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Secretaría Académica
Dirección de Articulación, Ingreso y Permanencia
Año 2014
Adriana Falchini
Cadina Palachi
(coordinadoras)
ISBN en trámite
Introducción
Adriana Falchini*
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 1
Pensar la lectura y la escritura / Introducción
tíficos, estudiantes, entre otros. Cada texto articula, continúa, discute, responde a otros
textos. En realidad, a otros razonamientos y a otras voces.
En ese sentido, un texto es una posibilidad de razonar sobre los objetos y proble-
mas de una disciplina en un diálogo en varias direcciones y con diversos interlocutores.
Diálogo ente los autores y los lectores y, también, entre las voces convocadas en él.
Al decir de Bruner1 los textos son colecciones de mundos posibles y suscribimos a su
idea de que es necesario comprender cómo los seres humanos construyen esos mun-
dos más que detenerse en el producto de esos procesos.
En segundo lugar, proponemos observar los textos propios y ajenos como un diá-
logo planificado por los autores en un contexto determinado, con una determinada
intencionalidad y con propósitos comunicativos. Entender los textos como aconteci-
mientos es entender la lectura y la escritura como actividades de lenguaje. Es com-
prender, también, que los textos son mediadores de la acción y se producen en una
formación social determinada (contexto) de acuerdo con modelos existentes o géne-
ros de textos elaborados históricamente.
Desde esa perspectiva, proponemos una reflexión de la relación actividad humana–
actividad de lenguaje. La apropiación del conocimiento en cualquiera de las áreas dis-
ciplinares supone apropiarse del discurso en que se expresa cada una. Esas formas
de expresión, diversas y complejas, han ido tejiéndose a lo largo de la historia y están
impregnadas de diferentes visiones. Así se van instituyendo “unas formas de decir”
que tienen estricta relación con la actividad que las genera. Esas formas específicas
de construir textos y párrafos tienen que ver con una forma de pensar y de razonar.
Las personas que participan de la actividad científica o académica van aprendiendo
al mismo tiempo a investigar, a estudiar y a comunicar el razonamiento producido. Ese
aprendizaje es colectivo y cooperativo, es decir, se aprende “razonando” con los pro-
fesores, los investigadores, los compañeros de estudio, los autores de los textos que
se escuchan o se leen.
En ese ambiente de pensamiento y de conversación orientada hacia temas espe-
cíficos se va conformando un tipo de lengua que podríamos definir como técnica y un
tipo de organización textual que subyace en todos los tipos de textos provenientes de
las actividades de investigar, estudiar, enseñar y aprender. La historia de las ideas es
también una historia discursiva. Tal como lo grafica Sanmartí:
Cuando Lavoisier se imaginó una manera nueva de ver los fenómenos químicos, diferente de la
que planteaban los seguidores de la teoría del flogisto, sintió la necesidad de escribir un libro de
texto nuevo, el Tratado Elemental de Química, y de inventar palabras nuevas para designar los ele-
mentos y los compuestos químicos, maneras nuevas de organizar los capítulos (por ejemplo, en
la introducción justifica por qué no empieza por los capítulos que tradicionalmente todos los libros
de química situaban en la primera parte), maneras nuevas de definir conceptos ya utilizados (por
ejemplo, precisa qué entiende por cuerpos simples, por elementos, etc.).
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Pensar la lectura y la escritura / Introducción
Si examinamos las ideas de Lavoisier en relación a los conocimientos que se tenían en el momento
histórico en que se escribió el Tratado, en muchos aspectos no resultan tan revolucionarios como
se había dicho. Por ejemplo, Lavoisier no era atomista, consideraba el calor como fluido y la impor-
tancia de la medida de la masa ya la habían defendido otros antes que él. Pero fue capaz de orga-
nizar las ideas nuevas y expresarlas en un escrito, de manera que, más que de la química antes y
después de Lavoisier, habría que hablar de los libros de química antes y después de Lavoisier.2
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Pensar la lectura y la escritura / Introducción
La estructura del libro da cuenta de esa “construcción colectiva” que se fue dando
a través de conversaciones, de discusiones, de lecturas compartidas, de revisiones y
reescritura de textos. Los lectores van a encontrarse con tres recorridos:
• Primera parte: Pensar la lectura y la escritura. Temas y problemas
• Segunda parte: Perspectivas disciplinares
• Tercera parte: Leer como escritores y escribir como lectores. Actividades sugeridas
La primera parte está escrita por profesoras de letras y, desde ese marco disciplinar,
Adriana Falchini y Cadina Palachi presentan una conceptualización acerca de la lectura
y la escritura y, también, una metodología de trabajo emergente de ella. Lógicamente,
realizan un recorte de temas y problemas teniendo en cuenta el tiempo previsto para
los encuentros entre los tutores y los estudiantes.
La segunda parte retoma algunos de los tópicos presentados pero se plantean
como derivaciones propias de otras disciplinas. El artículo de Analía Gerbaudo mues-
tra un modo de razonar y discutir en torno a categorías propias de la literatura y del len-
guaje; Anabella Cislaghi expone una serie de consideraciones propias de las discipli-
nas proyectuales y Teresita Prat introduce nociones que permiten atender a la relación
entre el lenguaje y el derecho.
La tercera parte incorpora la voz de los tutores que participaron de un espacio de
formación organizado durante el año 2011. En ese curso se intercambiaron experien-
cias, textos y, también, escribimos. Parte de esa producción constituye el apartado
Leer como escritores y escribir como lectores. Actividades sugeridas. Las líneas de tra-
bajo que allí se comparten pueden orientar el trabajo de estudio de los estudiantes
ingresantes y pueden servir de apoyo a la tarea de otros tutores.
Cada autor tuvo que confrontar las representaciones personales con las represen-
taciones de los demás (los otros autores, los destinatarios, los responsables institucio-
nales del ingreso); como sucede siempre en la escritura, no se trata de exclusivamente
del espacio mental del autor sino que exige la creación de un espacio mental común o
colectivo. Y así, todos nos vimos enfrentados con la operatoria constitutiva de la escri-
tura: la contextualización. La escritura fue vista y experimentada como una actividad
que permite decir el mundo actuando en él (parafraseando a Bronckart).6
Escribir, entonces, no es sólo compilar o transcribir, cortar y pegar sino que se trata
de presentar un razonamiento a los lectores y producir explicaciones sobre temas que
se estiman pertinentes. No se trata de transmitir información sino de construir un diá-
logo productivo que opere en función de una intencionalidad: contribuir a una transfor-
mación del conocimiento del lector. La intencionalidad de los autores, en este caso, es
posibilitar una reflexión organizada sobre los modos de leer y de escribir en la actividad
de estudio y de investigación.
La escritura es vista, como ya hemos dicho, como una actividad humana y una acti-
vidad de lenguaje. Desde esa perspectiva, el texto pone en juego unidades lingüísticas
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No hay sujeto de saber y no hay saber más que dentro de una relación con el mundo —que resulta
ser, al mismo tiempo y por lo mismo, una relación con el saber—. Esta relación con el mundo es
también relación consigo mismo y relación con los otros. Implica una forma de actividad y, agrega-
ría, una relación con el lenguaje.7
Notas
* Responsable del Curso de Articulación Disci- 3. Parafraseando a Harris que dice textualmente
plinar “Lectura y escritura de textos académicos” “Comprender aquello que la escritura hace posi-
(Facultad de Humanidades y Ciencias, UNL). ble no es en absoluto lo mismo que comprender
1. Psicólogo y pedagogo estadounidense que es- aquello que la hace posible” en (1995/1999): Sig-
tudió las relaciones entre mente, lenguaje y so- nos de escritura. Madrid: Gedisa, p. 24.
ciedad. Las referencias aluden a Bruner, J. (1986/ 4. Expresión retomada de Noé Jitrik (2000): Los
2004): Realidad mental y mundos posibles. Los grados de la escritura. Buenos Aires: Manantial.
actos de la imaginación que dan sentido a la ex- 5. Mahler, P. (1998): Cuando el lenguaje habla del
periencia. Barcelona: Gedisa. lenguaje. Buenos Aires: Cántaro, p. 71.
2. Sanmartí, N. (1996): “Para aprender ciencias 6. Jean Paul Bronckart (Facultad de Psicología y
hace falta aprender a hablar sobre las experien- Ciencias de la Educación, Ginebra, Suiza) es el
cias y las ideas”. En Textos de la Didáctica de la referente de una corriente teórica denominada in-
Lengua y la Literatura, N° 8, Año III. Barcelona: teraccionismo sociodiscursivo.
GRAO, pp. 28–29. 7. Charlot, B. (2006/2007): La relación con el sa-
ber. Elementos para una teoría. Buenos Aires: Li-
bros del Zorzal, p. 103.
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Universidad Nacional del Litoral
Secretaría Académica
Dirección de Articulación, Ingreso y Permanencia
Año 2014
Adriana Falchini
Cadina Palachi
(coordinadoras)
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Unidad 1. Los textos como acciones de lenguaje
Adriana Falchini
1. El contexto sociosubjetivo
El objetivo de este apartado es construir una primera perspectiva de observación para
considerar los textos propios y ajenos. Una perspectiva que permita comprender que
la actividad humana es una actividad de lenguaje, que se organiza en discursos y pro-
duce textos que mediatizan las actividades sociales.
En primer lugar, atenderemos a que cada texto es una acción de lenguaje. Por lo
tanto no hay texto sin contexto de producción. Hay muchísimos factores que influyen
en la organización de un texto, destacaremos aquellos que influyen en mayor medida
en la toma de decisiones que un autor realiza al planificar, escribir y revisar un texto. Se
trata de factores simultáneos que son de carácter físico, social y subjetivo.
El contexto físico o situacional refiere a la situación espacio–temporal: lugar de pro-
ducción, de publicación, de circulación del texto producido; la época y la fecha; el
autor que produce el texto y el lector que lo percibe concretamente.
El contexto sociosubjetivo implica atender a cuatro cuestiones principales:
• el lugar social (formación social, institución, modo de interacción),
• la posición social del productor (que le confiere el estatuto de enunciador),
• la posición social del receptor, y
• la finalidad de la interacción (¿cuál es, desde el punto de vista del enunciador el
efecto —o los efectos— que el texto es capaz de producir en el destinatario?).
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Antes de empezar la lectura, espera usted, con derecho, que se le conteste a preguntas muy sen-
cillas: ¿con qué propósito ha sido escrito este libro?; ¿quién es el lector imaginario para el cual se
escribió?
Es difícil empezar contestando a estas preguntas de modo claro y convincente. Esto sería mucho
más fácil, aunque superfluo, al final del libro. Nos resulta más sencillo decir lo que este libro no
pretende ser. No hemos escrito un texto de física. Aquí no se encontrará un curso elemental de
hechos y teorías físicas. Nuestra intención fue, más bien, describir a grandes rasgos las tentativas
de la mente humana para encontrar una conexión entre el mundo de las ideas y el mundo de los
fenómenos. (2004:5)
Mientras escribíamos este libro hemos tenido largas discusiones sobre las características de nues-
tro lector ideal y nos hemos preocupado bastante de él. Lo imaginábamos falto de todo conoci-
miento concreto de física y matemáticas, pero lleno de un gran número de virtudes. Lo encontrába-
mos interesado en las ideas físicas y filosóficas y nos veíamos forzados a admirar la paciencia con
que lucharía para entender los pasajes de menor interés y de mayor dificultad. Se daría cuenta de
que para comprender cualquier página tendría que haber leído cuidadosamente todas las anterio-
res. Sabría que un libro científico, aunque popular, no debe leerse como una novela. (Ibídem)
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 1. Los textos como acciones de lenguaje
Los autores y los lectores se construyen en el texto como sujetos discursivos que
empiezan a dialogar en la virtualidad del texto. El autor planifica una forma en el escrito
que intenta ser una guía para la producción de significado y que le debe permitir al lec-
tor “escribir” su propio texto. El texto se actualiza en la operación de la lectura y, tam-
bién, se re contextualiza en una nueva situación comunicativa.
Este diálogo se organiza de una forma determinada, en el ejemplo citado se dice
que un libro científico no debe leerse como una novela. La actividad de pensar, investi-
gar, estudiar genera un modo de escribir particular: una escritura de ideas y conceptos
que adopta distintos estilos según las disciplinas y según la interacción comunicativa
(congresos, clase, exposiciones orales, libros, revistas científicas, periódicos, suple-
mentos de divulgación científica, entre muchos otros casos). Por lo tanto, la posibilidad
de entrar en el “pacto de lectura” propuesto por Einstein e Infeld tiene que ver, también,
con la experiencia que el lector tenga de este tipo de textos.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 1. Los textos como acciones de lenguaje
y comunidades. La manera en que resuelve este problema cada escritor tendrá que ver
con su conocimiento y experiencia social, es decir ¿cuántos textos ha leído?, ¿cómo los
ha leído?, ¿qué tipos de textos ha frecuentado? y, también, cuántos ha escrito y cómo lo
ha hecho. Y, como hemos referido en la introducción, también dependerá de cuánto ha
podido reflexionar y sistematizar acerca de lo que ha escrito y leído.
Por esa razón, insistiremos en todo el libro acerca de la necesidad de construir hábi-
tos de lector curioso, interesado y autónomo. Los estudiantes (vs. alumnos) no leen
sólo los materiales textuales que indican los profesores sino que participan de otras
experiencias sociales de lectura y, a veces, de escritura. Por ejemplo, tienen seleccio-
nados en su computadora (en favoritos o carpetas) sitios, revistas electrónicas, foros,
links (o vínculos) o están suscriptos a periódicos, instituciones, centros de investiga-
ción, de archivos de los que reciben noticias e informaciones. De ese modo, se parti-
cipa de una manera más activa en la “conversación disciplinar” que está distribuida en
una gran variedad de textos y de publicaciones.
En esta experiencia de lector se forma un saber práctico y experiencial que influye
favorablemente en la actividad de estudio más formalizada. En el artículo escrito por
Anabella Cislaghi se puede encontrar, a modo de ejemplo, recorridos posibles para
dinamizar el saber acerca de las disciplinas proyectuales. Tomando esta referencia,
cada estudiante —en el marco de la disciplina que ha elegido— puede indagar en la
web y empezar a construir su “biblioteca virtual”.
En este proceso se adquieren conocimientos indispensables en la actividad de la
lectura y la escritura. Estos conocimientos se activan, justamente, para organizar la
comunicación entre autores y lectores. Y, resultan imprescindibles para poder empezar
a escribir un texto “en contexto”. El comienzo de un texto —dice Noé Jitrik— implica un
deseo de organización de un conjunto de informaciones muy diversas y desordenadas.
Ese desorden empieza a tomar alguna forma en lo que podemos llamar un esfuerzo de
contextualización. Este autor explica el proceso de la siguiente manera:
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Los trabajos aquí recogidos circulan desde hace un tiempo; algunos muy pocos, ya fueron publi-
cados, los otros fueron dados a conocer en circunstancias muy gratas, a personas realmente inte-
resadas en una indagación semejante. Creo reconocer, aquí y allá, algunas ideas ya formuladas en
esos textos, lo que de ninguna manea afecta la coherencia de este conjunto […] Todos los traba-
jos reunidos aquí son sobre escritura; en otros lugares los he prolongado en relación con la “escri-
tura poética” […] En ese amplio conjunto, que está en este libro y más allá de él, entiendo que for-
man parte del mismo gesto teórico aunque poseen una dimensión analítica que está ausente en
los otros. En el conjunto, pretendo poner sobre la mesa un tema que, como decía el filósofo, por
conocido nos es desconocido y cuyo conocimiento puede ser, contra todo pragmatismo de la
imposibilidad, intentado. (2000:11–12)
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sociodiscursivo. Este marco resulta pertinente para pensar la escritura no sólo como un
trabajo lingüístico e integrar, así, dimensiones psicológicas y sociológicas.
Los autores toman distintas decisiones teniendo en cuenta el contexto sociosubje-
tivo y el contenido temático, entre otras variables. Además, actualmente existen muchos
casos de mixtura y reelaboración de géneros. Se puede realizar una tipificación de
características de algunos géneros más estables pero sin la pretensión de establecer
una normativa rígida que se aleje de la realidad dinámica de los escritos en sus distin-
tos contextos de producción. Esta cuestión es retomada por Analía Gerbaudo, quien
advierte sobre los riesgos de las clasificaciones esquemáticas.
Los géneros de textos que organizan y comunican el estudio de las disciplinas son
muchos y diversos. En primer lugar, plantearemos algunas cuestiones que tienen en
común y, en segundo lugar, realizaremos algunas especificaciones.
Volveremos a la observación realizada por Einstein e Infeld: “un libro científico, aun-
que popular, no debe leerse como una novela”. Esta distinción resulta fundamental
para comprender la materialidad de los textos provenientes del discurso teórico que
sustenta cada disciplina. Como ya hemos hecho referencia en la introducción, un texto
producido por un investigador, un profesor, un estudiante es visto como una posibi-
lidad de razonar acerca de los objetos y problemas de un campo del conocimiento.
Esta cuestión es común pero se diferencian en la intencionalidad, en grados de origi-
nalidad, en los destinatarios y, lógicamente, en la forma de la exposición.
Los textos que se generan en los ámbitos de investigación, por ejemplo el de Jitrik;
en los ámbitos de enseñanza, por ejemplo el de Analía Gerbaudo o el de Cadina Pala-
chi; en las aulas (textos producidos por los estudiantes y profesores); en revistas o
periódicos especializados, como revistas Conciencia y Todavía o el periódico El Para-
ninfo; en la divulgación periodística de temas científicos, como revista Ñ de Clarín o
suplemento Futuro del Página/12; en congresos, paneles, simposios como conferen-
cias, ponencias, abstract, charlas, debates, tienen algunas cuestiones comunes.
Todos ellos contextualizan y recontextualizan discursos teóricos y disciplinares. En
ese proceso de escribir y reescribir se inscriben en lo que Bronckart denomina el orden
del exponer. Este autor distingue dos tipos de actividades verbales (tipos de discurso)
de los seres humanos: el orden del exponer y el orden del contar. Estas actividades
promueven formas de organización lingüística a partir de las cuales se componen los
géneros textuales y asumen, según los contextos, múltiples variantes. Estos dos tipos
de discurso organizan el pensamiento y la experiencia humana de maneras muy distin-
tas. El lenguaje es la forma más poderosa para organizar la experiencia y, en términos
de Bruner, para constituir “realidades”. Una modalidad de pensamiento es, también,
una manea de construir “mundos posibles”.
El orden del contar nos resulta más familiar porque desde pequeños estamos fami-
liarizados con producir y escuchar relatos y, además, porque en la vida cotidiana ape-
lamos, muchas veces, a la narrativización con el sentido de contar o, también, como
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autores y lectores comparten el mismo ámbito de trabajo del mismo modo que los
marcos referenciales de las disciplinas.
La intencionalidad de los autores es no sólo presentar resultados de sus investigacio-
nes sino el razonamiento que le ha permitido llegar a ellos. Algunos ejemplos de géne-
ros utilizados: ponencias, ensayos académicos, tesis, artículos científicos, entre otros.
• La divulgación científica es una actividad importante que se realiza de diferen-
tes formas: libros, revistas especializadas o periodismo científico. Los autores pueden
ser investigadores, profesores o periodistas especializados. El público lector se amplía
respecto de los anteriores y no necesariamente comparten el ámbito de trabajo y el
mismo conocimiento respecto de los temas disciplinares.
