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S.A.Z
SINOPSIS
Pero no contaba con la presencia de una mujer capaz de dar vuelta todo su mundo.
Hermosa, valiente y delicada...¿Oh no?
Los latidos de su corazón son muy fuertes. Ese sonido del golpeteo contra su pecho
sería escuchado por ellos y entonces la atraparían, otra vez. Se obligó a calmarse,
bajando la velocidad de su respiración. Y presionando su miedo y ansiedad en lo
profundo de su mente, el latido de su corazón se ralentizó hasta ser apenas
perceptible. Debía mantenerse en silencio y camuflar su olor. Si la atrapaban… todo
habría sido en vano.
Que ironía, hace un par de años atrás ir a un hotel barato no estaría a la par que
seguro. Sin embargo, ahora sentía que es un paraíso. En dos años pueden suceder
muchas cosas. El mundo entero puede cambiar, dar una voltereta y ponerse con las
patas arriba o, en su propio caso, ser destruido en pedazos pequeños y pisoteado
sin compasión.
Es territorios de lobos. Pero ellos no impedían que las aves carroñeras rondarán por
ahí, buscando rascar los restos de los huesos de las víctimas. Su canto similar al
sonido provocado al raspar el metal con una garra volvió a sonar sobre su cabeza
con entusiasmo. Las aves carroñeras encontraron comida.
Hallie miro el cielo, entre hojas y ramas de los árboles logró avistar las plumas
oscuras sacudiéndose. Sintió bilis subiendo por su garganta. Tuvo que contener el
asco para no desperdiciar lo poco que tenía en su estómago y le daba energía. Esas
aves...tan repulsivas. Sus plumas son negras como el carbón, sucias por el barro en
un lado y peladas por las peleas por el otro y la punta del pico puntiaguda oscurecida
por la sangre. Su aspecto descuidado y mugriento solo acentuaba el miedo al verlos.
Hay cambiaformas de todos los tipos. Hallie no podía imaginar cuál sería su aspecto
humano.
Una serpiente blanca se deslizó entre sus pies. La reconoció como una de las
últimas prisioneras de las jaulas que sobrevivió. Al huir, Hallie encontró un sitio
estrecho con jaulas que contenían, o habían contenido, criaturas para satisfacer las
necesidades sádicas de la manada. La cambiante serpiente fue la única que
aún respiraba, el resto de las jaulas o estaban vacías o contenían a mujeres que ya
habían perdido toda sus fuerzas. Hallie abrió la jaula por compasión, a pesar de que
eso la retraso en su huida.
La serpiente rodeo sus pies, acariciando su piel desnuda con la suavidad de sus
escamas. Luego la serpiente se alejo silenciosa en la oscuridad. Hallie miro la
dirección que se marchó, si continuaba por el camino indicado llegaría mas rápido
al límite del territorio.
Clavó las garras en la húmeda tierra y afinó su oído. Estaban cerca, pero no lo
suficiente. Se acercaban por la espalda y por la derecha. No noto a nadie cuidando
la frontera. Era su oportunidad.
Para Hallie, una de las más veloces de su manada, correr esos pocos kilómetros
que la separaban de su ansiada libertad no le costaría más que unos pocos
segundos. El problema, eran las trampas.
Los lobos estaban cada vez más cerca. Si no se apuraba, diría adiós a todos sus
esfuerzos. Su mente se resignó y hecho a correr. Lidiará con las trampas una por
una.
A una velocidad inhumana y en completo silencio, sus pies apenas rozando el suelo,
Hallie recorrió un kilómetro exacto antes de que la primera trampa se activase. Cinco
flechas volaron hacia ella inmediatamente. Esquivo cuatro, pero no la última se
incrustó en su antebrazo clavándose en el hueso. Apretó los dientes, sus colmillos
se clavaron en la carne tierna de sus labios, ahogando un grito de dolor. Con las
lágrimas corriendo por sus mejillas, miró con furia las sombras que se acercaban a
ella y siguió corriendo.
La trampa que activó sin querer mandó una señal de alarma a los lobos, quienes
inmediatamente la localizaron. Estaba rodeada, su última oportunidad estaba frente
a ella. Agarro la flecha y la sacó de su cuerpo, desgarrando carne. Noto entonces
que la punta estaba envenenada.
—Si tu crees en algo, entonces se hará realidad. Si te esfuerzas en creer una mentira,
la mentira al final se convertirá en verdad. Si estas herida, puedes obligarte a no
sentir dolor. El dolor no es más que algo inventado por tu mente. No es real.
500 metros.
400 metros.
300 metros.
Casi podía sentirlo. Esa energía que rodea el territorio de la manada como un barrera
que marca la división entre el infierno y la libertad. La diferencia entre morir y vivir.
Lagrimas de alivio cayeron de sus ojos.
Aguantando otro grito desgarrador, trago la sangre que subía por su garganta. Atrajo
su pierna hacia sí, quitando la prisión que tenía el lobo sobre ella, desgarrando la
carne en el proceso.
Las fuerzas le abandonaron con cada gota de sangre que se escapaba por sus
heridas.
Falta poco. No duele. No duele.
Un lobo saltó sobre ella, tumbando su cuerpo sobre la tierra mojada. Los rayos del
sol naciente se reflejaron en la barrera semis-transparente, brilló en tonos dorados
y azules. Hallie miro los hermosos colores, preparándose para acabar con su propia
vida. Prefería morir que regresar a ese lugar.
Entonces un segundo lobo tan grande y pesado como un oso los embistió. Y
mientras los lobos pelean por su presa, ella usó su mano y pierna sana para
arrastrarse hacia el límite.
La cálida luz del sol la rodeo, y las luces doradas y azules envolvieron su cuerpo
bailando como la aurora a su alrededor. Hallie cruzó el límite, la esperanza despertó
nuevas fuerzas en su cuerpo agotado. Siguió arrastrándose hasta llegar al borde de
un acantilado. Sin pensarlo dos veces, salto.
Y mientras el viento helado la azotaba con furia, los lobos aullaron enfurecidos
después de morder el espacio vacío con sus dientes donde su presa estaba y
logró escapar.
CAPITULO 1
Hallie
257 días.
257 días de búsqueda exhaustiva. Y por fin las noches en vela, las lágrimas y la
sangre derramada, el frío del invierno y las carreras de vida o muerte dieron fruto.
Cruce la línea fronteriza, que divide el territorio neutro con el territorio de los
leopardos, con el corazón en la boca. La barrera me abrazo como una vieja amiga,
me reconoció y por ello no me ataco. El olor de la manada me inundó las fosas
nasales despertando los recuerdos en mi mente. Cientos y miles de momentos
felices vinieron a mí, humedeciendo mis ojos.
Me quité los zapatos, necesitaba con desesperación sentir mi tierra en contacto con
mi piel. Era una textura áspera y suave al mismo tiempo. En mi planta del pie se
clavaron piedrecillas y astillas, pero no me importó. No era nada.
Avancé un paso. Dos pasos. Y los guardias de las fronteras saltaron sobre mí. Me
aparte a tiempo, antes de que sus garras cortaran mi cuello.
— Alto—dije, una sola palabra, infundiendo todo mi poder en mi voz. El aura de una
bestia sangrienta me cubrió como una segunda capa de piel. Los leopardos se
tensaron, el pelo de sus lomos erizándose.
Los leopardos reconocieron que no estaban frente a alguien débil, sino que
más fuerte que ellos. Quizás me vieron como un renegado. No abandonaron la
posición de defensa y eso me dio una buena impresión de ellos.
Ha pasado mucho tiempo. Ya no soy la niña que era. Las cosas que viví me
rompieron en pedazos. El último año en que buscaba a mi familia también hice mi
mayor esfuerzo para juntar todos los trozos rotos, eso cambió el aura de inocente
juventud que me rodeaba. Además, mi aspecto sufrió graves cambios por culpa de
mis captores. La niña bonita que ellos recordaban ahora es una mujer con horribles
cicatrices que distorsionan sus rasgos. Pero mi olor...
Quizás tanto tiempo lejos de casa hizo que el olor del clan se fuera.
Pero eso sería imposible, a menos que me hayan dado por muerta.
Eran dos bestias. Un leopardo de pelaje tan oscuro como la noche. Este parecía el
mayor de los dos, sus ojos azules me miraban con duda. Su compañero, un leopardo
joven, quizás un recién iniciando, mantenía sus ojos verdes con amenaza hacia mí.
El mayor de los dos, el leopardo de pelaje negro, me enseñó los dientes. Un potente
y amenazante sonido brotó de su garganta.
Cada vez que me imaginé mi regreso, jamás creí que ésta sería mi bienvenida. Creí
que me reconocerían. Pero me equivoqué.
Entonces, lo recordé. Esos ojos azules por los que muchas chicas suspiraban,
incluida mi hermanita menor.
Con un gruñido, me indico que lo siguiera. Su compañero tuvo que quedarse, aún
me observaba con cautela, sin bajar sus escudos. Un buen guardia. Tiene un futuro
prometedor.
En estos momentos, Jeremy está cometiendo una falta al creer tan fácilmente en
mis palabras. Pero como he solo dicho la verdad y no tengo ánimos para corregir su
error, mantengo mi boca cerrada.
Esta calle estaba más poblada que las demás. Las personas se detenían en cuanto
nos veían pasar. Nadie se sorprendía por la presencia de Jeremy, después de todo
todos eran como el, además de que no era el único que se paseaba en su forma
animal. No. La gente se detenía en mí. Fijando sus ojos en mi rostro. Podía oler la
curiosidad que sentían hacia la desconocida. Podía escuchar el no tan sutil susurro
de los niños preguntándole a sus madres que me pasó en la cara. Ese cuento era
para una noche de terror frente a una fogata.
Entonces, una figura saltó sobre Jeremy envolviendolo en un abrazo. Un olor familiar
inundó mi nariz y me detuve, incapaz de seguir.
Era ella.
La chica que abrazaba a Jeremy se separó de él, luciendo una sonrisa enorme y
totalmente feliz. Una punzada de añoranza en mi corazón me hizo aceptar de que
en verdad era ella.
Tenía el cabello castaño con mechas rubias, algo que hace tres años jamás se le
hubiera permitido. Estaba más alta y su figura era más parecida a la de una mujer
que la de una niña. Sus ojos estaban chispeantes de alegría al ver a su compañero.
Compañero. Sonreí ante eso. Al final del todo, mi hermana logró atrapar al chico que
le tenía embobada.
Como respuesta, Jeremy lamió su cara juguetón antes de girar su peluda cabeza
hacia mí. Susan copió su acción, sus ojos cayeron sobre mí.
Me analizo despacio de los pies a la cabeza, como una compañera celosa. Vi como
olió con discreción el aire y frunció el ceño ante no reconocer el olor. Eso me
entristeció. Entonces, llegó a mi rostro y sus ojos se abrieron tan grandes que temí
que se salieran de su bonito rostro.
— No puede ser— susurro, tapando su boca con sus delicados dedos, intentando
en vano que sus ojos no llorarán.
Intenté sonreír. Juro que lo intente. Aunque lo más parecido que pude hacer fue una
mueca triste.
Pero no importó, las palabras sobran aquí, porque Su salto sobre mí y me apretó
contra su cuerpo. El calor que desprendía me desestabilizó un poco. Después de
tanto tiempo sintiendo frío, solo frío, tener esta fuente de calor pegada a mí me
descolocó.
Abrace a mi hermana menor con fuerza. Tuve que luchar para no clavar las garras
y así evitar que se separara de mí. Que se alejara.
Sentí sus lágrimas empapar mi hombro. Me sentí culpable por no poder llorar. Mis
ojos ardían, pero ni una sola lagrima salio. Ya no quedaba mas lagrimas en mi.
— ¿Eres tú?— Preguntó entre sollozos, yo solo asentí aunque no podía verme. El
nudo en mi garganta me impedía hablar— eres tú. Eres tú. Eres tú.
Se separó unos centímetros de mí, como para volver a comprobar que no estaba
equivocada. Un quejido bastante animal se escapó de mi cuando se separó. Pero
enseguida puso sus manos en mi rostro, acariciando mis mejillas.
— Estas viva.
Sus dedos rozaron mis cicatrices. Me tense y me aleje. Por unos segundos las había
olvidado. Vi el dolor en sus ojos cuando la rechacé, pero también vi comprensión y
compasión. Me daría mi espacio.
— Ven, Hallie— dijo con su voz temblando al pronunciar mi nombre, las lágrimas
aún bañaban su rostro— Vamos a casa.
CAPITULO 2
Hallie
Para llegar a la entrada principal había que subir unas escaleras. Desde mi posición
apenas podía ver la parte superior de la puerta. Su subió varios escalones hasta que
yo reuní en valor suficiente para seguirla.
Susan no paró de hablar de mil y una cosas sin sentido, llevada por la ansiedad y la
incómodos situación. Yo tampoco sabía cómo actuar, así que me quedé en silencio,
evitando moverme demasiado.
Subí dos escalones de piedra cuando me detuve. Los nervios clavándose en mi piel
sin clemencia, como una sesión de acupuntura con un aficionado. Su se detuvo al
no escucharme y se volteó. Al verme congelada al principio de la escalera bajo hasta
mí. Me sonrió comprensiva y me tendió una mano.
Estuve por aceptarla cuando la puerta principal se abrió de golpe y de dentro de ella
me llegó un aroma muy conocido. Tal como antes, un nudo se formó en mi garganta
impidiéndome decir palabra, dificultándome la acción de respirar.
Estaba enojado. Tan enojado que su cuello estaba colorado y con sus ojos
entrecerrados apenas se podía notar sus pupilas brillando con un tono rojo, que
parpadeaba como un farola de carretera descompuesta.
Perdóname hermano, por haber desaparecido. Siento todo el sufrimiento que cause.
Perdón. Perdón.
— Theodore tenemos que… — comenzó a hablar Su, pero una mirada suya fue
suficiente para callarla.
— ¿Qué haces aquí?¿No te lo dije la última vez? Que seas la pareja de mi hermana
no te da beneficios. Tienes un trabajo y debes cumplirlo.
— ¡SUFICIENTE! — Grito Su. Theo se volvió furioso hacia ella pero antes de que
comenzara a hablar, ella siguió— ¡Puedes escucharnos por un segundo!
Theo gruñó algo y la miró en silencio, esperando que hablara. Susan tartamudeo,
sin saber que decir o como. Cómo decir la noticia de que estoy viva.
— ¿Y bien? — presiono.
Su me sonrío con disculpa por haber presenciado la escena. Como hermano mayor
y hermana menor, Theo y yo hemos tenido tantas discusiones, a veces estás
llegaban a un grado mayor y terminamos en la enfermería. Esto que acabo de ver
no es nada. Supongo que eso es porque nuestro carácter es similar. Culpa de mamá.
Theodore me miró sin reconocerme por unos segundos. Entonces, sus ojos se
abrieron tan grandes como los de Susan minutos atrás. Supe que ya me reconoció.
— Soy yo, hermano — dije, mi voz se oyó rasposa y ronca— soy yo.
— Si, soy Hallie— asentí con la cabeza intentando sonreír, pero debo verme
aterradora con las feroces marcas en mi rostro.
Mi cuerpo se sacudió, retrocedí dos pasos. Cerré mi mente a los recuerdos que
amenazaban con desacomodar los pedazos de mi que logre volver a juntar.
Aunque esa promesa me encanta, sé que no es cierto. Un alma rota como la mía no
tiene arreglo.
La puerta de entrada volvió a abrirse, y por las escaleras escuché dos pares de pie
bajar alterados.
Me aleje de mi hermano para quedar cara a cara con el alfa y su compañera. Con
mis padres. Mamá jadeo y sus ojos se nublaron. Papá parpadeo, sin poder creerlo.
Sus ojos horrorizados revisaron mi cuerpo, como si pudiera ver cada horror que tuve
que pasar.
— Hallie — sollozo mamá y bajó las escaleras que nos separaban en dos zancadas
y me abrazó.
Ahora estoy en un lugar seguro, con gente que me ama y me protege. Pero yo ya
estoy rota y no tengo salvación.
El poder atrae atención. Atrajo las miradas preocupadas de las manadas más
grandes, aquellas que se mantienen en la cúspide de la pirámide desde hace
siglos. Temiendo que sus privilegiadas posiciones se vieran amenazadas muchos
decidieron mantener sus ojos vigilantes en sus acciones, y si la ambición de los
felinos cayera sobre ellos ya estaría preparados para enseñarles la derrota. Otros
vieron un fuerte aliado en ellos y decidieron tomar la delantera.
Aunque...
Solo las decisiones de los Blackcher podían hacer que se catalogaran como
enemigos o los aceptará como aliados.
Algo muy difícil, teniendo en cuenta la conocida aversión de los felinos hacia los
lobos por razones desconocidas a cualquiera del exterior.
CAPITULO 3
Hallie
El líquido carmesí aún estaba caliente en mis manos cuando llegaron los
refuerzos. Tenían quince minutos de retraso, aunque su presencia no fue
necesaria, debía castigarlos por ello. La puntualidad era cuestión de vida o
muerte. Un retraso de un minuto podía significar la pérdida de un soldado, una
mujer o un niño o de la manada completa. Y ellos debían entenderlo.
—Saquen los cuerpos y déjenlos a las puertas de su hogar. Que ningún niño los
descubra, no quiero traumas —ordene.
El estado de los cambiantes bajo mis pies podía alterar hasta al más perfecto
asesino, a menos que ya estuviera acostumbrado, como es el caso de mis refuerzos.
Aun así, estos hicieron todo lo posible para evitar mirar.
Me preocupa que unos animales tan grandes, conocidos por su falta de ligereza,
hayan logrado entrar en nuestro territorio y llegado tan lejos sin alarmar a nadie.
Debo pedirle a Theo que multiplique la seguridad de la frontera y que se encargue
del guardia que se durmió. También de paso que se encargue del castigo de los
soldados que fallaron hoy, después de todo, Theodore Black es el futuro alfa.
Puede haber pasado dos años, y que los tres años de cautiverio la leopardo se halla
mantenido dormida, pero la costumbre se arraigó profundo, tanto en mi mente animal
como en la humana. Y ambas estamos de acuerdo en que preferimos la dureza y el
frío del suelo que la comodidad y suavidad traicionera de una cama.
Han pasado años y aunque cada día logró reunir un pedacito de mi alma y reunirlo
con el resto, el pasado está esperando en la oscuridad, esperando a un segundo de
descuido para devorarme.
Pesadillas. Todas las noches. Los recuerdos se repiten en mi cabeza, tan reales que
olvido que ya no son reales.
A veces, un lobo de ojos blancos viene por mí, abre su boca y clava sus colmillos en
mi estómago. Entonces me arrastra a la oscuridad. Luego aparezco otra vez en la
celda, a merced de la suciedad, las ratas, y los soldados. Puedo sentir sus manos
acariciando mi piel. Puedo sentir la fuerza de los látigos en mi espalda al rechazar
con mordiscos su abuso.
Entonces, una sombra que tiene sus propias sombras, que apesta a cuerpos en
descomposición y tabaco, se cierne sobre mí. Luego, despierto.
Abro los ojos y estoy rodeada de oscuridad y aire encerrado. Me cuesta unos
segundos calmar mi pánico y entender que estoy en mi habitación, segura,
recostada en el suelo. Sudando como un cerdo y temblando peor que un conejillo
asustado.
Cierro la puerta con llave y nunca le hablo a nadie de lo que me sucede. Porque al
dormir, soy débil. Y no hay lugar en este mundo para los débiles. Y en mi estado de
pánico al despertar atacaré a cualquiera que esté cerca mío y eso sería peligroso.
8 a.m.
Al salir, hago a un lado mi ropa diaria con tristeza. Por el contrario, elijo un conjunto
de ropa delicada y femenina. Un vestido con un corte moderno que me llega a las
rodillas, de color vino, que remarca mis curvas y me da un aspecto frágil. Escojo
unas zapatillas delicadas con tacón bajo de aguja. Recojo mi cabello en un moño
apretado, dejando un par de mechones del flequillo para que remarqué mi rostro. En
contra de mis gustos, delinee mis ojos y los sombreo con un polvo plateado. Pinte
mis labios de un rosa oscuro y coloree mis mejillas.
Mire mi reflejo en el espejo de cuerpo completo. Daba una imagen tan femenina que
me dieron náuseas. Incluso parecía atractiva, excepto por las tres marcas de garras
que cruzaban mi cara, una línea desde mi ojo derecho hasta la punta de mi nariz,
otra más larga que partía mi labio superior en dos y una tercera que llegaba a mi
barbilla.
Dentro de una hora recibiremos la visita del alfa del clan Jokerwolf, un posible aliado
con gran poder. Mi trabajo consiste en ser la princesa de la manada: dulce, delicada
y amigable. Debo ser amable con los invitados y no saltarles encima para arrancarle
las cabezas para cumplir mis deseos más profundo.
Rodeé los ojos. Lessa jamás cambiaría y eso era lo que me gustaba de ella. Por esa
razón, era la única mujer a la que le permito tocarme.
Además, Alessa detesta tanto el contacto como yo, por lo que la interacción física
entre nosotras es casi nula.
Lessa sacudió una petaca frente a mis ojos. Entrecerré los ojos en su dirección.
—Creo —dije señalando la petaca—que eso no pega con mi aspecto de niña buena.
Y me apunté a mí misma.
¿La princesa buena y obediente llevando una petaca en el cuello? No, para nada.
Se supone que el papel que debo representar es el de una mujer delicada, no puedo
dejar entrever mi verdadero carácter o todos mis esfuerzos no habrá valido nada.
Ella sonrió con picardía, entonces alzó su otra mano. De su dedo índice cuelga un
pedazo de tela de encaje negro. Un ligero.
—Tu vestido es lo suficientemente holgado en las piernas para que nadie lo note.
Lessa lo confirmo.
—Es inoloro.
Débil.
Hice una mueca. Estas marcas son un recordatorio de lo que pase y de que logre
escapar del mismísimo infierno. Son mi ancla, lo que me mantiene en la realidad y
me recuerda cada vez que hay amenaza con perder la cordura que todo lo que me
rodea no es un invento de mi mente. Es real y estoy a salvo.
Las cicatrices de mis brazos y piernas también desaparecieron, no necesito ver las
de mi espalda para saber que está también.
—Tres horas.
—Bien —asentí.
Sin importarme su presencia, subí la falda hasta mis caderas y até el pedazo de tela
en mi muslo. Este tenía una especie de media funda donde coloque la petaca. La
sacudí un poco para saber si estaba segura y, satisfecha, bajé la falda.
—Los Jokerwolf son una de las manadas más importante. No podemos tenerlos
como enemigos. No aún.
Lessa bufo.
—No temo que pierdas el control. Estos últimos años has demostrado que eres una
perfecta actriz.
