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Los amantes de Teruel es una de las historias más bonitas y tristes de amor.
Por ello, su leyenda ha ido creciendo a lo largo del tiempo, siendo cada vez
más las personas que se interesan por conocerla.
Ella, hija única de una de las familias más adineradas de Teruel, los Segura. Él,
el segundo de los Marcilla que, aunque también era una familia noble, según lo
estipulado por la época de entonces, ser el segundo de los hermanos, no te
permitía heredar más allá de un caballo, por lo que Diego no iba a tener fortuna
que poderle ofrecer a Isabel.
Los amantes de Teruel
Durante el transcurso de esos cinco años, Isabel tuvo que lidiar con posibles
pretendientes que le presentaba su familia y, poner excusas que le permitieran
seguir cumpliendo su parte del trato mientras contaba cada día que pasaba.
Por su parte, Diego, estuvo en diferentes batallas que le permitieron conseguir
lo que había ido buscando: fortuna.
Una vez que Isabel creyó que Diego había muerto en la guerra y aceptar la
petición de casarse con otro, su padre organizó rápidamente la boda. Toda la
Villa estaba de festejos por las bodas de la hija de los Segura justo el mismo
día que vencía los cinco años que se le habían prometido a Diego.
Funerales
Por tal hecho, se celebraron juntos sus funerales y se dispuso a que fueran
enterrados juntos cogidos de la mano.
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El joven dijo a la doncella que, como su padre tan sólo le despreciaba por la
falta de dinero, que si ella lo quería esperar cinco años él iría a trabajar por mar
y por tierra, donde poder ganar dinero. Ella se lo prometió.
Peleando contra los moros, ganó pasados cinco años cien mil sueldos, por mar
y por tierra.
La doncella en este tiempo fue muy importunada por el padre para que tomase
marido. Su respuesta era que había votado virginidad hasta que tuviese veinte
años, diciendo que las mujeres no debían casar hasta que pudiesen y supiesen
regir su casa. El padre como la amaba la quiso complacer.
Pasados los cinco años el padre le dijo: Hija, mi deseo es que tomes compañía.
Ella, viendo que el plazo de los cinco años había pasado y no sabía nada del
enamorado, dijo que lo haría. En seguida el padre la desposó y al poco tiempo
se realizaron las bodas; y el otro llegó.
Entonces el cayó muerto. Ella, que lo veía como si fuera de día por la gran luz
de la habitación, se puso a temblar y despertó al marido diciendo que roncaba
tanto que le hacía sentir miedo, que le contase alguna cosa. Y él contó una
burla. Ella dijo que quería contar otra. Y le contó lo ocurrido y de cómo con un
suspiro Juan había muerto.
Dijo el marido: Oh! Malvada, y ¿Por qué no lo has besado? Repuso ella: por no
faltar a mi marido. Ciertamente, dijo él, eres digna de alabanzas.
El, todo alterado, se levantó y no sabía qué hacer. Decía: Si las gentes saben
que aquí ha muerto, dirán que yo lo he matado y seré puesto en gran apuro.
Los actos que aquí se hicieron fueron muchos, aquí se ha puesto tan breve
como veis.
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