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Trashumantes de neblina, no las hemos de encontrar (Oscar Blanco –

Adriana Imperatore – Martín Kohan)

De cómo la literatura cuenta la guerra de Malvinas

La guerra de Malvinas, como toda guerra, constituye una confrontación de cuerpos,


y a la vez, una confrontación de discursos. Desde el relato convocante de los comienzos
hasta la postrera rendición de cuentas, la guerra despliega una construcción de versiones
que siguen pugnando por imponerse, incluso cuando la lucha entre los cuerpos ya ha
concluido.

Han predominado dos maneras de contar la guerra de Malvinas en la disputa por el


terreno de la memoria colectiva: una, la que podríamos denominar versión triunfalista; otra,
la versión del lamento. La versión triunfalista corresponde al discurso oficial, es la que
construye héroes y responde a la tradición según la cual "nuestra bandera jamás ha sido
atada al carro del enemigo". La versión del lamento, por su parte, surge, a diferencia de la
anterior, en el punto de inflexión de la derrota: construye víctimas, responde a la tradición
de la neutralidad bélica argentina, y apuesta a las vías diplomáticas.

La primera versión, más transitada durante la guerra, circula abarcando un abanico


que va desde el discurso de Galtieri en el balcón de la casa rosada, hasta las crónicas de los
medios masivos, pasando por el fervor de los cánticos populares: su impronta es el desafío
al "principito" y el anuncio, en titulares, de que "estamos ganando". La segunda versión
comienza a imponerse tras la derrota. Los combatientes son ahora "chicos": víctimas (en la
locura, en la mutilación, etc.), no tanto de los ingleses sino de sus propios oficiales. Un
discurso anti-militarista, y también anti-imperialista en este caso, dirá entonces que la
guerra fue una "causa justa", pero que estuvo mal conducida.

Esta segunda versión se propone cuestionar a la primera en sus principios


fundamentales: ocupar el espacio de su opuesto, revertir todos sus términos. Sin embargo,
la versión del lamento no cuestiona a la versión triunfalista de un modo tan contundente
como lo pretende. Lo cierto es que ambas se inscriben, finalmente, en un mismo marco,
participan de una misma lógica: la lógica del Gran Relato Nacional, es decir, la del Gran
Relato Argentino.
En la base de la conformación de toda nación moderna - y también en la de la
Argentina -, se encuentra la constitución de un relato cuya función es homogeneizar, definir
un nosotros y un ellos en un sistema de inclusión y exclusión, otorgar una identidad
colectiva que opera en el horizonte del imaginario social, a través de un sistema simbólico:
nombre, bandera, himno, escudo, panteón de héroes y de hitos. Una narración del origen y
de lo porvenir: una tradición y un relato futuro. La eficacia de este relato consiste en que
logrará disolver las diferencias internas, haciéndolas converger y coincidir en los valores de
la unidad nacional.

La coyuntura de un conflicto o de una guerra, como en el caso de Malvinas,


exaspera el poder aglutinante del nosotros y convierte a los otros en enemigos; por lo tanto
la posibilidad de escapar a la instancia globalizadora del Gran Relato Nacional resulta más
difícil todavía.

Cuando "los chicos de la guerra" se lamentan de su suerte, insisten, no obstante, en


que volverían a pelear por las islas con una preparación más adecuada: sostienen, en
definitiva, lo legítimo de la "gesta". Y cuando el pensamiento progresista pone en juego su
versión, dirige sus ataques al descalabro de la organización militar, pero a la vez se
entusiasma, por su postura antiimperialista, con el hecho del desafío alas potencias
coloniales.

La otra variante de aparente discrepancia apela a una estrategia que consiste en


invocar valores universales, valores que pretenden posicionarse por encima de los
conflictos nacionales: así, por ejemplo, Borges imagina a un soldado inglés que lee a
Cervantes y a un soldado argentino que lee a Conrad, ambos en sus lenguas originales. Pero
la tradición anti-belicista - como toda tradición que se basa en valores superadores para
oponerlos al Relato Nacional - no consigue en definitiva escapar de él.

