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1. EL CONCEPTO DE DERECHO. EL DERECHO OBJETIVO.

Es evidente que el mundo del Derecho nos envuelve cotidianamente desde el momento
del nacimiento (e incluso antes) hasta el de la muerte y que, posiblemente, la convivencia
social resultaría absolutamente imposible si no existieran una serie de normas y principios
que la regulasen y, consiguientemente, establezcan el marco de actuación de cada uno
de los integrantes de la comunidad social de que se trate (ciudadanos, asociaciones,
Estado...). Vivimos bajo el. imperio del Derecho, rodeados de reglas y normas que rigen
nuestros actos y que hacemos valer cotidianamente.
El Derecho consiste fundamentalmente en un sistema de normas, en un conjunto
normativo, con una clara finalidad instrumental: la resolución de los conflictos que se
generan y surgen en el propio cuerpo social al que el Derecho (de cada momento y
de cada comunidad social dada) va destinado, excluyendo de raíz el recurso a la fuerza
bruta o a la violencia. El Derecho nace en y para la convivencia social humana y sólo
a ella está destinado, como expresa el antiguo aforismo latino ubi societas ibi ius. (donde
hay una sociedad, por muy rudimentaria que sea, hay un Derecho; cualquiera que sea el
tipo de asociación, de sociedad, o de comunidad, necesita un orden).
En resumen, el Derecho es asunto de la sociedad; la convivencia de los seres
humanos hace indispensable al Derecho, que nace ineludiblemente en cuanto los hombres
viven juntos y en relación.
Precisamente, la etimología de la palabra Derecho proviene del latín: de "ius" (lo
que une, lo justo) y de "directum" (dirigir hacia, ordenar con reglas...)
Las normas jurídicas son las manifestaciones externas del Derecho más habituales
(especialmente a través de las leyes) y conocidas, que se nos imponen a través de una
formulación general y abstracta de tal modo que el precepto o mandato valga (al menos
tendencialmente) para solucionar la generalidad de los conflictos sociales que pueden
plantearse, atendiendo de una parte a sus destinatarios (los ciudadanos) y, de otra, a
la multiplicidad de los supuestos de hecho que pueden darse en la materia regulada por
cada norma.
Fines del Derecho.
El Derecho no es el resultado de generalizaciones conceptuales, ni de deducciones
silogísticas. Tiene, pues, unos fines inmutables, inmodificables, pertenecientes, acaso, al
denominado Derecho Natural. Son éstos:

a) El Bien común entendido como conjunto de elementos materiales y morales que


coordina la acción de los individuos reunidos en sociedad procurando la felicidad temporal
o colectiva sin dañar los derechos de la persona humana (LUCAS VERDÚ).

b) La Seguridad jurídica. (art. 9.3 C o n s t i t u c i ó n E s p a ñ o l a [ CE]). Significa que


las normas deben ser seguras, ciertas, no dudosas, para que los miembros de la comunidad
puedan saber a qué atenerse y los que aplican las normas (básicamente los jueces)
encuentren en ellas criterios seguros y unívocos para resolver los conflictos sociales. Esta
idea se traduce en una serie de consecuencias concretas: así, condición de seguridad es
la exigencia de publicidad de las normas (arts. 9.3 y 91 CE), que impide que un sujeto
haya de someter su conducta a normas que permanecen secretas y, en consecuencia, de
imposible conocimiento. A similar razón obedece el principio llamado de irretroactividad,
la prohibición de la arbitrariedad de los poderes públicos, la jerarquía normativa...
c) La Justicia. El Derecho se presenta como la realización de un valor que denominamos
justicia. Esto puede entenderse en varios sentidos.
Por de pronto, cuanto una vez dictada la norma, la conducta de las personas es justa cuando
se somete a ella (circular en automóvilpor la derecha) e injusta cuando se opone (circular por
la izquierda). La justicia es, entonces, una cualidad de la conducta humana que expresa su
acatamiento a la norma jurídica.
En cuanto a la propia norma, también de cualquiera de ellas se puede predicar la
justicia o la injusticia según respete o no la proporción, el equilibrio, la equidad en la
atribución de premios o sanciones. Una ordenanza que castigase a un año de prisión al
peatón que cruce fuera del paso señalado sería injusta, y lo mismo el Código Penal que
condenase a igual pena al asesino.
La Justicia representa, en suma, "un punto de vista sobre el Derecho" y, precisamente
un punto de vista crítico; el de la adecuación de la norma positiva a sus cánones.
Llegados a este punto, podemos preguntarnos, con MORENO QUESADA y
LACRUZ BERDEJO: ¿Puede haber leyes injustas? ¿La ley injusta es ley? Hay leyes
injustas que tendremos que acatar por el hecho de ser leyes, para evitar el desorden y
el caos; y porque no concuerdan con nuestra concepción de la Justicia, este acatamiento
no nos privará de intentar que se cambien por los medios a nuestro alcance.
De hecho, a través de los tiempos vemos que ha habido leyes que, en la actualidad,
se nos antojan claramente injustas (ej.: las de esclavitud, procesos a las consideradas
brujas; y más cercanas a nuestro siglo las leyes nazis contra los judíos, y más actual
aún, leyes anteriores que impedían la libertad de expresión o establecían algunos
supuestos de discriminación sexual...).
En conclusión, podemos afirmar que el fin primordial que tiene el Derecho es aplicar
y llevar a cabo la Justicia, lo que implica dar a cada uno lo suyo, coordinando el bien
individual con el bien común, porque el Derecho es para la persona (justicia individual),
pero es también para la Sociedad (justicia social o colectiva), buscando ese ideal de
Justicia; y decimos ideal porque la Justicia es muy difícil de conseguir, y se alcanza,
según decían los romanos, cuando se cumplen tres principios: vivir honestamente, no
perjudicar a otro y dar a cada uno lo suyo.
Tras la Segunda Guerra Mundial, dentro del fin de Justicia, pero con entidad por sí
mismo, se puso de relieve el fin de la "dignidad humana" que ha tenido su traducción
en infinidad de textos y declaraciones relativas a la protección de los denominados
Derechos Humanos, emanadas de diversos Organismos Internacionales (como la
Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU de 1948).
Caracteres del Derecho y de las normas jurídicas:
La bilateralidad significa que el Derecho se refiere siempre a la conducta de un sujeto
en relación con otro, sitúa siempre dos personas, a dos sujetos, frente a frente. Por el
contrario las reglas morales o éticas sólo se contemplan desde el punto de vista de la
conciencia de una persona, sin necesidad de enfrentarse a otra.
La nota de generalidad significa, en efecto, que la norma no está dirigida a una persona
concreta y determinada, sino a una serie de personas (que se encuentran o pueden
encontrarse en el futuro relacionadas con la materia regulada por la norma; ej.: Ley del
Estatuto de los Trabajadores o disposiciones sobre la Banca) o a la colectividad toda
(Código Penal).
La abstracción viene requerida precisamente por la multiplicidad de los supuestos de
hecho: la norma jurídica no puede contemplar en el supuesto de hecho concreto (o los
múltiples supuestos de hecho), sino que debe quedar circunscrita a un supuesto tipo. No
puede, ni debe, haber tantas normas jurídicas como problemas hay en la vida. La norma,
pues, es un precepto que contempla un supuesto de hecho genérico o abstracto y la
adecuación de éste a un litigio o controversia concretos ha de llevarse a cabo mediante
matizaciones (normalmente complicadas) reservadas a los técnicos en Derecho y,
señaladamente, a los jueces a través de sus sentencias (por ej. art. 1445 Códig Civil, sobre
concepto de compraventa que se aplica a cualquier tipo de compraventa).
La imperatividad u obligatoriedad supone que toda norma contiene un mandato (positivo
o negativo) que hay que acatar y que nos somete a una conducta determinada. El Derecho
manda en imperativo, no aconseja ni exhorta. (por ejemplo, las normas no piden ni
recomiendan que pagues las deudas, sino que imponen y mandan que tienes que pagarlas).
La nota de coercibilidad quiere decir que la norma puede ser impuesta por medio de
coacción, por la fuerza, con la correspondiente sanción si un determinado precepto es
transgredido o no cumplido; si dejáramos su cumplimiento al arbitrio del obligado y éste
pudiera cumplir o no cumplir, no sería una norma de derecho, sería una norma de otro
tipo, porque la faltaría uno de sus caracteres esenciales.
Otros caracteres de la norma son la exterioridad (regula conductas externas o
exteriores de los individuos, sin entrar en el terreno de los deseos, las intenciones, las
ideas...) y la estatalidad o cuasiestatalidad (las normas emanan del Estado, con la
excpeción de la costumbre que tienen su origen en la "comunidad social").

