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El taller como metodología

de intervención comunitaria

Cátedra: Trabajo Social III


Estudiantes: Llanos, Virginia y Vincen, Fiorella Anahí
Profesora: Copelotti, Rocío
Modalidad: Presencial
Año: 2023

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Introducción
Las estudiantes de la cátedra “Trabajo Social III”, Llanos y Vincen, investigan el taller como
metodología de intervención comunitaria desde la perspectiva del Trabajo Social.
En el informe se presentarán: los orígenes del taller en Latinoamérica, sus características,
las pautas para su planificación, su vinculación con la Ley Federal de Trabajo Social. Luego,
se hará hincapié en el espacio comunitario en que se encuentran inmersas las estudiantes
en sus respectivas prácticas en el barrio “Santa María de las Pampas” para poder vincular la
teoría con la realidad social.

¿Qué es el Taller?
Quezada (1995), piensa al taller como “una instancia teórico-práctica, donde un grupo
integrado por maestros y alumnos problematizan un aspecto de la realidad social, buscando
su conexión estructural con una problemática más amplia, con el objeto de definir formas de
transformación de dicha problemática y de su conexión estructural”.
En tanto a metodología de la enseñanza, Romero (1998), plantea que el taller “es un
método que busca la praxis entendiendo ésta como la integración de la teoría y la práctica
para transformar, conocer y actuar. Mediante el taller se pretende evolucionar en el ámbito
de la educación, para contribuir al desarrollo integral del ser humano”. Luego propone: “En
el caso de la formación de trabajadores sociales, se pretende no sólo este desarrollo
integral en los estudiantes y futuros profesionales, sino también en los grupos sociales,
hacia los cuales se dirige la acción profesional”.
Pasel y Asborno (1991) y De Vita (2012) manifiestan que el taller “Se trata de un aprender
haciendo guiado por la reflexión sobre el hacer. Desde esta concepción el taller alcanza
toda su potencialidad cuando el aula se convierte en un espacio habilitado para indagar,
intercambiar ideas y equivocarse”.
Pasel y Asborno (1991) plantean que “el taller admite la puesta en juego de una amplia
variedad de métodos didácticos en pos de dar lugar a la relación teoría-práctica deseada.
Desde esta perspectiva, la propuesta del taller se funda en una concepción de aprendizaje
que resalta su carácter de proceso continuo y de ampliación permanente de experiencias
previas y trabaja a partir de las dudas, los errores y la necesidad del sujeto que aprende.
Asimismo promueve el contacto con el medio y la interacción con los otros”.
Luego, Campos, Molina, Molina, Romero y Ruiz (1997) expresan que el taller “Es una forma
de aprender y enseñar haciendo, cuyo rasgo pedagógico más importante se resume en el
desarrollo de la capacidad de reflexión, sobre determinados aspectos de realidad social
pero que, al mismo tiempo, tal reflexión depende de las condiciones específicas en las que
se desenvuelve el taller y de los propósitos y características que éste adopta”.

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Tomando como referencia estas definiciones, se entiende que el taller es una metodología
constituida por teoría y práctica, generando un espacio en donde no existen relaciones
jerárquicas, sino una horizontalidad entre quienes participan en él (docente-estudiantes), en
el que se pretende un acercamiento a sus participantes y a su realidad social. Al mismo
tiempo, se toma como faro la capacidad de reflexión como herramienta de transformación:
poder cuestionar los conocimientos aprendidos para poder transformar su realidad individual
y colectiva.

¿Cuándo surge el Taller?


