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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


Sotelo, gracias K. Cross & Botton
Ella fue hecha para someterse, y él planea enseñarle lo
bien que se siente la rendición...

Slade
Necesito el control. Lo ansío. Pero no confío en nadie lo suficiente como
para tomar lo que quiero hasta que una rubia con curvas entra en mi
tienda de tatuajes. Skye Matheson dice que vino por un tatuaje, pero
sé lo que realmente necesita. Someterse. Enseñarle a ser un buen
juguetito es la mejor decisión que he tomado. Pero no esperaba que
me robara el corazón.

Skye
No acepto órdenes de nadie, y menos de un hombre que acabo de
conocer. Pero hay algo en Slade Stark que me hace desear obedecer.
No tengo ni idea de en qué me estoy metiendo... pero cuando me toca,
me enciendo. Entregarme a él puede ser lo más aterrador que haya
hecho. Pero no explorar esta cosa entre nosotros sería el mayor error
de mi vida. Solo hay un problema. Me mira como si fuera suya para
siempre, y no estoy segura de sobrevivir si cambia de opinión.

Cuando el sol se pone en Silver Spoon Falls, las cosas se calientan en


The Sterling Rope. Las mejores chicas pueden encontrar ahí todo lo
que desean sus corazones, incluidos algunos de los multimillonarios
más sucios de la ciudad. No hay reglas. Solo sumisión.

Bienvenidos a Silver Spoon After Dark. Tu sumisión será nuestro


pequeño y sucio secreto.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 1
SLADE

—No te vas a hacer un tatuaje, Pícara.


— ¿Oh, sí?— Bella Carmichael baja las manos sobre las caderas
y se echa el pelo rubio por encima del hombro mientras mira a su
esposo, Cormac. —Bueno, tú no eres mi jefe, Cormac Carmichael.
Hago lo que quiero.
Lucho contra una sonrisa mientras Giant apoya lentamente las
manos en la encimera y se levanta de mi silla. Sus ojos grises bailan
con una combinación de humor y acaloramiento mientras se gira para
mirar a su esposa, todavía sin camisa donde acabo de terminar su
tinta.
— ¿De quién es el niño que llevas, Pícara?
—Tuyo, porque no quisiste ponerte un maldito condón, aunque
te dije que ibas a embarazar...
Gruñe y la arrastra entre sus brazos para besarle la queja antes
de que pueda terminar de pronunciarla. Su barriga de embarazada le
aprieta el abdomen. Desvío la mirada y limpio mi puesto mientras se
besan como adolescentes y olvidan su discusión en el calor del
momento.
Suele pasar con estos dos. Creo que se enojan el uno al otro solo
para poder reconciliarse. Son agua y aceite. Se supone que no deben
mezclarse, pero combinan maravillosamente cuando llega el momento
de cocinar algo decadente. Mantiene la mierda interesante por aquí
desde que Giant empezó a venir a hacerse su pieza hace un par de
meses. Siempre arrastra a Bella con él.
Ella lo molesta para tatuarse ella misma todo el tiempo. Sin
embargo, el infierno se congelará antes de que Giant deje que eso
ocurra. Tengo otras tres personas trabajando en la tienda capaces de
entintarla, pero como yo, son hombres. No va a dejar que nadie con
una polla le ponga una mano encima a su esposa.

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Todos los hombres del club son iguales. Mierda. No son los
únicos. La mitad de los hombres de este pueblo son unos imbéciles
posesivos cuando se trata de sus mujeres. Bebieron el agua y
perdieron la maldita cabeza. Si piensan que eres demasiado amigable,
olvídalo.
He estado evitando el agua por aquí como la peste. No me
malinterpreten, no tengo nada en contra de la felicidad conyugal. De
hecho, creo que no me importaría en absoluto. Pero caer en ella
cuando tengo las manos ocupadas es un límite difícil para mí.
No puedo recordar la última vez que tuve una cita. Ha pasado
mucho maldito tiempo, eso lo sé. Las mujeres se me han tirado encima
desde que abrí la puta tienda aquí hace unos años. Amas de casa
cachondas sin nada mejor que hacer piensan que un polvo rápido con
un hombre que se parece a mí es lo más cercano a una aventura que
van a conseguir en un pueblo como Silver Spoon Falls.
Es una mierda para ellas porque no estoy interesado. No en ellas.
Ciertamente no en ayudarlas a joder a sus esposos. Y no en ser una
muesca en un poste de la cama.
No soy un trofeo, por mucho que algunas de estas chicas crean
que lo soy. Sé lo que parezco. Mido 1.80 con músculos y tatuajes. Se
comen esa mierda, pero no me conocen.
Si me conocieran, dudo que se lanzaran tan rápido por mí.
Ansío el control. Lo necesito. Prospero con él. Vivo para ello.
Desafortunadamente, no confío en nadie lo suficiente como para
tomarlo, no como quisiera. Ese tipo de conexión requiere dar mucho
más de mí mismo de lo que estoy dispuesto a dar, especialmente a
una chica que solo quiere correrse. Así que simplemente me abstengo.
Es más fácil que la alternativa.
—No vas a recibir tinta, Pícara. — le dice Giant a Bella,
rompiendo el beso. —Tu cuerpo es perfecto tal y como es. No te lo vas
a marcar para poder decir que lo has hecho tú.
—Pero quiero un tatuaje de Gizmo.
—Bien. Te haré uno.

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—Eso no es lo mismo, Tiny.
—Se parece bastante.
—Eres tan molesto.
—Te casaste conmigo.
—Debía de estar mal de la cabeza aquel día. — murmura,
haciéndome soltar una risita. —Ninguna mujer cuerda se ataría
voluntariamente a un loco como tú.
—Entonces supongo que es bueno que no estés cuerda, ¿no?
— ¡Sí, lo estoy! — gruñe mientras quita la camisa del respaldo
de mi silla.
—Bella, lleva tu precioso culo a la camioneta antes de que hagas
que nos echen a los dos definitivamente de aquí. — dice Giant,
poniéndose la camiseta con una gran sonrisa en la cara. Juro por Dios
que le excita hacerla enojar.
—Espero que te eche de aquí. Te estará bien empleado por
ponerme de los nervios. — Le roba las llaves antes de hacerme un
gesto con la mano. —Yo conduzco. Y vamos por helado, Tiny. Tu bebé
quiere chocolate.
—Claro que el bebé quiere chocolate. — dice, con expresión
suave mientras mira fijamente a su esposa.
—Algún día te va a apuñalar, hermano.
—Nah, jodidamente me ama. — Me dirige una sonrisa de
comemierda y luego asoma la cabeza fuera de mi cabina para
asegurarse de que ella esté fuera del alcance del oído. — ¿Le
conseguiste la pieza?
—Sí. —Acerco el taburete a mi mesa y cojo la carpeta donde la
he estado guardando antes de sacársela.
—Oh, mierda. Esto es genial. — Sonríe mientras levanta el papel,
escrutándolo. —Se va a volver loca cuando lo vea.
Es un boceto en color de cinco centímetros de alto de Gizmo con
su pañuelo rojo, sosteniendo su arco y su cerilla. Parece listo para la
guerra. Resultó jodidamente genial.

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— ¿Seguro que quieres dárselo? Se va a enojar cuando se lo des
y sigas sin dejar que se lo tatúe.
—No se lo voy a dar. No estoy tan loco. — Se mete la imagen en
el bolsillo. —Voy a hacer una puta tonelada de tatuajes temporales
con ella. A lo mejor así deja de quejarse.
Sacudo la cabeza, riéndome mientras me levanto del taburete.
—Es tu funeral.
— ¿Cuánto te debo?
—Tres cincuenta por hoy. La obra de arte es gratis. Considéralo
mi contribución a la causa.
— ¿Qué causa?
—Depende de si te asesina o no. — Le doy una palmada en la
espalda, sonriendo.
—Hombre, que te jodan a ti también. — Me regaña antes de sacar
la cartera y darme un montón de billetes. Como siempre, me paga de
más. Como de costumbre, ni siquiera intento discutir con él. No sirve
de nada. Vuelve a hacer lo mismo la próxima vez que viene.
Todos los hombres del MC son iguales. Dan muy buenas
propinas dondequiera que van. Es un cambio agradable de algunos de
estos hijos de puta. Uno pensaría que, en una ciudad llena de
multimillonarios, todos mostrarían la misma generosidad, pero nadie
da peores propinas que un hijo de puta con dinero para quemar.
Me dirijo a la recepción para reservar su próxima cita, pero me
detengo en seco cuando veo a Coby Kaiser, mi segundo al mando,
hablando con una diosa rubia y con curvas en el mostrador. Se pone
de puntillas y se inclina mientras él le dibuja algo. Su diminuto vestido
corre el riesgo de mostrar sus bragas a la sala.
No oigo lo que le dice a Coby, pero su boca corre a mil por hora.
A Coby le tiembla el ojo izquierdo, señal inequívoca de que lo está
molestando. No es fácil. Con sus ojos azules, su corte de pelo y sus
piercings, Coby es un hijo de puta con cara de malo. La mayoría de la
gente desconfía de él hasta que llegan a conocerlo y se dan cuenta de
que es muy tranquilo. Nada le estresa.

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Excepto por esta pequeña diosa. ¿Qué demonios le ha pedido
que le dibuje? Y lo que es más importante, ¿qué le está diciendo?
—Te veré la próxima vez, hermano. — le murmuro a Giant, que
ya camina hacia el mostrador para averiguarlo.
— ¡Hey! ¿Y mi próxima cita?
—Te llamaré para concertarla.
Giant se ríe detrás de mí, pero no le hago caso y me centro en la
mujer que tengo a unos pasos.
—No, eso no está bien. — dice. —Se parecen a los grinches, pero
son azules y tienen unos ojos malvados. Y viven en la selva y ayudan
a la canguro arrogante a hacer sus negocios, como su mafia personal
de la jungla.

¿Qué demonios?
— ¿Mafia de la selva?— Coby murmura.
— ¡Exactamente! Son la mafia de la jungla.
Me pongo detrás de ella y aprieto los dientes cuando se inclina
un poco más hacia delante y su vestido sube unos centímetros.
Jesucristo. Si se mueve un centímetro más, podré verle las bragas.
¿Llevará tanga? ¿Se verá la silueta de su coño perfecto a través de la
fina tela?
Mi polla palpita al pensarlo, golpeando la cremallera lo bastante
fuerte como para dejar una huella en ella.
Gruño una maldición.
Ella se sobresalta.
Coby me mira, con una expresión de alivio.
— ¡Dulce bebé Jesús!— La pequeña rubia se pone una mano
sobre el corazón y suelta un suspiro de desaprobación. —Me has dado
un susto de muerte.
Mi mirada revolotea por su cara en forma de corazón, mi
estómago flota y luego se hunde y luego vuelve a flotar, como si
acabara de saltar de un puto avión. Unas gruesas pestañas negras
enmarcan los ojos azules más grandes que he visto en mi vida. Y no

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me hagas hablar de esos labios carnosos. Los quiero alrededor de mi
polla. Ahora mismo.
— ¿Qué demonios estás dibujando para ella?— le gruño a Coby,
con los ojos fijos en su cara.
—No tengo ni puta idea. — dice. —Algún Grinch azul que forma
parte de la mafia canguro de la jungla.
Exhala un suspiro exasperado. —No son grinches. Solo parecen
grinches en la película de animación original, pero son monos. Se
llaman los Hermanos Wickersham.
— ¿La película de animación original...? — Arrugo las cejas y
frunzo el ceño. — ¿Te refieres a Horton Hears a Who?
— ¡Sí! — exclama, levantando las manos.
Coby me mira, todavía confuso.
—Es un libro de Dr. Seuss. Lo animaron cuando animaron El
Grinch. — le explico. —Te pide que dibujes a los tres hermanos monos
que ayudan a atar y enjaular a Horton.
—Sí, todavía no sé de qué demonios me estás hablando.
—Es un clásico. —resopla, claramente poco impresionada.
Es un clásico.
—Yo me encargo. — le digo a Coby, aunque en realidad no es
una sugerencia. No he visto la puta película desde que era un niño,
pero estoy dibujando esta mierda para ella. Sobre todo porque me
tiene la polla dura como una piedra. Pero también porque tengo una
curiosidad como la mierda por qué quiere tatuarse a los hermanos
Wickersham.
Normalmente no pregunto. Los tatuajes son personales, y los
clientes comparten lo que quieren compartir cuando están listos para
compartirlo. Pero tengo toda la intención de averiguar por qué quiere
tatuarse a la Jungle Mafia en su precioso cuerpo. A no ser que se
esconda bajo ese diminuto vestido, no tiene ningún otro tatuaje.
—Gracias. — dice Coby, retrocediendo inmediatamente. Me
lanza una mirada por encima de su cabeza como preguntándome qué

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pasa, pero lo ignoro a él y a su mirada. Francamente, no sé cómo
responderle.
Hay algo en esta chica. No quiero que Coby la entinte. No quiero
sus manos sobre ella. No quiero que estén solos en su cabina.
Simplemente no quiero.
Se encoge de hombros y se aleja del mostrador, dejándome a
solas con ella.
— ¿Cómo te llamas, hermosa?
—Skye Matheson. — dice dulcemente. — ¿Y tú quién eres?
—Slade Stark.
Sus ojos se abren de par en par. —Eres el dueño de la tienda.
—Sí.
— ¿También haces tatuajes?
—Sí. —Cojo sus datos del mostrador. —Y parece que hoy voy a
hacer el tuyo, Who.
— ¿Quién?— Sus cejas se fruncen, luego comprende y se ríe. —
¿Me estás llamando pequeña?
— ¿Qué dice el libro?— le pregunto, guiándola hacia mi cabina.
— ¿Sobre qué?
—Sobre gente pequeña.
Se queda embobada mientras recorremos la tienda hacia la parte
de atrás. Supongo que nunca ha estado en una tienda de tatuajes. Se
detiene varias veces a mirar algunas de las obras de arte de las
paredes. Un bonito rubor sube por sus mejillas cuando se da cuenta
de que la obra de arte que está mirando es una pareja follando. Desvía
rápidamente la mirada y casi tropieza con el borde de un sofá gris de
felpa de la sala de espera.
—Cuidado, Who. — Le paso el brazo por la cintura y la aprieto
contra mi corpulencia para estabilizarla. Se ajusta a mí como una
pieza de puzzle, sus suaves curvas se acurrucan en mi duro cuerpo.
—Una persona es una persona por pequeña que sea. — jadea.

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— ¿Qué?
—El libro. Eso es lo que dice.
Joder. Sí. Me había olvidado del maldito libro.
—Pequeña pero poderosa. — murmuro, guiándola el resto del
camino hasta mi cabina.
—Más bien pequeña pero huidiza. — resopla al cabo de un
momento, recuperando el equilibrio.
Me detengo en la puerta de mi mesa y la miro. — ¿Quién dice
esa mierda de ti?
— ¿Todo el mundo? — Se encoge de hombros, mirándome. —Soy
un poco desastre, pero estoy acostumbrada.
No digo nada cuando entramos en la cabina. Vuelve a mirar a su
alrededor, observando mi montaje. Es jodidamente bonito. No he
reparado en gastos. Cuando entintas a multimillonarios, no puedes
permitirte escatimar. Todo es de última generación.
El suelo de baldosas negras y las paredes de ladrillo rojo le dan
un aire señorial, como si estuviéramos en una mansión. Las obras de
arte cuelgan de las paredes entre ventanas empotradas que van del
suelo al techo y dan a la ciudad. En la pared del fondo hay un sofá
para los invitados. Mi silla está en medio del suelo, y mis herramientas
en armarios y estanterías por el resto de la habitación. La entrada al
baño privado está al lado del sofá.
—Vaya. — susurra Skye. —Esto no se parece en nada a lo que
esperaba.
— ¿Qué esperabas?
—No lo sé. Neón y dragones y esas cosas, supongo.
—Deberías ver el stand de Keegan entonces. — Me río entre
dientes. —Tiene un poco de las tres cosas.
— ¿En serio?— Se le iluminan los ojos. — ¡Lo sabía!
Sacudo la cabeza, sonriendo. —Primer tatuaje, ¿eh?
—El vigésimo.

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Le lanzo una mirada que la hace reír.
—Sí, es el primero. ¿Es tan obvio?
—Haré que tu primera vez sea buena. — le prometo, lo que hace
que se sonroje. Interesante. Creo que mi pequeña Who podría ser
virgen en más de un sentido. No me jodas. ¿Por qué me gusta tanto
esa idea? Definitivamente no está preparada para ninguna de las
mierdas que quiero hacerle -y hay un montón de putas cosas que me
gustaría hacerle ahora mismo-, pero el hecho de que nadie la haya
tocado antes no me desanima. Solo me pone la polla más dura.
Correría gritando por la noche si supiera que la quiero doblada
sobre mis rodillas con ese vestidito levantado mientras le azoto una
palmada en el culo con una mano y le toco el culo con la otra.
Probablemente se desmayaría si supiera que quiero que se arrastre
por el suelo hacia mí sin nada más que unas pinzas en los pezones,
rogándome chuparme la puta polla.
—Jesucristo. — murmuro, mientras busco a tientas los frascos
de tinta sobre la mesa y me viene a la cabeza esa imagen. La aparto
de mi mente, cerrándola de un portazo. Ahora no es el momento, y ella
no es la elegida, por mucho que me gustaría que lo fuera. Es una
pequeña virgen, demasiado dulce y pura para la mierda asquerosa que
quiero de ella.
— ¿Estás lista, Who?
—Sí, señor.
Ah, maldita sea.
Me muerdo la mejilla con tanta fuerza que me sale sangre.
—Siéntate en la silla mientras dibujo algo para ti. — le ordeno,
cogiendo rápidamente mi cuaderno de dibujo.
Se deja caer en el asiento como un juguetito obediente y el semen
se dispara a mis calzoncillos.
Maldito hijo de...
Cojo mi cuaderno y un bolígrafo y salgo de la habitación.
—Ahora vuelvo. — gruño por encima del hombro.

