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Palabras Suicidas

Medina Pinilla María Fernanda

Gimnasio Moderno de Castilla

10°B

Docente: Rodríguez Alexandra

Bogotá, Colombia

24 de mayo de 2023
Prólogo

“…Era una niña buena, amiga de una docena…pero no feliz […]” –Babi-

¿Es más cobarde la persona que decide suicidarse? ¿O es más cobarde el que atormenta a

alguien llevándolo a pensar que su única salida es el suicidio?, aunque…cuando el entorno es

claro y pintoresco, cálido y alentador, abrigador, socialmente equilibrado y sin ausencia

parental, ¿Puede seguir siendo un cobarde…incluso si no se enfrenta a nada?

Realmente, no dependerá de esta historia, es bastante fácil juzgar una situación sin vivirla, y

por más que un problema mental pueda ser considerado…siempre tiene sus perjuicios, sus

incógnitas, personas que creen que lo material puede llenar un corazón quebrado. Alguien que

cargue una nebulosa como lo es la depresión sobre sus hombros y aún siga sonriendo, es

alguien de admirar, pero… ¿qué pasa si la persona no sabe que la carga?

Es más preocupante si es definida como una tristeza que al principio es sutil y manejable, pero

con el paso del tiempo se acumula en la percepción, y solo se deja ver a sí misma como una

tristeza normal, nada del otro mundo, como un “estaré bien”, como un nocivo rocío, que cada

vez que tiene un contacto más cercano con un cuerpo se aferra descaradamente, y se vuelve

parte de un día a día, y a pesar de sentir un peso descomunal e invisible es mejor evitar

desgarrar más esas emociones y esos pensamientos enterrados, porque tanto la pregunta

pública como la interna, ahogan…

Intentemos abrir un agujero en ese roto y vacío rincón, en donde la oscuridad es el calor de la

desolación, solo con la morbosa intención de investigar en una fría noche de lluvia, ¿Qué

ves?, una incomprensión propia, un desentendimiento sustancial, que es más agobiante porque

sabes que viene de ti mismo, y no es que no quieras, es que, aunque sea tu propia oscuridad,
no puedes descifrarla, y tampoco puedes saber que es un mal indicio, una mala señal, porque

nadie nos habla de cómo identificarlo, no nacemos con un manual de instrucciones, no

sabemos que herramientas usar para atornillar lo que ya se aflojó, ¿cómo reparamos algo,

cuando la herramienta con la que lo intentamos es lo que lo vuelve a romper?

¿Y si intentamos consultarlo con alguien más sabio y con más experiencia?, “Ya estás en esa

edad del existencialismo” Y tal vez, pero ¡No!, no es una edad, no puedes etiquetar algo así, la

depresión no sigue patrones temporales, no sigue reglas, no te pide permiso, solo llega. Y si

bien es algo que se puede dar en los adolescentes no puedes hablar de eso como si de la

primera menstruación se tratara, no es un estado de madurez corporal y mucho menos mental,

pero tampoco implica inmadurez. Tú no elijes que cosas te pueden romper y que te sostiene.

Ya sé que suena a huelga, y aunque la depresión no siempre es algo que se pueda ver a simple

vista, aunque se finja que no está ahí, hay orificios en las máscaras que te dejan verla.

El motivo revolucionario de contar esta historia no es más que la simple, desesperada y

ahogada intención de dar a entender cuántos trozos incompletos puede haber en algo que en

realidad no se rompe, con qué frecuencia puedo usar mis conocimientos propios para

quebrarme más de lo que ya estoy, con que insistencia golpearon…y quizás golpean…las

ganas de dejarlo todo.

Esta historia, no pude entenderla ni saber de ella hasta que se analizó, hasta que se demostró

que, si era depresión, y que sí dejó secuelas, que fue escrita con tinta de sangre en cada parte

de un cerebro, una mente y un corazón reprimidos…hasta que la lluvia empezó a enfriar,

hasta que, sí se sentía el calor, hasta que, sí te arropaba, hasta que respirar…o el abrir los ojos,

al fin se hizo más sencillo, menos tortuoso, y alentador…


Y todo…comenzaba con la lluvia y con mis 11 años

Las primeras gotas ya habían empezado a caer…y aunque las había visto de la misma forma

los últimos 5 años, me perdía mirándolas por la ventana…aunque ya no las observaba con la

misma expresión emotiva de antes…me seguían gustando, ¡Claro que sí!, pero…ya no le veía

importancia a demostrarlo…Y para explicarme ese amor disfrazado de amargura, siempre

tenía que volver al mismo lugar…Mis 11 años, mis destructivos 11 años…

Esa pequeña niña de 11 años, pudo sentir la parte más afilada del mundo, pude saber que

simplemente quería estampar mi cabeza contra el pavimento, y dormir ahí sin la posibilidad

de despertar.

