Tradicionalmente se considera la semántica como una rama de la lingüística
que se ocupa de los cambios de significación que se operan en las palabras, como ciencia diacrónica, frente a la lexicología, que es sincrónica. El triángulo semántico El triángulo metodológico, o triángulo semántico es un intento gráfico de explicar el mecanismo por el cual el mundo extralingüístico se incardina (воплощается) en el lenguaje, o viceversa. La semántica analítica o referencial intenta captar la esencia del significado resolviéndolo en sus componentes principales, según explica S. Ullmann. Se localiza metodológicamente en el paso de los universales a la lengua; es decir, vamos a considerar cómo aquello que es extralingüístico penetra en el dominio del signo lingüístico y se hace así algo lingüístico de modo sistematizado. El modelo más conocido es el triángulo de C. K. Ogden y I. A. Richards (1925).
Años más tarde, en 1962, S. Ullmann lo vuelve a tomar como base
metodológica, aplicando una terminología saussureana en sus vértices: Es importante comprender que en la idea saussureana de signo lingüístico los dos vértices de la izquierda, significante y significado, pertenecen ambos al mundo psíquico. El significante es la imagen mental acústica que se provoca al escuchar la secuencia de fonemas o las grafías escritas en un texto, mientras que el significado es el concepto mental que está vinculado a dicho significante. El tercer vértice pertenece al mundo, y es extralingüístico. Lo deseable para la comunicación eficaz sería que cada significante se relacionara única y exclusivamente con un significado y un referente, pero este deseo no siempre se cumple en las lenguas naturales, por ello es importante conocer los diferentes tipos de relaciones que pueden producirse entre los elementos del triángulo semántico. Relación de los vértices: La relación del significante con el significado es recíproca: un vértice evoca al otro. Más problemas ofrece la relación del significado o concepto con la cosa. La cosa o realidad es extralingüística, la cosa no se nos da, no depende de nosotros. Podríamos decir que el lenguaje es transposición de la realidad y, por ello, la lengua no puede evitar la relación entre el objeto mental o concepto y la realidad exterior. Es decir, que entre los significantes y la realidad está todo el mundo de los conceptos. Finalmente, entre el significante y la cosa la relación es inmotivada. No se da relación directa entre estos dos vértices: estamos ante la arbitrariedad del signo, de la cual ya nos habló Saussure. K. Baldinger añade oportunamente que la forma significante no está motivada por la realidad, ya que, de no ser así, habría una sola lengua y no sería posible la evolución de una lengua. Sin embargo, la posición de los defensores de la onomatopeya es científicamente indefendible. Por una parte, la poca consistencia de su razonamiento cae de por sí al comparar dos lenguas; así, por ejemplo, flip en inglés, queda contradicho con su inmediata traducción castellana chasquear. Lo que sí es posible es el aprovechamiento de la forma significante en dirección a la realidad, que el hablante puede usufructuar premeditadamente (намеренно извлекать пользу).
Relaciones semánticas entre las palabras
Atendiendo a las relaciones que establece el significado con el significante, se producen algunos fenómenos semánticos en los que nos vamos a detener: a) Se llaman palabras monosémicas a aquellas que tienen un solo significado. Si a un significante se le pueden atribuir varios significados se denomina polisemia. Es el caso de palabras como arco que, según el diccionario de la R.A.E., tiene doce significados, o tabla, que tiene treinta y seis. La polisemia surge por dos factores: De economía lingüística: el hablante sólo tiene que recordar una forma fonética para varios significados. De carácter evolutivo: Al progresar una sociedad, permite que algunas palabras puedan incluirse en niveles de expresión específicos (tecnicismos) con otros significados. b) La homonimia presenta, aparentemente, ciertas similitudes con la polisemia. Sin embargo, las diferencias son sustanciales, ya que el fenómeno de la homonimia consiste en una identificación fonética __igual pronunciación, y en algunos casos, igual escritura__ de dos palabras totalmente distintas en su origen, pero que con el tiempo han coincidido en el significante: Al tratarse de palabras distintas, sus significados también lo son. Por ejemplo la palabra dado, que tiene dos orígenes. Por un lado es de origen oriental y