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La Condición Física tiene su relevancia en la realidad social (necesidad de una buena salud, calidad
de vida y ocio) y por la satisfacción de practicar actividad física (requiere un mínimo desarrollo de
las Capacidades Físicas Básicas y Cualidades Motrices); Las capacidades físicas básicas son la,
resistencia, fuerza, velocidad y flexibilidad , en cuanto a las cualidades motrices son la
coordinación y el equilibrio, también hay autores que proponen la Agilidad como capacidad
resultante; todas son susceptibles de mejora a través de la práctica de ejercicio físico y el
entrenamiento.
UNIDAD 1
RESISTENCIA
Muchos rendimientos deportivos vienen determinados y limitados por el grado de desarrollo de la
capacidad de resistencia. Aunque la capacidad primaria de cualquier rendimiento deportivo es la
fuerza que se aplica al realizar la actividad específica, sin la capacidad suficiente para mantener la
aplicación de una determinada magnitud de fuerza, es decir, sin una resistencia específica para el
esfuerzo requerido, no se podría obtener nunca un rendimiento óptimo.
Resistencia es la capacidad de resistir. Y resistir es sinónimo de durar una cosa o acción, así como
la capacidad de tolerar una situación, que puede ser un esfuerzo deportivo. Por tanto, la
resistencia, en nuestro campo, hace referencia a la capacidad del sujeto para mantener la
realización de un esfuerzo físico determinado, pero teniendo como particularidad y objetivo que el
rendimiento disminuya en la menor medida posible durante la realización del ejercicio o prueba
de competición.
Esto significa que las posibilidades de "resistir", para un mismo sujeto, están en relación inversa
con la intensidad o potencia desarrollada durante la actividad deportiva. Igualmente, la capacidad
de "resistir" será menor cuanto mayor sea la fatiga. Por tanto, la resistencia viene definida
también por el grado de fatiga y por la capacidad de "tolerar" la fatiga en la realización del
ejercicio. Las posibilidades de "tolerar" un determinado grado de fatiga objetiva (que se pueda
medir) dependen tanto de los factores neuromusculares y metabólicos como de la capacidad
psíquica del sujeto.
Por resistencia también se puede entender normalmente como la capacidad del deportista para
soportar la fatiga psicofísica. Siguiendo a Frey (1977, 351), la resistencia psíquica se define como la
capacidad del deportista para soportar durante el mayor tiempo posible un estímulo que invita a
interrumpir la carga, y la resistencia física, como la capacidad para soportar la fatiga que poseen el
organismo en su conjunto o algunos de sus sistemas parciales.
Una vez expuestas estas características básicas de la resistencia, se puede utilizar como definición
la que aporta Zintl (1991), la cual recoge todos los elementos descritos: La resistencia es la
capacidad de resistir psíquica y físicamente a una carga durante largo tiempo, produciéndose
finalmente un cansancio o pérdida de rendimiento insuperable debido a la intensidad y la duración
de dicha carga, y (el autor pone "o") también la capacidad de recuperarse rápidamente después de
esfuerzos físicos y psíquicos. Dicho brevemente, es la capacidad de tolerar el cansancio más la
capacidad de una rápida recuperación. Se utilizará esta definición, pero sólo con la matización de
que el esfuerzo no tiene que ser necesariamente de larga duración, sino que se puede aplicar a
cualquier esfuerzo en el que se produzca una disminución del rendimiento de manera involuntaria
y que imposibilite mantener la aplicación del mismo grado de fuerza, velocidad o potencia (la
velocidad y la potencia son dependientes de la fuerza) durante el transcurso de la prueba o
competición.
Generalmente, la resistencia se relaciona con acciones prolongadas en el tiempo, pero esto es una
visión parcial de la misma. La pérdida de velocidad de un corredor de 100 metros en la última fase
de la carrera es una clara manifestación de resistencia. Si el sujeto pudiera mantener los valores
de fuerza máxima y explosiva aplicados en la fase de máxima velocidad de desplazamiento, el
resultado final de la carrera sería muy superior. Por tanto, cualquier actividad, por muy corta que
sea su duración, en la que se produzca una reducción de la velocidad o potencia de ejecución de
manera involuntaria durante la realización de la misma, es dependiente en mayor o menor grado
de la resistencia. Pero, obviamente, las características de la resistencia y los factores
determinantes de la misma son muy diferentes en función del tiempo que haya de mantenerse el
esfuerzo de competición.