Las formas de suicidarse con amplias, innumerables, y en una cruel y satírica forma de

llamarlo…son creativas, pero no vine a saber eso hasta que lo intenté por primera vez, aún no

llegaba a informarme de los cortes en puntos específicos y circulatorios del cuerpo, rajarse,

hacer pequeños y profundos cortes en los tejidos del brazo, o para un golpe directo, en el

cuello.

En ese momento no sabía cuánto tiempo llevaba cargando una depresiva e impalpable figura

en mi espalda, porque ni siquiera sabía que era depresión; ahora, a malos cálculos, habían

pasado 7 meses desde los indicios depresivos, llegué como de costumbre a casa de la mano de

mi madre, pero ella tenía un compromiso esa tarde así que sin tiempo de charlar se apresuró a

alistarse, se metió a la ducha por segunda vez en el día y yo mientras, obedecía los comandos

programados...Llegaba, tiraba mi maleta a un rincón de mi fría y pálida habitación, abría mi

enorme armario, y de tantas prendas solo elegía las mismas dos de siempre, una pantaloneta y

un suéter azul, me quedaba con las medias del colegio porque no tenía ganas de ensuciar más

calcetines y me dispuse a hacer mis tareas…


Salí al comedor y me crucé con mi mamá en el pasillo, llevaba la toalla puesta en la cabeza,

una bonita blusa ligera de color marrón con botones blancos, un jean negro y unos botines, me

pasó por el lado y se dirigió a su cuarto de nuevo. Estando ya en el comedor, en ese grande

comedor de madera que había estado conmigo desde que tengo memoria, tal vez desde antes

de que pudiera tenerla, me senté sola…Era extraño estar sin mi hermana, usualmente

hacíamos tareas juntas, aunque ella estuviera 4 años más adelantada de curso, pero esa vez se

había quedado en el colegio practicando un baile para un evento. Odiaba esos estúpidos

eventos, podían emplear el tiempo en talleres de repaso, pero preferían gastar horas en un

maldito baile…de cualquier forma, no era mi problema.

Esa tarde no tenía tantas tareas, estaba libre, justamente porque regalaban las horas de clase

para ensayar los bailes era que estaba libre, solo tenía un par de poemas que redactar, cosas

cortas, pero poemas, a fin de cuentas, eso no me facilitaba el trabajo. Cuando ya había

terminado el primero mi madre me dio un beso en la frente y salió del apartamento, me quedé

sola…Estaba a punto de poner el título del segundo poema, pero me detuvo lo absurdamente

emotivo que se escuchaba, “viva la vida”, ella no se vive a sí misma, la desgraciada solo

regala problemas, pero no los enfrenta por si misma…

En medio de esas reflexiones llegué a recordar el pésimo día en el colegio, las burlas…las

miradas raras, pero la sádica sonrisa de mi “mejor amiga” cuando le contaba que mi relación

con mis padres tomaba un camino de odio, fue la que se me clavo en el cerebro en ese

momento, me explicó a medias tintas que, si bien eran cosas normales, mis padres eran un

caso diferente, que seguramente habían esperado a mis once para demostrar explícitamente

que les había infortunado la vida, que mi carácter, mi apatía y mis problemas para encajar en

un canon balanceado les comía las neuronas, que probablemente les decepcionaba que no
fuera tan guapa como mi hermana. No me había puesto a pensar en mi físico hasta que oí esos

agridulces e hipócritas comentarios, y ni siquiera me tomé la molestia de meditar que conocía

a mis padres lo suficiente como para saber que no pensaban eso de mí, pero…que podía dar a

pensar mi físico…

Recordé la gran cantidad de bromas que me habían dicho a lo largo de mi vida…” Prefiero

besar a un sapo con Sida”, “Pobres de tus padres, el tener una hija con cara de retrasada debe

ser difícil”, “Podrías dedicarte a algo que no implique mostrar tu cara”, “Tú podrías ser el