Derecho Natural - Derecho Positivo. Derecho objetivo - Derecho subjetivo


Derecho Natural - Derecho Positivo.
Al hablar de Justicia como un ideal y un fin primordial del Derecho, sentimos que
hay, o tiene que haber, un Derecho, no escrito, impreso en la mente del hombre por el que
es capaz de distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto. A este conjunto de
principios universales es al que denominamos Derecho Natural, y siguiendo a Santo
Tomás podemos decir que son principios de Ética común, no determinados por ninguna
confesión religiosa, que aceptamos y que están inspirados en la naturaleza de las cosas.
Se citan habitualmente las palabras que SOFOCLES pone en boca de
ANTIGONA, quien entierra a su hermano Polínice y responde al tirano
CREONTE que fue quien ordenó dejarlo insepulto: "Tu mandato no procede de
ZEUS, ni de la justicia, compañera de los dioses... ni creo que tal mandato tenga
fuerza para borrar las leyes divinas, de manera que un mortal pueda
quebrantarlas. Pues no son de hoy ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor,
y nadie sabe cuando aparecieron"
¿Qué es, en consecuencia, el Derecho Positivo? Para la escolástica, es ley positiva
la que ha sido promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad, pero evidentemente
también hay reglas de Derecho Positivo que no proceden del poder legislativo (como la
costumbre). Lo característico del Derecho Positivo es su mantenimiento por la autoridad:
se trata de normas directa o indirectamente impuestas por el poder político a los
ciudadanos; normas que, se caracterizan por su imperatividad y posible coactividad. Se
define como el Derecho vigente en un lugar y tiempo determinado.
Derecho objetivo - Derecho subjetivo.
El término “derecho” puede tener dos significados básicos: como “Derecho objetivo”
es el conjunto de de normas u ordenamiento (p. ej., Derecho español, Derecho
comunitario, Derecho Civil, etc.);. Como “derecho subjetivo” designa la facultad,
prerrogativa o situación de poder que el ordenamiento reconoce a un sujeto para la
protección de sus intereses legítimos (p. ej., derecho de propiedad, derecho de crédito,
etc.)
2. NORMAS Y DISPOSICIONES JURÍDICAS. ESTRUCTURA, CARACTERES
Y CLASES.
El Derecho es fundamentalmente un instrumento ordenador de la convivencia social y,
por tanto, se estructura en base a un conjunto de reglas que tratan de dar solución a los
diversos conflictos sociales. Tales reglas, por su carácter, son denominadas normas
jurídicas para distinguirlas así de otros tipos de reglas de conducta que caen fuera del
mundo del Derecho. Una norma jurídica se define como la unidad mínima del ordenamiento
jurídico, cuyo objetivo es ordenar el comportamiento humano. Más concretamente, se
encarga de conferir derechos que las personas pueden reclamar e imponer deberes a los
individuos de una sociedad.
La estructura de la norma: supuesto de hecho y consecuencia jurídica.
La norma jurídica tiene la siguiente estructura: una hipótesis, o supuesto de hecho, y una
consecuencia jurídica, de manera que la concurrencia de ciertas circunstancias determina
la aplicación del mandato establecido por la ley.
Se entiende por supuesto de hecho (SH)la hipótesis de conducta (hechos naturales, actos,
conductas o situaciones) que si se produce provocará la consecuencia y esta consecuencia
jurídica (C) que tiene por causa que la norma jurídica vincule a un determinado supuesto de
hecho un determinado efecto jurídico. De este modo, el efecto jurídico o sanción es una
situación nueva que aparece tras comprobar y valorar la situación anterior. Las dos partes se
relacionan por el “deber ser”, que es el enlace lógico entre el supuesto de hecho y la
consecuencia jurídica:
Si es SH debe ser C
Si es no C debe ser S
(SH representa la situación dentro de la cual debe encontrarse el sujeto, C es la conducta
prevista por la norma que debe tener el sujeto y S es la sanción impuesta por el órgano
competente del Estado en caso de incumplimiento). Ejemplo: art. 1902 Código civil (Cc)
sobre responsabilidad civil.

1.1.- Disposiciones completas e incompletas.


