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Universidad de Chile
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Antes que nada, quisiera agradecer al Observatorio del Libro y la Lectura por la gentil
invitación que me ha hecho para participar de esta mesa, titulada “El texto escolar y
Este era un proyecto que entonces se inauguraba y que tenía por objeto distribuir
reforma curricular que estaba en marcha por esos años. Participé en libros publicados
entre 1998 y 2002, aunque varios de ellos fueron reeditados posteriormente. No recuerdo
la cifra exacta de ejemplares que se distribuían año a año, pero si pensamos que en esa
época se asignaban a una sola editorial todos los libros que el estado distribuía en una
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Los libros, que ganaron varias de las licitaciones internacionales para textos de educación media
realizadas por el Ministerio de Educación chileno (Mineduc), son los siguientes: R. Carreño, D. Santos,
G. Soto y C. Vera, Lengua Castellana y Comunicación, 2º Medio (Texto del estudiante y texto del
profesor), Mare Nostrum, Madrid, 1998, 472 págs.; R. Carreño, G. Páez, D. Santos, G. Soto y C. Vera,
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se me ha hecho, hablaré sobre los textos principalmente desde la perspectiva de los
autores, pero intentando relacionar esta con el contexto más amplio en que se insertan
propia experiencia de escritura y en las reflexiones que he hecho a partir de ella, por lo
que es posible que sea excesivamente personal y subjetiva. Desde ya, pido perdón por el
general todos los libros de asignaturas escolares, no son obras estrictamente personales
como las novelas o, incluso, los libros académicos. Aunque tengan rasgos específicos
que permitan distinguir una serie de otra, no hay en ellos una voz autorial reconocible,
lecturas, por ejemplo--, tiene fines principalmente utilitarios, definidos, en este caso, por
enseñanza-aprendizaje, el libro de texto debe incluir todos los contenidos del currículum
obligatorio, que es ley de la República, y adecuarse a los planes y programas que sugiere
el Ministerio, los que, aunque no tienen estatuto obligatorio, se aplican por defecto en
Lengua Castellana y Comunicación, 3º Medio (Texto del estudiante y texto del profesor), Mare Nostrum,
España, 1999; R. Carreño, G. Páez, D. Santos, G. Soto y C. Vera, Lengua Castellana y Comunicación,
4º Medio (Texto del estudiante y del profesor), Mare Nostrum, España, 1999; R. Carreño, G. Páez, D.
Santos, G. Soto y C. Vera, Lengua Castellana y Comunicación, 4º Medio (Texto del estudiante y del
profesor), 2ª edición, Mare Nostrum, Chile, 2002; R. Carreño, G. Páez, D. Santos, G. Soto y C. Vera,
Lengua Castellana y Comunicación, 3º Medio (Texto del estudiante y texto del profesor), 2ª edición, Mare
Nostrum, Chile, 2002.
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la mayor parte de los establecimientos escolares. Por supuesto, además de estas
relación con otras asignaturas y otros saberes, entre otros aspectos. Lejos de ser una obra
que se extiende a otras herramientas que también terminan confluyendo, de uno u otro
modo, en el aula. Porque ciertamente una cosa son el texto, el currículum, el programa
su producción.
