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Trebulco School

Filosofía

El concepto de virtud de
Aristóteles

Mario Barros
Estudiante 11th Maple
Profesor: Karina Santander

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Índice

Introducción ………………………………………………………………………………...............
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Hipótesis, Objetivos ……………...


…………………………………………………………............3

Metodología …………………………………………………………………………………………4

Desarrollo ……………………………………………………………………………………………
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Introducción

La virtud aristotélica podría decirse que es la más conocida dentro de todas las virtudes. Es la fuente
de las mejores acciones y pasiones del alma y la que nos encamina el bien obrar y alcanzar la
plenitud humana. Es la responsable de disponernos a realizar las mejores acciones y ser siempre
mejor, de acuerdo con la recta razón que es elegida desde una posición intelectual denominada
“prudencia”, encargada de unir el conocimiento y la acción. Según Aristóteles, el ser virtuoso
requiere del aprendizaje del ejercicio y la práctica de los buenos actos, con formación, con
conocimiento empírico y tiempo para ejercitarse en ellos. En adición, establece que las acciones de
acuerdo con la virtud serán por sí mismas más agradables si el hombre virtuoso juzga rectamente, es
decir, es así como la felicidad radica en el vivir y actuar bien siendo la actividad del hombre bueno
por sí mismo, por lo que esta se encuentra directamente relacionada con la virtud y con las acciones
del hombre virtuoso.

Hipótesis.

El ser humano por naturaleza se encuentra en una constante búsqueda por encontrar y averiguar su
propósito de existencia. A lo largo de toda su vida intenta descifrar cuál es su meta final, pero
muchos mueren sin saber que el fin de una persona radica en encontrar la felicidad.

Objetivos

Objetivo General: Establecer el concepto de virtud aristotélica como una buena definición de
virtud.

Objetivos Específicos: ·Analizar los conceptos establecidos por Aristóteles.

·Definir las afirmaciones planteadas por Aristóteles.

·Relacionar con la vida humana.

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Metodología

Esta investigación será realizada en base a la fuente principal, es decir, en los libros escritos por
Aristóteles; “Ética a Nicómaco” y “Ética Eudimia” (1985). En adición, se utilizará información
extraída de fuentes secundarias tales como investigaciones universitarias, discusiones filosóficas y
revistas científicas, como lo es el caso de “La virtud Aristotélica como camino de excelencia
humana y las acciones para alcanzarla”, trabajo realizado por el doctor en filosofía Luis Fernando
Garcés Giraldo y publicada en la revista “Scielo” en el año 2015, y “Manual de Ética aplicada: De
la teoría a la práctica”, escrito por Luca Valera y María Alejandra Carrasco, publicado en el año
2021 (Editorial: Ediciones U.C)

