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EN PSICOLOGIA
Resumen final
2019
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RESUMEN CORRIENTES ACTUALES EN PSICOLOGIA PROGRAMA 2019
UNIDAD 1.........................................................................................................................................................3
UNIDAD 2.......................................................................................................................................................34
UNIDAD 3.......................................................................................................................................................53
UNIDAD 4.......................................................................................................................................................70
UNIDAD 5.......................................................................................................................................................86
UNIDAD 6.....................................................................................................................................................117
UNIDAD 7.....................................................................................................................................................147
UNIDAD 8.....................................................................................................................................................165
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UNIDAD 1
La excepcionalidad constitutiva del “campo psi” argentino a la luz de la historia. La psicología
como disciplina fragmentada y problemática: ciencia natural o disciplina del sentido. El “campo psi”:
psicología, psiquiatría y psicoanálisis. El caso del “psicólogo psicoanalista” en la Argentina. El
psicoanálisis como modelo de práctica y referencia identitaria. Modos de hacer historia para una
iluminación crítica del presente y las corrientes actuales. El concepto de recepción como herramienta
metodológica.
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una historia de las instituciones psicológicas (entendiendo por tal no sólo a las
sociedades científicas o profesionales, sino también a la historia de programas
universitarios, a la historia de publicaciones o editoriales, etc.).
¿A qué habremos de considerar psicología argentina? Entendemos por psicología
argentina la psicología que se produce y se recepciona en nuestro medio.
Resulta posible fundamentar períodos bien característicos en el desarrollo de la
psicología argentina. Se parte de períodos conocidos de la historia institucional y de la historia
de las ideas, en función del impacto de los acontecimientos políticos y sociales sobre la
psicología en el país.
Es posible identificar cinco períodos diferenciados en la psicología en Argentina:
Período de la psicología clínica, experimental y social (1895-1916)
Período de la psicología filosófica (1916-1941)
Período de la psicotecnia y orientación profesional (1941-1962)
Período de la discusión del rol del psicólogo y de la psicología psicoanalítica (1962-
1984)
Período de la plena institucionalización de la psicología (desde 1984)
De los tres primeros períodos existe un caudal de investigaciones suficientes como para
intentar una caracterización general. En cambio, del cuarto período es poco lo que se ha
investigado hasta el momento y menos todavía del último. En tal sentido, si consideramos que
nuestra periodización es en general provisoria y tentativa, esa provisoriedad alcanza muy
especialmente a los últimos períodos.
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Traducciones al francés de autores de otras lenguas
Traducciones al español de autores de otras lenguas
Podemos dar cuenta de la importancia del tamiz francés en la recepción de la
temprana psicología en Argentina. Un claro testimonio de esa tendencia lo constituye la
recepción de la psicología wundtiana. Binet había reconocido el importante papel de Wundt en
el surgimiento de la denominada nueva psicología. Sin embargo, consideraba que
personalidades como Charcot y Ribot habían contribuido en un mismo plano jerárquico en el
desarrollo de aquella psicología.
Dos de las personalidades de mayor envergadura en la temprana psicología argentina,
Horacio Piñero y José Ingenieros, replicaron el punto de vista de Binet en cuanto a la
importancia de Wundt, Charcot y Ribot para el desarrollo de la incipiente Psicología de esa
época.
En Argentina, tanto Piñero como Ingenieros señalaban que tres factores estaban en la
base de la nueva psicología: la observación clínica, la investigación experimental y la
divulgación científica. Esto ponía de manifiesto que, de aquel trio, solamente las figuras de
Charcot y Ribot se convertirían en los modelos de la temprana psicología argentina. A Charcot
se lo consideraba el principal impulsor de la observación clínica en el campo de la psicología,
gracias a sus estudios sobre la hipnosis y la histeria, gracias a los cuales ganó popularidad. En
cuanto a Ribot era considerado como uno de los principales organizadores del campo
institucional de la psicología, responsable del primer congreso internacional de psicología
realizado en Paris en 1889 y Presidente del mismo en 1900.
Los objetivos de los laboratorios de psicología experimental instalados en Argentina,
distaban notoriamente de los objetivos de los laboratorios fundados en Alemania. Estos últimos
tenían fines de investigación y de producción de conocimientos, coherentes con la finalidad de
las universidades alemanas. En Argentina, en cambio, tanto los laboratorios fundados por
Piñero como el método experimental respondían a la finalidad de divulgación y enseñanza,
tendientes a «complementar la enseñanza de la cátedra».
La denominación psicología experimental en la temprana psicología argentina tenía
poco que ver con el concepto de psicología experimental producida en Alemania. Por el
contrario, la denominación psicología experimental se relacionaba directamente con la
Introducción a la Medicina Experimental de Bernard, quien sostenía que la experimentación era
la culminación de la medicina científica, advertía que la medicina experimental no excluye la
medicina clínica, sino que viene detrás de ella.
Toulouse, Vaschide y Piéron, consideraban que existían tres grandes dominios y tres
grandes métodos de la psicología: la psicología fisiológica, la psicología patológica y la
psicología experimental. Reconocían que el método experimental era el verdadero método
científico de la psicología. El pensamiento médico y clínico francés tuvo un fuerte impacto en la
Argentina a principios de siglo, es por ello que se ha caracterizado a aquella temprana
psicología como clínica y experimental. Sin embargo, esta caracterización de psicología clínica
y experimental no agota todos los rasgos de este primer periodo, por lo que sería más correcto
referirse a una psicología clínica, experimental y social. El apoyo que esta psicología recibió
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desde el Estado, la preocupación por la temática del delito, las masas o la nacionalidad, ponían
de manifiesto la importancia que adquiriría la disciplina para un proyecto de reforma del orden
público.
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había producido la reforma universitaria que democratizaría la vida universitaria y permitiría el
acceso de sectores medios a la educación superior.
Una de las obras más importantes de este período fue Instinto, Percepción y Razón de
Mouchet, que llevaba por subtítulo Contribuciones a una psicología vital. Mouchet, con
reminiscencias de José Ingenieros, enfatizaba en el estatuto biológico de la psicología vital,
sostenía que el psicólogo vital es el biólogo de la introspección. Esto quiere decir que su
psicología era una psicología biológica. Sin embargo, aclaraba que «nuestra psicología vital no
es igual –ni de lejos– a lo que comúnmente se entiende por psicología biológica. El libro de
Mouchet fue considerado una de las cien obras más importantes en la historia de la psicología.
Fue el continuador de la tradición clínica y patológica de la primera psicología argentina.
Reconocía su deuda con Piñero y sobre todo con Ingenieros, de quien se consideraba
discípulo. En esa dirección, eran constantes sus referencias a autores como Ribot y Dumas,
aunque también a Marx, Bergson, Scheler, von Uexküll y Köhler. Tal amplitud se debía a una
concepción enciclopédica inocultable, como también a un esfuerzo de especialización sobre los
diferentes dominios de la psicología que no era para nada despreciable, sobre todo cuando
Mouchet abordaba sus temáticas privilegiadas: los fenómenos de la emoción, la percepción de
obstáculos en ciegos, y ciertos fenómenos psicopatológicos como la despersonalización, la
desrealización y los trastornos del lenguaje.
En 1930, por iniciativa de Enrique Mouchet, se recreaba la Sociedad de Psicología de
Buenos Aires, que intentaba continuar a la primitiva Sociedad Argentina de Psicología
organizada en 1908 por Ingenieros, Piñero, de Veyga y Mercante, entre otros.
A finales de 1931, se organizaba el Instituto de Psicología dentro de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA, sobre la base del Laboratorio de Psicología Experimental y
designándose a Enrique Mouchet al frente del mismo, por entonces profesor titular del Primer
Curso de Psicología en dicha casa de estudios.
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distintas teorías, en especial de Bergson, Dilthey, Spranger, la psicología de la forma, la
fenomenología, y el psicoanálisis en las tres direcciones que se recortaban en la época:
freudiana, adleriana y junguiana. Las deudas de Pucciarelli hacia Dilthey serían una constante;
en su opinión, Dilthey era «un romántico rezagado condenado a vivir en una época positivista
hostil a la filosofía».
En Buenos Aires y en La Plata, luego del Golpe de Estado de 1943, los cursos
psicológicos serían ocupados por personalidades provenientes del campo de la filosofía. Sin
embargo, en contradicción con ese clima cultural, el contexto económico y social no autorizaba
demasiado una disciplina psicológica especulativa y filosófica y, paralelamente, comenzó a
desarrollarse un modelo de intervención psicológica centrado en la psicotecnia y
orientación profesional.
Mientras la psicotecnia aparecía como un estudio o investigación centrado
fundamentalmente en el aprovechamiento y rendimiento en el trabajo, la orientación profesional
definía mucho más una actuación, na intervención, sobre el mismo problema. El desarrollo de
la psicotecnia y la orientación profesional en Argentina estuvo relacionado con dos procesos.
Por una parte, los avances producidos en el campo de la psicología aplicada y la psicotecnia en
relación con el conocimiento de las aptitudes y características de personalidad que tornaban
posible la adecuación del trabajo al hombre, así como también en relación con las técnicas o
inventarios de personalidad necesarios para establecer exitosamente el diagnóstico, la
nivelación y la reorientación que aquellos problemas involucraban.
Durante el peronismo, en el que contradictoriamente confluían valores modernizadores
y tradicionalistas, y una cultura democrática pero escasamente republicana, se consolidó una
nueva clase trabajadora urbana que requería de una rápida reconversión laboral. En dicho
marco, la orientación profesional llegó a alcanzar rango constitucional tras la reforma de 1949,
al ser incorporada en el artículo 37, que consagraba los derechos del trabajador, la familia, de
la ancianidad y de la educación y la cultura: “la orientación profesional de los jóvenes,
concebida como un complemento de la acción de instruir y educar, es una función social que el
Estado ampara y fomenta mediante instituciones que guíen a los jóvenes hacia las actividades
para las que posean naturales aptitudes y capacidad, con el fin de que la adecuada elección
profesional redunde en beneficio suyo y de la sociedad”.
En esa misma dirección, el Segundo Plan Quinquenal peronista fijaba el objetivo de
«encausar el aprendizaje y la orientación profesional» en el campo de la educación y el trabajo.
En relación con el trabajo, se fijaba que la política social y económica del Estado debía
desarrollarse sobre diversas bases: establecimiento de correlaciones racionales entre la aptitud
del trabajador y su ocupación, a fin de obtener los más altos índices de productividad y de
retribución. Las aspiraciones evidenciadas en ese tipo de consideraciones se relacionaban con
la orientación profesional colectiva, la cual era concebida a partir de un interés público. Al
mismo tiempo, creaba condiciones para el desarrollo de una orientación profesional individual,
la cual encontraría mejores condiciones para su consolidación a partir de la década de 1960.
Esas condiciones originarían un conjunto importante de intervenciones, inclusive, la creación de
nuevos espacios curriculares y de nuevas carreras.
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La primera de las carreras, fue originada en el Instituto de Psicotecnia y Orientación
Profesional de la Universidad Nacional de Tucumán. En Tucumán, la orientación profesional
estaba sustentada en un doble registro. Uno de ellos de tipo económico, centrado en la
racionalidad de la ciencia del trabajo. El otro, de carácter antropológico-filosófico,
fundamentado en la búsqueda de la realización personal. La licenciatura de Psicotecnia y
Orientación Profesional funcionaría hasta 1958 y se graduarían no menos de veinte licenciados
en Psicotecnia y Orientación Profesional. El plan de estudios de esa carrera no se organizaba
por años, sino por grupos de materias. La transformación de esta carrera, en la carrera de
Psicología, surgió luego del Primer Congreso Argentino de Psicología, llevado a cabo en 1954,
precisamente en Tucumán. Allí se recomendó la creación de carreras de Psicología o de
psicólogo, en las universidades nacionales, y en particular, para el caso de Tucumán, «la
creación de la carrera del psicólogo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Tucumán, sobre la base de los estudios que se cursan en la carrera y profesorado
de psicotecnia, y teniendo en cuenta los lineamientos de la carrera del psicólogo antes
aprobado».
En San Luis, la Universidad Nacional de Cuyo organizaría en 1952, la Dirección de
Psicología Educacional y Orientación Profesional que dependía conjuntamente de la
Universidad y del Gobierno provincial y era dirigida por Plácido Alberto Horas, quien concebía
la orientación profesional como un punto de encuentro entre las aspiraciones y condiciones
individuales (personalidad y aptitud) por una parte, y las necesidades sociales, por la otra. La
orientación profesional aspira a que se elijan los oficios y profesiones de modo congruente con
la propia personalidad, las aptitudes y el ámbito social.
En San Luis la orientación profesional aparecía menos relacionada con el ámbito del
trabajo y más con el de la educación, aun cuando estos campos pudieran haber estado
íntimamente emparentados. Las actividades de orientación profesional descritas, más todas
aquellas que preveía la Dirección de Psicología Educacional y Orientación Profesional,
planteaban el problema de la formación del personal técnico especializado. El propio Plácido
Horas promovió la creación de una «Especialización en Psicología», para lo cual tomaba en
cuenta, entre otros elementos, los antecedentes de carreras similares en España, Francia y
Estados Unidos; el desarrollo de la psicología en nuestro país y las relaciones entre la
formación en Psicología y los objetivos del 2.º Plan Quinquenal.
La implementación de la carrera de Psicología luego del Primer Congreso Argentino de
Psicología eclipsó la Especialización en Psicología que había sido imaginada por Horas. Lo que
caracterizaba estos proyectos era la comprobación de que era necesaria una nueva figura
profesional, capaz de intervenir ante las nuevas demandas que el campo de la educación y el
trabajo planteaban.
En síntesis, al promediar el siglo XX se desarrollaría en Argentina todo un conjunto de
teorías, técnicas e intervenciones prácticas en el campo de la orientación profesional, que
serían canalizadas por un Estado con intenciones planificadoras. Cuando al madurar la década
del sesenta, dicho Estado comenzara a perder hegemonía, también lo haría aquella modalidad
de orientación profesional, que comenzaría a ser reemplazada por una perspectiva clínica,
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centrada principalmente en las demandas del individuo. A pesar del fuerte impulso por parte del
Estado, los procesos involucrados en la psicotecnia y orientación profesional permitían lecturas
y la organización de constelaciones ideológicas bastante complejas. Así, enfrentados a la
concepción taylorista, tanto Claparède como Alfredo Palacios en Argentina se adherían a ideas
de izquierda. Inclusive, el tratado de mayor circulación en el país, aun en las escuelas de
psicotecnia oficiales y en cierto sentido cercanas al peronismo, era el Manual de Orientación
Profesional, que otra personalidad de izquierda, Emilio Mira y López, había publicado en 1947 y
que en poco menos de un año había agotado su primera edición. La obra constituía un
verdadero tratado de psicotecnia y orientación profesional, en el cual se discutía al mismo
tiempo cuestiones teóricas, técnicas e institucionales.
PERÍODO DE LA DISCUSIÓN DEL ROL DEL PSICÓLOGO Y DE LA PSICOLOGÍA
PSICOANALÍTICA (1960-1983)
El debate sobre el rol del psicólogo estaba originado, sobre todo, por la urgencia
en clarificar una nueva función profesional, todavía imprecisa. En uno de los extremos del
debate, se sostenía el papel del psicólogo como psicoanalista o mejor todavía, la propuesta de
Harari consistía en no confundir el psicoanálisis como una profesión, sino que, tal como lo
planteaba Freud, debía considerarse al mismo tiempo como una teoría, una terapéutica y un
método de investigación. Esta posición fundamentaba que, desde un punto de vista
estrictamente freudiano, el psicoanálisis era nada más que una psicología, ni siquiera una
psicología médica, sino una psicología a secas, cuyo objeto de estudio era el inconsciente.
Harari fundamentaba la exclusión para el psicólogo de la psicología animal, de la psicología de
laboratorio y aun de la psicología fenomenológica. En el otro extremo del debate, se sostenía la
posición del psicólogo como agente de cambio. Bleger consideraba que la psicología constituía
un oficio más que una ciencia. A partir de tal concepción, definía el rol del psicólogo de
diferentes maneras, pero todas ellas orientadas en una misma dirección. “El psicólogo es un
especialista en tensiones de la relación o comunicación humana”.
La contradicción entre el rol del psicoanalista y el de agente de cambio no excluía el
psicoanálisis para quienes optaran por esta última vía, al contrario, el propio Bleger era un
prominente didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y Juana Danis reconocía
que el psicólogo podría disponer de conocimientos psicoanalíticos. A diferencia del antropólogo
que principalmente se interesa en conocer, un psicólogo (por toda su tradición como
profesional empeñado en provocar cambios) no es solamente un mero conocedor de ese
nuevo campo, sino que debe encontrar estrategias de operación, inclusive sobre una
comunidad, lo que es muchísimo más complicado.
En 1967, el gobierno de facto sancionaría la ley 17132, de ejercicio legal de la
medicina, por la cual incluía las actividades del psicólogo en el capítulo 9, destinado a los
auxiliares de la medicina. Según el artículo 91 de tal normativa, el psicólogo sólo podía
desempañarse profesionalmente bajo dependencia del «médico especializado en psiquiatría» y
sólo «por indicación y bajo su supervisión».
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En cierto punto, el debate sobre los distintos campos de la práctica profesional del
psicólogo se superponía con el debate acerca del rol. La cuestión principal era la de definir el
rol adecuado para prácticas menos tradicionales. Un caso interesante lo constituía la definición
del rol del psicólogo en el ámbito de una comunidad terapéutica, allí, por ejemplo, se volvía
necesario replantear la tradicional distinción entre las instancias de evaluación y operación, ya
que ambas se daban simultáneamente, asimismo, el espacio de las asambleas exigía poner a
un lado las nociones aprendidas acerca del «secreto profesional». En tal ámbito, en definitiva,
el rol del psicólogo se plasma en función de las nuevas necesidades que vayan surgiendo,
recibiendo modificaciones y reestructuraciones. Es un rol en transición.
En una dirección parecida, también se trataba de establecer el rol del psicólogo en la
institución escolar. También las áreas más tradicionales exigían una redefinición del rol
profesional y, en ese marco, comenzaban a reconocerse distintas actividades en el campo de
la clínica, y, en particular, la posibilidad de terapias breves o de «procesos correctores de
duración y objetivos limitados», como los denominaba Kesselman. La posibilidad de las
psicoterapias breves también se daba en un contexto en el cual se negaban las posibilidades
de «psicoanálisis para todo el mundo», en función de ciertas condiciones o exigencias propias
del psicoanálisis. Al mismo tiempo, la propuesta de la psicoterapia breve también debía
contextualizarse en las necesidades de masificación de la asistencia psicológica, de una
asistencia popular y nacional.
En 1976 se produjo un golpe militar que introduciría una de las dictaduras más
represivas y sangrientas en América Latina. El impacto sobre la psicología fue inmediato, no
sólo interrumpió bruscamente las condiciones que habían favorecido el debate sobre el rol del
psicólogo, no sólo secuestró e hizo desaparecer a una enorme cantidad de psicólogos y
estudiantes de Psicología, no sólo cerró carreras universitarias de Psicología, sino que
inclusive visualizó a la psicología como una de las ideologías que habían promovido una visión
ajena a la tradición del país.
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Después de Malvinas, con la dictadura en retirada, los psicólogos argentinos habían
logrado alcanzar algunas reivindicaciones en sus antiguos planteos profesionales. Durante
1983 se habían sancionado leyes del ejercicio profesional por las entidades de psicólogos en
Salta, Tucumán, Catamarca y San Luis. Estas coincidían en al menos tres características:
reconocían la plena autonomía del psicólogo, los diferentes campos de la práctica profesional y
la pertinencia del tratamiento psicoterapéutico en el campo clínico.
Recuperada la democracia, en agosto de 1985, el entonces secretario de Asuntos
Universitarios del Ministerio de Educación y Justicia, Hugo Storani, convocaba unas jornadas
de trabajo para la elaboración de las incumbencias del título de psicólogo y licenciado en
Psicología. En éstas participaron representantes de las universidades nacionales y privadas
donde se dictaba la carrera de Psicología, representantes de la Federación de Psicólogos y
funcionarios y técnicos de la mencionada Dirección. El resultado fue el proyecto de resolución,
inmediatamente aprobado a través de la resolución 2447/85. Como características salientes
de dicha resolución, todavía vigente, hay que señalar en primer lugar, la de haber surgido a
partir de una amplia participación de los sectores involucrados, en segundo lugar, la de haber
contemplado, en sus veinte competencias, tanto las capacidades propiamente científicas, como
las relacionadas con los distintos campos del ejercicio profesional: el clínico, el educacional, el
jurídico, el laboral y el socio-institucional-comunitario, aun cuando pueda discutirse si el último
corresponde o no a un campo diferenciado. En tercer lugar, la de haber reconocido la
incumbencia para la psicoterapia, en forma explícita: efectuar tratamientos psicoterapéuticos de
acuerdo con diferentes modelos teóricos, específicamente psicológicos, aun cuando, además,
otras dos incumbencias igualmente aludieran a dicha competencia: realizar tareas de
diagnóstico, pronóstico y seguimiento psicológicos y realizar tareas de rehabilitación
psicológica. En ese sentido, la Resolución 2447 venía a significar un giro fundamental respecto
a las dos resoluciones anteriores sobre incumbencias.
Hay que señalar el impacto del retorno al país de un número importante de psicólogos
exiliados durante la dictadura militar, que obtuvieron posgrados en el extranjero o que
simplemente tomaron conocimientos de vías de implantación de la psicología muy diferentes a
la argentina. La circulación de nuevas perspectivas teóricas ha venido a dinamizar un campo
que, desde el punto de vista teórico, permanecía cristalizado en torno al desarrollo lacaniano
del psicoanálisis. No puede dejar de señalarse la incidencia de los fenómenos de globalización,
que ha contribuido a familiarizar a la psicología local con instituciones internacionales. Al mismo
tiempo, la experiencia del Mercosur, que incluye un área de compatibilización entre la
formación y práctica profesional de los países de la región, ha posibilitado el intercambio con
experiencias académicas y profesionales de otros países de la región, los cuales, salvo
Uruguay, han transitado vías de desarrollo de la psicología muy diferentes a la argentina.
Todos esos factores han contribuido a establecer los límites del perfil profesional del psicólogo,
y a diseñar modelos curriculares alternativos.
En definitiva, la psicología argentina a partir de 1983 pareciera encaminarse hacia
un horizonte de mayor pluralismo teórico y también profesional, sin abandonar el
compromiso característico con la esfera pública. Desde el punto de vista académico, la
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instancia abierta con la democratización universitaria ha favorecido un replanteo de cuestiones
centrales en la formación del psicólogo, aun cuando el alcance de las reformas todavía parece
muy limitado.
ALEJANDRO DAGFAL
“PARA UNA ESTÉTICA DE LA RECEPCIÓN DE LAS IDEAS PSICOLÓGICAS”
A la recepción se la puede entender como un acto que incluye el efecto producido por la
obra de arte y el modo en que su público la recibe. De este modo, la estética de la recepción le
restituye el valor a la función activa del lector, considerando que, a lo largo de la historia de la
literatura, han sido los lectores quienes han “concretizado” el sentido de las obras, por no decir
que lo han fijado, o incluso establecido. Por ello, podría decirse que la historia de la literatura no
es más que la historia de las interpretaciones de los textos, entendiendo por interpretación a un
intercambio de experiencias, un dialogo de preguntas y respuestas. Este rescate de la función
activa del lector permite el reconocimiento de que la función de la obra de arte no es solo la de
representar lo real, sino también de crearlo.
La literatura puede “crear” nuevas realidades, generar sus condiciones de posibilidad,
ampliando los horizontes de la experiencia. Se podría trazar un paralelo entre las tríadas “obra-
autor-público” y “mensaje-emisor-receptor”, de la teoría de la comunicación. La recepción de
una obra por parte del público, al igual que la recepción de un mensaje, da lugar a una
respuesta, aunque solo sea el silencio o la indiferencia.
El lector tiene una función de selección respecto de la tradición con la que se confronta:
puede apropiarse del pasado (incluyendo las interpretaciones realizadas por otros lectores) o
puede rechazarlo y tratar de superarlo. En cualquiera de los dos casos, la interpretación que
realice será forzosamente parcial, ya que estará limitada por su propio punto de vista, por su
propia perspectiva. Es en esta concepción dialéctica (en el sentido de diálogo, de preguntas y
respuestas, de problemas y soluciones), en esta interacción entre producción y recepción, en
este “intercambio continuo entre autores, obras y públicos”, donde reside la originalidad de la
estética de la recepción.
La interpretación de un texto, la conjunción entre el efecto propio de una obra y
su recepción activa por parte del lector no se realiza en el vacío, sino que responde a todo un
sistema de referencias que modula la disposición del lector frente a dicha obra. Jauss llama a
este sistema de referencias horizonte de expectativas, y lo considera como el fruto de una
experiencia intersubjetiva. Este concepto de horizonte es central para la estética de la
recepción, ya que, por un lado, permite una continua puesta en relación del presente y el
pasado, se aplica tanto al lector (en el momento que interpreta un texto) como al autor (en el
momento en que lo escribe), lo cual abre a una continua tensión entre el texto del pasado y el
horizonte del presente.
Por otra parte, el autor diferencia un horizonte de expectativas de tipo social, más
general sostenido por una comprensión de la realidad cotidiana, del mundo y de la vida y un
horizonte más propiamente literario, regido por los códigos estéticos de la literatura de la
época, por las normas específicas del género y por las formas de relacionar ficción y realidad.
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En el proceso de recepción, el sentido de una obra surge de una doble fusión de
horizontes, que continuamente pone en relación dialéctica al presente con el pasado y a la
literatura con la sociedad. Es en este punto que la estética de la recepción aporta algo nuevo
respecto de las teorías literarias más tradicionales, resituando la interpretación en una
dimensión histórica y social.
Entre los textos pertenecientes al campo literario y aquellos que provienen del campo de
la psicología existen toda una serie de diferencias. En primer lugar, en los textos literarios prima
una voluntad de transmisión estética, mientras que en los textos psicológicos lo que se quiere
comunicar son los principios de una teoría o las particularidades de una práctica. Sin embargo,
aun cuando la dimensión estética no quede en primer plano, no puede negarse que, incluso en
los textos de tipo teórico, ella juega un papel importante. Aunque el placer estético no sea su
objetivo principal, la producción y la recepción de este tipo de textos también están
condicionadas por los cánones literarios de cada época, que determinan en el lector una cierta
afinidad o un rechazo que no pueden explicarse solamente en relación a los “contenidos
teóricos”.
En cada momento histórico, en cada lugar, el “gusto” del público está más preparado
para recibir algunos conceptos, para adoptar ciertas teorías. La constitución de ese gusto, la
formación de esa sensibilidad, es el resultado de una experiencia estética intersubjetiva, en
donde el horizonte de expectativas articula aspectos estéticos y cognitivos que trascienden al
campo literario. En este sentido es importante la utilización de la categoría de interés
intelectual, este concepto, que debemos a Kurt Danziger, busca dar cuenta de la estructura
intencional transindividual que caracteriza a una disciplina, son sus objetivos, sus propósitos,
sus intereses, los que determinan su lugar respecto de otras disciplinas. Esos intereses
permiten establecer las normas de evaluación de la producción de los miembros de esa
disciplina. Los intereses intelectuales permiten una doble legitimación: por un lado, en virtud de
ellos, una disciplina puede obtener el reconocimiento y la legitimación de otras comunidades
disciplinares u otros actores sociales, y por otra parte los intereses intelectuales delimitan el
dominio dentro del cual trabajan los integrantes de una comunidad disciplinar, estableciendo las
metodologías a emplear y los resultados que serán considerados como válidos.
Otra categoría de utilidad para la historia de la psicología es la de campo, de Pierre
Bourdieu, que busca dar cuenta de la autonomía relativa de una comunidad respecto de otros
grupos y de influencias sociales más generales. El campo se define como un espacio complejo,
con propiedades y reglas específicas que constituyen un “sistema de relaciones objetivas entre
posiciones adquiridas”, donde las ideas, los textos y las prácticas tienen un valor que es relativo
a la posición que ocupen los actores. Dentro del campo, el acceso a posiciones de autoridad
depende de la acumulación de un capital simbólico específico, lo cual implica una dinámica de
competencia y de lucha por la legitimidad. El concepto de campo pone de relieve el carácter
conflictivo de la legitimidad y el reconocimiento.
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Esta categoría, aplicada a la historia de la psicología, permite pensar el carácter
específico de las ideas y las prácticas de la disciplina, sin por ello perder de vista la dimensión
social, cuya eficacia, sin embargo, resulta mediatizada por la lógica de las relaciones del propio
campo.
Otro concepto importante de Kurt Danziger es el de problemática, entendido como un
proceso generador que, como fruto de la interacción social, plantea problemas comunes a un
grupo determinado. Se debe hacer una distinción entre problema y problemática. Los
problemas puntuales remiten a una dimensión individual y consciente, en la que los actores se
representan aquello que aparece ante ellos como un obstáculo o una dificultad. La
problemática alude en cambio a una estructura colectiva, patrimonio de un grupo, que es en
gran parte inconsciente, y que constituye el marco dentro del cual los problemas puntuales se
hacen posibles. Los objetos psicológicos no son el resultado de la invención de sujetos
individuales, sino que responden a actividades constructivas realizadas por grupos que
comparten una misma problemática. Por ello, los verdaderos sujetos históricos no serán
entonces los actores individuales, sino los sujetos colectivos.
En resumen, los conceptos de horizonte de expectativas, interés intelectual, el de campo
y el de problemática, comparten algunas características comunes que los hacen provechosos
para una historia de la psicología que se pretenda crítica:
Rompen con las viejas antinomias entre lo social y lo disciplinar, lo externo y lo interno.
Comprenden los problemas históricos en un marco transindividual e intersubjetivo.
Aspiran a una cierta objetividad, aunque no de manera ingenua.
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también psiquiatras rescataban la psicología concreta de Politzer. Consideraba que la
psicología era básicamente un oficio que se definía por su propia práctica.
Aunque hayan coincidido parcialmente en tiempo y lugar, mientras que Ravagnan era uno
de los últimos exponentes del pensamiento de los años ’40, Bleger era uno de los primeros en
hacerse cargo de los problemas que caracterizarían a los años ’60.
El interés reside en mostrar cómo, detrás de supuestas copias o detrás de
yuxtaposiciones carentes de valor, se esconde todo un horizonte de expectativas radicalmente
distinto del de la obra de origen, enlazado a una problemática sociohistórica compleja y
singular. Es este horizonte de expectativas el que es importante reconstruir, esas problemáticas
a las que dan respuesta los objetos teóricos que es necesario desmenuzar para restituir al
proceso de recepción su carácter activo.
Una historia pensada solamente con las categorías del centro y del presente encuentra
que los hechos históricos de la periferia están fuera de lugar o fuera de época. Este desfasaje
solo podrá ser salvado en la medida en que la historia pueda descentrarse respecto del
presente y de la perspectiva de las metrópolis, para dar cuenta del carácter diferencial del
tiempo y del lugar históricos, basándose en categorías que, sin dejar de ser críticas, aspiren a
una cierta objetividad.
ALEJANDRO DAGFAL
“LA IDENTIDAD PROFESIONAL: EL CAMPO DEL PSICOLOGO-PSICOANALISTA” EN LA
ARGENTINA
LA CUESTION DE LA PROFESIOANALIZACION
Y DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL
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Cuando se habla de identidad profesional se está haciendo alusión a una dimensión
colectiva que implica la auto representación de un grupo profesional, a la idea que
determinados profesionales se hacen de sí mismos. Y esta no es estática, sino que deriva de
un relato dinámico, construido con mitos y olvidos. Como toda operación de la memoria
colectiva, esta narración viene a responder preguntas como ¿Qué somos? ¿a que nos
dedicamos? ¿Quiénes son nuestros aliados y cuales nuestros rivales? Las respuestas que se
formulen van a dar cuenta de cierto posicionamiento simbólico que va a orientar el accionar
profesional. Este relato va a configurar el sentido común con el que se manejan los miembros
de un grupo profesional.
La conformación de una identidad profesional también trae aparejada la delimitación de
una esfera de competencia, no está exenta de luchas y relaciones de fuerza, en la medida en
que, quienes detentan posiciones dominantes, a partir de la acumulación de un capital
simbólico que siempre es escaso, controlan el ingreso o el ascenso del resto de los miembros.
De este modo, se pone de relieve el carácter conflictivo de la legitimidad y del reconocimiento
en cualquier campo profesional.
Cada disciplina busca establecer un claro monopolio sobre determinada esfera de
competencias, aunque, en la práctica, otras (profesionales y no profesionales) también aspiren
al control de esa misma zona de problemas.
Mas allá del carácter mítico que adquirió el famoso laboratorio de psicología
experimental de Wundt en Leipzig, si consideramos que las primeras carreras de Psicología y
la primera asociación científico-profesional de psicólogos fueron creadas en EEUU a fines del
siglo XIX, también habría que afirmar que “la Psicología como disciplina autónoma es una
invención norteamericana”, y el psicólogo, como un nuevo profesional, también es un invento
norteamericano. Si bien en EEUU el surgimiento de esa comunidad de especialistas fue muy
temprano, no sucedió lo mismo en Latinoamérica, donde las primeras carreras universitarias de
Psicología fueron creadas medio siglo más tarde.
Politzer comparaba los 50 años de historia de la Psicología con una “epopeya de
desilusiones”, en la que primaban promesas incumplidas e investigaciones aisladas, como si se
tratara de “un estanque de ranas”, la psicología era una ciencia hecha de paciencia, estaba
mas cerca de su disolución que de cualquier forma de organización.
Canguilhem, le formuló una crítica al proyecto de Lagache (médico y psicoanalista)
que había esbozado una “teoría general de la conducta” que trataba de hermanar los enfoques
humanistas y naturalistas, las psicologías experimental y clínica, para sentar las bases de esa
nueva profesión, en la que el psicoanálisis tendría un lugar de privilegio. Esta concepción, que
pregonaba la unidad de la psicología, guio los pasos de los primeros psicólogos franceses, del
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mismo modo en que una década más tarde iba a tener una enorme incidencia en la formación
de los primeros psicólogos argentinos.
Según Canguilhem, la pregunta por el ser de la Psicología resultaba particularmente
incómoda para los psicólogos. Para la Psicología, la pregunta por su esencia, por su concepto,
cuestiona también la existencia misma del psicólogo, en la medida en que al no poder
responder exactamente sobre lo que es, se le hace muy difícil poder responder por lo que hace.
En cuanto a la supuesta unidad de la que hablaba Lagache, Canguilhem la consideraba
“un pacto de coexistencia pacífica concertado entre profesionales”. Por esa misma época,
Foucault, discípulo de Canguilhem, difería con las concepciones de Politzer y de su propio
maestro, y elaboraba una visión menos negativa de la disciplina. Para Foucault, la Psicología
había abandonado gradualmente los postulados naturalistas que habían signado su
nacimiento, para poder adaptarse a la especificidad de su objeto de estudio. Tratando de ser
precisa y objetiva, se enfrentó a su propia paradoja, y debió reconocer que el ser humano no
podía ser abordado con los principios y métodos de las ciencias de la naturaleza. Así, entre el
siglo XIX y el siglo XX, esbozó una suerte de dirección evolutiva para la disciplina, que iba del
“prejuicio de la naturaleza” hacia el “descubrimiento del sentido”. En el plano de la práctica,
este pasaje había permitido a la Psicología una mejor aprehensión de su objeto (de lo anormal,
de lo patológico), se apropió así de nuevos dominios (educación, medicina mental,
organización de los grupos) y se había interrogado sobre nuevos problemas (como el
desempeño escolar, la inserción del enfermo en la sociedad, la adaptación del hombre a su
trabajo, etc.).
Se había ofrecido como “fundamento científico-racional” para toda una serie de prácticas.
No obstante, como ciencia y como profesión, la Psicología aún tenía muchas deudas. Estos
debates iban a estar muy presentes en la Argentina entre 1950 y 1960, periodo en el que se
produciría el nacimiento del psicólogo como un nuevo profesional.
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filósofos de orientaciones diversas, sacerdotes, psicotécnicos, médicos psiquiatras e, incluso,
algunos psicoanalistas. En ese evento, se aprobó una declaración tendiente a “la creación de la
carrera universitaria del psicólogo profesional” a escala nacional.
El Primer Congreso Argentino de Psicología declara la necesidad de crear la carrera
universitaria del psicólogo profesional con arreglo a las siguientes condiciones:
I.Se establecerá como sección autónoma en las Facultades de carácter humanístico,
aprovechando los institutos ya existentes y la enseñanza que se imparte en esas y en
otras Facultades que puedan ofrecer su colaboración (Medicina, Derecho, Ciencias
Económicas, etc.);
II. La carrera comprenderá un plan completo de asignaturas teóricas y la debida
intensificación práctica en las distintas especialidades de la profesión psicológica,
otorgando los títulos de Licenciado en Psicología (previa tesis de Licenciatura) y de
Doctor en Psicología (previa tesis de Doctorado);
III. Establecerá carreras menores de Psicólogos auxiliares en los distintos dominios de la
terapia médica, pedagogía, asistencia social, organización industrial, y otros campos de
aplicación a las necesidades de orden nacional y a las regionales servida por las
diferentes universidades argentinas.
Se trazó así un programa de estudios para la carrera de psicólogo, cuyo comienzo debía
surgir en las facultades de filosofía y letras de Buenos Aires y La Plata y desarrollarse en un
ciclo de cinco años. Al finalizar el primer mandato de Perón, quienes se dedicaban a la
psicología en la Argentina habían arribado a algunos consensos, indispensables para la
profesionalización de la disciplina, no obstante, la mayoría de los proyectos presentados en las
distintas universidades no llegaron a buen puerto, por lo que cabe preguntarse sobre las
diferencias entre el desarrollo de la Psicología en el ámbito académico y en el profesional. Si
bien el ámbito profesional reclamaba una mayor legitimación del quehacer psicológico, el
académico respondía a otro tipo de imperativos. Luego del derrocamiento de Perón en 1955, la
dictadura delegó el manejo de las universidades a los sectores intelectuales más liberales. Las
universidades nacionales comenzaron una etapa de normalización institucional y de
modernización curricular que permitió el pleno desarrollo de las ciencias humanas y sociales.
En ese marco universitario reformista, la Psicología se perfilaba como un saber indispensable.
En este nuevo periodo se generaron las condiciones académicas para la
profesionalización de la disciplina, que se sumaron a las condiciones del ámbito profesional que
ya estaban presentes desde la etapa anterior. De este modo es más entendible que, después
de que las universidades recuperaran su autonomía, en sólo dos años la carrera de Psicología
haya sido creada en cinco universidades nacionales. Así comenzaba en Argentina la historia
de la psicología como disciplina profesional. Sin embargo, lo que empezó a desarrollarse
en las casas de estudio tenia muy poco que ver con lo que había proliferado en la era
peronista.
Al no haber psicólogos titulados, el cuerpo de profesores de las carreras se fue
conformando con los recursos humanos disponibles en cada ciudad o en ciudades vecinas, lo
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cual resultó en un caleidoscopio de teorías, orientaciones y formaciones. Muchos definían la
Psicología en términos científicos tradicionales, ligados a problemas biológicos, filosóficos y
antropológicos. En cuanto al rol profesional había pocos acuerdos. La mayoría pensaba que la
clínica no debía ser una orientación privilegiada en la formación de grado, ya que su ejercicio
estaba reservado legalmente a los médicos.
Para esa época, en la Argentina, la “Psicología de laboratorio” prácticamente había
desaparecido, al igual que otras formas de aquella psicología considerada científica u objetiva.
En la era post-peronista, la psicología industrial y la orientación profesional tampoco estaban
entre las ramas más populares, si no había profesionales formados en esas áreas era porque
habían quedado identificados con el gobierno depuesto en 1955.
En ausencia de docentes capacitados para todas las áreas, acordaron que, después de
una licenciatura común, cada carrera se especializara en la orientación más adaptada a su
propia tradición, a las demandas del ambiente, y a los docentes de los que disponía. Siguiendo
esa lógica, la carrera de Buenos Aires debía especializarse en clínica y en psicología social,
la de Córdoba en psicología industrial, la de Rosario en psicometría, la de San Luis en
psicopedagogía y la de La Plata en psicología experimental.
Aunque los diversos proyectos de los fundadores se acercaban a la idea de una
formación científica para los futuros psicólogos, los alumnos tenían otro tipo de expectativas, lo
cual iba a incidir en el curso de los acontecimientos. Para muchos de los fundadores, la
Psicología se situaba dentro de lo que Foucault denominaba “el prejuicio de la naturaleza” o de
lo que Lagache llamaba “enfoque naturalista”. Tan es así que, en un momento, surgió la
discusión sobre la pertinencia de crear las carreras de Psicología en facultades de medicina
y no en las de filosofía y letras o humanidades, como finalmente sucedió. Para otros
profesores, particularmente los más jóvenes ella debía ubicarse en el plano de la significación.
Servía para interpretar, entre otras cosas, los cambios sociales e individuales, los procesos
políticos, las transformaciones de la familia y el nuevo lugar asignado a la mujer. Esta
bipartición entre la Psicología concebida como ciencia natural o como disciplina del sentido, por
sus consecuencias para el rol profesional, iba a ser una de las grandes divisorias de aguas en
los primeros debates generados en el seno de las carreras, y más allá de ellas.
Los principales responsables de la profesionalización universitaria de la Psicología
argentina no tenían ninguna intención de privilegiar el desarrollo de una psicología clínica de
filiación psicoanalítica. Algunos se interesaban en el psicoanálisis, pero no en el plano de la
clínica, sino con la idea de una renovación de las ciencias sociales. Se trataba de un rol
bastante limitado, que no se inspiraba en el psicoanálisis y quedaba subordinado a la tutela del
médico en lo que respecta a las psicoterapias. Es por ello que no resulta extraño que, en los
primeros planes de estudio, el psicoanálisis apenas ocupara un lugar muy discreto. Sin
embargo, contra la voluntad de los fundadores, los primeros graduados de las carreras de
Psicología, en su gran mayoría, se orientaron hacia la práctica clínica liberal, haciendo a
menudo un análisis personal a lo largo de sus estudios.
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Y EL ROL DE LOS ESTUDIANTES
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funcionaban como un filtro, reteniendo los profesores que más los atraían y contribuyendo a
expulsar a aquéllos que no contaban con su simpatía. Respecto al perfil del alumnado, la
primera cuestión destacable era la amplia primacía del género femenino, ya que entre 80 y
90% de los ingresantes eran mujeres. En cuanto a la edad, había dos tipos de estudiantes, por
un lado, las que tenían 17 o 18 años que luego de terminar la secundaria se interesaban por la
psicología, y por otra parte estaban las mas experimentadas que, habiendo realizado otra
carrera, de pronto habían decidido que la psicología respondía mejor a sus expectativas.
En este contexto las estudiantes primerizas que comenzaban a dar sus primeros pasos
en el campo de la psicología, muy rápido se convertían en jóvenes intelectuales y profesionales
en germen. Entre los ritos iniciáticos de esas “mujeres modernas”, además del primer cigarrillo
o el primer pantalón, se agregaba también la primera sesión de análisis, grupal, para las menos
pudientes, o individual, para las más acomodadas, esa práctica empezaba a ser un ingrediente
de la vida cotidiana. Del mismo modo, sus representaciones sobre la profesión fueron
cambiando radicalmente. Se trataba de una elección que se conjugaba con la modificación del
lugar de la mujer en la sociedad. Las estudiantes avanzadas ya no querían limitarse al dominio
educativo o a la aplicación de tests, sino que preferían aventurarse también por territorios
inexplorados. En el dominio de la clínica, por ejemplo, consideraban poder asumir tareas más
arriesgadas y de mayor reputación, como aquéllas ligadas a la cura, que generalmente se
atribuían en exclusividad a los médicos. De este modo, comenzaban a entender qué era
atender a un paciente, supervisar un caso y trabajar en equipo.
En resumen, podría decirse que, luego de la creación de las carreras de Psicología, los
proyectos científicos y profesionales del grupo fundador fueron rápidamente desplazados por
una concepción psicosocial que, si bien no era homogénea, por lo menos era novedosa. El
psicólogo ya no aparecía como un científico riguroso, sino como un intelectual comprometido
con el cambio social. Al mismo tiempo, el psicoanálisis se transformaba en la matriz teórica
privilegiada toda vez que podía articularse en diferentes planos con todo tipo de experiencias y
de concepciones innovadoras.
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carreras de Psicología supuestamente favorecían. Lo que estaba en discusión no era
solamente “quién está preparado para curar”, sino también “cómo se curan las enfermedades
mentales”, sabiendo que las opciones disponibles no eran complementarias sino excluyentes.
Si los profesionales que no eran médicos sólo se apoyaban en la palabra como instrumento de
curación, de ello se deducía que tenían una concepción de la enfermedad que contradecía la
de la medicina orgánica, ello implicaba el derrumbe de todo el edificio teórico de la psiquiatría
contemporánea o la aceptación de que ésta no pertenecía al orden de la medicina llamada
científica. Ambas posibilidades resultaban inadmisibles, por lo cual, para los psiquiatras, era
crucial reafirmar el carácter subsidiario del trabajo psicoterapéutico de los no médicos.
En ese contexto, es más fácil entender porque se habla de la adopción de una
identidad “reactiva” por parte de estos nuevos profesionales, que se sentían triplemente
rechazados.
- En primer lugar, sus propios profesores les negaban competencia en un área en la cual ellos
juzgaban que tenían mejor formación que la mayoría de los médicos (de hecho, en la carrera
de Medicina apenas si había un par de materias que hicieran alusión a lo psíquico y a la cura
de las enfermedades mentales).
- En segundo lugar, los psicoanalistas les negaban el acceso a la asociación oficial, aunque
fueran “analistas oficiales” quienes los habían analizado y formado en las ideas freudianas.
- En tercer lugar, los psiquiatras querían relegarlos a un rol subalterno, amenazándolos incluso
en el plano legal.
La hipótesis de Dafgal es que, en gran medida, la identidad de los psicólogos se fue
conformando como reacción ante estos roles menores (auxiliar de la psiquiatría, testista,
psicotécnico, consejero) que les eran impuestos por figuras de mucho peso. Cuanto más se les
negaba el reconocimiento de sus competencias en el campo de la clínica, más se aferraban al
ejercicio de las psicoterapias desde una perspectiva psicoanalítica. La conciencia de un
“nosotros” se fue constituyendo por oposición a la alteridad de “los otros”.
