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2011
NIÑOS DIFÍCILES.
ADOLESCENTES REBELDES
Andrea Fiorenza
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Andrea Fiorenza. Niños difíciles. Adolescentes rebeldes. 2011
INDICE
INTRODUCCIÓN
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Andrea Fiorenza. Niños difíciles. Adolescentes rebeldes. 2011
INTRODUCCIÓN
Son estos los hijos que ponen en crisis a los padres más pacientes, los profesores
más expertos y los terapeutas más formados.
Es un texto práctico que proporciona estrategias simples, pero muy eficaces para:
1. Hacer frente a las típicas situaciones de conflicto doméstico con seguridad y sin
recurrir a las malas maneras;
2. Hacer más eficaz la disciplina y lograr mejores resultados;
3. Motivar estimular el estudio sin utilizar los premios excesivos o la presencia continua
del adulto;
4. Mejorar la atención y la concentración evitando largas pérdidas de tiempo.
Las estrategias propuestas en el texto, "El boletín del viernes y Estudiar con el
despertador" tienen una larga tradición teórica, descendiente de los estudios sobre la
comunicación de la Escuela de Palo Alto se han enriquecido a lo largo del tiempo con
conceptos y adaptaciones personales gracias a la aplicación constante.
Estas estrategias han sido sometidas a una experimentación rigurosa, que ha durado
casi cinco años, en el Estudio Fiorenza y que ha visto implicadas cerca de
cuatrocientas familias. El porcentaje de casos resueltos, en relación a dos problemas
tratados, el respeto de las reglas y el estudio, es muy alto y se acerca al 90 por ciento.
En la última parte se podrán leer los datos y los porcentajes así como la manera justa
de aplicar las estrategias en los capítulos siguientes.
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Nos llega a la consulta una hija de padres separados (G), pero que mantenían relación
familiar con visitas, vacaciones y fines de semana pasados los tres juntos.
Gracias a una serie de maniobras seductoras que la chica llevaba a cabo, conseguía
que el padre y la madre se pelearan continuamente. La madre acusaba al padre de ser
demasiado intransigente porque la chica, a pesar de las promesas, no se esforzaba. El
padre acusaba a su mujer de ser demasiado tolerante y de dejarse tomar el pelo por la
hija. Ambos llevaban sus comportamientos al límite, peleando cada vez que tenían que
tomar decisiones.
En todo este contexto de relación ambiguo y caótico, G., seguía viendo atendidas sus
demandas y haciendo la suya, sin dar nada en cambio. Enseguida se vio claro que lo
que faltaba era una evaluación de la situación real, de cuál era el comportamiento de
la chica cuando le obligan a respetar los compromisos asumidos. En segundo lugar,
faltaba una interacción unitaria entre los padres que los llevara a mantenerse firmes y
decididos sobre los objetivos prefijados.
Sobre esta base es ilustró a los padres en relación a la formación y la manera con la
que el problema se alimentaba y se les comunicó el tipo de actitud, comportamiento e
intervenciones que deberían llevarse a cabo a partir de ese momento. Se les dijo que
todos los viernes, después de haberlo comunicado a la hija, los padres se habrían
reunido y en base a como la hija se hubiera comportado en relación a las quejas, los
deberes escolares y labores domésticas cada uno de ellos habría dado una
puntuación, como en un boletín de notas, una evaluación en términos numéricos que
les habría permitido, en base a la media de las dos puntuaciones, valorar si ese fin de
semana la muchacha habría podido obtener recompensas, como por ejemplo, volver
más tarde, recibir la semanada para permitirse las diversiones del fin de semana, etc.
Además, la puntuación semanal se habría de sumar a las puntuaciones mensuales
que servirían para aspirar a recompensas más importantes, hasta llegar al premio o
recompensa final, es decir, el viaje de verano a un país extranjero. Los padres, a
diferencia de los años anteriores, habrían de desarrollar todo según este nuevo
criterio.
los padres. Esperaba el viernes con gusto e interés y aceptaba la evaluación de los
padres, fuera suficiente o insuficiente. Los padres, por su parte, expresaron que se
habían discutido mucho menos.
Una madre llegó quejándose de su hijo. Dijo que el chico, de 13 años, tenía problemas
con el estudio, era lento haciendo los deberes, se distraía fácilmente y lo aplazaba
siempre. La madre viéndole perder el tiempo, se ponía nerviosa y, muchas veces, para
intentar ayudarle, había probado a hacer los deberes con él, para estimularlo, pero el
chico perdía igualmente el tiempo.
