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“LO QUE TU

PASO DEJÓ”
CUENTOS AL
OÍDO

MªJOSÉ OLMEDO
Para ti que me has impulsado a seguir mis sueños y por todo el amor que

me brindas.

A ti hija por tu sonrisa diaria y tu amor incondicional.

A mi madre por su esfuerzo y por amarme tanto y también a usted mi

segunda madre que siempre ha estado ahí.

Gracias…
ÍNDICE

1. ¿LUZ APAGADA O LUZ ENCENDIDA?

2. UN LABERINTO SIN SALIDA

3. UM TRIÁNGULO QUE SIEMPRE ACEPTÉ

4. Y TU HIJA TAMBIÉN

5. UNA OBSESIÓN SICÓPATA

6. “QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA”

7. UN JUEGO PELIGROSO
¿LUZ APAGADA O LUZ ENCENDIDA?

Se dice que las amistades de adolescencia son importantes para nuestro

desarrollo personal y social, se debería agregar que también lo son y serán en

nuestro mundo emocional, y también puede llegar a serlo en el ámbito sexual, y

la verdad es que quién puede decir que en su vida no ha transgredido las

normas establecidas, ya sea en su lado A o en su lado B.

Camila tenía un año menos que Angélica, a pesar de tener tres cursos de

diferencia en lo académico. Las unía una amistad que comenzó por el gusto por

los deportes y una extraña comunicación, una sensibilidad que estaba a flor de

piel, una especie de atracción por la compañía y el pasarlo bien. Esta situación

era extraña, aún si pensamos en niñas de las monjas, donde la moral podía

coartar cualquier tipo de emociones que no estuvieran dentro del concilio

vaticano segundo; es más con los años se dieron cuenta que algo pasaba porque

en su mundo se toparon muchas veces con ex compañeras que eran de su misma

condición, y pensaron que quizás pertenecían a una de las generaciones

perdidas de ese colegio.

Se ha comentado que el paso de los años junto con una distancia humana

y geográfica nos lleva definitivamente al rompimiento de una amistad. El caso

de estas amigas ha sido una excepción. Tras meses de ausencia aparece un

telefonazo o un casual encuentro en una tienda del mall, siempre algo las

mantenía unidas; sin embargo, el encuentro, aunque fuera uno al año, era de

esos intensos y en los que se demostraban que el cariño y la amistad eran

irrompibles para ambas.


Entre encuentro y encuentro ambas se desarrollaban en el mundo en

distintos ámbitos de una manera diversa, demasiado diferente según el grado

de tolerancia hacia lo diverso que se tenga. Camila artista, independiente y

extremadamente sociable, siempre lo había sido, y con una vida que quería

mantener lejos de su círculo personal. Angélica, compartía algunas

características de Camila, sólo que ella era artista de las letras y su amiga de

imágenes y objetos. Habían logrado ser profesionales, reconocidas y exitosas.

Y todo este trabajo por obtener lo que cualquiera mujer quisiera, les provocó

un distanciamiento aún mayor.

Definitivamente, nunca pasó por la mente de Angélica lo que ocurriría

aquel septiembre. Luego de dos años de ausencia, llamados y encuentros, se

enteró que a su antigua casa había llamado Camila con la intención de

comunicarse con ella, algo debe haber pasado para recurrir a buscar en los

antiguos números y lugares la amistad que en ese momento necesitaba. Su

amiga, luego de esa información, de inmediato salió en busca de su compañera

de la vida y en un abrazo apretado concertaron una pequeña salida para esa

misma noche, el destino era un pub donde pudieran conversar libremente y sin

obstáculos, un lugar que pudieran fundirse conversaciones importantes que

serían el origen de una misteriosa relación.

Al parecer Camila se manejaba muy bien en esos sectores, Angélica no

estaba viviendo en la ciudad, por lo tanto, ignoraba que había un abismo de

posibilidades para divertirse. Un pub, como cualquiera, fue el testigo de una

conversación que cambiaría para siempre la impresión de Camila sobre su amiga

y la relajaría frente a cualquier circunstancia, pues ésta le comentó sobre lo

que estaba viviendo en ese momento, pensamientos, sentimientos y lo que más

le llamó la atención era que estaba muy preocupada de una amistad que estaba
teniendo con una mujer y que sentía que de verdad valía la pena. Un relajo de

cuatro horas, cuatro pisco sour y una tabla de champiñones salteados,

acompañado de música y muchos cigarros, fue el inicio de una renovada

relación, números y direcciones actualizadas mantuvieron por unos meses esta

amistad a un punto muy enriquecedor para ambas. Sin embargo, todo cambiaría,

todo. Es difícil pensar que una vida de 26 años pueda cambiar ciento ochenta

grados, sin embargo, definitivamente se puede. Después de ese encuentro

pasaron unos meses y no se comunicaban, tal vez algo pasaba, quizás Camila no

estaba bien o estaba oculta, y eso tal vez sería inolvidable.

Pasó un tiempo desde ese encuentro, era ya enero. Aquel verano fue

distinto, diferente, al borde de lo anormal, si es que existe la distinción entre

lo normal y lo anormal. Una llamada de Camila provocó un viaje para ver a su

amiga. Mientras ella viajaba, Angélica estaba realmente feliz por el

reencuentro y ansiosa de saber qué ocurría en la vida de ella qué la estaba

llevando a huir tan pronto de su ambiente.

Todo el itinerario del viaje estaba hecho en minutos, un viaje a la playa

sería el inicio, justo al otro día. Angélica manejó todo el trayecto, su

compañera no conocía la ruta y quería conducir el vehículo, se sentía más dueña

de la situación y de los momentos que se vivirían. Camila aún no contaba nada,

hasta ahí sólo las unía la música y un par de cigarros. Es increíble cómo el humo

de un cigarro puede transportarte a tantos lugares y tiempos, ese olor

provocaba en ambas los inicios de un nuevo cariño, fue precisamente un cigarro

lo que permitió que éste fuera tan profundo.

La arena, el mar, la brisa fue el ambiente adecuado para iniciar la

conversación que Camila buscaba hace mucho tiempo. La motivó aún más el

hecho de que el tema de esa “amiga” de Angélica seguía latente. Fue en ese
momento en que intempestivamente, sin pensar si quiera lo que pasaría, Camila

le preguntó lo que en ese Púb. quería saber, pero que, sin embargo, no se

atrevió, ahora sólo dejó que fluyera la inquietud: ¿Te ha gustado alguna

mujer?... la cara de Angélica se transformó en un rostro de extrañeza y de

curiosidad. Los veinte segundos que se demoró en contestar dieron la

respuesta acertada a su amiga, y el núcleo de la conversación. Camila quería

expresar sus sentimientos y sus vivencias hace tiempo, pero esperaba un

momento y éste lo era, con el viento soplando suave y el mar como música de

relajación. Y así fue como lo lanzó sin dificultad: “Me gustaría confesarte que

yo desde los dieciocho años soy lesbiana”. Así, sin más ni más, lanzó esa frase

que caló en lo más profundo del alma de Angélica. Le contó que desde ese

encuentro en el pub y su ambigua amistad o sentimiento de amistad hacia una

mujer la hizo dudar sobre su condición. Y sí, Angélica por primera vez sintió

que sí podría haber sido de esa manera desde antes y que esa persona logró

aflorar su condición de gay igual que su amiga. En ese lugar se revelaron los

secretos más íntimos de Camila. Huía de una ruptura sentimental, una relación

de más tres años había desaparecido, su primer amor, y necesitaba nuevos

aires y conversaciones distintas para mantener su mente fuera de su ex

pareja. Y, por otra parte, también quería que su amiga se decidiera y

enfrentara el amor que estaba sintiendo por Úrsula; que le dijera todo a ella y

le asegurara que esto iba a ser importante, que luchara por esta relación y que

formara una linda pareja. Su amiga no había aún asumido todo lo que le estaba

pasando y lo que le tocaría vivir y ya tenía armado su futuro según Camila. Todo

lo expuesto por su amiga era extraño, muy extraño, pero le provocaba en ella

una consecuencia increíble. Era todo muy reciente, nunca se había planteado lo

que Camila le había propuesto y lo que juntas descubrieron: Angélica era


lesbiana… que palabra tan fuerte, ni siquiera estaba dentro de su vocabulario y

menos enterarse que ella era una de “ellas”, aunque con el tiempo muchas de los

integrantes de su círculo más cercano le dirían: “lo sospechábamos”. Siempre

se cree que nadie se da cuenta de que ocurre alrededor tuyo, pero los que te

aman saben aún más de ti que tu misma.

