A partir del escenario actual de pandemia por coronavirus desarrolle cuáles
son los aspectos que a su criterio permiten identificar o visibilizar la perspectiva relacional entre los géneros. Proponga un ejemplo en el cual pueda utilizar el concepto de “modos de subjetivación”. Incorpore en su desarrollo las dimensiones política y ética de la diferencia. El 2020 nos encuentra ante el desafío generado por el COVID-19 y si bien es cierto que esta enfermedad puede ingresar al organismo de cualquier persona, de acuerdo a las cifras oficiales presentadas por el Ministerio de Salud de nuestro país, se ve como hay un mayor número de varones afectados por el virus en relación a las mujeres. La nota periodística de “El confidencial” explica que hay varios factores que ofrecen alguna explicación a esta situación como causas biológicas y otras que responden a un “estilo de vida” de los varones. Este estilo de vida al que se refiere la nota, está íntimamente relacionado con el patriarcado. Se suele decir que el patriarcado tiene consecuencias negativas sobre los varones, que no es todo privilegios. La construcción de la subjetividad masculina está atravesada por un sistema de ideales sostenidos por discursos socio-históricos que cuentan con eficacia simbólica hasta nuestros días. La masculinidad hegemónica en la que se construyen las identidades de varón cis generan daños colaterales: no se permiten la sensibilidad, sufren el imperativo de proveer al resto, no se permiten sentir dolor, falta de medidas de autocuidado, entre otras. Sin embargo, se debe tener cuidado, cuando se habla de estos costes de la masculinidad, para no caer en una victimización de la misma. En estas sociedades patriarcales se crea un conjunto de significaciones sociales que van a influir en la subjetividad de los hombres y de las mujeres. Fernández (1993) reconoce tres mitos, el de la mujer madre, el de la pasividad erótica de la mujer y el del amor romántico, que “darán forma al universo de significaciones imaginarias que instituyen la familia y que inventan lo femenino y lo masculino de la modernidad, haciendo posible a su vez la institución de un espacio público racionalizado y un espacio privado sentimentalizado” (p.245). A las mujeres se le atribuyen características para cuidar y cuidarse más, van al médico ante el primer síntoma y se ocupan de cuidar también a su familia. Por ser “solo” de las mujeres, no lo son de los hombres. Esto es así porque los mitos sociales se caracterizan por presentarse como totalizadores, “en tanto sus principios son establecidos como universales, es decir para todos los hombres y las mujeres” (Fernández, 1993, p.246). Esto hace que, por un lado, se invisibilice lo diferente, y por el otro, pertenecer a una categoría, hace que no se pueda pertenecer a la otra, -o sos mujer o sos varón- (patologizando, demonizando y estigmatizando a lo que no se incluye en estas categorías binarias) Y es justamente por esto que Connell (1997) propone hablar desde una perspectiva de género relacional ya que es imposible entender a la masculinidad de manera aislada; “La masculinidad existe sólo en contraste con la femineidad” (p. 32). Entonces ¿Por qué los varones hegemónicos no van al médico? La respuesta se encuentra en los modos de subjetivación de la masculinidad hegemónica y tradicional. Cuando se habla de modos de subjetivación se hace referencia, como postula Bleichmar, a la relación entre las formas de representación que cada sociedad instituye para la conformación de sujetos aptos para desplegarse en su interior y las maneras en las que cada uno de ellos constituye su singularidad (citado en Tajer, 2009). Entonces, que no vayan al médico tiene que ver con la idea patriarcal de que el cuidado corresponde al orden de lo femenino, y por ende de las mujeres, y que los varones no son subjetivados ni para cuidar ni para cuidarse. No recurren de manera preventiva sino cuando ya están afectados por alguna enfermedad, más aun cuando afecta sus roles tradicionales de proveedor y procreador. Considero que deberíamos poner la mirada allí para desarmar las dinámicas de poder invisibles y advertir siempre que tengamos la oportunidad que la socialización de género patriarcal nunca deja de producir subjetividades y, sobre todo, malestares. Para intentar desarmar estas prácticas tan arraigadas debemos tener en cuenta tres dimensiones –ética, política y epistémica- ya que serán las que nos permitan problematizar y realizar un análisis crítico de cómo fueron pensada/os y teorizada/os las femineidades, las masculinidades y las disidencias a lo largo de la historia. Fernández (1993) afirma que abordar Dimensión Epistémica supone cuestionar