El hombre posee dos tipos principales de fibras musculares, las de contracción lenta (fibras ST o de
tipo I) y las de contracción rápida (fibras FT o de tipo II). La distribución se sitúa normalmente en
un 50 % de fibras FT y está determinada por la herencia genética. Suele darse una relación
estrecha entre el porcentaje de fibras y el consumo máximo de oxígeno, el criterio básico de la
capacidad de rendimiento en resistencia (cf. también Bergh y cols., 1978, 152; Farrell y cols., 1979,
341; Inbar/Kaiser/Tesch, 1981, 156). Dado que las fibras ST y FT presentan propiedades
metabólicas y mecánicas diferentes, hemos de asumir que su participación en tareas diferentes,
de intensidad distinta, tendrá lugar de acuerdo con una serie de regularidades planificadas
(pensemos en la práctica de la carrera continua o la carrera de velocidad constante, en el
entrenamiento de intervalos extensivo o intensivo, etc.).
Varios estudios confirman esta suposición, mostrando una degradación selectiva del glucógeno y,
por tanto, un modelo de activación selectivo: las tensiones musculares por debajo del 20‐25 % de
la fuerza isométrica máxima (FIM) movilizan sólo fibras ST, y las tensiones por encima de esta cifra,
sólo fibras FT (Gollnick y cols., 1973, 615; Saltin, 1973, 142; Tidov/Wiemann, 1993, 92 s. y 136 s.).
Por lo demás, las tensiones superiores al 20‐25 % sólo se obtienen en carrera con un trabajo duro
y velocidad constante. En relación con el consumo máximo de oxígeno, Piehl (1975, 33) encontró
un modelo similar de gasto del glucógeno; con una intensidad de hasta el 90 %, del consumo
máximo de oxígeno se agotan primero las fibras ST, y con una intensidad mayor del 90 %,
El glucógeno tiene una importancia crucial para el organismo en un doble sentido. Por una parte,
el cerebro necesita constantemente glucosa (un descenso de la glucosa en sangre debido al
agotamiento del nivel de glucógeno en el hígado debilita la capacidad de concentración y de
coordinación); por otra parte, en situaciones de carencia de oxígeno sólo resulta posible la
combustión de glucosa, no la de grasa.
Este principio ha sido demostrado de forma brillante por Saltin (1973, 140) y Karlsson (cit. en
Bosco, 1990, 30), con la ayuda de biopsias efectuadas a jugadores de fútbol: el volumen y la
intensidad de los rendimientos de carrera de cada jugador estaban en estrecha correlación con el
nivel inicial de las reservas energéticas en la musculatura de trabajo.
Con un entrenamiento regular de la resistencia –dando por consabida una nutrición correcta– se
produce un aumento de las reservas energéticas a través del constante vaciamiento y la
consiguiente repleción, en el proceso conocido como supercompensación: el nivel inicial de
glucógeno en el músculo y el hígado puede superarse en más de un 100 %.
Después de un agotamiento completo del glucógeno, la recuperación del nivel de partida puede
durar unas 46 horas. Hemos de destacar que la resíntesis de las reservas energéticas celulares
transcurre con mayor rapidez en las primeras 5 o 6 horas que, en las horas posteriores, y que el
proceso se acelera en las fibras FT en comparación con las ST (Piehl, 1975, 37).
El contenido en glucógeno del músculo esquelético se sitúa normalmente entre 1 y 2% (g por 100
g de músculo), y el del hígado entre 1,5 y 6% (Keul/Doll/Keppler, 1969, 30). Después de la última
ingesta de alimento, las necesidades de glucógeno pueden quedar cubiertas durante un período
entre 8 y 12 horas con las reservas del hígado (Siegenthaler, 1973, 80). Las existencias de glucosa
en sangre son relativamente escasas, situándose en unos 6 g. Esta cantidad alcanza para un
trabajo máximo de unos 2 minutos de duración (Nöcker, 1974, 26).