El estilo genérico varía según el contexto pero, en general, se adopta la estructura
de un artículo expositivo y/o argumentativo menos estructurado que el artículo cientí-
fico (que tiene en cuenta la metodología de investigación propia del campo). Podemos
distinguir diveros tipos de divulgación según los destinatarios: otros investigadores,
público interesado en el tema, lectores con escaso conocimiento acerca de los temas
que se tratan. En cada caso, varían las formas y los lugares de publicación. Ver las dife-
rencias de la actividad de divulgación en la revista Conciencia, en el periódico El Para-
ninfo, suplemento Futuro 12, en la revista Todavía y en el libro de Einstein y Infeld.
• La enseñanza de la disciplina también supone producción de materiales: revistas
especializadas, libros, producción de materiales pedagógicos, artículos periodísticos.
También es una forma de divulgación y adquiere distintas formas según los destinata-
rios: profesores o estudiantes. Ver, a modo de ejemplo, las distintas modalidades de
explicación que los autores de este libro han construido.
• La actividad del aula se organiza a través de diferentes géneros de textos: infor-
mes, ensayos, trabajos monográficos, reseñas, tesis, artículos. Los autores y lectores
comparten los objetos de estudio pero se diferencian en la experiencia de lectura y en
el conocimiento acerca de los mismos. La observación de los textos propios y los de
los compañeros va a resultar fundamental para pensar temas y problemas de los escri-
tos producidos en las aulas.
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Esta palabra, epistéme, significa literalmente: ciencia, arte, saber, habilidad, conocimiento cientí-
fico y se opone, como te dije antes, al concepto dóxa, que describe el saber popular y se traduce
generalmente como “opinión”. Si bien todos los filósofos reflexionan sobre este tema, es Platón el
que más se concentra en él, en la República, libro IV. Epistéme es equiparable, en general, a sofía,
que quiere decir saber o sabiduría.
Bien, por su parte, Foucault usa el término epistéme en su Arqueología de las ciencias humanas,
que describe las transformaciones en la configuración del saber desde la época clásica hasta la
moderna. El concepto de epistéme se refiere al haz de relaciones a través del cual las prácticas
discursivas alcanzan una unidad como “figuras, ciencias y, posiblemente, sistemas epistemológi-
cos formalizados”. (2010:43)
Vamos a hacer algunas observaciones acerca del adjetivo científico. En apariencia, que hace refe-
rencia a la actividad de desarrollo de la ciencia. Sin embargo, nosotros observamos que no todas
las producciones de textos que circulan entre los especialistas forman parte del quehacer de una
ciencia, según se tome una u otra concepción respecto de la ciencia ¿Qué es lo que hace que
algo sea científico o no? Ésta es una pregunta que no podemos responder en este lugar, pero sí
sabemos de los grandes debates sobre el tema. ¿Podemos decir que la Teoría Literaria es una
ciencia? Entendemos que no todos estarían de acuerdo en responder afirmativamente. Del mismo
modo ¿qué sucede con los textos donde se expone reflexión filosófica? […]
Entendimos que el adjetivo científico nos generaba un problema de conceptualización, ya que
podría dejar afuera, según la concepción de ciencia que se adopte, a muchos textos que circu-
lan entre expertos de disciplinas que podrían no ser considerados ciencias. Preocupados por esta
cuestión, nos pusimos en la tarea de “inventar” un nuevo término que sirviera de paraguas a los
textos con estas características. (Ibídem)
Quienes comparten una misma disciplina —es decir, están relacionados por la especificidad de
una disciplina como la química, las ciencias sociales, la física, la teoría literaria, etc.— conforman
una comunidad discursiva y producen sus propios géneros discursivos, en el sentido de Bajtín. Si
bien estas comunidades tienen sus peculiaridades que las diferencian —es fácil observar que los
químicos tienen una manera de escribir sus textos diferente de como lo hacen los historiadores o
los juristas— es posible encontrar una propiedad común a todas sus producciones textuales de
identidad disciplinar. Textos producidos ya sea por un físico, o un cientista social, o un teórico de la
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El punto de vista original que caracteriza la indagación foucaultiana, su mirada poco habitual en el
mundo del pensamiento es, sin embargo, frecuente en el universo de la literatura. Se podría decir
que Foucault es el más literario de los filósofos o el más filosófico de los escritores. Muchas de
sus referencias teóricas son literarias […] El estilo de Foucault (pero el estilo no es secundario, el
estilo es el hombre) es literario: desde la inclusión de micronarraciones que son esenciales para el
desarrollo del argumento hasta el trabajo con la escritura (una escritura que abunda en metáforas,
una escritura que apela a transformar muchas de sus frases en epigramas, casi en versos, y a sus
párrafos en aforismos) hacen de Foucault un escritor, antes que un pensador.
La apropiación de las estructuras discursivas es un proceso difícil y largo que se prolonga mucho
a través del cual el humano aprende a reconfigurar las acciones, es decir a dar un estatus a las
intenciones y a las razones de los demás. Y, al tiempo, a comprenderse a sí mismo, es decir a
comprender el rol que él mismo desempeña en las acciones en las que participa. (1997:73)
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Nota
1. César Vallejo es un poeta peruano (Santiago de mos están disponibles en: <http://www.pagina12.
Chuco, 1892 – París, 1938) y el fragmento perte- com.ar/diario/psicologia/9-159531-2010-12-30.
nece a “Intensidad y altura” en Poemas Humanos. html>;<http://lahistoriadeldia.wordpress.
2. En el desarrollo del libro aludiremos a textos com/2009/07/29/eric-hobsbawm-historia-del-si-
ejemplares seleccionados para ejemplificar nocio- glo-xx->
nes teóricas y para organizar las actividades de 3. Disponible en <http://bibliotecavirtual.unl.edu.
observación. Se indicarán los sitios web donde ar:8180/publicaciones/handle/1/1885>.
están publicados en función de su disponibili- 4. Disponible en <http://edant.clarin.com/suple-
dad. En este caso, los textos a los que nos referi- mentos/cultura/1999/04/25/e-00401d.htm>.
Bibliografía
Bronckart, J.P. (1997): “Teorías de la acción, len- Bruner, J. (1989): Acción, pensamiento y lengua-
guaje, lenguas naturales y discurso”. En La mente je. Madrid: Alianza.
sociocultural. Aproximaciones teóricas y aplicadas —— (2004): Realidad mental y mundos posibles.
(ed. por Wertsch, James; Del Río, Pablo y Álvarez, Barcelona: Gedisa.
Amelia). Madrid: Fundación Infancia y Aprendizaje. Einstein, A. e Infeld, L. (2004): La Física, aventu-
—— (2004): Actividad verbal, textos y discursos. ra del pensamiento. Buenos Aires: Losada.
Por un interaccionismo discursivo. Madrid: Funda- Jitrik, N. (2000): Los grados de la escritura. Bue-
ción Infancia y Aprendizaje. nos Aires: Manantial.
—— (2007): Desarrollo del lenguaje y didáctica Manni, H. (ed.) (2010): Lectura y escritura de tex-
de las lenguas. Buenos Aires: Miño y Dávila. tos académicos para el ingreso. Santa Fe: UNL.
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Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
Cadina Palachi*
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
• Se trata de un tipo de lectura cuyo objetivo es aprender cuáles son los problemas
relevantes de la o las disciplinas que conforman el saber del objeto que estudiamos.
• Los textos académicos son complejos en varios sentidos. Por una parte, por su
estructura y su lenguaje específico; por otra, porque suponen muchos conocimientos
previos y porque dialogan con otros textos y dan por sentado que el lector sabe con
qué otros textos y autores está de acuerdo o en disidencia el escritor, es decir, los tex-
tos académicos son complejos por el tipo de relaciones que establecen con otros tex-
tos propios de la comunidad académica de la que forman parte.
• El escritor de los textos que se leen en la universidad es un experto que comunica
conocimientos nuevos según una lógica propia de la disciplina y, en tal sentido, el lec-
tor tendrá que poder comprender también esa lógica.
• El lector deberá reponer información, es decir, no todo está escrito expresamente
en el texto, hay muchos supuestos y quien lee debería poder rellenar esos huecos que
se dejan abiertos. Por ese motivo, los textos poseen una imagen del lector que espe-
ran (pueden ver el prefacio a La Física, aventura del pensamiento de Einstein e Infeld).
• El lector debería poder tomar una postura crítica respecto de lo que lee.
Según se puede ver, leer es un trabajo difícil que requiere de muchos conocimien-
tos y, especialmente, cuando se lee para aprender. Entonces, se podría pensar que un
lector necesita, como todo trabajador, algunas herramientas para ponerse manos a la
obra en la construcción del conocimiento de la disciplina que estudia. Esas herramien-
tas son los conocimientos que posee. ¿Qué sucedería si carece de alguna de esas
herramientas? Todo depende de la voluntad del lector, puede pensar que sin instru-
mentos no se puede trabajar y abandonar la tarea, pero también tiene la posibilidad de
ir a buscarlos, pedir a alguien más que le pase algunos o construir sus propias herra-
mientas, claro que todo esto requerirá tiempo. Cuantos más conocimientos tenemos
más sencillo resultará el trabajo, por eso, a medida que un lector se hace experto en
la disciplina puede leer y comprender con mayor eficiencia, es decir, que construye un
significado del texto más estable y más profundo.
En este capítulo vamos a preguntarnos por el trabajo de leer y para hacerlo intenta-
remos ir mostrando qué conocimientos se ponen en juego cada vez que leemos. Dado
que este es un texto académico también habrá algunas cuestiones sobreentendidas,
por ejemplo, se supone que ya se han leído otras partes de este mismo libro en los
que se explicita cómo son los textos que se leen en la universidad.
En este capítulo nos interesa indagar en el uso que el lector hace de ese cono-
cimiento. Si conocemos la forma que tienen los diferentes textos que vamos a leer,
¿cómo usamos ese conocimiento? Por otra parte, intentaremos hacer explícitos otros
tipos de conocimientos que se requieren para leer.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
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mos vernos como lectores, que analicemos qué tipo de lectores somos respecto de
los textos que intentamos leer.
También es bueno saber que el modelo mental es lo que vamos a recordar con
el tiempo ya que incluso momentos después de la lectura no podremos recordar las
palabras exactas de lo que leímos, ni las oraciones, ni el orden en que estaban en el
texto. ¿Qué pasa si un texto complicado habla de un tema que desconocemos total-
mente? Lo más probable es que no podamos entenderlo, que nuestra tarea de cons-
trucción del sentido se detenga en información poco importante y deje de lado otros
datos que seguramente son muy interesantes. En esos casos el lector debe tener la
capacidad para reconocer que necesita más información acerca del tema tratado, que
tiene que preguntar a alguien que sabe sobre el tema, o buscar otros textos de la dis-
ciplina…, en este sentido es fundamental que se haga claro que leer es un trabajo que
requiere herramientas y si no las poseemos debemos construirlas.
¿Para qué necesitamos construir un modelo mental del texto? Ese modelo del texto
es lo que incorporamos como nuevo conocimiento acerca de la disciplina. Lo que
aprendemos a partir de la lectura de un texto nos permitirá observar aquello que inten-
tamos conocer, nos servirá para mirarlo con mayor atención. Cuando los investigado-
res se proponen entender cómo funciona el mundo tienen que observar, por supuesto,
recortan un aspecto, algo que les interesa mirar, esa observación no es trivial y está
guiada por una forma de ver. Los textos ayudan a construir esa forma de ver. Segu-
ramente ustedes saben que el 1º de mayo es un día históricamente relevante y tam-
bién tendrán algunos conocimientos acerca de por qué es importante, si no los tie-
nen pueden buscar información, preguntar, leer otros textos. Ahora bien, es probable
que luego de leer el texto de Darío Macor que se encuentra en este libro, que observa
la forma en que puede interpretarse esa fecha, el conocimiento que tendrán será dife-
rente y a partir de el comenzarán a “mirar el mundo” de una manera distinta2.
Vamos a tomar un ejemplo de los textos ejemplares seleccionados en este libro, en
el primer capítulo de La Física, aventura del pensamiento, Einstein e Infeld comparan
al investigador con un lector del “libro de la naturaleza”. En realidad, creemos que hay
diferentes formas de aprender, se puede observar y ver cómo funciona el mundo; otra
forma es leer. Ahora fíjense qué pasa con la lectura, nos permite saber que otros antes
que nosotros han observado determinado problema y han tratado de explicarlo y tam-
bién se han equivocado. Este es un punto interesante, los textos escritos nos mues-
tran cuáles son los errores que ya se han cometido y de esa manera también ense-
ñan a observar el mundo. Tal como se puede leer en el capítulo de Einstein e Infeld,
los investigadores construyen teorías acerca de cómo funciona el aspecto del mundo
que están intentando estudiar, en este caso, el movimiento, y esas teorías llegan a
nosotros a través de textos escritos. Los autores nos muestran en ese capítulo que
aprender es un trabajo que puede resultar muy placentero pero supone un esfuerzo;
si aprender es una aventura, los investigadores que ya han emprendido ese viaje nos
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riendo los autores antes de leer el nombre del filósofo, en ese caso, reconocer la rela-
ción que el texto establece con otros que hablan del mismo tema es poner a funcio-
nar los conocimientos previos, no sólo en lo conceptual sino también en cuanto a la
relación que el capítulo de La Física, aventura del pensamiento establecerá con ese
otro enunciado. En este caso, se presenta el error para poder mostrar cómo el razo-
namiento de Galileo y luego la formulación de una teoría por parte de Newton resultan
mucho más adecuados.
A partir de estos aspectos se puede inferir la importancia que tienen los esquemas
de conocimiento en relación con la lectura. Estos esquemas contienen información
organizada sobre muchas cosas, cuanto más lee el lector mejores y más interesan-
tes esquemas posee. Los lectores frecuentes de diferentes tipos de textos disponen
de esquemas acerca de los tipos textuales que han leído. Si se trata de un niño que
sólo ha escuchado cuentos de la abuela, pues tendrá muy claro cómo se cuentan los
cuentos. Todos sabemos que los cuentos nos sitúan en un espacio y en un tiempo
(había una vez...) y esto es importante de saber. Existen además otros modelos textua-
les muchos más complejos que los cuentos orales; desde ya, la literatura escrita, aun-
que narre, es más difícil de interpretar que éstos. Los textos académicos presentan
una estructura compleja y a veces sucede que los lectores de primer año de las univer-
sidades y de los institutos terciarios desconocen las complejidades de la escritura aca-
démica. Hacerse un lector experto de estos tipos de textos supondrá poder compren-
der las estrategias y mecanismos que utilizan los académicos en sus diálogos/debates
acerca de lo que piensan sobre su objeto de estudio. En este sentido la memoria debe
ser activada para recordar cómo eran otros textos que leímos antes y que tenían una
estructura similar.
Saber que los textos académicos, aun aquellos que tienen la intención de hacer
más fácil y accesible el conocimiento científico, son extremadamente ricos en estable-
cer relaciones con otros textos y discutir con ellos, es fundamental para comprender
mejor el texto que se lee.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
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trabajo debo decir que no es un camino simple el de recorrer el texto en busca de pis-
tas. El lector necesita ser un hábil constructor pero los materiales que toma del texto
para elaborar su modelo mental deben ser los más apropiados, saber cuáles son es
una tarea que se hace al leer. La lectura es un tipo de resolución de problemas, espe-
cialmente de problemas del lenguaje.
Nos proponemos mostrar algunos puntos que consideramos interesantes y que,
quizás, puedan resultar de utilidad a la hora de construir significado. Comenzaremos
por las estructuras y luego trabajaremos con las palabras.
Un lector hábil tomará estas dos estructuras que inauguran el texto y, en tal sentido
tienen muchas probabilidades de ser centrales en cuanto a la interpretación de lo que
dirá luego, e intentará ver cuáles son las relaciones para construir significado.
Observemos cómo comienza el texto “El 28 de junio de 1992”, ¿qué es lo que pre-
tende el autor al presentar en primer plano una fecha? El lector de un texto histórico
necesita que se expliciten ciertos sucesos y que se le diga en qué momento y lugar
ocurrieron y, especialmente, qué actores los protagonizaron. En este caso, la próxima
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información nos dice que el actor fue Francois Mitterrand y el lugar Sarajevo y al mismo
tiempo que se estaba desarrollando allí una guerra. Sin embargo, si el historiador ha
tomado un acontecimiento para hablar de él es porque este hecho tiene cierto valor
significativo y habría que interpretarlo de alguna manera.
La oración (2) se presenta claramente como una interpretación de la primera: ¿para
qué hizo esto Mitterrand? Si bien no hay un nexo entre la primera y la segunda oración
en este texto, sí hay una relación; la segunda es una forma en que el historiador inter-
preta el significado de la acción realizada por un actor social y también nos dice que el
presidente tenía un objetivo, una finalidad, hay una intencionalidad detrás de las accio-
nes que los humanos realizamos y en este caso era “hacer patente la gravedad de la
crisis de Bosnia”. También se nos dice que la acción del presidente francés en 1992
iba claramente dirigida a la opinión pública, que les quería decir algo.
Con todos estos elementos en mente, el lector podrá comprender mejor que el
autor del texto insista en decirnos que las acciones de los sujetos sociales pueden
tener más de una intención y que, tal vez, algunas de las más importantes, pueden lle-
gar a pasar desapercibidas para los contemporáneos. Veamos cómo lo dice:
Las oraciones (3) y (4) presentan nexos al comienzo, “En verdad” y “Sin embargo”,
si leemos con atención veremos que el autor ha pensado su estrategia para escribir,
nos dice que “es verdad que ese era el objetivo” y que la opinión pública ha interpre-
tado correctamente la acción del “anciano estadista”, ha logrado que todos miren a
Bosnia y la gravedad de lo sucedido, pero una oración más abajo (4) está encabezada
por el nexo “sin embargo” que desmiente, en un cierto grado, lo dicho. ¿Cómo inter-
pretar eso? La estrategia de Hobsbawm está destinada a mostrarnos lo que argumen-
tará durante el resto del capítulo, parece decirnos que el historiador tiene que mostrar-
les al resto de los sujetos que los eventos que tienen relevancia histórica pueden ser
interpretados de manera diversa. En (5) y (6) nos dice cuál era la intención del presi-
dente de Francia que nosotros, los lectores no historiadores no habíamos compren-
dido. Por otra parte, fíjense que el autor nos demuestra que tenía una clara intención al
comenzar el capítulo con la fecha. La oración con la que se abre el texto podría haber
estado organizada de otra forma, con el sujeto al principio y la fecha al final:
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Pero no es así como el autor ha decidido presentar el tema que trabajará, sino con
una fecha al comienzo. ¿Por qué? Justamente, porque la intención que tiene el escri-
tor es mostrar la importancia de esa fecha para quienes sí pueden recordar qué suce-
dió en 1914.
Tal como decíamos, los textos tienen una organización que se establece a partir de las
relaciones entre oraciones, algunas veces esas relaciones se hacen explícitas por medio
de nexos y otras veces el lector debe interpretarlas a partir de los significados completos
de cada una de las oraciones que componen el texto. Vimos un ejemplo en (1) y (2).