Lo hasta aquí expuesto explica que el texto escolar sea una composición hecha
poco lejana, supone principalmente reuniones en que se discuten cuestiones tales como
de presentarlos, la relación entre el texto verbal, los paratextos y los textos no verbales,
las actividades relacionadas con las distintas secciones y la adecuación del texto a
después de la escritura propiamente tal, esto es, la redacción de los textos, el equipo se
reúne, evalúa, corrige y va afinando o incluso alterando el diseño original. Si hay una
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práctica que cumple con la teoría sociocognitiva de la escritura como un proceso
autores y la editorial no puedan incidir con sus propias ideas en el libro. Lo que ocurre,
más bien, es que esa incidencia se materializa, por así decirlo, satisfaciendo, a la vez, las
que el texto evitara el sesgo sexista frecuente en la bibliografía. Una integrante de nuestro
equipo, Rubi Carreño, hoy una de las principales académicas chilenas en el campo de
las humanidades, era en esos años una joven profesora de literatura chilena, con
Probablemente visto desde hoy, aunque la cuestión fue tratada de modo explícito en
reuniones y durante la elaboración de los textos, nuestro esfuerzo haya sido insuficiente
y tímido. En esos años, nuestra preocupación implicaba, entre otras cosas, evitar los
ellas tanto mujeres como varones aparecieran con roles agentivos, pues la bibliografía
mostraba que en los textos a las mujeres típicamente se les asignan roles pasivos y a los
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varones, activos o agentivos. También tuvimos la preocupación de incluir mujeres entre
estereotipos de género ni raciales. Todo esto fue posible, por supuesto, porque la reforma
de la época, con sus limitaciones, proponía una asignatura ligada a la vida cotidiana del
de los derechos humanos tenían un papel no menor, y donde el análisis crítico de los
mensajes públicos ocupaba un lugar privilegiado. Que el equipo estuviera integrado por
decisivo en estas decisiones, pero creo que finalmente las conversaciones que tuvimos
en esto desde nuestras experiencias y saberes, un trabajo que al menos para mí también
discriminación, como la que afecta a las personas con discapacidad, un tema que
la asignatura. Este ordenaba los cursos por el tipo o modo de discurso que se desarrollaba
en ellos, una propuesta que en los últimos años ha sido criticada desde la teoría de los
géneros discursivos, pero que entonces permitía articular una progresión desde tipos que
se consideran más básicos, como el narrativo, a otros que se ven como más complejos y
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ligados a la vida pública y académica, como el argumentativo. Aunque el currículum
argumentación. Si en el caso del currículum esta situación era no solo esperable sino
deseable, en el caso del texto de lenguaje era necesario tomar una opción más concreta.
Lo que hicimos fue elegir el modelo de argumentación del filósofo británico Stephen
alcance general, que iba más allá de lo meramente lingüístico, y a su aparente claridad
y simplicidad que, a nuestro juicio, podían favorecer su estudio y aprendizaje. Por ello,
nuestro libro de tercero medio trató la argumentación a partir de categorías como “base”,
“respaldo”, “garantía” y otras del modelo de Toulmin; relevando una concepción formal
enfoque más lingüístico de Lo Cascio; quizás debimos haber sido mucho más eclécticos;
nada en el currículum nos forzaba a seguir a Toulmin. La opción adoptada, sin embargo,
parece haber tenido un efecto mayor que el que esperábamos. No solo varias
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empleo del modelo de Toulmin en las aulas chilenas durante varios años haya obedecido
solo, o principalmente, a nuestros textos de estudio, pero creo que es muy probable que
ellos hayan incidido de modo importante en esta situación. Esto sugiere que los textos
escolares pueden tener una influencia mucho mayor, y mucho más normativa, que la
Contemplados desde la distancia, los libros que escribimos en esos años tienen
embargo, muy bien a las exigencias de un currículum que combinaba una preocupación
por lo social y el uso del lenguaje en la vida cotidiana con una concepción procedimental
y utilitaria del lenguaje. Eran también libros pesados, no solo en un sentido físico.
Mientras los escribíamos, nos fuimos dando cuenta de que los cambios teóricos y
habla, géneros discursivos, conceptos y teorías entonces desconocidos para gran parte
del cuerpo docente. Decidimos que en nuestros textos explicaríamos los conceptos, no
la decisión fue correcta, pero pensábamos que de esa forma podíamos contribuir a que
aula, a pesar del poco apoyo que observábamos en el perfeccionamiento del cuerpo
docente. El resultado, por supuesto, fue que los textos terminaron siendo demasiado
concepciones rígidas del discurso y la pragmática, no solo entre los docentes sino
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también en las autoridades educativas; una situación que se proyectó incluso a
del currículum por tratar no solo cuestiones discursivas, la mayor parte de ellas
con aires de objetividad y fines utilitarios ha seguido avanzando como una lava
literatura en la escuela. En otra parte he planteado que “el prurito por la medición, los
lecho de Procusto que cercena el lenguaje2. Abraham Magendzo, hace muchos años,
escribía de los fantasmas que amenazan a la educación3. Pienso que varios de estos
para conseguir ciertos fines. Como lingüista interesado en las palabras y como ya planteé
en el trabajo que acabo de citar, me parece que el creciente empleo de expresiones como
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G. Soto: “Una manera de decir. Sobre el carácter esencialmente pragmático del lenguaje”. Discurso de
incorporación como miembro de número a la Academia Chilena de la Lengua, Revista Mapocho, N° 82,
págs. 276-301, 2017.