Para resaltar lo dicho es tradicional recurrir a la distinción entre disposiciones jurídicas
completas (o autónomas) e incompletas (fragmentarias, auxiliares ...); las primeras serían
portadoras de una norma jurídica propiamente dicha; mientras que las disposiciones
jurídicas incompletas requieren ser combinadas con otras del mismo carácter (para deducir
de ellas el mandato normativo) o con disposiciones completas a las que están referidas
(precisando detalles, limitando su ámbito de aplicación...).
Esta clasificación es válida para las normas que regulan conductas, pero no para otras
que no presentan de forma nítida o pura la estructura supuesto de hecho - consecuencia
jurídica. A éstas se las llama, según la clasificación apuntada normas incompletas o no
autónomas, entre las que podemos incluir:
a) Las declarativas o explicativas: Son reglas jurídicas que definen conceptos,
instituciones o situaciones (por ej.: Título preliminar Constitución, arts. 143 y 430 Cc.)
b) Las normas de remisión o reenvío: En ellas no se contiene de manera directa la
consecuencia jurídica de un supuesto de hecho, sino que la consecuencia viene formulada
de forma indirecta mediante la remisión a otra u otras normas (por ej.: art. 11.1 Cc, art
1541 Cc, de la permuta).
1.2.- Normas de Derecho General, de Derecho especial
Normas de derecho general: son las dictadas para la totalidad de las personas, cosas o
relaciones jurídicas que constituyen el tronco común del Derecho, por ejemplo, el Derecho
civil.
Normas de derecho especial: Son dictadas para una determinada clase de personas, cosas
o relaciones jurídicas, en razón de ofrecer peculiaridades que exigen apartarla de la disciplina
general de las normas comunes, como el derecho mercantil (empresarios) o el derecho laboral
(trabajadores). las normas de derecho común se aplican supletoriamente con respecto a las
de derecho especial.
1.3.- Normas de Derecho común y de Derecho particular.
Se refiere a la diversidad de ámbitos territoriales de aplicación las normas, que se
dividen en:
a) NORMAS DE DERECHO COMÚN: aplicables a todo el territorio nacional.
b) NORMAS DE DERECHO PARTICULAR: aplicables a límites territoriales más
reducidos: comarcas (fundamentalmente en las costumbres), regiones (los
Derechos forales) o Comunidades Autónomas.
En España adquieren particular importancia los denominados DERECHOS
FORALES, como subsistemas territoriales del Derecho civil aplicables en Aragón,
Baleares, Cataluña, Galicia, País Vasco y Navarra
1.4.- La imperatividad del Derecho: normas imperativas y dispositivas.
En cuanto instrumento ordenador de las relaciones sociales, el Derecho y las normas
jurídicas que lo integran se caracterizan, genéricamente, por su imperatividad: el mandato
contenido en la norma tiene por finalidad ser cumplido. Sin embargo, el mandato
normativo no tiene siempre el carácter de una imposición o prohibición al ciudadano,
y por ello se diferencia entre:
a) NORMAS IMPERATIVAS (o de derecho imperativo o de ius cogens) propiamente
dichas; caracterizadas porque el mandato normativo no permite modificación alguna por
los particulares. El supuesto de hecho queda obligatoriamente circunscrito a la previsión
legal, sin que la voluntad contraria de los sujetos intervinientes pueda derogarlo y
sustituirlo por otra regla diferente.
b) NORMAS DISPOSITIVAS: mandatos normativos reguladores de supuestos de hecho
que pueden ser sustituidos por las personas interesadas en ellos por reglas diversas. En tal
caso la norma jurídica desempeña una función supletoria de la propia capacidad de
autorregulación del problema reconocido por el Ordenamiento jurídico a los particulares.
Por ejemplo, respecto al contrato de compraventa, el art. 1461 Cc. establece como
obligación, en términos imperativos y sin posibilidad de sustitución por otro acto o
comportamiento, que “el vendedor está obligado a la entrega y saneamiento de la cosa
objeto de venta”, aunque otros artículos puedan establecer excepciones; el art. 1465
Cc. señala que los gastos para la entrega de la cosa vendida serán por cuenta del vendedor
y los de transporte por cuenta del comprador, pero es una norma dispositiva ya que
la regla anterior sólo se aplica en caso de que ambos, comprador y vendedor, no hayan
pactado otra regla distinta, ya lo permite el propio artículo (“salvo el caso de
estipulación especial”), y por tanto podrían acordar que todos los gastos de entrega y
transporte fuesen a cuenta del comprador o vendedor.
En términos muy generales, el Derecho civil patrimonial está compuesto, en una gran
parte, por normas dispositivas. Por el contrario, el Derecho Público (administrativo,
fiscal o procesal) desconoce prácticamente la capacidad de autorregulación de los
particulares.
3. EL ORDENAMIENTO JURIDICO
El ordenamiento jurídico es el conjunto de normas y principios que informan a estas
que rigen en una comunidad concreta, es decir, se trata del derecho objetivo que rige
en una determinada comunidad, país o nación. En España el ordenamiento jurídico
está integrado por las normas de la Unión Europea y del Estado español, de las distintas
Comunidades Autónomas y las de régimen local. El ordenamiento jurídico no solo está
integrado por textos legales, sino también por la costumbre y principios generales del
Derecho. No solo son normas jurídicas las que se derivan del poder legislativo (de
la Unión Europea, del Estado o de la Comunidad Autónoma), sino también algunas
de las procedentes del poder ejecutivo (central, autonómico o local).
La Constitución se refiere al ordenamiento jurídico en su artículo 1.1 y proclama los
valores en los que debe inspirarse: «España se constituye en un Estado social
democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento
jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo jurídico». La expresión
ordenamiento jurídico también la podemos encontrar en los arts. 9.1 y 147 de la
Constitución y en el artículo 1, apartados 1º, 4º y 5º del Código civil.
4. SECTORES DEL ORDENAMIENTO JURIDICO: DERECHO PUBLICO Y
DERECHO PRIVADO. EL DERECHO PRIVADO: EL DERECHO CIVIL
En cualquier país, el poder público se ocupa de la gestión de los intereses colectivos:
recauda los impuestos, previene y reprime el delito, organiza y dirige los servicios comunes...
También casi en cualquier país, los ciudadanos llevan una vida particular de ellos, y no
del Estado: tienen cosas que son suyas; contratan entre sí; tienen familia... Se distingue así
entre el Derecho Público y el Derecho Privado, como dos conjuntos de normas u
ordenamientos diferentes.
A este respecto, según la teoría más aceptada, el Derecho Privado regula relaciones entre
sujetos que se encuentran en una posición jurídica equivalente, en un plano de igualdad
(relaciones de particulares entre sí, o bien relaciones de un particular con un ente público
si éste actúa en un plano de igualdad, ej.: comprar o alquilar una vivienda). El
Derecho Público, en cambio, se ocupa de las relaciones en las que interviene el Estado
en cuanto portador de la potestad suprema o soberanía, revestido de imperium.
Por consiguiente quedan a un lado el Derecho civil, el mercantil y, en general, los
que regulan relaciones entre particulares, sobre la base de su equiparación; y al otro, el
político, el administrativo y fiscal, y el penal, con sus procedimientos, en cuanto afectan a
la gestión de la cosa pública o previenen sanciones a quienes perturban la paz y el orden en
cualquier aspecto trascendente a la comunidad.
En la práctica, más que distinguir entre Derecho público y el privado a nivel de disciplinas
completas (el Derecho civil, el administrativo...) lo importante es conocer qué tribunal
(en particular, si la jurisdicción civil o penal, o bien la jurisdicción contencioso-
administrativa) ha de juzgar del litigio surgido acerca de una determinada relación y qué
normas se aplican a ésta.
Los problemas más importantes de delimitación se producen entre el Derecho civil y
el Derecho administrativo.
Podemos decir que el Derecho público es el que predominantemente y principalmente
protege los intereses generales y el Derecho privado el que predominantemente y
principalmente protege los intereses particulares.
Pero esto no significa que el reducto del Derecho Privado sea cada vez menor;
significa que las relaciones sociales entre particulares ya no se someten subsidiariamente
a las normas jurídicas emanadas del poder público, sino que con frecuencia el margen
de la libertad dejada a los particulares es más restringido en algunos campos (por ej.:
lo relacionado con el Derecho de los productos de consumo y derechos de los
consumidores), y se amplía en otros (por ej.: en una gran parte de la regulación del
Derecho de familia)

Sectores del Derecho Privado.


El Derecho privado básico es el Derecho civil del que nos ocuparemos en el siguiente
epígrafe.
El Derecho mercantil es un sector del Derecho privado que tiene por objeto el estudio
del régimen jurídico de las relaciones económicas empresariales, esto es, las
protagonizadas por quienes se dedican profesionalmente al ejercicio de actividades
económicas. Se ocupa del estatuto del empresario y de los instrumentos propios de la
organización (ej.: sociedades) y del tráfico empresarial (contratos mercantiles), y de las
situaciones de insolvencia de los empresarios (Ley concursal). Por diversas razones
también comprende el estudio de instrumentos del tráfico económico no estrictamente
empresariales (como el Derecho cambiario, el Derecho bancario, el Derecho industrial...).
Un reputado mercantilista como URIA, define esta disciplina como el "Derecho
ordenador de la actividad económica constitutiva de empresa, o Derecho ordenador de
la organización y de la actividad profesional de los empresarios en el mercado".
La ley mercantil fundamental es el Código de comercio (Ccom) de 22 de agosto de
1885.
Las leyes que sirven de complemento al Código de Comercio son numerosas.
Podemos citar, entre otras muchas: Ley de Contrato de Seguro (1980), Ley para la
Defensa de los Consumidores y Usuarios (2007), Ley Cambiaria y del Cheque (1985),
Ley de Sociedades de Capital (2010), Ley Concursal (2003 y 2020).
El Derecho civil.
Una vez que hemos explicado que el Derecho Privado es aquel que regula las relaciones
entre particulares, debemos particularizar diciendo que el Derecho civil es el Derecho
privado general; esto es aquella parte del Derecho privado que no ha sido asumida por
un ordenamiento especializado como el mercantil o el laboral.
El Derecho civil español es el resultado de una larga evolución histórica, y puede decirse
que esta evolución sigue produciéndose ya que todos los acontecimientos políticos y sociales
le influyen, haciendo que no pueda detenerse.
De hecho, en la formación del Derecho civil español han contribuido una serie
de elementos muy diferentes: podemos empezar diciendo que sus inicios se encuentran
en el Derecho Romano y que su mayor parte se debe a este Derecho, tanto de forma
directa como indirecta ya que la influencia que tiene también del primer cuerpo legal
importante (las Partidas de Alfonso X el sabio) es del mismo signo. La mayoría de
nuestras instituciones actuales (sobre todo en materia de derecho patrimonial) y los
principios en que están inspiradas, son propiamente de Derecho Romano en sus
antecedentes, aunque hayan sido influidas por otros ordenamientos y adaptadas a
tiempos y circunstancias posteriores.
Otro Derecho que influye en el nuestro, aunque con menos fuerza que el romano y el
germánico, fue el canónico (Derecho de la iglesia), subsistiendo todavía muchas
concepciones inspiradas en él (por ejemplo, la protección del contratante más débil,
el justo precio en la compraventa... y sobre todo en materia de Derecho de Familia, y
no solo en la regulación del matrimonio). Otros pueblos que pasaron por España dejaron
rastros de sus costumbres (musulmanes y judíos), pero apenas quedan instituciones que
reflejen sus normas jurídicas. Pero de todas las influencias es, sin duda esencial para la
formación de nuestro Derecho, la del Derecho francés: nuestro Código civil está
mayoritariamente inspirado en el Código Civil del país vecino. El Proyecto de 1.851 lo
copió en su mayor parte. Desde 1.812 hasta 1.889 (fecha en la que se publicó nuestro
C.c.) hubo diversos proyectos; uno de ellos y el más importante fue el de GARCIA
GOYENA, que no se aprobó por ser antiforalista y liberal. Con esta experiencia se
reemprendió la tarea codificadora en 1880, pero esta vez se agregaron a la Comisión
de Códigos (que era la que tenía que redactarlo), representantes de cada uno de los
territorios forales para que, estando presentes, salvaguardaran sus derechos; esta
Comisión, presidida por ALONSO MARTINEZ, redactó la llamada Ley de Bases,
con un articulado de 27 Bases, en las que se contenían los principios en que había
de fundarse el futuro Código Civil. Se aprobaron en las Cortes, sobre las que había
de trabajar la Comisión, con la condición de que una vez redactado el Código
volvieran a someterse de nuevo a las Cortes.
Así se llegó a la aprobación de nuestro Código civil, fundado en la Ley de Bases de
1.888, cuya primera edición se publicó el 1 de mayo de 1.889 y la segunda,
reformada, el 24 de julio del mismo año. Y, efectivamente se llegó a su aprobación
dejando subsistente la diversidad legislativa en España, pues el Derecho foral se
conservó en toda su integridad y debía aparecer en el Código Civil en forma de
Apéndices; actualmente, sin perjuicio de lo que se dirá más adelante, estuvo contenido
posteriormente en Compilaciones.