Interesa señalar además que la regulación del azúcar en la sangre es una función desempeñada
sólo por el glucógeno del hígado, pues sólo el hígado posee la enzima necesaria para liberar
glucosa a partir del glucógeno, la glucosa‐6‐fosfatasa, y, por tanto, para transportar la glucosa a
través del torrente sanguíneo hacia la célula muscular. El músculo no dispone de esta capacidad
(cf. Gollnick/King, 1969, 27).
Como muestran numerosos estudios, la actividad enzimática tiene lugar, dependiendo de las
modalidades de entrenamiento, en el sarcoplasma (sede de la producción de energía anaeróbica),
en las mitocondrias (sede de la producción de energía aeróbica) o en los dos ámbitos. El
entrenamiento aeróbico asegura una cantidad elevada de enzimas oxidativas (aeróbicas) y
aumenta su velocidad metabólica a través de un incremento considerable de su actividad. De esta
forma se mejora el suministro energético y la capacidad de resistencia contra la fatiga (cf. Sch‐
midtbleicher/Haralambie, 1981, 221; Schwaberger y cols., 1982, 3; Neumann, 1988, 407). Bajo el
influjo de un entrenamiento de resistencia aeróbico no sólo se producen modificaciones en el
número y la actividad de las enzimas, sino que se duplican o triplican –como requisito de dichas
modificaciones– el número y el tamaño (superficie) de las propias mitocondrias (cf. Saltin, 1973,
139; Schön, 1978, 77).
Todo estímulo de carga incide de forma primaria sobre la célula, y el sistema cardiovascular es en
este aspecto sólo un mecanismo auxiliar, cuya tarea es la de satisfacer las necesidades del
metabolismo celular.
El mantenimiento del equilibrio entre la necesidad de oxígeno de la célula muscular y la oferta del
mismo está asociado al siguiente sistema (cf. Hecht, 1972, 359; Keul/Kindermann/Simon, 1978,
23):Intercambio de gases en el pulmón (capacidad de difusión);Corazón como bomba
alimentadora; Sangre como vehículo de transporte de oxígeno; Lecho capilar (capacidad de
intercambio).
Al final de este sistema funcional se encuentra la célula muscular como estímulo de los “sistemas
transportadores”. Los receptores sensibles a la acidez en el músculo regulan, según Stegemann
(1963, 49), el rendimiento de aporte del sistema cardiovascular en función de la necesidad de
sangre en el músculo que trabaja. El intercambio de sustrato y la acumulación, la liberación y la
utilización de la energía tienen lugar en la célula muscular.
Algunos de ellos producen, por ejemplo, un aumento relativamente rápido de tamaño del corazón,
y en cambio contribuyen en escasa medida a mejorar la superficie de intercambio de los capilares
(los vasos sanguíneos más finos, a través de los cuales se produce el intercambio de sustancias con
la célula muscular). Por el contrario, otros métodos influyen marcadamente sobre la capilarización
(aumento del número de capilares) y menos sobre la hipertrofia del corazón. Se ve, pues, que los
distintos métodos y contenidos de entrenamiento pueden influir de forma muy detallada sobre las
siguientes magnitudes cardiovasculares, con las lógicas consecuencias para la metodología del
entrenamiento.
En línea con lo que se ha mencionado, el tiempo y la intensidad o potencia absoluta que requiere
la actividad deportiva sirve para diferenciar dos formas básicas de entender la resistencia. Así,
Wilmore y Costill, (1994) consideran que la resistencia es un término que describe dos conceptos
distintos pero relacionados, como son la resistencia "muscular" o local y la resistencia
cardiorrespiratoria. Cada una de ellas contribuye de manera diferente y específica al rendimiento
deportivo y tiene mayor o menor importancia en función de las necesidades o exigencias de la
especialidad deportiva.
El Colegio Americano de Medicina del Deporte (1991, en la cuarta edición de su guía sobre la
valoración y prescripción de la actividad física) define la resistencia cardiorrespiratoria como la
capacidad para realizar un ejercicio dinámico con la activación de grupos musculares de gran
tamaño a intensidad moderada o alta por espacios de tiempo prolongado.
