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Dirección y Gestión Educativa: Una Praxis Pedagógica de Amor, Ternura e Innovación.

En la dirección y gestión de una institución educativa la convivencia y el respeto entre todos los actores
que hacen vida allí son necesarios para lograr relaciones interpersonales agradables y respetuosas. Para
lograr esto es necesario que el docente en función directiva y el equipo que lo acompañan practiquen la
humildad aprendiendo a escuchar a los otros, respetar sus ideas y criterios y estar dispuestos a aprender de
todos los actores educativos y comunitarios, respetar la condición humana de cada quién pero sin perder
el horizonte el marco jurídico que rige el sistema educativo venezolano

Una praxis pedagógica participativa en las aulas de clase, donde se escuche a los estudiantes: ¿qué
quieren aprender? ¿cómo quieren aprender? ¿para qué quieren aprender? y ¿dónde quieren aprender?
involucra una dirección y gestión educativa que este aperturada a lo nuevo, a redescubrir, innovar y
planear estrategias gerenciales que se adapten a los nuevos tiempos de la comunidad y la sociedad; global
donde la tecnología y el mundo informatizado son parte del quehacer diario de los pedagogos.

En la actualidad quién gerencia y gestione desde la unidireccionalidad está destinado al fracaso, porque
hoy en día las exigencias sociales nos llama al trabajo en equipo, a trabajar con equipos
multidisciplinarios y a gerenciar en una concepción más abierta, flexible y adaptable a los tiempos que
estamos viviendo donde la vida se hace cada vez más dinámica y acelerada, por lo tanto, se hace
necesario varias miradas y criterios para observar lo que está sucediendo a nuestro alrededor el propósito
de vislumbrar eficientemente las acciones a seguir a nivel de dirección y gestión educativa.

Los maestros deben ser lectores permanentes de su contexto, indagar sobre la realidad de los niños,
escuchar sus inquietudes y desarrollar actividades que reconozcan los saberes que traen los niños a la
escuela, para direccionarlos de forma agradable y amena en las asignaturas desarrolladas por la
escuela. Un maestro debe estar en permanente proceso de lecturas de autores que alimenten su ser y su
praxis pedagógica.

El director de un centro educativo debe practicar la pedagogía del amor y la ternura bajo el respeto y la
responsabilidad de sus funciones, ser garante de que los estudiantes sean tratados con amor y ternura.
Para lograr esta praxis se deben planificar actividades que propicien situaciones de aprendizajes
interesantes para los estudiantes.

El poder como obediencia, no tiene lugar en una educación democrática, participativa y protagónica. El
poder como obediencia solo se abre caminos y dominios en relaciones opresoras, donde la obediencia a
otro es determinante. Las relaciones de poder en una democracia se propician con el diálogo con el otro,
la escucha y el reconocimiento del otro con sus debilidades y potencialidades. En tal sentido, la educación
como hecho de convivencia y transformación social y pedagógica se despliega en unas relaciones de
convivencia y respeto de los unos a los otros; el quehacer educativo en la escuela debe girar en torno a las
y los estudiantes como un gran terreno para cultivar el amor y el respeto mutuo.

Por lo antes expuesto, un docente que direcciona y gestiona un centro educativo debe estar aperturado a
escuchar y reconocer al otro, ese otro que viene cargado de emociones y de expresiones que se hacen
presentes en su lenguaje diario. Un director debe mirar a los estudiantes, escucharlos y dialogar con ellos,
observar sus emociones y expresiones, con el propósito de hacer del centro educativo un espacio donde se
sienta el amor, se desarrolle la curiosidad y se practique el ejemplo. Pero para que esto se situara como
interés primordial se debe gestionar muy estratégicamente los procesos formativos e investigativos en los
pedagogos, la convivencia con todos los actores del quehacer educativo y con la comunidad que lo
hospeda, comunidad que brinda la confianza para demostrar día a día su accionar como pedagogo.

En un centro educativo las relaciones de poder deben estar enfocadas en la participación democrática y
protagónica, donde el consenso sea el proceso fundamental para la toma de decisiones y acciones, basadas
en el respeto hacia el marco jurídico que rige a la educación.

Los centros educativos deben implementar acciones pedagógicas y de orientación dirigidas al desarrollo
de las habilidades y destrezas de las y los estudiantes, en correspondencias con sus gustos y preferencias
para impulsar y potencializar sus capacidades cognitivas y motoras. Por ello, el docente que dirige y
gestiona un centro educativo está en el deber moral de garantizar que se aplique y ejecuten actividades
que se orienten hacia dicho propósito; respetando la condición humana del trabajo y de conservación,
preservación y cuido de nuestro planeta Tierra, por lo tanto, las acciones y actividades deben enfocarse en
el desarrollo productivo, sostenible y sustentable de los recursos que se encuentran presente en el centro
educativo y la comunidad.

Actualmente el Ministerio del Poder Popular para la Educación cuenta con diversos planes, programas y
proyectos orientados al desarrollo de actividades que conlleven a los estudiantes hacia el trabajo liberador
y emancipador como son: Programa Todas las Manos a la Siembra, Colección Bicentenario, Revista
Tricolor, Laboratorios Integrales, Movimiento de Teatro César Rengifo, Grupos de Creación, Producción
y Participación, entre otros, sin embargo, los planes, programas y proyectos no tienen sentido sino se
llevan a la praxis pedagógica diaria por medio de los Proyectos de Aprendizaje y los Proyectos
Socioproductivo planificados y desarrollados por el profesorado que hace vida en un centro educativo y
los integrantes de la comunidad. En tal sentido, el docente que dirige y gestiona un centro educativo debe
estar apropiado de la filosofía de la educación bolivariana y robinsoniana para poder transmitir a los
profesores el compromiso por implementar una educación liberadora y emancipadora con los estudiantes
y la comunidad educativa en general, con el propósito de proyectarlo a la comunidad en pro de
aprovechar las generosidades de la naturaleza y las potencialidades humanas.

La educación debe rescatar del umbral el amor, desarrollar la ternura, promover el respeto mutuo,
habilitar el oído para escuchar lo sensible y sublime del ser humano y la naturaleza, propiciar la
curiosidad, impulsar la innovación y garantizar la posibilidad de una vida digna.

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