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Capítulo 2
SKYE

Sus oscuros ojos moca retienen los míos como rehenes mientras
promete hacer que mi “primera vez sea buena” y el corazón me da un
vuelco en el pecho. ¿Primera vez para qué?

Trago saliva y me pregunto si lo sabe. Por supuesto, no lo sabe.


Quiero decir, no es que tenga un cartel de neón sobre mi cabeza que
ponga virgen. Y al dueño de la tienda probablemente no le importe mi
experiencia sexual. Por su aspecto, puede conseguir a la chica que
quiera.
La camiseta térmica gris oscura ajustada sobre su enorme pecho
muestra todos sus impresionantes músculos. Wow. Este hombre tiene
músculos que tienen músculos, y su aroma picante es como hierba
gatera para mi alma. Quiero acurrucarme contra él y absorber su olor
a través de mis poros.
Estoy tan ocupada intentando controlar mi errático ritmo
cardíaco que casi me pierdo el repentino aleteo de sus fosas nasales
cuando se levanta y coge un cuaderno de dibujo. Antes de que mi
confusa mente sea capaz de entender lo que está pasando, se da la
vuelta y cruza la habitación.
Mis ojos se posan automáticamente en su perfecto trasero. No
puedo evitar fijarme en el vaquero desteñido que cubre sus firmes
globos. Tengo que clavar las uñas en el reposabrazos de la silla para
resistir las ganas de abanicarme mientras mi temperatura corporal se
dispara.
Entré en Bleaker Street Tattoo por capricho. Llevaba semanas
pensando en hacerme un tatuaje, pero el miedo a que me clavaran
una aguja bajo la piel me lo impedía. Entonces me desperté esta
mañana y decidí tirar la cautela al viento. Me subí las bragas de niña
grande y entré sin darme la oportunidad de acobardarme.

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Todo en Bleaker Street Tattoo me sorprendió. Entré esperando
encontrar una operación de trastienda con motociclistas de edad
dando arte barato. Entrar en la tienda moderna, decorada con buen
gusto y obviamente cara me dejó alucinada. Estaba tan desconcertada
por lo que encontré, que me hice un desastre total al explicar el tatuaje
por el que había venido. Podía ver el vapor que salía de las orejas del
primer tatuador y supe que esto no iba a funcionar.
Estaba a punto de rendirme e irme cuando Slade me
interrumpió. El hecho de que el altísimo, moreno y guapísimo dueño
de la tienda interviniera en lugar de su exasperado empleado me dejó
pasmada.
Casi me derrito cuando me puso la mano en la base de la
columna para llevarme a su puesto de trabajo. El calor de su palma
me abrasó la piel y me puso la carne de gallina. Tuve que morderme
la mejilla para no gemir en voz alta.
Mis dos hermanas mayores se habrían derrumbado si supieran
lo que estoy haciendo ahora. Bueno, lo que no sepan no les hará daño.
Me he sentido un poco de mal humor últimamente. Bueno, tal
vez estoy muy de mal humor después de que mis dos hermanas
contrajeron el virus del amor en el agua de la ciudad loca.
Primero, mi hermana del medio, Letty, le robó el corazón al juez
Lex Ashford. Luego, Jazzy conoció a Will Riordan, y nuestro nuevo
vecino barrió a mi hermana mayor de sus pies.
No me malinterpretes, me alegro de que mis dos hermanas
hayan encontrado a chicos estupendos, pero me fastidia que mi
hombre ideal esté tardando en venir por mí.
Todos en este pueblecito de locos creen que el agua tiene poderes
especiales para atraer el amor. Los residentes incluso la embotellan y
la venden por su capacidad para encontrar pareja.
Me da vergüenza admitirlo, pero llevo meses bebiendo del agua
del pueblo con la esperanza de que haga efecto y anime a mi alma
gemela a venir a buscarme. Una locura, lo sé, pero es lo que hay.
Estoy bastante segura de que la locura de mi nueva ciudad natal
empezó a contagiarse desde el momento en que me mudé a la ciudad
con mis dos hermanas.

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Hace dos años, nuestra abuela murió inesperadamente y nos
dejó a cada una, una pequeña herencia. Queríamos honrar a la mujer
que nos crió después de que nuestros padres decidieran que la
paternidad no era lo suyo, así que decidimos reunir nuestro dinero
para financiar una boutique dedicada a las mujeres con curvas.
Elegimos Silver Spoon Falls para nuestra nueva aventura
después de que Jazzy viajara aquí para asistir a una conferencia. Se
enamoró de esta ciudad rica y un poco excéntrica y nos convenció para
que la visitáramos. En cuanto di una vuelta por la fuente del centro,
sentí que todo iba bien por primera vez desde que murió la abuela Liz.
Como Letty es licenciada en contabilidad, se ocupa de los
negocios, y Jazzy, con su formación en mercadeo de moda, de las
compras. En un principio había planeado ayudar solo con el personal
mientras terminaba la carrera, pero las nuevas relaciones de mis
hermanas dieron al traste con esos planes. Reduje un poco mi horario
de clases y pasé a ayudar en la tienda.
Unos minutos más tarde, Slade vuelve a entrar y deja un boceto
sobre el escritorio a mi lado. — ¿Es esto lo que tenías en mente?
Mientras contemplo el hermoso dibujo, todos mis temores
afloran a la superficie. De alguna manera logró dibujar una
representación perfecta de los tipos malos de color violeta azulado.
—Es precioso. — Paso el dedo por la página blanquecina. Es fácil
ver el talento de Slade. Las pequeñas figuras casi saltan de la página
mientras las miro fijamente. Esos insistentes segundos pensamientos
insisten en burlarse en el fondo de mi mente. Quizá hacerme un
tatuaje improvisado no sea la mejor idea.
— ¿Te lo estás pensando, Who? — Levanto los ojos hacia él.
¿He expresado mis pensamientos en voz alta? Cuando me mira
con una ceja levantada, me doy cuenta de que debe de leer la mente.
—Uh... — Ahogo un repentino nudo en la garganta. —No estoy segura.
Lo único que sé con certeza es que Slade Stark tiene un efecto
loco sobre mí.
Su prepotencia y control irradian de él en oleadas, y eso debería
apagarme, pero no es así. Oh no. Ni mucho menos. Mis palmas

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sudorosas y mis partes femeninas con hormigueo son definitivamente
señales de que me gusta la idea de que él tome el control. De mí.
—No voy a marcar permanentemente tu deliciosa piel hasta que
estés segura, Skye.
Suelto el aliento que he estado conteniendo y pregunto: —
¿Puedo tener un poco de tiempo para pensarlo?
Espero que se moleste porque le hice perder el tiempo, pero Slade
me sorprende cuando el alivio brilla en sus ojos color chocolate oscuro.
—Tómate todo el tiempo que necesites, Who. — Me ayuda a
levantarme y casi me arrastra hasta la puerta principal. Me siento
como uno de esos personajes de dibujos animados con los pájaros
dando vueltas sobre su cabeza cuando pasa de querer tatuarme a
querer sacarme de su tienda en un abrir y cerrar de ojos. —Si decides
llevarlo a cabo, llama y concierta una cita. — Prácticamente me
empuja hacia la puerta antes de que pueda formular una respuesta.
Mientras camino por el ajetreado centro de la ciudad, me
pregunto qué demonios acaba de pasar. Está claro que esta ciudad de
locos se me está pegando.

Como tengo el resto de la tarde libre y no quiero quedarme en


casa dándole vueltas a la cabeza, decido acercarme a la boutique a ver
si Jazzy necesita ayuda. Desde la primera semana de apertura, hemos
tenido un flujo constante de clientela nueva y habitual.
La mayoría de nuestras nuevas colecciones se agotan antes de
que nos veamos obligadas a rebajarlas, y hemos tenido que contratar
empleados a tiempo parcial para mantener la demanda. La vida
debería ser estupenda, pero sigo sintiendo que me falta algo. Parte de
mi alma.
Cuando entro en la tienda, Jazzy levanta la vista del ordenador
y frunce el ceño. — ¿Qué haces aquí?

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Cruzo los dedos detrás de la espalda y digo la primera mentira
que se me ocurre. —Estaba aburrida y pensé en venir a ver si
necesitabas ayuda con el escaparate. — Lleva días pidiéndome que
cambie el escaparate, y hoy es tan buen momento como cualquier otro.
—Oh. — Los ojos de mi hermana se entrecierran y contengo la
respiración, esperando a ver si me molesta. —Sería estupendo. Tengo
varias piezas de la línea de primavera al vapor y listas para llevar.
Respiro aliviada y me lanzo a vestir de nuevo a los maniquíes
antes de que mi hermana pueda darme el tercer grado. Por supuesto,
Sally se resiste a que le meta los brazos en la sedosa manga
abullonada azul claro. —Vamos. — murmuro a la maniquí rubia. —
Dame un respiro. Esto sería mucho más fácil si cooperaras. — Sí,
hablo con maniquíes. Empezaré a preocuparme cuando me contesten.
Estoy terminando la exposición cuando suena el timbre de la
puerta. Miro y veo entrar a una de nuestras clientas habituales. —
Hola, Eve. —La saludo con la mano. Lleva viniendo desde la semana
que abrimos. La despampanante pelirroja es un poco más alta que mi
metro setenta y mucho más curvilínea, sobre todo por arriba. No voy
a mentir, estoy celosa de su magnífica figura.
Aunque es muy simpática, Eve nunca habla de sí misma. He
intentado averiguar a qué se dedica, pero es muy reservada. Lo que sí
sé es que, sea lo que sea, le pagan bien, porque gasta mucho dinero
en ropa.
—Hola, chica. — Me sonríe. —Necesito un conjunto especial para
esta noche. — Me mira moviendo las cejas. —Cuanto más sexy, mejor.
—Has venido al lugar adecuado. Tenemos una nueva colección
de un diseñador prometedor. — Me meto de lleno en el trabajo,
intentando olvidarme por completo del atractivo dueño de la tienda de
tatuajes y del efecto que tuvo en mí.
Después de ayudar a Eve a encontrar varios vestidos de la nueva
colección para probarse, la acomodo en uno de nuestros probadores.
—Avísame si necesitas ayuda con algo. — Ella conoce el
procedimiento. Hay un botón en la pared que envía un mensaje al
mostrador.
—Gracias, cielo. — me dice mientras salgo.

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Paso junto al perchero donde está colgado mi vestido favorito,
cojo mi talla y me digo que es hora de derrochar. A quién le importa si
cuesta más que la cuota mensual del coche, me merezco el precioso
vestido negro de seda.
Después de colgarlo en la parte de atrás con mi nombre en una
etiqueta, salgo a coger el talonario del bolso. Puede que tenga que
hacer un poco de contabilidad creativa para que funcione, pero haré
lo que haga falta. Ha llegado el momento de que me atreva a vivir, y
este vestido representa mi primer paso, ya que hacerme un tatuaje
está descartado.
Estoy sentada frente al ordenador, convenciéndome una y otra
vez de comprar el caro vestido, cuando mi teléfono vibra en el bolsillo.
Miro la pantalla y veo un número desconocido. Debería dejar que
salte el buzón de voz, pero me pica la curiosidad. —Hola.
—Hola, Who. —Su voz grave hace que la electricidad me recorra
la espalda.
— ¿Quién es?
—No me digas que ya te has olvidado de mí. — ¿Está
coqueteando conmigo? —Soy Slade.
—Hola. — De repente se me ocurre una idea. — ¿Cómo
conseguiste mi número?— ¿Y por qué diablos me estás llamando?
—Tengo mis métodos. — Suspira. —Saqué tu número del
formulario que rellenaste antes. — Mierda. Olvidé que tenía que
rellenar un cuestionario online cuando pedí cita para hacerme el
tatuaje.
— ¿Por qué llamas?— Veo a mi hermana cruzando la tienda y
me doy cuenta de que tengo que colgarle el teléfono antes de que se
dé cuenta de que estoy hablando con un hombre. No me enteraré de
nada si mis dos hermanas se enteran de lo que he hecho esta mañana.
—Dejaste tu licencia de conducir en la recepción. — Maldita sea.
Olvidé que le di mi licencia al primer tatuador para que hiciera una
copia. ¿Podría empeorar este día?
—Maldición. — Ahora tengo que volver a buscarla y volver a ver
a Slade. No sé si me asusta o me excita la perspectiva. El hormigueo

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en mis partes femeninas me dice que es lo segundo. — ¿Puedes
esperar hasta mañana? iré a buscarla después del trabajo. — Necesito
tiempo para reforzar mi corazón contra él. Y oye, a lo mejor tengo
suerte y está ocupado.
—Estará en la recepción. — Cuelga antes de que pueda
responder. Imbécil. Miro el móvil y me pregunto si realmente necesito
la licencia. La idea de tener que volver a ver a Slade hace que me duela
el corazón, y estoy tentada de conseguir una licencia nueva en lugar
de volver a Bleaker Street Tattoo.
Eve se acerca al mostrador y me alegro de tener esa distracción.
— ¿Ha funcionado algo?— Pego una sonrisa falsa en mi cara.
—Este vestido es perfecto. —Me tiende el vestido de seda negra
y encaje que ni siquiera me atrevo a probarme.
—Me encanta ese vestido. —Pero se sale de mi presupuesto,
incluso con el descuento. — ¿Cuál es la ocasión especial?— Pregunto
y espero a que desvíe la pregunta como suele hacer.
—Voy a una fiesta en The Sterling Rope, el nuevo club de la
ciudad.
—Tengo que salir más. — bromeo con ella. —Ni siquiera sabía
que había un nuevo club en la ciudad.
—Su clientela prefiere que no hagan publicidad. El club es
privado y para entrar hay que comprobar los antecedentes.
Debe ser agradable llevar un negocio que no tienes que
promocionar. —Oh. — Supongo que es una cosa más en esta maldita
ciudad que está fuera de mi alcance. No puedo creer que tengan clubes
nocturnos en los que tienes que solicitar entrar.
—Tienen una noche de puertas abiertas esta noche, y tengo una
invitación extra por si quieres comprobarlo.
Ya que ésta podría ser mi única oportunidad de ver el elegante
club nocturno, me lanzo con pies de plomo. —Me encantaría. —Y
tengo el vestido perfecto para la ocasión. ¿A quién le importa si voy a
estar comiendo fideos ramen durante las próximas cuatro semanas
para pagarlo?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Cuatro horas después, me arrepiento de mi impulsiva decisión
mientras camino por el oscuro callejón, buscando el pequeño teclado
negro en el lateral del edificio. Se me eriza el vello de la nuca,
diciéndome que debería correr en dirección contraria, pero ignoro la
advertencia y sostengo la tarjeta de visita metálica que Eve me dio ante
el escáner rojo.
Cuando la puerta de metal negro se abre lentamente, respiro
hondo y entro. —Identificación e invitación. — El alto y calvo
cascarrabias me mira como si fuera un insecto bajo un microscopio.
—No tengo mi identificación. — Mierda. Olvidé recogerla en la
tienda de tatuajes. —Pero tengo esto. — Le entrego la tarjeta de visita
metálica.
—Espera ahí. — Señala el sofá de cuero negro que hay junto a
la pared. Una despampanante mujer rubia se aleja del gran escritorio
de roble y mira la tarjeta que tiene en la mano. Mientras murmuran,
me acerco para intentar oír lo que dicen, pero no lo consigo.
Parece que mi noche de diversión va a terminar antes de
empezar.
—Necesito su nombre y fecha de nacimiento. — Salto al darme
cuenta de que el Sr. Simpatía se ha movido por la habitación sin que
me diera cuenta.
—Skye Moon Matheson. — Doy un respingo al oír mi segundo
nombre y luego digo mi fecha de nacimiento.
Mientras teclea en el ordenador, miro hacia un lado cuando se
abre la pesada puerta, lo que me permite ver lo que ocurre dentro del
club. Oh, diablos, no. Esto no es un club nocturno, es una operación
de tráfico de personas.
No puedo creer que Eve me haya secuestrado. El imbécil gigante
vuelve y gruñe: —Ven conmigo. Tenemos que repasar las normas del
club.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Rebusco en mi bolso y envuelvo mi pistola eléctrica con la mano
mientras me levanto y finjo que voy a seguirlo dócilmente.
Atravieso una pesada puerta negra y echo un vistazo a la oscura
habitación. Me quedo con la boca abierta y casi se me salen los ojos
de las órbitas al ver a varios tipos acercarse a una mujer atada a un
extraño artilugio de madera. Como todos están completamente
desnudos, supongo que no van a compartir recetas.
Una mujer metida en un corsé de cuero negro se acerca y me
estremezco al ver el apretado trozo de cuero que le pasa entre las
nalgas. Ouch.
Qué idiota soy. Todas las pistas encajan y me dan ganas de
golpearme la frente cuando me doy cuenta de que no estoy en un
nuevo club nocturno de moda. Estoy en un maldito club de sexo.
—Uh. — Me pongo de puntillas y le doy un golpecito en el hombro
al Sr. Simpatía. —He cambiado de opinión. — Pero el muy imbécil me
ignora y me abre una puerta al final del pasillo.
La hermosa mujer del corsé de cuero negro se acerca y le pone
la mano en el brazo. —Bronx, necesito tu ayuda un momento. — Estoy
tentada de besarla por la grata interrupción. Quizá pueda escaparme
mientras el Sr. Simpatía está ocupado con Catwoman.
—Quédate aquí. — me gruñe, y le regalo mi sonrisa más
inocente, esperando que crea que voy a hacerle caso.
—Estaré aquí mismo. — No. En cuanto me da la espalda, me
escabullo por la esquina y corro hacia la puerta. No llego muy lejos y
me encuentro con otra pareja que se lo está pasando en grande.
Me tapo los ojos y entro en la primera habitación vacía que
encuentro. Con el corazón acelerado, pienso frenéticamente en cómo
voy a salir de esta. Saco mi pistola eléctrica y la agarro con fuerza en
una mano mientras debato a quién voy a llamar. Si mis hermanas
mayores se enteran del problema en el que me he metido, no volverán
a dejarme salir de casa.
Respirando hondo, repaso mi lista de llamadas y presiono el
último número que me ha llamado: el de Slade.