A la mujer se le pidió cuánto tiempo, según ella, necesitaba el hijo para acabar los
deberes, y respondió que menos de una hora.
Como se puede imaginar, esta nueva manera de reestructurar el estudio, pone el chico
en un estado de tensión emotiva y determina un contexto de relación diferente del
precedente. Ahora, la madre, se convierte en aquella que vigila de manera inflexible
que el chico no estudie más del tiempo establecido. Además, establecer un tiempo
menor de lo que normalmente se necesita para hacer estudiar a sus hijos, aumenta la
concentración y la atención. Sabemos perfectamente como el estrés actúa de forma
positiva en estos casos. Sobre esta base, se dijo a la mujer que debía ser inflexible
cuando sonaba el despertador. Debería decir: "Stop, ahora no puedes estudiar más, lo
podrás hacer mañana, y tengamos paciencia si vas a la escuela sin preparación o sin
haber hecho los deberes, tampoco será el fin del mundo".
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Esto normalmente supone un planteamiento más positivo respecto al estudio por parte
de los chicos, que no lo viven más como aquella actividad que no está bajo su
responsabilidad, y que empieza y no se sabe muy bien cuando termina, con el riesgo
de alargarse hasta la noche y no poder jugar o hacer las propias cosas.
En este caso específico se dijo a la mujer que si creía que debía proponer al hijo dos
momentos de 50 minutos, en caso de que pensara que sólo 50 minutos no eran
suficientes para hacer todos los deberes, lo habría podido hacer a condición de que
entre los dos momentos de 50 minutos se hiciera una pausa de 10-15 minutos de
reposo obligatorio.
La mujer concluyó que se sentía más libre y tranquila, y veía al hijo mucho más
concentrado. Algunos días en los que no necesitaba los 50 minutos, lo dejaba jugar
libremente sin sentir ansia ni preocupación. La relación entre los dos se modificó
radicalmente, al menos en cuanto al estudio y los deberes escolares.
Los casos explicados antes demuestran cómo, eliminando una serie de intentos
ineficaces, llevados a cabo por los adultos cuando estos problemas se manifiestan, es
posible resolver los problemas en tiempos breves y de manera eficaz.
Cuando nos consultan para ayudar a una familia a reorganizar sus relaciones y las
comunicaciones familiares referentes a algunas problemáticas, como por ejemplo la de
las normas y la motivación al estudio, es necesario poner atención en cómo hasta ese
momento los adultos han buscado resolver los problemas, es decir, cuáles han sido
las soluciones intentadas.
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Los intentos de solución son por lo tanto, aquellos mecanismos que no sólo no
resuelven el problema, sino que más bien lo mantienen y lo agravan. En algunas
circunstancias, los problemas pueden ser vistos como el intento, mal dirigido, de tratar
una dificultad.
Una dificultad inicial, el miedo natural de hablar en público, que podría ser superada
con una sencilla acción, como puede ser la de admitir que es normal poder tener
miedo o sentirse ansia en situaciones como éstas, y por tanto, comunicarse a los
demás, haciéndolo público en lugar de esconderlo, se convierte, en cambio, en un
problema porque el remedio utilizado es nocivo, e incluso, puede ser peligroso.
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Por tanto, los problemas se pueden ver como el fruto de un intento de solución
erróneo y reiterado de tratar una dificultad. El contexto escolar, por ejemplo,
nos puede proporcionar muchos ejemplos de dificultades tratadas de forma no
funcional.
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En casos como este basta con convencer al profesor para que haga menos de
que hacía antes y por lo tanto, dedique al niño la misma atención que dedica a
los otros, para provocar, en seguida, un pequeño cambio. El alumno, para
conseguir de nuevo las expectativas perdidas, comenzará a buscar la atención
del profesor. Al principio con actos poco importantes y, sucesivamente,
intentando ganarse su aprobación con pequeñas mejoras escolares. El
profesor, en este punto, podrá llevar a cabo otros cambios alabando al niño por
los resultados obtenidos.
Desde la perspectiva de la escuela de Palo Alto hay que distinguir claramente entre
dos tipos diferentes de cambio:
Según los autores de la Escuela de Palo Alto, los cambios de primer orden pueden ser
considerados pequeñas fluctuaciones de un estado a otro, de manera interna, de
algunos límites en comportamientos establecidos de entrada (a priori).