En fin, el discurso planteado por Camila fue asimilado y muy aceptado

por su amiga; sólo plantearlo y listo. Parecía fácil ¿no? Pararse frente a Úrsula

y decirle que lo que ellas estaban viviendo, esos besos a escondidas, esos

abrazos que entregaban más que un sentimiento de amistad y que le movían

todo el cuerpo, eran parte de una relación gay que debían enfrentarla como tal,

si es que su sentir era el de una atracción de pareja. En su mente iban y venían

imágenes que ambas habían tenido y que nunca las hablaron, aquellas clases de

conducción por lugares solitarios y que le daban la confianza a Úrsula para

acercarse y seducir y besar los labios de su profesora. Entonces, cómo le diría

todo lo que ella recién estaba digiriendo. Después pensó que sólo tenía que

decir lo que sentía y esperar, sólo esperar.

La casa de Úrsula quedaba en el camino. La ansiedad y la angustia

embargaban a esta mujer que estaba comenzando a enfrentar su mundo alejado

de lo que socialmente para todos es, por lo menos, inmoral; y el camino se hacía

cada vez corto… hasta que llegó. Las presentaciones de rutina y luego la clásica

huida en busca de cigarros dejaron a Angélica y a Úrsula solas. Las palabras

fluyeron tal como las había ensayado con su amiga. Ambas frente a frente,

mirándose a los ojos y fumando un cigarro, que en esta ocasión era para calmar

la ansiedad y el nerviosismo de la situación. Le dijo todo, que sabía lo que

pasaba entre ambas y que no era extraño, sólo que no se veía a menudo, era un

amor, una atracción y pasión sexual entre dos mujeres. Le propuso vivir una
amor verdadero, fidelidad y descubrir juntas esto que estaban sintiendo y que

no se podía evita. Que gran discurso para una mujer que recién estaba

entrando a una vida clandestina y muy cuestionada y que de inmediato estaba

pidiendo amar sin condiciones. Angélica nunca pensó lo que su enamorada le

diría: “Me casaré a fin de año”. Los proyectos, las frases muy bien urdidas, la

sinceridad de aquellas palabras hicieron que se golpeara contra su inicial

realidad, aunque le había dicho que lo hacía por tratar de evitar ese

sentimiento hacia su persona. No importaba, era un “NO” y lo que motivó

nuevos aires para ella.

Esa noche, por primera vez tomó más de la cuenta. Escondió esa negativa

en pisco y coca-cola, mala combinación al aire libre y sin comida en el estómago.

Llegó a su casa y se acostó con Camila, como lo había hecho la noche anterior,

sólo que esta vez el alcohol desinhibió a esta amiga que buscó los labios de

Camila para darle un beso, y ella esquivó su boca y sólo la abrazó. Un abrazo de

ternura para una verdadera ebria que comenzaba así su historia clandestina.

A la mañana siguiente, fueron al campo. Camila estaba extraña, muy

extraña. Su amiga le preguntó qué pasaba, si había ocurrido algo que la

molestara. Le dijo que el intento del beso había sido un acto errado, pero su

amiga le rebatió diciendo que desde esa salida al pub que era ella la que tenía

deseos de besarla. Sí, dijo, pero ayer estabas ebria y así no vale, no era justo.

Angélica le comentó esa atracción que siempre había sentido por la forma de

ser y cómo era y que ahora entendía mejor. Esa conversación fue profunda y

necesaria, que incluso las llevó a una interesante conclusión, se privilegiaba la

amistad por sobre todo. ¿Trato?... ¡trato!, dijeron ambas. Es difícil hacer

tratos cuando las emociones son las que mandan, los deseos de sentirse, de

besarse, de ver qué pasaba cuando ambas estuvieran más cerca, de una forma
más íntima. Esa noche Camila no pudo y se acercó a Angélica, la miró fijamente,

estaba sobre aquella mujer que conocía ya hace trece años. Y ese beso fue tan

especial… ese beso las cambió para siempre. Un beso, otro y así la noche. Toda

la noche. ¿Sería el inicio de algo entre estas dos “amigas”? tal vez, pues ese

beso y una invitación que le hizo Camila, fue el inicio de un abanico de extrañas

posibilidades para el mundo tan hermético de Angélica. Después de todo sólo

debía experimentar y para eso sabía que tenía que estar con ella. Aunque sólo

pasarían unos días sin verse, Camila invitó a Angélica a su casa para llevarla a

esos lugares que tanto desconocía y que iban a ser parte de su vida desde ese

momento.

Angélica llegó a casa de Camila. Sabía perfectamente que su dormitorio

no sería el de invitados, sino el de su amiga que contemplaba una cama muy

suave y blanda, un equipo de música y un ambiente de mucha intimidad. Pasaría

una semana junto a ella y conocería algo más que la noche bohemia de Santiago.

Discos, pubs, tiendas, etc., cambiaron el mundo de Angélica. Se

preguntaba una y otra vez ¿de dónde salía tanta gente que compartía su

condición, hombres y mujeres? Era, para ella, otro país, otro mundo, sin límites,

sin restricciones, sin represiones, sólo vivían su vida y con tanta tolerancia, que

nunca se sintió incómoda en algunos de esos lugares. Sin embargo, eso era lo

menos confuso que le ocurría. Lo complicado era la noche, la luz se apagaba y

comenzaba esta aventura que iba pasando de niveles a un ritmo extraño. Camila

comenzaba un acercamiento sutil, que a su amiga no le molestaba; suaves

caricias en todo el cuerpo, besos fuertes como de desesperación, como si

Camila hubiese estado frenada por años y su compañera, aunque sabía que su

corazón estaba en otra persona, correspondió cada acto de su amiga. Noches

de sexo, tal vez no del que hubiese querido Angélica para ser su primera vez,
pero el que le ayudó a abrir su mente y a sentir, sentir que era placentero el

estar desnudas tratando de satisfacerse sexualmente, un sexo enriquecedor,

un sexo que confundía completamente esta relación entre amigas.

Luego, durante el día surgía la conversación sobre el concepto de

amistad, recordando que eran amigas y debían mantenerlo así, tratos son

tratos no? Situación que ambas consideraban correcta. Sólo que la noche era

inevitable.

Cada noche igual. Comenzaba este romance que parecía tan real en ese

momento y que desaparecía cada amanecer, para volver a tener la misma

conversación y llegar a la misma conclusión. Sólo que la luz ya no se apagaba,

era parte de lo que utilizaban como excusa, al parecer la luz es un pésimo elixir

para la pasión. La pregunta era cada noche ¿luz apagada o luz encendida? La

verdad era que a esas alturas daba lo mismo la oscuridad o la luminosidad, esa

“amistad” se fortaleció con las noches de seducción y de intimidad vividas por

las protagonistas. Entonces ¿quién puede decir que en su vida no ha

transgredido las normas establecidas, ya sea en su lado A o en su lado B?


UN LABERINTO SIN SALIDA

Ya a los treinta años se debería estar maduros como para comprender y

analizar lo que se ha vivido hasta ese momento. Sin embargo, en muchas

ocasiones existen sólo recuerdos de cobardía que llevan a descubrir que se

estuvo en un abismo de desencantos y desencuentros sólo por el hecho de no

enfrentar la verdadera realidad.

Los romances de colegio, a veces quedan sólo en eso, y en otras

circunstancias se transforman en la base de relaciones más estables. Pero

nunca dejan de ser importantes en la vida de cada hombre y mujer, sin

distinguir clases sociales, culturales ni edades. Entrar en la mente de los

jóvenes es complicado y en la mente de adolescentes que experimentan por

primera vez todo, más aún. Eso del primer amor, de lo que se vive por primera

vez es interesante, sobre todo cuando te dicen que “las primeras veces nunca

se olvidan”, en algunos casos esa frase es lapidaria y quisieran extirparla del

lado conciente.

Ignacia y Alex se conocieron precisamente en la época de colegio, ambos

estaban en cuarto medio. Pertenecían al mismo barrio, tenían la misma edad y

su nivel económico era similar, aunque estos elementos en la adolescencia son

tan poco relevantes, pues sólo se vive el minuto, el día a día, no existen grandes

proyecciones, los momentos se disfrutan como si fueran los últimos de sus

existencias.

- Estoy pololeando – dijo Ignacia en una clase de inglés.


Todas quedaron atónitas. Ella no era de compartir mucho sus secretos y

no se le conocían grandes amores, aunque sabían que este chico le provocaba un

sentimiento distinto. Su nombre era mencionado en reiteradas situaciones y

circunstancias, eso demostraba que algo especial se comenzaba a generar

entre ellos. Todas sus compañeras habían notado lo que le estaba ocurriendo a

Ignacia y la curiosidad las embargaba cada vez que algo pudiera ocurrir entre

ellos.

- ¿Cómo fue? ¿Qué te dijo? ¡Cuéntanos todo!, decían sus compañeras en

plena clase, ante la mirada fija de la profesora, que sabía precisamente que no

estaban hablando del verbo to be y menos de esas conjugaciones que eran tan

complicadas para todas. ¡Silencio!, decía tratando de motivar a un cuarto

medio, que ya vivía la instancia del sueño de partir, por lo tanto la

concentración se iba a cada minuto y los contenidos eran los menos favorecidos

con ello.