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Desarrollo

Aristóteles establece una clasificación de las acciones morales, para llegar a la afirmación general
de un fin supremo de la vida humana, por lo que dice que la actividad es un concepto que implica
una capacidad para realizar algo. Según Aristóteles, el fin de las cosas que hacemos debería ser lo
bueno y lo mejor, por lo que nos propone determinar cuál es ese bien, y puesto que todo
conocimiento y toda elección tienden de algún bien, se cuestiona cuál es ese bien, llegando a tener
como conclusión que es la felicidad. Piensa que el vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz,
pero el significado de la felicidad al parecer es debatible, ya que algunos piensan que es una de las
cosas manifiestas como la riqueza o el placer, mientras que para otros es la obtención de lo que
carece en el momento. Contemplar y alcanzar la felicidad vendría siendo la ejecución de las
virtudes del alma, lo que nos llevaría a alcanzar el perfeccionamiento de la naturaleza del hombre.
Tener felicidad sería el fin último y el supremo bien mediante la conjugación de todos los bienes a
lo largo de la vida, convirtiendo así a la felicidad en una virtud. La virtud aristotélica es la fuente de
las mejores acciones y pasiones del alma. Es capaz de disponernos a realizar los mejores actos,
obrar bien y ser siempre mejor, de acuerdo con la recta razón que es elegida desde una posición
intelectual denominada prudencia, la cual está a cargo de unir el conocimiento y la acción. La recta
razón, la cual establece que se debe apuntar y buscar siempre al “término medio”, es la que
determina el justo medio de las virtudes morales y es obra de la sabiduría práctica, pero el límite o
norma de esta recta razón es la contemplación, la cual es obra de la filosofía. Se plantea que el ser
virtuoso se aprende con experiencia y el ejercicio de los buenos hábitos, con formación, con
experiencia y tiempo para ejercitarse en ellas. Al no existir alguna cosa que, de cierta naturaleza,
pueda acostumbrarse a ser de otra manera, nuestro natural puede recibir y perfeccionar las virtudes
mediante la costumbre, y pese a ser primordial en la adquisición de la virtud, la naturaleza también
tiene su papel para adquirirlas y perfeccionarlas. Además, las acciones de acuerdo con la virtud
serán por sí mismas más agradables si el hombre virtuoso juzga rectamente. Es así como la felicidad
radica en el vivir y actuar bien siendo la actividad del hombre bueno por sí misma; buena, agradable
y feliz, por lo que se encuentra directamente relacionada con la virtud y con las acciones del hombre
virtuoso. Aristóteles establece que la virtud es la mejor disposición, modo de ser, o facultad de todo
lo que tiene un uso o función: “La función de cada cosa es su fin, es por ello que la función del alma

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es hacer vivir y la función de la virtud será la de una vida buena y como tal el bien perfecto: La
felicidad” (Aristóteles). La felicidad es lo mejor y los fines y los bienes mejores están en el alma.
Desde la ética de la virtud hay una conexión inseparable entre el desarrollo de virtudes y la
realización plena del ser humano. Aristóteles propone examinar en que consiste el bien vivir y cómo
adquirirlo, si es que por naturaleza llegan a ser felices todos los que obtienen esta denominación, o
bien, por medio del estudio o por algún ejercicio, o si la felicidad no viene de ningún de estos
medios, por lo que dice que proviene de los dos siguientes; “por la inspiración de algún ser
demoniaco como los es el caso de las personas poseídas por ninfas o de dioses, o por obra de la
fortuna, ya que mucha gente identifica la felicidad con la buena suerte. Por lo tanto, le es evidente
que la felicidad aparece entre los hombres en virtud de todas estas causas o de algunas o de una
solamente, ya que todas las génesis caen dentro de estos principios. Respecto a todo, el ser feliz y
vivir dichosa y bellamente consistirán principalmente en tres cosas las cuales al parecer son más
deseables, es decir, la prudencia, el placer y la virtud. Algunos dicen que la prudencia es el mayor
bien, otros la virtud y otros el placer. Con relación a la felicidad, algunos discuten acerca de su
importancia respectiva, afirmando que una contribuye a la felicidad más que la otra. Así unos
sostienen que la prudencia es un bien mayor que la virtud. Otros, que esta es superior a aquella y
otros que el placer es superior a las otras dos. Algunos creen que la vida feliz es una consecuencia
de todas estas cosas, otros que lo es dos de ellas y otros que consiste en una sola de ellas. La
mayoría de las dudas quedarán aclaradas si definimos bien lo que debemos pensar respecto de qué
es la felicidad, si consiste meramente en una cierta cualidad del alma o si se debe, en verdad, poseer
un cierto carácter, pero es aún más necesario que las acciones tengan alguna cualidad en particular.
Aristóteles haciendo una división de los géneros de vida, afirma que unos no discuten esta suerte de
bien vivir, sino que se esfuerzan meramente a causa de lo necesario. Mas no solo hemos de decir
que la virtud es un modo de ser, sino además de qué clase. Se ha de notar, pues, que toda virtud
lleva a término la buena disposición de aquello de lo cual es virtud y hace que realice bien su
función, por ejemplo, si la virtud del ojo hace bueno al ojo y su función, ya que vemos bien por la
virtud del ojo, igualmente la virtud del caballo hace bueno al caballo y útil para correr, llevar al
jinete y para hacer frente a los enemigos. Si esto es así en todos los casos, Aristóteles dice que la
virtud del hombre será también el modo de ser por el hombre se hace bueno y por el cual realiza
bien su función propia. Como esto es así, se ha dicho ya, pero se hará más evidente si consideramos
cual es la naturaleza de la virtud. En todo lo continuo y divisible es posible tomar una cantidad
mayor, menor o igual, y esto, o bien con la relación a la cosa misma, o a nosotros. Lo igual es un
término medio entre el exceso y el defecto. Aristóteles llama término medio de una cosa al al que
dista lo mismo de ambos extremos, y éste es uno y el mismo para todos; y en relación con nosotros,

