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El sueño de un contratado

-¡Profesor!- le dijo, suavemente, tocándole el hombro derecho, Frida, la secretaria del colegio.

-¡Ah, perdón!-le contestó, casi mecánicamente, escapando a las justas e intempestivamente de


su breve experiencia onírica, aquel extraño docente, con una barba crecida como rabino,
ataviado con un saco verde, pantalón negro, zapato charolado, camisa y corbata amarillas.

- Son las nueve y media, ahora sí, es momento de su facilitación de actividades de aprendizaje,
pase por aquí, por favor- Frida, protocolarmente indicó e inició el tránsito del holl de entrada.

… Ocho horas antes.

-Sí, ahora sí, quedó. Todo está listo- caviló, Frodo.

Había completado de imprimir las fichas que iba a utilizar para el momento del análisis de
información, de la temática propuesta. Revisó que todo estuviera configurado, en el
documento Word, se aseguró que los colores escogidos para algunas imágenes y segmentos
del texto estuvieran impresos como imaginó, para capturar la atención e interés de los
púberes. Asimismo, oteando con satisfacción los fotocheck, que había maquinado el último fin
de semana, de cartulinas negras, cuyos bordes amarillo maíz resaltaban, con un lápiz que
sobresalía del diseño y un imperdible que serviría de prendedor, notándose a primera vista los
nombres de los estudiantes, escritos con corrector. También, en una esquina de su escritorio,
yacía listo todo elemento necesario para el escenario de motivación y problematización, se
vislumbraban la nariz amarilla, los globos, la corbata de colores. Unas fichas metacognitivas
atisbaban arrimadas, por ahí, también al alcance de su vista y todo en orden. En fin, ya nada
faltaba. Era hora de dormir, ya que se avecinaba una de las jornadas más importante de su
vida.

… A la hora de la hora.

-Buenos días, estimado profesor, ella es la maestra de su especialidad y, él, el subdirector del
colegio, junto con ellos seremos su jurado en este proceso del nombramiento docente.
Estimados colegas, él es Frodo, maestro que evaluaremos en esta oportunidad-me presentó
amablemente la Señora Directora.

Esperé unos segundos, mientras tomaban sus lugares. Luego de los protocolos de saludo y
bienvenida, más cordiales y amables del que soy capaz, inicié a interactuar con los señores
estudiantes, que lucían exquisitamente sus uniformes y mostraban disposición e interés al
nuevo docente que estaba frente a ellos, no dudé ni un segundo en aprovechar este impacto y
entorno de coyuntura. Me dirigí, de donde estaba, por el sector de la puerta, hacia el
escritorio.

-¿Saben? He recibido una llamada de uno de sus padres y me ha contratado para cantarle las
mañanitas a uno de ustedes, que está cumpliendo años. Sólo que yo debo descubrir ¿quién
es?-Les dije, mientras me ataviaba con nariz amarilla, corbata de colores y tomaba los globos,
ya conformando un ramaje.

Estupefactos, ellos, sólo atinaron a mirar y algunos a esbozar alguna sonrisa cómplice. Los de
atrás, como queriendo ver lo que pasaba, se estiraban, en sus sillas, buscando no perderse
algún detalle. Mientras tanto recibían unas tarjetas de colores.
-Pongan, por favor, el día de sus cumpleaños, en esa hojita-les indiqué, recalcándoles que
necesitaba saber ¿quién era el estudiante del cumpleaños? Al que tendríamos que cantarle las
mañanitas.

… El sueño.

Frodo, se veía, risueño, feliz, pleno, realizado. Se había puesto su mejor traje, la situación lo
ameritaba, el más nuevo, con su corbata roja. Entre las imágenes difusas, se distinguía bien, la
Gerenta, sí, la Gerenta Regional de Educación de Arequipa. Le entregaba, como a todos los
docentes que habían alcanzado la gran hazaña de lograr uno de sus objetivos más importantes
en la vida de todo docente, la resolución gerencial de reconocimiento y felicitación por haberse
nombrado. Ahora sí, tendría la estabilidad laboral añorada. Mejoraría sus condiciones
económicas. Experimentaría la seguridad de saberse empleado indeterminadamente, sin la
presión de obligarse a repasar los cuadernillos de razonamiento matemático o comprensión
lectora o matricularse a algunos cursos para hacerse de un buen puntaje en el ranking, que le
asegurara un contrato, como sucedía de año en año. Por fin, a partir de este hito, respiraría con
confianza y tranquilidad, enfocando todas sus energías y sapiencia en procurar la mayor calidad
de educación posible para sus estudiantes. Podría, por fin, realizar otros sueños que estaban
procrastinados, aquella maestría intitulada o el doctorado ansiado, para que en su condición de
experto aportara más y con tacto fino, volcara sus experiencias, inclusive en narraciones
documentadas que inspiraran a las próximas generaciones de maestros. Un sinfín de proyectos
en su cabeza cobraban vida. Y en ese preciso momento se difumina todo, como arte de magia,
y sólo se oía estentóreamente:

-¡Profesor… Profesor!

Martín Oswaldo Zela Mamani.

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