Ignacia trató en lo posible ser lo más fiel a los acontecimientos

ocurridos. La noche del sábado anterior, había ido a una fiesta y se encontró

con Alex. Bailaron toda la noche y en el momento, que muchos esperan, el

momento que la música es más suave y se permite un acercamiento aún mayor,

los labios de Alex besaron los de Ignacia y ese beso para ella fue tan

importante. Sentía que sí podría haber algo entre los dos, aunque la reputación

de su reciente amor no era la de las mejores. El alcohol, era su problema. Bebía

mucho, en las fiestas y en los eventos sociales. Sin embargo, Ignacia pensaba

que eran circunstancias de juventud que en algún momento cambiaría… en algún

momento.¿Por qué se sueña con que los seres humanos pueden cambiar tan

fácilmente? La experiencia dice todo lo contrario, sin embargo nos aferramos


a esa posibilidad como la última esperanza de sobre vivencia, para justificar

cualquier fracaso futuro.

Las amigas de Ignacia estaban algo contentas por este inicio de pololeo,

a pesar que les preocupaba que Alex no manejaba el concepto de fidelidad en

sus relaciones y esa adicción por el alcohol les daba aún más desconfianza, a

pesar de todo, apoyaban a su amiga, sin dejar de lado sus sentimientos de

alerta. Tenían miedo. Eran jóvenes y esos temas eran complicados, la droga y el

alcohol comenzaban a estar presente en las diversiones de los jóvenes de ése

tiempo, de un momento a otro se podían ver involucrados en esos peligros.

- Ignacia, nos preocupa cómo es Alex, nos angustia su comportamiento

y queremos que tú seas realmente feliz. Es tu primera relación y

debería ser rica.

- No se preocupen. Yo sé que cambiará. Es sólo parte de la etapa de su

vida, no sean complicadas y disfruten mi alegría. Estaré bien.

Se vinieron los días finales de cuarto medio. Rebeldía, alegrías, miedos y

todo mezclado con sentimientos tan antagónicos a los mencionados, como la

nostalgia de los años que se vivieron en conjunto, amistades que nunca más se

volverían a ver y tantas otras sensaciones y situaciones: Gira de Estudio,

Licenciatura y todo lo que conlleva esta etapa. A Ignacia, durante los días

finales, siempre se le vio acompañada de su pololo, eso les hacía pensar a sus

amigas de los cambios que podía tener este romance. Por qué será tan difícil

darse cuenta que las cosas y las personas no cumplen la teoría, al final nunca

cambian y no se prepara nadie para los conflictos que vienen. Si alguien hubiera

estado seguro de que todo tendría un final inesperado, ya sea de felicidad o

tristeza, tal vez las cosas serían muy diferentes.


Las relaciones de pareja son tan complejas que se debería tener un

manual para cada situación, porque puede el mundo gritarte enérgicamente que

las cosas terminarán mal, que todo se vislumbra negro y no se hace nada y la

persona involucrada es siempre la que no ve y no se atreve a tomar decisiones

importantes, a tal punto que se ve sumergida en la más oscura y tormentosa

realidad. Cuántas veces se intenta salir del abismo más oscuro, sin embargo,

concientemente estamos dentro y es tan difícil poder ver la luz de la paz.

Después de un tiempo, Ignacia entró a la universidad. Un mundo

completamente diferente a lo que se vive en el colegio, esta situación pareciera

ser igual para todos. Seguía su relación, Alex aún se manejaba en el alcohol y no

tenía ninguna razón para mejorar su condición. Era un tipo que sólo vivía para

disfrutar la vida y lo demás era meramente un aburrimiento absoluto. Llega a

tanto punto su necesidad de disfrutar la vida que la droga estaba ya en su

mente y en sus deseos de tenerla. Quería experimentar todo lo que su

juventud le permitiera.

- Mi amor, Ignacia, sólo probaré un poco para matar la curiosidad, y la

puedo dejar cuando quiera sólo eso, confía en mí.

Confianza, que difícil era hacerlo después de tantas locuras que había

cometido y tantas situaciones oscuras en la que se había envuelto y, lo peor,

había hecho sufrir a quien era su verdadero amor.

Alex convencía así a Ignacia, además ella trataba en lo posible de

acompañar a su pololo a cada fiesta y notaba que cada vez era más

descontrolado todo, más alcohol y más marihuana. Esa era la forma de

disfrutar para Alex e Ignacia se veía cada vez más enamorada y no se atrevía a

enfrentar a su pololo.
Cada fin de semana igual, siempre igual… alcohol y marihuana, y en

algunas ocasiones pasta y cocaína. Ella estaba entre la universidad y su

relación con Alex. Pero algo cambiaría todo, su vida daría un vuelco de ciento

ochenta grados. Un torbellino de inseguridades atravesaba la mente de esta

mujer ya de veinte años. Invitó a Alex una plaza y conversó con él, algo

cambiaría para ambos.

- Alex, tengo miedo. Estoy embarazada, ya tengo dos meses. ¿Cómo lo

haremos?

No era posible, Ignacia iba a ser madre y su pololo no tenía ni un futuro

asegurado. Sólo contaba con su familia, que a pesar del dolor que le provocaba

y el miedo al futuro de su hija regalona, estaban con ella. Asustados por el

hecho de que el padre era y al parecer seguiría siendo el mismo vagabundo e

irresponsable que hasta ahora.

Pasaron los meses, nació una bella niña, preciosa, con los ojos expresivos

igual que su madre. Alex estuvo cerca de ellas siempre, sin dejar de hacer sus

cosas. Trabajaba poco, carreteaba harto y con todo. Su hija no lo cambió para

nada. Ella lo amaba, por lo menos hasta ese momento, a pesar que no sabía cómo

enfrentar su rol de madre y sabía que por tradición esta hija necesitaría un

padre y ella sería capaz de sacrificar su felicidad por Valentina. Los hijos son

prioridad, aunque te cueste la felicidad y el sentirse plena como mujer.

- Alex, basta, ya basta no es sano seguir así te estás reventando.

- No me presiones, nadie te tiene obligada.

Cómo no sentirse obligada era el padre de su hija. Y ya las fiestas eran

con todo, alcohol, droga y sexo. Sí, sexo. La infidelidad era pan de cada día

para Ignacia, y él negaba todo, además ni siquiera recordaba lo que ocurría en

esos carretes. Ella trató de hacerlo ver, ya no eran unos niños, eran padres y
esa hija iba creciendo rápido. No se trataba de llegar y terminar, tenía miedo

de que su hija le reprochara el alejamiento de su padre, a pesar de todo ella lo

amaba. Fue así como soportó golpes, violentos arrebatos que le dejaban marcas

profundas en su piel, ser víctima de un maltrato psicológico, escuchar palabras

tan fuertes como “puta”, “mierda”, en plenas fiestas o eventos con amigos.

Cómo una mujer es capaz de llevar a cabo una relación tan turbia cómo ésa.

Cómo no decir basta, si soy una mujer inteligente, capaz de enfrentar una vida

nueva con mi hija, sin el recuerdo de ser una mujer maltratada, por un hombre

que ni siquiera era su marido, Ignacia incluso había pensado en esa posibilidad,

la de casarse, pero algo en el fondo del alma ya dañada le decía que no lo

intentara.

Uno, dos, tres, seis, veinte, perdió la cuenta de las veces que lo perdonó,

con la promesa del cambio, un cambio que nunca hubo. Ignacia lo intentó, de

todas las maneras posibles, Alex estaba inmerso en ese mundo de droga, sexo y

alcohol. Pero llegó el día, no hubo más que sufrir la decisión de un “YA BASTA”

invadió a una mujer que ya dejó hace años la adolescencia. Lo hizo, lloró, sufrió,

se murió toda una vida de intentos, de querer cambiar algo que nunca iba a

cambiar. Los primeros meses fueron horribles. No comunicación, no visitas, ella

estaba decidida a no continuar y luego de seis meses su actitud fue diferente,

se sentía bien, tranquila y con una hija que ya había percibido todo y apoyaba

en todo a Ignacia.

Doce años de angustia, infidelidades, golpes, palabras dolorosa. Todo ya

había terminado, sólo que esas heridas son tan difíciles de sanar que hacen que

cada relación que iniciaba, era un escape, una necesidad de mujer, que sólo

pensaba en sentirse plena, pero el laberinto seguirá hasta que pueda descubrir

lo que ella desea y sienta que es importante, un laberinto que había tenido
salidas y que no pudo enfrentar por cobardía, por miedos. Ignacia debe cerrar

su propio laberinto, y empezar un camino llano y sin dejarse, una vez más

pisotear por buscar la felicidad del otro y olvidar que es una mujer, una mujer

que desea intensamente ser amada.


