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Cementerio

de cisnes

Sinopsis
×××
Un reino gobernado por la avaricia, la corrupción, la gula de poder y el deseo de poseer.
Sin vida. Como ángeles caídos, como animales sin domesticar... Así era el mundo de los
mortales.
Cegados con la Ley de supervivencia, "Sólo sobrevivirá el más fuerte", sin importar sobre
qué tuvieran que pasar o a quien tuvieran que pisar.
Este solía ser el hogar de una mujer maldita, harta de la inmundicia del mundo terrenal.
"Yo acabaré con la suciedad de estas bestias vestidas de seres humanos. Rogarán, se
retorcerán y pedirán clemencia, esa misma que se negaron a dar a aquél inocente. Haré
que vivan su propio infierno, encarando de frente aquello que vive en su triste, cruel y
miserable alma. Así vivirán, encerrados en un bucle, un limbo en el que el tiempo no
transcurre. Vivirán en la desesperación y desgracia de no avanzar. Sumergidos en el pozo
de sus miedos y su verdadero rostro.
Y dentro de un siglo, una parte de mí volverá. Ella decidirá si son merecedores de ser
liberados...
O extinguidos"

1
×Prólogo×
×Amanecer×
×××
1415.
Es el reino de Slorah, gran lugar lleno de discordia, odio, avaricia, codicia y lujuria por los
peores placeres de los mortales. Bestias sin piedad habitan aquí, gritando por la pobreza
espiritual y material, por la crueldad en distintas formas que se vive día a día.
El cielo es obscuro y las nubes parecen jamás querer irse. Llueven gotas de agua venenosa,
haciendo que la flora y la fauna parezca enfermarse al igual que los humanos. El hedor es
de muerte, de la misma manera en la que cuando el sol se digna a salir es de un tenue gris.
Triste.
Todo aquí es triste y lúgubre.
Dentro del moribundo bosque se encuentra un castillo grande e imponente, hecho de
granito, barro y piedra. Cubierto de enredaderas verdes, margaritas y girasoles. Pareciera
que es lo único en todo el pueblo que puede conservar la vida. Ahí se encuentra ella,
reposando sobre su amado balcón, con una pierna descubierta de su blanco vestido de
seda, la luz lunar acariciando su piel clara, mientras la otra sigue dentro del castillo, su
cabeza recargada en la columna de mármol y sus largos cabellos blancos y largos revueltos.
Y por fin, él llega a la habitación, iniciando su conversación. Ella parecía estar muy
tranquila, en cambio la mirada de él estaba perdida, girando la cabeza cada cierto rato.
- ¿Qué estás haciendo? – Él es el primero en hablar.
-Observando- Contestó seguido de un suspiro saliendo de sus rojos labios.
El hombre pelinegro la analiza e intenta adivinar qué era lo que ella tanto pensaba. Estática
y sin emociones, un ser que este mundo creó. Su mirada que iba a todas las direcciones y
estudiando hasta lo más profundo del espacio y tiempo.
Lo sabía, era ciega, pero veía más que cualquiera, ya sea vivo o muerto. Esos ojos blancos
guardaban los más recónditos secretos del universo, de las almas de quien ella quisiera y
podía hacer con ellas lo que anhelara su voluntad. Y eso lo asustaba.
- ¿No preguntarás el objeto de mi observación? -Ella pregunta.
-No lo dirás.
-Te equivocas.
- ¿Qué es lo que observas?

2
-Caos. Un alma y dos más intentando vencer. Un guardián y guía. Veo dolor, traición,
guerra, arrepentimiento. Una persecución y veo muerte. Veo sobre un todo, una capa de
plumas y pétalos malditos teñidos de sangre, que no acabará si no es con más sangre. Sangre
de un solo cisne.
El de ojos grises se queda sin habla. Tal vez ella ya sabía que él no entendería, después de
todo sigue siendo un ser humano con más preocupaciones y pensamientos en los cuales
concentrarse.
-Te aconsejo que lo recuerdes. Con tu inteligencia y el tiempo podrás comprender.
-Sólo es otra de tus visiones.
-Si… seguramente- Voltea en su dirección y le sonríe, no con prepotencia sino con autentica
ternura, esa que ya escaseaba en su persona. Y extrañamente ese gesto se sintió sincero y
sin malicia.
Enseguida se escucha un estruendo. Alguien había derribado la puerta principal del castillo.
También un terrible olor a césped y madera quemándose se hizo presente. Y aunque ella
no pudiera verlo, el enorme bosque que los rodeaba ya estaba lleno de grandes llamas de
fuego y los animales intentando huir.
-Parece que ya es hora.
- ¿Qué? – Pregunta, sus ojos abriéndose al máximo.
-Vamos, no querrás que se nos haga tarde.

3
Parte I

-Despertar-

×××
Tus muertos vivirán, sus cadáveres se levantarán. ¡Moradores del polvo, despertad y dad
gritos de júbilo!, porque tu rocío es como el rocío del alba, y la tierra dará a luz a los
espíritus.
Isaías 26:19
Entonces el ángel que hablaba conmigo volvió, y me despertó como a un hombre que es
despertado de su sueño.
Zacarías 4:1
×××

4
×I×
×Metamorfosis×
×××
1615.
Despertó y su vista estaba nublada, cerró los ojos de nuevo, aunque ya comenzaba a notar
que era de noche, mientras su cabeza punzaba y dolía intensamente. Trató de despabilarse
un poco y se levantó de lo que se sentía como hierba y pasto.
Volvió a abrir los ojos lentamente y se dio cuenta del bosque obscuro en el que se
encontraba y la luz que la luna le regalaba.
Intentó tomar su cabeza, pero notó que no tenía dedos, manos ni brazos, en su lugar había
alas emplumadas completamente blancas.
¿Acaso seguía dormida?
Intentó recordar, sin embargo, en su mente no existía ni un ínfimo recuerdo de lo que era
su vida antes de terminar en aquel tenebroso bosque.
Como fuese, sabía que debía de haber brazos en el lugar de estas cosas emplumadas y
piernas en vez de esas patas tan raras, como de… ¿Un ganso? ¿Pato? ¿Un cisne? Quiso ver
el resto de su menudo cuerpo, pero el pico delante de ella se lo impidió.
-No entres en pánico- Se repitió una, dos, tres, hasta diez veces internamente -Sólo pide
ayuda.
Gritó y gritó, aunque su pico sólo emitía graznidos.
Miró hacia arriba. Hacia el cielo obscuro, las estrellas tintineando y la luna llena, que justo
ahora parecía estarse mofando. Hacia la copa de los árboles y los pinos tan altos, tan lejos
de ella, tan inalcanzables. Hacia las lechuzas que comenzaban ya a despertar.
Quería llorar, no sabía en lo absoluto lo que estaba ocurriendo y tampoco creía que todo
esto fuese posible. Demasiado tonto y caricaturesco, escalofriante, sacado de un sueño o
de la mente de un niño y sus cuentos.
Quería correr. Si, sentía miedo, frustración e impotencia.
Así que lo hizo, o al menos lo intentó, corrió con esas patas tan incómodas y horribles. Se
tropezó varias veces y en algún momento de su travesía, su vista comenzó a tornarse algo
borrosa, objeto de las lágrimas, que ni siquiera notó cuando comenzó a soltar. Pero debía
parar, ya que, si seguía así, sabía que tropezaría el doble de veces por no ver las ramitas
caídas o las raíces de los árboles.
Por fin, después de unos minutos se iba acercando a un lago enorme y tranquilo. Apresuró
su paso, y en cuanto llegó al estanque, deseó con todas sus fuerzas no haber visto ese ser
tan terrorífico en su reflejo, era un simple cisne, pero el verse así, le decía que

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desafortunadamente todo era real y no producto de su enferma imaginación. Basta, ya tenía
asumido que era un cisne blanco raro ahora, así que apartó la vista del lago y miró a su
alrededor…
Las flores nocturnas abriéndose, las luciérnagas tintineando y revoloteando juntas. Los
lobos comenzando a aullar -Carne, carne, celo, comer-, todos en coro y al mismo tiempo.
También las lechuzas comienzan a cantar -Hora de despertar, comer, comer-, las ranas y
los sapos emiten su croar -Salta, salta, comer, salta- y salpican algunas gotas de agua. Y si,
escucha también lo que quieren decir todos esos animales, tal vez es la causa de que se le
escape una pequeña risa. También es un animal.
Sería realmente hermoso si estuviera en otra situación.
Pero no, no era otra situación, estaba atrapada inexplicablemente en el cuerpo de un cisne
blanco, en un bosque desconocido, al que no sabe cómo, cuándo o por qué llegó. Sola, y
aunque la belleza y múltiples obras de arte nocturnas estén justo frente a ella, realmente no
quisiera estar apreciándolas ahora.
Tampoco sabía hacia donde ir, si hacia el frente, detrás, derecha o a la izquierda estaría la
salida. O si siquiera existía una.
No quería dormir, le parecía lo menos razonable, pero el cansancio mental y físico era casi
excesivo. Según su instinto, mantuvo la cabeza bajo su ala y creyó jamás sentir tanta
comodidad en una postura tan extraña. Simplemente rogó amanecer sana salva, con un
cuerpo que le pareciera más familiar, que todo hubiera sido una pesadilla.
Incluida su amnesia.
×××
Un fuerte zangoloteo hizo que abriera sus pequeños ojos con rapidez y se pusiera alerta.
Aún le costaba asimilar las circunstancias que estaba viviendo y aún peor si acababa de
despertar.
De igual manera, no hacía falta ser un genio para saber que tenía que escapar de aquellas
manos que la sujetaban fuertemente de las patas.
Trató de aletear, aunque sabía que sería en vano. Su fuerza no se comparaba con la de
aquel barbudo hombre.
-Tranquila criatura, pronto no sufrirás más.
Eso no la calmó, sólo aumentó más su ansiedad y miedo. Tenía una leve sospecha de lo
que se venía y definitivamente no lo iba a aceptar. No quería morir, no aún. No de esa
manera.
-Tu carne es demasiado deliciosa y tus plumas serán una excelente decoración. Harás feliz
a una familia justo ahora.

6
El hombre caminó durante un par de minutos, que en su pequeña cabeza parecieron dos
eternas horas. Pasaron un buen tramo del bosque, incluso el estanque ya no se distinguía
a simple vista y su sonido era ya casi imperceptible, por lo menos para un humano. En
cambio, no tan lejos se discernía lo que parecía ser una aldea o incluso un pueblo y las
voces se hacían cada vez más cercanas.
Ella seguía aleteando, aunque ya con menos ímpetu. Comenzaba a cansarse y no veía
resultados.
Poco a poco, en sus fosas nasales iban entrando distintos olores: pan recién hecho, tierra
húmeda, algo de café y estofado, sangre que seguro venía de la carnicería... Carne, carne
de animales...
No. No terminaría así.
Tenía que escapar.
Pero debía ser lista, este hombre no la dejaría ir, estaba dispuesto a hacerla ese estofado
que había olido recién.
Ser lista... Dejó de moverse entonces, no aleteó más y se mantuvo quieta. No pasó mucho
tiempo para que el tipo se diera cuenta y se preocupara, lo notó porque sus latidos
comenzaron a ser un poco más arrítmicos y rápidos. Volvió a zangolotearla, pero más
despacio y dejó de caminar para revisarla y confirmar que siguiera viva.
-Oye... ¿Por qué dejaste de aletear? -La levantó lentamente y ahí se dio cuenta de su
apariencia, que de mala no tenía mucho, tan sólo un hombre de mediana edad, cabello
rizado con algo de canas cubiertas por una boina desgastada, algunas arrugas ya en su rostro
preocupado y esos ojos azules que reflejaban cansancio. Seguro habría pasado la noche
buscando algo de comida para su familia. Tal como había dicho.
Habría hecho lo que fuera por darle ese placer.
Pero no podía. Realmente quería vivir.
Fue subiéndola poco a poco, hasta que su pico estaba frente a sus pupilas e hizo lo primero
que le vino a la mente: mordió su nariz. El hombre gritó de la impresión y del claro dolor
que estaba sintiendo. La soltó al instante, sin embargo, ella se quedó ahí unos segundos
más hasta que le pareció suficiente para abrir el pico y aletear de nuevo. Corrió lo más
rápido que sus patas se lo permitían y siguió aleteando a pesar de su gran ignorancia
respecto a cómo volar.
El tipo se recuperó y la persiguió, ella no volteó, pero por su tono de voz y la manera en
que la maldecía, le decía que ya no se encontraba tan tranquilo. De hecho, cada segundo
se tornaba más furioso.
Ahora estaba segura de que, si la tomaba de nuevo, no esperaría a estar en la carnicería
para degollarla.

