precisamente por no tener claro lo que éste es.

La antropología es el factor clave para la reflexión ya que constituye un horizonte


ético, siendo la realización de la persona en sociedad su preocupación central. Es
la base por la cual elabora su reflexión. Entrega orientaciones en cuanto a la
responsabilidad de crecimiento tanto en lo personal, como en lo social.
La antropología estudia al hombre en el aspecto interno, ya sea por su cultura, sus
costumbres y religiones y en lo que respecta a su comportamiento y la ética es una
ciencia encargada de la integridad del ser humano.
Al emprender un análisis sobre el hombre, vale plantearse la pregunta: ¿desde
cuándo se ha reflexionado acerca del hombre? La respuesta a esta interrogante
resulta compleja, y al mismo tiempo, un tanto simple. Es posible que los seres
humanos se hayan preguntado acerca de “sí mismos” desde siempre, esto es,
desde que el hombre sobre la tierra tuvo uso de razón, y surgiera en él ese anhelo
natural de saber “quién soy yo”. Sin embargo, no se tienen testimonios escritos de
lejanas épocas, como para asegurar que el hombre primitivo se planteara tal
pregunta. Por ese motivo, se toma como punto de partida para establecer los
orígenes de la reflexión filosófica sobre el hombre, la Grecia clásica, y más
concretamente, el pensamiento humanista de Sócrates, Platón y Aristóteles.

Los tres grandes filósofos humanistas de la Grecia antigua, son considerados los
primeros antropólogos de la antigüedad, por lo menos, desde el punto puramente
filosófico, pues, centraron su atención en el hombre y sentaron las bases para una
reflexión posterior sobre el enigma humano.

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