“UN TRIÁNGULO QUE SIEMPRE ACEPTÉ”

No siempre se nos muestra una historia donde los protagonistas saben lo

que tienen, a pesar que todo el tiempo hay algo que se oculta y ninguno sabe en

realidad lo que es, pero se trata de ignorarlo por conveniencia o porque es

mejor así, mejor para todos.

- Cáncer terminal a la piel, lo siento – dijo el médico

Ya la palabra cáncer es compleja, puede dejar atónito a cualquier ser

humano, sobre todo para el que debe llevar esta cruz hasta que el tiempo lo

determine.

- ¿Qué se puede hacer? – preguntaba Mía, la esposa de Roberto.

- Nada, sólo aminorar el dolor y tratar de llevar una vida sin

agitaciones.

Mía se había casado con un hombre bueno, Roberto la amaba y ella lo

quería, como un amigo, pero debía casarse era lo que la sociedad le indicaba y lo

que su familia deseaba, después de todo frente a la frase “Nunca encontrarás

a alguien como él”, no podía rebatir nada, sólo aceptar… un matrimonio que a la

larga, igual era conveniente para ella. Como puede una sociedad marcar tanto,

qué importa la felicidad o la sensación de satisfacción personal, si a tu lado hay

un hombre bueno, trabajador, que no fuma, ni toma, un hombre “perfecto”, eso

basta y así todos están felices, menos los que realmente deben serlo.

Hasta ese momento, todo estaba relativamente normal, pero Mía tenía

un secreto que ocultaba a todos y que sólo podía transparentar en su trabajo.

Ella manejaba un ciber y ahí se conectaba con la verdadera Mía, sin engaños ni

caretas.
La tecnología permite mantener ocultas situaciones que nadie podría ni

siquiera imaginar. Internet entrega esa posibilidad de ser otros, mostrando un

mundo distinto al que viven hombres y mujeres; o tal vez, sea lo infinitamente

contrario, pues podría desnudar el alma de cualquiera, como al otro lado de una

conversación casual, puede esperarse un ser que jamás se conocerá, permite

que se hable con naturalidad y se transforme en una absoluta entrega de un

todo lo que cada uno tiene. En esta ocasión ocurre algo muy interesante, dos

seres humanos, dos almas están inmersas en un mundo que ni siquiera imaginan.

Mientras Mía trabajaba y cuidaba a Roberto en Osorno, al sur de aquel

lugar, una nueva persona estaba a punto de conectarse con la vida de ella.

Danna era una mujer joven, que estudiaba en la Universidad y que ya había

llamado la atención de sus compañeras por su estilo “diferente”. Ésta tenía un

estilo más bien poco femenino, en relación a sus demás amigas, pero había

tenido suerte con las relaciones amorosas que hasta ese momento le habían

surgido, hombres trabajadores y buenos. Sin embargo, ella no podía ocultar su

inclinación hacia las mujeres, una inclinación que la hacía ver con una

caballerosidad a flor de piel. Debe ser cierto eso de la energía masculina o

femenina que los seres humanos entregan, definitivamente deben marcarlos

para toda la vida.

Dudó mucho referente a este tema. Su “salida del closet” no fue de

improviso, fue de a poco. Una amiga, su mejor amiga, la hizo descubrir que sí,

su inclinación eran las mujeres. Además, de ayudarle a descubrir esta verdad

escondida, la hizo tener la primera gran desilusión, el primer dolor intenso que

se vive por amor. Nunca se aprende que hay que poner límites en la vida, sino te

ves expuesto a estas situaciones. Danna estaba complicada y deseosa de poder


conocer a alguien pronto para que esa relación turbia con su amiga

desapareciera.

Siempre está esa posibilidad. La atracción que se provocan entre los

buenos amigos es algo normal, pareciera que todos debemos en algún momento

pasar por eso. La confusión típica “… es que me entiende tan bien, sabe lo que

me gusta y está siempre conmigo”, bueno creo que ésa es función del buen

amigo ¿o no?. Entonces, por qué tanta confusión, en fin… debe ser parte del

desarrollo del ser humano, pasar por situaciones donde debe discernir entre lo

que es real y lo que es una falsa ilusión. En todo caso es una confusión natural,

si la superas la amistad perdura, sino, siempre hubo uno que nunca deseó

verdaderamente esa amistad.

Danna, en uno de esos días de ocio, decidió ir a Internet para relajarse y

poder matar algo el tiempo que sólo la hacía pensar en su “amiga”. Iba a diario,

comenzó a descubrir páginas importantes, chat donde podía intercambiar

conversaciones con otras mujeres que vivían lo mismo que ella.

Y así fue, como un día de septiembre, en una de las tantas salas del chat,

encontró a una persona que la hizo sentir algo especial. Es difícil pensar que

alguien a quien no conoces pueda transmitirte ciertas sensaciones, pero el

poder de las palabras hace que tu ser tiemble en lo más profundo de él. Se

comunicaban a diario. Citas, le llamaba Danna. Así pasó un tiempo importante y

muy trascendental en la vida de ella. “Tengo una cita cibernética”, la frase

típica de esta chica que comenzaba a salir de su mundo exterior y a lo largo de

un tiempo, decidió, sin limitación alguna invitar a Mía a donde ella vivía. Ella

aceptó y se reunieron un sábado por la mañana, la idea era conocerse y pasar un

fin de semana juntas. Pero fue más que eso, fue atracción pura, así de rápido

ya querían tener algo serio. Parece que las relaciones héteros o “normales”
son algo más lentas. Ya en la segunda cita en la relación de mujeres, llevan el

camión de mudanza y comienzan a vivir juntas, este es uno de los chistes más

frecuentes entre lesbianas. Eso pasó con Mía y Danna, aunque al comienzo no

vivían juntas, pues ya geográficamente estaban distanciadas. Sin embargo,

Danna decidió irse a Osorno a trabajar, ya no podía enfrentar este sentimiento

así a la distancia. Buscó trabajo y se fue a un departamento de una tía, vivía

sola y trabajaba al otro extremo de la ciudad.

La vida es tan extraña que nos lleva a aceptar situaciones que tal vez

nunca hubiéramos pensado aceptar. Pareciera que estamos inmersos en otras

vidas, no hay otra explicación, cuando se ama uno no permite vivir al otro una

relación paralela, podríamos pensar que esta situación sólo la viven personas

ajenas a nuestro mundo, pero no era el caso de Roberto.

Roberto se había casado enamorado y sabía que la enfermedad podría

aflorar, también tenía claro que Mía no lo iba a dejar solo. En su situación

quizás alguien lo justificará, pero para muchos será sólo un loco. Roberto no

podía tener sexo con su mujer y a ella no le importaba, de hecho para ella era

más tranquilo así, sobre todo por ese lado oculto que ella vivía. Una noche, de

esas que dejan huellas profundas en tus futuras acciones, Roberto habló con su

mujer.

- Mi amor, sabes que nunca más podremos tener una vida sexual normal-

decía Roberto – Acepto, aunque no me lo hayas pedido, que busques esa

parte que yo no te podré dar nunca, en otra persona.

Le estaba pidiendo a su mujer, a la que amaba con toda su alma, de la que

estaba enamorado y con quien quería formar una familia, que tuviera relaciones

sexuales con otro. A pesar que el amor siempre va acompañado de la locura,

esta situación se escapaba a toda regla, si es que alguien puede decir que la
normalidad y el equilibrio emocional existen en el amor o en cualquier relación

de pareja. En este caso, él se sentía un inválido, un hombre sin hombría por no

poder complacer a su mujer en el aspecto, que para todo hombre y para toda

sociedad machista, era el más relevante: el sexual.

Siempre se cree que lo que uno está pensando o queriendo para la pareja

puede ser lo mejor y que la otra persona, con una decisión como la que tomó

Roberto, puede ser dolorosa y hasta impensada, sin embargo, para su mujer iba

a ser un gran descanso. Lo que nunca pudo imaginar su marido, era que ella vivía

una doble vida y lo que él le proponía sería la apertura a un camino que siempre

había querido, desde estudiante cuando se enamoró de su profesora de

matemáticas y con quien vivió una relación amorosa especial. Esa relación fue el

inicio de su aceptación, más bien dicho el reconocimiento de lo que ella viviría el

resto de su vida.

Mía, independiente de lo que ella deseaba, nunca dejaría a su pareja,

menos en la condición en la que se encontraba, su enfermedad era complicada y

él era un excelente hombre. Es por esto que seguiría viviendo junto a Roberto,

pero trataría de vivir su vida libremente.