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Tan aturdida estaba, que no prestó atención al hombre frente a ella, con el cuál chocó. No
le fue difícil sostenerla y levantarla. De nuevo.
-Hey Kerman ¿Desde cuándo se te escapan los gansos?
El mencionado llegó jadeante y con la cara completamente roja. No sabía si debido al
esfuerzo empleado o por la furia. Suponía que eran ambas.
-Eso no es un ganso, obsérvalo bien.
El segundo hombre la levantó y la dejó no tan cerca a su rostro y la analizó por completo.
Enmudeció unos segundos y el cisne se tensó. Le miró los ojos, esos orbes plata
que parecían simbolizar tormenta y esa voz profunda; cabello azabache rapado de la nuca
y su piel tan pálida... ¿Qué había sido esa electricidad que sintió por todo el cuerpo?
-Es un cisne- Susurró. Y ella bajó la mirada a sus labios, grueso el inferior y delgado el
superior, color sandía. Parecía ser una persona impasible con cierto brillo en los ojos
incapaz de ignorar -No había visto uno en esta vida.
-Yo tampoco, por eso es tan especial- Volvió a hacer acto de presencia el tal Kerman.
- ¿De verdad piensas comértelo?
- No tengo opción. Mi mujer y mis hijos esperan comer algo delicioso hoy y no he
encontrado gansos o algún conejo desde ayer.
La plática quedó ahí por un rato, hasta que el pelinegro comenzó a extender el brazo para
entregarle el cisne al hombre mayor. Haciendo que ésta comenzara a aletear suavemente
por los nervios.
-Te propongo un trato- Se detuvo.
- ¿Cuál trato?
-Tengo tres liebres en mi bodega... Puedes tomarlas.
- ¿De verdad?
×××
-Realmente espero que lo que pienso sea real, porque me costaste dos semanas de
alimento, pequeño animal. Y en caso de que no... Tendré un banquete de tu carne con
champagne y tus plumas irán a parar en mi chaqueta favorita.
Realmente no sabía qué creer. Este hombre no parecía alguien sádico, pero tampoco que
le importara mucho degollar a un animal indefenso. Había negociado con aquel hombre
por ella y no tenía la menor idea de la razón.
Llegaron al pueblo. El pelinegro se sentía ansioso y se notaba en cada paso que daba,
mirando hacia el frente todo el tiempo y los pasos firmes, pero su corazón parecía querer
salir de su pecho.

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En cuanto llegaron a la pequeña vivienda, él sólo amarró la pata del cisne a un escalón. No
era lo mejor ni lo más cómodo, pero agradecía ya no estar de cabeza, además estaba
cansada y frustrada como para seguir intentando escapar por ahora, cuando sabía que sería
inútil. Esperaría su oportunidad, en algún momento la tendría que soltar.
Mientras tanto, observó la pequeña vivienda, le pareció demasiado humilde pero acogedor.
Las paredes de ladrillo pintadas con colores cálidos, con todos los muebles de madera
pintada de blanco y la cocina junto con el comedor en la misma habitación, y, a pesar del
espacio reducido, no se veía feo. Todo evidenciaba la pulcritud y limpieza que el de tes
pálida le daba a su morada. No había cuadros ni muchas decoraciones, además de un
espejo en una de las columnas que conectaba la cocina con la sala de estar.
El hombre aguardaba en uno de los desgastados sillones comiendo una manzana verde, lo
que le recordaba que no había ingerido alimento desde que despertó como un cisne y
estaba hambrienta. Ya que no podía hablar, comenzó a graznar, llamando la atención del
tipo, que con algo de molestia se acercó.
- ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? -Trató de apuntar a la fruta y siguió con su graznido,
aparentemente funcionó - ¿Tienes hambre? - Asintió y abrió su pico. Enseguida notó que
eso no era propio de un cisne o un animal en general, ya que los ojos del hombre se
abrieron en demasía, dejando unos minutos de lado su apariencia de insensible -En serio
me entiendes... Ahora estoy seguro- Se adentró de nuevo a la cocina y salió con un trozo
de pan.
No dijo nada más, sólo lo dejó en frente de la jaula. Acto seguido, prácticamente engulló
el alimento.
Tan ensimismada estaba en eso que no notó cuando la puerta de entrada se abría y cerraba
y cuando volvió su concentración, ya estaba sola en aquella sala. Sola, amarrada y
confundida.
Sobre todo, confundida.
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No conseguía entender cómo esto estaba sucediendo. Un cisne. En esta vida prácticamente
no existían esas aves. Estaba seguro... Era imposible. Ella no lo habría permitido.
Tampoco le quedaba claro la razón por la cual esta persona seguía en su forma animal, si
fuera por protección, en el instante en que sintió peligro, se habría transformado. Si fuera
un cisne puro, no le entendería. No le observaría y tampoco sabría como pedirle comida.
En caso de que fuera una de las bestias sin conciencia, que no haya pasado por el proceso
de conversión, sería exactamente lo mismo.
Y ahora se encontraba aturdido sentado en un tronco en la entrada del bosque. Aún faltaba
mucho para que anocheciera, pero el tiempo es un bastardo traicionero. Así que no lo
pensó más y se levantó para adentrarse entre los árboles y pinos, concentrándose para no
perderse en el camino cuando dejo de ver el sendero en el suelo. Como lo había predicho,

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el tiempo es un insensible cuando lo necesitas y no estaba de su lado en este momento,
calculaba que por lo menos faltaban un par de horas para que anocheciera.
Cuando llegó lo suficientemente profundo, lo siguiente fue buscar un buen lugar, lo más
amplio posible, pues sabía que habría mucho ruido y movimiento para el ritual. Y hasta
que por fin lo encontró, supo que debía dejar su chaqueta, aunque terminó dejando toda
su ropa y transformarse, para que en el regreso al lugar siguiera el olor y no corriera el
riesgo de perderse tanto a sí mismo, como a la criatura. Así lo hizo. Y corrió lo más rápido
posible, pronto sería media noche.
En una hora logró entrar de nuevo al pueblo, no había tantas personas fuera de sus
viviendas, y los que estaban no se sorprendieron de verlo en esa forma, sólo se
concentraban en sus asuntos, aunque estaba seguro de que, en la mañana, cuando volviera
a su forma humana, algunas de ellas le preguntarían si se encontraba bien. Una de las
razones por las cuáles no le molestaba tanto el haberse tenido que quedar en aquel lugar.
En cuanto entró a su hogar, el animal pequeño lo vio con algo de desconfianza y evidente
miedo.
Gruñó -No te preocupes, soy yo, el hombre que te acogió este día. Necesito que confíes
en mí, te llevaré al bosque y haremos un ritual para que vuelvas a tu forma humana- Le
habló, no era extraño que ahora pudiera entenderle, ya que ambos estaban en su forma
bestia. Ella pareció sorprenderse al principio, pero mantuvo la calma. Realmente a este
punto, no había mucho que pudiera sorprenderle.
- ¿Cómo sé que no quieres comerme?
-Créeme, si eso quisiera, te habría cocinado desde un inicio- Pareció pensarlo un momento.
Parecía lógico -Prometo explicarte todo en cuanto acabemos con esto. Se nos acaba el
tiempo.
- De acuerdo.
-Te tomaré en mi hocico, no te asustes.
Retornó así su camino al bosque y al lugar escogido, que fue bastante fácil de encontrar.
Mentalmente se felicitó por haber tenido la idea de dejar ahí su ropa. En poco tiempo el
cisne se desprendió del hocico del increíblemente enorme y obscuro lobo que decía ser el
pálido hombre. Habló de un ritual para volverla humana de nuevo, realmente no
comprendía nada de aquello, de cómo lo iban a hacer o cómo era posible, sin embargo,
prefirió quedarse callada, no le convenía y también quería intentarlo.
La negra criatura comenzó a cambiar, escuchó sus huesos tronar, moverse, el pelaje a
desaparecer; los gemidos bajos y esos ojos aguarse apenas, aquella expresión de dolor
agonizante perceptible, pero que intentaba ocultar, para finalmente aparecer ante sus ojos
ese hombre desnudo con el cabello negro, piel blanca y ojos tormenta. Era demasiado
delgado, pero con músculos, dando a conocer que entrenaba, tal vez cazaba su propio
alimento y trabajaba para sí mismo. No le sorprendía.

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-Párate aquí- Le indicó el medio de una zona plana, pastosa y rodeada de árboles y pinos,
mirando hacia arriba se encontraba la luna llena en su esplendor, tan cerca, que parecía
que en cualquier momento chocaría con la Tierra. En frente, el joven ya se había colocado
la parte inferior de su ropa, supervisando que ella obedeciera a sus mandatos.
-Necesito que cierres tus ojos y respires profundo, lento. Relaja tu mente, déjala en blanco,
no te preocupes por nada y sólo escucha mi voz- Suspiró, acató esas palabras, le llevó varios
minutos estar completamente tranquila, pero lo logró -Utiliza solo tus sentidos del tacto y
el oído, siente y escucha tus huesos, tus músculos, los suaves latidos de tu corazón. Tus
pulmones llenarse de oxígeno. Siente la sangre correr por tus venas, desde tus pies hasta tu
cerebro. Tus nervios y cada poro de tu piel- Hablaba lento, ella suspiraba sintiendo y
escuchando, los latidos de su corazón en calma, su cerebro acostumbrándose -Listo, ahora
que ya sientes todos tus huesos, nervios, venas y tu sangre, imagínalos cambiando y sigue
respirando profundo. Imagina tus huesos crecer, imagina tu torso extendiéndose, escucha
tu sangre correr más rápido. Imagina el sonido de tu voz, puedes gritar, puedes hablar o
susurrar. -Un extenso dolor comenzó a indicarle que algo estaba haciendo bien, sus huesos
crecían, un torso se formaba.
Dolía… Por Dios que, aunque no recordara, parecía imposible que alguna vez hubiera
experimentado un dolor tan horrible.
- ¡Dios! ¡No! -Y gritó, intentó hablar, pero en su cabeza sonaba sólo como millones de
susurros con eco. No se dio cuenta de que ya estaba en posición fetal sobre su costado
derecho, con el pelinegro en el mismo lugar. En algún momento dejó de distinguir algo de
lo que salía de su boca, lo que sí sabía era que la mayoría eran gimoteos o expresiones sin
sentido.
-Eso es, tus pulmones también están cambiando de tamaño, sigue gritando. Tus pies siguen
de la misma manera, debes patear, patalear, intenta estirarte.
- ¡Por favor! - No quería, no más por favor. El estirarse fue casi imposible. El patear aún
más, la calma no existía ya y no sabía dónde estaba ahora cada parte de su cuerpo, cómo
era la forma. Tampoco le interesaba saberlo con el fuego arrasando por todo su ser.
-Imagina tu cráneo, tu cuello, también tus codos, tus rodillas, dedos, cada tendón y
articulación. Imagina que las plumas se hacen vellos rodeando tu cuerpo, piensa en tu
cabello, deja atrás las plumas.
Dedos, dedos, rodillas, codos, codos, vellos, alma, alma. Su alma, sentía su alma retorcerse
por las abrazadoras llamas, parecía un incendio y ella agonizaba. En ningún momento abrió
los ojos, pero veía rojo, un rojo carmín como la sangre que se extendía, dejando la
sensación de ácido por todo lugar por el que pasara. Un último grito y todo paró.
-Eso es… Ya está…- Escuchó en su oído. Le susurraba lento. No le tocaba, pero sentía
caricias suaves -Respira profundo -Sus ojos se cerraban en contra de su voluntad…
-No… no quiero. No quiero… No quiero dormir- Apenas logró susurrar ¿Entonces esa era
su voz?

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-No te preocupes, está bien. Puedes dormir. Estás agotada- Así que ya sabía que era una
mujer.
-Frío- Se estaba congelando… sintió sus vellos erizarse por una ventisca fresca. Le agradaba.
También sintió enseguida una tela suave cubrirle -A... meth.
- ¿Qué dices? – Se sentó y acomodó lo más cuidadosamente posible entre sus brazos a la
adolorida joven. Sabía la tortura que era ese ritual, después de todo era romper una parte
de tu alma.
-Ameth.
- ¿Tu nombre es Ameth?
Asintió, mirando esos ojos grises fríos, sintiendo esos brazos tratarla con cuidado antes de
caer desmayada, en el suelo de ese mundo tan extraño al que pronto llamará hogar.
-Yo soy Kalen.