—¿Entonces?
—Temo que vuelvas a retraerte como los primeros meses, cuando llegaste.
—Pues este gato tiene garras más afiladas y dientes más grandes —gruñí, luciendo
mis colmillos.
CAPITULO 4
Hallie
Baje las escaleras de dos en dos hasta el primer piso. Allí esperaba Theodore con
su rostro tan frío como el hielo.
—¿Qué tal me veo?—di una vuelta sobre mí misma, mis labios curvados en una
sonrisa falsa.
Una sombra nostálgica ensombreció por un segundo sus ojos. Si, me imagino el
porque. Sin las cicatrices y vistiendo conjuntos juveniles soy idéntica a mi yo anterior.
Aquella chica linda y sonriente...
—Hermosa—masculló.
Mi padre me regala una rápida sonrisa antes de volver su rostro al frente, su espalda
está regida y sus músculos tan tensos que temo que se haya metido un palo por
donde no le da el sol. Quizás cree que eso le hace ver más intimidante. O solo está
nervioso por traer al lobo a la puerta de nuestra casa.
La visita de nuestro posible futuro aliado durará una semana. El hecho de que su
bestia interior sea un lobo hace que mi corazón arda con el fuego de la venganza.
He repetido palabras de mi padre, esas que me dedico el mismo día en que el lobo
se comunicó con nosotros por primera vez, miles de veces. Tengo la seguridad de
que podré controlarme...bueno, no estoy 100% convencida.
Los lobos me rompieron, pero Hickling no fue uno de ellos. No puedo meter a todos
en la misma bolsa.
Aun.
Es un hombre grande. Son como unos dos metros de puro músculo. Vestido con un
traje a medida que remarca cada uno de sus músculos. Abraza su espalda ancha y
envuelve sus musculosos brazos como la envoltura de un caramelo. Tiene el cabello
rubio oscuro perfectamente peinado hacia atrás, sostenido por un lazo negro en la
nuca. Sus ojos cubiertos por una fina capa de escarcha se clavan en mi apenas pone
u pie sobre nuestra tierra.
Mama me codeo con disimulo, pero con la suficiente fuerza para hacer que me
despierte de mi ensimismamiento, en el cual no sabía que estaba y desvíe mis ojos
de esa piel bronceada. Me quedé embobada mirándole, como una colegiala. Hickling
es la clase de hombre por la que cualquier mujer se arrastraría y pelearía por solo
hincar los dientes en esa perfecta piel bronceada que brilla con el sol. Es una pena
que sea un lobo.
El alfa frunció el ceño, aún con sus ojos en mí, como si algo le molestara.
¿Hice algo malo? No soy experta en el protocolo, nunca me interesó, así que me
tendré que quedar con la duda.
Creo que si le ofendí la reacción más esperada seria que me ignorara o me insultara
con elegancia, como mínimo. Nadie ofende a uno de los grandes señores y sale bien
parado. Pero Hickling solo siguió mirándome, su mirada sin desviarse de mis ojos
mientras subía las escaleras de la entrada hacia nosotros.
Hace cuatro años atrás habría bajado la cabeza avergonzada. Pero hoy, aunque
estoy interpretando ese papel, no puedo mostrarme tan débil frente a un lobo. Mi
animal se retuerce incómodo, deseoso de saltar sobre él y quitarle los ojos por su
osadía de mirarme de esa forma. Es por eso, por mi tozudez, que en vez de bajar la
cabeza fijé mi mirada en él, consciente de que lo estaba desafiando. Su lobo se
asomó por un microsegundo en sus ojos, una silenciosa aceptación al desafío.
Con paso firme subió las escaleras de la entrada hasta nosotros. Una vez estuvo de
pie frente a mi padre dejó de mirarme para hacer las respectivas presentaciones.
Suspiré internamente. Solo fueron unos segundos, pero muy intenso.
Ni en sueños.
Aunque deteste el contacto con cualquier ser, no niego que algunos tienen sus
atractivos.
Este es un espécimen muy atractivo. Seguramente es la fantasía de toda mujer, un
sueño imposible.
—El gusto es mío, señorita Black— Acepto Hickling mi intento de mejorar la situación.
Mientras que por dentro quiero arrancarle la mano y, de paso, su cabeza, por fuera
sonrió e intento hacer todo lo posible por verme amistosa. Debo recordarme que su
manada es mas poderosa que la nuestra y el es mas poderoso que yo. Quizás, tal
vez... pueda ganarle en un 1 vs 1.
Hallie
Hickling no me miró en toda la cena, se limitó a hablar con mi padre y Theo sobre
trivialidades, el estado de la economía actual entre otros temas. Fue una cena cordial
y pacífica. Sin más incidentes, me mantuve apartada.
La cena terminó, Hickling y sus compañeros fueron a descansar de su largo viaje-
Por la mañana tendrán un tour por el territorio de la manada y como parte de la
familia real sin ningún cargo era mi deber ser su guía.
Mis huesos crujieron, un picor casi insoportable invadió toda mi piel. Me había
quitado la ropa, sino en el proceso de transformación se habría desintegrado.
Chispas doradas flotaron a mí alrededor, ocultando el mayor secreto de los
cambiantes de la vista de cualquier intruso. El proceso de transformación es un
secreto para todos, solo uno mismo y su pareja tenían el derecho de ver cómo el
cuerpo cambia de animal a humano y viceversa. Es un momento íntimo y mágico.
El brillo de nuestros ojos era lo que nos clasificaba, el que demostraba cuál era
nuestra posición en la manada. Ese día mis ojos brillar por un instante de color rojo,
sin embargo desde entonces mis ojos dorados, lo que significaba que tenía potencial
para convertirme en alfa. Era mi mayor secreto, uno que solo conocería mi
compañero. Es decir, nadie.
Entonces, corrí.
***
Bakhet
En el cielo la luna y sus fieles compañeras, las estrellas, brillaban con encanto. El
astro blanco estaba curvado, parecía que dibujaba una sonrisa en el cielo. El alfa de
los Jokerwolf le devolvió la sonrisa y volvió al interior de la habitación que le
asignaron.
El leopardo que acababa de ver era la señorita Black. Su bestia era enorme y
poderosa, normal pues pertenecía a la familia del alfa, aun así, Bakhet estaba seguro
de que su poder competía con el de su hermano. Entonces... ¿Por qué se mostró
tan frágil? Algo ocultaba y estaba dispuesto a descubrirlo y divertirse en el camino.
¿Y porque rechazaba su tacto? Pudo notar el odio y el asco en ella cuando la beso.
Estaba seguro de que, de ser por ella, le habría arrancado la mano de un mordisco.
Tendría que acercarse a ella con cuidado. Eso sería complicado, ya que solo tenia
una semana para convencerla.
—Hallie—saboreo su nombre con sus labios, sonaba tan dulce, tan inocente. Pero
lo que vio en sus ojos esa tarde, esos segundos de desafío, demostraba de todo
menos inocencia. El descubriría su secreto y asesinaría a quien sea que le haya
robado la inocencia a tan pequeña criatura.
Hallie
Al terminar, lleve a Hickling y sus dos betas a la frontera, desde allí caminamos hacia
el interior. Les mostré el centro del pueblo y los lugares más populares de nuestra
manada. El lago, donde las familias solían reunirse para pasar una tarde refrescante
en verano, aunque ahora estaba casi congelado.
El jardín nocturno, perteneciente a la bruja del clan, mi amiga.
Aunque parecen pocos lugares, estuvimos entretenidos toda la mañana y parte de
la tarde. Almorzamos en el único restaurante de la manada, creado por Alexandra,
una joven leopardo con un carácter digno de la compañera del alfa. Theo ya le había
echado un ojo, pero ella se resistía a sus encantos, al menos hasta que mi hermano
dejara sus comportamientos adolescentes y se tomará en serio su relación, no
tendría una oportunidad de empezar la danza.
Después volvimos a la casa y cada uno se fue por su lado. No tuve inconvenientes,
tampoco malestares, digamos que fue un tour tranquilo.
El hogar de Lessa estaba en mitad del bosque, su casa era una estructura extraña,
desde fuera parecía una cabaña torcida, las raíces y las ramas de los árboles se
metían en su interior rompiendo las paredes, las hojas de colaban por las ventanas
de vidrios sucios. En fin, parece una cabaña abandonada, con la belleza de la
naturaleza invadiendo cada centímetro de su espacio.
Pero por dentro, es un auténtico palacio. Tiene una cocina espaciosa y toda una
habitación como despensa para guardar los integrantes de sus pociones. Dos
habitaciones, una la ocupa ella y otra su hermano menor que la visita un par de
veces al año.
—Muy bien—asiente, bajando el dedo. Los tentáculos desaparecen tan rápido como
aparecieron.
Me estremecí. Una vez, solo una vez fui víctima de esa magia. Una vez fue suficiente
para toda la vida.
Asentí con la cabeza, aunque la poción solo es una excusa para salir de casa. La
presencia del alfa y mi papel de sumisa me deja sin mis tareas. Tengo demasiado
tiempo libre y estoy aburrida.
—¿Tienes algo para mí? —pregunte, quizás pueda ayudarla con algunas de sus
"misiones".
—¿Alguien a quien matar?—me contestó con otra pregunta, levantando una ceja,
divertida por mi frustración.
—Cálmate —ríe —de hecho, tengo algo en la que no me vendría mal tu apoyo.
—Soy toda oídos —me deje caer sobre el sofá individual, me acomode mientras ella
terminaba de rellenar la petaca. Al terminar me pasó la bebida y la escondí.
Lessa se sentó con las piernas cruzadas en el sofá más grande, del que acababa
de echarme. Apoyo sus manos, palmas arriba, sobre las rodillas. Comenzó a mover
sus dedos como una ola. De ellos empezó a salir tentáculos de humo verde, que
subieron y subieron hasta la altura de su pecho. Allí empezaron a enredarse entre
ellos, comenzando a formar una pelota, que al final de convirtió en un rostro al que
reconocí.
—¿Raro?. Ese sujeto es raro—Indicó Lessa. Si, es raro, sin embargo hay algo que
me esta molestando. El sexto sentido de mujer. Solo lo vi dos veces el ultimo mes y
en ambos las cosas no cuadraban—Descubrí algo gordo.
—¿Que?
¿Qué?
—¿Qué?
Alessa pinto en su rostro la sonrisa más sádica que tenía. El rostro de Eduard creado
con tentáculos verdes desapareció. La bruja chasqueo los dedos y algo pequeño
voló como un rayo hacia su mano desde su habitación. Ella lo agarró con el pulgar
y el índice y lo sacudió frente a mí. Una memoria USB.
Sonreí.
—Aquí tengo todos los archivos, recibos de compra, transacciones y depósitos que
se han hecho con nuestro dinero.
Silbe asombrada. Alessa no solo era una bruja excepcional, también era una
auténtica genio con las computadoras.
—Apenas hace una semana, como estabas muy ocupada con la llegada de los lobos
no quise estresarte más. Y como sabía que querrías encargarte del problema tu
misma, decidí esperar hasta que los lobitos no molestaran.
—¿Qué?
—¿Matarle no es suficiente?
Alessa no dijo nada más, aunque estaba en desacuerdo conmigo. Eduard Ferretti
nos traicionó, así que recuperaría lo que nos pertenece, pero no más. Tiene familia,
no dejaré que ellos queden en la nada. Suficiente con que matemos a su padre.
CAPITULO 7
Hallie
Edward Feretti era un hombre grande. Alto y ancho por igual. Usaba unos ridículos
lentes cuadrados que se veían diminutos en su cara pálida. Tenía cabeza pequeña
y una prominente barbilla con una papada más grande aún. Sus manos eran anchas,
sus dedos grandes como chorizos. Y era inteligente, para que negarlo.
Oh y es humano.
Aun así, su condición inferior no me hizo dudar en el segundo que tarde en cortarle
el estómago. La sangre me salpicó, sus asquerosas tripas mancharon él pulcro suelo
de espejos. Mientras, Lessa transfería de su cuenta privada a la nuestra todo el
dinero que nos robó. Me limpie las manos con unas servilletas de papel a las que
dejé por ahí. Saque la carta que había preparado anteriormente y la deje sobre él
impecable escritorio.
Sonreí.
No dijo más. Hizo un baile raro con las manos y él portal se abrió. El portal es como
una puerta hacia otra habitación normal, sólo que la habitación a la que íbamos
ahora está en la otra punta de la ciudad y solo tenemos que hacer un paso. Comodo.
Camine hacia él sin voltear como en las películas. Dos segundos después me
encontraba en la cabaña de la bruja, con un delicioso trago esperándome en las
manos de mi hermano. Se lo quité y me lo bebí en dos tragos, él liquido helado
quemó mi garganta, calentando mi cuerpo. ¿Irónico, no?
—Era mío—espetó enseñando los dientes. Aguante soltar una risita tonta.
—¿Sabes cuánto vale esta mano, Hall? ¡Un Billón! No podrías hacer nada sin ella—
Exagero, haciendo aspavientos con su "mano sana".
El animal le gruñó, le enseñó los dientes a su alfa y se inclinó sobre las patas
delanteras mientras sacudía la cola juguetona. Él leopardo quería jugar. Pero Theo
negó con la cabeza, rascando mi oreja derecha.
—Hoy no, tengo que hablar con Lessa—Dijo, con tono de disculpa.
Sacudimos la cabeza, liberándose del agarre del futuro alfa. Le di la espalda y salte,
sacando las garras y clavándoles en la corteza del árbol más cercano. Subimos
hasta la rama más alta y segura en cuestión de segundos, confiando plenamente en
nuestro instinto, saltamos a la próxima rama, del árbol vecino, que ni siquiera
tambaleó ante nuestro peso.
Mí leopardo se quedó quieto, congelado al inicio de las escaleras. Con cada músculo
tenso, alerta a cualquier amenaza. Clave mis alterados ojos en él, notando cada
minúsculo detalle de su ropa, como la pelusa blanca en el cuello del polo azul
nocturno que deja a la vista los increíbles músculos de sus brazos. O la pequeña y
solitaria peca que tiene sobre la ceja izquierda.
No articulo palabra, simplemente abrió las dos puertas de par en par y se corrió a un
rincón. Con pasos lentos, sin quitar los ojos de él, comencé a subir las escaleras. Mi
garganta vibraba por él gruñido bajo en señal de advertencia al lobo.
Gruñí más fuerte. Pero no quito su media sonrisa de su cara. Lo peor es que no
puedo distinguir si es de burla, diversión o un reto. Ojalá fuera un reto, así puedo
saltar sobre su...
No. No puedo. No puedo arruinar está oportunidad. Los aliados son importantes si
queremos subir de estatus. Necesitamos, para mí mala suerte, de un papel firmado
por Hickling y mi padre.
Si fuera humana, habría fruncido el ceño. Las comisuras de sus labios temblaron, y
se elevaron en una apenas perceptible sonrisa amable.
La propuesta fue aceptada casi enseguida por mí animal. Fue mí cerebro humano
él que se rehusó a cooperar. Pero soy más animal que humano, así que no me
sorprendió que al final, en la seguridad de mi cuarto, me mirara en el espejo
preguntándome si unos vaqueros cortos y pies descalzos ofendería a un hombre
como él. Me encogí de hombros, si no le gusta, pues que se lo trague.
Lo que de verdad me impactó, fue que me diera la espalda. Porque estoy más que
segura de que Bakhet sabía que estaba dispuesta y muy preparada para atacar...
y matar.
CAPITULO 8
Bakhet
Temía que no viniera. Aún tenía el pelo erizado por la amenaza que había sentido
ante la presencia de su animal. De toda la familia, ahora sabía quién era el que más
detestaba a los lobos.
Bakhet miro a la luna, que brillaba sonriente en el cielo nocturno, con el ceño fruncido.
Selene debía estar divirtiéndose de lo lindo. Solo él podía haberse emparejado con
una leoparda que odia a los lobos. Las estrellas eran crueles y el destino era peor.
¿Oh debía concederle tan mala suerte al karma?
Aun así, por más difícil que fuese la situación, Bakhet no se iría de ese territorio sin
su compañera.
Varios y agonizantes minutos después, el alfa capto su olor aproximándose. Olía a
bosque y a lavanda. Una combinación letal para sus sentidos. Dio media vuelta por
el camino, entonces la vio. Apenas era una sombra, silenciosa como un felino. Pero
sus entrenados ojos podían apreciar sus suaves caderas balancearse en el vaivén
de su andar. Y su larga cabellera negra bailando con el viento.
Por fin, la joven llegó hasta el, sin decir una palabra, se plantó a su lado, esperando
a que el marcara el paso y el camino a seguir. Su lobo se retorció complacido.
Asintió, sin saber cómo continuar. Pasearon en un incómodo silencio. Ninguno sabía
cómo romperlo.
Hallie entrecerró los ojos. Unas arruguitas se formaron entre ceja y ceja, sus ojos se
achicaron tanto que parecían estar cerrados. Su expresión, que le daba un toque
infantil, se le antojó muy tierno.
El lobo sonrió, atraído por el reto que teñía la voz de la mujer. Acepto, encantado.
Además, el hecho de que haya usado la palabra mate, utilizada solo por cambiantes
lobunos, le hizo ver que no era el único que había estudiado la cultura del otro. El
hombre comenzó a replantear la imagen que se había hecho de la muchacha apenas
la conoció, estaba más que claro que su rostro infantil ocultaba una fiera inteligencia.
Eso supondría, que el caso de que su vida corriera peligro y no pudiera
transformarse, a pesar de su aspecto humano debil contaría con su astucia. Perfecta
para su manada.
Ella asintió, aceptando que jamás le daría la verdadera razón. Por ahora.
—La información no es gratis—sonrió, con un brillo peligroso en los ojos que hizo al
lobo gruñir de excitación, pero lo contuvo justo a tiempo—una respuesta por otra.
—Los leopardos son diferentes a los lobo—-comenzó a explicar, dejando que sus
ojos vagaran por el jardín, a cualquier lugar menos a él— Nosotros no encontramos
a nuestra pareja mediante los sentidos. Conocemos a alguien, supongo que nuestro
animal lo sabe porque siente una atracción hacia esa persona. Entonces empieza el
cortejo, el macho tiene que endulzar a la hembra y se empieza una relación de
"novios"—Hallie dibujo las comillas en el aire- El emparejamiento se va haciendo de
a poco, el vínculo se va formando como pequeños hilos que se enroscan hasta que
se forma una soga indestructible. Le llamamos danza de apareamiento.
"Solo nos emparejamos una vez, y solo podemos tener crías con nuestra pareja, al
contrario que los lobos."
Había cierto tono de tristeza en sus palabras. Bakhet reconoció un brillo de rendición
en los ojos. Le entro la duda, y sutilmente realizó la pregunta que tanto anhelaba
conocer la respuesta.
Bakhet asintió y siguieron caminando en silencio. Ella lo miró con curiosidad, tuvo
que usar todo su autocontrol para no abalanzarse sobre ella y declararla suya. Al
animal no le parecía mala idea, pero el hombre sabía que debía esperar, tomarse
las cosas con calma, endulzarle, como ella había dicho.
Ella se quedó pensativa unos segundos, hasta que, dubitativa, decidió decir:
—Eso depende de cada individuo, nadie es igual. Pero según un análisis de hace
dos años, aproximadamente nuestro animal tiene el 67% de control.
Por esa razón, por la manada y por su soledad, se negaba a marcharse de esa casa
sin ella.
CAPITULO 9
Hallie
Estoy furiosa.
MUY furiosa.
Mire los cinco leopardos que estaban frente a mí, transmitiendo con mis ojos las
terribles ganas de asesinarlos. Teníamos una regla importante. Muy importante.
Jamás salir del territorio sin permiso. Y este grupo de adolescentes no solo cruzó la
línea sin permiso, sino que se fueron a la ciudad humana donde miles de criaturas
mágicas sin honor pasean por las calles, criaturas que no dudarán en matarlos por
simple y morboso placer.
Mi bestia está tan furiosa como yo. Se los hizo saber. Mis colmillos se alargaron,
sobresaliendo de mi boca. Un feroz rugido hizo mi garganta arder. Las ramas más
débiles de los árboles se agitaron. Los jóvenes estúpidos bajaron la cabeza
avergonzados. Las madres temblaron, temerosas de haberse equivocado al traer el
problema ante mí.
No dije nada. No era necesario. Poco después Theodore hizo acto de presencia,
alertado por el rugido que seguramente se escuchó por todo el bosque. Los soldados
que me acompañaban no tardaron en informarle la situación. Ahora los niños se
veían más avergonzados.
—Creo que al parecer las palabras no sirven para que entiendan. Las reglas están
por una razón. Para protegernos. ¿Qué hubiera pasado si alguno de nuestros
enemigos los atrapaba? ¿Qué sucedería con ustedes? ¿Y sus familias? ¿Al menos
pensaron que sus actos pondrían en peligro a toda la manada?
—Si me permite, señor-hable, cosa que hizo que las madres se encogiese en sus
lugares y me mirarán con súplica-creo que deberán recibir las clases de dogma y
condicionamiento, otra vez.
Los chicos levantaron la cabeza para mirarme totalmente indignados, con reclamos
en la punta de la lengua. Los miré con severidad, dejándoles claro que no me
provocarán o el animal saldría y.... pobre de ellos si eso pasara.
Los dogmas eran las primeras clases que recibían nuestros infantes apenas
aprendían a leer y escribir. En estas clases se les enseñan el funcionamiento de la
manada, nuestras reglas y principios. El condicionamiento se comienza a la edad de
diez años, cuando eres lo suficientemente mayor para comenzar a razonar. Allí,
básicamente, se explica el porqué de las reglas y se los comienza a preparar para
sus futuros deberes dentro de la manada.
Re-enviarlos a esas clases era como si les amputaran los testículos sin anestesia. Y
que luego los condimentarán y se los dieran de comer. Al menos, así es para los
adolescentes machos.
La mueca en sus rostros fue exacta a la del horror más puro mezclada con la de la
humillación más profunda.
Dicho esto, que me sorprendió hasta a mí, mi hermano dio media vuelta y se marchó.
No sin antes haberme mirado de reojo de una forma que no me gustó para nada. No
supe descifrarlo, pero no era nada bueno.
A mis oídos llegaron los sollozos amortiguados de un par de madres, mientras que
las otras asentía de acuerdo al castigo, totalmente de acuerdo con las palabras de
su alfa, sus hijos se lo habían buscado sólitos.
Um... Buena pregunta. Y el chico tenía valor para preguntar después de lo de recién.
Es una pena que sus cerebros adolescentes no fueran lo suficientemente
inteligentes para ver lo que está frente a sus ojos.
Segura de que Theo jamás les prohibiría tal cosa, respondí con seguridad. Después
de la sentencia del alfa, mi animal se había calmado, conforme.