En el ámbito del entrenamiento se emplean con mucha frecuencia los términos capacidad
aeróbica y resistencia aeróbica para referirse a la resistencia cardiorrespiratoria. Si la capacidad
cardiorrespiratoria se identifica con estas dos expresiones de resistencia aeróbica, vendrá definida
como el tiempo durante el cual puede ser mantenido un esfuerzo de una determinada intensidad,
cuando la energía necesaria es suministrada, de forma prácticamente exclusiva, por procesos
metabólicos aeróbicos. Para ello, el ejercicio ha de requerir la participación de buena parte de la
masa muscular corporal. Si la masa muscular activa es pequeña, se estará midiendo la resistencia
del grupo muscular activo, pero no la capacidad de resistencia o resistencia aeróbica (Gorostiaga y
López‐Calbet, 1998). El metabolismo aeróbico es el proceso de suministro de energía que tiene
lugar en las mitocondrias con presencia de oxígeno.
Según estos mismos autores, la capacidad aeróbica será tanto mayor cuanto más elevada sea la
cantidad de energía que pueda suministrar el metabolismo aeróbico. Por tanto, el trabajo
mecánico que pueda efectuar el deportista en condiciones aeróbicas dependerá de la capacidad
de suministro de energía por parte del metabolismo aeróbico al aparato contráctil.
Como se puede observar, hay dos formas básicas de resistencia. Una de ellas que se requiere
cuando la acción es de corta duración y el rendimiento depende de manera relevante de la fuerza
muscular y de los procesos anaeróbicos. Pueden intervenir pocos grupos musculares o muchos. Lo
fundamental en su definición es la intensidad y la duración del esfuerzo. A este tipo de resistencia
se le denomina generalmente como resistencia anaeróbica. Y la otra forma es aquella que se
requiere cuando el esfuerzo es prolongado, la intensidad, velocidad o potencia absolutas son
pequeñas o moderadas, intervienen necesariamente grandes grupos musculares y todo el cuerpo
como un todo, y el rendimiento depende principalmente de la capacidad de proporcionar energía
por la vía aeróbica, aunque tampoco debería olvidarse la importancia del sistema neuromuscular.
A este tipo de resistencia se le denomina generalmente como resistencia aeróbica.
RESISTENCIA AERÓBICA
POTENCIA AERÓBICA
A la cantidad máxima de energía que un sujeto pueda generar por la vía aeróbica en la unidad de
tiempo al realizar un esfuerzo progresivo hasta el agotamiento, se le denomina potencia aeróbica
máxima o consumo máximo de oxígeno (consumo máximo de oxígeno en la unidad de tiempo o
VO2 máx.). Se expresa en términos absolutos como litros por minuto o, de manera más apropiada,
en términos relativos como ml · kg‐1 · min‐1. Según Wilmore y Costill (1994), la mayoría de los
científicos del deporte consideran el VO2 máx. como la mejor medición de la resistencia
cardiorrespiratoria en el laboratorio. Junto a este valor de potencia aeróbica máxima,
La potencia aeróbica máxima se mide a través del VO2 máx. Porque existe una relación lineal entre
el consumo de oxígeno (VO2) y la cantidad de energía suministrada al aparato contráctil por el
metabolismo aeróbico (Gorostiaga y López‐Calbet, 1998). Y el VO2 máx. Es importante para el
rendimiento porque en numerosos estudios se ha observado que existe una relación lineal entre el
tiempo de resistencia y el VO2 máx. En esfuerzos de intensidades moderadas y altas (varios
autores, en Gorostiaga y López‐ Calbet, 1998)
El VO2 máx. Está íntimamente relacionado con el sistema de transporte de oxígeno, que depende
del gasto cardiaco (volumen sistólico · frecuencia cardiaca) y de la capacidad máxima de la
utilización de oxígeno, que se expresa por la diferencia arteriovenosa (diferencia entre el oxígeno
presente en la sangre arterial y la venosa, que es un indicador del oxígeno utilizado por el
músculo). Por tanto, la resistencia aeróbica depende de la capacidad de suministro de oxígeno y
de la capacidad de utilización del mismo. Y a su vez, la capacidad de utilización de oxígeno (O2)
depende de la cantidad de O2 que difunde efectivamente al interior de la matriz mitocondrial de
las fibras musculares y del potencial oxidativo de la maquinaria enzimática mitocondrial
(Gorostiaga y López‐Calbet, 1998).