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al que ni excede ni se queda corto, y este no es ni uno ni el mismo para todos. Pero el medio relativo
a nosotros, no ha de tomarse de la misma manera; “Pues si para uno es mucho comer diez minas de
alimentos y poco comer dos, el entrenador no prescribirá seis minas, pues probablemente esa
cantidad será mucho o poco para el que ha de tomársela”. Así pues, afirma que todo conocedor
evitará el exceso y el defecto y busca el término medio y lo prefiere, pero no el término medio de la
cosa, sino el relativo a nosotros. Por lo tanto, si toda ciencia cumple bien su función, mirando al
término medio y dirigiéndose hacia éste sus obras. De aquí procede lo que suele decirse de las obras
excelentes, que no se les puede quitar ni añadir nada, porque tanto el exceso como el defecto
destruyen la perfección, mientras que el término medio la conserva, y los buenos artistas, como
decíamos, trabajan con los ojos puestos en él, y si, por otra parte, la virtud, como la naturaleza, es
más exacta y mejor que todo arte, tendría que tender al término medio. Se afirma que en las
acciones hay término medio exceso y defecto, y estos últimos yerran y son censurados, mientras
que el término medio es elogiado y acierta, siendo ambas, cosas propias de la virtud. Por
consiguiente, que la virtud es un término medio o tiende al medio, Además, se puede errar de
muchas maneras, pero acertar solamente de una, y a causa de esto, también el exceso y el defecto
pertenecen al vicio, pero el término medio a la virtud. Es, por lo tanto, la virtud un modo de ser
selectivo, siendo un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquello por
lo que decidiría el hombre prudente. Es un medio entre dos vicios, uno por exceso y otro por
defecto, y también por no alcanzar, en un caso, y sobrepasar, en otro, lo necesario en las pasiones y
acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por eso, y de acuerdo con su
entidad y con la definición que establece su esencia, la virtud es un término medio, pero con
respecto al bien y a lo mejor, es un extremo. La virtud humana no es un simple elegir entre un
camino u otro, cualquiera sea, sino que se trata, realmente, de una elección correcta, furto de la
buena deliberación hecha por una persona prudente. Con esto se entiende que la prudencia es una
especie de virtud capital, la “piedra angular” sobre la que se articulan todas las otras virtudes. El
individuo virtuoso, por lo tanto, reluce como el modelo sobre el cual se evalúa la rectitud moral de
una acción. Aristóteles indica categóricamente que no hay virtudes sin prudencia, y es que gracias a
la prudencia es que podemos escoger o identificar el término medio en cada ocasión. La prudencia
es, por lo tanto, el núcleo que permite hablar de unidad de las virtudes. Una persona prudente es
aquella que tiene la experiencia suficiente para decidir en la situación lo que debe hacerse. Ser
virtuoso equivale a ser una persona íntegra, una persona realizada completamente, que ha alcanzado
su plenitud en cuando tal. Las virtudes son fundamentales e indispensables para el florecimiento de
las personas. Un individuo íntegro es alguien que hace el bien para sí mismo y su comunidad. Para
Aristóteles, aquel hombre que no vive con otros es o un animal o un dios, lo que quiere decir que las