Intentemos ahora con otro ejemplo del mismo capítulo:
Como podemos ver, hay aquí una clara apelación a lectores como ustedes, sujetos
jóvenes interesados en conocer qué ha sucedido en el mundo durante el siglo XX pero
que, a diferencia del escritor, no han vivido ese siglo desde el comienzo. En este caso
notamos algo muy importante, desde el prólogo el autor nos está insistiendo en lo difí-
cil que resulta para él, como observador participante de la historia del siglo XX, anali-
zar, es decir, hacer historia de este período.
Si nos detenemos en ver qué pasa con las relaciones entre estas dos estructuras
encontramos que no hay nexos, pero sí hay una pista “este hecho” nos remite de la ora-
ción que aquí hemos trascripto como (8) a la (7). Lo que se dice en (7) se retoma en (8).
Como es posible ver, el lector debería poder tomar en cuenta los datos precisos de
la escritura para interpretar adecuadamente el sentido, para construir significado.
Además de los nexos que establecen relaciones entre oraciones, hay otros elemen-
tos que, si bien no entran en esta categoría, también constituyen importantes pistas
para un lector atento. Se trata de los reformuladores, es decir, palabras que nos indi-
can que se va a retomar lo dicho hasta el momento y se lo va explicitar, resumir, para-
frasear, profundizar, etc. Los más habituales son: o, más bien, es decir, entonces, reca-
pitulando.
(9) Una vez más hay que decir que incluso el mundo que ha sobrevivido una vez con-
cluida la revolución de octubre es un mundo cuyas instituciones y principios básicos
cobraron forma por obra de quienes se alinearon en el bando de los vencedores en la
Segunda Guerra Mundial.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
En (9) hay una de estas pistas, fíjense lo importante que es para el lector compren-
der que el autor se preocupa por reforzar una idea, si el autor se detiene en “decir una
vez más” es porque considera que el lector debe comprender aquello que va a repetir
y, por otra parte, aunque la expresión que usa sea “una vez más hay que decir”, como
lectores debemos estar atentos porque no lo dirá de la misma manera. Esta es una
pista importante para leer los textos.
Hay una forma de construir la arquitectura del texto, su armazón y si el lector es capaz
de “verla” le será muy valiosa para la construcción del significado global. Se trata de la
relación entre palabras que se asocian entre sí, ya sea porque comparten sonido y pue-
den relacionarse por su significado o porque tienen resonancias significativas parecidas.
Un ejemplo muy claro para empezar, si un texto menciona en diferentes lugares
palabras como: niño, niñez, chicos, infancia, infante; podemos reconocer que hay
relaciones que el lector inevitablemente establece entre esas palabras por su signifi-
cado, sería el caso de todas las mencionadas pero también porque “suenan” parecido
como sucede con “infancia–infante”. Ahora bien, si a esa serie le agregamos elemen-
tos, como por ejemplo: educación, juego, aprendizaje, escuela, educando, educador,
escolarización; podemos comprender sobre qué hablará el texto que hemos mencio-
nado aun sin haberlo leído. Porque las asociaciones que hacemos nos permiten rela-
cionar nuestros conocimientos del mundo —y el hecho de que en general cuando se
habla de “escuela” se está pensando en “niños”— con las palabras que el texto efecti-
vamente toma como ejes y sobre las que se construye una estructura.
Otra de las formas en las que nuestra memoria —en este caso se trata de “memo-
ria a corto plazo”— interviene en la comprensión de lo que leemos es cuando un ele-
mento que ha sido nombrado en el texto se vuelve a hacer presente por medio de
otras palabras que pueden ser sinónimos de la anterior o que se refieren a otras ya
dichas en el texto, en estos casos es el lector el que debe relacionarlas.
En un ejemplo tomado del texto de Foucault, “Coraje de la verdad”, veamos las pala-
bras que permiten reconocer la armazón del texto: veraz, franco, verdad. Sin embargo,
si sólo encontramos como relevantes estas palabras tendremos un problema porque
el texto no habla de “la verdad” sino de una práctica: la parrhesía, y entonces hay otras
palabras asociadas a este hacer: decir, hablar, diálogo, confesor, psiquiatra, médico,
psicoanalista, parrhesiasta.
Como se ve, hay relaciones que establecemos a partir de nuestro conocimiento del
lenguaje pero también a partir de nuestro conocimiento de las situaciones, de los con-
textos en los que determinadas palabras aparecen frecuentemente.
Recuperar para la lectura el trabajo de búsqueda de palabras que se asocian entre
sí, es muy importante, recuerden que en algún momento de la escolaridad primaria
habrán tenido que construir “familias de palabras”, este ejercicio puede resultar muy
valioso si sabemos recuperarlo y darle sentido en tanto lectores de textos complejos y
las usamos como pistas para resolver el problema de la lectura.
Retomamos esto en el último punto de este texto referido a “nominalizaciones”.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
(1) Grande fue la importancia en la moral antigua, en toda la cultura griega y romana,
del principio “hay que decir la verdad sobre uno mismo”.
Si prestamos atención a esta oración notaremos que está organizada de una manera
bastante particular, se nos quiere indicar que hay un principio que tuvo una importan-
cia muy grande en las culturas griega y romana. Tal vez reordenando la estructura,
podemos comprender más:
La importancia del principio “hay que decir la verdad sobre uno mismo” fue grande
en la moral antigua, en toda la cultura griega y romana.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
2.3.3. Nominalizaciones
En el punto 2.3.1. de este capítulo señalamos la importancia que tiene para el lector
poder establecer relaciones entre palabras que pertenecen a una misma familia o que
tienen significados afines.
En las lenguas hay procedimientos para formar palabras a partir de otras. Por ejem-
plo, hay una gran cantidad de sustantivos que derivan de verbos:
Construir–construcción
Destruir–destrucción
Crecer–crecimiento
Conocer–conocimiento
Escribir–escritura
Informar–información
Pueden observar, en los pocos ejemplos que damos, que la mayoría de estos sustan-
tivos se forman agregando a la raíz del verbo un elemento –ción, sin embargo, en otros
casos también pueden formarse sustantivos con otras terminaciones: –miento, –ura.
Ustedes se preguntarán en qué sentido puede ayudar al lector conocer esto. No
hay una respuesta única a este planteo, sin embargo, hay una hipótesis que sostiene
que este tipo de comprensión permite construir significados más apropiados. Veamos
por qué.
Si se encuentran en un texto académico con una estructura complicada de entender
y que está armada en torno a uno de estos sustantivos, se tendrá siempre la posibili-
dad de construir la oración con el verbo conjugado, para que resulte mucho más clara
que la estructura con el sustantivo.
Consideremos un ejemplo inventado:
Esta oración es bastante compleja para ser entendida. Entonces, un ejercicio que
puede contribuir a su comprensión es tomar toda la estructura en torno al sustantivo
“escritura” y transformarla en una oración, marcamos con corchetes la parte de la ora-
ción que vamos a csmbiar:
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
Como ven la oración es mucho más clara y ahora podemos unirla al resto de lo que
se afirma arriba:
La elección de una fecha simbólica era tal vez la mejor forma de resaltar las posibles
consecuencias de la crisis de Bosnia.
[La elección de una fecha simbólica] era tal vez la mejor forma de resaltar las posibles
consecuencias de la crisis de Bosnia.
El verbo es “elegir”, habría que preguntarse cómo sería una oración con ese verbo
como núcleo:
Esta es la forma básica, sobre este esquemita pueden agregarse para…, por…,
etc. Si nos preguntamos quién elige en el texto de Hobsbawm la respuesta no está en
la nominalización que elegimos para transformar, pero sí una oración más arriba: “Para
cualquier europeo instruido de la edad de Mitterrand era evidente que la fecha…”
Entonces podemos hacer la siguiente interpretación:
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Mitterrand elegió una fecha simbólica para resaltar las posibles consecuencias de la cri-
sis en Bosnia.
Así esta estructura resulta más fácil de comprender. Por otra parte, y esto es muy
importante que lo tengamos en cuenta, mientras realizamos los cambios y modifica-
ciones estamos haciendo un trabajo de lectura que ayuda a la comprensión más pro-
funda.
3. Algunas conclusiones
Nuestra intención ha sido reflexionar acerca de este trabajo que es la lectura con el
objetivo de aprender. Como hemos visto, no sólo es preciso aprender el contenido
que los autores intentan comunicarnos sino también cómo han decidido organizar sus
escritos. Es necesario pensar, plantearse que los escritores de estos textos no sólo
quieren enseñarnos la disciplina sino que también querrán demostrar sus ideas frente
a la de otros autores, dialogar con otros textos y organizar sus propios conocimientos
acerca de la disciplina. Todas estas acciones de los escritores confieren una forma a
los textos disciplinares, el lector debería poder reconocerlas en los textos; leer como
escritor. Es decir, pensar cómo están organizados los textos. Leer es intentar resolver
un problema de comprensión.
Se hace claro, entonces, que el texto nunca es un hecho aislado, separado de otros
sino que establece todo tipo de relaciones y para que esto ocurra el escritor tiene que
dar una forma a las oraciones; ponerlas en un cierto orden con respecto a las otras,
darles, también, un orden interno; poner de relieve algunos términos y dejar de lado
otros; demostrar la necesidad de refinar un concepto a través del uso de otra palabra
que resulte más adecuada (por ejemplo, en el prólogo de este libro, se señala que la
palabra “estudiante” es mucho más apropiada que “alumno” y la elección de este tér-
mino es una cuestión teórica, es un concepto). Las relaciones entre oraciones cons-
tituyen la arquitectura del texto y no sólo se establecen mediante nexos (“y”, “pero”,
“sin embargo”, etc.) sino también mediante el uso de terminología dentro de un mismo
campo semántico.
Finalmente, queremos recuperar un punto importante que recorre no sólo este capí-
tulo sino casi todo el libro, se trata de la idea de que para poder leer, para poder hacer
el trabajo que los estudiantes y los investigadores realizamos toda la vida, es necesa-
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
rio tener herramientas, esas herramientas son los conocimientos específicos de “ser
lector”. El lector conoce las estructuras textuales más habituales de la disciplina que
estudia, los diálogos más relevantes, las discusiones más “sabrosas”, los conceptos
que se discuten, los que todo el mundo acepta, entiende que el texto está escrito con
lenguaje y que la organización que se les da a las palabras dentro del texto comunica
significado. Leer implica conocer cómo están escritos organizados los textos.
Ahora, para que este capítulo no se cierre aquí sino que pueda abrir el camino a
próximas reflexiones, nos parece valioso aclarar que hay otros conocimientos y refle-
xiones metalingüísticas posibles de hacer. Por ejemplo, ¿cómo se usan los adjetivos
en los textos académicos? Habrán notado que algunas caracterizaciones sostienen
que los textos para estudiar “no contienen adjetivos” (o, en el mejor de los casos,
“contienen pocos adjetivos”), ese tipo de afirmaciones puede conducir a errores
puesto que los textos académicos están llenos de adjetivos de diferentes tipos. Este
es un punto que no hemos trabajado en el capítulo pero que nos parece interesante
dejar abierto para que ustedes se lo planteen. Otros aspectos relevantes en los textos
de este tipo es la gran cantidad de “figuras retóricas”, es decir, metáforas, compara-
ciones, preguntas que no esperan respuesta. Ustedes tal vez recuerden haber apren-
dido en la escuela que en la literatura se encuentra este tipo de figuras, sin embargo,
también los investigadores, aun los pertenecientes a disciplinas como la física y la
matemática las utilizan en sus textos para hacerse comprender mejor o, quizás, para
que el lector preste más atención.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 2. Conocimientos para “pilotear” la lectura
Notas
1. Un esquema es una estructura de datos que parte Leer como escritores y escribir para lecto-
tenemos en la memoria. Como estructura está res. Actividades sugeridas.
organizada, no es un conjunto desordenado de 3. La metacognición es la capacidad de los seres
informaciones. Se trata de elementos ordenados humanos de reflexionar acerca de sus propios
en la memoria y también de la información nec- conocimientos. “La metacognición engloba los
esaria para usar esos datos. El esquema es fle- conocimientos introspectivos sobre los estados
xible, ya que puede modificarse rápidamente si cognitivos y sus operaciones, y las capacidades
“nota” que una información nueva resulta con- del individuo de controlar y de planificar sus pro-
tradictoria con una previa. No se trata de “con- pios procesos de pensamiento y sus produc-
ceptos” memorizados, sino de verdadero cono- ciones.” Gombert (1990:17).
cimiento que puede ser usado en situaciones * Responsable del Curso de Articulación Discipli-
nuevas o no, que sirve para resolver problemas. nar “Cuestiones sobre el lenguaje” (Facultad de
2. Ver artículo de Jimena Morais en la tercera Humanidades y Ciencias, UNL).
Bibliografía
Bronckart, J. P. (1997): “Teorías de la acción, len- Bruner, J. (1989): Acción, pensamiento y lengua-
guaje, lenguas naturales y discurso”. En La mente je. Madrid: Alianza.
sociocultural. Aproximaciones teóricas y aplicadas —— (2004): Realidad mental y mundos posibles.
(ed. por Wertsch, J.; Del Río, P. y Álvarez, A.). Ma- Barcelona: Gedisa
drid: Fundación Infancia y Aprendizaje. Einstein, A. e Infeld, L. (2004): La Física, aventura
—— (2004): Actividad verbal, textos y discursos. del pensamiento”. Buenos Aires: Losada, pág. 12.
Por un interaccionismo discursivo. Madrid: Funda- Jitrik, N. (2000): Los grados de la escritura. Bue-
ción Infancia y Aprendizaje nos Aires: Manantial
—— (2007): Desarrollo del lenguaje y didáctica Manni, H. (ed.) (2010): Lectura y escritura de tex-
de las lenguas. Buenos Aires: Miño y Dávila tos académicos para el ingreso. Santa Fe: UNL.
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Universidad Nacional del Litoral
Secretaría Académica
Dirección de Articulación, Ingreso y Permanencia
Año 2014
Adriana Falchini
Cadina Palachi
(coordinadoras)
ISBN en trámite
Unidad 3. La explicación en la comunicación
científica y académica
Adriana Falchini
1. Introducción
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 1
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, aun del más desconcer-
tante, puesto que supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que éste propone a
la percepción. Si se insiste demasiado sobre el papel del azar en el descubrimiento científico […]
se corre el riesgo de prestar una atención metódica a lo inesperado, y su propiedad heurística
depende de la pertinencia y de la coherencia del sistema de cuestiones que pone en discusión.
Es sabido que el acto de descubrir que conduce a la solución de un problema sensorio–motor o
abstracto debe romper las relaciones más aparentes, que son las más familiares, para hacer sur-
gir el nuevo sistema de relaciones entre los elementos. En sociología, como en otros campos, una
investigación seria conduce a reunir lo que vulgarmente se separa o distinguir lo que vulgarmente
se confunde. (Bourdieu, 2000:29)
Los hechos no hablan por sí mismos, por eso es necesario distinguir entre objeto
real y objeto construido. La realidad es vista como compleja y presenta múltiples
aspectos que pueden aprehenderse de modo diferente según el marco teórico a partir
del cual se la aborda. Según la perspectiva del análisis del investigador, ciertas facetas
de lo real serán percibidas como más importantes, otras como secundarias o acce-
sorias, mientras que otras podrán no ser tenidas en cuenta. Alicia Gutiérrez, investiga-
dora argentina de las Ciencias Sociales, describe la actividad intelectual que sostiene
una investigación: “hablar de conceptos construidos significa reconocer con Bachelard
que el hecho científico se conquista, se construye, comprueba e implica” (1995:14).
La investigación, por así decirlo, rara vez surge de un suelo virgen, se construye a
partir de una larga historia de trabajos realizados por otros. Los textos dan cuenta de
ese recorrido y pueden plantear peguntas similares, reproducen un estudio en otra
área o tratan de modificar los hallazgos o conceptualizaciones existentes. Ese movi-
miento no se oculta; todo lo contrario, se hace visible para el lector a través de citas
directas o indirectas, notas al pie, bibliografía citada. Al respecto dice Bajtin:
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 2
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
la palabra no puede ser atribuida al hablante únicamente. El autor tiene sus derechos inalienables
con respecto a la palabra, pero los mismos derechos tiene el oyente, y también los tienen aquellos
cuyas voces suenan en la palabra. (1979:315)
El lector comprenderá el texto si lo lee como está escrito y puede dialogar con él.
Muchas veces nos quejamos de que nos “cuesta leer un texto”. En esta queja esta-
mos desconociendo que los textos dan cuenta de trabajos que han llevado años de
estudio y de investigación; no son textos simples porque la investigación no lo es. Un
lector de textos explicativos científicos debe operar de la misma manera que los auto-
res: preguntar, hacer hipótesis, convocar a otros autores, comparar, analizar. Estamos
hablando de un lector activo y consciente de que ese texto pertenece a un género
construido en la actividad científica–académica. Por lo tanto, sabe que en ese trabajo
es inevitable:
• poder formular preguntas;
• definir el objeto de conocimiento o problema a investigar;
• buscar información;
• seleccionar y valorar fuentes;
• construir una perspectiva de análisis;
• definir una metodología de investigación;
• seleccionar estrategia de recolección de datos;
• analizar esos datos;
• presentar y comunicar las conclusiones.
Es muy triste la historia de las sustancias que nunca existieron. La del éter es una verdadera tele-
novela; la del flogisto, más breve, tiene en su haber lo efímero y lo circunstancial, ya que desde el
principio los observadores de la materia (que el correr del tiempo transformaría en alquimistas en
búsqueda de la piedra filosofal, en químicos constructores de moléculas, y luego en poderosos
industriales dedicados a la producción de raticidas, cucarachicidas, espermaticidas y nanotecno-
logías diversas) se preguntaron sobre el misterio de la combustión y los poderes inalcanzables del
fuego. Que no sólo estimula la conversación y quema la piel sino que derrite los metales, descom-
pone los cuerpos y deja al descubierto los simples. Y que genera en los hombres el temor reveren-
cial al misterio de la combustión.
Nada explicaba acabadamente (si es que algo se puede explicar acabadamente en un mundo
donde predomina la ilusión) por qué algunos materiales ardían y otros no, y por qué en determi-
nados momentos la combustión cesaba, o se expandía como un incendio. Aristóteles, universal y
omnipresente en todas las cosas que tienen que ver con esta humana costumbre de hacer cien-
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
cia, había postulado cuatro principios, uno de los cuales era el fuego; pero los cuatro principios
de Aristóteles habían sido desechados por Paracelso (1493–1541), despreciados por Robert Boyle
(1627–1691) y desestimados por Van Helmont (1577–1644), que restableció como elemento origi-
nario el agua, volviendo así a la fuente (literalmente) de donde manaba la ciencia occidental: Tales
de Mileto, que sostenía, allá en el siglo V a.C. que el agua era el principio activo de la materia toda.
Georg Ernst Stahl (1660–1734), siguiendo a su maestro Becher (1635–1682), creyó que las sus-
tancias estaban formadas por tres tipos de “tierra”, más el agua y el aire. A una de las tres tie-
rras, aquella que Becher había llamado “combustible”, la rebautizó como flogisto (del griego, que
significa “quemado” o “llama”), al que le asignó el noble y supremo propósito de ser el agente
y el sostén de la combustión. La combustión, según Stahl, consistía en un intercambio de flo-
gisto, que fluía entre los materiales con la soltura (aunque con más calor) del éter; quemarse era
dejar escapar flogisto (que como un humo invisible se mezclaba con el aire), y lo que un químico
moderno llamaría reducción consistía en incorporar el flogisto flotante como para tenerlo listo para
una nueva combustión.
