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Edición del 11/4/2010

Hualicho Mapú: Tesoros de tinta china


El libro de Enrique Stieben es una obra emblemática de las letras pampeanas. Pero más allá de
sus valores literarios, está el "tesoro" de sus ilustraciones, cuyo autor se desconoce. 

Podría decirse sin temor a


error que "Hualicho Mapú",
obra de Enrique Stieben, es
uno de los libros
emblemáticos de la literatura
pampeana, especialmente
en el género cuento, donde
sentó una premisa temática
relativa a la cultura de
tronco mapuche. El libro,
que lleva el subtítulo de
"Leyendas, cuentos y
relatos de La Pampa
misteriosa", tiene un pie de
imprenta del año 1951 y fue
editado por la Editorial
Albatros, de Buenos Aires.

Conversaciones.
Stieben es claro respecto al
libro en la Nota Preliminar:
"El contenido de Hualicho
Mapú -dice- fue recogido a
lo largo de años, en
conversaciones con indios
araucanos de La Pampa y
Neuquén, en diversas
circunstancias y parajes,
interpolándose lentamente
entre los topónimos del
mismo origen, tras cuya
interpretación andaba
interrogando gente e
inspeccionando lugares".
Agrega que son varios los
topónimos conocidos que
responden a leyendas y que
otros similares (Quemú,
Calchahué, Toay...) también
las tienen pero que no las
ha podido descubrir aún. Destaca que las leyendas que se cuentan no son solamente pampeanas sino
que se extienden por el resto del país y el Uruguay, dejando una debida constancia de su agradecimiento
a Miguel Canhué, Vicente Milán, Moreno Canhué, Angela Mariqueo, Domingo Huenchul, Victoria Canhué,
Juan Curruqueo y Silvano Pincén, principales relatores de las historias que dan lugar al libro. Antes había
advertido honradamente que "no le atribuyo otro mérito que el de la recopilación y quizás el de la
salvación del olvido de algunas de la composiciones, pues dentro de una década habrán desaparecido
todos los viejos".

Un dibujante formidable.
Esa frase implica una equivocación porque la obra, valores literarios al margen, tiene un mérito
sobresaliente: sus ilustraciones. El libro está adornado por dibujos de un creador excepcional, un maestro
en el trabajo de la tinta china en algunas de sus variantes, capaz de producir imágenes que no sólo
captan perfectamente la condición feérica de los relatos que ilustran sino que también ayudan al lector a
concebir o visualizar personajes, paisajes y situación. Son trece dibujos a toda página que se inician con
"El malón fantasma" y se continúan acordes con los títulos de varios otros cuentos. En algunos, caso de
"La engualichada", "El Silbo" o "Los colella che", el juego de oscuridad y luces alcanza ribetes
asombrosos y mueve a pensar que, así como Stieben elaboró sus cuentos a partir de relatos verbales, el
realizador de los dibujos maduró los temas que venían de la palabra agregándoles sus propios miedos y
concepciones. Dando pie a la sospecha que acaso debía conocer muy de cerca la índole intelectual de
aquello que graficaba.

Pero anónimo.
Se impone justificar la palabra acaso. Ocurre que el libro comentado, muy prolijo en lo formal, tiene una
omisión enorme: no consta el nombre del autor de las ilustraciones, ni en los créditos ni en las obras
mismas, sugiriendo una circunstancia más de olvido que de mala fe, ya que, ex profeso, hubiera sido un
proceder muy torpe. De hecho hemos sabido de casos similares debidos a esa especial mala suerte que,
a veces, ronda las ediciones.
Por cierto que, desde que conocimos el libro, casi medio siglo atrás, quedamos intrigados por esa
anónima autoría e indagamos en cuanto lugar y persona pudimos. Nadie nos supo dar referencia
fidedigna al respecto aunque -sospechamos porque ocurre a menudo-, seguramente habrá personas que
manejan el dato. 

¿Cardos engualichados?
Quien más se acercó a lo que podría considerarse una respuesta al problema fue el profesor José R.
Villarreal quien, en una charla de cuarenta años atrás, relacionó los dibujos con "un tal Torres y los
'Poemas del cardo ruso'", un aporte que -ahora lo comprobamos- parece aproximarse a la certeza.
Para esta posible corroboración también intervino en algo el azar. Un par de meses atrás, curioseando en
algún sitio de Internet, vimos un anuncio promocionando la venta del libro "Romance del cardo ruso", de
Carlos Alberto Torres, ofrecido a un precio razonable. Interesados en los pasos iniciales de las letras
pampeanas y recordando las palabras de Villarreal, lo adquirimos. Se trata de una edición concretada por
la municipalidad de Santa Rosa, del año 1943, promovida por un proyecto de ordenanza que firman los
concejales Ismael Amit y Ricardo Burgos, aprobado después por unanimidad. El texto del proyecto, que
deja constancia de las distinciones literarias de Torres, lo califica como "vecino (...) conocido en el
ambiente literario y cultural de Santa Rosa por colaborar en la prensa de esta ciudad y revistas y diarios
del interior del territorio, a la vez que en revistas metropolitanas". A la publicación de la ordenanza que le
dio concreción al libro sigue un prólogo de Juan Manuel Cotta que abunda en elogios al autor, de quien
dice que sin ser pampeano de nacimiento "lo es de corazón".