El Código civil español (Cc.) consta de 1976 artículos, divididos en:


- Un Título Preliminar (De las normas jurídicas, su aplicación y eficacia) y
-Cuatro libros: 1° (De las personas), 2° (De los bienes, de la propiedad y sus
modificaciones), 3° (De los diferentes modos de adquirir la propiedad) y el 4° (De las
obligaciones y contratos).
El art. 1976 contiene la disposición derogatoria de todos los cuerpos del antiguo
Derecho civil de Castilla. El Código tiene, además, trece Disposiciones Transitorias, que
regulan el tránsito del antiguo Derecho a la nueva regulación, y tres Disposiciones
Adicionales.
Desde su publicación, el Código civil ha sido objeto de diversas modificaciones,
fundamentalmente en materia de Derecho de la persona y de familia, en especial después de
la promulgación de la Constitución de 1978, para adaptarlo a principios constitucionales
(en materia de matrimonio y filiación, principio de igualdad, libertad e igualdad en el
matrimonio, protección de la familia e igualdad de los hijos, nuevos tipos de contratos
y derechos de propiedad especiales, derecho de los consumidores,…).
Tras una gradual "desbandada de materias" en palabras de LACRUZ, el Derecho
civil sigue abarcando actualmente las facetas del ordenamiento jurídico privado más
próximas al ser humano; las que calan más incesantemente en su intimidad y en su
existencia cotidiana. Contempla a la persona en sí (derechos de la personalidad); en su
aptitud para ejercer funciones y derechos y vincular a otros (capacidad); en sus
relaciones y posiciones familiares; en el tráfico, en el disfrute y dominación de cosas y
derechos (derechos reales y de obligación), incluso más allá de la muerte (sucesión mortis
causa): en definitiva, pues, a la persona en sí, en su dimensión familiar, y en sus relaciones
patrimoniales.
En España no hay un único Derecho Civil, sino que hay una pluralidad de Derechos
civiles españoles. Esta pluralidad se explica históricamente por la existencia de distintos
territorios que fueron independientes, cada uno con su propio ordenamiento jurídico.
La unidad política de nuestro país a principios de la edad moderna no supuso la unidad
jurídica y hasta hoy se ha mantenido la diversidad en materia jurídico-privada. Ni siquiera
cuando se aprueba el Código civil español en 1889, que pretendía unificar y sistematizar
todo el Derecho civil, se derogan los llamados Derechos forales regionales.
La Constitución Española de 1978 abre una nueva etapa para los citados Derechos forales.
El art. 149.1.8ª permite a las Comunidades Autónomas en las que existiera en el momento
de entrar en vigor la Constitución un Derecho civil foral o especial, asumir competencias
para su "conservación, modificación y desarrollo". En la práctica, todos los Estatutos de
Autonomía de las Comunidades conocidamente forales han asumido la competencia
exclusiva sobre su propio Derecho civil, y han desarrollado esta competencia aprobando
leyes civiles que desarrollaban su anterior Derecho foral, como en el caso de Aragón.
En cualquier caso, hay materias de Derecho civil sobre las que ninguna Comunidad
Autónoma, ni siquiera de las que tienen competencia sobre Derecho civil, puede legislar,
porque, según la Constitución, son competencia exclusiva del Estado (art. 149.1.8ª
CE: nacionalidad, propiedad industrial e intelectual, formas del matrimonio, ordenación
de los Registros e instrumentos públicos, bases de las obligaciones, normas sobre conflictos
de leyes).
Finalmente, conviene señalar cómo, además del Derecho civil foral, puede hablarse
también de un "Derecho civil autonómico no foral": La Constitución Española permite,
y todos los Estatutos han asumido, algunas competencias sobre reforma agraria, protección
de los consumidores y usuarios, comercio interior, fundaciones, cooperativas...
LOS DERECHOS FORALES CIVILES O ESPECIALES
A los Derechos Forales se les puede calificar de Derechos especiales, en cuanto que su
ámbito territorial de vigencia es más limitado, y que carecen de las posibilidades de
expansión que el Código tiene. Aquí radica la diferencia: el Código está llamado a llenar
los huecos o resquicios de las legislaciones particulares, y de todas ellas, mientras cada
una de ellas no extiende su eficacia, ni como Derecho supletorio, fuera del territorio para
el cual se dictó.
Las Compilaciones de los Derechos civiles especiales o forales fueron formuladas
desde 1959 a 1973. En efecto, tras el paréntesis republicano, concluida la Guerra civil,
se revisa el método de tratamiento de los Derechos Forales y a partir de 1959
comienzan a aparecer las llamadas Compilaciones Forales: son las de Vizcaya y Alava
(1959), Cataluña (1960), Baleares (1961), Galicia (1963), Aragón (1967) y Navarra
(1973). Las modificaciones, algunas de ellas realmente importantes, que todas ellas han
experimentado en virtud de leyes de las Comunidades autónomas a partir de 1984,
corresponden a un contexto jurídico distinto.
La Constitución de 1978 permite conservar. modificar y desarrollar el Derecho civil
especial foral, lo que ha supuesto que las Comunidades Autónomas con competencia para
ello, hayan elaborado nuevas leyes civiles que han desarrollado las previsiones de las
Compilaciones, sobre muy diversas materias, desbordando en algunos casos el marco de
las anteriores Compilaciones, formado ahora por varias leyes civiles distintas, que forman
el nuevo Derecho civil autonómico, con la pretensión de refundirse, en algunas
Comunidades Autónomas, en nuevos cuerpos legales (como, por ejemplo, el Código civil
de Cataluña).
DERECHO CIVIL DE ARAGÓN
Actualmente, la legislación civil aragonesa vigente (salvo algunas normas de otras
leyes sectoriales aragonesas) forma el “Código del Derecho Foral de Aragón” (en
abreviatura, CDFA), aprobado como Texto Refundido de las leyes civiles aragonesas
por el Decreto Legislativo 1/2011, de 22 de marzo, del Gobierno de Aragón (BOA nº 63,
de 29/03/2011), que entró en vigor el 23 de abril de 2011(*).
El Código del Derecho Foral de Aragón consta de 599 artículos, dividido en cuatro
Libros (Libro I. Derecho de la persona; Libro II. Derecho de la familia; Libro III. Derecho
de sucesiones por causa de muerte; Libro IV. Derecho patrimonial) y un Título
Preliminar (Las normas en el Derecho Civil de Aragón). Los Libros están divididos en
Títulos, Capítulos, Secciones y, ocasionalmente, Subsecciones.
En la parte final del Código se recogen las disposiciones adicionales y transitorias
de las Leyes refundidas, debidamente regularizadas y adaptadas al nuevo marco
normativo.
El “C ó d ig o del D e r e c h o F oral de Ara g ó n ” deroga las siguientes Leyes civiles aragonesas:
El Título preliminar de la Compilación del Derecho civil de Aragón.
La Ley 1/1999, de 24 de febrero, de sucesiones por causa de muerte.
La Ley 6/1999, de 26 de marzo, relativa a parejas estables no casadas.
La Ley 2/2003, de 12 de febrero, de régimen económico matrimonial y viudedad.
La Ley 13/2006, de 27 de diciembre, de Derecho de la persona.
La Ley 2/2010, de 26 de mayo, de igualdad en las relaciones familiares ante la ruptura de
convivencia de los padres.
La Ley 8/2010, de 2 de diciembre, del Derecho Civil Patrimonial.
Las Leyes derogadas, cuyo contenido se incorpora (sin variaciones significativas) al
Código de Derecho Foral de Aragón de 2011, habían desarrollado – a su vez- la
Compilación del Derecho Civil de Aragón (CDCA), que se aprobó por Ley de 8 de abril
de 1967 (y se incorporó como Ley aragonesa por las Cortes de Aragón en 1985)- que
constaba de 153 artículos y se dividía en los mismos cuatro Libros que el nuevo Código
Foral- Ley sucesora del Apéndice Foral de 1925 y del Cuerpo de Fueros y Observancias
vigente desde la Edad Media.
Fuera del Código del Derecho Foral de Aragón ha quedado, por razones de fechas
de aprobación una Ley civil aragonesa, cual es la Ley 9/2011, de 24 de marzo, de
mediación familiar (BOA nº 70, de 07/04/2011).

