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1. INTRODUCCIÓN Y PROPÓSITO
Los centros históricos de la mayor parte de las ciudades españolas de tamaño me-
dio o grande han mejorado enormemente sus condiciones ambientales y urbanas en los
últimos cincuenta años. Ello se produjo a partir de su condición de memoria colectiva y
patrimonio histórico y como reacción al proceso de destrucción y deterioro que sufrieron
en las décadas desarrollismo. La generalización de las normativas proteccionistas en los
años 80 del siglo pasado y la conversión de los centros urbanos en objetivo prioritario de
la inversión como capital fijo de las Administraciones públicas los transformó radical-
mente, incluyendo la rehabilitación edificatoria o las peatonalizaciones. Sin embargo,
esas actuaciones públicas coadyuvaron en diversos procesos de la iniciativa privada como
la franquiciación del comercio, la gentrificación o la turistificación con implicaciones
severas sobre la población de estos barrios centrales. Recientemente, el triunfo de las
plataformas mundiales de servicios, como Airbnb, Amazon, Uber o Lime, ha afectado a
los componentes tradicionales de la ciudad como la vivienda, el comercio y la movilidad
y han acabado de complicar el panorama para diseñar y planificar estos espacios (Fig. 1).
2.1. Peatonalizaciones
Las peatonalizaciones han tenido un papel importante en los procesos de temati-
zación y turistificación descritos, después de convertirse en una de las principales com-
ponentes de las políticas públicas en los cascos históricos. Es cierto que la rehabilitación
y más recientemente la regeneración urbana integrada han sido también políticas con un
gran peso en dichas transformaciones, pero, como se argumenta en el libro sobre espacio
público y movilidad en el distrito centro de Madrid en el que tuve el gusto de participar
(De Gregorio Hurtado et al., 2019), el casco histórico de Madrid que conocemos ahora
no sería el mismo sin el cambio radical en la imagen urbana que ha supuesto la peatona-
lización y reurbanización de muchas de sus calles. Posiblemente la peatonalización ha
sido la más emblemática de las actuaciones públicas en los cascos históricos.
Pero no sin consecuencias negativas. Para introducirse en lo que suponen las pea-
tonalizaciones con buen tino, ha de leerse el artículo de Sanz Alduán (2005), donde ya en
1998 exponía brevemente pero con clarividencia las aportaciones de las peatonalizaciones
y sus fallas: en general, han tenido efectos positivos en términos de mejora de la calidad
ambiental y de adaptación al tráfico y seguridad vial de una trama de calles que no fue
concebida para el tráfico motorizado, pero han olvidado la mejora de la habitabilidad para
sus habitantes de estos barrios, lo que está en la base de los procesos citados.
El resto de los problemas de las peatonalizaciones son bien conocidos, pues esta-
ban ya descritos en el libro compilado por Paul Peters sobre las peatonalizaciones en
Alemania a partir de los años 60 del siglo pasado (Peters, 1979). Son fundamentalmente
la preponderancia de la función comercial y sus demandas (accesibilidad motorizada e
incluso en TP sobredimensionada, carga y descarga, etc.) sobre el resto de las funciones
urbanas, la cuestión del aparcamiento o los efectos sobre los barrios colindantes o “zona
gris”.
Asociado a esa visión, también se han llevado a cabo políticas de incremento del
aparcamiento en los centros, obviando que ello atrae más movilidad motorizada, y por
tanto genera más consumo de combustibles fósiles, emisiones, etc. La construcción de
aparcamientos de rotación debajo de las plazas del centro ha sido durante mucho tiempo
la tónica habitual. Por el contrario, la restricción y gestión del aparcamiento (las denosta-
das zonas SER, entre ellas), es una de las principales palancas para conseguir el cambio
modal, es decir, que el ciudadano que acude al centro deje el coche en casa (Pozueta
Echavarri, 2000). La racionalidad de este otro enfoque se completa con el hecho de que
las zonas centrales de la ciudad suelen ser las de mayor accesibilidad en transporte pú-
blico. Además, este tipo de visión que ya se ha ensayado en bastantes ciudades (por ejem-
plo, transformando las antiguas concesiones de aparcamientos de rotación en otros usos
o al menos en aparcamientos para residentes del centro), se ve reforzada actualmente con
la obligación de declarar Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) en ciudades de más de 50.000
habitantes 1.