Recuperando aportes de Agustín Cano (2012), se puede afirmar que el Taller surge en la
Europa de la Edad Media como unidad productiva de los artesanos, quienes se organizaban
en gremios. Cada taller era propiedad de un maestro y contaba con oficiales y aprendices,
quienes desarrollaban el trabajo de producción de un rubro determinado. Dice Cano: “en el
taller trabajaban grupos pequeños, y el ascenso en la jerarquía de aprendiz hasta maestro
se lograba mediante la realización de una obra de arte propia, dentro del oficio propio del
taller”.
En cuanto a su inclusión en las escuelas de Servicio Social en Latinoamérica, el Centro
Latinoamericano de Trabajo Social (1988) afirma que se vincula con la
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Reconceptualización a partir de los años ‘70 debido a la preocupación de la no existencia
de una vinculación entre la teoría y la práctica.
Esquivel Corella (s/f), manifiesta que esta propuesta no fue desarrollada de la misma
manera en los diferentes países en los que se implementa. El autor toma a Aylwin y Gissi
(1978) quienes recuperan información de diversos países como Nicaragua, Argentina,
Guatemala, Honduras, Perú, Costa Rica, El Salvador y Ecuador para ejemplificar las
diferentes maneras de desarrollar la metodología de taller, pero señala que sus protoformas
fueron las unidades académicas de Chile, entre ellas la Universidad Católica de Chile y de
Valparaíso.
Luego, plantea Esquivel Corella, con el fin del Movimiento de la Reconceptualización se da
un giro hacia el neopositivismo y a las posturas del neofuncionalismo, perdiendo los
avances logrados hasta el momento, pero dejando antecedentes para el futuro.
En cuanto a la actualidad, las autoras Fernández Fatusca y Guevara plantean que “la
modalidad taller se ha abierto camino en las instituciones educativas del nivel universitario.
Algunos de sus elementos han sido recuperados y reinterpretados por la didáctica y
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Al respecto Mora, Castro, Araya y Vega (1983) anotan: “[...] la Reconceptualización se define como un proceso crítico de la
trayectoria del trabajador social, de su papel como profesional, de las metodologías empleadas para realizar sus funciones y
de los objetivos y objeto de la profesión, el Taller también se constituye en una metodología crítica respecto a la profesión y al
proceso pedagógico formativo” (p.10). - Mora, Gerardo; Castro, Silvia; Araya, Rosa y Vega, Cecilia. (1983). “La carrera de
Trabajo Social en el Centro Regional de Occidente: una visión crítica del taller”. Serie Documentos. Alajuela, Costa Rica:
Universidad de Costa Rica.

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transformados en un dispositivo pedagógico. En este sentido, repensar la formación en los
saberes de la práctica en la educación de posgrado a través de los talleres de tesis podría
implicar reimaginar, en alguna medida, la lógica de trabajo de los gremios medievales. La
complejidad inherente a la práctica actual requiere ofrecer modos de formarse distintos de
los brindados tradicionalmente por la educación. En particular, dispositivos
pedagógico-didácticos que privilegien un acercamiento a la práctica sin distanciarse de la
teoría”.
De esta manera podemos observar que, desde sus orígenes hasta la actualidad, el taller
implica un “aprender haciendo”, siendo esta acción una herramienta de retroalimentación
que sirva para mejorar el aprendizaje de quienes coordinan un taller y el de sus
participantes.

Bases metodológicas y desarrollo del taller


Desde la perspectiva de Cosano Rivas (s/f), el taller se basa en una metodología
participativa, vivencial y reflexiva:
- Participativa: fomenta el aporte de cada participante del taller. Potencia un “aprender
actuando” a través del trabajo en grupo, puesta en común, toma de decisiones, etc.
- Vivencial: la participación incorpora aspectos de la experiencia personal, creatividad,
etc.
- Reflexiva: A partir de la realidad, las teorías y experiencias previas, etc. se genera
una conciencia crítica que evita respuestas mecánicas ante la compleja realidad
social.
Cosano Rivas (s/f), propone tres áreas complementarias para los participantes del taller:
- Área de desarrollo personal: capacidad de relación, comunicación, solidaridad, etc.
- Área de desarrollo grupal: trabajo en equipo, toma de decisiones, discusiones
democráticas, técnicas para alcanzar el consenso.
- Área de formación específica: conocimientos y técnicas de acuerdo a los objetivos
de cada taller.

El autor propone que el taller posee una doble finalidad: por un lado, garantizar un
seguimiento colectivo, regular y constante de las prácticas; y, por otro lado, permitir a los
alumnos teorizar y sistematizar científicamente su experiencia concreta, proporcionándoles
elementos básicos para que, en su aplicación a la práctica, se realice el proceso
acción-reflexión-acción.
Luego, Cosano Rivas describe otros objetivos que pretenden el desarrollo de sus
participantes, además de los objetivos pedagógicos e intelectuales:

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a) Favorecer el crecimiento integral de sus componentes, a través de una acción
conjunta, integradora, creativa y enriquecedora.
b) Establecer la utilización de múltiples canales de comunicación, posibilitando el inicio
y desarrollo de la identidad grupal.
c) Potenciar el análisis crítico de las propias acciones y el estudio e interpretación de la
realidad.
d) Lograr la integración global de conocimientos.

