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Reflexión sobre la carta de Séneca

Aguas Schoonewolf Ruben D


Parcial III

El texto subraya que el propósito fundamental de la vida es la virtud. Desde los


primeros párrafos, se resalta la importancia de un constante proceso de aprendizaje y
reflexión, insinuando que la virtud se desarrolla gradualmente a medida que uno madura,
requiriendo la presencia de un esfuerzo continuo y la utilización de la filosofía como medio
de aprendizaje. Esta noción es esencial, ya que sugiere que la virtud es un logro que debe
ser reconocido y elogiado, a diferencia de los bienes materiales como el dinero, que pueden
adquirirse por azar. Para los estoicos, la verdadera felicidad se encuentra en la habilidad de
utilizar la razón de manera excelente y vivir en virtud, prescindiendo de la necesidad de
bienes externos. Esta felicidad, fruto de la virtud, se construye mediante el esfuerzo
personal y no está sujeta al azar ni a factores externos, lo que contrasta ligeramente con la
perspectiva de Aristóteles, quien sugiere que ciertos bienes externos y la suerte son
necesarios para alcanzar la felicidad.

Para los estoicos, la felicidad se identifica con la virtud misma, entendiendo que la
felicidad surge del uso correcto de la razón y que la virtud es el resultado de vivir de
acuerdo con la razón y la naturaleza humana. Específicamente, se enfatiza que el único
verdadero bien reside en la honestidad, una cualidad intrínseca al ser humano que se
manifiesta a través de la perfecta aplicación de la razón. Se destaca que aquellos que poseen
esta están dispuestos a sacrificar todo, sin importar cuán valioso sea, ya que comprenden
que la honestidad es el camino hacia la virtud, la cual, en última instancia, conduce a la
felicidad. En esta misma línea de pensamiento, Séneca argumenta que la vida del sabio está
regida por dos principios fundamentales que son esenciales para su existencia virtuosa: "En
todas las acciones de su vida [el sabio] debe atender estas dos normas: que no hay otro bien
que lo honesto, ni otro mal que lo deshonroso". Esto significa que la vida del individuo está
guiada por el entendimiento de que no existe otro bien más que la honestidad y que no hay
otro mal más que la deshonra.

Para comprender esto, es esencial reconocer qué es lo característico del ser humano
y qué factores permiten la manifestación del bien (honestidad) o del deshonor. Desde la
perspectiva estoica, se argumenta que tanto los humanos como los animales están dotados
de un impulso innato que los orienta hacia lo que es beneficioso y los aparta de lo que les
perjudica. Mientras que los animales siguen este instinto de manera casi automática,
actuando en conformidad con su naturaleza sin reflexionar sobre las consecuencias, en el
caso del ser humano se plantea una discusión sobre su esencia propia. Es así que, se
concibe que lo característico del ser humano es la razón, la cual se manifiesta por medio de
la virtud cuando se es capaz de vivir en armonía con lo dispuesto por la naturaleza. Por
consiguiente, vivir de acuerdo con la naturaleza se convierte en la máxima expresión de la
excelencia de la naturaleza humana y la virtud, coincidiendo así con la definición de
felicidad propuesta por otros pensadores. Vivir conforme a la virtud implica tener una
naturaleza racional, donde la excelencia de la razón humana se erige como el elemento
clave del ser humano. Alcanzar esta excelencia a través del conocimiento adecuado se
traduce en alcanzar la mejor vida posible. La razón recta o perfecta se considera la cúspide
de la excelencia humana y, por ende, se le denomina virtud, siendo esta última la esencia
misma de la felicidad.

Retomando las dos reglas fundamentales en discusión, según Séneca, la virtud y la


honestidad son conceptos indisociables. La virtud se define como vivir en consonancia con
la razón y perfeccionar continuamente esta facultad. Por lo tanto, afirmar que vivir
correctamente implica vivir de manera honesta, en armonía con uno mismo y con las
disposiciones de la naturaleza, implica reconocer que la honestidad no es simplemente una
cualidad superficial, sino la expresión más profunda de la virtud en acción. Esto implica
una coherencia entre los pensamientos, palabras y acciones del individuo, así como una
integridad moral en todos los aspectos de la vida. El sabio busca la honestidad no solo
como un medio para alcanzar fines externos, sino como un fin en sí mismo, reconociendo
que la verdadera felicidad emana de vivir según los principios de la razón. En este sentido,
la virtud se erige como la única verdadera fuente de felicidad para el ser humano, ya que
solo a través de ella se alcanza la excelencia y la plenitud. Es por ello que la virtud es
considerada como el único bien verdadero y digno de elogio por parte de los estoicos.

En contraposición, cualquier acción que contradiga la virtud y la razón se considera


deshonrosa. La deshonra no es meramente una consecuencia externa de acciones negativas,
sino que representa una ruptura con la integridad interna del individuo. El sabio comprende
que comprometer su honor significa perder la conexión con su ser interior y con los valores
más elevados que guían su vida (las directrices de la naturaleza) . Evita las acciones que
podrían mancillar su reputación y busca vivir de acuerdo con principios que reflejen su
nobleza de carácter. Para el sabio, la deshonra va más allá de un juicio externo; implica la
pérdida de autenticidad y coherencia consigo mismo, lo que conlleva una profunda
insatisfacción. Por tanto, el sabio busca evitar cualquier comportamiento que pueda
comprometer su honor y su integridad, ya que comprende que la verdadera grandeza reside
en la virtud, que es dada por la honestidad, no en el éxito superficial o el reconocimiento
efímero.

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