COMENTARIOS FINALES
No todo fue reactivo en la construcción identitaria del psicólogo argentino, hubo algunas
figuras del “campo psi” que sirvieron como referentes, como soportes para una identidad
“proactiva”. El más importante, muy probablemente, haya sido José Bleger. Este psiquiatra-
psicoanalista, miembro del Partido Comunista, combinaba el atractivo de las ideas freudianas
con los imperativos de cambio social. Enseñaba los fundamentos de una Psicología de la
conducta que hermanaba la respetabilidad académica de Daniel Lagache con el militantismo de
Georges Politzer. Llevaba a los estudiantes a las villas miseria, para mostrarles los rudimentos
de una Psicología preventiva que por entonces denominaba “psicohigiene”.
Aunque no impulsara el rol clínico de los psicólogos, llegado el momento, los acompañó
en su disputa con los psiquiatras, pensaba que el psicólogo era el profesional mejor preparado
para la actividad psicoterapéutica. Pero al mismo tiempo creía que la carrera de Psicología
tendría que ser considerada un fracaso desde el punto de vista social si los psicólogos quedan
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exclusivamente limitados a la terapéutica individual”. Habría que ver en qué medida el golpe de
estado del 1966 no fue el causante de que los psicólogos terminaran desoyendo esta segunda
parte del credo blegeriano. En un momento en que la actividad pública se tornaba riesgosa,
ellos fueron refugiándose cada vez más en los consultorios, siguiendo el modelo médico de
atención privada, lo cual los mantenía al margen de las regulaciones estatales.
Otro referente fue Jaime Bernstein, quien encarnaba una de las raras líneas de
continuidad entre la Psicología aplicada desarrollada durante el peronismo y la nueva
Psicología clínica de “filiación psicoanalítica”. Bernstein había pasado de una orientación
profesional ligada al trabajo y a la educación a una concepción clínica más integral, donde las
técnicas proyectivas y su interpretación analítica ocupaban un lugar privilegiado. En esta
dirección, todo indica que Bernstein tenía la determinación de contribuir a la constitución de
este nuevo campo.
Ya sea que se hablara de psicología clínica, psicohigiene o psicoanálisis, tanto Bleger
como Bernstein, entre otros jóvenes profesores, parecían dispuestos a seguir el programa
esbozado por Foucault en 1957, que implicaba una “renovación radical de la Psicología como
ciencia del hombre”. Contarían con la ayuda de psiquiatras reformistas y de psicoanalistas
“exogámicos”. Todos ellos, a su vez, suscitarían la adhesión masiva de los estudiantes,
quienes rechazaban los roles profesionales prescriptos por los fundadores más cientificistas,
los psiquiatras organicistas y los psicoanalistas considerados “ortodoxos”. De este modo nacía
en la Argentina la figura del psicólogo-psicoanalista, cuya existencia marca el panorama de la
disciplina hasta la actualidad.
Por perseguir el ideal del rigor y la exactitud de las ciencias de la naturaleza, la psicología
fue llevada a renunciar a esos postulados, fue llevada a reconocer en la realidad humana algo
diferente de lo que se encuentra en la objetividad natural, y utilizar para conocer dicha realidad,
métodos diferentes de los que las ciencias de la naturaleza podían proporcionar.
La idea de una precisión objetiva y matemática en el dominio de las ciencias humanas no
es aceptable si el hombre mismo no es del orden de lo natural. La psicología se obligó a sí
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misma en el curso de su historia a una renovación total, al descubrir un nuevo status del
hombre se impuso a sí misma, como ciencia, un estilo nuevo, debió por lo tanto buscarse
nuevos principios.
Esta renovación no es solo un hecho histórico cuyo desarrollo pueda situarse en los
últimos 100 años, sino que es aún una tarea incompleta que queda por cumplir.
La psicología en estos 100 años instauró relaciones nuevas con la práctica:
educación, medicina mental, organización de los grupos, y se presentó como fundamento
científico de dichas prácticas, por ejemplo, la psicología genética se constituyó como el marco
de toda pedagogía posible y la psicopatología como una reflexión sobre la práctica psiquiátrica.
Además, la psicología empezó a interrogarse sobre los problemas que promovían esas
prácticas: El éxito o fracaso escolar, el problema de la inserción del hombre a su trabajo, el
problema de la inserción del enfermo en la sociedad, etc. Por lo que podría sostenerse que la
psicología nace en ese punto en el que la práctica del hombre encuentra su propia
contradicción. La psicología del desarrollo nació como una reflexión sobre la detención del
desarrollo, la psicología de la adaptación como un análisis de los fenómenos de inadaptación;
la de la memoria, de la conciencia, del sentimiento aparecieron como psicologías del olvido, del
inconsciente y de las perturbaciones afectivas.
La psicología contemporánea es, en su origen, un análisis de lo anormal, de lo
patológico, de lo conflictivo, una reflexión acerca de las contradicciones del hombre
consigo mismo. Y se transformó en una psicología de lo normal, de lo adaptativo, de lo
ordenado de manera secundaria, en un esfuerzo por dominar esas contradicciones.
Es necesario saber entonces, en qué medida es capaz de dominar las contradicciones
que la hicieron nacer, a partir de ese abandono de la objetividad naturalista.
El prejuicio de la naturaleza
Las psicologías del siglo XIX tienen como rasgo común haber tomado prestado de las ciencias
naturales el estilo de objetividad y buscar dentro de los métodos de éstas, su esquema de
análisis. Podemos dar cuenta de tres métodos de las ciencias de la naturaleza que la
psicología intento utilizar:
1. El método físico químico: sirve de común denominador para todas las psicologías de la
asociación y del análisis elemental. Este método tiene en cuenta dos formas de
investigación: la primera considera que a partir de los hechos se debe acceder a leyes
generales según el principio de la universalización de Newton, y la segunda sostiene
que se deben reducir los fenómenos complejos a elementos simples. La psicología
tendrá entonces que reencontrar en los fenómenos más complejos del pensamiento los
segmentos elementales que los componen.
2. El modelo orgánico: el esfuerzo se dirige a captar más de cerca la realidad humana
definida por su naturaleza orgánica. El psiquismo, como el organismo, es caracterizado
por su espontaneidad, su capacidad de adaptación y sus procesos de regulación
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interna. El aparato psíquico no funciona como un mecanismo sino como un conjunto
orgánico en el que las reacciones son originales y, por lo tanto, irreductibles a las
acciones que las desencadenan. Es en este sentido que se llevaron a cabo a final del
siglo XIX las investigaciones experimentales, por ejemplo, en donde se buscaba la
inserción orgánica del aparato psíquico.
3. El modelo evolucionista: El origen de las especies dio como resultado una renovación
dentro de las ciencias del hombre, provocó el abandono del mito newtoniano, poniendo
como relevo al mito darwiniano. La evolución del individuo es descrita como un proceso
de diferenciación y por un movimiento de organización jerárquica. Así procedieron las
especies en el curso de su evolución y así procederán las sociedades en el curso de su
historia, así procede el individuo en el curso de su génesis psicológica. Esto implica
como contrapartida, que la enfermedad siga la ruta inversa a la evolución, deteriora
primero las estructuras más inestables y recientes, avanzando rápidamente hacia las
estructuras más sólidas y antiguas.
La importancia del evolucionismo para la psicología se debe a que ha sido el primero
en mostrar que el hecho psicológico no tiene sentido más que en relación a un porvenir
o un pasado, que su contenido actual descansa sobre un fondo silencioso de
estructuras anteriores que la cargan de toda una historia. Este modelo introduce la
dimensión del tiempo, porque se concibe al hombre en la cadena evolutiva, pero aún
se lo sigue considerando como un ser natural.
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ser externa y tomar como punto de referencia la conducta del otro, la conducta es entonces,
reacción a la reacción de otro, y adaptación a su conducta. La enfermedad no es entonces ni
un déficit, ni una regresión, sino una perturbación de esas regulaciones. De eso dan cuenta,
por ejemplo, los impulsos de los obsesivos, que no pueden concluir sus acciones porque
perdieron esa regulación que permite comenzar y concluir una conducta.
Dilthey, desde la perspectiva del análisis histórico, sostiene que “el hombre no aprende
lo que es rumiando sobre sí mismo, lo aprende por la historia”. Por lo tanto, la historia le
enseña que no es un elemento segmentario de procesos naturales, sino que es una actividad
espiritual cuyas producciones se fueron depositando en el tiempo, como significaciones en
adelante silenciosas.
Ninguna forma de psicología dio más importancia a la significación que el psicoanálisis.
Sin duda éste sigue ligado en el pensamiento de Freud a sus orígenes naturalistas y a los
prejuicios morales que han dejado sus marcas. Sin dudas hay dentro de la teoría de Freud el
eco de un mito biológico del ser humano, como también en la concepción de la enfermedad
como regresión a un estado anterior del desarrollo se encuentran los fantasmas evolucionistas,
pero la historia del psicoanálisis ha hecho justicia por si misma frente a estos elementos
retrógrados.
La importancia de Freud deviene de la impureza misma de sus conceptos, es en el
interior del sistema freudiano que se produce el gran trastocamiento de la psicología, donde la
evolución dio lugar a la historia, y que la exigencia de analizar el medio cultural substituyó al
recurso a la naturaleza. Para Freud, el análisis psicológico no debe partir de una separación de
las conductas entre lo voluntario y lo involuntario, lo intencional y lo automático, la conducta
ordenada y el comportamiento patológico. Más allá de todas las diferencias manifiestas, estas
dos conductas tienen un sentido, el sentido es coextensivo a toda conducta. Allí mismo donde
no aparece, en la incoherencia del sueño, en lo absurdo de un lapsus, está presente, pero de
manera oculta.
La consciencia y el inconsciente no son dos mundos yuxtapuestos, sino que son dos
modalidades de una misma significación. Por más que la conducta este habitada por el pasado,
no deja de poseer un sentido actual, el presente mantiene una relación dialéctica con su propio
pasado, lo reprime en el inconsciente, separa las significaciones ambiguas y proyecta sobre la
actualidad los fantasmas de la vida anterior.
Freud le ha dado una orientación a la psicología moderna, le dio un estatuto objetivo a la
significación, le dio por contenido una historia real, o mas bien la confrontación de dos historias
reales: la del individuo (en la serie de sus experiencias vividas) y la de la sociedad (en las
estructuras por las cuales ella se impone al individuo).
1. Elementos y conjuntos. Watson busca el sentido adaptativo de las conductas a partir de las
manifestaciones objetivas del comportamiento. Watson establece el siguiente axioma: "frente a
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todo estímulo efectivo se ejecuta una respuesta y la respuesta es inmediata", por lo tanto, todo
comportamiento debe explicarse a partir de una constelación estimulante, sin recurrir a
entidades como el instinto, la conciencia, la libertad. Frente a cualquier estímulo se debe
buscar una respuesta, al menos implícita, como es el caso de las emociones o el pensamiento.
Este análisis se debe hacer por segmentos tan elementales como sea posible (si nos
posicionamos desde el behaviorismo molecular) o debe seguir la articulación significativa de los
conjuntos (behaviorismo molar).
2. Evolución y génesis. Estas estructuras de conjunto y las significaciones que las habitan
evolucionan en el curso del devenir individual. La psicología genética, por ejemplo, busca tomar
en consideración la maduración y la adquisición, el desarrollo necesario y el progreso ligado a
las circunstancias. Piaget le da importancia al desarrollo necesario de estructuras que son a la
vez biológicas y lógicas, y busca mostrar en el desarrollo de las primeras un proceso que
rehace en sentido inverso la marcha de la historia de las ciencias.
3. Performances y aptitudes. Otro problema planteado por la existencia de las significaciones
objetivas es el de sus manifestaciones, sus apariciones en el dominio de la observación. Esto
se efectúa de acuerdo con dos formas, la performance y la expresión. La psicología tradicional
era una psicología de lo virtual, las facultades se inscribían entre posibilidades abstractas.
Ahora es en el nivel de lo real que se buscan determinar las consecuencias del
comportamiento. De aquí nace el principio del test, debido a Cattell y Binet, definido como un
examen estandarizado en el que el resultado es estimado por comparación estadística entre los
individuos a los que se les ha aplicado.
4. La expresión y el carácter. Los psicólogos de la expresión y del carácter se esforzaron por
recuperar el contenido de las significaciones bajo la forma de la necesidad individual. Este
contenido individual aflora en los fenómenos de proyección, a partir de un estímulo poco
diferenciado, de interpretaciones que le otorgan un sentido imaginario: es el principio del test de
Rorschach, por ejemplo.
5. Conductas e instituciones. Expresadas o silenciosas, las significaciones objetivas de las
conductas individuales están unidas a la objetividad de las significaciones sociales.
“Comportarse” no puede tener sentido más que en un horizonte cultural que orienta a la
conducta.
El estudio de las instituciones busca determinar las estructuras de base de una sociedad; aislar
las condiciones económicas en su incidencia directa sobre el desarrollo del individuo y sobre
las formas pedagógicas en sentido amplio (instituciones primarias), describir la manera en que
el individuo reacciona a esas instituciones. El análisis de las opiniones y de las actitudes busca
determinar los fenómenos colectivos que operan como el contexto de las conductas afectivas
del individuo, así como de sus operaciones intelectuales de percepción, de juicio y de memoria.
El carácter colectivo de esas opiniones y de esas actitudes permite despejar la noción de
estereotipo, una suerte de opinión generalizada y cristalizada que provoca reacciones siempre
idénticas.
El fundamento de las significaciones objetivas
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Todos esos análisis de las significaciones objetivas se situan entre los dos tiempos de una
oposición, plantean temas contradictorios cuya distancia constituye la dimensión propia de la
psicología.
La psicología no busca probar su posibilidad por su existencia, sino fundarla a partir de su
esencia, y no busca suprimir, ni tampoco atenuar sus contradicciones, sino justificarlas. La
psicología aparece como análisis empírico de la manera en que la existencia humana se ofrece
en el mundo. Pero debe fundarse sobre el análisis existencial de la manera en que esta
realidad se temporaliza, se espacializa y, finalmente, proyecta un mundo: de modo que las
contradicciones de la psicología, o la ambigüedad de las significaciones que describe, habrán
encontrado su razón de ser, su necesidad, y al mismo tiempo su contingencia, en la libertad
fundamental de una existencia que escapa, por derecho pleno, a la causalidad psicológica.
La psicología "científica" nació de las contradicciones que el hombre encuentra en
su práctica; todo el desarrollo de esta "ciencia" consistió en un lento abandono del
"positivismo" que la alineaba desde el origen con las ciencias de la naturaleza. Este abandono
y el nuevo análisis de las significaciones objetivas ¿pudieron resolver las contradicciones que lo
motivaron? No lo parece, ya que en las formas actuales de la psicología se reencuentran esas
contradicciones bajo la forma de una ambigüedad que es descrita como coextensiva de la
existencia humana.
El porvenir de la psicología, ¿no depende entonces de que tome en serio esas
contradicciones, cuya experiencia justamente hizo nacer a la psicología? A partir de ello no
habría psicología posible sino por el análisis de la existencia del hombre y por la recuperación
de lo que hay de más humano en el hombre, es decir su historia.
HUGO VEZZETI
“HISTORIAS DE LA PSICOLOGÍA; PROBLEMAS, FUNCIONES Y OBJETOS”.
En este artículo, el autor presenta a la historia de la psicología como un espacio de
conocimiento y un campo de investigación, dentro del campo mayor de las historias
disciplinares. “Historia de la Psicología” es hoy, sobre todo, una asignatura incluida en el marco
curricular destinado a la formación de los practicantes de la psicología.
Un tema importante en la historia de la psicología es la cuestión de la identidad, que se
construye siempre retrospectivamente. Desde los comienzos de la disciplina, bajo el rubro de la
Psicología pueden contenerse conceptos y prácticas muy diferentes. Las disciplinas suelen
instituir filiaciones apoyadas en pequeños mitos familiares que nombran un padre. En el caso
de los practicantes del psicoanálisis, se pone en escena un pequeño drama identitario, lo
primero que salta a la vista en el caso de la psicología es que se diversifica el elenco de los
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progenitores, las disputas de filiación ofrecen la evidencia de una familia extensa y
desorganizada, resalta así la precaria armonía de la comunidad de los psicólogos.
El primer objetivo que se le plantea a la historia de la psicología en su impacto
formativo, particularmente para los estudiantes de grado, apunta a una función pacificadora y
compensatoria. Los fantasmas políticos se encuentran presentes en las historias latentes de
las disciplinas en general y de la psicología y el psicoanálisis en particular. El recurso
imaginado apunta a la composición, en retrospectiva, de un campo unificado que se despliega
en los precursores y fundadores como también en las teorías y los procedimientos, trazando
así una línea desde un pasado legítimo hasta un presente celebrado como el único posible.
Si en los últimos años hubo intentos de revisión de los objetivos y las funciones de la
historia de la psicología (como el que se propone en este artículo) hay que reconocer un estado
de insatisfacción con esa primera función, esta discusión se hace posible por un estado del arte
en el conocimiento y la investigación históricos que comienza a edificar caminos autónomos.
Emerge así una posición distinta, la de historiador antes que la de profesor, que busca su
autonomía en la distancia que construye respecto a la confirmación o no de las verdades
establecidas. Ese trabajo innovador sobre el pasado, indaga las versiones oficiales, señala los
"olvidos", amplía el canon, explora una dimensión latente y no reconocida del pensamiento de
la disciplina.
La función más importante para la disciplina histórica es la iluminación critica del
presente. En el caso de las ciencias humanas, y de la psicología en particular, exige no solo
tomar distancia de cualquier identidad presupuesta, sino partir de la diversidad de las
condiciones, modelos, conceptos y prácticas. La historia puede comenzar por interrogar
críticamente la demanda de los practicantes de la psicología que buscan en el pasado un
sostén de identidad.
La enseñanza de la historia ya no se concibe como la transmisión de un relato ya
armado sino como un horizonte amplio para una investigación continua, en donde, con
intención critica el alumno incorpore además de información, herramientas de análisis y cierta
sensibilidad para los problemas de la historia.
No hay una historia de la psicología, hay diversidad de psicologías y pluralidad de
historias.
LA PLURALIDAD EN EL OBJETO: LAS PSICOLOGÍAS
Una historia que es capaz de dialogar con el pasado demuestra que las ideas y los
proyectos que alguna vez fueron vigentes, eran tan legítimos como los que hoy se
admiten como incontrastables. Esto supone admitir que en el futuro las certezas de hoy
pueden ser vistas con la misma extrañeza con la que se abordan algunas convicciones
del pasado.
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Una exploración de los comienzos de las ciencias del hombre debe partir de la evidencia
de que las separaciones disciplinares son una construcción retrospectiva. La historia de los
saberes no se puede limitar al orden de los conceptos en el interior de la disciplina, sino que
debe llevar a cabo una exploración de los conceptos que la psicología recibe y transforma.
Una historia de los usos.
La inserción de los psicólogos en ámbitos sociales y profesionales constituidos, en la
medicina y la psiquiatría, en la educación y el trabajo, en la familia y los grupos necesariamente
convoca a otro cruce de historias. Es difícil abordar por ejemplo las condiciones y los objetivos
de los psicólogos en el hospital o la escuela sin considerar la densidad histórica acumulada en
esas instituciones. El sentido y la eficacia de las practicas psicológicas en esos espacios no
pueden ser comprendidas partiendo solo de las ideas de los psicólogos sobre lo que creen
hacer, sino de lo que efectivamente hacen.
Una historia social y cultural.
El discurso “psi” ha penetrado en la cultura moderna y tiene impacto en la trama de
representaciones y creencias sobre la propia vida, la educación y la crianza, la familia, la pareja
y la sexualidad, etc. Es en este sentido que se habla de una cultura psi que ha reconfigurado
nociones y valores del mundo moral. No hay concepto ni prácticas en las disciplinas humanas
que pueda eludir esa inmersión en la vida social.
Una historia de la profesión.
Las formas y modelos de profesionalización presentan perfiles diferentes de acuerdo a
los ámbitos en los que la psicología ha buscado establecerse. Las variantes de las
modalidades profesionales ya no dependen solo de la comunidad de los especialistas, sino de
la historia previa y las características de los ámbitos de uso. No existe una homogeneidad del
grupo profesional. Cuando predomina la ortodoxia, la matriz es la transmisión de una verdad
que debe ser preservada y la historia se reduce a la defensa del dogma, la historia de la
psicología está poblada de relatos armados en esos términos. Donde domina una memoria
hegemónica no hay casi lugar para una investigación historia autónoma.
Finalizando este artículo, Vezetti se pregunta por los principios y los criterios de una
historia diferente de la tradicional, que sea capaz de incorporar o aprender de la
pluralidad de enfoques sobre el pasado. El trabajo de este autor se enmarca dentro de la
historia intelectual que es un enfoque inclusivo que busca explorar la trama de procesos y
acontecimientos múltiples, heterogéneos, parciales, no busca reconstruir totalidades sino
problemas. Logra romper los límites establecidos por la propia disciplina, lo cual supone la
suspensión de todo a priori normativo sobre lo que la disciplina es, o debe ser. Sitúa su análisis
en un espacio cultural con rasgos propios, formas de apropiación. Esta historia ilumina los
modos en que el pasado puede actuar sobre el presente, la psicología no puede prescindir
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de una relación con su pasado, ni con el orden de los conceptos ni en el de sus prácticas en
ámbitos institucionales.
En cuanto a la recepción, no es lo mismo la historia que parte del “descubrimiento” o de
la “fundación”, que la que debe hacerse cargo de las lecturas, las traducciones o los
desplazamientos. El acento se desplaza de los grandes autores y los textos fundadores a la
historia de las lecturas más eficaces, los contextos de apropiación, las funciones de mediación
e implantación de una disciplina. En los estudios de recepción se desplaza el foco del autor
hacia las condiciones de producción y circulación, se interroga la relación del autor a la obra,
que no es una relación transparente ni directa. Se toma en cuenta la recepción como una
práctica activa que modifica aquello sobre lo que se aplica, la lectura no es la incorporación
pasiva del texto, sino que supone una apropiación que lo transforma, lo que distorsiona la
relación de la obra con su tiempo y contexto. El sentido permanece abierto y las historias
deben reescribirse debido a que las lecturas se renuevan.
La complejidad de las disciplinas psicológicas como tópico de la investigación y de la
enseñanza históricas depende en gran medida de la importancia de las tramas intelectuales y
los contextos de recepción; a partir de reconocer esa realidad, las historias resultantes se
separan del modelo de la biografía individual o la memoria de un grupo. En esa indagación
quedan igualmente justificados el estudio de las modalidades de implantación y desarrollo de
una disciplina en tradiciones culturales específicas.
UNIDAD 2
Entre París y Buenos Aires, del prejuicio de la naturaleza a una disciplina del sentido. La impronta cultural
del pensamiento francés como tamiz en la recepción y constitución de una primera psicología argentina
experimental, clínica y social. La “conducta a la francesa” como objeto de estudio. El abordaje de la
conciencia y la subjetividad en los psicólogos franceses: las diferencias con el conductismo norteamericano.
El período de la reacción antipositivista en la Argentina. La reforma universitaria de 1918 en los
fundamentos de la autonomía institucional e intelectual. La visita de Ortega y Gasset como acontecimiento
histórico. Alejandro Korn, Coriolano Alberini y Eugenio Pucciarelli como referentes emblemáticos. La
recepción de Wilhelm Dilthey y su querella de los métodos: ciencias del espíritu vs. ciencias de la naturaleza.
Objeto y Método. Conciencia e historia. Explicación y comprensión. La vivencia: expresión, interpretación y
hermenéutica.
Página | 34
Janet, Pierre (1914). El psico-análisis. Archivos de Ciencias de la Educación, 1, 175-229.
Dagfal, Alejandro (1997). El concepto de conducta en la psicología francesa
contemporánea. En Informe Final de Beca de Iniciación en Investigación. La Plata: UNLP.
Pucciarelli, Eugenio [1936] (1960). Introducción a la filosofía de Dilthey. En Wilhelm Dilthey
[1907] (1960). La esencia de la filosofía. Buenos Aires: Losada.
Dilthey, Wilhelm [1910] La comprensión de otras personas y sus manifestaciones vitales.
En Dos escritos sobre hermenéutica: El surgimiento de la hermenéutica y los Esbozos para
una crítica de la razón histórica. Madrid: Ediciones Istmo.
Dilthey, Wilhelm [1894]. Ideas de una psicología descriptiva y analítica. En Psicología y
teoría del conocimiento. México: Fondo de Cultura Económica.
Ingenieros, José (13 de octubre de 1906). Psicólogos franceses. La Nación, p. 5.
Plotkin, Mariano (1996). Freud en la Universidad de Buenos Aires: desde la primera etapa
hasta la creación de la carrera de Psicología. Estudios Interdisciplinarios de América Latina
y el Caribe, 7.
Colegio Novecentista (1960). Manifiesto. En D. Pro, Coriolano Alberini (pp. 83-86). Valle
de los Huarpes, s/e. [Documento original publicado en 1918].
Carli, Sandra (2008). Presentación del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de
1918. Trasatlántica de Educación, 5, 35-42
Página | 35
El objetivo que se plantea el autor en este trabajo es establecer la diferencia que
existe entre el psicoanálisis y el análisis psicológico.
Las investigaciones de Janet siempre fueron presentadas como interpretaciones
hipotéticas y parciales de los trastornos neuróticos. Los recuerdos traumáticos parecen
desempeñar un rol esencial en cierto número de casos, pero pueden tener solo una
importancia restringida, o incluso no tener ningún papel en otras observaciones. El autor no
aspiraba a generalizar su existencia a todos los casos de neurosis, cosa que le critica a Freud y
Breuer ya que estos sostenían que los recuerdos traumáticos estaban en la base de todas las
neurosis.
En cuanto al mecanismo patológico del recuerdo traumático Janet piensa en un
automatismo mental, ligado a procesos psíquicos disgregados de la conciencia, fruto de una
incapacidad innata para la síntesis mental, la cual da lugar a fenómenos patológicos y es, por lo
tanto, una actividad espontánea o inferior a la conciencia.
Respecto de la etiología de las neurosis, si bien hacía alusión a una multitud de causas
posibles, para que los recuerdos devinieran patológicos, Janet no hablaba en términos de
“tendencia” sino de “estados”, para que el recuerdo se vuelva peligroso hace falta que se
encuentre con un estado mental muy particular, capaz de favorecer su desarrollo.
Janet tampoco encontraba novedoso el método del psicoanálisis, mencionaba que el
psicoanálisis había realizado el tratamiento de enfermedades nerviosas, pero que lo que
interesa no es que se nos diga si un enfermo se ha curado luego de algún tratamiento, sino
poder comprender el determinismo que encadena esos fenómenos y probarnos que es el baño
o el relato lo que ha determinado la curación. Consideraba que el análisis prolongado del
enfermo, durante varios años, incluso, no tenía nada de original. En cuanto a la asociación
libre, la abordaba de una manera singular, como un mero procedimiento técnico de
observación, sin hacer alusión a su relación con los determinismos inconscientes. Con respecto
a la interpretación de los sueños sostenía que Freud trataba de explicarlos por un principio
general: el sueño implica la realización disfrazada de un deseo sexual reprimido. Para Janet,
entonces, a partir de una hipótesis parcial (que algo se expresa en los sueños) el psicoanálisis
llegaba a una generalización: que todo en el sueño expresa algo.
En ningún momento Janet se refiere al inconsciente en su sentido tópico, como un
sistema con leyes propias, cuya existencia es anterior a la represión de representaciones
particulares, (como si lo hace Freud) sino que habla de la consciencia y del subconsciente
como una zona oscura de difícil acceso.
Si bien era sabido que muchos pacientes experimentaban hacia su médico “una
afección particular, a veces extraña”, ella podía obedecer a fenómenos psicológicos muy
diversos según Janet, como “la sugestión, la abulia, la incapacidad de concluir por sí mismo, la
necesidad de ser comprendido, la necesidad de ser dirigido y, sobre todo, la necesidad de ser
excitado, tan importante en los deprimidos”. El psicoanálisis, sostenía este autor, pretendía
explicar estos mismos hechos de manera mucho más simple: por la transferencia de las
tendencias sexuales del complejo “hijos-padres” al complejo “sujeto-hipnotizador”
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En relación a la sexualidad, Janet, por un lado, disolvía la originalidad del planteo de
Freud inscribiéndolo en una larga tradición que lo predecía. A la luz de las investigaciones
existentes sobre el rol de la sexualidad en el las enfermedades mentales, resultaba ridículo
situar en ese plano la supuesta revolución freudiana. Janet admitía que tres cuartas partes de
sus neurópatas padecían recuerdos penosos de contenido sexual. No obstante, era necesario
determinar cuál era el lugar que esas perturbaciones ocupaban en la enfermedad en su
conjunto.
Janet menciona que muchos autores han protestado contra la frase “tendencia sexual”
planteada por Freud, dando cuenta también de sus críticas hacia la frase “deseo genital”. Dice
que “ayer” todas las neurosis eran puras sugestiones y que “hoy” son todas perturbaciones
sexuales, “Mañana” serán perturbaciones de sentido moral o de sentido artístico.
El psicoanálisis utiliza dos formas de tratamiento dice Janet.
1) Es la que aconseja al enfermo un coito normal y regular con uso del preservativo ideal.
2) En ciertos casos de histeria, puede ser convincente, buscar el recuerdo traumático,
aparentemente olvidado y refugiado en el subconsciente y transportar al sujeto a expresar ese
recuerdo. Se necesitaba trabajar para las disociaciones de ese recuerdo traumático, ya sea por
sugestión o por otro medio, ese recuerdo ponía ante los ojos del sujeto una situación difícil a la
que no había sabido adaptarse, el papel del médico no es sólo dar cuenta de cuál es esa
situación traumática sino además ayudar al sujeto a adaptarse a esa situación.
Los síntomas histéricos se desvanecen, sin que reaparezcan, cuando se consigue poner
en plena luz el elemento provocador y se logra despertar el estado afectivo que lo había
acompañado. Como todos los síntomas dependen de una excitación sexual desviada de su
objeto originario, basta llevar la atención del enfermo sobre el fenómeno sexual primitivo. El
llamado a plena consciencia de los recuerdos sexuales rechazados será el segundo
procedimiento del tratamiento.
Janet menciona que el psicoanálisis quiere ser, al mismo tiempo, una ciencia médica y
tiene la pretensión de aplicarse al diagnóstico y al tratamiento de los enfermos.
La Neurología y la Psiquiatría necesitan hoy de otra clase de estudios y no es bajo esa
forma filosófica que la psicología debe ser presentada a los médicos. Para esto, la psicología
no debe limitarse a resumir la conducta y las actitudes de los enfermos relacionado todos los
hechos por un determinismo tan riguroso como posible.
DAGFAL, ALEJANDRO (1997)
EL CONCEPTO DE CONDUCTA EN LA PSICOLOGÍA FRANCESA CONTEMPORÁNEA
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En cuanto a la segunda cuestión, en 1903 Horacio Piñero, uno de los primeros docentes
universitarios de psicología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, sostenía que los
argentinos, “intelectualmente, somos en realidad franceses.” En las décadas siguientes, luego
de la caída del positivismo, la pregnancia de la tradición filosófica francesa en nuestro país
sería considerable.
Es en este sentido que Dafgal realizó un recorte del concepto de conducta en esa
tradición, privilegiando el tratamiento de dos autores: Henri Pierón y Daniel Lagache. Pierón
nos permite situar los inicios de la psicología científica francesa en relación con un uso
particular del termino conducta, independiente del conductismo norteamericano. Lagache fue el
mayor exponente en querer forjar un discurso psicológico unificado, conciliando el psicoanálisis
con la psicología experimental y la psicología social, bajo una teoría general de la conducta.
El concepto de conducta fue utilizado en psicología animal desde fines del siglo pasado,
traspolado de la química, la biología y la fisiología. Pero, independientemente de la utilización
del término, la tendencia a objetivar el estudio de los hechos psicológicos en el marco de las
ciencias naturales se consolidó a partir de las teorizaciones darwinianas en torno a la
adaptación de los organismos al medio y la continuidad evolutiva entre los animales y el
hombre.
A principios del siglo XX podemos encontrar las secuelas de esta tendencia objetivista
plasmadas en dos tradiciones psicológicas relativamente independientes:
“Revolución conductista” en Estados Unidos, liderada por Watson, como
desprendimiento de la psicología animal.
“Psicología científica”: originaria de Francia, la cual formula principios teóricos y
metodológicos que más tarde serán erróneamente reconocidos como invención
exclusivamente norteamericana.
HENRI PIERÓN
la conducta en psicología antes del conductismo
En 1907 (cinco años antes del manifiesto de Watson) Henri Pierón planteaba la
necesidad de abandonar el estudio de la conciencia para definir el objeto de la psicología en
términos conductuales. Esta tradición del conductismo francés nos va a interesar por dos
razones: la primera obedece a una omisión, ya que el conductismo norteamericano ha tenido
muy poca influencia directa en la psicología académica argentina. La segunda razón es que la
psicología francesa ha tenido una gran influencia en el pensamiento psicológico de nuestro
país, siendo la vía privilegiada de acceso no sólo de las llamadas “teorías de la conducta”, sino
también de otras corrientes como el psicoanálisis, obedeciendo a una referencia cultural que
tenía larga data en las élites intelectuales argentinas.
Se toma a Henri Pierón como figura emblemática de la tradición fracesa por varios
motivos, en primer lugar, había sido el principal promotor de la psicología en Francia. Fue
discípulo y sucesor de Binet, reemplazandolo en 1911 en la dirección del laboratorio de
psicofisiología de la Sorbonne y de la revista L Annee Psychologique;
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Al mismo tiempo se reconoce como seguidor de Ribot y de Janet, incorporando los
aportes de la psicopatología y psiquiatría. En 1951, es miembro fundador y primer presidente
de la Unión Internacional de Psicología Científica. En cierta medida siempre podría trazarse un
paralelismo entre la importancia que tiene Pierón para la psicología francesa, y lo que sucede
En Estados Unidos con la figura de Watson.
Pierón tuvo influencia en el pensamiento de un autor fundamental para entender la
psicología argentina de los años 60: Daniel Lagache.
Conducta y conciencia
Quizás la diferencia más clara entre Watson y Pierón se plantea en relación con la
consideración que le dan a la conciencia. Mientras que Watson en un principio sólo excluía la
posibilidad de estudiarla de manera objetiva (por lo cual rechazaba la introspección como
método valido para la ciencia), años más tarde llega a negar de plano la existencia de la
conciencia, pasando de una exclusión metodológica a una negación ontológica.
Pieron, por otro lado, no niega la existencia de la conciencia, pero sí rechaza la existencia
de cualquier criterio objetivo que pueda fundamentarla, ya que la conciencia es lo característico
de subjetivo, que como tal es incomunicable. Como consecuencia, sólo puede hablarse con
certeza de la conciencia propia, punto de partida de toda la experiencia subjetiva. El autor no
acepta que se pretenda traspolar esta evidencia subjetiva particular a un plano general, con
aspiraciones de cientificidad.
Considera que hay en la humanidad una clara oposición entre una tendencia subjetivista,
que valora lo íntimo y lo único, y otra objetivista, que busca reducir los hechos a un “esqueleto
manejable, clasificable, etiquetable”. Incluso le concede la razón a la primera en el sentido de
que la experiencia íntima es más rica y real que la empobrecedora esquematización intelectual.
Considera que la sola utilización del lenguaje para la expresión de los fenómenos psíquicos
implica ya una forma de objetivación. No obstante, esta objetivación le parece necesaria y
hasta deseable si se quiere liberar al hombre de mayores padecimientos en su lucha con la
naturaleza.
Sin embargo, entre estos dos polos que aparecen como extremos (lo subjetivo real y lo
objetivo ideal) Pierón plantea una continuidad sin cortes. Si hay oposición es en la medida en
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que nos situamos en dos formas muy distintas del conocer: una guiada por la búsqueda de
satisfacción estética y la otra conducente a la empresa científica.
La psicología introspectiva podría situarse entre ambos polos, ya que pese a abordar la
experiencia individual desde el punto de vista de la conciencia no deja de representar un
esfuerzo de objetivación. De este modo, la psicología sería una ciencia con un único objeto: el
comportamiento de los organismos. Al mismo, tiempo sus procedimientos de investigación son
diversos, clasificándose según su nivel de desarrollo y su grado de exactitud. En tal sentido, la
elección del método adecuado está dada por la utilidad que éste puede tener para la labor
científica.
Conducta y fisiología
Según Watson el conductismo clásico se caracterizó por proponer una psicología que
podía prescindir de la fisiología, en términos del autor “es perfectamente posible estudiar la
conducta sin saber nada acerca de del sistema nervioso simpático, las glándulas, los músculos
lisos e incluso el SNC…”. Este autor no se interesa por aquello que interviene entre E y R, para
él lo fundamental era predecir la respuesta a partir del estímulo o, dada la una respuesta, ver a
qué serie de estímulos corresponde.
Para Pieron la fisiología es el sustrato fundamental de la psicología, existiendo una total
continuidad entre ambas. Puede plantearse entonces que entre psicología y fisiología existe un
dominio mixto, por lo que Pierón usa el término “psicofisiología”. Este campo abarca aspectos
tales como el estudio de las funciones receptoras, los mecanismos nerviosos que actúan en el
condicionamiento, la percepción y la volición, la relación entre la vida afectiva y la regulación de
las funciones vegetativas, etc.
El objeto de la psicofisiología es el funcionamiento del Sistema Nervioso Central, ya que
éste es el que asegura la elaboración integrada de los comportamientos globales. Así, la
colaboración entre los métodos psicológicos y fisiológicos permitiría interpretar de manera más
clara los mecanismos en juego en las “funciones mentales”, revelando las actividades
nerviosas que subyacen a toda conducta.
DANIEL LAGACHE
la unidad de la psicología y la teoría general de la conducta
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vida psíquica es siempre orgánico, para el humanismo los hechos psicológicos obedecen a un
mundo simbólico regido por valores, dándole importancia así al inconsciente, a las capas
profundas del psiquismo.
No obstante, a la hora de ver de qué manera estos enfoques se plasman en la práctica,
no le resulta sencillo encontrar alguna corriente que respete todos los postulados. Ni siquiera
el conductismo se ajusta a los requerimientos del naturalismo, tampoco lo hace la psicología
experimental. En el bando humanista, la situación es similar: la psicología fenomenológica
descree de lo inconsciente, y el psicoanálisis apela a leyes y explicaciones causales.
Lagache interpreta estos conflictos y puntos de cruce entre naturalismo y humanismo
como un momento dialéctico de la historia de las ideas en la búsqueda de la verdad. No habría
ninguna cuestión real que permitiera dar la razón a uno u otro grupo, sino más bien habría que
buscar una síntesis más abarcativa que los englobara a los dos. A partir de allí, su proyecto de
unificar la psicología partiendo de una teoría general de la conducta.
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Para Lagache la disputa entre experimentalismo y humanismo es metodológica, ya que
abordan un objeto común que es la conducta. Al humanismo le correspondería el método
clínico y el naturalismo se valdría del experimental. La psicología experimental sería la más
rigurosa y eficaz, por su control de las variables y técnicas de laboratorio. Aunque su limitación
sería la imposibilidad de traspolar este tipo de abordaje a la psicología humana.
La psicología verdaderamente apropiada para el abordaje del hombre en situación
es la psicología clínica. Es esta psicología clínica la que constituye los cimientos de su
edificio teórico ya que es el instrumento que le va a permitir coordinar las diferentes disciplinas
psicológicas. En la definición de la psicología clínica se pueden ver también operaciones
discursivas complejas como las descriptas con relación a la conducta, ya que encontramos
rastros de su formación medica en la Psiquiatría dinámica, su vocación filosófica, y su afición
por la fenomenología. Por último, el psicoanálisis atraviesa todo el campo de la clínica, no
debemos olvidar que Lagache se identificó como psicoanalista hasta su muerte.
Lagache “desmedicaliza” y “despsicopatologiza” la clínica, situándola en el seno de la
psicología y orientándola hacia el hombre normal. La psicología clínica se nutre de la
psiquiatría, pero su objeto rebasa al de la patología mental: no es el hombre enfermo, sino la
vida del hombre en conflicto, en un enfrentamiento polémico con la realidad y consigo mismo.
Se ocupa de las maneras de ser y de reaccionar ( tanto adaptadas como inadaptadas) de un
ser humano concreto y total frente a una situación, es decir, se ocupa de la conducta.
En 1949, la psicología clínica queda definida para Lagache en estos términos: “es una
disciplina psicológica basada en el estudio profundo de casos individuales, es el estudio de la
conducta humana individual y sus condiciones (herencia, maduración, condiciones fisiológicas
y patológicas, historia de vida), el estudio de la persona total en situación”.
El instrumento específico de esta psicología es la interpretación comprensiva. Aquí toma
el célebre binomio de Jasper: comprensión-explicación, reservando el término comprensión
para la formulación de los tipos ideales (relaciones generales en términos de las cuales deben
interpretarse las conductas concretas). Estas conductas tienen un carácter expresivo, es decir
significativo, ya que son portadoras de un conjunto de datos en virtud de los cuales pueden ser
comprendidas. Para esta operación Lagache acuña el término “interpretación comprensiva”. La
psicología clínica puede llegar a la representación de la experiencia vivida por otros seres
humanos, un conocimiento del otro asequible a través de la interpretación comprensiva.
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En ese contexto en que la psicología se define como ciencia de la conducta, para
Lagache ya es hora de que el psicoanálisis aceptes sus progresos. Hablar de inconsciente
implica sustantivar un adjetivo: el inconsciente no es una sustancia, sino una cualidad de
ciertas conductas. En consecuencia, la hipótesis que sostiene la existencia de una “mente
inconsciente” es inútil para el estudio de conductas concretas. La psicología aporta el concepto
de personalidad, que supera a la dupla conciencia-inconsciente, ya que permite dar cuenta de
la adaptación al medio.
Así es como el inconsciente y otros conceptos centrales del psicoanálisis son redefinidos
en relación a la psicología de la conducta y las teorías del aprendizaje. El punto de vista
dinámico se basa en el conflicto de un organismo que intenta adaptarse a su medio, y ya no es
originado por la represión de representaciones sexuales inadmisibles para la conciencia (ya no
existen la conciencia ni el inconsciente como instancias psíquicas). La neurosis entonces no
sería más que una mala adaptación.
Como conclusión general, Lagache opina que el hecho de que dos disciplinas tan
heterogéneas, investigando sobre diferentes materiales y utilizando técnicas distintas hayan sin
embargo llegado a principios explicativos “prácticamente idénticos”, significa que, en realidad,
la psicología experimental y la psicología clínica abordan distintos aspectos de un mismo
objeto. Mientras que la primera se dedica a las conductas segmentarias, la segunda enfoca las
conductas molares.
Partiendo de la base de que todo organismo se encuentra “en situación” y que, de todas
las situaciones, las sociales son las determinantes para la constitución de la personalidad, el
autor llega a la conclusión de que no hay individuo sin interacción con el entorno familiar, por lo
que su desarrollo puede definirse como un proceso de socialización. En este punto aparece
una doble referencia; por un lado, al interaccionismo simbólico, y por el otro, a la teoría del
campo psicológico de Kurt Lewin.
El concepto de campo psicológico implica una representación global que integra las
nociones del medio y del organismo. Desde esta perspectiva la conducta se definiría a partir de
las transformaciones del campo psicológico que tienen por agente al organismo. Lo que “pone
en movimiento” al organismo es la motivación, un estado de disociación y de tensión
determinado por necesidades que, al estar mediatizadas por la cultura, dejan de ser
imperativos de la naturaleza. El psicoanálisis también tiene aquí su lugar, ya que a Lagache le
parece necesario articular los determinantes sociales con los relativos a la historia individual.
La obra de Pierón nos permite ver cómo, desde principios de siglo, una vertiente de la
psicología francesa sitúa la conducta como objeto de la disciplina. Sin embargo, la concebía en
términos muy distintos de los empleados por el conductismo, apartándose de él, entre otras
cosas, en la consideración otorgada a la conciencia y a la fisiología.
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Luego vemos a partir de Daniel Lagache, la importancia de no partir de la oposición
antitética de conceptos (como hacía la psicología clásica) sino partir de la interdependencia de
las realidades que supuestamente les correspondían. Si Lagache no logró articular una teoría
general de la conducta de manera sólida y convincente, no puede negarse que su proyecto de
unidad haya tenido el valor de un llamado a cerrar filas frente a la eterna crisis de la psicología.
PUCCIARELLI
INTRODUCCION A LA FILOSOFIA DE DILTHEY
El silencio envolvió la obra de Dilthey durante toda su vida. El autor vivió rodeado de
circunstancias propicias para difundir sus doctrinas y adquirir renombre. Sin embargo, ello no
ocurrió, como consecuencia de determinados factores:
el carácter fragmentario de sus escritos
su publicación en revistas de escasa circulación y la falta de una edición accesible
su estilo, la falta de una expresión rotunda, la indiferencia por el empleo de una
terminología técnica personal y la despreocupación por acuñar expresiones nuevas.
el antagonismo con las tendencias dominantes de su época. Dilthey es un romántico
rezagado condenado a vivir en una época positivista que es hostil a la filosofía. Forma
su cultura en la historia y en la literatura, pero asimila también algunos rasgos del
positivismo imperante en su tiempo. A pesar del influjo que recibió de sus
contemporáneos, no coincidió con ellos, mientras ellos vivían pendientes de las ciencias
naturales, a Dilthey le preocupan las ciencias del espíritu. Este rasgo es llamado por
Pucciarelli la “superación del naturalismo” que lo aleja de las corrientes de su época.
Al observar las obras de Dilthey, podemos dar cuenta del carácter fragmentario e
incompleto de las mismas, lo caracteriza el carácter de provisional de sus escritos que el autor
anuncia como planes, proyectos, ideas. La arquitectura definitiva, el sistema cerrado no se
alcanza nunca, es en este sentido que Dilthey reacciona contra la injustificada prisa por
construir a base de investigaciones precarias un edificio que la crítica va a demoler luego con
facilidad.
Sería erróneo suponer que este fragmentarismo es sinónimo de incoherencia del pensar
o que da cuenta de la incapacidad del autor para alcanzar la fórmula definitiva qué sintetice
sus esfuerzos.
Dilthey sostiene que la psicología pertenece a las ciencias del espíritu por la necesidad
de retroceder hasta la conciencia en busca de las condiciones de posibilidad de todo saber.
Es urgente emancipar a la psicología de todo prejuicio naturalista y elaborar una
ciencia de lo anímico rigurosamente empírica, esa es la tarea de Dilthey.