El taller en la formación de Trabajo Social como dispositivo para la reflexión sobre la


práctica profesional:
Parola, Pérez Chaca, et al plantean, vinculando el taller con el trabajo social, que el primero
“es un proceso pedagógico en donde hay un sujeto que enseña, un sujeto que aprende y un
contenido mediador entre ambos. Es un dispositivo que propone horizontalizar la relación
entre estudiantes y docentes. En este proceso, los/las estudiantes son sujetos portadores
saberes, conscientes de que el conocimiento se construye junto con otros y que las
posibilidades de seguir aprendiendo está latente”.
Es un espacio vital para incorporar habilidades que permitan brindar conocimiento sobre la
realidad y ser el punto de partida de la construcción de nuevos conocimientos. Entonces el
taller se presenta como un dispositivo que permite que los y las estudiantes desarrollen un
rol protagónico como sujetos del proceso educativo desde el compromiso de la práctica
hasta el ejercicio crítico, reflexivo frente al conocimiento de la realidad y la capacidad de
problematizar nuevas situaciones.(Alfredo Ghiso (1999: 143)).
El taller aparece como un espacio de privilegio para la formación profesional del Trabajo
Social, constituye la capacidad de analizar y reflexionar sobre las prácticas. En este
dispositivo se ponen en juego en los escenarios donde sucede la realidad y aquellos
conocimientos adquiridos en las diferentes materias curriculares, se trata de una
construcción de conocimientos y herramientas útiles para que los y las estudiantes
enfrenten futuros desafíos como profesionales y/o investigadores al momento de interpretar
la realidad social. Además, estimula el trabajo en equipo, el desarrollo de actitudes
solidarias, flexibles y cooperativas, el compromiso con la tarea sumado a los aspectos
socio-afectivos necesarios también en el proceso de formación.

Algunos beneficios de esta metodología de aprendizaje:


En la misma línea de las profesionales en Trabajo Social Parola, Pérez Chaca, et al, se
toman en cuenta los siguientes beneficios del taller como método de aprendizaje:

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● Los talleres ofrecen la oportunidad a los estudiantes de experimentar “situaciones de
trabajo comunitario” y practicar las metodologías y las técnicas que ayudan al
profesional a gestionar estas situaciones favoreciendo la participación social.
● Supera el concepto de educación tradicional en el cual el/a estudiante ha sido un
receptor/a pasivo, bancario del conocimiento. Pone en cuestión la tradicional
“cátedra”.
● Gira en torno a la concepción de un sujeto activo: las y los estudiantes en los talleres
son creadores de su propio proceso de aprendizaje.
● Permite la creación de espacios reales de comunicación, participación y autogestión
en las entidades educativas y en la comunidad.
● El aprendizaje es un acto intelectual, emocional, afectivo y vivencial.
● Supera el concepto de educación tradicional en el cual el/a estudiante ha sido un
receptor/a pasivo, bancario del conocimiento. Pone en cuestión la tradicional
“cátedra”.

Desde la perspectiva de la educación popular, la metodología de taller implica una


serie de características:
Cano (2012) propone las siguientes características:
- Es un dispositivo de trabajo con grupos.
- Es limitado en el tiempo.
- Tiene objetivos específicos.
- Es un proceso en sí mismo: aunque pueda estar inserto en un proceso mayor, en sí
mismo es un proceso que tiene una apertura, un desarrollo y un cierre.
- Es un espacio que se caracteriza por la producción colectiva: los aprendizajes y
creaciones se producen a partir de un diálogo de experiencias y saberes basado en
el protagonismo de los participantes.
- Busca la generación de aprendizajes y la transformación de una situación así como
de los propios participantes: al taller "se entra de una forma y se sale de otra".
- Busca la integración de teoría y práctica. Hay un “aprender haciendo” y un “hacer
aprendiendo”.
- Y en tanto opera una transformación, se basa en un trabajo colectivo y dialógico, y
procura la integración de teoría y práctica, el taller es el soporte para el desarrollo de
un proceso educativo.

