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EL HOMBRE UN SUJETO

El presente artículo pretende mostrar al ser humano como sujeto, diferente a cualquier objeto.
Se inicia haciendo una presentación del interés del mundo de hoy por lo subjetivo y el regreso
de la ciencia al sujeto, analizando los nuevos conceptos que se relacionan con él. Luego se
hace una presentación del sí mismo, su espacio vital, su dimensión temporal e histórica para
luego analizar cada una de las características que distinguen al sujeto como tal. Se hace un
esbozo de la manera como se desarrolla el sí mismo en la infancia y en la vida adulta, para
terminar con las indicaciones requeridas para que el hombre de hoy rescate su subjetividad

1. CIENCIA, CULTURA Y SUBJETIVIDAD.

Dentro de la concepción clásica de ciencia, la idea de sujeto es


ajena y es perturbadora del pensamiento basado en la objetividad.
Así, para tener una visión objetiva, fue necesario excluir y borrar al
sujeto. Ésta omisión se hizo inevitablemente en la medida en que
obedecía al paradigma cartesiano: el mundo de la cientificidad es el
mundo del objeto y el mundo de la subjetividad es el mundo de la
filosofía, de la reflexión. Ambos dominios quedaron legitimados
pero se excluían mutuamente. El sujeto metafísico, no es posible
integrarlo dentro de la concepción científica y la objetividad
científica no integrable dentro del concepto de sujeto.

Hoy se ha logrado volver a descubrir el sujeto y restituirlo a la


ciencia, pero no entendido como tradicionalmente se ha hecho, es
decir en forma metafísica, ni con los presupuestos esencialistas,
sino en una perspectiva procesual que lo ubica en una perspectiva
biológica y psicosocial.

Hoy se ha desplazado la noción de libertad y autonomía hacia la


teoría de la autoorganización, que consiste en organizar la
experiencia del individuo desde un centro integrador y referencial
que depende del medio que lo rodea. La psicología, la
epistemología, la ciencia cognitiva, han restituido las relaciones
sujeto y medio ambiente.

Otro de los conceptos relacionados con el estudio del sujeto hoy en


día, es el de complejidad, y se refiere a que el sujeto no es simple,
ni elemental, sino que está constituido por articulaciones,
relaciones, interrelaciones, que contradicen cualquier concepto
tradicional unitario y específico; nada está aislado en el universo,
todo está en todas las partes y recíprocamente todas las partes
están en el todo. Cada célula contiene la totalidad del patrimonio
genético y cada individuo está en la sociedad y en el cosmos. Por
eso el caos, la multidimensionalidad y el hombre complejo.

Inseparable de lo anterior es el concepto de incertidumbre, porque


el sujeto vive en una constante insatisfacción y pérdida de la
certeza, tal como proclamara la ciencia. Su característica es la
pregunta, la duda, la reflexión. El yo no es puro; es fruto de la
comunidad; mi individualidad y mi relación con la comunidad
conducen a la confusión y produce incertidumbre. El sujeto oscila
entre el todo y la nada, es el centro del mundo pero objetivamente
no es otro más en medio de la multitud.

Otro tema relacionado con el sujeto es la singularidad, que es


propio del sujeto único e irrepetible y que le permite percibir el
mundo que lo rodea en una forma particular, de tal manera que hoy
ya no se habla de universo sino de multiuniverso, porque cada
sujeto construye el mundo que lo rodea desde su centro
organizador.

Finalmente el sujeto se relaciona con el concepto de historia, ya


que el sujeto no es una esencia que está ahí, ya dada o establecida
sino que está en proceso continuo en una dimensión temporal y por
tanto se identifica con una historia particular. (Fried 1998).

Autoorganización, complejidad, incertidumbre, singularidad, historia


y multiuniverso, son temas relacionados con la comprensión del
sujeto hoy, el cual ha sido rescatado y abordado de manera
diferente.

2. LA NOCIÓN DE SUJETO.

La noción de sujeto ha sido muy controvertida y muchas preguntas


surgen a su alrededor como por ejemplo: ¿dónde se encuentra?
¿Qué es? ¿En qué se basa? ¿Es una realidad o una apariencia?
La Biblia define a Dios como “Yo soy el que soy”: subjetividad
absoluta. Algunos identifican al sujeto con el alma, con lo superior,
con la persona, con el Self. En el Siglo XX se expulsa el sujeto de
la psicología, porque ésta es una ciencia, la cual se ocupa de la
objetividad, se reemplaza por conceptos tales como: instintos,
estímulos, comportamientos; se elimina la historia y las decisiones.