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— ¿Who?— Suena un poco aturdido y me pregunto si lo habré
despertado.
Mi boca echa a correr antes de que mi cerebro entre en acción.
—Necesito ayuda. Ahora mismo. En realidad, pasé de necesitar ayuda
hace diez minutos cuando decidí venir a este club nocturno. Solo que
no es un club nocturno, es un maldito mercado de carne, y estoy
bastante segura de que estoy a punto de ser vendida en el mercado
negro.
— ¿Qué demonios? — ruge por encima de mis divagaciones.
Oigo voces que se acercan a la puerta y contengo la respiración.
Cuando pasan de largo, gimo: —Ayúdame, por favor. Hoy me he
comprado el vestido de mis sueños y me ha dado valor para salir de
mi zona de confort. Solo que este lugar es otro universo más allá de
mi zona de confort. — Estoy demasiado aterrorizada para explicarle
siquiera dónde diablos estoy y, seguramente, él no ha oído hablar
nunca de este club de locos.
— ¿Dónde demonios estás? — gruñe. —Abre tu aplicación de
mapas y envíame tu ubicación exacta.
¿Por qué no pensé en eso? Tardo dos intentos, ya que soy un
poco incompetente tecnológicamente. —Está de camino. — Al menos,
eso espero.
— ¿Estás en el maldito Sterling Rope?— Me pitan los oídos
cuando su rugido me perfora los tímpanos. — ¿En qué demonios
estabas pensando?
—Pensaba que llamaría a un amigo para que me ayudara a salir
de esta situación, pero creo que me he equivocado. — grito al teléfono
mientras el terror me hace perder el control sobre mi temperamento.
—Si quisiera que alguien me criticara, habría llamado a mis
hermanas. — La puerta se abre detrás de mí y me doy cuenta de que
no tengo tiempo. —Me tengo que ir. —Vuelvo a meter el móvil en el
bolsillo y me preparo para la batalla. Supongo que tendré que luchar
contra los traficantes de personas sin ayuda.

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Capítulo 3
SLADE

Estoy en el infierno. Lo sé porque estoy a quince minutos del


Sterling Rope y Skye está adentro, sola y asustada. Me laten las sienes
mientras cojo las llaves, meto los pies en los zapatos y salgo corriendo
hacia mi camioneta, sin importarme una mierda si voy vestido para el
club o no.
¿Qué demonios hace Skye ahí?
Mejor pregunta, ¿quién coño le ha hablado de The Sterling Rope?
Cuando Roman Sterling, un buen amigo, sugirió por primera vez
la idea de un club BDSM en Silver Spoon Falls, pensé que había
perdido la maldita cabeza. Pero invertí en la idea de todos modos. Los
multimillonarios tienen dinero para quemar y más malditos vicios que
el hijo de puta medio. ¿Por qué no ver cómo funcionaba su idea?
Resulta que el club es una mina de oro.
Pero si algún imbécil invitó a Skye, pensando que iban a meterse
en sus pantalones, voy a perder mi mierda. El lugar es un paraíso
hedonista, precisamente el tipo de lugar al que una chica como Skye
no pertenece. Si alguien en el club se entera de que es virgen, todos
los hijos de puta estarán sobre ella.
Me meto en la camioneta y acelero el motor mientras salgo.
El pulso me martillea la garganta cuando salgo de la entrada, ya
corriendo hacia el club y la rubia con curvas que me ha estado
rondando por la cabeza todo el maldito día.
Llamo a Coby de camino.
—Te das cuenta de que es casi medianoche, ¿verdad?
— ¿Trabaja Bronx en el club esta noche? — pregunto en lugar
de responder a su pregunta. Bronx, el hermano de Coby, trabaja en la
seguridad del Sterling Rope. Tiene la constitución de un cagadero de

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ladrillos. Jugó al fútbol en la universidad. Todo el mundo pensaba que
sería profesional, pero se rompió la rodilla en su último año, poniendo
fin a su carrera. Puede mantener a Skye a salvo hasta que yo llegue.
—Tal vez. Puedo averiguarlo. ¿Por qué?
—Skye está ahí. — gruño.
— ¿Quién demonios es...? Espera. ¿Te refieres a la chica de la
tienda de hoy? ¿La que me volvió loco por el tatuaje que ni siquiera se
hizo?
—Estaba nerviosa. — grité, saltándome una señal de alto al salir
de mi barrio. Por suerte, a estas horas no hay nadie más. —Lo
conseguirá cuando esté preparada.
— ¿Cómo sabes que está en el club?
— ¿Te parece que es el momento de jugar a las veinte jodidas
preguntas?
—Supongo que no. — dice Coby, imperturbable por mi mal
humor. Como he dicho, no hay mucho que le perturbe.
—Llama a Bronx. Dile que la encuentre y que se la quede hasta
que llegue. — Exhalo un suspiro, con las manos apretadas alrededor
del volante. —Si alguien la toca, quemaré el maldito club de Roman
hasta los cimientos.
—No creo que eso sea bueno para el negocio, Slade. — dice Coby.
—La mitad de nuestros putos clientes probablemente estén en ese hijo
de puta ahora mismo.
—No me importa. — Le cuelgo antes de que pueda empezar a
hacer preguntas que no estoy seguro de saber responder. ¿Por qué
importa tanto que esté en el club? ¿Por qué me importa lo que haga?
Porque es mía.
Era mía desde el momento en que la vi.
Hoy intenté hacer lo correcto. Traté de alejarme. Pero el maldito
universo la ha estado lanzando en mi camino como una señal desde
lo alto, exigiendo que saque mi cabeza de la arena y despierte de una
puta vez. No puedo alejarme cuando todos los caminos conducen a
ella.

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Quizá no esté preparada para nada de lo que quiero. Pero la
prepararé. Fue hecha para someterse. Aprendí mucho de ella hoy.
Obedece como si hubiera nacido para hacerlo, sin dudarlo. Y
claramente necesita que alguien cuide su pequeño trasero si este es el
tipo de mierda que sucede cuando la dejan sola.
¿Por qué no puedo ser yo? ¿Por qué no debería ser yo? Es la
primera mujer que he conocido en... una puta eternidad,
sinceramente... que me ha hecho plantearme ceder a mis vicios. Es la
primera que se ha sentado en mi silla para hacer palpitar mi polla. Y
ciertamente es la primera que me ha tenido buscando una razón para
llamarla todo el maldito día.
Es mía. En cuanto saque su culito del club, va a descubrir lo que
eso significa.

Para cuando llego al otro lado de la ciudad, el club está


abarrotado. Bronx me recibe en la puerta, con rostro adusto y estoico.
Coby y él comparten los mismos ojos azules y la misma pasión por la
tinta, pero hasta ahí llegan las similitudes. Bronx es un cabrón calvo
y malhumorado.
Hay una razón por la que Roman Sterling lo contrató como
seguridad, y no fue su personalidad ganadora. No le hace ascos a
nadie y te dirá exactamente lo que piensa, tanto si quieres oírlo como
si no. Tampoco tiene miedo de echar a alguien a la calle si lo necesita,
independientemente del tamaño de su cuenta bancaria. Nada ni nadie
lo intimida.
— ¿Dónde está?— Le pregunto.
—En una de las habitaciones privadas. — Me mira con el ceño
fruncido. —Podrías haber avisado a un hijo de puta de que lleva una
puta pistola eléctrica.

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Mis cejas se levantan, la sorpresa fluye a través de mí... aunque
no estoy del todo seguro de por qué. Skye puede ser inocente, pero no
es delicada. — ¿Intentó electrocutarte?
— ¿Intentó? —Bronx me fulmina con la mirada. —Me clavó la
maldita cosa en el muslo. La encerré en una habitación privada y la
dejé ahí para que se calmara. Puedes encargarte de ella. No soy tan
estúpido como para intentar esa mierda otra vez.
— ¿Intentar qué, exactamente?— Gruño, ya enojado de que esté
aquí. Si ha intentado ponerle las manos encima, él y yo vamos a tener
un problema. Me importa una mierda si somos amigos.
—Jesucristo. — Me fulmina con la mirada. —No la he
jodidamente tocado. Intenté convencerla de que viniera y esperara
conmigo. Pensó que intentaba secuestrarla o algo así. No lo sé. Está
arriba. Tercera habitación a la izquierda. — Rebusca en su bolsillo y
me tiende una llave. —Buena jodida suerte.
Cojo la llave y entro. The Sterling Rope es un club BDSM de lujo
para multimillonarios, millonarios y gente con mucho dinero. Todo el
interior es liso, elegante y carísimo.
Las salas públicas, bares donde la gente puede charlar y
conocerse antes de pasar a las partes más pervertidas de la noche,
están casi desiertas a estas horas. Hay algunas personas que han
salido a tomarse un respiro, así como algunos rezagados que no han
encontrado lo que buscaban. Todos los demás están en el club,
haciendo lo que mejor saben hacer.
Evito todas las salas de exposición que puedo. No he venido a
ver follar a la gente. No me interesa que me hagan proposiciones. Mi
membresía aquí es actual solo porque es popular entre nuestros
clientes y soy un inversor en el club. A veces, un hijo de puta tiene
que ver y ser visto. En esas ocasiones, rara vez me alejo más allá del
bar.
¿Cuál es el puto punto cuando sé que me iré insatisfecho? Es la
misma historia desde hace años. No estoy seguro de que lo que quiero
exista. Al menos, no lo estaba hasta hoy. Hasta que Skye me sonrió.
Me está haciendo cuestionarme cosas que nunca me había
cuestionado antes. Todo este tiempo, me he dicho a mí mismo que

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nadie me interesaba porque no confiaba en ninguno de ellos. Pero esos
grandes ojos azules me hacen preguntarme si tal vez solo me decía eso
porque no eran lo que realmente quería. Permanencia. Pertenencia.
Compañía. El mismo algo especial que tienen Bella y Cormac.
Ya ni siquiera lo sé.
Subo las escaleras trotando, pegado a la pared para no rozarme
con nadie. Lo último que quiero es que alguien piense que voy detrás
de algo que no soy. Al llegar arriba, encuentro al monitor conversando
con una pareja desnuda al final del largo pasillo.
Me dirijo rápidamente hacia la puerta que me indica Bronx.
Empiezo a usar la llave, recuerdo sus quejas de que ella tiene una
pistola eléctrica y rápidamente decido no hacerlo. Si me electrocuta en
el culo, me voy a enojar.
— ¿Skye?— Golpeo la puerta con los nudillos. —Soy yo. Déjame
entrar.
Se queda callada un momento y luego: — ¿Slade?
—Sí, nena. Soy yo.
—Si realmente eres tú, dime algo que solo tú sepas.
Sonrío, divertido por la sospecha en su voz. Intento pensar en
algo que solo yo sabría. —Hoy has ido a la tienda a hacerte un tatuaje
de los hermanos Wickersham.
—El otro chico de la tienda también lo sabe. — me recuerda.
—Cierto, pero él no sabe que tú lo quieres porque te identificas
con el ostracismo por ser quien eres. — le digo. —Son tu recordatorio
de que no fuiste hecha para encajar en una caja, por mucha gente que
piense que deberías hacerlo. — Hago una pausa. —Y tampoco sabe
que solo no seguiste adelante con conseguirlo porque te ponía nerviosa
dejar que te pusiera las manos encima.
—No lo estaba. — murmura a través de la puerta.
—Abre la puerta, Pequeña Who.
—De acuerdo. Espera. ¿Está ese matón ahí afuera contigo?
Porque puede que no abra la puerta si está él. Está de muy mal humor.

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—Le diste una descarga, Skye. Creo que se le permite estar de
mal humor.
— ¡Es culpa suya!— Abre la puerta de un tirón para protestar
por su inocencia. —Intenté decirle que me estaba asustando, pero no
me escuchó. Decía que tenía que ir con él como si fuera Terminator o
algo así. Pensé que intentaba secuestrarme.
En cuanto veo su vestidito negro de ensueño y el rímel
marcándole las mejillas, entro en la habitación, excitado, enojado y
preocupado a partes iguales. Jesucristo. ¿Cómo puede una mujer
hacerme sentir tantas cosas a la vez?
— ¿No te ha dicho que lo he enviado yo?
—Sí, pero eso es lo que dicen siempre los desconocidos cuando
te secuestran. — Frunce los labios, mirándome fijamente. —Pensé que
mentía.
— ¿La gente intenta secuestrarte a menudo, Who? — Pregunto,
empujando la puerta para que nadie más la vea con su maldito
vestido. Le cae bajo entre los pechos, mostrando demasiado escote. Y
es aún más corto que el que llevaba hoy. Si respira mal, mi coño se
asomará por debajo.
—No, pero hay una primera vez para todo. — Su barbilla se
tambalea. —Realmente no quiero que me secuestren en un maldito
club de sexo.
—Ven aquí.
No tengo que decírselo dos veces. En cuanto extiendo los brazos,
salta hacia ellos, apretando la cara contra mi pecho como si buscara
consuelo desesperadamente. La rodeo con los brazos y la abrazo con
fuerza.
—Gracias por venir a buscarme. — susurra. —Siento haberte
llamado. No sabía a quién más llamar. Mis hermanas se volverían
locas si supieran que estoy aquí.
— ¿Estás bien, Who? ¿Alguien te hizo daño?
Mataré a alguien esta noche si lo hicieron.
—Estoy bi-bien.

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—No suenas bien.
—Lo estoy, de verdad.
Engancho un dedo bajo su barbilla, forzándola a levantar la
cabeza. Me mira y veo que dice la verdad. Está bien. Gracias a Dios.
Una vez aclarado esto, cambio de tema.
— ¿Quieres decirme por qué demonios estás aquí?
—Yo...
—Ahora, Who. — gruño.
—Mi nueva amiga me invitó. — se apresura a decir. —Excepto
que no sabía que era este tipo de club cuando dije que sí. Pensé que
era solo un club nocturno. Claramente, me perdí un memo porque
esto no se parece a ningún club nocturno en el que haya estado antes,
Slade. Había una mujer con cuerdas atada a una cosa rara de madera.
Y estoy bastante segura de que todos los hombres desnudos a su
alrededor iban a tener... um... relaciones... con ella. — Sus mejillas se
vuelven rosadas. —Y había una pareja teniendo sexo justo en el medio
del pasillo mientras otras personas miraban.
Jesus jodido cristo.
Acerco mi boca a la suya y la hago callar con un beso fuerte. Si
sigue hablando, la follaré en el pasillo mientras todos miran. A estas
alturas es casi inevitable. Tengo la polla tan dura que me duele.
Jadea en cuanto mi lengua toca su labio inferior, abriéndose
para mí. No desaprovecho la oportunidad y le lamo la boca. Sabe a
vino dulce y pasta de dientes mentolada. Es una combinación
increíble.
Sus manos vuelan hacia mis hombros. Espero que me empuje,
pero me acerca más y de sus labios sale el gemido más dulce. Ese
sonido me vuelve loco.
Gruño y la arrastro entre mis brazos, más fuerte contra mi
pecho. Le meto la mano en el pelo y la retengo mientras le reclamo la
boca y le beso hasta quitarle el carmín rojo rubí.