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×II×
×Romper la Ilusión×
×××
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Aquella pobre y devastada mujer con cabello largo y negro trenzado deja las cosas difíciles
a aquel demonio entintado de la cabeza a los pies con pintura dorada.
“¿Cómo se atrevía a contradecirlo? A él. A su soberano rey y dueño supremo.”
-Mi señor… po-por favor… ella es sólo una niña, acaba de nacer. Ne-necesita a su madre-
Le suplica arrodillada y las manos juntas, con lágrimas en los ojos. A aquel que esa agua
salada es completamente insignificante. Él, que sólo quiere su magia y que piensa que la
niña solo le sería un vil estorbo.
-Bruja, a mí no me interesa esa bastarda. Por mí, la mataría. Sin embargo, te estoy
ofreciendo la oportunidad de que viva tranquila con otra familia. Una a la que no le estorbe
y no tenga miedo de vivir con tal aberración maldita en su hogar. Tú no tienes tiempo para
esta carga- Su postura no cambia, sentado en su trono de oro con la cabeza alzada medio
inclinada y rodando los ojos azules cada cinco segundos con prepotencia.
-Mi rey… Es mi hija…- Solloza.
-Si y debí haber hecho que la perdieras desde el principio.
-Está ciega y es albina… Mi señor, necesito estar con ella, ella me necesita… Si pudiera
buscar dentro de su corazón-
- ¿Mi corazón? Oh, pero si eso es lo que hago desde un principio, querida. Te amo tan
apasionadamente a ti y a tus capacidades, que sé que esta cosa sólo será un estorbo para ti,
así que lo estoy solucionando.
- Señor… Si me aleja de Saeth, cortaré las venas de mis muñecas mientras tomo un baño,
tal vez lo haga durante la madrugada, trabaré la puerta y nadie se ha de dar cuenta. Claro,
hasta el siguiente día. Y se dará cuenta de la gran equivocación que tomó, pues usted dejará
de ser rey para siempre. Envejecerá y morirá. Su pueblo terminará olvidándolo. Y de usted
solo los escritos de los grandes sacerdotes quedarán.
Toma un respiro en silencio, el cual permaneció por varios minutos, los ojos en blanco.
Por fin aquella madre había logrado su cometido.
- ¿Cómo te atreves a hablarme así, maldita bruja? ¿Quién crees que eres?
-Una madre que quiere pasar el resto de sus días cuidando de su hija, ¿Acaso ese es un
error, su alteza? ¿Pido demasiado su majestad? Si le he ayudado durante todos estos años,
lo mínimo que puede hacer es dejarme crecer y envejecer a la par de la nueva razón de mi
existir.

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De nuevo el silencio reina la capilla, ni el cantico de los pájaros se logra apreciar. Sólo el
mortífero y doloroso eco de un par de respiraciones erráticas.
Algún pensamiento en aquella terrible cabeza fue lo que hizo desistir de su antigua decisión
al cruel soberano de ojos malditos y cabello de oro, al igual que todo en el palacio, pero
con alma decadente, como el resto del pueblo.
-Esa cría está enferma y totalmente maldita por haber nacido con tantos problemas. ¿Qué
harás si la gente se entera de que esta anomalía existe? ¿La matarás?
- Yo… yo-
-Responde, bruja.
-Lo… lo haré, mi señor- Levanta la mirada, cruzándola con los de ese hombre que se hacía
llamar rey.
-Muy bien.
×××

1615
Sus ojos se abrieron lentamente, queriendo voltear el rostro a cualquier lado en que no
diera la luz directo a sus corneas. Su cabeza dolía, al igual que sus huesos y músculos.
Volvió a intentar dormir, pero desechó la idea en cuanto se dio cuenta del cuerpo que
poseía, cubriéndose casi en su totalidad con una camisa azul pastel que en definitiva no le
pertenecía, ya no estaba en el bosque, sino en una mullida cama con muchos edredones
encima.
Miró la pequeña habitación, el blanco deslavado de los muebles sencillos, el naranja y café
claro en las paredes, al igual que la increíble pulcritud y olor fresco, le daban a entender
que seguía en la vivienda de aquel hombre. Ese hombre que le ayudó a regresar a su cuerpo
humano y que yacía aún dormido en el sillón azul rey a su izquierda, justo frente a la
ventana por la que entraban los rayos solares.
El viento hacía que las cortinas blancas se movieran y terminaran descansando en el torso
desnudo que subía y bajaba con calma. Ameth lo observó por unos minutos, apreciando
su innegable belleza, cabello azabache, piel de porcelana y esos ojos grandes y grises,
enmarcados por las gruesas pestañas negras, junto a sus cejas pobladas del mismo color. Y
dormido… dormido no tenía su expresión seria, malhumorada y molesta. Parecía que solo
cuando dormía lograba olvidar.
Y su alma. Su alma por alguna razón llamaba a la suya, no sabía de qué manera, pero lo
hacía. Desde que lo miró por primera vez… Era una conexión inexplicable pero
innegable… y no sabía si era unilateral, pero estaba ahí. Sin embargo, aun así, permanecía
también el sentimiento de que faltaba algo.

14
Vagando por sus pensamientos, también se encontró con que tenía que hacer algo para
agradecerle el enorme favor de haberle devuelto su cuerpo. Con un increíble dolor de por
medio, pero lo había hecho, cuando él no tenía por qué ayudarla. ¿Fue por compasión?
¿Lástima? ¿Porque es una buena persona? O, en un primer lugar ¿Quién era él? ¿Quién
era ella? ¿Por qué solo recordaba su nombre y de ahí nada más? ¿Por qué su cuerpo pasó
a ser el de un cisne? ¿Por qué este joven poseía un cuerpo de lobo que rozaba los dos
metros, además del humano y cómo es que lo controlaba? ¿Qué era aquí? ¿Cómo saldría?
Como lo había pensado antes, intentar dormir de nuevo no era una opción y tampoco lo
era el estarse martirizando con un millón de preguntas que no tenían respuesta. Aún.
Así que se levantó lentamente, adormilada. Se detuvo frente al tocador y observó su reflejo
en el enorme espejo, se quitó la camisa y quedó completamente desnuda y por fin puso
atención a sí misma, dándose cuenta del café de sus ojos, su apiñonado tono de piel, el
cabello marrón demasiado largo y enmarañado. Y su cuerpo. Daba miedo. Parecía que no
se había alimentado en meses, desnutrido y delgado en exceso.
- ¿Qué miras? -Escuchó detrás de sí.
-Mi cuerpo- Su voz… Gangosa y ronca. Aguda. En completo contraste con el tono grave de
la contraria. Como si fuera la primera vez que la escuchara y, de hecho, así era, mandó sus
manos a su garganta, con la mirada hacia el frente aún.
- ¿Qué es exactamente lo que recuerdas? – Él la miraba con curiosidad y desconcierto a
través del espejo. Con su mueca de disgusto tan característica.
-Mi nombre- Respondió con sinceridad, no ganaba nada con mentirle
- ¿Sólo eso?
-Si… No estoy muy segura del por qué. Si me habré golpeado la cabeza, si tendré amnesia…
-Tal vez…
- ¿Qué haremos ahora?
-Te cuidaré si así lo deseas.
- ¿Qué? – Volteó como rayo y los orbes cafés chocaron con los grises.
- ¿Tiene algo de malo? O ¿No quieres? -Siguió sosteniéndole la mirada ahora con un ligero
ceño fruncido.
-No es nada de eso… Pero has hecho demasiado por mí y…
-Bueno, eso es cierto. Pero me lo plantee desde que llegamos en la madrugada, no sabes
más que tu nombre, no sabes quién eres ni a dónde vas… Lo cual, déjame decirte, en este
lugar es sorprendentemente raro además de peligroso y te seré sincero, no creo que
recuperes la memoria, o por lo menos no pronto. Estás desprotegida y sin un hogar. Yo
cuidaré de ti si me permites hacerlo y si estás de acuerdo.

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-Yo…- Si, era cierto, pero le lastimaba el hecho de que era completamente impotente en
ese momento. No podía ayudar ni siquiera recordando.
-No tienes que decidirlo ahora, puedes darme tu respuesta en lo que te recuperas de los
dolores musculares. Ahora…- Levantó sus brazos y se estiró, un pequeño sonrojo
involuntario se instaló en sus pómulos y finalmente se levantó -Vamos a comer, que lo
necesitas.
-Mmm… Mi nombre es-
-Ameth, me lo dijiste ayer, pero parecía que alucinabas por todo el dolor y esfuerzo
acumulado.
-Oh… bueno. Y otra cosa – Tomó el brazo contrario, deteniendo al hombre antes de que
saliera por la puerta de madera blanca -Gracias.
Él solo la miró, tomó de nuevo la camisa azul que había dejado encima de la cama y la
volvió a acomodar en el casi desnutrido cuerpo. Luego salió sin voltearla a ver.
×××
- ¿Responderás mis preguntas?
-Las que pueda.
- ¿Qué significa eso?
-Significa que todo esto es producto de años llenos de guerras, misterios, secretos e incluso
magia. No todo está escrito, no todo tiene una explicación y no todas las preguntas se
pueden resolver tan fácilmente. Así que, si quieres pregunta, pero no prometo responderte
todo- Bebió un sorbo de su té negro. A pesar de que su voz sonaba algo molesta y hasta
hastiada, sus facciones no lo demostraban, muy al contrario de ella, que comenzaba por
explotar de histeria. Y se notaba.
-De acuerdo… ¿Tu nombre? ¿Qué es este lugar?
-Este lugar, es Edevane, un gran pueblo en el cual puedes vivir si lo que quieres es
tranquilidad. La gente es silenciosa, nada indiscreta, se cuidan entre todos y aunque sigue
siendo de lo más conservadora, es respetuosa. Mi nombre es Kalen.
- ¿Sólo Kalen? ¿No tienes apellido?
-Realmente eso no es algo que interese.
-A mí me interesa.
-Pues no debería.
Miró a todos en aquella vieja posada, con las paredes de cemento pintado de avellana, las
personas que se veían realmente amables, algunas caras serias, otras sonrientes sentadas en
mesas circulares de madera vestidas con manteles de encajes blancos. Un lugar humilde,

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pero cálido, familiar y hermoso. Luego volteó hacia la ventana y observó lo mismo,
humanos. No lograba ver algo malo en aquel lugar, todos se veían igual. Excepto Kalen, él
era como el cisne negro entre tantos blancos, él parecía tener más emociones dentro suyo
a pesar de que quisiera enmascararlos.
-Bien Kalen… -Volvió la vista al hombre enfrente de ella- ¿Qué es todo esto? ¿Este lugar?
¿Por qué puedes transformarte en lobo y por qué yo era un cisne hasta ayer?
Hubo un momento de silencio, parecía estar pensando muy bien su respuesta, lo cual,
hacía pensar a Ameth que realmente este asunto no era algo sencillo de expresar, manejar
y mucho menos de vivir. Le hizo tener más dudas y curiosidad.
-La razón por la que puedo transformarme en animal… Ésta es una historia en verdad larga.
-Tenemos todo el tiempo del mundo.
-Para empezar, tienes que saber que todo lo que observas, desde la primera hoja del bosque
que tocó tu cuerpo al despertar, hasta el café que sostienes en tus manos en este momento,
es real, pero no fue siempre así… Hace algunos siglos todo esto, era un solo reino, era
pobre y decadente, la monarquía se hacía cargo y se quedaba con todo, los impuestos eran
excesivos, las cosechas no prosperaban mucho, pues las lluvias y el frío comenzaron a
aumentar y el calor a escasear. Las personas también eran horribles, pero las que ocupaban
puestos altos eran las peores… Y Naasón Slorah, el rey de ese horrible reino… era el peor,
egoísta, ávaro, siempre hambriento de poder y quería más… un rey cruel con el mal deseo
de gobernar por la eternidad… Definitivamente no era el lugar perfecto donde cualquiera
quisiera vivir.
La miró a los ojos, sus cejas se arquearon y suspiró.
-Luego, como parte de un hechizo o un embrujo, todos en aquel reino murieron
abruptamente… morimos. Todos los que formábamos parte del pueblo de Slorah… y
amanecimos aquí, rodeados de un bosque infinito.
-Aguarda, aguarda, aguarda… -Movió sus manos desesperadamente, algo muy cómico para
el pelinegro, que no estaba acostumbrado a la hiperactividad de alguien- ¿sólo así?
¿despertaron y estaban aquí?
-Si.
-No, no acepto eso… ¡Debe haber algo más, Kalen!
-No grites.
¿Cómo podía pedirle eso? ¿Cómo, cuando hay un enorme bache en toda esa historia?
¿Era así? O… ¿Él sabía algo más? -No gritaré…
Pero era tarde, ya todos los estaban mirándolos y Kalen no sabía decir si era por el alboroto
recién causado o por la plática en sí.
-Salgamos de aquí.

