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I. Conflicto y complejidad
Reconocer las dimensiones del conflicto y sus distintos cambios en una comunidad o en una
sociedad, ha representado un desafío que cada vez impone un mayor esfuerzo en términos de
construcción de paz. Construir paz impone primero entender y reconocer que se trata de una
tarea compleja, no lineal, que implica la capacidad de elaborar y entrelazar distintos enfoques
para luego combinarlos o fusionarlos para emprender el camino de comprensión sobre los
distintos elementos que están involucrados en el conflicto y su relación con los distintos
fenómenos causales de donde emergen.
Los estudios de paz nos han enseñado que los conflictos no son lineales y no tienen elementos
binarios y binomiales, en donde algo o alguien es lo bueno y lo opuesto es lo malo, lo claro y lo
oscuro, o que se reduce a una relación adversarial entre dos o más personas.
J.P. Lederach y E. Morin tienen en común que basan sus propuestas de comprensión y análisis
de los conflictos, en la necesidad de comprender que el conflicto es complejidad en tanto
requiere una creación profunda de conciencia de las relaciones que se conjugan y dan lugar a
espirales o escaladas de violencia, y en consecuencia la construcción de paz requiere lograr un
alto grado de conciencia sobre las relaciones (Lederach, 2016, pg.: 85).
Para Lederach es muy importante analizar los elementos base del conflicto, que son partes,
procesos y problemas y su interrelación entre ellos, y como esta dinámica va construyendo una
red que determina las lógicas de la conflictividad y los impactos a las comunidades involucradas.
Dentro del análisis de las partes Lederach destaca como los impactos del conflicto se mezclan
con las emociones que las personas experimentan, así como los roles que las mismas personas
desempeñan de manera dinámica en el conflicto.
Lederach propone entender la transformación del conflicto como un cuerpo: la cabeza responde
al análisis y comprensión del conflicto; el corazón al sentir de los flujos y reflujos de los
acontecimientos; las manos que actúan y los pies que ponen en marcha las transformaciones.
Esta corporeidad resulta ser uno de los aspectos más interesantes de la propuesta del autor.
Las funciones de cabeza y corazón resultan esenciales para comprender la finalidad a la cual
aspira la transformación del conflicto, pues para comprenderlo es fundamental sentirlo con el
corazón y analizarlo con la cabeza. Se busca romper las dualidades y ver cómo cabeza y
corazón pueden, y deben ir de la mano cuando hablamos de transformación de conflictos. Se
plantea trascender la relación dual entre resolución y transformación, para que ambos
planteamientos se complementen.
La cabeza debe perseguir la finalidad de comprender, ver y mirar el conflicto, tanto que es capaz
de cambiar los enfoques que la situación requiere para lograr un mejor aprendizaje. Este aspecto
es de gran importancia dentro del entorno del conflicto colombiano, dada su gran complejidad,
por lo extendido en el tiempo, por la relación estrecha entre política, debilidad de la democracia y
conflicto armado.
Por otro lado el corazón complementa el sistema, dado que su tarea es sentir el conflicto, hasta
lograr un mejor entendimiento de sus corrientes, de descifrar el pulso del conflicto y
transformarlo. A través de esa construcción sistémica se puede lograr un enfoque dinámico
clave. Muy seguramente un enfoque transformador del conflicto, pasado por la cabeza y el
corazón deberá tener en cuenta aspectos como la memoria de cara a lograr un verdadero
cambio que garantice que las escaladas no vuelvan a presentarse.
Los conflictos que se presentan en nuestros territorios, barrios, veredas, localidades y demás
implican múltiples complejidades, las cuales solo a partir de la imaginación y creatividad de
ciudadanos y ciudadanas que se piensan nuevas formas de abordarlos es posible
transformarlos.
El conflicto colombiano nos da múltiples ejemplos de esto. Los procesos de resistencia pacífica y
la utilización del arte, el patrimonio, el deporte y otras formas de construir resistencia, son
ejemplos de cómo la imaginación moral es una herramienta para la construcción de paz.
Un ejemplo muy bello nos lo muestran las cantaoras de alabaos de Bojayá. Esta practica cultural
tan arraigada en el Pacifico colombiano que no fue posible realizarlo en el contexto de la
masacre de Bojayá (2002). Luego de que los difuntos fueran enterrados a la carrera mientras el
resto de la comunidad se desplazaba, las cantaoras de alabaos de Bojayá en cada
conmemoración de la masacre le cantan a sus muertos como forma de sanación, ayudando a los
vivos a llevar el duelo. Estas mujeres a través de esta práctica cultural han hecho oír su voz de
denuncia ante la violencia de la guerra, el abandono estatal y las promesas no cumplidas. Los
alabaos se han convertido en un canto de resistencia que les ha permitido cohesionarse,
denunciar y sanar colectivamente.
La construcción de paz pasa por la resistencia, la resiliencia, la empatía y por supuesto la
imaginación y las soluciones creativas para la solución a nuestros conflictos. La violencia no
genera paz, solo genera más violencia, de allí la importancia de imaginar creativamente nuevas
formas de construir paz.