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Rompo el beso con un gemido, respirando con dificultad. —Si
vuelves a venir aquí, no podrás sentarte en una semana cuando acabe
contigo.
— ¿Qu-qué?
—Ya me has oído. — Le muerdo el labio inferior, incapaz de
resistirme. Tiene los ojos brillantes y aturdidos, los labios aún
hinchados por mi beso. Es dulce y desaliñada demasiado jodidamente
hermosa. —No vuelvas aquí nunca más.
Ni siquiera salimos de la habitación cuando me hace la pregunta
que tanto temía.
— ¿Vienes aquí, Slade?
— ¿Hmmm?— Pregunto, aunque la he oído alto y claro.
—Me dijiste que no volviera por aquí, pero ¿vienes?
— ¿Te preocupa encontrarte conmigo?
Pone los ojos en blanco. —Responde a la pregunta, por favor.
—Sí. — admito con sinceridad. Me duele el corazón cuando baja
los hombros, como si le decepcionara mi respuesta. No sé si está
decepcionada porque odia pensar que estoy aquí o porque odia estar
aquí.
— ¿Haces... esas cosas?
— ¿Las cosas que viste esta noche?
—Sí. — susurra.
Dudo.
—Las haces, ¿verdad?
—No follo en público, Skye. Y no follo por ahí. Pero si me
preguntas si tengo perversiones, esa es otra respuesta. Solo estoy
tratando de averiguar cuál quieres aquí.
—No lo entiendo. —junta sus dedos, mirándome. —Eres
miembro de aquí, ¿verdad?
—Lo soy, pero nunca me he... complacido. Roman Sterling y yo
nos conocemos desde hace mucho. Cuando decidió abrir el club,

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necesitaba inversores. Soy uno de ellos. Pero puedo contar con una
mano el número de veces que he estado aquí.
—Oh. ¿Por qué nunca has...?
—No estás preparada para esa respuesta.
—Yo hice la pregunta, ¿no?
—Haz otra.
Entorna los ojos pero no discute. —Bien. ¿Cuáles son tus
perversiones?
No le tiembla la voz al hacer la pregunta, pero sé cuánto le cuesta
hacerla. Es muy valiente. Y curiosa. La recompenso con honestidad.
—Dominación, nena. — Doy un paso hacia ella, invadiendo su
burbuja personal. —Me gusta tener el control. Quiero decidir cuándo
te corres y con qué fuerza. Yo decido cuándo y cómo te follo, y cuándo
has tenido suficiente. — Me acerco más, sosteniéndole la mirada. —Y
yo decido cuándo recompensarte y cuándo castigarte.
— ¿Ca-castigar?
—Castigar. — Engancho un dedo bajo su barbilla y cierro
suavemente su boca. —Mis manos y mis herramientas sobre tu piel
desnuda hasta que estés lista para ser un buen juguetito y hacer lo
que te digo.
Tiembla, sus ojos oscuros y brillantes. Jódeme. Una ávida
curiosidad arde en su mirada, junto con el deseo. Puede que no sepa
que lo desea, pero le gusta la idea. La pone cachonda.
— ¿Las mu-mujeres te dejan hacerles esto?
—No he dicho mujeres, Who. A ti. He dicho a ti. Tú eres la que
quiero bajo mi control. — Presiono mis labios contra su oreja. —Tú
eres la que quiero poseer.
—Slade. — susurra, con la voz temblorosa.
—No tienes que responder ahora, Skye. Piénsalo. Piénsalo largo
y tendido. — Enrollo mis labios alrededor de la concha de su oreja,
dándole algo más en lo que pensar. —Haré que la primera vez sea
buena para ti. — Es la misma promesa que le hice hoy. Entonces

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


también lo dije en serio. Solo que ahora lo digo aún más en serio.
Cuando esté en mi cama -cuando, no si- haré que sea bueno para ella.
La dominación es un intercambio de poder en busca de algo más
grande. Se trata de llevarla a su punto de ruptura y luego sacar un
poco más porque sabe que puedo hacerlo por ella sin tomar demasiado
ni llevarla demasiado cerca del sol. Está hecha para someterse,
aunque aún no lo sepa. Y yo quiero ser el hijo de puta que le enseñe
lo alto que puede llegar.
Todo lo que tiene que hacer es decir que sí.
No la tocaré si no es lo que quiere. No soy un imbécil. No tomo
lo que no se me ofrece libremente. Pero ya sé que esta pequeña diosa
con curvas dirá que sí. Está buscando algo, lo que le falta a su vida...
y yo soy quien tiene las respuestas que ansía. Hay hambre en su alma,
y está empeñada en alimentarla. Eso es lo que la llevó a mi tienda hoy.
Es lo que la llevará a mi cama.
Solo le pido a Dios que sea pronto, porque esta noche me he dado
cuenta de algo. Ella no es la única con hambre en su alma. Y solo hay
una cosa que satisfará la mía.
Ella, en mi vida permanentemente.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 4
SKYE

El ruido e insistente timbre de mi despertador interrumpe mi


sueño tan picante cuando las cosas están llegando a la parte buena.
Presiono el botón de repetición y me doy la vuelta, con la esperanza de
quedarme dormida y volver a la parte en la que Slade me pasa la
lengua por debajo de la teta.
Aprieto los ojos y quiero dormirme, pero mi mente ya está
despierta. Maldita sea. Debería ser fácil volver a dormirse, teniendo en
cuenta lo poco que dormí anoche, pero mí mente ya está despierta.
Retiro las sábanas y saco lentamente mi trasero agotado de la cama
desordenada. Supongo que tendré que levantarme y afrontar el día.
Roger, mi gato intratable, malcriado y con un poco de sobrepeso,
se da la vuelta y me fulmina con la mirada antes de volver a
acurrucarse bajo las sábanas. —Algunos tenemos que trabajar para
que nuestras mascotas tengan una vida de ocio. — refunfuño mientras
sus ronquidos llenan la habitación.
Después de ducharme, me recojo los largos rizos rubios en una
coleta y me aplico un poco de brillo de labios mientras intento borrar
de mi memoria todos los acontecimientos de las últimas veinticuatro
horas.
Mi caro derroche de ayer está tirado en la silla, burlándose de
mí, pero lo ignoro y me pongo mi uniforme de trabajo habitual, unos
pantalones negros y una túnica roja vaporosa. Me encantan mis
vestidos femeninos, pero no me quedan muy bien los días que voy a
trabajar en el almacén, y hoy tengo que ordenar y preparar para
exponer todo un perchero lleno de artículos nuevos.
Mi teléfono suena en la mesita de noche y me pregunto qué
hermana me estará mandando un mensaje para ver cómo estoy. Desde
que ambas se mudaron de la casa que compramos juntas, he estado
luchando contra la soledad.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Deslizo el dedo por la pantalla y me siento a un lado de la cama
cuando veo el mensaje de Slade.

Slade: ¿Estás bien, Who?

Me muerdo el labio inferior y me pregunto cómo responderle.


Anoche me rescató de The Sterling Rope, me acompañó al coche e
insistió en seguirme a casa. Durante los cinco minutos que duró el
trayecto, me pregunté si entraría y terminaría nuestra conversación,
pero no lo hizo. Cuando llegué a la entrada de mi casa, se sentó en su
monster truck negra y se me quedó mirando mientras yo abría la
puerta, y luego se fue.
La verdad es que anoche me fui a la cama preguntándome si
volvería a saber de él.

Yo: Sí.

Escribo mi respuesta, la borro y vuelvo a intentarlo.

Yo: Sí, estoy bien. Gracias por comprobarlo. Siento haberte molestado anoche.

Slade: Cuidar de ti no es una molestia. Voy a cuidar muy bien de ti el resto de


nuestras vidas.

Es todo demasiado bueno para ser verdad. Como no se me


ocurre ninguna respuesta, ignoro su último mensaje y me dirijo a la
boutique. Tal vez un ajetreado día de trabajo me agote lo suficiente
como para no pasar otra noche inquieta soñando con él.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Buenos días, Sunshine. — Letty entra por la puerta del
almacén y coloca una taza de café en el escritorio frente a mí. —Es un
soborno.
Cojo la taza humeante y le doy un buen sorbo. — ¿Qué
necesitas?
— ¿Me prestas tu traje pantalón rojo este fin de semana? — Soy
la cazadora de ropa de la familia y a mis dos hermanas les encanta
asaltar mi armario cuando necesitan ropa.
—Por supuesto. —Pongo los ojos en blanco. Como si tuviera que
preguntar. —Pasa por la casa y recógelo. — Mis dos hermanas aún
tienen llaves de casa.
Jazzy entra, deja el bolso en el escritorio y se gira para mirar a
Letty con el ceño fruncido. — ¿Qué haces aquí?
—He venido a sobornar a Skye para que me preste el traje
pantalón rojo para la gala benéfica de este fin de semana. — Letty se
sienta y sonríe.
—No puedo creer que hayas llegado antes que yo. — gime Jazzy,
mirando a un lado y a otro entre nosotras. —Pensaba ponerme el traje
rojo.
—A quien madruga Dios le ayuda. — se burla Letty, haciendo
que Jazzy le lance un clip. Es divertidísimo ver a mis dos hermanas,
casadas con hombres muy ricos, pelearse por mi ropa.
—Me levanté temprano. — Ahora, está a punto de ponerse
demasiado personal. —Pero mi esposo me mantuvo demasiado
ocupada para preocuparme por la ropa.
Me meto los dedos en los oídos y canto: —La-la-la. No necesito
todos los detalles sucios.
—De acuerdo. — Jazzy hace un gesto de dolor y levanta la mano.
—Me guardaré los detalles si dejas de cantar.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Por favor. — interrumpe Letty, gimiendo. —Creo que me
sangran los oídos.
—Muérdanme, las dos. — Pongo los ojos en blanco y se me
ocurre algo. Quizá pueda olvidarme de Slade si me deshago del
vestido. —Me he comprado el vestido negro. — le digo a Jazzy, que
aplaude.
— ¿Me lo prestas? —Prácticamente vibra de emoción mientras le
saca la lengua a Letty.
—Cruza la calle y recógelo. — Jazzy conoció a Will cuando se
mudó al otro lado de la calle. Después de que ella se mudara con él,
Roger se quedó conmigo, y ahora compartimos la custodia del
intratable gato. Echo de menos tener a mis dos hermanas en casa
conmigo, pero al menos una de ellas sigue cerca. Por otro lado, es
difícil tener algún tipo de intimidad con tu hermana mayor y su
sobreprotector y cavernícola esposo viviendo a pocos metros.
Mientras mis hermanas discuten como adolescentes sobre quién
va a ir mejor, me dirijo a abrir la boutique.
Se me desploma el corazón cuando suena el timbre y Eve entra
corriendo por la puerta. —Lo siento mucho. He oído que tuviste
problemas anoche en The Sterling Rope.
—No es para tanto. — Intento callarla antes de que mis
entrometidas hermanas se enteren de mis escapadas de anoche. —
Simplemente no entendí qué clase de club era.
—Es culpa mía. — Eve no lo deja caer.
— ¿Qué es tu culpa?— Jazzy y Letty se acercan.
—Invité accidentalmente a Skye a una fiesta abierta en The
Sterling Rope anoche. — Bueno, maldita sea. Me preparo para las
consecuencias.
—The Sterling Rope. — Jazzy se da la vuelta y me mira fijamente.
— ¿Fuiste a un club BDSM?— Supongo que soy la única persona de
la ciudad que no conocía el club.
—Fui. — Es inútil mentir. Seguirán insistiendo hasta que admita
todos los detalles embarazosos. —Y no fue gran cosa. — Tal vez pueda
ocultarles algunos de los detalles más embarazosos.

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—Oí que Slade Stark tuvo que ir a rescatarte. — Eve realmente
no está ayudando.
Miro por encima del hombro y fulmino con la mirada a mi
antigua amiga. —Fue y me acompañó a casa. — digo apretando los
dientes.
— ¿No es el dueño de la tienda de tatuajes de Main Street? —
Letty se mete en medio de la discusión. — ¿De qué lo conoces? No me
digas que por fin te has hecho un tatuaje y no nos lo has enseñado.
— Sus ojos brillan de dolor.
Jodidamante genial. Me siento más una adolescente que una
mujer de veintidós años mientras explico: —Fui a su tienda a hacerme
un tatuaje de los hermanos Wickersham. — Mis dos hermanas me
fulminan con la mirada mientras me apresuro a terminar de
explicarme. —Pero se negó a hacerlo hasta que me lo pensara y me
asegurara de que es lo que quiero.
—Bueno, al menos una de ustedes tiene una pizca de sentido
común. — Mientras Jazzy se pone en modo maternal, Eve se escabulle
silenciosamente por la puerta principal, evitando convenientemente el
desastre que ha montado.
Cuando vuelve a sonar el timbre, ignoro quién entra hasta que
Jazzy se calla de repente.
Miro por encima del hombro y me doy cuenta de que el universo
me tiene manía. Primero, mis hermanas se enteran de mi
desafortunada noche en The Sterling Rope, y luego el causante de mi
agitada noche entra por la puerta con un aspecto espléndido y
descansado. — ¿Qué haces aquí?— refunfuño mientras Slade se
pavonea hacia el mostrador como si fuera el dueño del lugar.
—Quería traerte tu identificación, Pequeña Who. — Se detiene
junto al mostrador y me da un suave beso en la mejilla, y su actitud
segura de sí mismo y de dominio de la situación realmente hace algo
en mis partes femeninas. Estoy segura de que mis ovarios explotan al
mismo tiempo cuando se gira para sonreír a mis dos hermanas. —Soy
Slade Stark.

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—Letty Ashford. — Mi hermana mediana interviene mientras
Jazzy se queda de pie con la boca abriéndose y cerrándose como un
pez. —Y esta es Jazzy Riordan, nuestra hermana mayor.
Slade les da la mano a las dos mientras yo pienso frenéticamente
en algo que decir. Perdí todo el control de la situación en cuanto Eve
entró por la puerta.
— ¿Qué hacías con la identificación de Skye? — Los ojos de Jazzy
se entrecierran mientras espera una respuesta.
—La dejé en su tienda cuando fui a hacerme un tatuaje. —
interrumpo y le explico antes de que sea capaz de darle su versión. Le
tiendo la mano a Slade y me giro hacia mis entrometidas hermanas.
—Si nos disculpan, necesito hablar con él en privado. — Es difícil
ignorar la electricidad que fluye de su mano a la mía.
Dejo a mis dos conmocionadas hermanas junto al mostrador
mientras arrastro a uno de los causantes de mi repentino dolor de
cabeza hasta el almacén.
Tras cerrar la puerta, me doy la vuelta y gruño: — ¿Qué haces
aquí?
—Esta mañana has dejado de responder a mis mensajes. — Se
acerca y me pone las manos en las caderas, haciendo que la
electricidad me recorra la espalda. —Así que decidí matar dos pájaros
de un tiro y devolverte la identificación y averiguar por qué de repente
me das la espalda.
—No tenía nada que decir. — Ignoro la piel de gallina que se me
pone por todo el cuerpo mientras me recorre los brazos con sus cálidas
manos.
—Oh. —Un destello maligno atraviesa sus ojos chocolate oscuro.
—Quizá pueda decirte algo. — susurra contra mis labios antes de
besarme.
No, esa no es la palabra adecuada. Sus labios devoran los míos
mientras su lengua se desliza entre mis labios y se enreda con la mía.
Me derrito contra su cuerpo duro y musculoso y gimo mientras me
arrastra más cerca. Me rodea la nuca con su gran mano y me inclina
la cabeza hacia donde quiere.

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La dura cresta de su polla me presiona el estómago,
advirtiéndome de que estoy fuera de mi alcance, pero lo ignoro todo
excepto la sensación de sus labios moviéndose sobre los míos.
Cuando se retira y apoya la frente en la mía, gimo: —Wow. Me
gusta cómo me ayudas a encontrar las palabras adecuadas.
—Vivo para servirte. — Sonríe y me pasa las manos por el
desorden que ha hecho en mi coleta.
—Creía que esa iba a ser mi frase. — Se me vuelve a escapar la
boca.
—Tenemos mucho de qué hablar, Pequeña Who. — Me sonríe. —
¿Quieres cenar conmigo esta noche y hablamos de ello?
—Supongo que podría encajarte en mis ocupados planes. — El
diablillo en mi hombro me hace añadir: —Puedes pasar por mi casa y
conocer a Roger. — Debería avergonzarme de mí misma, pero no lo
hago. Puede que me interese explorar lo que ocurre entre nosotros,
pero no voy a dejar que él tenga todas las ventajas.
— ¿Roger? — su rugido resuena en el pequeño almacén. —
¿Quién demonios es Roger?
—Ya lo verás cuando vayas a mi casa. — Sus ojos se entrecierran
y puedo ver cómo le dan vueltas las ruedas mientras intenta
descifrarlo. — ¿Te parece bien a las siete y media?
—Primero, háblame de Roger.
—Roger es mi gato muy mimado y con algo de sobrepeso.
—Entonces me encantaría conocerlo. — Me da un último beso
rápido y se acerca a la puerta. —Para que quede claro, tu precioso
culito me pertenece, y no será bonito si alguna vez encuentro a otro
hombre en tu casa.
En cuanto a las últimas palabras, las suyas son fantásticas.

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A las siete treinta en punto, suena el timbre de mi puerta y me
paso las manos por la parte delantera de mi vestido jersey. —Hora del
espectáculo. — le digo a Roger entre dientes. —Será mejor que te
portes bien o te quitaré las golosinas de atún. — Eso sí que es una
amenaza.
Respiro hondo y abro la puerta. —Hola. —wow, tiene un aspecto
delicioso. Desde que lo vi hace unas horas, se ha peinado el pelo
castaño oscuro que suele llevar al viento y se ha recortado la barba.
Con un jersey negro que le cruza el pecho musculoso y unos
pantalones de vestir gris oscuro, parece más un empresario
multimillonario que el dueño de una tienda de tatuajes.
—Hola, Pequeña Who. — Slade entra y cierra la puerta de una
patada antes de rodearme con sus brazos. —Estás hermosa.
—Tú también. — Sacudo la cabeza cuando su cercanía me
convierte en un desastre balbuceante. —Quiero decir que estás muy
guapo.
—Gracias. —Sonríe y me acerca para darme otro beso
alucinante. Como apenas sobreviví a su beso anterior, me preocupa
derretirme en un charco antes de que acabe conmigo.
Roger se acerca y se frota contra mis piernas antes de seguir
adelante para ver si puede obtener una respuesta de Slade.
Cuando Slade se retira y se inclina para acariciar un poco a mi
gato, me pongo celosa. Quiero sus manos calientes moviéndose por
todo mi cuerpo. —Hola, pequeñín. Tú debes de ser Roger.
Aprovecho la oportunidad para recuperar el aliento mientras él
hace las delicias de mi viejo e intratable gato.
—No puedo creer que te deje acariciarlo. Odia a todo el mundo.
—Puede sentir quién es el jefe. — Slade me sonríe.

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Capítulo 5
SLADE

—Hablando de eso... — Skye se gira para mirarme, con la cara


contraída. —Sé lo que has dicho que quieres de mí, pero no creo que
se me dé muy bien que me manden, Slade.
Dejo de acariciar al gato y me doy tiempo para ordenar mis
pensamientos. Tenía la sensación de que por eso había dejado de
responderme esta mañana. Es muy curiosa, pero igual de nerviosa.
Este mundo es nuevo para ella, y la mierda que vio anoche
probablemente no calmó sus miedos en absoluto.
Pero no estoy muy metido en el estilo de vida. No soy un Dom
entrenado. No quiero una sumisa las veinticuatro horas del día. Tengo
una perversión y un deseo irrefrenable de atarla a mi cama y follarla
hasta que crea que se va a romper. El hecho de que sea luchadora e
independiente es parte de lo que me excita. No tiene que ser nadie más
que ella misma para que esto funcione.
—Lo haces mejor de lo que crees, Skye. — Levanto una mano y
recorro con el dedo el plano de su mejilla. —Obedeces por instinto
antes incluso de darte cuenta de que lo has hecho.
—Yo no...
—Alto.
Cierra la boca de golpe. Y entonces sus ojos se abren de par en
par.
—Ansías la sumisión, Who. — murmuro suavemente. —Supongo
que has estado cargando mucho durante mucho tiempo. Te apetece
dejarlo todo durante un rato y perderte, ¿verdad?
—Yo no... —traga saliva. —No sé.
—Esa es una.
— ¿Una? ¿Una qué?