Pensando una posible guía organizativa de los talleres:


Parola, Pérez Chaca, et al (2019), proponen ciertas normas y procedimientos al momento
de pensar un taller, para un hacer ordenado y orientado:

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• Espacio Curricular /Departamento en el que se desarrolla
• Nombre o Título del taller
• Fecha
• Hora (de inicio y finalización)
• Lugar de realización
• Unidad del Programa o Núcleo en el que se inscribe
• Responsables: Señalar con claridad quién coordina y quiénes realizan otras funciones que
la actividad propuesta en el taller requiera
• Destinatarios y participantes
• Objetivos
• Momentos
• Inicio y puntos de partida, que incluye la apertura, presentación y explicitación de las
pautas de trabajo
•Desarrollo y profundización de la temática - Puntos de llegada y cierre
• Producto o resultado esperado
• Evaluación
• Recursos e insumos necesarios.

En una encuesta realizada a docentes de la formación en Licenciatura en Trabajo Social de


cuatro universidades de Argentina, Parola, Pérez Chaca, et al, identifican que los
profesionales planifican los talleres en función de las siguientes variables que, según las
autoras, guardan coherencia entre sí:
- Contenidos
- Objetivos
- Estrategias Pedagógicas
- Expectativas de Logro
- Instrumentos de Evaluación

Vinculación con la Ley Federal 27.072 de Trabajo Social:


Las estudiantes consideran propicio vincular la metodología de taller con ciertas
incumbencias y obligaciones profesionales de la Ley Federal 27.072 de Trabajo Social. En
principio, con la segunda incumbencia manifestada en la Ley, que plantea “Integración,
coordinación, orientación, capacitación y/o supervisión de equipos de trabajo disciplinario,
multidisciplinario e interdisciplinario, aportando elementos para la lectura e identificación de
la situación abordada, incorporando los aspectos socioeconómicos, políticos, ambientales y
culturales que influyen en ella, y proponiendo estrategias de intervención”. Esto se puede
vincular con el taller en tanto metodología para conocer el contexto social en que se

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reproduce la vida cotidiana de las personas con quienes se trabaja, para luego diseñar
estrategias de intervención.
Otra incumbencia que las estudiantes consideran fundamental al pensar en la metodología
de taller es la cuarta: “Intervención en contextos domiciliarios, institucionales y/o
comunitarios”, que expresa concretamente los ámbitos en los que se desarrollará la
intervención profesional.
Luego, las estudiantes toman la incumbencia profesional número 10 y sus incisos b y c
“Dirección, integración de equipos y desarrollo de líneas y proyectos de investigación en el
campo social, que contribuyan a:
b) La producción de conocimientos teórico-metodológicos para aportar a la intervención
profesional en los diferentes campos de acción;
c) La producción de conocimiento que posibilite la identificación de factores que inciden en
la generación y reproducción de las problemáticas sociales y posibles estrategias de
modificación o superación”. En cuanto a esto, Llanos y Vincen lo relacionan con el taller ya
que éste supone, por parte de quien coordine, una participación en la que no se limite sólo a
la coordinación, sino a problematizar la realidad particular del grupo y/o a buscar las causas
de las problemáticas sociales para pensar nuevas formas de intervención.
Por último, las estudiantes relacionan el taller con el inciso b del capítulo V de la misma Ley,
que hace referencia a las obligaciones de los profesionales en Trabajo Social: “b)
Desempeñar la profesión con compromiso, competencia y actualización profesional,
teniendo como principios rectores los derechos humanos, la justicia social, la ciudadanía y
la forma de vida democrática”. Esto puede relacionarse con la metodología taller debido a
que éste tiene carácter promotor de derechos humanos, justicia social, ciudadanía y
democracia, ya que el hecho de que el taller sea un espacio horizontal crea condiciones
propicias para desarrollar la participación ciudadana y democrática como sujetos activos
transformadores de su propia realidad.

Trabajo Social, comunidad y taller

Resulta difícil pensar en el proceso de transformación que genera el taller sin relacionarlo
con la comunidad2. El taller, como metodología, propone una transformación de la realidad
de sus miembros que se vinculan con el proceso de fortalecimiento comunitario3 (definición)

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Caparrós (1992): “la comunidad como sistema social, está formada por grupos que interactúan entre sí y están
interconectados por un entretejido social denominado –redes sociales-: el ámbito comunitario incluye, por tanto, al ámbito
grupal y al ámbito individual, no pudiendo existir los unos sin los otros y dándose entre ellos una relación de
interdependencia…”.
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Fortalecimiento comunitario: “proceso mediante el cual los miembros de una comunidad (individuos interesados y grupos
organizados) desarrollan conjuntamente capacidades y recursos para controlar su situación de vida, actuando de manera