(*) Modificaciones del Código de Derecho Foral de Aragón desde 2011: La Ley 3/2016,
de 4 de febrero, de las Cortes de Aragón, reforma los artículos 535 y 536 del Código del
Derecho Foral de Aragón (BOA 10/03/2016); la modificación del artículo 80.2 CDFA por
la Ley 6/2019, de 21 de marzo (BOA nº 66, de 04/04/2019), de las Cortes de Aragón, que
suprime como preferente el Sistema de custodia compartida; y la Ley 6/2021, de 29 de junio,
por la que añade el art. 598bis CDFA, en lo que afecta a la regulación de los inmuebles
vacantes y los saldos y depósitos abandonados (BOA 02/07/2021).
II. LAS FUENTES DEL DERECHO
1. LAS FUENTES DEL DERECHO ESPAÑOL
Las fuentes normativas o directas, creadoras de normas jurídicas vinculantes para
los ciudadanos y los poderes públicos, son exclusivamente las indicadas en el artículo 1.1
d e l C ó d i g o c i v i l ( Cc.): la Ley, la Costumbre y los Principios Generales del Derecho,
para todo el ordenamiento jurídico español
En nuestro ordenamiento no existen más fuentes que las establecidas anteriormente; a
veces se ha venido hablando de otras posibles fuentes, como la analogía, la equidad, la
jurisprudencia, la doctrina de los autores, etc... (a las que llamaremos fuentes indirectas o
de conocimiento, porque no crean normas, sino que nos ayudan a conocer, aplicar e
interpretar las normas jurídicas).
Aunque el art. 1.1 Cc. determina “las fuentes del ordenamiento jurídico español”,
no todos los sectores del ordenamiento admiten todas las mencionadas en dicho artículo,
aunque en todo el ordenamiento rige el principio de primacía de la Ley sobre las otras
fuentes normativas. Así, por ejemplo –cita LACRUZ-, en el Derecho penal rige de
manera estricta el principio de legalidad, y no puede admitirse la configuración de delitos
por medio de costumbre o de principios generales del Derecho. Lo mismo sucede en
el Derecho fiscal o procesal. En Derecho administrativo se reconoce escasa relevancia a
la costumbre. A su vez, dentro del Derecho privado y del Derecho civil, los Derechos
civiles forales pueden dictar normas sobre fuentes que son aplicables en el ámbito territorial
del propio Derecho civil (como veremos para el caso del Derecho civil aragonés).
La Ley
NOTA: La fuente Ley (Constitución, Leyes orgánicas, leyes ordinarias estatales
y autonómicas, Decretos Legislativos y Decretos-leyes, Reglamentos y Derecho
comunitario europeo) ya ha sido tratada en la asignatura ”Fundamentos Jurídicos”, por
lo que se hace una remisión a su tratamiento anterior.
REFERENCIA A OTRAS FUENTES CONTEMPLADAS EN EL ART. 1 CÓDIGO
CIVIL: LA COSTUMBRE Y LOS USOS. LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL
DERECHO
REGLAS MORALES, USOS SOCIALES, USOS JURÍDICOS Y COSTUMBRE
Diferentes a las normas jurídicas y sin valor de fuentes del Derecho, salvo que la propia
Ley remita a ellos, son las reglas morales y los usos sociales:
a) reglas morales: Estas pueden ser asimismo normas jurídicas, como las prohibiciones
de matar o robar, y a veces la moral viene invocada por el Derecho como medida de
permisividad de un acto o contrato, como cuando el art. 1.255 Código civil prohíbe los
pactos opuestos a la moral. Pero, en cuanto tales normas morales, se dirigen a la conciencia de
la persona y solo tienen virtualidad en el terreno de la ética. De hecho, la moral, la ética
cambia con el tiempo y con los sistemas (político, religioso...).
La ética, aunque tenga coacciones y sanciones de carácter social (pérdida de prestigio
y apartamiento del grupo) e individual (sentido de culpa...), carece siempre de esa
formalización y positivación institucional.
A veces, se alegan como excepción para el cumplimiento de determinadas actividades,
como ocurre con algunas intervenciones o tratamientos sanitarios (aborto, tratamientos
paliativos en enfermedades terminales), pero el cumplimiento de las normas es
obligatorio salvo que la Ley o los códigos deontológicos profesionales contemplen la
excepción por razones éticas o religiosas.
Así, los profesionales sanitarios podrán alegar objeción de conciencia para no realizar
la intervención, garantizando su realización en otro centro, como se recoge en el artículo
19 de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la
interrupción voluntaria del embarazo. En su apartado 2 se establece: "Los profesionales
sanitarios directamente implicados en la interrupción voluntaria del embarazo tendrán el
derecho de ejercer la objeción de conciencia sin que el acceso y la calidad asistencial
de la prestación puedan resultar menoscabadas por el ejercicio de la objeción de
conciencia".
b) Los usos sociales: comportamientos, hábitos y principios cuya infracción acarrea una
sanción igualmente social, pero no jurídica. Podemos definirlas como aquellos que no son
normas jurídicas ni éticas y que se refieren, desde relaciones de cortesía y formas exteriores
de comportamiento, hasta usos del lenguaje y de ciertos símbolos culturales.
Se discute, por ejemplo, sobre determinados comportamientos sociales de tradición
histórica o cultural en actividades taurinas populares y sus límites, que pueden originar
un rechazo social como usos sociales o pueden transgredir los límites legales del maltrato
animal.
Los usos jurídicos
Diferenciándolos previamente de los meros usos sociales, Federico DE CASTRO
distinguía entre la función interpretativa (art. 1287 Cc.) y la función reguladora (art. 1258 Cc)
de los usos. El uso con valor normativo tiene el significado de regla jurídica que señala la
eficacia del negocio con valor de norma supletoria, y se aplicará siempre que falte una
regulación concreta preferente, y obligará al que ignora el uso y hasta al que no lo quiere,
si esa voluntad no se ha expresado y concretado en el negocio jurídico (arts. 570, 571, 590,
591, 1496, 1520, 1599 Cc).
Estos usos de negocios o normativos es a los que el párrafo 2º del art. 1.3 Cc. reconoce
como fuente del Derecho, equiparándolos a la costumbre: “los usos jurídicos que no sean
meramente interpretativos de una declaración de voluntad, tendrán la consideración de
costumbre”.
La costumbre
En términos generales podemos definir la costumbre como el uso seguido de
manera uniforme, general, duradera y constante de una determinada conducta aceptable, como
expresión de una convicción jurídica, o dicho más simplemente, es la norma de conducta
nacida en la práctica social y considerada como obligatoria por la comunidad.
Por supuesto, la costumbre deberá ser según ley (secundum legem), es decir, acorde a
las leyes y al conjunto del ordenamiento jurídico, ya que de lo contrario (costumbre contra
legem) no podrá ser considerada como fuente válida de derecho. Reconocida, sin embargo,
en el Derecho civil navarro y aragonés (sólo aplicable frente a normas dispositivas, no frente
a las imperativas
La costumbre, o norma jurídica consuetudinaria, procede directa e inmediatamente de la
sociedad.
Regulación: Art. 1.3 Cc. (no puede ser contraria a la moral y al orden público, y ha de
ser probada)

STS (Sala 3ª) 21 de febrero de 2007: En cuanto a la Jurisprudencia de esta Sala sobre el valor de la
costumbre en esta materia, cita el motivo la Sentencia del Tribunal Supremo de 10 de julio de 1989, que
referida al aprovechamiento comunal de unos montes afirma que "no siendo posible la explotación
colectiva ante todo habrá que acudir a dicha fuente(costumbre)”

Los Principios Generales del Derecho


- Art. 1.4 Cc. Son valores o ideas fundamentales de carácter social, vigentes en
cada momento, y que sistemática o estructuralmente pueden deducirse, bien del ordenamiento
jurídico de un país o de un sector del ordenamiento.
- Doble función: a) “Informan” nuestro ordenamiento jurídico. Establecen los criterios
que fundamentan las disposiciones concretas, que se interpretan según los principios.
b) Fuente de Derecho subsidiaria. Normas jurídicas que regirán en defecto de
ley o costumbre.