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—Mentira. Solo tienes tres.
—No es una... — No termina la segunda mentira. En lugar de
eso, se detiene a sí misma, sus ojos se entrecierran en mí. — ¿Qué
pasa si llego a tres?
—Lo mismo que les pasa a todas las chicas malas.
Tiembla y sus ojos azules se oscurecen. Incluso cuando sus
hombros se echan hacia atrás y se prepara para la guerra, una parte
de ella ansía la idea de ser castigada. Una parte de ella quiere saber
cómo es. —No me estás castigando, Slade.
—Entonces te sugiero que empieces a decirme la verdad,
Pequeña Who. Porque si llegas a tres, voy a darte lo que estás
deseando. Y me suplicarás por ello.
—No lo haré. — resopla.
—La verdad, Skye.
—Sí, ¿de acuerdo? ¡Sí! — Me mira, molesta y excitada, sin saber
qué siente más. —Sí, me pregunto cómo será. Sí, me metiste esa
estúpida idea en la cabeza y anoche soñé con ella toda la estúpida
noche.
Recompenso su sinceridad abrazándola para pasarle los labios
por la frente. Se derrite contra mí, aunque no creo que quiera hacerlo.
Aún no ha terminado de resistirse. Me va a dar un infierno todo el
tiempo. Pero joder, qué viaje.
— ¿Qué has estado llevando, hmmm?
—Nada... —cierra la boca audiblemente antes de terminar la
mentira, haciéndome sonreír. —Cosas.
— ¿Qué tipo de cosas? —Le levanto la barbilla, obligándola a
mirarme. No quiero que se esconda de mí. Si hay alguien en este
mundo con quien puede ser sincera, tiene que saber que soy yo. Tiene
que entender que puede confiarme cualquier cosa. No la defraudaré.
No le haré daño. Su bienestar es mi responsabilidad ahora. Me lo tomo
muy en serio.
Su mirada revolotea por mi rostro como si intentara juzgar por
sí misma cuánto puede decirme, o cuánto quiere decirme. Finalmente,

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una suave bocanada de aire escapa de sus labios, golpeando los míos.
—Mis padres no quisieron criarnos, así que lo hizo nuestra abuela, la
abuela Liz. Murió hace dos años y nos dejó solas. Usamos nuestra
herencia para montar nuestra propia boutique. Siempre hemos sido
tres —Letty, Jazz y yo—, pero ahora ambas están casadas y yo estoy
sola por primera vez en mi vida. Me estoy dando cuenta de que no me
gusta mucho.
Mierda. Ha estado cargando demasiado. Crecer sin padres es
duro. Perder lo más cercano que tienes a tus padres y luego ver a tus
hermanas seguir adelante y construir nuevas familias mientras tú
sigues atrapada en tu lugar no puede ser fácil. Pero ella lo hace parecer
fácil. Supongo que sus hermanas no tienen ni idea de que se siente
sola y abandonada. Las quiere demasiado como para decírselo.
—Siempre he sido la rara. — murmura, encogiéndose de
hombros como si no fuera gran cosa. —Nunca he encajado en ningún
lugar, excepto con Letty y Jazz. — Me lanza una mirada quejumbrosa.
—Era demasiado contraria.
Inclino la cara hacia la suya. —Entonces supongo que es bueno
que entraras en mi tienda, ¿no? — murmuro, con los labios a un
centímetro de los suyos. —Porque también soy un hijo de puta
contrario que nunca encajó, Who. — Es la pura verdad. Siempre he
sido testarudo. Siempre me ha gustado estar al mando. Terminé en
muchas peleas de niño como resultado. Con el tiempo, la gente
aprendió a irse a la mierda y a dejarme en paz.
En el instituto, encontré mi pareja en un entrenador de fútbol
que me enseñó que no bastaba con mandar. También tenía que
aprender a ser un líder. Finalmente, las cosas cambiaron para mí
cuando aprendí a hacer ambas cosas.
Pero sigo siendo un cabrón mandón sin paciencia.
—El jurado aún no se ha pronunciado. — murmura, haciéndome
soltar una risita. Va a luchar contra mí hasta el final. Por desgracia
para ella, lo único que consigue es ponerme dura la polla.
—Bien. Entonces no hay nadie aquí que me impida hacerlo. —
gruño, apretando mis labios contra los suyos para besarla de nuevo
sin aliento. Desde que la probé anoche, estoy deseando tener cualquier

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excusa para volver a hacerlo. Sus sonidos me vuelven loco. También
lo hace cómo se siente entre mis brazos.
Se derrite dentro de mí, ni siquiera intenta resistirse cuando tiro
de ella para acercarla, recogiéndole el pelo mientras enrosco su coleta
alrededor de mi puño para controlar su cabeza. Gime cuando la tenso,
dándome un mayor control.
Vuelve a gemir cuando le muerdo el labio inferior.
—Creo que tienes que correrte, Who.
—Yo... Yo... — Se estremece cuando la hago retroceder hacia el
sofá, con cuidado de no tropezar con Roger.
—Puedes decir que no.
— ¿Y si quiero decir que sí? — susurra.
—Entonces di que sí. Quedará entre tú y yo.
— ¿Vas a intentar darme órdenes?
—No, nena. No voy a intentar mandarte. — Sonrío. Es
jodidamente lindo que piense que va a haber algún intento. —Voy a
decirte exactamente lo que tienes que hacer. Y vas a hacerlo. Si no lo
haces, no podrás correrte.
Sus ojos se abren de par en par.
—No aceptaré más de lo que estés dispuesta a dar. — le
recuerdo.
—Ya estás patinando sobre hielo fino.
—No, no lo estoy. Solo estás nerviosa y eres muy descarada.
Resopla, pero no me lleva la contraria.
Me alejo de ella cuando sus rodillas tocan el respaldo del sofá.
Ladea la cabeza y me mira con curiosidad.
—Desnúdate, Pequeña Who.
— ¿Quieres decir desnuda?
—Sí.
— ¿Vas a estar desnudo?

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—Esta noche no. Si me desnudo, no voy a poder mantener mis
malditas manos quietas. —La tendré doblada sobre el sofá,
comiéndole los dos agujeritos hasta que grite pidiendo clemencia.
Frunce los labios. — ¿Necesito una de esas palabras? ¿Las
palabras de seguridad?
— ¿Quieres una?— Pregunto, divertido. No necesita una esta
noche, pero si le hace sentir mejor tenerla, se la daré encantado.
—No lo sé. Quizá debería tener una. Ya sabes, por si acaso.
—Canguro.
— ¿Qué?
—Tu palabra segura es canguro. Si quieres parar en cualquier
momento, dices canguro, y todo termina inmediatamente.
— ¿Todo?— Parece asustada por la idea.
—Si solo necesitas que vaya más despacio, dices Horton.
—Horton. — repite.
— ¿Cuáles son tus palabras, Skye?
—Canguro y Horton.
— ¿Cuál significa parar?
—Canguro. Y Horton significa más despacio.
—Buena chica. — canturreo, orgulloso de ella. En cuanto a las
palabras seguras, probablemente responderé al puto Dr. Seuss
cuando muera por atreverme a usar esta mierda, pero es algo que sé
que ella recordará. —Ahora, desnúdate.
Traga saliva audiblemente.
—Ahora, Skye. Si tengo que pedírtelo otra vez, será con mi mano
en tu culo.
— ¡No me lo pediste en primer lugar! — grita.
Doy un paso hacia ella, gruñendo una advertencia.
Inmediatamente agarra el dobladillo de su jersey y se lo quita
por encima de la cabeza. Gimo en cuanto el maldito jersey cae al suelo

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y veo sus tetas prácticamente desparramándose por las copas de
encaje de su sujetador azul. Maldita sea, es hermosa.
Se aparta el pelo de la cara, resoplando. Pero no intenta cubrirse.
En lugar de eso, se yergue orgullosa, sin avergonzarse lo más mínimo
de su cuerpo blando o de su desnudez parcial. No tiene nada de lo que
avergonzarse. Es preciosa, suave y exuberante por todas partes.
—Ahora, el sujetador.
Se echa la mano a la espalda para desabrochárselo, dejándolo
caer por los brazos antes de cogerlo en el último momento y llevárselo
al pecho. La picardía baila en sus ojos mientras lo despega lentamente
de su piel.
Se me hace agua la boca al ver sus pezones rosados y duros. Me
palpo la polla a través de los pantalones, sin intentar ocultar el efecto
que me produce. Quiero que lo sepa.
Sus manos tiemblan al deslizarlas por su cuerpo, ansiosa por
quitarse los pantalones para mí.
— ¿Ya te he dicho que lo hagas, Who?
—Sí. Me dijiste que me desnudara.
—Déjate los pantalones puestos un momento. — La miro
fijamente. —Pellízcate los pezones. Enséñame cómo te tocas cuando
estás sola.
El rosa sube a sus mejillas. Duda un instante.
—Uno. — gruño.
Se lleva las manos a las tetas. Se las agarra, las levanta y sus
pulgares rozan sus duros pezones. Me mira a la cara mientras se burla
de nosotros dos antes de pellizcar los duros capullos entre el pulgar y
el índice.
Echa la cabeza hacia atrás con un gemido.
Aprieto la polla con la palma de la mano y planto los pies para
no lanzarme sobre ella. Joder. No tengo ni de lejos el control que creía
tener. Apenas ha empezado y ya estoy pendiendo de un hilo, ansioso
por ponerle las manos encima y enseñarle exactamente qué es lo que
tanto desea.

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—Pantalones. — gruño. —Quítate los putos pantalones.
Se quita las zapatillas de ballet de una patada y una sale volando
por la habitación. —Upss.
La otra cae a su lado mientras vuelve a deslizar las manos por
su cuerpo, siguiendo la misma ruta que me muero por seguir con la
boca. Quiero saborear cada centímetro de ella en la punta de mi
lengua. Seguro que es dulce por todas partes.
Tantea un momento con el botón hasta que por fin se suelta. La
cremallera baja unos centímetros. Mueve las caderas y se baja los
pantalones por las piernas.
—Bragas también, Skye.
Será mejor quitarlas de en medio. No tiene sentido fingir que no
la quiero desnuda y chorreando ahora mismo.
Engancha los pulgares en el pequeño trozo de encaje que llama
bragas y se las baja por los muslos, liberándolas junto con los
pantalones. Cuando está desnuda, tiene la cara roja, pero no se
esconde. Me mira orgullosa, con la cabeza alta y los hombros hacia
atrás.
Mi mirada se posa en su coño desnudo y un gruñido sale de mis
labios.
—Está desnudo.
—Soy consciente. Sufrí todo el tiempo que mi depiladora me lo
dejó así. — dice secamente.
— ¿Por qué?
— ¿Porque no me gusta el dolor?
— ¿Por qué está desnudo, Skye? — Los celos me sacuden. —Si
pensabas que ibas a dejar que otro lo tocara, te equivocabas. Es mío,
Pequeña Who.
—Cálmate, Cavernícola. — Pone los ojos en blanco. — ¿Has
intentado meter un vajayjay en un bikini con vello púbico? No hacen
exactamente las partes del vajayjay del tamaño normal de la gente, y
mucho menos de talla grande, en esas cosas.

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Los celos se desatan. —Que se joda la industria de la confección.
— gruño. —Pero para que quede claro, tu coño me pertenece. Yo
decido cuándo tocarlo. Yo decido cómo follarlo. Yo decido cuándo
comérmelo. Nadie más.
—Oh. Oh, wow. — Aprieta las piernas. —Realmente no debería
fomentar este comportamiento. Pero, um, ¿puedes por favor decidirte
a hacer uno de los tres pronto? ¿Quizás ahora? Me estoy muriendo
aquí.
— ¿Quieres correrte?
— ¡Sí!
—Entonces túmbate en el sofá y abre las piernas.
Baja lentamente antes de abrir ligeramente las piernas.
—Más abiertas. — gruño.
Sus muslos se abren unos centímetros más.
—Más abiertas, Skye.
De nuevo, me cede unos pocos centímetros.
Avanzo a grandes zancadas y golpeo suavemente su muslo con
la mano para llamar su atención.
Grita y se levanta.
—Abre las putas piernas como una buena niña, Pequeña Who.
— gruño. —Déjame ver lo que me pertenece.
Las separa, esta vez bien abiertas.
Al ver sus rosados pliegues empapados y goteando, se me escapa
semen en los calzoncillos. Jesucristo. Su clítoris está duro e hinchado,
pidiendo atención.
—Buena chica. Ahora, tócate el coño.
— ¿Qu-qué?
—Tócate. — le ordeno. —Vas a hacerte correr en esa manito
perfecta mientras yo miro.
—Pe-pero...

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—No voy a ponerte las manos encima hasta que decidas que es
lo que quieres, Skye. — Si lo hago, no podré quitártelas de nuevo, nena. Te
quedarás conmigo, me quieras o no. —Así que sé una buena chica y córrete
en esa mano por mí.
Se muerde el labio, claramente intentando decidir si es algo que
quiere darme. Tarda cinco segundos en decidirse. Su mano desciende
por su cuerpo hacia su coño.
Doy un paso atrás, dándole espacio para que trabaje. Me doy un
poco de margen para no tomar más de lo que ella está dispuesta a dar.
Con ella, sería demasiado fácil dejarme llevar. La quiero más de lo que
nunca he querido nada. Desde que la vi ayer en la maldita tienda.
Ella es Kriptonita, y soy débil por ella. Solo que no se siente como
veneno bombeando por mis venas. Se siente muchísimo como el amor.
Jesus. ¿Es eso lo que está pasando aquí? ¿Me estoy enamorando
de ella? No. Creo que me enamoré en el momento en que miré esos
grandes ojos azules ayer. Todo lo que he hecho desde entonces ha sido
un intento desesperado de ponerla en la misma página. Necesito que
quiera esto tanto como yo. Porque no sé cómo ser otra cosa que lo que
soy. Por ella, creo que me mataría intentándolo. Si es lo que necesita,
movería montañas.
—Slade. — gime, su espalda se arquea sobre el sofá mientras su
pulgar se desliza sobre su clítoris. — ¿Por qué me siento tan bien esta
vez?
—Porque te imaginas mi mano entre tus muslos, Skye. — gruño,
frotando mi polla a través de mis pantalones... tratando como el
demonio de mantenerlo dentro de mis pantalones. —Porque te
encanta que te mire mientras te tocas.
Empieza despacio, acariciándose, tocándose el clítoris y luego
retirando los dedos. Los desliza por sus pliegues, rodea su apretada
abertura y luego vuelve al clítoris. En cuestión de segundos, su manito
empieza a hacer de las suyas, sus dedos trabajan frenéticamente
mientras juega consigo misma, intentando llegar hasta ahí.
—Te encanta que te digan qué hacer y cómo hacerlo. — Me
arrodillo delante de ella, a la altura de su coñito perfecto. Mi Dios. Está

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tan jodidamente húmedo y rosado. —Cuando finalmente digas que sí,
seré yo entre esos muslos de verdad, Who.
—Slade. — gime. —Por favor.
—Suplicarás que te folle, te castigue y te complazca. — Hundo
mis dientes en su pantorrilla, incapaz de resistirme a tocar alguna
parte de ella. —Vivirás por ello como el sucio juguetito que eres.
Grita, corriéndose en toda la mano.
Gimo, observando cómo su agujerito palpita y la crema gotea por
toda la hendidura de su culo. Se me hace agua la boca de ganas de
enterrar la cara entre sus muslos y lamerla. Clavo las manos en el
sofá, luchando como un demonio por mantenerlas quietas.

Todavía no. Todavía no. Jodido infierno. Todavía no.


—Slade. Slade. — canta, temblando y sacudiéndose como una
hojita mientras trabaja hasta la última gota de sí misma.
La observo absorto, sin perderme ni un segundo del espectáculo.
Es lo mejor que he visto en mi vida.
Cuando termina, se desploma contra el respaldo del sofá, con los
ojos cerrados y las mejillas sonrojadas. Jadea y sigue temblando. La
cojo en brazos y la acuno.
—Buena chica. — canturreo, pasándole los labios por la cara. —
Lo has hecho muy bien, Who.
—Mmm. — tararea, acurrucándose en mi abrazo.
La estrecho contra mí durante un largo rato, elogiándola y
pasándole las manos por la espalda, cuidándola mientras vuelve a
bajar. Cuando su respiración se calma, me pongo en pie y la llevo por
el pasillo en busca de su habitación.
—La última a la derecha. — murmura.
Encuentro la puerta que me ha indicado y entro en un oasis de
tranquilidad. Su habitación no se parece en nada a su personalidad.
Es tranquila y serena, con colores suaves y telas cálidas y
reconfortantes por todas partes. Hay fotos de sus hermanas y de una
anciana esparcidas por las estanterías de la habitación.