Ser alfa y lidiar todos los días con situación cómo está, y más difíciles, debe ser
horrible. Porque esos niños se buscaron ese castigo, pero a cada palabra que salía
de mi boca, y estoy segura que Teo también lo sintió, me dolía tanto como a ellos.
***
Bakhet
Minutos antes del furioso rugido de Hallie Black, en el despacho del alfa, un tenso
lobo se encontraba de pie frente al escritorio de caoba. Estaba a punto de decir una
serie de palabras muy peligrosas, que podría llevarlo a una gran confrontación y
enemistad con los dos personajes que estaban delante suyo.
—Me alegra escuchar eso, pero vengo por otro tema. Algo que ha surgido
recientemente.
Su hijo, el heredero, estaba de pie detrás de él como una sombra protectora. El chico
no lo aceptaba, había algo que le hacía tener una aversión hacia él. Y no solo el, al
parecer su hermana menor también, y su madre, aunque está lo escondía muy bien.
Tenía que averiguar que producía ese rechazo, no podía permitir que su compañera
fuera infeliz si su familia no aceptaba su unión.
—Este viaje fue realizado con puro interés de negocios, sin segundas intenciones—
mintió—pero al llegar aquí me encuentro con una sorpresa que no tuve en cuenta al
hacer planes.
—Tienes mi permiso para cortejar a mi hija, más no te sobrepases con ella. Hallie es
una chica difícil. Si por alguna razón, ella te ofende, algo habrás hecho—sentenció,
ignorando la cara de absoluto horror de su hijo—al final, si ella te rechaza, no
tomarás venganza contra nosotros. Aunque entenderé si no quieres formar una
alianza.
—¡Padre!—jadeó el chico.
—Gracias, señor Black. Puede quedarse tranquilo no haré nada que ella no desee.
Con una sonrisa lobuna, el alfa de acercó a la ventana, donde pudo apreciar la figura
de su futura compañera reír junto a su hermana antes de desaparecer entre los
árboles del bosque.
—¡Padre! ¿Que acabas de hacer?—no era necesario ser un genio para ver cuándo
molesto estaba. Teodoro se puso de pie frente a su padre, con los ojos ardiendo en
llamas rojas.
—Teodoro, te diré dos cosas. La primera, no podemos contra él. La segunda, jamás
usaría de esa forma a un hijo mío.
—Hace dos años, Hallie llegó convertida en otra persona. A pesar de que antes de ...
eso, tenía un carácter fuerte, al volver esté había crecido. Es una mujer, una
cambiante dominante. Su poder es tal, que apenas tú, el futuro alfa, puede manejarla.
—Cuando volvió, creí que jamás viviría lo suficiente para verla con una pareja. Su
sola presencia hace que todos los machos de esta manda bajen la cabeza. El único
que puede plantarle cara es su hermano.
—Si ..., ninguna mujer aceptaría emparejarse con alguien menos poderoso que ella.
Pero este hombre, más allá de que sea un lobo, tiene un carácter que puede
competir contra el de Hallie y ganar. Él puede "dominarla" y bien sabemos nosotros
que solo el hombre que pueda enfrentarla valdrá lo suficiente para ser dueño de su
corazón.
Un rugido furioso hizo temblar los vidrios de las ventanas, y la madera de la puerta.
Teodoro salió inmediatamente del despacho de su padre, pues conocía muy bien el
dueño de semejante sonido, así se dio por finalizada la discusión. Ambos ignoraban
ese par de oídos que escucharon toda la conversación desde la distancia.
Tenía una información muy valiosa entre sus manos, ahora debía averiguar qué era
lo que más le convenía hacer con ella.
CAPITULO 10
Hallie
Lo principal es mantener la calma. No dejes que las hormonas, las cuales había
olvidado que también funcionaban en mi cuerpo, me controlen. Solo... apártate de él
y evita futuros problemas que podrían desencadenar una guerra. Si, piensa en todas
los inocentes que morirán, y la sangre derramada de tu familia. ¿No quieres eso
Hallie, ¿verdad? Entonces aléjate.
Empujé con mis manos su pecho, no lo moví ni un centímetro. Muy bien, no use toda
mi fuerza, pero tampoco podía ofenderle si le hacía daño. Joder ¿Por qué tiene que
ser tan complicado? Mis manos descansaron en él, duro como una roca. ¿Por qué
mi leopardo no había atacado aún? ¿Por qué parecía tan a gusto? ¿Tanto tiempo
sola en mi cama me había afectado tanto?
Parecía que él estaba pensando lo mismo que yo, pues una sonrisa torcida que
podrían tener miles de significados pintó sus labios.
Oh, cierto. Lessa. ¿En qué lugar de su retorcida mente, se le ocurrió que era una
buena idea llevar al alfa de los lobos a un paseo por el bosque? Lamentablemente,
el escucho y estuvo de acuerdo. No podía negarme si el está insistiendo con ella.
-Aléjese, por favor-Vamos, leopardo ¿Dónde estás? Hice crecer mis dientes, pero
antes de que lograran alcanzar siquiera la mitad de su tamaño, el lobo me beso.
¡ME BESO!
Sus labios se sintieron calientes contra la piel de mi mejilla, justo sobre mi cicatriz.
El pánico me invadió y el leopardo despertó de su letargo. Dientes y garras
aparecieron en milésimas se segundos, y en menos de lo que se dice Luna, el alfa
de los Jokerwolf salió despedido hacia atrás. Clavó los talones en el suelo,
hundiendo los pies en la tierra.
Levantó la vista, clavando los ojos en mí. Joder, el lobo está al mando. Sonreí, que
pena. Mi leopardo tomó el control de mi cuerpo humano, y con una agilidad imposible
para el lobo, salte, trepando un árbol. El lobo me miró atentamente, sus ojos
escarlatas brillando, aceptando el reto impuesto.
Sonreí.
En silencio salte de árbol en árbol, esperando lo justo y necesario para que el pudiera
seguirme. Cuando noté que se relajó, confiado, corrí.
Veloz. Caí sobre la tierra y las hojas en silencio, detrás de mí venía el, pero no muy
rápido. No lo suficiente. Lo tome por sorpresa, lo que me dio unos preciosos
segundos de ventaja. Trepe un árbol, y de este salte a otro. Así, hasta que me quede
quieta en una rama, en cuclillas. Sonreí cuando un minuto después el lobo apareció.
Tenía una sonrisa feroz, que dejaba a la vista dos pares de colmillos enormes y
letales. Enseñe los míos, compitiendo. Él no me vio. Sonreí, me moví de rama en
rama, rodeándolo, hasta estar a sus espaldas. Me deje caer, justo sobre él, con las
garras fuera. Pero el lobo, para mi total sorpresa, ya me había visto. Dio media vuelta
y me sostuvo las manos justo cuando le caía encima. Terminamos en el suelo sobre
su cuerpo, Hickling sujetando mis manos en mi espalda con la suficiente fuerza para
que no pudiera moverlas, pero sin hacerme daño.
¿No está enfadado? Casi le gano... ¿Cuándo comenzó el juego?
Bakhet responde el beso de inmediato, y con una ferocidad que me hace sentir
pequeña. Rodamos, ahora es el quien está encima de mí. Y, por extraño que parezca,
no me siento mal. Me entrego totalmente al beso, a esas extrañas sensaciones que
produce, a ese nuevo y exótico sabor, a los pinchazos agradables que produce en
mi estómago, al fuego que recorre mi piel.
Entonces, sus manos me sueltan y comienzan a tocarme. Y esa simple acción, esa
pequeña caricia en mi cintura, rompe la represa que tanto trabajo me ha costado
construir. Los recuerdos que tanto me he esforzado por olvidar, las pesadillas que
quiero olvidar, azotan mi mente.
Doy manotazos, zarpazos, pero no se detienen. Ellos sujetan mis manos, y siguen.
No quiero que me toquen. Se están riendo. No quiero que rían. Entonces ellos lo
hacen, ellos entran. Y gritó.
Unas manos se aferran a mi rostro. Son diferentes. Más ásperas, más grandes, más
cálidas.
Huí, como aquella noche. Deje que mis piernas me alejaran de mi tortura. De mis
malos recuerdos. Del dolor.
Llegue a la cabaña de Lessa sudada, sucia por la sangre de Bakhet. No fue hasta
que llame a la puerta que note que estaba llorando. Cuando la bruja por fin me recibió,
no dijo una palabra, solo me dejo entrar.
Creo que no reaccione al beso de la misma forma que a las caricias porque ellos
jamás me besaron. Nunca. Jamás.
—Enloquecí, Lessa. ¿Recuerdas el primer mes? cuando Theo me tomó del brazo
para...ya no recuerdo para qué.
—Si, pero estaba todo ensangrentado. Su rostro y su pecho, y los brazos, ¡Incluso
las piernas! -gruñí frustrada, lágrimas impotentes mojando mi ropa—Joder Lessa,
creo que esta vez la cague.
—No lo creo, Hallie. Estoy segura de que él no tomará ninguna acción en tu contra.
Es más, te puedo asegurar que el ahora mismo debe estar dando vuelta toda la casa,
intentando averiguar por qué reaccionaste así.
Bakhet
Bakhet regreso a la casa cuidando de no ser visto por los vigilantes. No fue algo
complicado, aunque no tiene la agilidad de un leopardo sabia como moverse en
silencio y como pasar desapercibido. Llegó a su habitación y en silencio limpio la
sangre de sus heridas que estaban casi curadas. Miró la toalla blanca manchada de
sangre. Frunció el ceño, entre enojado y confundido. ¿Qué fue lo que pasó allá
afuera?¿Que demonios fue eso? Todo estaba bien y de repente enloqueció.
¿Quizás fue demasiado rápido? Sabía que Hallie tiene algo contra él, contra los
lobos en general por lo que sabía. Debió tener más cuidado, más control sobre sí
mismo. Pero cuando la beso... joder. Su cerebro hizo cortocircuito. Todo rastro de
raciocinio fue borrado por el sabor dulce de su boca. Y la forma en que se entregó a
él... tan delicada...lo destruyó.
Pero todo estaba tan bien, ella fue quien lo beso. Entonces ¿Por qué reacciono así?
El lobo apretó los dientes, un gruñido ronco y bajo se escuchó.
Los dioses debían odiarlo. ¿Por qué debía ser tan complicado? Las diferencias entre
su clase no eran suficiente para obstaculizar su unión, sino que también su
compañera debía odiar lo que él es. Hallie Black es una contradicción andante.
Había momentos que es delicada y sumisa y en otros parecía un asesino de las
sombras, silenciosa y letal. En una hora conoció su lado pícaro juguetón y un lado
histérico y feroz. Recordó el olor de su furia y de... su miedo.
El lobo se miró en el espejo del baño privado. Ya apenas se notaban las marcas de
garras en su rostro. Lanzó la toalla, ahora roja, a la ropa sucia y salió del baño.
Farfullando maldiciones se cambió de ropa y una vez más presentable, salió de la
casa en busca de algún Black dispuesto a contarle qué demonios sucedía en esta
maldita casa.
Si, Hallie no era la única con un comportamiento extraño. El viejo alfa era demasiado
conservador y amable, no es que eso estuviera mal pero no se le podía culpar por
desconfiar de un padre que acepta de buena gana a un hombre que viene a su
puerta, se instala en su casa y le dice que se llevar a su hija. Ademas, Bakhet había
aprendido a desconfiar de las personas ancianas y amables. La mujer de Brad
rozaba el límite de la cortesía, más lo evitaba como la peste. El hijo mayor vivía
enfocado en el trabajo, pero cuando se lo cruzaba sus ojos le decían que prefería
verlo muerto. En cuanto a la menor, no la vio más desde el primer día pues estaba
recién emparejada. A su juicio, Susan fue la más amable de toda la familia. Si la
encontraba y jugaba bien sus cartas, podría obtener algo de información. En cuanto
al resto de la manada... eran indiferentes a su presencia, incluso los integrantes más
nuevos eran extremadamente leales y no había forma de que soltaran alguna
palabra.
—Tengo que hablar contigo— dijo ella, yendo directo al grano. Dio media vuelta y
caminó a paso veloz por unos pasillos. El lobo no tardó en ponerse a su lado. Tenía
las cejas fruncidas y la boca torcida en una mueca que, junto a la sombra de sus
ojos, podía descifrar como preocupación. ¿Por qué?
Susan entró a una habitación vacía, un enorme ventanal cubría la pared enfrentada
a la puerta, Detrás de este se distinguía un balcón con diferentes macetas y plantas.
Por el contrario, el interior estaba solamente ocupado por tres juegos de sillones y
una mesita de té. Susan se sentó en uno y señalo el del frente.
Bakhet se sentó.
—No tengo mucho tiempo así que seré directa. Te vi hace rato en el bosque, con
Hallie.
Mierda, fue lo primero que pensó. Aunque mirándole el lado positivo a la situación,
quizás podría sacarle información sin tener que hacer juegos mentales.
—No soy quién para decirlo —se encogió de hombros —tampoco tengo toda la
información. Solo ella puede decirte la verdad. Puedo darte unos consejos, no la
toques a menos que ella te de permiso, aun si ella te toca primero. Ten paciencia.
No la sorprendas o te arrancara la cabeza, es muy sensible. Habla con ella, las
acciones valen más que mil palabras... con ella debes hacer ambas. Gánate su
confianza hablado, si eres callado entonces guardas secretos y si guardas secretos...
Susan hizo una mueca, retorció sus manos unos segundos antes de contestar.
Bakhet asintió, algo había oído. Los Blackcher fueron apuñalados por la espalda y
sufrieron grandes bajas. Es una historia conocidas por todos, por ello cuando la
manada comenzó a levantarse otra vez, miles de ojos se posaron en ella. Alguien
capaz de levantarse con tanta fuerza después de sufrir una derrota tan desgarradora
es alguien a quien admirar o preocupar. En el pasado tenían el potencial de ser tan
poderoso como los grandes líderes, sin embargo preferían mantener la paz y vivir
tranquilos, lo que los llevó a la ruina. Ahora, no cometerían el mismo error otra vez.
—Pero no es solo eso —insistió. Lo podía oler en el aire, había un gran secreto que
todos se esforzaban por ocultar.
—Lo siento, pero eso ya no está en mis manos decirlo. No hay más.
Bakhet asintió, dispuesto a irse se levantó del sofá y caminó hacia la puerta. Pero la
menor de los Black volvió a detenerle.
—Le gustan los chocolates con formas extrañas, odia que le den flores naturales,
ama la comida china y es fanática de las películas animadas aunque odia admitirlo.
Eso último no lo escuchaste de mí —le guiño el ojo y sonrió. Su sonrisa no era grande,
apenas una ligera curvatura de sus labios, pero el mensaje que transmitía calmo un
poco el corazón del lobo. Había alguien en la familia que lo aceptaba, eso era un
consuelo.
¿Disculparse por qué? ¿Por ir muy rápido? ¡Ella lo beso!¡Ella comenzó el juego!
Bakhet bufó enfadado consigo mismo. Parecía un niño de cinco años echándole la
culpa al hermanito de un año. Él debía disculparse, no sabía por qué, pero su instinto
le decía que era lo correcto. Y que si no lo hacía no podría progresar. Además. un
cambiante siempre sigue sí instinto.
CAPITULO 12
Hallie
Al entrar a la oficina de papa me encontré con tres cabezas girándose hacia mi.
Ninguna tenía un rostro amigable. Papa fruncía las cejas y se esforzaba por
mantener una postura tranquila y diplomática, lo que le hacía ver estreñido. Theo no
disimulaba su mirada despreciativa a la humana con los ojos, cruzados de brazos
atrás de papá. Y la detective...pues tenía una mirada severa, sus ojos nos miraban
como si fuéramos monstruos. Quizás no este equivocada. Sin embargo, que tenga
inmunidad en nuestras tierras no le da derecho a tratarnos como desee, debe
mantener aunque sea el mínimo respeto.
—Tuve que interrumpir la clase que los niños estaban esperando con ansias, espero
que no me robe demasiado tiempo— Dije mirando con los ojos entrecerrados a la
detective. Papá carraspeo, advirtiéndome que me comportara. Me obligue a relajar
los hombros y esconder la ira en mi voz—¿Que es lo que quiere de mí?
—¿Y?—insistí, sin ver el punto. ¿quieren acusarme por su asesinato? La ley esta
de mi lado, no pueden hacerme nada.
—¿Sabe que quien lo mató cortó su cuerpo en dos? Le abrieron el estómago. Y las
marcas dicen que fueron garras.
—Si, lo sé— suspire, Vamos a terminar con esto. Lo admitiré y recitare todas las
leyes que me apoyan— Yo lo mate ¿Y que con eso?
La cara de la detective era digna de fotografiar. Sus ojos estaban más abiertos de lo
recomendable, sus mejillas rojas y su boca luchaba por caer abierta con indignación.
Sonreí, apoyando mi trasero en el escritorio de papa, frente a ella.
La detective me miro en silencio sin dejar entrever sus emociones. Luego del instante
que necesito para procesar mis palabras, sus cejas se fruncieron y su mirada cayó
sobre mí, lanzándome agujas de hielo. Me sacudí la sensación fría de mi cuerpo y
la enfrente, una media sonrisa burlona pintada en mi rostro mientras ignoraba la
advertencia en los ojos de papá.
—¿Es consciente de que acaba de admitir asesinar a un humano? Las reglas dicen
que...
—La ley dicen—interrumpí—que cuando un humano tiene contacto con una manada,
esta queda inmune a cualquier desafortunado incidente. El sabia en donde se estaba
metiendo.
—El Sr. Ferreti tuvo un estrecho contacto con nuestra manada. Y nos traicionó. La
ley de cambiantes, que estoy segura debe saberse al pie de la letra, dice que la
traición se paga con la muerte.
—¿Puede saberse por qué llevó a cabo tal acto sin un juicio previo o pruebas que
dijeran que la víctima es culpable?
—Teníamos todas las pruebas—esta vez fue Theo quien habló, evitando que
insultara a la detective entrometida—Y los cambiantes no hacemos juicios.
Recuerde, Señorita Queen, que no somos humanos. Además, usted no tiene ningún
derecho, como humana o bruja o detective, para exigir explicaciones de las acciones
de nuestra manada.
—¿Puedo saber la verdadera razón por la que está aquí? Creí haber dejado una
carta donde explicaba todo a la familia Ferreti. ¿A caso ellos también nos traicionaron
al acudir a ustedes?
La detective nos miró en silencio, descansando sus ojos un segundo en cada uno
de nosotros como si estuviera comprobando algo.
Suspire. Quizás debí dejar algo más que una carta que explicaba lo sucedido. Quizás
debí ir en persona para advertir a la familia que no toleraremos más fraude de su
familia. En la carta decía, básicamente, que su esposo y padre era un hijo de perra
que traicionó a las personas equivocadas, besos y saludos.
Eso me sorprendió. La detective tuvo que darse cuenta que ninguno sabía nada, ni
Theo ni yo fuimos informados de esto. Pero estoy segura de que una información
así no habría sido pasada por alto por el líder de la manada. Miré a papá, esperando
su confirmación.
—La familia Ferreti fue asesinada anoche por cambiantes, es cierto—afirmó papa,
con voz calmada—pero no fueron los nuestros. En cuanto me enteré de la situación
envié a dos de mis hombres a investigar. Si no me equivoco ¿Fue así como supieron
de nuestro contacto con ellos?
La mujer asintió.
—Dos leopardos llegaron anoche a la escena del crimen y pidieron ver los cuerpos.
—Uno de esos hombres es forense—explicó papá cruzando sus brazos-hizo un
informe sobre lo sucedido. Lo que él dedujo es muy curioso, estaba por discutirlo
con un experto antes de que usted nos interrumpiera. Pero ya que estamos todos...
-El experto vendrá pronto-dijo nada más mientras del sobre sacaba unas fotos
instantáneas y comenzaba a colgarlas en la única pared desnuda del cuarto con
ayuda de cinta adhesiva y mucha paciencia. El silencio reino la oficina por unos
minutos hasta que tres golpes a la puerta lo rompieron.
Cinco cuerpos pálidos. Rostros con los ojos perdidos y los labios morados. Heridas
en la cara, en las piernas, en el abdomen. Faltaban pedazos de los cuerpos,
claramente arrancados por un par de fuertes mandíbulas.
—Quienes atacaron a los Ferreti no fueron leopardos. Las marcas de garra son
demasiado anchas y están muy separadas. Los leopardos son más largas, cuando
atacan unden las garras en sus víctimas separándolas y luego van desgarrando
acortando el espacio que los separa. Las mordidas no coinciden con sus mandíbulas,
los colmillos son demasiado anchos y cortos, a comparación de los leopardos.
—Lobos-gruñí, sin poder contenerme, Theo se tensó a mi lado. Bakhet clavó sus
ojos en mí, pero evite mirarlo, puedo sentir el peso de su mirada sobre mi—No
dejaron su nombre ¿Verdad? ¿El sello de su manada?
—Es un mensaje—agregó el lobo—no dejaron marca, pero estoy seguro de que fue
un mensaje que debía llegar a alguien, posiblemente alguien cercano a ellos.
—Aun si hay una discusión que implique manadas, asesinaron a humanos inocentes
que no tenían nada que ver con cambiaformas. Serán juzgados y castigados.
—Nada—aseguro media hora después. Nos dejó entrar y Theo empezó a sacar las
fotografía de la pared con una mueca de asco.
Yo no entre. Papa me dio permiso para ir a mi habitación. Mis deberes por ahora
quedaban en un segundo plano. Necesito descansar. Quien diría que hablar con esa
media bruja me dejaría tan agotada. Murmurando mil y una maldiciones hacia ella,
a Ferretti y todos los desgraciados lobos que hicieron de mi pequeña burbuja pacífica
y controlada un revoltijo de mierda.
Apenas estuve en la seguridad de mi cuarto cerré con llave y todas las trabas que
instalé. Corrí un armario estratégicamente colocado cerca de la puerta, hasta que
esta desapareció. En cuanto a la ventana, cerré los vidrios, las cortinas, puse traba
a todo y activé el interruptor que, según Lessa, activaba un hechizo de protección
para que nadie fuera capaz de entrar por la ventana. Ni de yo salir por ella.
Las heridas de los Ferreti seguían el mismo patrón. Las dos mujeres de la familia
tenían las mismas heridas que ahora son cicatrices en mi cuerpo. Exactamente las
mismas. Y la verdad, no me sorprendería que también le hayan hecho las otras
cosas que me hicieron.
CAPITULO 13
Hallie
El sol salió dando inicio al día. Me levanté y me prepare para comenzar la mañana
dando clases de defensa a los niños.
Termine de quitar todas las protecciones de mi cuarto, corrí el mueble que oculta mi
puerta y quite las trabas. Al salir me encontré cara a cara con un lobo. La bestia
araño mi interior intentando salir y atacarle. Apreté las manos, la madera de la puerta
crujiendo bajo mis dedos.