Las cosas se nos ofrecen como:
Fenómenos: cuando nos son dadas en la percepción externa (naturaleza: se explica)
Realidad: cuando se dan inmediatamente en la percepción íntima (espíritu: se
comprende) El espíritu se da en la experiencia y es comprendido allí donde aparece.
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LA PSICOLOGÍA DE DILTHEY: MATERIALES PARA EL PROBLEMA DE LA
FUNDAMENTACIÓN DE LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU
Una parte de las investigaciones de Dilthey tenía por objeto delimitar y defender la
autonomía de las ciencias del espíritu frente a las ciencias naturales. Pero después de lograr
ese propósito debía mostrar la unidad y la íntima articulación de ese grupo de ciencias. La obra
de Dilthey constituye una lucha por la autonomía de las ciencias del espíritu, al tiempo que un
intento de fundamentación que debía coronar su primera tarea.
Durante muchos años (hasta 1900), Dilthey creyó que la psicología podía proporcionar el
fundamento de las ciencias del espíritu, el caudal de las ciencias del espíritu procede de la vida
anímica, por lo que no puede ser entendido sin acudir a la psicología. Hacia 1894 el autor
emprende la tarea de dar una adecuada fundamentación psicológica a las ciencias del espíritu,
pero tropieza con un inconveniente, la psicología de la época no se prestaba para cumplir ese
propósito, ya que sostenía una concepción naturalista del hombre, por lo que el desarrollo de
las ciencias del espíritu conduciría con el tiempo a un riguroso sistema causalista como el de
las Ciencias Naturales, se pretendía subordinar cualquier fenómeno psíquico a una conexión
causal explicándolo apelando a elementos fuerzas y leyes unívocamente determinadas, pero
solo pueden lograr estos propósitos complementando el dato empírico mediante hipótesis.
Dilthey distingue dos categorías de hipótesis: la que aparece en el resultado general de
toda inducción y la que desempeña un papel de complemento provisional y precario de toda
teoría científica.
En Psicología el hecho psíquico tolera hipótesis contradictorias, sin la esperanza de
comprobar ninguna. El carácter hipotético de ciertas concepciones resalta en la teoría del
paralelismo de los procesos psíquicos y los nerviosos, se reducen los fenómenos de conciencia
a elementos que actúan entre sí de acuerdo con las leyes, sin la explicación causalista de la
vida anímica, sobre tales bases no se puede hacer ninguna construcción segura. La psicología
de la época desconoce la autonomía y la peculiaridad del hecho anímico al intentar la síntesis
mental mediante elementos e hipótesis, sin advertir que en lo psíquico el complejo precede a
los elementos.
Dilthey propone seguir el camino inverso: del todo descender a las partes,
utilizando un método descriptivo y analítico. Sostiene que solo de esa manera va a
encontrar una base segura para las ciencias del espíritu. La psicología descriptiva y
analítica tiene por tarea exponer las partes y conexiones que aparecen uniformemente en la
vida anímica del hombre, su importancia está en el hecho de que sus objetos son dados
inmediatamente y pueden ser verificados por percepción interna. Pero su misión no se limita al
acaecer íntimo, ya que también debe recoger y teorizar el aporte de los grandes conocedores
intuitivos y empíricos del alma (poetas y escritores). Debe servir de base para una psicología
explicativa, creando una terminología justa, ofreciendo análisis seguros.
Con diferentes nombres dilthey quiso caracterizar sus investigaciones psicológicas. Hasta
1894, al insistir en la novedad del método que proponía, Dilthey la llama “psicología descriptiva
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y analítica”. Luego en otros lugares la llama “psicología estructural”, nombre más adecuado
según Pucciarelli, ya que destaca la noción de totalidad, de complejo cuyas partes solidarias
estructuran al conjunto de los procesos psíquicos.
En las investigaciones de Dilthey se pueden distinguir dos tareas de significación
desigual: la primera se refiere al problema de la fundamentación de las ciencias del espíritu y
pertenece a la esfera de la teoría del conocimiento, la segunda constituye el aporte original a la
renovación de la psicología empírica. Hay que distinguir en Dilthey, además, al crítico y al
renovador.
Entre sus contribuciones a la renovación de la psicología hay que reconocer su
insistencia en la peculiaridad del acaecer anímico como diferente del físico; la noción de
totalidad de la vida anímica y su influencias en los procesos psíquicos aislados; los tres
conceptos fundamentales de evolución, estructura e historicidad; su método descriptivo
inspirado en el respeto por la peculiaridad de los procesos psíquicos; el carácter teleológico de
lo anímico y su relación con la voluntad, su análisis de vivencias, contenidos y actos
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convierte en el fundamento de todo ese grupo de ciencias. Ella estudia el complejo proceso que
va desde el comprender, a la vivencia por el camino de la expresión. La hermenéutica guarda
relación con la psicología, porque su base descansa en la vivencia y sus categorías son
objetivaciones de vivencias.
DILTHEY
IDEAS DE UNA PSICOLOGIA DESCRIPTIVA Y ANALITICA.
La psicología explicativa puede lograr su meta sólo valiéndose de hipótesis. Este tipo de
razonamientos se dan en todo género de exposición psicológica, por lo que sería insensato
pretender excluir de la psicología los elementos hipotéticos. Sería también injusto reprocharle
su uso a la psicología explicativa, ya que tampoco la psicología descriptiva podría prescindir de
ellos.
Las hipótesis resultan un recurso necesario del conocimiento progresivo de la
naturaleza. Por lo general, se nos presentan varias hipótesis como igualmente posibles y se
nos plantea comprobar una de ellas, desechando las demás, desplegando sus efectos y
comparándolas con los hechos. Pero cuando la psicología traslada este método científico-
natural, en cuya virtud se añade una conexión causal que completa lo dado, surge la cuestión
de si tal traslado está justificado.
A toda psicología explicativa le sirve de base una combinación de hipótesis, ya que no
pueden excluir otras posibilidades. Por tanto, a cada uno de estos haces de hipótesis se les
enfrentan docenas de haces diferentes. Así, cuando tratamos de establecer un conocimiento
causal nos vemos impedidos por una niebla de hipótesis sin poder comprobarlas con los
hechos psíquicos.
Las ciencias del espíritu pretenden determinar de un modo independiente sus métodos,
a tenor de su objeto. Partiendo de los conceptos más generales de la metodología general,
tienen que llegar a métodos y principios más genuinos dentro de su campo. Las ciencias del
espíritu se diferencian de las ciencias de la naturaleza, primero, porque éstas tienen como
objeto hechos que se presentan en la conciencia procedentes de fuera, como fenómenos,
mientras que en las ciencias del espíritu se presentan desde dentro, como realidad y como una
conexión viva. La naturaleza la "explicamos" y la vida anímica la "comprendemos". Las
hipótesis no desempeñan en la psicología el mismo papel que dentro del conocimiento natural
donde sirven para establecer toda conexión; en la psicología la conexión es dada de un modo
originario y constante en el vivir: la vida se nos da sólo como conexión y no necesita de
conceptos subyacentes logrados por una inferencia inductiva para establecer una conexión que
abarque a los grandes grupos de hechos psíquicos. Tampoco las hipótesis en el campo
psicológico poseen la misma capacidad de rendimiento que en el conocimiento científico-
natural. No es posible elevar los hechos de la vida psíquica a una determinación tan exacta
como es necesaria para poder comprobar una teoría mediante la comparación de sus
consecuencias con tales hechos. Por eso nos planteamos la cuestión de si otro método de la
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psicología (el descriptivo y analítico) podrá evitar esta fundación de nuestra comprensión de la
vida psíquica sobre un cúmulo de hipótesis.
Las ciencias del espíritu buscan un fundamento firme, universalmente válido para los
conceptos y proposiciones con que se ven forzadas a operar. Ningún intento de establecer una
ciencia empírica del espíritu sin acudir a la psicología puede conducir a un resultado útil. Cada
una de ellas tiene necesidad de conocimientos psicológicos, las realidades psíquicas
constituyen su elemento más importante y no es posible estudiarlas sin recurrir al análisis
psicológico, así como tampoco es posible conseguir el enlace de las mismas en un todo sin
comprender antes la conexión psíquica en que se hallan trabadas. Sólo partiendo de la
conexión psíquica pueden hacerse comprensibles las relaciones en que se hallan la economía,
el derecho, la religión, el arte y el saber entre sí y con las organizaciones externas de la
sociedad humana, pues de esta conexión se han ido desplegando y por virtud de ella coexisten
en cada unidad psíquica de vida sin confundirse o destruirse mutuamente.
La relación de la psicología con la teoría del conocimiento es diferente de la que guarda
cualquier otra ciencia. La conexión psíquica constituye el fondo del proceso cognoscitivo y, por
lo tanto, este proceso puede ser estudiado y fijados sus alcances sólo en esta conexión
psíquica.
La ventaja metódica de la psicología consiste en que se da la conexión psíquica de un
modo inmediato, vivo, como realidad vivida; que se halla también en la base de toda captación
de hechos espirituales históricos y sociales. Partiendo de aquí se puede también resolver el
problema de la relación entre teoría del conocimiento y psicología. Teoría del conocimiento es
psicología en movimiento hacia una meta determinada.
Sólo la psicología descriptiva y analítica por oposición a la explicativa o constructiva
puede librar de todas las dificultades señaladas. Psicología descriptiva es la exposición de las
partes y conexiones que se presentan uniformemente en toda vida psíquica humana
desarrollada, enlazadas en única conexión que no es inferida o interpolada por el pensamiento,
sino simplemente vivida. Esta psicología consiste en la descripción y análisis de una conexión
que se nos da siempre de modo originario, como la vida misma. Tiene por objeto las
regularidades en la conexión de la vida psíquica desarrollada. Observa, analiza, experimenta y
compara. Toda conexión utilizada por ella puede ser verificada unívocamente mediante la
percepción interna, toda conexión semejante puede mostrarse como miembro de la conexión
más amplia, total, no inferida, sino originalmente dada.
Si entendemos por psicología una exposición de la conexión regular de la vida psíquica,
las obras de los poetas no contienen psicología alguna. Se pide una psicología que fuera capaz
de captar en la red de sus descripciones lo que estos poetas y escritores contienen y que no se
encuentra en la teoría psicológica actual. Sólo una psicología descriptiva y analítica puede
hacerlo, porque parte de la conexión vivida, que se nos da de un modo original y con una
fuerza directa; y expone aún aquello que todavía es inaccesible al análisis, sin menoscabarlo.
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El objetivo de Dilthey es dotar de rigor científico a las ciencias del espíritu, es decir, a la
historia y a las creaciones culturales. Se propone responder a la pregunta ¿cómo es posible
alcanzar un conocimiento cierto de los eventos históricos, tal que permita sistematizarlos en
modo científico? ¿cuáles son las condiciones de posibilidad del conocimiento histórico?
En la reflexión diltheyana se pueden reconocer dos niveles de tratamiento o de
búsqueda de comprensión del problema de la vida. En un primer momento, Dilthey pretende
comprender la vida limitándose a la mera descripción y análisis de la experiencia de la vida, tal
y como ésta se da en la conciencia, sin aventurar hipótesis que no se puedan apoyar sobre los
solos contenidos de la conciencia. Se trata así de una aproximación netamente psicológica a la
realidad de la vida, que excluye cualquier tipo de explicación que exceda la experiencia de los
hechos de la conciencia.
Las investigaciones diltheyanas de los años ochenta y noventa del siglo XIX estaban
dirigidas entonces hacia la construcción de una psicología descriptiva y analítica, que le
habría permitido un conocimiento de las manifestaciones de la vida psíquica con independencia
tanto de hipótesis de tipo naturalista como de teorías metafísicas.
Ahora bien, en un segundo momento, movido por esta misma intención
fundamentadora de las ciencias del hombre, sin negar la psicología que había desarrollado
previamente, se ve llevado a profundizar en el polo objetivo de las manifestaciones del hombre.
Debido a las mismas características del mundo histórico que desea comprender, ahora
concentra su mirada a la comprensión de las expresiones objetivas del espíritu humano, que
llama objetivación de la vida.
La hermenéutica es la ciencia de la comprensión. Dilthey define la comprensión como «el
proceso mediante el cual conocemos algo psíquico a través de los signos que lo manifiestan».
Para Dilthey la validez universal de los resultados de las ciencias del espíritu se fundamenta
sobre el análisis de las expresiones objetivas de la vida, sobre el estudio de lo que Hegel
llamaba el “espíritu objetivo”.
En este sentido el autor va a plantear una triada conceptual que incluye la vivencia, la
expresión y la comprensión. Le hermenéutica estudia el proceso que va desde el
comprender a la vivencia por el camino de la expresión. Se llega a la vivencia por medio de un
método qué consiste en comprender, ¿de que manera? Comprender a la vivencia por medio de
sus expresiones. Dilthey sostiene que la cultura es una sucesión en el tiempo de las
expresiones de los seres humanos, plasmadas en la materialidad, es por ello qué para llegar a
la vivencia hay que intentar comprenderla a través del estudio de sus expresiones.
Dilthey llama explicación al conocimiento que el hombre puede alcanzar de los objetos
naturales, que se encuentran regidos por leyes necesarias y universales; y, en cambio,
denomina comprensión a la modalidad del conocimiento de los hechos históricos, es decir, de
los productos de la cultura humana (mitos, leyes, costumbres, valores, obras de arte, sistemas
de pensamiento, religiones, etc.). Estos hechos son las huellas que la actividad libre y creadora
del hombre deja en el mundo.
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JOSÉ INGENIEROS (13 DE OCTUBRE DE 1906)
“PSICÓLOGOS FRANCESES”
DIARIO LA NACION
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Janet es un hombre entre los cuarenta y cinco y cincuenta años, de buena presencia.
Sus estudios clínicos sobre la histeria, las obsesiones y las ideas fijas son de primer orden.
Como profesor posee cualidades que caracterizan a los maestros de la escuela francesa, su
elocución es nítida y fácil, convincente, prefiere tratar temas de Psicología clínica, en los cuales
desarrolla puntos de vista originales y demuestra tener una cultura excepcional. Para
complementar su enseñanza, Janet tiene un consultorio externo en la Salpetriere, donde
desfilan decenas de enfermos interesantes.
Ingenieros sostiene que Francia aplica este principio: para tener buenos profesores hay
que pagarles bien, La cátedra debe dar para vivir, ya que de otra forma los profesores no se
dedicarían a ella. mientras que en la Argentina el profesorado universitario es un adorno o una
ayuda, pero no una carrera.
Georges Dumas enseña psicología experimental en la Sorbona, es de la misma
generación que Janet y también es médico especialista de enfermedades nerviosas y
mentales. En las sociedades científicas brilla por su ingenio y su disciplina intelectual. Sus
estudios sobre los estados intelectuales en la melancolía, el estado mental de Augusto Comte y
de Saint Simón, la tristeza y la alegría, etc revelan un talento superior. Cultiva con igual éxito
los trabajos clínicos y los experimentales. Junto con Janet, Dumas dirige la mejor revista de
psicología normal y patológica, complementaria de la revista dirigida por Ribot.
En el Congreso internacional de Psicología de Roma en 1905, a Ingenieros le llamó la
atención un joven, quien se encontraba en varias sociedades científicas de Paris, Henri
Pierón, de tan solo 30 años, quien es uno de los jóvenes más conocidos en el mundo científico
contemporáneo. Le interesan por igual todas las ciencias fisiconaturales, biológicas y sociales;
está al día en todo orden de conocimientos. Tiene ideas generales bien definidas, orientadas
según el criterio del determinismo evolucionista. Trabaja en el laboratorio de Psicología
Experimental instalado en el manicomio de Villejuif. Como investigador es, al mismo tiempo,
hombre de ciencia y hombre de conciencia. Conoce el español y dedica atención a los trabajos
científicos hispanoamericanos.
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afirmaba sentirse huérfana de buenos mentores y por lo tanto debió suplirlos a través del propio
esfuerzo autodidáctico.
El colegio consideraba novecentista a toda actitud espiritual que afirmaba el carácter
sustantivo de la personalidad humana, este es el mínimo de doctrina que el novecentismo
solicitaba al adepto, cualquiera fuera la inclinación política, estética, religiosa, etc. El
novecentismo era creencia en la personalidad humana como valor supremo. Simpatiza con
toda filosofía o forma cultural que limite la interpretación mecánica del universo y tienda a
definir la personalidad humana en términos de libertad. El novecentismo es idealismo
militante, una actitud filosófica.
La institución contaba con un presidente, un secretario, un tesorero y miembros, estos
últimos para incorporarse debían ser propuestos por al menos uno de los integrantes y ser
aceptados por la asamblea. El colegio estuvo lejos de llegar al techo de 30 miembros que sus
estatutos establecían como límite, el máximo fue 18, que coincidió con el momento de su
conformación y a partir de allí, sufrió una constante disminución. Una de las razones de su
limitada expansión fue la conflictiva interna entre sus miembros debido a sus diversas
orientaciones.
El manifiesto liminar del 21 de junio de 1918 constituye el texto inaugural del movimiento
de la reforma universitaria.
Al referirnos a la reforma universitaria debemos dar cuenta de los acontecimientos de
1918 en la Universidad y en la ciudad de Córdoba, como también reconocer el desarrollo de un
pensamiento y de una tradición reformista con impacto tanto en Argentina como en el resto de
América Latina durante el siglo XX.
La Universidad de Córdoba, fundada en 1613, aunque se nacionalizó en 1854, mantenía
rasgos coloniales y clericales, con una presencia de profesores vitalicios vinculados con la
oligarquía local. En 1918 era una de las 4 universidades nacionales que se regían por la ley
Avellaneda. Desde principios del siglo XX se exigía la reforma de dicha ley en diversas
universidades del país. En el caso de Córdoba se cuestionaba la legitimidad del rector y de los
decanos, y es en este contexto que los estudiantes llevaron a cabo una denuncia en relación
con el atraso científico de la Universidad, cómo el carácter extremadamente arcaico y elitista
que tenía el sistema de gobierno de la institución. En 1918 se conformó un comité pro-reforma
para insistir en el reclamo, en donde se decidió la primera huelga y se llevaron adelante las
primeras asambleas y manifestaciones callejeras. A seis días de iniciado el conflicto se dio a
conocer el manifiesto liminar, y a partir de allí se llevaron a cabo diversos sucesos, como la
creación de organismos estudiantiles, la realización de asambleas universitarias para la
elección del rector y la celebración del primer Congreso Nacional de estudiantes, en donde se
insistió en la necesidad de autonomía, gobierno tripartito, régimen de concursos, entre otras
demandas.
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Esta serie de acontecimientos culminó con la renuncia de los profesores más
conservadores y el ingreso a la docencia de muchos profesores reformistas, así como también
se llevó adelante la reforma de los estatutos qué incorporaron los principios de docencia libre y
participación de los estudiantes en el gobierno de la Universidad.
El principal actor de la reforma universitaria fueron los estudiantes, junto con algunos
profesores jóvenes, quienes llevaron adelante una revuelta de alcance local, pero con fuerte
impacto en el contexto nacional y más tarde latinoamericano. Fue una revuelta juvenil, por eso
la necesidad de entender la emergencia de la juventud como actor que demandaba
participación y representación en el gobierno de la Universidad.
Esta emergencia juvenil se ligaba con la necesidad de renovación de las elites, de
ascenso de las burguesías locales en países de componente inmigratorio como Argentina, qué
ante el atraso de las instituciones universitarias demandaban modernización y democracia.
Ese proceso de emergencia juvenil y de renovación de las élites, se articulaba con un
movimiento político e intelectual qué abonaba un escenario de debate de ideas que impactarían
sobre la vida universitaria y sus fronteras siempre abiertas con la sociedad, el mundo del
trabajo, el campo cultural y la cultura política.
El manifiesto liminar es un texto marcado por una sensibilidad política de época,
que da cuenta de un diagnóstico crítico sobre la Universidad y la aspiración política de
los jóvenes estudiantes como portadores de un gesto y de una actitud renovadora y
reformadora de la Universidad. Se podría decir que el manifiesto liminar, al cuestionar la
concentración de poder en la Universidad en profesores vitalicios procedentes de la oligarquía
local y católica, ponía en primer plano a los estudiantes como sujetos del enunciado
capaces de denunciar el anacronismo de la Universidad y de dar forma a otro cuerpo de
profesores.
La reforma universitaria de 1918 instaló principios claves como el cogobierno, los
concursos docentes y la asistencia libre, estos principios han configurado a la
Universidad como república democrática, un rasgo que caracteriza a la tradición
universitaria Argentina.
El manifiesto liminar círculo en toda América Latina, la reforma universitaria significó la
forma más radical de participación política que encuentra el despertar de la posguerra de las
capas medias sacudidas por un mundo en proceso de cambio revolucionario. En cada país las
manifestaciones de los estudiantes y los procesos de reforma tuvieron un despliegue y una
resonancia particulares, pero en forma común, a partir de la década de 1920, la crítica anti
imperialista y la reivindicación de un espíritu latinoamericano fue convocando a los movimientos
universitarios. Movimientos que realizaron congresos, crearon centros y federaciones y dieron
forma a una voz pública que intervenía de manera activa en el debate político cultural y
educativo.
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UNIDAD 3
Roudinesco, Elisabeth (1993). La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia (1925-
1985). Madrid: Fundamentos. [Tomo 2; primera parte, capítulos 1 y 4].
Lagache, Daniel [1949] (1969). La unidad de la psicología. Buenos Aires: Paidós.
Politzer, Georges [1928] (1966). Crítica de los fundamentos de la psicología: el psicoanálisis.
Buenos Aires: J. Álvarez. [Introducción y capítulo 1].
Chapsal, Madeleine (1957). Entrevista a Jacques Lacan. En L’Express, edición del 31-05-57.
Roudinesco, Elisabeth (1993). La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia (1925-
1985). Madrid: Fundamentos. [Tomo 2; segunda parte, cap.3].
Viguera, Ariel (2009). Tres tesis acerca del inconciente en el Coloquio de Bonneval de 1960: Lacan;
Laplanche; Politzer. Revista de Psicología –Segunda Época–, 12, 41-53.
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latino o cartesiano. La aceptación de unos y la resistencia de otros pertenecieron a un mismo
fenómeno ideológico.
Cuando los escritores descubren las ideas de Freud, leen en ellas algo diferente que los
médicos o los psicoanalistas. La permeabilidad del medio literario a las ideas freudianas se
explica por la importancia que le concede la sociedad francesa a la condición de escritor, en el
periodo de entreguerra. En aquella época, cuando aún no se hallaba democratizada la
enseñanza, la cultura era un fenómeno de elites, se transmitía mediante una multiplicidad de
revistas que desempeñan el papel que hoy tienen los medios de comunicación. El hombre de
letras era un mensajero de su escritura, un teórico de todas las doctrinas y un militante político.
Después de la Segunda Guerra mundial comienza un cambio, el intelectual más importante ya
no es el escritor sino el filósofo, sea universitario o autodidacta.
Mientras que el movimiento psicoanalítico se organizaba en una institución de notables
donde reinaban los ideales de la cura terapéutica, el medio literario en su conjunto sirvió de
vehículo a una representación profana o no médica del psicoanálisis, se abre un nuevo campo
del conocimiento que apasiona a los escritores, si bien algunos de ellos se psicoanalizan, para
ellos la cura sigue estando separada de la aventura que representa el descubrimiento
freudiano.
Dentro de la vía literaria, el grupo surrealista se distancia más que los demás de las posiciones
del medio médico. Entre las características del compromiso surrealista figura el rechazo a toda
forma de racismo, antisemitismo y xenofobia.
Para los surrealistas la lucha por el análisis laico no tiene como objetivo reconocer a los
no médicos el derecho a practicar curas, por el contrario, se pretende efectuar un corte radical
entre el psicoanálisis y los ideales de la medicina. Esta actitud separatista no se encuentra en
el movimiento psicoanalítico francés de anteguerra, no saldrá a luz sino después de 1945.
El radicalismo de los surrealistas, su apología de una primacía absoluta del inconsciente
se sitúa en el extremo opuesto de los ideales del inconsciente a la francesa. Los poetas de este
grupo no pertenecen a la misma Francia, su freudismo no es el mismo freudismo. Esta
situación de división crea una incomunicación entre el movimiento psicoanalítico y la
vanguardia modernista. Ninguno de los doce fundadores de la Sociedad Psicoanalitica acepta
reconocer la importancia del movimiento surrealista en la penetración de las ideas freudianas
en Francia. Esta falta de comunicación de la primera generación analítica con el surrealismo,
con las producciones literarias de la época, va a pesar mucho en el destino del movimiento.
Los psicoanalistas franceses sepultaron en las sombras las enseñanzas de Charcot,
mientras que los surrealistas reivindicaron la herencia de la Salpetriere e hicieron de la histeria
un acto poético. Proponen una nueva definición de la histeria: “la histeria es un estado mental
más o menos irreductible que se caracteriza por la subversión de las relaciones que se
establecen entre el sujeto y el mundo moral del que cree depender prácticamente fuera de todo
sistema delirante. Este estado mental se funda en una necesidad de seducción recíproca.
Para los surrealistas, la histeria es un lenguaje, un modo de expresión, una obra poética
cuya forma subversiva debe ser reivindicada contra el propio arte, contra la literatura.
Rechazan el factor patológico, es decir, la anomalía a favor de la forma expresiva. Los
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manicomios son comparados con los cuarteles, los trabajos forzados y la cárcel, reivindican el
derecho de todos al acto individual, antisocial por excelencia. Parecen ilustrar anticipadamente
una concepción de la locura que volverá a tomar el movimiento antipsiquiátrico de los años
sesenta.
Para los surrealistas el acto individual es siempre una locura y el loco un creador de igual
condición que el soñador o el histérico. En estos tres estados encontramos una concepción de
la realidad cuya legitimidad debe ser reconocida por completo.
Con el surrealismo se perfila un movimiento que pretende quitar a la mirada psiquiátrica
el derecho de gobernar el ámbito de lo mental. De allí proviene la idea de que tanto la locura
como la histeria son irreductibles a la razón.
Con la segunda generación de psicólogos y psicoanalistas se manifiesta un auténtico
interés por el surrealismo, ya no se lo arroja del lado de la vía literaria, sino que se lo acepta
como una aventura del inconsciente ligada a la renovación de la psiquiatría. En este sentido
Henry Ey pública un artículo en donde distingue las obras surrealistas de las creaciones que
producen los alienados, va a decir más tarde que descubrió la importancia del freudismo a
través del surrealismo y no en la literatura médica.
La primera generación de psiquiatras y psicoanalistas franceses participa de un
movimiento dinámico que es históricamente contemporáneo del surrealismo, pero esa
contemporaneidad le impide ver que el surrealismo pertenece a ese mismo movimiento. Diez
años más tarde la segunda generación toma conciencia de una historia que los mayores no
habían percibido y desde ese entonces reconoce su deuda con el surrealismo.
II. El suicidio, el sexo y la mujer criminal.
La historia del movimiento surrealista comienza con la fundación en 1919 de la revista
Literature cuyos miembros se unirán al dadaísmo. La publicación en alemán de Más allá del
principio del placer, que será traducido en Francia en 1927, no “influye” en los surrealistas. No
obstante, la seducción de la muerte que atraviesa la escritura poética desde sus orígenes
constituye, en el surrealismo, un terreno propicio para la implantación de la noción freudiana de
pulsión de muerte, noción que rechazan a la vez el movimiento psicoanalítico, el freudo-
marxismo y el discurso comunista.
Cuando Freud termina la redacción de más allá del principio del placer, los que rodean
al vienés se resisten a aceptar la nueva doctrina, atribuyendo su génesis no a un
descubrimiento sino a un contexto por el cual el maestro se hubiera dejado influir (la matanza
de la guerra, el miedo a tener un cáncer y dos fallecimientos juntos: el de una hija y el de un
amigo íntimo). Freud separa el ámbito de la ciencia del de los efectos. Si bien es cierto que una
elaboración doctrinal es exógena a la configuración histórica en la que se produce, también es
cierto que la existencia de dicha configuración autoriza el surgimiento de una nueva percepción
de la realidad.
Los surrealistas no se contentan con hablar de la sexualidad, la muerte y el suicidio,
también inventan una figura nueva de la feminidad mediante una idealización de la mujer loca,
criminal, delincuente, de la histérica.
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Janet había estudiado el automatismo mental como modo de dejar en suspenso a una
parte de la conciencia; esto interesó a los referentes del surrealismo, que eran Bretón (en los
inicios del surrealismo, en 1919) y Dalí (que se suma al movimiento en los años ‘30). Según los
surrealistas, ese tipo de automatismo se expresaba en las creaciones literarias, en la histeria y
en todo tipo de fenómenos en los cuales la conciencia y la atención quedaban abolidas.
Entonces los surrealistas buscaban abolir la conciencia para acceder a lo más revolucionario
del alma humana. Tenían una valoración de la producción no reglada por la conciencia.
Breton es un psiquiatra clásico, lee a Kraepelin antes que a Freud y estudia la
neurología de Babinski antes de conocer el método psicoanalítico. Es la doctrina de Freud la
que se convertirá para él en objeto de constante interrogación. El automatismo según Breton
remite a una noción de subconsciente anterior al concepto de inconsciente freudiano, pero, a la
vez que libera una forma anónima de expresión universal, disuelve la idea cartesiana de que el
lenguaje sería propiedad de un sujeto. El automatismo de los surrealistas aparece como el
instrumento de un descentramiento o desestabilización del sujeto, quien ya no se reconoce. Así
en Francia el surrealismo se encuentra al servicio del psicoanálisis porque acompaña la
aventura del inconsciente freudiano del cual es la expresión no teórica sino analógica, con la
escritura automática los surrealistas funcionan filosóficamente como si la conciencia hubiera
desaparecido.
En paralelo al movimiento surrealista, el psicoanálisis francés clásico que acababa de
fundar la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP) en 1926, no estaba muy ligado a dichos
planteos surrealistas, sino más afín a la IPA (asociación psicoanalítica internacional, fundada
en 1916). Freud ubica la creación artística en la vía de la sublimación y explica los mecanismos
culturales por la renuncia a las pulsiones asesinas.
Son los planteos surrealistas los que impactan en el joven Lacan, un psiquiatra en
formación que simpatizaba mucho con Politzer, que iba a hacer un curso de filosofía con
Kojève, y que, mientras escribía su tesis doctoral, escuchó hablar de Freud sin haberlo leído
aún. De hecho, la tesis que desarrolla Lacan es sobre una de estas nuevas figuras de la
feminidad: Aimée, un caso clínico de una criminal frustrada escrito en 1932, en “La psicosis
paranoica en sus relaciones con la personalidad”.
CAPÍTULO 4
Jacques Lacan nace en 1901 en Francia. Hacia 1916 (en contra de la opinión de su
padre) piensa ser médico, y en la misma época comienza a interesarse en la filosofía y sobre
todo en Spinoza. En esos mismos años se produce su ruptura con la fe, el joven Lacan reniega
de la cultura religiosa que recibió, abandonando toda creencia en Dios y toda pertenencia a la
práctica cristiana. Esto no le impide igualmente casarse por iglesia y bautizar a sus hijos. En
1919 al terminar el colegio elige definitivamente la carrera médica.
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Sigue a su maestro Clérambault, quien, como Kraepelin, trata de brindar una
clasificación coherente del campo de la psicosis, en especial de las psicosis paranoicas.
Jacques Lacan pertenece a la segunda generación de psicoanalistas de la Sociedad
Psicoanalítica de París, muchos de ellos hacen sus primeras armas en el grupo L`Evolution
Psychiatrique. Aporta una lectura innovadora de los textos freudianos, introduce una primacía
del inconsciente en el estudio clínico, pero fabrica sus conceptos a partir de un contexto
cultural. Clérambault será a Lacan lo que Charcot fue a Freud y la psicosis es a Lacan lo
que la histeria a Freud. El caso Aimée y la psicosis inauguran el encuentro de Lacan con el
psicoanálisis. Subraya que el psicoanálisis no debe servir de técnica de apoyo del saber
psiquiátrico sino que, por el contrario, puede transformar radicalmente la forma de enfocar la
locura, siempre y cuando no sea utilizado de manera pragmática. En otros términos, Lacan
produce, sin saber, una nueva introducción del freudismo en Francia.
El año 1931 es una bisagra en la obra de Lacan. Desde hace algún tiempo, observa a
Aimée, conoce a Breton y lee la obra de Freud. Opera una síntesis entre la enseñanza de los
surrealistas, la de Freud, la de Clérambault y la de toda la tradición del saber psiquiátrico sobre
la paranoia. A la paranoia la ubica, al igual que Freud, dentro de la categoría de psicosis. Por
otro lado, se apoya en la psicología concreta de Politzer. Lacan conserva algunas cosas de
Politzer a la vez que se desenmascara de otros aspectos que no lo dejarían evolucionar, por
ejemplo, que no debe tener hipótesis abstractas, que no debe tener conceptos y que tiene que
renunciar a criterios científicos. Entonces de a poco va buscando cómo cumplir con algunos
objetivos de Politzer y separarse de otros.
En 1932 publica el “Caso Aimée” que constituye su tesis doctoral. Lacan se
diferenciaba del resto por desarrollar una tesis sobre la personalidad, por tomar un caso clínico
particular y no un gran número de ellos, como lo hacía la psiquiatría de la época. En vez de
confeccionar un catálogo de síntomas de la enferma, Lacan trata de captar el significado
inconsciente del motivo paranoico, redactándola como una novela y hablando de la
personalidad en clave politzeriana. En la tesis, Lacan no citaba a Politzer ni a Dalí porque sería
mal visto al no ser personajes de la psiquiatría, pero la influencia estaba; plantea que es
necesario abandonar las hipótesis tradicionales, porque enmascaran los hechos o los
deforman.
Explica la significación del delirio de Aimée por la historia personal en combinación con
el medio social, declara la existencia de una concurrencia entre lo que observa de su paciente
Aimée y lo que lee en las investigaciones psicoanalíticas. El joven Lacan es un psiquiatra
influido por el surrealismo y por la lectura de Politzer y su gesto de cuestionarlo todo de raíz. En
esta tesis plantea tres órdenes de hechos que la psiquiatría de la época ignoraba. En primer
lugar, va a hablar de una psicología concreta de la personalidad en el sentido de Politzer, que
reclama ir a la singularidad, a la historia individual, familiar y social del paciente, al conflicto de
este (drama), lo cual constituye un planteo que revoluciona a la psicología de la época. En
segundo lugar, la etiología de la psicosis es pensada como un conflicto (término novedoso) que
está presente en el delirio y remite a la historia infantil. Dicho conflicto se reactivaría por
acontecimientos presentes (esquema totalmente novedoso para la época). En tercer lugar,
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Lacan se separa de las ideas dominantes de la psiquiatría francesa como Clérambault respecto
de los fenómenos elementales y el automatismo. Según él es absurdo referir éstos fenómenos
a un hecho de automatismo específicamente neurológico, es decir, Lacan irrumpe en un debate
clásico entre Kraepelin y Clérambault, de corte biologicista. El planteo de Lacan es del orden
del conflicto psíquico y plantea en su tesis un nuevo tipo clínico dentro de la paranoia que es la
paranoia de autocastigo.
Esta tesis tiene un aire fenomenológico y desde allí critica el positivismo psiquiátrico de
la época por su énfasis en la historia, en el conflicto vital, en lo individual, en la singularidad y
por la necesidad de comprender los hechos que considera principales de la historia del
paciente en su relación con el medio social. Es en la relación intersubjetiva y en una dimensión
de discurso que esta psiquiatría intenta captar lo patológico.
Aimee la paranoica desempeña un papel fundamental en el itinerario de Lacan. Ella le
ofrece sus palabras, su historia, su escritura, su locura que le permiten convertirse en el
artesano de una nueva introducción del freudismo en Francia. Con Clerambault Lacan aprende
a observar a los locos. Con Aimee, renuncia a convertirse en Clerambault. Adquiere una
identidad de teórico y psicoanalista.
La tesis de Lacan tiene una recepción muy favorable por los surrealistas y los marxistas,
por su corte social y por tomar elementos de Politzer. Es a raíz de que el surrealismo pone en
evidencia por primera vez en Francia un encuentro entre el inconsciente freudiano, el lenguaje
y el descentramiento del sujeto, que Lacan se nutre del surrealismo.
SEGUNDA PARTE
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ponderaba el retorno a los textos de Freud no vio que sus adeptos aceptaban de una vez y
para siempre la interpretación que él les daba y se impedían re interrogar a los textos
mismos. En relación con esto habla de “los efectos de toda teorización cuando quiere
hacerse dogma”.
Un otoño en Bonneval
Según Politzer la historia de la psicología es, desde hace cincuenta años, una epopeya
de desilusiones, un estanque de ranas. Los psicólogos incapaces de descubrir la verdad la
esperan un día tras otro, esperan que la traiga alguien, pero como no tienen idea alguna de la
verdad, no saben reconocerla ni captarla, se convierten en víctimas de cualquier ilusión.
En primer lugar, surgió Wundt, defendiendo una psicología sin alma, comenzó una
migración de aparatos del laboratorio de fisiología a los laboratorios de los psicólogos. Los
psicólogos tenían laboratorios y publicaban monografías, ¡No discutamos más, calculemos!
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calculaban el número de células cerebrales con el fin de saber si pueden alojar todas las ideas,
la psicología científica vino al mundo. En el fondo que miseria, el formalismo mas insípido.
Una vez llegados a medir hasta la milésima de segundo las asociaciones comenzaron a
sentir algún cansancio los reflejos condicionados llegaron para reanimar la fe, luego fueron la
afasia, la teoría fisiológica de las emociones, las glándulas de secreción interna, las que
hicieron renacer las grandes esperanzas frustradas, pero no se trataba más que de tensión y
retención de un deseo impotente.
Por eso el advenimiento de la psicología experimental lejos de representar un nuevo
triunfo del espíritu científico, no fue más que una humillación. Todas las psicologías científicas
que se han sucedido a partir de Wundt no son más que disfraces de la psicología clásica.
Politzer sostiene que los psicólogos son científicos de la misma manera que los salvajes
evangelizados son cristianos.
Contamos con tres tendencias: el psicoanálisis, el behaviorismo y la teoría de la gestalt.
El valor de la teoría de la gestalt es importante ya que lleva en si la negación del modo de
obrar fundamental de la psicología clásica que consiste en deshacer la forma de las acciones
humanas para intentar después reconstruir la totalidad que es sentido y forma partiendo de
elementos sin significación y amorfos. El behaviorismo reconoce el fracaso de la psicología
objetiva clásica y aporta con la idea de behavior una definición concreta del hecho psicológico.
Pero la más importante de estas tres tendencias es el psicoanálisis sin duda alguna es la que
nos proporciona la visión verdaderamente clara de los errores de la psicología clásica y nos
muestra inmediatamente la psicología nueva tanto en vida como en acción.
Pero las tres tendencias encierran todavía el error: la teoría de la Gestalt se entrega a
construcciones teóricas y no parece poder liberarse de las preocupaciones de la psicología
clásica. El behaviorismo es estéril o cae de nuevo en la fisiología. En cuanto al psicoanálisis, se
ha visto tan desbordado por la experiencia que no ha tenido tiempo para darse cuenta de que
en su seno oculta la antigua psicología, cuando su misión consiste en aniquilarla.
En este sentido Politzer se va a consagrar al estudio de cada una de las tendencias
anteriormente citadas, formaran los materiales para la critica de los fundamentos de la
psicología. El autor sostiene que únicamente el psicoanálisis puede procurar la visión de la
verdadera psicología.
CAPITULO 1
Politzer vivió entre 1903 y 1942, nació en Hungría, muy joven estudia filosofía y en Viena
asiste a los seminarios de la sociedad analítica y recibe clases de manera directa tanto de
Freud como de Ferenczi. Desde 1922 se instala en París y forma parte de un grupo de jóvenes
filósofos donde difunde y defiende el psicoanálisis en artículos y reseñas dentro de la filosofía
francesa. Esto tiene un gran valor histórico ya que la discusión principal de las ideas de
Freud en Francia se va a dar por vía filosófica a través de Politzer.
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En 1928 el autor publica una obra qué queda inconclusa, pero qué va a estar dedicada al
psicoanálisis, allí va a revisar la psicología de su época, una psicología que es positivista a la
cual le hace una crítica feroz, considera que no sirve para nada, sostiene que lo único que vale
la pena de la psicología de su época es el psicoanálisis pero qué hay que revisarlo, considera
que es la única corriente teórica lo suficientemente valiosa como para construir el núcleo de
una nueva psicología.
Da cuenta que, en esa época se contaba con tres tendencias: el psicoanálisis, el
behaviorismo y la teoría de la Gestalt. De esta última rescata la idea de que la totalidad es
mayor a la suma de las partes, del behaviorismo (conductismo americano) rescataba la
definición de conducta que se utilizaba para dar cuenta del objeto de estudio de la psicología,
sin embargo, sostenía que habían tirado todo por la borda, ya que al hablar de la conducta
humana a los conductistas no les interesaba lo que había en la caja negra. Politzer se propone
entonces construir una nueva psicología, escribiendo los materiales para la crítica de los
fundamentos de la psicología.
Va a proponer una nueva psicología que llamará Psicología Concreta, y su objeto de
estudio va a ser el drama. Politzer tenía en mente una psicología sin conceptos abstractos,
para el autor podía haber conceptos, pero estos tenían que estar enganchados explícitamente
al drama individual de un sujeto. En esa época había una oposición entre lo concreto y lo
abstracto, hoy en día epistemológicamente cuando se produce teoría se formalizan conceptos,
abstracciones que tienen relación con la empiria, que vienen a nombrar un nudo de relaciones
del mundo de lo concreto. En 1928 esto no era posible pensarlo y llevarlo a la práctica, ya que
abstraerse y formalizar conceptos era considerado algo que se alejaba del territorio de la
empiria, y por lo tanto de la ciencia.
Politzer lo que quiere alcanzar a través de la interpretación no es el yo abstracto
sino el sujeto concreto de la vida individual, el soporte de un conjunto de
acontecimientos únicos, el actor de la vida dramática. El termino drama designa a un hecho
vivido sin ninguna resonancia romántica ni significación conmovedora, el drama de alguien da
cuenta de la parte significativa no sufriente. El autor le daba mucha importancia al relato
histórico vivencial que un sujeto podía hacer de su vida, consideraba que a partir de él podía ir
más allá de las significaciones convencionales y acceder al drama, por lo tanto, la función de la
psicología para Politzer era llevar a los pacientes a tomar contacto con su drama.
Politzer va a sostener que Freud parte de la hipótesis de que el sueño tiene sentido, lo que
constituye una ruptura con el punto de vista de la psicología clásica. El psicoanálisis, siguiendo
el modelo de la interpretación de los sueños, podía empezar a pensar la significación en
términos personales, históricos, ligados a la vida individual. Para el autor, por la vía de la
interpretación de los sueños Freud había hecho un descubrimiento y aportes fundamentales.
En este sentido va a plantear que ese sentido del sueño es inmanente, no puede separarse de
la cosa misma, no se necesita conceptualizar el inconsciente. En realidad, eso que Freud llamó
preconsciente, Politzer lo llama sentido inmanente, y va a decir que todo lo que es consciente
es así. Es una posición fenomenológica la que adopta porque no requiere conceptualizar algún
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sistema otro aparte de la consciencia. La tesis de la inmanencia del sentido afirma que el
sentido inconsciente esta en la consciencia.
Se pueden identifica dos periodos en Politzer. Hasta 1930 es su primera época donde
difunde el psicoanálisis a través de la vía filosófica. Luego realiza un giro hacia el marxismo e
ingresa en el partido comunista francés, comienza a darle clases de marxismo a los obreros en
la universidad obrera de París. En este giro realiza una crítica al psicoanálisis que valoró en el
primer periodo, porque identifica que es muy burgués, individual y para unos pocos, lo critica
por ser reaccionario y anti revolucionario. Abandona su proyecto de psicología porque sostiene
que antes de hacer una nueva psicología hay que luchar contra el avance del nazismo y militar
el marxismo. En 1939 escribe “el fin de la psicología concreta” donde hay un apartado llamado
“el fin del psicoanálisis” donde no lo critica conceptualmente, sino que hace una critica política.
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vértices, por un lado el retorno a Freud, por otro lado avanza con algunas de las tesis
lacanianas del momento (como el uso de las nociones de metáfora y metonimia) y en tercer
lugar incluye una crítica al núcleo de la propuesta de Lacan, no acuerda totalmente con la idea
del inconsciente estructurado como un lenguaje, plantea que más que ser el lenguaje condición
del inconsciente, sería el inconsciente condición del lenguaje.
Politzer, nacido en Hungría en 1903, en 1919 se tiene que exiliar porque su familia
participa en una insurrección comunista, antes de instalarse en Francia en 1921, pasará dos
años en Viena mientras estudia filosofía y asiste a seminarios de la sociedad psicoanalítica
conociendo personalmente a Freud y Ferenczi. Politzer se proponía hacer una crítica radical de
los fundamentos de la psicología de entonces y con ese fin analizó críticamente al
psicoanálisis, al conductismo y a la Gestalt, análisis del cual iba a surgir lo que daba nombre a
su proyecto: su psicología concreta. Esas tres grandes corrientes eran las únicas que
parcialmente podían salvarse de la demolición, a condición de seguir los principios de la lectura
que el autor realizaba para rescatarlas de los vicios propios de la visión tradicional de ciencia
de la época: la abstracción y el realismo. Toda la producción conceptual en la psicología
tradicional era para Politzer del orden de lo abstracto y lo concreto apuntaba a un intento de
conceptualización que fuera por la vía del carácter humano y singular de las vivencias de cada
sujeto, allí entraba en juego una de sus nociones clave: el drama. La psicología concreta,
como psicología de la primera persona, solo puede estudiar el acto del individuo concreto, la
vida singular del individuo deseante en su devenir histórico. La vida propiamente humana, la
vida en el sentido dramático del yo.
Para su proyecto de psicología concreta, acorde a esta noción de drama, el concepto de
identificación y de Complejo de Edipo del psicoanálisis le venían muy bien, pero el modelo
tópico del capítulo séptimo de la interpretación de los sueños y el concepto de inconsciente
eran para Politzer producciones de carácter abstracto en las cuales Freud no podía librarse de
las aporías de la psicología tradicional.
Coinciden los historiadores en que es a través de Politzer que empieza a entrar el
psicoanálisis en ciertos intelectuales franceses vinculados a la disciplina filosófica. Dirá
Althusser posteriormente que fue a partir del filósofo franco-húngaro que tanto Merleau Ponty
como Sartre se interesaron en el psicoanálisis.