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La llevo hasta la cama con dosel que hay en el centro de la
habitación y le retiro las mantas antes de depositarla en ella. Se hunde
como en una nube, ya a punto de dormirse.
Se le ha soltado la coleta mientras estaba en el sofá, dejándole
el pelo suelto alrededor de la cara. Le aparto los mechones de la cara
antes de apoyarle los labios en la oreja y arroparla.
—Dulces sueños, dulce Skye.
—Mmm. — gime. — ¿Slade?
—Sí, Who?
—Si canguro significa parar y Horton significa ir más despacio,
¿qué palabra significa ir más rápido?
Mi corazón salta en mi pecho, la esperanza estalla a través de
mí. Jódeme. ¿Está diciendo que quiere una palabra que signifique ir
más rápido?
—Jungla. — suelto, dándole la primera que me viene a la cabeza.
—Jungla significa ir más rápido, Skye.
—De acuerdo. Jungla significa ir más rápido. — Suspira
suavemente y luego: —Jungla, Slade. Jungla.
Jesús.
Presiono mis labios contra su frente de nuevo, la gratitud por
esta increíble mujer me atraviesa. —Duerme, Pequeña Who. Te veré
mañana.
—De acuerdo. — susurra.
Cuando me doy la vuelta en la puerta, ya está profundamente
dormida.

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Capítulo 6
SKYE

Durante varios días, Slade me bombardea con regalos y


atenciones, y mi pobre corazón no tiene ninguna oportunidad. ¿A
quién quiero engañar? Me enamoré instantánea e irrevocablemente de
él la noche que me rescató del club.
—Otra entrega para ti. — Jazzy entra en el almacén con una caja
envuelta para regalo en la mano. —No voy a mentir, estoy un poco
celosa de todos estos increíbles regalos. Slade es definitivamente la
bomba cuando se trata de elegir regalos.
No se equivoca. El lunes por la mañana, un repartidor apareció
diez minutos después de que abriéramos la tienda con un sobre
dorado dirigido a mí. En su interior, encontré tickets para un palco
del teatro Silver Spoon Falls.
No tengo ni idea de cómo se enteró de que soy una gran
aficionada al teatro, pero se superó a sí mismo.
Esa noche, agradecí a Slade mi atento regalo preparándole una
cena casera. Tenía la esperanza de que la noche terminara con él
tocando mi cuerpo acalorado, pero frustró mis planes y me dejó sola
con un beso ardiente en la puerta.
Al día siguiente, recibí una gran caja dorada que contenía un
impresionante vestido de noche de seda azul marino, zapatos a juego
y un bolso de mano de uno de mis diseñadores favoritos. Un diseñador
que está fuera de mi presupuesto. En una segunda caja, mucho más
pequeña, encontré un trozo de nada desnudo que se supone que es
un tanga. La nota adjunta a la caja de regalo decía:

Algo para que te pongas cuando te lleve al teatro. Pienso ver cuánto disfrutas
del espectáculo con mi lengua explorando tu dulce coño.
Se me calentó la cara y apenas tuve tiempo de esconder el regalo
y la nota en mi gran bolso antes de que mis entrometidas hermanas

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lo vieran. Estuvo cerca. Estoy segura de que a Letty no le importaría,
pero a Jazzy le daría un pequeño ataque si leyera sus palabras.
Esa noche, tuve los mismos resultados de tener a Slade en casa
para darle las gracias. Me coqueteó y me tocó ligeramente toda la
noche hasta que quedé hecha un desastre, y luego me dejó solo con
un beso abrasador. Finalmente me di cuenta de que hacer lo mismo
una y otra vez y esperar resultados diferentes es una locura.
Literalmente. Así que tengo que encontrar otra manera de expresar mi
gratitud.
Casi tengo miedo de abrir la pequeña sorpresa de hoy. Letty
entra corriendo y se apoya en la pared para verme abrir el último
regalo de Slade. —Espero que sea algo que pueda tomar prestado para
ponerme en la gran inauguración de la nueva galería de arte.
—Tu maldito esposo es multimillonario. Seguro que te compra
un vestido para la inauguración. — Pongo los ojos en blanco. Ha
habido un gran revuelo en la ciudad por la nueva galería de Main
Street. Todo se ha hecho en secreto. Nadie sabe realmente quién es el
dueño ni qué tipo de arte va a exponer, y los residentes adinerados del
pueblo están deseando ser los primeros en enterarse.
—Lo haría, pero es mucho más divertido asaltar tu armario. —
Pone los ojos en blanco mientras abro la caja.
Retiro la sedosa lámina dorada y encuentro un impresionante
ejemplar, muy antiguo pero en perfecto estado, de Horton Hears a Who.
Debajo del libro, encuentro un certificado de autenticidad que dice que
es una primera edición original del cuento.
—Oh, mi... — Letty se inclina sobre mi hombro y silba. —
Definitivamente lo ha hecho genial. Se merece un poco más de cariño
por eso.
—Alto. — Jazzy hace un ruido de náuseas. —Es a nuestra
hermanita a la que aconsejas hacer cosas sucias con un hombre.
—Oh, vamos. Deja de ser tan tonta. — Letty no afloja. Se gira
hacia nuestra hermana mayor y mueve las cejas. —Es una mujer
adulta con un pretendiente muy guapo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Así es. — Añado mis dos centavos. —Y voy a darle a mi hombre
un poco más de cariño. — ¿Qué puedo decir? Me encanta meterme
con Jazzy.
—Will y yo nos hemos estado turnando para vigilar que su coche
salga de tu casa a una hora razonable. — Jazzy intenta devolverme la
jugada, pero la ignoro. Me niego a dejar que vivir enfrente de mi
hermana mayor me restrinja el estilo.
En cuanto me alejo de mis entrometidas hermanas, le envío un
mensaje de texto a Slade.

Yo: Gracias por el maravilloso regalo. Me encanta. Creo que tenemos un tema
que se repite.

Cavernícola mandón: Me alegro de que te guste, Pequeña Who.

Yo: ¿Te gustaría venir a cenar otra vez esta noche?

Cavernícola mandón: No me lo perdería por nada del mundo, pero llevaré


pizza para cenar. ¿A qué hora me quieres?

Yo: La pizza me parece genial. Asegúrate de traer tocino canadiense extra, por
favor. Nos vemos a las ocho.

Cavernícola mandón: Hasta entonces, Pequeña Who.

Me paso el resto de la tarde intentando encontrar una forma de


hacerle saber que estoy dispuesta a acelerar las cosas y de agradecerle
mi atento regalo. Estoy a punto de rendirme y pedir ayuda a mis
hermanas cuando se me enciende una bombilla.
Faltan diez minutos para el cierre, así que me apresuro a
recorrer la sección de lencería, buscando el accesorio perfecto para mi
plan. Como la tienda está vacía excepto Letty y yo, pago mi compra y
salgo por la puerta cinco minutos antes.
—No le voy a decir a Jazzy que te has comprado el bikini de
leopardo al que todas le hemos echado el ojo. — me dice mi hermana
mientras cojo el bolso.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Eres la mejor de todas.
—Es verdad.
—Y también la más modesta.
—Cierto otra vez.
Pongo los ojos en blanco y salgo corriendo hacia mi pequeño
coche rojo.
Mientras conduzco por la ciudad, hago una lista mental de todo
lo que tengo que hacer antes de que llegue Slade.
Roger me observa mientras voy de un lado a otro como una
gallina descabezada. Tengo el tiempo justo para darme una ducha
rápida, así que me recojo el pelo y me meto.
Mientras el agua caliente corre por mi piel, fantaseo con todo lo
que espero que Slade me haga dentro de un rato.
Me pongo la diminuta parte superior del bikini y lucho por
colocar los pequeños triángulos sobre mis pezones antes de ponerme
la tanga.
Me miro en el espejo. —Definitivamente, este es un conjunto
para llevar adentro. — le digo a Roger mientras se sienta en la cama a
lamerse las patas.
A las ocho menos diez, soborno a Roger con un nuevo juguete de
hierba gatera, con la esperanza de que se quede en su árbol para gatos
del dormitorio de invitados. Es como tener un hijo. Le habría pedido a
Jazzy que cuidara del gato, pero mi hermana mayor habría sabido al
instante la razón por la que se lo pedía, y no quería lidiar con sus
preguntas.
Una vez acomodado el gato, corro por el salón encendiendo velas.
Cuando oigo entrar su camioneta, me siento de nuevo en el sofá
y espero a hacer mi jugada.
Llama al timbre y respiro hondo antes de gritar: —Adelante.
Slade entra y se detiene en seco. Sus ojos oscuros me recorren
por completo y juro que siento como si unos deditos me tocaran
ligeramente la piel.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Espero que esto signifique lo que creo. — Señala la habitación.
—Jungla. — La palabra resuena en la habitación mientras me
sonríe y se gira para dejar la pizza en la mesa auxiliar.
— ¿Estás segura? —Me mira fijamente, esperando mi respuesta.
—Nunca he estado más segura. Ahora, déjate de rodeos y ponte
a trabajar.
—Soy el único que va a dar órdenes esta noche.
Abro la boca para decirle que se ponga en marcha, pero la cierro
y lo espero. Se acerca a la puerta principal y gira la cerradura. Los
latidos de mi corazón se aceleran mientras anticipo lo que se avecina.
Contengo la respiración y veo cómo se desabrocha despacio cada
uno de los pequeños botones de su camisa gris oscura. Se la quita y
la tira a un lado. Resoplo mientras mis ojos recorren su ancho y
musculoso pecho.
Hay un pequeño rastro de vello oscuro que baja por el centro de
su torso, desapareciendo bajo la cinturilla de sus pantalones, y quiero
ver exactamente adónde va. No me hace esperar mucho. Se pasa la
mano por la parte delantera del cuerpo y se desabrocha lentamente el
cinturón.
Mientras tira la correa de cuero a un lado, tengo una repentina
visión de él usándola en mi trasero y no tengo ni idea de dónde me
vienen estas locas ideas.
—No estropearé tu perfecta piel con un cinturón. — Lee la mente.
—Pero te daré un buen azote con la mano cuando estés lista.
Asiento, ya que las palabras se me secan en la garganta en
cuanto empieza a desvestirme.
Doy un pequeño chillido cuando se inclina y me levanta contra
su pecho. —Me gusta esto. — Me da un pequeño tirón del tirante del
bikini que me pasa por el hombro.
—Lo compré para ti.
—Así es, y soy el único hombre que verá tu delicioso culo en él.
No voy a discutir eso. Slade Stark es mi dueño, en cuerpo y alma.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se dirige directamente a mi dormitorio y cierra la puerta de una
patada. — ¿Dónde está la bola de pelo?— Oh, Dios mío. Su
preocupación por mi gato cierra el trato. Si no era ya dueño de mi
corazón, lo sería ahora.
—Lo soborné con un nuevo juguete de hierba gatera.
—Buena chica. — Su elogio hace que salten chispas por el centro
de mi cuerpo hasta llegar a mi coño. De repente pienso en todas las
formas de ganarme más elogios.
Cuando me deja en el borde de la cama, miro al suelo esperando
sus instrucciones. He estado leyendo sobre cómo ser una buena
sumisa.
—Mira cómo me desnudo. — Es una orden que estoy deseando
cumplir.
Se quita los zapatos de una patada y se baja los pantalones por
las piernas.
Cuando palpa su erección a través de los calzoncillos negros, el
bulto, ya de por sí enorme, crece sin parar. Desliza la mano por debajo
de la cintura y continúa acariciándose.
Cuando se baja los calzoncillos por las piernas y se los quita de
un puntapié, casi se me salen los ojos de las órbitas al ver su
monstruosa polla. Trago saliva y me pregunto cómo demonios va a
funcionar esto.
—No te preocupes, Pequeña Who. Estamos hechos para encajar.
— Otra vez lo de leer la mente.
—De acuerdo. —Le doy una sonrisa de confianza. Y confío en él.
Completamente.
—Túmbate y mira. — Me dejo caer sobre los codos antes de que
termine de pronunciar su orden.
Se acerca a la cama, me abre las piernas y se mete entre ellas, y
mi respiración se entrecorta. De cerca es aún más grande.
Me tumbo boca arriba y él se inclina sobre mi cuerpo, dejando
que su polla roce la piel sensible que hay sobre mi pubis.
—Tócame la polla, Who. — No tiene que ordenármelo dos veces.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Enrollo la mano alrededor del acero cubierto de seda y la deslizo
lentamente arriba y abajo. —Hazme saber si lo estoy haciendo bien.
— consigo murmurar más allá de mis labios secos.
—No podrías hacerlo mal. — Un escalofrío recorre su enorme
cuerpo mientras me ordena: —Pasa el pulgar por la cabeza.
Sigo sus instrucciones y recojo el líquido que sale por la punta.
Extiendo la humedad y lubrico mi camino mientras acaricio su dura
polla con la mano.
Sus oscuros ojos de chocolate se clavan en los míos mientras
echa la cabeza hacia atrás y todas las venas de su cuello sobresalen
antes de apartarse de mi alcance. —Estoy a punto de correrme solo
con tu contacto, y tengo demasiados planes para que este precioso
cuerpo se corra antes de tiempo.
Me pasa el dedo lentamente por el centro del pecho, arqueo la
espalda y se me pone la piel de gallina. Me acaricia ligeramente el
pezón a través de la fina tela del bikini.
—Eso se siente tan bien. Por favor. — le ruego, sin saber lo que
pido, pero Slade sabe instintivamente lo que necesito.
Me besa por el centro del cuerpo antes de arrodillarse entre mis
muslos abiertos. Jadeo cuando me rompe la braguita del bikini por la
mitad.
—Lo siento. —En realidad no parece sentirlo mucho. —Te
compraré mil pares. Estaba malditamente celoso de tu manito cuando
te follaste con los dedos la otra noche. — Su boca sucia realmente
acelera mi motor, y me olvido por completo de mi nuevo bikini
destrozado. —Ahora, voy a sentir tu dulce coño por mí mismo. Pero
antes, necesito probarte.
Desliza el dedo por la humedad que gotea de mi núcleo y se lo
lleva a los labios. Me muerdo el labio inferior, mientras él se mete el
dedo en la boca y chupa mi sabor.
—Jodidamente delicioso. — gime y se inclina para deslizar su
lengua por mi coño mientras su pulgar presiona con fuerza mi clítoris
hinchado.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Grito su nombre cuando un inesperado clímax me hace estallar.
—Wow.
—No está mal para ser el primero. — susurra contra mi piel
sensible. —Pero veamos si podemos hacerlo mejor.
Si mejora mucho, puede que no sobreviva a la primera noche con
mi cavernícola mandón. —Por favor. — Es la única palabra que se me
ocurre.
—Cualquier cosa por ti, Pequeña Who. — Desliza su lengua
profundamente en mi húmeda abertura mientras toca mi clítoris como
un fino instrumento.
Me pellizca el interior del muslo antes de llevarse la piel a la boca.
—Sabes mejor de lo que imaginaba.
—Bien. —Al menos he encontrado una palabra diferente que
pronunciar.
Me retuerzo un poco cuando me introduce un dedo en el coño.
—Relájate. — me ordena. Mis paredes internas luchan contra la
intrusión mientras respiro a pesar de la incomodidad, deseando
relajarme.
Cuando introduce un segundo dedo, me pregunto si realmente
funcionará.
—Por favor. —Supongo que volvemos a mi palabra favorita
cuando él está cerca. Ignora mi súplica y sigue metiendo y sacando
lentamente los dedos de mi coño.
Los abre como una tijera y jadeo cuando mis paredes internas
se estiran alrededor de sus dedos. Exploto gritando su nombre cuando
me chupa el clítoris entre sus cálidos labios y lo muerde suavemente.
—Maldita sea. — gruñe contra mi vientre. —Estás tan
jodidamente apretada. Mi polla va a querer quedarse dentro de tu
dulce coño las veinticuatro horas del día.
Respiro entre los temblores que recorren mi cuerpo hasta que
soy capaz de hablar. —Me parece un buen plan.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Me alegro de que estés de acuerdo. — susurra contra mi piel
mientras me besa desde el ombligo hasta el centro del pecho. Estoy
demasiado flácida por el alucinante orgasmo para responder.
No me resisto cuando me desata la parte de arriba del bikini y la
tira a un lado. El aire fresco me roza la piel acalorada y me recorre un
escalofrío.
Cierra los labios alrededor de uno de mis pezones y succiona,
haciendo que mis ojos se pongan en blanco. —Por favor. —Su amor
me está convirtiendo en un disco rayado.
— ¿Por favor qué, Pequeña Who?

Por favor, algo resuena en mi mente, pero no pronuncio las


palabras en voz alta.
—Respóndeme. — Me golpea el coño sensible y un pequeño
orgasmo me recorre.
—Por favor, fóllame.
—Lo haré cuando esté preparada.