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- ¿Qué? Pero-
-Ya terminaste, ¿O no?
-Si… pero- No esperó a que terminara de hablar, simplemente dejó tres monedas de cobre
y la tomó del brazo para salir.
No preguntó ni dijo algo más, sólo se dejó hacer. Notó que estaban yendo en dirección al
bosque y no la soltó hasta que las casas comenzaron a verse muy lejanas.
-Como te dije, aquí la gente es conservadora, no les gusta hablar de estas cosas… algunos
no quieren recordar eso y otros simplemente creen que se trata de una antigua leyenda.
-No lo entiendo…
-Lo sé… pero no te miento, es así. Fue como un sueño muy profundo y al despertar aquí,
todos éramos bestias, animales… Te conté que no éramos buenas personas, así que fue
como si nuestra bestia interior se hubiera manifestado, mezclándose con los animales puros
nativos del bosque. Al inicio todo era caos, guerra, hambre, muerte… incluso suicidios, yo
mismo pensé que era la solución.
- ¿Acabaste con tu vida? -Esto era cada vez peor, más confuso, loco y sin coherencia. Bajó
la mirada al césped por el que caminaban y siguió escuchando.
-Si, cinco años después de mi despertar, la conciencia comenzaba a fallarme, sentía que mi
lobo comenzaba a tener control sobre mí, decidí que no quería eso, así que busqué un
acantilado y me lancé. Y, tal cual un embrujo horrible, volví a la vida tiempo después. De
nuevo en mi forma animal… era un cachorro, pero con la conciencia intacta, memorias
completas y control de mí mismo. Sólo sabía que había vuelto después de mucho tiempo,
pues ya había personas caminando en dos piernas, muchas que aprendieron a dominar su
bestia interior y lograr transformarse en humanos… Un hombre algo viejo llamado Aarón
me crio y me enseñó a dominarlo desde los cinco años y a los siete me preguntó por
primera vez cuantas vidas había tenido ya.
Sonrió.
- “Dos” le contesté. Después me enseñó todo lo que habían descubierto en los últimos
treinta años, ahí supe que tardé veinticinco de ellos en volver. Me dijo que, si no logramos
someter al animal y transformarnos a voluntad después de máximo cinco años, él
comenzará a controlar nuestra parte humana, perderemos las memorias y seremos simples
bestias que se dejan llevar únicamente por el instinto. Otra cosa que habían descubierto
para ese momento fue que solo envejecemos hasta la edad en la que llegamos a este lugar
y que, si morimos por alguna razón, no importa si son cien años después, siempre
regresamos. Después, me fui de casa, exactamente a la edad en que me quedaré de por
vida y supe que se habían construido viviendas, pueblos, aldeas y muchos años después
incluso reinos, aunque la mayoría optaba que era mejor regirse por la democracia…
definitivamente no querían vivir de nuevo lo que pasó en Slorah.

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- ¿Me estás diciendo que se formó todo eso en un simple bosque?
Imposible.
-Ameth, tal vez no lo entendiste, pero este bosque es básicamente infinito… no hay salida
ni entrada.
- ¿Ya lo han intentado… volando?
-Si, por más alto que se logre volar, no se ve nunca el lindero del bosque, sólo cordilleras,
llanuras, lagos, valles, las construcciones, pero todo lo demás en que no se ha pisado, sigue
siendo esto -levantó los brazos, señalando el lugar- bosque.
Ameth se quedó callada, procesando todo lo que acababa de escuchar. Sonaba realmente
como algo sacado de un mal cuento de fantasía. Y había resuelto algunas dudas para dar
pie a nuevas preguntas, ¿Quién había hecho esta crueldad? ¿Por qué? ¿Cómo?
Llegaron a un pequeño valle y después de varias horas hablando y caminando se sintió
como el cielo, sobre todo Ameth, que aún no había conseguido ropa o zapatos de su talla,
así que había tenido que conformarse con la enorme vestimenta de su ahora compañero y
le incomodaba los pies. Se quitaron los zapatos y se sentaron a refrescarse unos minutos.
Después se levantarían de nuevo, antes de que los bandidos o las bestias salvajes salieran
aprovechando la obscuridad.
Pero por lo pronto podían apreciar el paisaje, o por lo menos ella lo hacía, a lo lejos estaba
el sol y sus rayos chocaban con el agua cristalina, simulando chispas doradas saltando sobre
el agua en todo el valle, el césped era verde, cubierto de fino rocío, las flores diurnas pronto
se cerrarían para darle la oportunidad de despertar a las nocturnas. Los conejos y las ardillas
también se refrescaban a un lado de ellos, toda la flora y la fauna estaba llena de vida…
pero ahora ella sabía que probablemente muchos de estos conejos y ardillas en algún
momento fueron humanos.
-Kalen…
- ¿Sí?
- ¿Qué han hecho al respecto?
- ¿Acerca de qué?
-De todo esto, de averiguar por qué fue o como deshacerlo… para liberar a todas estas
almas perdidas.
-Escucha, lo hemos intentado todo, volar, construir de nuevo pequeños aviones con los
recursos que disponemos, cavar minas para ver si por lo menos abajo hay alguna pista…
siquiera en el pequeño pueblo en el que me alojé, no hemos encontrado nada… y la gente
aquí ya se rindió. Como pudiste observar, es muy tranquilo.
-Entonces vámonos de aquí. A dónde sea, encontremos la respuesta.

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-Ameth…
-Yo sé que piensas que es imposible por todo el tiempo gastado, después de siglos de
desesperanza, pero no lo es… ¡Sé que no lo es!
-Es imposible.
-Kalen, no lo entiendo. He estado por poco tiempo aquí conscientemente, y ya no puedo
siquiera pensar en que tal vez haya un mundo ahí afuera esperando por ti, por mí, por
todos en esta retorcida tierra. ¿No quieres saber quién nos encerró?
-No
-Mentiroso…
-No estoy mintiendo- dijo mirándola a los ojos, como era su horrible costumbre, ojos fríos,
ojos niebla, ojos que seguro sabían toda la verdad y no la diría.
-Como sea, si quieres tú quédate aquí, en tu “tranquilo” pueblo intentando vivir una
realidad falsa. Yo no puedo, no sabiendo que me acostumbraré a vivir en un mundo que
yo no elegí, sino que me obligaron. No recuerdo nada de lo que ha pasado y tampoco sé
por qué mis memorias no están y menos si pertenezco aquí o estoy por error. Pero no
quiero dejar que me arrebaten mi libertad.
Por un momento el pelinegro no emitió palabra alguna, su expresión aburrida de siempre
había cambiado a una de ligera consternación. Ameth sabía que él seguía sin decirle toda
la verdad, pero tampoco iba a obligarlo a contarle. No obstante, su decisión era firme, ella
se iría con o sin él, con la verdad a medias o completa, la descubriría tarde o temprano. El
problema es que no sabía mucho y también le llevaría mucho más tiempo del necesario.
Supo que lo había convencido un poco cuando su rostro se relajó de nuevo.
- ¿Y dónde o quién crees que puede tener la respuesta? ¿Cómo siquiera piensas que un
par como nosotros puede deshacer todo esto?
Pensó, tratando de encontrar alguna memoria inexistente en su cerebro o algo que ayudara
a saber quién podría saber algo de la maldición. No todo conectó, pero si pensó en una
persona que podría estar involucrada y que podría ser la clave o al menos tener alguna
mínima respuesta.
-Naasón Slorah.

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×III×
×Una capa roja×
×××
Semanas transcurrieron desde aquella plática. Ocho semanas en las que Kalen no
mencionó de nuevo el tema y Ameth comenzaba a fastidiarse, parecía incluso que se había
cansado de verla. En las mañanas tan solo tomaba un pequeño desayuno que consistía en
su infaltable té negro y algunas medialunas, para después encerrarse en su maldito estudio
al que ya tenía “estrictamente” prohibido entrar, después de que un jueves de la segunda
semana, ella haya pasado sin tocar la puerta y después reclamarle el hecho de dejarla sola
todo el día. Él se veía claramente molesto y aunque no dijo algo en ese momento, se notaba
que quería gritarle mil cosas, de las cuales pocas serían respetuosas.
Ese día en la noche, el pelinegro llamó a la puerta de la habitación que le había asignado a
la chica y le dijo tranquilamente que le prohibía entrar bajo cualquier circunstancia. ¿Qué
era lo que se encontraba en ese estudio lleno de moho, telarañas, polvo y papeles sucios?
No tenía la menor idea, pero si tenía clara la importancia que debía tener.
En las tardes comía sola en la vieja posada, a la que ya comenzaba a tomar cariño. Sobre
todo, por aquella mujer de unos 60 años, que perfectamente tenía facha de ser la tía abuela
preferida de todos, con un gesto amable y palabras cálidas para todos todo el tiempo. Sobre
todo, para ella. Ameth encontraba cómico escuchar sus historias sobre cómo es conocer a
todo el mundo en un pueblo tan pequeño, ya que los chismes llegan a la velocidad de la
luz; Ágata era su nombre, su tono de piel porcelana y su cabello negro siempre lo traía
atado a una coleta alta, las arrugas alrededor de sus ojos azules sólo la hacían ver más
hermosa y madura. Conocedora y sabia.
Había congeniado demasiado y hablaba con ella todos los días. Le pedía consejos sobre su
atuendo y la mujer siempre le decía que no había mujer más hermosa que Ameth. La
quería.
Y ese día no era la excepción, el sol aún estaba en su punto alto y debían ser cerca de las 4
de la tarde, Ameth caminaba felizmente con uno de los vestidos más bonitos que Kalen le
había mandado a hacer con Ágata, que, para su gran suerte, también era costurera y como
era un pueblo pequeño, no vivía muy lejos. Esta prenda en particular era de un color azul
pastel, corto hasta los muslos, resaltaba un poco su pequeña figura, cosa a la que se había
acostumbrado y ahora le importaba muy poco; también le alegraba ya no tener que usar el
incómodo calzado del pelinegro que hacía que salieran ampollas en sus descuidados pies.
Sin embargo, en ese momento no pensaba en su apariencia, más bien se concentraba en
un libro de los tantos que Kalen se había dignado a darle, “Ojalá esto te ayude con tu
aburrimiento”, le había dicho. El libro era sobre geografía, aguas, tierras, mapas, partes del
mundo o por lo menos de “Su mundo”. Le parecía interesante el que la mayoría de los
mapas en efecto era bosque y que dejaran en blanco la tierra y el agua no explorada ni
tocada por el hombre aún, eso significaba que todavía no lograban pisar ni habitar todo

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terreno… lo cual hacía este bosque monstruosamente grande. Ella temió al pensar en la
palabra “Eterno”.
Tan ensimismada en su camino hacia la posada iba, que no notó al pequeño con el que
tropezó, soltando el libro, que terminó a un par de metros lejos. Confundida y aturdida le
observó detenidamente, era un niño de piel negra, vestido de pies a cabeza con harapos,
sin zapatos y marcas obscuras en todo el cuerpo y rostro. ¿Qué era eso? ¿Por qué no vestía
como los niños que veía en la posada? Lo segundo que llamó su atención, fue el brillo en
sus ojos, era exactamente del mismo tipo que había en los de Kalen, uno que no estaba en
las otras personas que había conocido hasta ahora. Además de que los mismos estaban
inyectados en sangre, estaba completamente asustado y realmente le parecía extraño.
El niño se levantó rápidamente en alerta -Discúlpeme señorita.
-Hey ¡Espera! – Intentó detenerle, pero era tarde, corrió tropezando de nuevo en el camino
con un trozo de pan que no había visto, pero lo había dejado caer el mismo niño.
Se levantó y tomó de nuevo el libro, ya no dándole interés, el resto del camino lo basó en
pensar en lo recién ocurrido. Así llegó a la posada.
-Por fin llegas, te estábamos esperando- Marina fue quien abrió la puerta, una chica que
ayudaba a Ágata en el establecimiento. Su cabello rojo hasta la cintura y ojos miel eran sus
mejores atributos, además de la enorme sonrisa con la que siempre la recibía -Ágata está
haciendo más pan para la hora de la merienda, ¿Quieres que te sirva algo?
-No… de hecho… Marina, quisiera preguntarte algo.
Ambas se sentaron en una mesa pequeña pegada a la ventana, por ahí se podía observar a
la gente pasando de un lugar a otro. Algunas con cansancio en sus rostros, pero la mayoría
parecía conforme. Hoy en día, no podía evitar pensar que todos ellos mentían.
-Claro, dime. Sólo que sea rápido, ya que el trabajo me llama, linda.
Pensó su pregunta por unos segundos más, llegándole los recuerdos de ese mismo lugar
con todos viéndole con mala cara por la pregunta que había hecho a Kalen en su primer
día como humana. Y pensó ¿Por qué no? Si la mujer frente a ella aguardando expectante
en ese momento se molestaba… lo máximo que pasaría sería que la echaran sin haber
merendado su té de frambuesa con sus medialunas.
-Hace un rato tropecé con un niño… Su piel era obscura- Marina abrió los ojos de golpe y
se enderezó con rapidez -Vestido con trapos y parecía bastante delgado, con moratones y
heridas en todo lo que alcancé a apreciar, mi pregunta es… ¿Por qué? Jamás había visto a
una persona en ese estado, por lo menos no aquí.
La ojimiel se tardó un rato en responder, sus ojos en su regazo, hasta que por fin la miró
con expresión totalmente seria -Ameth, normalmente esto jamás se pregunta, pero ¿De
qué generación eres?
- ¿Qué?