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Se comprende que los cambios de segundo orden tienen que ver con una
reformulación de las reglas referente a aquellos límites, necesitando de una
transformación de las reglas que gobiernan una o más relaciones en el interior de las
relaciones.
Entonces se podrá observar que el ciclo de los conejos es idéntico, pero contrario. Es
decir, que aumentan de número cuando disminuyen los zorros y al contrario. También
en el campo de las relaciones comunicativas entre los seres humanos establecen
procesos de homeostasis. Cuando dos personas que se comunican establecen entre
ellas una distancia espacial repartida entre los dos y que, metafóricamente, puede ser
interpretada como la proyección de la distancia psicológica que separa las dos
personas. Es decir, los dos, sobre su particular visión del mundo, de ellos mismos y
del otro, establecen cuál debe ser la justa distancia física entre ellos. Si por alguna
razón externa esta distancia se ve disminuida, sin que ninguna de las personas lo
desee, por ejemplo al encontrarse en un autobús que de golpe se llena hasta los
topes, o en un ascensor donde entran otras personas, y por tanto el espacio
disminuye,... en casos como estos intervienen entonces otros factores para restablecer
la distancia. Estos factores pueden ser rehuir la mirada, un aumento de la tensión
muscular, etc. En muchos casos cuando se trabaja la solución de los problemas
humanos, basta con aportar cambios de primer orden para que el sistema se
reequilibre y siga funcionando de manera eficaz.
Otras muchas veces con los cambios de primer orden no es suficiente y se necesitan
cambios de segundo orden.
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Para volver al ejemplo anterior, de la madre que puede llevar a la mesa muchas
comidas menos algunos o unos determinados alimentos, se entiende que el problema
no está realmente en la comida, sino en las reglas que gobiernan la relación.
El chico es cada vez más independiente y quiere adquirir siempre más espacios de
autonomía, por tanto, decide que los momentos de la comida y la cena son momentos
en los que puede estar solo delante de la televisión o en su habitación jugando o
leyendo. Pero la madre, convencida y responsable de sus obligaciones, y convencida
también de que el hijo debe comer lo que ella lleva a la mesa, pretende de él que
acepte sus decisiones sobre lo que debe comer, como tiene que comer y cuando tiene
que comer.
En realidad, en estos casos, se instaura una lucha familiar entre madre e hijo que se
juega sobre la comida. Muy a menudo las madres reaccionan ante esta provocación
con una mezcla de resentimiento y de ansiedad debido a que los hijos no tendrán una
alimentación adecuada. Por este motivo, las madres se ven obligadas a intensificar
sus esfuerzos para hacer comida a sus hijos: estos esfuerzos no harán más que
incrementar el rechazo de los chicos para sentarse a la mesa y comer. Se produce
entonces un juego sin fin, como le llaman Watzlawick, Weakland y Fisch (1967). Así,
cuando la madre más intensificará los propios esfuerzos, el hijo más intensificará el
rechazo. Todo lo que intenta la madre, con el fin de mover el hijo de su posición y
hacerlo comer, agrava y hace persistir el problema.
Todos estos intentos de cambio que la madre hace, pertenecen a la categoría de los
cambios de primer orden, mientras en realidad, como se puede intuir, se necesitan
cambios de segundo orden, es decir el cambio de las reglas establecidas de forma
natural en la relación madre-hijo.
En casos como estos, la madre decidirá dejar comer al hijo lo que quiera evitando
obstaculizarlo y sobre todo de irle detrás. En otros casos, en cambio, el tipo de
relación, puede ser difícil de cambiar. Esto puede suceder, por ejemplo, cuando a las
soluciones intentadas por la madre se añaden las soluciones intentadas por el padre,
que mira por donde, son diferentes de las de la madre; el endurecimiento del cambio
de las reglas de parte de la madre, ahora se desplaza también hacia un
enfrentamiento entre las posiciones entre los padres. El padre, por ejemplo, podría
estar menos irritado que la madre en referencia al problema de la alimentación del
niño. Esto llevaría al padre a enfrentarse con su mujer debido a las duras maneras que
ella utiliza en la mesa. Entre los dos podrían nacer discusiones, peleas que dejan el
campo libre al chico, hasta que los padres deciden llevar el hijo a un psicólogo sobre la
base de que ellos no logran controlarlo.