FUENTES INDIRECTAS
La jurisprudencia
- El art. 1.6 Cc.
- Fuente indirecta. “Complementa” el ordenamiento jurídico. Desarrollos autorizados
por los Tribunales del conocimiento, interpretación y aplicación de las normas jurídicas.
- Requisitos de la jurisprudencia::
- a) Más de una sentencia (reiteración)
- b) Sustancial analogía entre los hechos juzgados y sentenciados
- c) Que en los supuestos ya resueltos y en los nuevos se apliquen las mismas normas; es
decir, que la “ratio decidendi” sea la misma, sin tener en cuenta los argumentos circunstanciales.
- “Jurisprudencia” se aplica, como fuente indirecta, a las sentencias del Tribunal Supremo,
Tribunales Superiores de Justicia de Comunidades Autónomas con Derecho civil o foral
(Sala 1ª de lo Civil).
Las sentencias del Tribunal Constitucional, como intérprete “auténtico” de la
Constitución, tienen valor normativo como desarrollo de los propios arts. CE, cuando
declara la inconstitucionalidad de una ley. Sin embargo, cuando resuelve recursos de
amparo por actos de violación de derechos fundamentales, el efecto, en su caso, es declarar
la nulidad del acto y reconocer el derecho violado. Las sentencias del TC vinculan a los
jueces y tribunales (art. 5.1 Ley Orgánica del Poder Judicial).
La equidad. (Art. 3.2 Cc.)
Justicia del caso concreto. El Cc faculta al juez para utilizar la equidad como criterio
interpretativo pero no le permite suprimir la aplicación de la norma con base en este
concepto, sino cuando la ley expresamente lo autorice.
Doctrina de los autores (científica)
La doctrina está formada por las opiniones que, sobre normas o instituciones jurídicas,
mantienen los tratadistas o escritores que se ocupan del estudio del Derecho. Esta no es
fuente de Derecho sino medio para conocerlo y estudiarlo.
EL SISTEMA DE FUENTES EN EL DERECHO CIVIL DE ARAGÓN.
En Aragón, el art. 1 del Código de Derecho Foral de Aragón diseña un sistema
propio de fuentes de su Derecho civil, separándose del que regula el art. 1 Cc. El citado
artículo menciona como fuentes del Derecho Civil aragonés a la ley, la costumbre y los
principios en que tradicionalmente se inspira el Ordenamiento jurídico aragonés. De igual
forma la CDFA otorga preferencia al Derecho civil propio de Aragón, si bien por encima
está siempre la CE.
El texto actual del Título Preliminar del Código del Derecho Foral (arts.1 a 3) dice así en
su art. 1º:
Artículo 1.Fuentes jurídicas.—1. Las fuentes del Derecho civil de Aragón son la
ley, la costumbre y los principios generales en los que tradicionalmente se inspira
su ordenamiento jurídico.
2. El Derecho civil general del Estado se aplicará como supletorio sólo en
defecto de normas aragonesas y de acuerdo con los principios que las informan.
En consecuencia, la aplicación del Código civil se limita a:
A) Como Derecho supletorio propiamente dicho en el supuesto de carencia de norma
aragonesa aplicable.
B) Derecho asumido por el propio legislador aragonés.
En cualquier caso una disposición estatal no puede aplicarse en Aragón si contraviene
el espíritu o sustrato propio de nuestro Derecho.
Por tanto, respecto al Derecho civil aragonés, el Derecho estatal es supletorio en
la medida en que no haya en un momento dado normas aragonesas (ley, costumbre,
principios), y en la forma que éstas establezcan. La jurisprudencia no aparece
mencionada en el CDFA ya que no es fuente de Derecho. (vid. art. 1.6 Cc.)
LA COSTUMBRE.
El art. 2 CDFA (al igual que el art. 1 Cc.) no distingue las clases de costumbre; permite
la diversidad dentro de la unidad. Ahora bien, la costumbre despliega su eficacia siempre
que no sea contraria a la Constitución o a normas imperativas de Derecho aragonés. Nos
se produce una equiparación de los usos jurídicos como en el Cc.
Artículo 2.De la costumbre.— 1. La costumbre tendrá fuerza de obligar cuando
no sea contraria a la Constitución o a las normas imperativas del Derecho aragonés.
2. Los Tribunales apreciarán la existencia de la costumbre a virtud de sus propias
averiguaciones y de las pruebas aportadas por los litigantes.
Se admite, a diferencia del Cc. (art. 1.3), cualquier forma de prueba; quedan abiertos
todos los medios de prueba a ese respecto. En nuestra Comunidad los Tribunales también
podrán realizar sus propias averiguaciones, así como considerar las pruebas aportadas por
los litigantes, lo que está más adaptado a la realidad.
STANDUM EST CHARTAE
El conocido por "standum est chartae" (literalmente, hay que estar a la carta, al
documento donde expresan su voluntad los particulares) se presenta como el principio
consagrador de la autonomía de la voluntad de los aragoneses en sus relaciones
jurídicas; además no está limitada su aplicación a las obligaciones y contratos, sino que
también se aplica en las relaciones jurídicas familiares y sucesorias, y derechos reales.
Hay que distinguir por tanto que la autonomía de la voluntad no es fuente de Derecho
civil aragonés, pero el “standum est chartae” si es fuente de Derecho civil aragonés como
principio general, y además se considera el más importante de todos; informa y guía la
interpretación del ordenamiento civil aragonés, pero además su fuerza consiste en
determinar que los pactos y disposiciones de los particulares prevalecen frente a las
leyes aragonesas, con los únicos límites de lo imposible, la Constitución y las normas
imperativas aragonesas.
Art. 3. Standum est chartae.- Conforme al principio standum est chartae, se
estará, en juicio v fuera de él, a la voluntad de los otorgantes, expresada en
pactos o disposiciones, siempre que no resulte de imposible cumplimiento o
sea contraria a la Constitución o a las normas imperativas del Derecho
aragonés.
2.VIGENCIA Y EXTINCIÓN DE LAS LEYES
PUBLICACIÓN DE LAS LEYES Y DEMÁS DISPOSICIONES NORMATIVAS.
Los ordenamientos jurídicos democráticos no admiten la existencia de
disposiciones normativas secretas, por tanto, toda norma jurídica escrita debe ser
publicada para que su mandato normativo pueda ser conocido, al menos teóricamente,
por todos los ciudadanos.
A este respecto, el art. 9.3 CE, establece que la misma garantiza la publicidad de
las normas, pero ya con anterioridad el art. 2º Cc, exigía también con carácter necesario la
publicación completa de las leyes.
Desde la Constitución de 1.978, las disposiciones normativas estatales se publican
en el B.O.E. y las autonómicas en el B.O. de la Comunidad de que se trate (en nuestro
caso, el Boletín Oficial de Aragón, que en caso de doble publicación –BOA y BOE- es el
que sirve de referencia oficial de publicación de la norma y para computar su entrada en
vigor).
VIGENCIA Y DEROGACIÓN DE LAS NORMAS LEGALES
Los límites de eficacia en el tiempo de las normas jurídicas vienen determinados
por dos momentos cronológicos: la entrada en vigor de las normas y la pérdida de vigencia
de las mismas.
A) ENTRADA EN VIGOR DE LAS LEYES.
Según el art. 2 Cc, las leyes entrarán en vigor a los 20 días de su publicación en el
B.O.E., si en ellas no se dispone otra cosa. Por tanto, serán las propias leyes las que fijen
libremente su entrada en vigor, ya que el plazo de 20 días al que se refiere el Código Civil,
sólo entrará en juego cuando las leyes no dispongan otra cosa.
El cómputo de los días se hará a partir del siguiente a aquél en que haya terminado de
aparecer la disposición completa en el diario oficial correspondiente. Para las reglas de cómputo
se aplica el art. 5 Cc.
B) LA PÉRDIDA DE VIGENCIA DE LAS LEYES
La derogación de una ley equivale a su pérdida de vigencia. Existen leyes que
establecen su periodo de vigencia, como son las leyes de los Presupuestos Generales del
Estado. A estas leyes las denomina el Código civil en su art. 4 leyes de ámbito temporal.
Lo más frecuente es que las leyes no tengan límite temporal y su vigencia se proyecte
temporalmente hasta que una nueva ley las contradiga o las derogue; en este sentido, el art.
2.2 Cc. establece que las leyes sólo se derogarán por otras posteriores. Definiremos
entonces derogar como la capacidad de dejar sin efecto o vigor una ley por publicarse otra
que regula los mismos supuestos y materias. La derogación puede ser total (si la nueva ley
deja absolutamente privada de vigencia a la ley anterior) o parcial (si solamente se priva
de vigor en parte/s).
C) PRINCIPIO DE IRRETROACTIVIDAD DE LAS LEYES.
Para derogar una ley, hay que dictar y publicar otra nueva, el problema radica en si
la nueva ley podrá regular situaciones jurídicas producidas anteriormente a su entrada
en vigor o si por el contrario sólo podrá regular las nacidas con posterioridad. Es el
problema de la irretroactividad de las leyes que las mismas tratan de resolver mediante el
establecimiento de disposiciones transitorias que se refieran a los problemas que puede
plantear el cambio de una ley a otra, el tránsito de la antigua a la nueva ley.
Estas disposiciones transitorias no pueden ser infinitas ni tan completas que
resuelvan todos los problemas del tránsito de una ley a otra, por ello todos los
Ordenamientos jurídicos contienen una regla general favorable al principio de
irretroactividad de las leyes. En nuestro Derecho, este principio se encuentra formulado en
el art. 9.3 de la Constitución cuando dice que la misma garantiza la irretroactividad de
las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales. Ya
con anterioridad, el art. 2.3 Cc. establece que las leyes no tienen efecto retroactivo si no
dispusieran lo contrario.
III. APLICACIÓN Y EFICACIA DE LAS NORMAS
LA APLICACIÓN DEL DERECHO
La norma se refiere a un caso típico, abstracto, por lo que para que pueda regular los
casos concretos de la vida es necesaria la actividad humana que haga la aplicación de ella, que
no es otra cosa sino la adaptación de la norma abstracta a un caso concreto.
Tradicionalmente se ha entendido que la aplicación del Derecho consiste
sencillamente en subsumir el caso concreto de la vida jurídica bajo la norma jurídica o,
lo que es igual, en determinar si la hipótesis de la ley se realiza en el supuesto de hecho.
Se puede decir que consiste en una operación mental que en esquema se reduce a tener
en cuenta o prever un fenómeno real o posible, encajarlo o subsumirlo dentro de una o
varias normas jurídicas y extraer la consecuencia que de aquellas normas se desprenda
(DE ANGEL YAGÜEZ).
Esta operación se traduce en un silogismo en el que la premisa mayor es la norma;
la menor, el hecho o relación de que se trate, y la conclusión, la sentencia judicial.