—A menos que escondas a mi alfa allí dentro, no—contesta el lobo con una sonrisa
amistosa. Intento devolvérsela, antes de volver a cerrar la puerta y refugiarme en la
soledad de mi cuarto.
Un lobo amigable. Me estremecí. Es tan extraño, más extraño que ver lobos
paseando por mi casa.
Me quede pegada a la puerta hasta que ya no escuche sus pasos. Solo entonces
salí de mi refugio. Cerré la puerta a mis espaldas y le puse llave. No me arriesgaré
a que nadie entre y vea cosas que no deben ser vistas. Como las petacas, por
ejemplo.
Mamá estaba en la cocina junto con Salomé, la cocinera que trabaja de lunes a
viernes aquí. Ambas me sonrieron y me saludaron con un buenos días. Mamá estaba
construyendo una enorme montaña de panqueques mientras que Salomé preparaba
unos omelette de tocino y queso. Robé uno y cogí una taza para hacer mi te.
—Tuvo que ir a la ciudad. Eso que les hicieron a los Ferreti... es espantoso. ¿Quién
le haría eso a una familia?—Pregunta la inocente Salomé. Es humana y aunque
creció entre cambiantes, aún no logra aceptar del todo que somos tan animales
como humanos, y para los depredadores no existen cosas como una asesinato
espantosa.
—Seguro se metieron con quien no debía. Quizás no éramo los únicos a quienes
estafaron.
—Señoras, señorita—saludaron.
Me aclaré la garganta y baje los ojos. Aún es muy temprano para enfrentarme a su
mirada profunda y aguantarla.
Mamá me miró de reojo con el ceño fruncido y la incógnita en los ojos. Me hice la
tonta mientras me metía un cuarto del omelette en la boca. Me costó masticar.
—Debo ent er...dar clases a los niños—Me corregir a tiempo. Estuve a punto de
meter la pata en la trampa. Sonreí como toda un niño que no a roto un plato. Espero
que no haya notado el desliz de mi lengua.
—¿Y luego?
Me toca revisar las defensas del bosque. Debo asegurar que todo esté en orden y
que los centinelas no aflojen su vigilancia. Con la ausencia de Theo, es mi deber
hacerlo. Además, me gustaba. Correr por el bosque con un objetivo en mente me
ayuda a aclarar mis ideas y recordarme en donde estoy. Tener cosas que hacer me
ayuda a creer que soy útil en la manada.
Mamá me miró con preocupación y sospecha. Supongo que olía que algo no andaba
del todo bien entre nosotros.
Más tarde, mientras obligaba a los niños cómo defenderse del ataque sorpresa de
un brujo, mi mente divago hacia lo sucedido en el desayuno y mientras repasaba
esos minutos note que en ningún momento el leopardo quiso salir. Al principio, me
costó creerlo. Creí que solo era que estaba muy despistada. Pero esa es una excusa
tonta. Frente a un lobo, el leopardo siempre quiere sacar las garras y saborear
sangre. El esfuerzo que gasto para mantener el control es similar al gasto de energía
de una pelea de duración de media hora. Entonces... ¿Por que hoy no?
***
Pero me he quedado sin tiempo. Respire profundo y camine con la espalda tensa
hacia el punto de reunión. Podría fingir una emergencia o que algo nuevo surgió en
la manada y debo ir a ayudar y así evitar este incomodó paseo. Pero quiero confirmar
algo. Quiero saber si el animal realmente no tiene intenciones asesinas o violentas
hacia Hickling o solo soy yo pensando demasiado.
Me detuve bajo la sombra de una árbol por unos segundos. Tiempo suficiente para
dar vueltas y vueltas en mi cabeza y comenzar a arrepentirme de mis decisiones. Al
final decidí que, si en cinco minutos no llega, me marcharé sola. Si viene más tarde
y no me encuentra... pues yo lo espere. Y si no me lo encuentro entonces no tendré
que dar un paseo por el bosque sino hacer i trabajo como corresponde.
Una vez lo decidí, espere los cinco segundos prometidos. Tres segundos después
divisé la figura alta y fuerte del alfa de los lobos acercarse a mí desde la dirección
de la casa. Cuando llegue al número cinco, Bakhet ya estaba frente a mi. Lleva una
camiseta gris de mangas cortas y pantalones de deporte. Un humano normal se
congelaría si llevara esa ropa en invierno, pero nuestros animales nos permite
mantener altas temperaturas a pesar del frío que esté el ambiente. Yo tampoco llevo
mucho abrigo. Bakhet se detuvo frente a mi, recorrió mi cuerpo con sus ojos, de mis
pies a la cabeza y detuvo su mirada en mis ojos. Allí nos quedamos un instante,
intentando leer los secretos que esconden las puertas del alma. No hallé nada.
—¿Ibas a irte sin mí?—Preguntó con la risa tiñendo sus palabras. Una sonrisa que
no supe identificar se extendió por toda su cara. Sus colmillos brillaron. Mis ojos
bajaron a sus labios.
Suelta una risita ronca que me pone los pelos de punta. Sus ojos se vuelven más
intensos, dejándome sin palabras. La bestia está embobada con el hielo de su
mirada que parece derretirse. Su mirada es cálida, pero sus ojos tan fríos. ¿A caso
eso tiene sentido? Él tiene sus demonios con los cuales luchar, demonios que han
roto su alma. Como a mi. ¿Cuales eran los suyos?¿Que le habrá pasado?
Mi leopardo se remueve ansioso. Rasga con sus garras la linea que me hace
humana mientras sacude la cola con excitación. Admito que también me gustaría
repetir lo de la otra vez. Fue divertido no ganar. Cuando ganar se vuelve rutina
entonces los juegos pierden su encanto. Pero la otra vez perdí y me encanto. Aunque
después... basta, debo concentrarme en el ahora.
¿Deseo? ¿Puede oler mi deseo? ¿Es eso lo que siento? No. Imposible. Yo no lo
deseo. Yo no deseo que... ¡Oh demonios! ¿A quién quiero engañar? ¡Quiero que
vuelva a besarme! Pero a la vez no, no quiero que me toque. Pero quiero saborear
otra vez ese extraño y exótico sabor. Quiero volver a sentir esa conexión, ese
sentimiento de unión. Pero, a la vez, no puedo soportar sentir sus manos contra mi
piel. Estoy demasiado rota, no puedo ni siquiera soportar jugar con el. Porque es un
lobo.
Pero sigue siendo un lobo. Apenas tolero el contacto de mi propia familia ¿Cómo
puedo desear que un lobo me toque tan íntimamente? ¿Qué debo hacer? ¿Seguir
mis instintos? ¿Arriesgarme a matarle si las cosas se salen de control? No somos lo
suficientemente fuertes para enfrentarnos a una manada tan poderosa como los
Jokerwolf, si es que lograra siquiera matar a un alfa. Aunque tenga potencial para
convertirme en uno, he renunciado a ello para dejar el puesto a mi hermano,
conforme con ser solo un beta. Eso es suficiente para mi, hasta ahora.
Respiro profundo y casi me ahogo. Si, yo también puedo oler el deseo que proviene
de mi cuerpo. Es dulcemente empalagoso, como el perfume de rosas y azúcar, un
afrodisiaco. Y al sentirlo mi cuerpo reacciona con más fuerza. También huelo su
deseo. Si, proviene de él. Ese aroma picante y dulzón a la vez mezclado con el olor
a un bosque que no conozco, tierra húmeda y limón. El me desea. Yo lo deseo.
¿Qué hago?
Optó por no hacer nada. Lo miro de reojo y sigo caminando, ignorando el perfume
que nos rodea y el calor que recorre mis nervios y se centra en mi vientre bajo. Ignoro
su pregunta, aunque eso pueda llegar a enfadarle. Sin embargo, por lo que eh
notado, su carácter es amable y no se enfada por nimiedades. Al menos no cuando
esta conmigo.
Pasan los segundos y no hemos avanzado más que unos pocos metros. Ah este
ritmo no llegaremos nunca y en serio quiero que deje de mirarme así. Puedo sentir
como sus ojos de hielo intentan perforar mi cráneo.
Odio sentirme tan confundida. Odio que mi cuerpo sienta estas cosas. No debería,
no deseo desearlo. ¡No puedo!
CAPITULO 14
Hallie
Salgo de entre los árboles, el leopardo algo frustrado por no complacer sus deseos
ni dejarlo salir. Aun.
Hickling me mira atento por unos segundos que parecen horas. Le insto a que se
transforme él también y le doy la espalda para darle privacidad. Más lo que siento
no es su cambio, sino su mano acariciar mi lomo lentamente. Apenas su piel rozando
la punta de mi pelaje. Me tenso, mi pelo erizándose como un gato enfadado. Le
muestro los dientes, el se detiene un segundo, pero regresa a presionar mis limites.
Sé que no me ara daño y el animal no parece detestar el tacto. Se siente cálido, una
caricia cómoda… se siente delicioso.
Siento como ríe a mis espaldas y me giro para verlo. Sus ojos celestes con las
pupilas dilatadas hasta casi convertir su mirada oceánica en una mirada oscura, me
observa como si estuvieran bajo el encanto de uno de esos hechizos que usa Lessa.
Soy muy grande para ser una hembra. Siempre lo tache a que soy hija de un alfa.
Se supone que soy más fuerte. Quizás que tenga el potencial de ser un alfa tenga
algo que ver con el tamaño.
Gruño para que se aleje de mí, amenazando con morderle la mano. El se ríe y se
aleja un par de pasos. Se quita la camiseta y los pantalones en menos de lo que se
dice Luna, frente a mí sin pudor alguno. Me doy vuelta enseguida, bueno no sin
antes haber robado un buen vistazo de sus increíbles abdominales. Un paquete de
seis perfecto y una tentadora V que desaparecía bajo su bóxer negro.
Si estuviera en mi forma humana probablemente estaría más roja que un tomate.
¿Por qué? He visto a un montón de hombres semi desnudos, incluso desnudos, y
con cuerpos esculpidos. Sin embargo, a mi y al leopardo le resulta totalmente ridículo
comparar al hombre detrás de mí a mis compañeros de manada. Creo que sé que
los diferencia. El resto baja la mirada inmediatamente en cuanto me ven, sus
animales rindiéndose ante mí. ¿Este lobo? No, el me desafía, me enfrenta, juega
conmigo y gana.
Siento el cambio. Como el aire se llena de electricidad. Es por unos pocos segundos.
Entonces volteo y casi chocó con un enorme lobo gris. Debe ser el doble de mi
tamaño. Tranquilamente puedo pasar por entre sus patas. Me alejo unos buenos
metros. El estira las patas y me mira, sus ojos brillan con diversión. Saca la lengua
como un perro y yo solo quiero devolverla al interior de su boca con un mordisco.
Debemos ser una estampa bastante extraña. Una leoparda y un lobo alfa juntos
tranquilamente en medio del bosque. Pocos son los que tienen la oportunidad de
presenciar sucesos así.
Retomo el camino, esta vez corriendo. A Bakhet no le cuesta nada seguir mi ritmo,
algo que hasta ahora solo Theo a podido igualarme. Es más, creo que el lobo se
está conteniendo.
Quiero gruñirle, saltar sobre él y morderle la oreja. Tumbarlo sobre la tierra y subirme
sobre él, amenazarlo con los dientes hasta que acepte que soy superior. Quiero
imponerme sobre él. Pero sé que eso jamás pasara, es más poderoso que yo. Es
una alfa, maldición. Pero no pierdo nada por intentarlo.
Falta poco para llegar a la frontera, eso es lo que me obliga a detenerme. Pero le
prometo al animal que en cuanto tenga oportunidad saltaré sobre él e impondré mi
voluntad. Será divertido.
Suena raro. Su excusa es horrible. El olor a muerte es tan putrefacto que afecta mi
nariz, un gato no dejaría un aroma tan profundo. Hay algo raro en eso, pero Juds no
quiere decir nada frente al lobo. Lo entiendo, así que finjo que esa respuesta me es
conforme y sigo mi camino, con un desconfiado lobo siguiéndome un paso por detrás,
protegiendo mi retaguardia. Demasiado sobreprotector. Anoto mentalmente después
llamar a Juds a la oficina de papa.
***
—¿Notar que?
—Solo soy la hija del alfa. No tengo un puesto muy importante. ¿Lo dices por que le
enseñó a los niños?
—La frontera. Nos movimos siempre en dirección a los centinelas, nunca a un lugar
aislado. Fue premeditado. Te saltaste algunos puntos para evitar que sospechara—
Se explica, cada palabra que sale de su boca solo logra ponerme más nerviosa.
Parece ser que no fui lo suficientemente cuidadosa, pero es que no sentí ningún
peligro con el, me sentí bien a su lado y confié...
¿Confié?
—No, ese es tu padre. Pero cuidas las fronteras, te aseguras que cada uno esté
haciendo lo que debe hacer. Probablemente apenas lleguemos a la casa harás
llamar al primer centinela para que te hable sobre ese olor a muerte.
—Ese es el trabajo de un alfa o sus subordinados más cercanos, solo aquellos que
tienen un puesto alto tienen el completo respeto y obediencia de los miembros de su
manada, no es algo que se obtenga por ser la hija del alfa, eso no basta. Además,
no es la primera vez que he notado que te aseguras de la manada—parpadeo,
sorprendida, hazlo mis ojos encontrándome con los suyos—-Te he estado
observando. Desapareces por las noches, jamás vienes a cenar. Nadie responde
cuando pregunto por ti. Estas afuera, haciendo guardia o asegurándote de que los
otros lo hagan. Tienes un puesto importante aquí. ¿Un capitán de guardia? No,
quizás algo mas algo. ¿Eres un beta? Debes ser el beta de Theodore ¿verdad? Por
más que intentes parecer una jovencita inofensiva tu carácter sale a relucir. ¿Aquel
día en el bosque? Jamás nadie ha logrado empujarme de ese modo. Eres fuerte.
¿El día en que te conocí? Una jovencita hubiera bajado la mirada, tú me
desafiaste.—Bakhet enumeró una por una, todas mis fallas en mantener mi
personaje. Baje la cabeza, repentinamente avergonzada. ¿Por qué tuve que
esconderme? Mi familia quería mantener en secreto lo que me sucedió y protegerme
de los lobos, a pesar de que son aliados. Y yo estaba demasiado asustada para
enfrentarlos con mi verdadero rostro— ¿Quién eres Hallie Black?
Una cobarde.
Sus últimas palabras salieron en un susurro ronco, muy cerca de mí. Su aliento
chocando contra mi piel. Sabía que debía bajar la mirada. Debí alejarme de este
lobo. ¿Pero cómo puedo alejarme si siempre parece estar donde yo estoy, como si
alguien le hubiera dado un horario mío? ¿Como puedo alejarme de él cuando me
siento tan atraída y el animal no lo rechaza? ¿Como, cuando anhelo su contacto y
deseo probar su sabor una y otra vez?
—Si—admite sin rodeos. Respiro profundo, su aroma varonil invadiendo todos mis
sentidos, emboba mi cerebro por un instante—He pasado tiempo aquí para armar
lazos y una alianza. El tratado ya está pronto a firmarse. Pero me gustaría que, tal
como yo pase tiempo aquí, uno de los vuestros pases tiempo en mi manada.
—Lo sé. Ni tu padre ni tu hermano pueden dejar la manada. Pero alguien fuerte y
con una posición importante puede ir en su lugar, como un beta. Como tu.
—¿A qué quieres llegar con todo esto? —Pregunto confundida. Estoy muy
confundida. El no puede estar insinuando que valla al territorio de lobos, una manada
de lobos. Rodeada de lobos.
—Hall—¡Oh dioses! Que bien suena mi nombre en esos labios. ¿Por que suena
como un hechizo con su voz? Trago, de repente tengo la garganta muy seca—He
estado mirándote porque....—Bakhet se detuvo un segundo, chasqueando la lengua
como si dudara de decir algo— porque creo que tú eres perfecta para tomar el lugar
de tu padre. Quiero que vengas a mi manda, para fortalecer la alianza, por supuesto.
La sangre me abandonó por completo. ¿Es que no podemos salir a pasear al bosque
sin que nada intenso suceda? ¿Realmente quiere que yo vaya con el? Donde los
lobos salen de las sombras como cucarachas, lejos de la seguridad de mi manada,
en un lugar remoto donde puede sucederme cualquier cosa y sin posibilidades de
que puede luchar o pedir ayuda.
Me alejo de su cuerpo, que en algún momento se había acercado tanto hasta estar
casi pegados. Le doy la espalda inconscientemente, en mi desesperación por dejar
de verlo, poniéndome en desventaja. Necesito aire. Necesito respirar. ¡Mierda! Esto
no puede estar pasándome. ¿Una manada de lobos? ¿Pasar tiempo con una
manada de lobos?
Mi corazón se encoge de terror ante la sola idea de ver más lobos. Miedo y odio.
Aquí es más fácil sobrellevar su presencia. Están en mi territorio, bajo mis reglas.
Aquí estoy segura. Yo tengo la voz de mando. Si así lo quiero puedo enviarlos de
paseo. Pero ¿En su territorio? No. No puedo.
Grito mientras giró para enfrentarlo. Seguro parezco una loca desquiciada. No me
importa. Ni loca, ni muerta volveré a estar en territorio de lobos, a menos que sea en
plena guerra y tenga el sabor de su sangre en mi boca. ¿Ir a su manada de lobos?
¿Ahora? No, mucho menos ahora que recibido el mensaje de Ellos por medio de la
familia Ferretti.
—¿Tan espantosa es la idea de irte conmigo a mi hogar por unos días? —Dice
Bakhet, con la voz baja y herida, como si le hubiera apuñalado el corazón. Y me
duele, por alguna razón a la cual tengo miedo de conocer, me duele que lo haya
lastimado con mis palabras. Aunque no se como mi negación puede haberle
afectado, no cambia que jamás vaya a aceptar su propuesta.
Estoy enfadada. ¿Como se atreve a proponerme algo así? ¡Faltan dos días para
que se marche, ¿Por qué tiene que joderlo todo ahora?
Siento las lágrimas amenazar con salir, creí que ya no tenia lagrimas. Los demonios
de mi cabeza intentan salir a la luz. No los dejare. Se quedarán allí encerrados, en
el lugar más oscuro y alejado de mi mente. No recordaré. No pisare territorio de
lobos. No, no, no. Me niego.
—Hallie—Su voz es como una caricia. Una caricia suave y temerosa. Sus brazos
me rodean lentamente hasta envolverme por completo y obligarme a apretarme
contra su pecho. Contengo un jadeo. ¿Qué hace?
Mis garras salen y se clavan en su piel, pero no lo alejo. Huelo el aroma de la sangre.
Pero no puedo moverme.
Y las lágrimas caen libres por mis mejillas. Que patética soy. Recibiendo el consuelo
de un lobo. ¿Por que se siente tan bien?¿Por que confió tanto en él? ¿No fueron
ellos quienes me rompieron? ¿Por qué se siente tan bien su calor? ¿Porque me
siento tan bien acurrucada contra él?
CAPITULO 15
Hallie
Una pálida mano aferra la mía. Es cálida y me influye fuerzas. Tira de mi hasta
ponerme de pie. No quiero, estoy cansada y tengo sueño.
— Déjame dormir— apenas digo con dificultad. Me duele todo el cuerpo. Estoy
bañada en sangre. Me arden las heridas y mi cuerpo... No lo siento como mío. No,
ya no es mío. Ellos me lo robaron.
“Hallie Black” dice una voz de terciopelo, dulce como la voz de una madre.
Entonces puedo verla. Una hermosa joven de cabellos blancos, piel pálida y ojos
estrellados. Dos orejas lobunas plateadas se asoman entre sus cabellos.
— ¿Diosa Luna? — farfullo con voz ronca. Sollozo, pero no caen lágrimas por mi
rostro. Ya no hay agua en mi cuerpo.
- ¿Por qué? - quiero saber porque la diosa me ayuda. Los leopardos no adoramos
la Luna.
“Has sufrido mucho pequeña, pero uno de mis hijos te necesita. Y tú le necesitas.
No te rindas Hallie, no te rindas.”
¿A esto se refería la diosa? ¿Este sentimiento extraño que siento? Estoy cómoda
entre los brazos de Bakhet. Y el me protege. Sé que lo hace y por eso puedo
desconectarme, relajarme. Mi animal está contento. Yo... me siento bien.
Miró a Bakhet, el aún me sostiene entre sus brazos. Sus ojos fijos en mi con atención.
¿Qué pensaría de mí si me viera realmente? ¿Creerá que soy bella?
La diosa dijo que uno de sus hijos me necesita y yo lo necesito a él. ¿Se refería a
Bakhet? ¿Puede ser que el me ayude a salir de este agujero oscuro al cual he caído?
Dicen que al fuego se lo vence con fuego. Quizás sea lo mismo con los lobos.
¿Confío en el lobo? Puedo odiarme por esto, pero si, confío en él. ¿Al punto de
arriesgar la manada? No. Pero... si sabe cómo soy en realidad no quiere decir que
la manda se vea afectada. La manda seguirá creciendo con o sin mí. Ahora es
imposible detenerlos.
- ¿Hall...?
Respiro hondo, preparando mi mente para lo que voy a hacer. Cuando sé que falta
poco para que mi rostro esté descubierto, la poción dejando de hacer efecto, me giro
y lo enfrentó. Bakhet me mira entre preocupado y confuso. Se, por los gestos que
comienza a hacer, que la magia ya no hace más efecto en mí. Cierro los ojos. No
puedo ver su horror. No quiero ver el asco en sus hermosos ojos.
—¿Como lo sabes?—susurré, sin querer romper el silencio que nos envuelve como
una manta protectora.
—Son las marcas que dejan mis garras-sus palabras, su murmullo ronco, me
recordó que él es un lobo. Es uno de ellos. Aun así, mi leopardo se acurrucó en él,
guardando las garras, dejándose amansar por sus cálidas caricias.
Su mano, grande y áspera, cubrió la mitad de mi rostro. Allí se quedó, quieta, caliente
contra mi piel.
Lentamente, subí mis párpados encontrando esos posos oscuros que amenazan
con absorberme para siempre. Los centímetros que nos separan desaparecieron,
nuestros labios se unieron en una dulce promesa.
Nos alejamos despacio, Bakhet aferrando mi rostro en sus manos. Quiero besarle
de nuevo. Paso mis manos sobre sus hombros y rodeo su cuello, aplasto mi rostro
contra su pecho. Su aroma me envuelve por completo. Sus brazos me pegan más a
él, como si quisiera fundirnos en un solo cuerpo. Aprieto con más fuerza.