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El cambio de segundo orden tiene, por tanto, leyes y reglas diferentes de aquellas que
corresponde a los cambios de primer orden, donde consejos y advertencias bastan por
sí solos a promover el cambio.
Si se quiere conseguir el cambio de segundo orden, hay que hacer entrar en el terreno
de juego, jugadas que prescriben el síntoma o la situación. Actos que consisten en
sugerencias que contrastan abiertamente con el sentido común. Quien interviene en
un problema como este, podría:
De todo ello se podría prescribir más dedicación a la madre para que calme las
angustias del hijo, prescribiendo también toda una serie de comportamientos y de
rituales en referencia a la comida exasperantes, llevadas a tal punto de provocar la
reacción de las personas implicadas, no sólo contra una prescripción absurda, sino
también contra la prescripción de control materno sobre el hijo.
Otra intervención a sugerir podría ser la de pedir que los padres salgan solos una vez
a la semana y vayan a cenar a un restaurante de lujo, con el fin de compensar la mujer
por todo lo que tiene que soportar los demás noches, dejando el hijo ingrato ocuparse
él solo de su comida.
Resumiendo, las conclusiones que se pueden sacar de un primer análisis del cambio
de segundo grado, son (Watzlawick 1974):
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A principios de los años 90, intenta crear una serie de protocolos, estudiados
específicamente para aplicar en los problemas de comportamiento en contextos
educativos, que se convierten en el material de base del volumen La intervención
estratégica en los contextos educativos (Fiorenza, Nardone, 1995).
Tratando con niños, que se expresan más difícilmente con palabras o les cuesta más
intelectualizar la naturaleza y el origen de los propios comportamientos opuestos, se
ha partido de la convicción de que el pilar de cualquier tratamiento psicológico en
contextos escolares sea una buena definición del problema, resumible en la pregunta:
¿cómo se manifiesta el problema concretamente y en los hechos?.
En esta fase, eventuales hipótesis sobre el malestar interior del niño han de pasar, por
tanto, en segundo lugar, como mínimo hasta cuando, mediante una terapia apropiada,
no se haya conseguido dominar el síntoma psicológico. Esta indicación, además de un
valor práctico (proporcionándonos la posibilidad de comparar actos y datos con
opiniones discordantes de padres y maestros), ofrece también la ventaja de limitar la
posibilidad de condicionar el niño, diagnosticándole eventuales trastornos o problemas
"abstractos" y arraigando así en él la convicción de ser inadecuado, inadaptado,
inaceptado etc. "El alumno juega con los rotuladores y no sabe responder a las
preguntas", "El alumno pega al compañero de pupitre" serán pues descripciones poco
útiles, desde el punto de vista operativo, respecto a definiciones más genéricas de
patologías ("déficit de atención ","hiperactividad")(1) que el especialista también deberá
conocer y que serán descritas en detalle en los próximos párrafos.
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La Hiperactividad
mueve a menudo las manos o los pies, se agita en la silla, se define inquieto (si
la edad se lo permite).
tiene dificultad para quedarse sentado cuando se le pide;
tiene dificultad para esperar su turno en los juegos con otros niños;
no escucha la pregunta entera antes de responder;
tiene dificultad en hacer pequeños deberes o encargos, aunque tenga la
capacidad de comprenderlos;
manifiesta escasa concentración en los deberes y en los juegos;
no lleva a cabo las actividades, pasando de una a otra continuamente;
tiene dificultades para jugar tranquilamente;
a menudo habla demasiado;
a menudo interrumpe o se pone en medio de los juegos de los otros alumnos;
da la impresión de no escuchar lo que se le dice;
pierde a menudo sus objetos;
se pone en peligro en situaciones imprudentes, (por ejemplo corre por medio
de la calle sin mirar).
- Creación del caso: el profesor discute con los compañeros y los padres del trastorno
del niño. Esto lleva al ambiente doméstico a repetir las soluciones ya intentadas e
ineficaces llevadas a cabo en el contexto escolar.
Esta presión positiva alienta al chico a querer demostrarse eficiente y capaz de llevar a
cabo una obligación o tarea.
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• Desafíos a los adultos rechazando sus solicitudes, las órdenes o las reglas;
• Es despreciativo o vengativo;
Las soluciones intentadas aplicadas en los contextos educativos para este tipo de
problemas se pueden agrupar en dos clases:
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Para este tipo de problema se sugieren varias posibles estrategias útiles para
desbloquear la situación.
Las otras soluciones estratégicas apuntan en cambio a invertir los roles simétrico y
complementario descritos antes.