La crítica que se hace a esta teoría es que el juez o jurista debe construir previamente
la premisa mayor del silogismo, ya que no siempre la encuentra formulada y
determinada, y con frecuencia ofrece dudas y dificultades. Por otro lado, el juez quedaba
reducido a mero autómata que se limitaba a traducir el fallo previsto en la norma cuando
las circunstancias o hechos analizados coincidían con los previsto en la ley.
Para evitar la estrechez de esta teoría, varias escuelas modernas la sustituyen por
otras doctrinas más amplias y de sentido más funcional, que contemplan la actividad
del jurista o del juez como una tarea de individualización, realización y elaboración
del Derecho. En definitiva, se trata de poner de manifiesto que el acto de aplicación del
Derecho contiene en sí una verdadera actividad creativa, y que en absoluto puede reducirse
a una mera acción mecánica. La teoría jurídica moderna ha destacado la enorme
complejidad que encierra la actividad aplicativa del Derecho, no sólo en cuanto a la
determinación del supuesto de hecho, sino en cuanto a la fijación de la premisa mayor.
Por ello, la aplicación de las normas queda casi exclusivamente reservada a quienes
ejercen una actividad profesional jurídica (los llamados “operadores jurídicos”), ya sea
preventiva (asesores, notarios), calificadora (abogados, graduados sociales), o resolutoria
(jueces y autoridades administrativas).
El juez, como ejemplo más relevante, tiene como misión aplicar el Derecho (para
salvaguardar el derecho fundamental de los ciudadanos de la tutela judicial efectiva de
sus derechos, art. 24 CE, en virtud de la autoridad que a jueces y tribunales reconoce el
art. 117. 1 y 3 CE), y para ello debe realizar una labor previa de interpretación de la
norma teniendo en cuenta los criterios del art. 3.1 CC. Además, el juez puede ponderar
el rigor de la norma por medio de la técnica de la equidad (art. 3.2 Cc), y completar el
mandato legal, a veces insuficiente, por medio de la analogía (art. 4.1 y 2 Cc).
Antes de aplicar el Derecho, el juez debe comprobar la existencia de la norma,
incumbiéndole el deber de conocerlas (principio Iura novit Curia, cuya traducción, en orden
inverso, es “El Tribunal conoce el Derecho”, salvo costumbre y derecho extranjero), y
comprobar su legitimidad y legalidad (que no contradice a otra de rango superior).
También el ordenamiento español obliga a los jueces a juzgar y resolver todos los casos
que se les presenten, y el art. 1.7 Cc ordena que «Los jueces y tribunales tienen el deber
inexcusable de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan ateniéndose al sistema
de fuentes establecido».
LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA Y LA ANALOGÍA
♦ INTERPRETACIÓN JURÍDICA
Interpretación es, en sentido propio, la indagación y esclarecimiento del alcance, contenido
y significado, en definitiva, del sentido de la norma jurídica.
Por los medios, procedimientos, o criterios que el intérprete utiliza, la interpretación se
divide, según el art. 3.1 CC, en literal o gramatical, sistemática, histórica, sociológica y
lógico-finalista.
a) Gramatical o literal: Atiende al sentido propio de las palabras. Si el sentido de una
norma se desprende claramente de las palabras empleadas no es preciso interpretar.
b) Sistemática: interpretación con relación al contexto. Se trata de averiguar el sentido de
la norma en el conjunto de normas que forman el ordenamiento jurídico, o en relación
con algunas determinadas, ya que las normas por lo general no se encuentran aisladas.
c) Histórica: interpretación en relación con los antecedentes históricos y legislativos. Las
normas nacen en un contexto histórico y con unos fines determinados, intentando resolver
determinados problemas. Es de gran ayuda también consultar las leyes precedentes.
d) Sociológica: interpretación de las normas en relación con la realidad social del tiempo
en que han de ser aplicadas. Viene a representar el contrapeso del elemento histórico, ya
que la realidad a la que hay que aplicar las normas puede ser diferente a la de la época
y momento que se crearon.
e) Lógica y teleológica: Atendiendo a la ratio de la norma, es decir, al sentido común
para determinar su contenido empleando criterios lógicos, para averiguar el por qué y
el para qué de la norma. La interpretación teleológica (“teleos” en griego clásico significa
lejos, finalidad) supone ir más allá de la letra de la ley, para llegar al “espíritu y
finalidad” de la norma. Por espíritu de la norma hay que entender el sentido y contenido
inmanente de la misma, y por finalidad, su intencionalidad, eficacia o resultado de la
aplicación.