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y sus respectivas características: 1) Participación, siendo una “acción desarrollada por los
miembros de la comunidad en función de objetivos generados a partir de necesidades
sentidas y de acuerdo con estrategias colectivamente definidas, fundamentadas en la
solidaridad y en el apoyo social”; 2) Conciencia, entendida como la producción de un
pensamiento crítico que permita una desalienación, desideologización y comprensión del
carácter histórico de los fenómenos comunitarios; 3) Control como “autocontrol en las
personas que integran algún grupo organizado en una comunidad o que ejercen algún
liderazgo dentro de ella, como también el control sobre circunstancias de orden social y
sobre los recursos”; 4) Poder en tanto poder social que pueda ser ejercido por la
comunidad; 5) Politización, en tanto proceso de fortalecimiento de la ciudadanía y de la
sociedad civil; 6) Autogestión como autonomía al momento de tomar decisiones; 7)
Compromiso, siendo este el apego de los miembros en cuanto al proceso; 8) Desarrollo y
expresión concreta de capacidades individuales en las personas miembros de una
comunidad y, por último, 9) Identidad social y comunitaria, que generan y reivindican valores
y creencias desarrollados históricamente.

Luego, la autora afirma que “el compromiso y la conciencia suponen alguna forma de
desarrollo de identidad social expresada en el sentido de pertenencia y de apego a la
comunidad, así como la generación de estilos de acción marcados por la cultura local, que
se manifiestan incluso en las formas de incorporar conocimientos y técnicas externos que
les son necesarios para alcanzar sus fines. El aspecto crítico se evidencia en la
aproximación evaluativa de las circunstancias, de causas y efectos, de recursos y de
posibilidades, considerando todos los intereses que se ponen en juego en una comunidad”.
Esto se vincula con el propósito del taller en tanto herramienta que genera un sentido de
pertenencia que permite la conformación de un colectivo sólido en el que sus miembros
puedan sentir compromiso y convicción para poder potenciar capacidades y recursos
propios para enfrentar sus amenazas.

Ruth Parola (2020) toma los aportes de Malcolm Payne (2009) quien enfatiza en el aspecto
social de profesión planteando que “toda práctica de Trabajo Social es una interacción
social y es allí donde se centran sus reflexiones, enfatizando el aspecto social de la
profesión”. Luego afirma que “es por ello que en términos de metodologías y herramientas
Shaw & Holland (2014) ponen el acento en que la observación y la entrevista aparecen
como las herramientas fundamentales, no sólo de la intervención profesional, sino también
de los procesos de construcción de conocimiento”. Y luego, siguiendo a Ortega (2015)
plantea que el Trabajo Social, debido a sus características, encuentra su equilibrio con la

comprometida, consciente y crítica, para lograr la transformación de su entorno según sus necesidades y aspiraciones,
transformándolos al mismo tiempo a sí mismos”. Montero, M.; Cuaderno de cátedra de Trabajo Social III- Eje IV (s/f).

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metodología cualitativa, ya que son “metodologías flexibles e inclusivas que facilitan
rescatar la posición privilegiada de relación con la gente y las dinámicas cotidianas”.
“Es por ello que gran parte de las producciones teóricas y de investigaciones que hemos
rastreado se refieren a la práctica del Trabajo Social como un ‘saber en acción’
(GarcíaPorras, 2018) y la califican como una práctica reflexiva afirmando la importancia del
diálogo entre teoría y práctica. Por ello hay una referencia permanente a la dimensión
"reflexiva" y de “co construcción”, dada la centralidad de las subjetividades del trabajador/a
social – investigador/a y de los/as sujetos con los que se trabaja y/o se estudian (Ortega,
2015; Shaw & Holland, 2014); así como al proceso de construcción dialógica de narrativas
tanto en el proceso de intervención como en el de la producción de conocimiento
(Rubilar-Donoso, 2015)” plantea Parola (2020).
Se puede observar que tanto el carácter de “saber en acción” como el de “práctica reflexiva”
que afirma “la importancia del diálogo entre teoría y práctica” van de la mano con lo que
propone el taller en tanto metodología que interviene en las comunidades.

