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Willy era fenomenal. Estaba haciendo el servicio de una limusina en un taxi normal.
Posiblemente haya contado esta historia a más de cincuenta taxistas, y solamente
dos tomaron la idea y la desarrollaron. Cuando voy a sus ciudades, los llamo a ellos.
El resto de los taxistas hacen bulla como los patos y me cuentan todas las “razones”
por las que no pueden hacer nada mejor.
Willy, el taxista, tomó una diferente alternativa: Él decidió dejar de hacer ruido y de
quejarse (como los patos) para volar por encima del grupo (como las águilas).
No importa si trabajas en una oficina, en mantenimiento, eres maestro, estudiante,
empleado público, político, ejecutivo, empleado o profesional, ¿Cómo te comportas?
¿Te dedicas a hacer ruido y a quejarte? ¿Te estás elevando por encima de los otros?
Recuerda: ES TÚ DECISIÓN Y CADA VEZ TIENES MENOS TIEMPO PARA
TOMARLA.
El eco.
Jorge, que no sabía lo que era el eco, un día se divertía en el campo en ir montado
sobre un palo de escoba, como si fuera un asno y en gritar: -¡Arre! ¡Arre!
Inmediatamente, oyó las mismas palabras en el bosque cercano y creyendo que algún
niño se hubiera escondido en él, le preguntó admirado: -¿Quién eres tú?
La voz misteriosa repitió inmediatamente: -¿Quién eres tú?
Jorge, enojado, le gritó entonces: - ¡Tú eres un necio!
Enseguida, la misteriosa voz repitió las mismas palabras. Entonces Jorge, furioso,
lanzó palabras cada vez más ofensivas contra el desconocido que creía, estaba
escondido; pero el eco se las devolvía con la máxima fidelidad.
Jorge corrió al bosque, para descubrir al insolente y vengarse de él, pero no
encontró a nadie. Entonces se marchó a su casa, y fue a consolarse con su mamá, por
lo que le había sucedido; diciéndole que un pillo, escondido en el bosque, lo había
insultado y ofendido.
-Esta vez te has engañado, pues lo que has oído ha sido el eco de tus mismas palabras
- le dijo la madre - Si tú hubieras dicho en alta voz una palabra afectuosa, la voz de
que hablas, te hubiera respondido también en términos afectuosos. Lo mismo sucede
en la vida cotidiana. Normalmente, la actitud que los demás nos muestran, es el eco
de nuestra conducta para con ellos. “Si somos educados con los demás, los demás
lo serán con nosotros. Si, en cambio, somos descorteses, despreciables y
groseros con nuestros semejantes, no tenemos derecho a esperar ser tratados
de diferente manera”.
El ladrón de sueños.
Dos días más tarde, recibió de vuelta su trabajo no aprobado, y con una nota que
decía: “venga a verme después de clase”.
El chico del sueño, fue a ver a su profesor y le preguntó por qué me no aprobó.
El profesor le dijo: - Es un sueño poco realista, para un chico como tú. No tienes
recursos; vienes de una familia pobre. Para obtener lo que quieres, hacen falta
muchas cosas y además mucho dinero. Tienes que comprar el terreno, pagar por la
cría original y después, tendrás muchos gastos de mantenimiento. No podrías hacerlo
de ninguna manera. A continuación, el profesor agregó: si vuelves a hacer el trabajo
con objetivos más realistas, reconsideraré tu nota.
El chico volvió a su casa y pensó mucho. También le preguntó a su padre qué debía
hacer. Éste le respondió:- Mira hijo, tienes que decidir por ti mismo; de todos modos,
creo que es una decisión importante para ti, ¿cierto?
Finalmente, después de reflexionar durante una semana, el chico entregó el mismo
trabajo, sin hacer cambio alguno. Le dijo al profesor: -Usted puede quedarse con mi
mala nota, yo me quedaré con mi sueño.
Al concluir, el hombre miró a los niños y les dijo:- Les cuento esta historia, porque es
mi historia. Aquí estamos en medio de la casa de mis sueños, dentro de la finca que
me propuse conseguir, porque esa era la meta de mi vida. Aún conservo aquella tarea
del colegio, enmarcada sobre la chimenea”.
Luego agregó: lo mejor de la historia es, que hace dos años, ese mismo profesor,
trajo a treinta chicos a visitar mi finca. Y al irse, el profesor me dijo:- ¡Escucha!,
ahora puedo decírtelo; cuando era tu profesor, era una especie de “ladrón de
sueños”. Durante esos años, les robé un montón de sueños a los niños. Por suerte,
tuviste la suficiente fortaleza para no abandonar el tuyo.
No dejemos que nadie nos robe nuestros sueños; ni tampoco les robemos a
otros, los suyos.