Danna junto a Mía comenzaron a verse más seguido y a vivir esta nueva

etapa en la vida de ambas. A veces, es difícil pensar que el enemigo esté en la

propia casa, que, Roberto, después de lo que dijo y le solicitó a su mujer, la

persona que iba a suplir sus falencias de marido estaría al lado suyo. ¿Qué

sentirá este hombre durmiendo al lado de su mujer y sabiendo que tal vez ella

había tomado muy en serio su decisión? Su mente viajaba cada segundo, la

miraba dormir y se retorcía de dolor pensando que otras manos la recorrían,

que otros labios la besaban, que otro la hacía sentir mujer, la hacía vivir lo que

él nunca más podría hacer.


Mía comenzó a llevar a Danna a su casa, como una amiga y su marido la

aceptó desde un inicio. Muchas veces se quedaba con ellos, él al trabajo y ellas

a vivir esta intensa relación. Roberto, en el fondo veía a su mujer feliz, por lo

que no dudó de lo que estaba pasando, tal vez presentía lo que ocurría, pero

fue él mismo quien llevó a Mía esta situación. Se dejó llevar por todo su amor y

querer que ella fuera feliz, y hasta pasó a segundo plano en su propio hogar

frente a la relación de su mujer con esta amiga. Doble dolor, el desarrollo de la

enfermedad está yendo cada vez más rápido, sus dolores eran intensos, pero

cómo podría diferenciar qué dolor era el más fuerte, ¿el que le vino por el

destino o el que él había decidido? Hasta estas alturas sólo venía a su mente:

el verdadero amor es el que busca la felicidad de la otra persona. Discutible

¿no?

Danna se había enamorado, lo dejó todo por esta relación, enfrentó a su

familia, a sus amigos, se alejó para vivir todo… sin embargo, el dolor la

perseguiría, ese amor se acabó, su pareja ya no era la misma, se había ido de su

lado en el aspecto emocional. Mía, ya tenía a otra y dejó a esta mujer que vivió

con ella el inicio de su nueva vida marital. ¿Le importaba a ella lo que su marido

sentía? Que dolor más intenso para Roberto, la muerte estaba cada vez más

cerca, los dolores físicos eran muy fuertes y, aunque no lo percibiera, el dolor

más profundo era sentir que no podía hacer feliz a su mujer y que el amor de

ella era tan superficial, que olvidó el serle fiel en lo favorable y en lo adverso,

en la salud y en la enfermedad. Ese dolor es el que lo mataba más rápido, con

menos paz.

Pasaron unos meses, Roberto murió y dejó una carta a su esposa, una

carta que evidenció su sentir más profundo, que quebró y destrozó

humanamente a su mujer.
“Nunca olvides que cuando se ama, se ama de a dos y siempre se espera

que se comparta las vivencias por más duras que sean. Yo te amé, eras mi otra

mitad, la que siempre había buscado, pero sabes cuándo mataste ese amor

incondicional, cuando decidiste mentirme y dejar que yo viviera la

incertidumbre más doloroso. No creíste que era mejor la verdad que la

inseguridad de lo que yo suponía que sentías. Me dejaste por tu amiga, lo sabía

Mía, no fui tan ingenuo como tú lo pensabas y me mataba más rápido tu engaño

y las mentiras, que han estado desde el inicio de nuestra supuesto matrimonio”.

Mía ya no era la misma, ella no pudo superar sus traiciones y ahora sólo la

acompaña la soledad de estar acompañada, sin tener la certeza de ser

verdaderamente amada.
Y TU HIJA TAMBIÉN

Que las hijas se parecen a sus madres, es una tesis que muchas veces se

cumple. En otras ocasiones pareciera que la relación que se establece puede

ser vulnerable a cualquier situación de orden menor que el amor incondicional

de madre a hija, una situación que tiene un nombre concreto: enamorarse de la

pareja de la madre.

¿Qué los hombres son un mal necesario? Puede ser, pero en ciertos

momentos se preferiría evitar ese mal o, quizás, considerarlo no un mal sino un

castigo divino, de una índole más espiritual que se nos hace difícil escapar,

sobretodo, socialmente. Las mujeres viven pensando que lo mejor es estar

acompañadas y cuando se encuentra no se analiza los pro y los contra de lo que

puede traer esta situación.

Cuando una mujer separada se enamora, debe tener en cuenta su propia

realidad: hijos, ex marido, núcleo social, etc. Sin embargo, está tan ansiosa,

como lo estaría una adolescente, que se olvida de los límites y de las

conversaciones para que su futura situación sea lo menos estresante posible.

Beatriz era una mujer de 40 años, separada, tres hijas adolescentes. Ella

deseaba tener un compromiso que la hiciera recuperar su sentimiento

femenino, y lo logró. Su anterior relación había sido insatisfactoria y su

separación fue prácticamente un descanso, ella quería algo más, tal vez una

relación que la volviera loca de amor. El hombre escogido para empezar una

nueva historia era un compañero de oficina, perfecto para ella, la hacía sentir

tan bien, sus miradas, sus gestos, sus encantos, de verdad la cautivaron.

Comenzaba a vivir algo extraño, ese hombre le provocaba muchas sensaciones,


que pensaba que ya no podía volver a sentir a sus cuarenta años. Todo esto

sumado a la necesidad de no estar sola, ese miedo a estar sin pareja hacía que

Beatriz se sumergiera en un mundo de ilusión y de locura. ¿Se podrá dejar de

vivir la realidad y estar viviendo en una burbuja que muestra sólo lo que vives

tú? Ella así lo sentía, su deseo de estar con alguien, las sensaciones que le

provocaba ese cuerpo joven, sus energías, sus nuevas técnicas de seducción,

sus manos y todo lo que le entregaba, hizo que olvidara su entorno, su familia,

su verdadera vida. Fernando era el hombre que la volvía loca. Su nuevo

compañero de trabajo. Soltero, sin compromisos mayores que vivir su propio

día. Se miraron y lograron que sus ojos hicieran el amor sin que nadie lo notara,

esa química fluyó en Beatriz de una manera exquisita y él tenía al frente una

aventura desafiante

Un par de citas, salidas románticas y noches de pasión hicieron que esta

aventura se formalizara. Ellos ya participaban de encuentros de parejas y de

almuerzos o comidas familiares. Las hijas, aunque tuvieran cierto recelo, ya

estaban resignadas a vivir de esta manera, por lo menos las dos menores.

Fabiola, la mayor de las hijas, quería a la pareja de su madre, claro que no de la

manera que se puede pensar, ella sentía un a gran atracción por ese hombre,

sería su primer y gran amor. Un amor oculto, reservado, una aventura que sólo

compartía con él.

¿Cómo poder entender que bajo el mismo techo convivan dos parejas

formadas por sólo tres personas? Esconder relaciones bajo las narices de

todos pareciera algo imposible, pero Fabiola lo logró. Fernando viajaba a la hora

que Bea se lo pidiera y sin que sus hijas lo notaran, él entraba por el balcón y se

enredaba en el cuerpo de la mujer que con su experiencia lo enloquecía. Pasión,

sudor, locura y tantas sensaciones nuevas. Las manos de él, fuertes, lograban
que ella comenzara a temblar, hasta que los movimientos suaves la hacían llegar

hasta donde nunca había llegado. Después de los encuentros, la huida, antes del

amanecer para que nadie lo notara. Momentos como éstos eran cada vez más

seguidos. Hasta que Fernando decidió vivir con Bea, era lo más cómodo y lo más

conveniente, sobre todo para él. La atracción que estaba sintiendo por aquella

joven de dieciséis años se hacía más intensa. Era tanto su deseo que no duró

mucho tiempo hasta que ya mantenía una relación paralela, aunque era sólo una

la engañada, la madre. Fernando compartía el tiempo con dos mujeres… ellas

compartían el mismo cuerpo, las mismas manos, los mismos besos, las mismas

caricias; lograba entregar tanto que ninguna dudaba de lo que supuestamente

les transmitía.

Bea, con esa tan nombrada intuición de madre, logró percibir algo en su

hija y en su pareja. ¿Qué tendría que hacer? ¿Dejar a su amante, a quien le

hizo vibrar lo más intenso de ser mujer? ¿Prohibir a su hija seguir con esta

locura? Tantas y tantas preguntas. Muchas decisiones… ¿otra equivocación? No

podría soportarlo. Volvía a sentir ese miedo a la pérdida, a perder el control de

la situación. Ese hombre, del cual ella se había enamorado, había roto su

relación con Fabiola, ella ya no era su madre, era su rival, la otra… cuán difícil

era resolver ese problema. Sólo debía pensar bien y sentir que cada acción

sería la indicada.

Sólo recordar esas noches, ese cuerpo, ese olor, el sudor, los

movimientos que lograban salir la esencia de una mujer, provocaban el placer

más exquisito que podía vivir alguien. No podría olvidarlo tan fácil. Sin

embargo, algo apareció en su cotidianeidad… Fernando, el hombre de sus

sueños, a quién debía dejar o escoger para seguir viviendo, no sólo con su hija
intentaba todo. Bea se sintió horrible al saber que algunos de sus intentos de

conquista eran sus propias amigas.

