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Introducción a los Estudios de Género.

Prof. Tajer, Debora.

A partir del escenario actual de pandemia por coronavirus desarrolle cuáles


son los aspectos que a su criterio permiten identificar o visibilizar la perspectiva
relacional entre los géneros. Proponga un ejemplo en el cual pueda utilizar el
concepto de “modos de subjetivación”. Incorpore en su desarrollo las
dimensiones política y ética de la diferencia.
El 2020 nos encuentra ante el desafío generado por el COVID-19 y si bien es
cierto que esta enfermedad puede ingresar al organismo de cualquier persona,
de acuerdo a las cifras oficiales presentadas por el Ministerio de Salud de
nuestro país, se ve como hay un mayor número de varones afectados por el
virus en relación a las mujeres. La nota periodística de “El confidencial” explica
que hay varios factores que ofrecen alguna explicación a esta situación como
causas biológicas y otras que responden a un “estilo de vida” de los varones.
Este estilo de vida al que se refiere la nota, está íntimamente relacionado con
el patriarcado.
Se suele decir que el patriarcado tiene consecuencias negativas sobre los
varones, que no es todo privilegios. La construcción de la subjetividad
masculina está atravesada por un sistema de ideales sostenidos por discursos
socio-históricos que cuentan con eficacia simbólica hasta nuestros días. La
masculinidad hegemónica en la que se construyen las identidades de varón cis
generan daños colaterales: no se permiten la sensibilidad, sufren el imperativo
de proveer al resto, no se permiten sentir dolor, falta de medidas de
autocuidado, entre otras. Sin embargo, se debe tener cuidado, cuando se habla
de estos costes de la masculinidad, para no caer en una victimización de la
misma.
En estas sociedades patriarcales se crea un conjunto de significaciones
sociales que van a influir en la subjetividad de los hombres y de las mujeres.
Fernández (1993) reconoce tres mitos, el de la mujer madre, el de la pasividad
erótica de la mujer y el del amor romántico, que “darán forma al universo de
significaciones imaginarias que instituyen la familia y que inventan lo femenino
y lo masculino de la modernidad, haciendo posible a su vez la institución de un
espacio público racionalizado y un espacio privado sentimentalizado” (p.245). A
las mujeres se le atribuyen características para cuidar y cuidarse más, van al
médico ante el primer síntoma y se ocupan de cuidar también a su familia. Por
ser “solo” de las mujeres, no lo son de los hombres. Esto es así porque los
mitos sociales se caracterizan por presentarse como totalizadores, “en tanto
sus principios son establecidos como universales, es decir para todos los
hombres y las mujeres” (Fernández, 1993, p.246). Esto hace que, por un lado,
se invisibilice lo diferente, y por el otro, pertenecer a una categoría, hace que
no se pueda pertenecer a la otra, -o sos mujer o sos varón- (patologizando,
demonizando y estigmatizando a lo que no se incluye en estas categorías
binarias) Y es justamente por esto que Connell (1997) propone hablar desde
una perspectiva de género relacional ya que es imposible entender a la
masculinidad de manera aislada; “La masculinidad existe sólo en contraste con
la femineidad” (p. 32).
Entonces ¿Por qué los varones hegemónicos no van al médico? La respuesta
se encuentra en los modos de subjetivación de la masculinidad hegemónica y
tradicional. Cuando se habla de modos de subjetivación se hace referencia,
como postula Bleichmar, a la relación entre las formas de representación que
cada sociedad instituye para la conformación de sujetos aptos para
desplegarse en su interior y las maneras en las que cada uno de ellos
constituye su singularidad (citado en Tajer, 2009).
Entonces, que no vayan al médico tiene que ver con la idea patriarcal de que el
cuidado corresponde al orden de lo femenino, y por ende de las mujeres, y que
los varones no son subjetivados ni para cuidar ni para cuidarse. No recurren de
manera preventiva sino cuando ya están afectados por alguna enfermedad,
más aun cuando afecta sus roles tradicionales de proveedor y procreador.
Considero que deberíamos poner la mirada allí para desarmar las dinámicas de
poder invisibles y advertir siempre que tengamos la oportunidad que la
socialización de género patriarcal nunca deja de producir subjetividades y,
sobre todo, malestares. Para intentar desarmar estas prácticas tan arraigadas
debemos tener en cuenta tres dimensiones –ética, política y epistémica- ya que
serán las que nos permitan problematizar y realizar un análisis crítico de cómo
fueron pensada/os y teorizada/os las femineidades, las masculinidades y las
disidencias a lo largo de la historia.
Fernández (1993) afirma que abordar Dimensión Epistémica supone cuestionar
las categorías lógicas con las que está escrita la historia, esas lógicas que
sustentan un saber, los mitos, los discursos, “los a priori históricos constitutivos
por los que las teorizaciones transitan en su discurso” (p.30) Así surgen las
categorías para pensar la diferencia de los géneros, desde una lógica atributiva
-que atribuye lo particular del hombre a todos los seres humanos- binaria, -
porque alterna solo dos valores de verdad- y Jerárquica -porque transforma
uno de los dos términos en inferior-. Estas lógicas dan lugar a lo que la autora
llama “La Episteme de lo Mismo” es a partir de esta, que se ha conceptualizado
a la mujer, por ejemplo a través de la historia se la ha considerado como
aquella que pertenecía al espacio privado en pos de la realización personal del
varón en el ámbito público. Ejemplo que se ve cristalizado como efecto directo
de la pandemia; hay una sobrecarga de tareas de cuidado y de limpieza que
afectan la productividad de las mujeres, mientras los varones tienen mucho
más tiempo para descansar y sobre todo, el trabajo remunerado de los varones
no se vio tan afectado como el de las mujeres.
Con respecto a la dimensión política, Fernández la conceptualiza como “el
nivel de análisis de la producción de legitimación de las desigualdades sociales
de los géneros, es decir, las formas de producción social del consenso de la
desigualdad como también de las producciones de sentido que las hacen
posible” (1993). Desigualdades que con la pandemia se vieron aún más
legitimadas, las mujeres parten desde una posición de “Inferioridad”: los
cuidados (esenciales para abordar la pandemia) recaen mayoritariamente en
ellas; en un contexto de eventual destrucción del trabajo, parten de una
situación de desigualdad en el mercado laboral; y la violencia de género se ve
agravada en contextos de confinamiento como el actual. En consecuencia “...la
producción de tales legitimaciones es de gran importancia política, ya que
transforma al diferente en inferior” (Fernández, 1993)
Por último, tenemos la dimensión ética que Silvia Bleichmar la conceptualiza
preguntándose “¿Quién es el semejante para uno?” y luego dice, “que una vez
descripto el campo del semejante incluyente o excluyente, se definen las reglas
del juego de que se puede hacer con el semejante y que con el que no se lo
considera semejante” (citado en Tajer, 2009) Las características buenas son
masculinas, las malas femeninas y así es como queda definido para los
varones hegemónicos los semejantes; Lo femenino es lo malo y lo malo no es
merecedor de ser valorado. Sin embargo, la pandemia, entre otras muchas
cosas, puso en jaque estas cuestiones, valorando positivamente en distintos
discursos el “quédate en casa” donde se comenzó a debatir sobre las tareas
del hogar y su adjudicación como responsabilidad exclusiva de las mujeres y
las tareas de cuidado. Podríamos pensar que en esta “nueva normalidad” una
de las cosas que corresponde a lo nuevo, es la forma en que se perciben esos
roles –tanto para varones como para mujeres- que venían dados como
“naturales”, aunque la equidad aun parece un objetivo lejano.
Anexo:
La nota periodística utilizada como disparador y recurso en este parcial se titula
¿Por qué el covid-19 es más letal en hombres? Los científicos ya tienen
una pista sólida. Se encuentra publicada en la página web de “El
Confidencial”