Politzer centraba su análisis en el par contenido latente - contenido manifiesto del
sueño, para establecer la tesis de la inmanencia del sentido. El sueño tiene un solo
contenido y es el relato que el sujeto hace de él. Para Politzer la significación latente está
presente en el relato del paciente del mismo modo que están presentes las reglas del juego en
la conciencia del jugador durante un partido de tenis. El sentido no está en otra parte, en otras
representaciones con otra localización tópica.
Años más tarde Politzer experimenta una crisis: siente que ocupándose tanto de la
cuestión de la psicología se aleja de los problemas sociales, económicos y políticos que
consideraba cada vez más urgentes a consecuencias del avance de Hitler y del nazismo. Lo
resuelve ingresando en el partido comunista francés, afianzando una militancia y sigue con su
producción intelectual vinculada a una formación marxista. En ese marco es que escribe “el fin
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de la psicología concreta”, que incluye una crítica ya no conceptual sino política al
psicoanálisis, donde lo asocia a la burguesía y a la derecha, se integra a la lucha armada e
intelectual de la resistencia francesa cuando los alemanes invaden Francia y funda dos revistas
clandestinas. En 1942 una patrulla alemana lo captura y es fusilado, quedando trunco todo el
viejo proyecto de refundación de la psicología.
En un coloquio de Bonneval anterior (el de 1947) Lacan inicia una disertación
homenajeando a Politzer, habla de una pérdida lamentable y de todo lo que perdieron los que
lo leían. En el coloquio de Bonneval de 1960 su discípulo y paciente Laplanche presenta una
ponencia que también empieza con un homenaje a Politzer antes de iniciar la defensa del
inconsciente freudiano. Laplanche inicia el examen de la crítica de Politzer a Freud, dos
problemas se desprenden de ella:
- ¿qué consecuencias implicaría esclarecer la realidad del inconsciente por la realidad del
lenguaje?
- ¿el campo del inconsciente es asimilable al campo del sentido, es decir, es viable la tesis de
la inmanencia del sentido de Politzer o debe ser reubicado el realismo del inconsciente en
términos de la primera tópica freudiana pensando los sistemas contrapuestos delimitados por
la represión originaria?
Por realismo del inconsciente Laplanche entiende una realidad escindida
completamente del campo de la conciencia y retorna a Freud recuperando la idea de la
represión originaria, la división entre sistemas. El inconsciente es una realidad otra y antes que
estar estructurado como un lenguaje, es condición del lenguaje, lo atraviesa y se hace presente
en él disruptivamente. Constituye el primer esbozo de una tesis que será objeto de recepción en
Argentina por Silvia Bleichmar, quien va a proponer a la represión originaria como real y no va
como mítica.
Cuando se publica el coloquio han transcurrido 6 años desde Bonneval, y en el interín
muchos acontecimientos tienen lugar, Laplanche da por terminado su análisis con Lacan en
1963, poco antes de excomunión que lleva a la fundación de la escuela freudiana de Paris. El
debate que se inicia en Bonneval estalla en diferido a partir de la publicación. A partir de allí
tanto Laplanche como Lacan tomaron vías diversas en el desarrollo de sus respectivos modelos
teóricos cuyas consecuencias se reflejarían mas tarde en nuestro país. El punto de bifurcación
es nada menos que el concepto de inconsciente.
Es importante resaltar en este sentido la impronta que estableció la obra de Politzer, cuya
función fue del orden de lo originario en el sentido de dar origen a hipótesis centrales tanto de
Laplache como de Lacan. Ambos forjaron sus tesis sobre el inconsciente como el rumbo
siguiente de sus investigaciones a partir de una exigencia de trabajo: dar respuesta a aquella
critica de los fundamentos.
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En esta entrevista Jacques Lacan explicita qué surco ha sido abierto por Freud y a qué
exigencias debe responder la formación de los analistas para recuperar el retraso que su
disciplina tiene en relación con los avances de su fundador. Jacques Lacan no cesará de
trabajar en retomar este proyecto freudiano asegurando así las bases de la reconquista del
campo freudiano y el porvenir del nuevo racionalismo qué el implica.
EL OTRO SUJETO.
- HAY AQUÍ UNA ESPECIE DE TERRORISMO, UNO SE SIENTE VIOLENTAMENTE ARRANCADO
DE SÍ MISMO…
El psicoanálisis le anuncia que usted no es más el centro de usted mismo ya que había
allí otro sujeto el inconsciente. Es una novedad que no ha sido de entrada bien aceptada, ese
supuesto irracionalismo del cual se ha pretendido disfrazar a Freud, pero es exactamente lo
contrario, no solamente Freud racionalizó lo que hasta entonces había resistido a la
racionalización, sino que mostró en acción una razón razonante, como tal quiero decir, el acto
de razonar y de funcionar el campo de la pasión.
ARTICULADO Y DESCIFRABLE.
- PERO FREUD HA DESCUBIERTO, A LA MANERA EN QUE SE DESCUBRE UN
CONTINENTE DESCONOCIDO, UN NUEVO DOMINIO DEL PSIQUISMO, QUE SE LLAMA
“INCONSCIENTE”, ¿NO ES CIERTO?
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Los fenómenos con los que nos vemos en el análisis son de ese orden, son un orden
lenguajero. El psicoanalista no es un explorador de continentes desconocidos o de grandes
fondos, es un lingüista ya que aprende a descifrar la escritura que está allí bajo sus ojos
ofrecida a la mirada de todos pero que pertenece indescifrable mientras que de ella no se
conocen las leyes la clave.
Hay que tomar literalmente eso que en el análisis del psiquismo hay que descifrar, está
todo el tiempo allí presente desde el comienzo, usted habla de la represión olvidando, una cosa
es que para Freud la represión era inseparable de un fenómeno llamado el retorno de lo
reprimido. Allí donde eso ha sido reprimido, algo continúa funcionando, algo continúa hablando
gracias a lo cual el resto puede centrarse, el lugar de la represión y de la enfermedad está ahí.
Esta noción es difícil de comprender porque cuando se habla de represión se imagina
inmediatamente una presión vesical por ejemplo es decir una masa vaga indefinible que apoya
todo su peso contra una puerta que rehúsa abrirse. Pero en psicoanálisis la represión no es la
represión de una cosa es la represión de una verdad. ¿Qué es lo que pasa cuando se quiere
reprimir una verdad? Toda la historia de la tiranía está para daros la respuesta: ella se expresa
en otra parte en otro registro el lenguaje cifrado clandestino.
Eso es lo que no se produce con la conciencia, la verdad persistirá, pero traspuesta a
otro lenguaje, en lenguaje neurótico. Ya no se es más capaz de decir en ese momento cuál es
el sujeto que habla, sino que eso habla, que eso continúa hablando y lo que pasa es
descifrable enteramente a la manera en que es descifrable una escritura perdida es decir no sin
dificultad.
El sujeto que ha reprimido la verdad no gobierna más él no está más en el centro de su
discurso: las cosas continúan funcionando solas y el discurso continúa articulándose, pero más
allá del sujeto y este lugar, este más allá del sujeto es estrictamente lo que se llama
inconsciente. Lo que se ha perdido no es la verdad, es la clave del nuevo lenguaje en el cual
ella se expresa en lo sucesivo. Es allí donde interviene el psicoanálisis.
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Yo conocí personas que tenían funciones importantes, responsabilidades tan vastas y
extensas como usted pueda suponerlo y que las asumían ampliamente pero que no menos
eran de la mañana a la noche presa de sus obsesiones.
Así estaba el hombre de las ratas enloquecido atrapado en un retoño de síntomas que
lo lleva a consultar a Freud desde los alrededores de Viena donde participaba en maniobras
como oficial de reserva y pedirle su consejo en una historia inverosímil de reembolso al correo
del envío de un par de anteojos a propósito de la cual se pierde hasta no poder decir más. Si se
sigue literalmente hasta sus dudas el escenario instituido por el síntoma en cuatro personas se
reencuentra rasgo por rasgo traspuestos en un vasto simulacro sin que el sujeto lo suponga las
historias que han conducido hasta el matrimonio del cual el sujeto es el fruto.
Los fenómenos de los que se trata en el análisis y a nivel propio de los instintos son los
efectos de los registros de un lenguaje el reconocimiento hablado de elementos mayores de la
historia del sujeto historia que ha sido cortada interrumpida que ha caído en los fondos del
discurso.
En cuanto a los efectos que deben definirse como perteneciendo al análisis los efectos
analíticos como se dice efectos mecánicos o efectos eléctricos los efectos analíticos son
efectos del orden de ese retorno del discurso reprimido. Y no puedo decirlo que en el momento
en que ha puesto usted al sujeto sobre un diván y aún si usted le ha explicado la regla analítica
de la manera más sumaria el sujeto ya está introducido en la dimensión de buscar su verdad.
Si el sólo hecho de tener que hablar como él se encuentra constreñido a hacerlo frente a
otro el silencio de otro un silencio que no está hecho ni de aprobación ni de desaprobación sino
de atención lo siente como una espera y que esta espera es la espera de la verdad.
Y también él se siente allí empujado por el prejuicio del que hablábamos hace un
momento por creer que el otro el experto el psicoanalista sabe sobre usted mismo lo que usted
mismo no sabe la presencia de la verdad se encuentra fortificada ella está ahí en estado de
implícita.
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El enfermo sufre pero él se da cuenta de que la vía hacia la cual volverse en fin para
superar apaciguar sus dificultades es del orden de la verdad saber de eso más y saber mejor.
INVERSIÓN INQUIETANTE
- PUEDE PERO EL PSICOANÁLIS ¿ESTA SUFICIENTEMENTE BIEN VISTO? EN LOS MEDIOS
RELIGIOSOS SE HARÍA DE ÉL MAS BIEN UNA CIENCIA DEL DIABLO.
Yo creo que los tiempos han cambiado, sin duda después de que Freud hubo inventado
el psicoanálisis este permaneció durante mucho tiempo como una ciencia escandalosa y
subversiva, no se trataba de saber si se creía en ella o no se la combatía violentamente con el
pretexto de que las personas psicoanalizadas se desenfrenarían se abandonarían a todos sus
deseos se entregarían a cualquier cosa.
Hoy en día admitido o no en tanto que ciencia, el psicoanálisis entró en nuestras
costumbres y las posiciones se han invertido es cuando alguien no se conduce normalmente
cuando actúa de una manera juzgada escandalosa por su medio que se habla de enviarlo al
psicoanálisis
Todo esto entra en lo que yo llamaré no con el término demasiado técnico de resistencia
al análisis sino objeción masiva.
El temor de perder su originalidad de ser reducido al nivel común no es menos frecuente
hace falta decir que sobre esta noción de adaptación se ha producido en estos últimos tiempos
una doctrina cuya naturaleza engendra confusión y a partir de allí inquietud. Se ha escrito que
el análisis tiene como finalidad adaptar al sujeto de ningún modo al medio exterior digamos a
su vida o a sus verdaderas necesidades eso significa claramente que la sanción de un análisis
sería que uno se ha vuelto padre perfecto esposo modelo ciudadano ideal en fin que uno es
alguien que no discute más nada lo que es totalmente falso tan falso como el primer prejuicio
que veía en el psicoanálisis un medio de liberarse de toda sujeción.
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UNIDAD 4
Geissmann, Claudine, & Geissmann, Pierre (2002). Historia del psicoanálisis infantil. (Cap. 2:
Ayer. Dos escuelas. Tres ciudades. Viena, Berlín, Londres. 1920-1945). Madrid, Síntesis.
Winnicott, Donald. (1987). El gesto espontáneo (cartas escogidas compiladas por Robert Rodman).
Buenos Aires: Paidós. [Fragmentos seleccionados: carta a Melanie Klein del 17/11/52; carta a Anna
Freud y Melanie Klein del 3/06/54; carta a Jacques Lacan del 11/02/60].
Hale, Nathan (1978). De Berggasse 19 al Central Park West: la americanización del
psicoanálisis.1919-1940. Journal of the History of the Behavioral Sciences.
Steiner, Riccardo (2003). De Viena a Londres y Nueva York. Emigración de psicoanalistas durante
el nazismo. Buenos Aires: Nueva Visión. [Caps 1 y 2].
Rose, Nikolas (1990). Governing the soul: the Shaping of the Private Self. Londres & N.Y.
Routledge. Cap. 4: Los grupos en la guerra.
Plotkin, Mariano (2003). Freud en las pampas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. [Cap. 2: La
fundación de la APA y el desarrollo del movimiento psicoanalítico argentino].
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ANNA FREUD
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jugando a las asociaciones libres de los adultos. Anna apela aquí a la situación de
transferencia que es la única que autoriza a dar un significado simbólico a los actos, que
sin ella carecerían de importancia. Anna sostiene que en el niño no se opera una
verdadera neurosis de transferencia. Afirmó, además, que era necesario que el analista
infantil fuera además pedagogo. No obstante, la teoría de Anna iría evolucionando. Pero,
de forma general, puede decirse que se interesó más por las desviaciones respecto de lo
formal, que por las patologías graves.
La escuela vienesa en torno a Anna Freud, eran en su mayoría amigos de la
infancia, judíos, casi todos militantes de izquierda. Dan conferencias de educación y crean
instituciones de reeducación. Son pioneros que, muchas veces, se analizan o controlan
entre sí y le reconocen a Anna Freud su valor, no sólo como heredera.
MELANIE KLEIN
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El juego libre es para Melanie Klein lo mismo que el sueño era para Freud, la vía
regia de acceso al inconsciente. Cumple las mismas funciones que la asociación libre del
adulto. De este modo, se interesa por la inhibición del juego en el niño y sólo la
interpretación, como en la inhibición de asociar en el adulto, puede levantar la angustia
subyacente.
Por otra parte, considera, en oposición a Anna, que el sentimiento de conocer a
alguien (el analista) que pueda aliviar su angustia, hace que el niño opere una
transferencia inmediata y muy fuerte sobre el analista. Además, sostiene que una
verdadera situación analítica solo puede realizarse con medios analíticos, y los métodos
educativos no tiene cabida en ello, lo único que hacen es perturbar el proceso analítico.
Refuta también la hipótesis de Anna del peligro ligado a la liberación de las pulsiones del
niño en ausencia del superyó, pues postula la existencia de un superyó precoz en el niño.
LAS CONTROVERSIAS
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Las controversias terminaron en 1944, cuando fue elegido un nuevo presidente de la
IPA y un nuevo comité de formación en el cual no figuraban los annafreudianos. Esto no
satisfizo a la mayoría de los psicoanalistas; así, en 1945, se restableció el diálogo con
Anna Freud para que ella y su grupo retomen la actividad de formadores en el Instituto.
En 1946, la organización oficializó la existencia en el seno de la Sociedad de tres
grupos distintos: el annafreudiano, el kleiniano y el grupo intermedio, Middle Group o
grupo de los independientes. Para la formación de analistas se instituyeron dos corrientes:
la A, que agrupaba a los kleinianos y el Middle Group, y la B, constituida por los
annafreudianos.
Por fatiga, decepción y algunos rencores, Anna Freud quiso abandonar la Sociedad
británica, sin llegar a hacerlo por varias razones: estaba muy agradecida a los ingleses por
haberla acogido a ella y a su padre, su condición de analista profana dificultaba su
reconocimiento, especialmente ante las sociedades americanas. Su posición frente a la
Sociedad británica fue la de aceptar un compromiso, sin embargo, siempre mantuvo
reservas a participar en sus diferentes instancias.
Anna terminó orientándose hacia una profundización en sus investigaciones en
Hampstead Clinic, que ella creó en 1948, y hacia una difusión de sus ideas en EEUU, país
que en cierta manera se convirtió en su “coto privado”, gracias al apoyo material y moral
de sus amigos de la escuela vienesa que habían emigrado a este continente.
Melanie Klein consideró que las consecuencias de las Controversias fueron más
positivas que negativas. Se hizo con un grupo de colegas y alumnos incondicionales. Ya
no tuvo que seguir justificando su teorización y pudo dedicarse a desarrollar su obra.
Winnicot escribe esta carta a Melanie Klein para demostrarle que tiene dificultad para
redactar un capitulo para su libro. Y lo escribe así:
Quiero decirle cuan molesto resulta en mí que cuando algo se desarrolla en mi por mi
crecimiento y mi experiencia analítica deseo expresarlo en mi propio lenguaje. Uno de nuestros
objetivos es encontrar un lenguaje común, sin embargo, este lenguaje debe mantenerse vivo,
ya que no hay nada peor que un lenguaje muerto.
En primer lugar, no hay muchas personas creativas en la Sociedad con ideas personales
y originales. En segundo lugar, pienso que, en correspondencia con mi deseo de decir cosas a
mi modo, hay algo de parte suya, la necesidad de que todo sea formulado en sus propios
términos. Lo que yo quería es que hubiera algún movimiento de su parte en dirección al gesto
que hago en este artículo. Es un gesto creativo y no puedo establecer ninguna relación a través
de este gesto si no hay alguien que salga al encuentro.
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Pienso que la obra suya sea re-enunciada por personas que hagan descubrimientos a su
manera y que presenten lo que descubren en su propio lenguaje, así se mantendrá vivo el
lenguaje. Si usted estipula que su lenguaje debe ser usado para la enunciación de los
descubrimientos de otra gente, el lenguaje se convertirá en lenguaje muerto, como ya se
convirtió en la Sociedad.
Lo que me preocupa es algo que considero más importante que este artículo mío. Me
preocupa este modo de presentación que podría llamarse kleniana y que a mi juicio es el
verdadero peligro para la difusión de su obra. Sus ideas solo perduraran en tanto y en cuanto
sean redescubiertas y reformuladas por personas originales dentro y fuera del movimiento
psicoanalítico. Es necesario que tenga un grupo en el que pueda sentirse como en su casa. El
peligro es que el circulo se desarrolle hasta convertirse en un sistema basado en la defensa de
la posición ganada por el autor original, en este caso usted. Freud vio el peligro de esto. Usted
es la única capaz de destruir este lenguaje y todo esto con un propósito constructivo. Si no lo
destruye, este fenómeno será atacado en forma destructiva.
El hecho de que toda comprensión ulterior como la que usted ha aportado con su obra
no lleva a ningún estrechamiento del campo de la investigación. Su obra nos ha hecho saber
que las psicosis serán un día comprendidas en términos psicológicos. No es ninguna deshonra
que el psicoanálisis, incluso representado por usted misma sea capaz de formular una
enunciación clara acerca del motivo por el cual el niño moja la cama; que la psicología de la
delincuencia no haya sido abordada por la Sociedad, pues sus claves principales faltan, y que
usted escoja a los pacientes con propósitos de enseñanza y también para la labor terapéutica.
Hay un punto más y creo que usted esta tan bien rodeada por los que aprecian y valoran
su obra y tratan de llevarla a la práctica que corre el riesgo de perder el contacto con otros que,
aunque hacen un buen trabajo no están bajo su influencia. Pienso que algunos de los pacientes
que acuden a los entusiasmos kleinianos para ser analizados no se los permite crecer o crear
en el análisis. Lo que usted no aborda es una oposición al Kleinismo, tengo que admitir que
existe como algo que constituye una barrera para el desarrollo del pensamiento científico en la
Sociedad.
Les escribo porque estoy preocupado, quiero llamar la atención hacia el efecto de los
grupos oficiales. Estoy pensando en la salud de la Sociedad Psicoanalitica británica y tratando
de mirar al futuro.
Mi sugerencia es que sostener que no es solo verdad los grupos A y B eran esenciales 10
años atrás y que la adopción de estos grupos salvo a la Sociedad de la escisión, sino también
que en la actualidad ha cesado la razón de este ordenamiento, es decir que no hay peligro que
sean expulsados los seguidores de A. Freud. Tampoco es cierto que uno u otro grupo tengan
probabilidades de irse; la Sociedad se ha avenido al hecho de que existen discrepancias
científicas que se aclaran con el tiempo y que también aparecen discrepancias nuevas.
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Quiero hacer aquí un comentario, que existen una leve diferencia en la formación de los
grupos. En el caso de los colegas y amigos de la señora Klein ya sea por azar o por otra causa,
la inclusión en el grupo depende del hecho de haberse analizado con ella. La única excepción
es la señora Riviere. En el caso de los seguidores de la señora Anna Freud se vincula con el
tipo de educación, fija límites menos rígidos. Menciono esta diferencia entre los dos grupos
porque produce sus propias complicaciones y contribuye a la falsa visión que tiene el recién
llegado al psicoanálisis cuando se entera que hay dos grupos. Considero de importancia vital
para el futuro de la Sociedad que ustedes disuelvan los grupos. Nadie puede hacerlo salvo
ustedes.
Queda en pie la cuestión de que la Sociedad solo tiene sentido en la actualidad si sirve
de base para una Sociedad Científica en desarrollo que continuara sirviendo a la causa de la
ciencia y el estudio de la naturaleza humana.
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La clave del impacto freudiano reside en que se dirige a médicos y legos. La
medicina, como representante de la ciencia, jugó el papel decisivo y el estatus del
psicoanálisis como ciencia ha dependido de su aceptación por la medicina clásica.
El psicoanálisis fue aceptado más fácilmente por los médicos de Estados Unidos que
en Europa, debido al estado de fluidez de las instituciones médicas americanas y a otros
factores culturales intervinientes en el momento. En los años de formación de la década
del ’20, el psicoanálisis europeo había consolidado una orientación humanista y de servicio
social, sin embargo, este carácter quedó suprimido con la transformación del psicoanálisis
en una especialidad médica de élite. Al volverse parte de la medicina establecida, el PSA
americano formó instituciones más rígidas y estrechas y creó una teoría que acentuaba el
papel de la adaptación y reducía la insistencia freudiana sobre la agresividad y la
sexualidad. Este desarrollo volvió al psicoanálisis particularmente vulnerable a los cambios
en los intereses médicos y en los estilos culturales.
En los primeros años del psicoanálisis, la medicina europea estaba ya sólidamente
organizada, dividida en especialidades y con patrones de investigación asentados, estaba
ligada a las universidades y controlada por el Estado, por estas razones permanecía
menos abierta a las ideas nuevas.
El psicoanálisis emerge en Europa como una psicología médica a partir de la
práctica privada de Freud en el tratamiento de las perturbaciones nerviosas, no surge de la
investigación universitaria oficial y continúa su desarrollo por fuera de la medicina
establecida. Muchos de los primeros psicoanalistas eran legos provenientes de otras
disciplinas.
Después de la primera guerra mundial, escritores europeos y americanos, y otros
intelectuales contribuyeron a popularizar el psicoanálisis. Apelar a legos y médicos se
volvió una fuente de conflictos, para algunos legos, los médicos apuntaban a otorgar
respetabilidad a las ideas más audaces de Freud y para ello buscaban monopolizar la
práctica del psicoanálisis. Por su parte, el entusiasmo de los legos era, para el analista
médico, comprometedor y competitivo. Otros legos sin formación ocasionalmente se
proclamaban a sí mismos psicoanalistas. En la mayor parte de los países no se reconocía
al psicoanálisis como una profesión que requiriera licencia, en parte por las disputas entre
escuelas psicoanalíticas y en parte por la existencia de analistas legos.
La psiquiatría europea, desde entonces, continuó instalada en un molde somatista y
hereditario, tanto en la investigación como en el tratamiento, la actitud dominante de los
europeos siguió inclinándose por la fijeza de los rasgos humanos y no por su maleabilidad
psicológica. Por otra parte, existían tendencias hostiles al psicoanálisis, en Alemania y
Austria, los fenomenólogos que seguían a Jaspers, tendían a considerar al psicoanálisis
freudiano como metodológicamente ingenuo y positivista. Además, había psicoterapias
sistemáticas y elaboradas, como la de Janet, que entraban en competencia con el
psicoanálisis.
Tal vez, de no ser por Hitler, el psicoanálisis pudo ocupar en Austria y Alemania una
posición semejante a la alcanzó en Inglaterra. A pesar de estos factores, hubo a partir de
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los años ‘30 una asimilación considerable e indiscriminada del psicoanálisis en la medicina
y la psiquiatría europeas. El interés que creció entre psiquiatras y psicoterapeutas fue
marcadamente ecléctico, incorporaban lo que querían de Freud, sin considerar al
psicoanálisis como una trama única de teoría y práctica.
Los seguidores de Freud desarrollaron su propio sistema privado de prácticas y
derivaciones, en Europa, en los márgenes de la medicina establecida y de los círculos
universitarios y, en los años ‘20, sus propios institutos privados de formación. Pero el
patrón de una actividad privada y voluntaria era más compatible con la medicina
norteamericana que con la europea, por cuanto ésta última se socializaba crecientemente.
Los institutos europeos establecieron las bases para la instauración del psicoanálisis como
profesión, con controles sobre el ingreso, la calificación y la certificación de los miembros.
Pero desde 1920 en adelante, los comités de los institutos controlaron la formación; los
lazos emocionales fueron modelados en la relación con los analistas didactas que se
convirtieron en la nueva elite del movimiento.
La función primaria del instituto fue la formación y no la investigación; cada uno de
ellos constituyó una asociación voluntaria de practicantes y candidatos. En los ’20, los
institutos estaban inclinados a un liberalismo de centroizquierda y los primeros analistas
europeos eran socialistas. Así los europeos podían proclamar con orgullo que estaban
cumpliendo el ideal freudiano de extender a los pobres los beneficios del psicoanálisis.
Pero en los ’30, el psicoanálisis no era todavía una especialidad de elevado prestigio,
reconocida por la medicina establecida. En este periodo europeo, el psicoanálisis tendía
hacia el exclusivismo, en parte debido a su separación respecto de la medicina oficial y en
parte por la ortodoxia impulsada por los nuevos institutos.
Además de proveer un dispositivo institucional más favorable, Estados Unidos se
hallaba en una situación única para operar sobre la doble apelación del psicoanálisis a
médicos y legos. Esa interacción entre cultura científica y cultura popular era un rasgo
creciente de la vida americana, lo cual aseguró que una innovación médica, en particular si
involucraba al psicoanálisis, recibiera rápida y amplia publicidad. La medicina
norteamericana fue más receptiva al psicoanálisis porque era relativamente abierta; sus
patrones de investigación y sus lazos con las universidades y con el gobierno se estaban
fijando.
Durante esos años, Europa permaneció social y económicamente inestable, con su
burguesía y valores amenazados y su medicina crecientemente socializada. Mientras
tanto, en Estados Unidos la medicina organizada se volvía cada vez más próspera,
poderosa y conservadora. Norteamérica convirtió al psicoanálisis en una especialidad bien
paga y próspera.
Los médicos americanos rehicieron desde el capullo la profesión psicoanalítica. La
volvieron exclusivamente médica y psiquiátrica en los ‘20, para luego, en los ‘30,
transformarla en una especialidad de élite, con una nueva teoría adaptada al medio
norteamericano y con institutos de formación rígidamente organizados. Casi todos los
primeros psicoanalistas americanos fueron médicos. Se orientaron a convertirlo en parte
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integral de la medicina y la psiquiatría establecidas y a monopolizar el tratamiento
psicológico de los desórdenes nerviosos y mentales. Cercado por la vigilancia de las
sociedades médicas, en los ‘20, los grupos psicoanalíticos impedían incluso la práctica de
legos que habían sido entrenados en los institutos europeos o por Freud mismo.
La práctica psiquiátrica moderna ha adquirido su forma, en parte, bajo la influencia
del psicoanálisis. Hacia el final de la segunda guerra mundial, el psicoanálisis dominaba el
abordaje psicológico, tanto de las psicosis como de las neurosis y, hacia los ‘50, los
términos psicoanálisis, psicoterapia y psiquiatría dinámica se habían vuelto casi
intercambiables. Hacia 1930 la psicoterapia psicoanalítica comenzó a ser vista como un
tratamiento promisorio en las psicosis y la formación psicoanalítica a ser considerada
como una disciplina importante.
Entre 1920 y 1940 se produjo el surgimiento de la moderna práctica de consultorio
en la psiquiatría. Cada vez más analistas cambiaron los bajos salarios del hospital público
por una práctica privada, urbana y lucrativa. Los psiquiatras se fueron apoderando del
dominio que los neurólogos se habían reservado para sí: el tratamiento privado de los
desórdenes nerviosos y mentales de los pacientes acomodados. Mientras que la
neurología se convirtió en una especialidad más somática, en la nueva psiquiatría de
consultorio el psicoanálisis proporcionaba un importante método terapéutico.
En 1930 no existía en EEUU ningún instituto y los aspirantes a analistas debían
buscar su formación sistemática en Europa. El monopolio freudiano del término,
consagrado médicamente en Inglaterra, nunca se estableció en EEUU.
El movimiento norteamericano fue alterado drásticamente por la nueva generación
psicoanalítica, una elite que se adueñó del poder en desmedro de sus mayores después
de una lucha encubierta en los ‘30, y que supervisaría la explosión profesional del
psicoanálisis en los años de posguerra. Y de ello derivaba que sólo podían ser verdaderos
psicoanalistas los que hubieran pasado por una formación similar. La joven elite americana
aceptó ese acento puesto en una formación exclusivamente médica y psiquiátrica, porque
no había legos entre ellos y, por otra parte, eran muy pocas influencias de las
humanidades o las ciencias sociales en comparación con Europa.
Los analistas europeos que llegaron a EEUU escapando del ascenso del fascismo,
reforzaron, y a la vez amenazaron, a esa nueva y cerrada élite americana. Los analistas
inmigrantes ayudaron a fundar institutos, actuaron como analistas didactas y compitieron
por pacientes. En cuanto a la recepción americana de los refugiados, fue generosa y a
veces ambivalente. Conjuntamente, los jóvenes norteamericanos y los analistas
inmigrantes hicieron más estrecho y rígido el sistema de los Institutos.
Norteamérica no sólo construyó Institutos más rígidos y sistematizados, sino que
completó la medicalización del psicoanálisis como profesión. Con la llegada de
prominentes analistas legos, la cuestión de la formación médica se agudizó nuevamente.
Durante muchos años la formación dada por los Institutos fue más estrecha que en Europa
y la amplia cultura humanística de los Institutos de Berlín y Viena no sobrevivió en el
ambiente médico americano. Algunos legos elegidos pudieron recibir formación, pero
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oficialmente sólo podían practicar el análisis con propósitos de investigación; fueron
establecidas unas pocas excepciones para algunos prominentes analistas legos que
habían sido formados antes que entraran en vigencia las nuevas reglas.
Esa estrecha perspectiva americana alentó una ortodoxia igualmente estrecha,
reforzada por las nuevas elites de los Institutos; de ello resultó la exclusión del disenso.
Esta tendencia continuó hasta fines de los ‘60. En ese ambiente próspero, no hubo lugar
para que echara raíces la misión de asistencia social a las masas. Después de la segunda
guerra mundial se abrieron más clínicas con el fin primario de proveer casos adecuados
para el entrenamiento más que para promover al psicoanálisis hacia un público amplio. Es
evidente el contraste con los Institutos de Viena y Berlín en los ‘20.
En los años en que el psicoanálisis fue adquiriendo una influencia sin precedentes
disminuyó el papel de los Institutos. Desde 1910 el nivel de divulgación en los EEUU
sobrepasó cualquier comparación con Europa, donde la divulgación se había orientado
hacia un público con educación superior (artistas, escritores y profesionales). En
Norteamérica, en cambio, el psicoanálisis venía apareciendo, desde 1910, en revistas de
circulación masiva y de cultura media. La divulgación continuó en los ‘30 y hacia el final de
los ‘40 y los ‘50 el psicoanálisis alcanzó, por primera vez, revistas populares masivas. La
divulgación se correspondía con la creciente absorción del psicoanálisis en universidades
y escuelas médicas, y en disciplinas académicas y profesionales: antropología, sociología,
servicio social y criminología.
El estatus ascendente de la ciencia freudiana quedó marcado por la tendencia
dominante, orientada a hacer del psicoanálisis una “psicología del yo”. Esta tendencia
representaba el intento de enfrentar las limitaciones de la teoría psicoanalítica, que
derivaban de sus fundamentos en la psicopatología, en la medida en que se enfrentaron a
problemas más amplios de educación, de higiene mental y a la "personalidad total". La
creación de una piscología del yo generalizada representó un deslizamiento desde un
énfasis reduccionista sobre los instintos y el inconsciente hacia una focalización en las
instancias internas de control, y, más adelante, en las funciones de la personalidad no
neurótica. De modo que lo que se proponía ser una exposición de la árida teoría freudiana
se convierte en un ejercicio de fortalecimiento, de optimismo y ambientalismo, de fe en la
educación, y, sobre todo, en el control de la ciencia.
En su emigración desde Viena, Berlín y Londres a América cambiaron dos conceptos
centrales de la teoría psicoanalítica: la agresividad y el yo. Los psicólogos del yo
produjeron un aplanamiento sutil y elaborado de la teoría freudiana de la agresividad. La
agresión fue reinterpretada como una fuerza importante en el dominio de la realidad. La
agresividad podía ser neutralizada, desplazada, o sublimada en el trabajo útil. La sociedad
americana, tradicionalmente, había reprobado la competencia agresiva, pero hacia fines
de los ‘30 la agresión poseía otro uso social: la resistencia a Adolf Hitler.
Los efectos de este matrimonio de la psicología académica con el psicoanálisis
marcaron los énfasis con que los psicoanalistas americanos tomaron, desde el principio,
las teorías de Freud. Inspirados por los efectos de divulgación del darwinismo, acentuaron
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la "adaptación" mucho más que Freud. El psicoanálisis europeo y el americano, sin
embargo, convergían en direcciones teóricas similares.
Luego de la segunda guerra mundial ocurrió un crecimiento similar en Europa y, con
él, por primera vez el psicoanálisis se puso de moda, por ejemplo, en Francia y en Italia.
En la segunda fase del psicoanálisis, de mayor difusión y profesionalización, se produce
un desplazamiento desde el acento inicial puesto en lo inconsciente hacia el abandono de
la permisividad y un mayor énfasis en el control. Hubo, sin embargo, diferencias entre
europeos y americanos en las respectivas interpretaciones de ese proceso. Los analistas
europeos, comenzando por Freud, mantuvieron, en general, una posición más rebelde.
La americanización del psicoanálisis, particularmente sus lazos estrechos con el
establishment médico, lo volvieron muy vulnerable a los cambios normativos y
metodológicos, tanto en el nivel profesional como de divulgación. Esos cambios habían
producido una crisis en la psiquiatría y particularmente en el psicoanálisis.
CAPÍTULO 2.
LA OLEADA EMIGRATORIA INICIAL (1933-1935) Y LOS PRIMEROS “SORGENKINDER”.
INCERTIDUMBRE Y CONFUSIÓN EN EUROPA Y LOS ESTADOS UNIDOS.
Anna Freud hablará de “una nueva clase de diáspora”, palabra que alude a la
dispersión de los judíos por el mundo luego de la destrucción del Templo de Jerusalén.
Esta primera y temprana oleada de inmigrantes estaba compuesta principalmente por
analistas berlineses. Entre los analistas inmigrantes en Gran Bretaña, la más famosa era
Melanie Klein, que había llegado a Londres procedente de Berlín a mediados de la década
del ‘30.
En Estados Unidos, estos inmigrantes comenzaron a asumir un rol muy destacado
en el psicoanálisis norteamericano e influyeron en la creación de problemas, tensiones y
conflictos de poder en un nivel local que provocaron el desencadenamiento de las
hostilidades entre ellos y los miembros autóctonos de las varias asociaciones e
instituciones psicoanalíticas locales.
Esta primera oleada emigratoria comenzó a advertirse en marzo y abril de 1933. En
una carta de ese año, Anna los califica de “Sorgenkinder”, es decir, “niños con necesidad
de cuidado y causantes de preocupaciones”. Se refería a los psicoanalistas adultos que, al
encontrarse en situaciones muy precarias, se veían obligados a volver a una situación de
dependencia de Anna, Jones y los norteamericanos. En otra carta de 1933, Anna le cuenta
a Jones sobre las dificultades de quienes habían tratado de emigrar a Francia: “Me
informan desde Paris que muy pronto se sancionará una ley contra toda inmigración.” No
obstante, algunos meses después, tanto en París como en muchos otros lugares, las
cosas no pintaban bien para los refugiados. Londres parecía haber aceptado de inmediato
a alguno de los refugiados alemanes. Este tipo de problemas se unía con las dificultades
para conseguir permisos de salida; además, de que muchos de ellos desconocían el
idioma inglés.
Ya en abril de 1933, Ferenczi intentaba alertar a Freud y su familia a marcharse a
Gran Bretaña, pero pasarían otros 5 años antes de que aquél se decidiera a dejar su
“prisión”. La postura de Freud en esas circunstancias, muestran cierto grado de
escepticismo. Freud expresaba su satisfacción debido a que las cartas remitidas a
Inglaterra, a diferencia de las enviadas a Alemania, no estaban expuestas al riesgo de ser
abiertas. Agrega: “Pese a todas las noticias de los diarios sobre turbas, manifestaciones,
etc., Viena está en calma y la vida sigue sin perturbaciones. Podemos tener la certeza de
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que el movimiento de Hitler se extenderá a Austria y en rigor ya está aquí, pero es muy
improbable que represente un peligro similar al de Alemania […] porque los términos de
nuestro tratado de paz establecen de manera expresa los derechos de las minorías, cosa
que no sucedía con el Tratado de Versalles.”
Francia y sus aliados, a juicio de Freud, intervendrían si Alemania anexara Austria y
los judíos fueran despojados de sus derechos. “Además, los austríacos no son propensos
a la brutalidad alemana. De tal modo, eso nos tranquiliza sobre nuestra relativa seguridad.
Sea como fuere, estoy decidido a no moverme un centímetro.”
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Aberastury pertenecía a una familia de intelectuales de descendencia vasca. Uno de sus
hermanos había estudiaba medicina y no termino sus estudios, pero se interesó por el
psicoanálisis y publico diversos artículos sobre el tema en revistas de medicina. El ejemplo de
ese hermano muestra esa “zona gris” ocupada por la psicoterapia en los márgenes de la
profesión médica. Otro de sus hermanos era abogado y se interesó por el psicoanálisis y
comenzó a participar del grupo de Rascovsky.
En 1938 Garma emigro a Buenos Aires, era un psiquiatra que había completado su
formación psicoanalítica en Berlín. Luego en España trabajó como experto forense en el
tribunal de menores de Madrid. Cuando estalló la guerra Civil Española se mudó a Francia y
estableció relaciones con la comunidad psicoanalítica parisina. En parís conoció a Cárcamo, un
médico argentino que estaba realizando su formación psicoanalítica. Cuando llego a París ya
era reconocido por círculos psiquiátricos locales. Era la única persona que en Argentina había
completado los requisitos para la formación psicoanalítica establecidos por la IPA. Por lo tanto,
llego a Argentina portando credenciales psicoanalíticas indiscutibles. En 1939 Cárcamo se
instaló definitivamente en Argentina.
Desde su arribo tanto Garma como Cárcamo recibieron una cálida bienvenida de parte
de las figuras más destacadas de la psiquiatría argentina. Comenzaron a publicar en las
revistas de psiquiatría más importantes de Argentina. Participaban de congresos y daban
conferencias en distintas sociedades médicas y criminológicas. En 1941 la revista de
Psiquiatría incluyo al psicoanálisis como una nueva categoría en su sección de reseñas
bibliográficas. Garma se convirtió en una presencia relevante dentro de la revista Index en la
cual Riviere era uno de sus editores.
Rascovsky y Riviere se acercaron a Garma y Cárcamo. Estos dos ultimo eran los únicos
autorizados por la IPA para llevar a cabo el análisis didáctico.
Garma conoce en Buenos Aires a quien sería su segunda mujer Goode, perteneciente a
una familia británica. Se debe destacar que en la década de 1930 el idioma ingles había
desplazado al idioma alemán como lengua oficial del movimiento psicoanalítico internacional.
Goode pronto se convirtió en traductora y así conoció a Garma. Además, comenzó a colaborar
con Aberastury en la traducción de la obra de Klein. Ambas (Aberastury y Goode) fueron las
primeras psicoanalistas en el tratamiento con niños.
En 1940 se comenzó a discutir en el seno del grupo informal la posibilidad de formar una
asociación psicoanalítica afiliada a la IPA. La idea principal de estas reuniones era legitimar el
psicoanálisis a través de su transformación en una especialidad médica, fueron invitados
médicos que ejercían el psicoanálisis de manera informal (como Thenon y Bermann). El
proyecto fracasó en su primer intento. Aquellos médicos que habían practicado psicoanálisis
“silvestre” rehusaban someterse a los requerimientos de la IPA: el análisis didáctico,
extremadamente costoso en términos de dinero y tiempo.
Finalmente, en 1942 se creó la APA. Si bien los miembros fundadores tenían título
médico, la APA también aceptaba en sus orígenes miembros no médicos tales como las
esposas de los fundadores.
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Profesionalización en una sociedad polarizada
En la década del 20 la IPA había logrado imponer reglas estrictas para la formación de
psicoanalistas. La formación analítica era muy costosa en tiempo y dinero y rigurosa. Los
requisitos impuestos por la IPA para un tratamiento psicoanalítico incluían 300 horas de análisis
didáctico y aprobación de seminarios. Luego de esto se lograba ser miembro adherente de la
asociación y con el pasar de los años de práctica y trabajos teóricos pueda ser admitido como
miembro titular. El mayor cargo jerárquico consistía en ser elegido miembro didacta, es decir
aquel analista autorizado a formar a otros aspirantes psicoanalistas.
Las asociaciones psicoanalíticas cuentan con institutos de formación donde se dictan los
seminarios. Así las asociaciones psicoanalíticas no solo se convirtieron en organizaciones
profesionales sino también que monopolizaron la formación de los futuros analistas.
Dentro de cada asociación, los analistas didactas tienen un enorme poder, ya que al
mismo tiempo que administraban los análisis didácticos que exigía la asociación, eran los
maestros y los evaluadores de los candidatos. Cuando la asociación cuenta con pocos
miembros didactas estos poseen una fuente de poder provista por el mercado: la escasez. En
1961 solo existían 17 analistas didactas para atender a los 166 miembros de la APA. La
escasez además elevaba los precios, los honorarios eran muy altos y candidatos no podían
ejercer el psicoanálisis cuando se estaban formando. Garma propuso que los mismos pudieran
atender pacientes privados a tarifas no reguladas durante su formación.
A diferencia de otras profesiones, la práctica del psicoanálisis no estaba regulada
legalmente. Los títulos de las asociaciones no cuentan con un soporte legal. Algunos
países han limitado la práctica a los médicos y en ciertos casos a los psicólogos o trabajadores
sociales. Durante los primeros años de existencia de la APA la práctica de la psicoterapia no
estaba legislada en la Argentina. En 1954 el ministro de salud la reglamento limitándola a los
médicos.
En sus comienzos la APA también intento establecer vínculos con los médicos, a
diferencia de los Estados Unidos no iba a ser dentro de la profesión médica donde el
psicoanálisis argentino estaba destinado a florecer. Luego de la fundación de la APA, los
psicoanalistas en general se mantuvieron apartados del establishment de los médicos. Hasta la
década del 50 rara vez participaban en conferencias organizadas fuera del circuito
psicoanalítico y luego de la salida de la Revista de Psicoanálisis en 1943, en contadas
ocasiones aparecieron sus trabajos en publicaciones médicas. En 1944 la sección de
psicoanálisis de la Revista de Psiquiatría y criminología se redujo y desapareció. De la misma
manera desapareció el nombre de Garma de la revista Index. Dejaron de salir después del
primer gobierno de Perón.
Es evidente que las condiciones de formación y organización profesional de los analistas
contribuyeron a su aislamiento relativo durante los primeros años de existencia de la APA.
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UNIDAD 5
Capítulo 2
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En 1948, la decisión de hacer un congreso en Londres obedecía a un doble propósito:
por un lado, recuperar los lazos con colegas pertenecientes a naciones que habían sido
enemigas durante la guerra, y, por otro lado, incluir la cuestión de la salud mental en un
proyecto europeo de reparación y de edificación de la paz. En el curso del congreso se instituía
un cambio significativo en el vocabulario: el término “higiene mental” sería reemplazado por
el de “salud mental”. La reciente creación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la
definición ampliada de la salud, ofrecían el sustento para un cambio que ya se había producido
en algunos de los países participantes. La higiene arrastraba todavía sentidos asociados a la
tradición eugenésica, ahora relegada.
La psiquiatría y la psicología de guerra habían llevado a un creciente reconocimiento de
la importancia de los vínculos humanos y las condiciones grupales en el origen de los
trastornos subjetivos y en las acciones de prevención. En consecuencia, la medicina tendía a
perder su posición dominante.
La higiene mental y el psicoanálisis
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En lo que se refiere a la higiene mental, la implantación del psicoanálisis fue
determinante en la formación de una especialidad moderna, distanciada del modelo asilar y
centrada en la consulta ambulatoria. Va a nacer el psicoterapeuta como el especialista en
trastornos subjetivos y desajustes menores y una nueva figura del paciente, separado del
manicomio. Esta primera operación será necesaria para el giro reformador que desembocará
en el movimiento de salud mental.
En cuanto al impacto sobre la salud mental, la apropiación norteamericana del
freudismo imponía algunas novedades, se impregnaba de una visión optimista sobre el
tratamiento de los desórdenes mentales y neuróticos: admitía una extensión del método
psicoanalítico al ámbito de la psicosis y destacaba el factor ambiental. De esta manera, se
consumaba una transformación sin rupturas, el psicoanálisis proporcionaba la matriz de una
psicoterapia para pacientes ambulatorios y el modelo del entrenamiento correspondiente. El
marco de recepción postulaba el papel reactivo de los conflictos y reducía el peso de la
herencia y la constitución.
Lo que la nueva clínica proponía era crear un nuevo ambiente terapéutico, orientado
por un abordaje multidisciplinar en el que se incorporaba el psicoanálisis como un
componente básico. Allí nacieron algunos de los rasgos más permanentes de la renovación
psiquiátrica y la ampliación hacia el psicoanálisis y las ciencias sociales que van a fundar el
moderno dispositivo de la salud mental.
Psiquiatría y sociedad
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reorientación del diagnóstico hacia la sociedad traía aparejado un desplazamiento del foco del
tratamiento individual a una propuesta de gestión colectiva, por lo que el deslizamiento a la
política era inevitable.