INTERPRETACIÓN: ART. 3.1 C c.


Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras (criterio literal o gramatical), en
relación con el contexto (criterio sistemático), los antecedentes históricos y legislativos (criterio
histórico), y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas (criterio sociológico), atendiendo
fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas (criterio lógico y teleológico).
También se puede clasificar la interpretación atendiendo a sus resultados, y así
encontramos fundamentalmente dos clases:
1) Interpretación declarativa: cuando el resultado de lo averiguado o
comprobado coincide con el sentido literal de la norma.
2) Interpretación modificativa: cuando el resultado de la interpretación amplia
la letra de la norma sin excederse de su posible sentido (interpretación
extensiva) o la restringe (interpretación restrictiva) para adecuarla a su
finalidad. También existe la interpretación correctora, cuando el sentido
hallado la interpretación exige la modificación de la expresión legal literal.
LA ANALOGÍA
Analogía: permite la aplicación de una norma para un supuesto que la norma no regula,
pero guarda similitud o semejanza con otro supuesto regulado por la norma.
La analogía consiste en la aplicación extensiva de la ley o más propiamente, de los
principios extraídos de una norma legal a un caso no previsto por ella, pero que presenta
afinidad o igualdad jurídica esencial con otro u otros que la ley regula (art. 4.1 C c).
La diferencia entre analogía e interpretación extensiva es que en esta última se
aplica la norma a supuestos incluidos, aunque no se formulen expresamente en la misma,
mientras que en la analogía se aplica a supuestos no incluidos pero que requieren solución
similar.
El art. 4.2 Cc establece la prohibición de la aplicación de la analogía en las leyes
penales, excepcionales y temporales, y es también aplicable a las normas limitativas de la
capacidad de la persona y de los derechos subjetivos individuales.
EFECTOS GENERALES DE LAS NORMAS JURÍDICAS (art. 6 Cc.)
La eficacia de las normas se deriva directamente de su validez y vigencia. Para
que las normas sean aplicadas y observadas por sus destinatarios, se regulan una serie
de presupuestos y efectos que tienen como finalidad hacer realidad esa eficacia de las
normas jurídicas.
a) Obligatoriedad de las normas e ignorancia de la ley.
Cumplidos los trámites que determinan que la ley se ha puesto al alcance de todos, nadie
puede ya, en principio, alegar su desconocimiento. Este principio se recoge en el art. 6.1
Cc, al expresar que la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento.
No se pretende con ello que los ciudadanos conozcan todas las normas que les
gobiernan, ni la ley presume que todos las conocen, ni es una sanción para el que
desconoce la ley. Lo que se pretende es que se cumpla ley, evitando las alegaciones de
desconocimiento del contenido concreto.
Sin embargo, en ciertos casos se acepta que el desconocimiento de la norma atenúa la
responsabilidad, o hace inválidas una declaración de voluntad o una atribución (error
de derecho). El art. 6.1 Cc, en su párrafo segundo, indica que “el error de derecho
producirá únicamente aquellos efectos que las leyes determinen”. El error de derecho
es por tanto la ignorancia o falso conocimiento de la norma jurídica, queorigina un
comportamiento determinado, y puede ser considerado por el derecho para atenuar
las consecuencias, si la misma norma ha previsto esta posibilidad.
b) Exclusión voluntaria de la ley aplicable.
La eficacia de las normas no queda habitualmente en manos de la voluntad de los
particulares, y el art. 6.2 Cc imposibilita renunciar o excluir por los particulares la ley
aplicable a un supuesto del modo siguiente: « La exclusión voluntaria de la ley aplicable
y la renuncia a los derechos en ella reconocidos sólo serán válidas cuando no contraríen el
interés o el orden público ni perjudiquen a terceros»
Ello quiere decir, que la exclusión voluntaria de una norma por sus destinatarios sólo será
posible cuando nos hallemos ante una norma de derecho dispositivo donde juega la
autonomía de la voluntad de los particulares, pero esta regla no se aplica a las normas
imperativas, ya que supone una excepción al deber del cumplimiento de la ley, y ello
sólo es posible cuando los particulares se hayan dado una regulación privada que
sustituya a la legal.
c) Eficacia sancionadora de las normas: actos contrarios a la ley y fraude de ley.
Una consecuencia de la eficacia obligatoria de las normas es también su relación con el
carácter de coercibilidad, es decir, la posibilidad de poderlas imponer por la fuerza en el
caso de incumplimiento de las normas por los destinatarios.
Por ello, el incumplimiento de una norma conlleva una sanción como una consecuencia
que el ordenamiento jurídico impone al incumplimiento de la norma. La reacción del
ordenamiento puede consistir en una imposición forzosa de lo preceptuado por la ley, la
reparación del daño causado, o una serie de sanciones de carácter civil, administrativo o
penal.
El art. 6.3 Cc establece con carácter general que «Los actos contrarios a las normas
imperativas y a las prohibitivas son nulos de pleno derecho, salvo que en ellas se establezca
un efecto contrario para el caso de contravención».
Ello quiere decir que la sanción general en materia civil es la nulidad del acto, es decir,
privar al acto de valor y de los efectos que en condiciones normales debería de producir,
cuando se infringe una norma imperativa. Es una sanción muy rigurosa la nulidad de pleno
derecho, por lo que el mismo artículo permite que en atención a la buena fe o a otros
intereses respetables en juego, se mantengan ciertos efectos (por ej.: que la sanción no sea
de nulidad sino de anulabilidad del acto, como veremos en el caso de los contratos en el
tema 2)
Los actos en fraude de ley (art. 6.4 Cc) son aquellos que originan un resultado prohibido
por una norma jurídica que tratan de eludir, y que se realizan al aparente amparo de
otra norma, cuya finalidad es desviada. Se produce cuando se elude el cumplimiento de la
ley (ley defraudada) al amparo de unas normas dictadas (ley de cobertura) con una
finalidad diferente (por ej. matrimonio de conveniencia para obtener nacionalidad, art. 22 Cc.)
LA EFICACIA DE LAS NORMAS EN EL ESPACIO
La diversidad legislativa entre los diversos Estados o la posible variedad de
legislaciones dentro de un mismo Estado, hacen necesarios unos principios que determinen la
competencia de cada una de estas leyes y resuelvan los conflictos de concurrencia.
La disciplina que estudia los conflictos entre leyes de distintos Estados se denomina
Derecho interestatal o Derecho internacional privado, y Derecho interregional o
interterritorial, cuando trata conflictos de derecho interior entre leyes de dos territorios del
mismo Estado.
Se utilizan básicamente dos criterios o principios para determinar el ámbito de
vigencia de las normas: el principio de territorialidad y el principio de personalidad.
Hay normas que se aplican a todos los hechos que se producen en el territorio sobre el
cual tiene jurisdicción la autoridad que dicta la norma o sobre el cual está asentada la
comunidad que se rige por ella. Ello sucede, por ej., para las leyes penales, de policía o
de seguridad pública (art. 8.1 Cc).
Otras normas se aplican, por el contrario, en base al criterio personal: se aplican a
los sujetos que son miembros de esa comunidad, donde quiera que se encuentren. Si el
criterio de pertenencia a una comunidad nacional es la nacionalidad, habrá así normas que
se apliquen a los nacionales españoles, estén en España o en el extranjero (por ej.: el
régimen de capacidad y estado civil de las personas, art. 9.1 CC). Si el criterio de
pertenencia es la vecindad civil, para determinar el sometimiento a los distintos
ordenamientos civiles territoriales existentes en España, se aplican reglas similares (arts.
14 a 16 Cc).
Las reglas básicas para resolver los conflictos de aplicación de ley española que
colisione con otra extranjera o dos leyes dentro del mismo Estado y determinar la ley
aplicable (normas de conflicto), están recogidas en los arts. 8 a 12 Cc.
BIBLIOGRAFÍA:
- LACRUZ BERDEJO, José Luis, DELGADO ECHEVERRÍA, Jesús, y PARRA
LUCÁN, María Ángeles, Nociones de Derecho Civil Patrimonial e Introducción al
Derecho, Madrid, Dykinson, 2012, §§ 1, 2, 5, 6, 7 y 8 (pp. 3-51) (edición electronica
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