Hoy en día autores tales como Marco Marchioni, (1989), nos inducen en la metodología del
desarrollo comunitario y de la intervención comunitaria integrando los siguientes
planteamientos:
Por una parte se necesita trabajar para conseguir una mejor utilización de los numerosos
pero dispersos y descoordinados recursos sociales existentes, para atender mejor las
demandas de la población, trabajando más en el terreno preventivo y eliminando factores de
riesgo.
Por otra parte, se deben plantear intervenciones dirigidas a la mejora de la situación
económica y de trabajo de los colectivos de personas que pueden quedar excluidas del
actual sistema de crecimiento económico del país para evitar la fragmentación social y
favorecer procesos de integración social de estos colectivos con riesgo potencial de
exclusión social.
De esta forma el proceso de organización colectiva puede crear un proceso de
concienciación, politización y de empoderamiento grupal o intergrupal. (Ferran Cortès
Izquierdo Marta, Llobet Estany).
Los procesos de organización comunitaria actúan como espacios constructores de
ciudadanía y la participación, a nivel simbólico y funcional. Son a su vez oportunos para
iniciar procesos de democracia participativa más vinculada con los problemas y/o
preocupaciones cotidianas de los ciudadanos, esto permite que se involucren nuevos
actores sociales y que se expandan las redes sociales, vecinales e institucionales.

El taller como dispositivo está ligado a los conceptos básicos de Intervención Comunitaria:

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Participación: Es un eje central de la Intervención Comunitaria. Se trata de promover y
mantener activa la participación de la propia comunidad en la planificación y el desarrollo de
programas que mejoren la calidad de vida.
Responsabilidad: Hay que promover en la ciudadanía la importancia de asumir la
responsabilidad de participar en la solución de los problemas comunes y públicos.
Coordinación: Desde cualquier servicio público (social, sanitario o educativo) debería
establecerse una red con la comunidad, saliendo de su propio ámbito y acercándose a los
demás, trabajando a través de la coordinación e integrando programas que se dirigen a la
misma población, contribuyendo a procesos de desarrollo a largo plazo.
Integración: Se debe avanzar en la medida de lo posible, hacia la integración institucional,
es decir, la integración de los planes, programas y proyectos de cada institución.
Implicancia Profesional: En el desarrollo comunitario debemos implicar a los profesionales
de los tres pilares básicos del sistema de bienestar social: los Servicios Sociales
Municipales, los Servicios de Atención Primaria de Salud y los Servicios Educativos.

Según Terry (1998), el desarrollo comunitario integrado surge como un modelo a través del
cual se busca nivelar de forma dinámica, interrelacionada y armónica los componentes
esenciales del desarrollo humano de los habitantes de las comunidades con la finalidad de
mejorar la calidad de vida, a partir de potenciar la autosuficiencia local y aprovechando las
ventajas que les proporciona el entorno en cuanto a bienes, servicios y recursos.
Persigue fines sustantivos más estratégicos, entre los cuales se encuentran los siguientes:
- Conseguir el mejoramiento de la calidad de vida de los miembros de la comunidad
en consideración a los componentes esenciales del desarrollo humano.
- Capacitación de los recursos humanos y su utilización como recurso estratégico del
desarrollo potenciando sus capacidades para la planificación, la coordinación y la
concertación de esfuerzos y recursos en función de un propósito común.
- Favorecer los procesos de participación popular en la identificación de problemas y
en la toma de decisiones para su solución, reduciendo la brecha entre decidores y
ejecutores.
- Reforzar los sentimientos de arraigo y pertenencia hacia la comunidad, a partir de la
consolidación de la identidad cultural local.

Las estudiantes consideran que el taller como metodología de intervención comunitaria


puede y debe promover el proceso de transformación de una comunidad en pos a la mejora
de la calidad de vida de sus integrantes.

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Por último, es importante que exista una participación ciudadana para llevar a cabo los
procesos de concienciación y desideologización, ya que, cuando los sujetos se involucran
en ellos, es factible que puedan fortalecerse como comunidad.

Prácticas académicas en contexto comunitario:


En el marco de la cátedra Práctica III, las estudiantes Llanos y Vincen se encuentran
inmersas en la Comisión Vecinal del barrio Santa María de las Pampas. Si bien las
practicantes no coordinan ni participan de ningún taller brindado en el barrio, se puede
vincular el propósito del taller como “mejorador de las condiciones de la reproducción de la
vida cotidiana” de los vecinos de esta comunidad con sus prácticas, a partir de ésto último:
promover acciones que beneficien a la comunidad, en este caso mediante la conformación
de una red institucional constituida por la Comisión Vecinal, el JIN nº 28, la escuela nº 262,
el colegio secundario “Sta. Ma. de las Pampas”, el Instituto Provincial de Enseñanza Media
(IPEM) y el Centro de Salud de barrio Aeropuerto.