Extraña sustancia este flogisto de Stahl, por lo menos para nuestros ojos: en principio no podía ser
aislado (y por lo tanto tenía la cualidad extraña del alcahesto de Van Helmont, un solvente univer-
sal, que tenía la propiedad de volver cualquiera de las sustancias al agua original, y que, obvia-
mente, no podía ser retenido en ningún recipiente). Tampoco estaba en ninguno de los tres esta-
dos de la materia: ni líquido, ni sólido, ni gaseoso.
Sin embargo, la teoría del flogisto de Stahl explicaba casi todos los hechos conocidos entonces
sobre la combustión. La combustión, obviamente, terminaba porque se agotaba el flogisto pre-
sente en el combustible y porque un volumen determinado de aire podía absorber una cierta can-
tidad de flogisto y no más. Cuando el aire se saturaba (se convertía en aire flogistizado), la com-
bustión cesaba. Stahl supuso que el flogisto era absorbido por las plantas, como lo probaban las
propiedades combustibles de la madera; había un ciclo del flogisto en la naturaleza, y el ciclo del
flogisto era el lazo principal entre los tres reinos naturales. Stahl se dio cuenta de que el aire era
necesario para lograr la combustión pero, según él, cumplía un rol de simple catalizador, ya que
el flogisto no se desprendería en el vacío. A mediados del siglo XVIII, la doctrina del flogisto era
ampliamente aceptada y presidió los trabajos de Joseph Priestley (1733–1804), descubridor del
oxígeno al que llamó “aire deflogisticado”, y de Henry Cavendish (1731–1810), que logró la sínte-
sis del agua.
Pero la doctrina del flogisto tenía algunos puntos flojos. Por empezar, los metales calcinados que
deberían liberar flogisto resultaban más pesados que los metales de origen. Frente a lo cual algu-
nos seguidores de Stahl propusieron una solución simple: concluyeron que el flogisto tiene en su
naturaleza el ir hacia arriba (como el fuego al que forma) y por lo tanto el objeto del cual se des-
prenden se vuelve más pesado. Esto es, ¡el flogisto tenía peso negativo! Y eso, muy cerca del siglo
XIX. Con esta misma lógica, cada vez que surgía una dificultad teórica, se agregaba un ad hoc que
permitiera salvarla.
Pero el principal escollo teórico del flogisto es que no existía. El que enfrentó decididamente el
problema y lo derrotó fue Antoine Laurent Lavoisier (1743–1794). En realidad no era cosa del otro
mundo derrotar al flogisto, puesto que el flogisto no existía, pero igual tiene su mérito. Lavoisier,
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antes de ser guillotinado por los revolucionarios franceses, demostró que la combustión no con-
sistía en la emisión de flogisto sino en la incorporación de oxígeno, y así, con su teoría de la com-
bustión, inició la revolución química que daría finalmente la química moderna. El flogisto, tras breve
lucha, puso término a su exigua vida, y se retiró a donde quiera que van a parar las sustancias que
no existen. (Moledo, 2003)
En todas las épocas, incluyendo desde ya la nuestra, las ideas nuevas suelen ser confusas y sólo
mucho después se pueden percibir líneas que las unen en forma más o menos nítida, del mismo
modo que un paisaje necesita la distancia para mostrar su estructura general. Los científicos, aun
los más grandes, navegaron siempre en medio de mares de dudas, inseguros, a tientas, mez-
clando aciertos y errores. Muchas veces puntos de partida erróneos permitieron un adelanto sus-
tancial: aquellos que veían en el sol un fuego central no pudieron sospechar que algún día ayuda-
rían a Copérnico con la teoría heliocéntrica.
Aun los que proponían ideas que hoy nos parecen disparatadas no eran irracionales, sino que
estaban, simplemente, imbuidos de prejuicios y concepciones de la época de los que quizá ni se
daban cuenta y que a veces les impedían ver lo que hoy parece que estaba delante de sus ojos.
Ninguna teoría sale de la nada y a veces necesita siglos de preparación, porque toda teoría cien-
tífica es una teoría social, no individual, ya que surge de la cultura de una época y esa cultura no
está hecha sólo por científicos sino por hombres y mujeres que aceptan o rechazan determina-
das concepciones, tradiciones, o que tienen determinado sentido común. Así, los datos y los pen-
samientos se van acumulando y de pronto alguien encuentra la pequeña pieza que faltaba y que,
a veces, estaba a la vista. Es ésa la razón por la cual el descubrimiento aparece como una ilumi-
nación: ya está todo armado y sólo falta encontrar el punto de vista apropiado para colocar el ele-
mento que resignifica el conjunto.
Hay algo de extraño y heroico en estos pensadores que lidiaban con problemas que hoy figuran
resueltos en los libros de texto de la escuela primaria: ¿comprendían que estaban tanteando y a
veces accionando palancas fundamentales de la naturaleza?
Ninguno de los que protagonizaron estas diez teorías que conmovieron al mundo y que de una
manera u otra conformaron las vigas maestras de las cosas que pensamos, de la cosmología y
visión de la naturaleza en que creemos y las explicaciones que damos hoy, estuvo solo. Todos
ellos se montaron en hombros de gigantes, y si vieron más lejos, fue porque otros habían desbro-
zado el camino, aunque no llegaran hasta el final, o bien porque la época no les había dado las
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herramientas suficientes, porque estaban trabados por prejuicios que no se atrevían a romper, por-
que no tuvieron suerte o sencillamente porque se equivocaron, pero ayudando con esa misma
equivocación a que a quienes venían después se les ahorrara ese camino a ninguna parte.
La historia de la construcción de la ciencia moderna es la historia del pensamiento humano, del
intento de explicar el mundo. Es parte del continuo intento de contestar a las preguntas que tal
vez se hizo algún antepasado nuestro en la entrada de su caverna, mientras miraba la noche hos-
til, refugio de las especies agazapadas y al acecho, mientras avanzaban hacia el alba las oscuras
esferas arrastrando los astros-dioses del principio, al amparo de un fuego encendido mediante la
chispa que brota del golpe inteligente de dos piedras de sílex. (Moledo y Magnani, 2005).
Los autores de textos académicos explicitan los recorridos de lectura, los textos de
referencia, los antecedentes de la investigación porque tienen en cuenta que deben
hacer visible las decisiones que han tomado: la perspectiva de observación de los
fenómenos, la metodología, el marco teórico, las categorías, otras investigaciones de
referencia. Los investigadores se preocupan por brindar explicaciones adecuadas de
los fenómenos que estudian y brindar razones que sustenten sus afirmaciones o con-
jeturas. Del mismo modo, en los textos que ellos producen, si faltan datos o relaciones
lógicas entre la información se trata de una aparente explicación. A continuación, trans-
cribimos una cita que Zamudio y Atorresi (1998) hacen de Carl Hempel, filósofo de la
ciencia que defendió el modelo deductivo–nomológico de la explicación científica.
Hempel (1979) indica que las explicaciones científicas deben cumplir necesariamente las siguien-
tes condiciones: a) relevancia: la explicación debe proporcionar una base que permita creer que
el objeto de la explicación tiene o tuvo lugar; es decir, sólo se explican enunciados verdaderos;
y b) contrastabilidad: una explicación es aceptable si tiene consecuencias observacionales, es
decir, adecuación empírica; la contrastabilidad supone la posibilidad de avanzar en tres etapas:
la primera, ligada a la exigencia expuesta, consiste en comprobar la existencia de consecuencias
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muchos otros. Cada uno de ellos supone un contrato comunicativo entre los autores y
los lectores en el que se relacionan la intencionalidad con las expectativas de los des-
tinatarios del texto.
Ese textualizador no es el autor empírico de un texto académico. Esta diferencia es
importante para poder comprender la complejidad de la gestión explicativa. Podemos
decir que el autor transfiere al sujeto expositor la responsabilidad del enunciado, quien
asume una gestión explicativa y organiza “la conversación” entre distintas voces.
Existen marcas en el texto que dan cuenta de quien está asumiendo esa respon-
sabilidad. Por ejemplo: las personas gramaticales. Vamos a buscar evidencias en el
texto “Galileo y Fontenelle, precursores en la divulgación de la ciencia” escrito por Sara
Gallardo (2008) al que nos referimos en el capítulo 1.
Es este el momento de volver hacia atrás y detenernos en una conceptualización
ya presentada: la interdependencia entre las producciones lingüísticas y su contexto
accional (el tipo de actividad) y social (la comunidad de hablantes). Siguiendo este
razonamiento, observemos la inscripción del contexto en el propio texto. Hay tres para-
textos que nos permiten reconstruir el contexto:
• Lugar y fecha de publicación: sección Historia, Revista ConCIENCIA, Año 15,
N° 19, diciembre de 2008.
• Nombre y pertenencia del autor: Sara Gallardo, profesora de Historia, Centro de
Divulgación Científica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Universidad de Bue-
nos Aires).
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Pero también aparece una primera persona del plural: “Empecemos diciendo que
había una intención de llegar a un público vasto”. Aparece, en este caso, un noso-
tros inclusivo que incorpora al lector; es un uso intencionado para acercar las posi-
ciones de los protagonistas de la enunciación e involucrarlo en el razonamiento que
se expone (el autor y el lector se inscriben en el propio texto). La voz del textualizador/
expositor/investigador no es la única voz de un texto, también aparecen las voces de
“otros” que son presentadas de diferentes maneras. Sigamos buscando marcas.
Por su parte, el profesor de literatura David Locke en La ciencia como escritura des-
taca los recursos literarios empleados por Galileo, en particular, el uso de la ironía y
afirma:
Hoy apreciamos el diálogo no por lo que nos dice sobre el sistema copernicano y sus ventajas
sobre el ptolemaico, sino por nuestro disfrute con el aprovechamiento de las posibilidades irónicas
del lenguaje (junto con sus otras virtudes como discurso).
Para la palabra (y, por consiguiente, para el hombre) no existe nada peor que la ausencia de res-
puesta. La palabra quiere ser oída, comprendida, contestada y contestar a su vez a la respuesta, y
así ad infinitum. La palabra establece el diálogo que no posee un fin de sentido. Las unidades de la
comunicación discursiva, esto es, en los enunciados completos son irreproducibles (aunque pue-
den ser citados) y están vinculados mutuamente mediante relaciones dialógicas. (1979:319)
Por todo lo dicho anteriormente respecto de la actividad científica los escritos aca-
démicos son altamente dialógicos y hacen visibles su polifonía e intertextualidad. El
término “polifonía” recubre las variadas formas que adopta la interacción de voces
dentro de un discurso. La situación de diálogo que toda producción verbal supone, su
orientación hacia el otro, aparece siempre con mayor o menor grado de explicitación
en el tejido textual. Las gramáticas reconocen dos modelos morfosintácticos de inclu-
sión de un discurso en otro: directo e indirecto. En el primer caso, la frontera entre el
discurso citado y el citante es nítida. En el segundo caso, el discurso citado pierde su
autonomía, se subordina sintácticamente al discurso citante. El discurso indirecto en la
medida que no conserva la materialidad del enunciado supone una interpretación del
discurso del otro, una versión del mismo y da lugar a síntesis o despliegues.
Al hacerse cargo del discurso citado, al integrarlo al suyo, el hablante se mues-
tra poniendo de manifiesto sus posiciones ideológicas o afectivas. Aunque se puede
pensar que la cita directa es más verídica que la indirecta, no es necesariamente así y
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ambas pueden admitir fidelidad o distorsión del discurso ajeno. En los textos académi-
cos se debe tener en cuenta la preservación de la palabra original y de la intencionali-
dad del autor en el discurso citado.
Con el nombre de intertextualidad se designa, en sentido restringido, la relación que
se establece entre dos o más textos. Por ejemplo, la relación que mantiene el texto en
sí con su paratexto: títulos, prólogos, epílogos, ilustraciones, notas, epígrafes, índices,
bibliografía. Otro modo es la relación de comentario que une un texto con otro del cual
habla y al cual incluso puede llegar a no citar. En el caso que estamos observando,
este procedimiento es muy visible: el texto se instituye en relación con otros dos textos
(el de Galileo y Fontenelle). Estos textos se insertan de distinta forma: cita directa, indi-
recta o como soportes de la exposición.
En síntesis, en un texto hay muchas voces. El lector se suma a esa polifonía y en el
acto de lectura participa, además, de la conversación propuesta acerca de un tema,
problema o cuestión. En el texto, además, se lo incluye de distintas maneras; el texto
fue escrito para el lector y todas las decisiones de los autores han sido pensadas para
ese diálogo.
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Decimos que un conjunto está bien determinado si podemos decidir sin ambigüedad si un ele-
mento pertenece o no a él. Una manera de hacerlo consiste en nombrar cada uno de los elemen-
tos que pertenecen a él y decimos que el conjunto está determinado por extensión. Otra manera
es nombrar una propiedad común a los elementos, que sólo ellos tengan. En este caso, decimos
que el conjunto está determinado por comprensión. (Fernández de Carreras, 2009)
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Otro cambio bien definido se produce al calentar un líquido hasta su punto de ebullición, que es la
temperatura a la que hierve a una determinada presión (ésta es una definición aproximada que en
el cursado universitario la modificarás de acuerdo a la rigurosidad del caso). A una presión de 760
mmHg, el agua no hierve hasta que su temperatura ha alcanzado los 100 ºC. Una vez alcanzado
este punto, empiezan a formarse burbujas de vapor en todo su volumen. Como en el caso de la
congelación y de la fusión, la temperatura del agua en ebullición permanece constante hasta que
todo el líquido se ha vaporizado: una marmita con agua hirviendo permanece a 100 ºC hasta que
toda el agua ha desaparecido. (Alsina y otros, 2009)
Se estima que los máximos valores de silicofitolitos se presentan a partir de los 10 cm en casi
todos los potreros, a excepción de un agrocosistema que permaneció en reposo por varios años y
en la pastura natural. Los vidrios volcánicos si bien siempre superan a los silicofitolitos, son mayo-
ritarios en las parcelas laboreadas respecto de las naturales. Las pastas vítreas se hallan en mayor
cantidad en los campos naturales respecto de los agroecosistemas.
“Los datos de la estabilidad estructural indican el máximo porcentaje de agregados estables
(100 %) para las parcelas 1 y 2 (campos naturales) en todos los rangos de tamaños de agregados
analizados, mientras que en las parcelas 3 y 4 (campo cultivados) se observa una tendencia a la
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menor estabilidad estructural en los niveles por debajo de los 5 cm en porcentajes de agregados
estables que varían entre el 65 y 100 %.
Se complementarán los estudios mineralógicos previstos a fin de estimar la representatividad de
la fracción sílice amorfo respecto del total de los componentes mineralógicos para cada nivel de
estudio. Asimismo, se determinará la composición mineralógica de la fracción arcilla y se realizará
un estudio más detallado de la estabilidad estructural en los niveles por debajo de los 5 cm con
porcentajes de agregados estables que varían entre el 65 y 100 %.
Se completarán los estudios mineralógicos previstos a fin de estimar la representatividad de la
fracción sílice amorfo respecto del total de los componentes mineralógicos previstos a fin de esti-
mar la representatividad de la fracción sílice amorfo respecto del total de los componentes mine-
ralógicos para cada nivel de estudio. Asimismo, se determinará la composición mineralógica de
la fracción arcilla y se realizará un estudio más detallado de la estabilidad estructural según el
método de De Leenher y de Boot (1954). Estos datos se contrastarán mediante las técnicas esta-
dísticas apropiadas con los resultados físico–químicos y mineralógicos ya obtenidos a fin de esta-
blecer los procesos de degradación de la zona de estudio. (Borrelli y Osterrieth, 2001)
Este fragmento nos permite visualizar que la meta de los científicos es lograr que
sus afirmaciones sean consideradas hechos científicos y no opiniones personales y,
por eso, debilitan los recursos de la comunicación interpersonal. Por tal motivo, las
exposiciones se presentan como neutras, sin servir a intereses personales, con abun-
dante detalle de procedimientos, sostenida por una red de autoridades, construcción
detallada de los acontecimientos que aumenta la impresión de testimonio.
Todo lo dicho no significa que la subjetividad del autor desaparezca. Los textos
académicos tienen huellas visibles de las operaciones que el autor ha realizado para
lograr el objetivo de la comunicación. Los autores toman decisiones acerca de la distri-
bución, organización y modalización de la información; también, planifican el recorrido
que pretende que haga el lector. No es frecuente, ni aun en los textos científicos más
especializados, que el investigador que escribe desaparezca por completo: su tono
impersonal no ocultará su existencia y habrá en el texto valoraciones, recursos expo-
sitivos y/o argumentativos, entre otras señales de la intención de comunicar y persua-
dir a los lectores.
Vamos a complejizar la cuestión de la objetividad y para eso necesitamos realizar
una distinción entre discursos verdaderos y discursos que produzcan el efecto de sen-
tido “verdad”. En los textos académicos se utilizan estrategias para que parezca “ver-
dad”. Por este motivo, el razonamiento que despliega el autor se dirige a garantizar la
adhesión del receptor mediante un hacer persuasivo basado en el hacer–creer–verdad.
Este hacer persuasivo cumple la función de establecer un contrato cognitivo —el contrato de veri-
dicción— por el cual el destinatario, mediante un hacer interpretativo (el creer–verdad) adherirá a
la propuesta del explicador.
Como se ve, desde esta perspectiva, la explicación es un tipo de persuasión que opera mediante
lo cognitivo y lo epistémico. (Zamudio y Atorresi, 1998:46)
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Contrariando los versos de Konstantinos Kavafis, esos que aluden a los días pasados como una
fúnebre hilera de velas consumidas, en esas y solo en esas huellas se erigen aún luces vivaces,
resta hacer la pausa, correr el velo y hallarlas, interpelarlas, ponerlas en diálogo con nuestro pre-
sente. (Tedeschi, 2005)
En este caso, podemos ver “huellas” del explicador en las cursivas que están en el
fragmento. Esta operación se denomina modalización2 y tiene como finalidad gene-
ral traducir los diversos comentarios o evaluaciones formulados desde cualquier voz
enunciativa, a propósito de ciertos elementos del contenido temático. Las modaliza-
ciones pertenecen por tanto a la dimensión configuracional de un texto; contribuyen
a establecer su coherencia pragmática3 o interactiva, orientando al destinatario en la
interpretación de su contenido temático. En el apartado anterior, hemos hecho referen-
cia a los marcadores como “piezas interactivas”. Observemos el siguiente ejemplo:
aparece un marcador lingüístico según; un adverbio modalizador fundamentalmente y
el uso de la negrita como operación modalizadora no lingüística.
Según Suárez, existe una memoria que puede percibirse con los sentidos, con nuestra experien-
cia; y otra enseñada, fundamentalmente a través de otro camino: el relato de los mayores. (Kippes,
2005)
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El prototipo de los textos académicos es el artículo de investigación, que posee una organización
textual prototípica. Estela Moyano (2001) lo define como:
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Debe ser encabezado por una introducción breve que incluirá la explicitación del interés desper-
tado por el fenómeno que se observa y se describe, los límites de la descripción y la enumeración
de las fuentes informativas e instrumentos que se ha dispuesto, lo mismo que el plan de observa-
ción que se ha seguido.