No debería importarme tanto. Pero lo hace. No debería hacer esto, aquí, con el, en
esta posición. Nada de esto debería estar pasando. pero lo hace. No se que sucede
conmigo, no puedo entenderlo. Pero quiero ser egoísta y aferrarme a esta sensación
de comodidad y paz que solo he sentido con él desde que escape.
Bakhet me alejo un poco para mirarme a los ojos. Se ve ofendido por mis palabras.
—No, jamás. Al contrario cariño, me odio a mí mismo. No estuve allí para a ti... ¿Que
fue lo que paso?
Niego con la cabeza. No, no permitiré que los demonios destruyan este momento.
Jamás me he sentido tan...viva desde eso.
—Está bien, no me lo cuentes ahora. Pero quisiera saberlo. Quiero saber quién te
ha hecho esto y matarlo con mis propias manos.
—La venganza es mía-le gruñó mostrando los dientes. Sus ojos se oscurecen. Una
peligrosa sonrisa forma sus labios.
CAPITULO 16
Bakhet
Para los hombres lobo el ritual es tan simple como reunirse una noche de luna llena
y jurar ante la Diosa todo lo que se están comprometiendo hacer. Con o sin testigos.
Pero las cosas no son tan simples con los leopardos, estos no adoraban a la Diosa
Luna, la aceptaban como una divinidad y la respetaban, pero eso no quiere decir
que confiaran en un juramento bajo su nombre. Y los lobos no confiaran en un
juramento donde la otra parte no respetara, adorara y entendiera al completo a su
Diosa y la importancia de jurar ante y por ella.
En una mesa redonda, imitando la idea que una vez perteneció al Rey Arturo,
estaban ubicados el alfa de los leopardos en frente del alfa de los lobos. A la
izquierda de Brad estaba sentadas su esposa y sus dos hijas, a la derecha estaba
Teodoro y tres betas. Mientras que a la derecha de Bakhet estaba su tercera mano
y mejor amigo, Acke. A su izquierda están Demetrio y Rowan, quienes vieron el viaje
como una oportunidad de aprendizaje, además de ser sus mejores estratagemas.
Tenía más betas, como Wolfriano, Bengt y otros más, pero ellos se quedaron en la
manada y la protegían en su ausencia.
El lobo miró de reojo a su compañera, quien lo miraba fijamente sin temor. Aunque
sus ojos eran indiferentes, Bakhet conocía la batalla de sentimientos que debía estar
llevándose a cabo en su mente, había visto esa guerra el día anterior justo frente a
él. Pero en su guerra interior, un lado ganó una de las batallas.
Hallie se quitó la máscara de niña vulnerable. Las tres cicatrices que marcaban su
piel le daban un aspecto terrorífico y, había que admitirlo, nada femenino. Esa misma
mañana, cuando bajo a las cocinas para desayunar, lo hizo sin lo que sea que se
ponía para ocultarlas. Todos los presentes se quedaron mudos al verla y él estuvo a
punto de gruñirle a su beta cuándo sus ojos se quedaron más tiempo del que él
consideraba necesario. Bien sabía Bakhet que a Acke le atraían las mujeres fuertes.
Más tarde le dejó bien claro quién era Hallie Black y cuál debía ser su lugar.
Volvió a poner sus ojos sobre Brad, quien lo miraba con conocimiento. Entonces la
puerta se abrió y entró la bruja Alessia. La bruja ataviada con unos vaqueros
desgastados y una remera agujereada y desteñida cargaba entre sus brazos una
bandeja que dejó en el centro de la mesa. En dicha bandeja se encontraba ya la
tabla de arcilla y las palabras del juramento escritas. Solo faltaba derramar la sangre
y que las voces quedaran guardadas en su interior.
Los alfas sacaron los documentos, y en las próximas horas se pusieron frente a la
mesa cada una de las condiciones que ya anteriormente habían arreglado. Primero
leyeron los leopardos y por último los lobos. Cuando Rowan termino de leer los
documentos, Bakhet hablo.
Hallie se tensó en su lugar, sospechaba que se podía tratar eso que quería agregar
el lobo. Esa condición que le había mencionado anoche y, que casi
inconscientemente, ella aceptó. Se sonrojo al recordar la noche anterior y tuvo que
obligarse a pensar en glaciares para recuperar su rostro habitual. Miro a los lados
suspirando de alivio al percatarse de que nadie lo había notado.
—Se trata más de una propuesta informal, por lo que no lo agregue al documento.
Es de mi interés que, de la misma manera en que nosotros hemos viajado hasta sus
tierras y hemos permanecido aquí, un, dos o tres representantes se queden por un
tiempo en nuestra manada.
—Estoy de acuerdo—dijo el alfa Black tras mirar por unos momentos a sus betas—
sería lo justo. ¿Tienes a alguien en mente?
—Yo iré—dijo una voz femenina, adelantándose al lobo, siendo escuchada por
primera vez en horas. Todos los leopardos en la mesa se tensaron y a la bruja casi
se le caen los ojos.
—Está bien—murmuró Brad, dejando que el corazón de Bakhet se relajara. Aun así,
Brad no parecía muy convencido. Miró a su hija por largos segundos, ignorando las
atónitas miradas de su mujer y sus hijos— Pero no iras sola. Hamlet y Patrick irán
contigo. Vosotros tres serán los representantes de la manda Blackcher en territorio
de lobos.
Hallie asintió con un movimiento seco, no volvió a mirar a su hermano por lo que
quedó de reunión. Hamlet, el beta del futuro alfa, también asintió con la cabeza, de
esta forma aceptando las órdenes de su alfa. Patrick no estaba presente, pero él se
encargaría de ponerlo al tanto de su nueva misión. Para Hamlet estaba más que
claro lo que quiso decir el alfa en esas pocas palabras, debían proteger a Hallie.
Aunque ella era muy fuerte, más fuerte que él y Patrick juntos, contra una manada
entera de lobos siempre sería bienvenida la ayuda.
CAPITULO 17
Hallie
Mordí mi labio inferior conteniendo las ganas de acariciar ese lugar que el lobo beso
con dulzura. Fue un movimiento arriesgado, imprudente, algo que esperaría de unos
jóvenes cachorros no de unos adultos con responsabilidades. Si alguien nos hubiera
visto, si Theo nos hubiera atrapado... Aunque quería sentirme enojada, ese
sentimiento de nerviosismo, esa ansiedad producto del pensamiento de si nos
hubieran atrapado in fraganti, me encanto. La bestia se retorció complacida y tuve
que contenerla para no correr en su búsqueda y terminar lo que empezó. Una sonrisa
estúpida cruzó mi cara, mis mejillas doliendo por la falta de uso.
Solté la sensible piel de mis labios y me obligué a pensar en otras cosas. Como lo
que me esperaba con mi familia, seguro que Theo y mamá tienen una larga lista de
cosas que decirme. Papá también debe querer hablar seriamente conmigo. Debí
haberle puesto sobre aviso sobre lo que el lobo me dijo y de mi propia decisión. Pero
no tuve tiempo, estuve muy ocupada toda la noche dándole mil y una vueltas a lo
sucedido ayer. En sus apasionados besos, su mirada necesitada y sus cálidos
brazos. Hacia tanto que nadie me abrazaba, hacia tanto que no le permitía a nadie
siquiera tocarme.
Recordé el día de mi regreso. La casa, las lágrimas de mis hermanos. Los brazos
de mi familia rodeándome. Fue la única vez que me permití que alguien me tocara.
Después de eso no pude soportar que me tocaran. Días después de mi regreso,
Theo intento abrazarme por detrás... por muy poco, gracias a Lessa y los curanderos,
no se quedó sin brazo. A cada roce involuntario mi animal tomaba el control y sacaba
las garras, dispuesto a decapitar a cualquiera. No dejaría que volvieran a encerrarme.
Hamlet se cruzó en mi camino, sacándome del camino que estaba tomando mis
pensamientos. El lugar al que en un principio no quería ir para evitar comportarme
como una colegiala.
—Hay Hall —me saludo, estirando sus labios en una sonrisa amable. Pero yo sabía
muy bien que detrás de esa sonrisa y modales de príncipe, Hamlet era un auténtico
cambiante, feroz, fuerte y, quien, en un principio, yo había puesto mis esperanzas
para ser mi compañero. Por supuesto, eso sucedió antes de que desapareciera.
—Te tomaría la palabra, Han, de verdad que lo haría. Pero no puedo huir de esto,
no esta vez.
—No, por supuesto que no —dice con un tono de burla —tú eres de las que corren
hacia el peligro.
—Me voy, chica peligro. Iré a encapar. Por cierto ¿Crees que sería adecuado si llevo
el pijama que me regalaste en navidad? —Preguntó mientras se alejaba por el pasillo,
caminando de espaldas. Contuve una risa, el pijama del que hablaba se trataba de
uno kigurumi de oveja.
Su risotada me siguió unos metros hasta que llegue a la oficina del alfa. Pude sentir
que detrás de esa puerta estaba toda la familia. Por un momento, pensé seriamente
en el consejo de Hamlet. Huir.
No. Tarde o temprano debería enfrentarme a ellos. Y siempre fui partidaria de que
es mejor hacer las cosas a primera hora. Tome aire, sujete la manija de la puerta,
destrabe y empuje.
Cuatro rostros enfadados me dieron la bienvenida. Los ignoré cuanto pude mientras
ingresaba y cerraba la puerta tras de mí, colocándome la máscara de póker.
Tranquila, me dije, calma. No le dejes entrever lo que sucedió ayer. No le dejes saber
lo que ha estado sucediendo entre el lobo y tú. Es muy probable que ellos no
comprendieran como un lobo podría ayudarme a superar lo sucedido.
Si, han pasado tres años. Si, soy como un muro de acero. Pero eso no quiere decir
que haya superado todo lo sucedido. Que los demonios no vuelven todas las noches
a atormentarme. Que las heridas no duelen y castiguen mi cuerpo a pesar de ya
estar curadas. Que, aunque esté despierta y en pleno día, las sombras me susurren
y las pesadillas cobren vida ante mis ojos. Tengo retrocesos en el tiempo, momentos
en que olvidó que ahora estoy a salvo. Oh al menos eso creía, puesto que al parecer
ellos están buscándome. La familia Ferretti fueron testigos de ello.
—Hall, hija mía —fue mamá la primera en hablar, con una voz dulce y lenta, lo que
significa que las próximas palabras serán muy fuertes — ¡¿EN QUÉ DEMONIOS
ESTABAS PENSANDO AL ACEPTAR ALGO ASÍ?!
Si, gritos al cielo de furia y maldiciones peores de las que utilizaría el mismísimo
diablo. Esa era mama cuando se enojaba. Por un rato la escuche despotricar contra
mi padre por haber aceptado tal locura, y contra mi estado mental por presentarme
voluntaria.
—Jena —la voz de mi papá fue baja y tranquila, pero su tono grave retumbó por toda
la habitación. Mi leoparda se estremeció, erizando los pelos —es suficiente. Confío
en las decisiones de Hallie. Y si ella ha decidido ir al territorio de los lobos, no se lo
puedo prohibir.
—¿Qué es lo que buscas Hall? —Preguntó Theo en un tono que me desgarró por
dentro. Sus palabras podrían compararse a que me clavara las garras justo en el
pecho y tirara lentamente hacia abajo, desgarrando la piel, los órganos y quebrando
huesos, palabras que no quiero recordar.
—Aquí estarás a salvo —siguió diciendo — Allí estarás a completa merced de los
lobos. ¡Lobos Hall! Las mismas criaturas que te hicieron esto-dijo acariciando mi
rostro, justo en mis cicatrices. Le aparte la mano de un golpe —¿Ese Hickling te
amenazó? ¿Acaso te ha forzado a esto?
Mis dientes crujieron. Que mi hermano pensara que Bakhet sería capaz de algo así
me enfureció. Que lo comparara a él, un alfa poderoso y magnífico, con esa escoria
me puso muy, muy furiosa. El animal sacó las garras, listo para clavarlas donde más
le doliera.
Lo mire, conteniendo los instintos asesinos del animal, intentando transmitirle cuan
enojada estaba con él por decir esas cosas. Pero Theo no se percató de mi ira, o
simplemente la ignoró.
—Ellos te lastimaran. Podrían hacerte más daño y nadie estará allí para protegerte.
No estoy dispuesto a cometer el mismo error dos veces —Negó con la cabeza, sus
ojos conteniendo lágrimas.
Mi bestia se calmó, aunque aún seguía con las garras listas. Deje ir un suspiro
agotado.
—Jamás podrás cometer un error dos veces, porque jamás se dan las situaciones
iguales dos veces en la vida. Quizás sean parecidas, pero nunca iguales. —Dije
tomando su rostro con mis manos, acunándolo —Los lobos acaban de hacer una
alianza con nosotros, jamás la romperán. Iré y me asegurare que así sea. Además
de verificar que estamos aliados con cambiaformas honorables y no con monstruos.
—¿En qué posición me pondría eso, ahora que me he ofrecido? ¿Una cobarde? Me
ofende mucho que siquiera me lo propongas. No soy una cobarde.
—No, no lo eres Hall. Pero eres nuestra hermana y no estoy dispuesto a perderte
otra vez. ¿Y si ya no vuelves?
Una idea se cruzó por mi mente, fugaz. Quizás no vuelva, no porque me hubiesen
encarcelado, sino porque... rechace mi pensamiento enseguida. Eso era ridículo.
—Nada malo sucederá, te lo prometo. Además, nadie mejor que tu sabe que me
defiendo muy bien-Sonreí.
Hablamos un poco más, más que todo yo, convenciéndolos de que lo que estaba
haciendo no era peligroso y que estaba más que capacitada para lidiar con lobos.
También les tuve que asegurar que mi "experiencia" con los lobos no influiría en mi
estadía en la manda Jokerwolf. Después de un rato logré liberarme de ellos. Susan
ayudó, excusándose de que debía preparar las maletas.
Abrí la boca para hablar, para decir cualquier estupidez que se me cruzara primero
por la cabeza. Pero Susan me gano.
—Se que no vas solo por la manada —Dijo, y me congele. Me gire para mirarla a la
cara, atónita.
—Hickling está muy interesado en ti. Lo sé. Ustedes han salido a dar largos paseos
por el bosque, además de que, cada vez que tu estas en la habitación, él no te quita
los ojos de encima. Por no decir que continuamente preguntaba por ti. Es bastante
sutil como para que mamá no se percatara, pero yo lo note.
—... —Quise decir algo, pero no tenía palabras. ¿Que se supone que le puedo decir
a mi hermanita pequeña?
Sus enormes ojos me miraron. Miles de emociones bailando en ellos. Pude distinguir
unos cuantos, pero solo uno me sorprendió. Alegría, ella estaba alegre por mí.
Deje caer mi cabeza sobre su hombro, las lágrimas cayendo libres de mis ojos
empapando su ropa. Ella no me abrazo, no me tocó. Me sentí agradecida por eso,
pero también dolor. Dolor por no poder tolerar el acercamiento de mi familia, pero si
anhelar el tacto de un lobo.
—Nada por lo que debas sentirte mal —me respondió, una mano dubitativa acarició
mi cabeza. Cuando no la aparte ni me queje, ella comenzó a peinarme con los dedos,
masajeando —Entre ustedes dos hay una química impresionante. No debes
asustarte por eso. Ni sentirte mal por querer sentir el apoyo de un macho fuerte. Es
natural que desees una relación Hall. No te niegues a ella.
—No, no lo estas —dijo su cuerpo vibrando con una risa —Las relaciones son
aterradoras. Yo vivo continuamente en una montaña rusa, subiendo lentamente en
una absoluta dicha y bajando en picada llena de terror. Si es así para mí, no puedo
imaginar cómo debe ser para ti después de ... y con un lobo. Pero no debes
refrenarte. Porque jamás podrás sentir la más pura y grandiosa felicidad que a su
lado.
—Debes luchar por eso, sabrás con el tiempo que fue la mejor decisión que tomaste.
Sientes miedo, sí. Pero ¿Desde cuándo Hallie Black se deja vencer por ese cabrón?
CAPITULO 18
Hallie
Aprieto los puños furiosa. No es lo que me han dicho lo que me molesta, sino que
me lo hayan ocultado por tanto tiempo y hayan actuado tanto tiempo a mis espaldas.
—¡Por última vez SÍ! —Exclamó Lessa exasperada— Desde el día siguiente al que
llegó. Se reunió con tu padre y Theo y te reclamo como tu compañera.
Me dejé caer de espaldas a la cama. Ya era tarde para rechazar el viaje. Entendía a
Bakhet por ocultar algo tan grande, no quería espantarme. De hecho, lo admiro por
su paciencia y fuerza para detener sus instintos lobunos. Es información conocida
que cuando un lobo encuentra a su compañera hace lo imposible por tomarla como
suya. Como normalmente sucede entre los de su misma especie, el sentimiento es
recíproco. Pero ha habido casos de parejas humanas con desastrosos comienzos.
En cambio, Bakhet aceptó el lento método de los leopardos para el emparejamiento,
y no ha hecho un mal trabajo.
Me golpe por esos pensamientos. ¿De verdad lo ha estado haciendo bien? Si, me
auto respondo. No puedo negar que entre él y yo sucede algo. Y, siendo sincera
conmigo misma, la idea de ser su compañera, de ser él mi pareja, no me desagrada
tanto. Es más, me agrada mucho puesto que ahora sé que para él no es un juego
de poder.
¡Ese no es el punto!
Lessa curvo una de sus perfectas cejas en una mirada incrédula. Agarre una
almohada y se la lance a la cara. Un tentáculo de verde pantanoso salió de no-se-
dónde y evito que mi preciosa almohada se estampara contra su cara.
—Es la primera vez que te veo actuar como una joven hormonal quejosa.
¡Felicidades! Has subido un escalón hacia la agradabilidad.
—Que ya no te pareces tanto a una anciana humana de ochenta años, esas que son
solteronas, hoscas y crían como veinte gatos.
Volví a gruñir, enseñando los dientes esta vez. Deje mi cuerpo ceder a la vagancia
por unos segundos más antes de obligarme a levantarme y terminar de empacar la
ropa. Guardé con sumo cuidado un traje de gala, por las dudas, y cerré la maleta.
Por fin.
Solo entonces, cuando me percate del desastre que había hecho en mi habitación y
de la maleta en mi cama, termine de caer en la realidad en la que me había metido.
Iré a una manada de lobos. Donde su alfa es más intimidante que el diablo y, al
parecer, soy su compañera designada por la diosa Luna. Iré a quedarme por un
tiempo indefinido a una manda de la misma especie que me secuestró y torturó por
dos años. Unos lobos que aún me buscan para darme caza y vengarse.
—Alessa—digo clavando mis felinos ojos en ella—Si hace tanto que lo sabes
¿Porque no fuiste tu quien me advirtió?
—Sinceramente, preferí esperar y ver qué ocurría. Necesitas a alguien fuerte para
salir de ese campo de acero que te rodea-se encoge de hombros. Me enfada su
desinterés—Tengo curiosidad sobre qué harás ahora Hall. ¿Lo rechazaras o
aceptaras la danza?
—¿Lo aceptas?—Aunque la bruja intentó sonar indiferente, pude notar cierto grado
de incredulidad en su tono.
—Si—asiento, bajando la pesada maleta de la cama—Seguiré y veré a dónde me
lleva el viento.
CAPITULO 19
Hallie
Por la mañana, toda mi familia estaba formada de espaldas a la casa. Las manos en
la espalda y sus rostros luciendo la perfecta máscara de póker. La despedida fue
aún más tensa. Mientras uno de los lobos cargaba mi equipaje en la limusina, porque
Bakhet debía hacer lucir incluso con el transporte lo poderoso que es, yo me
dedicaba a saludar a mi familia, la cual parecía estar a punto de noquearme y
encerrarme en una torre.
Cuando mama me abrazo, por poco pulveriza mis costillas. No fue un abrazo
cargado de amor, si no uno en donde dejaba en claro lo molesta que estaba conmigo,
y este era su castigo más la ley de hielo que parecía competir con la de mi hermano.
Theo me apretó unos segundos antes de soltarme y mirarme de una manera más
que significativa. Papá... él puso una de sus manos en mi hombro y me dio un
apretón.
La Limusina sería escoltada por dos autos más. Uno iría delante para tantear el
terreno y el otro cuidaba la retaguardia. Hamlet iría en el auto de atrás, y todo el
tiempo tendría una línea abierta y directa conmigo. Solo necesito apretar un botón
del reloj de mi mano y el leopardo vendría de inmediato. Por supuesto, los lobos no
estaban enterados de este pequeño detalle tecnológico.
Acaricie el cuero negro que cubría los asientos. Era una textura exquisita, al leopardo
le gusto. Quise restregarme contra él, como todo un felino, pero contuve mis instintos.
Por el contrario, jugué con los botones de las ventanillas. Abrí varias compuertas
que esconden muchas chucherías, comida chatarra, dulces, cigarrillos.
—Mírame—ordene.
Bakhet apretó un botón y una ventana que nos comunicaba con el conductor se
cerró. Alce una ceja. ¿Eso iba a impedir que el chofer, un lobo con oído superdotado,
escuchara nuestra conversación?
Asintió, respiro profundo y me miró a los ojos. No desvíe los ojos, aguante estoico
su mirada. Aunque tuve la necesidad de parpadear, no lo hice. Joder, que es intenso
el hombre.
Bien. Que te lo diga una bruja no es lo mismo a que te lo diga él mismo, en persona,
en un espacio reducido. Muy bien, respira Hall, respira. Me senté derecha en el
asiento, esta vez sí evité mirarlo a los ojos. Pero eso no prohíbe que el me mire, y
sus ojos estaban clavados en mí como dos jodidas estacas.
—¿No te lo dije? Es diferente para cada pareja. Algunos incluso no lo saben hasta
que ya casi está completada, aunque ambos sean leopardos.
Silencio.
—¿Vas a rechazarme?—Al decir la pregunta que sé que debe estar matando por
dentro, agarro mi mano con mucho cuidado, como si temiera que lo lanzara volando
por la ventana. Es una idea tentadora, pero no.
Suspiro, aliviado. Como si acabara de sacarle una bala de los pulmones. El reflejo
de la ventana mostró mis ojos de un ámbar brillante. La bestia quiere tomar el control.
—Aun no estas lista Hall. Lo haré, joder, que lo haré. Algún día te marcare, pero será
porque tú me lo pidas.
Dejó un suave beso, casi casto, en mis labios y me ayudó a volver a mi asiento. Y el
silencio volvió a reinar el automóvil, sólo que esta vez no me sentí incomoda. Su
mano aún aferraba la mía, con fuerza. Ese detalle me gusto. Por primera vez en mi
vida, me relaje frente a un lobo.