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virtudes siempre repercuten en el bienestar de los otros, en el bien común, que al mismo tiempo es
el bien personal. Una persona que solamente se defiende a sí misma está negando una parte
importante de su naturaleza. Aquella condición de plenitud y realización personal hoy la conocemos
como felicidad y para Aristóteles es el fin de la vida humana. Para Aristóteles, pareciera qué si no
suponemos la existencia este fin, todos nuestros deseos parecen ser vanos y carentes de sentido.
Como muy bien observa Aristóteles, la felicidad es el objetivo necesario a donde van a parar todas
las motivaciones de nuestra vida. Afirma que todo conocimiento y toda elección tienden a algún
bien, por lo que se cuestiona cuál es aquél al que la política aspira y cuál es el supremo entre todos
los bienes que pueden realizarse. Casi todo el mundo está de acuerdo en cuanto su nombre, pues
tanto la multitud como los refinados dicen que es la felicidad, y admiten que vivir bien y obrar bien
es lo mismo que ser feliz, pero acerca de qué es la felicidad, dudan y no explican del mismo modo
el vulgo y los sabios. Por lo tanto, todo apunta a lo mismo; la felicidad es el sumo bien de nuestra
vida al cual todos por naturaleza estamos orientados y en constante búsqueda. Quizá una importante
dificultad que enfrentan los defensores de la ética de la virtud tiene que ver con una cierta
indeterminación que aparece en el seno de las virtudes. Y es que ocurre que las virtudes se definen
como cualidades que se reflejan en situaciones concretas, pero, ¿Qué sucede cuando más de una
virtud para cada caso? Supongamos que nuestro mejor amigo se encuentra en un problema
financiero y que la única solución disponible es postular a la empresa en la que trabajamos, pero
para ello hace trampa y miente en sus antecedentes. El jefe nos llama para preguntarnos por la
experiencia de nuestro amigo, ¿Diríamos la verdad? ¿Qué virtud es más importante en este caso, la
amistad o la veracidad? En una situación determinada, ¿Es más importante ser justo o ser amable?
Necesitamos contar con cierto criterio para jerarquizar las virtudes, pero este criterio no puede ser
una virtud, puesto que ellas son siempre relativas a nosotros y a las cosas. Si bien la ética de la
virtud apela a la sabiduría práctica para resolver y jerarquizar, algunos consideran que no todo
podría resolverse de esta manera y tal vez una “ética de principios” nos entregue respuestas más
sólidas frente a determinados casos.El punto de controversia, es que no logramos ponernos de
acuerdo en que es esta la felicidad o como la obtenemos. Para ciertas personas, la felicidad está en
el placer, para algunos en obtener lo que carece en el momento y para otros en las riquezas o el
éxito material, o bien en la salud y la tranquilidad, como si fuese una especie de paz interna.
Actualmente las reflexiones acerca de la felicidad tienden a ser destinadas por las personas, porque
esta nos parece una idea demasiado “subjetiva”, como para ser abordada con seriedad. Desde la
ética de la virtud, sin embargo, esta cuestión se resuelve apelando, precisamente, a las virtudes, que
aparecen como aquellos rasgos necesarios para la eudaimonía (condición de plenitud y realización
personal definida por los griegos, hoy: la felicidad). De ahí que se diga que la ética de la virtud es

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una ética “eudaimonista”, esto es, una ética que coloca la felicidad o plenitud humana al centro de
la reflexión, pues la establece como un valor de orden superior. La respuesta de Aristóteles es que la
eudaimonía, al ser el bien humano, requiere de la actividad más esencial del ser humano, que no es
otra que la vida racional, en donde se puede expresar la excelencia en el obrar. Afirma que la
felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, lo que quiere decir que el bien del ser
humano radica en sus acciones, en concreto, en sus acciones virtuosas, teniendo por consiguiente
como meta de vida, la felicidad.

Conclusión

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Bibliografía

Aristóteles, Ética Eudimia, Editorial Gredos, 1985


Aristóteles, Ética a Nicómaco, Editorial Gredos, 1985
Luca Valera y María Alejandra Carrasco, “Manual de la Ética aplicada, de la teoría a la práctica”,
Ediciones U.C, 2021
Luis Fernando Garcés Giraldo, “La virtud Aristotélica como camino de excelencia humana y las
acciones para alcanzarla”, Discusiones Filosóficas (Vol. 16, Issue 27)

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