se refiere a la pieza que usamos para jugar; y, por otro, es el participio pasivo del latín datus. Las dos palabras son etimológicamente distintas y han venido a coincidir en la forma, pero no en su significado. Hay dos tipos de homonimia: Homófona: Son palabras que tienen la misma pronunciación, pero se escriben de forma distinta: haya (árbol) y aya (niñera); hablando (gerundio del verbo hablar) y ablando (presente de ablandar). Homográfica: Son palabras que se pronuncian igual y que, además, tienen la misma escritura: duelo (del latín duellum, combate entre dos) y duelo (del latín dolus, dolor, lástima). c) sinonimia: La sinonimia se define como la relación existente entre dos o más unidades léxicas con distinto significante e igual significado: morir, fallecer, fenecer / asno, burro, jumento / contento, feliz, dichoso... Se puede discutir si existen sinónimos perfectos. La respuesta parece negativa, porque la identidad total de los significados supondría la coincidencia absoluta de todos los semas; según Lyons deberían compartir hasta sentidos potenciales. Por ello, podemos hablar de clases de sinonimia: a) SINONIMIA CONCEPTUAL: Coinciden los semas denotativos, es la más habitual: morir, fallecer, fenecer b) SINONIMIA REFERENCIAL: Los términos remiten al mismo referente pero no “significan” lo mismo: estrella de la mañana, lucero de la mañana, lucero del alba c) SINONIMIA CONTEXTUAL: Conmutabilidad de dos términos en un contexto sin alterar el significado de la secuencia: Los garbanzos son pesados / indigestos. d) SINONIMIA DE CONNOTACIÓN: Cuando dominan las connotaciones afectivas puede borrarse totalmente el contenido conceptual y ciertos términos son equivalentes: ¡Eres un bestia / salvaje / monstruo! d) antonimia: La antonimia se produce entre dos palabras de significados opuestos. Desde el punto de vista formal, los antónimos pueden ser de dos tipos: Antónimos gramaticales, se forman con la ayuda de prefijos de sentido negativo: humano/inhumano, proporción/desproporción. Antónimos lexicales, se producen entre unidades lexicas: no/sí, nunca/siempre, dormirse/despertarse. Desde el punto de vista semántico, existen distintas clases de antonimia: a) ANTONIMIA EN SENTIDO ESTRICTO: Oposición de significados que admiten gradación: alto / bajo, grande / pequeño. Existen términos intermedios: mediano. b) COMPLEMENTARIEDAD: Opuestos donde no es posible la gradación ni los términos medios: presente / ausente, tónico / átono, vivo / muerto. c) RECIPROCIDAD: Términos que se implican mutuamente: comprar / vender, padre / hijo, dar / recibir. e) hiperonimia/hiponimia: Los significados se estructuran en relaciones jerárquicas en dos ejes: vertical, que va de lo genérico a lo específico, y horizontal, que agrupa signos léxicos de un mismo nivel. Al término genérico se le conoce como hiperónimo, mientras que el subordinado es hipónimo. Todos los hipónimos son cohopónimos entre sí. Ejemplo: Hiperónimo: AVE; hipónimos: paloma, ruiseñor, canario, etc. que son cohopónimos entre sí. f) paronimia: Se trata de palabras parecidas entre sí fonética y ortográficamente, aunque tienen cada una un significado propio que no guarda ninguna relación con su parónima. Ejemplos: hombro/hombre; anejo/ajeno. La paronomasia es un recurso fónico muy utilizado en la Literatura y el mundo de la publicidad. Los cambios semánticos Las lenguas son algo vivo, dinámico, en constante evolución. Están sometidas a continuos cambios y algunos de ellos afectan directamente al significado de las palabras. Las transformaciones, matizaciones y adaptaciones del significado que se producen a lo largo del tiempo reciben el nombre de cambios semánticos. Las causas por las que se suelen producir estos cambios pueden ser: a) Históricas: la evolución de la sociedad y los avances tecnológicos han provocado numerosos cambios de significados. Piénsese en palabras como “hortera”, que antes sólo se refería a una clase de escudilla o cazuela, y ahora se refiere a alguien vulgar; o la palabra ratón en su uso informático. b) Psicológicas: Como puede ser la identificación de los animales concomportamientos humanos: Burro, gallina, víbora. c) Contextuales: Palabras que se crean contagiadas por el significado de otra cercana: puro (habano). d) Sociales: en las que hay que incluir palabras consideradas tabúes (prohibidas por pudor social o exceso de puritanismo) y se sustituyen por eufemismos - expresiones aceptadas socialmente. Ejemplos: invidente por ciego; conflictos laborales por huelga; hombre de color por negro, etc.