En ese marco el énfasis se trasladaba de la dimensión de la “desadaptación” a las
condiciones y beneficios de lo que comenzaba a llamarse “seguridad social”. Las nociones que
en los años ‘20 definían a la salud mental en términos de adaptación ya no eran sostenibles. El
programa de la higiene mental se debía ampliar hacia propuestas de reorganización social,
hacia el sostén de esa seguridad que debía apuntalarse en el interior del sujeto y esa
perspectiva social reformista ya no era compatible con las consideraciones de la psiquiatría
clásica.
LONDRES 1948
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modelos de las ciencias sociales. Por otro lado, los trastornos en general confirmaban la tesis
del psicoanálisis sobre la importancia de los conflictos inconscientes implantados en la propia
historia personal.
William Menninger, proponía un balance de las enseñanzas de la psiquiatría de guerra y
tomar en consideración factores sociales y grupales en el surgimiento de los trastornos. Este
autor decía, que el trabajo del psiquiatra es estudiar y tratar las reacciones anormales de las
personas antes situaciones normales; en la situación de guerra debe ocuparse de reacciones
normales ante una situación anormal. Esta transferencia de las enseñanzas de la guerra se
fundaba en una convicción: que las reacciones las situaciones de la guerra no diferían
demasiado de las que emergían en las condiciones inhóspitas del mundo social. Un saber
sobre los conflictos subjetivos intensificados en la guerra sería capaz de iluminar los
conflictos en la vida social corriente.
La traducción de los malestares subjetivos en términos de conflictos ambientales hace
reaparecer y transforma el viejo tema positivista de la adaptación y el papel del medio. Ahora
es la antropología social, y no la biología, la que ofrece los modelos dominantes. La adaptación
ya no era una peripecia individual en la lucha por la existencia, sino que dependía básicamente
de la socialización como aprendizaje cultural. De allí se derivaba la importancia de la infancia,
de las primeras experiencias y de la historia de la socialización familiar temprana, lo que
posibilitaba la convergencia con el freudismo. Esta convergencia del psicoanálisis con el nuevo
campo de salud mental se edificaba también en Londres.
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era una enfermedad y no se trata de una alteración pasajera. Por primera vez, se constituía en
una amenaza planetaria: cualquier guerra es amenaza para la humanidad. Evitar y prevenir
para siempre las guerras, exigía admitir que lo que debía cambiarse residía en el
comportamiento humano y las responsabilidades sobre los cambios necesarios recaían en los
científicos y profesionales de la conducta, psiquiatras y psicólogos, sociólogos, economistas y
políticos. El término clave para este autor era la “madurez”, que se conjugaba en una seria
abierta: perseverancia, confiabilidad, independencia, determinación, flexibilidad, tolerancia,
adaptabilidad, compromiso.
Las consecuencias para la psiquiatría eran obvias, ya no podían limitase a tratar
individuos, sino que, trasladado el énfasis a las tareas preventiva, debía trabajar para producir
una generación de ciudadanos maduros. Este autor desplegaba la cuestión de las
responsabilidades de los profesionales, convertidos a partir de la guerra y sus consecuencias
en ciudadanos del mundo. Concluía con los lineamientos de un programa de salud mental
amplio y ambicioso, que debía extender sus influencias sobre todas las especialidades médicas
y comprometerse en prácticas de profilaxis en todas las áreas de la vida social.
Otro autor importante es Sullivan, que ponía el acento en la necesaria reforma de la
disciplina psiquiátrica y sus practicantes. Atribuía un papel de avanzada a quienes habían
participado de la experiencia de la guerra, en condiciones muy diferentes de las de la
psiquiatría tradicional. Se infería que era la guerra la que había despertado en algunos
psiquiatras la voluntad de alcanzar objetivos que no podían reducirse a la escala modesta del
hospital o consultorio.
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nacionalismo excesivos) que se oponían a un desarrollo óptimo de la personalidad, afincados
en las relaciones tempranas, en la familia y en las instituciones básicas del aprendizaje social.
La construcción de la paz, del diálogo, de la resolución pacífica de conflictos, debía
cimentarse en el terreno de las actitudes y los valores. Esa edificación excedía los objetivos de
la educación para la paz y debía enfrentar resistencias arraigadas en la personalidad, el grupo
y la cultura. El alcance ambicioso y dramático de la propuesta sobre la ciudadanía mundial era
proporcional a la enormidad de la amenaza de la paz. La comunidad mundial sería, según el
razonamiento que ilustraba este proyecto de mundialización de la salud mental, una condición
del bienestar y el equilibro subjetivos en la medida en que logra evitar los sentimientos de
inseguridad y ansiedad en un mundo amenazado por la destrucción. Pero el razonamiento era
circular, si la paz era condición de la salud mental individual, la madurez psicológica de los
individuos y grupos era la condición de la paz.
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Algo quedaba eludido en ese conjunto de intervenciones sobre la edificación de la paz y
el proyecto de una sociedad mundial: la fractura que ya estaba implantada en las relaciones
internacionales. La ausencia de especialistas soviéticos en el Congreso era una directa
manifestación de la división, pero el problema apenas era reconocido.
En la quinta sesión Rees anunció que se había creado la Federación Internacional
para la Salud Mental, una entidad que reunía asociaciones y no miembros individuales y
admitiría más de una por país. Es decir que la organización mundial renunciaba al criterio de
unificación por naciones. Rees admitía que en el comité ejecutivo los psiquiatras eran mayoría,
pero se proponía cambiar eso en el futuro. El propósito estuvo lejos de cumplirse. El impulso
que llevó al Congreso y a muchas de sus ideas, comenzando por la ciudadanía mundial,
correspondían a un tiempo que ya estaba cambiando en 1948. En el final del Congreso que se
llevó adelante en 1948, una escena casi doméstica revelaba los obstáculos para cumplir con
esa proclamada vocación global, que se proponía derrumbar las fronteras entre los países, las
lenguas y las culturas.
GALENDE, E. (1990)
PSICOANÁLISIS Y SALUD MENTAL
Capítulo 4
Los movimientos de psiquiatría institucional
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psiquiátrico libre, desde el cual extendió por toda Europa la crítica al manicomio. El debate
entre los partidarios de los servicios abiertos, libres y los que defendían el asilo cerrado,
comenzó con el siglo, lo impulso Serieux, fue agitado por Heuder y Toulouse, y fue
conformando una ideología anti-alienista que triunfó finalmente con la liberación del nazismo en
Francia y la realización de la política del Sector.
La existencia de estos movimientos no logro modificar el panorama de la psiquiatría.
Hace pensar que los intentos de reforma de la institución psiquiátrica no realizan sus objetivos
si no cuentan con el respaldo de movimientos sociales o políticos. Los movimientos de Higiene
Mental o de crítica asilar terminaron en instituciones humanitarias o de beneficencia para
ayudar a los internados, sin afectar tampoco al poder representado por el asilo psiquiátrico.
En el centro del reordenamiento de posguerra se sitúo la cuestión del poder, tras el final
de la guerra una nueva conciencia del poder invade al mundo. El nazismo, la guerra mundial,
hacen evidente la capacidad del hombre para dominar y destruir a otros hombres. En este
contexto de horror y asombro por el poder desnudado, la comparación con el poder manicomial
era inevitable ¿Cómo no vincular los campos de concentración, el exterminio nazi de los
enfermos mentales, con las condiciones de segregación y encierro que sustentan los asilos?
¿Cómo no asociar el poder de la represión y la tortura sobre los enemigos políticos con los
dispositivos de contención y tratamiento de las instituciones psiquiátricas? Se plantearon asi
dos líneas de interrogación que caracterizaron a la medicina mental hasta los años ’60:
a. La exigencia de una coherencia entre lo que la ciencia medica psiquiátrica enuncia en sus
teorías y las practicas concretas que realiza sobre los enfermos, ya que se sostenia que la
referencia al saber medico hizo de cobertura a una realidad de represión y encierro.
b. Es necesario reabrir interrogantes sobre el espacio social que ocupa la institución
psiquiátrica, por qué razones y de qué manera le es aceptable a la sociedad esta solución
practica del manicomio.
El psiquiatra dispone de un poder sobre el enfermo que no ha servido para producir
ningún conocimiento ni para comprender mejor sus operaciones practicas; y que además ha
utilizado para defenderse del paciente, de la angustia frente a la locura y lo desconocido. El
enfermo, precisamente en cuanto internado, se adecua rápidamente a este poder objetivante,
que lo libera de la problemática real que no supo o no puede enfrentar. Ambos, psiquiatra y
enfermo, aceptan finalmente el poder de la institución que asigna lugares, distribuye saberes y
regla el poder. Como afirma Jaspers, el diagnóstico es finalmente un juicio de valor,
reconociendo la incomprensibilidad de muchos procesos patológicos. En la realidad
institucional el sujeto que no comprende es intrínsecamente malo, y debe ser doblegado o
reeducado, solo lo que es comprensible se hace humano, empático, bueno. La guerra también
ayudo a ver que la población de los hospicios provenía de los sectores más pobres de la
sociedad, la selección de clase entre los internados mostraba claramente la relación de estas
instituciones con los problemas mas generales de la marginación social y explicaba cierta
aceptación del manicomio, ya que éste forma parte del conjunto de instituciones que regulan la
vida social, apartando y conteniendo a los que no se adaptan o fracasan.
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Además de la sensibilización de la consciencia social frente a las formas del
poder, tres hechos contribuyeron a partir del año ’45 a la reforma institucional de lo
psiquiátrico. En primer lugar, la guerra provocó la destrucción de las organizaciones de salud
en los países de Europa, tanto en la cantidad de recursos materiales y humanos como en los
sistemas de cobertura y financiamiento. Por otra parte, la guerra dejó una cantidad importante
de individuos con necesidad de atención psiquiátrica, lo cual hizo necesaria una reconstrucción
acelerada de los sistemas de atención, pero a la vez facilitó que puedan introducirse reformas
en el sistema. También la guerra generó un crecimiento de las posiciones humanistas, tras el
horror de lo vivido, se revalorizan los problemas teóricos y prácticos de la subjetividad. En este
contexto, el psicoanálisis y la reflexión fenomenológica atrajeron a muchos intelectuales y
también a algunos psiquiatras y psicólogos que potenciaron en el plano de las ideas la
necesidad de un cambio en las relaciones que instituye la psiquiatría asilar.
El mismo crecimiento de las posiciones humanistas tiene su expresión política en el
ascenso de los sectores populares, progresistas y democráticos a los gobiernos de Europa y
hace a los Estados más sensibles y dispuestos a los planteos innovadores en salud.
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intereses y objetivos, que consoliden al grupo en las tareas propuestas; propender a una
relación de la comunidad con el exterior.
Durante algunos años, el montaje de las comunidades terapéuticas en asilos y hospitales
psiquiátricos se convirtió en el nuevo rostro de la institución psiquiátrica. Detrás de los servicios
de comunidad terapéutica sobrevivió, más desprestigiada y repudiada que nunca, la vieja
psiquiatría asilar, con sus hedores y miserias.
Sin embargo, más allá de las críticas que ha merecido el dispositivo institucional de la
comunidad terapéutica, el panorama asilar cambió a partir de ella. La guerra forzó a los
psiquiatras en Europa a mirar fuera de los hospitales. Algunos volvieron a los asilos, pero ya no
fue lo mismo: no se pudo seguir siendo psiquiatra sin hacer explícita su función social. En la
posguerra se había producido una importante modificación de los esquemas político-culturales
de la sociedad inglesa, con una participación inédita de la comunidad en responsabilidades
sociales. El gobierno implementó una medicina social y un sistema de cobertura previsional. El
éxito de la des-psiquiatrización que impulsó la comunidad terapéutica no hubiera sido posible
sin este contexto político y esta conciencia social.
En 1953, la Organización Mundial de la Salud, recomendó la transformación en
comunidad terapéutica de todos los hospitales psiquiátricos. Solo se tomó una parte de la
recomendación: se construyeron con una parte de la población internada comunidades
terapéuticas que funcionaban junto a la organización tradicional del asilo. Esta, creemos, fue la
razón mayor del fracaso. Basaglia sostuvo siempre que toda reforma que permita alguna
forma de existencia del asilo, termina por ser absorbida y neutralizada por éste. En los
años ’50 se va definiendo el nuevo reordenamiento de lo mental en el mundo. Crecen las
socioterapias y se plasman muchas comunidades terapéuticas. Con las políticas de Salud
Mental se modifica la concepción del daño psíquico: éste es puesto nuevamente en relación
con la vida social.
En relación con las experiencias del Sector francés, en Italia la reforma es posterior, a
partir del ’67 y por lo tanto había ya una aplicación, aunque parcial, de los ideales del Sector y
existían algunas comunidades terapéuticas. Basaglia, en ese entonces director del Hospital
Psiquiátrico de Gorizia, impulsó un movimiento social y político que logró en pocos años el
cierre definitivo de un número importante de estos establecimientos.
Según el pensamiento de Basaglia la psiquiatría era definida como la práctica de una
contradicción, pero que se escinde y niega. En esto ve la función de encubrimiento que hace la
medicina mental, ya que desplaza el problema sociopolítico que el enfermo y la institución
representan hacia una solución técnica-científica. El problema sigue siendo, en cuanto al asilo,
el mismo con el que se encontró Pinel: discernir entre el marginado por la pobreza o el
desamparo social, el recluido por asocial o delincuente y el loco, a quien la psiquiatría significó
como enfermo. Basaglia acepta y se compromete con la dimensión sociopolítica del problema
del asilo, y advierte contra el encubrimiento que acompaña las categorías teóricas y técnicas.
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El enfermo mental se constituye socialmente como tal en tanto estigmatizado social, es víctima
de una exclusión violenta, como el pobre, el asocial, el delincuente.
Basaglia toma la dimensión global del enfermo en su contexto sociopolítico,
indisociable, cuestiona las propuestas de la psiquiatría comunitaria, crítica sobre la cual va a
surgir su propuesta de desinstitucionalización.
Vamos a intentar una síntesis del proceso italiano en tres ítems: a) el incidente de
Gorizia y el diseño de la política; b) el Programa de Psiquiatría Democrática y la Ley de Salud
Mental; y c) hacia donde se avanza: los resultados.
El incidente de Gorizia
El hospital psiquiátrico de Gorizia era un asilo típico. En los años ’70 Basaglia, director
del hospital, junto a otros trabajadores del mismo, se plantearon una crítica del funcionamiento,
que se concretaron en propuestas para convertirlo en un hospital abierto.
Se produce un crimen que dio lugar al llamado “incidente de Gorizia”, un paciente,
internado desde hacía 10 años, que había salido por unos días de visita a su casa, mata a su
esposa a golpes de hacha. La prensa aprovecha este episodio para atacar toda la experiencia
de apertura y transformación del hospital y Basaglia fue acusado de homicidio responsable y
procesado. Este proceso no prosperó y finalizó dos años después sin condena. Este episodio,
dio lugar a un gran debate público sobre la experiencia de la transformación del hospital y, por
ende, de todo el problema asilar.
Este caso tiene la virtud de provocar el desnudamiento de los factores que convergen
en la sociedad para mantener el asilo. Las autoridades cautela en el proceso de reforma de
modo que no se conmocione el tejido social, hay tolerancia para que el hospital se transforme
en comunidad terapéutica, pero siempre que se mantenga el control sobre los enfermos
internados. Se propone a la comunidad que se creen centros de Higiene Mental, insertos en la
población y dirigidos ya no solo por los psiquiatras sino también por las fuerzas políticas
representativas y líderes de la comunidad. El problema va tomando un carácter más amplio: ya
no es un debate interno de la medicina, sino una articulación de cuestiones ideológicas y
políticas a la función médica del hospital. Frente a las trabas que la administración provincial
pone al plan de externación y apertura del hospital, el equipo terapéutico, junto a su director,
decide renunciar a sus cargos.
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psiquiátrica hasta la aprobación de la ley de Salud Mental en 1978. Las propuestas son las
siguientes:
a) Generar un movimiento social y político, organizado para apoyar en una primera etapa la
apertura de los hospitales psiquiátricos, para lograr posteriormente su cierre definitivo.
b) Se emprende la tarea, para incluir a los pacientes internados en el proceso de apertura,
haciéndolos protagonistas de su propia externación: visita a las familias, reencuentro con
amigos, formación de clubes de ex internados, búsqueda de empleo y de vivienda, etc.
c) Se agrupa a los pacientes, dentro y fuera del hospital, para realizar “colectivos de
externación”, un espacio grupal de elaboración de todas las vicisitudes del proceso de
externación y reinserción social.
d) A partir del cierre del Hospital Psiquiátrico de Trieste, se trabaja con los enfermos para su
instalación fuera del hospital, algunos en nuevos hogares de ancianos, otros en casas que el
Estado dispone. En estas casas se continúa el trabajo colectivo de reinserción social.
e) Se va clausurando el hospital, a medida que se desocupa. No se admiten nuevas
internaciones ni reinternaciones.
f) Los pacientes externados que requieren atención psiquiátrica son asistidos en el Centro de
Higiene Mental de la zona.
g) Algunos pacientes que no pueden ser desinstitucionalizados por incapacidades diversas son
conducidos a hogares especiales para vivir, en general, sin tratamiento psiquiátrico, es decir,
una forma no psiquiátrica de institucionalización.
El gobierno decide sancionar la nueva ley de Salud Mental en 1978. Por esta ley se
establece que a partir de su sanción no puede admitirse ningún paciente nuevo en los
hospitales psiquiátricos de toda Italia y tampoco se puede reinternar a ningún enfermo que
haya sido externado. Para aquellas internaciones obligatorias que se crean necesarias (es
decir, sin consentimiento del enfermo), deben certificar el pedido al menos dos médicos y una
autoridad civil local. Solo puede internarse por un periodo fijado y no mayor de diez días. Estas
internaciones, al igual que las voluntarias, pueden hacerse en los servicios de psiquiatría de
hospital general.
La ley crea en cada Unidad Sanitaria Local un Departamento de Salud Mental, el Servizio
d’Igiene Mentale (S.I.M). Todo el sistema está basado en la participación política local. En toda
la primera etapa se trabajó principalmente en el S.I.M. con los pacientes que se habían, o
estaban siendo externados, para proveer ayuda de resocialización. El enfoque es más
comunitario, se tiende a no objetivar la enfermedad. Esta primera etapa fue ampliamente
exitosa. Se logró la desinstitucionalización masiva de enfermos, al mismo tiempo que se
creaban las condiciones para prevenir la hospitalización, se cerraban hospitales psiquiátricos
asegurando un nivel adecuado de resocialización; se logró agitar a la sociedad sensibilizándola
al problema de la exclusión y encierro, consiguiendo una aceptación notable de los enfermos
liberados.
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El proyecto de psiquiatría democrática trataba de crear una conciencia social diferente
sobre el enfermo mental que hiciera posible políticas de salud mental no centradas en la
internación. Este proyecto no era viable sin la constitución de un frente social y político que lo
legitimara y lo impulsara en el seno de sus demandas por un bienestar general.
La población, los médicos y el personal de las instituciones psiquiátricas, la
organización administrativa del Estado, la organización política, no son espontáneamente
permeables a un proceso de transformación como el que se inició en Italia. La familia, la
población, tiene incorporada una conciencia medica sobre la enfermedad mental y el trato al
enfermo que no es fácil cambiar. La negativa de este movimiento a construir teorías
alternativas lo priva de fundar métodos consistentes de abordaje. Un tema pendiente es si la
socialización del paciente, en la familia o la comunidad, es en sí misma suficiente para resolver
la problemática subjetiva del enfermo, o si es necesario acompañar alguna forma de
tratamiento. Al no fundar una alternativa en la práctica, los pacientes reciben habitualmente
tratamientos psicofarmacológicos.
La experiencia de la reforma en Salud Mental en Italia no está cerrada. Una de sus
mayores enseñanzas fue la de mostrar la inmediata contextualización social y política que
acarrea toda crítica al sistema institucional de la psiquiatría y la revelación de la complejidad
de elementos en juego: la fuerza de las disciplinas, los efectos sociopolíticos de los saberes
constituidos, los requerimientos de institucionalización de lo mental por parte del aparato
estatal, la presión de una conciencia social, cuyas representaciones de lo sano y enfermo están
dominadas por la existencia social de saberes constituidos y disciplinas reguladoras del
consenso. Todo intento de reforma del dispositivo de la Salud Mental, luego de la experiencia
adquirida, no puede obviar la necesidad de actuar sobre estos diversos planos de manera
conjunta.
PICHON-RIVIERE
“TEORÍA DEL VÍNCULO. “CAPITULO V”
El objeto central de las investigaciones psicológicas es el campo psicológico, donde
se establecen las interacciones entre la personalidad y el mundo. El concepto de situación es
importante porque connota las modificaciones en que el medio es el agente, en tanto que el
concepto de conducta connota las modificaciones en que la personalidad es el agente.
El objeto mismo de la psicología es el campo de la interacción. Antes se consideraba
que este campo era hueco o vacío a causa de la dicotomía que la psicología clásica establecía
entre el individuo y la sociedad. Pichón Riviere se plantea trabajando precisamente ahí, en el
sitio donde antes existía una dicotomía entre individuo y sociedad.
El campo psicológico, según Lagache, ofrece al investigador cinco clases de datos:
1. el contorno, definido como el conglomerado de situaciones y de factores humanos y físicos
que están en permanente interacción. La situación interpersonal estudiada profundamente y
que sirve para todo orden de investigación es la situación analítica;
2. la conducta exterior, espontánea o provocada;
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3. la vivencia, o sea la experiencia vivida, inferida por la conducta exterior y comunicada
verbalmente por el sujeto;
4. las modificaciones somáticas objetivas aparecidas en una determinada situación
5. los productos de la actividad del sujeto.
De modo que el campo psicológico estudia el contorno, la conducta exterior, la vivencia,
las modificaciones somáticas y los productos de la actividad del sujeto. En psicoanálisis se ha
tratado siempre de señalar que, en cierto modo, la teoría y la práctica están juntas en
permanente interacción, a través de un proceso en espiral dialéctica. Es decir que teoría y
práctica se resuelven en el campo de la investigación, cualquiera que sea ésta.
El analista, trabajando e investigando al mismo tiempo, en el momento anterior a la
formulación de una interpretación recurre al uso de un esquema referencial que denomina
esquema conceptual, referencial y operativo (ECRO), con el cual construye la interpretación
sobre la base de la observación de todos los indicios obtenidos en las cinco direcciones antes
señaladas. Con este esquema y con los indicios señalados, se construye una interpretación
sobre lo que está sucediendo, se le formula al paciente y en el momento en que se formula se
hace la síntesis entre teoría y práctica. Este esquema referencial es el instrumento de trabajo,
dinámico y plástico, en el sentido de que debe ser rectificado o ratificado en cada momento y
en cada pasaje del espiral.
El autor plantea a lo largo del texto varias antítesis o dicotomías: normal/patológico
(donde las variaciones son predominantemente cuantitativas); conducta/conciencia (el aporte
de Lewin permite demostrar la unidad de ambos conceptos); consciente/inconsciente;
psiquis/soma. Pero se podría sostener que las más importantes o destacadas son las de
individuo/sociedad y la de constitucional/adquirido.
Con respecto a la dicotomía entre individuo y sociedad, el autor plantea que la sociedad
está adentro y está afuera, la sociedad que está adentro lo está de una forma particular para
cada individuo. Podemos tener en cuenta la acción del medio sobre el individuo, así como la
acción del individuo sobre el medio y esto en una continua espiral dialéctica.
La otra dicotomía, constitucional/adquirido, Pichón-Riviere va a decir que si no tomamos
en cuenta el factor interno y la manera en que la realidad es vivida por ese sujeto en particular
de acuerdo con su historia personal, estamos ignorando lo fundamental, la reacción particular
de ese individuo ante una situación determinada.
Con respecto a las dimensiones de la temporalidad se puede ver cómo en cada acción
del sujeto, en cada conducta, en cada cosa que él hace o dice, en cada momento, están
incluidos siempre su pasado, presente y futuro. Y a través del emergente investigado en el
análisis se indaga qué es lo que está condicionando la actitud y la conducta del sujeto en ese
momento. Al autor le interesa contribuir a la investigación de las motivaciones que dirigen la
conducta actual y presente del individuo, y trabajar más en profundidad con una teoría de la
conducta. Si se actúa en ese contexto, se podrá modificar el campo psicológico creando un
nuevo campo operacional donde el psicólogo podrá operar en forma activa.
El progreso de la psicología médica ha contribuido a poner de relieve la
interdependencia entre el organismo y el medio. El concepto de interdependencia y de
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actividad de intercambio entre los campos es un elemento tendiente a transformar en
operacional el concepto de articulación. Surgen así las disciplinas interdisciplinarias.
Para el autor, psicología es precisamente el descubrimiento de la interacción. Esta
necesidad responde a la noción de campo psicológico y a la de campo de las interacciones del
organismo con el medio. Esta teoría del campo fue sistematizada y desarrollada por Lewin y en
ella se enfatiza la idea de que las conductas no dependen solo del organismo y del medio sino
de la interacción entre ambos. La noción de interacción es fundamental. Uno no puede
representarse una conducta sin establecerla en relación con otro. Pero la conducta en última
instancia es comprensible en la medida en que incluimos el mundo interno y los vínculos con
los objetos internos. Podemos entender el desarrollo de la personalidad como un proceso de
socialización progresiva.
Si bien las historias tradicionales del movimiento de la higiene mental suelen situar su
origen en Estados Unidos a principios del siglo 20, Dagfal en este trabajo tendrá en cuenta
también las características de su surgimiento en Francia considerando el impacto que esos
desarrollos iban a tener en el río de la plata. Luego de la caída del paradigma heredo-
degenerativo que había dominado gran parte del siglo XIX, las causas de la patología mental
comenzaban a situarse del lado del medio, en términos adaptativos. Así, la higiene mental
comenzaba a hacer énfasis en las condiciones ambientales de la enfermedad. En este marco,
para evitar la aparición de enfermedades mentales, era necesario apelar a medidas
profilácticas, prestando atención a las condiciones de habitación y de alimentación, promover el
ejercicio físico y el deporte, entre otros, que contribuían a una vida saludable.
La enfermedad mental admitía entonces ciertas diferencias de grado, lo cual hacía que
las afecciones menos importantes pudieran ser tratadas de forma ambulatoria, sin necesidad
de hospitalización, recomendando estos tratamientos para los alcohólicos, neuróticos y formas
leves de la locura. Sin embargo, el higienismo mental nunca llegó a cuestionar los asilos, sólo
limitó sus indicaciones terapéuticas, abogando por mejores condiciones de internación. Este
programa que fue determinante en la modificación de antiguas prácticas suscitó la oposición de
sectores mayoritarios de la psiquiatría y de las Neurología tradicionales que se aferraban a la
causalidad Orgánica y a la solución asilar.
La higiene mental se apoyaba en ideas y en prácticas pero existentes que la emparenta
van por un lado con la eugenesia y por el otro con el higienismo y la medicina social, así la
prevención y el tratamiento de las enfermedades mentales se situaban en continuidad con la
lucha contra las enfermedades infecciosas como lo fue la tuberculosis o contra flagelos sociales
como el alcoholismo.
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La higiene mental en Argentina, siguiendo la tradición francesa, se había desarrollado
directamente en la esfera pública, en el marco de programas y acciones del Estado. Esto en
oposición a la norteamericana, que surge en la iniciativa privada con financiamiento igualmente
privado.
Desde una perspectiva comparativa 30 años más tarde el nacimiento del movimiento de
la salud mental también va a tener características diferenciales que separan el ámbito
anglosajón del franco argentino.
Esta Liga fue creada en 1929 y dentro del grupo fundador cabe destacar la figura de
Gonzalo Bosch, quien sería su primer presidente. Bosch fue un personaje faro para la
psiquiatria local en los años ’30 y ’40. En 1931 fue designado director del hospicio de las
Mercedes el enorme hospital neuropsiquiátrico fundado por su tío abuelo, dentro del hospicio
creo los primeros cursos de especialización en psiquiatría, pese a ser médico de formación
clásica dice católica e ideas nacionalistas, alentó a jóvenes psiquiatras progresistas que se
aventuraron por nuevos caminos, tal es el caso de Enrique Pichón Riviére. Bosch no pudo
escapar a las preocupaciones eugenésicas que, luego de la inmigración y de la crisis
económica de los años 30, estaban a la orden del día.
Los higienistas se presentaban como los guardianes de un nuevo orden, de una
moderación saludable apoyada en principios científicos. Ante la necesidad de dar respuesta a
las problemáticas sociales emergentes, abrevaban tanto en el psicoanálisis como en la
psicología experimental la caracterología u otras disciplinas mas efímeras.
Enrique Pichón Riviere probablemente sea una de las figuras más interesantes de la
historia psi latinoamericana, psiquiatra y psicoanalista, devenido psicólogo social fue también
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deportista periodista y crítico de arte. En 1942 fue uno de los miembros fundadores de la
Asociación Psicoanalíticas Argentina (APA) de la cual se alejaría progresivamente a finales de
los años 50. Gracias a un recorrido poco ortodoxo, Pichón termina transformándose en el
representante de una psicología de base psicoanalítica que se implantó en la sociedad, luego
de encontrar un público ampliado, más allá de la institución analítica y de la Universidad. La
trayectoria de este psiquiatra psicoanalista, entre los años 30 y los años 60, sirve para ilustrar
el pasaje de la higiene mental a la salud mental en Argentina, pasaje que sus discípulos
terminaron de transformar en un proyecto profesional.
Enrique Pichón Riviere nació en Ginebra en 1907, tres años más tarde su familia partió
rumbo a Buenos Aires para instalarse luego en el noroeste de Argentina en las provincias de
Chaco y de Corrientes, es por ello que Enrique habló primero francés, luego guaraní,
aprendiendo el castellano más tarde en una escuela rural. Según su propio relato fue marcado
profundamente por esa infancia de inmigrante confrontado a una cultura extraña. A los 18 años
el joven Enrique partió a Rosario con el fin de iniciar sus estudios en medicina, una fuerte
neumonía lo obligó a regresar a Corrientes y luego partió a Buenos Aires donde retomó la
carrera.
En 1934, Pichón había comenzado a ejercer como practicante en el Asilo Regional Mixto
de Retardados de la localidad de Torres, en Luján. Este asilo-colonia respondía al mismo
proyecto de “puertas abiertas” que la Colonia Nacional de Alienados creada por Cabred, ambas
instituciones apoyaban su funcionamiento en una trilogía terapéutica que combinaba libertad,
trabajo y bienestar físico y moral. Las dos eran citadas como ejemplos de la concreción de los
ideales de la higiene mental. Fue en esta institución donde Pichón-Riviere realizó sus primeras
prácticas profesionales.
Es su amigo, Federico Aberastury, quien parece haber tenido un rol importante en la
orientación futura de su amigo, sería quien haría introducido a Pichón en la literatura
psicoanalítica y quien también lo impulsó a unirse a la Asociación de Biotipología, Eugenesia y
Medicina Social. También fue Aberastury quien le presento a su hermana Arminda, con quien
Pichón se casó luego de obtener su título de médico. Pocos meses después accedió a un
cargo de médico en el hospicio de las mercedes.
A finales de los años 30, Pichón comenzó a frecuentar a Rascovsky, un pediatra amigo
de Aberastury, con el que conformaría el grupo local que posibilitó la creación de la Asociación
Psicoanalítica Argentina a finales de 1942.
El encuentro de Pichón-Riviere con el psicoanálisis se dio de manera bastante
particular. En 1938, siendo ya jefe del servicio de admisión del Hospicio de las Mercedes,
emprendió la tarea de formar y sensibilizar a los enfermeros, con el fin de mejorar las
condiciones de vida de los pacientes. Para eso, los reunía en grupos, con el fin de discutir los
distintos casos a la luz de las concepciones psiquiátricas modernas, con resultados
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asombrosos. En 1945, su servicio fue privado de enfermeros por razones políticas, y, por lo
tanto, tuvo que enfrentar ese problema utilizando como enfermeros a los pacientes en “mejor
condición”, a quienes formó en la técnica de grupos. Los enfermos devenidos enfermeros no
solo trataban al resto de sus compañeros con mayor dedicación, sino que eran más
competentes para esas funciones que los propios profesionales a los que reemplazaban. Para
Pichón tanto esta experiencia, como el Asilo de Torres tomarían más tarde un valor
fundacional. De este modo, habría sido su voluntad reformadora y progresista la que lo habría
llevado a cuestionar la lógica asilar.
En 1947 logró crear un servicio específico para adolescentes psicóticos en un hospicio,
en el que habría comenzado a utilizar técnicas grupales, siendo esta una experiencia
innovadora, ya que en la mayoría de las instituciones los adolescentes eran ubicados con los
adultos o con los niños. Sin embargo, ese mismo año debió renunciar a la dirección del
servicio, que terminó siendo cerrado. La experiencia del servicio de adolescentes llegó a su fin,
pero entró en el imaginario de los psi argentinos como el origen mítico de una tradición grupal
autóctona.
El alejamiento de Pichón del hospicio dio inicio a la creación de una serie de
instituciones que él mismo dirigía y que, en un principio, funcionaba como complemento o
extensión de la APA. Al mismo tiempo, seguía creciendo dentro de la APA. Llegó a ocupar el
cargo de presidente entre 1951 y 1953. En esa época también con la ayuda del psiquiatra
Muñoz fundo un Instituto Privado de Asistencia, Enseñanza e Investigación, más conocido
como la clínica de la calle Copérnico, durante casi una década esta institución fue un centro de
punta del psicoanálisis argentino, recibiendo la visita de Hanna Segal, Henry Ey, entre otros.
Si bien los orígenes de Pichón estaban más cerca de Jaques Lacan (por su interés por
el tratamiento de la psicosis y por la aventura surrealista) su futuro estaría más ligado a una
mezcla de kleinismo con psicología social lagachiana.
En 1951, en el cenit de su carrera como psiquiatra y psicoanalista, Pichón se encontró
con alguno de los principales referentes del psicoanálisis y la psiquiatría de la posguerra
europea (Klein, Lacan, Lagache, Ey, etc). Después de las catástrofes de Hiroshima y Nagasaki,
era necesario volver a pensar los fundamentos mismos de la vida en sociedad. En ese
contexto, el movimiento de la salud mental nacía gracias al impulso moral del cambio y la
libertad, basada en las posibilidades humanas de aprendizaje, tanto en los grupos como en las
instituciones y en la sociedad en su conjunto. Cambio, libertad y aprendizaje serían entonces
algunas de las claves para comprender la salud del hombre, quien, a la luz de las ciencias
humanas, ya no podría ser considerado fuera de su contexto sociocultural.
Entre los golpes de estado de 1955 y 1966 (incluyendo los dos gobiernos democráticos
de corta vida) tuvo lugar una asombrosa renovación social y cultural, en el seno de la cual las
universidades se democratizaron. Entre 1957 y 1959, se crearon carrera de psicología en cinco
universidades nacionales (Buenos Aires, Córdoba, La Plata, San Luis y Tucumán). Comenzó
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entonces la historia de la psicología como profesión, que vino a sumarse a la historia de la
psicología como disciplina. Al mismo tiempo, el psicoanálisis dejaba de ser patrimonio exclusivo
de algunos médicos, para insertarse en ámbitos diversos, desde los hospitales públicos hasta
la carrera de psicología. Y en cuanto a la psiquiatría, aceleraba rápidamente su proceso de
institucionalización.
En este marco, y mientras florecían iniciativas interdisciplinarias en todo el campo psi,
Pichón-Riviere comenzó a alejarse gradualmente de la APA, no se trató de una ruptura
institucional ni de una escisión, simplemente por sus nuevos intereses, dejó de participar en la
institución madre para llevar el psicoanálisis a la escena pública. Si bien nunca abandonó del
todo el encuadre clásico (atención individual en consultorio), que era el que primaba en la APA,
su curiosidad ya apuntaba hacia otro tipo de iniciativas, más ligadas a lo colectivo y a
dispositivos grupales.
En estos años se dedicó a la elaboración de dos sus teorías principales: la teoría del
vínculo y la del grupo operativo. La primera de estas, en principio era una extensión
psicosocial de la relación de objeto kleiniana. Para él el vínculo era una estructura más
compleja, más vasta que la relación de objeto, ya que incluía también a la conducta. Las
relaciones de objeto eran la cara oculta de los comportamientos manifiestos, de aquello que
Pichón denominaba “el campo externo”. Si la relación de objeto remitía exclusivamente a la
díada madre-hijo, el vínculo se refería más bien al grupo familiar. Y es aquí donde se enlaza
con la segunda teoría de Pichón-Riviere que es la de los grupos operativos. El enfermo era
aquel que asumía un rol patológico, que en realidad le era atribuido por los miembros de la
familia. Era entonces el “emergente dinámico” de una configuración vincular colectiva. El líder,
el portavoz y el chivo emisario constituían roles inherentes a la vida grupal. Podían ser
desempeñados de manera sucesiva por miembros diferentes, en el marco de un juego de
atribución y asunción de roles concebido en términos de identificaciones proyectivas e
introyectivas. En el juego de roles había siempre un depositario, un depositante y algo
depositado. La patología residía en la cristalización de un rol, en la imposibilidad de
desmarcarse de las funciones establecidas por los otros.
En cierto modo, podría decirse que la consecuencia de la teoría del vínculo fue la teoría
de los grupos operativos. En este sentido, no puede subestimarse la importancia de lo que el
autor denominaba “esquema conceptual, referencial y operativo” (ECRO) el cual se modificaba
en contacto con la realidad, confrontándose a lo existente, lo cual daba lugar a nuevos
“emergentes”, sobre los que había que trabajar. La extensión de este concepto a los grupos
hacía que la primera “tarea” colectiva fuera la de construir un ECRO común, para poder actuar
con eficacia.
En 1958, el IADES (El Instituto Argentino de Estudios Sociales) bajo la dirección de
Pichón, emprendió la tarea de probar los grupos operativos a gran escala. Se planificó una
ambiciosa intervención en la ciudad de Rosario, bajo la forma de laboratorio social. Se trataba
de “movilizar” a tantas personas como fuera posible, en un encuadre estrictamente
implementado por una veintena de coordinadores. Finalmente, la experiencia tuvo lugar en la
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Universidad Nacional del Litoral, en las facultades de Economía, Filosofía y Letras y Medicina,
con la colaboración del Departamento de Psicología y el Instituto de Estadística.
Si a fines de los años 40 los grupos de enfermeros conformados por Pichón habían
constituido el mito de origen de un enfoque innovador de la cuestión asilar, “la experiencia de
Rosario” cumpliría esa misma función respecto de una nueva psicología social.
Conclusiones
Hoy en día, se pueden ver tres disciplinas (psicoanálisis, psiquiatría y psicología)
profesionalizadas e íntimamente relacionadas en el marco del movimiento de salud mental. La
psicología social pichoniana es un fiel exponente de esta interrelación, que reclamaba un
abordaje interdisciplinario.
Los dos golpes militares sucesivos (el de 1966 y el de 1976) implicaron un sucesivo
repliegue de los “practicantes psi” hacia el ámbito privado. En este marco, es comprensible que
toda práctica de tipo grupal o colectivo fuera considerada sospechosa e incluso peligrosa,
mientras que el consultorio privado se constituía en una suerte de refugio. De este modo fue
produciéndose una paulatina privatización de las “actividades psi”. En este contexto se produjo
el fallecimiento de Pichón-Riviere, en 1977.
AUTORES VARIOS (1974)
REVISTA LOS LIBROS. PARA UNA CRÍTICA POLÍTICA DE CULTURA
Pensamos que todo discurso sobre la salud mental y sobre la teoría que debe regir
la práctica terapéutica es abstracto, si no tiene como marco de referencia las condiciones
concretas del ejercicio profesional. No se trata solo de "lo social" en general sino de situar el
lugar material-institucional a partir del cual puede y debe elaborarse una propuesta capaz de
promover una nueva organización institucional de la salud mental.
El debate sobre las instituciones de salud abordada en Los Libros tiene sin duda, un
ámbito de resolución: la política juega aquí su instancia decisiva y es en este marco en el que
deben leerse los textos que hoy publicamos.
1. ¿Cuáles son los rasgos más sobresalientes que determinan y configuran la estructura de la
asistencia psiquiátrica en la Argentina?
2. ¿Cómo se expresa, en la actualidad, la situación de crisis institucional, tanto en el nivel
corporativo como en el asistencial?
3. ¿Cuáles son los aspectos que presentan mayor urgencia en el desarrolla teórico y técnico,
en relación con la situación señalada en 1 y 2?
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no una relación rígida, pasiva, estereotipada. La salud mental consiste en aprendizaje de la
realidad, en una relación sintetizadora y totalizante, en la resolución de las contradicciones que
surgen en la relación sujeto-mundo.
En nuestro esquema conceptual el concepto de Adaptación Activa se identifica con el de
aprendizaje, al que se define como Apropiación instrumental de la realidad para transformarla.
Conciencia Crítica es el reconocimiento de las necesidades propias y de la comunidad a la que
se pertenece, conocimiento que va acompañado de la estructuración de vínculos que permitan
resolver esas necesidades. La conciencia crítica es una forma de vinculación con lo real, una
forma de aprendizaje que implica la superación de ilusiones acerca de su propia situación,
como sujeto, como grupo, como pueblo. Como trabajadores en Salud Mental estamos
obligados a lograr esa forma de lectura de la realidad.
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f- Formación adecuada y gratuita a cargo del estado para todos los profesionales.
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ejercicio con el fenómeno de opresión social, marginación del pensamiento y represión de las
conductas. Pero también hay ámbitos ajenos a esta polémica.
En la madeja multiforme de los intereses económicos, la persistencia de técnicas
perimidas, la jerarquización paralizante de las funciones, el estado de hacinamiento y
desprotección de los pacientes, los húmedos corredores y las esperas interminables, se juega
el destino de la salud-locura. Es peculiar a cada institución el tipo de explotación que elige, las
formas en que las mantiene, los motivos por los que perdura.
El sistema asistencial psiquiátrico sufre una larga cura de sueño cuyos efectos se miden
en el deterioro de volúmenes importantes de pacientes. El asilo es una escuela eficiente con un
producto uniforme. La única fuga a la violencia externa está en la auto-mutilación, en la
limitación, en perpetuar los síntomas. Un loco que sobrevive es un loco que se distrae, que no
se da cuenta, que no se ubica y que no entiende, que no pregunta y que no protesta. Lo que
caracteriza a una institución asilar es su necesidad de persistir.
El hospicio no produce salud ni se centra sobre los pacientes. Está dirigido a su propia
permanencia. En ese sentido sus componentes pueden jerarquizarse según la importancia que
tienen para mantener a la institución. El cambio del hospicio no pasa por la introducción de
modificaciones parciales sino de alteraciones de los valores, de los objetivos, de la orientación
de los esfuerzos, de los programas. Sin una disminución de la opresión de los enfermos
mentales, no hay futuro en el que pueda inscribirse la concepción de la salud mental.
La visualización de los problemas psicológicos como problemas inherentes al campo
global de la salud de la población permite entender que las soluciones son de la órbita de la
planificación de acciones colectivas, que sus agentes no son individuos sino sectores de
técnicos preparados para detectar las necesidades y especialmente para entender la forma en
que los sectores populares definen sus necesidades, que el marco de la respuesta adecuada
es el marco de las instituciones a crear, y que la función de la Universidad es capacitar para
tales instituciones.
Contesta Roberto Harari
1. En una formación social como la de nuestro país, signada por relaciones de
producción pertenecientes a la esfera de un modo de producción capitalista dependiente, la
asistencia psiquiátrica muestra, en marzo de 1974, la marca indeleble de una neta
discriminación clasista.
Quien por sus recursos deba apelar a la atención brindada por las entidades estaduales, se
hallará con graves deficiencias en varios órdenes, sea que su asistencia requiera un
tratamiento ambulatorio, sea que se imponga la internación. Si se trata de la internación, nos
encontramos con un paciente que a su disturbio mental adicionará el provocado por su estancia
en el establecimiento, que propenderá muy probablemente a su cronificación irreversible.
La violencia va desde los "recursos terapéuticos" -shocks de diversa naturaleza, manguerazos
de agua fría, inyecciones de leche, celdas individuales de reclusión, etc.-, hasta la escasez de
habitaciones, camas, ropas, alimentos y profesionales.
Para quien disponga de excedentes pecuniarios pasibles de inversión en asistencia
psiquiátrica, el panorama muta radicalmente. Se hallan las clínicas, centros o institutos privados
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que a aranceles medios intentan obviar las falencias de los hospitales y la privacidad selectiva
de los consultorios, a los que se accede desde la pequeña y mediana burguesía hacia arriba.
2. Dada la gratificación económica que elementalmente otorga, y el clima confortable de
trabajo, el profesional de la salud mental tiende a volcarse paulatinamente desde su egreso a la
labor privada. Lo paradojal es que el profesional recientemente egresado, necesita acopiar
experiencia y aprendizaje clínico, se ve forzado a luchar por la obtención de un cargo gratuito
en un hospital. Como de éste no ha de poder vivir, debe a su vez privilegiar otra tarea,
fundamentalmente la de consultorio privado. Cuando comienza a intensificarse su trabajo
privado, se puede pensar que su nivel científico-técnico es notoriamente superior al que
ostentaba al ingresar al hospital: es el momento, entonces, de dejarlo. Irse, para que otro
recorra el mismo sendero. Vale decir que el hospital, cuando capacita, expulsa.
3. Concibo al psicoanálisis como la práctica teórica que da cuenta de cualquier
abordaje fundado científicamente en el terreno de lo psíquico. Por lo tanto, urge
imperiosamente consumar el anhelo freudiano: crear la Facultad de Psicoanálisis en la
Universidad, que supla a su institucionalización privada y sea otra cosa que la carrera de
Psicología.
Introducción
Las conferencias que Franco Basaglia dio en Brasil en 1978 son quizás la mejor
manera de acercarse a su trabajo y de recorrer las ideas, las experiencias y las propuestas que
han inspirado la reforma Psiquiátrica italiana.
En la época de aquel viaje a Brasil, Basaglia recién había dejado la dirección del
hospital psiquiátrico de Trieste, en el cual había trabajado desde 1971. El personal y los
recursos del hospital habían sido totalmente reconvertidos en centros de salud mental abiertos
las 24 horas y con camas, ya había nacido la red de alojamientos asistidos y cooperativas de
trabajo que habían permitido dar de alta a 1200 internados, una centena de los cuales se
habían quedado a vivir en departamentos en el interior del terreno del hospital. Se iniciaba la
nueva fase: una ciudad sin manicomios, un sistema de salud mental enteramente comunitario.