Explicamos a la madre que durante un tiempo debería decir al chico que le hubiera
gustado muchísimo verlo volver a casa un poco más temprano (el chico normalmente
volvía entre las tres y las cuatro de la madrugada) pero que empezaba a darse cuenta
de cómo podía ser de difícil para él separarse de los amigos y volver a casa antes de
lo que se considera habitual, sin que estos compañeros de salidas no le consideraran
un mimado y que todavía estaba pegado a las faldas de mama ... Desplazando a la
madre de su posición simétrica y poniéndola en una posición complementaria respecto
al hijo, se obligó al chico a dejar de ser simétrico y a luchar con la madre, y, en
cambio, a serlo en la relación con los amigos, con los que tuvo que enfrentarse para
demostrarles a ellos (sin hablar) ya él mismo, que no era un mimado. Para poder
demostrarle a la persona que lo había desafiado, la madre, que esto no estaba
pasando, sólo tenía que volver antes a casa.(3)
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Este trastorno se configura como un rechazo, por parte del niño, a hablar ante
extraños, en clase o en situaciones sociales, a pesar de mostrar un normal dominio
lingüístico en el hogar. Aunque el problema se pueda manifestar también en la primera
infancia, habitualmente no se reconoce hasta el inicio de la edad escolar. Más
frecuente entre las mujeres, el trastorno puede ser causado por diversos factores,
como una presencia materna hiperprotectora, la procedencia de familias inmigradas o
la existencia de traumas sufridos antes de los tres años. Las consecuencias de estos
comportamientos exponen al niño a la ironía de sus compañeros y fomentan la
aparición, añadida al problema de comportamientos opositores.
Los niños que sufren de este problema, diagnosticable después de los dos años y
medio y después de al menos seis meses de manifestaciones, presentan fuerte
ansiedad y nerviosismo en las situaciones sociales, deseando, por un lado, evitar
contactos con los compañeros o personas externas al ambiente doméstico, y por otro,
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al contrario, instaurar y mantener relaciones buenas y cariñosas con los miembros del
ambiente familiar.
Las técnicas a utilizar en estos casos son, también, las descritas por otros problemas,
añadiendo la prescripción del "como si": se pedirá al niño que se pregunte cómo se
comportaría si no tuviera el problema de la timidez, haciendo una lista de todas las
cosas o actitudes que serían diferentes e intentaremos poner en práctica al menos
una.
Más provechoso parece en cambio eliminar la figura del "pacificador" e inducir a los
dos alumnos a pelear de manera aún más furibunda, prescripción que consigue de
una vez, sacar espontaneidad al síntoma, reduciéndolo con rapidez.
El consejo puede ser aplicado fácilmente a las parejas de hermanos que luchen entre
ellos en casa: la madre, en lugar de intentar separarlos, deberá incitar a pegarse como
un árbitro en un combate de boxeo.
Por otra parte, también se puede utilizar una variante de la célebre estratagema de
amor elaborado de Shakespeare en la comedia "Mucho ruido para nada": ante un
joven soltero que se pelea y se discute sin freno con una chica soltera, sus amigos, de
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común acuerdo, revelan a cada uno que en realidad "el enemigo" se comporta así
porque está enamorado locamente, los dos, en efecto, quizás ya atraídos el uno del
otro y por este mismo motivo, hostiles, se hacen novios en un breve tiempo y se
casan. Del mismo modo, el profesor podrá entregar a cada uno de los dos alumnos,
separadamente, un pequeño regalo (un caramelo, un juguete), afirmando que es de
parte del otro niño pero pidiendo de mantener el secreto para no avergonzar al
compañero. Esta prescripción tiende a favorecer rápidamente la amistad entre los dos
alumnos, de la que la agresividad podía ser una primera manifestación.
Concluimos este capítulo haciendo notar que las diversas estrategias operativas hasta
ahora expuestas en este punto, nos hacen ver como la aproximación estratégica se
encuentra en situación de extender la propia casuística, aplicando variantes de las
estrategias ya conocidas, a la psicología específica de la infancia y la adolescencia.
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Esta es una táctica que se utiliza ante el rechazo continuado al estudio por parte del
adolescente o, más en general, por cumplir con determinados deberes como
pequeños trabajos domésticos y responsabilidades cotidianas. Estos
comportamientos, a menudo se diagnostican con el nombre de "trastorno de
conducta".
