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Edición Nacional, del 15 de marzo
CRIANZA

Paul Dix, maestro y


formador de padres:
“Si gritas a tu hijo
todos los días algo
tiene que cambiar, y
quizás ese algo seas
tú”
El asesor de docentes británico
propone en su nuevo libro el control
emocional de los progenitores como
primer paso para mejorar el clima en
el hogar y los comportamientos más
desafiantes de niños y adolescentes

Paul
Dix, maestro y escritor,
explica que una crianza
consecuente y coherente es
racional y lógica.
ADRIÁN CORDELLAT
Madrid - 17 FEB 2024 - 05:15CET
3
El maestro y formador de docentes y padres —
ayuda en el desarrollo de habilidades a los
progenitores para educar a sus hijos— Paul
Dix (Londres, 53 años), se convirtió en un
fenómeno editorial con When the adults change,
everything changes (”cuando los adultos cambian,
todo cambia”), un libro no traducido aún al
español que desde 2017 ha vendido más de
150.000 copias en todo el mundo. En él, el
profesor británico daba cuenta de su método para
generar cambios radicales en el comportamiento
de los niños y adolescentes en las escuelas e
institutos.
De su experiencia trabajando con profesores da
cuenta ahora en Cuando los padres cambian, todo
cambia (Temas de hoy, 2024). En este nuevo
volumen, propone de manera sencilla, empática y
con mucho sentido del humor el control
emocional de las madres y padres (cambiar, por
ejemplo, gritos por conversaciones, castigos y
sobornos por consecuencias proporcionadas)
como primer y necesario paso para cambiar el
clima en el hogar y los comportamientos más
desafiantes y disruptivos de los hijos. “Hay cada
vez más pruebas de que una crianza emocional
que se traduce en gritos sistemáticos a los niños
es problemática. Los niños desregulados
necesitan adultos regulados”, afirma Dix por
correo electrónico.
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Pregunta. Su nuevo libro, Cuando los


padres cambian, todo cambia, se basa en un título
anterior surgido de su experiencia como docente.
Enseñar y criar, educar en el aula y en casa,
¿tienen puntos en común?

Respuesta. Sí, tienen una cosa muy


importante en común: en ambos entornos, el
comportamiento del adulto es absolutamente
fundamental. Además, las cosas que marcan una
gran diferencia en el aula (reforzar lo positivo,
poner límites claros, tener unas rutinas acordadas
o dar una respuesta coherente al mal
comportamiento) también son esenciales en casa.

P. Su investigación en ambos libros parte de su


experiencia personal como profesor y como
padre. ¿Es más difícil aplicar la teoría en casa, con
los propios hijos, que en el aula, con los de otras
personas?

R. Por supuesto. Es más difícil con nuestros


propios hijos porque cada palabra y cada acción
de ellos impacta directamente sobre nuestras
emociones. Los grandes profesores manejan a sus
alumnos sin los extremos de la emoción, han
aprendido a responder de forma racional y
desapasionada (incluso ante los peores
comportamientos). Una vez que uno aprende a
lograr esto y a aplicarlo como padre, puede
afrontar entonces sus peores momentos
manteniendo la calma y reconocer los mejores
comportamientos de sus hijos con amor.

P. “Todo empieza con tus emociones”, escribe.


Uno tiene la sensación de que la educación
emocional está de moda.

R. Existe un gran movimiento a favor de esta


crianza. Y no porque esté de moda, sino porque
funciona. Hay cada vez más pruebas de que una
crianza emocional que se traduce en gritos
sistemáticos a los niños es problemática. En el
Reino Unido, demasiados padres siguen
confiando todavía en enfoques más severos, pero
todos los niños merecen estar rodeados de
adultos que puedan educarlos sin permitir que
sus propias emociones enturbien la lección. Los
niños desregulados necesitan adultos
regulados. Además, no tienes que elegir entre
tener una buena relación con tu hijo o tener un
hijo que se porte bien. Puedes tener las dos cosas.

P. El paso más importante de todos, dice, es


comprometerse a dejar de gritar. ¿Por qué las
madres y los padres siguen gritando tanto si es
algo que saben por experiencia propia que no
funciona?