De modo que el Gran Relato Argentino logra entrampar en su lógica a todas estas
versiones: todo podrá ser cuestionado, excepto las bases de la identidad nacional, núcleo
fundante de la versión oficial. Todo podrá ser dicho, excepto que el problema de la sobera-
nía sobre las islas carece de relevancia.
Estrategias de desarme: una guerra desarmada

Existen, de todas maneras, otros relatos que sí deconstruyen el Gran Relato y que
pertenecen al campo discursivo de la literatura: surgieron en la narrativa argentina de los
últimos años con variantes tan diversas, literaria y generacionalmente, como lo son La
Causa Justa de Osvaldo Lamborghini, Los Pichy-cyegos de Rodolfo Fogwill, A sus plantas
rendido un león de Osvaldo Soriano, "El aprendiz de brujo" y "Soberanía nacional"
en Historia argentina de Rodrigo Fresán, "Memorandum Almazán" en Nadar de noche de
Juan Forn o "Impresiones de un natural nacionalista " en El ser querido de Daniel Guebel.

Su operación consiste en deconstruir y no en destruir lo que la destrucción pone en


funcionamiento es una lógica que ataca desde el exterior del sistema en cuestión, su
objetivo es la superación y el reemplazo de ese otro sistema, por eso lo bombardea, pero no
lo dinamita. Dinamitarlo, deconstruirlo, supone actuar desde el interior: reconocer la lógica
y la estructura internas para ubicar los puntos claves, los pilares que sostienen el sistema y
lo harán caer: tarea de espía, tarea de saboteador.

La deconstrucción utiliza el mismo principio que deconstruye, opera dentro de su


objeto, pero invirtiendo sus jerarquías; provoca un corrimiento del sistema en la medida en
que consigue ubicar un elemento que dicho sistema no puede resolver. Su estrategia es
trastocar órdenes, desarmar oposiciones, producir un cortocircuito en los fundamentos,
actuar dentro de los límites que plantea el sistema, pero para resquebrajarlo.

A menudo, las versiones aparentemente opuestas al Gran Relato Nacional, como


dijimos al referirnos a la tradición anti-belicista, formulan una superación por medio de
valores universales: la Vida, la Cultura, la Paz, etcétera. Pero la deconstrucción, preci-
samente, no se propone una superación, sino una desarticulación por degradación. El Relato
Argentino no va a ser destruido por valores superiores, sino deconstruido mediante la
utilización de sus mismos principios, pero boicoteados en su esencia, corrompidos en su
prestigio.

Gardel era francés


Es posible, tomando los textos propuestos como un corpus (campo de trabajo) y
leyendo qué cuentan de la guerra de Malvinas y cómo lo hacen, conformar una historia en
la que se combinan distintos rasgos de cada uno de ellos.

En los textos deconstructivos mencionados, la "causa" no es "justa": parece justa


mientras se la lee seriamente, pero se revela irrelevante en el registro del chiste. Y es
precisamente en este tipo de registro donde cabe la inversión.

Si el Gran Relato Nacional definía, a través de un sistema de inclusión y exclusión,


a un nosotros y un ellos, ese otro, la figura del extranjero, no se ubica ahora en el afuera
sino adentro, y más aún: en el centro mismo. Un soldado va a Malvinas, pero su familia es
inglesa, y su hermano está en Londres. Un ex combatiente se presenta en una embajada
argentina, pero se trata en verdad de un chileno que ha usurpado su lugar. Y aún en la
posición de voluntario, que en el caso de guerra resume en sí lo nacional como deseo
(combatir por la patria como ejercicio de voluntad), es donde aparece un japonés: se alista
en la causa antiimperialista, guiado por los principios aprendidos en nombre del Emperador
durante la Segunda Guerra Mundial.

Juego de inversiones: el Gran Relato Nacional está paradójicamente sustentado por


un extranjero. La guerra de Malvinas bien puede ser contada como la confrontación por la
posesión de una isla ubicada "frente a la costa de Cumberland": los argentinos son los que
la han ocupado patrióticamente durante ciento cincuenta años, y los ingleses son los que
intentan recuperarla en una aventura sin sentido.

