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Introducción a los Estudios de Género

Tajer, Débora

Docentes: Lic. Facundo Blanco- Lic. Pilar Pereira


Comisión 6

1er parcial, 2° cuatrimestre 2022

Natalia Benitez, LU 274563930

nataliabenitez98@yahoo.com
Para comenzar el presente trabajo, resulta relevante para delimitar como punto
de partida y un posible punto de anclaje la forma en que Connel (1997) piensa
la noción de género: El género es una forma de ordenamiento de la práctica
social, responde a situaciones particulares y se genera dentro de estructuras
definidas de relaciones sociales. Asimismo, el autor equipara la configuración
de la práctica con lo que los psicólogos han llamado personalidad/carácter, es
decir que nada tiene que ver con lo biológico.

No obstante, los diferentes posicionamientos subjetivos en las sociedades


modernas han sido sostenidos, entre otras cosas, desde un discurso donde las
funciones biológicas son tomadas como esenciales, como atemporales y
elevados al rango de universales ontológicos. Se invisibiliza que las
características biológicas son en realidad productos culturales. Como dice
Fernández “El paradigma legitimador será el concepto de naturaleza”
(Fernández, 1993, p. 33).

“Eric nació ciego. Bebé seismesino, las luces de la incubadora le dañaron los
ojos. A pesar de que nunca vio, sabía que su apariencia no respondía al
género que le fue dado al nacer”.

En este sentido, la historia de Eric visibiliza cómo el género se vuelve un


marcador identitario . Si aparece alguna inconsistencia entre el género y
el sexo asignado, la identidad de género se vuelve problemática, lo cual da
cuenta de una necesaria deconstrucción de lo apropiado históricamente, pero
también de la construcción de algo diferente a lo dado.

Por tal motivo, se torna necesario exponer las tres dimensiones desde el
análisis de la diferencia desde los desarrollos teóricos de Fernández (1993).
Diferencia que no sería un problema en sí mismo si no fuese porque es
desigualada. Esto da cuenta de poder comprender esta última a través de todo
este trabajo: dimensión epistémica, política y ética.

Fernández (1993) afirma que abordar una Dimensión Epistémica de la


diferencia de los géneros supone considerar, y cuestionar las categorías
lógicas con las que está escrita la historia (H=h y diferente=inferior), esas
lógicas son las que sustentan un saber, son los a priori históricos que sustentan
las teorías, los mitos, los discursos, etc.

Con la modernidad el hombre, “medida de todas las cosas”, funda en sí, un


lugar excepcional donde está sólo él mismo, no tiene otra medida que él
mismo. Un pensamiento hacia el develamiento de lo mismo, desde el a priori
de lo mismo las condiciones de posibilidad de un saber sobre lo humano
estarán dadas desde categorías que abrirán identidades y no diferencias. Lo
mismo = es el hombre, Supuesto Andeocéntrico H=h, postulará Fernández
(1993), porque las ciencias humanas históricamente homologaron Humano =
hombre. Y lo otro, lo diferente (Fernández, 1993)

De este modo, el hombre se transforma en el eje de medida de las


modalidades del ser, de esta manera quedan como lo positivo y lo neutro, todo
lo que no es hombre queda negativizado, invisibilizado y por ende es
considerado inferior y sometido a lo superior. Se arma así una sociedad
sostenida desde las lógicas de lo Uno, de lo mismo, donde el hombre queda
como paradigma de lo que es humano y lo diferente no tiene lugar en la
construcción del conocimiento valorado, lo otro no es pensado en su
especificidad sino en relación a lo Uno (Fernández, 1993).

Dicha cuestión, puede reflejarse sobres las preguntas que se realiza la autora
del artículo: “¿Y cómo se ve? ¿Cómo se ve un hombre? ¿Y si él no puede
verse, si él no necesita de su propia mirada para sentirse un hombre, por qué la
imagen suya debe responder a lo que otros, la mayoría quizás, creen,
entienden, asumen, que es un hombre?”

Fernández (1993) va a decir que el efecto recurrente de la combinatoria de


este conjunto de operaciones es la naturalización de las desigualdades
sociales y subjetivas de los géneros.