Una decisión había tomado, su hija se tenía que ir lejos para dejar esa

relación y olvidarse de todo lo que había vivido con él. Su hija no quería nada,

sólo olvidarse de su madre. La relación familiar se deterioró, Bea no aguantó.

No pudo dejar que su hija estuviera lejos y sin contacto con ella, lo mejor para

su familia era perder a Fernando y tratar de mejorar su relación madre e hija.

Todo volvió a ser como antes, una madre, una profesional, pero sola, como

nunca hubiese querido estar.


“UNA OBSESIÓN SICÓPATA”

Cuando leí El Túnel, de Ernesto Sábato, me pareció una historia

intrínseca al ser humano. Cuántas veces no nos hemos obsesionado con algo o

con alguien hasta tal punto de perder la noción de la realidad y de lo que te

está rodeando.

Esta historia nos cuenta cómo una obsesión tan desproporcionada puede

arruinar la vida propia y de los seres que nos obsesionan. La protagonista de

este relato sufría de una gran admiración por el protagonista de la historia de

Sábato, tanto así que sus intenciones podrían llegar a matar la vida de una

persona, tal vez no en sentido literario, pero sí en sentido figurado.

¿El pasado de una persona, la infancia puede ser tan determinante como

para insertarse en problemas psiquiátricos, más específicamente limitando la

psicopatía? Un abuso sexual, un acoso, un padre alcohólico, violencia

intrafamiliar, pueden ser factores que destruyan el desarrollo de una persona

o puede ocurrir todo lo contrario, como dice el antiguo refrán “lo que no te

mata fortalece”, por lo que esas situaciones hacen de un ser humano un ser

maravilloso que puede entregar un cúmulo de experiencias a los que ama.

Lorena, mujer de unos cuarenta y tantos años, casada, tres hijos está

sumergida en una obsesión que la lleva al borde de la locura completa.

Trabajaba en una oficina pública, sus compañeros de empresa notaban en ella la

tosquedad, la rudeza de sus movimientos y la ronquera de su voz… muy poco

femenina para el gusto de muchos. No sólo eso llamaba la atención, también lo

era su forma de vestir, esos pantalones y esas poleras que dejaban notar su

exceso de peso, no había un intento por hacer que éste fuera menos visible.
Todo lo anteriormente señalado se unía a un pésimo gusto para vestirse, sus

amigos no dejaban de hablar de su posible secreto sobre su condición sexual.

Todos sabemos que los hijos o el matrimonio no bastan para negar una

homosexualidad o una bisexualidad. Existen hombres y mujeres que se casan

pensando que deben cumplir lo que socialmente está permitido, pero el tiempo

demuestra que no se puede huir de lo que realmente se es. Lorena vivía esto y

comenzó a pasarle la cuenta su verdadera identidad.

Happy hours, asados y una serie de reuniones sociales la integró a un

grupo bastante interesante, la mayoría mujeres con historias diversas y

hombres con muchos deseos de libertad. Al poseer una comunicación fluida, una

capacidad de ser sociable, le permitía una integración buena en el grupo, a

pesar de lo que ellos pudieran pensar. Salían habitualmente, lo que proporcionó

en algunos de estos personajes una cercanía especial, se formaron parejas,

algunos intentaron realizar proyectos juntos, amistades especiales y más que

una aventura romántica, de esas que duran una noche. En Lorena había algo

extraño, tenía en su mirada algo distinto, logró tener una relación mucho más

estrecha con una de las integrantes del grupo, su nombre era Isabel. La

amistad otorgó salidas con ambas familias, paseos, uno que otro traguito en

casas de ambas después del trabajo y proyectos que las unía. Isabel era una

mujer de carácter fuerte, que lo fue adquiriendo con el tiempo provocado por

las circunstancias de un matrimonio fracasado, estuvo casada con un hombre

violento, obsesivo, centrado sólo en sí mismo, lo que la llevó a cambiar su dulce

mirar por una mirada más dura, más distante y desconfiada. En su vida,

después de su separación, no habían pasado muchos hombres, sólo había vivido

dos relaciones algo más serias, pero puertas afuera, como decía ella, de esa

manera mantenía su tan rica independencia, o tal vez sólo estaba esperando a
ese amor que la hiciera abrir las puertas de su corazón y también las puertas

de su casa y de sus hijos.

Lorena, llegaba a casa de su amiga sin mirar nada, invadiendo cada

segundo de su privacidad, incomodando a su amiga, aún sabiendo que el pudor

era una característica de ella. Nunca le gustó que la vieran desnuda o

vistiéndose, su pudor era hasta el punto de que sus relaciones íntimas eran en

la oscuridad de una pieza, donde su cuerpo se vislumbraba sólo a través de una

silueta sexy, y que entre esa luz tenue, la música suave y el canal de triple x de

un motel la hacían ver aún más sensual y excitante para cualquiera. Lorena no

dejaba respirar un aire distinto al de Isabel, quería respirar su mismo aire,

sentir su mismo olor, para ella sólo debería existir un mundo el de ella y su

“amiga”. Esto ya no era una simple amistad, y, lamentablemente, la ingenuidad

de Isabel no la hacía pensar nada extraño, sobretodo, porque ella estaba

viviendo un romance con un compañero de trabajo que Lorena conocía muy

bien. Tanta era su obsesión, que manejaba cada movimiento de su amiga, y sabía

cuando ella necesitaba una palabra o un momento de compañía. Si su amiga

tenía la intención de compartir con alguien más y salía a comer o a tomar algo,

el teléfono no dejaba de sonar y las llamadas siempre decían “Lorena,

llamando” y eran una tras otra, hasta que Isabel terminaba diciendo:”Ya, paso

por ahí más tarde”. No entendía cómo no tenía vida, que sólo conversaba con

ella, trabajaba con ella, la veía sólo a ella ¿qué vida tenía si sólo estaba con

ella? ¿Qué pasaba con su matrimonio, con esos hijos? Sin embargo, a pesar de

esas dudas, sus pensamientos eran más sanos y no la hacían ver nada más.

Las mujeres, aún siendo para algunos el sexo débil, son demasiado

perceptivas y logran hilar situaciones impensadas, que hasta el mejor analista

de relaciones humanas se confundiría. Lorena se había obsesionado con su


amiga, más bien, se había enamorado de ella, su real identidad salió de una vez

por todas, no pudo ocultarlo más, ya había comenzado a sentir ciertas

emociones por mujeres. Durante ese tiempo le había manifestado a Isabel que

estaba viviendo ciertos sentimientos por la gerente de la empresa, y que se

arrancaba a verla de vez en cuando, ya que la sede de la empresa se encontraba

en otra región. Incluso Isabel le decía que se definiera y viviera lo que tenía

que vivir, sin pensar que la mujer que más deseo le provocaba y por quien

dejaría todo era la misma que la estaba aconsejando.

De repente tenemos la verdad frente a frente y no la vemos. Muchas

veces recibió flores, invitaciones a cafés, e incluso invitaciones a moteles,

porque según su amiga era un lugar perfecto para conversar tranquilas de todo

lo que les pudiera estar pasando. ¿No era evidente? Las compañeras de trabajo

ya se daban cuenta de esta situación e incluso le comentaban sobre el

comportamiento lésbico que estaba teniendo esta amiga. Y para evidenciar aún

más esto, Lorena ya había confidenciado a una amiga en común que estaba

confundida con su amiga, que sus sentimientos eran otros y que esa confusión

se hacía cada vez más profunda. Sin embargo, todo puede ser evidente, pero la

protagonista es la que se tiene que dar cuenta y a veces es de una manera

bastante cruda.