Características del signo lingüístico
Se llama signo lingüístico a la unidad mínima de la comunicación verbal, parte de un sistema social y psíquico de comunicación entre los seres humanos, que conocemos como lenguaje. Este mecanismo actúa sustituyendo a las cosas de la realidad por signos que las representan, y en el caso del lenguaje verbal, por signos que podemos recibir a través de los sentidos y luego decodificar e interpretar para recuperar un mensaje original. Todo signo es una representación convencional de la realidad, que se enmarca en un sistema convencional, social, de sustituciones: en el caso del lenguaje verbal, se trata de la palabra por la cosa, o mejor dicho: un sonido específico por la impresión que deja la cosa referida en la mente. Por otro lado, el signo lingüístico aparece como parte de una cadena hablada, en la que un signo sucede a otro, empleando silencios para separar los conjuntos ordenados de signos que componen, por ejemplo, una palabra. Por eso las lenguas poseen una lógica, una secuencia, una manera de organizar la información que denominamos sintaxis. El signo lingüístico fue el tema de estudio de Ferdinand de Saussure y Charles Sanders Peirce en el siglo XIX, cuyos estudios sentaron las bases para la posterior lingüística moderna. Elementos del signo lingüístico Los elementos del signo lingüístico, tal y como lo definió Saussure, son dos: Significante. Es la parte material del signo, aquella que aporta la forma y que es reconocible mediante los sentidos. En el caso del lenguaje hablado, se trata de la imagen mental (la imagen acústica) de los sonidos articulados y transmitidos por el aire que se necesitan para comunicar el signo. Significado. Es la parte inmaterial, mental, social y abstracta del signo lingüístico, que forma parte de lo contemplado comunitariamente en la lengua (y que son patrimonio de todos), pero también de las capacidades expresivas del individuo (su léxico individual). El significado vendría a ser la imagen psíquica o el contenido que se transmite mediante el lenguaje. Tanto el significante como el significado son facetas recíprocas del signo, es decir, que se necesitan la una a la otra como las dos caras de una hoja de papel. Por ello no es posible separarlos, ni manejar uno solo. A este tipo de relación se le conoce como dicotomía.
M-E-S-A Significante significado referente
Características del signo lingüístico
Según los estudios de Saussure, el signo lingüístico posee características determinadas: Arbitrariedad. La relación que hay entre significado y significante es, por lo general, de tipo arbitrario, es decir, convencional, artificial. No hay una relación de semejanza entre los sonidos que componen una palabra determinada (digamos: cielo) y el significado concreto que buscan transmitir (la idea del cielo). Es por esto que los idiomas deben aprenderse. Linealidad. Como se dijo antes, los significantes del lenguaje verbal forman parte de una cadena de signos cuyo orden importa para que se puedan entender de manera correcta. Eso se entiende como un carácter lineal: los sonidos que componen una palabra aparecen en línea, o sea, uno delante de otro, no todos a la vez, ni de manera desordenada: cielo no es equivalente a ociel. Mutabildad e inmutabildad. Esto significa que el signo lingüístico puede mutar: cambiar, adquirir nuevos sentidos, desplazar el nexo específico entre significado y significante, pero siempre que lo haga a lo largo del tiempo. Un ejemplo de ello es la etimología: el origen de las palabras modernas a partir de las antiguas, que van lentamente cambiando. Pero al mismo tiempo tiende a permanecer incambiante: dentro de una comunidad determinada y en un momento de la historia específico, la relación entre significado y significante tiende a ser estática. Un ejemplo de ello es que no podemos alterar las palabras de nuestro idioma e imponer ese uso al resto de los hablantes del mismo.
Tipos de signos lingüísticos
Según Peirce, existen tres tipos distintos de signos, de acuerdo a la relación entre el objeto y su interpretante: Índices. El signo tiene una relación lógica, causal, de proximidad de algún tipo con su referente real. Por ejemplo: las huellas de un perro en el suelo, remiten a la presencia del animal. Íconos. En este caso, el signo se asemeja a lo que representa, es decir, tiene una relación mimética o de parecido. Por ejemplo: una onomatopeya del sonido de un animal. Símbolos. Son los que presentan la relación más compleja entre el objeto y el referente, ya que es totalmente cultural, arbitraria. Por ejemplo: los emblemas religiosos, las banderas, los escudos de armas.
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