R. Porque nos parece lo correcto. La crianza


puede ser agotadora, así que levantar la voz es
algo intuitivo y parece el atajo más rápido hacia la
paz. Pero una buena gestión del comportamiento
es contraria a la intuición. No se enseña a un niño
a no gritar gritándole. Más bien al contrario.
Puede que detengas el comportamiento en el
momento, pero estás acumulando problemas.
¿Qué hacer cuando los gritos dejan de funcionar?
¿A qué recurrimos entonces? Si gritas a tu hijo
todos los días, algo tiene que cambiar, y quizás ese
algo seas tú.

Los padres no
tienen que elegir entre tener una buena relación
con su hijo o tener un hijo que se porte bien. Se
pueden tener las dos cosas, según explica Paul
Dix.

P. ¿Cómo evitar los gritos?


R. En el momento en que un niño te grita, te
contesta mal o es grosero, puede ser mejor que te
centres en la instrucción que querías darle en
lugar de en su protesta. Podemos optar por
respirar y retrasar nuestra reacción, pero hay que
tener claro que una crianza coherente significa
que tendremos esa conversación cuando las cosas
se calmen.

P. “Gran parte de la crianza de los hijos es


improvisación”, afirma. Y la improvisación
conduce al caos, justo lo contrario de la
coherencia que usted reivindica. ¿Qué
consecuencias tiene esta improvisación?

R. Los castigos improvisados suelen ser


incoherentes y siempre desproporcionados. Es la
razón por la que los padres se encuentran
diciendo cosas que nunca podrán cumplir: “¡No
vas a volver a salir de casa!”, “¡si vuelves a hacer
eso, te voy a prohibir el ordenador para siempre!”.
Cuando estás bajo presión como padre necesitas
un plan, no un margen de tres segundos para
inventarte algo que suene amenazador.
Improvisar tu forma de ser padre puede parecerte
una aventura salvaje, pero para tu hijo puede ser
incoherente, injusto e impredecible. Esa no es la
base de una buena relación.

P. ¿Qué es la crianza coherente?


R. Una crianza en la que existe un plan, unas
rutinas, una forma de responder al mal
comportamiento y al comportamiento fantástico,
un guion para los momentos difíciles y otro para
reflexionar después. Una crianza consecuente y
coherente es racional, lógica y tiene sentido para
tu hijo. Estoy seguro de que tampoco tardará
mucho en tener sentido para ti.

P. Hemos hablado de calma y coherencia. El


tercer pilar de su método es lo que usted llama
“crianza positiva y relacional”. ¿Qué implica?

R. Fijarse en los comportamientos y las


acciones positivas de nuestros hijos. Yo propongo
hacerlo a menudo y de forma sutil, recordándoles
gradualmente sus mejores comportamientos, su
mejor yo. Obtendremos más del comportamiento
que más percibamos. Por eso debemos buscar lo
positivo en nuestros hijos. Todos los días.

P. Usted no se muestra muy de acuerdo con los


castigos clásicos. “La ferocidad del castigo no
determina el comportamiento futuro, pero podría
determinar su relación futura”, escribe. En su
defecto, sugiere consecuencias proporcionadas.
¿En qué se diferencian de un castigo?

R. Las consecuencias proporcionadas pueden


incluir una sanción, pero también irán
acompañadas de conversaciones que permitan al
niño reflexionar y aprender sobre su
comportamiento. Las conversaciones
restaurativas enseñan a comportarse mejor. El
90% de cualquier castigo debería ser la
conversación. Si te basas en el castigo para
enseñar, enseñarás malas lecciones. Por ejemplo,
cómo ser más escurridizo o cómo evitar que te
pillen. El castigo no es un buen profesor, las
conversaciones estructuradas sí lo son.

P. ¿Este método es para padres y madres


primerizos o nunca es tarde para cambiar?

R. Nunca es demasiado tarde,


independientemente de las dificultades o de la
edad de nuestros hijos. Hace poco, por ejemplo,
un padre de dos adultos de 25 y 27 años me dijo
que había utilizado la estrategia “así es como lo
hacemos aquí”, que consiste en apostar por la
coherencia. Por ejemplo, si decidimos que en
nuestra casa no se puede comer en el sofá, no es
bueno que al día siguiente veamos a nuestros
hijos en el sofá comiendo y no les digamos nada.
Hay que ser consecuentes. Este padre aplicó esta
estrategia cuando sus hijos fueron a pasar las
Navidades en casa y me dijo que le había
funcionado a las mil maravillas.
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