El viaje continuo. Bakhet hizo algunas llamadas, hablo un rato sobre no sé qué cosa
con el chofer; todo sin soltar mi mano. Entonces, comencé a distinguir el brillo
plateado perteneciente a la de una ciudad. La ruta se hizo más grande y pronto
estábamos rodeados de automóviles. Estábamos entrando a la ciudad. Fruncí el
ceño. ¿Acaso su manada estaba dentro de una ciudad habitada mayormente por
humanos? El me miro y sonrió divertido.
CAPITULO 20
Hallie
Sin preguntar, tomo mi mano y me guió hacia el típico ascensor que hay en las playas
de estacionamiento.
—Mi abuelo no era alfa, si eso preguntas. Pero Theo nació con madera de líder. Y
hasta ahora es quien toma el mando aparte de mi padre, ningún leopardo se ha
presentado ante él-explico encogiéndome de hombros.
Las puertas se abrieron dejando paso a una sala elegante. El piso espejo y las
paredes de un gris claro que bien podría confundirse con un gris. Al frente nuestro
hay un gran ventanal que da vista a la ciudad. A unos pocos pasos se encuentra una
recepcionista, sentada detrás de un elegante escritorio. Al vernos entrar, la misma
se pone de pie luciendo su impecable traje. Camisa blanca abotonada hasta el cuello
y falda tubo azul oscuro. Su cabello rubio está recogido en un elegante moño. No
debe superar los treinta años. Su sonrisa al ver al Bakhet es fresca y genuina, con
un deje de ese cariño especial que se tiene hacia su líder.
—Me alegro. Beca, te presento a Hallie Black segunda hija de la alfa de la manada
Blackcher. Está aquí como representante y este es Hamlet Lincoln, beta del heredero
de la manada.
—El placer en nuestro—logro decir sin parecer un animal furioso. Ella no dice nada,
solo me sonríe como si entendiera, sus ojos clavados en las cicatrices blancuzcas
de mi rostro.
—Los horarios son rotativos y por si alguien se estresa demasiado, la tercera planta
es absolutamente para descanso. Hay un jardín grande donde pueden dejar libre al
animal o simplemente descansar.
—La manada no está ubicada en una población. Las viviendas están escondidas en
el bosque, en todo lo que se extiende nuestro territorio. Solo la manada conoce la
ubicación de cada hogar.
Tengo que admitir que es una buena estrategia. Si algún enemigo ataca, todos los
integrantes de la manada están escondidos, separados imposibilitando al enemigo
llevar a cabo su plan.
Hallie
Bakhet me mira como si supiera que estoy pensando y niega lentamente con la
cabeza, amenazante. Sus ojos, por un segundo, dejan ver al animal que guarda.
Enseguida desaparece, pero al notar la tensión de su cuerpo, como se marcan las
venas de su cuello y su ceño fruncido, sé que le está costando trabajo mantener el
lobo a raya.
—Está bien Hamlet—detengo su discurso de las mil y una razones por las que no
podíamos separarnos—Esta bien. No sucederá nada que tengamos que lamentar—
Mire de reojo a Hickling con clara amenaza.
Bakhet solo me sonríe aceptando el reto. Una sonrisa torcida que hace mis piernas
temblar como cuando, bueno, como hace mucho tiempo no sentía. Desde que lo
conozco todos mis instintos que creía muertos han despertado.
Hamlet no dijo nada más y Bakhet nos pidió que esperamos mientras se metía en
una oficina. Aproveche que se alejó para acercarse a Hamlet y murmurarle muy
bajito al oído para que nadie que no fuese él escuchara.
—No le digas a nadie nada de lo que acaba de suceder. Para el alfa, la manada de
lobos reside en una aldea y nosotros nos alojamos en la casa alfa. ¿De acuerdo?
—Si-conteste sin dar vueltas al asunto para convencerlo— Hickling está confiando
demasiado en nosotros. Dudo que quiera que esta información tan importante se
filtre.
—Entonces solo díselo a papá y a Theo y recalca que te será imposible dar
ubicaciones o coordenadas exactas. Y que solo ellos dos pueden saberlo. Nosotros
nos quedaremos en una residencia ¿Entiendes? Yo no estoy con el alfa en su casa—
Hamlet no me contesta enseguida, por lo que insisto agregando a mi voz un poco
de amenaza—Hamlet...
—Si, Hall. Entiendo—Suena resignado, pero se que hará todo lo posible para darles
indicaciones sin dar demasiada información, con palabras claves y pistas.
Fría como el hielo, dura como el acero, letal como el veneno. Me repetí. Aunque los
derechos de autor de aquella frase pertenecen a una serpiente, me gustaba
recordarlo y decírmelo a mi misma para ayudarme a recordar como debo actuar.
Justo lo que necesito.
-Hall, Hamlet, este es Wolframio Wells, aunque todos le decimos Wolf. Mi mano
derecha. Él se encargará de guiarte a la residencia donde se quedaras Hamlet.
Las puertas del ascensor se abren y en pocos minutos estamos otra vez en el
estacionamiento subterráneo. Wolf camina con pasos largos hasta un deportivo
bastante llamativo y moderno, que haría babear a cualquier amante de autos, pero
como yo apenas distingo los vehículos por las cantidades de rueda, no me
impresiona.
—¿Te gusta su auto?—Pregunta Bak a mi lado al notar que no aparto mis ojos de
allí.
—Es bonito. Muy masculino. Aunque creí que eran los jóvenes adolescentes quienes
conducen autos deportivos.
Escucho un gruñido proveniente del auto y retengo una sonrisa burlona. El lobo a mi
lado suelta una risita ronca que me pone los pelos de punta.
—No te burles de él, no es su culpa ser tan serio. La única razón por la que se
mantiene callado ante tus pullas es porque eres mi compañera.
Bak rueda los ojos sin creer ni una de mis palabras, pronunciadas con falso tono
inocente.
—En realidad, cuando te conocí, creí que eras igual que él.
—¿De verdad? -Giro sobre mí misma para enfrentarlo, ahora nuestros pechos están
casi unidos, y tengo que levantar el mentón para poder ver sus ojos—Si yo era toda
una señorita modales y sonrisas.
Incluso yo puedo sentir la repugnancia en mi voz al decir eso último. No es que tenga
nada en contra de las jóvenes que son así, pero tener que comportarme como tal,
como fui en el pasado, rechazando todo lo que soy ahora... es insoportable. Es como
si tuviera que usar un suéter de lana sobre mi pelaje cuando estoy en mi forma
animal: incomodó, innecesario y fastidioso.
—Ya. Se notaba a leguas que era una máscara. Estabas tensa y recelosa a nuestro
alrededor. De hecho, puedo apostar lo que sea a que cada vez que nos veíamos tu
leopardo quería saltar y arrancarnos los ojos.
Sus brazos me rodean casi al instante en el que pronuncia esas palabras. Me aprieta
contra su cuerpo en un caluroso abrazo que me relaja y me encanta. Es muy
cómodo. Es un sentimiento difícil de explicar, pero puedo asegurar que me gusta,
me gusta que me abrace. Me hace sentir...bien.
Ningún auto es seguro, pero no seré yo quien lo despierte de esa burbuja en la que
parece estar metido. Hombres, ruedo los ojos mientras el lobo me cuenta cada
detalle de su bebé, cuando se trata de autos o pesca el resto del mundo carece de
importancia.
Por fin logro que deje de darme toda la información sobre la camioneta y nos
ponemos en marcha. Salir de la ciudad nos toma un buen rato en el cual solo
escuchamos la lista de música que pasan por una radio. Tengo que admitir que estos
asientos son muy cómodos y el sueño no tarda en hacer presencia en mí. Mis ojos
comienzan a arder y siento pesado mi cuerpo. De vez en cuando, los párpados se
me cierran y se niegan a volver a elevarse. Bakhet lo nota.
—Espero que no te moleste—dice mientras me guía por una puerta pequeña de una
esquina. El garaje tiene espacio para tres vehículos. Dos de esos espacios están
ocupados por la camioneta, un descapotable color beige y el tercer espacio tiene
una enorme motocicleta, y par de bicicletas profesionales.
—Tendremos que caminar un poco hasta llegar a casa. Normalmente suelo hacerlo
transformado, pero, por hoy, iremos a pie.
—Nunca es suficiente Hall. Soy un animal muy protector. Aquí vivirá mi compañera
y mis hijos, debo asegurarme que estén lo más protegidos que pueda. Y eso no será
suficiente—Hay algo que lo atormenta. En sus ojos se ve una nube de recuerdos
dolorosos en los que no quiere pensar. No voy a presionarlo, tal como él no me ha
presionado a mí. Me lo dirá cuando esté listo, para entonces esperare a estar lista
para contarle mi propia historia.
—Espero que el interior si pueda distinguirse. Odiaría chocarme con una pared
invisible al querer entrar en la cocina—digo para aligerar el ambiente.
Ríe y me guía hasta una parte del gran espejo que refleja el bosque. Toca la
superficie, apoyando toda su mano. Un segundo después la aleja y su huella queda
marcada en color verde en el espejo. Enseguida una puerta se abre, más bien de
desliza hacia un costado dejando el espacio suficiente para que ingresen dos
personas. Bakhet entra y yo lo hago detrás de él. La puerta se cierra a mis espaldas
y, por un segundo, todo es oscuridad. Entonces Bakhet dice en voz alta:
—Luz
El hospital psiquiátrico una vez fue un gran hospital de prestigio, con paredes
blancas e impolutas. Ahora está cubierto de moho, manchas de vómitos, desechos
humanos y sangre de los antiguos residentes; paredes derrumbadas, otras
ennegrecidas por tanta humedad y con escombros esparcidos y cayendo por doquier.
Agregando la poca iluminación y los tétricos sonidos que provoca el ingreso del
viento por las ventanas rotas. Se trata de un sitio perfecto para una película de terror.
Esa gatita les había arrebatado todo, incluso sus preciosas tierras, su territorio. La
loba blanca sacó las garras enfurecida al recordarla y empezó a desquitarse con las
paredes de cemento, cortandola como mantequilla.
—Estamos cerca Hallie. No te escaparas. Vas a pagar por lo que nos hiciste
¡MALDITA PUTA!—la pared se derrumbó y la loba se encontró del otro lado una
habitación bastante curiosa. Una sonrisa tal cual la de un niño al encontrarse con un
dulce, o un poco de dinero tirado en la calle, apareció en su horroroso rostro.
—Mira lo que tenemos aquí Hall. Oh, cariñito, nos divertiremos mucho en este cuarto.
CAPITULO 22
Hallie
Las luces dejaron ver un espacio grande y abierto decorado con colores que
varían del blanco a los marrones. Al lado de la puerta hay un perchero hay un
perchero donde cuelga un abrigo y a los pies hay un mueble pequeño. Bak se
quita los zapatos y los guarda en el pequeño mueble, siendo estos
reemplazados por unas pantuflas grises. Me ofrece un par que me deben
quedar gigantes, ya que son del doble del tamaño de mi pie. Quito mis zapatos
y me calzó las pantuflas, son cómodas a pesar de quedarme grandes.
Nos adentramos más a la casa y descubro que las paredes que por fuera son
espejos, por dentro son enormes ventanales que dejan ver la magnificencia del
bosque y su salvajismo. Doy la espalda al bosque para descubrir el interior. Como
dije, el espacio es grande y no hay paredes que dividan en habitaciones. A la derecha
de la puerta principal hay tres sofás, dos de un cuerpo y uno más grande, de cuero
negro y a juego; rodean una mesa ratonera cuadrada, enfrentados a unas largas
estanterías repletas de libros, estanterías que rodean una pantalla plana enorme.
Más al fondo de la estancia se alza una escalera caracol con escalones de madera
oscura y barandal de metal pintado en negro.
A la izquierda de la puerta hay un pequeño comedor para cuatro personas y una
cocina completamente equipada por lo visto, y con el suficiente espacio para que no
sea incómodo cocinar. Detrás de la cocina hay una puerta algo escondida que
seguramente lleva al baño.
Todo está perfectamente limpio y ordenado, y el diseño más los colores y el perfume
de ambiente deja en claro que es una vivienda masculina. Me gusta.
—Arriba están las habitaciones—Dice Bak mientras arrastra mi maleta y sin esfuerzo
sube las escaleras caracol.
Joder, ahora es cuando me doy cuenta que no pensé bien al aceptar su propuesta.
Estaba demasiado nublada por las emociones y no prevenía ni baraje todos los
escenarios que se podían y pueden presentar. Una parte recóndita de mi mente
sigue insistiendo de que él es un lobo, el enemigo y que voy a literalmente acostarme
con mi enemigo. Pero esa parte es minoría. Y el leopardo está ansioso. Más bien,
deseoso. ¡Dioses!
Me remuevo incómoda.
—¿Dormiré aquí?—Pregunto como una estúpida. Está más que claro que el lobo no
me dejara dormir en otro lado. Me imagino cómo sería dormir al lado de un cuerpo
caliente, y eso no me repugna. Me agrada.
Cierro los ojos. Entrego mi confianza, una esfera delicada de cristal rota en mil
pedazos unidos con un pegamento barato. Es lo que tengo, y él lo acepta. Acerca
su rostro aún más, sus dedos están quietos. Su aliento choca contra mis labios e
inconscientemente, o quizás no tanto, me acerco más. Nuestros labios apenas se
rozan, apenas nos tocamos. Él se acerca más y me besa. Lento con pereza, mueve
sus labios sobre los míos en tiernos besos que derriten las capas de hielo que rodean
mi corazón, una a una. Le beso de vuelta, profundizó el contacto necesitada de más.
Necesito sentir más de eso que el me da. Esa calidez, ese sentimiento que me
conmueve tanto y me duele.
Unas lágrimas rebeldes ruedan por mis mejillas hasta llegar a nuestros labios,
humedeciendo el beso que toma un sabor salado. Él se separa despacio y me mira
preocupado. Yo lo miro, con los ojos llorosos, perdiéndome en ese celeste tan
maravilloso, en ese cielo tormentoso que está dispuesto en dejar ir las nubes por mí.
Sus manos acarician mis mejillas, borrando las lágrimas que pronto son
reemplazadas por otras.
—¿Que ocurre Hallie?—Amor, hay amor en su voz y mis lágrimas aumentan. Mis
brazos lo rodean y me acurruco contra su pecho. Caliente, suave, un refugio, mi
nuevo hogar.
CAPITULO 23
Hallie
Segundo día en la manada Jokerwolf. Y me despierto en los brazos del alfa. Siento
que estoy asándome del calor que tengo. Me libero de su firme agarre para darme
una ducha. Abro la maleta que está tirada en el suelo y escojo mi ropa. Una remera
común y unos vaqueros que realzan mis piernas. Lessa les dice los vaqueros
matadores. Sintiéndome una niña traviesa salgo del cuarto y voy al baño, segunda
puerta a la derecha. Es un sitio espacioso, no tiene bañera, pero la ducha es muy
moderna. Se trata de un espacio cuadrado de vidrios polarizados azules, y con
orificios por todas partes. Al encender el mecanismo el agua comienza a caer desde
arriba y choca contra mi cuerpo por los orificios de los costados. Es relajante, la
presión del agua en mi cuerpo.
Aun puedo sentir sus manos. Pudo sentir como sus besos poco a poco van dejando
atrás la dulzura para ser más exigentes, más pasionales. Y me deje llevar, como un
barco de papel en el mar. Poco a poco mi ropa fue desapareciendo. Primero mi saco,
luego mi remera. Sus manos eran calientes contra mi piel, abrazadoras. Cada
centímetro de mi fue explorado con cuidado y dulzura. Quedamos casi desnudos
cuando caímos sobre la cama, Bakhet empujo la maleta y esta cayó al suelo
haciendo un sonido fuerte al cual ignoramos. Su boca abandonó la mía para
comenzar a bajar por mi cuello, luego mi clavícula y más abajo. Su barba de unos
pocos días raspaba mi piel de un modo jodidamente erótico. Sus manos me quitaron
el sujetador, sus manos cubrieron mis senos antes de que yo pudiera esconderme.
—Tranquila—dijo con esa voz ronca, mirando embelesado con esos ojos celestes
oscurecidos por el deseo. Apretó mis senos y comenzó a masajear los pezones con
sus pulgares. Mordí el labio inferior para evitar gritar—Eres hermosa Halle, eres la
mujer más hermosa que existe.
—Supongo que habrás visto a muchas para afirmar eso—dijo jadeando, su masaje
se detiene y tengo ganas de quejarme. Arqueo mi espalda, ofreciendo mis senos sin
pudor.
Sus labios reemplazan sus dedos y no puedo evitar el gemido que se escapa de mí.
Hundo mis manos en su cabello rubio y sujeto con fuerza puñados de cabello. Él
gruñe algo, con mis pezones en su boca y las vibraciones de su voz en contacto
directo con mi piel sensible me arranca más gemidos.
Soy un ser incapaz de hacer otra cosa que gemir y retorcerme de placer. Su boca
lame, succiona y muerde mis pezones. Es demasiado. Demasiado ... Poco a poco
su mano baja por mi torso, acaricia mi estómago, mi cadera, mi muslo. Entonces su
mano viaja entre mis piernas y presiona la zona más sensible de mi cuerpo.
Me congelo.
Y de repente escucho. La puerta del baño se abre y Bakhet entra al cuarto. Está
completamente desnudo, su imagen difuminada por el vapor del agua caliente.
Deslizo la puerta de la ducha apoyándome contra el vidrio. Sin vergüenza, sin temor,
lo invito a acompañarme.
Soy un felino curioso que quiere saber qué más puede hacerme sentir ese lobo.
Bakhet sonríe, una sonrisa depredadora que promete mucho. Como el cazador que
es, se acerca a mí. Letal, dispuesto a arrebatar cada una de mis energías y defensas.
Y yo estoy deseosa de que lo haga.
***
Entramos por las puertas giratorias y casi que corremos hasta la recepción principal.
Lo primero que siento es el olor, el clásico olor metálico de la sangre. El lugar este
vacío exceptuando por tres lobos, Hamlet y dos mujeres, una de las cuales conocí
ayer y ahora está llorando desconsolada.
Bakhet va hacia la mujer, Beca, y yo me acerco a Hamlet, el cual tiene la vista fija
en el vacío. No, el vacío no. Me doy la vuelta para saber qué es lo que está mirando
y entonces, el mundo se paraliza.
En la pared blanca está pintado ese signo. El signo de la loba blanca. Tres líneas
pintadas con sangre. Las mismas tres líneas que cruzan mi cara.
CAPITULO 24
Hallie
Alejo mi vista de la pared. Cuando todo parece ir bien, cuando por fin estoy
avanzando...los recuerdos dejan su oscura cela en mi mente para acecharme.
Refriego mis ojos y trato de evitar recordar, o el olor a lobo que hay aquí me
volverá loca. El olor a ellos.
El leopardo saca las garras y depende de toda mi fuerza no dejarlo salir. Ni al animal
y a los recuerdos. Inspeccionó la sala. Hay más sangre. La chica había dicho que
hubo seis heridos y por el desastre, los escombros, la magnitud del desastre
sospecho que fue una bomba. Una bomba pequeña, para que no derribará el edificio.
Una advertencia. O un llamado.
Me acerque a Bakhet que abrazaba a Beca. Ella no parece estar herida ¿Que ocurre?
Asiento con la cabeza, mis manos van a mi rostro inconscientemente. Acaricio mis
cicatrices despacio y ya no puedo evitarlos. Los recuerdos me golpean dejándome
sin aire. El dolor...la suciedad... sus manos sobre mí. El asfixiante olor de la sangre
y los desechos humanos. Mi sangre. Mi peste. Siento como mi piel se desgarra otra
vez. Como las capas de piel y músculo de mi espalda vuelven a abrirse siendo
cortadas como filetes hasta el hueso. Siento esos agónicos segundos entre azote y
azote con el látigo de púas. Un gruñido bajo sale de mi garganta llamando la atención
de todos.
Hamlet reacciona rápido. Sus brazos me rodean con fuerza casi asfixiándome.
Quedó atrapada en la mitad de la transformación. El beta me aprieta con más fuerza
y gruñe palabras en mi oído que poco a poco me recuerdan donde estoy.
Frío. El frío hielo cubre otra vez mi ser. Me obligó a reaccionar, a salir de los
recuerdos. Recupero mi forma humana y me libero de la celda de Hamlet.
—Gracias—agradezco al leopardo que solo asiente con la voz rota por la fuerza de
contenerme.
Esa niña no sufrirá por todo lo que yo sufrí. Se a donde tengo que ir. Si quiero salvarla,
tengo que entrar en su juego. Debo jugar, pero esta vez seré más lista y yo voy a
ganar.
***
Los seis heridos están siendo atendidos de emergencia en el hospital privado que
se especializa en cambiantes. Ralph, el médico jefe de la manada le informa de la
situación a Bakhet, asegurando que todos están fuera de peligro.
Bakhet nos llevó a la oficina mientras un equipo de expertos se hacían cargo del
lugar. En la oficina están dos betas, uno de ellos es Wolf y el otro es una mujer loba.
Hamlet esta un paso detrás de mi, preparado por si vuelvo a perder el control. Yo le
pedí a Bak que no permitiera que Beca estuviera presente, no necesita escuchar lo
que va a salir de mi boca. Pero faltaba alguien en esta improvisada reunión.
Un portal es abierto justo frente al escritorio del alfa. De la puerta tridimensional sale,
o entra, la detective Hazel Queen. El portal se cierra a sus espaldas y la reguladora
se gira a mirarnos con expresión severa.
Una vez estuvimos todos, Bakhet me mira esperando a que comenzaba a hablar.
Está enojado, muy enojado. Siento culpa, porque al venir aquí arrastre mis
problemas hacia su manada y ahora está está recibiendo las consecuencias.
—Hace tres años una manada de lobos me secuestró—conte, clavando mis garras
en las palmas de mis manos, usando el dolor para recordarme que no estoy
encerrada allí. Los recuerdos pasaron por mi mente como una película espantosa y
ajena. Me desentendí de todo lo sucedido y lo conté como si todo no haya vivido en
carne propia todo lo que sucedió— Me mantuvieron cautiva por casi dos años. No
pidieron rescate y jamás dieron una explicación de porqué estaban tan empecinados
en hacerme sufrir. Me torturaron de todas las formas que se le ocurrieron
simplemente por placer. Jamás exigieron información, ni nada. Esta manada está
formada por renegados, lobos que han expulsado de sus manadas por sus actitudes
homicidas, pensamientos psicópatas. Y su jefa es la Loba Blanca. No es un alfa,
pero podría ser igual de poderosa que uno. Cuando hui asesine a su hijo—Detengo
mi relato para acariciar las tres líneas que cruzan mi cara. Esa era su marca, su
distintivo—El objetivo soy yo. Lamento mucho haberlos involucrado—digo mirando
a Bakhet. Lo lamento mucho, esa chica debe estar viviendo un infierno por mi culpa.