las categorías lógicas con las que está escrita la historia, esas lógicas que sustentan un saber, los mitos, los discursos, “los a priori históricos constitutivos por los que las teorizaciones transitan en su discurso” (p.30) Así surgen las categorías para pensar la diferencia de los géneros, desde una lógica atributiva -que atribuye lo particular del hombre a todos los seres humanos- binaria, - porque alterna solo dos valores de verdad- y Jerárquica -porque transforma uno de los dos términos en inferior-. Estas lógicas dan lugar a lo que la autora llama “La Episteme de lo Mismo” es a partir de esta, que se ha conceptualizado a la mujer, por ejemplo a través de la historia se la ha considerado como aquella que pertenecía al espacio privado en pos de la realización personal del varón en el ámbito público. Ejemplo que se ve cristalizado como efecto directo de la pandemia; hay una sobrecarga de tareas de cuidado y de limpieza que afectan la productividad de las mujeres, mientras los varones tienen mucho más tiempo para descansar y sobre todo, el trabajo remunerado de los varones no se vio tan afectado como el de las mujeres. Con respecto a la dimensión política, Fernández la conceptualiza como “el nivel de análisis de la producción de legitimación de las desigualdades sociales de los géneros, es decir, las formas de producción social del consenso de la desigualdad como también de las producciones de sentido que las hacen posible” (1993). Desigualdades que con la pandemia se vieron aún más legitimadas, las mujeres parten desde una posición de “Inferioridad”: los cuidados (esenciales para abordar la pandemia) recaen mayoritariamente en ellas; en un contexto de eventual destrucción del trabajo, parten de una situación de desigualdad en el mercado laboral; y la violencia de género se ve agravada en contextos de confinamiento como el actual. En consecuencia “...la producción de tales legitimaciones es de gran importancia política, ya que transforma al diferente en inferior” (Fernández, 1993) Por último, tenemos la dimensión ética que Silvia Bleichmar la conceptualiza preguntándose “¿Quién es el semejante para uno?” y luego dice, “que una vez descripto el campo del semejante incluyente o excluyente, se definen las reglas del juego de que se puede hacer con el semejante y que con el que no se lo considera semejante” (citado en Tajer, 2009) Las características buenas son masculinas, las malas femeninas y así es como queda definido para los varones hegemónicos los semejantes; Lo femenino es lo malo y lo malo no es merecedor de ser valorado. Sin embargo, la pandemia, entre otras muchas cosas, puso en jaque estas cuestiones, valorando positivamente en distintos discursos el “quédate en casa” donde se comenzó a debatir sobre las tareas del hogar y su adjudicación como responsabilidad exclusiva de las mujeres y las tareas de cuidado. Podríamos pensar que en esta “nueva normalidad” una de las cosas que corresponde a lo nuevo, es la forma en que se perciben esos roles –tanto para varones como para mujeres- que venían dados como “naturales”, aunque la equidad aun parece un objetivo lejano. Anexo: La nota periodística utilizada como disparador y recurso en este parcial se titula ¿Por qué el covid-19 es más letal en hombres? Los científicos ya tienen una pista sólida. Se encuentra publicada en la página web de “El Confidencial”
Connel, R.W. (1997) La organización social de la masculinidad. En
Valdés T. y Olavarría, J. (eds.) Masculinidad/es. Poder y Crisis (pp. 31 – 47). Santiago de Chile. Chile: Ediciones de las Mujeres N°24. Fernández, A. M. (1993). La bella diferencia y Hombres públicos- mujeres privadas. En Fernández A.M. La Mujer de la Ilusión (pp 27 - 58 y 133 - 158) Buenos Aires. Argentina: Paidós. Fernández, A.M. (1993) Madres en más, mujeres en menos: los mitos sociales de la maternidad y La mujer de la ilusión. En Fernández A.M. La Mujer de la Ilusión (pp. 159 – 184 y 239 – 264). Buenos Aires, Argentina: Paidós. Tajer, D. (2018) Psicoanálisis, memoria y construcción política. Pensando con Silvia Bleichmar la relación entre subjetividad, poder, psicoanálisis y género. Revista Topía. Disponible en: https://www.topia.com.ar/articulos/pensando-silvia-bleichmar-relacion- subjetividad-poder-psicoanalisis-y-genero Tajer, D. (2009) Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y de morir. En Tajer D. Heridos Corazones. Vulnerabilidad Coronaria en Varones y Mujeres (pp 47 – 58). Buenos Aires, Argentina: Paidós. Tajer, D. (2009) Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y de morir. En Tajer D. Heridos Corazones. Vulnerabilidad Coronaria en Varones y Mujeres (pp 58 – 68). Buenos Aires, Argentina: Paidós