CONCLUSIÓN:

A modo de cierre, expresaremos nuestra interpretación:


Desde nuestra mirada como futuras Trabajadoras Sociales, creemos que los talleres
se presentan como una herramienta necesaria para incorporar a las prácticas todo el
conocimiento adquirido en el transcurso de la carrera. Podemos visualizarlo como un
puente versátil entre quienes detectan y demandan determinados recursos y, los
mismos recursos. Esta metodología ha resultado en nuestras experiencias, un
facilitador de conocimiento, observación y escucha, dotes que hoy llevamos como
una extensión de nuestro ser. Creemos en el despertar comunitario, en que los
obstáculos que se han impuesto como individuales son en realidad colectivos, en el
fortalecimiento comunitario y en ese sentimiento de pertenencia que hace a la propia
identidad. Hoy podemos ver materializados todos aquellos conceptos que figuran en
nuestros apuntes, que no son menos que una cadena de palabras que nos orientan
hacia la construcción del bienestar social.

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Creemos firmemente que el taller es, quizás, la herramienta más apropiada para
acercarnos a las personas y conocerlas, no de un modo superficial, sino
profundamente mientras se genera una retroalimentación entre todos sus
participantes. También entendemos a este instrumento como promotor de
crecimiento propio y de un grupo o una comunidad, como también promotor de
derechos. El hecho de que en el espacio del taller las personas puedan
desenvolverse, dar su opinión y que ésta sea tenida en cuenta, genera confianza en
uno mismo, generando una construcción identitaria tanto individual como colectiva y,
por lo tanto, un crecimiento personal y colectivo.

El taller es promotor de autonomía en tanto se trabaje en las potencialidades del


grupo y de la persona, para que esta y/o estas puedan resolver sus problemas
utilizando sus propios recursos, por lo tanto, se genera un crecimiento personal y
colectivo.

Para finalizar, nos gustaría concluir en que el taller como metodología de intervención
comunitaria puede generar cambios favorables en las condiciones de vida de los
integrantes de una comunidad, siempre que exista compromiso por parte de éstos.

Bibliografía:
● Blanco, M., Chiavetta, V., Jodar, M., Lígori, P., Mejías, S., Montiano, M., Muñoz, V.,
Obón, V., Parola, R., Pérez Chaca, M., Ramírez, A. (2019); “El taller en la formación
de Trabajo Social como dispositivo para la reflexión sobre la práctica profesional:
Algunas aproximaciones desde el Departamento de Prácticas”; Secretaría de
Investigación y Publicación Científica, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
● Cano, A. (2012); “La metodología del taller en los procesos de educación popular”;
Universidad de La Plata.
● Cosano Rivas, F. (s/f); “Un modelo de prácticas para el Trabajo Social en el contexto
del Espacio Europeo de Educación Superior”; Universidad de Málaga, España.
● Cuaderno de cátedra de Trabajo Social III (s/f); Instituto Superior de Estudios
Sicopedagógicos y Sociales; Santa Rosa, La Pampa, Argentina.
● Esquivel Corella, F. (s/f); “El taller como antecedente formativo de la Escuela de
Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica”; Universidad de Costa Rica.
● Fernández Fastuca, L. y Guevara, J. (2016); “Los talleres de tesis como una
aproximación a una comunidad de práctica”; Universidad de Montevideo, Uruguay.

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● Ley Federal 27.072 de Trabajo Social (2014).
● Marchant Bravo, C. A; “Trabajo Social Comunitario: Análisis teórico, conceptual y
metodológico”; (2006); Universidad de Valparaíso, Facultad de Derecho y Cs.
Sociales, Escuela de Trabajo Social.
● NAVARRO, S. (2004) “Redes sociales y construcción comunitaria. Creando
(con)textos para una acción ecológica”. Madrid, CCs .
● Parola, R.(2020); “Problematizando las Prácticas preprofesionales en Trabajo Social.
Desafíos y perspectivas”; Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
● Terry Gregorio, J. A. y Terri Gregorio, J. R. (2001); “Desarrollo Comunitario
Integrado: Una Aproximación Estratégica”; Universidad de Ciego de Ávila, Cuba.

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