Yo los guíe aquí.
—Muy probable.
Asentí. Estaba a punto de agregar que era parte del juego. Al principio sería fácil y
poco a poco se volvería más difícil. Pero no comprendo qué quiere. ¿Qué la aceche?
¿Qué le de caza?¿O que vaya caminando sola hacia el infierno?
—Pero no las marcas en el rostro de las mujeres—espeta ella con el ceño fruncido-
Has ocultado información en una investigación. Eso te trataría como cómplice.
—¿Les hicieron una autopsia verdad? ¿Cuáles fueron los resultados? Agresión
sexual, huesos rotos, piel arrancada a tiras, heridas de garras. ¿Por cuantos orificios
las violaron? Uno solo ¿Verdad? No tenían mucho tiempo. Imagina eso, todos los
días por casi dos malditos años. Y multiplicados, porque como bien sabes ellos eran
humanos, pero yo no, yo me curaba más rápido así que podían atormentarme el
doble y saber que no moriría. Perdóneme agente por no revelar esa parte de mi
pasado o porque me importe una mierda lo que les hayan hecho a ellas. Yo lo pase
peor y debo vivir con eso. Al menos ellas están muertas.
No permito que me diga nada más y salgo de la oficina de Bakhet. Tengo que
alejarme de aquí. Siento como el leopardo rasguña intentado salir a la superficie.
Corro al tercer piso y ni siquiera puedo quitarme la ropa. Me transformo en unos
agónicos y placenteros segundos. Puedo oler a Hamlet cerca.
Lo ignoro. Los ignoro a todos perdiéndome en el follaje, dejando a los recuerdos
golpearme. Corro.
Sus risas.
Corro.
Corro
Corro.
Corro.
Su aliento sobre mi piel, violándome entre todos sin parar por horas. Rompiéndome
de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro.
No puedo respirar por la sangre en mis pulmones. No puedo evitar que entren y
salgan de mi cuerpo. No puedo bloquear mi mente para no sentir dolor. No puedo
dejar de escuchar sus risas. Y su olor, su olor ahora impregna todo el edificó. Me
persigue. Su putrefacto olor a alcantarilla está pegado a mí.
Un lobo se interpone en mi camino. Saltó sobre él, hundiendo mis garras en su lomo
y mis dientes en su cuello. El lobo aula con agonía, se tira sobre sí mismo y rueda
por el suelo aplastándome con el peso de su cuerpo. Mi agarre se debilita y el
aprovecha para alejarse. Estamos enfrentados cara a cara. Sangre gotea por mi
barbilla. Gruño, enseñándole los dientes. Mis garras se hunden en la tierra
humedeciéndola con su sangre. El lobo jadea, pero no ataca. Lentamente se sienta
sobre sus cuartos traseros y baja la cabeza, sumiso. Rindiéndose.
¿Qué...?
Entonces lo reconozco. Reconozco ese pelaje y ese calor que desprende. Y me
siento enferma. Me pongo las cuclillas y me acerco hasta él arrastrándome. Me mira
con cautela, pero no cambia su posición. Lo e lastimado, maldicen, e herido a Bakhet.
Lamo sus heridas arrepentidas y el muerde despacio mi oreja para que lo deje. Lo
empujo con mi cabeza arrepentida y el parece perdonarme.
—Está bien—dice el, rodeándome con sus brazos y apretándome más contra su
cuerpo. Lloro contra su hombro, mis lagrimas combinándose con su sangre. Las
heridas lentamente cierran. Por suerte, Bak relaciono rápido antes de que le
desgarrase el cuello o arrancara su columna-Eres fuerte.
—No es gracioso.
—Lo siento Halle. Escuche lo que hablaste con Queen. Te juro que encontrare a esa
loba y la matare con mis
—La habrán dejado encadenada en alguna celda de las mazmorras, quizás la mía.
Nadie va a estar ahí y si hay alguien, será un par de lobos idiotas que seguro la
hicieron enfadar y por eso los condenó a muerte al ordenar quedarse allí.
—No, nadie que acabe en sus manos estará bien-contestó sincera—¿Dices que se
llama Lizzy? Pues Lizzy habrá vivido una porción del infierno que yo viví. No la
dejaran solo con el trauma de ser secuestrada y abandonada en una celda. La
torturaran un poco. Quieren lastimar Bak. Y lo harán. No puedes permitir que
lastimen a nadie más.
—No lo are.
—No lo es Hall.
Hallie
Bakhet está callado y yo no hago nada por romper el tenso silencio que se formó
entre nosotros. Se que, diga lo que diga, es mi culpa que haya pasado esto.
Maldición, apenas he estado dos días aquí y su manada a sufrido la perdida de uno
de los suyos y una niña fue lastimada severamente. No los culpo si me odian. Quizás
lo mejor sea regresar a mi manada y cuando el problema de la loba blanca este
resuelto ver cómo serán las cosas con Bakhet.
Esa noche no pude dormir. Los recuerdos estaban muy frescos en mi memoria y no
puedo, no puedo dormir con los demonios atormentando. Estamos acostados en la
misma cama, dándole la espalda como un matrimonio viejo y con problemas. Suspiro
y me retuerzo hasta estar frente a su espalda. Pasó un brazo por su torso y me pego
a él, dejando descansar mi rostro sobre el suyo.
—¿No entiendes Hall?—Murmura con tono medio enfadado, se mueve por lo tanto
me alejo del hasta que quedamos enfrentados—No quiero que te hagas cargo. No
quiero que te pongas en peligro. De solo imaginar que te enfrentas a esos malditos
hijos de perra que te hicieron tanto daño me enferma.
—Es por mi por lo que están aquí por lo que es mi problema. Además, Bak... se
cuidarme. No soy la misma que de hace cinco años atrás.
—Te creo, pero enfrentarlos te harán daño, más daño aun del que te hicieron. No
quiero que tengas que enfrentar las caras de tus demonios.
—No lo harás.
— Bakhet—por primera vez mis ojos se llenan de lágrimas, pero porque estoy
conmovida. No por mí, por él. Siento miedo de que algo le pase, odio la sensación
de que toda su manada esté en peligro. ¿Y si la bomba hubiera estado en su
despacho? La loba blanca quiere jugar, es la única razón por la cual hay tan pocos
heridos.
—Lo siento lobito, pero no puedo prometerme que me quedaré quieta. Yo traje este
problema y sol yo puedo resolverlo-susurro, aunque no puede escucharme.
***
Al mediodía ayuda a la mujer, que se llama Sara, a cocinar. Es una mujer muy
ocurrente y divertida, y en compañía de su esposo Jack y la pequeña Alexa el tiempo
pasa rápido y entretenido.
Entonces mi celular suena y me sorprende que haya señal aquí. El nombre de Susan
se lee en la pantalla y contesto de inmediato.
—Hall—habla por fin con la voz rota por el llanto y el miedo de lo que puede pasarle
congela cada nervio de mi cuerpo.
—No lo sé, pero todos están como locos—llora—Hall no querían decirte nada, pero
debes saberlo. Fueron ellos, los que te secuestraron a ti, lo sé. Fue en el mismo
lugar donde perdimos tu rastro cuando desapareciste.
CAPITULO 26
Hallie
Mentirle a la familia lobo fue fácil. Llegar a la casa del alfa fue más fácil aún. Robar
la motocicleta guardada en su garaje fue pan comido.
Viaje por el bosque y la carretera hasta el ingreso de la ciudad. Logre entrar por
calles secundarias para evitar el tránsito y que alguien me descubriera y hablara con
Bakhet. Si él se entera volverá a encerrarme en su bosque rodeada por un centenar
de soldados lobos. No puedo permitirlo, no puedo dejar que el instinto sobreprotector
de macho alfa me alcance, o Lessa estará perdida.
Mi imaginación tiene una fuente muy confiable, lo que me lastima aún más saber
que le están haciendo exactamente a la bruja. No puedo permitirlo. Lessa es mi
amiga. Es mi mejor amiga. Me ayudó a superar lo mejor posible todos mis traumas,
me acompañó en mis noches de terror y curó las heridas que noche tras noche se
habrían. Su magia me cuidaba, y su persona me consolaba.
—¿Hallie? ¿Para qué me buscas? -Es lo primero que dice Hazel apenas me ve. Me
paro frente a ella, a pocos pasos y la miró directo a los ojos. Noto como si mirada se
desvía a mis cicatrices. Aprieto la mandíbula enfadada y entrecierro los ojos.
—Bakhet no debe saber que estoy aquí-digo y la mestiza asiente lentamente-Tú vas
a ayudarme.
—¿Qué es esto?—Preguntó.
—Los rojos son las zonas donde se con seguridad que han estado la manada de
lobos de Blanca. Los azules son donde podrían estar, teniendo en cuenta el patrón
de comportamiento. Tienen una preferencia por los lugares grandes, abandonados
y en pésimas condiciones.
—Tu amiga fue secuestrada en otra ciudad, pero pareces estar muy segura de que
está aquí. ¿Por qué?
—Si, pero mi magia no es tan fuerte como la de una bruja pura. No puedo hacerlo
con un chasquido de dedos, necesito...
—Bien, entonces poder rastrearla de acuerdo al rastro de magia que haya dejado.
Necesito tu sangre y tu mente.
-—¿Mi qué?—¿Acaso oí bien? Si piensa que la dejaré entrar a mi mente está muy
equivocada. Además, las mentes de los cambiaformas son impenetrables.
—Me refiero a que la información pasará por tu mente. Mira, yo seré un conducto y
tú la receptora. Solo tu podrás ver dónde está.
Queen aliso el mapa sobre la cama y colocó libros en cada extremo para mantenerlo
quieto. Me hizo colocarme de un lado de la cama mientras ella se iba al otro. Sacó
una navaja de su bolsillo trasero y me señalo mi mano. Sin dudar le extendí mi brazo,
dejando a su total disposición mi muñeca. El filo de la navaja cortó mi piel como
mantequilla. Sentí ardor, pero era insignificante. La sangre cayó en gruesas gotas
sobre el centro del mapa. Al curarse la herida, Hazel soltó la navaja que cayó al
suelo y sujeto mis dos manos extendidas. Cerró los ojos y empezó a murmurar
palabras en latín de las cuales ignoro su significado. Siento el cosquilleo sobre mi
piel, molesto, el animal detectando la magia y rechazándolo por inercia. Aprieto los
labios y me concentro en dejar conectarme con la mestiza.
Imagino dos cuerdas en el vacío de nuestras mentes. Dos cuerdos que poco a poco
se van acercando, sus extremos se tocan y una llama los quema, hundiendo ambas
cuerdas. Entonces lo siento. La voz de Hazel rebota por toda la habitación, más
grave, más oscura. La magia se intensifica apestando el lugar, mezclado con la
sangre. Veo el mapa, veo como lentamente mi sangre se va moviendo, gota tras
gota se extienden por el mapa.
La voz de Hazel se intensifica. Está gritando. La sangre se mueve con más velocidad,
viento se agita a nuestro alrededor y el suelo tiembla. Pero mi sangre sigue
moviéndose hasta que permanece quieta por un segundo completo sobre un punto
exacto del mapa, sobre un círculo azul.
Y todo se termina.
Las cuerdas se desatan. Nuestras manos se separan y Hazel cae de rodillas al suelo
jadeando. Corro hacia su lado y la sostengo para evitar que se desvanezca. La
levantó sin esfuerzo y la recuesto en la cama, ella murmura algo y tengo que pedirle
que vuelva a repetirlo. Cuando comprendo lo que dice corro hacia una su maleta que
está cerca del baño y la reviso con rapidez, dando vuelta todo sin tiempo para buscar
con cuidado sin desordenar. Al final encuentro un pequeño cilindro con un líquido
morado dentro y corro a la cama con él. Quito el pequeño tapón y dejó que unas
gotas caigan sobre los labios de Hazel. Esta se relame, y esa simple acción parece
costarle mucho.
Frunzo el ceño. Ella no dijo que le afectaría tanto hacer este hechizo. ¿Realmente
es media bruja? ¿Oh solo tiene una misera parte de sangre mágica en ella? No, si
no fuera mestiza su aroma sería el de un humano normal.
Tres minutos después Hazel se levanta de la cama. Esta pálida, pero ya no suda ni
parece estar a punto de desmayarse. Me llama la atención el color blanquecino que
tomaron sus iris, pero decido callar. Hay otras cosas de que ocuparnos ahora.
Hallie
La puerta de entrada está cerrada, igual que todas las ventanas. Aunque la madera
está podrida y podría abrirla con un solo golpe.
—¿Para qué? Ya saben que estamos aquí—me encojo de hombros y doy una
patada a la puerta. La madera cruje y cae al suelo levantando una nube de polvo. El
olor putrefacto se mete por mis fosas nasales y tengo la certera sospecha de que
este hediondo hedor se quedara en mi sistema por largas semanas.
—¿Crees que soy detective por nada? Te sorprendería los puntos débiles que tienen
los cambiantes, puntos a los que cualquier humano bien entrenado puede llegar y
atacar.
No hablamos más. Entramos a lo que parece ser la recepción. Claro que las
baldosas del suelo están quebradas, y la hierba mala crece por entre ellas. Y la mesa
de recepción, puro cemento que brota del suelo, tiene rajaduras y es la cuna de ratas
y otros animales repugnantes. En una esquina hay trozos de sillas y bancos largos
destrozados. El ambiente se hace más pesado a medida que avanzamos. Los
pasillos son oscuros, sucios y extraños ruidos viajan por ellos.
Ella no está allí. Me repito. Ella no está por allí. Sigue adelante Hallie, no te detengas.
Un disparo. Dos disparos. Tres disparos rompen con la silenciosa quietud. Las ratas
chillan asustadas y siento como sus peludos cuerpos pasan por encima de mis pies.
Me quedo quieta, esperando que terminen. Hazel maldice y calva sus espadas en el
suelo, pero de nada le servirá si la oscuridad le prohíbe ver.
Hazel debe estar confundida por mi iniciativa. ¿Huyo del peligro, de la pelea? Ja,
quiero reírme en su cara. Estamos caminando directamente a la boca del lobo. Y are
que se trague su lengua.
Una flecha pasa rozando mi oreja, silbando aturdiendo mi oído. Gruño bajo y agarro
la flecha antes de que se incruste en la cabeza de la mestiza.
—Presta atención—susurro muy bajo, aunque sé que eso no será suficiente para
que no nos oigan-estamos cerca.
Pero nada de eso me importa. Mis ojos están clavados en un punto específico entre
los escombros. Allí, de pie, está la madre de todos mis monstruos. La creadora de
mis demonios.
Entre los escombros está la loba Blanca. Alta, imponente, su rostro torcido por una
mueca de burla y odio. Su cabello blanco cae sobre su rostro en rastas mugrientas,
oscurecidas por la sangre seca. Su vestido blanco cae hasta sus pies, con los bordes
manchados de tierra y agujereados. Esta descalza, tal como acostumbra, y sus
garras lobunas expuestas con total libertad, tal como recuerdo.
Hallie
La loba suspira y mira las paredes con resignación. Está más vieja de lo que
recuerdo, profundas arrugas marcan su semblante y sus manos comienzan a
parecerse más a unas pasas de uva que a las terribles garras de un cambiante.
Odio. El más profundo odio existente es lo que desprende mi cuerpo por cada poro.
Ira, es lo que causa que mis colmillos salgan y mis garras corten mi piel.
Blanca se encoge de hombros mientras una sonrisa cruel, una que le sienta como
anillo al dedo, se dibuja en su rostro. La máscara de falsa cordialidad desaparece
enseguida y ahora el odio también brilla en sus ojos. Odio hacia mi persona.
—No sabes cuánto tiempo estuve esperando este momento —dice acercándose
lentamente, paso a paso hacia mí, sus pies descalzos deslizándose por los
escombros cortando sus pieles y dejando un camino de sangre —¡El Gran Dia en
que la cabeza de la asesina estaría en mi cena!
—¡TU! —Chilla enloquecida, abriendo sus ojos inyectados en sangre a más no poder,
enseñando sus cuatro colmillos. Pero me llama la atención de que es toda su
dentadura la que tiene apariencia de cuchillas. La demente se afilo cada uno de sus
dientes. Oh se puso una dentadura postiza—¡TÚ MATASTE A MI HIJO!
—¡Y AHORA TE MATARE A TI! —Grité como respuesta, impulsándome con las
piernas para saltar sobre ella.
El instinto animal por sobrevivir es más fuerte que nunca. Salto hacia un lado con
los reflejos mejorados, esquivando justo a tiempo las garras de un segundo lobo que
acudió ante las órdenes de su falsa alfa. No hay espacio para dudar, la bestia está
a cargo. Salto, muerdo, desgarro con mis dientes las gargantas de todo aquel que
se interpone entre la loba blanca y yo. Lobos salen de las esquinas oscuras y me
atacan sin piedad. Yo me defiendo sin temor, hundo las garras en sus lomos y
arrastró por toda su espalda hasta dejarlo sin una columna vertebral funcional. La
sangre me baña, caliente contra mi cuerpo.
Por el rabillo del ojo noto desaparecer a la loba por un pasillo tan oscuro como el
resto. De un zarpazo en la cara, arrancando ojos y rompiendo hocicos, me libero del
lobo y corro en dirección a la loba. Luego me detengo. Eso es justamente lo que ella
planea, llevarme a donde ella quiere, mantener el control.
Gruño y escojo otro pasillo para desaparecer en él. Escucho a varios lobos seguirme,
así que hundo las garras en la pared y trepó hasta el techo, quedando de cabeza.
Las paredes están tan débiles que es sencillo correr por ellas. Oculta en un lugar
donde los lobos jamás podrán llegar, corro en silencio por los pasillos hasta que dejo
de escuchar.
Me detengo. Y paro mis orejas para escuchar bien. El cuchicheo de las ratas. Los
zumbidos de los insectos. Pasos. Pasos humanos corriendo en dirección contraria a
la mía. Los sigo y en segundos alcanzo a Hazel. Gruño para hacerle saber de mi
presencia y ella se detiene abruptamente alzando sus cuchillas. Me suelto, caigo al
suelo y me transformo.
—No es mía —es todo lo que digo, antes de que ambas retomemos de nuevo la
búsqueda.
La esencia se hace cada vez más fuerte y mis pasos más ansiosos. Llegamos hasta
una puerta doble, con dos círculos como ventanillas en la parte superior, ventanas
que carecen de vidrios. Entramos a lo que un día fue un comedor, y sinceramente
dudo que la apariencia del sitio haya sido muy diferente en el pasado. Hay mesas y
sillas de rueda volcadas por todo el lugar. Bandejas de metal donde solían servirse
comida y escombros por doquier. Basura y grafitis decoran las paredes. Pero nada
de eso importa porque colgada de un cable conectado al techo esta Lessa. El cable
de enredada en sus pies y la eleva de cabeza al suelo. Desespero, al ver las heridas
que surcan su cuerpo y el enorme charco escarlata que hay debajo de ella. Corro
hacia una pared y hundo las garras, empiezo a trepar y luego a caminar sobre el
techo hasta ella. En el camino me arrancó una garra de raíz, pero soporto el dolor y
continuo. Llegó hasta el cable y comienzo a cortarlo con mis garras. Es fuerte, grueso
y necesito varios intentos que por poco me deja sin uñas en la mano.
El cable se corta y Lessa cae inerte hacia abajo, llevada por la gravedad. Pero allí
está Hazel que evita que se rompa el cráneo contra el suelo. Con dificultad la
recuesta contra el suelo despacio, sus piernas cayendo sobre la sangre. Me suelto
del techo y caigo de pie al suelo. Mis huesos se quejan, pero los fuerzo más. Corro
a su lado y sostengo el cuerpo de la bruja contra mí.
Puedo escuchar sus latidos. Aún son fuertes, y su respiración es costosa, pero viva.
Llegamos a tiempo.
—Iré a por Blanca. No te dejará ir si me voy contigo. Pon a salvo a Lessa, yo estaré
bien.
—Vete—insisto a Queen, quien gruñe algo en otra lengua y empieza a caminar con
dificultad hacia las cocinas—Tienes mi respeto, detective—le digo a sus espaldas.
La oscuridad es mi amiga. Los ojos del animal me permiten ver en ella, cada
obstáculo, cada intersección. Cruzó un camino dividido en cuatro cuando dos lobos
saltan sobre mí y los esquivó por los pelos. Unas garras alcanzan mi brazo, llegan
hasta el hueso. Mi piel se estira y cae. No puedo evitar gritar, y agradezco a la
adrenalina que me desborda por apagar el dolor, un poco.
Salto sobre el lobo transformado, aprieto las rodillas en su lomo para no caerme y
clavo mis garras en sus costados para sostener más fuerte mi agarre. El debilucho
aúlla y para que se calle muerdo su cuello, mis colmillos traspasan capas de piel y
grasa, cuando no doy más aprieto con fuerza la mandíbula y tiró hacia atrás. Arrancó
un gran trozo de carne, y en el espacio abierto meto una de mis manos hasta que
llegó a la base de la columna y utilizo todas mis fuerzas para arrancarla. Una a una
las hebras se desprenden del cuerpo, saliendo al exterior abriendo una grieta en el
lobo.
Salto del cuerpo del lobo antes de que caiga al suelo y me lanzo hacia el otro lobo,
que esperaba paciente a que su compañero se sacrificara por él. Así es la manada
de Blanca, sin moral, sin compañerismo. Solo son renegados, asesinos, sicarios,
violadores. La peste de las pestes reunidas en un solo lugar.
Utilizó la columna, con sus huesos aún unidos por nervios, venas y trozos de carne
pegoteados, para estrangular a mi enemigo. Sus dientes alcanzan a rozarme
causando nuevos cortes en mi abdomen, pero aprieto con más fuerza y espero. Tiro,
y el cuello lobuno se dobla en un ángulo imposible. Dejó caer al animal, y suelto mi
arma improvisada. Uno de ellos, el primero, aún tiene algo de sus ropas adherida a
sus partes traseras. Las quitó del cadáver y las cortó en tiras a los desechos
pantalones para envolver mi brazo, sujetando la carne y la piel, acelerando el
proceso de curación.
Maldigo a gritos, grito más fuerte llamando a los otros. ¡Estoy aquí!¡Vengan por mí!
Espero que el tiempo que estoy ganando tenga beneficios para Hazel. Ella debe
sacar de aquí a Lessa rápido y viva. Y si puede pedir ayuda, lo cual sería fantástico.
CAPITULO 30
Bakhet
Eran las seis de la tarde cuando Sara lo llamó preocupada. Hacía varias horas que
Hallie había ido a caminar por el bosque y aun no daba señales de vida. Bakhet se
preocupó, y su lobo se inquietó. Y detesto como nunca ser un alfa y tener que
encargarse de su manada. Envío a sus betas y soldados de más confianza a
buscarla en el bosque. Fue Wolf quien, después de dos horas de seguir su rastro,
regreso a él en su oficina y le comunicó.