Basaglia había aceptado la propuesta de trabajar en la reorganización de las políticas de salud
mental en Roma, qué tenía uno de los más grandes manicomios públicos y que estaba viviendo
el comienzo dramático del problema de las dependencias a las drogas y de la nueva
marginalidad urbana, en una región que tenía la mitad de las camas de internación
psiquiátricas privadas del país.
Basaglia se sentía atraído por este nuevo desafío qué percibía como necesario para el
desarrollo de la reforma, pero al mismo tiempo sentía el deseo de retomar la reflexión sobre
algunos temas de fondo de su trabajo teórico y de volver a recorrer la crisis de la psiquiatría y
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de sus instituciones que había comenzado, ya en la posguerra, en algunos países occidentales
y más tarde en Italia.
Franco Basaglia nació en Venecia en 1924, en 1949 se recibió de médico y en 1952 se
especializó en neuro psiquiatría. En esos años fueron bastante pocos los psiquiatras italianos
insatisfechos con los modelos positivistas de la década del 80, de manera que Basaglia
comenzó a trabajar en soledad sobre el entrecruce entre psicopatología y fenomenología,
utilizando la psiquiatría de los 90 más rica sobre el plano metodológico y más interesada en la
dimensión terapéutica, Construyó así su formación filosófica sobre la reflexión europeas más
atenta a la complejidad del ser humano.
Basaglia Se quedó en la Universidad 13 años, hasta 1961 cuando ganó el concurso para
ser director del hospital psiquiátrico de Gorizia, y por primera vez en su vida entró en un
manicomio. esta experiencia fue chocante y al mismo tiempo reveladora para el psiquiatra, lo
que vio se superpuso al recuerdo de lo que para él había sido una experiencia traumática, su
ingreso a la cárcel en el horario en qué en las celdas se vaciaban los recipientes con
excrementos. Basaglia sostenía que el hombre que veía en el manicomio había perdido toda
dignidad humana, también el manicomio era un enorme chiquero (al igual que la cárcel), pero
con un agravante, aquí hay médicos, camisas blancas, enfermeros, como si se tratara de un
hospital para curar. En realidad, es sólo un Instituto de custodia, donde además el psiquiatra
tiene autorización total y no pone límites a lo que le puede hacer al enfermo. Basaglia, que se
adiestró en la búsqueda de una empatía con el enfermo, percibió de manera aguda dramática
la violencia del manicomio. “El cuerpo a través del cual nosotros vivimos es la más frágil de las
experiencias humanas, pero al mismo tiempo es aquello que da la posibilidad de actuar y de
favorecer la realización de las posibilidades”. El psiquiatra se pregunta ¿Qué ocurre entonces
con una persona si su “vehículo del ser en el mundo”, aquel cuerpo que tiene asegurado a la
realidad está totalmente forzado al artificio de la vida institucional?
El impacto con el cuerpo-institución, con los cuerpos expropiados, abandonados y
prisioneros, permanecerá siempre para Basaglia como una experiencia dramática que le
produce indignación y al mismo tiempo le demanda asumir una responsabilidad directa. “No es
verdad que el psiquiatra tiene dos posibilidades, una como ciudadano y otra como psiquiatra,
tiene una sola: como hombre”.
El trabajo de Basaglia en Gorizia duró casi 8 años, durante ese tiempo el psiquiatra
presentó un ensayo que represento un punto de inflexión en su pensamiento y constituyó una
piedra fundamental en el debate en psiquiatría: la destrucción del hospital psiquiátrico como
lugar de institucionalización. Ese texto colocó por primera vez en la escena pública una
cuestión crucial siempre abierta en las sociedades democráticas: el manicomio como
contradicción del principio de libertad. Basaglia argumenta por primera vez la propuesta de qué
para él la única salida de la crisis de la psiquiatría occidental era destruir aquello que desde
hace dos siglos era su soporte central: el manicomio.
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La destrucción del manicomio es un hecho urgentemente necesario sino simplemente
obvio. el hecho de que dos siglos después de la disolución de las cadenas propiciado por pinel
reglas forzadas y mortificaciones marquen todavía el ritmo de la vida de los internados hace
necesaria para el psiquiatra la búsqueda de fórmulas que tengan finalmente en cuenta al
hombre en su libre elección frente al mundo, ya sea del hombre enfermo que ha perdido
individualidad y libertad primero con la enfermedad y luego con la pérdida definitiva de sí
mismo en el manicomio, cómo del hombre psiquiatra que debe formularse preguntas sobre su
libertad personal, Sobre el hecho de ser delegado y portavoz no desinteresado de esta
sociedad que le encomienda hacerse cargo del mundo alienado. La destrucción del manicomio
se coloca como necesidad, no es casualidad que Basaglia use la palabra destrucción, por
mucho tiempo, hablando del manicomio, se prefirió usar en lugar de la palabra transformación,
de una manera más cruda, la palabra destrucción, ya que logra hacer comprender la aspiración
a que sea eliminado lo que no debe aparecer más.
Basaglia trabajará toda la vida para construir en la práctica y para fundar culturalmente
un servicio público que corte radicalmente con el manicomio, es decir un sistema de
instituciones en las cuales no deban ser pagados con el precio de la libertad, la tutela, el
amparo, el "asilo" del que una persona sufriente puede tener necesidad. La libertad, del
enfermo y de médico, impone para Basaglia un drástico repensar el trabajo del médico, su rol
social y su responsabilidad. Sin esta reflexión, no será posible poner fin verdaderamente a las
prácticas de custodia.
Reforma y transformación
En el invierno de 1978, la propuesta del Partido Radical de someter a referéndum la
vieja ley de 1904 indujo al Parlamento italiano a excluir del proyecto de reforma sanitaria, los
artículos sobre salud mental, y a acelerar la discusión. Basaglia se comprometió en primera
persona: estaba convencido de que era necesaria una ley y que los tiempos estaban maduros
para marcar finalmente un corte. La ley fue aprobada el 13 de mayo de 1978. Basaglia había
colaborado particularmente en la configuración del tratamiento sanitario obligatorio (Tso),
convencido de que este dispositivo era necesario para obligar al médico a responsabilizarse
respecto de la persona enferma que sin embargo no pedía el tratamiento, y que fuese posible
no desmentir en absoluto, en este punto, el principio de la plenitud de los derechos del
ciudadano.
El Tso, desde el comienzo y luego en el curso de la larga vida de la reforma, fue en
algunos lugares traducido en servicios, procedimientos y culturas coherentes y eficaces,
mientras en otros fue llevado a cabo como reproducción en otros términos de la internación
coercitiva del viejo régimen. Basaglia sabe que la realización de esta reforma, no será "lineal ni
despojada de conflictos" dadas "las características del terreno en el cual interviene, donde
confluyen pesados prejuicios culturales e intereses estratificados". Prevé por lo tanto que "la
aplicación de esta normativa será tanto más posible cuanto más se acompañará desde abajo,
en las administraciones locales, en las instituciones por separado, en las uniones periféricas de
técnicos y de usuarios, en los movimientos políticos y sindicales, la voluntad de superar tanto
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históricas carencias y retrasos, como la histórica ausencia o distancia de la población de la
gestión de las instituciones.
Desarmados como estamos, privados de instrumentos que no sean una explícita
defensa
nuestra frente a la angustia y el sufrimiento", se podría "empezar a afrontar los problemas de
manera distinta". A Basaglia, que toma al enfermo mental como punto de observación y patrón
de enjuiciamiento de la sociedad, los dos mundos en ese momento divididos por el muro de
Berlín le parecen sorprendentemente similares. Está convencido de que el cambio de
estructuras sociales no es en absoluto suficiente para dejar fuera de juego las relaciones de
opresión, y con más razón cree que una reforma legislativa no sea para nada suficiente para
poner fuera de juego el manicomio y su lógica.
Se afirma "la necesidad de que el cambio parta de cada uno de nosotros", y que
"desde mañana nuestra práctica sea distinta". Para Basaglia, trabajar en el cambio social
significa esencialmente superar las relaciones de opresión y "vivir la contradicción del vínculo
con el otro", aceptar las oposiciones, dar un valor positivo a los conflictos, a la crisis, a la
suspensión de las creencias, al debilitamiento de los roles y de las identidades. "Cuando el
médico acepta el cuestionamiento del enfermo, cuando el hombre acepta a la mujer con su
propia subjetividad", puede nacer aquel "estado de tensión que crea una vida que no se
conoce" y que representa "el inicio de un mundo nuevo".
Basaglia logra muy bien, en estas conferencias, hacer comprender cómo fue posible
imaginar y construir, en lugares concretos de nuestro país y en nuestro tiempo, condiciones
institucionales, estructuras organizativas, procesos culturales, formas de lucha, en las cuales
era posible "vivir las contradicciones" e incluso transformarlas en riqueza y fuerza.
ALEJANDRO VAINER (2012)
“Las dos luchas en Salud Mental”
Los cambios en salud mental cuestan, y mucho. La historia de las reformas durante el
último siglo nos muestra una sucesión de diferentes luchas que llevaron desde un orden
manicomial con hegemonía psiquiátrica al intento de instalar el campo de la salud mental. El
mismo se propone como interdisciplinario, intersectorial, con diferentes actores y protagonistas,
es el camino necesario para poder dar cuenta de una forma más racional las problemáticas de
padecimiento mental.
Hay una serie de factores que han impedido los avances en nuestro país y en el
mundo, por un lado, la instalación del capitalismo financiero desde mediado de los 70 que
promovió una privatización del sector de salud, su consecuencia es la medicalización del
padecimiento subjetivo, lo que lleva a un reduccionismo biológico de la subjetividad. Por otro
lado, en el propio campo hay diversas batallas de distinto tipo entre iglesias, sectas y
corporaciones, no solo peleas narcisistas y de poder entre diversos personajes e instituciones
que se arrogan la propiedad de líneas e ideas teóricas. Este conjunto de factores obstaculiza
transformaciones que son necesarias, aunque sobran buenas palabras, buenas intenciones y
leyes.
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Franco Basaglia dividía la lucha de los trabajadores de la salud mental en política y
teórico técnica. Esta discriminación permite separar dos frentes y ver herramientas específicas
en cada caso. Un buen caso para ejemplificar esta división es revisar la forma en la que se ha
disputado en nuestro país el reconocimiento profesional del psicólogo y poder trabajar en el
ámbito clínico. Por el lado de las luchas políticas hubo diferentes movimientos en consonancia
con cada época, por ejemplo, en 1962 se constituyó la asociación de psicólogos de Buenos
Aires (APBA), en 1971 se constituyó la Federación de psicólogos de la República Argentina
que en 1977 se transformó en Federación (FEPRA). En cada una de estas organizaciones el
reconocimiento profesional fue un eje central de acciones y movilizaciones. Del mismo modo el
13 de octubre de 1974 se instauró el día del psicólogo como símbolo de lucha y de unidad en el
cierre del Encuentro Nacional de psicólogos y estudiantes de Psicología realizado en Córdoba.
Por otro lado, las luchas teórico-técnicas fueron paralelamente necesarias para
legitimar el lugar de los psicólogos. Por ejemplo, el trabajo ad honorem en los diferentes
hospitales públicos en los diferentes servicios de psicopatología, los debates y polémicas
promovidas por estudiantes y psicólogos en las carreras de Psicología, la Fundación de la
revista Argentina de Psicología promovida desde la APBA. Era necesario legitimar el rol del
psicólogo por fuera de la propuesta de ser un testista auxiliar de la medicina.
El conjunto de estas luchas, enmarcadas en movimientos sociales más amplios,
llevaron a qué en 1985 se aprobara la ley del psicólogo y al reconocimiento de hoy en nuestro
país. Estas historias nos enseñan cómo es necesario dar las luchas en dos niveles para poder
transformar el estado de las cosas.
No hay posibilidad de una transformación en salud mental sin la socialización de la
salud, esto implica que el estado sostenga la salud pública desarrollando una política
universalista, de seguridad social con la participación de equipos interdisciplinarios, los
usuarios y los trabajadores, que garanticen el derecho a la salud para el conjunto de la
población. Para eso debe asignar un presupuesto adecuado para dar una cobertura de salud a
todos los ciudadanos independientemente de sus posibilidades económicas y que los
profesionales cobran un sueldo acorde con la práctica que realizan. Las diferentes
modificaciones qué pueden darse en el contexto actual no podrán expenderse si sigue rigiendo
una lógica donde los monopolios privados y sus hegemonías tienen el poder en los abordajes
en salud. Es una ilusión pretender que puede haber una política de salud mental desgajada de
lo que sucede en el campo de la salud y de las condiciones de vida en la sociedad actual.
Es necesario contar con una descripción de cómo funciona el poder y las hegemonías
en nuestro campo, esto nos va a brindar un adecuado mapa para movernos. Pero lo
fundamental es la lucha articulada en los distintos espacios de trabajo, allí distintos grupos,
sectores, organizaciones profesionales y gremiales pueden aunar sus fuerzas en función de
situaciones concretas. Estas luchas toman cuerpo en todos sus sentidos, allí está el campo de
batalla, no en los papeles, sin luchas concretas nos quedamos siendo letra muerta, porque no
hay cuerpo vivo con reclamos, presiones y movilizaciones. Lo sucedido con la ley nacional de
salud mental aprobada en diciembre de 2010, con escasos debates previos, es un buen
ejemplo de ello, la mayor parte de los trabajadores de salud mental se enteraron después de la
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aprobación de la ley. Nadie puede negar el carácter progresista de esta ley en sus puntos
fundamentales, pero es necesario poder visualizar cómo se sostienen y dan corporeidad a los
avances, cómo son las situaciones concretas en cada lugar del país, cómo poder avanzar en
cada sitio. Sin una transformación del sistema de salud las barreras serán infranqueables.
Basaglia consideraba que era fundamental de las leyes aprobadas en 1978 fue que
nacieron por la presión de movimientos populares que obligaron al Parlamento a aprobarlas,
esta situación fue casi inversa en nuestro país. la ley puede ser un buen instrumento para
avanzar, es un paso, pero no puede depositarse en ella poderes mágicos de transformación.
La lucha política es fundamental, pero por sí sola no alcanza, la lucha teórico-técnica
implica como creamos, instalamos y sostenemos dispositivos de trabajo en salud mental, como
los fundamentamos teórica y clínicamente. Nuestra concepción de subjetividad se encarna en
nuestros dispositivos, por lo que es necesario aclarar de que subjetividad estamos hablando.
Partimos desde un cuerpo como subjetividad que se construye en una intersubjetividad en el
interior de una cultura. El cuerpo es el lugar de la subjetividad, y se forja en el interjuego de tres
aparatos, el aparato orgánico con sus leyes físicoquímicas y de la anatomo-fisiologia, el
aparato psíquico con las leyes del proceso primario y secundario y el aparato cultural regido por
sus leyes económicas políticas y sociales. Esto implica una subjetividad compleja que tiene
como correlato el abordaje interdisciplinario para trabajar sus padecimientos.
A partir de la aprobación de la ley nacional de salud mental, muchos han reclamado
que se debe trabajar de acuerdo con ella, suponiendo que los trabajadores de salud mental
tenemos que cambiar nuestra forma de trabajo para cumplirla, simplemente porque es mejor,
pero sin tener en cuenta que los dispositivos que funcionan actualmente son efectos de la
concepción de subjetividad que los sostienen y el peso de lo instituido que atraviesan todos los
dispositivos existentes.
Las transformaciones implican batallas que afectan diferentes sectores del poder es
necesario poder dar sustento a un momento de transición para poder instalar y sostener
nuevos dispositivos. entre quienes trabajan entusiasmados para modificar el status quo hay
situaciones que son preocupantes. Muchos proponen sostener el trabajo en un dispositivo
innovador en salud mental sólo con las mejores intenciones, sin embargo, cualquier abordaje
en salud mental necesita de espacios de formación y supervisión. En los lugares concretos los
dispositivos instituyentes necesitan aún más cuidados y suministros que los dispositivos
instituidos para poder sostenerse. No alcanza con decir que los pacientes del manicomio
estarán mejor afuera, es necesario demostrarlo creando los dispositivos necesarios para llevar
adelante la transformación.
Necesitamos toda nuestra rigurosidad conceptual para demostrar que son mucho más
eficaces y científicos, en ese sentido, los diversos encuentros para intercambiar y afinar
herramientas de trabajo son fundamentales. Es necesario visibilizar la importancia de la lucha
teórico-técnica para poder dar batalla, no hubo en salud mental una transformación que no
tuviera una victoria teórico-técnica. Los cambios en salud mental cuestan, diferenciar y articular
estos dos niveles puede permitirnos dar las diferentes batallas, en los distintos frentes, con
mejores armas, de lo contrario se subraya sólo un aspecto de la problemática, reduciendo así
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la complejidad de esta. Sí la cuestión de la salud mental queda subsumida a debatir la situación
de los manicomios, varias cuestiones quedan excluidas, no sólo la política en salud y salud
mental qué va mucho más allá de los hospitales monovalentes, sino también cuáles son los
dispositivos teórico técnicos necesarios para poder llevar adelante la transformación y cómo
sostener la misma.
La complejidad de la situación de salud mental nos exige diferenciar y articulares
todos niveles de nuestras luchas, no sólo para denunciar cuando los cambios presupuestos son
meras declamaciones, sino también para pulir nuestros instrumentos y estar a la altura de las
batallas que libramos.
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UNIDAD 6
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ANONIMO (1954)
PRIMER CONGRESO ARGENTINO DE PSICOLOGÍA
En 1954, cerca del final del segundo gobierno de Perón, se realizó en San Miguel de
Tucumán el Primer Congreso Argentino de Psicología, a instancias de un pequeño grupo de
personas que, de diversas maneras, aplicaban la psicología en el campo de la educación.
Dicho grupo venía afianzándose desde 1949, año en que se realizó en Mendoza el Primer
Congreso Nacional de Filosofía, donde se dieron cita por primera vez algunos profesores
universitarios, filósofos y médicos interesados en el tema. El Congreso de 1954 fue la
culminación de una década durante la cual la psicología había ganado terreno en el país a
partir de la utilización de los test psicométricos y proyectivos en instituciones estatales
vinculadas principalmente a la educación y a la orientación profesional. Si bien la disciplina no
contaba con figuras que sobresalieran por sus desarrollos teóricos, sus múltiples aplicaciones
la habían difundido en el plano institucional a partir de la creación de institutos y carreras
menores de psicología, que comenzaban a pugnar por un mayor reconocimiento oficial.
Es notable la fluidez de los intercambios entre los “precursores” de este grupo
pionero, la mayoría de ellos se había desempeñado en instituciones de distintas ciudades, por
ejemplo, Ricardo Moreno, uno de los secretarios del Congreso, había dirigido la Dirección de
Psicología Educacional y Orientación Profesional de La Plata entre 1949 y 1952. Plácido Horas,
egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, creó en San Luis en 1952 una
institución con el mismo nombre a partir de sus contactos personales con Moreno y publicaba
en la Revista de Educación de La Plata, Luis María Ravagnan también escribía a menudo para
esa revista, además de dictar clases en la UBA y de llegar a ser director de la Dirección de
Psicología de La Plata. Pucciarelli, en Tucumán, había sido decano de la Facultad de Filosofía
y Letras, dictando clases a su vez en la UBA y en la UNLP. Guerrero había hecho otro tanto en
la UBA y en la UNLP, pero, además, había estado en la Universidad del Litoral. Este grupo tan
heterogéneo, conformado por filósofos, pedagogos y psicotécnicos parecía haber
logrado los consensos necesarios para comenzar a gestionar ante los poderes públicos
la creación de la carrera universitaria de psicología.
En la ciudad universitaria de Tucumán se celebró, entre los días 13 y 22 de marzo, el
Primer Congreso Argentino de Psicología, nacido por iniciativa de un grupo de jóvenes
profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, que encontró acogida en las autoridades de la
Universidad. El número de comunicaciones recibidas obligó a distribuir las tareas en diez
comisiones, con el siguiente temario: Problemas históricos y epistemológicos de la psicología;
Psicología general, especial, social y del arte; Técnicas psicológicas de exploración;
Aplicaciones educacionales, médicas, forenses, militares y económicas; Perspectivas y
necesidades de los estudios psicológicos en nuestro país.
Al crecido contingente de profesores argentinos se sumaron delegados extranjeros y a
parte de los delegados de las universidades argentinas también concurrieron representantes de
los Ministerios de Asuntos técnicos, de Defensa nacional, de Aeronáutica, de Marina, de
Trabajo y previsión y de Salud pública de la Nación.
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En carácter de delegados de la Facultad de Humanidades actuaron, entre otros, el
doctor Eugenio Pucciarelli que disertó sobre los estudios psicológicos en la Argentina, habiendo
presentado además una comunicación sobre Interpretación psicológica de la catarsis; y el
profesor Francisco González Ríos quien se ocupó sobre Psicología diferencial,
constitucionalidad, caracterología y de la personalidad, presentando tres comunicaciones sobre
Explicación y aprehensión significativa en el conocimiento, Emotividad y carácter en una
psicología concreta y Aptitudes y creencias de la psicología social contemporánea.
En la sesión plenaria que se realizó en la ciudad de Salta el 22 de marzo se aprobó
una ponencia relativa a la creación de la carrera universitaria del Psicólogo profesional
presentada por los profesores Luis Juan Guerrero, Eugenio Pucciarelli, Alberto Palcos,
Francisco González Ríos, Carlos Astrada, Ricardo Moreno, Oscar Oñativia, Plácido Horas, Luis
M. Ravagnan y Osmán Dick, y concebida en los siguientes términos:
“El Primer Congreso Argentino de Psicología” declara la necesidad de crear la carrera
universitaria del Psicólogo profesional con arreglo a las siguientes condiciones:
1. Se establecerá como sección autónoma en las Facultades de carácter humanístico,
aprovechando los institutos ya existentes y la enseñanza que se imparte en esas y en
otras Facultades que puedan ofrecer su colaboración (Medicina, Derecho, Ciencias
Económicas, etc.)
2. La carrera comprenderá un plan completo de asignaturas teóricas y la debida
intensificación práctica en las distintas especialidades de la profesión psicológica,
otorgando los títulos de Licenciado en Psicología (previa tesis de Licenciatura) y de
Doctor en Psicología (previa tesis de Doctorado)
3. Establecerá además carreras menores de Psicólogos auxiliares en los distintos
dominios de la Terapia médica, Pedagogía, Asistencia social, Organización industrial y
otros campos de aplicación a las necesidades de orden nacional y a las regionales
servidas por las diferentes universidades argentinas”.
Resulta obvio señalar que la superación del dualismo tradicional ha coincidido con el
advenimiento de una concepción del ser humano como totalidad originaria. En
consecuencia, los procesos psíquicos reconocen su trama biológica y el organismo se torna,
por ende, esencialmente psíquico. Tal concepción reclama el concurso de diversas ciencias
para considerar los diversos problemas que afectan al ser humano en su totalidad. La
presencia del psicólogo queda justificada en las múltiples dimensiones de la conducta, cuya
interpretación exige la participación de todas las especializaciones científicas que puedan
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contribuir al examen y solución de diversos problemas que refieren a la vida mental,
aprendizaje, relaciones humanas, delitos, etc.
La carrera de Psicología que se cursa en la Facultad de Humanidades de la UNLP,
ofrece un plan de estudios acorde a la naturaleza unitaria del hombre. La formación
recibida de índole científica, capacita para cumplir tareas en el orden clínico, educacional y
laboral.
El campo de actividades del Psicólogo Educacional:
Se ocupa de la orientación educacional y vocacional en los cuatro niveles de la
enseñanza.
Colabora en la elección de los métodos más adecuados a las características personales
y de aprendizaje de los alumnos y estudiantes.
Asesora al maestro y al profesor en los aspectos psicológicos vinculados a la educación.
Estudia problemas de rendimiento escolar, adapta o construye pruebas psicológicas
para examinar las aptitudes de los estudiantes.
Asesora al educador para crear un clima psicológico favorable para el proceso del
aprendizaje.
Dicha formación pedagógica y psicológica que el médico no tiene, justifica la presencia
del psicólogo educacional. El psicólogo educacional deberá solicitar al médico diagnóstico y
medidas terapéuticas necesarias en los casos que deba establecerse la naturaleza de la
enfermedad que afecte a un escolar.
El Psicólogo Laboral, por su parte:
Se ocupa de la selección y orientación profesional en el campo de las relaciones
humanas en los lugares de trabajo.
Estudia, planifica e investiga acerca de las funciones psicológicas que participan en el
desempeño de una ocupación y en la realización del trabajo.
Elaboración de técnicas y recursos para contribuir a la solución de los problemas
psicológicos que surgen del trabajo y cuya solución puede proveer una realización
armónica.
Estos hechos justifican la presencia técnica del psicólogo laboral. Cuando los problemas
psicológicos se producen por afecciones de cualquier naturaleza, caen bajo la competencia del
médico laboral.
En cuanto al Psicólogo Clínico, dicha denominación exige una aclaración: es una
traducción literal de la expresión inglesa “ClinicalPsychology”, rama de la psicología del campo
de la psiquiatría, que colabora con el médico en el examen de algunos aspectos psíquicos que
requerían técnicas psicológicas, tiene por objeto definir las características y aptitudes
vinculadas al comportamiento mediante métodos de medición, análisis y observación. Se
integra dicha información con datos del examen médico e historia social, para luego formular
sugerencias y recomendaciones para la adaptación del individuo.
Su función radica en realizar el examen psicológico con técnicas científicas, interpretar
los datos proporcionados, establecer el dictamen psicológico y entregárselos al médico,
quien formula el diagnóstico y las medidas terapéuticas.
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No está en condiciones de tratar bajo su responsabilidad los trastornos funcionales de la
personalidad (neurosis o psiconeurosis) ni efectuar diagnósticos que corresponden al
médico.
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En 1958, Arturo Frondizi asume la presidencia y se le presenta el anteproyecto de ley de
universidades privadas. Ya había defraudado a sus propios partidiarios con inesperadas
privatizaciones de importantes empresas y acuerdos petroleros. En este contexto la
denominada “enseñanza libre” adquiere singular relieve, por enseñanza libre se alinearon la
Iglesia Católica y los grupos conservadores, por la laica, la gran mayoría de la población,
incluyendo ciertos sectores católicos no conservadores.
El intento de reglamentación del artículo 28 tuvo una repercusión muy intensa a nivel de
los tres claustros de las universidades, y en los sectores populares. En septiembre de 1958 se
realiza una movilización histórica frente al Congreso, pero el artículo 28 se mantuvo, aunque se
lo tachó de inconstitucional. En este marco convulsionado, se crea la carrera de Psicología
en La Plata a mediados de 1958. La clase inaugural de la carrera estuvo a cargo de la primera
directora de la misma, Fernanda Monasterio. Delucca también ubica las figuras de E.
Pucciarelli y N. Pousa en Filosofía, Ravagnan en Introducción a la Psicología.
Señala que esta marca fundante les imprimió a los de esa generación una actitud de
resistencia y de participación activa, un “espíritu militante”, que supone poder articular en cada
acción esa participación activa con un sentido de pertenencia: a un grupo, a un movimiento, a
la búsqueda de ir “más allá” del objetivo individual, para enriquecerlo con metas que hacen
cadena, eslabones con otros. Delucca caracteriza a la primera promoción como la generación
de la resistencia y la generación “rastrillo”, porque respetaban a quienes los respetaban, pero
se oponían duramente a quienes usurpaban sin idoneidad el lugar de las cátedras.
Resalta lo positivo de su generación: el debate permanente, el alto nivel de formación
filosófica y política, la cultura del libro por sobre el apunte, la posibilidad de pluralidad teórica de
los profesores. Señala que la propuesta del psicoanálisis fue la más rica, sistematizada y
coherente, ya que les aportó un conocimiento o una interrogación nueva sobre el ser humano.
Lo negativo que sitúa de su promoción es la ausencia de trabajos prácticos, ya que sólo se
nombraron profesores titulares y adjuntos en algunas cátedras. Finalmente, Delucca señala
que la formación clínica la realizó por fuera de la carrera, y continúa siendo una deuda que
tendrán que saldar las generaciones anteriores con las actuales, rescatando siempre ese gusto
por los objetivos compartidos. “Para que no se mueran los ideales, para que los nuestros
hagan posta con los de ustedes, o para que se unan unos con los otros y corran juntos”.
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algunos profesores de la carrera de psicología eran médicos y pensaban que los psicólogos
debían estar autorizados para curar por medio verbales.
Marcos Victoria (primer director de la creación de la carrera de psicología de la UBA)
estaba en contra de la intromisión de los psicólogos en el campo de la enfermedad. En 1959 la
Facultad de Ciencias Medicas solicitó al Consejo Superior de la UNLP que suprimiera la rama
clínica del ciclo superior de la carrera de psicología, por considerar que el ejercicio de la clínica
implicaba un ejercicio ilegal de la medicina. En el 1965 se había alcanzado un cierto consenso
sobre las incumbencias del psicólogo en el área clínica, pero no había aun una reglamentación
de la profesión.
Según el autor, es necesario poder empezar a ordenar el campo de la psicología
debido a la confusión de la función, los roles, que no permite al público diferenciar entre
psicólogos capaces y charlatanes. Por eso el primer trabajo es proporcionarle a este público
interesado, conocimientos precisos y básicos, una visión exacta de lo que debe ser el
psicólogo. El psicólogo deja de ser un ser mágico, para convertirse en un intermediario entre
las verdades científicas inobjetables y los problemas particulares en los individuos y la
sociedad. Al igual que el médico, sus conocimientos deben tener un basamento empírico.
Para ser psicólogo se debe tener formación universitaria y no ser un mero aplicador de
test, se debe tener una formación biológica con agudo espíritu crítico para poder enfrentar
diferentes escuelas sin base empírica (psicoanálisis) con amplia base de humanidades y
suficiente experiencia personal.
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El psicólogo aliado del medico
El autor propone al psicólogo como auxiliar de la medicina. Su inserción estaría en las
salas asistenciales de los Hospitales neuropsiquiátricos, las cuales están sin médicos, ni
enfermeras, repletas de pacientes. ¿Cuál sería su tarea? Lo primero que tendrían que hacer los
psicólogos es aplicar los test a los enfermos, trabajo que no siempre tiene tiempo de hacer el
psiquiatra. Un psicólogo puede proporcionar al médico una completa historia psicológica del
paciente, proporcionada por los datos de los test, más informaciones provenientes de familiares
y allegados. El psicólogo como cooperador del médico, también colaboraría con él en los
servicios para neuróticos.
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Se plantea la siguiente cuestión: Tenemos conocimientos psicológicos, deducidos
especialmente de la investigación psicoanalítica, que sabemos pueden ser muy beneficiosos
para mejorar la vida de los seres humanos, pero ¿cómo aplicarlos de manera que beneficien a
toda o gran parte de la comunidad? Entonces el problema ya no es el de la enfermedad mental
sino el de la promoción de la salud: la psicoprofilaxis en su más alto nivel. El problema está
en construir una estrategia que permita aplicar y aprovechar nuestros conocimientos
psicoanalíticos en una escala mucho más amplia.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO
El psicoanálisis se define por constituir al mismo tiempo una terapia, una teoría y una
investigación, sin embargo, debemos reconocer que el valor social del psicoanálisis en cuanto
terapia es bastante limitado, es decir, hay una limitación social de psicoanálisis, ya que es
utópico pretender formar tantos psicoanalistas para que toda la población sea sometida a
tratamiento psicoanalítico.
La importancia social del psicoanálisis reside en su capacidad de ser un método de
investigación de los fenómenos psicológicos, aporta conocimientos valiosos sobre las leyes
psicológicas que rigen la dinámica de la salud y la enfermedad. El psicoanálisis clínico no
puede resolver por sí solo el problema de la salud mental en la amplitud y extensión en que ello
se hace necesario en el presente, por lo tanto, formar más psicoanalistas para enfrentar este
problema es insostenible. Pero la investigación del psicoanálisis clínico aporta resultados y
conocimientos de gran valor, que son los que sí pueden y deben emplearse en vasta escala en
los programas de higiene mental. Sus aportes pueden ser utilizados en dos estrategias de la
salud pública:
- En el orden administrativo, intervenir por intermedio de la acción gubernamental,
influyendo leyes, status, costumbres, etc. El psicoanalista actúa como experto
asesorando a los cuerpos administrativos gubernamentales en torno a lo que atañe a la
salud, ya sea en el sentido de mejorar o prevenir perjuicios o daños, por ejemplo, se
pueden utilizar conocimientos sobre la relación madre niño y los efectos nocivos de
largas separaciones en el caso de la organización de un servicio hospitalario, etc.
- En el orden de la relación interpersonal, los conocimientos de la investigación
psicoanalítica pueden ser empleados en técnicas psicoterápicas más breves, o en
técnicas grupales.
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Mientras que psicoanálisis operativo, puede considerarse como una variante del aplicado, ya
que al igual que este, se realiza fuera del contexto en el que se lleva a cabo el psicoanálisis
clínico, se caracteriza por:
Utilizarse en situaciones humanas de la vida corriente, en cualquier actividad o quehacer o en
toda institución en la que intervienen seres humanos, es decir, en la realidad y la situación viva
y concreta (educación, trabajo, juego, ocio, etc.), y en situaciones de crisis normales por las
que necesariamente pasa el ser humano (cambios de lugar, de estado civil, de empleo,
paternidad o maternidad, muerte de familia-res, eta.), además de las crisis normales del
desarrollo.
Indaga los dinamismos y las motivaciones psicológicas inconscientes, pero se utiliza dicha
indagación para lograr modificaciones a través de la comprensión de lo que está ocurriendo,
cómo y por qué.
Esta intervención (operación) se realiza a través de múltiples procedimientos, sea interpretando
las relaciones, la tarea, los procedimientos, la organización, la institución, la comunicación, etc.,
para lograr una modificación de las situaciones, la organización o las relaciones interpersonal,
en función de la indagación realizada y de las conclusiones obtenidas.
Toda psicología y psicoterapia grupal de inspiración psicoanalítica, debe ser incluida como
variante del psicoanálisis operativo.
El psicoanálisis operativo abre perspectivas importantes en el campo de la higiene mental y la
psicoprofilaxis.
FORMACIÓN DEL PSICOANALISTA
En los planes de formación de psicoanalistas debemos señalar:
- No admitir ninguna urgencia por formar más psicoanalistas para resolver el problema
social de la salud y la enfermedad mental, es necesario no perder la rigurosidad y
condiciones para su formación.
- Revisar nuestros programas de estudio para que no se orienten a formar profesionales
del psicoanálisis, sino investigadores del psicoanálisis, incrementando la enseñanza de
metodología, filosofía de la ciencia, etc.
- El único organismo encargado y habilitado para formar psicoanalistas es el instituto de
psicoanálisis, no permitir la formación de psicoanalistas silvestres. Entonces el eje
fundamental es la formación del psicoanalista clínico en cuanto científico y técnico de
un método de investigación.
PSICOLOGÍA Y PSICÓLOGOS
En nuestro país, los psicólogos no pueden ingresar en el Instituto de Psicoanálisis y,
por lo tanto, no pueden ser psicoanalistas. De ninguna manera se soluciona el problema
creando organismos encargados de formar (directa o indirectamente) psicoanalistas silvestres.
Es importante remarcar que el problema de la salud y la enfermedad mental no se puede
resolver formando más psicoanalistas, ni tampoco semi-psicoanalistas (psicólogos).
La psicología recibe un aporte valioso del psicoanálisis, el problema está en que sigan
recibiendo estos aportes, pero sin dejar de ser psicólogos, es decir que se transformen en
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psicoanalistas silvestres. Los psicólogos se orientan a tomar el modelo del trabajo profesional
de la actividad médica, es decir de carácter individual y orientada a la curación (asistencial) y
no a la prevención o a la higiene, por lo tanto el psicólogo no debe ser alentado a ser terapeuta,
sino que tienen que ser orientados hacia el campo de la psicohigiene, se les debe proporcionar
los conocimientos e instrumentos necesarios para actuar antes de que la gente enferme dentro
de actividades grupales, institucionales, y de trabajo en la comunidad.
Los psicólogos legalmente deben ser autorizados para ejercer la psicoterapia, pero no
deben ser alentados a ello, ya que desde el punto de vista social no es lo óptimo preparar
profesionales que se dediquen en su mayor proporción a la actividad asistencial e individual,
porque lo que necesitamos es la atención de la salud pública en el plano de la promoción de
salud y en escala social.
El campo específico del psicólogo es el de la psicohigiene, no el de la enfermedad
mental. Psicohigiene quiere decir utilización de recursos (conocimientos y técnicas)
psicológicos para mejorar y promover la salud de la población (y no sólo evitar enfermedades),
como también administración adecuada de esos recursos a nivel de la organización de la
comunidad.
La preparación de los psicólogos como auxiliares de la medicina es totalmente errónea,
ya que su campo está principalmente fuera de la medicina y fuera de la enfermedad. Hay que
aclarar que, no significa que no debe enseñarse psicoanálisis a los psicólogos, todo lo
contrario. Lo que no debemos hacer es transformar a los psicólogos en psicoanalistas
silvestres, es decir, no enseñarles a manejar el psicoanálisis clínico. Lo que si es necesario es
que enseñemos el psicoanálisis de tal manera que les permita comprender el comportamiento
de los seres humanos en la vida cotidiana, tanto en el ámbito individual, grupal, institucional y
comunitario, comprender las motivaciones inconscientes, reconocer los conflictos, los
mecanismos de defensa y las ansiedades.
PSICOANÁLISIS Y MÉDICOS
Es importante incorporar la formación y el pensamiento psicoanalítico en los médicos,
pero sin que estos abandonen su campo específico para transformarse en psicoanalistas, ya
que se considera esto como nocivo, porque entonces el psiquiatra, pediatra, u otro médico, que
emprendía un análisis o requería información sobre psicoanálisis, terminaba en la disyuntiva,
de convertirse en psicoanalista (formándose en el Instituto de Psicoanálisis) o seguir con su
propia especialidad.
Es necesario crear una formación psicoanalítica seria (para los especialistas de
distintas ramas de la medicina) en los aspectos que le son necesarios, para que puedan seguir
desempeñándose mucho mejor dentro de sus tareas específicas.
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Se debería intervenir en el control o supervisión de los profesionales (psicólogos y
médicos) donde lo que se debe enseñar es el psicoanálisis operativo y no el psicoanálisis
clínico; con los psicólogos, alentando a que se ocupen e intervengan más sobre la
psicoprofilaxis que sobre la terapia, y más de grupos, instituciones y de la comunidad que de
individuos; en el caso de los médicos a que comprendan y manejen las situaciones
terapéuticas y la relación médico-paciente con la asimilación de conocimientos psicoanalíticos,
pero dentro de las técnicas que ellos utilizan en cada caso.
EL PSICOANALISTA EN EL HOSPITAL
Cuando el psicoanalista va a trabajar al hospital, lo que no debería hacer es tomar
pacientes del hospital en tratamiento psicoanalítico dentro del hospital (psicoanálisis individual)
y este se ve abrumado por una enorme cantidad de trabajo. Lo que debe hacer es enseñar a
sus colegas a pensar psicoanalíticamente (no a hacer psicoanálisis clínico), a utilizar los
conocimientos dinámicos de tal manera que ellos los puedan utilizar dentro de otras técnicas
terapéuticas o bien dentro de sus propias relaciones grupales, o dentro de toda la propia
organización institucional, de la sala o del hospital, tanto como en la comprensión del trabajo de
comunidad. La práctica demuestra que el psicoanalista es más útil en el hospital cuando forma
grupos operativos o de enseñanza, que cuando se dispone a una tarea asistencial con el
psicoanálisis individual.
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Estos jóvenes profesionales se comprometerían en la búsqueda de un
reconocimiento social en distintos frentes: académicos, laborales y legales. La RAP fue la
primera revista escrita, producida y dirigida por psicólogos. poseía un formato tipo libro y su
cuerpo principal estaba compuesto por artículos de carácter técnico y profesional. No era la
historia sino el presente la preocupación principal de los protagonistas, un presente que se
caracterizó de entrada como polémico y contradictorio, la contradicción se afirmaba como un
valor positivo, fue la primera definición de un grupo que reconoce su unidad en la diversidad y
en la polémica.
Este articulo tiene por objetivo analizar las diferentes polémicas que recorrieron el
primer año de la publicación de la revista, allí residen las claves para situar la tensión interna
que definió este proceso de profesionalización de la psicología.
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En la transición de los ´60 a los ´70 los jóvenes graduados en psicología conciben a la
disciplina como un campo sólidamente asociado a una moral del compromiso social y político.
El articulo de la revista que se toma para dar cuenta de esta polémica es una critica de Sastre
(graduado de la carrera de psicología de la UBA) a un articulo de Kesselman (medico
psicoanalista). Kesselman aborda una problemática crucial para una generación y la resuelve
incorrectamente. Lo que debe discutirse son las distintas modalidades que puede asumir la
relación entre psicoterapia y política. El desafio planteado por Kesselman es desarrollar una
practica psicoterapéutica que sea eficaz, nacional y popular, para ello resulta necesario
comprender que lo reprimido en juego es la “responsabilidad social” del sujeto que consulta, en
palabras del autor “la responsabilidad social son los sentimientos, pensamientos y acciones
que demuestran que el sujeto es capaz de identificarse con los intereses de su clase o con los
intereses de otra clase, creo que solo la liberación social puede garantizar el valor social de la
liberación de los impulsos reprimidos”.
Sastre critica la lectura demasiado rápida que a su entender realiza Kesselman,
ataca un sistema que cataloga como falso y plagado de mitos y prejuicios “pequeño-
burgueses”. Frente a esto propone llevar la discusión al terreno de la ciencia y distinguir con
claridad los niveles de intervención posibles del terapeuta. Si bien Sastre reconoce los aportes
de Kesselman en términos de incorporación de nuevos recursos al quehacer terapéutico, su
visión del problema es otra e implica e implica avanzar más lentamente pero con mayor
seguridad en el desarrollo de las categorías de análisis teóricas.
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Harari sostenía que el único objeto que legitima tanto a la psicología como al
psicoanálisis es la investigación del inconsciente, en este sentido no es posible plantear
diferencias entre ambas profesiones. Esta delimitación del objeto de trabajo del psicólogo
implica para Harari una definición tajante de lo que deben y lo que no deben hacer los nuevos
profesionales: exclusión para el psicólogo de los animales, de lo fenomenológico exclusivo, de
lo laboratorial, etc. Sin embargo, no resulta difícil leer en los planteos de Harari la atracción que
ejerce el espacio público como ámbito especial de intervención para el psicólogo. De allí que la
discusión entre Danis y Harari se sitúa mas en el terreno de las teorías que en el de las
practicas.
La respuesta de Danis a la crítica de Harari desplaza la polémica del plano teórico
para insistir en un abordaje grupal y de Psicología social qué le permite distinguir las
particularidades de cada una de las profesiones, a la vez que insistir con una palabra clave
para entender estos años que define un rol diferencial para el psicólogo: “psicólogo que asiste
psicólogo que asiste cambios”.
4ta polémica ¿Qué valores deben guiar la práctica profesional de los psicólogos?
Ostrov era un psicólogo y psicoanalista atípico, formado en la facultad de filosofía y
letras de la universidad de Buenos Aires y egresado del instituto de la asociación psicoanalítica
argentina, no es médico, pero reúne los antecedentes académicos suficientes que lo habilitaron
para asumir desde los inicios de la carrera el dictado de las materias especificas de
psicoanálisis. En un número de la revista publicó un articulo que fue atacado por el propio
director de misma. En el artículo se proponía discutir la afirmación acerca de la neutralidad del
analista para señalar los limites no siempre explícitos de la misma y desarrollar a partir de allí
una teoría de la contratransferencia que pone el acento en los valores del analista y sobre todo
en su preocupación por cuidar los intereses del paciente.
La respuesta del director de la revista colocaba el problema directamente en el
espacio ideológico para debatir ya no el tema de la incidencia de los valores en la práctica
terapéutica sino que tipo de valores entran en juego en esta tarea. Valores que defienden el
status quo social y cultural establecido o valores revolucionarios que critican el orden
imperante. Estos valores definen a su vez características de clase y de pertenencia social que
nos posibilitan distinguir a los psicólogos de los psicoanalistas. A su vez la propuesta del
director promueve una discusión acerca de la flexibilización del encuadre psicoanalítico
tradicional en sus diversos aspectos normativos: asiduidad de las sesiones, fijación de
honorarios y vacaciones, abstinencia del analista, entre otros.
Reflexiones finales
El objetivo principal de tomar a la revista como objeto de investigación fue rastrear
las características particulares que asumió el proceso de profesionalización de la psicología en
Argentina y en especial en Buenos Aires. Una conclusión importante qué podemos destacar es
que la discusión por la profesionalización no se dirige a lo concreto de las prácticas y a un
debate por las competencias técnicas específicas sino que asume un estilo ideológico y
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político. Las discusiones se ordenan alrededor de 2 núcleos: por un lado el psicoanálisis entra
en escena como el protagonista central de esta historia, marco de referencia teórico, ideal
profesional, emblema de prestigio, instrumento para entender la sociedad en la que viven, el
psicoanálisis determinó el campo en el que se describe la discusión a la vez que fija el deber
ser de esta nueva profesión en la Argentina. Por otro lado el psicólogo tiene que intervenir en la
escena pública para asistir al hombre contemporáneo en sus ámbitos concretos de acción y de
malestar cotidianos. La tarea debe desplazarse a las instituciones educativas, laborales,
asistenciales, recreativas, gremiales, para intervenir directamente sobre los conflictos que allí
se despiertan.
Se cruzan en esta coyuntura histórica un corpus de conocimientos originalmente ligado
al tratamiento de las afecciones psíquicas desde un modelo intersubjetivo basado en la clínica
médica privada con una preocupación insistente por desplazar este sistema asistencial a un
terreno más amplio y de límites abiertos.
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Lo que tendríamos que debatir no sería la posible coherencia que existe entre la
psicología y la ideología, sino que antes tendríamos que discernir cómo esa ideología, en
tanto teoría del mundo, da cuenta del proceso histórico que engendra el sentido de las
conductas y cómo contiene, si contiene, la necesaria modificación de la estructura
material, concreta, histórica de la cual esa concepción ideológica pretende dar cuenta.
Como punto de partida deberemos señalar lo siguiente: lo “concreto” no es algo ya
dado, sino fruto de un proceso, de un trabajo, y por lo tanto debe ser constituido. La
constitución de lo concreto entraña hacer converger en lo más singular sus conexiones
con lo más universal. Y lo más universal, que da sentido a lo singular, será en cada caso el
marco de ideas en el cual se descubre la tarea del psicólogo. Para Marx “lo concreto es la
síntesis de las múltiples determinaciones” que constituyen cada objeto, es “la unidad de lo
múltiple.”
