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Informe sobre la institución de la Iglesia entre los siglos XVI y XVIII

En este informe analizaremos la institución política de la iglesia durante el período de


consolidación monárquica comprendido entre los siglos XVI y XVIII. La iglesia desempeñó un rol
fundamental en la organización social de las Indias, pues regía y controlaba bastantes ámbitos de la vida
cotidiana de los habitantes del territorio.

Gracias a la autorización papal, los Reyes Católicos pudieron llevar a cabo la expedición hacia las
Indias, al mando del navegante Cristóbal Colón. La iglesia tenía la necesidad de expandir su fe católica
por el mundo, y esa fue una de las principales exigencias hacia la corona castellana en esta expedición,
expresada en las bulas del 3 y 4 mayo de 1493, donde se le encargaba a los reyes la evangelización de los
habitantes de tierras que encontraron y encontrasen; por lo que, debido a ello, Castilla comienza a
cumplir una función misional en las nuevas tierras. La corona recurre a la iglesia y esta tiene un lugar de
mandato y asesoramiento.

La Santa Sede era la que otorgaba las facultades eclesiásticas de dominación a aquellas
personas que se iban a encargar de la misión evangelizadora, como lo hizo Bernardo Boyl en 1493, al
cual, por medio de la bula Piis fidelium, le concedieron el cargo de vicario papal. Hacia 1501, el papa
Alejandro VI le cedió a los Reyes Católicos, en la Eximiae Devotions, el derecho a percibir el diezmo
eclesiástico para facilitar su labor (ratificado luego por el papa Julio II). El papa podía realizar todas estas
acciones porque era la cúspide o cabeza de la jerarquía eclesiástica, pues era el líder de fe católica y
digno representante de Dios en la tierra. Tenía las facultades de promover e impulsar la evangelización,
la concesión de los derechos territoriales y el nombramiento de los líderes de la institución de la iglesia.
El papa era electo por los cardenales (que vestían de violeta como en los senadores del antiguo senado
romano), que eran los príncipes de la iglesia.

Hacia 1508, el papa Julio II, a través de la bula Universalis Ecclesiae, otorgó a los monarcas
castellanos la facultad y posibilidad de “presentar personas que fueran ideales para poder dirigir las
instituciones eclesiásticas metropolitanas, catedrales y colegiales y para todas las demás dignidades
eclesiásticas cuya provisión correspondiera el pontífice en consistorio, esto es, acompañado de los
cardenales” (pp. 280). Para los otros cargos eclesiásticos se debían presentar personas aptas frente al
obispo; a esto se lo conoció como patronato, el derecho de presentación otorgado por el pontífice a los
reyes castellanos para intervenir en los asuntos de la iglesia de las Indias. Esto quedó especificado recién
en 1574 con las Ordenanzas del Patronato Real, en las que se consolida el sistema de relaciones entre
Iglesia y Estado que toma el nombre de Real Patronato o Patronazgo, siendo definido por Manuel
Giménez Fernández (canonista español) como “una institución jurídico-eclesiástica, por la que
autoridades de la Iglesia universal confían a los reyes de Castilla [en ese entonces, Felipe II] la
jurisdicción disciplinar en materias canónicas mixtas de erecciones, provisiones, diezmos y misiones, con
obligación de cristianizar y civilizar a los indígenas” (pp. 281).

Esto se evidencia en el Ley Primera del Título Sexto donde se establece que el derecho del
patronazgo solo le pertenece a “los señores reyes católicos... por habérselos concedido por bulas de los
sumos Pontífices de su propio motu...”. En esta ley se expone que el derecho queda reservado a la real
corona, pues “no puede salir de ella en todo ni en parte”, ya que si otro “ninguna persona, comunidad
eclesiástica ni seglar, iglesia ni monasterio puedan usar[lo] sino fuere la persona que, en nuestro
nombre, y con nuestra autoridad y poder lo ejerciere”. Aquellas personas seculares que ejerzan el
patronazgo sin autorización quedarían inhabilitadas para tener y obtener mercedes, además de ser
desterrado de todos los reinos; y si era eclesiástico, no podía obtener beneficio ni oficio eclesiástico en
los reinos, siendo castigados con todo el rigor de las leyes impuestas por los reinos.

Entre esas facultades que adquiere (además de las ya nombradas de presentar candidatos y fijar
los límites de los obispados), se encontraban la de fundar y dotar iglesias, curatos de misión, conventos,
hospitales y obras de beneficencias: capacidades expresadas en la Ley Primera del Título Tercero. En ella
se ordena la creación de construcciones religiosas, como iglesias, monasterios, conventos, bajo el
objetivo de la expansión de la predicación del Santo Evangelio. Para ello, tenía que avisarse y pedir
licencia al prelado diocesano, al virrey, audiencia del distrito o gobernador, pues sino se hacía, éstos
podían demolerlo sin excusa ni dilación.