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-Es imposible que seas “Primera” y no lo sepas.
¿“Generación”? ¿De qué estaba hablando? Bien, mataría a Kalen por no haberle enseñado
eso.
-Tercera- Mintió por primera vez ahí. Y rogaba porque fuera una respuesta buena o
comenzarían a sospechar de ella. Y definitivamente no sería algo bueno.
-Bien… Este tema no es algo que se hable. Te lo digo como una persona que se preocupa
por ti y no quiere verte mal.
- ¿Tan horrible es?
-Si. Una marca de nuestro pasado. Ese niño con el que te topaste es un marginado. Él y
toda la gente que te encuentres parecida aquí y no son más que escorias, una basura
enferma del mundo.
- ¿De qué hablas? -Para ese momento, ya tenía una expresión confundida en el rostro,
mientras que la contraria expresaba asco.
-Son los hijos de Saeth, antiguos demonios que debieron haberse extinguido en el tiempo,
y, al contrario, se siguen reproduciendo. De nuevo te lo pediré, no vuelvas a mencionarlos
y si puedes, ni siquiera te dirijas a ellos o te maldecirán de igual forma- Sin despedirse y
muy furiosa se levantó y siguió atendiendo a las personas.
×××
- ¡¿Quién es Saeth?! - Gritó desde detrás de la puerta del sótano, al mismo tiempo en que
la golpeaba con sus nudillos.
Después de aquella extraña plática con Marina, Ameth no pudo siquiera probar sus
alimentos o esperar a que Ágata se desocupara para saludarla. Además, temía que le
preguntaran alguna otra cosa y ella, con su inmensa ignorancia sobre la historia del bosque,
no sabría qué contestar. Así que simplemente salió del lugar lo más calmada posible y
cuando el local ya no se distinguía sólo corrió hasta llegar a la vivienda del pelinegro.
- ¡Kalen! ¡Abre, por favor! – Volvió a golpear la puerta con más fuerza, hasta que escuchó
pisadas fuertes en los escalones. Podría ser por dos razones; la primera, esas botas que
cargaba el hombre eran tan pesadas que ella sinceramente no sabía cómo podía caminar
distancias muy prolongadas. La segunda y más probable era, que, a parte de esas botas tan
caóticas, el ojigris se encontraba de no muy buen humor. Tal vez debía tener miedo.
- ¿Qué demonios te pasa? – No hablaba con gritos, suponía que esa era una buena señal y
no tendría por qué huir.
- ¿Quién es Saeth? – Preguntó de nuevo, ya más calmada y mirándole a los ojos.
Kalen se quedó unos segundos en silencio.
- ¿Quién te mencionó ese nombre? – Dijo por fin.

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-No me respondas con otra pregunta, sabes lo confundida y terriblemente aturdida que
estoy desde que llegué aquí. No te he vuelto a molestar respecto a aquel tema que parece
tabú en todo el pueblo, lo que menos necesito ahora es que me dejes aún peor de lo que
estoy. No importa quién lo haya mencionado o por qué, sólo dame las malditas respuestas
que necesito – Estaba molesta, ¿Cómo podría no estarlo? En esos momentos se sentía
como una completa ignorante y de verdad deseaba dejar de serlo.
- Encontré los mapas.
¿Qué?
- ¿Qué me estás diciendo ahora?
-Bajemos a la sala, tenemos que hablar.
-Pero- No terminó la oración por un dedo del contrario colocado en sus labios.
-Lo sé, sé que tienes muchas preguntas, pero tienes que confiar, no me he olvidado de lo
que hablamos. Realmente vamos a hacer algo… Sólo confía en mí y en que te diré lo que
tengas que saber.
La castaña sólo asintió lentamente.
-Ahora bajemos, tenemos que discutir sobre lo que sucederá a partir de ahora.
En un par de minutos ya estaban con un par de tazas de café en los sofás, uno en frente
del otro. Kalen colocó varios pliegos de papel en la mesita entre ambos, de los cuales la
mayoría eran mapas. Mapas que se notaban añejos y descuidados. Que no se habían
abierto desde hacía años.
Desenrolló uno, el que parecía ser el de mayor tamaño. Efectivamente era un mapa donde
se mostraba todos los reinos y pueblos conocidos en ese bosque, entre los cuales
destacaban Slorah, el más grande y poderoso, aunque pavoroso y menesteroso a la vez. A
su lado se encontraba Creta, había leído que era un reino famoso por exportar metales a
todos los demás, entre ellos el que más facturaban era el oro, plata, cobre y por supuesto
el hierro. También estaba Edevane, Valencia, Bread y Pusset. En ese mapa estaba todo,
salidas, entradas, los caminos más y menos poblados, pueblos fantasmas, los valles que
colindaban, atajos y entradas que no se encontraban en los de los libros que le había
prestado en el último mes.
-Hice este mapa hace años, probablemente la mayoría de lo que está aquí ya no coincida
con la actualidad, pero podríamos intentarlo. Hay razones por las cuales no podemos
llamar tanto la atención y debemos ser precavidos en nuestro viaje a Bread.
- ¿Bread? Creí que iríamos a Slorah. Y Bread queda a menos de medio camino hacia allá
– Señaló con su dedo en el arrugado mapa.
-Lo sé, iremos. Pero no ahora. Te lo explicaré en el camino.
Confiar, confiar… Tengo que confiar…

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- ¿Por qué tardaste tanto en esto?
-Me había olvidado de todo, tuve que mover muebles, desempolvar y releer cosas, incluso
tú me ayudaste leyendo esos libros nuevos, así sabremos qué hay de nuevo en los caminos
por los que pasaremos. Sin embargo, también debemos ser cuidadosos, muchas veces
hacen esos libros falsos a propósito para mantenernos en la ignorancia y perdernos en la
llegada a Slorah.
- ¿Pero por qué harían eso?
-Tienes que entender Ameth, que la gente es una maldita víbora y la mayoría no quiere tu
bienestar, sobre todo los de ese reino maldito. Que es de donde vienen estas inutilidades
que te mandé a leer.
Ignoraría la parte en que se molestaba por haberle mandado a leer todo un mes, cosas que
seguramente eran falsas y que probablemente no le ayudarían a menos que quisiera
aprender sobre “las mentiras del bosque encantado”.
-De acuerdo… ¿Y qué hago?
-Ve a empacar tus cosas, no lleves tanto, nos encargaremos de que el mayor peso recaiga
en comida y agua, allá compraremos vestimentas nuevas.
-No tenemos que llamar la atención.
-Exactamente. Aprendes rápido- Sonrió.
Espera, espera, espera… ¿Kalen acababa de sonreír? Pensó… y también pensó que no era
una fea sonrisa.
- ¿Cuándo nos iremos?
-Mañana a primera hora- Esta vez no enrolló el mapa, sino que lo dobló de manera en que
ocupara el menos espacio posible.
- ¡¿Mañana?! – Gritó exaltada -No podré despedirme de Ágata ni Marina. Tampoco podré
volver a ver a aquel niño ni preguntarle sobre…
Se quedó callada, no sabía si era un buen momento para comentarle sobre aquel niño de
tes negra y vestido de harapos que se encontró de ida a la posada… tal vez en otro momento.
- ¿Qué niño? – Preguntó despreocupado, ignorando completamente la importancia de ese
suceso.
-Ah… un niño de la posada al que conocí hoy, se suponía que me mostraría algunos libros
mañana – Tuvo que mentir, lo odiaba en serio, pero en este momento lo último que quería
era meterle más presión al único ser que le estaba ayudando y la cuidaba desde su
despertar.
-Sé que te hiciste de varias amistades aquí, pero desafortunadamente no podremos
despedirnos, solo colgaremos una nota en la puerta diciendo que nos fuimos de viaje a una

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cosecha y no sabemos cuándo volveremos. Si nos quedamos, harán preguntas. Y
sinceramente no estoy de humor para inventar las respuestas correctas que logren
convencerlos.
-Tienes razón… pero ¿Si quiera podría-
-No Ameth, sólo ve a empacar, por favor -Volvió a interrumpirla -Lleva ropa cómoda y
abrigada, el viaje es algo largo e iremos caminando todo el trayecto. Yo te despertaré, pero
ten en cuenta que será muy temprano.
-Si…
Ya no hubo palabras después de eso, sólo tomaron su café en paz.
Tal vez una paz falsa, mientras él pensaba en los múltiples recuerdos que quería, deseaba
y realmente se había esforzado por olvidar… ella imaginaba como sería el nuevo lugar en
el que estarían. Las personas, Kalen decía que la mayoría eran malas, ella pensaba lo
contrario y también, que, si habían cometido errores, todos merecían una segunda
oportunidad.
×××
Lo entendía, realmente lo hacía. Pero no podía obedecerle.
Sólo esperaba que no trajera consecuencias tan graves.
No estaba segura de la hora, pero se aseguró de que Kalen estuviera lo suficientemente
inconsciente en sus sueños para tomar las llaves del pelinegro y salir abrigada con una de
sus chaquetas más calientes por la puerta de atrás. Siendo lo más silenciosa posible, caminó
hasta la cabaña de la mujer con la que más se había encariñado durante su estadía en
Edevane.
Iba despacio, observando el paisaje, todas estas casas pequeñas, hechas con materiales de
la naturaleza. Recordando a la gente tan trabajadora y humilde, que no podía creer que
fueran o hubieran sido malas en alguna etapa de su vida. El cielo obscuro estrellado, la
luna llena en su máximo esplendor. Era la metáfora perfecta y embellecida de su jaula, una
eterna jaula.
Llegó por fin a su destino, con cuidado de no ser escandalosa, llamó a la puerta tres veces.
Como lo suponía, no hubo respuesta, sin embargo, no desistió. Era la única persona de la
que por lo menos quería despedirse. Hizo lo mismo por lo menos cinco veces más, hasta
que la mujer mayor abrió la puerta con justificada molestia, decidida a gritarle a cualquiera
que estuviera tocando a su puerta a tan altas horas de la madrugada. Eso hasta que vio
quién era.
-Oh por Dios, linda, ¿Qué haces aquí tan tarde? ¿Estás bien? ¿Kalen está bien? – Miró a
sus lados, detrás de ella, tal vez esperando que no estuviera sola.
-No, no, Ágata, ambos estamos bien.

26
- ¿Qué sucede, querida?
-Yo…- Sintió sus ojos aguarse, no esperaba que una despedida doliese de esa manera.
-Cielos, mi niña. Pasa, pasa. Está helando afuera.
Pasó a la vivienda, sus lágrimas no la dejaron observar con detalle el aspecto de la casa, sin
embargo, era lo que menos le importaba en ese momento. Ágata la sentó en un mullido
sillón con múltiples estampados de flores rojas y ella a su lado le dio un pañuelo, también
estampado de rosas rojas. Le dio un pequeño abrazo y esperó a que se calmara.
-Discúlpame por despertarte a estas horas.
-No te preocupes por eso, pero por favor, dime qué sucede antes de que a esta vieja le dé
un infarto.
-Ágata… Kalen y yo nos iremos a ver algunas cosechas -Dijo por fin. -Y no regresaremos
hasta dentro de un tiempo… creo que quiere construir una casa en un terreno que compró
en otro lugar. El punto es que, creo que no te veré en mucho tiempo.
-Querida, pero eso es algo bueno, quiere decir que quiere formalizar algo contigo. ¡Estoy
muy feliz por ustedes! – La estrechó en otro gran abrazo, que le supo a lo que supone que
sería el amor de una madre o una abuela. También a despedida, una triste despedida -Y
respecto a lo de no vernos, siempre podemos enviarnos cartas o cuando puedas venir de
visita. Eso es lo de menos. Aquí te estaré esperando -Terminó con una gran sonrisa.
-Si… Tienes razón -La miró y también sonrió aun con las ganas de llorar.
La volvió a abrazar y se quedaron así por un par de minutos, Ameth realmente no tenía
ganas de separarse.
-Te voy a dar algo.
- ¿Qué? No Ágata, en serio no es necesario- Pero ya era tarde, la viejecita corrió por las
escaleras. Tardó un par de minutos, minutos en los que tenía la mente hecha un profundo
caos, por eso mismo, casi ni sintió el tiempo pasar y al mismo tiempo le pareció eterno.
Bajó de nuevo con una capa de color rojo intenso en las manos, la hizo levantarse y se la
acomodó bien, haciendo un moño sencillo con los listones y adecuando bien su cabello
largo para que se sostuviera bien la capucha. Era una capa hermosa hecha de lana, bastante
cubriente y de un largo que llegaba por debajo de las rodillas.
-Ágata, no por favor, no puedo aceptar esto.
- ¿No te gusta?
-Nada de eso, es hermosa, me encanta. Pero déjame pagar por ella siquiera -Sentía que iba
a volver a llorar. Tenía mucho que explicarle al hombre con el que estaba viviendo ahora.
-Se ve que fue un trabajo arduo el hacerla, es preciosa.