Concretizar es todo aquello que hace que un objeto, que aparece ante nosotros,
pueda recibir todas esas relaciones que lo constituyen, pueda hacerse el receptáculo
significativo de todas las relaciones que lo entrecruzan, que llevan a una conducta a ser
conducta concreta, a un objeto a ser concreto. Concretizar significa integrarlo al orden del
mundo del cual recibe su verdadera significación. Por lo tanto, cuando enfocamos a partir
de esta descripción el problema de la psicología concreta, se nos plantea la necesidad de
saber si las síntesis a las cuales llegamos son efectivamente síntesis concretas. No toda
síntesis puede alcanzar el grado de concreta. En el nivel que nos movemos tanto el
psicoanalista como el psicólogo sintetizan, unifican, para comprender. Pero en la medida
en que esas síntesis y esas significaciones no dan cuenta de su relación con la totalidad
del campo en el cual esa conducta analizada se inscribe, dejan de contener en esa
síntesis el carácter de verdad que sólo lo adquieren en tanto aparecen referidas a toda la
estructura. En la medida en que esa síntesis no dé cuenta de todo ese proceso en el cual
la conducta singular se constituyó, esa síntesis a la que llega no podría ser llamada
síntesis concreta.
El psicólogo o el psicoanalista es quien, formando parte de la misma estructura
social que el enfermo, tiene que ser el sintetizador de la conducta anormal del otro. Debe
por lo tanto convertir la conducta disgregada, carente de un sentido unitario, en conducta
concreta. El poseedor de la teoría es quien está encargado, por lo tanto, dentro del
proceso de aplicación de la ciencia, de producir lo concreto para la conducta del otro. El
marco desde el cual se debe partir para efectuar una síntesis tiene que estar comprendido
en la actividad teórica de aquel que pretende ejercer la actividad sintética en beneficio de
otro. Debe comprender la anormalidad del otro como formando parte del propio
desequilibrio. El teórico mismo, en tanto forma parte del mismo contexto histórico y social,
es él también, en tanto profesional y teórico, el resultado de ese contexto. Por lo tanto, va
a tener que hacerse cargo de su propio desequilibrio como formando parte,
necesariamente, de la condición social en la cual emerge el desequilibrio del otro. El
profesional de la psicología no puede pretender solucionar, concretizar la conducta del
otro, arreglarle la vida a ese otro, hasta tanto su propia vida no haya sido puesta en
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evidencia dentro de ese campo más amplio que le revelará la común pertenencia al
mismo.
La decisión de alcanzar una teoría verdadera de la realidad requiere introducirse
dentro del campo concreto y material de la época, comprender su sentido que se revela en
las luchas de clase de su propia comunidad para esbozar desde allí el modo mediante el
cual los desequilibrios que esa estructura suscita pueden ser resueltos.
La teoría que se aplica al otro debe contener dentro de ella la propia teoría del
sujeto que se dedica a curar la conducta de otro. En este sentido, no toda síntesis es
concreta, solamente será concreta aquella que señala que lo concreto es la unidad de las
múltiples determinaciones que constituyen el objeto, la síntesis de lo diverso. Es decir, en
última instancia, la síntesis de las múltiples referencias que ligan al investigador con su
mundo.
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Dr. Pichón Rivière: Decimos de nuestra escuela, que la misión de una escuela
privada o de una universidad, es vender un pequeño aparato que se llama ECRO que es
la sigla de “esquema referencial, conceptual y operativo” con el cual se puede pensar
sobre una cosa determinada. El esquema referencial incluye, la ideología y el análisis del
esquema referencial de cada psicólogo o psicoterapeuta o cada psiquiatra. Es
fundamental, porque es el análisis del instrumento de trabajo. Es decir, que los que
estudian psicología son aprendices, en el sentido común de la palabra y cuyo instrumento
de trabajo debe ser permanentemente evaluado, ratificado a través de experiencias
concretas, donde teoría y práctica están en constante interjuego, en una praxis dinámica.
Pero ¿hay una Psicología abstracta y una Psicología concreta? Cuando a mí me
fueron a ver para esta mesa redonda, me sorprendieron al proponerme el tema de la
Psicología concreta y dije: ¿hay otra? aún el psicólogo de sillón tiene un esquema
referencial determinado que incluye su ideología. El problema es no incluir o tener un
insight perfecto de las bases inconscientes de su ideología. Entonces nosotros hicimos
una investigación sobre los aspectos conscientes e inconscientes del ECRO. Está
construido, en su parte consciente, por los conocimientos adquiridos y por la parte
inconsciente por fantasías que cada uno tiene de acuerdo con su historia personal sobre
tres situaciones básicas que son: las fantasías de enfermedad, de cura y de análisis.
El instrumento de trabajo debe ser analizado sistemáticamente, este problema es
más serio aún, en los casos de análisis didácticos donde se descuida el análisis del
instrumento de trabajo y en cuanto uno empieza a trabajar sobre ese tema descubre que
cada aprendiz de psicólogo tiene 4, 5, 6 esquemas referenciales que provienen de su
analista individual, de dos analistas de control, de los profesores del instituto, de las
discusiones que escucha, etc. Y que cuando va a interpretar tiene una verdadera neurosis
de duda y no sabe qué vector tomar.
Sostenemos que la teoría del vínculo es siempre la relación terapéutica, o la
relación aparentemente entre dos personas; es bicorporal pero tripersonal, donde siempre
está la presencia de un tercero; no existe vínculo de dos y el 90 % de los trabajos sobre la
relación madre-niño están equivocados. ¿Por qué? Han olvidado al padre; esto no es
reivindicar el rol del padre, sino que se ve en la transferencia, las resistencias, los tipos de
transferencia positiva y negativa, y sus relaciones están dados por la operación del tercero
que está operando permanentemente. Si Freud hubiera formulado su teoría en términos
de situación triangular hubiera tenido menos dificultades con la gente, porque la gente
creía que Freud descubrió el complejo de Edipo en la leyenda del Edipo. Lo que descubrió
es la situación triangular y encontró el prototipo en la situación edípica. Pero piensen
siempre en situación triangular, en términos de vínculo y en términos de tercero y la
terapia es buscar al tercero que puede estar en cualquier área.
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pero ¿por necesidad únicamente de contradicciones de la clase media? Yo creo mucho
más que eso. Además, no es peyorativo el asunto, porque si vamos a fijarnos, grandes
ideólogos han salido de la clase media; hay que ver si la clase media, por vivir más esas
contradicciones, no es una clase apta para dar ciertos ideólogos para todas las clases
sociales, y para todos los intereses y para todos los privilegios o no privilegios.
¿Qué tiene que hacer el psicólogo? A mi entender, pienso que tiene que ver la
sociedad en la que vive, comprendiendo su dinámica tratando de insertar su campo
científico y su campo profesional dentro de lo que está ocurriendo en el mundo y en el
mundo social a la que él le interesa ligarse o plegarse como científico o como psicólogo.
Pienso que el primer paso que tenemos que dar ahora, es pasar de la Psicología de la
terapia a la Psicología de la Psicohigiene, de la Psicoprofilaxis, de la curación a la
Psicología del aprendizaje y la Psicología de la comunidad, tenemos que llevar a la
Psicología a la vida cotidiana, no esperar que la gente se enferme para ir a intervenir.
Yo he repetido muchas veces algo que cuando el estudiante no comprende
bien, se escandaliza. Yo he dicho y sigo diciendo como verdad: si la carrera de Psicología
se ha creado para formar psicoterapeutas, la carrera es un fracaso y no sirve para nada.
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en cuenta la interrelación entre los factores integrativos y desintegrativos, tanto del
individuo como sociales, que a su vez van a influir en la propia ideología. Solo así vamos a
tener la coherencia necesaria para llegar a la verdad del hecho que estamos estudiando.
Hay que poder tener la capacidad de modificar la propia estructura, de poder salir de ella,
de poder tomar distancia frente al pensamiento que está influyendo en nosotros, que
nosotros influimos sobre él; esa es la dialéctica interna de la que hablaba Pichón.
Índole de la materia.
El psicoanálisis se halla unido a la terapéutica (fuente de la que emergió el
psicoanálisis). Terapéutica e investigación son inseparables en el psicoanálisis, que en su
totalidad sólo tiene sentido pleno, como una praxis en la que se enriquecen recíprocamente
teoría y práctica. La teoría es permanentemente verificada, modificada y perfeccionada en el
campo de trabajo. Esto corresponde al psicoanálisis clínico y es función privativa del
psicoanalista. De su campo de trabajo derivan conocimientos que pueden aplicarlos
especialistas de otras ramas científicas a sus campos específicos; esto es, el psicoanálisis
aplicado. Esto también enriquece el psicoanálisis (la aplicación del psicoanálisis por ej. a la
antropología, sociología, psicología social, han redundado de distinto modo sobre distintos
tópicos de psicoanálisis).
El psicoanálisis aplicado tiene un campo muy vasto, tanto como el de la psicología
general. La psicología es un oficio que puede enriquecerse con el psicoanálisis aplicado. No
existen fenómenos que sean privativos (para ser comprendidos o explicados) del psicoanálisis,
o de otras corrientes psicológicas. El hombre interviene en todo, y no hay actividad en la que no
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pueda o deba intervenir el psicólogo, que pueda ampliar su comprensión, su pensamiento y su
operancia con el psicoanálisis aplicado.
La información.
Esta debe cubrir todos los aspectos del psicoanálisis: historia, técnica, teoría, la
formación del psicoanalista, la extensión del psicoanálisis aplicado y sus perspectivas; su
desarrollo, disidencias, planteamientos, la problemática que involucra, sus puntos firmes y
sólidos y sus aspectos no resueltos. Además, aprender y enseñar debe consistir en
reexaminar, problematizar y no sólo repetir.
Estudiar el desarrollo histórico de una disciplina científica tiene una función
normativa, pero justamente la tiene en su grado máximo cuando se reconsidera la historia en
función de los resultados últimos en que ha devenido. Por lo tanto, será lo más esencial el
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estudio de lo actual del psicoanálisis. Lo que enseñaremos no será “lo elemental” (concepto
engañoso), la realidad rica y compleja, nunca es elemental.
El pensar dinámico.
Trataremos de que se obtenga información, y que se sea capaz de utilizarla, que
se incorpore en el esquema referencial del estudiante. Sólo así se aprenderá psicoanálisis
aplicado.
La psicología no es materia de lucubración; para ser psicólogo hay que asimilar la psicología
como oficio y trabajar con ella en un campo concreto de la realidad. En psicología hay, por lo
general, gran distancia entre lo que se formula y lo que se aplica; cada vez debe ser menos
frecuente la desvinculación de la teoría y la práctica. Cual sea el campo en el que trabaja el
psicólogo, este puede beneficiarse con el psicoanálisis aplicado y el pensamiento dinámico.
Un pensar dinámico o psicoanalítico implica:
1. Actuar y pensar en el nivel humano de lo que se estudia; en el hombre como mediador o
actor de todo.
2. Tener en cuenta el carácter significativo de la conducta.
3. Enfocar permanentemente al ser humano y su conducta como un proceso en permanente
interjuego con el medio cultural, en el que el hombre construye la cultura y se construye a sí
mismo.
4. El estudio de la conducta en sus motivaciones, objeto y finalidades.
5. Comprender el vínculo de los fenómenos psicológicos con la vida real y concreta, en sus
complicadas interacciones;
6. Abrir la comprensión y la sensibilidad para todas las facetas de la vida humana con sus
problemas y conflictos.
Cómo enseñar.
Hay que integrar el qué enseñar con el cómo enseñar, hay que enseñar
elaborando contradicciones y sintetizando fragmentos. Es una aberración “saber” psicoanálisis
como conductismo, gestalt, etc. pero todo separado entre sí. Sintetizar no es injertar, no es
borrar diferencias, no es ocultar contradicciones, ni es conciliación; sintetizar es reelaborar los
conocimientos de manera operativa; es abrir la problemática y avivar los puntos de
contradicción, es examinar, revisar conocimientos de un campo con las hipótesis extraídas de
otros. Por ello vamos a reconsiderar problemas de la psicología académica, (como la atención,
memoria, juicio, etc.) y el psicoanálisis en función de los puntos de vista extraídos de la gestalt,
el conductismo, la fenomenología.
Todo lo que se enseña debe ser al mismo tiempo objeto de la investigación
mientras se enseña. La única manera viva y completa de enseñar es la de investigar y
aprender mientras se enseña. Postulamos una elaboración que no es solamente elucidación y
confrontación histórica; para alcanzar una tarea completa teórica y práctica, es imprescindible
que el psicólogo haga trabajo de campo.
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Las clases serán tanto teóricas como prácticas, para no fomentar una dicotomía
que perturbe el aprendizaje. En la enseñanza y el aprendizaje (ambos deben ser parte de un
mismo proceso) hay que preguntar y preguntarse, y estimular que se pregunte. No hay
aprendizaje en la pasividad, ni fuera de la relación interpersonal.
Debemos trabajar todos, porque no es solo asimilación de datos o de una materia
lo que es exigible en la cátedra universitaria, sino también y fundamentalmente, el aprender a
problematizar, abrir interrogantes y pensar en la forma de solucionarlos.
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un estilo de pensamiento, a penetrar positivamente incluso en las formulaciones de sus
adversarios. El psicoanálisis posibilitó una nueva visión de la realidad humana.
El psicoanálisis mismo es parte de una profunda revolución ocurrida en la realidad
humana: es parte de la serie de cambios registrados en la realidad histórico-social y en el
conocimiento de ella, desde fines del siglo pasado.
El desarrollo del psicoanálisis tampoco sería comprensible si no se tuviera en
cuenta la permanente reciprocidad entre la labor de los psicoanalistas y la de los demás
científicos sociales. En algunos casos, la simbiosis con la antropología y la sociología,
especialmente, han contribuido a originar nuevas corrientes dentro del psicoanálisis.
La inmensa influencia ejercida por Freud sobre el conocimiento social se ha
operado casi siempre fuera y a menudo en contra de la ortodoxia freudiana. La causa de este
hecho debe buscarse en ciertas circunstancias particulares que acompañaron el surgimiento
de las doctrinas de Freud, todo innovador, aunque rebase su tiempo, es también hijo de su
tiempo, si por un lado apunta y alcanza el porvenir, por el otro queda anclado a las
formulaciones de sus contemporáneos. A menudo se trata de supuestos implícitos que
encuadran el pensamiento en determinado momento de su desarrollo. Entre esos supuestos
implícitos que las ciencias del hombre no aceptan en la actualidad, podemos recordar a los
dos principales: una concepción del individuo y de la sociedad como entidades abstractas y
recíprocamente aisladas que hace particularmente difícil y hasta incomprensible el efectivo
desarrollo de la vida social y de las personas dentro de ellas; e íntimamente relacionada una
posición, que ha sido calificada de “biologista”, que implica una noción de la naturaleza
humana, particularmente rígida, como que se la vincula al juego universal de ciertas fuerzas
instintivas.
En estos dos aspectos Freud era hijo de su tiempo, el individualismo, en pleno
auge de la sociedad todavía liberal de fines del siglo pasado, se reflejaba en las doctrinas del
hombre y de la sociedad. Y las posiciones biologistas, vinculadas al reciente desarrollo del
darwinismo, predominan en muchas de las ciencias sociales. En uno de los congresos
internacionales de Sociología de comienzos de siglo, se afirmó sin vacilaciones, que la
sociología sería biológica, o no sería. En el problema de las relaciones entre individuo y
sociedad, y en la superación de esta dicotomía, los conceptos freudianos proporcionaron un
aporte esencial, aunque fueron incluidos en un marco distinto del de su formulación originaria.
Tras una transformación del marco de referencia, gran parte de los
descubrimientos freudianos, no sólo se volvieron utilizables dentro de una teoría que intentaba
superar la dicotomía individuo-sociedad, sino que constituyeron conceptos claves, sin los
cuales esta teoría misma no hubiera podido formularse.
La obra de Freud ha ejercido sin duda un influjo poderoso en cuanto a la
interdisciplinariedad. Los científicos se han percatado de que la división entre las diferentes
disciplinas humanas es altamente artificial. Acaso sea necesaria por las exigencias del
método científico, mas no menos imprescindible debe considerarse la exigencia de la síntesis.
El hombre, su acción y sus obras, no pueden ser comprendidas a través de las visiones
compartamentalizadas de las distintas disciplinas. A un cierto momento del quehacer
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científico, debe intervenir el momento de la síntesis. Ahora bien, creemos que la obra de
Freud ayudó de manera muy considerable a que esa síntesis pudiera intentarse. En primer
lugar, operó en el sentido de favorecer un acercamiento entre sociología y psicología. Una
disciplina nueva, una disciplina marginal, que ya incluía necesariamente en su enfoque
perspectivas múltiples, surgió de estos contactos. Me refiero a la psicología social.
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miseria sexual conviene a la sociedad capitalista, a la cual la iglesia provee de argumentos
morales para justificar la represión.
En el proceso argentino, a los psicoanalistas como institución los despertó el
Cordobazo, la gran mayoría de los psicoanalistas argentinos pedían que su sociedad (APA) se
pronunciara políticamente, ésta respondió, pero sin permitir que lo de afuera se mezclara con el
ámbito interno institucional. La mayoría de los miembros de la APA, eran también miembros de
la FAP (Federación Argentina de Psiquiatras). Muchos asumieron un papel activo en FAP, y es
allí donde pudieron adquirir “calle”, en sentido político, ya que frente a una huelga general que
hubo, distribuían volantes (que fijaron su posición frente al paro) de manera inocente en APA, y
la asociación reaccionó mal, por lo que el presidente se los prohibió terminantemente.
Se formó un núcleo de disidentes dentro de APA llamado Grupo Documento, ya
que cuestionó a través diversos documentos y actitudes, la estructura vertical de poder en la
institución y el monopolio de los analistas didácticos, puso además en duda las reglas de juego
vigentes en APA, y por primera vez una comisión directiva no fue dirigida por unanimidad.
¿Por qué cuestionamos? Justamente por una necesidad de integración, también
por considerar que el análisis cuestionado, repensado, enriquecido por investigaciones hechas
desde un abordaje marxista y con nuevas aperturas en lo social, puede ser un instrumento más
útil en el presente e indispensable en el futuro.
¿Para qué cuestionamos? Para rescatar al análisis de su letargo y de su
preciosismo actual (movimiento social y cultural vinculado a una moda social que responde a
un deseo de elevación y refinamiento en los modales, costumbres y gustos). En el último
congreso psicoanalítico en Viena, un miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional
declaró en torno a la agresión, que los factores sociales son los verdaderos responsables de
las conductas agresivas y destructivas. Pronto nadie tomará en serio al psicoanálisis, si se
sigue insistiendo en que las guerras se producen porque los padres odian a sus hijos y los
mandan al frente para hacerlos matar. La discusión no es meramente analítica, sino que pasa
por la extrapolación del psicoanálisis como campo clínico y bipersonal al campo social. Desde
ya, no debemos extrapolar, pero si aplicar al psicoanálisis al campo social, aunque con suma
cautela y con rigor metodológico. Al ocuparnos de un problema social, debemos ubicarlo dentro
de la estructura socio económico política pertinente. La interpretación psicoanalítica puede
complementar nuestra concepción sociológica y política, pero pierde sentido si la emitimos
aisladamente en vez de ubicarla dentro de una estructura social que Marx nos volvió inteligible.
¿Para quiénes cuestionamos? Para todos los que se incluyan en este proceso y
estén capacitados y dispuestos a seguir trabajando a fin de desarrollar todas las posibilidades
de aplicación del psicoanálisis en la lucha por una nueva sociedad.
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Los que suscriben, psicoanalistas que constituyen el grupo plataforma argentino,
integrante del Movimiento Plataforma Internacional, deciden hacer pública su separación de la
Asociación Psicoanalítica Internacional y de su filial argentina. Este alejamiento nos trasciende
como psicoanalistas y como personas, cobrando un significado que se proyecta en un contexto
mucho más amplio que el de la vida científico-institucional.
Consideramos que la obra de Freud, el psicoanálisis, produjo una revolución en las
Ciencias Sociales con su aporte específico de conocimiento científico. Ese surgimiento estuvo y
está determinado por el contexto socio-económico-político en el que se practica. El
psicoanálisis ha sido distorsionado y detenido necesitando para retomar su línea de innovación,
de la contribución de otras ciencias, y de una inscripción social distinta en este momento
histórico. El ejercicio científico está ligado a nuestro estilo de vida y a la organización
institucional a la que pertenecemos, está condicionado e ideologizado por su inserción en el
sistema, siendo tan solo una particularidad de las instituciones que lo integran y sostienen.
La razón de nuestro alejamiento pasa por disidencias con la organización
societaria psicoanalítica a todos los niveles: teórico, técnico, didáctico, investigativo,
económico, e ideológico. En este plano el enfrentamiento y las exigencias de acción concreta
que comporta, es insuperable e impugna a la ideología global de la Institución, por lo cual no
nos impulsa ninguna intención reformista ni reivindicatoria intra-institucional.
Esta separación, producto de un largo proceso, es indispensable, nos declaramos
abiertamente partidarios de una inscripción cualitativa y cuantitativamente distinta dentro del
proceso social, económico y político nacional y latinoamericano. Tenemos el propósito de poner
nuestros conocimientos al servicio de las ideologías que cuestionan al sistema que en nuestro
país favorece la explotación de las clases oprimidas, y que reprime toda manifestación política
que tienda a rebelarse contra él. Nos comprometemos con los sectores combativos de la
población que luchan por el advenimiento de una patria socialista. La política que se ejerce
desde los cargos directivos tiene como efecto consolidar cada vez más la estratificación
jerárquica destinada a sostener el privilegio económico de quienes están en el vértice de la
pirámide. Se establecen pactos ideológicos entre ciencia y sistema, articulaciones entre
estructura institucional e ideología de clase dominante.
La Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) está compuesta por 367 personas, de
las cuales 194 pertenecen como miembros a la Institución y el resto al Instituto de Psicoanálisis
como egresados y candidatos. Este sector no tiene acceso a la política institucional, ni puede
recibir información exhaustiva de la misma. Solo algunos miembros Titulares tienen voz y voto
en las decisiones importantes. Un candidato a psicoanalista se ve forzado a destinar a su
formación entre 40 y 50 horas semanales de trabajo-estudio-dinero, lo cual significa, renunciar
a otra actividad esencial por cuatro años, o realizarlo en el tiempo de descanso, a costa de la
salud física y mental. Son en última instancia los pacientes quienes pagan ese artificial
sobrecargo.
Este ordenamiento vertical en que la autoridad jerárquica no coincide con el mayor
nivel científico, sino con la antigüedad y la experiencia burocrática, tiene como resultado que se
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desnaturalice la función específica de la institución de promover la evolución teórico-técnica del
psicoanálisis, sustituyéndola por la búsqueda de prestigio, status y logros económicos. Las
características del modelo institucional son indicadores de la necesidad del sistema socio-
político-económico de sostenerse sobre un poder científico prestigiado y monopolista del
conocimiento.
Lo que nos separa de la Institución, es que esas modalidades de funcionamiento
societario aíslan a la Institución con la realidad en cuanto a la política externa, van
encastillando a los psicoanalistas, en el reducto de un quehacer profesional a-político y a-
social. Esa penosa condición se racionaliza con el criterio de la “neutralidad valorativa” del
científico, supuestamente posible y necesaria. Estamos en camino de ser y hacer otros
psicoanalistas, y esto nos compromete en el trabajo con otros que entiendan que su
ciencia no puede estar aislada de la realidad social.
Grupo Plataforma Argentino: Armando Bauleo, Fanny Barenblit de Salzberg, Gregorio Barenblit, Carlos
G. Bigliani, Lea Nuss de Bigliani, Manuel B. Braslavsky, Luis María Esmerado, Andrés Gallegos, Diego
García Reinoso, Gilberte Royer de García Reinoso, Hernán Kesselman, Mane Langer, Miguel Matrajt,
Guido Ángel Narváez, Eduardo Pavlovsky, José Rafael Paz, Emilio Rodrigué, Juan Carlos Volnovich.
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UNIDAD 7
Masotta, Oscar (1965). Roberto Arlt, yo mismo [presentación oral del libro Sexo y traición en
Roberto Arlt]. En Conciencia y estructura. Bs. As.: Jorge Álvarez.
Benítez, Mirtha, Soubiate Diego, & Pernicone, Ariel (2001). Reportaje a Silvia Bleichmar. Revista
Fort-Da,4.
Masotta, Oscar (1964). Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía. Pasado y
Presente, 9, 1-15. [Reeditado en Ensayos Lacanianos, Anagrama, Barcelona, 1976].
Masotta, Oscar (1969). El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo. Buenos
Aires: Nueva Visión. [Prólogo].
Borinsky, Marcela (2000). Entre Bleger y Masotta: Georges Politzer o la búsqueda de un héroe. En
Autores Varios (2000). Psiquiatría, Psicología y Psicoanálisis. Historia y Memoria (pp.106-120).
Buenos Aires: Polemos.
Carpintero, Enrique, & Vainer, Alejandro (2004). Las huellas de la memoria. Buenos Aires: Topía
[Tomo I, Cap.10, pp. 347-359].
Viguera, Ariel (2013). Las enseñanzas de Raúl Sciarretta en la universidad de las catacumbas.
Revista de Psicología –Segunda Época–, 13, 209-229. [Facultad de Psicología, UNLP].
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producía una cierta sensación de incomodidad, dándome la impresión de que yo no me movía
cómodamente en el interior de enunciados cerrados. Entonces me mantuve en un freudismo
fuerte, si bien atravesado por Lacan... ese fue mi punto de partida en psicoanálisis. Pero diría
que mi formación estuvo fuertemente atravesada por Bachelard, Canguilhem, por la
epistemología de la segunda mitad del siglo XX, con una fuerte formación en los clásicos
marxistas, y en particular en el llamado marxismo occidental (cuando digo marxismo occidental
me refiero por ejemplo a Habermas y Adorno en el marco de lo que se llamó "pensamiento
post-metafísico." Esto marca de algún modo los orígenes teóricos de lo que yo hago, de lo que
soy.
2. ¿Y niños? ¿Por qué psicoanálisis con niños?
Además de descubrir que es un campo extraordinario de investigación y un campo privilegiado
para ver la constitución del sujeto, yo siento un enorme placer de trabajar con chicos. Yo fui
una niña que vivió una época muy intensa del país y del mundo: la post-guerra, el ascenso y
caída del peronismo, de modo que tengo una infancia muy atravesada por grandes problemas
ligados a la vida y la muerte. Y es tal vez en virtud de eso que siento un enorme placer de
contacto con los niños y, al mismo tiempo, un enorme enojo y rechazo a la puerilización de la
infancia. Me molesta mucho el menosprecio por el pensamiento infantil. Además, he ido
avanzando en una investigación sobre problemas de la constitución psíquica, que se va
extendiendo al campo del análisis de adultos, pero sigo trabajando con niños.
5. ¿Y con respecto a los psicoanalistas que han dedicado su obra a estudiar los
momentos iniciales del niño como Winnicott, Doltó o Piera Aulagnier?
A Piera Aulagnier yo la conocí después, es alguien a quien yo accedo más tardíamente. En los
años setenta no estaba ni siquiera traducida, después nos llegó "La violencia de la
interpretación". Respecto de la cuestión con Mannoni y Doltó, Mannoni fue editada antes que
Doltó y me deslumbró. Después me di cuenta que no sabía qué hacer con eso. Doltó me
interesó, pero siempre tuve la sensación de que el suyo era un pensamiento como de cierto
humanismo entre comillas, casi místico, muy atravesado por la ideología y la religión. Me
producía como una cierta sensación que no lograba definir, como de cierta falta de coherencia
teórica y de una impregnación un tanto vitalista. Doltó era muy inteligente y una persona muy
encantadora. Pero yo quedé muy incomodada con ella por la actitud que tuvo acá, cuando vino
a la Argentina, con las Abuelas de Plaza de Mayo: lo que hizo me incomodó profundamente,
primero dijo: "Si esa gente se quedó con esos niños es porque los amaba" (Nota: referencia a
la apropiación de niños en la época de la dictadura militar) Con lo cual, otra vez la idea de que
el que cría y ama es bueno. Y como si fuera poco, siendo ya terrible lo que había dicho porque
implicaba aceptar una impunidad de esta gente, que habiendo matado a los padres se apropió
de los niños, hizo un paralelo con la segunda guerra mundial, y el paralelo dejaba entrever un
antisemitismo larvado que me impactó. Sentí que había una profunda falta de respeto, una
banalidad que no permitía en ella captar el profundo dolor que producía en el interlocutor, y fue
ahí donde, pese a todo el afecto que conservaba por ella, aún en el marco de mis diferencias,
se produjo un quiebre.
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lo novedoso era una lectura en problemática, una lectura epistemológica de Freud. Y estaba
presente en todo este debate, por ejemplo, el por qué no hacer una lectura cronológica de
Freud, o por qué el retorno a los clásicos. Era muy interesante en ese momento, era muy rico.
Y ese debate profundo se aborta por la llegada de la dictadura, y todo se coagula, y es en ese
momento que me voy a México. La soledad era terrible y una de las cosas que más lamentaba
era no tener un maestro, porque yo era todavía muy joven y uno necesita maestros en la vida.
De casualidad, y como yo hablo francés, me vinculo a gente del Instituto Francés para América
Latina, buscando un espacio cultural y había una chica que estudiaba psicoanálisis, me
pregunta si quiero hacer una tesis doctoral en Paris. Yo le digo que no sé si quiero, y le
propongo: "Primero decime quién está allá, para ver si me interesan las personas" Bueno, está
Laplanche... –me contestó. Guau dije, cuando me enteré que estaba Laplanche...y ahí no dudé
más. Yo pensaba que Laplanche era el más freudiano de los lacanianos, no tenía la menor idea
del lío que había (risas). Entonces me voy a verlo y me acompaña mi hija, que en esa época
tenía trece años. Le empecé a contar lo que pensaba, de cómo había leído el Coloquio de
Bonneval, de por qué consideraba que no había una propuesta clara para el psicoanálisis de
niños, de mi debate interno con Melanie Klein y de la dilución que planteaba una propuesta
como la de Mannoni, y a los quince minutos empezó a decir: " Bueno, tendríamos que resolver
esto y esto y esto... " ya en plural. Luego habló a la universidad para que arreglaran conmigo el
tema formal, proponiendo que yo hiciera una serie de presentaciones en su seminario y con
eso me daban por aprobado el DEA, que es el diploma de estudios profundos o avanzados,
que son dos años, y después entraba en tesis doctoral. Y bien, a partir de eso empecé a viajar
y viajaba cada tres meses a París para cumplir el acuerdo.
8. Usted nos comentó hace un instante que conoció a Lacan por esa época, ¿en los
seminarios estuvo en algún momento?
Fui a escucharlo una vez, pero ya no iba habitualmente a los seminarios, estaba ya muy
viejito... ¡Un deterioro terrible! Y recuerdo momentos en los cuales estaba muy ido, muy ido,
muy. Lo escuche en uno de los seminarios de Encore... Fue muy impactante... muy interesante.
Sin dudas él era un personaje extraordinario.... Muy zorro cuando estaba bien, muy zorro, pero
muy, muy brillante...y muy difícil. Tenía esa cosa de loco genial, mezcla de compromiso
profundo, pero también a veces de impunidad...
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terminar los análisis en curso. Puro esfuerzo, pueden imaginarlo...Y esta decisión tuvo que ver
con lo traumática que fue la ida. Porque una cosa es que uno tenga que salir corriendo, y otra
volver así, Del mismo modo, dejando un tendal de pacientes abandonados sin tiempo de
elaboración, cuando en realidad se trata de un deseo de uno, ya que la Patria no lo está
llamando... era una decisión personal, volver.
Entonces fuimos levantando el consultorio y en medio de eso se produce en el ’85 el terremoto
de México y me quedo un tiempo más, porque era una bajeza dejar a la gente en esas
condiciones. Dirijo entonces acompañada por mi marido, Carlos Schenquerman, algunos
proyectos de UNICEF para los niños, y después sí, ya volvemos. Ahí sale mi libro, al mes de
volver, ese primer libro que ya había salido en París. Acá en la editorial Amorrortu: "En los
orígenes del sujeto psíquico".
10. Desde "En los orígenes del sujeto psíquico", usted viene conceptualizando el tema
de la represión originaria y la fundación del inconsciente, nos gustaría si nos puede
hacer una transmisión sobre su posición al respecto.
Les voy a contar cómo surgió esta Silvia Bleichmar, la preocupación, el porqué de este tema.
Cuando empecé a trabajar, una de las cosas que más me angustiaba era no saber cómo definir
el inicio de un análisis con niños. ¿Cuál era el momento en que uno podía decir: hago análisis,
no hago análisis; ¿hay síntoma, no hay síntoma? Ahí es donde me cae en las manos el
Coloquio de Bonneval, con el concepto de represión originaria y comienza a armarse esta idea
de empezar a trabajar los momentos fundacionales del aparato psíquico. Entonces, el tema
surgió del interés, digamos, práctico, de mis preocupaciones clínicas, ahí comenzó mi relación
con el concepto de represión originaria. Tengo un pensamiento teórico, y disfruto mucho de la
teoría, al mismo tiempo tengo una necesidad de responderme los enigmas que la práctica me
genera. De modo que todo esto tuvo mucho que ver con una necesidad de reconceptualizar los
modelos del análisis de niños. Estando en desacuerdo con la idea de un inconsciente existente
desde los orígenes ¿cómo puntuar los tiempos de su fundación para poder instrumentar el
método? Esto me llevó a la preocupación por desarrollar el concepto de represión originaria. Y
de allí el interés por la metapsicología, que yo creo que es un momento culminante del
pensamiento de Freud hay aspectos metapsicológicos que atraviesan toda la obra y que
conservan permanencia.
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originario no es lo primero, sino lo que ha sido diferenciado como espacio del inconsciente. Es
un concepto muy válido para pensar si el inconsciente está constituido o no, para definir la
posibilidad de aplicación del método.
12. Usted hace frecuentes referencias a la cuestión de los cuidados maternos y la
relación con la seducción originaria.
Sí, lo que Laplanche tomó de Freud referido a la seducción originaria, pero a esta altura me
gustaría llamarlo pulsación originaria. La idea de Laplanche es extraordinaria, y es una
contigüidad con la seducción freudiana, una recuperación de la teoría de la seducción como
traumática. La diferencia de la seducción es que el seductor sabe que seduce, mientras que lo
que la madre produce viene de su inconsciente. Por eso, creo que darle el carácter de
seducción es colocarlo en el orden de la psicopatología. Entonces, prefiero hablar de que la
madre hace una "pulsación primaria", aun cuando puede haber seducción también de ambos
padres, pero creo que hay que dejar más el concepto de seducción para algo que tiene que ver
con la convocatoria erógena del sujeto y no con la inscripción en la zona. Son puntos donde yo
me apoyo en él, pero también abro algunas diferencias. Yo tengo una posición respecto a la
idea freudiana de apuntalamiento, que es que el apuntalamiento es el lugar por donde se
introduce la sexualidad, que no es que lo sexual se apuntale en lo biológico, sino que tiene un
orden de proveniencia distinto. Creo que la zona erógena es constituida y la pulsión es
implantada. A mí me interesa mucho mostrar este lugar de la sexualidad del adulto, lo cual abre
una línea totalmente distinta para pensar la cuestión edípica.
13. ¿A partir de su conceptualización, usted trabaja y tiene una posición respecto de las
neurosis en la infancia?
Vamos a hacer una diferenciación entre neurosis de infancia y neurosis infantil, para Freud la
neurosis infantil es la neurosis que se actualiza en la transferencia, que tiene que ver con el
modo con el cual se reconstituyen en el interior del análisis las mociones deseantes infantiles.
Las neurosis de infancia tienen que ver con otra cosa, tienen que ver con el momento
constitutivo neurótico, les diría como de normalización edípica, el momento en que se articula la
posibilidad de producción de síntomas y de formaciones del inconsciente.
15. Hay otro tema de la clínica que también usted menciona en sus trabajos que es
respecto del tema de las adopciones, el lugar de lo arcaico y lo originario....
Lo arcaico lo planteo en relación justamente a lo traumático, a lo no metabolizable, no es en el
sentido de Piera Aulagnier, lo planteo más como esos elementos que entran en el psiquismo y
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no logran estabilizarse en el interior de un sistema, no forman parte del inconsciente reprimido
y tampoco son conscientes, circulan, tiene que ver con que las primeras representaciones
nunca logran transcripciones completas, quedan elementos que nunca van a ser transcriptos,
que nunca van a ser representación palabra de las primeras inscripciones. Acá aparece otra
diferencia importante con algunas teorías con respecto a que, para mí, la inscripción es anterior
a la represión originaria, hay psiquismo anterior a la represión originaria, hay representación
anterior a la representación originaria, la represión originaria lo que hace es ordenar las
representaciones, pero no las crea, las ordena. Yo considero que el inconsciente es
parasubjetivo, y el aparato, antes de la organización de la represión originaria y del yo, es pre
subjetivo, se va constituyendo en momentos de subjetivación, pero la subjetividad no es todo el
aparato. Es una noción cercana a la de pictograma. Tal vez se podrían plantear algunos
matices.
17. ¿A qué cuestiones piensa que deberíamos abocarnos los psicoanalistas que
trabajamos con niños?
A reformular los modelos de intervención, esa es la prioridad, no podemos tomar a un niño "un
poquito neurótico" para hacer un análisis para ver qué sale, es una barbaridad, creo que habría
que reformular los modelos de intervención, no desde un punto de vista empírico, sino desde el
punto de vista de una comprensión de los procesos psíquicos y su constitución, reformular los
procesos de constitución en la infancia. Esa es la tarea más urgente. Debemos redefinir
modelos que tienen que ver con los modos con los cuales se constituye la subjetividad en el
interior de las instituciones reales que tenemos, en las nuevas condiciones históricas y con un
modelo metapsicológico sólido. Definir cómo ayudar en estas intervenciones.
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MASOTTA OSCAR (1969)
EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y EL PSICOANALISIS FRANCES CONTEMPORANEO
PROLOGO
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Este artículo da cuenta de las distintas relaciones intelectuales que establecieron con
el marxismo y con la figura de Politzer dos de los protagonistas centrales de la evolución del
psicoanálisis en la Argentina: José Bleger y Oscar Masotta. Si bien sostuvieron concepciones
diferentes en torno al psicoanálisis, ambos encontraron en Politzer un modelo para pensar la
relación entre el estudio del inconsciente y las transformaciones sociales a través de la política.
Es importante señalar la paradoja de que ambos autores eludieron, deliberadamente o no, el
hecho de que Politzer, más allá de su muerte heroica en manos de los nazis, se había
convertido en un firme opositor a cualquier intento de conciliación entre el psicoanálisis y el
marxismo. Esto se lo podría tomar como un ejemplo del malentendido que caracterizó a la
evolución del psicoanálisis en la Argentina a partir de los años '60.
¿Por qué para introducir la obra de Lacan en nuestro medio Masotta recurre a
Politzer del mismo modo en que había recurrido Bleger al mismo autor hace diez años
atrás para proponer una revisión radical del psicoanálisis y fundar una nueva
psicología?
Dos maestros y dos estilos de practicar el psicoanálisis en épocas de vacíos teóricos y
de adscripciones políticas de izquierda, pero la confluencia de una misma zona de problemas
que comprendía las relaciones entre marxismo y psicoanálisis. Desde la institución
psicoanalítica oficial como Bleger, un defensor de la reforma desde adentro, o desde afuera
como Masotta, la discusión del dispositivo inaugurado por Freud desde el materialismo
dialéctico no deja de estar presente. Ya sea en sus desarrollos teóricos como así también en la
definición de una nueva práctica que encontrará una especial adhesión en un público joven de
psicólogos y médicos ávidos de propuestas alternativas.
Bleger luego de varios años de estudio e investigación publicó en 1957 “Psicoanálisis
y dialéctica materialista”. El primer capítulo de ese libro, destinado a "abrir nuevos caminos" a
los que se inician en la psicología y la psiquiatría, está dedicado a Politzer y se titula Georges
Politzer: la psicología y el psicoanálisis. A comienzos de la década del 60 Bleger se propuso
publicar una edición de las obras completas del pensador húngaro y traducir por primera vez al
castellano gran parte de sus artículos, esto se concretó finalmente entre 1965 y 1966 en tres
tomos.
Paralelamente, Masotta comenzó con la divulgación del pensamiento de Lacan en la
Argentina a través de la referencia a Politzer. Esta iniciativa siguió los lineamientos planteados
por sus colegas psicoanalistas franceses en el famoso Coloquio de Bonneval que convocó en
1960 a psicoanalistas, psiquiatras y filósofos para discutir acerca del Inconsciente.
¿Qué significó, primero para Bleger y luego para Masotta, la alusión a la obra y
especialmente a la figura de Politzer en sus respectivas revisiones del psicoanálisis?
esta referencia compartida no puede ser comprendida sino es en el marco de una común
apelación a un nuevo público interesado en otras lecturas y usos del psicoanálisis, así como
también en el intento de articulación de un problema teórico, epistemológico y también político:
el de las relaciones entre psicoanálisis y marxismo.
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El primer capítulo de “Psicoanálisis y dialéctica materialista” se organiza en homenaje
a Politzer y a su proyecto de construcción de una psicología concreta, que Bleger considera
uno de los aportes más valiosos para la renovación de la psicología contemporánea, proyecto
que se constituye como tal en la oposición radical y en la desmitificación de la filosofía idealista
sobre la cual según Politzer se asentó el psicoanálisis freudiano.
Según Politzer era todavía posible, en 1928, rescatar lo real del psicoanálisis a través
del recurso a una filosofía concreta como el materialismo dialéctico que permitiera rechazar el
mito de la vida interior y al mismo tiempo definir un nuevo objeto para esta psicología: el drama.
Es la Interpretación de los sueños la obra que elige Politzer para realizar su crítica al
psicoanálisis, es en el descubrimiento del sentido del sueño donde Politzer encuentra la
positividad y el valor de verdad de los descubrimientos de Freud, como también para afirmar su
psicología concreta en la definición del sueño como realización de deseos. Los textos de
Politzer sobre psicología se agrupan en dos períodos diferentes de su vida determinados por
una relación de adscripción diferente al marxismo. En 1929 el filósofo húngaro adhiere al
Partido Comunista Francés y no solo abandona el proyecto en el que estaba trabajando, sino
que a partir de ese momento el psicoanálisis pasará a ocupar la categoría de un objeto
rechazado por su ideología reaccionaria y antirevolucionaria.
Cuando Politzer se propone una crítica constructiva del psicoanálisis, que rescata sus
aportes para la construcción de una psicología concreta, el autor no es todavía plenamente
marxista. Y cuando se reconoce finalmente como marxista abandona el psicoanálisis y la
psicología para dedicarse de lleno a la economía política y a la militancia.
¿Por qué elegir a Politzer entonces como la figura privilegiada para hacer
dialogar al psicoanálisis con el marxismo si una lectura a la letra de su obra da cuenta
más de los obstáculos que de las vías para compartir ambos proyectos?
La elección de Politzer por parte de Bleger da cuenta también de la ausencia de
figuras rectoras para realizar este proyecto de lectura del psicoanálisis desde el materialismo
dialéctico, al mismo tiempo que muestra la fragilidad de este proyecto que sólo se sostiene en
la fuerza de una crítica más que en la afirmación de una obra. Como dirá ocho años después
de la publicación de “Psicoanálisis y materialismo dialéctico” un autor central que se convertirá
en guía para otra generación distinta a la de Bleger:
"Esta es la realidad que tuvimos que aprender a deletrear completamente solos. Solos
pues no tuvimos aquí, en filosofía marxista, verdaderos y grandes maestros para guiar
nuestros pasos. Politzer que hubiera podido ser uno, si no hubiera sacrificado la gran obra
filosófica que llevaba en él a tareas económicas más urgentes, no nos había dejado sino los
errores geniales de su Crítica a los fundamentos de la psicología. Había muerto asesinado por
los nazis. No teníamos maestros”.
Bleger se propone desarrollar un aspecto problemático de la trayectoria de Politzer:
"desarrollar su faceta de psicólogo”, sin dejar de advertir al lector que se trata de una empresa
compleja que conlleva en la misma propuesta una "traición". Porque resulta difícil encasillarlo
en algunas de las definiciones posibles del accionar del psicólogo. No fue un profesional de la
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psicología ni un psicólogo de laboratorio ni un implementador de técnicas psicológicas, sino
que "fue el crítico de la psicología y el psicólogo de una vida vivida en plenitud". Y más
adelante agrega una cita de un pensador francés que según Bleger define a Politzer con
exactitud: fue un "filósofo activo y militante, no sólo investigador de la verdad, sino soldado de
la verdad"
El valor de Politzer estriba en que fue mucho más que un simple investigador, fue
también un soldado con todas las connotaciones militares que propone el término y que, en
principio, colocan el problema de la verdad más allá de las palabras, en el campo de batalla. La
muerte prematura y heroica del autor insultando en alemán a sus verdugos ejerce un efecto de
fascinación trágica que puede ser articulada con el carácter inacabado de una obra que, en
tanto inconclusa, se instala en el lugar de una promesa.
No resulta relevante para la lectura de Bleger, que la “crítica a los fundamentos de
la psicología” sea una obra renegada y rechazada por su autor o que el mismo Politzer afirmara
pocos años después que la sociología psicoanalítica es idealista y reaccionaria. Estas
cuestiones implican un problema menor para Bleger en relación a las potencialidades que él
encuentra en este trabajo y en la figura de Politzer para revisar el psicoanálisis desde la
perspectiva de los nuevos intereses de los jóvenes.
Bleger encuentra entonces en Politzer lo que efectivamente fue a buscar: un
psicoanálisis con un objeto concreto de estudio: la dramática que permitiría fundar un nuevo
abordaje de la disciplina, aunque se encarga de aclarar que el uso que hace de este término
"no se atiene estrictamente a la acepción que tuvo para Politzer". Reflexión que no sólo es
teórica, sino que también es acerca del sentido de la función del intelectual y del científico en
nuestra sociedad. Por lo tanto, Politzer vale por sus ideas, pero sobre todo por su vida que se
propone como modelo ideal del intelectual contemporáneo que asume sus decisiones hasta las
últimas consecuencias. ¿Cuáles serán estas últimas consecuencias que lo conducen a
abandonar la psicología y hasta a renegar de sus preocupaciones teóricas con respecto a ella?