1
Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética, y Real Decreto 1052/2022, de
27 de diciembre, por el que se regulan las zonas de bajas emisiones.
describen las estrategias de tráfico y aparcamiento adoptadas que fueron: (1) cortar los
itinerarios de paso (cambios de sentido, cierres de calle); (2) potenciar la circulación por
la ronda (mejora intersecciones, onda verde, etc.); y (3) programa de mejoras de itinera-
rios peatonales, con las comunicaciones con la plaza Mayor y unos itinerarios turísticos
y de gran potencialidad ambiental.
Los elementos físicos que limitan la presencia del coche en el centro han sido
también ampliamente ensayados en nuestro país y, aunque la sustitución de un elemento
tan tradicional y versátil como es el bordillo todavía presenta problemas, las soluciones
con bolardos, pavimentos, mobiliario, arbolado, etc., los técnicos de vías públicas de cada
ciudad van decantando sus propias soluciones. Incluso los elementos tecnológicos como
el control de accesos para residentes o los de transporte vertical (rampas mecánicas y
ascensores), las bicicletas públicas, etc. se han vuelto recursos comunes. Eso sí, con ajus-
tes pendientes, como lo demuestra la problemática que generan los espacios de plataforma
única para las personas con discapacidad (Jiménez Martín, 2015).
La ciudad de quince minutos fue introducida por Carlos Moreno en 2016, está
desarrollada operativamente en el Libro blanco de la ciudad del cuarto de hora (Moreno
y Garnier, 2020) y se integró en el programa político de la alcaldesa de París, Anne Hi-
dalgo, con notable éxito, como puede observar cualquiera que se desplace hoy en bicicleta
por el centro de la capital francesa. La idea se ha difundido a nivel mundial durante la
pandemia, entre otras razones porque representaba una oportunidad para crear barrios
oportunamente autosuficientes que también pueden contribuir a frenar la progresión del
virus. Además, se le atribuyen resultados prometedores en cuanto a mejora de la habita-
bilidad urbana y la reducción de las emisiones de carbono (Nieuwenhuijsen, 2021).
Fig. 4. Esquema conceptual de la ciudad paseable: requisitos de la ciudad vs necesidades del usuario
Las primeras, las características del entorno, se desarrollaron a partir de las 3Ds
(Density, Diversity & Design) que, según Robert Cervero (1997), precisaba una ciudad
para ser capaz de fomentar el desplazamiento a pie. En la ciudad paseable, estas tres va-
riables se despliegan en otras tres nuevas, que son el control de la dispersión de la ciudad,
la creación de una red peatonal principal y la atención a la relación entre el edificio con
la calle. Estos seis ítems se proponen como requisitos de la ciudad para que, en vez de
promover la dependencia del coche como hace el sprawl, favorezca el desplazamiento a
pie. La idea es que la ciudad que reúna dichos requisitos podrá satisfacer las principales
necesidades de la persona que va a desplazarse, en el sentido de ofrecer no solo la proxi-
midad (accesibilidad) a los destinos más habituales, sino una mayor seguridad tanto a
nivel ciudadano como vial, el confort (climático, sonoro, accesibilidad universal, etc.) y
el atractivo de un espacio vital del que apropiarse y por el que pasear.
3. PROPUESTAS
3.1. Cómo construir la red de lugares verdes y lineales, o las nuevas green
streets
Dado que los cascos históricos de nuestras ciudades suelen ser densos, con diver-
sidad de actividades y, gracias a las peatonalizaciones, aparentemente con un buen diseño
de calle, la pregunta sería: ¿qué les falta a para formar parte de la ciudad de proximidad?
O, más específicamente, ¿qué le falta a su movilidad y a su espacio público para reunir
dichos requisitos?
Fig. 5. Eje comercial de barrio adaptado al tráfico motorizado: el paseo de Extremadura de Madrid
Cuadro 1. Red de Itinerarios Peatonales Principales
La Instrucción para el diseño de la vía pública de Madrid (IVP-2000) propone una “Red de itinerarios
peatonales principales”, como una red jerárquicamente superior a las aceras, pero no exclusiva-
mente peatonal ni homogénea; de hecho, compuesta de elementos diversos, como bulevares de
más de 8 metros, paseos con aceras de más de 6 metros, sendas peatonales, calles de prioridad
peatonal y, por supuesto, calles peatonalizadas.