 https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2020-05-12/covid-letal-
hombres-mujeres-pista-investigacion_2590104/
Bibliografía.

 Connel, R.W. (1997) La organización social de la masculinidad. En


Valdés T. y Olavarría, J. (eds.) Masculinidad/es. Poder y Crisis (pp. 31 –
47). Santiago de Chile. Chile: Ediciones de las Mujeres N°24.
 Fernández, A. M. (1993). La bella diferencia y Hombres públicos-
mujeres privadas. En Fernández A.M. La Mujer de la Ilusión (pp 27 - 58
y 133 - 158) Buenos Aires. Argentina: Paidós.
 Fernández, A.M. (1993) Madres en más, mujeres en menos: los mitos
sociales de la maternidad y La mujer de la ilusión. En Fernández A.M. La
Mujer de la Ilusión (pp. 159 – 184 y 239 – 264). Buenos Aires, Argentina:
Paidós.
 Tajer, D. (2018) Psicoanálisis, memoria y construcción política.
Pensando con Silvia Bleichmar la relación entre subjetividad, poder,
psicoanálisis y género. Revista Topía. Disponible en:
https://www.topia.com.ar/articulos/pensando-silvia-bleichmar-relacion-
subjetividad-poder-psicoanalisis-y-genero
 Tajer, D. (2009) Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y
de morir. En Tajer D. Heridos Corazones. Vulnerabilidad Coronaria en
Varones y Mujeres (pp 47 – 58). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
 Tajer, D. (2009) Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y
de morir. En Tajer D. Heridos Corazones. Vulnerabilidad Coronaria en
Varones y Mujeres (pp 58 – 68). Buenos Aires, Argentina: Paidós

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