Volvemos otra vez al tema de la muerte heroica y al ideal de la lucha política revolucionaria.
"Politzer fue el único en el campo del marxismo que pudo enseñarnos el camino de la
psicología a algunos de los que hace veinte o veinticinco años buscábamos orientarnos, saber
y reconocer qué era la psicología, sus objetivos, fines, problemas y caminos. En una época en
que nadie pudo decirnos que estudiar economía política no era psicología, que estudiar
neurología y biología no era psicología, que estudiar filosofía no era psicología, Politzer fue
quien nos pudo enseñar qué era psicología y qué no. Sigo creyendo que Politzer puede seguir
enseñando hoy mucho a todos: que la psicología está en la vida cotidiana, en los seres
humanos de carne y hueso”.
Es este, según Bleger, uno de los legados más importantes que nos dejó Politzer, el
de resolver este problema: el de las relaciones entre marxismo y psicología que ha dejado de
ser un problema para él, pero no para su lector, José Bleger quien insistirá en este intento
hasta su muerte. Pero Bleger no es el único y podemos encontrar como él, a un nuevo grupo
de intelectuales que llegarán desde la misma zona de problemas a elaboraciones teóricas
radicalmente diferentes. Es interesante destacar que, es en el seno de este mismo movimiento
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donde se darán las condiciones necesarias para la primera recepción del pensamiento
lacaniano en la Argentina.
Fue Oscar Masotta (un lector de Sartre y Marx) quien encontró en Lacan algunas
respuestas que posibilitaron otro encuentro entre el psicoanálisis y el marxismo, a partir de los
obstáculos que aparecían en la fenomenología y el existencialismo sartreano. Y fue Georges
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Politzer el buscado para realizar este entrecruzamiento de discursos que caracterizaron la
producción intelectual de esta época. Fue la necesidad de encontrar “la autonomía del sujeto”
lo que decidió su iniciación en la fenomenología, que luego continuó con el existencialismo
sartreano hasta que se encontró con el psicoanálisis. Así se fue produciendo un corrimiento del
“compromiso sartreano” con la política a una posición de difusor del pensamiento
contemporáneo.
Masotta llegó a Lacan a través del problema de la conciencia. Había traducido la
trascendencia del ego de Sartre. Siguiendo las diferencias entre Merleau-Ponty y Lagache
sobre el tema de la conciencia, había escrito en el ´59 “la fenomenología de Sartre y un trabajo
de Daniel Lagache” donde planteaba que la conciencia debía ser liberada por el psicoanalista
de la fascinación sobre el Yo, que le hacía ver a éste fuente de sus actos, pero la conciencia no
podía dejar de darse un Yo cuya “oscuridad” permitía que la “realidad” existiera para el sujeto.
Finalizaba diciendo: “y aquí la fenomenología se acerca a través de un camino insospechado al
lenguaje del freudismo.” Fue este texto donde citó por primera vez a Lacan cuando se refirió a
la revista la psychanalyse, publicación de la sociedad francesa de psicoanálisis. En una
extensa nota, comentó que este grupo estaba presidido por Lagache, pero cuyo inspirador era
Lacan, lo conformaban psicoanalistas que se había separado de la Sociedad de París debido a
una crisis interna, producto del modo de atender la formación del psicoanalista y la denuncia de
los lacanianos al positivismo y la pasividad del psicoanálisis francés ante la penetración del
culturalismo norteamericano.
En los años posteriores su pregunta era cómo articular el problema de la
responsabilidad con el de la determinación; de un sujeto de la estructura con la necesidad de la
voluntad revolucionaria. A las lecturas de Heidegger, Husserl y Hegel agregaba las de Levi-
Strauss, Jackobson, Barthes y, por supuesto Lacan. Es decir, en todo este período pasó de
Sartre a Lacan, de la fenomenología al estructuralismo.
Masotta creía necesario introducir el pensamiento de Lacan recurriendo a la
Psicología Concreta de Politzer, que le permitía, por un lado, establecer una relación entre
psicoanálisis y marxismo y, por otro, retomar la crítica de la reificación del inconsciente que
coincidía con la crítica lacaniana a todo idealismo de la conciencia o del Yo, así como a las
terapias que planteaban sus principios en un fortalecimiento del Yo. Es necesario recordar que
Lacan en 1932, cuando realizaba su Tesis de Doctorado sobre la psicosis paranoica, adhería a
la Psicología Concreta de Politzer, sin nombrarlo.
En 1947, durante el desarrollo del Primer Congreso de Bonneval, hizo un homenaje
ante su muerte y destacó su interés en construir una Psicología Científica. En ocasión del
Segundo Congreso de Bonneval, de 1960, dedicado al inconsciente, los psicoanalistas
lacanianos como Laplanche y Laclaire destacaron la importancia de Politzer por tratar de
introducir nuevas perspectivas en el psicoanálisis francés. Esta circunstancia, señalada por
Masotta, le permitía afirmar que: en Lacan la dimensión lingüística no sólo viene a ocupar el
primer plano de la práctica y de la investigación, sino que, bien entendido, la noción de ‘drama’,
que ha quedado formulada por Politzer pero no lo suficientemente explicada, encuentra aquí su
marco de sentido en la intersubjetividad y el deseo, que constituyen el pasaje obligado para
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alcanzar la comprensión de las nociones que Politzer consideraba como el aporte de Freud a la
psicología concreta: la identificación y el Edipo. Hay en Lacan una profundización de Politzer y
una temática que nos devuelve a Freud sin amputaciones.
Es decir, la “vuelta a Freud” que inaugura Masotta en Argentina pasaba por Lacan
como una profundización del discurso de Politzer. Luego de estas aclaraciones necesarias
para el debate de la época y del proceso intelectual de Masotta, comenzó a explicar algunos
conceptos de la obra de Lacan, como el inconsciente estructurado como lenguaje, el falo, el
significante, la metáfora, la metonimia, para desembocar en la problemática que se presenta al
intentar articular el estructuralismo, el marxismo y el psicoanálisis. Un año después de esta
conferencia, la contradicción entre la conciencia y la estructura lo llevaba a decir: “Recién hoy
comienzo a comprender que el marxismo no es, en absoluto, una filosofía de la conciencia; y
que por lo mismo y de manera radical, excluye a la fenomenología. A la alternativa ¿o
conciencia o estructura? Hay que contestar por la estructura. Pero no es tan fácil, y es preciso
al mismo tiempo no prescindir de la conciencia.
Este trabajo forma parte de un estudio sobre la influencia del filósofo Raúl
Sciarretta como referente fundamental en la formación de intelectuales en general y en los
avatares de la constitución del campo psi en las décadas del 60, 70 y 80 en Argentina. Tuvo
una importante trayectoria en el ámbito de la filosofía, la epistemología y el psicoanálisis.
Paradójicamente publicó pocos trabajos porque sostenía que escribir era un acto de vanidad,
un deseo de reconocimiento público, aunque quizás el motivo de mayor peso fue el hecho de
que siempre le preocupó como diversos intelectuales habían quedado presos de una
determinada publicación y sus lecturas posteriores. Se interesó mucho por la filosofía de
Heidegger, Hegel, Marx y Althusser, así como por las obras de Freud y Lacan.
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3. finalmente, un tercer período desde los años 80 hasta su muerte, en el que se
dedica al estudio y enseñanza de la obra de Lacan resultando uno de los principales
responsables de la recepción de dicho autor en el interior de la APA, entre otros
espacios de influencia.
El programa Sciarretta
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temático de sus apariciones públicas en conferencias institucionales o revistas de la
época.
El periodo lacaniano
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Sciarretta en una entrevista afirmaba que Masotta había logrado rápidamente pasar de la
transferencia con Lacan a la transferencia con las enseñanzas de Lacan, y lo consideraba
en mejores condiciones para transmitirla que muchos otros referentes, de quienes decía
que necesitaban del paso del tiempo para poder curarse de la transferencia.
UNIDAD 8
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memoria” tienen dos sentidos, por un lado, esas huellas que nos han marcado y constituyen el
núcleo de nuestra identidad, y por otro, las huellas son un camino para seguir, porque sin
huellas en cualquier campo o terreno estamos perdidos.
Alejandro Vainer se centra en los efectos que aún siguen presentes en la actualidad y
que nos determinan en el campo de la Salud Mental. ¿Qué continúa hoy de la última
dictadura en nuestro medio? Los desaparecidos y sus huellas. Hay dos clases de
desaparecidos.
1) Los 110 Trabajadores de Salud Mental y los 66 estudiantes. Es necesario recordar que la
impunidad del poder les quitó sus vidas. Se destacan como símbolo de todos a Beatriz Perosio,
la presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y a Juan Carlos Risau,
Secretario Gremial de la Federación Argentina de Psiquiatras.
2) Los otros desaparecidos en Salud Mental. En el campo de Salud Mental tenemos otros
desaparecidos: las teorías y las prácticas que la maquinaria de la dictadura intentó borrar.
El golpe del 24 de marzo de 1976 vino para consolidar algo que había empezado: la
instauración del capitalismo financiero en nuestro país, para eso, en nuestro territorio, se
impuso el Terrorismo de Estado que focalizó sobre toda la sociedad, pero especialmente contra
organizaciones intermedias, como gremios, instituciones, etc. En nuestro país funcionaron 340
campos de concentración. Se prohibieron todos los encuentros grupales, salvo que tuvieran
autorización policial, sino eran tildados como “subversivos”. Este fue un método para aterrorizar
y paralizar a la población frente al avance del nuevo “modelo”.
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Aires, la Federación Argentina de Psiquiatras, la Asociación de Asistentes Sociales y la
Asociación de Psicopedagogos habían fundado la Coordinadora de Trabajadores de Salud
Mental. Esta había organizado una formación novedosa para los Trabajadores de Salud
Mental. Por otro lado, comenzaba el “volver a Freud” de los grupos lacanianos en la Argentina,
liderados por Oscar Masotta.
Todo este magma que abarcaba no sólo nuestro campo, sino toda la sociedad, fue
atacado desde la “Triple A” primero, la derecha peronista de López Rega con sus acciones de
gobierno, la intervención en la Universidad, cierres de Facultades. Luego por la dictadura, que
con su terrorismo de Estado persiguió, aterrorizó y desarticuló experiencias, desarticuló punto
por punto todo lo precedente. No sólo hubo casi 200 desaparecidos. Sino que todas estas
experiencias fueron “desaparecidas” por un complejo mecanismo.
La implantación del terror implicó:
1- desarticularlas en el momento, con el Terrorismo de Estado.
2- desprestigiarlas después en la subjetividad y en las viejas y nuevas generaciones para:
3- condenarlas al limbo del olvido finalmente.
Las “experiencias piloto” en Salud Mental fueron todas cerradas: Comunidades
terapéuticas, los trabajos comunitarios y barriales también, los tratamientos
grupales tendieron a desaparecer. Luego vendría el desprestigio que comenzaron a tener
hasta hoy. Los servicios de Salud Mental más avanzados fueron atacados especialmente, sus
principales referentes fueron siendo desaparecidos. En los hospitales del país hubo cesantías
por motivos ideológicos, las Residencias de Salud Mental habían comenzado a cerrarse
durante el gobierno de Isabel Perón, la dictadura avanzó aún más, había que desarticular la
formación de los denominados “Trabajadores en Salud Mental”, hasta desapareció ese
nombre gestado a fines de los '60. Se comenzó a hablar de “profesionales de Salud Mental” o
simplemente de psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas. Se desarticuló lo poco o mucho que se
venía haciendo contra el edificio de la psiquiatría manicomial, que retomó toda su fuerza el
campo.
La desarticulación de los espacios gremiales fue un eje del Terrorismo de Estado
para implantar el nuevo modelo económico. “Desapareció” la Federación Argentina de
Psiquiatras debido a las desapariciones y persecuciones; se cerró la Coordinadora de
Trabajadores de Salud Mental y su Centro de Docencia e Investigación. Es de destacar
también la lucha de las diferentes Asociaciones de Psicólogos del país no sólo por la demorada
“Ley del Psicólogo”, sino por los derechos humanos, antes y después de la desaparición de
Beatriz Perosio.
La destrucción también llegaba a las teorizaciones que ponían en cuestión el estado de
cosas. Sólo pudo continuar una psiquiatría biológica-manicomial y un psicoanálisis que
negara la determinación social mediante un estructuralismo a-histórico. El compromiso social
fue dejado de lado por las instituciones psicoanalíticas, aunque no así por algunos
psicoanalistas que siguieron trabajando y pensando y colaborando con organismos de
derechos humanos en el exilio interno o externo.
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En la década del 70 comenzó a usarse un neologismo: el “psicobolche” cuyas raíces
se hunden en un antecedente: Freudo/marxista. El uso de esta descalificación se usaba para
señalar a aquellos profesionales de nuestro campo con ideas de transformación social. Pero
para el imaginario este “descalificativo” comparte con el “freudomarxista” el hecho de que es
alguien muy desprolijo, es quien hace un entrecruzamiento de poca consistencia teórica y
clínica entre marxismo y psicoanálisis. Un freudomarxista es alguien impresentable para el
campo científico e intelectual. Se sostenía que estos terapeutas trataban de convencer a los
pacientes para que se comprometieran social y políticamente. Significativamente el término
“psicobolche” se extendió durante la dictadura militar del '76, y muy especialmente en los ‘80 y
los ‘90 para todos aquellos que continuaron hablando de las determinaciones sociales en la
subjetividad.
Luego del descrédito, vino la desaparición. Durante los ‘80 y ‘90 la hegemonía en
nuestro campo intentó hacer como que nada había sucedido y que había que importar las
novedades. El mayor de los ejemplos está en los abordajes psiquiátricos farmacológicos, que
pretenden hacer pasar toda la subjetividad por un desorden molecular que debe ser
solucionado en ese nivel.
Este activo olvido de los desaparecidos físicos y las experiencias tienen un sentido
de convalidar un modelo de país y de subjetividad con técnicos en Salud Mental que
promuevan la adaptación a este capitalismo financiero que hasta ahora ha sido el vencedor.
Por ello, la importancia de retomar la memoria, que no es cualquier memoria, sino una
memoria de estas luchas, estas teorizaciones, estas experiencias. No para repetirlas,
sino para elaborarlas. Es necesario rescatar no sólo los desaparecidos, sino quienes se
enfrentaron a toda esta situación. A quienes resistieron. Los que en ese momento pudieron
luchar; los que se exiliaron afuera o dentro del país. En lo que se pudo, pero que allí y luego en
desde los 80 fueron descalificados por las nuevas hegemonías. Los que seguimos luchando.
Los que tomamos a esta memoria, con el espíritu de esas palabras de Eduardo Galeano, que
dice que cuando “de veras está viva, la memoria no contempla la historia, sino que invita a
hacerla”.
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Si tomamos la ruptura de la APA como provisorio punto de partida se puede arriesgar
que en ese entonces esa corporación totalitaria enchalecaba el desarrollo del psicoanálisis, no
sólo por su trivialización conceptual y la pretensión retrograda de atesorarlo monopólicamente,
sino porque la ilusión de mantenerlo guardado en el placard era concomitante con la ceguera
para advertir que los tiempos reclamaban una presentificación del legado freudiano menos
atada a las mezquindades de un empresario celoso de sus prerrogativas.
En quienes protagonizan esa ruptura se encuentra una común voluntad de salir al
encuentro de la historia social, del poder en las instituciones, y de confrontar la obra freudiana
con otras disciplinas, desde el materialismo dialectico e histórico hasta la lingüística y la
antropología. Lo que importa en el campo psicoanalítico argentino en esos años acontece
afuera de la corporación.
Este análisis de las vicisitudes de ese movimiento “crítico” del psicoanálisis, bastante
alejado de toda homogeneidad, cuyo interés radica en que abrió, desde diversas perspectivas,
la efectiva posibilidad de una transformación irreversible del campo psicoanalítico argentino,
que implicaba:
a. La reformulación de las categorías conceptuales, partiendo de la exigencia de un recurso
metódico a otras disciplinas teóricas que actualizaban el psicoanálisis.
b. El cuestionamiento de un estilo de formación y el nacimiento de experiencias que
procuraban romper con el modelo de la institución totalitaria cerrada, y que no ocultaban las
conexiones de ese modelo con la vigencia de un sistema social de explotación y un régimen
antidemocrático.
c. La presencia de una flexión ético-política que, sí apuntaba a ampliar su público crítico no lo
hacía simplemente para extender un mercado fundado en la afirmación de una misión
histórica de ese psicoanálisis renovado en los objetivos de la liberación social.
d. El planteamiento de una dimensión práctica hacía prevaler las urgencias de la
transformación. En ese sentido, el marco de discusión de las cuestiones de la teoría, de la
praxis, la ideología y el cambio social ponía sobre el tapete cierta definición del
psicoanalista como intelectual insertado en un medio cultural y político.
Detrás de la vertiginosa expansión de una “articulación” deseada del psicoanálisis y
marxismo, cuyos efectos ilusorios no escaparon a los observadores más lúcidos, se señaló la
ingenuidad y el eclecticismo que dominó en sus comienzos esa magna y audaz apuesta, que
lanzó a los psicoanalistas y aspirantes a una propuesta de formación y concientización que
acumulaba disciplinas teóricas y pronunciamientos ideológicos. Pero cualquier valoración de
esa empresa imposible debe partir de reconocer que fue brutalmente golpeada cuando apenas
estaba en condiciones de aportar sus primeros frutos.
Reconstruir ese momento de crisis exige atender también a la riqueza y complejidad
del mundo cultural y universitario en la década del ´60, golpeado en 1966 y reestructurado en
una suerte de “resistencia” intelectual que conformó una red de formación alternativa hecha de
instituciones, publicaciones y grupos de estudio, de allí surgieron algunos protagonistas
centrales de los últimos años, como Oscar Masotta. La trama, el estilo y ciertas figuras que en
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ese entonces transformaron los espacios de trasmisión del discurso psicoanalítico pervivieron
(vivir a pesar de las dificultades), y fueron un factor esencial de una nueva “resistencia” ante la
oleada reaccionaria y represiva que se abre ya desde fines de 1974 y se agrava profundamente
después del golpe.
La coexistencia dentro de ese espacio intelectual de Althusser, Saussure, Reich,
Mercuse y el primer Foucault, con la presencia fluida de “marxismos” discrepantes, el
despliegue de la enseñanza de Lacan, y los primeros asomos de Deleuze-Guattari, mirada
desde el presente, otorga al conjunto una apariencia extraña y desordenada. Sin embargo, en
ello radicaba su riqueza y su vigor.
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reescritura de la red histórica de préstamos e influencias, y de qué modo exige al creador
apoyarse sobre el horizonte de problemas de su tiempo.
El campo psicoanalítico necesita alimentarse con la diversidad y el debate,
notoriamente ausentes en estos años, con el “retorno” de concepciones, experiencias y
discursos que quedaron excluidos. Debe reconstruirse, con la proliferación de espacios
de interlocución y la disposición abierta a una larga marcha que vaya distinguiendo, el
mucho ruido y pocas nueces: y quienes no estén a la altura de los tiempos se
condenarán a un destino de secta.
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concentración. También se iniciaron acciones dentro de los Colegios Secundarios, el caso
paradigmático fue la protesta de un grupo de estudiantes secundarios de La Plata por el boleto
estudiantil a los que el coronel Ramón Camps ordenó secuestrar, fueron 20 los secuestrados,
sólo uno quedó con vida para dar testimonio.
El almirante Emilio Massera sostenía que la subversión cultural en occidente se debía a
tres intelectuales: Marx, por cuestionar la propiedad privada, Freud por atacar la intimidad de
las personas, y Einstein por desafiar las ideas existentes del espacio y el tiempo.
La represión abarcaba todas las áreas de la vida de nuestro país. La metodología
central en que se basó el Terrorismo de Estado: los campos de concentración- exterminio. La
dictadura militar llevó delante un plan organizado y sistemático de represión basado en estos
campos para hacer desaparecer a miles de personas. Cinco grandes campos conforman el
centro del sistema represivo de los militares: el Vesubio y Campo de Mayo en las afueras de Bs
As, la ESMA y Club Atlético en la ciudad de Bs As, y La Perla en Córdoba. Los campos de
concentración fueron un dispositivo ideado para concretar la política de exterminio, en ellos se
encerraba a los detenidos para iniciar un proceso de destrucción de su condición humana, es
decir, se los transformaba en cosa, un número, para luego eliminarlos, cuando entraban, como
método, se los torturaba durante varios días, luego se los ataba, se los mantenía con una
venda y se les asignaba un número. En algún momento eran llevados a la enfermería donde se
le inyectaba un calmante para ser “trasladados”. Este eufemismo se utilizaba para sacarlo del
campo de concentración y trasladarlos a algún lugar donde eran fusilados o se los subía a un
avión desde el cual eran tirados al mar, los cadáveres eran enterrados en fosas comunes,
incinerados o quedaban perdidos en el mar.
Si bien en otras épocas habían desaparecido personas, la dictadura militar definió
una nueva arquitectura de la muerte al realizarla en forma sistemática como política de Estado.
El término “desaparecido” implicaba la voluntad de encubrir el destino del secuestrado y la
identidad de sus asesinos. Para la “historia oficial” estas personas estaban vivas y para las
autoridades “prófugas” de la justicia. Esta práctica producía una situación torturante para los
familiares y amigos ya que, sin la muerte, sin la tumba, se construye un trauma imposible de
ser elaborado. La desaparición no fue solamente de sus cuerpos, sino también de sus ideas
pues había que asesinar la memoria.
La historia del siglo XX estuvo llena de “asesinos de memoria”, nos encontramos con
censuras, condenas, desapariciones, falsas declaraciones de culpabilidad, asesinos, etc. El
objetivo del poder totalitario fue siempre el mismo: impedir la reconstrucción de los
acontecimientos, es decir, priva la posibilidad del recuerdo.
No puede haber campos de concentración en cualquier sociedad, o en cualquier
momento de una sociedad; solo puede existir en medio de una sociedad que elige no ver. La
existencia de estos a su vez cambia, remodela, reformatea a la sociedad misma. Sobre la
sociedad misma debía deslizarse el terror generalizado para grabar la aceptación de un poder
disciplinario y asesino. Sólo así los militares podían imponer su proyecto político y económico,
pero, sobre todo, un proyecto que pretendía desaparecer de una vez y para siempre lo
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disfuncional, lo desestabilizador, lo diverso, anulando toda rebeldía contra el orden social
establecido a través del miedo instalado en nuestros cuerpos.
En este clima de represión hubo formas de resistencia, en el campo de la cultura
Boris Spivacow continúo editando libros pese a las amenazas, unos pocos directores de
periódicos reproducían información prohibida, los sectores obreros puestos a la defensiva
organizaron métodos de lucha más acordes con la represión desatada, pero fue en el campo
de los derechos humanos donde comenzó a denunciarse abiertamente al terrorismo de Estado.
La entidad que simboliza esta época fueron las Madres de Plaza de Mayo, en donde infiltrados
dieron información para que se sucedieran los secuestros de varios dirigentes de derechos
humanos y de la monja francesa Alice Domon, luego a su compañera Leonie Duquet y a
Azucena Villaflor de Vicenti, fundadora de Madres.
La banca internacional otorgaba créditos a los países periféricos, de modo que éstos
aumentaron su endeudamiento externo y su dependencia con los organismos financieros
internacionales. El ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz fortaleció las
actividades de la burguesía financiera, y el proceso de desindustrialización llevó a un aumento
de la desocupación y a la proliferación del “cuentapropismo”. Los únicos beneficiados fueron
los especuladores, los prestamistas y las entidades financieras.
En el ´78 los efectos de esta política económica aumentaron el descontento de la
clase media y obrera y la oposición de otros sectores de la burguesía. A su vez, EE. UU. tenía
un nuevo presidente con una fuerte política de derechos humanos (Carter), las personalidades
y organismos mundiales reclamaban contra la represión de la dictadura. Los gobiernos de
España, Francia, Italia y Suecia pedían explicaciones acerca de los ciudadanos desaparecidos
de sus respectivos países. Los militares aprovecharon la realización del Mundial de futbol en la
Argentina. En el ´79 una comisión de la Organización de Estados Americanos llegó al país para
investigar la situación de los derechos humanos. Desde los medios se convocaba a la gente a
festejar en la Plaza de Mayo, los festejos pasaban por enfrente de la sede de la OEA donde
familiares de desaparecidos hacían una larga cola de más de tres cuadras para presentar las
denuncias. Mientras, en la ESMA, los prisioneros eran rápidamente eliminados y otros
trasladados secretamente a una isla de Tigre, propiedad del episcopado.
Para esta época la homogeneidad exhibida inicialmente por la dictadura ocultaba una
sorda lucha de intereses, la codicia y la corrupción enfrentaban a los diferentes grupos para
mantener áreas de poder.
El litigio del Beagle entre Argentina y Chile comenzó en 1981, cuando la Junta Militar
tomó el gobierno, se desarrollaban en Ginebra los alegatos de ambas delegaciones ante la
Corte Arbitral que finalmente favoreció la posición chilena, situación aprovechada nuevamente
por los militares para convocar los sentimientos nacionalistas de la población y así tapar la
crisis de poder. El gobierno de Estados Unidos, que no podía aceptar una guerra entre dos
dictaduras aliadas, realizó gestiones secretas ante el vaticano para que negociara una salida.
Las diferentes posiciones en relación con el conflicto del Beagle en realidad
escondían una lucha para heredar el gobierno de la Junta Militar, por un lado se proponía un
proyecto a largo plazo para arribar a una democracia vigilada por los militares, mientras que,
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por otro lado, se pensaba en la necesidad de crear un movimiento de opinión nacional que
sería la “cría del proceso” a través de una fuerza política integrada con desprendimientos del
peronismo, el radicalismo, del sindicalismo y políticos de los partidos provinciales.
En 1980 asume la presidencia en EEUU Reagan quien da un nuevo respaldo a la
dictadura militar. Las contradicciones internas estallaron en la Junta Militar ante la gravedad de
la crisis social y económica, la desocupación, inflación, descenso de los salarios, cierre de
industrias, quiebres de algunas entidades financieras y la fuga de capitales comenzaron a
volcar a la clase media y a sectores de la burguesía a la oposición. El poder militar se apoyaba
casi exclusivamente en su aparato represivo.
En 1981 asumió la presidencia Viola, quien anunció una apertura hacia algunos
sectores políticos y sindicales que se había nucleado en la “Asamblea Multipartidaria”. Su
Ministro de Economía trató de superar la crisis con una devaluación del 400%. La recesión se
agudizaba y crecían la desocupación y la pobreza. En noviembre se organizó la “marcha de la
bronca” con la consigna “pan, paz y trabajo” donde participaron más de 50.000 personas. Las
Madres de Plaza de Mayo continuaban con sus rondas. Viola fue reemplazado en diciembre
por Galtieri, quien semanas antes había sido alabado por el gobierno estadounidense, lo que lo
llevó a disponer la invasión a Malvinas creyendo que contaría con el apoyo de EEUU. La guerra
de Malvinas fue un intento desesperado para salir de la crisis en que se encontraba el poder
militar. Fue una aventura del poder militar para perpetuarse. El 2 de abril las tropas argentinas
(5000 efectivos) desembarcaron en Puerto argentino. Esa mañana el país se enteraba que las
Fuerzas Armadas Argentinas habían recuperado las Malvinas luego de un siglo y medio de
usurpación. La noticia fue recibida con júbilo por la mayoría de la sociedad. El Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas el 3 de abril ordenó que retiren todas las fuerzas argentinas
de las islas, el 25 de abril una avanzada de las fuerzas inglesas recuperó las Islas Georgias
donde el teniente Alfredo Astiz se rindió sin combatir. Los buques carecían de posibilidades
para hacer frente a los submarinos atómicos que se encontraban en la zona de operaciones,
situación padecida también por la Fuerza Aérea. En las islas los conscriptos estaban mal
alimentados, con ropa inadecuada, y carentes del apoyo de artillería.
Estos hechos fueron ocultados por los medios de comunicación que, por el contrario,
difundían una versión triunfalista que se manifestaba en un optimismo general alimentada con
la organización de colectas y manifestaciones de solidaridad en la Plaza de Mayo. En este
momento la guerra era analizada por muchos periodistas como si fuera un partido de futbol y
muchos de los desastres de la guerra comenzaron a aparecer. El 3 de mayo un submarino
inglés disparó contra el crucero general Belgrano y lo hundió dejando 368 muertos. Dos días
después aviones de la marina argentina hundieron el destructor Sheffield con un misil.
Finalmente, en la noche del 20 al 21 de mayo varios buques de guerra británicos llegaron a las
islas donde desembarcaron infantes de marina y paracaidistas. Lo que los militares argentinos
en su improvisación consideraban imposible, ocurrió, se libraron desiguales combates entre
conscriptos mal preparados y fuerzas militares profesionales hasta que el 14 de junio el general
Menéndez se rindió. La guerra duró 73 días. Nunca se supo con exactitud el número de
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argentinos muertos. Los conscriptos que pelearon en Malvinas sufrieron graves consecuencias
físicas y psíquicas.
A partir de la derrota el régimen militar entró en una etapa de rápida descomposición.
La sociedad comienza a enterarse de la improvisación con que se había encarado esta
aventura militar. Galtieri debió renunciar. El 1 de julio de 1982 asumió la presidencia el general
Bignone con el objetivo de “institucionalizar el país, a más tardar en marzo de 1984”. En esta
última etapa el gobierno militar estaba decidido a destruir todo lo que podía comprometerlo con
el Terrorismo de Estado. Promulgó una ley de autoamnistía y declaró “muertos a todos los
desaparecidos” aceptando los errores realizados por las Fuerzas Armadas en la “lucha contra
la subversión”. Frente al creciente desbarajuste social y económico se sucedían huelgas y
manifestaciones que eran violentamente reprimidas. En este clima empezaba la campaña
electoral.
Un largo camino se iniciaba para vencer los efectos que el Terrorismo de Estado había
dejado en el conjunto de la sociedad. Camino comenzado en la soledad de sus rondas por las
Madres de Plaza de Mayo, en su lucha, en la sencillez de sus objetivos, y en la intransigencia
de su conducta, introdujo una dimensión ética, más allá de la razón del Estado que fue parte
irrenunciable para construir la memoria.
2. Salud mental: el fin de la reforma con el regreso de los neuropsiquiatras.
El fin de los progresos en el campo de la Salud Mental había empezado antes del 24
de marzo del ‘76. La dictadura consolidó y amplió el desmantelamiento iniciado anteriormente.
El objetivo era someterlos y obligarlos a recluirse en el ámbito privado. El poder volvió a
encontrarse en los grupos manicomiales, que apoyaron este nuevo orden.
Las fuerzas militares ocuparon el Policlínico con la justificación de que era una base
de operaciones de la guerrilla, ahí fueron maltratados profesores, enfermeros, y trabajadores
del Hospital. En ese marco se les dio "licencias extraordinarias" a algunos jefes de Servicio, a
profesores de planta permanente y a concurrentes de los servicios hospitalarios, la justificación
legal era ser promotor de presunta o potencial perturbación ideológica, fue así como muchos
servicios fueron desmantelados. La dictadura estaba aniquilando el campo de la Salud
Mental, no sólo el pasado manicomial retornaba, sino que se produjo el mayor
vaciamiento de recursos humanos de los hospitales de nuestra historia.
El 31 de agosto de 1976 el Poder Ejecutivo Nacional aprobó una nueva estructura por
lo cual el Instituto Nacional de Salud Mental (INSM) pasó a ser denominado Dirección Nacional
de Salud Mental (DNSM). Se le asignaron nuevas funciones entre las que se destacaban: la
adaptación de los individuos a la sociedad, las medidas de la DNSM implicaban un control
persecutorio de las autoridades en todo el campo de la Salud Mental, ya que brindaban todas
las herramientas para instalar el terror, desmantelar los avances en el campo y otorgar el poder
a quienes compartieran su ideología. Las consecuencias fueron que aumentaron las camas en
la institución psiquiátrica en distintos lugares del país durante este período.
La Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) fue un objetivo preciso en esta política
de terror, ya que este gremio contaba con militantes de organizaciones de izquierda que
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estaban en la mira de la dictadura. La mayoría de los que sostenían la FAP se habían ido del
país, otros estaban desaparecidos, por lo que, como consecuencia, las actividades de la FAP
fueron extinguiéndose. Al inicio de la Dictadura quedaron solo 40 profesionales trabajando en el
servicio.
Se prohibieron todas las actividades grupales, como sucedió en todos los servicios de Salud
Mental se redujeron a la mitad las internaciones, se cerró la residencia de psiquiatría. A partir
de entonces el terror terminó de penetrar en los cuerpos de quienes trabajaban allí y lo
sucedido tuvo un efecto devastador creando el pánico y la confusión entre quienes se
quedaron.
La mayor parte de los trabajadores de salud mental se recluyeron en el ámbito privado. La
formación de instituciones privadas tuvo la función de contención y de alguna manera de
resistir.
La institución de trabajadores de la salud mental fue foco de resistencia durante toda la
dictadura. En 1979 se creó oficialmente el Equipo de Asistencia Psicológica de las madres de
Plaza de Mayo, estas lucharon, rechazaron la renegación que implicaba la aceptación de la
identificación con las normas de silencio del Terrorismo de Estado, tomaban una posición
activa frente al traumatismo. Reclamaban la "aparición con vida" y el "castigo a los culpables".
El trabajo de grupos surgió de las propias madres, dicha experiencia permitió al Equipo ver en
la práctica la importancia del papel del grupo como espacio de elección para compartir y
elaborar situaciones traumáticas.
Al terminar la dictadura se cerraba un periodo, también en el campo de la salud
mental donde no era reemplazado por un concepto que lo superara, sino que, por el contrario,
se había vuelto a instalar la psiquiatría biológica. Los psiquiatras manicomiales siguieron
creciendo y organizando actividades auspiciadas por la DNSM (Dirección Nacional de Salud
Mental). Se encubría el ascenso de una psiquiatría biologicista.
A partir de entonces se comenzó a encubrir la manicomialización con títulos que
aparentaban alguna reforma, comenzaba un camino de la hegemonía de una psiquiatría
biológica sobre la psiquiatría social, de los psiquiatras sobre los trabajadores de Salud Mental y
del trabajo individual psiquiátrico sobre el trabajo comunitario. Empezaba el fin del Campo de la
Salud Mental.
3. Psicología: entre la represión y la resistencia
El proyecto de la dictadura era instalar otro modo de país, el mismo implicó que la
discusión ideológica y la práctica política que se opusiera debían "desaparecer", lo que llevó a
un ataque a los centros de estudio y a las organizaciones gremiales. El aislamiento y terror
inundaron las Universidades y los Sindicatos, ya que muchos de ellos tenían una organización
y una tradición de lucha, que abarcaba un gran número de estudiantes de psicología y
psicólogos. Un estudiante entraba a una Universidad y tenía que negar la política, su corolario,
era un profesional que sólo se dedicara a su especialidad, que dejara de lado autores
considerados "peligrosos", que iban de Freud a Marx y que tampoco tuviera prácticas grupales,
trabajo preventivo, comunitario, etc. Por eso, durante estos años solamente pudieron crecer
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teorizaciones y prácticas, dentro de la psicología, que dejaron a un lado cualquier compromiso
social.
La mayoría de las carreras de psicología en el ámbito público del país fueron cerradas
durante la Dictadura, sólo quedó funcionando la Carrera en San Luis, Rosario y Buenos Aires,
con un plan de estudio acorde con el proyecto de la dictadura. Todos los docentes tenían que
ser investigados y aprobados por la Secretaria de Inteligencia del Estado para poder trabajar de
modo que muchos profesores fueron personas ligadas a organismos de seguridad. Se hacían
investigaciones sobre los nuevos ingresantes a la carrera. A partir de 1976 el cupo de
ingresantes desciende, siendo en 1976 563 los ingresantes y en 1980 había alrededor de 200.
Si no se había cerrado la carrera la idea era que quedara la menor cantidad de estudiantes
posible. Muchos aspirantes debieron cursar en Universidades privadas, que tuvieran una
importante afluencia de estudiantes lo que era, por supuesto, parte del proyecto de la dictadura.
Las reglamentaciones y los controles policiales eran moneda corriente para los alumnos.
Además, la orientación de la carrera cambió drásticamente, como era de esperarse, la carrera
se alejó del psicoanálisis, el trabajo comunitario y lo grupal. Solamente había que "venir a
estudiar". Fue prohibido el funcionamiento del Centro de estudiantes.
Tanto Lagache como Bleger desaparecen de los textos, Lagache hasta antes de la
llegada de la dictadura en Argentina se vendían las obras completas, los militares habían
prácticamente vaciado de sus viejos contenidos a la carrera, pero la vitalidad se refugió en los
grupos de estudio que se multiplicaron. Tenían que enseñar solamente una psicología y un
psicoanálisis ajeno a la política y a la ideología. Para ese momento casi no quedaban grupos
terapéuticos y aquellas personas que tenían militancia se excluían de los grupos y pasaban a
tratamientos individuales y en privado. La ley 17.132 de la época de Ongania impedía el
ejercicio de la psicoterapia a los psicólogos.
El 3 de septiembre de 1980, el Ministro de Educación firmó una resolución sobre las
nuevas incumbencias universitarias, en las cuales se volvieron a definir las competencias del
psicólogo de una forma curiosa: “no les incumbe la práctica del psicoanalisis, de la psicoterapia
ni la prescripción de drogas psicotrópicas". Era la única profesión que se definia por la negativa.
Este absurdo generó un movimiento importante de los psicólogos con otras organizaciones. En
1981 la APBA convocó a su 1° Congreso Metropolitano de Psicología, que marcó el avance del
conjunto de psicólogos y quienes los apoyaban dentro del campo de la Salud Mental. Durante y
después de la Guerra de Malvinas comenzó el fin de la dictadura y la asociación de psicólogos
ofrecieron asistencia a familiares y excombatientes.
En 1982 comenzó a funcionar el Movimiento Solidario de Salud Mental (MSSM).
Produjo una primera declaración en Septiembre y comenzó a gestar un programa psico-
asistencial para personas afectadas por las violaciones de los derechos humanos junto con
familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas. Desde Marzo de 1983, su
equipo de niños y adolescentes lo hizo conjuntamente con familiares de Desaparecidos y
Detenidos por razones Políticas, y más tarde se unieron con abuelas de Plaza de Mayo. A fines
de mayo, los efectos del conocimiento sobre la violación a los derechos humanos ligado a la
apertura democrática hicieron que se recibieran gran cantidad de consultas que llevaron a la
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implementación de guardia de 24 horas para la urgencia. No sólo se les impedía saber a los
familiares el destino de las víctimas, sino que se pretendía la negación sistemática de la
realidad a través de los medios de comunicación. "Se fue instaurando una serie de
deformaciones psicológicas que, bajo la forma de la negación/renegación de la realidad, se
encuentran en la génesis de los modelos psicotizantes afectadas".
4. Psicoanálisis: encierro en los consultorios y fracturas en las instituciones.
Los psicoanalistas y sus instituciones fueron atravesados por la dictadura como el
resto de la sociedad. Es así como durante el período se produjeron varios hechos, por un lado,
un crecimiento de la cantidad de psicoanalistas que trabajaban en el consultorio privado. Por
otro, las fracturas de las instituciones y creaciones de otras nuevas. Los tres grupos que
describimos hacia mediados de la década:
. La APA
. Los lacanianos
. Plataforma y Documento
La cantidad de psicoanalistas aumentó considerablemente a lo largo de la dictadura. El
psicoanálisis institucionalizado se ampliaba. La APA a pesar de la escisión, paso a contar con
372 miembros en 1975 a 656 en 1982.
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FEIERSTEIN DANIEL (2017).
Los dos demonios (reloaded). Bordes, Revista de Política, Derecho y Sociedad.
La teoría de los dos demonios no surge como un discurso de los genocidas, sino
que nace en sectores del movimiento de derechos humanos, del propio pueblo argentino y,
muy en especial, del gobierno de la transición democrática, como un tipo de discursividad
que intentó oponer a la legitimación del aniquilamiento el desnudamiento de la
clandestinidad, crueldad e ilegalidad del accionar estatal. El discurso de los dos demonios
(en los últimos años de la dictadura y los primeros de la democracia) fue el modo de
permitir el juzgamiento de los responsables materiales del genocidio, las primeras tres
juntas militares y algunos otros represores.
Ese discurso que oponía un terror civil y otro estatal y que proponía juzgar ambos
(aunque consideraba “más grave” al estatal) tuvo como costo la unificación de dos tipos de
prácticas cualitativamente distintas: la lucha contra la injusticia (con todos los aciertos y
errores que se le puedan asignar) frente al intento de aumentar la injusticia a través de una
reorganización nacional guiada por el terror (esto es, un genocidio). Si bien fue útil en su
momento para fragmentar los discursos de legitimación del accionar genocida, es decir,
que la sociedad argentina era un caos y los militares habían llegado para imponer el orden,
este discurso siguió permeando el sentido común.
Se asuman como parte de la teoría de los dos demonios o se opongan en su forma
explícita a esa fórmula, toda discursividad que analiza ambos procesos como dos caras de
una moneda (dos males, dos terrorismos, dos violencias) forma parte de este tipo de
caracterización. La potencia de la teoría de los dos demonios no radica en la demonización
de unos, otros o ambos (como creen muchos de quienes la critican) sino en la
equiparación de dos prácticas cualitativamente distintas. El truco de la teoría de los dos
demonios radica en el término “dos”, no en el término “demonios”.
Sobre estas lógicas se ha montado esta reaparición de la teoría recargada en su
versión derechista con la apelación a “las víctimas del terrorismo” (una categoría tan de
moda en el siglo XXI) y con su desafío al discurso políticamente correcto de la última
década, planteando que (a diferencia de las víctimas del genocidio) estas “víctimas en
espejo” no habrían recibido el reconocimiento estatal, la justicia o las reparaciones que
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recibieron las otras y reclamando un tratamiento igualitario tanto en el plano jurídico como
en el plano político o en el plano moral. De allí radica su efectividad y el modo en que van
calando más y más fuerte en el imaginario social.
La expresión más clara de este relativo desarme ideológico y discursivo es la
apelación de callar a los nuevos voceros de la derecha pro-genocida, como si la fuerza
pública fuera la herramienta para dirimir los debates o ganar las disputas por el sentido
común. Los debates por las representaciones del pasado no se dirimen con el código penal
en la mano. Podemos cerrarles los espacios mediáticos lo más que podamos (apelando a
la responsabilidad de periodistas y comunicadores). Podemos exigir al ámbito estatal
hacerles pagar un costo político por sus declaraciones, por ejemplo, exigiéndoles la
renuncia a sus cargos públicos. Pero, más temprano que tarde, habrá que responder con
argumentos porque será el único modo de incidir en las luchas por la hegemonía. Nadie
jamás me convencerá de ninguna verdad diciéndome que es “cosa juzgada”. La justicia por
lo general condena a los sectores populares (incluso en muchos casos siendo inocentes de
los crímenes que se les imputan) y absuelve a los lavadores de dinero, a los corruptos, a
los criminales de guante blanco. Todo eso es “cosa juzgada” en nuestro país.
Al planteo argumental de los dos demonios, los dos terrorismos o las dos violencias
sólo se lo podrá derrotar desarmando esa operación discursiva que intenta unir prácticas
cualitativamente distintas para sacar conclusiones de esa articulación artificial. No lo
derrotaremos acallando autoritariamente a sus voceros o intimándolos. Sólo podremos
detener esta ofensiva con fuertes movilizaciones masivas y plurales y con potencia y
solidez en nuestras argumentaciones.
Girando el reloj treinta años para atrás: aportes y límites del discurso alfonsinista
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partir del decreto 157/83 y las acciones judiciales posteriores e indultados por el
gobierno de Carlos Menem junto a los genocidas. Esto es, que no sería verdadero
sostener que dichos hechos quedaron impunes ya que el Estado los persiguió tanto
en dictadura (con un genocidio) como en democracia (con juicios a los
sobrevivientes).
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violencia del “terrorismo estatal” habría sido una respuesta a la violencia de los “jóvenes
idealistas es una construcción argumental que inventa una causalidad entre dos violencias
distintas ignorando otras posibles articulaciones.
Los modos en que se articulan distintos tipos de violencia son construcciones y es
allí donde radica el cuestionamiento profundo a la teoría de los dos demonios,
cuestionando el tipo de articulación que busca vincular dos tipos de violencia distintas y
sólo esos dos tipos y ninguno más.
No aceptar la teoría de los dos demonios implica no aceptar discutirlo
conjuntamente con la violencia genocida, como dos caras de la misma moneda, esa
equiparación y articulación es la construcción mas potente y mas terrible de la teoría de los
dos demonios. Asumir la dualidad de dos procesos diferentes bajo un significante vacío
que los vincula (terrorismo, violencia, demonios).
El proceso de reorganización nacional no fue una “respuesta” sino un plan
diseñado antes de la existencia de una izquierda armada en la Argentina. No fue una
acción contra-revolucionaria para frenar la acción revolucionaria. No fue una acción
defensiva que se explica por las acciones previas de “otra violencia” sino que se trató de
un plan ofensivo que buscaba – y en gran medida logró – transformar la estructura
económica, política, social e incluso moral del pueblo argentino. Al analizar, juzgar o
condenar a los genocidas nada tienen que hacer los análisis sobre otras prácticas sociales,
como las implementadas por las organizaciones que se propusieron (apelando o no a la
lucha armada) transformar a la sociedad argentina en otra dirección. Ese es un debate que
nos debemos y que tendremos
que dar. Pero es otro debate.
La equiparación de modos diferenciales de ejercicio de la violencia sólo ha servido
en la historia para legitimar a quienes están dispuestos a una violencia ilimitada, ya que la
misma aparece igualada a cualquier otro modo de utilización de la violencia. Las violencias
no son iguales ni equiparables ni se explican causalmente una en función de la otra.
En la Argentina existió un genocidio, en tanto un proyecto de “destrucción parcial
del grupo nacional argentino” a través de un plan sistemático de secuestro-tortura-
exterminio
de sectores de la población argentina y del terror que dicho plan generó en el conjunto
como herramienta para transformar su identidad. Las luchas (pasadas y presentes) por
enfrentar la injusticia no son “menos graves” que la violencia genocida, son algo absoluta y
cualitativamente distinto que un genocidio y no fueron ni la causa ni la contracara del
genocidio.
Los dos demonios vienen recargados y necesitaremos recargarnos nosotros
también si queremos disputar con éxito este nuevo intento por conquistar las
representaciones colectivas sobre nuestro pasado.
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