El cuerpo del informe deberá exponer objetiva, clara y ordenadamente todo el conjunto de fenóme-
nos observados indicando los elementos que intervienen en ellos y las circunstancias en que apa-
recen. Al mismo tiempo, en las ciencias de campo se indicarán en cada caso las características y
el valor atribuidos a las fuentes informativas, generalmente personales y orales, cuidando ofrecer
las razones pertinentes.
De este modo el lector podrá informarse exactamente, a través de nuestros ojos, acerca del carác-
ter y proceso real de los fenómenos descriptos [...]
En una última acción el informe deberá brindar, con una cierta prudencia, las conclusiones que se
desprenden de los materiales informativos ofrecidos y señalará con claridad los principales fenó-
menos o aspectos de ellos que deban ser más ampliamente investigados y los métodos que se
consideren más idóneos para realizar tales estudios posteriores.
Es preciso observar la mayor objetividad, y por lo tanto, se pondrá mucho cuidado en evitar las
apreciaciones subjetivas. (Botta, 2004:21–22)
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puntos de vista que el autor defiende. Podemos decir, entonces, que un texto tiene dos
funciones: informar y convencer. Pero, recordemos lo dicho, sin mostrar sus sentimien-
tos personales ni con la intención de mover al lector a realizar ciertas acciones ni con el
fin de provocar sólo una emoción estética (aunque a veces también ocurre).
Por lo tanto, se utilizan con mayor frecuencia las secuencias textuales expositivas/
explicativas y las expositivas/argumentativas. La descripción y la narración también apa-
recen pero como estrategias de los autores para explicar o argumentar mejor. Obser-
var la planificación de secuencias que un autor ha realizado nos permite entender que
explicar es más que informar. Muchas veces, leemos tratando de retener en la memoria
la información de un texto y nos preocupamos solamente por responder ¿qué dice un
texto? Cuando procedemos de esa manera nos estamos olvidando de cuestiones fun-
damentales que debe tener en cuenta un lector:
• Los textos son parte de un discurso de procedencia y, por lo tanto, tiene formas
enunciativas emergentes del mismo.
• El ¿qué dice un texto? no se puede comprender si no se atiende al ¿cómo se ha
organizado la información?
• El autor de un texto organiza sus ideas de una manera que debe ser “descu-
bierta” por el lector. Esas ideas se presentan en formas de secuencias.
• Las ideas no se presentan una al lado de la otra sino que se relacionan entre sí
y avanzan a lo largo del discurso. Una idea encadena a la otra y así va progresando el
tópico del texto (que es la que un buen lector debe descubrir).
Siguiendo esta idea, si los estudiantes leen a menudo textos en los que predomina
la secuencia expositiva es importante ordenar lo que se sabe sobre explicación y así
“pilotear” mejor nuestras lecturas. Vamos a actualizar esa información tomando como
ejemplo el texto “Más cubistas que el cubo” de Federico Kukso. Fue publicado el 10
de abril de 2004 en “Futuro 12”, suplemento que sale los sábados en el diario Página
12. En este suplemento escriben investigadores que se han ocupado de la divulga-
ción científica. Los temas son científicos, por lo tanto los textos del suplemento tendrán
algunos rasgos del discurso de procedencia pero la mayoría son típicos de la escri-
tura periodística, por ejemplo, los títulos y subtítulos están ligados a expresiones de la
vida cotidiana, como en el texto seleccionado. El orden del exponer y del narrar se yux-
taponen en los géneros de la divulgación científica contextualizados en diarios u otras
publicaciones periodísticas. Un rasgo que este escrito conserva del discurso de ori-
gen es el predominio de secuencias expositivas/explicativas o expositivas/argumenta-
tivas. En el texto de Kukso predomina la expositiva. Pero, observemos que no es una
secuencia tan explícita.
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Hace treinta años, un pequeño cubo multicolor conquistó el mundo. Los cubistas y los descendientes
de Picasso tuvieron que salir corriendo a disipar dudas y rumores, y confesar que no tenían nada
que ver con todo eso. En realidad, el culpable (si así se lo puede llamar) fue un tal Ernö Rubik,
para entonces un treintañero escultor, arquitecto, diseñador y profesor de la Escuela de Artes
Comerciales de Budapest (Hungría), a quien, para estimular a sus anémicos estudiantes no le
quedó otra que crear este rompecabezas tridimensional —un cubo cuyas seis caras están divididas
en nueve partes, lo que conforma un total de 27 piezas que se deben articular para lograr que cada
cara tenga un color en particular—, al que le endilgó el nombre de büvös kocka (cubo mágico, en
húngaro). (Pocos años después confesó que en realidad el juego nació de la necesidad de dar
con algún tipo de estímulo que ayudara a su hijo discapacitado a pensar y coordinar colores y
combinaciones matemáticas con las que ejercitar su mente.)
Simpleza, belleza y gracia se mezclan en este juguetito, pronto conocido por el nombre de su inventor;
hoy, uno de esos objetos de culto que despiertan, en un rush de nostalgia suscitado por un ataque
ochentoso, expresiones del tipo “¿te acordás de...?” o “sí, yo lo tenía”.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
En una lectura apresurada es probable que pensemos que el autor está contando
la historia del cubo mágico. Pero si leemos más atentamente observaremos que la
secuencia narrativa está presente en el inicio pero como un recurso (por eso la llama-
remos secuencia secundaria4) para plantear al lector una pregunta implícita en todo el
texto: ¿por qué este cubo conquistó al mundo?
En la segunda parte ya la historia se relaciona con otro tema: la intencionalidad de
Rubik es demostrar que las matemáticas no son “aburridas, complicadas, algo ajeno,
sólo circunscriptas a la escuela”.
La pregunta se relaciona con una problemática, el cubo se presenta, entonces, como
un objeto de la explicación no sólo de la narración. Vuelve a usar la narración cuando
dice “desde su lanzamiento se vendieron...” pero aquí se advierte más claramente su
función explicativa al demostrar mediante ella la aceptación masiva del cubo mágico.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
En la tercera parte encabezada por el subtítulo “Al que quiere celeste que le cueste”
empieza un movimiento explicativo orientando hacia una posible respuesta. Una
secuencia explicativa consta de dos movimientos básicos: señalar cuál es el problema
y desarrollar la solución. Estos dos movimientos pueden corresponderse con dos par-
tes diferenciables del texto, es decir, pueden aparecer varios párrafos destinados a
describir el problema y, a continuación, varios párrafos que expliquen la solución al
problema; o bien puede bastar con enunciar el problema y desarrollar la solución, de
modo que prácticamente todo el texto se dedica a este segundo movimiento.
La tercera parte de este texto es el segundo movimiento de la explicación. No se
plantea como una “solución” pero sí como una respuesta a la pregunta inicial. La afi-
ción de la gente a este juego tienen una razón: la posibilidad de “gustar el sabor lúdico
del pensar y el conocer”. La matemática está en las cosas: “es la manera ideal de [...]
plantearse no las preguntas que uno quiere sino las que su realidad propone”.
Una respuesta, una solución, redefine lo que antes era un problema, proporciona
un nuevo punto de vista desde el cual deja de existir el problema. Para poder llegar a
este punto, los textos expositivos deben seguir un esquema, con el objeto de que el
lector sepa en qué punto del esquema se encuentra. En el texto, los subtítulos explici-
tan la progresión del tema. La información se presenta de forma inductiva: de un caso
particular llega a una explicación más general.
Además, deben presentar una ordenación jerárquica de la información: existen
informaciones primarias y secundarias y, por esta razón, resulta conveniente que el
autor proporcione pistas adecuadas al lector para hacer evidente qué información es
de primer plano y qué información es de segundo plano. Dos recursos son utilizados
para eso: repeticiones y marcadores focalizadores. En la última parte del texto apare-
cen muchos focalizadores: “ahora bien”, “ahí”, “de hecho”, entre otros. Un ejemplo
de repetición que ayuda a mantener el tema es la relación matemática–vida cotidiana.
En cada parte podrás observar referencia a ese tema. Lógicamente, cada vez se tiene
mayor información para comprenderlo. La información “que se proporciona en una
secuencia expositiva no aparece en el orden en que se encuentran los datos en la rea-
lidad, sino que la estructura de una exposición intenta mostrar el orden del razona-
miento, el orden en el que hay que observar el problema para solucionarlo, es decir, un
orden lógico o mental, no real” (Montolío, 2000:52).
Para cumplir con el objetivo de una explicación —“aclarar un problema del conoci-
miento”— los autores utilizan procedimientos discursivos (llamados estrategias) que
facilitan la interpretación del texto. Por ejemplo, en este texto vemos cómo la narra-
ción colabora para la presentación del problema. También utiliza ejemplos que permi-
ten presentar casos particulares de una idea general que se expone previamente (ver
los hechos presentados después de la idea “Ahí, entre los miles de olvidables «prueba
y error» está escondida la matemática”).
Otra estrategia siempre presente en las explicaciones es la cita de autoridad. En
“Más cubistas que el cubo” que, como dijimos, se trata de divulgación periodística de
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
temas de ciencia no hay citas directas pero sí referencias que validan lo dicho. En el
final de la nota podemos observar ese procedimiento.
Para concluir esta observación, podemos decir que en este texto predomina la
secuencia explicativa porque:
• despliega o desarrolla un tema o un problema;
• usa explicaciones para facilitar al interlocutor la comprensión o aclaración de un
hecho;
• aporta un saber;
• proporciona un saber que, en principio, no se pone en cuestión sino que se toma
como punto de partida;
• explicita la voluntad de hacer comprender los fenómenos.
4. Explicar y argumentar
Existen diferencias muy marcadas entre la argumentación académica y las argumenta-
ciones orales que sostenemos en la vida cotidiana. No nos olvidemos el carácter ins-
titucionalizado y público de la comunicación académica. En los textos académicos la
argumentación está estrechamente ligada a la argumentación. Es más, no existe sin
ella. Los textos explicativos pueden terminar convenciendo —a través de una rigurosa
demostración o exposición— y los textos argumentativos presentar desarrollos lógi-
cos, rigurosos, demostrativos y objetivos. En todos los casos, la preocupación de los
autores es no dar lugar a equívocos, huir de ambigüedades y realizar auténticas expli-
caciones y comprensiones de los hechos estudiados.
Una tesis que no se apoye en argumentos racionales no constituye una argumentación acadé-
mica. Es decir, una opinión subjetiva no constituye un argumento adecuado en un texto acadé-
mico. Solamente los datos objetivos o las afirmaciones demostrables científicamente constituyen
argumentos válidos en un texto científico. (Montolío, 2000:61)
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 24
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 3. La explicación en la comunicación científica y académica
Notas
1. Inteligible (del lat. intelligibĭlis): 1. adj. Que pue- que el autor despliega en función de lograr acep-
de ser entendido. 2. adj. Que es materia de puro tabilidad en su comunicación.
conocimiento, sin intervención de los sentidos. 4. Secuencias dominante y secundaria. La se-
3. adj. Que se oye clara y distintamente. Dicciona- cuencia dominante es aquella que se manifiesta
rio de la lengua española, Real Académica Espa- con una presencia mayor en el conjunto del texto.
ñola, disponible en <http://buscon.rae.es/draeI/ La secundaria es aquella que está presente en el
SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=inteligible>. texto sin ser la dominante (Adam y Revaz, 1996).
2. La modalización es la posibilidad que tiene el 5. En esos textos existe una cuestión polémica
hablante de introducir sus propias actitudes y su para debatir que admite varias opiniones o hipó-
propia perspectiva en el enunciado, tanto en el do- tesis diferentes. El escritor adhiere a una de las
minio intelectual como en el dominio emocional. perspectivas posibles y expone argumentos o ra-
3. La coherencia pragmática es la adecuación del zones que permitirán al lector adherir o no a ese
texto a la situación en la que se desarrolla. Trabajo planteo.
Bibliografía
Adam, J.M. y Revaz, F. (1996): “(proto)Tipos: La Gregorich, L. (2009, 11 de noviembre). “Soñando
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Unidad 4. Reformulación y resumen
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
Ahora bien, existen otros tipos de escrituras que surgen a partir de la lectura y que
son mucho más sistemáticas: resumir, comentar, reformular, contestar al autor. Todas
estas actividades escriturarias son las que hacemos los lectores de textos para estu-
diar, es decir, los lectores que circulan en la universidad.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
Reescribir es una actividad muy compleja pero de gran ayuda a la hora de com-
prender lo que se lee. En el trabajo de condensar —resumir— un texto el lector/escritor
debe reflexionar acerca de la organización, las palabras, las oraciones y las diferencias
entre el texto original y el nuevo.
Quintiliano, uno de los maestros de la oratoria latina, preocupado por formar “ora-
dores” describe en un largo y complejo texto llamado Instituciones Oratorias los méto-
dos que considera útiles para lograr que los niños y adolescentes comiencen a tomar
conciencia de la “forma” en que escriben. Uno de esos “métodos” consiste en reescribir
o reformular lo que otros escribieron, utiliza para esta operación el nombre conversio.1
En el resumen es fundamental la reducción cuantitativa del texto fuente, señala
Fuchs (1994) que se trata de una “condensación”. Según esta autora en cuanto a la
relación entre el texto fuente (T) —es decir el texto que estamos resumiendo— y el
texto meta (T’) —el que estamos escribiendo, el resumen es un texto también— se
pueden reconocer dos tipos de reformulación: explicativa e imitativa. El resumen per-
tenece a este último grupo, por lo cual “la reformulation imitative suppose, au moins en
apparence, une annulation de la distance entre la situation du sujet paraphraseur pro-
ducteur de T’ et la situation originelle du producteur de T.” De allí también que se piense
al resumen como un nuevo texto pero que debe ser fiel al “original”.
La actividad del escritor del resumen se sitúa en la tensión entre esta fidelidad y la
necesidad de “decir de forma diferente”.
La reformulación es concebida por Fuchs como una actividad compleja formada, al
menos por tres procesos: la construcción del contenido del texto fuente, la formación
de un nuevo contenido que servirá como base para la escritura del texto meta.
En lo relativo a la construcción de un nuevo contenido opera una jerarquización de
“las ideas” presentes en el texto fuente, esta construcción deberá mantenerse dentro
del “límite de distorsión” (Fuchs, 1994). El resumen es un tipo de práctica que elabora
reformulaciones parafrásticas.
El lector que reescribe un texto lo “convierte” en otro texto. Es interesante insistir
aquí en el término con el que los maestros de la oratoria latina se refieren a esta ope-
ración, ellos la llaman conversio, con esta palabra también se refieren a la práctica que
hoy conocemos como “traducción”, es decir que el trabajo del lector que intenta rees-
cribir lo que entendió del texto es una “traducción” también. Al realizar esta actividad
compleja, el lector se hace conciente de aquellos aspectos en los que el texto no le
resulta tan claro y decidirá releer para poder escribir. Para resumir es necesario darse
cuenta de cómo se entendió el texto, cuáles son las informaciones que tienen que
estar en el texto porque son importantes y qué datos son accesorios. Hay que pensar
en cómo hacer comprensible para otro lo que se ha leído y cómo reelaborar para con-
servar el sentido del plano del texto que se construyó mentalmente.
¿Cuál es la relación entre “resumen” y “reformulación”? Esta sería una primera cues-
tión a resolver. Es evidente que “resumir” puede resultar una actividad escolarizada,
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
rutinaria y poco útil a la hora de comprender el sentido de los textos. Sin embargo,
Fuchs (1994:7) señala al respecto de los resúmenes escolares “analizar y reformular el
texto–fuente” permite “comprender” mejor las relaciones que el texto establece y, por
lo tanto, entender mejor.
Es decir que las reformulaciones que se operan en los textos permiten “aprehender”
el sentido del texto fuente (texte–source) y, al mismo tiempo, una reflexión sobre cómo
expresar–escribir el nuevo texto.
Por lo tanto, sostenemos que la reformulación es una operación de lectura y de
escritura porque se plantea en relación con otras operaciones del lenguaje escrito.
Cuando se resume o reformula lo que hacemos es “desandar el camino de la escri-
tura”. Entonces, lo que hace el escritor de resúmenes es:
• Reponer el contexto de producción del texto.
• Identificar la intencionalidad y el plan textual que se ha previsto para poder concre-
tar esa intencionalidad en el texto.
• Reconocer la progresión temática que relaciona, conecta y hace “progresar” una
idea global. Los textos, los capítulos y los libros tienen, básicamente, un planteo cen-
tral que se desagrega y fundamenta a través de un razonamiento. En ese sentido,
podemos decir que hay movimientos cooperativos entre autores y lectores: los autores
despliegan la información en un plan textual que orienta la lectura y la comprensión y
los lectores, a su vez, deben poder “entrar” en diálogo con ese razonamiento.
• Producir un texto meta, también escrito, aunque con determinadas características
genéricas que lo diferencian del texto fuente.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
Para tratar de ser fiel al sentido y, al mismo tiempo, ser más breve, el escritor deberá
operar una jerarquización del significado textual de manera que, guiado en cierta
medida por el texto mismo, es, en definitiva, el sujeto quien decide qué sentidos impor-
tan en el texto fuente y cuáles no. Es también interesante señalar que el lector tiene
varias posibilidades de lectura: literal o intencional.
2.1. La reformulación
Convertere; trastocar, cambiar, volver al revés son las actividades a realizar con el texto
fuente. Sin embargo, en el otro extremo de esta exigencia se sitúa la necesidad de no
alejarse del sentido del texto “original”. En esta tensión difícil de resolver se encuentra
el sujeto escritor de resúmenes Convertere; trastocar, cambiar, volver al revés son las
actividades a realizar con el texto fuente. Sin embargo, en el otro extremo de esta exi-
gencia se sitúa la necesidad de no alejarse del sentido del texto “original”. En esta ten-
sión difícil de resolver se encuentra el sujeto escritor de resúmenes, de allí que insista-
mos en la dificultad que supone construir un buen modelo mental del texto leído para
poder decir “de manera diferente pero manteniendo el sentido”.
Sostenemos que es posible discernir, al menos, dos tipos de lectores según el tipo
de reformulación que realizan:
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
dios superiores. Leer y escribir implica pensar. La escritura que se ponen en juego es,
entonces, la escritura epistémica. Ese estudiante ya no dice el “el texto dice…” o “el
texto habla…” sino “el autor plantea…”; “la teoría que se propone es…”; “El planteo
central que propone el autor es…”; “Los argumentos principales que se exponen en el
artículo tal…”.
3. Conclusiones
Las paráfrasis se revisan muchas veces, luego de producidas y se “ajustan” pensando
en la situación comunicativa que la constituye: explicar a otros lectores —que no cono-
cen el texto— el razonamiento de un texto fuente en torno a una idea global. Los textos
se escriben para decir una sola idea, claro que compleja e integradora de otras.
Los autores de una paráfrasis se preocupan por no desvirtuar el texto original: no
hacerle decir lo que no dijo. Del mismo modo, lograr comunicar la idea relevante que
el texto tenía implícito. En ese sentido, un buen lector es siempre un buen escritor del
texto fuente.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
En general se utiliza la tercera persona que da cuenta del perfil del autor de una
paráfrasis: un mediador entre el texto fuente y los lectores. A veces, se puede utilizar la
primera persona del plural que es incluyente del autor y los lectores.
Si resulta necesario se puede citar textualmente una expresión que sea muy inclu-
yente. En ese caso utilizar comillas. Se realiza un entramado entre la voz del autor de
la paráfrasis y la del texto fuente. En general, apelamos a la citación indirecta en la que
organizamos más libremente lo dicho en el texto fuente.
