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de intervención comunitaria
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Introducción
Las estudiantes de la cátedra “Trabajo Social III”, Llanos y Vincen, investigan el taller como
metodología de intervención comunitaria desde la perspectiva del Trabajo Social.
En el informe se presentarán: los orígenes del taller en Latinoamérica, sus características,
las pautas para su planificación, su vinculación con la Ley Federal de Trabajo Social. Luego,
se hará hincapié en el espacio comunitario en que se encuentran inmersas las estudiantes
en sus respectivas prácticas en el barrio “Santa María de las Pampas” para poder vincular la
teoría con la realidad social.
¿Qué es el Taller?
Quezada (1995), piensa al taller como “una instancia teórico-práctica, donde un grupo
integrado por maestros y alumnos problematizan un aspecto de la realidad social, buscando
su conexión estructural con una problemática más amplia, con el objeto de definir formas de
transformación de dicha problemática y de su conexión estructural”.
En tanto a metodología de la enseñanza, Romero (1998), plantea que el taller “es un
método que busca la praxis entendiendo ésta como la integración de la teoría y la práctica
para transformar, conocer y actuar. Mediante el taller se pretende evolucionar en el ámbito
de la educación, para contribuir al desarrollo integral del ser humano”. Luego propone: “En
el caso de la formación de trabajadores sociales, se pretende no sólo este desarrollo
integral en los estudiantes y futuros profesionales, sino también en los grupos sociales,
hacia los cuales se dirige la acción profesional”.
Pasel y Asborno (1991) y De Vita (2012) manifiestan que el taller “Se trata de un aprender
haciendo guiado por la reflexión sobre el hacer. Desde esta concepción el taller alcanza
toda su potencialidad cuando el aula se convierte en un espacio habilitado para indagar,
intercambiar ideas y equivocarse”.
Pasel y Asborno (1991) plantean que “el taller admite la puesta en juego de una amplia
variedad de métodos didácticos en pos de dar lugar a la relación teoría-práctica deseada.
Desde esta perspectiva, la propuesta del taller se funda en una concepción de aprendizaje
que resalta su carácter de proceso continuo y de ampliación permanente de experiencias
previas y trabaja a partir de las dudas, los errores y la necesidad del sujeto que aprende.
Asimismo promueve el contacto con el medio y la interacción con los otros”.
Luego, Campos, Molina, Molina, Romero y Ruiz (1997) expresan que el taller “Es una forma
de aprender y enseñar haciendo, cuyo rasgo pedagógico más importante se resume en el
desarrollo de la capacidad de reflexión, sobre determinados aspectos de realidad social
pero que, al mismo tiempo, tal reflexión depende de las condiciones específicas en las que
se desenvuelve el taller y de los propósitos y características que éste adopta”.
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Tomando como referencia estas definiciones, se entiende que el taller es una metodología
constituida por teoría y práctica, generando un espacio en donde no existen relaciones
jerárquicas, sino una horizontalidad entre quienes participan en él (docente-estudiantes), en
el que se pretende un acercamiento a sus participantes y a su realidad social. Al mismo
tiempo, se toma como faro la capacidad de reflexión como herramienta de transformación:
poder cuestionar los conocimientos aprendidos para poder transformar su realidad individual
y colectiva.
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transformados en un dispositivo pedagógico. En este sentido, repensar la formación en los
saberes de la práctica en la educación de posgrado a través de los talleres de tesis podría
implicar reimaginar, en alguna medida, la lógica de trabajo de los gremios medievales. La
complejidad inherente a la práctica actual requiere ofrecer modos de formarse distintos de
los brindados tradicionalmente por la educación. En particular, dispositivos
pedagógico-didácticos que privilegien un acercamiento a la práctica sin distanciarse de la
teoría”.
De esta manera podemos observar que, desde sus orígenes hasta la actualidad, el taller
implica un “aprender haciendo”, siendo esta acción una herramienta de retroalimentación
que sirva para mejorar el aprendizaje de quienes coordinan un taller y el de sus
participantes.
El autor propone que el taller posee una doble finalidad: por un lado, garantizar un
seguimiento colectivo, regular y constante de las prácticas; y, por otro lado, permitir a los
alumnos teorizar y sistematizar científicamente su experiencia concreta, proporcionándoles
elementos básicos para que, en su aplicación a la práctica, se realice el proceso
acción-reflexión-acción.
Luego, Cosano Rivas describe otros objetivos que pretenden el desarrollo de sus
participantes, además de los objetivos pedagógicos e intelectuales:
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a) Favorecer el crecimiento integral de sus componentes, a través de una acción
conjunta, integradora, creativa y enriquecedora.
b) Establecer la utilización de múltiples canales de comunicación, posibilitando el inicio
y desarrollo de la identidad grupal.
c) Potenciar el análisis crítico de las propias acciones y el estudio e interpretación de la
realidad.
d) Lograr la integración global de conocimientos.
