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05 FEB 2024 PÁGINA RB-2.

Lecciones de Derecho Mercantil. Volumen I. 21ª ed., junio


2023
Primera parte. El empresario
Lección 2. El empresario (ÁNGEL ROJO)
II. Clases de empresarios
1. Empresarios por razón de la actividad y empresarios por razón de la forma

II. CLASES DE EMPRESARIOS

1. EMPRESARIOS POR RAZÓN DE LA ACTIVIDAD Y EMPRESARIOS POR RAZÓN DE LA


FORMA

A) Los empresarios individuales y las sociedades mercantiles, por razón de la actividad a la


que se dediquen, se clasifican en empresarios comerciales (o comerciantes), empresarios
industriales y empresarios de servicios. La figura del comerciante es la que ostenta la
primacía histórica. Como ya se ha explicado, la actividad de los comerciantes fue la que
exigió un Derecho especial (arts. 1 y 2 C. de C.). La tradicional subordinación de la industria
al comercio explica que incluso en el propio Código de Comercio subsista la idea de que el
empresario industrial es un mero comerciante revendedor de mercancía transformada,
esto es, quien revende cosas muebles en forma diferente a aquella con que se adquirieron
(art. 325 C. de C.). Con todo, en el Código es patente la voluntad de equiparación de
comerciantes y de industriales (art. 1-2.º C. de C.). Pero en la actualidad, al lado de los
empresarios que desarrollan una actividad comercial o una actividad industrial, se ha
producido una extraordinaria expansión de los empresarios de servicios, que igualmente se
encuentran sometidos al Derecho mercantil.

Junto con el empresario, individual o social, por razón de la actividad a la que se dedica –el
comercio, la industria o los servicios–, existen algunos empresarios sociales que son sujetos
mercantiles por razón de la forma social elegida, y no por razón de la actividad o
actividades que constituyen el objeto social. Así sucede con las sociedades anónimas, con
las sociedades comanditarias por acciones y con las sociedades de responsabilidad
limitada, las cuales tienen carácter mercantil cualquiera que sea su objeto (art. 2LSC); y así
sucede también, dentro de la categoría de las sociedades de base mutualista, con las
sociedades de garantía recíproca (art. 4LSGR). Estas sociedades son mercantiles aunque el
objeto al que se dediquen no sea mercantil y, por consiguiente, tienen la condición legal de
empresario, es decir, están sometidas a las obligaciones propias de cualquier empresario.

B) A lo largo de la historia, los agricultores y los ganaderos han permanecido al margen del
Derecho mercantil. Las circunstancias económicas y sociales en que nació y se desarrolló el
ius mercatorum eran muy distintas de las que caracterizaban a la actividad agraria. La
vinculación del agricultor a la tierra y los aspectos aleatorios del resultado de la actividad –
que puede frustrarse por razones climatológicas y otras– explican la exclusión de estos
profesionales del ámbito del Derecho mercantil. El propio Código de Comercio, fiel a esta
tradición, considera no mercantiles las ventas que los agricultores y ganaderos hagan de
los frutos o productos de sus cosechas y ganados (art. 326-2.º C. de C.).

Ahora bien, en la actualidad, la actividad agrícola ha ido adquiriendo progresivamente las


mismas características que están presentes en el comercio y la industria. Se trata de una
actividad profesional, de una actividad económica realizada no solo como un medio de
subsistencia y, en fin, de una actividad organizada, en la que la tierra y los demás elementos
organizados por el empresario agrícola cumplen la misma función instrumental que el
establecimiento mercantil respecto de los demás empresarios; y en la que, además, los
efectos del alea sobre la producción se han podido eliminar o, al menos, paliar a través de la
técnica de los seguros agrarios. El viejo agricultor ha dejado paso a profesionales de la
agricultura que actúan con la mentalidad y con el método propio de los empresarios
mercantiles. Por estas razones, la tradicional exclusión del Derecho mercantil de la
actividad agrícola y ganadera ha perdido buena parte de su razón de ser. De ahí que
proceda una interpretación restrictiva de la figura del denominado empresario agrícola o
agrario, de modo tal que continúe permaneciendo fuera del Derecho de la actividad
mercantil la actividad directamente ligada al fundo, pero no aquella actividad de
transformación o comercialización de productos agrícolas y ganaderos, la cual, por las
razones expuestas, debe calificarse decididamente como mercantil.

De otra parte, cada vez es más frecuente que el empresario agrícola se estructure en forma
de sociedad anónima o de responsabilidad limitada que, según hemos indicado, son
empresarios mercantiles por declaración legal. Estos empresarios mercantiles agrarios
están sometidos al mismo estatuto jurídico que los demás empresarios mercantiles. Así,
junto con las sociedades agrarias de transformación [regidas por el RD 1776/1981, de 3 de
agosto, y la OM de 14 de septiembre de 1982] –que son sociedades civiles– y junto con las
sociedades cooperativas agrarias (art. 93 LCoop) y con las sociedades cooperativas de
explotación comunitaria de la tierra (arts. 94 a 97 LCoop) –que pueden ser o no mercantiles
(art. 124 C. de C.), aunque generalmente lo sean–, coexisten sociedades anónimas o de
responsabilidad limitada con un objeto agrícola, ganadero o forestal que, por razón de la
forma social elegida, tienen siempre el carácter de sociedades mercantiles (art. 2 LSC).

© 2023 [Editorial Aranzadi, S.A.U. / Aurelio Menéndez y Ángel Rojo (Dirs.) y otros]© Portada: Editorial Aranzadi,

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