De la noción del patronato real, nace el real vicariato, que ahondó en el quiebre de la relación
americana con Roma. La relación entre Roma y América era inexistente, pues las órdenes y decisiones
tomadas en Roma debían pasar sí o sí por la corona castellana en la figura del rey, que pasó a ser como
un “vicario” o delegado del papa. Si bien no podían ejercer la jurisdicción eclesiástica, Juan de Focher, un
representante de los franciscanos, afirma que los misioneros desempeñan su cargo por autoridad del
papa a través del rey (como los Reyes Católicos o Carlos V), quienes recibían la potestad de la cabeza de
la iglesia. Todas las cédulas y ordenanzas expedidas por el rey en materia espiritual eran acatadas como
si provinieran de una bula papal original. Antonio Joaquín de Ribadaneyra afirma que el derecho
canónico concede los privilegios a los patronos para retribuirle los beneficios adquiridos por la dotación,
es decir, las concesiones ya integraban el poder real por el derecho común; por lo que el papa perdía la
posesión del patronato, que era un derecho inalienable por ley y el rey no podía enajenarlo sin lastimar a
la soberanía.

Los límites de los obispados en América pudieron ser redefinidos por los monarcas gracias a la
autorización dada por el papa León X en la bula Sacris Apostolatus Ministerio a Carlos I en 1518. Esto
traía consigo una serie de cambios importantes, pues se tenía que construir una catedral, establecer un
cabildo catedralicio, asignar bienes para su sustento, delimitar su extensión, entre otras tareas. Estas
provincias religiosas, que fueron las primeras, habían nacido a través de la bula Illius fulciti de 1504,
hecha por el papa Julio II, pero al no quedar clarificado su estatus ni potestad real, fueron reordenadas
en la bula de 1518. Estos territorios recibieron el nombre de diócesis, que debería tener su propio
seminario y estaban a cargo de los obispos (de origen europeo), quienes tenían un gran poder de gestión
en lo cotidiano para resolver las situaciones importantes que comprometan a estas diócesis. Eran
compuestas por las parroquias, en las cuales los obispos podían entrometerse y ellos tomaban
decisiones en conjunto con el cabildo catedralicio, integrado por canónigos nativos los cuales cumplen
funciones específicas. Las diócesis estaban agrupadas en arquidiócesis, a cargo de los arzobispos, los
cuales se encontraban por encima de los obispos, pero que mientras la diócesis funcione bien, el
arzobispo no puede entrometerse en la gestión, sino que puede sugerirle sus opiniones sobre ciertas
cosas; solo en los casos de crisis puede entrometerse.

Según el Ley Primera del Título Séptimo, los obispos y los arzobispos tenían que jurar sobre las
leyes indianas ante escribano público y testigos, para que no impidieran el uso de la real jurisdicción.
Hecho el juramento debían entregarle al secretario de la corona para despachar las presentaciones, sino
se hace, se pierde el oficio por lo que no se les da la posesión ni al arzobispo ni al obispo.

La tarea de evangelizar, que era la impulsada por los reyes castellanos, estaba a cargo de las
órdenes religiosas activas, que eran las que salían a predicar por toda la región (contrapuestas a las
órdenes contemplativas, las cuales se dedicaban solamente a orar). Estas órdenes fueron creadas
especialmente para ello y entre ellas se encontraban los dominicos, los capuchinos (rama de los
dominicos), los franciscanos y los jesuitas (que luego tomaron forma de “respuesta” a la Reforma
luterana -surgida en 1517 de la mano de Martín Lutero- con el nombre de Reforma católica o la
“Contrarreforma”). Para llevar a cabo la acción evangelizadora, en el Concilio ecuménico de Trento de
1547, realizado en la ciudad norteña italiana de Trento, reafirma la autoridad y la centralidad de la iglesia
católica, la cual estructura el combate contra las 95 tesis presentadas en la Reforma; para ello, la
influencia de este concilio obliga a que en los territorios haya una presencia eclesiástica total y efectiva a
través de la creación de concilios provinciales cada tres años. En Trento se estableció que ocurriera un
sínodo diocesano (lo contrario a un concilio arquidiocesano), como una especie de congreso para ver y
analizar la situación e impulsar las decisiones sobre, por ejemplo, cómo evangelizar. Esto se ve reflejado
en la Ley Tercera del Título Octavo, donde bajo las normativas del Concilio de Trento, se les encarga sólo
a los obispos a realizar concilios sinodales en las iglesias para obtener el servicio de Dios. Esto debía
hacerse, pues hasta los gobernadores, presidentes y virreyes deben recordarles a los prelados de realizar
esta tarea.
En estos concilios se reunían los obispos de una eclesiástica en torno de su metropolitano, pero
al presentarse dificultades, se permite que los concilios se hagan cada siete años y luego cada doce años,
como se expresa en la Ley Primera del Título Octavo, donde se establece que debido a la gran distancia
entre los obispados y de las iglesias catedrales con las metropolitanas, se les otorga la facultad a los
obispos de celebrar concilios provinciales, autorizados por la santidad de Paulo V cada cierto tiempo. Los
prelados podían hacer los sínodos particulares sin previo aviso a la corona, pero sí debían avisar lo que
se determinase.