Pero toda identidad nacional, no sólo la argentina, está deconstruida con el mismo
procedimiento: aún la del enemigo. Quien representa lo inglés en un restaurant londinense
es un hindú (justamente una ex colonia). Y los pibes argentinos en Malvinas se asombran
porque los ingleses son "escot, wels o gurjas" y se preguntan si no hay ingleses auténticos.
Y es que es precisamente la idea de que haya una autenticidad nacional lo que se cuestiona:
tampoco los ingleses son ellos mismos, no hay centro puro que no sea impregnado por la
otredad.

Lo propio aparece constituido por lo ajeno también en el nivel de lo cultural. Los


soldados argentinos fuman cigarrillos ingleses (y los oficiales, cigarrillos franceses o
norteamericanos). La radio inglesa en las Malvinas es la que pasa folklore y tango, y es por
lo tanto la preferida por los soldados argentinos en lugar del rock de las radios nacionales.
Los ingleses toman té con bombilla, como si fuese mate, o bien desayunan con "arroz con
leche, mazamorra y mate cocido"; los pichys (soldados argentinos que luchan por
sobrevivir y no por la causa nacional) beben whisky cuando negocian con el enemigo, lo
que remite a la tradición iconográfica de Galtieri, cautivado por la bebida del otro, al cual le
declara la guerra.

Aquí no hay héroes nacionales. La heroicidad requiere una causa justa y en estos
textos la causa ha sido despojada de su fundamento. Lo que queda, perdida la causalidad, es
la casualidad: cuando un argentino aparece en la posición de héroe por haber matado a un
gurkha, se trata en realidad de un accidente que se produce cuando los dos procuran
entregarse mutuamente como prisioneros. Si el cónsul argentino en un desconocido país
africano (que ni siquiera es el auténtico cónsul, sino que ha usurpado su lugar) incursiona
en la embajada inglesa en lo que es visto como un acto de arrojo, lo que en verdad está
haciendo es tratando de reivindicar, no tanto el orgullo nacional, como el honor personal
comprometido por unas cartas amorosas que intenta recuperar. Así también, cuando
aparece otro voluntario, esta vez argentino, su motivación para alistarse en el ejército no
responde a eficacia alguna del Gran Relato convocante, sino al deseo que tiene de ser hecho
prisionero y ser trasladado a Londres, con la intención de presenciar un concierto de los
Rolling Stones.

Vemos entonces que se reproduce la lógica del sistema de lo nacional, pero con la
inversión de sus jerarquías, trastocando su orden simbólico, degradando sus principios de
valor, estos relatos deconstruyen, por lo tanto, las versiones de la guerra del Gran Relato
Argentino. Lo propio aparece como lo otro; lo otro se identifica con lo propio. Los siete
textos que circunscribimos plantean la representación de múltiples espacios: el espacio
propio (la Argentina en La Causa Justa); el espacio del otro (Londres en "El aprendiz de
brujo"); el espacio propio en el ajeno (la embajada argentina en Chile en "Memorándum
Almazán" y el consulado argentino en Bongwutsi en A sus plantas rendido un león); el
espacio en disputa (las islas Malvinas en Los pichy-cyegos y en "La soberanía nacional"); o
los espacios absolutamente invertidos (Inglaterra es Argentina y Argentina es Inglaterra en
"Impresiones de un natural nacionalista"). En estos espacios se producen sistemas de
homogeneización, que a su vez funcionan como sistemas de inclusión y exclusión, se
detentan órdenes jerárquicos, se constituye un nosotros antagónico de un ellos. Es decir que
los grupos representados en estos textos operan, en apariencia, con la misma lógica que un
Estado utilizaría para definir una identidad nacional. Sin embargo, sus móviles invierten los
valores sobre los cuales lo nacional está construido y corroen esa lógica: los pichys del
texto de Fogwill, los oficinistas de La Causa Justa, el aprendiz de brujo en la cocina de
Londres, el chileno farsante en la embajada argentina, el falso cónsul argentino en
Bongwutsi, sólo se proponen sobrevivir o zafar, aunque a menudo no lo consigan,
supliendo la lógica del honor nacional por la de la supervivencia, que actúa en el interior de
su sistema, pero para resquebrajarlo.