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-Oh, no es nada, es para que me recuerdes y recuerdes que es importante estar siempre
bien abrigada.
-Siempre te recordaré, no es necesario algo material.
-… Esta capa era de mi hija– Bajó la voz y la mirada, se sentía la melancolía en el ambiente
-Me encantaría que tú la tuvieras ahora, por favor acepta esta parte de mí.
Por cuarta vez en la madrugada, las dos mujeres se unieron en un abrazo, esta vez con el
sentimiento más a flor de piel.
-La cuidaré mucho. Gracias por hacer de mi estadía aquí acogedora, por aceptarme y por
hacerme sentir lo que es tener una madre.
-Cometí muchos errores en el pasado, cariño. Tú me hiciste creer en este poco tiempo que
puedo enmendarlos.
-Te quiero y te extrañaré tanto…
-Yo a ti, mi niña… realmente sí.
Se separaron por fin. Las lágrimas empapaban las mejillas de ambas mujeres.
-Creo que es hora de irme…
-Claro, supongo que saldrán temprano, no quiero que tu novio me venga a hacer una
escena de que le he robado a su mujer.
Echó una carcajada, más porque no se imaginaba a sí misma y a Kalen en una relación,
completamente sería imposible.
-Un favor más, si no es molestia… -Ya estaban en la puerta.
-Lo que quieras cariño.
-Kalen no quiere que alguien se entere, se supone que haríamos de esto lo más discreto
posible, pero me fue imposible no despedirme de ti. Te ruego que no comentes que vine…
-Claro mi querida, soy una tumba. Mucha suerte en esta nueva etapa de tu vida.
Después de otra carcajada y agradecimiento, regresó a donde habitaba el pelinegro, donde
el mismo seguía durmiendo. Al parecer no era tan tarde como ella pensaba.
Decidió tomar una pequeña siesta, abrazando la capa que le fue obsequiada esa noche,
esperando que el siguiente día llegara, que Kalen no se molestara tanto y que pronto
obtuvieran las respuestas para deshacer el desastre que tanto le carcomía la mente y el
corazón. ¿La razón? Esa también era una pregunta a la que no tenía una respuesta.
Aún.

28
× IV×
×Sendero×
×××
Kalen se levantó un par de horas antes del amanecer, la luna llena aún se asomaba grande
en lo alto del cielo y las estrellas le hacían compañía, aún estaban despiertas las criaturas
nocturnas; tal vez eso era una de las vagas y casi nulas cosas buenas que tenía el bosque, el
cielo y la naturaleza en general siempre otorgaban las mejores de sus vistas, pareciera que
ella quería que todos en el infierno vieran lo “bueno, dentro de lo malo”.
Sólo se estiró un momento y espero a espabilarse un poco, cambió su ropa a algo un poco
más tosco y cubriente, no quería que el frío ni los animales salvajes fueran un obstáculo
para llegar a su destino. Por fin, después de unos minutos y cuando ya estuvo listo, despertó
a su compañera. Tocando su hombro, habló en un tono de voz alto sin llegar a gritar.
-Ameth, es hora de irnos.
Al no obtener respuesta, ni signo alguno de que le hubiese escuchado, volvió a hablar en
el mismo tono, sacudiéndola con un poco más de fuerza. El despertar a alguno de los
pueblerinos no estaba en sus planes.
-Está bien, está bien. Ya desperté- susurró con molestia y llevándose las manos a los ojos
para evitar la molestia de la luz.
-Te dije que nos iríamos a primera hora, ¿Acaso dormiste hasta tarde?
-No…
No pensaba decirle de su visita nocturna. Por lo menos no ahora, esperaría hasta la enorme
caminata que les esperaba. Aun así, no había prisa, era demasiado lo que tendrían que
recorrer.
-Recuerda usar ropa gruesa. Puedo protegerte de las bestias, no del frío.
Rápidamente tomaron un vaso de leche y pan, para por fin tomar su camino antes de que
el sol se comenzara a apreciar por entre las montañas.
Comenzaron la caminata en silencio, cada uno en su propio mundo. Más que nada, Kalen
encargándose de no perderse y Ameth solo de seguirlo. Parecía una tarea fácil, sin
embargo, si tenían en cuenta que aquel hombre contaba con esbeltas, pero terriblemente
largas piernas, además de que caminaba como si le estuviese persiguiendo la más terrible
de las bestias… lo volvía un poco menos sencillo. Aunque ella tal vez era un “poco”
dramática.
Pasaron horas y horas… y horas. Los dos morían de hambre además del poco cansancio
por parte de uno y el excesivo por parte del otro.

29
Era alrededor del mediodía cuando decidieron tomarse un descanso debajo de la sombra
de un árbol. Sacaron los alimentos que habían empacado y se quitaron las enormes
chaquetas para ponerlas sobre el suelo y estar un poco más cómodos. En el caso de la
ojicafé, no se quitó la capa, sólo la acomodó mejor sobre su cuerpo.
-Entonces Ameth… ¿Quisieras decirme la razón por la que traes puesta esa enorme capa
roja y el por qué no la conocía?
Así que era momento de hablar.
-Oh… bueno…
Es que no era algo malo y tuvo cuidado de que nadie más que Ágata le viera, pero esos
ojos la hacían retorcerse y sentir que no quería que se molestara.
- ¿Bueno?
-Ayer fui a ver a Ágata…- Se detuvo un momento, la reacción del contrario como siempre,
neutra -Yo sé que te prometí que me iría a dormir y que no saldría ni haría drama sobre
no despedirme… Perdón, pero no podía obedecerte en eso, tenía que ir a verla o no me lo
perdonaría jamás.
- ¿Alguien más lo sabe?
-No… Sólo fue ella. Y ella me obsequió esta capa.
-De acuerdo -Continuó comiendo.
- ¿No estás molesto?
-No… de hecho creo que está bien. No debí prohibirte ir a ver a tu gente querida en primer
lugar. Que yo sea un apático asocial al que no le importe lo que pasa con el mundo, no
quiere decir que tú también. Y debo aprender que ahora eres parte de mi vida y no quiero
hacer la tuya pedazos con esta clase de comportamientos.
-Oh…
No se esperaba esa reacción, realmente le alegraba, ya que de no haberse despedido de la
persona de la que más se había encariñado en ese tiempo además de la persona sentada
frente a ella, realmente le hubiera invadido una gran culpa.
-No es lo único que ha estado rondando por esa mentecita tuya.
- ¿Qué? - ¿qué? - ¿Cómo lo sabes?
-Has estado con la cabeza inclinada, el seño fruncido y un puchero desde ayer. Es algo que
sólo haces cuando algo te está carcomiendo la cabeza- Explicó mientras la imitaba
dramáticamente, haciendo que ella diera una pequeña carcajada y él sonriera por inercia.
- ¿Vas a decir que ahora me conoces?
-Has estado bajo mi cuidado desde hace un tiempo. Me estoy aprendiendo tus manías, sí.

30
-Eso es lindo- Seguía riéndose.
-En fin, si es algo que te preocupa, puedes decirme.
Claro que sabía que podía decirle. El cómo explicarle el asunto para que le entendiera, era
el problema.
-Ayer por la tarde sucedió algo… -Él la miraba expectante -Iba distraída, leyendo el libro
de mapas que querías que memorizara y apareció un niño de la nada. Ambos nos caímos
y sólo me miró un momento, pero te prometo que vi el pánico en sus ojos, que también lo
delataban, había llorado demasiado para que estuvieran así de hinchados. Vestía con trapos
Kalen, ¡trapos! ¿Qué clase de padres permiten que eso vistan sus hijos?
-Ehh- Quiso interrumpir.
-No, no respondas, aún no termino. Después salió corriendo y dejó caer una pieza de pan
que traía. Le conté a Marina y su cara era de horror y asco, es que incluso me pareció que
le dieron nauseas. Y me preguntó si yo pertenecía a primera, segunda o tercera generación,
cosa que tampoco me has enseñado, por cierto -Hizo una pequeña pausa para mirarlo con
desaprobación, a lo que él solo se alzó de hombros con una casi imperceptible mueca de
burla -Tuve que mentir y decir que soy “Tercera”, aunque no tengo idea de lo que eso
significa. Para sólo decirme que, en pocas palabras, ese niño y su gente, son horribles y
merecen morir. Entonces, como puedes ver, no es sólo “Un problema”, es una pequeña
cadenita que, si no me explicas, me dará un ataque de nervios.
- ¿Ya terminaste? – Ameth asintió eufóricamente -Bien. Primero, ser de Primera, Segunda
o Tercera generación, define el tiempo en el que naciste. Los “Primera”, son aquellos que
vivieron en el pueblo de Slorah desde antes, muchísimo antes de la caída, desde antes
incluso de que a alguien se le ocurriera transformar todo eso en lo que es ahora. “Segunda”,
son los hijos de estas personas, ya nacidas en el bosque, aún tienen la capacidad de
procrear, pero sólo pueden crecer hasta cierta edad y tampoco pueden morir, en caso de
que lo hagan, renacen tiempo después. Por último, la “Tercera”, estos son los hijos de los
hijos y tienen casi las mismas limitaciones y capacidades que todos, sólo que estos ya no
pueden concebir.
-Eso es horrible.
-Supongo que la intensión no era que aquí se viviese entre sobrepoblación.
-Aun así, es horrible.
-La situación en general es terrible. Lo que lleva al niño que viste… Ameth, ¿Cómo era?
Me refiero a físicamente.
-Bueno, su piel era obscura…
-Con eso me lo dijiste todo- Interrumpió.
- ¿Qué? Pero ¿Qué tiene que ver el color o su apariencia física?

31
- ¿Recuerdas nuestra conversación? Todos nosotros estamos aquí por una razón. No te
mentía cuando dije que reinaba la pobreza, el hambre, la corrupción, también los
asesinatos por placer a gente sin culpas e inocentes, injusticias y odio injustificado. En
aquellos tiempos era normal la discriminación a las personas por su color, sexualidad,
capacidades diferentes, enfermedades… Todo aquello mínimamente diferente era motivo
de hoguera y tortura. Ese niño al que viste es uno de ellos, únicamente por su color, merece
la muerte.
Hubo un momento de silencio, no era incómodo, sólo necesitaba aclarar sus ideas un
poco, ya que nunca imaginó que Marina tuviera esa clase de pensamientos, no quería ni
pensar que Ágata fuera igual… o que…
- ¿Tú eres igual?
- ¿De qué hablas?
-Kalen, ¿tú también piensas que, por ser un poco diferente, las personas merezcan ese tipo
de maltratos? Por favor sé sincero conmigo.
-No.
- ¿No? -En realidad, eso le bastaba, eso le alegraba.
-Yo no tuve la misma educación o siquiera la misma vida que muchos que se encontraban
en una posición mínimamente buena. No pude nacer o ser criado con esas ideas… Aún es
muy pronto, pero algún día te contaré mi historia.
Silencio de nuevo, no pensaba obligarlo a contarle, mucho menos si era algo difícil.
Cuando había recordado algo importante, un nombre en específico importante, el
contrario se levantó, se sacudió la tierra de los pantalones negros que traía puestos, se
colocó nuevamente la mochila y le dio un gesto para que también ella se levantara.
-Ya descansamos, debemos llegar allá lo más rápido posible.
- ¿Por qué tienes tanta prisa? -Preguntó colocándose sus pertenencias y comenzando a
caminar al lado derecho del pelinegro.
-No creerás que iremos al gran imperio custodiado de bestias infernales, además de cientos
de soldados con legítima lealtad a Slorah, que no dudarían en matar de la forma más
dolorosa posible al primero que se atreva a tocarle un pelo a su rey… sin la mínima idea de
cómo pelear o siquiera cómo defendernos, ¿O sí?
Bien, ahora se sentía tonta.
-Oh…
-Si, oh. En Bread conozco a alguien que nos puede enseñar y ayudará a entrenar.
- ¿Es bueno?