Entonces, ¿para qué me preguntas? Refunfuño mentalmente y él debe


de leerme la mente, otra vez, porque me pellizca el pezón y lo retuerce
un poco hasta que jadeo. —Oh. Definitivamente me gusta eso.
—Eres jodidamente perfecta y toda mía.
Presta la misma atención al otro lado y vuelvo a correrme.
¿Cuántos son? No tengo ni idea, pero soy codiciosa cuando se trata de
orgasmos inducidos por Slade: los quiero todos.
Me pasa la lengua por el cuello mientras su polla dura me golpea
el estómago, dejando pequeñas gotas de fluido. Por fin encuentro mi
lengua y empiezo a suplicarle: —Por favor, Slade. No puedo resistirme.
Coloca su enorme erección contra mi húmedo coño y contengo
la respiración, esperando el dolor. Cuando presiona, le clavo las uñas
en los hombros y cierro los ojos. —Mírame. — me ordena, y mis ojos
se abren al instante.
Me sostiene la mirada mientras gira las caderas y presiona un
poco hacia delante. —Sabía que tu coño sería jodidamente perfecto. —

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Respira contra mi cuello. —Eres tan jodidamente estrecha. — Me besa
y poco a poco me olvido del dolor mientras su lengua se enreda con la
mía.
Desliza la mano entre nosotros y me frota lentamente el clítoris,
provocando intensas chispas de placer que recorren mis
terminaciones nerviosas.
A medida que mis paredes internas se relajan, muevo las caderas
al ritmo de sus embestidas y él aumenta la velocidad.
El dolor se convierte en placer y grito su nombre mientras un
lento orgasmo me recorre. Los temblores aún recorren mi cuerpo
cuando levanta mi pierna por encima de su hombro y se desliza un
poco más adentro con sus embestidas. Un clímax se convierte en dos
y luego en tres. Dios mío. Intenta matarme a la primera.
Sus embestidas se vuelven frenéticas antes de detenerse sobre
mí y gruñir mi nombre. Siento su polla sacudiéndose dentro de mí
mientras la humedad me llena y me recorre la raja del culo. Una niebla
inducida por Slade me envuelve y me digo que ya me preocuparé de
las consecuencias en otro momento.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 7
SLADE

Me duelen las putas piernas cuando levanto a Skye de la cama


para llevarla al baño y asearla. Pero no la dejo caer. No hay ninguna
posibilidad de que eso ocurra.
La acaricio con cuidado mientras preparo la bañera. Está
inconsciente, los orgasmos consecutivos la han dejado sin sentido.
Está hermosa, con el pelo enmarañado y la cara sonrojada.
En cuanto está lista, me meto en la bañera con ella y me sumerjo
en el agua caliente. No quiero que se ponga tiesa y dolorida. Sobre
todo porque aún no he terminado con ella. He sido suave con ella
porque era su primera vez, pero tengo la intención de enseñarle
exactamente en qué se está metiendo conmigo. Ambos sabemos que
es lo que ella quiere de todos modos.
He estado esperando los últimos días para asegurarme de que
está preparada. No quiero que se arrepienta o dude de nada entre
nosotros. Cuando se entregó a mí, quería que supiera sin lugar a
dudas que estaba preparada.
Ahora lo está. Lo supe en cuanto la vi con ese maldito bikini de
leopardo esta noche. Está lista.
—Mmm. — gime, estirándose como una gatita en mi regazo. —
Orgasmos y un baño de burbujas. Mis favoritos.
Sonrío pasándole los labios por la frente. — ¿Tienes orgasmos y
baños de burbujas a menudo, Skye?
—Bueno, por algo se hicieron las duchas de mano, ¿no? —Me
mira con picardía en los ojos. —Y también pusieron el chorro de agua
en medio de la bañera por algo, Slade.
—Sí, voy a tener que ver eso algún día.
—Lo siento, no puedo. Es un secreto entre mujeres.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


— ¿En serio?— Sonrío y meto la mano entre sus muslos para
acariciarle el coño. —Entre esto y yo no hay secretos, Who. Si te digo
que te corras con el grifo, te corres con el grifo.
—O. — dice, alargando la palabra. —Podrías ser el mejor chico
por siempre y hacerlo por mí.
— ¿El mejor chico por siempre?
Un hombro enjabonado sale del agua mientras se encoge de
hombros. — ¿Señor? ¿Amo? ¿Papi? Mandón hijo de...
Gruño y la corto con mis labios antes de que se meta en un
problema. Se ríe contra mis labios antes de fundirse en el beso. Abre
ligeramente las piernas, como invitándome a seguir tocándola.
No es una invitación que necesite. Lo dije en serio cuando le dije
que la tocaría cómo y cuándo quisiera. Pero acepto la oferta de todos
modos, apretando el pulgar contra su clítoris hinchado.
—Mmm. — gime.
—Cachonda. — Me río, sorprendido de que ya le apetezca otra
ronda. Me lo tomé con calma, pero no soy un tipo pequeño y ella tuvo
varios orgasmos. Pensé que necesitaría un poco de tiempo para
recuperarse.
—Tú me hiciste así. — replica con la voz entrecortada. —Me
prometiste cosas sucias, y ahora las quiero, Slade. Tanto.
— ¿En serio?
—Sí. —Se aparta para mirarme, con expresión sombría. —Creo
que me has roto, para que lo sepas.
Deslizo mi mano por su pecho, rodeando su garganta. —No,
Who. Todavía no te he roto. Cuando lo haga, lo sabrás.
Su garganta trabaja contra mi mano. — ¿Tienes intención de
hacerlo? Romperme, quiero decir.
—Depende de si piensas ser una buena chica o no.
— ¿Y si soy buena siendo mala? — pregunta esperanzada. —
¿Eso cuenta?
—Depende de lo rápido que puedas levantarte y agacharte.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


— ¿Por qué?
— ¿Te he pedido que hagas preguntas? — arqueo una ceja.
Chapotea en el borde de la bañera mientras se escabulle de mi
regazo. Me agarro a ella y me aseguro de que no se mueva mientras se
da la vuelta con cuidado en la bañera. El agua y las burbujas resbalan
por su espalda y su redondo culo.
—Inclínate y agárrate al borde de la encimera. — Espero a que
obedezca antes de darle un golpecito en el pie izquierdo. —Separa las
piernas para mí. Y levanta el culo. Lo quiero lo más alto posible.
Murmura algo en voz baja.
Le doy una palmada en la mejilla derecha. —Si quisiera oír esa
boca de sabelotodo, te lo pediría, Skye. Abre las piernas y levanta el
culo como te he dicho.
Esta vez obedece sin rechistar, separa las piernas todo lo que
puede y se dobla hasta que sus tetas se apoyan en la encimera del
fondo de la bañera.
Gimo y envuelvo mi polla en un puño para apretarla un poco. El
cabrón sigue duro como una roca. No se ha ablandado ni una vez
desde que la conocí. Y desde luego no lo va a hacer con el culo al aire
y el coño asomando entre los muslos.
—Alcanza detrás de ti y extiende tus mejillas para mí.
—Slade. — susurra, tímida y vacilante.
—Ahora, Skye.
Resopla un poco y obedece lentamente mi orden.
En cuanto los separa, permitiéndome ver su culito, me deslizo
hacia delante en la bañera, rodeando su pantorrilla con una mano. Se
sobresalta un poco y se le resbala una mano.
—Vuelve a ponerla. Quédate quieta.
— ¿Qué... qué estás haciendo?
—Lo que yo quiera.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Subo y bajo una mano por su pierna, dejando que se calme un
momento. La quiero desequilibrada, sin saber qué voy a hacer. Tiene
que aprender a renunciar al control, desconectar su mente hiperactiva
y confiar en que cuidaré de ella. Piensa demasiado, se preocupa
demasiado. Cuando estamos juntos, no quiero que se estrese por
nada. Quiero que sepa que la tengo y que está a salvo, no importa lo
que estemos haciendo o cómo pongamos a prueba sus límites.
— ¿Recuerdas tus palabras?
—S-sí.
—Buena chica.
La recompenso pasándole los labios por la parte posterior del
muslo.
Se estremece y se le pone la carne de gallina. Pero no creo que
tenga frío. El cuarto de baño está calentito.
La beso más arriba, recorriendo con los labios las curvas de su
culo. Ella gime suavemente, empujando hacia atrás con impaciencia.
Mi mano se desliza entre sus piernas y se posa sobre su coño
resbaladizo. Aún no la muevo ni le doy ningún alivio. Dejo que se
anticipe.
Se mueve inquieta, impaciente por que empiece.
Cuando está a punto de abrir de nuevo esa boca inteligente,
entierro mi cara entre sus mejillas.
— ¡Slade! — grita, sorprendida. El asombro se convierte en
gemido cuando aprieto la lengua contra su sabroso agujerito,
comiéndoselo como hice con su delicioso coño. Aplasto la palma de la
mano contra ella al mismo tiempo, bombardeándola de placer en todas
direcciones.
Le tiemblan las piernas y un sollozo sale de su garganta.
Me doy un festín con su culito hasta que se estremece debajo de
mí, al borde del orgasmo. En cuanto empieza a gemir, a segundos de
caer al borde del abismo, me despego de su cuerpo y me pongo de pie.
—Fuera de la bañera, Who.
— ¿Qu-qué? —Su voz es gruesa e inestable. Ella también.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


La rodeo con los brazos y la saco de la bañera para asegurarme
de que no se caiga. Está demasiado nerviosa para arriesgarme. O eso
me digo a mí mismo. En realidad, me gusta cómo se siente entre mis
brazos. Podría cargar con su precioso culo todo el día.
Rápidamente cojo una toalla y la seco antes de llevarla al
dormitorio. En lugar de tumbarla en la cama, la pongo de pie en medio
de la habitación.
Me mira desde debajo de las pestañas, tan tímida y dulce. Tan
jodidamente excitada. Joder. Está hecha para servir.
—De rodillas, Skye. Vamos a ver lo buena que puedes ser para
mí.
—Yo...
Cojo una almohada de la cama y la dejo caer a sus pies. —Ahora,
Pequeña Who.
Emite otro de esos adorables resoplidos que dicen que la estoy
poniendo de los nervios con mis exigencias mandonas, pero no me
manda a la mierda. Creo que los dos sabemos que le encanta lo
mandón que soy con ella. No se habría entregado a mí esta noche si
no fuera así.
Puede que anhele la sumisión, pero eso no la hace débil. No la
hace vulnerable o delicada. Es una guerrera, más que capaz de
mandarme a la mierda si es necesario. Skye conoce su propia mente.
Es una de las cosas que encuentro tan jodidamente sexy en ella.
Se arrodilla y pone las manos sobre el regazo. — ¿Ya estás
contento?
—Lo estaré en cuanto uses esa boca inteligente. — Vuelvo a
rodear mi polla con el puño y me pongo delante de ella. —Quiero saber
lo bien que suenas cuando te ahogas con mi polla, Who.
Su mirada vuela hacia la mía, con la excitación encendida en
sus ojos.
—Cristo. Lo quieres, ¿verdad?
—Sí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Entonces ábrete para mí. — Golpeo la cabeza de mi polla
contra sus labios carnosos, tan jodidamente ansioso como ella. Llevo
días soñando con su boca. Lo deseo más que mi próximo aliento.
Aparta ligeramente los labios, lo suficiente para enojarme.
—He dicho abierta, Skye. No he dicho que jodas conmigo.
—A lo mejor quiero hacer las dos cosas. — se burla, inclinándose
para rodear mi polla con la mano. Cristo. Tiene suerte de que no sea
un Dom entrenado. Le rompería el culo por su actitud de mocosa. Por
suerte para ella, me excita muchísimo. Da tanto como recibe y me
hace trabajar cada centímetro.
Le meto la mano en el pelo y le echo la cabeza un poco hacia
atrás. —Pon tu boca en mi polla antes de que deje las huellas de mis
manos en ese precioso... ¡Joder! — grito cuando ataca como una
maldita serpiente antes incluso de que termine mi amenaza. Se
abalanza sobre mi polla y me la chupa hasta el fondo.
Llego al fondo de su garganta y se atraganta. Intenta echarse
atrás, pero la mantengo quieta una fracción de segundo, dejándola
apreciar su error. No soy pequeño, y puede que ella tenga una boca
inteligente, pero es pequeña. No puede aguantarme así, todavía no.
—Despacio la próxima vez, Who. — le advierto, apartándome
después de un momento para dejarla respirar. —No te hagas daño.
Pero a ella le encantó cada minuto. La verdad brilla como
diamantes en sus ojos azules. Joder.
—Jungla. — susurra, lamiéndose los labios.
Gruño una maldición y vuelvo a rozar sus labios con la cabeza
de mi polla.
Me succiona en el paraíso que es su boquita caliente,
arremolinando la lengua alrededor de la sensible cabeza. No sé dónde
demonios aprendió a hacer eso. O prestó demasiada atención en el
club la otra noche, o ha estado viendo cosas que quiero saber, pero ya
me tiene al borde.
Muevo las caderas lentamente, metiendo y sacando los primeros
centímetros de mi polla de su boca. Al menos, ésa es mi intención,
pero es una chica codiciosa. Se zambulle de nuevo en mí, cogiendo

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


todo lo que puede. Una vez más, golpeo la parte posterior de su
garganta, haciendo que se ahogue.
—Maldita sea, Skye. He dicho despacio.
Sus ojos llorosos se cruzan con los míos. —También dijiste que
querías saber lo bien que sueno cuando me ahogo.
Está intentando matarme. Lo sé.
— ¿Es eso lo que quieres? ¿Asfixiarte con mi polla?
—Sí.
Al menos es sincera.
—Entonces quédate quieta y compórtate. — Se queda quieta
inmediatamente, comportándose ahora que sabe que voy a darle lo
que quiere. Presiono mi pulgar contra su barbilla, abriendo
suavemente su boca de nuevo. Mis ojos permanecen fijos en los suyos
mientras aprieto mi polla entre sus labios, introduciéndola en su boca
centímetro a centímetro.
Está tan llena y no he llegado ni a la mitad. Pero tendrá que
bastar. No voy a arriesgarme a hacerle daño intentando meterle más
de lo que puede aguantar. Muevo las caderas lentamente al principio,
probando a ver si se comporta. Prácticamente se estremece debajo de
mí, desesperada por zambullirse de nuevo, pero no lo hace.
Espera, dejándome hacer lo que quiero como una buena chica.
Gruño, apretando mi mano en su pelo.
—Tócate el coño.
Inmediatamente desliza la mano entre sus piernas.
En cuanto lo hace, le doy lo que quiere, follándole la cara como
prácticamente me está suplicando. Soy duro con ella, pero también
cuidadoso. Se la meto hasta el fondo, manteniéndola sobre mi polla
hasta que su garganta se cierra a mi alrededor, y entonces retrocedo
para dejarla respirar. Una y otra vez.
Cada vez que su garganta se cierra alrededor de la cabeza de mi
polla, mis pelotas amenazan con abandonar la lucha. Cada vez que la
sujeto, su mano se mueve más rápido entre sus piernas. Le encanta.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Cuando estoy al borde, la saco de su boquita caliente y la
arrastro hasta mis brazos. Pisoteo los metros que me separan de la
cama y la tumbo boca abajo. Antes de que pueda moverse, tengo su
culo en el aire y mi boca sobre ella.
— ¡Slade!— Se sacude hacia delante como si intentara escapar
de mi boca.
Engancho un brazo alrededor de su cintura, manteniéndola
justo donde quiero. Una mano cae sobre su mejilla derecha con un
fuerte golpe, un recordatorio de que no va a ir a ninguna parte hasta
que yo decida que puede.
Grita y se corre sobre mi cara y mi barba.
Rujo contra su coño y me elevo detrás de ella. Sigue temblando
cuando me abalanzo sobre ella, con una mano sujetándole la cara
contra la cama. La follo con fuerza, golpeándola sin piedad y
haciéndola gritar mi nombre una y otra vez.
Se corre sobre mi polla, rompiéndose en mil pedacitos.
Le doy la vuelta y le rodeo la garganta con una mano. —Hazte
correr otra vez, Who. Ahora mismo.
—No puedo.
—Sí puedes. Hazlo.
—Slade. — gime.
Bombeo mis caderas, meciéndome dentro de ella. —Mete la
mano entre las piernas y tócate el coño, Skye. Si tengo que repetírtelo,
será mientras dejo las huellas de mis manos en esas preciosas tetas.
Su coño se aprieta ante mi amenaza. Interesante. Lo guardo para
más tarde.
Desliza la mano entre nuestros cuerpos y se pasa los dedos por
el clítoris. Un pequeño chasquido sale de sus labios. Está sensible, a
punto de quebrarse. Permanezco inmóvil, empalado en ella mientras
se masturba. A pesar de todo lo que ya hemos hecho, se sonroja
mientras lo hace.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Maldita sea, nena. — Recorro su cuerpo con las manos,
adorándola. —No tienes ni idea de lo bien que te ves tocando lo que
me pertenece.
—Estaría mejor si lo estuvieras tocando tú.
Sonrío, poniendo mi mano sobre la suya. — ¿Quieres que te
ayude, Pequeña Who?
—Sí.
Entrelazo nuestros dedos, usando las dos manos para que se
corra. Gime y se arquea contra nosotros. Su coño se aprieta alrededor
de mi polla. Está cerca. Jodidamente cerca. Pero aún no he terminado
con ella. Ni de lejos.
Tan pronto como se rompe, empiezo a moverme de nuevo,
follándola a través de ella. Intenta apartar la mano de su clítoris, pero
no la dejo. La mantengo ahí, sus dedos siguen rodando sobre su
sensible clítoris. Se agita debajo de mí, balbuceando mientras le caen
gotas de sudor por las sienes y le brotan lágrimas por las comisuras
de los ojos.
Nunca ha estado tan perfecta como ahora, cuando está tan
jodidamente colocada que cada caricia parece la tortura más
exquisita. Deja de luchar, deja de pensar y se somete, entregándose a
mí por completo.
La follo duro y profundo, mostrándole exactamente lo que
significa ser libre. Exactamente lo que significa ser mía. Y cuando esta
vez cae, lo hace gritando mi nombre, arrastrándome con ella al borde
del abismo.
Me derramo sobre ella, la acuno mientras se corre tan fuerte que
llora.
Estoy ahí para secarle las lágrimas y recomponerla, amándola
en cada segundo.
Al final, se acomoda a mi lado, con la cabeza apoyada en mi
pecho.
—Te amo. — murmuro pasándole las manos por el pelo. —Por si
te lo estabas preguntando, Pequeña Who.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Fue el bikini, ¿no?
Me río entre dientes, asintiendo. —Sí, nena. Fue el bikini.
Suspira contenta. —Sabía que merecía la pena el dinero que me
gasté en él.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 8
SKYE