En el plano político interesa cómo se legitima esta desigualdad; decir que el


conflicto de los sexos es político, equivale a enunciar que involucra relaciones
de poder. En consecuencia, la producción de tales legitimaciones es de gran
importancia política, ya que transforma al diferente en inferior (Fernández,
1993).
La subjetividad es un nudo singular que surge como resultado de múltiples
hilos que se entrecruzan en un lugar y momento histórico determinado. No se
puede pensar al ser aislado de su contexto ya que éste determina los modos
de ser en una cultura. Las dimensiones políticas y epistémicas son elementos
que nos permiten desentrañar los hilos de ese nudo que es el sujeto, son
herramientas que nos permiten deconstruir el concepto binario de género, sus
consecuentes naturalizaciones y sus relaciones de poder.

La dimensión política aborda las relaciones asimétricas de poder entre


hombres y mujeres, un poder jerárquico, piramidal, que ha estado
históricamente en manos de los hombres, un poder productor de subjetividad
que además de  prohibir y someter arma relaciones, legitima modos de ser.

 “¿Cuál es la fisicalidad sonora de Eric como performer, las circunstancias


imprevisibles de su actuación, la orquestación fortuita de formas, impulsos,
ritmos, melodías, pesos, líneas que conforman su identidad?”

Lo político hace referencia a una cierta dimensión constitutiva y constituyente


de la sociedad: tiene que ver con la habilitación de las corporalidades en
escenarios públicos y su posibilidad de incidencia en este tipo de temas. La
vivencia política de la subjetivación y el cuerpo no solo se manifiesta en
escenarios comunes, a la vista de todos y de las instituciones; también se lleva
a cabo en ámbitos más íntimos (Fernández, 1993)” Ahí también viven un papá
y una mamá que todavía no se acostumbran al nombre nuevo ni al pronombre
masculino, aunque se esfuerzan”

Las experiencias de los sujetos trans aparecen como un acto político, los
cuales desordenan las categorías naturalizadas y estabilizadoras que regulan
los cuerpos, las identidades y los deseos.

En tal sentido, cada momento socio – histórico instituye un imaginario social


acerca de la masculinidad y la feminidad, y esto de acuerdo a las necesidades
históricas de cada época. El imaginario social es un universo de significaciones
que instituye una sociedad y por lo tanto no se lo puede considerar
independiente del problema del poder. Si se considera que los actos de fuerza
producen poder, a partir de allí el discurso del orden y el imaginario social
consolidan las condiciones reproductivas del poder producido. Este imaginario
social que se instituye por consenso de los miembros de cada sociedad, tiene
como función permitir que esta se mantenga cohesionada, por otro lado, y
considerando los productos de este, se puede mencionar a los mitos sociales,
los cuales fueron utilizados por la modernidad para instituir las subjetividades
sexuadas. De este modo, opera por violencia simbólica ya que hace invisible y
niega la diversidad de sentido. (Fernández, 1993)

Es por ello que, en principio, se hace mención a los polos femenino y


masculino y no a significantes como "mujer” y "hombre". Sin embargo, esta
clasificación es binaria, pero se debe a que se parte de las construcciones
sociales en torno a los imaginarios y las formas naturalizadas, en una cultura
que piensa desde la heterosexualidad cis y obligatoria. Como tal, estos
atravesamientos forman parte de todas las personas, produciendo subjetividad,
y de esta manera será la norma la que se pondrá bajo el ojo crítico de
cuestionamientos y no a lo que se sale de ella (Tajer, 2020).

Invocando al filósofo Wittgenstein: “Alguien puede olvidar el significado de la


palabra ‘azul’. ¿Qué ha olvidado?”. Ahora cambiemos "azul" por "hombre". Eric
pregunta: ¿Cómo me veo? ¿Me veo como un hombre? Si me dejo el pelo largo,
si me visto de rosa, ¿seguiría pareciendo un hombre?