—Los lobos encontraron el rastro que dejó. Fue a ver a la detective en su hotel y
luego ambas se marcharon. Encontramos la motocicleta abandonada y sin ruedas.
No hay señales de ella ni de la detective.
—Desapareció—gruño el alfa sin desviar su mirada del leopardo, el cual maldijo sin
reparos— ¿Que ocurre?
Ahora lo entendía. Hallie fue a buscarla, ignorando todo lo que él había pedido. Ella
ni siquiera se dignó a advertirle, a pedirle ayuda, nada. Se fue, sin más. ¿Como tenía
que hacer para hacerle comprender que en esta lucha no estaba sola? Ya era tarde
para intentar cualquier psicología, o para encerrarla. Ella tomó su elección, pues le
tocaba a el ahora.
—Búsquenla. ¡Que no quede ningún centímetro de esta ciudad sin revisar!—Gritó,
su voz resonando por todo el edificio.
—No puede estar lejos. ¡Búsquenla!—Dio una orden por su teléfono móvil para que
se concentrada la búsqueda en esa zona.
—Es aquí—dijo apretando los dientes. Wolf llamó a los lobos para que se reunieran
en el manicomio y atacarán a cualquiera que no conocerán. Mientras tanto, el alfa
buscaba una entrada trasera. Rodear el edificio le llevó poco. Del otro lado a la
entrada principal, había unas grandes puertas escondidas detrás de un enorme
basurero. Y justo en ese momento las puertas se abrieron y una ensangrentada
Hazel salía tambaleante del edificio cargando el cuerpo de una bruja.
—¡Quédate con ellas!—Le ordenó al beta, quien no tuvo más remedio que mirar
impotente como su alfa desaparecía en el interior del espantoso lugar solo, contra
una manada de lobos psicópatas.
CAPITULO 29
Hallie
Blanca está enferma, no es una novedad para mí, pero su enfermedad mental
supera todo lo conocido por mí. ¿Qué es lo que alimenta su odio? ¿Por qué, desde
un principio, se ah obsesionado en hacer de mi vida miserable? ¿Cuál es la historia?
Necesito saber las razones de porque, otra vez, estoy jugando con la muerte misma.
Quiero saber qué es lo que me llevó a estar, de nuevo, caminando desnuda por
pasillos oscuros malolientes con sangre ocultando cada rincón de mi piel. Y con
heridas tan grandes que matarían a un ser humano normal.
Lucho sin descanso contra los lobos que se cruzan en mi camino. No les doy ni un
segundo de ventaja ni doy intenciones de querer interrogarlos. Encontrare a la loba
tarde o temprano. Se que ella me está esperando, enviando a sus súbditos detrás
de mí para debilitarme, y cuando estemos otra vez cara a cara, ganar fácilmente.
Matar a los lobos es rápido. Soy rápida, eficaz, no cometo distracciones y no vuelvo
a salir herida.
Llevo mucho tiempo entrenado para aumentar mi fortaleza, mis fuerzas físicas y mis
habilidades de lucha. ¿Los puntos débiles de los cambiantes transformados que
menciono Hazel? Conozco cada uno de ellos de cada especie, y con mis garras y
mi fuerza es realmente sencillo llegar a ellos.
Blanca no me dejara salir viva de aquí. Pero ella tampoco se irá de rositas.
Logró esbozar una sonrisa mientras camino solitaria por el pasillo del manicomio
abandonado al pensar en esa frase popular sacada de alguna película, o libro. "Si
yo caigo, tú caerás conmigo". Y estoy deseosa, eufórica, por hacer de esa frase una
realidad para mí.
Un grupo de lobos se acerca por mi derecha. Avanzan con rapidez, pero son
demasiados para mí. Vuelvo a trepar hasta el techo y corro por el mismo pasillo del
que provienen. Paso por encima de ellos, sigilosa y veloz, sin que sus fuertes
respiraciones de perro les dejen percatarse de mí. Idiotas.
El olor de rosas podridas y sangre seca se hace más fuerte a medida que avanzó
por ese pasillo. Estoy cerca. Estamos muy cercas la una de la otra. Ella lo sabe.
—Estoy aquí—hablo, mi voz sale grave y oscura. Las heridas, la falta de agua, el
cansancio. Todo se junta en mi cuerpo, pero no desfallezco. Hago uso de mis últimas
fuerzas, de la adrenalina, de mi sed de venganza—Hoy vas a pagar por todas las
muertes que has causado.
—Si te hubieras quedado quietita ningún inocente tendría que haber muerto—dice
la loba mientras se acerca a paso lento hacia mí, amenazante.
—¿Por qué? ¿Por qué has hecho todo esto? —Preguntó. Debe haber una razón
lógica.
Clavó los talones en el suelo, los cerámicos quebrándose con mi peso, corro hacia
ella, embistiendo con fuerza como un jugador de rugby. Mi hombro llega hasta su
estómago y la empujo. Cae varios metros más atrás, de espaldas. Y ríe, ríe como la
demente que es.
Una nube de brillo la cubre y en segundos tengo una enorme loba alvina saltando
sobre mí. La esquivo con dificultad. Su velocidad es mayor que la mía, y no me da
tiempo a poder transformarme. Su mandíbula de cierra contra mi abdomen, sus
dientes clavándose profundamente. Abro la boca en un grito silencioso, la verdad es
que no tengo fuerzas para gritar.
Me suelta y bufa en una risa lobuna. Está jugando conmigo, irá matándome poco a
poco, mordisco a mordisco. Tengo nueve garras y cuatro colmillos para defenderme.
Es hora de que les dé un buen uso.
Blanca vuelve a saltar sobre mí, me giro hacia un lado esquivando en el último
segundo, y aprovechó para clavar mis garras, las cuales van cortando piel y carne a
medida que el cuerpo lobuno cae hacia el otro lado por inercia. Ella aúlla enfurecida,
y sus ojos amarillos y rojos se clavan en mí.
CAPITULO 31
Theodoro
Theo estaba furioso. Y aterrado. La idea de perder otra vez a su hermanita le estaba
matando. Pasó menos de una hora desde que Hamlet lo había llamado avisando de
la huida de Hallie y Theo ya tenía organizado a todos los leopardos fuertes en
camionetas blindadas. En menos de diez minutos las camionetas abandonaron los
terrenos de la manada ante la atenta mirada de todos, quien miraban preocupados
su marcha.
Primero Alessa desaparece y luego Hallie. Theo estaba usando todo de sí para no
perder el control. Cuando estuviera frente a ese lobo...le haría pagar por no cuidar a
su hermana.
***
Hallie
No tenemos fuerzas para hablar. Solo me quedan fuerzas para asestar un último
golpe. No corro, o caeré, camino lentamente hasta su figura agachada, con la cabeza
recostada en el suelo. Hoy es tu fin, maldita, quiero decirle, pero no tengo voz, sus
garras cruzaron mi garganta. No me decapitó de pura suerte.
Cojo un tubo oxidado con el extremo más alargado y puntiagudo. Haciendo uso de
mis últimas fuerzas me aproximo a ella.
—Pregúntale a tu padre—dice Blanca escupiendo sangre y un pedazo de diente-
pregúntale como traicionó a su amigo y lo mato por el poder.
—Mi padre no es un traidor—gruño con dificultad y actuó antes de que siga soltando
veneno con esa boca suya.
Le clavó el tubo en su espalda. Me tiro encima, utilizando mi peso para clavarlo más
profundo. El tubo traspasa y caigo de golpe contra ella.
Con dificultad me alejo de ella y la miro. Esta clavada el suelo, su corazón atravesado
y arrancado por el tubo. Me río, pero calló de inmediato. ¡Gane! Por fin le he ganado.
Confío en que Lessa está a salvo y ahora también la manda de Bakhet y Blackcher.
Ya no hay...peligro...para nadie más. Para las manadas...o para mi.
CAPITULO 32
Hallie
Me concentro, en cada parte de mi cuerpo. Mis manos, mis dedos, mis pies, mi nariz.
Puedo sentirlas, aunque no moverlas.
Mis oídos comienzan a captar algo más que mis propios latidos. Hay un pitido, es
alto y muy agudo. Parecido al de las máquinas cardio de los hospitales. ¿Estoy en
un hospital? Mi nariz despierta, respiro profundo captando varios olores. El
desinfectante y los productos de limpieza hacen mi nariz picar. Pero hay más, hay
un ligero aroma a flores salvajes y ese olor a tierra húmeda y limón.
Bakhet.
Debo abrir los ojos. Se que debo hacerlo, pero me cuesta mucho. Siento como si
tuviera pegados los párpados y el mero intento de elevarlos duele. Igual que respirar,
siento mis pulmones arder. Trago, mi garganta también duele.
Me concentro en mis respiraciones. Capto cada olor, cada fragancia que flota a mi
alrededor. Mis oídos se concentran. Puedo oír el sonido de las máquinas, el suave
silbido de una brisa, el roce de las cortinas. Me concentro más. Hay voces, lejos y
apenas puedo distinguir que dicen. Un estallido de dolor me recorre de pie a cabeza,
curvando los dedos de los pies y gimiendo.
¡No! Me niego. ¡No Hall! Concéntrate. Aún no sabes si estamos a salvo. Concéntrate.
Concéntrate.
Vuelvo a empezar. Respiro profundo, capto los olores con más intensidad. Abro mis
oídos, y lo siento. Escucho una ligera respiración cerca de mí. Es pausada, muy
tranquila, relajada. Y masculina.
Debo abrir los ojos. Debo abrir los ojos y verlo. Tengo que verlo. Creí que nunca más
podría volver a hacerlo. Creí que moriría. Pero estoy viva. Se que lo estoy. Y él está
conmigo.
Despego mis párpados, aunque duela. Las luces están apagadas, pero hay
suficiente iluminación para que pueda ubicar dónde estoy. Es el cuarto de hospital
más lujoso que haya visto jamás. Estoy en una camilla acostada, las máquinas que
hacen ruido están a mi derecha, y a mi izquierda hay una mesa de acero con un
florero, donde descansa esperando sus últimos segundos de vida unas flores
salvajes del bosque, de las tierras de mi manada.
Más allá, hay una enorme ventana que está semi-abierta, por donde entra una
corriente de aire fresca que hace bailar a las cortinas de colores pasteles. Es de
noche, la luna brilla con intensidad desde el cielo, dibujando una sonrisa en el cielo,
acompañada de sus fieles compañeras, las estrellas.
A los pies de la camilla, ahí un pequeño sofá donde un enorme cuerpo masculino
descansa.
—Bakhet—intento llamar, pero mi voz sale como un pequeño silbido. Y arde como
los mil demonios.
Mi lobo está durmiendo. Profundo cercos oscuros están pintados debajo de sus ojos
cerrados, que se mueven inquietos. Esta chueco, su espalda curvada y sus brazos
enredados entre sí.
Lobo terco, creo sonreír. Debería haberse ido a descansar a su cómoda cama. No
voy a moverme de aquí.
Vuelvo a intentar llamarlo.
Pero fue suficiente. Bak abre los ojos y se pone de pie de inmediato, totalmente
despierto y alterado. Mira hacia todos lados con las cejas juntas, mira con enfado la
ventana abierta y luego la puerta cerrada más atrás de él. Entonces sus ojos se fijan
en mí y jadea.
—Hola lobo—alcanzó a decir. Siento algo cálido bajar por mi pómulo hasta mi oreja.
¿Estoy llorando?
—Oh pequeña, shh.... ya está, ya paso todo—El lobo se acerca hasta mi cogiendo
mi rostro entre sus manos—mi pequeña desobediente—dice sonriéndome.
—Bak...lo siento.
Y aunque recién despierto de quien sabe cuántos días dormida, sus palabras son
como una canción de cuna. Cierro mis ojos bajo las caricias de sus manos y el sueño
me lleva de inmediato.
No se cuánto tiempo pasa cuando vuelvo a abrir los ojos. Pero ya es de día, el cielo
esta de un azul deslumbrante mas allá de la ventana, y no hay rastros de nubes.
Bakhet no esta y me preocupo. Pero enseguida la puerta se abre y por ella entra mi
familia.
—Has estado casi un mes en coma—dice mama entre hipidos. Muevo una mano, lo
cual me sorprende poder hacerlo con tanta facilidad, y aferro la de ella. Quiero darle
un apretón, pero las fuerzas me fallan-Creí que te perdería.
—Estoy bien—digo.
Me duele verla así. Me duele haberles causado tanto pesar. Pero no me arrepiento
de lo que hice. Ahora estoy libre, puedo descansar en paz. Todos podemos respirar
sin esa constante amenaza a nuestras espaldas.
Theo rueda los ojos antes de acercarse a mí y regalarme una hermosa sonrisa. Besa
mi frente y agarra a mama de los hombros.
Ella asiente, y minutos después logran convencerla para que me suelte. Salen del
cuarto, Susan siguiéndole instantes después, tras disculparse mil y una veces por
haberme llamado.
Papa se sienta en la camilla y toma la misma mano que antes mama aferraba como
si su vida dependiera de ello. Su tacto es cálido, y su sonrisa lo es aún más. Las
marcas de su vejes resaltan más que nunca, y su cabello parece haber
emblanquecido de repente. Esta varios años más viejo de la última vez que lo vi.
Lleva mi mano a sus labios y la besa. La calidez, su amor, su protección hacen que
todo mi cuerpo cobre energías.
—Bakhet—gimo—¿Como esta?
—Pero eso es más que suficiente para que la danza se complete—contesta papa,
sonriéndome como el viejo sabio que es.
—Hall—llama papa, mirándome sin sonrisas esta vez—¿Estas listas para decirme
todo lo que pasó?
Asiento con la cabeza. Estoy lista.
CAPITULO 33
Hallie
Hable del manicomio. De cómo rescatamos a Lessa con ayuda de la detective. Del
juego de la loba. Y le conté lo que dijo la loba.
—¿Que paso?
—Lo deje ir. Le pedí que se fuera de la manada, que fuera a la manada de su
compañera. Sabía que era una loba y también sabía que estaba embarazada. Tuve
clemencia, le dejé con vida. Y el me ataco por la espalda. No tuve otra opción que...
Papa suspira, aguantando las lágrimas con un nudo en la garganta. Aprieto su mano.
—Si hubiera sabido que su compañera estaba tan enloquecida jamás lo habría
matado.
—Duele. Duele un montón negarse, inclinarse ante alguien. Pero jamás lucharía
contra mi hermano, además confió en él completamente. Se que sus decisiones son
tomadas con mucha meticulosidad, tras largas noches en vela y siempre por el bien
de la nadada. Toma decisiones que yo tomaría, así que no era difícil esconderlo.
—Ojalá alguno de nosotros hubiéramos sido tan inteligentes como tú.
Ambos nos quedamos en silencio. Papá mira al vacío con la mirada perdida y
oscurecida, recordando aquellos tiempos. Reconozco es mirada. La misma mirada
de Susan y la de Bakhet. Culpabilidad.
—Papá—llamó al hombre que me ha dado la vida y todo el amor que una chica
necesita— no fue tu culpa. Ellos se buscaron ese camino.
—Y tu casi mueres por ello. Mi pequeña, no sabes el dolor que estoy sintiendo...
—No sabes el dolor que siento ahora—intento bromear, pero no es un lindo tema
del cual bromear porque él me mira mal—Mira papá, de nada sirve que te culpes.
Yo lo aprendí con el tiempo, pero, al pasado hay que dejarlo en el pasado y no
permitir que este nos dificulte el presente y nuestro futuro. Lo que paso, ya está. No
hay que darle más vueltas. Solo demostrar al mundo que lo sucedido no nos ha
destruido, sino que nos ha hecho más fuertes.
—Eres tan sabia pequeña, me ofreces consuelo cuando tendría que ser al revés-
ambos reímos un poco, pero reír duele así que callo. Parece como si todos sus años
vividos pesaran terriblemente en su espalda. Creo que es hora de que deje el mando
y descanse. Que se valla a alguna playa a disfrutar con mamá.
—Papá, creo que Theo puede hacerse cargo de la manada. Deberías descansar.
CAPITULO 34
Hallie
El fuego se elevaba hacia el cielo, feroz. Millones de chispas rojas se libran de él,
saltando hacia las familias reunidas a su alrededor. La música se esparce por entre
los árboles, los más jóvenes bailan y ríen con ella. La noche cae, y los padres sacan
malvaviscos para que sus cachorros los asasen al calor de la fogata ubicada en el
centro del bosque.
Suspiro, feliz. Es la primera vez que veo a toda la manada Jokerwolf reunida en un
solo lugar. Es una manada enorme. Y aún faltan integrantes por llegar. Todos son
felices esta noche, sin ninguna demente amenazando sus familias, sin manadas
locas haciendo explotar sus lugares sagrados. Sin amenazas. Solo es una enorme
fiesta de presentación.
Nos adelantamos hasta detenernos frente a la fogata y nos damos vuelta, el fuego
ardiendo a nuestras espaldas. Muchos ya tienen los ojos puestos en nosotros, pero
los más jóvenes siguen en su mundo. Bakhet carraspea, y eso es suficiente para
que la música se detenga y todos los ojos de los presentes estén clavados sobre
nosotros.
Silencio. Bakhet me aprieta con más fuerza. Respiro hondo y dejó salir el aire. Me
suelto de su agarre protector, y me adelanto un paso para hablar.
—Se que no soy como ustedes. Soy una leoparda. Nací y crecí en otra manada con
una cultura y reglas muy diferentes. Pero les juro que daré mi vida para proteger
esta manada. Porque ustedes son mi nueva familia, yo siempre cuido de mi familia.
Esta noche—continuó alzando más la voz, sin dejar de mirar a todos aquellos que
me miran con atención y prestan atención a mis palabras—juro ante la Diosa Luna
que protegeré y amare la manada Jokerwolf como protejo y amo a mi compañero,
Bakhet Hickling.
No sé qué debo esperar ahora. Dudo que aplaudan, eso sería raro. Pero no me
esperaba, para nada, que un pequeño lobo transformado corra y salte sobre mi
obligándome a hacer malabares para no caernos los dos o tirar al pobre cachorro al
suelo. Una vez nos estabilizamos, aferró a la pequeña bestia entre mis brazos. Con
su pequeño y tierna narizita me olfatea, lanza un ladrido muy gracioso y su húmeda
lengua se desliza por mi cara.
Las carcajadas no se hacen esperar, y la fiesta regresa. Ahora la música suena más
animada, y familias enteras se acercan a nosotros para saludar y presentarse. Los
padres del cachorro, las familias de las betas. Los soldados, los centinelas, todos
ellos se paran frente a mí y me juran lealtad. Porque ahora soy parte de ellos, soy
su alfa.
Si hace unos meses atrás me hubieran dicho que terminaría dejando atrás a mi
manada para unirse a una manada de lobos...Le hubiera cortado la garganta a quien
fuera que hubiese dicho semejante blasfemia. Pero ahora, esta noche... oficialmente
dejó de pertenecer a BlackCher para ser parte de Jokerwolf. Eso sí, jamás dejaré
atrás mi familia de sangre. Mi hermano, el nueva alfa, ha firmado la alianza. Además,
con la Loba Blanca fuera del camino, Teodoro ha logrado conquistar toda esa tierra
sin dueño donde los cambiantes descarriados habitan y causan estragos. Somos
vecinos, los límites de nuestras fronteras están a pocos metros de distancia.
No puedo sentirme más feliz. Con un fuerte lobo acompañándome día y noche, y
una hermosa nueva familia que no me juzga, si no que me ha aceptado con los
brazos abiertos, dejándome alzar a sus cachorros y bailar con los jóvenes.
Cuando la luna esto en lo más alto del cielo, cierro los ojos y le doy las gracias. La
Diosa me ayudo y me presentó a la persona más maravillosa. Aun nos falta mucho
camino que recorrer, muchos obstáculos que saltar. Un demonio ha dejado de
acecharnos, pero hay miles de ellos en este mundo y los otros, celosos, envidiosos,
problemáticos que desean hacer daño a nuestra familia. Mas no voy a permitirlo, y
no estoy sola para enfrentarlos. Bakhet está a mi lado, por y para siempre.
Esa noche, cuando regresamos de la fiesta, nos dejamos caer abrazados a la cama.
Las luces nocturnas iluminan escasamente el cuarto, pero no es necesario. Me
recuesto contra el cálido pecho de mi compañero y, con los parpados pesados por
el sueño, confieso antes de dormirme:
UN AÑO DESPUÉS
Gritamos mientras el alcohol nos salpica dejándonos pegajosas. Esta noche es solo
para nosotras. Mientras los hombres se reúnen para discutir sobre el nuevo proyecto
de la empresa Wolf, un complejo de departamentos ambientados especialmente
para cambiantes en la ciudad, sus compañeras nos reunimos en mi casa para
disfrutar de un día solo para nosotras. Y para cotillear entre amigas.
La chica, la más joven de todas nosotras, se encoje con timidez, sus mejillas
adquiriendo un tono rojizo que me causa ternura.
Cuando la noche está cayendo, un tentáculo verde sale de una de los grandes
ventanales de la casa haciendo que la mitad de las chicas chillen aterradas. Por
supuesto, ellas no conocen la dueña del tentáculo.
Antes de que pueda abrir la boca para hablar me lanza una bolsa con el típico signo
de una farmacia que se estrella contra mi cara.
—¡¿COMO SE TE OCURRE BEBER ALCOHOL?!—Chilla totalmente alterada.
—Hall—me mira con sus enormes ojos verdosos abiertos de par en par. Es no es
normal. En realidad, los ojos de Alessa son violetas, solo se vuelven verdes cuando
está realizando un gran hechizo que requiere mucha magia o cuando está sintiendo
una emoción muy fuerte. Supongo que es la última opción.
—Hall, tuve una visión—dice mirándome aterrada—corre al baño y has las pruebas.
Y vomita todo el alcohol que ingiere, puede hacerte daño.
¿De que estas hablando? Quiero preguntar, pero callo. Alessa parece muy nerviosa
y asustada. Así que hago lo que dice, voy al baño y abro la bolsa de la farmacia que
me lanzo. Hay muchos paquetes y diferentes tipos de caja. Saco cada uno y
palidezco cuando veo de qué se trata.
¿Lessa dijo que tuvo una visión? Ahora entiendo porque esta tan asustada.
Veinte minutos después salgo del baño y caminó lentamente a la sala donde me
están esperando todas. Hay un silencio sepulcral en la casa, y cuando hago acto de
presencia todos los ojos se clavan en mí.
¿Miedo? Estoy aterrada. Incluso creo que prefiero enfrentarme a la Loba Blanca de
nuevo.
—¡Oh mierda!—murmura.
Trago duro.