En la figura de los sacerdotes, se concentraba la tarea o misión de llevar a cabo labores


pastorales y religiosas entre la población colonial, tanto española como indígena, y la ocupación de
cargos políticos, lo cual permite que participen de asuntos de la política. Los sacerdotes y junto a los
párrocos, obispos y arzobispos, administraban los territorios, por lo que concentraban un poderío
económico y político sumamente relevante, a lo que se le sumaba los privilegios que gozaban los
eclesiásticos como la posesión de campos, la recaudación de rentas y la excepción de los pagos de
impuestos.

En el ámbito del Derecho Indiano, precisado en la Ley IV del Título Primero “De las leyes,
provisiones, cédulas y ordenanzas reales”, se establece que las leyes que anteriormente poseían los
indios se mantengan, más allá de ya haber atravesado el proceso de evangelización y aunque esas
costumbres no se correspondan con la sagrada religión cristiana. Bajo la Ley II del Título Segundo “De el
consejo real, y junta de guerra de Indias”, se establece que el Consejo posea la jurisdicción de las Indias y
haga leyes, ordenanzas, constituciones o estatutos, a través de los prelados, capítulos, cabildos o
conventos de las religiones, las cuales tenían que ser acatadas y cumplidas por todos los reinos. En la Ley
VI del Título Segundo, se fija que el propio Consejo sea el que describa sobre qué tiene jurisdicción y
gobernación, pudiéndose disponer de la ley “así de la tierra, como de la mar, naturales y morales,
perpetuas y temporales, eclesiásticas y seglares, pasadas y presentes...”. En la Ley IX del Título Segundo
se habla de cómo la llegada al territorio y la posterior administración y misión evangelizadora lleva a los
indios a salir “de la tiranía y servidumbre en [la] que antiguamente vivían” y le agradecen a Dios por
haberlos puesto bajo su “protección y amparo” (como justificativo de la dominación religiosa, pues ese
era su objetivo). En la Ley XIII del Título Séptimo, se los llama a los indios como “personas miserables y
de tan débil natural, que fácilmente se hallan molestados y oprimidos”, fundamentando la conquista
para “que no padezcan vejaciones, y tengan el remedio y amparo conveniente”. También en esta ley se le
encarga a los obispos y arzobispos “usando de los remedios que les ofreciere su inteligencia y prudencia”
procuren el adoctrinamiento y la enseñanza hacia los indios, precisamente sobre la fe (a través de la
suavidad y templanza).

Frente a la expansión de las potestades y facultades de la iglesia, el regalismo se hace presente


en la administración castellana y se perfecciona completamente con la entrada de los borbones en
España, los cuales defendían la supremacía del monarca por sobre la Iglesia y buscaba limitar la
creciente influencia y autonomía de la jerarquía eclesiástica, pues la veían como una institución
subordinada al Estado y buscaban ejercer un mayor control sobre los asuntos internos eclesiásticos. Este
llamado “regalismo borbónico” se ve evidenciado en el nombramiento de los obispos y arzobispos por
parte de los reyes (prerrogativa basada en el patronato regio), el control sobre los ingresos de la Iglesia
(limitando su riqueza y poderío económico), la supresión de algunas órdenes religiosas (y, con ello,
reformas eclesiásticas), y la restricción de la influencia papal sobre los asuntos internos de la Iglesia en
sus territorios.

Apartado bibliográfico:

- Dougnac Rodríguez, Antonio. Manual de Historia del Derecho Indiano. Ciudad de México.
Universidad Nacional Autónoma de México, 1994
- Dellaferrera, Nelson. Nueva Historia de la Nación Argentina, Tomo 2: Período español
(1600-1810). Buenos Aires. Editorial Planeta, 1999
- Libro Primero y Segundo en Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias (mandadas a
imprimir, y pvblicar por la magestad católica del rey don Carlos II, nvestro señor, va dividida
en qvatro tomos, con el Indice general, y al principio de cada Tomo el Indice efpecial de los
títulos que contiene). Tomo Primero. Madrid. Ediciones Cultura Hispánica, 1973
- El Concilio de Trento: https://www.worldhistory.org/trans/es/1-20842/concilio-de-trento/
- Regalismo: https://dpej.rae.es/lema/regalismo#:~:text=1.,la%20nobleza%20y%20el
%20clero.
- Patronato: https://es.wikipedia.org/wiki/Patronato_regio

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