Hoy el sujeto se entiende desde lo evolutivo y lo biológico. El sujeto


no es un ente metafísico sino un ser vivo, el cual es autónomo y
autoorganizador de la información y la actividad y es el fruto de la
complejidad creciente, propia del proceso evolutivo. Pero para
lograr autonomía extrae energía desde lo exterior, depende del
medio energético e informático. El sujeto no es una maquina,
porque esta no es capaz de repararse ni regenerarse y el sujeto
vivo se reproduce y se regenera hasta morir.

El sujeto supone autonomía e independencia, la biología molecular


y la genética nos dan elementos para entender esta organización,
no así la biología tradicional que es mecánica. Una bacteria ya es
autoorganizadora, tiene autofinalidad, ella misma es para sí misma,
es un esbozo de sujeto. Pero en el ser humano, el cerebro amplía
esta posibilidad.

El sujeto es autoconstructor de su propia identidad, la cual no es


asimilable al principio de identidad aristotélica. “Yo soy mi mi
mismo”, “yo ocupo un sitio en el espacio”, “yo hablo”. La identidad
permite la autorreferencia; puedo referirme a mí mismo, pero para
referirme a mí, tengo que referirme al mundo externo. Dentro de lo
biológico, el sistema inmunológico es un ejemplo de la identidad,
porque su papel es excluir lo que no es suyo, lo que no es de su
identidad, lo que no pertenece a su tarjeta de identidad. La
identidad, también, se relaciona con la permanencia, la cual es
una dimensión temporal.

El sujeto requiere también de un proceso de inclusión y exclusión:


cualquiera puede decir yo, pero nadie puede decirlo por mí. Es
decir soy único, aun en el caso de que no exista una diferencia
genética homocigótica; ninguno puede decir yo en lugar del otro.

La afectividad es un rasgo constitutivo del sujeto; cuando decimos


subjetivo nos referimos a algo emocional, el desarrollo afectivo esta
ligado al desarrollo superior del sujeto.

Íntimamente relacionado con el sujeto esta el lenguaje que es un


instrumento no solo de socialización sino de objetivación. Por
medio del lenguaje entendemos el mundo que nos rodea y
controlamos las demandas del medio. (Moran 1998).

3. CARACTERÍSTICAS DEL SUJETO.


Es muy importante tener en cuenta qué es lo que caracteriza a un
sujeto para saberlo distinguir del mundo de los objetos.
Analizaremos cada una de las características en forma breve y
precisa.

La primera y más importante es la interioridad. Ésta se refiere al


mundo íntimo, propio y exclusivo que sirve para diferenciarlo del
mundo de las cosas, del mundo de la objetividad, cuya
característica es la exterioridad. La interioridad implica intimidad y
necesidad de ser revelada y manifestada a través del cuerpo y de
las palabras.

Relacionada con la anterior, la vida es otra de las características de


la subjetividad, ya que ésta posee los elementos biológicos que le
permiten actuar como un ser vivo, autónomo, en crecimiento, en
regeneración continua y con tendencia a la muerte. La complejidad
creciente, propia de los seres vivos, está presente en todo sujeto.

El sujeto es un agente, es decir dirige con autonomía y decide


libremente el proceder que conlleva la respuesta a las demandas
ecológicas. No es un ser que responde a estímulos y respuestas,
sino que procesa la información internamente y de acuerdo a ella
procede a actuar.

La autoorganización, hoy llamada autopoiesis, es quizás lo más


destacado en el pensamiento actual relacionado con el sujeto. Éste
es un organizador de la información, de la acción y de la
experiencia. Organiza la información mediante la conciencia fruto
de la percepción del mundo de los otros y de sí mismo. La
información que recibe no es aceptada tal cual, sino que es
procesada a la luz de su centro organizador y de su experiencia
previa, que se obtiene de la formación de esquemas mentales.
Tiene como fin preservar la identidad del yo. Auto organiza la
acción con la búsqueda de un sentido que le permite mantener el
ecosistema a su servicio mediante la libertad y la motivación.
Finalmente autoorganiza la experiencia que está íntimamente
relacionada con las emociones, para que éstas no se desarticulen,
se disgreguen, sino que adquieran un sentido de continuidad y de
unidad.