Se ha observado que el VO2 máx. es relativamente poco entrenable. Se estima que se puede
mejorar en un 15‐20% una vez superada la pubertad (Zintl, 1991). Sin embargo, sí es mejorable en
mayor medida el tiempo que se puede realizar un esfuerzo a la intensidad del consumo máximo
de oxígeno y la intensidad (potencia o velocidad) a la que se alcanza dicho consumo. Estas
modificaciones son más importantes para el rendimiento que poseer un alto VO2 máx., pues un
VO2 muy alto que sólo se puede mantener poco tiempo tiene menor efecto sobre el rendimiento.
En dos sujetos con el mismo consumo y la misma velocidad o potencia de VO2 máx, obtendrá
mejor rendimiento el que sea capaz de "resistir" la velocidad de máximo consumo durante más
tiempo. De la misma manera, a igualdad de consumo de oxígeno, será mucho más eficaz el
deportista que lo alcanza a una velocidad o potencia mayor.
La estabilización del consumo de oxígeno cuando aún sigue aumentando la potencia o la velocidad
significa que las necesidades de energía son tan altas que ya no se pueden seguir suministrando
por la vía aeróbica, y está entrando en funcionamiento de manera prioritaria la energía
suministrada por la vía anaeróbica. Si seguimos aumentando o manteniendo una intensidad igual
o superior a la equivalente al VO2 máx., el esfuerzo sólo se podrá prolongar por unos minutos.
Como consecuencia de la intervención prioritaria del metabolismo anaeróbico se produce una
acidosis metabólica al mismo tiempo que aumenta claramente la concentración de lactato en el
músculo y en la sangre. A la intensidad de esfuerzo a partir de la cual se inicia la acidosis
metabólica se le denomina umbral anaeróbico
CAPACIDAD AERÓBICA
El término capacidad hace referencia a la propiedad de las cosas de contener algo dentro de sí
mismas. En nuestro ámbito sería, por tanto, la propiedad del organismo (sistema muscular y otros
sistemas) de contener o almacenar energía. De esta manera, el término capacidad debería
referirse a la cantidad total o máxima de energía o de trabajo realizado (Green, 1994). Esta energía
se puede consumir en más o menos tiempo o a mayor o menor velocidad. El tiempo que dure
("resista") esta energía es inversamente proporcional a la intensidad del esfuerzo. Por tanto, la
capacidad dependerá tanto de la intensidad como de la cantidad de energía disponible.
El desplazamiento del metabolismo aeróbico hacia una mayor utilización de glucosa a medida que
aumenta la intensidad del esfuerzo obedece a que la oxidación de las grasas requiere más oxígeno
para producir la misma cantidad de ATP y a que la cantidad de energía obtenida por litro de
oxígeno consumido en el proceso oxidativo es mayor cuando se oxida glucosa (Gorostiaga y López‐
Calbet, 1998). Dado que al aumentar la intensidad del esfuerzo aumenta la demanda de energía y
la utilización de oxígeno, la disposición de unas determinadas fuentes de energía en mayor o
menor cantidad puede influir en la capacidad de resistencia.
Pero hay otro elemento fundamental relacionado con el rendimiento deportivo, que es la
capacidad de obtener el mayor rendimiento mecánico (rendimiento mecánico, que se traduce e
identifica con el propio rendimiento deportivo). El rendimiento mecánico será mayor cuanta
menor sea la energía consumida para realizar el mismo trabajo. En el campo del rendimiento
deportivo se expresa como economía de esfuerzo. En todos los deportes, pero especialmente en
los que requieren una gran capacidad de resistencia, la economía es determinante, pues ante la
misma intensidad y la misma reserva de energía, obtendrá mejor rendimiento aquel que sea más
"económico", el que consuma menos energía para realizar el mismo trabajo.
En síntesis, la capacidad aeróbica viene definida por la cantidad total de energía que se puede
proporcionar por el metabolismo aeróbico, se mide por el tiempo que se puede "resistir" el
esfuerzo a una intensidad determinada, y ante una misma intensidad depende de la cantidad de
energía específica disponible y de la economía de esfuerzo. Por tanto, la capacidad del sujeto no
es única, sino que dependerá de la intensidad o potencia a la que se mida. Ante una misma
intensidad (velocidad o potencia), el sujeto que "resista" más a dicha intensidad tendrá mayor
capacidad específica para esa intensidad. Si la intensidad requiere un aporte de energía
suministrado principalmente por el metabolismo aeróbico, la capacidad se puede considerar como
capacidad aeróbica.