Una tarde de invierno, donde la lluvia caía tenuemente y una brisa

acariciaba la piel, una brisa que pronosticaba una lluvia más copiosa, Lorena

sabiendo que Isabel estaba muy deprimida por la relación con Eduardo, quien y

una vez más la insegurizaba con el miedo al compromiso y a no enfrentar una

vida juntos, la invitó a dar una vuelta, con el propósito de subirle el ánimo, sin

embargo, sus oscuras intenciones eran otras. El lugar era un río, una oscuridad

que apenas permitía ver con quién estabas y con un suave sonido de caídas de
agua. Se sentaron y comenzaron a conversar, una conversación entre sollozos,

estaba realmente triste Isabel, no dejaba de pensar que nunca encontraría a

quien amar como nunca ha amado. Y entre sus lágrimas y la oscuridad, vio una

sombra acercándose, Lorena se abalanzó sobre su amiga y la besó, un beso

directo y con seriedad, donde su lengua invadió lo más temeroso y sorpresivo

de su amiga. Isabel saltó, la alejó y perdió la noción de lo que estaba

ocurriendo. Lorena insistió, la deseaba y se lo dijo, quería estar con ella y

sentir su cuerpo, su humedad, pero no encontró respuesta expresiva, sólo un:

“vámonos”. La vuelta fue confusa, la mente de Isabel se perdió entre el miedo y

la pena ¿qué había ocurrido? ¿Qué habría dicho para que pasara ese hecho tan

confuso? Todo oscuro, todo extraño. No podía ni siquiera pensar, sólo quería

llegar a su casa y esconderse entre sus sábanas. El camino se hizo tan largo y

lúgubre, sin sentido alguno del tiempo y del espacio, no manejaba ningún

recuerdo de ese trayecto ¿habrá pasado algo más? ¿Surgió otro intento de

acercarse con esas insinuantes motivaciones? En cambio, con otras

expectativas y otras sensaciones estaba Lorena quien le dijo abiertamente,

“me gustaría ser tu amante, tenerte entre mis brazos y sentir los latidos de tu

corazón, besarte hasta entrar en tu alma”, y lo peor de todo es que trataría

de lograrlo a toda costa. Buscaría todas las formas de lograr su objetivo.

Isabel huyó, lejos por un tiempo, no podía creer lo que había ocurrido. Se

sintió sucia, extraña, no veía bien todo, sintiendo la presión de ella en cada

situación ¿cómo alejarse de ella? No podía, realmente no se podía. Compartían

los mismos amigos, frecuentaban los mismos lugares y, la verdad, no quería

volver a tocar el tema ni a mencionar lo ocurrido, era realmente tenebroso lo

que sentía. El hecho de no hablarlo y mantenerlo oculto, hizo relucir la

sicopatía en Lorena y logró envenenar toda la vida de Isabel, sabía que ella no
diría nada, sentía pena por su marido y sus hijos, ellos no se merecían un dolor

así. Ella calló todo.

La obsesión era tan grande que mató todas las relaciones de Isabel,

amigos, parejas, compañeros de trabajos, familia, etc. Si no la podía tener,

nadie más lo haría. A pesar de que ya Isabel formó su familia nueva y lejos del

lugar donde vivió todo un caos emocional, las puñaladas, las acciones de su peor

pesadilla la siguen atacando de vez en cuando, y esto terminará hasta que su

objeto de obsesión sea otro y no reconozca que cada ser humano tiene su

propia identidad y no se puede ocultar, por más que todos así lo deseen.
“QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA”

El amor ha tenido uno que otro análisis. Unos que creen en el amor

eterno y otros que no. Unos que establecen que las relaciones son para toda la

vida y otros que son sólo pasajeras en el tiempo. “Es tan corto el amor y es tan

largo el olvido”, Neruda escribió este verso que es parte del poema XX y para

muchos podría ser la frase de cualquier relación, aunque el amor dure años y el

olvido meses, la frase tiene relación con la intensidad y no con la cantidad.

Mónica vivió un amor distinto, lleno de obstáculos y de diversas

dificultades. Conoció a Daniel cuando recién comenzó a trabajar. La mandaron a

un lugar rural a trabajar, era un trabajo interesante para una enfermera

recién egresada y en una posta que comenzaba su trabajo. La comunidad la

empezaba a conocer poco a poco y fue en una visita al médico en la que conoció

a Daniel, quien pertenecía a una familia adinerada del sector. Era mayor que

ella, y un hombre con una reputación de mujeriego y bueno para el alcohol,

además, de una y otra cosita por ahí, se sabe que en pueblo chico, infierno

grande.

Le costó lograr que Mónica le diera la posibilidad de una cita o un

encuentro, a pesar de lo que ella también sentía. Siempre había sido muy

conservadora, y quería mantener su imagen intachable en el pueblo. Provenía de

una familia de campo, siete hermanos, un padre que era su adoración y una

madre de carácter fuerte, como toda mujer que debe mantener a una gran

familia con el dinero de su marido. Al poco tiempo de comenzar a trabajar, tuvo

que cambiar de domicilio su padre fue trasladado a otro pueblo cercano al de

su trabajo, como administrador de un gran fundo, su vida comenzaba a cambiar.


Mientras todo esto pasaba, Daniel seguía insistiendo en salir con ella.

Hasta que un día, al esperar locomoción para volver a su hogar, se detiene un

vehículo donde ella estaba y se ofreció para llevarla, era Daniel. En ese viaje,

pudieron por fin, después de tanto tiempo, conversar y declarar su amor.

Desde ese momento se inició una linda relación. El trabajo de Daniel estaba en

el pueblo donde vivía la familia de Mónica, quien no estaba muy de acuerdo con

la relación. Él no era sociable, o más bien, lo era cuando quería, y cada vez que

veía a Mónica lo hacía en una habitación, una especie de biblioteca, y se

quedaba un rato y se iba. ¿Qué tendría este hombre? Nunca salían juntos, el

romanticismo no era su fuerte, pero a su manera la amaba. Mónica creía en él,

aunque mucha gente le contaba cómo era él, lo que se sabía, sin embargo, el

amor es ciego y va siempre acompañado de la locura, como dice un antiguo

cuento de las virtudes y defectos.

Pasaba el tiempo y la relación seguía, sin ninguna variación. Todo era

rutina, promesas de una vida juntos, de una casa, de hijos, pero eran sólo eso…

promesas. Ella veía que su cuerpo ya no era el mismo, los años pasaron también

por él, su alma y sus sueños. Ya las arrugas no eran sólo físicas, también lo eran

emocionalmente, su corazón no estaba latiendo con la pasión de los veinte años.

Todo cambia y ella no era la excepción. La vida se encarga de demostrar que el

amor es sincero o no, para ella lo era, para él, tal vez.

Hubo durante el tiempo que sostuvieron la relación más que un

distanciamiento. Los tiempos que las parejas piden, son una manera fácil de

terminar la relación o lo hacen para vivir en ese período una que otra aventura,

un romance fugaz y se aprovechan de que la otra parte ama más de lo que

corresponde. Mientras ella esperaba como una Penélope a que volviera su gran

amor, vivía en soledad, sintiendo que si tenía alguna relación era infiel a este
hombre que disfrutaba de los momentos de soltero. Sin embargo, en unos de

esos distanciamientos, intentó ver a alguien, un compañero de trabajo, fue un

romance breve, pero que todos los que la conocían y querían esperaban que

fuera algo más, pero sólo quedó en eso, un romance fugaz.

Y se vuelve una y otra vez, esperando que haya un cambio concreto, algo

que haga notar que ese tiempo fue beneficioso para la relación. Sin embargo,

Mónica sólo se quedaba con esa esperanza rota, nunca era distinto, siempre lo

mismo.

Pasaron cerca de veinte años y aún estaban juntos. Ella proyectaba esto

y motivaba a Daniel a comprar artículos para el hogar y guardarlas en una casa.

Ella a pesar de su sueldo bajo, invirtió todo en la última esperanza de estar

juntos y casarse. Costó, pero fijaron la fecha, el matrimonio civil iba a ser el

lunes 5 de enero. Semanas de preparativos, la familia de ella apoyando en todo,

ya había logrado el sueño, vestidos, comidas y todo lo que está relacionado con

una ceremonia tan esperada. Estaba ilusionada, sentía que el tiempo valía la

pena. Volvían a ella sus veinte años, era como si hubiese pasado tan poco

tiempo. Era como si recién hubiesen comenzado. Era para ella la felicidad

absoluta y su sueño cumplido.

¿Podía ser todo tan perfecto considerando que la perfección no existe?

Pareciera que no.

Daniel, como siempre cuando jugaba su equipo favorito de fútbol, iba al

único pueblo donde se transmitía. Fue ese sábado 3 de enero, dos días antes de

su matrimonio, vio el partido con unos amigos, tomó más de la cuenta y cuando

era hora de partir, no estaba en el mejor de los estados. Tenía otro gran

defecto, le gustaba la velocidad. Tomó su auto y manejó con exceso, muy

rápido, sin una buena visibilidad, su vehículo se desestabilizó y por la velocidad


se volcó e impactó un árbol. Todo en un segundo. Su muerte fue instantánea,

algunos dicen que es mejor así, pero nunca la muerte puede ser mejor o peor,

es la muerte al fin y al cabo. Todo en un segundo. Murió el amor, la esperanza,

la proyección, el deseo de volver a amar. Murió parte de la vida de Mónica.

Murió esa mujer que soñó ser algún día feliz. Enterró su ser mujer.

¿Valió la pena la espera? ¿Era el hombre de su vida? ¿Habrían sido

felices? ¿El destino se confabuló con Mónica para que encontrara la felicidad

en otra persona? No se sabe si hay respuestas a estas interrogantes. Mónica

sigue sola hasta ahora. Esos años sólo ella sabe si fueron perdidos o tuvieron un

sello en su vida. Lo perdió todo, su vida, su amor. La familia de él la dejó sin

nada sólo con el recuerdo de los veinte años que duró su relación, con los veinte

años de esperar encontrar el verdadero amor, con la mujer apasionada de

aquellos veinte años.