Por tanto el sujeto es un centro al cual llega toda la información


externa e interna y un centro del cual dimana la acción.
El sujeto se caracteriza igualmente por ser un proceso, lo que
quiere decir que no es algo estático, ni un concepto metafísico,
filosófico o epistemológico. Por el contrario está en cambio
continuo, construyéndose, progresando y alcanzando su plena
realización en el tiempo.

Por lo anterior la continuidad y el cambio, es la dialéctica


primordial de un sujeto considerado como proceso; en él existe algo
que permanece a través del tiempo, pero igualmente está en
continuo cambio. La paradoja anterior hace que el sujeto no sea
estático y que desde el momento mismo de su existencia, se
mantiene en una continua reorganización de su yo, cada vez que
las demandas del ambiente se lo exijan. Garantizar ésta doble
realidad conduce a la identidad.

Lo que más ha sido estudiado en la psicología es la identidad, la


cual se refiere a la unicidad del sujeto, o del ser humano. Esto
quiere decir que cada uno de los hombres posee un distintivo
exclusivo, único, irrepetible, que lo hace diferente de cualquier otro
ser sea subjetivo o sea objetivo. La identidad también se refiere a
la permanencia dentro del continuo cambio del cual hablábamos
anteriormente. La originalidad, la creatividad son propias de un ser
que ha mantenido su identidad. La lucha por la existencia, por la
supervivencia, por ser persona, la osadía de existir, están
orientadas a mantener la identidad. El desequilibrio, la enfermedad
psíquica, la esquizofrenia, están relacionadas con la pérdida de la
identidad.

Otra característica del sujeto es la autonomía, la cual le permite


tomar decisiones desde su propia interioridad sin que tenga que
depender, para su decisión libre de los demás y de lo demás, no
queriendo decir esto que no sean tenidos en cuenta los datos
provenientes del exterior.

La diferenciación, es un proceso muy estudiado por la psicología


ya que ésta es una de las tareas más importantes que tiene el
sujeto para lograr su identidad; diferenciarse de lo otro y del otro.
Cuando esto no ocurre, el yo de la persona se ve altamente
afectado y conduce al delirio y la alucinación.

La individuación, que es el proceso mediante el cual un sujeto


realiza su propia identidad y se separa de sus cuidadores, se
convierte en una de las características más sobresalientes del
sujeto. Toda la existencia está marcada por una lucha continua
entre la individuación y la simbiosis con el otro.

El autocontrol, lo podemos entender como la capacidad que tiene


el sujeto para organizar la información recibida del medio y
reaccionar no de acuerdo a los estímulos reflejos, sino a los
principios y filosofía asimilada libremente por él.

La autoestima, surge en el sujeto del aprecio que adquiere sobre sí


mismo cuando se da cuenta que ha logrado su identidad,
individuación, diferenciación y que es un ser valioso como tal.

La autoimagen, caracteriza al sujeto, de acuerdo a la percepción


que tiene de su cuerpo, el cual es una proyección de su yo en el
mundo que lo rodea. El esquema corporal, o percepción del
cuerpo, cuando éste no se disgrega del sujeto es un esquema
positivo y altamente valorado como parte integrante de su persona.

El sujeto va logrando la llamada meta cognición, la cual consiste


en la capacidad reflexiva que tiene para auto observarse, diferenciar
sus pensamientos, sentimientos, conductas. Sirve para establecer
una teoría sobre la mente propia y la mente ajena, para establecer
objetivos, descentrarse y entender que el otro es diferente. Le
permite, también, compartir la subjetividad del otro y desarrollar el
sentido de pertenencia a un grupo. La meta cognición está muy
afectada en las personas desequilibradas psíquicamente que no
han podido llegar a ser un sujeto.

El sujeto humano es un ser temporal, esto quiere decir que vive y


existe en el tiempo, por medio de su imaginación y de su memoria
puede recorrer vertiginosamente las tres dimensiones del pasado,
del presente y del futuro, manteniendo su propia identidad.