Todo lo relacionado con la resistencia anaeróbica hace referencia al suministro de energía sin la
utilización del oxígeno, aunque no toda la energía suministrada en un esfuerzo de alta intensidad
proceda de los procesos anaeróbicos. Pero al hablar de la resistencia anaeróbica hemos de
distinguir dos fuentes de energía prioritarias de características muy diferentes. Cuando el esfuerzo
es de muy corta duración (sólo cinco‐ seis segundos), la energía puede proceder directamente, y
es posible que, de forma total, de los fosfágenos (fosfocreatina y ATP disponibles en el músculo), y
sin producción de ácido láctico derivado directamente de esta fuente de energía, por tanto, es una
fuente de energía anaeróbica aláctica.
Cuando el esfuerzo se prolonga durante más tiempo y la intensidad supera claramente el umbral
anaeróbico, los fosfágenos tienden a agotarse y hay que recurrir a la formación de nuevas
moléculas de energía por la vía glucolítica anaeróbica, a través de la cual se transforma el
glucógeno y la glucosa en ATP, produciendo lactato si la intensidad es alta. Tenemos, por tanto,
una fuente de energía anaeróbica láctica. En esta situación anaeróbica, los hidratos de carbono
son las únicas fuentes de energía posible para proporcionar ATP a la célula (McArdle y col. 1990)
Para que se produzca la máxima manifestación del metabolismo anaeróbico, el esfuerzo ha de ser
de corta duración (60‐90"), la intensidad ha de ser máxima para el tiempo de esfuerzo y llevar al
agotamiento a medida que el tiempo de esfuerzo se prolonga.
•Potencia anaeróbica láctica: se supone que refleja la fase de mayor producción de ácido láctico
en la unidad de tiempo, aunque no se pueda medir fácilmente. El tiempo de producción se estima
que va, aproximadamente, desde los 10” a los 3’. Tomando como referencia la cantidad total de
energía producida, tenemos:
Máxima síntesis de ATP por unidad de tiempo que se puede realizar por medio del metabolismo
anaeróbico aláctico en un esfuerzo máximo de corta duración. Viene determinada por la velocidad
máxima con la que la miosina ATPasa es capaz de hidrolizar ATP (liberación de la energía del ATP
en presencia de agua), puesto que la velocidad de suministro de ATP por la reacción de la
creatinquinasa (CK, enzima que activa la formación de ATP transfiriendo un fósforo de la
fosfocreatina al ADP) es superior a la máxima actividad de la miosina ATPasa, y, por tanto, no es
limitante (Gorostiaga y López‐ Calbet (1998).
Máxima síntesis de ATP por unidad de tiempo que se puede realizar por medio del metabolismo
anaeróbico láctico en un esfuerzo máximo de corta duración. Depende de la actividad de la
fosfofructoquinasa (PFK, enzima que activa la formación de ATP por la vía de la glucólisis
anaeróbica). El tiempo de medición puede estar entre los 10 y los 30” de esfuerzo. La enzima PFK
es inhibida cuando caen los valores del pH (aumento de la acidez), y esto puede ocurrir después de
30‐40” de esfuerzo a la máxima intensidad (Gorostiaga y López‐Calbet (1998).
Según las definiciones anteriores, la capacidad anaeróbica láctica seria la cantidad máxima o total
de ATP sintetizado por medio del metabolismo anaeróbico láctico en un tipo específico de
esfuerzo máximo de corta duración. Para que se manifieste la máxima capacidad anaeróbica, el
esfuerzo debería llevar al agotamiento. Green (1994) considera que se debe distinguir el concepto
de capacidad anaeróbica del de trabajo anaeróbico. La capacidad de trabajo anaeróbico debe
definirse como la cantidad total de trabajo externo (mecánico) efectuado durante un tipo
específico de ejercicio hasta el agotamiento, el cual ha de ser de suficiente duración como para
requerir un aporte casi máximo de ATP por parte del metabolismo anaeróbico, siempre que este
aporte de ATP sea superior al que se aporta por el metabolismo aeróbico. Todo lo expuesto sobre
la diferenciación de las distintas manifestaciones de la resistencia debe considerarse como un
intento metodológico de diferenciación de las distintas situaciones, pero en la práctica, los límites
entre los procesos biológicos que sirven para diferenciarlos se superponen, actuando las distintas
vías de manera simultánea, sobre todo en el inicio del esfuerzo o actividad física realizada. Han de
considerarse, por tanto, como situaciones metabólicas predominantes en cada caso, pero no
como únicas o exclusivas.
