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Shmitt-El Concepto de lo Político

El concepto del Estado supone el de lo político. (De acuerdo con el termino actual, el
Estado es el estatus político de un pueblo organizado en el interior de unas fronteras
territoriales.)

Es raro encontrar una definición clara de lo político. La palabra se usa negativamente. Casi
siempre lo “político” suele equipararse de un modo u otro con lo “estatal”, o al menos se lo
suele referir al Estado. Con ellos el Estado se muestra como algo político, pero a su vez lo
político se muestra como algo estatal, y este es un círculo vicioso que obviamente no puede
satisfacer a nadie.

La ecuación estatal=político se vuelve incorrecta e induce al error en la precisa medida en


que el Estado y sociedad se inter-penetran recíprocamente. Según todas las instancias
sociales se vuelven estatales e inversamente. Cuando esto ocurre, los ámbitos antes
neutrales como la religión, la educación, la economía y la cultura dejan de serlo. De aquí
surge un Estado total basado en la identidad de Estado y sociedad, que no se desinteresa de
ningún dominio de lo real. En este punto la referencia al estado ya no está en condiciones
de fundamentar ninguna caracterización especifica y distintiva de lo “político”.

En un principio la teoría del Estado alemana se atuvo (bajo la influencia del sistema de la
filosofía del Estado hegeliana) a la idea de que el Estado es cualitativamente distinto de la
sociedad y algo superior a ella. Un Estado situado por encima de la sociedad podría
calificarse de universal, pero no de total en el sentido contemporáneo, ya que la cultura y la
economía son apolíticas. Sin embargo, a partir de 1848 la distinción cualitativa entre Estado
y sociedad, que aún sostienen Lorenz von Stein y Rudolf Gneist, empieza a perder su
nitidez.

Teoría de la Genossenschaft de Gierke (1869). Aquí el Estado se concibe como una


corporación de naturaleza esencialmente igual a las demás. Debían integrarse en el Estado
elementos corporativos y de dominio. Pero como se trataba de una corporación, no se puede
hablar de un Estado como estructura de dominio. En realidad, es el Estado total, que ya no
conoce nada que pueda considerar se cómo absolutamente apolítico. Tiene que eliminar la
despolitización del siglo XIX, poniendo así fin al axioma de una economía libre y de un
Estado libre respecto de la economía.

¿Cuáles son las categorías específicamente políticas?

Lo político tiene sus propios criterios y éstos operan de una manera muy peculiar en
relación con los diversos dominios más o menos independientes del pensar y el hacer
humano. Lo político tiene que hallarse en una serie de distinciones propias últimas a las
cuales pueda reconducirse todo cuando sea acción política en un sentido especifico. La
distinción política especifica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y
motivos políticos, es la distinción amigo y enemigo.

En la medida en que no deriva en otros criterios, esa distinción se corresponde en el


dominio de lo político con los criterios relativamente autónomos que proporcionan
distinciones como la del bien y el mal en lo moral, la de belleza y fealdad en lo estético, etc.
El sentido de la distinción amigo-enemigo es marcar el grado máximo de intensidad de una
unión o una separación, de una asociación o disociación. (El enemigo político no necesita
ser moralmente malo o estéticamente feo). Simplemente es el otro, el extraño, y para
determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido
particularmente intensivo. En rigor, solo cada uno puede decidir si la alteridad del extraño
representa en el conflicto concreto y actual la negación del modo de existencia, y en
consecuencia si hay que rechazarlo o combatirlo para preservar la forma esencial de vida.
Pero sobre todo no se los debe reducir a una instancia psicológica privada e individualista,
tomándolos como expresión de sentimientos o tendencias privadas.

El liberalismo intenta disolver el concepto de enemigo, por el lado de lo económico, en el


de un competidor.

Se podrán compartir o no esas esperanzas y esos objetivos pedagógicos; pero lo que no se


puede negar razonablemente es que los pueblos se agrupan como amigos y enemigos, y que
esta oposición sigue estando en vigor, y está dada como posibilidad real para todo pueblo
que exista.

Enemigo es solo un conjunto de hombres que se opone combativamente a otro conjunto


análogo.

