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-¿Cómo se pone humor a la vida tal como están los trabajos y las jornadas
laborales eternas?
-Nos parece que tenemos que convencerlos, que entiendan las cosas para
que las hagan. Es una teoría bastante absurda. Puedo explicarle a mi hijo
que tiene que hacer los deberes, que llegue a su
hora, pero a lo mejor hace lo que le dé la gana. A veces se tiran un montón
de horas por la borda en hablar, explicar y razonar cuando el niño lo que
necesita son ideas claras: a esta hora se llega, se come, nos levantamos, la
tele no se pone. Casi se puede educar al niño desde que es un bebé.
-En una familia donde se sabe que hay unas pautas claras los padres no se
tienen que imponer con autoridad, con voces ni con castigos. No es
necesario todo eso. Se tienen que aplicar porque son las normas que rigen
en la casa y todo sale a pedir de boca porque desde el comienzo el árbol va
creciendo bien. Ahora, si todo es negociación, todo es explicación, si todo es
tú me das yo te doy, si todo es premio o castigo, entonces estamos muertos.
Porque tenemos que dedicar millones de horas a cualquier plan, actividad o
pauta que queramos aplicar.
-Veo a un montón de familias que sufren porque han puesto a los hijos en el
primer lugar y son estos los que toman las decisiones, como si fueran
pequeños tiranos. En ese caso lo que hay en las casas es tensión, discusión,
peleas, voces, amenazas. Pero si los padres tienen las ideas claras y desde
el principio marcan una serie de pautas, el hijo sabe a qué atenerse. Una
familia que ha perdido la autoridad, donde se ha cuestionado la figura del
padre y son los hijos los que deciden es un error de libro. Una familia es lo
más lejos a una democracia. Son los padres los que mandan y los hijos los
que obedecen. Si estos son los que deciden, veríamos la tele hasta la una de
la mañana o iríamos todos los veranos a Eurodisney.
-¿Qué hacemos cuando el hijo crece y quiere participar y opinar?
-Casi todos los padres se angustian cuando llega la adolescencia: dicen que
el adolescente está imposible, que me ha puesto la soga al cuello, que está
siempre enfadado. Claro, eso tiene que ver con qué fue lo que se hizo
muchos años antes. Si uno puso en su día las bases claras, cuando llega la
adolescencia todo es más sencillo y más fácil. No se puede actuar como
cuando es un bebé. Con el
adolescente hay que tener paciencia.
-El hijo debe saber que siempre nos tiene, pero ha de encontrar su camino y
tiene que equivocarse. Querer que un hijo sea perfecto y no se equivoque en
nada convierte a los hijos en seres llenos de
complejos y desgraciados porque no toman sus propias decisiones.