A diferencia de la red motorizada y, en menor medida de la red ciclista, dicha red no necesita solo
de un plano horizontal, de unas aceras, con determinadas características (accesibles, amplias, som-
breadas, etc.), sino que precisa del plano vertical, de los edificios que deben tener ciertas actividades
(uso comercial, equipamientos, etc.) y formas (soportales, accesos, transparencia, etc.).
Ello es así porque como red peatonal ha de cumplir los requisitos de la ciudad paseable: debe ser
próxima a todos los vecinos, es decir, estar en todos los barrios, no solo en el centro; segura con
comercio en planta baja o gente paseando que sea los “ojos” de la ciudad de la que hablaba Jane
Jacobs, la “policía de extraños” que nos protege a todas y a todos; confortable dando cobijo de la
lluvia y sombra y humedad en verano, gracias a su vegetación y suelos permeables y a elementos
como porches, voladizos o pérgolas; y, finalmente, atractiva por los edificios patrimoniales e hitos
relacionados con la memoria colectiva y también por las actividades y la gente en la calle, por su
vitalidad.
El modelo o la forma de esas nuevas calles responde a un concepto que los norte-
americanos llaman green street (no es sólo una calle con más verde), que debe cumplir
tres condiciones: en primer lugar, tener más espacio para pasear y para la estancia, más
carriles para la bicicleta y para los vehículos de movilidad personal (VMP); en segundo
lugar, servir al encuentro social de todas las generaciones con frecuentes espacios para
sentarse o aseos, con más sombra, con fuentes para beber y con menos ruido; y, por úl-
timo, ser más parecidas a un oasis urbano, con mucha más sombra y humedad, a base de
más árboles, abundante vegetación y más zonas ajardinadas o permeables (Fig. 6).
67%
Este reequilibrio de la calle (anteriormente solo tenía un 30% para peatones), tiene
otros dos efectos indirectos muy notables. El primero es la mejora de la calidad ambiental,
gracias a la disminución del tráfico y, por ende, del ruido, de la contaminación local y de
la peligrosidad asociadas. Y el segundo, el cambio del modelo de tráfico hacia la movili-
dad sostenible, al cambiar las prioridades con la reducción de capacidad para el tráfico
motorizado. De hecho, este reequilibrio sería una gran estrategia complementaria en las
ZBE, pues no se basa en prohibir y en multar, sino que ofrece una solución en positivo,
una calle mejor para la ciudad.
Para finalizar, quiero volver con esta idea de la ciudad paseable y de la red peato-
nal principal y aplicarla al espacio interno del propio casco histórico.
Para ello, voy a presentar la propuesta de regulación funcional del sistema de pla-
zas y la creación de itinerarios peatonales en torno a la Puerta del Sol de Madrid, realizada
en un estudio que dirigí sobre dicho entorno (Lamíquiz Daudén, 2016), y en otro que
dirigieron el profesor Carlos Llés de la Universidad Carlos III y la profesora Ester Higue-
ras, compañera del Departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura de la Uni-
versidad Politécnica de Madrid (Llés e Higueras, 2016).
Cuadro 1. Funciones actuales y propuesta de regulación del sistema de plazas en torno a la Puerta del Sol
de Madrid
De esa manera se entiende que las plazas tengan cada una su propio ámbito (glo-
bal, metropolitano, local, etc.) y su propio carácter o vocación (principal, del centro o de
servicio), lo que permite la especialización y complementariedad funcional (estancial,
comercial, restauración, publicitaria, acceso, circulatoria, etc.). Además, una conceptua-
lización en red como esta, permite al Ayuntamiento afinar la oferta de espacio público o
incluso terciar en polémicas como la de la necesidad de poner terrazas o árboles en la
Puerta del Sol, un espacio con tanta impronta arquitectónica, tan marcado por su función
de gran hall del centro de Madrid y tan próximo a otros espacios de su red.
El análisis de la red también sirve para evidenciar que dentro del centro de Madrid
se ha vuelto imprescindible reservar mucho más espacio público a las necesidades locales,
frente a las turísticas, que están invadiendo la mayor parte de las plazas.
Cuadro 2. Parte de la propuesta de itinerarios en torno a la Puerta del Sol
Fig. 10. Propuesta de categorización y funciones de plazas e itinerarios en torno a la Puerta del Sol
Finalmente, para conseguir la complementariedad funcional de las plazas, se rea-
liza una propuesta de regulación de estas que establece un carácter (o uso global) –prin-
cipal, secundaria y menor– y luego usos o funciones a promover, limitar o no permitir.
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