Como ser temporal el hombre es un ser histórico, y es por esto por


lo que se caracteriza por ser un narrador de su vida y de su
existencia, la narración ha cobrado hoy una importancia muy grande
en el mundo de la psicología, porque le permite al sujeto dar sentido
a su vida, integrar los eventos cambiantes en una continuidad e
identidad originaria. La terapia cognitiva narrativa utiliza éste
elemento para lograr el proceso de reorganización del yo.

Dar sentido al quehacer es un programa característico del sujeto,


lo que conlleva a que es una de las tareas fundamentales del existir
como sujeto; procesar la información, motivarse, actuar y responder
a las demandas del medio, dependen del sentido que le esté dando
a todo esto.

Todo lo anterior necesariamente conduce a la coherencia, porque


como se dijo antes, la complejidad del sujeto, la incertidumbre en la
que se mueve, la identidad que posee, requieren de una coherencia
interna que le permita subsistir como tal, su carencia sería
catastrófica, tal como lo viven los esquizofrénicos.

Rogers, por su parte señala otras características del sujeto. Una de


ellas es la totalidad (Gestalt). El sujeto es una totalidad no es un
elemento aislado, es un conjunto de relaciones, estructuras
mutuamente conectadas y responde como un todo. Otra de las
características señalada por Rogers es la tendencia actualizante
del sujeto, la cual consiste en que el sujeto no es algo totalmente
acabado, es una potencia, o capacidad para crecer y para lograr
llegar a su perfección y a su plenitud, continuamente está
creciendo, está adelantándose y actualizándose. Para ello cuenta
con un sistema regulador de control, lo que significa que el sujeto
puede por sí mismo conocer y mantener las condiciones que le
permiten el mejoramiento, el progreso y su perfección, hasta lograr
llegar a ser plenamente humano. El sujeto posee una capacidad
de evaluación organísmica, que consiste en ser capaz de conocer
desde su organismo qué es lo valioso y qué es lo perjudicial para su
supervivencia como sujeto existente e idéntico. Finalmente Rogers,
nos muestra otra característica del sujeto y es la necesidad de
consideración positiva, para poder surgir como persona, ésta
condición debe ser adquirida de otros sujetos creando el clima
propicio de aceptación incondicional, empatía y congruencia.

4. EL SÍ MISMO.

Estrechamente relacionado con el sujeto está el concepto sobre “el


sí mismo”, que se entiende como el “yo-personal”, “el Self”, términos
éste que se refiere al sujeto y a la persona desde un punto de vista
psicológico. El sí mismo es algo central, núcleo fundamental e
inherente al hombre, que lo distingue de lo objetivo, un suceso
independiente en el universo, un sistema motivacional, cognitivo,
singular, único, delimitado e integrado, centro de la conciencia.
(Schnistmam 2000).

4.1 Sentimiento del yo.


A través del sentimiento que cada persona tiene de su yo, o de su sí
mismo puede diferenciarse del “no yo”, es decir de las cosas, de las
otras personas y de todo lo que no se relacione con mi intimidad; lo
mío es lo de dentro de mi esfera, lo no mío es lo restante. El yo se
revela con el sentimiento como persona global y dialogal; no es
estar ahí como un objeto que nunca está presente, sino como un
centro activador.

El sentimiento del yo tiene cuatro funciones muy específicas:


confirmar, afirmar, separar y relacionar. El sentimiento confirma al
yo en su existencia distinguiéndola del no-yo. Afirma lo mío frente
a lo no mío. Separa al objeto del sujeto y relaciona a ambos: lo de
dentro y lo de fuera.

Cuando hay un rompimiento entre los límites que existen entre el yo


y el no yo, entre lo de dentro y lo de fuera, surge el delirio y la
alucinación propios del psicótico.

4.2 La Unidad.

El sí mismo es una realidad que lo hace a uno ser uno y no otro en


el espacio merced al cuerpo, en la acción y en el propósito. Se es
más hombre en cuanto más unitario sea su acción y en cuanto más
claro sea el propósito y el principio de unidad. El espacio vital es el
lugar donde se celebra la relación entre el sujeto y el objeto, esto es
entre el sí mismo interno y las cosas que están por fuera.
Interviene en todas las relaciones, su carácter es ser objetivador;
todos los fenómenos que se dan en el espacio vital aparecen ante
el yo, como exteriores y organizados jerárquicamente de acuerdo
con las direcciones vitales.