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● Los talleres ofrecen la oportunidad a los estudiantes de experimentar “situaciones de
trabajo comunitario” y practicar las metodologías y las técnicas que ayudan al
profesional a gestionar estas situaciones favoreciendo la participación social.
● Supera el concepto de educación tradicional en el cual el/a estudiante ha sido un
receptor/a pasivo, bancario del conocimiento. Pone en cuestión la tradicional
“cátedra”.
● Gira en torno a la concepción de un sujeto activo: las y los estudiantes en los talleres
son creadores de su propio proceso de aprendizaje.
● Permite la creación de espacios reales de comunicación, participación y autogestión
en las entidades educativas y en la comunidad.
● El aprendizaje es un acto intelectual, emocional, afectivo y vivencial.
● Supera el concepto de educación tradicional en el cual el/a estudiante ha sido un
receptor/a pasivo, bancario del conocimiento. Pone en cuestión la tradicional
“cátedra”.
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• Espacio Curricular /Departamento en el que se desarrolla
• Nombre o Título del taller
• Fecha
• Hora (de inicio y finalización)
• Lugar de realización
• Unidad del Programa o Núcleo en el que se inscribe
• Responsables: Señalar con claridad quién coordina y quiénes realizan otras funciones que
la actividad propuesta en el taller requiera
• Destinatarios y participantes
• Objetivos
• Momentos
• Inicio y puntos de partida, que incluye la apertura, presentación y explicitación de las
pautas de trabajo
•Desarrollo y profundización de la temática - Puntos de llegada y cierre
• Producto o resultado esperado
• Evaluación
• Recursos e insumos necesarios.
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reproduce la vida cotidiana de las personas con quienes se trabaja, para luego diseñar
estrategias de intervención.
Otra incumbencia que las estudiantes consideran fundamental al pensar en la metodología
de taller es la cuarta: “Intervención en contextos domiciliarios, institucionales y/o
comunitarios”, que expresa concretamente los ámbitos en los que se desarrollará la
intervención profesional.
Luego, las estudiantes toman la incumbencia profesional número 10 y sus incisos b y c
“Dirección, integración de equipos y desarrollo de líneas y proyectos de investigación en el
campo social, que contribuyan a:
b) La producción de conocimientos teórico-metodológicos para aportar a la intervención
profesional en los diferentes campos de acción;
c) La producción de conocimiento que posibilite la identificación de factores que inciden en
la generación y reproducción de las problemáticas sociales y posibles estrategias de
modificación o superación”. En cuanto a esto, Llanos y Vincen lo relacionan con el taller ya
que éste supone, por parte de quien coordine, una participación en la que no se limite sólo a
la coordinación, sino a problematizar la realidad particular del grupo y/o a buscar las causas
de las problemáticas sociales para pensar nuevas formas de intervención.
Por último, las estudiantes relacionan el taller con el inciso b del capítulo V de la misma Ley,
que hace referencia a las obligaciones de los profesionales en Trabajo Social: “b)
Desempeñar la profesión con compromiso, competencia y actualización profesional,
teniendo como principios rectores los derechos humanos, la justicia social, la ciudadanía y
la forma de vida democrática”. Esto puede relacionarse con la metodología taller debido a
que éste tiene carácter promotor de derechos humanos, justicia social, ciudadanía y
democracia, ya que el hecho de que el taller sea un espacio horizontal crea condiciones
propicias para desarrollar la participación ciudadana y democrática como sujetos activos
transformadores de su propia realidad.
Resulta difícil pensar en el proceso de transformación que genera el taller sin relacionarlo
con la comunidad2. El taller, como metodología, propone una transformación de la realidad
de sus miembros que se vinculan con el proceso de fortalecimiento comunitario3 (definición)
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Caparrós (1992): “la comunidad como sistema social, está formada por grupos que interactúan entre sí y están
interconectados por un entretejido social denominado –redes sociales-: el ámbito comunitario incluye, por tanto, al ámbito
grupal y al ámbito individual, no pudiendo existir los unos sin los otros y dándose entre ellos una relación de
interdependencia…”.