32
-Créeme, es mucho mejor que bueno.
×××
Cuatro días habían pasado desde que comenzaron su viaje. La comida se había acabado,
sin embargo, Kalen sabía exactamente qué camino tomar para toparse con la mayor
cantidad de árboles frutales y cascadas pequeñas o valles de agua cristalina. Dormían debajo
de los árboles y despertaban siempre a primera hora para seguir su recorrido y descansar
cada cierto tiempo.
No habían encontrado a ninguna persona o animal indeseado y eso realmente lo
agradecían, pues no tenían tiempo, ni la experiencia ni las armas para combatir algo como
eso en estos momentos.
Y eso le permitía a Ameth seguir con su actividad favorita de cada día, ir observando todo
a su alrededor. Cualquiera podría decirle que después de tanto tiempo viendo lo mismo,
podría hasta verse igual, sin sentido y aburrido y lo entendería completamente.
Pero ella estaba encandilada por el verde intenso que predominaba en los árboles y el
césped, la maleza crecida en algunas de las figuras de piedra que llegaban a encontrarse.
Los colores múltiples de las flores que dormían en las noches y se abrían cuando ellos
comenzaban a despertarse y las frutas de las que se habían estado alimentando con tanto
fervor. El azul del cielo diurno entre mezclado con el dorado brillante del sol y sus rayos
que pegaban directamente en el agua, el rocío en las mañanas y en su propia piel de un
tono un tanto más cálido. Y amaba la noche, la luz de la luna, esa que, se fusionaba en una
perfecta sincronía con los con los ojos grises de Kalen, haciéndolos ver como un lingote de
plata pura, en su piel blanca, auténtica porcelana, el brillo que colisionaba en las pequeñas
gotas de sudor que bajaban por su frente por el calor o la actividad física… o cuando
despertaba de repente por alguna pesadilla.
Ya estaban por llegar, le había dicho él. Se suponía que quedaba ya muy poco y que en
cualquier momento comenzarían a ver la auténtica y mejor Villa de las herrerías y
entrenamientos pesados.
Ahora mismo estaban en su descanso del quinto día, ya cansados, pero con la motivación
intacta. No habían hablado desde hace horas, lo cual era raro para la chica, que le gustaba
hablar y hablar y hablar todo el tiempo.
-Olvidé preguntarte algo- Fue la primera en hablar, sin embargo.
- ¿Sí?
-Mencionó a Saeth. Marina dijo que son hijos de Saeth.
Y ahora sí que mostró emociones tanto en su rostro como en su cuerpo.
Hacía años que no escuchaba ese nombre, era como una corriente de electricidad
corriendo por su espina dorsal. Una que lo degollaría sin piedad si es que pudiera.

33
Traición, deseo, amor, odio, culpa, desasosiego, confusión. Todo se arremolinó en su
estómago, dándole arcadas.
-Saeth…- Hasta pronunciar su nombre se había vuelto difícil con el pasar del tiempo -Ella…
Ameth aguardaba expectante, jamás en su vida pensó ver a Kalen así de nervioso con el
solo mencionar de un nombre, a Marina no le había costado escupirlo con asco. Con él
era distinto, parecía hasta a punto de vomitar, pero por otras razones.
-Escucha… Si no puedes decirme, solo-
-Te lo diré, necesitas saberlo. Saeth era una mujer inteligente, astuta, equilibrada en sus
emociones e ideales, increíblemente audaz, justa y la más bondadosa, amable, alegre y
compasiva que pudieras conocer. Aunque también algo ingenua y bastante testaruda-
Sonrió mirando hacia abajo, sonrisa que se esfumó tan pronto como había aparecido- Pero
tenía tres problemas que cargaba desde su nacimiento, pecados según la gente en ese
tiempo y aún hoy en día: ella era albina, su cuerpo era blanco como la nieve, al igual que
sus ojos y cabello. Era ciega, pero podía ver hasta lo más profundo del alma de una persona.
Y el tercero, era una bruja de sangre pura, descendiente de un clan bastante poderoso en
sus tiempos, pero que con el tiempo decayó. Su madre era concubina y esclava de Naason
Slorah, ambas vivían en ese castillo, destinadas a permanecer el resto de sus tiempos ahí.
Ese conjunto fue su perdición… Pasaron cosas, ella vivió cosas que no debería una niña
siquiera saber que existen. La obligaron a hacer cosas que no quería, hasta que se escapó.
Y ahí comenzó otra fase de su eterna tortura.
- ¿Qué pasó?
No pudo decir nada, pues una criatura enorme se presentó frente a ellos de un momento
a otro, no lo habían sentido ni acercarse. Tenía una altura aproximada de tres metros y
medio, la parte de enfrente era la de un toro y la de atrás de serpiente. Los ojos
completamente rojos y cuernos enormes al igual que sus patas. Y estaba furioso.
-No te muevas- Susurró el pelinegro. No quería asustar a la criatura y molestarla más de lo
que ya estaba.
Mugió alto, revelando una fila de dientes afilados y una lengua larga que salía de su hocico.
Dio unos cuantos pasos más hacia él. Kalen trastabilló y terminó cayendo de espaldas, con
el animal cada vez más encima. Estuvo a punto de decirle a la chica que se fuera lentamente
en lo que estaba interesado en él, hasta que…
- ¡Ehh, chico! ¿Qué te he dicho de asustar así a las personas? Es de mala educación.
El toro-serpiente regresó sobre sus pasos hacia un chico castaño, con una silla de montar
en la mano, que no esperó y la colocó en la espalda de la criatura, de lo más normal y
acostumbrado. Como si fuera un animal de lo más fácil de domesticar.
-Lo siento chicos, se asustó cuando vio una ardilla en su lugar. Le teme a las cosas
pequeñas… ¿Kalen?

34
- ¿Noah?
No lo pensaron mucho, sólo corrieron hacia el otro y se fundieron en un enorme abrazo
con un par de enormes sonrisas en sus rostros… como aquellos amigos que han pasado
siglos sin verse y al fin, hoy es su reencuentro.
Incluso ella creyó ver una lágrima y no precisamente perteneciente a aquel chico
desconocido castaño.
×××
En otra parte de ese mismo bosque, un hombre miraba por la ventana. Vista hacia un
pueblo cruel, lleno de soberbia, crímenes, violencia, sexo compulsivo, drogas puras, gula y
pereza.
Cómodo en el balcón de su amado palacio de oro blanco y mármol pulido, con los más
fuertes soldados y bestias más temibles dispuestos a dar la vida por él. Su rey.
Pero le faltaba algo… algo para asegurarse de que esa pesadilla nunca terminara. Y ese
“algo”, estaba a punto de llegar a él por cuenta propia, lo presentía. Se acercaba el tiempo
en que aquella bruja le dijo que regresaría.
-Mi señor, me ha mandado a hablar.
Respiró hondo, calando de su pipa y expulsando el humo gris por nariz y boca. Rodó los
ojos hacia la única otra persona que podía entrar a su habitación.
-Ha llegado el momento. Ella viene de nuevo, estén atentos.
Kiva, su consejero, ayudante, además de amigo fiel y leal más cercano, que contaba
exactamente con la misma mente cruel y podrida, sólo asintió y fue hacia el campo de
entrenamiento. Había mucho que hacer antes de la famosa llegada de la bruja favorita del
rey corrompido.

35
×V×
×De arándano con nueces×
×××
- ¿Cuánto tiempo ha pasado?
-Años, cientos de años definitivamente.
Luego de su cálido reencuentro, decidieron ir a descansar un rato en la cabaña de Noah,
aquel hombre castaño, de piel apiñonada, altura cercana a los dos metros y que poseía una
figura perfectamente trabajada y tonificada. Mismo que ahora Ameth sabía, era gran amigo
de Kalen, además de experto con todo tipo de bestias, cazador y entrenador, pues había
formado parte del ejercito del rey y no sólo eso, había sido comandante.
Ahora estaban en la barra de un pequeño bar de la zona, los dos hombres con sus
infaltables cervezas de arándano con nueces. Recordando con varias risas incluidas.
Ella no estaba muy interesada en ese sabor amargo característico de la cerveza, se había
conformado con un jugo de toronja, divirtiéndose bastante con las historias que contaban
los dos a su lado.
- ¿Por qué nunca me visitaste? Maldito enano desagradecido -Le dio un pequeño golpe en
la cabeza a la vez que se hacia el indignado.
- ¿Tienes idea de lo mucho que caminamos para llegar acá? Tu aldea está lejos de
absolutamente todo. Además de que los caminos principales están llenos de bandidos.
-Cómo sea, ven más seguido.
- ¿Y por qué tu no vienes? -Ahora le tocó ser el ofendido. Era bastante cómico ver a ese
hombre serio en esta faceta nueva.
-Tengo una muy buena excusa para eso -Bebió un gran trago de su cerveza, terminándola
en el instante. Llamó al barman y pidió una más para él y “su mejor amigo recién llegado
a la mejor villa del bosque” - ¿Segura que no quieres un licor o algo, linda?
-No, no. Estoy bien así, gracias.
-Serían solo las cervezas, gracias- El hombre asintió también con risas incluidas,
seguramente había estado escuchando la conversación desde su posición
-Tu excusa…
-Ah sí, claro. Tengo mucho trabajo.
-Claro que si- Exclamó rodando los ojos.
-Te lo juro, no es nada como un ejército, pero cada vez hay más personas que quieren
aprender a pelear. Además de que las criaturas se vuelven más peligrosas. En general, hay
algo raro últimamente. Y dudo que solamente aquí.

36
-Si… supongo que es cierto – Le echó una mirada fugaz a su compañera, para regresarla a
su amigo- ¿Pero has estado bien?
-Dentro de todo, creo que sí. Me gusta lo que hago, me gustan los animales, por más
“infernales” que se vean. ¿Ese que te derribó en la tarde? es un Ofiotauro. Mitad toro,
mitad serpiente, dóciles a pesar de parecer tan atemorizantes. Excepto cuando se enojan o
asustan. A ustedes simplemente les toco verlo en un mal momento.
-Entiendo… Ni siquiera sabía que podía haber bestias mutantes.
- Hay incluso personas que ahora pueden transformarse no solo a voluntad, sino usar una
sola parte de su bestia interna, si quieres las patas o el hocico de tu lobo, solo tienes que
entrenar hasta que ya no te duele que se te quiebren los huesos… pero, en fin, ¿Y tú?
¿Cómo te va en la vida, mi fiel compañero?
-Oh por Dios… Veo que el pueblo en el que estuve todo este tiempo realmente es bastante
tranquilo… literalmente lo más emocionante en mi vida es cazar conejos, liebres patos y
vendo la carne además de alimentarme a mí mismo. He vivido en la ignorancia.
-No digas eso… te ha tocado una vida complicada hasta ahora… pero ¿Kalen?
- ¿Sí?
-Viniste porque quieres decirme algo, ¿Cierto?
Resopló con gracia.
-Me conoces bien.
- ¿Y qué es?
-Prefiero que estemos en tu hogar para hablarlo. Es un asunto delicado.
Después de eso, siguieron hablando, poniéndose al corriente de la vida del otro, integrando
a Ameth de vez en cuando. Y esas últimas bebidas que dijo el castaño que tomarían, no lo
fueron, le siguieron varias rondas más y decidieron que era momento de parar, cuando les
comenzó a dar risa cómo se movía la manecilla del reloj colgado a un lado de la gaveta de
la encimera del bar.
Realmente parecía que no había pasado tanto el tiempo entre ellos. Todo estaba bien. Su
amistad siempre había sido fuerte.
Caminaron un poco tomados demás hacia la vivienda de Noah, con la mujer cuidando que
no cayeran al piso o terminaran estrellándose con cualquier cosa. Llegaron a su destino en
un par de minutos. Después de todo, no quedaba tan lejos.
Noah les dio una habitación donde quedarse y ponerse cómodos además de dormir. El
pelinegro decidió que se quedaría en el pequeño sofá a un lado de la cama, dejando ésta
para Ameth en su totalidad. No pasó mucho tiempo para que los tres se quedaran

37
completamente dormidos. Y así transcurrió su noche, terminó su día. En completa
tranquilidad que definitivamente tenían merecida.
×××
Eran las 11:20 de la mañana cuando se levantaron a desayunar. En realidad, cuando Ameth
comenzó a sentir que las cobijas ya la estaban sofocando y recordó que ambos hombres,
seguro se despertarían un poco más tarde debido a las cervezas de más.
Así que bajó a la cocina y preparó café cargado endulzado con miel junto a algunos huevos
con jamón, justo como le había enseñado Ágata hacía unas semanas que llegó muy
temprano a la fonda.
Sonrió con melancolía.
En realidad… Sentía mucho que Kalen hubiera tenido que separarse de Áaron. No quería
ni imaginar el dolor que debió haber sentido y más aún, haber contado ese fragmento de
su historia, mencionar al hombre y no derramar una lagrima o sentir que te aprieta de
forma sofocante el pecho. Ella ya lo sentía con la vieja mujer.
-Wow, huele increíble. Muchas gracias, linda.
Fue sacada de sus pensamientos. El cumplido la hizo sonrojarse ligeramente.
-Buenos días, Noah.
El hombre se encontraba desnudo del torso y sólo vestía pantalones de chándal color beige
en sus piernas, lo cual hizo que su sonrojo aumentara. Su piel era apiñonada, en un perfecto
realce de sus ojos azules y cabello café claro. Un hombre bastante apuesto si es que le
preguntaban.
No estaba acostumbrada a ver así a alguien, Kalen siempre estaba completamente cubierto,
a excepción de ciertas ocasiones.
- ¿Qué tal dormiste? -Le preguntó mientras se sentaba en una de las sillas de la barra situada
en el lado derecho del comedor. Los rayos del sol le daban por la espalda.
-Muy bien, gracias. La cama es cómoda y en general creo que tu casa es muy acogedora.
-Me da gusto escuchar eso.
-No había tenido tiempo de agradecerte- Dejo de endulzar un poco más el café del
pelinegro, que seguro no tardaba en también venir, y volteó a mirar al castaño -Realmente
te agradezco por dejarnos quedar aquí, por darnos una habitación… después de todo, no
era tu obligación y menos si vinimos sin avisar.
-No, no- Terminó de tragar un bocado de su desayuno -Me agrada que estén aquí. Además,
Kalen es mi mejor amigo de toda la vida. Jamás dejaría que buscara otro lugar, cuando
tengo espacio. Y sé que haría lo mismo por mí, él hasta se iría a dormir a la silla si fuera
necesario.