El poder de un bikini con estampado de leopardo. Lo enmarcaría


y lo colgaría encima de mi cama, pero mis hermanas vienen a robar
ropa, verían lo que queda de él y les daría un ataque.
Por lo tanto, tengo que conformarme con esconderlo en el fondo
de mi cajón de la lencería, ya que no hay manera de que me deshaga
de mi trofeo.
Han pasado tres días desde que seduje a Slade, y mi recién
estrenado vajayjay necesita un pequeño descanso. Ya sabes, unas
horas o así.
Hoy me toca abrir la tienda, así que debería sorprenderme
encontrar a Jazzy y a Letty esperándome en la trastienda, pero he
ignorado sus llamadas. Echo un vistazo a las tres tazas de café de The
Golden Mug y respiro aliviada. Al menos tendré un trago de cafeína
antes de que empiece el interrogatorio.
—Caminas con las piernas arqueadas. — Letty se ríe mientras
Jazzy se mete los dedos en las orejas, cantando mi canción La-la-la.
—Buenos días a ti también. — Puede que sea la más joven, pero
no voy a marchitarme ante sus preguntas.
—Buenos días. — gruñe Jazzy entre dientes apretados. —
Últimamente, el coche de Slade está estacionado delante de tu casa
todas las noches. ¿Qué pasa con eso, y por qué demonios has estado
evitando nuestras llamadas?
—No las estaba evitando. Estaba ocupada entreteniendo a mi
hombre. — Toma eso. Casi añado que he estado probando mi recién
estrenado vajayjay, pero estoy segura de que a Jazzy se le volaría la
cabeza si lo hiciera. En lugar de eso, admito: —Estoy enamorada.
—Te lo dije. — Letty golpea a Jazzy en el hombro justo cuando
mi hermana mayor está a punto de dar un trago a su café. —Ahora

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


tienes que comprar el café del mes que viene. — canta como si le
hubiera tocado la lotería. Como si comprar unas tazas de café le
hiciera daño al bolsillo.
—Uh, ten cuidado. — Jazzy la fulmina con la mirada. —No
podemos desperdiciar ni una gota de mi necesaria infusión de cafeína.
Alcanzo la tercera taza con una S roja en el lateral y me siento
con cautela en la silla frente a mis hermanas.
—Lex y Will exigen una reunión familiar para investigar a Slade.
— Jazzy echa la culpa a su esposo y a nuestro cuñado, pero no me
engaño en absoluto. Esos dos hombres hacen alegremente lo que sus
esposas les dicen.
—Lo que quieres decir es que le dijiste a Will que más le valía
investigar a Slade.
—Lo mismo. — Mi hermana mayor se encoge de hombros. —
¿Están disponibles esta noche?
El brillo decidido en sus ojos me dice que será mejor que estemos
disponibles.
—Le mandaré un mensaje a Slade para ver si puede venir.
No dudo de que pueda, ya que me susurró: —Te veré después
del trabajo. Te amo. — me susurró al oído esta mañana antes de salir
hacia la tienda.
Saco el móvil y escribo un mensaje rápido.

Yo: Mis hermanas quieren interrogarte sobre el estado de nuestra relación y


obligan a sus esposos a participar. ¿Te apetece cenar con ellas esta noche?

Cavernícola mandón: ¿Cuándo y dónde?

Yo: Ya te avisaré. Te amo.

Cavernícola mandón: También te amo, Pequeña Who. Pienso demostrarte


cuánto cuando desnude tu precioso culo esta noche.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Mi cara se calienta y me alegro de que no tengan ni idea de cómo
respondió. Parafraseo su respuesta. —Está disponible. ¿Quieren
quedar en el Broadway Steakhouse esta noche? — Sugiero
automáticamente, esperando que nadie haga demasiado ruido en el
lujoso restaurante.
—No. — Jazzy alarga la palabra. —Necesitamos intimidad para
esta reunión familiar. — a la mierda mi vida. —Nos encontraremos en
nuestra casa a las ocho. — ¿Por qué se molestó en preguntarme?
—Se lo diré a Slade. — acepto y le doy un buen sorbo a mi café,
planeando mentalmente lo que me voy a poner esta noche.
Cuando entra Renee, nuestra empleada a tiempo parcial,
nuestra conversación se centra en los negocios hasta que mis
hermanas deciden marcharse.
Una vez que se han ido, le envío a Slade un mensaje de texto
rápido, poniéndole al día de los planes para esta noche y diciéndole
que se reúna conmigo en mi casa a las siete, y luego ayudo a abrir la
boutique.
Como se acerca la inauguración de la galería de arte, estamos
muy ocupados con las mujeres que quieren encontrar el conjunto
perfecto, y apenas tengo un momento para respirar, mucho menos
para preocuparme por la cena de esta noche.
Estoy a punto de apagar el cartel de abierto y cerrar la puerta
principal cuando entra Slade. —Hola, Who. — Me rodea con sus
brazos, me atrae contra su cálido cuerpo y me besa. No, me devora.
Cuando sus suaves y cálidos labios se mueven sobre los míos, me
olvido por completo de Renee y de mi dolorido vajayjay.
— ¿Qué haces aquí? —Gimo cuando se retira y apoya la frente
en la mía.
— ¿Te quejas de que haya venido a recogerte, Pequeña Who?
Sacudo la cabeza. —Por supuesto que no. Solo estoy
sorprendida. — Arrastro las manos por su espeso cabello y tiro de su
cabeza hacia abajo para darle otro beso abrasador.
—Bien. —Sonríe contra mis labios mientras me explica: —Mi
último cliente ha cancelado y no quería esperar otra hora para verte.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Pensé que podríamos dejar tu coche aquí y volver a casa juntos. —
Casi me derrito cuando llama casa a mi casa. —Así tengo una excusa
para traerte mañana a la boutique. Echo de menos tu precioso culito
cada vez que estamos separados.
—Yo también te he echado de menos. — Me acurruco contra su
cuerpo musculoso. — ¿Estás preparado para el interrogatorio?— No
tiene ni idea de lo que le espera esta noche.
—Roman ya me advirtió que estuviera preparado. — Había
olvidado que su buen amigo conoce a mis cuñados. —Puedo manejar
lo que me echen.
Eso espero.

A las ocho y cinco, veo los faros moviéndose lentamente por la


calle y veo cómo el todoterreno de Lex entra en la entrada de Will y
Jazzy.
Miro a Slade por encima del hombro. —Parece que es casi la hora
del espectáculo.
— ¿Por qué estás tan nerviosa, Pequeña Who? — Se acerca y me
abraza por detrás. Mientras me derrito contra su cuerpo apetitoso,
siento su polla dura clavándose en el centro de mi espalda y me
pregunto si podemos saltarnos la cena familiar y quedarnos en casa
para hacer algo al respecto.
—Porque saben lo que hemos estado haciendo. — Y estoy segura
de que el interrogatorio no será bonito. — ¿Por qué no nos quedamos
aquí, cerramos la puerta y nos olvidamos de ellos? Seguro que
encontramos algo que nos mantenga ocupados. —echo la mano a la
espalda y froto el duro bulto que sobresale por delante de sus
vaqueros.
—Planeo mantener tu culito ocupado toda la noche. — Eso me
parece un plan. —Pero antes, voy a hacerle saber a tu familia lo mucho
que significas para mí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Mientras cruzamos la calle, hago mis ejercicios de respiración,
diciéndome a mí misma que todo irá bien. Mis hermanas eran las
personas más importantes de mi vida hasta que conocí a mi alma
gemela.
—Deja de preocuparte, Who. — Slade me frota suavemente la
parte posterior de los nudillos, calmando mis plumas erizadas.
—No sé por qué estoy tan nerviosa. — Sí, lo sé. No sé qué haré
si mi familia no nos aprueba.
Mi pulso late descontroladamente mientras subimos los
escalones de la entrada. —Todo irá bien. — Me dedica una sonrisa
tranquilizadora y llama al elegante timbre.
Jazzy abre la puerta de un tirón con Will justo detrás. —Hola,
chicos. Pasen.
—Dice la araña a la mosca. — murmuro en voz baja antes de
darle un abrazo a mi hermana.
Cuando voy a abrazar a Will, Slade me arrastra hacia atrás. —
Un apretón de manos bastará. — gruñe.
—Hijo de puta azotado por el coño. — Will sonríe por encima de
mí. —Únete al club.
Letty y Lex entran y me siento aliviada cuando terminamos las
presentaciones sin derramamiento de sangre.
Una hora después, empiezo a relajarme porque las cosas van
mucho mejor de lo que esperaba. Los hombres hablan de tatuajes y
del equipo de hockey Silver Spoon Falls Falcons mientras mis
hermanas se hacen las simpáticas. Eso es hasta que Lex menciona a
Roman Sterling, el dueño de The Sterling Rope.
—Skye lo sabe todo sobre The Sterling Rope. — interrumpe Letty,
la traidora, y nuestra agradable velada cae en picado. —Slade tuvo
que rescatarla de ahí.
—Por favor, explícanos por qué pensaste que era buena idea
llevar a nuestra hermanita a un club BDSM. — Jazzy entra a matar.
A la mierda mi vida. Apuesto a que tenían esto planeado desde el
principio.

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—Yo no llevé a tu hermana al club. — Slade se sienta y me rodea
los hombros con el brazo, completamente relajado. —La invitaron a
una fiesta ahí y no tenía ni idea de qué tipo de establecimiento es.
Cuando se dio cuenta de su error, me llamó para que la ayudara. —
Su versión de la historia suena mucho mejor. —Y fui a buscarla. —
Respiro aliviada cuando omite los detalles más jugosos.
—Y desde entonces has pasado casi todas las noches en su casa.
— Se me calienta la cara cuando Jazzy airea todos mis trapos sucios.
— ¿Qué intenciones tienes con mi hermana?
O-M-D. Lo hacen sonar como si fuera una maldita niña. —Eso
no es asunto tuyo. — Slade se pone un poco rígido.
—Mi esposa está haciendo que sea asunto suyo. — Will
interviene para proteger a Jazzy, y las cosas van cuesta abajo
rápidamente.
—Bueno, mi mujer es asunto mío. — Slade se mantiene firme.
—Y no es que te deba una explicación, pero planeo poner mi anillo en
su dedo y un bebé en su vientre jodidamente pronto.
—Más vale que el anillo venga antes que el bebé. — Jazzy no se
rinde. Letty y Lex nos miran como si estuvieran viendo un partido de
tenis.
Ya estoy harta. Me levanto de un salto y me dirijo a mis
hermanas. —Basta. — Es hora de convencerlas de que soy una mujer
adulta. —Ninguna de las dos tiene derecho a hablar de sexo
prematrimonial. — Las dos se sonrojan y continúo. —Ahora, Slade y
yo tenemos una relación adulta, lo que significa que decidiremos si
nos casamos y cuándo, y si tenemos hijos y cuándo. — Señalo a mis
hermanas de un lado a otro. —Ustedes dos se van a tomar un
calmante y me van a dejar vivir mi vida.
Slade se pone a mi lado y tira de mí. —No hay ningún si al
respecto. Llevarás mi anillo y tendrás mis ocho o nueve hijos.
Letty escupe su vino sobre Lex cuando oye lo de los ocho o nueve
hijos mientras Jazzy se queda sentada con la boca abriéndose y
cerrándose en silencio. —Realmente no creo que Skye necesite nuestra
ayuda en esta situación.

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Will se inclina para susurrarle a su esposa: —Ya tiene al pobre
bastardo tan azotado que no puede ver bien.
—Hola, olla, conoce a la tetera. — Lex se ríe y le recuerda a Will:
—Dejas que tu esposa te llame McScroogie.
—Y tu esposa va por ahí con tus pelotas en el bolso. — replica
Will, y tengo que morderme el labio para no reírme a carcajadas.
—Creo que es hora de que volvamos a nuestra casa y trabajemos
con el primero de nuestra prole mientras solucionan esto. — susurra
Slade junto a mi oído.
—Oh, no, no la harán. — Jazzy se levanta de un salto. —Me he
pasado toda la tarde preparando una cena de lujo. No te irás hasta
que tengamos una buena comida familiar.
— ¿Seguro que estás listo para unirte al manicomio? — Me
inclino y le susurro a Slade.
—Nunca he estado más seguro de nada en mi vida. — Me acerca
y me besa hasta casi matarme. —Espero pasar la eternidad contigo,
Pequeña Who. Te amo más que a la vida misma.
—Lo mismo digo.
—Bueno, ahora que hemos resuelto eso —Will se levanta y
señala el comedor al otro lado del pasillo— vayamos todos a disfrutar
de la deliciosa comida en la que mi esposa se ha pasado toda la tarde
trabajando.
Y así como así, Slade se convierte en parte de nuestra loca
familia.

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Epílogo
SLADE

Un año después…
—Por favor. — susurra, retorciéndose contra la silla. —Oh, por
favor.
Le tapo la boca con la mano para que se calle. Cuanto más habla,
más duro me pone. Mis dedos ruedan sobre su clítoris, mis ojos fijos
en su coño húmedo mientras se mece contra mi mano. Solo con
mirarla se me hace agua la boca... como siempre.
—Vente, Skye. Ahora. — gruño, desesperado por hacer que se
corra antes de hacer algo que no puedo hacer ahora mismo. Como
follarla. Aún no es momento para eso. Tenemos cosas que hacer.
Gime contra mi mano. No oigo lo que dice, pero no necesito oír
las palabras para saberlo. Está suplicando otra vez, rogándome que la
folle. Siempre está suplicando. Mi chica está ávida de mi polla, sobre
todo después de dos meses sin ella. El médico le dio el alta para la
actividad sexual hace dos semanas tras el nacimiento de nuestra niña.
Las siete semanas más largas de mi puta vida, sin duda.
Por suerte, Jazzy nos tiene el bebé hoy, ya que tenemos mierda
que hacer.
Gruño, metiendo dos dedos dentro de Skye. Su coño se aprieta
alrededor de ellos. Está muy cerca. Los enrosco, acariciando su punto
G con golpes despiadados. Intenta resistirse, intenta resistirse al
orgasmo. No se lo permito. Hago que lo acepte, frotando su punto G y
apretando mi pulgar contra su clítoris.
Su cuerpo se inclina sobre la silla cuando abandona la lucha.
Un suave grito sale de sus labios. Se corre con fuerza, empapando mi
mano y sus bragas.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Bien. Puede llevarlas así hasta que lleguemos a casa. Se lo
merece por negarse a correrse cuando se lo pedí. Quizá la próxima vez
haga lo que le digo.
— ¿Te sientes mejor ahora?— Le pregunto, sacando la mano de
sus bragas cuando siente la última sacudida. Me meto los dedos en la
boca y chupo sus jugos. Como si fuera a desperdiciar una gota.
—No. —Me hace un puchero. —Te quiero dentro de mí.
—Lástima. Tenemos cosas que hacer.
Su puchero crece. —Me gustas mucho más cuando me das lo
que quiero.
Me río, besando el surco de su frente. —Te estoy dando lo que
quieres, Who. — Saco la plantilla de la encimera y se la tiendo. —Tu
tatuaje, ¿recuerdas?
—Oh, sí. — traga saliva. —No me dolerá, ¿verdad?
—Déjame ver tu brazo.
Me mira con desconfianza antes de extenderme el brazo. Le
pellizco suavemente la piel donde dijo que quería el tatuaje en el
antebrazo. — ¿Te duele?
—No.
—No te dolerá más.
—De acuerdo, entonces supongo que estoy lista.
— ¿Supones?— Le hago una mueca. — ¿No fuiste tú quien me
sacó de la cama esta mañana para exigirme que viniéramos aquí?
Sonríe tímidamente. —Eso fue antes de que pusieras la pistola
sobre la mesa. Ahora, ¡estoy nerviosa otra vez!
—Hey. — Le levanto la barbilla, obligándola a mirarme. — ¿Te
he hecho daño alguna vez?
—No. — susurra, con expresión suave. —Nunca.
—Entonces confía en que ahora tampoco te haré daño. Te tengo,
Skye.

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—De acuerdo. —Inclina más la cara hacia atrás, exigiendo besos
en silencio.
La complazco, más que dispuesto a besar a esta mujer donde
sea, como sea y cuando sea. Mordisqueo sus labios antes de introducir
mi lengua en su boca para jugar con la suya. No me precipito, sino
que me tomo mi tiempo. Cuando rompo el beso, está blanda y flexible
en mis brazos, con los nervios disipados.
—Wow. — suspira.
Sonrío y rozo su frente con los labios. —Quítate la camiseta
mientras voy a limpiarme.
— ¿Por qué tengo que quitarme la camiseta? ¿Me la pongo en el
brazo?
—Porque quiero mirarte las tetas mientras te tatúo.
—De acuerdo. — resopla, pero los dos sabemos que no está
enojada. En el fondo le encanta que esté obsesionado con su cuerpo y
cada rincón de él.
Entro en el baño y me froto las manos rápidamente, lamentando
el hecho de que la estoy lavando. Pero soy un profesional. No la tatuaré
sin tomar todas las precauciones.
Cuando vuelvo a salir a mi cabina, ella se ha levantado de la
silla, sin camiseta.
—Quiero hacer cambios en el tatuaje. — suelta, girándose para
mirarme.
Mis ojos se dirigen inmediatamente a su pecho. ¿Qué? Sus tetas
son increíbles. Y ahora están cubiertas con mis marcas, lo que es una
visión jodidamente fantástica. No puedo evitar mirarla. Pero solo miro
un momento antes de volver a centrarme en ella.
— ¿Qué tipo de cambios?
Sostiene la plantilla que he dibujado. — ¿Podemos añadir una
pequeña jungla detrás de ellos?
— ¿Quieres añadir una jungla?
Asiente.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Mi maldito corazón se hincha como el maldito Grinch. Se me
hace un nudo en la garganta. Cristo, amo a esta mujer.
—Sí. — digo con voz áspera, aclarándome la garganta mientras
camino hacia ella. —Joder, sí, podemos añadir una jungla, Who.
Me sonríe, robándome mi maldito corazón de nuevo.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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