El espacio vital, el cual es interno y es el lugar donde el yo se


mueve con objetos interiorizados, posee cuatro ejes primarios: el
eje vertical, horizontal, antero-posterior y circular. Éstos ejes
permiten establecer las categorías existenciales y son esquemas
referenciales que se hacen presentes en la fantasía, los sueños, la
mitología, el lenguaje, la historia y la experiencia. El espacio vital es
el campo donde se realiza el drama de la existencia y la experiencia
del sí mismo con el mundo.

El eje vertical: está comprendido por lo que está arriba y abajo en


la existencia, aparece en los sueños y en las fantasías de
ascensión; se refiere a: lo alto, lo exaltado, el entusiasmo, los
pensamientos altos, la mente en alto. El yo busca sobrepasarse,
subir, ascender. El poeta vuela por lo alto, lo bueno es lo alto y
liviano, el más allá está arriba. Los ángeles se representan con alas
y en las alturas.

El eje vertical aparece en las mitologías, en la lucha entre lo que


está arriba y lo que está abajo, porque lo bajo es lo malo, lo peor,
los dioses tenían alas en los pies y los seres sobrehumanos se
encuentran en lo alto. Es simbólico de este eje: las escaleras, las
piedras erectas, las montañas sagradas, el ala, la flecha, la realeza,
el sacerdocio, los tronos.

El polo opuesto es lo de abajo, que está en relación con la caída,


con el miedo fundamental del yo, de sucumbir a lo profundamente
bajo. La mitología nos habla de los héroes caídos: Ícaro, Tántalo,
Icson. Nada está fijo, todo danza tenebrosamente y conduce a la
nausea, la verticalidad por sus posibilidades de ascenso y caída se
considera parte esencial de la condición propia del ser humano.

La experiencia del sí mismo en su relación con el mundo y con los


otros se vive en el espacio vital dentro el eje vertical.

El eje horizontal: es otra de las dimensiones y categorías


existenciales que pertenecen al espacio vital donde habita el sí
mismo y se refiere a la posición derecha e izquierda; es el eje de los
desplazamientos. La izquierda significa: soltura, liviandad,
liberación, libertad y queda a la zaga de lo de arriba. Ir a la
izquierda es ir lejos. Por el contrario ubicarse en la derecha es
estar atado, es inmovilizarse, es estar pesado y esclavizado. En
éste eje, también, se moviliza el sí mismo.

El eje antero-posterior: el espacio vital no sólo comprende lo de


arriba y abajo, la derecha y la izquierda, también lo es: adelante y
atrás. Éste eje se refiere a la figura-fondo; la figura está adelante y
el fondo está atrás, tiene relación con lo consciente y lo
inconsciente y con lo profundo y lo superficial.

El eje circular: como dice Karl Jáspers “cada ser parece en sí


redondo” y Jung ve en círculo la más auténtica representación
simbólica del yo. El círculo es el arquetipo “sí mismo”, por eso el
niño el primer dibujo que realiza de un ser humano es un círculo. El
círculo es tranquilizante, femenino y en momentos de peligro nos
acurrucamos como haciendo un círculo.

El círculo está relacionado con la afectividad, porque la relación del


yo con el mundo y con los otros, es una relación afectiva; el
intercambio del espacio vital es afectivo y es a través de la
afectividad como se logra estructurar su ser en el mundo y con los
otros. El encuentro interpersonal es la coincidencia existencial de
los espacios creándose un singular y unívoco mundo relacional.

4.3. La mismidad.

Lo más característico del sí mismo es la identidad, llamada también


“mismidad”, que es lo que determina un hombre, lo que hace ser
uno mismo y no otro, el que es y no el que no es, es un principio de
continuidad en el tiempo. Por estructurarse en el tiempo, por
amarrarse en él, como lo hace en el espacio, el yo se reconoce,
históricamente siempre el mismo, a pesar de los cambios internos y
externos. En el numeral anterior analizamos el sí mismo en el
espacio, ahora lo estamos analizando en el tiempo. Su historicidad
fundamenta su singularidad.

Yo soy uno en todo momento; de ahí que el hombre no es género ni


especie, la mismidad asegura que la comprensión sólo es posible
de hombre a hombre o de Dios a hombre, se logrará únicamente en
el acercamiento personal.