38
- ¿Qué hablaban de mí? -El mencionado llegó, con su típica playera gris con mangas
cubriéndole hasta los dedos, pantalones de chándal del mismo color y su cabello
adorablemente desordenado. Soltó un bostezo y se sentó a un lado de Noah,
encontrándose con un plato de su desayuno favorito -Vaya Ameth… no tenías que
molestarte.
La chica solo le sonrió, entregándole el café. Él también lo hizo -Gracias…
-No agradezcas- Se dispuso a comer también, en frente de ellos.
-No seas metido, mejor dime a qué viniste. Ayer dijiste que querías que fuera aquí, así que
habla, enano- Comentó el castaño, rompiendo con la pequeña tensión que estaba
formándose entre esos dos.
El contrario solo rodo los ojos.
-Que nos entrenes.
-Siempre directo al punto, me gusta. ¿Qué quieren hacer? O ¿Por simple defensa
personal?
-Antes de que te explique... Quiero que mantengas la mente abierta, vas a decirme que es
un suicidio y tal vez lo sea. Pero tenemos nuestras razones y creo que, sobre todo, ya es
momento.
-Me estás asustando... ¿Van a cazar un dragón acaso?
Antes de hablar, dio un suspiro largo -Vamos a Slorah.
Y tal como supuso, la gran sonrisa que llevaba su amigo se esfumó, reemplazándola por
total seriedad. Luego de varios segundos callados decidió hablar lo más obvio.
-Es un suicidio.
-Lo sé.
-No, al parecer no lo sabes. Si así fuera, no tratarías de inmiscuirte de nuevo donde no te
interesa.
-Sabes perfectamente que, a mí, más que a nadie, le interesa. Que tengo razones y desde
hace cientos de años es algo que debí haber hecho, solo necesitaba un empujón.
-Hay cosas peores que la muerte, ¿Lo sabes? Si te atrapan, te encerrarán para siempre
haciéndote sabrá Dios qué tipo de torturas. Él sabe que eres peligroso solo, pero adivina,
Saeth no ha regresado, y solo con ella tendrías oportunidad de lograr verdaderamente un
cambio-
- ¿Saeth? - habló por primera vez, confundida habiendo escuchado por tercera vez el
mismo nombre y sentir cierto tirón en el pecho.
- ¿No sabes quién es ella?

39
-No con exactitud...
- ¿Cómo es que-
-Después te explico eso, ahora necesito saber que nos ayudarás.
-Kalen, esto...
-No voy a desistir de ir, Noah... Si no eres tú, buscaré a alguien más. Pero de verdad...
realmente me gustaría que seas tú.
-No quiero perderte- Bajó la mirada, la angustia podía incluso olerse. Era real, no quería
que a su mejor amigo le pasase algo innombrable, no se imaginaba él participar en su trágico
destino.
-No puedo prometerte algo respecto a eso. Pero si, que haremos todo lo posible, yo haré
lo que esté a nuestro alcance para mantenernos a salvo. A ti, a Ameth, a mí mismo y
hacerme responsable de las consecuencias.
Otros momentos más de silencio, la tensión se sentía y casi podía incluso olerse en el aire.
En realidad, era algo que el ojigris ya tenía previsto que pasaría, su mejor amigo se
preocupaba demasiado y, a decir verdad, él sabía que podían morir en el intento.
-Lo haré… Pero necesito que me jures por lo más preciado que tienes, que estarás a salvo,
que intentarás de verdad ponerte a salvo.
-Lo prometo.
×××
A las 5:13 de la tarde ya estaban a campo abierto, aún con el sol en lo alto, pero ya no tan
abrasador. El lugar era grande, rodeados de los animales raros y exóticos que cuidaba
Noah, todos ellos con cadenas gruesas, ya que en su mayoría eran grandes y protuberantes,
algunos contaban con alas y realmente no querían que estos se molestaran y se fueran
contra ellos o se escaparan si los ponía nervioso un movimiento brusco que llegaran a
hacer. No había maleza crecida, era obvio que Noah amaba todo ese ambiente, el pasto
estaba cortado, cuidado y ambientado para entrenar tanto a personas como a animales. En
una bodega al lado de la casa se encontraban todas las armas, que este poseía, desde lanzas,
picas, alabardas, diferentes tipos y tamaños de dagas y cuchillos hasta ballestas, arcabuces,
mosquetes, rodelas y claramente, espadas y muchos escudos múltiples.
-Está claro que te gusta todo esto- Comentó Ameth, anonadada con tanta arma que jamás
creyó llegar a ver en su vida.
-Es mi pasión- Rio al ver la cara asustada de la chica -Sólo te enseño esto, para que sepas
lo que llegarás a utilizar en un futuro, también te dejaré escoger tu modo de pelea y el tipo
de arma en el que te especialices. En este momento no necesito que alguien se corte un
dedo o un brazo. Prefiero que utilices un palo de escoba.
- ¿Qué? Pero ¿Y Kalen?

40
Volteó a ver al pelinegro, que también le veía con una mueca divertida.
- ¿Has estado practicando? -Le arrojó una espada ropera y él mismo tomó la suya del
mismo tipo. Después de todo, sólo era una práctica. Procedieron a colocarse sus
respectivos escudos, armaduras y guantes protectores.
Ella los miró sorprendida.
-Lo hacía todos los días, pero últimamente he tenido que buscar mapas, encontrar y
estudiar rutas, además de cuidar a cierta niña exploradora.
-Claro, veamos cómo has puesto en práctica lo que te enseñé.
-Si, señor.
Se centraron en el campo, aún el único olor en el ambiente era a tierra y hierba. Era tan
grande el lugar, que apenas se distinguía el heno, pero si había uno muy ligero a metal.
Ameth se alejó lo suficiente para no ser herida como daño colateral, pero aún así poder
presenciar cómodamente, se sentó con las piernas cruzadas, observando también que en
un par de horas más, el sol desaparecería completamente. Centró su mirada directamente
en ambos hombres frente a ella cuando escuchó el sonido de las espadas desenvainarse.
Se saludaron con una ligera venía, caminaron hacia atrás y se separaron un par de metros.
Y comenzaron.
El primero en correr hacia su oponente fue el pelinegro. Atacó primero, haciendo cortar
el aire de un tajo. Dio tres más, la espada se escuchaba a gran volumen, sin lograr atacar a
Noah, que había estado esquivando cada uno de los ataques. Hasta que este decidió tornar
su ataque de defensivo a ofensivo, alzó la hoja de su arma hacia Kalen, que se encontraba
de espaldas, logrando hacer un rasguño en diagonal.
Le sonrió burlonamente.
El ojigris volvió a correr, en un ágil movimiento pasó su mano vacía por debajo de la costilla
contraria, arriesgándose a una cortada en la misma, logró hacer trastabillar a Noah y
aprovechó para hacer que este cayera de rodillas y sujetó sus brazos detrás de la espalda.
Se zafó de su agarre fácilmente, pero no se libró del bastante largo rasguño vertical en el
pecho.
-El siguiente que logre hacer un rasguño en la armadura del contrincante, o acerque la
espada lo más posible al cuello ajeno y derribar a su oponente, gana la batalla- Declaró el
castaño, sin estar un poco cansado siquiera.
Esta vez, el que se acercó fue Noah. Esquivó un ataque contrario, sujetó su brazo y cuando
estaba a punto de hacer el rasguño en la zona de los pectorales, Kalen se adelantó, hizo un
corte en la zona de los pies, haciendo que este tropezase hacia atrás y quedara boca arriba
en el suelo rocoso. Sujetó nuevamente ambos brazos y concentró su peso en el pie
acomodado en el pecho de su amigo, estaba listo para acercar su espada al cuello, hasta

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que escuchó el resoplido fuerte de una de las bestias y el sonido fuerte de las cadenas. Se
distrajo y Noah aprovechó para hacer exactamente el mismo movimiento, tomar
velozmente ambas muñecas con detrás de la espalda ajena con una mano y con la otra
rozar la manzana de Adán de Kalen con la hoja de metal.
Un suspiro largo se dejó oír, seguido de varios jadeos de cansancio, el correr de la sangre
por el cuello y el olor entremezclado de sudor, hierro y el metal pesado de las armas y
armaduras. La pelea había concluido.
-Primera lección: Jamás en la vida, se te ocurra distraerte. Eso te puede llevar a la muerte.
La mirada del ojiazul era penetrante, pero bastante amable con aquel hombre al que
consideraba su hermano. Enseñarle a pelear no era lo difícil, sino el saber que tendría que
dejarlo partir hacia algo peor que la misma muerte.
- ¡Kalen! ¿Estás bien? – Preguntó la chica, que llegó corriendo completamente preocupada,
pero emocionada por haber presenciado aquella pequeña batalla de demostración.
-Estoy bien- Intentó tranquilizarla -Sólo estoy algo cansado.
Sujetó la mejilla sonrojada y con un pañuelo y limpió la sangre, sintiendo la mirada
penetrante de tales ojos grises.
-Ahora vas tú, linda.
- ¿Yo? – Empalideció y le tembló la voz.
×××
- ¿Eran necesarios tantos golpes?
-Era un palo de escoba.
- ¿Y? No deja de doler.
-Claro, no recordaba que estas acostumbrada a que nadie te toque ni un pelo.
-Esa es tu culpa. Nunca dejas que alguien me toque.
-También eso lo olvidé.
- ¿En cuánto tiempo crees que estaremos listos?
-Tal vez un par de años.
- ¡¿Años!? ¿Estaremos aquí entrenando un par de años?
-Y eso si nos apuramos y somos lo bastante fuertes tanto física como emocional y
psicológicamente, también tenemos que aprender a controlar a la perfección nuestras
bestias. Tú apenas y pudiste transformarte en humana una vez.
-Es demasiado tiempo…

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-Es lo necesario.
El sol se había puesto varias horas atrás. No sabían con exactitud la hora, pero sí que debía
ser bastante tarde, las farolas nocturnas ya estaban encendidas y las lechuzas los
acompañaban en su conversación cerca del pequeño valle en el que almorzaban cuando
los encontró Noah.
- ¿Qué edad tiene?
-Es tres años mayor que yo.
- ¿Tú qué edad tienes?
-Aparecí aquí con la edad de 33 años.
- ¿¡33 años?! Eso no es posible, pareces más joven.
-Supongo que eso es un halago.
Siguieron riéndose de distintas estupideces que se les ocurrían, hasta que una pregunta de
ella los hizo ponerse serios.
- ¿Crees que lo logremos?
Volteó a verla, con su natural expresión seria.
-Sea lo que sea que pase Ameth, que venga lo que tenga que venir y que el destino nos
ponga sus peores retos. Slorah puede ponerme mil espadas en la espalda y otras mil en la
cabeza. Te juro por mi vida que te protegeré. No dejaré que nada malo te pase.
-Yo también quiero cuidarte, quiero que estés seguro. Fui yo la razón por la que estamos
aquí.
-Fuiste la que me convenció, pero tengo otras razones para hacerle frente a ese malnacido.
- ¿Qué razones?
-Hay algo que he estado buscando desde mi inicio en este bosque, algo que Slorah me
arrebató antes de que este infierno naciera y dijo que ya no lo poseía aquí. Pero no le creo.
Volveré a él y lo exigiré de vuelta, si es necesario que lo mate, así será.
-Espero que eso no sea necesario. También tú morirías.
-Valdría la pena…
- ¡Chicos! ¿Quieren una cerveza de arándano con nueces?
No siguieron con la conversación por ahora, sólo se levantaron y fueron con el sonriente
castaño. Esta vez, la ojicafé sí que le daría una oportunidad a dicha bebida, lo merecía.
Una fase de su vida había concluido para surgir una nueva. Una que involucraba fuego,
muertes y mucho dolor.

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Esperaban que acabara lo más pronto posible, para lograr gozar de la felicidad y
tranquilidad que se les había arrebatado… Pero muy dentro de sí, también esperaban que
el tiempo con el otro perdurase un poco más.
Sabían que a partir de aquí y este momento, comenzaría lo difícil. Pero también estaban
seguros de que se protegerían mutuamente. Averiguarían la verdad y serían libres por fin…
Y ya no estaban solos.
Nunca más.
Y hasta siempre.

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Parte II

-Tierra de Sangre y Cenizas-

×××
Su soberbia, la gula, la apatía, la indiferencia hacia los pobres e indigentes. Ellos vivían
para sus propios placeres y se desentendían de las necesidades de los que estaban a su
alrededor. Eran orgullosos, se creían superiores a otros, y practicaban actos que eran
repugnantes al Señor.
Ezequiel 16:48-50
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