¿Quién fue Eduardo Vilches?


El libro consiste en algunos romances de distinta métrica y otros poemas de medida clásica, cuya calidad
no es asunto de esta nota. Están relacionados con la realidad territoriana de entonces y los llamados
"años malos" de La Pampa y tocados de una concepción cultural acorde con su tiempo de edición.
Curiosamente, y yendo al meollo de esta nota, ninguno de los textos precedentes a los poemas,
menciona el autor de los doce dibujos que ilustran la obra. En la tapa del libro y en la página 13, que es
facsimilar de la anterior, en el margen inferior izquierdo dice escuetamente "Ilustró E. Vilches", y no hay
más referencias, aunque la misma firma se reitera en el ángulo inferior derecho de cada dibujo. Sin
embargo como colofón del libro y bajo el título "Dos palabras" hay una explicación del autor a esa sintética
mención del artista: la obtención de los dibujos fue posterior a la redacción del prólogo y el escrito de los
concejales. De lo contrario, dice, "esas palabras de aliento (...) hubiéranse referido en grado sumo a la
labor artística de Vilches, a no mediar esa circunstancia. Espero, para los trabajos de mi colaborador, la
atención de la crítica". 
La singular reparación aporta el detalle de que la E de la firma de Vilches corresponde al nombre
Eduardo.

Un aire de familia.
Lo mismo que en "Hualicho Mapú" las ilustraciones de "Romance del cardo ruso" parecen estar hechas
con tinta china, a plumín, y cada una de ellas referida al poema que antecede. Son muy originales en la
concepción, con primeros planos que se ven complementados por las perspectivas que los siguen y
punteados prolijos que delimitan luces y sombras; en todos se advierte que el dibujante era conocedor de
La Pampa, y de sus cielos, que se ven reproducidos en un estilo que recuerda a las estampas de Montero
Lacasa, un conocido dibujante de esos años. En casi todas las ilustraciones figura la firma del autor en su
ángulo inferior derecho. 
A la vista de los dibujos en las dos obras, separadas en su aparición por casi una década, hay
inmediatamente un sentimiento de identificación entre ambas, aunque bastante difícil de definir para un
lego. Los de por sí muy buenos dibujos de "Romance..." sugieren un parentesco con los de "Hualicho
Mapú", no sólo en la generalidad de los temas pampeanos sino en detalles similares: la representación
del viento, los primeros planos, la luz en los árboles... En una opinión atrevida podríamos decir que es
como si el autor -en caso de que fuera el mismo- hubiera madurado artísticamente en esa década y
ganado en fuerza, en expresividad, en sentimiento. Y con una particularidad: el negro sobre blanco que
prima en "Romance..." se invierte casi por completo en "Hualicho Mapú", contribuyendo notablemente al
clima ominoso de los relatos. También hay que destacar que algunos detalles de los dibujos de uno y otro
libro parecen estar "emparentados" en su autoría, especialmente en las posturas de caballos y jinetes.
¿Dos grandes creadores?
Seguramente el lector avisado pensó, como nosotros en su momento, que la respuesta debe estar en un
libro contemporáneo de los nombrados y especifico de los temas considerados: "Plumas y pinceles de La
Pampa", de Blanca Rosa de Morán, un clásico de nuestra bibliografía. Sin embargo "Plumas y pinceles...",
con pie de imprenta de noviembre de 1955, no dice una palabra respecto a él o los ilustradores. Se
explaya, sí, largamente sobre los autores Stieben y Torres, pero nada se dice de Eduardo Vilches o del
presunto de "Hualicho Mapú". La ausencia no deja de ser llamativa ya que es inexplicable que un
reducido medio artístico como lo era el santarroseño de entonces -y aun el pampeano- no conociera a
creadores de calidad semejante. 
El hecho de que los estupendos dibujos de Hualicho Mapú sean de autoría del Eduardo Vilches de
"Romance del cardo ruso" pasa a ser una sospecha fundada, pero que deberá ser corroborada por
estudios más profundos y serios que el que puede aportar humildemente el abajo firmante. Si, por el
contrario, se tratara de dos artistas diferentes queda abierto a la consideración el hecho de que, entre
1940 y mediada la década del cincuenta hubo en La Pampa dos dibujantes de altísima calidad de los que,
según se lo considere, se sabe muy poco o nada.
 
WALTER CAZENAVE
Escritor y geógrafo

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