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Fortalecimiento comunitario: “proceso mediante el cual los miembros de una comunidad (individuos interesados y grupos
organizados) desarrollan conjuntamente capacidades y recursos para controlar su situación de vida, actuando de manera
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y sus respectivas características: 1) Participación, siendo una “acción desarrollada por los
miembros de la comunidad en función de objetivos generados a partir de necesidades
sentidas y de acuerdo con estrategias colectivamente definidas, fundamentadas en la
solidaridad y en el apoyo social”; 2) Conciencia, entendida como la producción de un
pensamiento crítico que permita una desalienación, desideologización y comprensión del
carácter histórico de los fenómenos comunitarios; 3) Control como “autocontrol en las
personas que integran algún grupo organizado en una comunidad o que ejercen algún
liderazgo dentro de ella, como también el control sobre circunstancias de orden social y
sobre los recursos”; 4) Poder en tanto poder social que pueda ser ejercido por la
comunidad; 5) Politización, en tanto proceso de fortalecimiento de la ciudadanía y de la
sociedad civil; 6) Autogestión como autonomía al momento de tomar decisiones; 7)
Compromiso, siendo este el apego de los miembros en cuanto al proceso; 8) Desarrollo y
expresión concreta de capacidades individuales en las personas miembros de una
comunidad y, por último, 9) Identidad social y comunitaria, que generan y reivindican valores
y creencias desarrollados históricamente.
Luego, la autora afirma que “el compromiso y la conciencia suponen alguna forma de
desarrollo de identidad social expresada en el sentido de pertenencia y de apego a la
comunidad, así como la generación de estilos de acción marcados por la cultura local, que
se manifiestan incluso en las formas de incorporar conocimientos y técnicas externos que
les son necesarios para alcanzar sus fines. El aspecto crítico se evidencia en la
aproximación evaluativa de las circunstancias, de causas y efectos, de recursos y de
posibilidades, considerando todos los intereses que se ponen en juego en una comunidad”.
Esto se vincula con el propósito del taller en tanto herramienta que genera un sentido de
pertenencia que permite la conformación de un colectivo sólido en el que sus miembros
puedan sentir compromiso y convicción para poder potenciar capacidades y recursos
propios para enfrentar sus amenazas.
Ruth Parola (2020) toma los aportes de Malcolm Payne (2009) quien enfatiza en el aspecto
social de profesión planteando que “toda práctica de Trabajo Social es una interacción
social y es allí donde se centran sus reflexiones, enfatizando el aspecto social de la
profesión”. Luego afirma que “es por ello que en términos de metodologías y herramientas
Shaw & Holland (2014) ponen el acento en que la observación y la entrevista aparecen
como las herramientas fundamentales, no sólo de la intervención profesional, sino también
de los procesos de construcción de conocimiento”. Y luego, siguiendo a Ortega (2015)
plantea que el Trabajo Social, debido a sus características, encuentra su equilibrio con la
comprometida, consciente y crítica, para lograr la transformación de su entorno según sus necesidades y aspiraciones,
transformándolos al mismo tiempo a sí mismos”. Montero, M.; Cuaderno de cátedra de Trabajo Social III- Eje IV (s/f).
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metodología cualitativa, ya que son “metodologías flexibles e inclusivas que facilitan
rescatar la posición privilegiada de relación con la gente y las dinámicas cotidianas”.
“Es por ello que gran parte de las producciones teóricas y de investigaciones que hemos
rastreado se refieren a la práctica del Trabajo Social como un ‘saber en acción’
(GarcíaPorras, 2018) y la califican como una práctica reflexiva afirmando la importancia del
diálogo entre teoría y práctica. Por ello hay una referencia permanente a la dimensión
"reflexiva" y de “co construcción”, dada la centralidad de las subjetividades del trabajador/a
social – investigador/a y de los/as sujetos con los que se trabaja y/o se estudian (Ortega,
2015; Shaw & Holland, 2014); así como al proceso de construcción dialógica de narrativas
tanto en el proceso de intervención como en el de la producción de conocimiento
(Rubilar-Donoso, 2015)” plantea Parola (2020).
Se puede observar que tanto el carácter de “saber en acción” como el de “práctica reflexiva”
que afirma “la importancia del diálogo entre teoría y práctica” van de la mano con lo que
propone el taller en tanto metodología que interviene en las comunidades.
Hoy en día autores tales como Marco Marchioni, (1989), nos inducen en la metodología del
desarrollo comunitario y de la intervención comunitaria integrando los siguientes
planteamientos:
Por una parte se necesita trabajar para conseguir una mejor utilización de los numerosos
pero dispersos y descoordinados recursos sociales existentes, para atender mejor las
demandas de la población, trabajando más en el terreno preventivo y eliminando factores de
riesgo.
Por otra parte, se deben plantear intervenciones dirigidas a la mejora de la situación
económica y de trabajo de los colectivos de personas que pueden quedar excluidas del
actual sistema de crecimiento económico del país para evitar la fragmentación social y
favorecer procesos de integración social de estos colectivos con riesgo potencial de
exclusión social.
De esta forma el proceso de organización colectiva puede crear un proceso de
concienciación, politización y de empoderamiento grupal o intergrupal. (Ferran Cortès
Izquierdo Marta, Llobet Estany).
