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Sin embargo, gracias a internet supo que existía un permiso de conducir que se
otorgaba a los menores de edad, siempre y cuando sus padres estuvieran de
acuerdo y los acompañaran a hacer el trámite. Al principio, el papá de Fermín no
estaba muy convencido, le dijo que aún era muy joven y que manejar era una gran
responsabilidad. No obstante, los constantes ruegos de su hijo terminaron por
convencerlo. Fue así como Fermín obtuvo el permiso e hizo realidad su sueño. El
problema era que no tenía auto propio y hasta que pudiera comprar uno —
aunque fuera usado— se vería obligado a usar el de su papá. Éste se lo prestaba
casi siempre, pero le imponía ciertas condiciones: no podía ir a más de 60
kilómetros por hora, tenía prohibido salir de la colonia, jamás debía utilizar el
teléfono celular mientras manejara y la gasolina correría por su cuenta. Los días
pasaron y, con tal de tener un pretexto para conducir, Fermín se ofrecía a realizar
todo tipo de encargos: llevar la ropa de la tintorería, recoger a su mamá en el
salón de belleza, ir al supermercado, etcétera.
Le aseguró que pagaría la reparación con sus ahorros. “Tú coche quedará como
nuevo”, prometió. Luego su progenitor le preguntó sobre el otro auto. “No te
preocupes. El conductor no estaba y nadie me vio”, explicó muy complacido.
Entonces su papá le dijo algo que no esperaba: “Vamos para allá. Debemos
esperar al dueño de ese automóvil.” Fermín no lo podía creer. Pensó que había
oído mal, pero no era así. Padre e hijo fueron al lugar del percance y aguardaron
hasta que apareció el propietario: un señor de bigote que al principio se enojó
mucho, pero luego aceptó las disculpas del muchacho.
El papá de Fermín pagó los daños y los dos hombres se dieron la mano. “¿Por qué
hiciste eso? —Quiso saber Fermín cuando regresaban a casa—. Ese señor nunca
habría averiguado que fui yo quien golpeó su carcacha.” Su padre sonrió y le dijo:
“Piénsalo un poco y lo comprenderás”. Tras meditarlo un poco, Fermín lo
comprendió
¿Y tú qué piensas...?
• ¿Por qué el padre de Fermín llevó a su hijo de regreso al lugar donde había golpeado al
auto?
La civilidad en la práctica
¿Cómo puedes practicar la civilidad? ¿Qué tiene que ver este valor contigo?
Una de las maneras más sencillas de comenzar a ejercer este valor es
mediante la cortesía. Saludar a las demás personas, interesarse en ellas y
tratar de llevarnos bien con todos contribuye a crear un buen ambiente en el
hogar, en la escuela y, en general, en todos los ámbitos de nuestra vida. Otra
forma de civilidad tiene que ver con el respeto a las leyes, normas y
reglamentos.