“UN JUEGO PELIGROSO”

La pasión no tiene límites, es un sentimiento desenfrenado que lleva a

todos más de una vez a un peligro inminente. Aunque pareciera que nadie sabe

lo que ocurre, sólo los protagonistas están cegados, el resto del mundo lo grita

de una u otra manera para ver si la verdad sale a flote ¿cuál es el motivo de

que se sepa la verdad? Muchas razones: justicia, solidaridad o simplemente

meterse en la vida del otro, característica típica de nuestra cultura popular.

Es este tipo de pasión la que envolvió a Carlos. Era un hombre joven no

pasaba los treinta años, provenía de una familia muy unida y de gran esfuerzo.

Comenzó a trabajar desde muy joven. Su apariencia era apreciada por todas las

mujeres, un hombre apuesto, guapo, muy gentil, características que son muy

apetecidas por las mujeres. Coqueteaba y todas se rendían ante su hermosa

sonrisa. Siempre fue así y pareciera que esto no cambiaría con el paso del

tiempo.

Decidió irse fuera de su ciudad para buscar nuevos horizontes. Sabía que

podía encontrar algo mejor, estaba muy seguro de sus cualidades, podría

conquistar un muy buen trabajo. De esta manera llegó a trabajar a un pub,

donde comenzó a ser mozo y fue adquiriendo el respeto y la confianza de la

dueña y de sus pares.

Un cartel puesto en el local solicitando personal hizo que el destino

cambiara para muchos en este lugar. Llegó Conny, una muchacha tímida, con una

belleza tan transparente y exquisita, no sabía que era dueña de esas

cualidades, junto con una amabilidad y un excelente compañerismo. Su familia

la había educado de una manera más bien conservadora y eso la hacía ser aún
más dama. Junto con la llegada de ella, vinieron más jóvenes, los cargos eran

mozos, cajeras y cocineras. Con sólo un aviso se llenaron los cupos, por lo que el

ambiente de trabajo era ameno, llegaron todos juntos a iniciar este proyecto

que era muy importante para todos, el primer peldaño para encontrar otras

perspectivas de un mejor pasar.

Carlos se sentía atraído por Conny. Ella era muy tímida, por lo que sus

actitudes de galán no eran tan asertivas. Estaba frente a una mujer pura en

todo el sentido de la palabra, nunca había estado con ningún hombre y eso para

él era un desafío aún mayor; sin embargo, dentro de ese gran deseo que le

provocaba sentir la piel de ella, besarla para que nunca olvidara su nombre y

ser el primero en todo lo que respecta al amor que ella sintiera el resto de su

vida, la amaba de verdad, la amaba con una extraña sensación que mezclaba la

ternura, la dulzura y la belleza que irradiaba esta joven mujer que lo hacía

desvelarse por las noches. Las mismas noches en las que Conny soñaba ser

importante para Carlos y no una más de todas sus conquistas. A pesar de no

haber estado íntimamente con ningún hombre, ella se imaginaba cómo sería

hacer el amor con él, sentir su cuerpo junto al de ella ¿cómo será estar con un

hombre y más aún el hombre que de verdad amas? Lo pensaba todas las noches.

Ninguno de los dos sabía que en sus sueños ya habían sentido los más exquisitos

orgasmos.

Las compras del local siempre las realizaba Carlos, ya había pasado a ser

el administrador del El Planeta, nombre del pub donde trabajaba. Las debía

hacer siempre en compañía de algún compañero o compañera, por supuesto la

elegida era Conny. Cada salida hacía que ambos se relacionaran más, hasta

lograr una estabilidad emocional juntos, ellos ya eran pareja y su amor lo

demostraban en todas partes, como se dice una pareja perfecta, se veían muy
bien juntos y proyectaban demasiada ternura; incluso habían logrado ser

dueños del Planeta y sus compañeros de trabajo siguieron junto a ellos, sin

embargo, necesitaban una garzona más y Conny se acordó de la polola de su

hermano, tenía todo lo que se necesitaba para un empleo como ése, además, así

la podía ayudar, la invitó a vivir a la casa de ellos, así su hermano también

podría visitarla más seguido. Carmen ya llevaba dos años junto a Luis, hermano

de Conny, y la familia de él la quería mucho, tenía una imagen de niña buena, que

nunca dudarían de lo que pudiera hacer.

Al Planeta le iba muy bien, cada vez mejor, eso fue afianzando la

situación económica de los jóvenes enamorados. Pero no todo era miel al

parecer, por lo menos para Conny. Carlos no pudo dejar de ser lo que era… un

hombre dueño de una excitante presencia, y la usó para desencadenar la más

cruel de las historias. Comenzaron con miradas, luego algunas salidas, todo les

favorecía Carmen era la mejor amiga de su mujer y parte de su familia, todo

estaba ahí para llegar y lanzarse a una aventura sin mirar el abismo que pudiera

haber al otro lado. Sus salidas eran a lugares solos, donde pudieran dejar fluir

sus escondidas pasiones. No hubo motel que no fuera testigo de esta fuerte

atracción, él no sabía si llamarlo amor o no, además ¿cómo se puede amar a dos

personas al mismo tiempo? Parece que él lo hacía. Era demasiado fuerte la

atracción sexual de Carmen y no podía dejarla y ella tampoco hacía nada por

evitarlo, tenía razones justificadas: amistad y fidelidad. Ya era conocido este

engaño, todo el pueblo lo sabía, todos los que trabajaban ahí conocían hasta los

más escabrosos detalles de toda esta situación, pero como siempre la

protagonista era la única que estaba lejos de lo que ocurría. Nadie se atrevía a

decir nada, confiaba demasiado en el amor que le entregaba él, tenían una vida

rica en todos los aspectos, incluso en el sexual, era cada vez una nueva
aventura ¿cómo? ¿Qué hace a un hombre con todo lo feliz que es con su pareja

buscar otra aventura paralela? No hay respuesta, o tal vez la hay, sólo

calentura, necesitaba satisfacer aún más ese plano, a costa de perder su propia

familia ¿podría mantener esto por mucho tiempo?.

Al pasar un año y medio de relación paralela, Carlos recibe una gran

noticia, su mujer, su esposa está embarazada, va a tener un hijo y está feliz,

con algo de miedo, su mujer debe mantenerse en cama para lograr que el bebé

se mantenga a salvo. Era un embarazo de alto riesgo. Este hecho debía servir

para dejar la vida que llevaba con Carmen, era el mejor momento. Sin embargo,

no podía dejarla, era más fuerte que todo y el hecho que su mujer estuviera

fuera del lugar de trabajo, sirvió para que Carmen se apropiara de ese rol en

el Planeta. Su discurso era confuso: amo a las dos y quiero estar con ambas. Sí,

podría ser, pero su esposa estaba esperando un hijo de él y a ella le había

prometido fidelidad absoluta, era a ella a quien debía respetar. Pero está claro

que no estaba dentro de sus pensamientos dicha apreciación.

El tiempo que su mujer estaba en la casa, le permitió arreglarla, y tratar

de mantenerla bien, para cuando llegaran su esposo y su cuñada. Nunca había

querido entrar al dormitorio de ella, por respeto a la privacidad, pero algo

sintió al ver la puerta entre abierta, fue como una fuerza interna que la llevaba

a la verdad pura. Ordenando la pieza encontró cartas bajo la almohada,

declaraciones de amor incondicional, de un hombre que la deseaba tanto y que

esperaba con ansias cada encuentro, pensaba que la firma sería “Con amor

Luis”, pero no fue así el nombre que encontró al final de cada carta era Carlos.

Sólo pudo mantenerse en pie por unos segundos, luego se desvaneció en la

oscuridad más lúgubre, un frío la invadió y no pudo contenerse, rompió todo, no

quería saber nada, ni de ese hombre a quien amaba tanto ni de su mejor amiga y
parte de su familia. Ya no era ella, el dolor la cambió, llamó a una amiga y se

desahogó con ella, luego tomó su maleta y se fue, lejos de todo el mundo que le

mostraba con cada gesto que sabían lo que estaba viviendo.

Carlos se desmoronó, pedía verla, pedía perdón, pedía otra oportunidad,

pero sólo encontró silencio, que es más doloroso que cualquier palabra o golpe.

Lloraba y no podía hacer nada, había perdido a su mujer y a su hijo ¿qué más le

quedaba? Reconocer que un hombre es aquel que ama a una y la mantiene

contenta y no ser un hombre que cree poder ir contra el mundo y dejar en la

soledad e infelicidad a las personas que más ama. Una cruel pasión mató su

única posibilidad de amar para siempre.


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