Una paráfrasis no sigue el orden lineal del texto impreso sino el orden del razona-
miento. No es un acortamiento por “poda”, es un acortamiento por transformación del
texto fuente.
Estas notas pueden servir para “observar” distintas versiones de paráfrasis y valorar-
las (es útil hacer este trabajo en grupo). Podemos notar que se ha suprimido o generali-
zado demasiado. O bien, que falta precisión. También podemos observar el “entramado”
de las voces y realizar en ese sentido los ajustes necesarios en función de la claridad.
Por último, no olvidar que la introducción tiene que dar cuenta de que lo que se va a
decir pertenece a otro. El autor de una reseña no asume la responsabilidad enunciativa
de lo que se dice; sí asume la responsabilidad de explicarlo a otros lectores. En esa
reformulación, hay dos campos semánticos que se ponen en juego: el del texto fuente
y el del nuevo expositor. El expositor que “traduce” el texto fuente a otro género pone
en movimiento una “palabra propia”. Esa palabra propia es la que resulta de la reorga-
nización de la información “en otro razonamiento” y en esa nueva textualización se uti-
lizan otros verbos, modalizadores, conectores; se producen operaciones de nominali-
zación (al integrar información); se utilizan unas formas y léxico propio de la exposición
pero se respeta el campo semántico propio del texto fuente.
En síntesis, la capacidad de reformular y parafrasear un texto fuente no es una habi-
lidad general, sino relativa a los diversos tipos y géneros de textos. La capacidad de
reformulación revela dominio genérico. En ocasiones vemos que existe un malen-
tendido respecto de la palabra propia; no se trata de reformular libremente sino en el
marco de una situacionalidad y un género. Tal como lo explica Adriana Silvestre:
Desde este punto de vista, adquirir la capacidad de reformular textos pertenecientes a diversos
géneros implica ampliar las habilidades comunicativas del estudiante. Así, la capacidad de comu-
nicación no se verá restringida exclusivamente a las situaciones de diálogo cotidiano, sino que se
extenderá a formas de comunicación distintas exigidas por los ámbitos propios de la construcción
y transmisión de conocimientos.
Desde el punto de vista de los procesos de conocimiento, la habilidad de reformulación implica flexi-
bilidad cognitiva. En efecto, la capacidad de referirse de distintas maneras a una misma idea implica
la construcción de múltiples representaciones de ella. Los alumnos literales evidencian que para ellos
los conceptos que están aprendiendo responden a una representación única: la del texto.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
• saber de escribir (o, lo que es lo mismo, saber del sentido que tiene escribir como práctica). En
otros términos, el escritor sabe los alcances que tiene ese verbo, no tecnológicamente sino, sobre
todo, sabe el lugar que ocupa el escribir como práctica junto a otras. […] ese “saber de escribir”
confiere identidad al proceso que realiza y a la escritura que produce, lo cual establece una dife-
rencia con quienes escriben por debajo de ese saber o careciendo de él porque escriben sólo ins-
trumentalmente […]
• saber de qué escribir (o, lo que es lo mismo, del sentido que tiene la relación con lo externo al
escribir). En otros términos, el escritor sabe qué quiere referir o, en otras palabras, a qué quiere
hacer servir lo que escribe […] Y eso que quiere referir es, a su vez, como saber, un universo que
posee. (Jitrik, 2000:18–19)
Ese universo —sigue diciendo— está formado por el saber de la experiencia, del
conocimiento y de la posibilidad. Hemos abordado algunos saberes sobre la escritura
como un saber de posibilidad tal como lo define el escritor.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 4. Reformulación y resumen
Notas
1. Conversio, onis (de converto) f. Vuelta, giro, rev- han expresado nuestros antepasados, pero en rea-
olución, remolino, movimiento circular y periódi- lidad las formas de expresarse aún son innumera-
co// cambio, mutación, metamorfosis// (medic.) bles y muchos caminos nos conducen al mismo
trastorno, desarreglo//Quint. Traducción// Her., fin” (“For if there were only one way in which an-
Cic (retór.) repetición de unas mismas palabras ything could be satisfactorily expressed, we should
en un orden inverso// Boeth. Conversión de las be justified in thinking that the path to success had
proposiciones lógicas. been sealed to us by our predecessors. But, as a
Converto cambiar, trastocar, volver al revés, trans- matter of fact, the methods of expression still left
formar, mudar, convertir// labrar la tierra, arar.//tra- us are innumerable, and many roads lead us to the
ducir (Blanquez–Fraile, 1946). same goal.” de Quintiliano (1958)).
2. “La reformulación imitativa supone, al menos en 4. “La producción del discurso implica un con-
apariencia, una anulación de la distancia entre la junto de representaciones y operaciones comple-
situación del sujeto que parafrasea, productor del jas las que, conjuntamente, pueden considerarse
texto meta y la situación original del productor del teóricamente como una unidad de producción
texto fuente” (la traducción es nuestra). de discurso en la mente. Esta unidad tiene tres
3. La traducción es nuestra: “Pues, si existiera sólo módulos principales, a saber, uno pragmático,
una buena forma de decir, sería lícito pensar que uno semántico y uno de formulación, que operan
el camino estaría cerrado para nosotros por lo que en estrecha colaboración” (Van Dijk, 1999:296)
Bibliografía
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Unidad 5. Desmontajes y nomadías:
notas sobre el concepto de género discursivo
Analía Gerbaudo
Hay un tipo de lector actual, el lector de ficciones policiales. Ese lector ha sido —ese lector se
encuentra en todos los países del mundo y se cuenta por millones— engendrado por Edgar Allan
Poe. Vamos a suponer que no existe ese lector, o supongamos algo quizá más interesante; que se
trata de una persona muy lejana de nosotros. Puede ser un persa, un malayo, un rústico, un niño,
una persona a quien le dicen que el Quijote es una novela policial; vamos a suponer que ese hipo-
tético personaje haya leído novelas policiales y empiece a leer el Quijote. Entonces, ¿qué lee?
‘En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo vivía un
hidalgo...’ y ya ese lector está lleno de sospechas, porque el lector de novelas policiales es un lec-
tor que lee con incredulidad, con suspicacias, una suspicacia especial.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 5. Desmontajes y nomadías
Por ejemplo, si lee: “En un lugar de la Mancha…”, desde luego supone que aquello no sucedió en
la Mancha. Luego: “…de cuyo nombre no quiero acordarme…”, ¿por qué no quiso acordarse Cer-
vantes? Porque sin duda Cervantes era el asesino, el culpable. Luego, “no hace mucho tiempo…”,
posiblemente lo que suceda no será tan aterrador como el futuro. (Borges, 1978:190)
Borges trabaja sobre el problema de los géneros en los dos párrafos que antece-
den al fragmento transcripto introduciendo una precisión importante: entiende que los
encuadres genéricos están sujetos más fuertemente a las operaciones de lectura que
a las propiedades de los textos. Es por ello que un “lector de ficciones policiales” que
además no conociera que el texto de Cervantes puede (o suele) ubicarse en otros
géneros o participar de otras taxonomías (parodia de la novela de caballería, texto fun-
dacional del siglo de oro español, etc.) podría leer el Quijote desde los protocolos del
género policial:
Es sabido que Croce, en unas páginas de su Estética —su formidable Estética—, dice: “Afirmar
que un libro es una novela, una alegoría o un tratado de estética tiene, más o menos, el mismo
valor que decir que tiene las tapas amarillas y que podemos encontrarlo en el tercer anaquel a la
izquierda”. Es decir, se niegan los géneros y se afirman los individuos. A esto cabría decir que,
desde luego, aunque todos los individuos son reales, precisarlos es generalizarlos. Desde luego,
esta afirmación mía es una generalización y no debe ser permitida.
Pensar es generalizar y necesitamos esos útiles arquetipos platónicos para poder afirmar algo.
Entonces, ¿por qué no afirmar que hay géneros literarios? Yo agregaría una observación perso-
nal: los géneros literarios dependen, quizá, menos de los textos que del modo en que éstos son
leídos. El hecho estético requiere la conjunción del lector y del texto y sólo entonces existe. (Bor-
ges, 1978:189)
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 5. Desmontajes y nomadías
hoy a este género? ¿Varían con el tiempo los modos en que se clasifican los textos en
géneros? ¿Hay diferentes modos de pensar las clasificaciones de textos? ¿Hay dife-
rentes modos de pensar el concepto de género? ¿Hay diferentes criterios? ¿Existe
alguna relación entre el modo en que nos han enseñado a clasificar los textos y nues-
tro modo de leer?
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 5. Desmontajes y nomadías
La madre:
¿Qué mundos, si se puede saber,
se han de intuir de la simple mirada
de un extranjero? ¿De un hombre de treinta años
parado una mañana contra la puerta transparente
del supermercado que, viéndote llegar,
se fija, por un momento, en tus ojos,
llevado, seguramente, por la inercia de la mirada,
de los ojos acostumbrados a errar y a rebotar
contra una muchedumbre de piedra? Has de haber tenido,
anoche, un sueño rápido, sin recuerdos, cuya memoria,
después, tembló un momento sin florecer, en la mirada
del extranjero, una de esas asociaciones
en la que uno mismo, y no lo que se mira
es, en realidad, lo familiar. Y está también la turbación
que la mirada de un hombre de treinta años, hermoso,
como una ráfaga oscura, siembra
en una criatura que pisa,
por primera vez, el país del amor.
(...)
(Saer, 1977:54–55)
En el otro extremo, y jugando con las paradojas, Saer escribe una “novela” con
ritmo de poesía. Extensas frases que llevan a veces más de dos páginas explotan las
repeticiones creando el ritmo musical al que la poesía nos tiene acostumbrados. A
modo de ejemplo, un fragmento de una oración tomada de esta novela en la que lo
que se narra, básicamente, es la caminata de dos amigos, Ángel Leto y el Matemático,
por la peatonal San Martín una mañana soleada de octubre de 1960:
Para Leto esos pueblos son la infancia —la infancia, es decir, en su caso, las idas y venidas en tren
o en coche motor, las vacaciones de verano o de invierno, en casa de sus abuelos, el negocio de
ramos generales de su abuelo, con sus mostradores largos y oscuros, las piezas de tejidos de colo-
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 5. Desmontajes y nomadías
res, estampados, floreados, a rayas, a lunares, cuadriculados, o con florcitas negras y blancas de
medio luto, puestas unas encimas de las otras y ordenadas en diagonal sobre las estanterías, los
paquetes amarillos de yerba, acomodados con minucia, con el dibujo y las letras de la marca repe-
tidos en varias hileras, las pirámides de latas de conserva, idénticas, levantas en el fondo del local,
los frascos de caramelos, las pilas de paquetes de cigarrillos clasificados por marca, los de tabaco
rubio a la izquierda de la estantería, los de tabaco negro en medio, toscanos, toscanitos, fósforos,
tabaco y papel de armar a la derecha; los grandes cajones de azúcar, de lentejas, de garbanzos, las
pilas de bacalao rígido y cubiertos de sal gruesa, las maletas para la cosecha, que olían a cuero y a
grasa, las botellas de vino, de aperitivo, de licor, de cerveza, puestas en orden por tipo, por marca,
por tamaño, las vitrinas con artículos de tocador, la fiambrera, la balanza, el metro de madera lisa,
brillante, oscura y sobada, los almanaques y las pantallas de cartón de propaganda, con fotografías
de estrellas de cine, de equipos de fútbol, dibujos humorísticos o artísticos, las cajas de zapato, los
tambores de querosén o de alcohol de quemar en el depósito. (Saer, 1985:81–82)
Desde la perspectiva que seguimos en este artículo el intento de determinar una per-
tenencia genérica absoluta no es sino un gesto autoritario que desconoce el complejo
modo en que los textos se producen, circulan y se recepcionan en una cultura. Los cri-
terios de demarcación y clasificación genérica son producto de luchas, de negociacio-
nes y de consensos y, por lo tanto, históricos, atravesados por posiciones teóricas que
no están liberadas de cuestiones axiológicas, políticas, ideológicas. Esto muestra por
qué los criterios no son invariables y por qué el problema del ordenamiento y de las
taxonomías suele ser más caótico y más complejo de lo que se suele admitir.
Las consecuencias de la teoría derrideana son sumamente productivas para las
ciencias humanas en particular y para las ciencias, en general, ya que permite des-
cubrir que en los textos no canónicamente ubicados en el estante de una disciplina,
pueden aparecer formulaciones de alta potencia cognitiva para el campo disciplinar
en cuestión (su misma escritura es un ejemplo de ello, no incluida por muchos en el
estante de la filosofía). Y en este sentido es que podemos afirmar que no parecen que-
dar dudas de que la literatura es para Derrida uno de los “géneros” que no estando
ubicado en el estante de las formaciones discursivas que forman parte del “saber”,
genera sin embargo las más potentes conmociones del pensamiento (de ése que
tiene “nuestra edad y nuestra geografía”, como dice Foucault —1966—).
Tal vez una hipótesis posible sea que los textos literarios a los que Derrida remite no
pertenecen solamente a la literatura sino que, participando en mayor medida de la lite-
ratura, también participan de la filosofía. Tal vez, algunos de los textos literarios que en
particular más nos interesan no pertenezcan solamente a la literatura sino que proba-
blemente también participen de la teoría. Tal vez, más que afirmar, como suele decirse,
que un texto literario se adelanta a una formulación teórica (por ejemplo, “El escri-
tor argentino y la tradición” a las teorías que cuestionan el proyecto de las “literaturas
nacionales”) debamos decir que estos textos participan mayormente del género “lite-
ratura”, pero también de la teoría. Tal vez también en este sentido, a partir de la partici-
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 5. Desmontajes y nomadías
pación en varios géneros más que atendiendo a su pertenencia a alguno de ellos, pue-
dan leerse los textos de Walsh y de Sarmiento que mencionábamos al inicio de este
artículo, y los textos en general.
Lo que es interesante analizar, siempre que elegimos pensar un objeto desde un
lugar teórico, es qué ganamos y qué perdemos cuando decidimos hacerlo desde allí,
qué riesgos estamos dispuestos a correr y ante qué desafíos nos colocan esas catego-
rías que escogemos usar. ¿Qué supone pensar los textos a partir de conceptos que per-
miten ubicarlos en más de una estantería? ¿Qué seguridades se abandonan cuando se
opta por esta manera de abordar el problema de las taxonomías? ¿Qué consecuencias
tiene esto para la propia escritura de textos? ¿Qué se gana a nivel de conjetura sobre el
valor sociocultural de una escritura cuando sabemos que potencialmente puede parti-
cipar del arte y de la denuncia, del arte y las especulaciones teóricas, o más claramente
expresado, de la literatura y del discurso periodístico, de la literatura y de la historia, de
la literatura y de la filosofía, de la teoría literaria y de la filosofía?
Nuevamente Borges parece enseñarnos algo respecto de las clasificaciones cuando
desde un texto que se lee como ensayo, como literatura y como filosofía, dice, desper-
tando la risa inteligente de Foucault (1966), que en “cierta enciclopedia china que se
titula Emporio celestial de conocimientos benévolos” es posible encontrar cierta clasifi-
cación zoológica por la cual:
los animales se dividen en (a) pertenecientes el Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados,
(d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que
se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de camello, (l) etcé-
tera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. (Borges, 1952:96)
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 5. Desmontajes y nomadías
Nota
1. Las clases que Borges dicta en la Universidad
de Belgrano están ordenadas según un criterio
temático: “El libro”, “La inmortalidad”, “Emanuel
Swedenborg”, “El cuento policial”, “El tiempo” y
compiladas en el libro Borges, oral (cf. Borges,
1979).
Bibliografía
Borges, J.L. ([1932] 2000): “El escritor argentino Ferro, R. (2005): Conferencia, en Jornada “La se-
y la tradición”. En Discusión en Obras Completas, ñal de un trazo. Adiós a Jacques Derrida”. Santa
Tomo I, Barcelona: Emecé. Fe: FHUC, UNL, 20 de mayo.
—— ([1952] 2000): “Kafka y sus precursores”; “El Foucault, M. ([1966] 1991): “Prefacio”, “Las cien-
idioma analítico de John Wilkins”. En Otras inqui- cias humanas”. En Las palabras y las cosas. Una
siciones en Obras Completas, Tomo II. Barcelona: arqueología de las ciencias humanas, México.
Emecé. Saer, J.J. ([1977] 1988): El arte de narrar. Santa
—— ([1978] 2000) “El cuento policial”. En (1979) Fe: UNL.
Borges, oral en Obras Completas, Tomo IV. Barce- —— ([1985] 2000) Glosa. Buenos Aires: Seix Ba-
lona: Emecé. rral.
Derrida, J. (1980): La ley del género (mimeo) Sarmiento, D.F. ([1845] 1993) Facundo. Buenos
[trad. Jorge Panesi para la cátedra Teoría y Análi- Aires: Sudamericana.
sis, UBA de “La loi du genre” en Glypth, 7]. Walsh, R. ([1957] 1994): Operación masacre. Bue-
—— (1992): “The Law of Genre” [trad. Avital Ron- nos Aires: Planeta.
nel]. En Attridge, D. (comp.).
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Secretaría Académica
Dirección de Articulación, Ingreso y Permanencia
Año 2014
Adriana Falchini
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(coordinadoras)
ISBN en trámite
Unidad 6. Lectura y escritura
en disciplinas proyectuales
Anabella E. Cislaghi*
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 6. Lectura y escritura en disciplinas proyectuales
Trataría de inculcar en mis estudiantes un sentido preciso de control, de juicio imparcial y del
“cómo” y del “por qué” […] Pregunto a un joven estudiante: ¿en qué parte de un cuarto pone usted
una puerta? […] Quizás tenga varias soluciones. Usted tiene razón, hay varias soluciones y cada cual
da una sensación arquitectónica diferente. Ya ve —esas diferencias de solución son la base misma de
la arquitectura. De acuerdo con la forma en que usted entra en el cuarto, y de acuerdo con la posición
de la puerta en la pared, usted tiene una impresión determinada y la pared que perfora toma caracte-
rísticas determinadas. Usted siente que ha descubierto la arquitectura… (Le Corbusier, 1957:63).
Hemos citado revistas, libros y páginas web, todas accesibles desde la Biblioteca,
lugar que entendemos como clave para empezar a conocer sobre lo que interesa estu-
diar. La posibilidad de encontrarnos con los distintos discursos que conforman la dis-
ciplina, las discusiones que estructuran sus contenidos, plasmadas en diversas tem-
poralidades y el contacto con otros estudiantes en ejercicio de sus códigos, acuerdos
y compromisos. Esta disciplina se relaciona con personas, pero también, y muy parti-
cularmente con las cosas y las ideas que la estructuran; trabajando desde una manera
comprometida de mirar, diseñar y proyectar el mundo.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 6. Lectura y escritura en disciplinas proyectuales
Nota
* Responsable del Curso de Articulación Disciplinar
“Lectura y Escritura de textos académicos” (Facul-
tad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, UNL).
Bibliografía
Breyer, G. (2007): Heurística del diseño. Buenos
Aires: Nobuko.
Choay, F. (1994): “Nueva Babel. El reino de lo ur-
bano y la muerte de la ciudad”. Arquitectura viva,
35, marzo–abril, 14–19.
Davis, F. (2010): “Dieter Rams, el poder de los
principios”. 90+10, 27, junio–julio, 129–132.
Le Corbusier (1957): Mensaje a los estudiantes
de Arquitectura. Buenos Aires: Infinito.