El "Boletín del viernes" es una estrategia aparentemente sencilla que se basa en una
evaluación diaria y semanal del adolescente por parte de los padres. Es un
instrumento evaluativo muy práctico que evita a los padres constantes
descalificaciones y discusiones estériles.
Los padres, en una sesión con el psicólogo, establecen los criterios de valoración y los
objetivos que se querrían conseguir con los hijos, por ejemplo, una colaboración más
grande en casa, más aplicación en los estudios, y en el respeto de las obligaciones
adquiridas.
"Cada noche, otorga a su hijo/a una puntuación, del cero al diez, en base a su
conducta diaria: considere por ejemplo si ha estudiado, si ha ayudado en casa, si ha
sido respetuoso con vosotros. Tome su nota en una pizarra. Al final de la semana, el
viernes, vuestro/a hijo/a recibirá la semanada sólo si ha logrado el aprobado.
Mensualmente, se hará una nueva media de las puntuaciones, y sobre esta base se
podría decidir que el chico/a se merece. Además, es indispensable evitar cualquier
conversación inútil, se debe evitar, por ejemplo, discusiones sobre la escuela, lo único
que hay que hacer es observar”.
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Esta es una técnica que se aplica con buenos resultados para los problemas de
escasa atención y concentración en el estudio, sea de escuela primaria, secundaria o
universidad.
Según se trabaje directamente con el chico o con los padres, el objetivo es establecer
una modalidad nueva y respuestas diferentes al método de estudio: neutralizar la
sensación de tener delante un tiempo ilimitado para estudiar. En efecto, cuando los
padres intervienen para ayudar al chico/a en el estudio, de una parte se le induce a
dedicar más tiempo a los libros, pero por otro lado tienden a resolver el "problema de
los deberes" haciéndolos en el lugar del hijo/a.
Esta técnica se puede aplicar directamente con el chico a través de los padres. Si los
progenitores, hasta ese momento, han estado implicados en el estudio con el hijo, lo
tienen que dejar, aceptando, también, que las cosas en la escuela pueden empeorar
durante un tiempo. El papel de los padres es, por tanto, en cualquier caso, el de
"espectadores".
Será el nivel de concentración lo que nos aportará los resultados, mientras el papel de
los progenitores será, siempre, el de espectador.
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1 ª Sesión:
1 ª fase:
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2 ª fase:
Esta fase sirve para consolidar de manera clara y concreta los objetivos de cambio. El
terapeuta planifica con los padres los objetivos a alcanzar, describiéndolos según
parámetros de concreción, alcance y consenso. Las preguntas realizadas durante la
sesión serán, por tanto, las siguientes: "¿Qué quieres obtener?", "Es un objetivo de los
dos?". De esta manera el contexto de acción ya no será confuso y complicado, sino
lineal y en una sola dirección a la que dirigirse.
3 ª fase:
2 ° Sesión:
3 ª Sesión:
Resultados obtenidos
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sólo 1 pareja sobre 170 ha abandonado la terapia, mientras que 145 parejas sobre 170
han solucionado el problema entre la 1 ª a la 3 ª sesión, lo que corresponde
aproximadamente a 45 días de terapia.
Sólo 2 parejas sobre 170 no han logrado los resultados esperados. De todas formas
no han manifestado, en los "folow-up" (seguimientos) en 6-12 meses ningún
empeoramiento.
Problemas de conducta
Parejas % Familias %
monoparentales
Abandono 1 0.6 0 0.0
Resueltos 1-3ª Sesión 145 85.2 10 50
Resueltos 3-5ª sesión 13 7.7 5 25
Casos Mejorados 9 5.3 4 20
Casos invariables 2 1.2 1 5
Casos empeorados 0 0 0 0
Total de casos 170 100 20 100
13 sobre 121 entre la 3 ª y la 5 ª, por tanto, en un tiempo que no supera nunca los tres
meses de terapia.
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Debemos señalar 3 casos sobre 121 los que, en el seguimiento, entre los 6 y los 12
meses, han registrado una recaída respecto al problema.
Parejas % Familias %
monoparentales
Abandono 1 0.8 1 11.1
Resueltos 1-3ª Sesión 98 81 5 55.5
Resueltos 3-5ª sesión 13 10.8 2 22.3
Casos Mejorados 6 5 1 11.1
Casos invariables 0 0 0 0
Casos empeorados 3 2.4 0 0
Total de casos 121 100 9 0
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