monstruo de la obra de Halloween, no necesitas máscara”, “No se la come ni el diablo, la ve y

se espanta”, y miles de comentarios más. Nunca les presté la suficiente atención como para

saber que podía defenderme, me levanté apresurada hacia el baño y me observé

detenidamente en el espejo, odié lo que vi ahí, y a partir de eso, sigo odiando lo que veo, un

rostro desproporcional, unos dientes de conejo separados, unas mejillas abultadas y coloradas,

una nariz pequeña, era como un elfo de Harry Potter, pero con un estúpido moño en el

cabello…Solo me di cuenta de que estaba llorando cuando volví a enfocar la vista en el espejo

y tenía los ojos cristalizados, la nariz me moqueaba, me fui a mi cuarto y no pude parar de

pensar en la horrenda imagen que vi, en serio, asustaba, daba lástima, no era flaca, no tenía un

tono de piel canela, no era alta, y tampoco era las más inteligente. Entonces ¿qué demonios

soy?, no es posible engendrar una aberración como yo.

Como si fuera un modo automático, mi cabeza comenzó a reproducir las palabras de mi amiga

“Decepcionados de que no seas tan guapa como tu hermana”, resonaban una y otra vez, se

intensificaban cada vez que gritaba para abrumarlas, me tapaba los oídos y tampoco se iban,

duré 2 semanas con ese mismo problema, incluso estando en clase, escuchaba esas voces, era

como si me cortaran la espalda, de la forma más fina, delicada y recta, pero eso hacía que me
ardiera más, me ponían nerviosa las miradas sobre mí, me apuñalaban con sonrisas de pesar y

me congelaban con las miradas analíticas de abajo a arriba que se habían vuelto algo

jodidamente común….

En esa época, estaban de moda los memes de personas tomando “clorox” o blanqueador

después de ver algo horripilante, nadie lo había hecho al verme, pero… ¿arreglaría algo?, si ya

no tuvieran que verme…si YO, ya no tuviera que verme, ¿arreglaría algo? ¿Si quiera sabrían

que algo le ocurrió a la deformidad del salón?, no pondría mucho problema, mis padres

llorarían 2 o 3 días y estarían bien después, yo podría ser algo flotando por el aire, viéndolo

todo, y podría pensar y convencerme de ser bella, no hermosa ni ostentosa, pero, linda…

Viernes, lluvioso, como de costumbre, mis padres hacían mercado y mi hermana jugaba

voleibol en el parque, tenía dos horas para poner a prueba…algo de lo que me arrepentiría

después…

Me dirigí al patio, sin cambiarme el uniforme, abrí los cajones, las puertas de las gavetas y

busqué desesperada algún frasco blanco con etiqueta azul, sabía que mi madre tenía uno, pero

nunca me fijé en donde lo guardaba, Hice un desastre, había charcos de químicos verdes,

rojos, naranjas, azules, los trapos y esponjas estaban repartidos por el suelo, solo quedaba un

último frasco al fondo del mini armario…no veía la etiqueta, pero era blanco…

Lo saqué con delicadeza, como si cargara una porcelana, y es que no quería que se regara, me

sudaban las manos, me temblaban los labios y mi aliento era frío, helado, tenía la vista fija en

la tapa cuando la giré con maña, no lo hice con desesperación, pero si tenía ansias, la tapa se

soltó de la boquilla del frasco y se aflojó acoplándose en mi mano. Sin dudar, acerqué mi

boca…mi respiración se aceleraba en esos eternos minutos en donde me pregunte por última

vez si sucedería lo que quería al tomarlo, lo incliné despacio, hasta que la primera gota del
líquido se deslizó por mi lengua, llegó a mi garganta y me dejó un sabor salado y granuloso en

la boca, tomé poco menos de media botella, mis manos se adormecieron y dejaron caer la

botella en el suelo…no supe cuánto tiempo me quedé mirando la botella

regándose…claramente no había funcionado…y más que reflexionando, pensé que ni para

suicidarme podía servir…

Me levanté desganada del suelo y con servilletas y dos trapeadores arreglé mi desorden, me

senté en mi cama, mirando la ventana y el lluvioso paisaje, fue una experiencia extraña…no

me sentía mal, me sentía estúpida, meses después ingerí químicos distintos y llegué al punto

en el que mi organismo se dañó, se jodió, por un año entero…

No podía creer mi mala suerte…no pude hacerlo como lo soñé, y no sé si lo sueño…

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