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Año 2014
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Unidad 7. Notas acerca del lenguaje y el Derecho
Teresita Prat*
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 7. Notas acerca del lenguaje y el Derecho
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Nota
* Responsable del Curso de Articulación Disci-
plinar “Lectura y escritura de textos académicos”
(Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, UNL).
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Unidad 8. Leer como escritores y escribir
para lectores. Actividades sugeridas
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
que también tiene que ser un concepto que nos permita decir algo, prestando especial
atención allí donde residen las diferencias que cada texto particular tiene con respecto
al resto de los textos, inclusive si pertenecen a un mismo género.
Actividades
1. Leer el texto “Coraje de la verdad” escrito por Michel Foucault publicado en el
diario Página 12, en la sección Psicología, el 30 de diciembre de 2010.2
2. Si prestamos atención, notaremos que una llamada en el nombre del autor nos
remite al final del texto, donde se da cierta información del contexto original en el que
se publicó el escrito: un libro de reciente aparición en las librerías para la fecha de
publicación del artículo. Nótese también que se ha seleccionado un fragmento. ¿Cómo
y por qué modifican estos datos el sentido del texto y el contexto en que lo leemos?
3. ¿El género del texto responde a su contexto original o al contexto en que lo recibi-
mos? Argumente por escrito su respuesta a partir de lo planteado en los capítulos 1 y 3.
4. Identifique rasgos singulares de la escritura de Michel Foucault. Realice a partir
de esa observación un informe en el que se explique el estilo genérico del texto. Inser-
tar en ese informe evidencias del texto observado.
Notas
1. Esta acepción se retoma de los planteos de lizar en el desarrollo de este libro. Ver capítulo 1
Jean Paul Bronckart, quien distingue tipos de dis- “Los textos como acciones de lenguaje” de Adria-
curso y géneros de textos en una reformulación na Falchini.
del concepto de género discursivo propuesto por 2. Disponible en <http://www.pagina12.com.ar/
Bajtin. Esta es la denominación que se decide uti- diario/psicologia/9-159531-2010-12-30.html>.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Nuestro objetivo es volver a recuperar este espacio de difusión de la ciencia, retomar este canal de
comunicación legítimo que fue y seguirá siendo Conciencia. Y nos hemos decidido a apostar a un
producto renovado, que por un lado trate de conservar el perfil riguroso y preciso que exige la cien-
cia, y por otro se muestre ágil y —por qué no— polémico. Que plantee un lenguaje al que todos
puedan acceder, que se ocupe de temas corrientes, que intente responder preguntas comunes,
que se convierta en una herramienta válida para aportar al discernimiento. (Theiler, 2003)
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
El señalar a un autor o a una obra como iniciadora o fundadora de una corriente o de una activi-
dad puede ser riesgoso, ya que hay muchas probabilidades de equivocarse, o de cometer alguna
injusticia, porque, por desconocimiento, pudieron no considerarse a otros autores o a otras obras.
En el caso de la divulgación de la ciencia se presenta el interrogante: ¿cuál fue la primera? o ¿hay
varias a las que se puede asignar ese rol? (Gallardo, 2008)4
Como podemos observar, la autora hace explícita al lector la difícil tarea de delimi-
tar el objeto de investigación, lo cual es un dato muy productivo para entender, ade-
más, su intencionalidad. La forma en que construye la exposición presenta ese “len-
guaje accesible” expuesto como uno de los pilares dentro de la publicación. Además,
en el fragmento citado es evidente la necesidad de construcción de ese “espacio men-
tal colectivo” referido anteriormente, puesto que la pregunta (disparadora de la explica-
ción) acompaña en todo momento el despliegue del razonamiento. La pregunta epis-
témica ¿qué rasgos las vinculan a lo que hoy entendemos como divulgación científica?
estructura la conversación con el lector. Y se especifica en las distintas fases de la
exposición, por ejemplo en el párrafo 3 la autora inicia una fase de la explicación con la
pregunta “Pero ¿por qué el Diálogo puede considerarse precursora de la DC?”.
En este sentido, las decisiones de la autora están en consonancia con el contexto
de producción y de recepción en el cual el texto se desarrolla. En relación con este
proceso, el autor del texto funciona como un constructor de espacios que “debe” indi-
car por dónde transitar. Los llamados elementos paratextuales resultan fundamenta-
les en esa orientación. Tal como lo define Maite Alvarado, el paratexto es “un disposi-
tivo pragmático, que por una parte, predispone —o condiciona— para la lectura y, por
otra, acompaña en el trayecto, cooperando con el lector en su trabajo de construcción
—o reconstrucción— del sentido (1994:16–17).5 Los paratextos se encuentran presen-
tes dentro del texto con una clara función: constituirse como “umbrales del texto” pero
a la vez, lo constituyen como tal:
Etimológicamente, “paratexto” sería lo que rodea o acompaña al texto […] Pero ya considere que
el texto existe para ser leído o porque es leído, la lectura es su razón de ser, y el paratexto contri-
buye a concretarla. (Alvarado, 1994:16)
Los paratextos pueden ser verbales (los títulos, las dedicatorias, los epígrafes, los
prólogos, los índices, las notas, la bibliografía, el glosario y el apéndice) o gráficos
(ilustraciones, diseño del texto, tipografía). Por ejemplo, en el texto analizado se hacen
presentes los siguientes paratextos ilustrativos:
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Tendremos en cuenta, especialmente, que activar las relaciones que proponen los
paratextos posibilita
construir un modelo o representación mental de lo que en él [texto] se expone […] Este proceso
es progresivo, ya que la lectura no es lineal, sino que procede por tanteos: se elaboran hipóte-
sis a medida que se avanza y se evalúa lo ya leído. El modelo mental es una representación jerár-
quica de los datos sucesivos que el lector obtiene del texto. Para construir esa representación o
macroestructura semántica, el lector debe ser capaz de establecer relaciones de coherencia entre
las frases. (Alvarado, 1994:81)
Actividades
1. Elaborar una guía de observación de elementos que funcionen como marcas
de contextualización. Recuperar lo expuesto en este apartado y lo desarrollado en los
capítulos 1 y 2 de este libro.
2. Teniendo en cuenta la guía elaborada, explorar el sitio web de la revista Todavía
<www.revistatodavia.com.ar>. Observar secciones, editorial, autores, temas, diseño,
paratextos.
3. Seleccione un artículo de la publicación que resulte de interés personal y observe
de qué manera el autor ha tenido en cuenta el contexto en el texto.
4. Producir un breve informe expositivo que dé cuenta de esa observación. Incor-
pore ejemplos que refuercen la exposición.
Notas
1. Disponible en <http://bibliotecavirtual.unl.edu. 4. Gallardo, S. (2008, diciembre) “Galileo y Fon-
ar:8180/publicacio-nes/bitstream/1/1885/CC_15_ tanelle, precursores en... En Conciencia. Revista
19_pag_20_21.pdf>. semestral de divulgación científica, Nº 19. Santa
2. Ver <http://www.unl.edu.ar/conciencia/editorial Fe: UNL.
.htm>. 5. Alvarado, M. (1994): Paratexto. Buenos Aires:
3. Theiler, J. (2003) “Editorial”. Conciencia, Nº 12, EUDEBA, pp. 16–17.
UNL.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
No hay sujeto de saber y no hay saber más que dentro de una relación con el mundo
—que resulta ser, al mismo tiempo y por lo mismo, una relación con el saber—.
Esta relación con el mundo es también relación consigo mismo y relación con
los otros. Implica una forma de actividad y, agregaría, una relación con el lenguaje.
Charlot, Bernard (1979:295)
Con esta cita finaliza la Introducción de este libro. A partir de ella, Adriana Falchini sin-
tetiza algunas de las ideas centrales que fue abordando en su exposición: la relación
del estudiante ingresante a la universidad con los saberes disciplinares proponiendo
como observación de la actividad de estudio esta pregunta ¿cómo se constituyen y
cómo circulan estos saberes? La autora también acerca una propuesta para recons-
truir una respuesta: en el diálogo, sostiene y agrega: “Dentro de una relación con el
mundo”. En esta relación, por su parte, la escritura refiere al acto a partir del cual el
estudiante se apropia de algunos aspectos de otros escritos para reordenarlos según
una situación de estudio específica.
Esta relación con el saber que mencionamos en la cita inicial, puede entenderse
en cercanía con el espacio mental colectivo que hemos estudiado en el capítulo 3 “La
explicación en la comunicación científica y académica”. En este espacio se referencian
otras voces, se las pone en diálogo, de la misma manera en que podemos encontrar
autorreferencias, es decir, referencias a la propia voz, al propio escrito: relación consigo
mismo y relación con los otros, enuncia la cita. Por ejemplo, es recurrente la fórmula
inicial “En este trabajo pretendemos exponer…”1 donde, al menos por un momento,
el “trabajo” pareciera hablar de sí mismo y no del “fenómeno” del que pretende dar
cuenta o comunicar algún resultado. Sin embargo, esto no es ni un error ni una inge-
nuidad: cuando Falchini refiere a Bruner y recupera, para definir el orden del exponer,
tanto las operaciones de categorización y conceptualización, como también, la inten-
ción explicativa, no debemos pensar en una mera intención. Es decir, es una estrategia:
parte de las decisiones de autor. Como recurso lingüístico, lo encontraremos principal-
mente en relación con la autorreferencia.
En esta actividad intentaremos practicar esta estrategia en la escritura de un primer
párrafo introductorio a la escritura de un informe de lectura. Como ya hemos leído en
la Introducción, la escritura que se genera en las actividades de estudio, investigación
y divulgación puede denominarse escritura epistémica. Se trata de un tipo de escritura
capaz de establecer diferentes pactos de lectura: la producción en centros de investi-
gación, los escritos que circulan y se publican en contextos áulicos, la divulgación en
revistas especializadas o periódicos. Destacamos tres ejes que permiten ordenar una
introducción y que organizan el pacto de lectura:
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
2. Explicar qué posiciones adopta el autor de “La academia, los medios y los muer-
tos” para la exposición de su razonamiento. Para ordenar tu respuesta, podes referirte
a los tres ejes propuestos más arriba: qué queda explícito y qué implícito en el contrato
comunicativo; qué discursos disciplinares y qué comunidades de discurso relaciona
con su intención y qué conceptos propone para argumentar su propósito de escritura.
Esta relación, con los demás y consigo mismo, necesaria para la escritura de un
sujeto de saber la pondremos en obra, por último, en una actividad de escritura de ver-
siones de una introducción.
Nota
1. En “La explicación en la comunicación cientí- Einstein-y-Leopold-Infeld>.
fica y académica” Adriana Falchini indica como 3. Ver el texto “Acerca de cuántas lecturas diferen-
característica propia del discurso académico la tes de un mismo texto puede hacer un lector” de
“explicitación del propósito de la comunicación”. Jimena Morais en la tercera parte de este libro.
Podemos encontrar ejemplos en los párrafos in- 4. La cuestión criminal”. Es una serie de fascícu-
troductorios de muchas de las actividades que se los especiales publicados por el diario Página/12.
proponen en este libro. Disponible en <http://www.pagina12.com.ar/es-
2. Disponible en <http://es.scribd.com/doc/5312 peciales/archivo/zaffaroni_cuestion_criminal/1-8.
0992/La-fisica-aventura-del-pensamiento-Albert- la_cuestion_criminal.pdf>.
Bibliografía
Charlot, B. ([1979] 2006/2007). La relación con el de la historia”. En El Paraninfo, Nº 10. Santa Fe: UNL.
saber. Elementos para una teoría. Buenos Aires: Zaffaroni, E. (2011) “La academia, los medios y
Libros del Zorzal. los muertos”. En La cuestión criminal. Buenos Ai-
Macor, D. (2004, mayo) “El 1º de Mayo y los usos res: Página 12.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Actividad 4. Dos perspectivas sobre la gestión de las voces ajenas en los géneros
académicos. Eliana Dreher y Mariano de Dios
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suele indicar el uso de las voces citadas para la construcción y delimitación inicial de
un campo de problemas a partir del cual el autor desarrollará su teoría o hipótesis. Del
mismo modo, una secuencia de citas marcadas por modalizaciones lógicas indicará la
presencia de una operación discursiva cuya función suele ser vincular de manera con-
vergente un conjunto de diferentes voces en función de producir un efecto persuasivo
en el lector. Las citas modalizadas representarían, desde esta óptica, una apropiación
estratégica de la palabra ajena en función de formular una hipótesis con cierta fuerza
lógica y, por lo tanto, con una clara finalidad persuasiva.
En el siguiente fragmento de un texto académico (extraído de un artículo del campo
de la investigación en el área educativa–pedagógica) se puede observar un ejemplo
de este último caso:
Según Giordan y De Vecchi (1995), esta estrategia podría ser muy útil, dado que:
[…] lo que determina el aprendizaje es el hecho de relacionar los elementos nuevos con las ideas
ya establecidas dentro de la propia estructura cognitiva; también la posibilidad de captar las simili-
tudes y las diferencias entre los conceptos, y las proposiciones así relacionadas, y traducir esto en
un marco de referencia personal que debe estar de acuerdo con la propia experiencia y el vocabula-
rio personal. Es, por último, y quizá sobre todo, la voluntad de formular una nueva idea que requiere
una reorganización importante de los saberes existentes cuando éstos no parecen adecuados, y
de reutilizar y movilizar este saber en la práctica para comprobar al mismo tiempo su utilidad y su
campo de aplicación”. (p. 258)
Esta cita sugiere un modelo que se centra en el estudiante, quien aprende y se apropia de los
conocimientos que el docente le imparte haciendo uso de sus saberes previos; al llevar la nueva
información al marco de referencia personal del estudiante, el docente logra que éste reestructure y
resignifique las concepciones previas que tiene. (Walter, 2008)
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evalúa, en buena medida, en base a la habilidad y precisión con la que su autor ges-
tiona estos recursos en los cuales se apoya su discurso. Por lo tanto, como ya hemos
sugerido, el dominio de estos mecanismos constituye una cuestión central para un
autor que desarrolle su actividad en los géneros académicos.
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• Integrada: es una concurrencia de citas, cuando se insertan todas o casi todas las anteriores cla-
ses de citas, en un solo párrafo o en una sucesión de párrafos. Es una manera muy personal de
demostrar el dominio sobre la información citada y sobre las técnicas de composición escrita.
• Notas a pie de página: son las notas que el autor coloca en la parte inferior de la página y, al igual
que en el caso anterior, en un pie de página pueden aparecer cualquiera de los ocho tipos ya men-
cionados. (Mostacero, 2004:69)
Pues bien, la jerarquía precedente permite agrupar las citas en tres categorías, atendiendo a los
estilos de escritura implícitos en ellas y en relación con las modalidades del discurso propio y
ajeno. Las tres primeras, sobre todo las textuales, corresponden al tipo de escritura copia o repro-
ductiva (el concepto ha sido tomado de Campbell y Kamhi–Stein, citados por Bolívar, 1997:28),
ya que las citas textuales consisten en la transposición de la escritura del otro en el texto que se
está construyendo. A la variedad parafrástica pertenecen las tres siguientes, la de resumen, la de
comentario y la autocita. Aquí el autor se sirve de las ideas más relevantes del texto–fuente, se
mantiene fiel a ellas, pero puede reproducirlas con sus propias palabras. No obstante, en la auto-
cita (o cita refleja) empieza a operar la aparición de la primera escritura personal, y puede avanzar
hacia dos variedades donde la subjetividad y la expresividad adquieren cada vez más importancia,
al utilizar las citas de opinión crítica, las integradas y las notas de pie de página, que forman parte
del tercer trío de la tipología propuesta. (2004:70)
la modalidad como procedimiento discursivo se refiere a cómo se dicen las cosas; es decir, a
la expresión verbal o no verbal de la visión del locutor respecto al contenido de los enunciados;
afecta a lo dicho —el contenido proposicional del enunciado— porque añade la perspectiva desde
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
la cual el locutor considera lo que dice; por tanto se trata de la visión, del modo en que se ve aque-
llo de que se trata. La modalidad es un concepto que se refiere a la relación que se establece entre
el locutor y los enunciados que emite. (Calsamiglia Blancofort y Tusón Valls, 1999:174)
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
vencionales.
4. Indicar las transformaciones realizadas en el nuevo texto respecto de intencionali-
dad, perfil del autor, destinatarios, género de texto, gestión expositiva y articulación de
las voces.
5. Explique qué efectos podrían producir en la lectura los cambios realizados.
Nota Bibliografía
1. Las operaciones de modalización han sido Calsamiglia Blancafort, H. y Tusón Valls, A.
abordadas en el artículo “Una aproximación a los (1999): “Las relaciones interpersonales, la cor-
textos de la comunicación académica a partir del tesía y la modalización”. En Las cosas del decir.
análisis de las modalizaciones” de V. Andelique Manual de análisis del discurso. Barcelona: Ariel.
en el que, además de proponer una descripción Mostacero, R. (2004): “La construcción de la
de sus alcances, se aportan ejemplos de suma escritura personal a partir del discurso del otro”.
claridad para su reconocimiento. Lingua Americana, VIII (15), 63–79.
Walter, R. et al. (2008): “El discurso del docente
en los procesos evaluativos y su incidencia en el
aprendizaje”. Revista del Instituto de Estudios en
Educación. Barranquilla: Universidad del Norte.
(El destacado es nuestro).
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Mientras nos familiarizamos con las diversas formas en que un contrato comunica-
tivo puede entablarse entre quien escribe y quien lee ejercitaremos la distinción entre
los contenidos conceptuales y fundamentales de un escrito y las informaciones más o
menos accidentales que contribuyen al avance del texto y/o a la actualidad (relevancia
en el aquí y ahora) de las consideraciones que allí se establecen.
En última instancia, insistiremos en este apartado en el hecho de que un texto siem-
pre debe ser leído en términos de la toma de una serie de decisiones y que la mejor
manera de agilizar nuestra apropiación del discurso académico implica explicitar estas
decisiones y promover su utilización consciente.
1. Las modalizaciones
La modalización implica la puesta en escena de una diversidad de comentarios y eva-
luaciones de quien habla a propósito de lo que está diciendo; como si se tratara de un
fenómeno de “transparencia” o de “realización” de lo ideológico en la palabra. Por otro
lado, las modalizaciones contribuyen a establecer la coherencia pragmática e interac-
tiva de un texto, en la medida en que orientan al destinatario hacia la correcta interpreta-
ción del contenido temático en relación con la intencionalidad de quien habla o escribe.
En nuestra vida cotidiana utilizamos incesantemente las más complejas e inéditas
modalizaciones, como también somos altamente capaces de interpretarlas; pero la
dificultad en la instancia que nos reúne estriba en dos particularidades:
• Debemos aprender a reconocer las modalizaciones propias del discurso acadé-
mico, en su presencia pero también en su ausencia u ocultamiento (en la construcción
de una voz neutra).
• Debemos aprender a operar concientemente con estas modalizaciones y explo-
tar todo el potencial interpretativo que permiten en miras de conquistar alguna vez una
escritura personal.
Pero antes es preciso señalar que las modalizaciones aportan información funda-
mental con respecto a aquellos aspectos de lo enunciado que involucran:
• El grado de probabilidad, eventualidad o necesariedad de los hechos que se
enuncian (modalizaciones lógicas). Por ejemplo: “Evidentemente no se trata de un caso
aislado”; “Parece ser un hecho colectivo”.