Cuando dentro de un Estado las diferencias entre partidos políticos se convierten en “las”
diferencias “políticas a secas”, es que se ha alcanzado el grado extremo de la escala de la
“política interior”. Se lo considera guerra civil, ya que es política interior, si fuera exterior
se lo considera guerra.

Los conceptos de amigo, enemigo y lucha adquieren su sentido real por el hecho de que
están y se mantienen en conexión con la posibilidad real de matar físicamente. La guerra
procede de la enemistad, ya que esta es una negación óntica de un ser distinto. La guerra no
es sino la realización extrema de la enemistad. No necesita ser nada cotidiano ni normal, ni
hace falta sentirlo como alfo ideal o deseable, pero tiene desde luego que estar dado como
posibilidad efectiva si es que el concepto del enemigo ha de tener algún sentido. (La
definición de lo político que damos aquí no es belicista o militarista, ni imperialista ni
pacifista. Tampoco pretende establecer como “ideal social” la guerra victoriosa ni el éxito
de una revolución, pues la guerra y la revolución no son nada “social” ni “ideal”.)
Es por esa posibilidad extrema como la vida del hombre adquiere su tensión
específicamente política. Toda comunidad de cualquier grupo cultural, religiosa o
económica que haga la guerra como tal, bien contra miembros de otras comunidades, es,
más allá de una comunidad una unidad política.

Lo político puede extraer si fuerza de los ámbitos más diversos de la vida humana, de
antagonismos religiosos, económicos, morales, etc. Por sí mismo lo político no acota un
campo propio de la realidad, sino solo un cierto grado de intensidad de la asociación o
disociación de hombres. Sus motivos pueden ser de naturaleza religiosa, nacional (en
sentido étnico o cultural), económica, etc. Y tener como consecuencia en cada momento y
época uniones y separaciones diferentes.

Si los antagonismos económicos, culturales o religiosos poseen tanta fuerza que determinan
la decisión en el caso limite, quiere decir que son la nueva sustancia de la unidad política. Y
si carecen de la fuerza necesaria, significa que no han alcanzado todavía el punto decisivo
de lo político.

La unidad política marca la pauta, sean cuales sean las fuerzas de las que extrae sus
motivos psicológicos últimos. Cuando existe, es la unidad suprema, la que marca la pauta
en el caso decisivo.

En realidad, no existe ninguna “sociedad” o “asociación” política. Lo que hay es solo una
unidad política, una “comunidad” política.

El Estado posee una capacidad aterradora que es la de declarar la guerra. Teniendo a


disposición a los miembros de su propio pueblo para matar y ser matados. Para así procurar
“paz, seguridad y orden”. Así también como el poder de la declaración de un “enemigo
interior” (proscripción, destierro, ostracismo, declaración de persona como enemigo del
Estado). La declaración de este tipo de guerra civil decidirá entonces sobre el destino
ulterior de esa unidad civil. (Este poder sobre la vida física de las personas eleva a la
comunidad política por encima de todo otro tipo de comunidad o de sociedad).

Porque un pueblo haya perdido la fuerza o la voluntad de sostenerse en la esfera de lo


político no va a desaparecer lo político del mundo. Lo único que desaparecerá en ese caso
es un pueblo débil. De ahí que, mientras haya sobre la tierra un Estado, habrá también
otros, y no puede haber un “Estado” mundial que abarque toda la tierra y a toda la
humanidad. (Imposible porque viviría en una constante guerra civil, en cualquiera de sus
partes territoriales o entre cualquiera de sus subconjuntos).
Hobbes, Spinoza y Pufendorff llamaban el “Estado natural”, la situación en la que viven los
diversos Estados entre sí, y que lo es de peligro y amenaza constantes, motivo por el cual
los sujetos que actúan en su seno son “malos” igual que los animales que lo hacen movidos
por sus instintos.

Pues si bien es cierto que el liberalismo no ha negado radicalmente el Estado, no lo es


menos que tampoco ha hallado una teoría positiva ni una reforma propia del Estado, sino
que tan solo ha procurado vincular lo político a una ética y someterlo a lo económico. El
liberalismo del último siglo ha arrastrado consigo una singular y sistemática transformación
y desnaturalización de todas las ideas y representaciones de lo político.

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