Al pretender dar cuenta de lo que es el género debe aceptarse que es una


categoría relacional que identifica roles socialmente construidos y relaciones
entre hombres y mujeres. Ser hombre y mujer son procesos de aprendizaje
surgidos de patrones socialmente establecidos, y fortalecidos a través de
normas, pero también a través de coerción. Así pues, el género es un sistema
de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores que las sociedades
construyen en torno a la diferencia biológica. Este sistema organiza las
relaciones entre lo femenino y lo masculino y lo hace por lo general de manera
jerárquica y desigual. Como construcción social, el género constituye tanto una
realidad objetiva como subjetiva, es un orden social que se impone a los
individuos. Por tanto, el género es un fenómeno relacional que se genera y
reproduce entre sujetos constituidos socialmente en contextos específicos.
(Tajer, 2020).
En líneas generales, se mantiene un modelo binario, dicotómico y que excluye
a los sexos. Considera que existen solamente dos que tienen características
propias y opuestas. Por lo tanto, los sujetos que viven un sexo diferente al
otorgado al nacer, que no se corresponden a la identidad de género con el
sexo “natural”, como es el caso de las personas trans, cuestiona la continuidad
impuesta entre sexo biológico y género cultural y la rígida segmentación entre
el campo que abarca lo masculino y el campo abarcativo de lo femenino.

Por último, retomando los aportes de Bleichmar, Tajer (2020) propone que la
dimensión ética conforma el campo del semejante, a quiénes se considera
pares, y a quiénes no. Así entendidas, estas concepciones nos permiten ver
con ojo crítico las desigualdades. Diferencia desigualada que pone por encima
a lo masculino por sobre lo femenino y las diversidades. En este sentido, la
diferencia desigualada produce el rechazo y el repudio que en algunos sectores
de la sociedad generan, la descalificación que se les hace desde lugares
estratégicos tendiente al mantenimiento incólume de un régimen discursivo que
genera sujetos, identidades, lugares, espacios, daños y oportunidades de
acuerdo con el lugar donde se clasifiquen los cuerpos, según unos criterios
arbitrarios.

Sin embargo, Fernández (2013) analiza el orden sexual moderno, donde la


lógica que se estableció fue la del paradigma de la sexualidad identitaria,
binaria, jerárquica, la cual pareciera estar siendo desarticulada, dislocada,
desquiciada, con el paso de la sexualidad a las sexualidades, de la diferencia a
las diversidades. Estos tránsitos imponen la construcción de nuevas categorías
y conceptos.

Entonces, para comprender el sistema sexo/género, y para entender que,


sobre las características sexuales de los sujetos, existen significados y
representaciones, es preciso entender que las particularidades sexuales con
las que se nace, no son necesariamente, las que hacen al género de las
personas. De allí, comienza la construcción de ser “nueva persona” con un
nuevo sentido ante la vida. En este devenir las explicaciones sobre el por qué
de su situación e identidad, comienzan a tener sentido. Algunas más temprano,
otras más tarde, se identifican como personas trans.
En la historia de Eric, se nos comunica que el sexo anatómico es indiferente y
no juega un rol central en la configuración de su identidad, y que esa
construcción es subversiva del orden establecido.

Eric puede ser todas las voces, las puede encarnar. Puede componer, tocar,
escuchar. Con un solo instrumento (su teclado, su cuerpo) puede ser todos
ellos (un piano, una guitarra, un bajo, un hombre trans), puede tocar todos los
géneros, puede fluir sin cuestionamientos entre canciones que no tienen nada
en común, adrede: ni el estilo, ni el origen, ni el autor.
Referencias bibliográficas

 Connel, R.W. (1997) La organización social de la masculinidad. En


Valdés T. yOlavarría, J. (eds.) Masculinidad/es. Poder y Crisis (pp. 31 –
47). Santiago de Chile. Chile: Ediciones de las Mujeres N°24.
 Fernández, A. M. (1993). La bella diferencia y Hombres públicos-
mujeres privadas. En Fernández A.M. La Mujer de la Ilusión (pp 27 - 58
y 133 - 158) Buenos Aires. Argentina: Paidós.
 Fernandez, A. M. y Peres, W. (2013) La diferencia desquiciada. Género
y Diversidades Sexuales, Buenos Aires. Ed.Biblos.
 Tajer D. (2020) Género y subjetivación: modos de vivir, de amar y de
trabajar. En Psicoanálisis para todxs. Por una clínica pospatriarcal,
posheteronormativa y poscolonial. (pp.27-37). Buenos Aires, Argentina:
Topía Editorial.
 Tajer D. (2020) Pensando con Silvia Bleichmar la relación entre
subjetividad, poder, psicoanálisis y género. En Psicoanálisis para todxs.
Por una clínica pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial (pp.111-
122). Buenos Aires, Argentina: Topía Editorial.

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