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A. Magendzo: “De los fantasmas que nos alimentamos y de las paradojas que estos producen y de sus
implicancias en lo educacional”, en A. Magendzo, ed., ¿Superando la racionalidad instrumental? Ensayos
en busca de un nuevo paradigma para la educación y la discusión de los Derechos Humanos, págs. 85-
103, Santiago, Programa Interdisciplinario de Investigación en Educación, PIIE, 1991.
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“escuelas efectivas” en vez de “comunidades de aprendizaje” sintetiza de modo ejemplar
Más allá de una crítica de esos textos ya viejos y de una queja por el rumbo
pretendo ilustrar con los ejemplos que he expuesto es que, si bien los autores pueden
incidir en los textos de estudio, tener, por así decirlo, cierta voz propia, los textos son
educativa, considerada de forma muy global. Esto significa que no podemos pensar los
textos sin considerar, en un sentido muy básico, el contexto más amplio en que ellos se
producen y circulan, porque este contexto es, por así decirlo, constitutivo del propio
texto. Los autores no son irrelevantes, pero el texto de estudio es un engranaje en una
denominan las nuevas Bases Curriculares a la asignatura. La pregunta por el saber que
reconoce el texto escolar es también la pregunta por el saber que reconoce nuestro
Estado de Chile considera digna de ser enseñada y aprendida. El libro de texto es, en
este sentido, una ventana que nos permite mirar el currículum y con él, las decisiones
públicas sobre el tipo de sujeto, el perfil, como dice el tecnolecto de los expertos, que el
estado considera que debe ser resultado de la educación obligatoria. Decisiones que
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desde el currículum se proyectan no solo a los textos escolares, sino también a los
En el caso del lenguaje, este sujeto que se busca “producir” es ante todo un sujeto
para el mundo del trabajo y los estudios universitarios. Por ello, el lenguaje se subordina,
como ya he dicho, a sus fines utilitarios: una herramienta que debemos aprender a usar
eficientemente para conseguir de modo eficaz nuestros fines. De allí que no sea extraño
esta última a ciertas habilidades generales que garantizarían una competencia lectora
que podríamos aplicar a todo tipo de textos y que la primera se vea como un proceso
claro en lo que digo: un enfoque como el que describo no tiene por qué ser reaccionario.
herramienta lingüística puede ser, se nos dice, útil para criticar las desigualdades y las
injusticias sociales, para ascender en la escala meritocrática, para avanzar a una sociedad
más desarrollada y justa. Si distribuimos bien la carga curricular, incluso nos puede
quedar espacio para que los alumnos lean literatura y desarrollen con ello su
No tengo tiempo para referirme a lo que queda oculto en esta concepción del
patrimonio que es condición de todos los otros y que está imbricado en todos los planos
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de nuestra vida propiamente humana4. Espero, sin embargo, que de lo que hasta aquí he
expuesto pueda inferirse algo de eso que está oculto. Hemos avanzado mucho en una
visión instrumental de la lengua y esa visión constituye hoy el sentido común que
podemos discutir cómo mejorar la enseñanza, el currículum y los libros de texto, pero
quizás ya es hora de pensar fuera de ese esquema. Tal vez el lenguaje no sea solo una
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Recientemente, esta línea de pensamiento ha sido magistralmente defendida por Ch. Taylor en The
language animal: the full shape of the human linguistic capacity, Cambridge, Ma., Harvard University
Press, 2016.
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