• La valoración del contenido que efectúa quien habla en lo respectivo a valores,
opiniones y reglas del mundo social con los que acuerda o no (modalizaciones deón-
ticas). Por ejemplo: “El estado no debe descuidar la salud de la población”; “No es
bueno recaer en este tipo de debates”.
• La evaluación del contenido temático pero ahora en términos del mundo subjetivo
de la voz que genera ese juicio, presentando así ciertos elementos del contenido como
beneficiosos, lamentables, extraños... etc. (modalizaciones apreciativas). Por ejemplo:
“Curiosamente, quien mejor explicó este lamentable fenómeno fue...”.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Ahora bien, todas estas modalizaciones se señalizan por medio de diversas unida-
des, pueden ser expresadas por verbos, adjetivos, expresiones e incluso oraciones
enteras. En este sentido, hacer una lista no constituye una verdadera ayuda, sino que
su reconocimiento debe descansar en nuestro rastreo de la intencionalidad del emisor
a lo largo del texto completo y situado (contexto).
Como podemos imaginar, ciertos textos están repletos de modalizaciones, mien-
tras que en otros son escasas e inexistentes. Estas diferencias de frecuencia parecen
ligadas al género propio de cada texto. Así, por ejemplo, las unidades de modaliza-
ción podrán estar prácticamente ausentes de ciertas obras enciclopédicas, de ciertos
manuales científicos o de algunas notas de “sucesos”; en la medida en que los ele-
mentos que constituyen los contenidos temáticos de esos textos pueden presentarse
fácilmente en géneros como datos absolutos o “exentos de evaluación” (grado cero
de la modalización/escritura neutra); por el contrario, esas modalizaciones serían fre-
cuentes en los artículos científicos, en los textos de historia o en los discursos políticos,
dado que, en tales tipos de textos, los elementos del contenido temático suelen ser
objeto de debate, de discusión y, por lo tanto, de evaluación.
Actividad: leer el texto y marcar aquellas palabras que actúen como modalizadores.
De ser posible, clasificar según el tipo de modalización que efectúan.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
• ¿Qué de todo lo que el texto dice es digno de ser recuperado en tanto conoci-
miento? ¿Qué queda en la mente del lector cuando todas las anécdotas del texto han
sido olvidadas?
• ¿Cuál es el contenido generalizable del texto? Es decir, ¿qué información de todas
las que el texto ofrece puede servirme para profundizar un análisis de la realidad (otros
casos, otras situaciones)?
• ¿Qué modalizaciones del texto son inapropiadas para una comunicación cientí-
fica o académica? ¿Qué modalizaciones pueden reemplazarlas? Y, en última instancia,
¿cuáles deben ser eliminadas para el ejercicio de una voz neutra?
• ¿Cómo se produce “saber comunicable” a partir de la voz neutra? ¿Qué efecto de
sentido intento generar?
Actividad
Producir un resumen reelaborativo del texto fuente de Capanna teniendo en cuenta:
• El cambio de intencionalidad y destinatarios.
• La eliminación de determinadas modalizaciones.
• La selección de información pertinente y la supresión de la información anecdó-
tica y accesoria.
• La traducción de las formas enunciativas excesivamente personales como la pri-
mera persona (yo/nosotros) en aquellas formas propias de la exposición: la tercera
persona y las fórmulas impersonales.
• La independencia absoluta del nuevo texto en relación al texto fuente en términos
de interpretación.
Nota
1. Disponible en <http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-2406-2010-09-04.html>.
En primer lugar, se propone la relectura del capítulo 3 de la primera parte “La explica-
ción en la comunicación científica y académica” de Adriana Falchini con el objetivo de
realizar una primera actividad:
• seleccionar los conceptos principales, y
• elaborar, a partir de ellos, una guía de observación de textos propios y ajenos.
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6.
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Nota
1. Disponible en <http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/1999/04/25/e-00401d.htm>.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
e intentan generar una escritura más personal, más malestar suelen producir. Ante este
tipo de propuestas, los estudiantes sostienen que son poco precisas, muy amplias.
Se sienten desorientados ante indicaciones del tipo “reflexionar”, “observar” o “indi-
car problemas”. Preguntan: “¿qué tengo que poner acá?”, “no sé qué me está pregun-
tando”, “esto es muy amplio y ¿cómo voy a saber qué tengo que poner?”, “¿esto es
una pregunta o un comentario; cuál sería la consigna?”, etcétera.
Una posible respuesta ante este problema es, creemos, intentar encontrar el sen-
tido, la finalidad de la actividad que se nos proponga. Entendemos que es indispen-
sable otorgarle sentido, encontrar el por qué y para qué leemos y escribimos. Y, si
de escribir se trata, pensar para quién lo hacemos; quiénes y en qué situación leerán
nuestros textos. Así es que entonces consideramos que es conveniente explicitar los
objetivos y la finalidad de las actividades que proponemos:
Reflexionar acerca de qué es leer y qué implica comprender.
Conocer los diferentes modos de leer; cómo se generan diferentes lecturas —esto
es, diferentes construcciones de sentido— a partir de las estrategias y herramientas
que fueron empleadas para leer el texto.
Comparar las lecturas/escrituras que se realizarán en dos etapas diferentes de trabajo.
Repensar conceptos —tan frecuentemente generalizados— como “verdad”, “inter-
pretación”, “significado”, “sentido” y “contexto” (situacionalidad).
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
les y las marcas temporales que el autor ha utilizado. Podemos reconocer, así, algu-
nas estrategias de lectura que pueden funcionar como “facilitadores”, como “pistas”
que ayudan a construir un sentido. En este punto consideramos que será útil el plan-
teo realizado en la consigna final de la segunda fase de trabajo: ¿un lector que no leyó
el texto original de Macor puede comprender el planteo l de dicho texto a partir de la
lectura del resumen producido? Creemos que pensar qué puede llegar a interpretar un
lector de mi texto y qué no, siempre en relación con el razonamiento del escrito fuente
resulta una pista fundamental tanto a la hora de producir un escrito como de repensar
nuestra lectura.
En conclusión, esta actividad fue pensada como corolario de la problemática cen-
tral e introductoria del curso: qué es leer, cómo leemos, cómo construimos el sentido
de un texto, cuánto influyen los objetivos y competencias del lector, qué estrategias
de lectura usamos y cuáles otras sería conveniente incorporar a nuestras prácticas.
Así, una vez planteada la problemática acerca de la lectura, se podrá avanzar en la
reflexión y el objetivo de “escribir como y para lectores”.
Actividades
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
que se despliega a partir de 1890 cuando el internacionalismo obrero rescata esa fecha como el
día de lucha por excelencia de la clase trabajadora en homenaje a las víctimas de Chicago. La
consolidación de esta imagen a lo largo del siglo XX habrá de confinar a la conmemoración de la
constitución nacional al territorio de lo estatal. Desde ese territorio, diferentes gobiernos habrán de
recurrir con frecuencia a la figura de Urquiza y la tradición constitucional, con el objetivo de limitar
el valor simbólico de una fecha exclusivamente asociada a la lucha obrera. Se trata de operaciones
de reapropiación de una fecha para una causa que no activa conflictos sociales presentes, que
resultarán vanos frente al rostro obrero del 1º de mayo.
Por varias décadas, socialistas, anarquistas y sindicalistas, a los que se le sumarán luego los
comunistas, habrán de conmemorar el 1º de mayo con diferentes modalidades. Las distintas formas
de apropiación de la fecha por cada grupo de la izquierda, no alcanza a ocultar un proceso más
general asociado a los cambios vividos por la sociedad argentina en las primeras décadas del siglo
XX. Esto es, que si bien la conmemoración del 1º de mayo tuvo un sesgo predominante de protesta
y lucha, fue perdiendo paulatinamente ese carácter excluyentemente combativo. Fenómeno que
puede asociarse a las tendencias reformistas que predominaban en algunas de las corrientes de
la izquierda y el movimiento obrero, pero que da también cuenta de una situación más general de
transformación de la sociedad argentina en las décadas del veinte y del treinta.
A mediados del siglo XX, la fuerte representación obrera que caracteriza al peronismo emergente,
instala al 1º de mayo como una de las fechas principales de su calendario simbólico. En el
ritual peronista, el día pierde el carácter de lucha asociado a aquella tradición de izquierda para
transformarse en una festividad. A la vez, en sintonía con esa imagen tan potente para el horizonte
de ideas peronista que es la comunidad organizada, el peronismo produce otro desplazamiento
que modifica los contenidos simbólicos de la fecha: la “clase obrera” es desplazada por “los
trabajadores”, y luego el “día de los trabajadores» habrá de diluirse en el “día del trabajo» perdiendo
así la fecha toda conflictividad.
Luego de la caída de Perón en 1955, la conmemoración del 1º de mayo recupera el carácter
combativo, en respuesta a factores de distinto orden: la proscripción del peronismo; el impacto
producido en toda Latinoamérica por la revolución cubana; y las transformaciones en la composición
del movimiento obrero argentino como consecuencia de los cambios que la política desarrollista
introduce en el mundo industrial.
El golpe militar de 1976 clausura brutalmente esta fase expansiva de la lucha social, vaciando al
1º de mayo de los significados sociales que le estaban tan estrechamente asociados. Aunque
las características de la dictadura dificultaban el uso de la otra tradición asociada a la fecha, la
constitucional, el gobierno militar utilizará este recurso especialmente por medio de las instituciones
educativas produciendo un doble vaciamiento de sentido de la fecha.
Sobre esa meseta dejada por la dictadura, el proceso de transición a la democracia iniciado en 1983
traerá pocas innovaciones. La asociación de la fecha con la tradición constitucional no habrá de
superar la debilidad que en todo el siglo XX la mantuvo como hermana menor de la tradición social,
a pesar de los importantes acontecimientos que en estos veinte años pusieron a la Constitución en
el centro de la escena. Mientras tanto, la tradición que sostiene el rostro obrero del 1º de mayo habrá
de sufrir un duro revés con la crisis final del mundo socialista de 1989, y con las transformaciones
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 23
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
económicas que en esos años comenzaban a acelerarse y que marcarían la Argentina reciente
definiendo un nuevo rostro en el que los desocupados desplazan a los trabajadores como actores
fundamentales del espacio público.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Notas
1. EL PARANINFO N° 10- Universidad Nacion- 2. Profesor Titular de la Facultad de Humanidades
al del Litoral. Mayo de 2004. Publicación mensual y Ciencias y de la Facultad de Ciencias Jurídicas y
de distribución gratuita. UNL. Santa Fe. Argentina. Sociales de la UNL e Investigador del CONICET.
Sección: CONTRATAPA
Consiste en describir una situación real de cualquier fenómeno natural o cultural, hechos que inte-
resan a diversas disciplinas científicas. En el trabajo de laboratorio —fundamental en ciencias
físico–químicas, biológicas y psicobiológicas, después de haberse diseñado un experimento cuyo
objeto es verificar un principio o un proceso— el informe consiste esencialmente en una descrip-
ción de los fenómenos observados y una interpretación de ellos en términos del conocimiento teó-
rico con que cuenta el alumno. (Botta, 2002; el subrayado es nuestro)
De esta cita nos interesa que “los fenómenos” son “observados”. Es decir, que es
un informe de observaciones, de algo que ha sido buscado y/o encontrado por el autor
del informe. Es pertinente recordar aquí un fragmento que ordena la exposición de
Adriana Falchini en “Los textos como acciones de lenguaje”
en el caso que nos ocupa, la escritura vinculada a la actividad de estudio, resulta necesario revisar
si cuando leemos o escribimos prestamos atención al estilo genérico de las producciones escritas.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Sucede muchas veces que al decir “tengo que escribir o leer un texto” se piensa en que todos los
textos son iguales. Y se atiende, así, sólo a las cuestiones lingüísticas o textuales.
Transcribimos este fragmento para explicar por qué no acordaríamos en que deba
(sólo) describirse lo observado, tal como afirmaba Botta más arriba. Para no atender sólo
a las cuestiones lingüísticas o textuales debemos reponer una situación en que no se
está “escribiendo un texto” sino estudiando; o bien, si coincidimos con Falchini en que
La actividad de pensar, investigar, estudiar, genera un modo de escribir particular: una escritura de
ideas y conceptos que adopta distintos estilos según las disciplinas y según la interacción comu-
nicativa.
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 26
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Texto sugerido: “La academia, los medios y los muertos”, de Eugenio Zaffaroni.7
Notas
1. En la página 20 encontramos el apartado 1.1.3. hemos puesto en práctica esta idea de los frag-
titulado “El Informe”, que se extiende en dos nue- mentos en la introducción de esta actividad, para
vos apartados: “El informe universitario” y “El reconstruir partes de razonamientos expuestos en
informe de investigación”. Creemos que el primero los primeros módulos del libro.
de ellos nos sirve como aproximación al informe 4. Cadina Palachi, autora del capítulo 2 “Cono-
de lectura en la medida en que Botta lo relaciona, cimientos para ‘pilotear’ la lectura”, expone el con-
tal como leemos en la cita, con “el alumno” (a dife- cepto en relación con la lectura. La misma idea
rencia del informe de investigación, que adscribe puede ser entendida como decisión de escritura.
a “la obra que un investigador principiante o for- 5. Proponemos reconocer tanto el “lugar de pro-
mado presentará” a una institución o como publi- ducción, de publicación, de circulación del texto
cación disciplinar). producido; la época y la fecha; el autor que produce
2. Disponible en <http://www.revistatodavia.com. el texto y el lector que lo percibe concretamente”,
ar/todavia24/24.educacionnota.html>. como, en tanto reconstrucción conceptual:
3. ¿A qué nos referimos con fragmentos ordena- • el lugar social (formación social, institución,
dores de la exposición? Revisemos, en el capítulo 1 modo de interacción),
“Los textos como acciones de lenguaje”, una • la posición social del productor (que le confiere
paráfrasis que Falchini escribe sobre una idea de el estatuto de enunciador),
Bruner: “El orden del exponer supone una forma • la posición social del receptor, y
de razonamiento que Bruner, en referencia a una • la finalidad de la interacción (¿cuál es, desde
modalidad del pensamiento, denominó lógico– el punto de vista del enunciador el efecto —o los
científico. Esta modalidad de pensamiento se efectos— que el texto es capaz de producir en el
caracteriza por su intención explicativa y por la destinatario).
utilización de operaciones de conceptualización 6. La autora ordena este apartado de su exposición
y de categorización”. Es decir, que la exposición en torno a “por qué es preciso conocer cómo
tiene un orden en particular. Para poder represen- están escritos los textos y cómo dialogan entre sí”
tar ese orden necesitamos unas referencias del en el capítulo 2.
escrito: esos serán los fragmentos que ordenan 7. La cuestión criminal. Es una serie de fascículos
la exposición. Con Bruner, sabemos que en ellos especiales sobre el tema publicados por el diario
podemos encontrar una intención explicativa, o Página 12. Disponible en <http://www.pagina12.
una operación de conceptualización, acompa- com.ar/especiales/archivo/zaffaroni_cuestion_
ñada o no, de otra operación que construye cate- criminal/1-8.la_cuestion_criminal.pdf>.
gorías (categorización) con esos conceptos. Ya
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 27
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
Bibliografía
Botta, M. (2002): Tesis, monografías e infor-mes. minal”. En Página/12. Se trata de fascículos espe-
Nuevas normas y técnicas de investigación y re- ciales sobre el tema, el punto 1 del primer fas-
dacción. Buenos Aires: Biblos. cículo se titula “La academia, los medios y los
Zaffaroni, E. (2011, 28 de mayo): “La cuestión cri- muertos”.
Esta actividad se propone explicitar el modo en que se construye lo que a nuestro cri-
terio —en tanto evaluadores/lectores del examen del curso “Lectura y escritura de tex-
tos académicos”— se considera como respuesta precisa, completa y fundamentada a
fin de orientarlos a ustedes, alumnos ingresantes, en la formulación de una contesta-
ción que se corresponda con dicho parámetro y, correlativamente, permita la asigna-
ción del mayor puntaje por consigna.
En este orden de ideas, las actividades de lectura y de escritura se entienden
como actividades complejas que exigen —como indica Palachi siguiendo a Gombert
(1990)— ser “piloteadas”.
Es por eso que esta tarea supondrá un cotejo, una reflexión sobre el propio proceso
de escritura (metalingüística), acorde a los requerimientos del examen. Asimismo, los
orientará en la especificación de estrategias para la formulación de respuestas, en vis-
tas a satisfacer las exigencias señaladas.
Cabe destacar que lo que se conoce como examen, podría considerarse un género
académico que circula en una comunidad discursiva (Swales, 1990 en Manni, 2009:22)
también académica —contexto sociosubjetivo (cf. capítulo 1)— y que, por tanto,
demanda cierta organización, un registro formal, una manera de justificar vehiculizada
por la disciplina, un intercambio específico de saberes entre los que diseñan la pro-
puesta evaluativa y los que son evaluados, entre otros. La tarea consistirá, entonces,
en controlar y construir un saber sobre este género.
Programa de Ingreso UNL / Curso de Articulación Disciplinar: Lectura y escritura de textos académicos 28
Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
a) A partir de la lectura señalar marcas, pistas que les permitan caracterizar cada
uno de los saberes aludidos por Palachi.
b) Leer y observar el texto escrito por Inés Dussel “La educación en la era digital:
atención y distracción en aulas conectadas”, publicado en revista Todavía, el 24 de
noviembre de 2010.
c) La siguiente consigna que se transcribe respeta el tipo de formulación requerida
en exámenes de ediciones anteriores: “¿Qué saberes previos se requieren para resol-
ver la lectura de algunos fragmentos del texto? Ejemplificar la respuesta con algunas evi-
dencias del propio escrito”. Tengan en cuenta que la exigencia del examen final señala
que se le asignará un punto: “Este puntaje corresponde a que se evidencie una activi-
dad de lector atento (mínimo dos saberes y sus evidencias)”.
Resolver esa consigna de examen.
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Pensar la lectura y la escritura / Unidad 8. Leer como escritores y escribir para lectores
• Justificar esos ejemplos siempre teniendo en cuenta el texto base. Aquí debieran
pensar en el siguiente interrogante: ¿Para qué les sirve como lectores darse cuenta de
este saber previo en este texto en particular? Por mencionar un caso: El saber lingüís-
tico referido al conocimiento de la lengua inglesa en un texto que contiene palabras
en esa misma lengua, permitiría construir significado en tanto que, por el contrario, no
podría acceder a dichos términos si no conociese el inglés (salvo que estos se hallen
explicados o traducidos). Sería un obstáculo en la comprensión.
Teniendo en cuenta este marco, relean las producciones, cotejen las respuestas
dadas con los ítems señalados.
a) Reformular individualmente sus escrituras iniciales teniendo en cuenta lo explicitado.
La lectura de un texto no es fácil y siempre resulta un problema. En este caso, decinos cuáles fue-
ron algunos de los problemas con los que te encontraste y cómo los resolviste. Señalá al menos
tres de ellos. Si no hallaste ninguno, indicá los que pueden ser problemas potenciales para otros
lectores. (Manni, 2009: 60)
Bibliografía
Dussel, I. (2010): “La educación en la era digital: Manni, H. (2009): Lectura y escritura de textos
atención y distracción en aulas conectadas”. En académicos. Santa Fe: UNL.
revista Todavía. Disponible en http://www.revista-
todavia.com.ar/todavia24/24.educacionnota.html
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