El elemento temporal, es la esencia de lo diferente, de lo diverso, lo


que hace a un hombre ser ese hombre y no otro. La historicidad es
factor de dispersión, de separación, pero también de
individualización y unión, porque engarzando en una misma fase
presente, pasado, y futuro, construye la seguridad del yo. La
mismidad reúne y sintetiza los datos en una totalidad sucesiva de
datos, con sentido, no la yuxtapone como su espacio, asegurando
su perduración y persistencia (Sauri 1962).

El tiempo se experimenta a través de la imaginación y la memoria,


moviéndose en el presenta, pasado y futuro. Recordar e imaginar
edifican la mismidad, pero si no las integra el yo se convierten en
frenadoras.

El tiempo puede polarizarse con relación al mundo a través de la


melancolía, la exaltación, la repetición, la reflexión y el ritmo. Con la
melancolía se lentifica el tiempo y hace pesado al yo, lo aísla y
vacía la existencia de significado. Con la exaltación el tiempo se
acelera, se mantiene en constante movimiento, la imaginación se
despliega, el yo se expande y se convierte en ávido de novedades.
Por medio de la repetición quiere el yo liberarse del destino del
tiempo. La reflexión asegura el distanciamiento de las cosas y con
el ritmo se accede al mundo combinando el tiempo con el espacio a
través de la música y el baile ( Sauri 1962).

5. FORMACIÓN DEL SÍ MISMO.

El sí mismo, como lo dijimos antes, es un proceso y por tanto se va


desarrollando durante toda la vida como resultado de la relación del
yo con el mundo. Desde su origen al entrar en contacto con los
objetos, entendidos éstos como los seres diferentes a nuestro yo,
bien sean personas, animales, objetos o entidades diferentes a la
realidad interior, se van estableciendo contactos a través de
nuestros sentidos, los cuales al ser percibidos, provocan reacciones
en nuestro organismo, dando origen a respuestas emocionales y se
va tomando conciencia de la realidad, estableciéndose teorías e
interpretaciones de ella.

El fruto de éstas teorías es el establecimiento de esquemas


cognitivo-afectivas, los cuales quedan almacenados en la memoria
y son utilizados cada vez que se recibe nueva información del
medio. Una gran parte de éstos esquemas se relaciona con el
centro organizador y autopoiético , es decir se refieren a teorías e
interpretaciones de nuestro yo profundo. Se trata de los auto
esquemas y del núcleo central metafísico. Todo esto se refiere a lo
que nosotros llamamos autoconciencia, que en definitiva va dirigida
a nuestra identidad y a tener conciencia del sí mismo.

Este proceso está mediado por lo que los neopsicoanalistas llaman


“relaciones objetales” y en una versión más actualizada, “la
conducta de apego”. Esto quiere decir que el niño, antes de
ponerse en contacto con el mundo de las cosas, primero lo hace
con sus cuidadores, principalmente con su madre. Por eso el papel
de éstas personas es fundamental en el desarrollo del sí mismo.

Son diferentes las funciones que ejercen los cuidadores con los
niños para la formación del sí mismo. Por una parte, usando la
metáfora del espejo, los cuidadores y primeramente la madre,
retroalimentan con sus palabras y con sus gestos la actividad
relacional del niño. Esto permite crear conciencia del sí mismo, de
tal manera, que cuando dicha relación se ve afectada, provoca
serios problemas de identificación y de integración en la formación
del sí mismo. El niño descubre su sí mismo en el sí mismo de su
madre.

Otra de las funciones que ejercen los cuidadores es la de ser un


lente amplificador. Ésta metáfora nos permite comprender que el
niño toma conciencia, comprende la realidad que lo rodea, le da
significado a través de las relaciones con sus cuidadores. El
contacto con el mundo no es directo, es mediado; de ahí la
importancia de éstas relaciones.

Los cuidadores, para lograr cumplir sus funciones requieren


satisfacer las necesidades básicas de los niños: reconocimiento,
compañía, expansión vital y seguridad. Éstas condiciones permiten
una “base segura” desde la cual el niño explora el mundo de los
objetos y de las personas, regresando a ella cada vez que se sienta
inseguro.

