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CURSO INTRODUCTORIO
Autora:
Tortoza, Oriana
Su rápida evolución culminó en una de las fechas clave que señalan el nacimiento
de la llamada música contemporánea, el 29 de mayo de 1913, día en que se
estrenó el ballet de Stravinsky “La consagración de la primavera”, cuya armonía
politonal, sus ritmos abruptos y dislocados y su agresiva orquestación provocaron
en el público uno de los mayores escándalos de la historia del arte de los sonidos.
En 1920 con su nuevo ballet “Pulcinella”, dio inicio a la etapa neoclásica, con
homenajes a sus compositores más admirados, como Tchaikovsky “El beso del
hada”, Haydn “Sinfonía en do” o Mozart “La carrera del libertino” y obras tan
importantes como “el Octeto para instrumentos de viento”, “la Sinfonía de los
salmos” o “el ballet Apollon Musagète”, ente muchos otros. En ellas Stravinsky
abandonó las armonías disonantes y la brillante orquestación de sus anteriores
composiciones para adoptar un estilo más severo y objetivo (Tamaro, 2012).
Diaghilev exigía una coreografía tan demandante como la música misma, por lo
qué ballet fue coreografiado por otro gran bailarín, Vaslav Nijinsky. A lo que Igor
Stravinsky (1967) expresó: “Entre todas las interpretaciones de la Consagración
de La Primavera que yo he visto, considero que la de Vaslav Nijinsky es la
mejor”. Siendo un performance que pasó a la historia como el inicio de una etapa
neoclásica par la música del momento.
El argumento trataría del sacrificio ritual de una joven virgen, bailando hasta la
muerte ante su tribu, para celebrar la llegada de la primavera, en la Rusia arcaica,
pagana y primitiva. Dando así una representación de ballet con coreografías y
orquesta como nunca antes visto en esa época, causando revuelo entre el público
presente, quienes desaprobaron la creación de Stravinski desde su estreno
(Ramírez, 2016).
Los rasgos más sobresalientes de esta etapa son destacados por los aspectos
centrales del periodo, sin embargo, estos no se limitan únicamente a la distinción
y el orgullo, pues hubo profundas contradicciones sociales, desempleo y pobreza,
duras condiciones de vida obrera y campesina, contradicciones políticas y atraso
en algunas ramas industriales. A principios del siglo XX hubo en el país un
creciente número de suicidios y asesinatos, también surgieron nuevas formas de
mortalidad, como la que se efectuaba desde los automóviles, y las expresiones
violentas del sindicalismo anarquista. Entre 1901 y 1913 el número de asesinatos
violentos subió constantemente, en un ambiente degradado por el creciente
alcoholismo y otros problemas sociales, el aumento del infanticidio y la
desfiguración de rostros con ácido sulfúrico, junto con un difícil ambiente de
preguerra.