Como se ha indicado en repetidas ocasiones, tanto las características que definen a la resistencia
aeróbica como a la anaeróbica tienen una clara dependencia del tiempo. En la metodología del
entrenamiento se ha considerado que el tiempo durante el que se desarrolla el esfuerzo dentro de
cada vía energética es un criterio válido para hacer diferenciaciones dentro de cada una de estas
expresiones de resistencia. Esto se justifica porque, aunque se trate de una misma vía energética
prioritaria, los factores determinantes y las necesidades de entrenamiento son distintas en función
del tiempo que dure el esfuerzo.
El criterio para determinar los tiempos en la resistencia con predominio del metabolismo aeróbico
es el máximo consumo de oxígeno que puede alcanzar el sujeto durante la realización del esfuerzo
o prueba si ésta se hace a la máxima intensidad. Así, se distinguen:
Resistencia aeróbica de duración media. La duración del esfuerzo sería de 10’ a 30’. El aporte
máximo de oxígeno en esta situación en una persona entrenada puede llegar al 90‐95%. Es
también relevante en este tipo de resistencia el nivel del umbral anaeróbico o porcentaje del VO2
máx. Que se puede mantener durante toda la prueba.
Resistencia aeróbica de duración larga. La duración del esfuerzo sería de > 30’. El aporte máximo
de oxígeno en esta situación en una persona entrenada puede llegar hasta el 90%. Es también
relevante en este tipo de resistencia la magnitud de los depósitos de glucógeno.
El criterio para determinar los tiempos en la resistencia con predominio del metabolismo
anaeróbico es el porcentaje de energía obtenida por vía aláctica y láctica durante la realización del
esfuerzo o prueba si se hace a la máxima intensidad. Así, se distinguen:
•Resistencia anaeróbica de duración corta. La duración del esfuerzo sería de 10 a 20”. Más del
80% de la energía se considera que es de carácter aláctico.
•Resistencia anaeróbica de duración media. La duración del esfuerzo sería de 20 a 60”. El esfuerzo
se realiza con un predominio del metabolismo láctico, más del 70%. Lógicamente, este porcentaje
será muy diferente si la prueba dura 20” que llega a los 60”.
•Resistencia anaeróbica de duración larga. La duración del esfuerzo sería de 60 a 120”. Según el
autor, el esfuerzo se realiza con un predominio del metabolismo láctico, de aproximadamente el
60%, pero actualmente se estima que la contribución aeróbica en estos casos es más alta.
El criterio utilizado en este caso es el régimen de activación muscular utilizado. Se consideran sólo
dos posibilidades, que la activación sea isométrica (estática) o que sea dinámica, sin distinguir
entre activaciones de tipo concéntrico, excéntrico o combinado (ciclo estiramiento‐acortamiento).
Tenemos, por tanto, dos tipos de resistencia: estática y dinámica. Se considera que la vía
metabólica predominante progresa desde la aeróbica a la anaeróbica según el porcentaje de
tensión muscular que se genera en la activación muscular correspondiente. Así, cuando la
resistencia es de tipo estática, se considera como resistencia estática aeróbica si la tensión
muscular es inferior al 15% de la tensión máxima, y progresa hasta llegar a ser resistencia estática
anaeróbica a partir del momento en que la tensión es de más del 50%. El carácter aeróbico‐
anaeróbico de cada tipo de resistencia se determina por las posibilidades de irrigación del
músculo, que necesariamente disminuyen a medida que aumenta la tensión. Si hablamos de
resistencia dinámica, se estima que la resistencia será dinámica aeróbica si la tensión es inferior al
30%, y progresa hasta llegar a ser resistencia dinámica anaeróbica a partir del momento en que la
tensión es de más del 70%. La mejora de la resistencia estática, tanto aeróbica como anaeróbica,
se consigue principalmente por la mejora de la fuerza máxima estática, ya que esto supone una
reducción del porcentaje de la fuerza máxima necesaria para alcanzar el mismo valor de fuerza.