Y Dios no es argentino

En los textos testimoniales - Los chicos de la guerra de Daniel Kon o 5.000 adioses
a Puerto Argentino de Daniel Terzano, por ejemplo -son recurrentes las apelaciones a
Jesucristo o a Dios, o la aparición de objetos tales como crucifijos y rosarios, en la situación
límite del miedo a la muerte o al sufrimiento físico. Los textos deconstructivos, en otro
movimiento, secularizan estas zonas de religiosidad, transformándolas al ocupar su lugar
con narraciones sobrenaturales, relatos de aparecidos, etc. Nos sitúan así en el registro de lo
fantástico, tradición que la escritura literaria ha tomado de la oralidad (los cuentos de
fantasmas narrados en torno al fogón), hasta volverla propia. Mediante esta inversión - la de
colocar lo profano donde estuve le sagrado - se nos ubica en un terreno reconocidamente
literario, donde vemos emerger la deconstrucción.

No todo lo que reluce es deconstrucción

Decimos, por otra parte, que se trata de relatos deconstructivos, porque no postulan
nada que reemplace al Gran Relato Argentino: sólo lo desarman. Ni siquiera el propio
espacio de enunciación queda en pie. Por eso diluyen también el espacio de autoridad de
sus narradores: su saber es mostrado como endeble, su cordura es puesta en duda, su lugar
de poder es cuestionado, su honestidad es sospechada.
Lo que se plantea aquí no es que necesariamente la literatura deconstruya un
sistema. Un texto como "Gurka" de Vicente Zito Lema, contado desde la locura, termina
erigiendo la figura de las víctimas de la versión del lamento. Y un texto tramado desde la
técnica narrativa que se propone lograr un verosímil realista, podrá recorrer, como sucede
en Arde aún sobre los años de Fernando López, todas las versiones del relato de la guerra
(incluida la oficial); pero no logra desarticular ni deconstruir su objeto, al sostener también,
finalmente, la versión de las víctimas.

De modo que la posibilidad de desarmar el Relato de la Gesta de Malvinas no es


inherente a la literatura. Pero, sin embargo, es en ciertas zonas de la narrativa de los últimos
años donde se formula la posibilidad de eludir la trampa de la falsa oposición de las
versiones, y se apuesta a una narración a través de la cual lo justo de la "causa justa", el
fundamento mismo del Gran Relato Nacional convocante, se desvanece.

Notas

-Fogwill, Rodolfo Enrique. Los Pichy-cyegos. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1983.

-Forn, Juan. "Memorándum Almazán", en Nadar de noche. Editorial Planeta, Buenos


Aires, 1991.

-Fresán, Rodrigo. "El aprendiz de brujo" y "La soberanía nacional", en Historia argentina.
Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991.

-Guebel, Daniel. "Impresiones de un natural nacionalista", en El ser querido. Editorial


Sudamericana, Buenos Aires, 1992.

-Lamborghini, Osvaldo. "La causa justa", en Novelas y cuentos. Ediciones del Serbal,
Barcelona, 1988.

-Soriano, Osvaldo. A sus plantas rendido un león. Editorial Sudamericana, Buenos Aires,
1986.

Otros textos sobre Malvinas que han sido confrontados:


-Borges, Jorge Luis. "Juan López y Juan Ward", en Borges, Fundación Banco de Boston,
Buenos Aires, 1987.

-Kon, Daniel. Los chicos de la guerra. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1982.

-López, Fernando. Arde aún sobre los años. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986.

-Terzano, Daniel. 5.000 adioses a Puerto Argentino. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1985.

-Zito Lema, Vicente. "Gurka (Un frío como el agua, seco)", en Voces en el hospicio.
Ediciones de Fin de Siglo, Buenos Aires, 1990.

-Baczko, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas.


Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1991.

-Culler, Jonathan. Sobre la deconstrucción. Cátedra, Madrid, 1988.

-Derrida, Jacques. De la gramatología. Siglo XXI, México, 1986.

-Gellner, Ernest. Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios


sociales. Gedisa, Barcelona, 1989.

-Naciones y nacionalismo. Alianza Editorial, Madrid, 1988.

-Habermas, Jürgen. Identidades nacionales y postnacionales. Editorial Tecnos, Madrid,


1989.

-Hobsbawn, E.J. Nations and nationalism since


1780. Cambridge University Press, Cambridge, 1990.

Fuente: Revista Espacios, nº 13, Dic. 1993- Marzo 1994, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,

Universidad de Buenos Aires, págs. 82-86.

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