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Antes del inicio de la independencia, 1807 en México, una boda dio inicio; una

pareja pasó al siguiente paso hacia el matrimonio, dónde enfrentarían las nuevas
adversidades ellos dos juntos.

María Hernández y Joaquín Hidalgo habían sido amigos desde su niñez, habían
pasado prácticamente gran mayoría de su vida juntos y siempre habían sido muy
unidos; pero no fue hasta la adolescencia que se dieron cuenta que lo que sentían
el uno al otro no era una simple amistad.

Y fue durante una cita que tuvieron cuando Joaquín le confesó sus sentimientos a
María, quien con una gran sonrisa en el rostro aceptó sus sentimientos.

Estuvieron como novios por 5 largos y bellos años juntos, hasta que decidieron dar
el siguiente paso y casarse.

Su boda fue esperada por sus familias con un gran esmero, la celebraron en
grande y con gran alegría, celebrando que sus únicos hijos se habían encontrado
y se habían dado cuenta que son su otra media naranja.
El amor que se tenían era tan inmenso que el mejor amigo de ambos comenzó a
sentirse solitario.

—¿Te sientes feliz a su lado?

Le solía preguntar seguido José a María desde hace ya unos cuantos meses
antes de cumplir 4 años de casada junto a Joaquín, la había notado algo decaída
desde la última visita que había tenido José a la casa de María. Y eso claramente
le preocupaba.

—He estado a su lado por casi 9 años, ¿Cómo no podría estar feliz?

Y eso era lo mismo que María le respondía siempre que José le preguntaba. Sin
duda alguna había algo que María no quería contarle.

O eso fue hasta que en una salida que le invitó José, María se quebró en llanto y
soltó todo lo que se tenía guardado a sí misma.
Contó que Joaquín se había postulado para luchar por la independencia de
México, la cual miles de personas también lucharían por ello y harían todo lo
posible con tal de lograrlo.

Pero no se imaginó que su propio esposo lucharía directamente en esa batalla.

Y era por eso por lo que durante esos días se había mostrado decaída, ya que la
noticia que su esposo le había dado le había caído como un balde de agua fría, y
la respuesta que María le había dado a Joaquín no era una que él esperaba que le
diera.

¿Qué quería que le dijera en un caso como ese?

¿Debería de estar feliz?

¿Aun sabiendo que probablemente pueda morir durante la batalla?

No podría seguir si eso pasara.

Y debido a eso habían discutido y hacía días que Joaquín no llegaba a casa,
preocupando a María, quién no sabía en dónde estaba y no había podido dormir lo
suficiente debido a la preocupación que sentía.

José la escuchaba atentamente cada palabra que salía de su boca y trataba de


entender por qué a pesar de todo ella seguía queriéndolo, aun después de saber
que existe la posibilidad de que Joaquín muera durante la batalla y no vuelva a
verlo nunca.

¿Por qué María seguía aferrándose a él?

Esa pregunta rondaba por su cabeza. Pero aun así solo asintió a todo lo que dijo y
trató de brindarle su apoyo, diciéndole que él estaría ahí cuando ella necesitara
alguien en quien apoyarse, aun cuando creyera que nadie estuviera de su lado y
que nadie la escucharía, el estaría siempre para ella. Por qué el la amaba y haría
todo lo posible con tal de que ella se sintiera feliz, aunque eso significara estar con
alguien más.
Los siguientes días pasaron rápidos, demasiado rápido para José, quien había
acompañado a María a su casa y se había quedado a dormir ahí por varios días
ya que María comenzaba a sentir miedo al estar sola en casa por muchos días.

Durante una mañana María recibió una llamada carta enviada por Joaquín, esa
dicha carta redactaba la despedida y agradecía profundamente la compañía que le
había hecho María a lo largo de esos años.

María ni siquiera pudo abrir la carta, desde que leyó quien era el remitente supo
de que se trataba y sus lágrimas no tardaron en salir. Tuvo que ser José quien
abrió la carta a petición de María, quien le pidió que leyera la carta porque sus
lagrimas no le dejaban ver claramente.

José abrió la carta comenzó a leer en su mente lo que contenía. Esa simple carta,
las palabras tan sencillas que había escrito Joaquín habían logrado captar el tan
gran bello amor y aprecio que sentía hacia María, tanto que logró hacerlo sentir
como si se aprovechara de la situación para que él mismo estuviera con María
“apoyándola”.

O eso fue hasta que leyó las últimas palabras.

Joaquín se había tomado su tiempo de agradecerle también a José por haber


estado junto a María durante el tiempo que Joaquín se estuvo preparando para la
batalla. Esas ultimas palabras no las olvidaría nunca. Joaquín se había despedido
como todo un caballero y guerrero.

“Cuida bien de María.

—Joaquín”

Fueron las ultimas palabras que escribió Joaquín en la carta, y por más simples
que hayan parecido las adornaba unas pequeñas gotas de agua aun lado de su
firma.

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