Una clasificación más operativa que las anteriores toma como criterio el tiempo que dura la
competición, con lo cual se acerca a las necesidades de entrenamiento. En este caso lo que se
hace es una clasificación global de la resistencia sin diferenciar en aeróbico y anaeróbico, ya que
en todas las competiciones siempre hay un porcentaje determinado de ambas vías metabólicas.
La clasificación es la siguiente:
•Resistencia de corta duración (RCD), con una duración de la competición de 35” a 2’.
•Resistencia de media duración (RMD), con una duración de la competición de >2’ a 10’.
Dada la amplitud del tiempo concedido a la resistencia de larga duración, se hace una subdivisión
de este tipo en otras cuatro categorías, que son:
•Resistencia de larga duración I (RDL I), que comprende a las competiciones de una duración entre
> 10’ hasta 35’.
•Resistencia de larga duración II (RDL II), que comprende a las competiciones de una duración
entre > 35’ hasta 90’.
•Resistencia de larga duración III (RDL III), que comprende a las competiciones de una duración
entre > 90’ hasta 360’.
•Resistencia de larga duración IV (RDL IV), que comprende a las competiciones de una duración de
> 360’.
Existen algunas diferenciaciones de resistencia muy popularizadas como la fuerza‐ resistencia que
se distingue porque en la manifestación de la resistencia interviene decisivamente el factor fuerza,
ya que el esfuerzo se realiza superando una carga (oposición al movimiento) de considerable
magnitud. El éxito en este tipo de resistencia depende de manera notable de la fuerza máxima del
sujeto. Y el tipo de resistencia en el que se ubica es el de corta y media duración.
La fuerza adquiere mayor importancia cuanto más corta es la duración del esfuerzo o competición.
El tiempo de recuperación entre acciones también puede jugar un papel importante en cuanto a la
importancia de la fuerza y la resistencia en el resultado final.
El término velocidad‐resistencia –muy usado en el ámbito del deporte– también encierra una alta
relación con la fuerza, ya que la velocidad es el resultado de la aplicación de una fuerza, y su
magnitud depende de la rapidez con la que se aplique la fuerza y la diferencia que se alcanza entre
la fuerza aplicada y la carga (peso) desplazada. Se utiliza esta expresión cuando se ha de luchar
contra una oposición (carga) a una velocidad máxima o casi máxima.
RESISTENCIA DE BASE
•Mantener o recuperar la capacidad física básica (que podría venir representada por alcanzar o
mantener valores de VO2 máx. de 45‐55 ml · kg · min).
•Crear una buena base de acondicionamiento físico en los deportes que no son “de resistencia”,
con el fin de que contribuya a un mejor acondicionamiento específico.
•Crear una adaptación global del organismo a los esfuerzos específicos de las modalidades de
Resistencia.
•Desarrollar una base de partida elevada que posibilite el máximo rendimiento específico en
Resistencia.
•Mejorar la eficiencia.
La RBac es la resistencia básica que se requiere en deportes no puramente cíclicos como son los
colectivos en general (deportes de cooperación‐oposición: fútbol, baloncesto, hockey, etc.), los de
oposición (lucha, tenis, judo, pelota, esgrima, etc.) y algunos otros en los que la exigencia física en
resistencia sea alta, pero el resultado no depende específicamente de la resistencia. Las exigencias
de cargas son dispares dentro de la propia acción de competición, el volumen total de carga es
alto, pero con numerosas pausas de recuperación, los requerimientos de energía se alternan
constantemente entre el metabolismo aeróbico y el anaeróbico. Se propone con el fin de que a
través de su entrenamiento se alcancen, fundamentalmente, los siguientes objetivos:
RESISTENCIA ESPECÍFICA
•Capacidad para generar energía por la vía de la glucólisis anaeróbica; Capacidad anaeróbica
máxima; Potencia anaeróbica alta; Capacidad de amortiguamiento y tolerancia a la acidez;
Potencia y capacidad aeróbica elevadas; Fuerza máxima óptima; Resistencia a la fuerza específica.
•Potencia aeróbica muy elevada; Máxima capacidad aeróbica a la intensidad específica; Tolerancia
a la acidez; Reservas de energía en forma de glucógeno; Fuerza máxima óptima; Resistencia a la
fuerza específica.