Los procesos de organización comunitaria actúan como espacios constructores de
ciudadanía y la participación, a nivel simbólico y funcional. Son a su vez oportunos para
iniciar procesos de democracia participativa más vinculada con los problemas y/o
preocupaciones cotidianas de los ciudadanos, esto permite que se involucren nuevos
actores sociales y que se expandan las redes sociales, vecinales e institucionales.
El taller como dispositivo está ligado a los conceptos básicos de Intervención Comunitaria:
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Participación: Es un eje central de la Intervención Comunitaria. Se trata de promover y
mantener activa la participación de la propia comunidad en la planificación y el desarrollo de
programas que mejoren la calidad de vida.
Responsabilidad: Hay que promover en la ciudadanía la importancia de asumir la
responsabilidad de participar en la solución de los problemas comunes y públicos.
Coordinación: Desde cualquier servicio público (social, sanitario o educativo) debería
establecerse una red con la comunidad, saliendo de su propio ámbito y acercándose a los
demás, trabajando a través de la coordinación e integrando programas que se dirigen a la
misma población, contribuyendo a procesos de desarrollo a largo plazo.
Integración: Se debe avanzar en la medida de lo posible, hacia la integración institucional,
es decir, la integración de los planes, programas y proyectos de cada institución.
Implicancia Profesional: En el desarrollo comunitario debemos implicar a los profesionales
de los tres pilares básicos del sistema de bienestar social: los Servicios Sociales
Municipales, los Servicios de Atención Primaria de Salud y los Servicios Educativos.
Según Terry (1998), el desarrollo comunitario integrado surge como un modelo a través del
cual se busca nivelar de forma dinámica, interrelacionada y armónica los componentes
esenciales del desarrollo humano de los habitantes de las comunidades con la finalidad de
mejorar la calidad de vida, a partir de potenciar la autosuficiencia local y aprovechando las
ventajas que les proporciona el entorno en cuanto a bienes, servicios y recursos.
Persigue fines sustantivos más estratégicos, entre los cuales se encuentran los siguientes:
- Conseguir el mejoramiento de la calidad de vida de los miembros de la comunidad
en consideración a los componentes esenciales del desarrollo humano.
- Capacitación de los recursos humanos y su utilización como recurso estratégico del
desarrollo potenciando sus capacidades para la planificación, la coordinación y la
concertación de esfuerzos y recursos en función de un propósito común.
- Favorecer los procesos de participación popular en la identificación de problemas y
en la toma de decisiones para su solución, reduciendo la brecha entre decidores y
ejecutores.
- Reforzar los sentimientos de arraigo y pertenencia hacia la comunidad, a partir de la
consolidación de la identidad cultural local.
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Por último, es importante que exista una participación ciudadana para llevar a cabo los
procesos de concienciación y desideologización, ya que, cuando los sujetos se involucran
en ellos, es factible que puedan fortalecerse como comunidad.
CONCLUSIÓN:
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Creemos firmemente que el taller es, quizás, la herramienta más apropiada para
acercarnos a las personas y conocerlas, no de un modo superficial, sino
profundamente mientras se genera una retroalimentación entre todos sus
participantes. También entendemos a este instrumento como promotor de
crecimiento propio y de un grupo o una comunidad, como también promotor de
derechos. El hecho de que en el espacio del taller las personas puedan
desenvolverse, dar su opinión y que ésta sea tenida en cuenta, genera confianza en
uno mismo, generando una construcción identitaria tanto individual como colectiva y,
por lo tanto, un crecimiento personal y colectivo.
Para finalizar, nos gustaría concluir en que el taller como metodología de intervención
comunitaria puede generar cambios favorables en las condiciones de vida de los
integrantes de una comunidad, siempre que exista compromiso por parte de éstos.
Bibliografía:
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Obón, V., Parola, R., Pérez Chaca, M., Ramírez, A. (2019); “El taller en la formación
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Algunas aproximaciones desde el Departamento de Prácticas”; Secretaría de
Investigación y Publicación Científica, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
● Cano, A. (2012); “La metodología del taller en los procesos de educación popular”;
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● Cuaderno de cátedra de Trabajo Social III (s/f); Instituto Superior de Estudios
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● Esquivel Corella, F. (s/f); “El taller como antecedente formativo de la Escuela de
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● Fernández Fastuca, L. y Guevara, J. (2016); “Los talleres de tesis como una
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● Marchant Bravo, C. A; “Trabajo Social Comunitario: Análisis teórico, conceptual y
metodológico”; (2006); Universidad de Valparaíso, Facultad de Derecho y Cs.
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● Parola, R.(2020); “Problematizando las Prácticas preprofesionales en Trabajo Social.
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● Terry Gregorio, J. A. y Terri Gregorio, J. R. (2001); “Desarrollo Comunitario
Integrado: Una Aproximación Estratégica”; Universidad de Ciego de Ávila, Cuba.
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