La formación del sí mismo no termina en la niñez, constantemente


el ser humano en su proceso de identificación, individuación y
diferenciación, acudirá, cada que lo necesite a una base segura,
que la puede encontrar en sus amistades, en sus relaciones
amorosas, o en la relación terapéutica.

6. EL HOMBRE EN BUSCA DEL SÍ MISMO.

Rollo May, escribió hace algunos años un libro en el cual planteó la


necesidad que tiene el hombre de hoy de buscar su identidad, su yo
y su sí mismo ( May 1985).

En sus planteamientos, comienza por analizar las dificultades que


presenta el hombre occidental: la soledad y la ansiedad,
generadoras de un vacío existencial, cuyas raíces se encuentran en
la pérdida del sentido del sí mismo, en la utilización de un lenguaje
técnico y no existencial, en la falta de contacto con la naturaleza y
en la pérdida del sentido de lo trágico.

Dice May, que es necesario un redescubrimiento de la personalidad


mediante la experiencia de convertirse en persona, la cual implica
tomar conciencia de sí mismo, mejorar la autoestima, desarrollar la
creatividad y tomar conciencia del cuerpo. Ésta tarea es la lucha
por ser, que implica el corte del cordón umbilical que nos une a
nuestros cuidadores en una dependencia enfermiza. La lucha por
la libertad interior y emocional, el coraje de vivir y todo aquello que
nos conduzca a ser nosotros mismos, es la tarea del hombre de
hoy.

Para poder ser nosotros mismos, se requiere de un ambiente


propicio, el cual fue analizado profundamente por Carl Rogers:
aceptación incondicional, empatía y congruencia. La base segura
nos permite entrar en contacto con la experiencia, procesar
nuevamente la información, resignificar nuestros datos, modificar
los esquemas y autoesquemas, logrando la integración de afectos,
pensamientos y actividades. Así nos convertimos en el centro auto-
organizador de la experiencia, logramos la identidad y la
originalidad de nuestro existir, dando oportunidad a nuestra libertad
de decidir y encontrarle un sentido a nuestra vida como respuesta al
medio.

Si lo anterior no es posible por nuestros propios recursos,


necesitamos de la ayuda terapéutica, estableciendo una relación
genuina, en una nueva base segura y en una relación interpersonal
que nos permite, mediante un proceso, ser nosotros mismos.

Para terminar Rabindranas Tagore, premio Nóbel de Literatura


1913, expresa la condición del sujeto camino a su realización de la
siguiente manera:

“CAMINANTE, ¿adónde vas?”

“Voy a bañarme en el mar al alba rosingrana, por el camino de los


árboles”.

“¿Dónde está ese mar, caminante?”

“Está donde éste río deja de correr, donde el alba se abre en la


mañana, donde la tarde se cae en el crepúsculo”.

“Caminante, ¿Cuántos son los que van contigo?”

“No sé contarlos. Toda la noche vienen caminando con sus


lámparas encendidas; todo el día vienen cantando por tierra y por
agua”.
“¿Y está muy lejos el mar, caminante?”

“Todos preguntamos lo lejos que está; y cuando bajamos nuestro


hablar, el rugido rodado de su agua se hincha hasta el cielo. ¡Está
siempre tan cerca y tan lejos!”

“Caminante, ¡Cómo va quemando el sol ¡”

“Nuestro viaje es largo y penoso. ¡Cantad los cansados de espíritu,

cantad los tímidos de corazón!”

“¿Y si la noche os alcanza caminante?”


“Nos echaremos a dormir hasta que el nuevo día alboree cantando,
y flote en los aires la llamada del mar"

POR Enrique León Arbeláez Castaño

BIBLIOGRAFÍA:
ARBELÁEZ, Enrique. La osadía de ser persona. Medellín:
Publicaciones u.s.b. 2.000.
BOWLBY, John. Una base segura. Barcelona: Paidos, 1995.
FEENEY, Judith. Apego adulto. Bilbao: Desclee de Brower, 2001.
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GUNTRIP, Harry. El Self en la teoría y terapias sicoanalíticas.


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GÜIDANO, Vittorio. El sí mismo en proceso. Barcelona: Paidos,
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MAY, Rollo. El hombre en busca de sí mismo. Buenos Aires:
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SEMERARI, Antonio. Psicoterapia cognitiva del paciente grave.
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Buenos Aires: Carlos Loholé, 1962.

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