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CORAZÓN DIARIO DE UN municipales para que había pasado casi todos los los bancos que les habían

NIÑO mantuviesen el orden y días durante tres años. asignado y otros rompían a
Por quedase expedita la entrada. Estaba repleto de gente. Las llorar en cuanto sus padres o
Edmondo de Amicis maestras de los pequeños acompañantes se marchaban,
Cerca de la puerta sentí unos
iban y venían en todas quienes volvían para
golpecitos en el hombro. Me
direcciones. La que había sido consolarlos o hacerlos sentar
OCTUBRE los dio mi anterior maestro de
mi profesora dos años antes nuevamente. Con esto las
segundo, alegre, jovial, de
Primer día de clase Lunes, 17 me saludó desde la puerta de maestras se desesperaban.
pelo rubio, rizoso y
su clase, añadiéndome: — Mi hermanito se quedó en la
Hoy hemos empezado el encrespado, que me dijo:
Enrique, este año vas al piso clase de la maestra Delcati, y
nuevo curso. Han pasado de arriba, y ni siquiera te yo en la del maestro Perboni,
—¿Qué, Enrique? ¿Nos
como un sueño los tres veré pasar. Habló mirándome situada en el piso principal.
separamos para siempre?
meses de vacaciones con aire entristecido.
transcurridos en el campo. Mi Demasiado lo sabía yo, pero A las diez todos estábamos
madre me llevó esta mañana sus palabras me apenaron El Director estaba rodeado en nuestros sitios respectivos.
al grupo escolar «Baretti» mucho. Entramos, por fin, a por mujeres que le instaban a En mi clase éramos cincuenta
para matricularme como empellones. Señoras, que admitiera a sus hijos, no y cuatro, pero apenas quince
alumno de tercero. Mientras caballeros, mujeres del matriculados por falta de o dieciséis habían sido
tanto pensaba en el campo e pueblo, obreros, militares, espacio. Me pareció que tenía compañeros míos el curso
iba de bastante mala gana. abuelas, criadas, todos con la barba algo más canosa que anterior, figurando entre ellos
Las calles adyacentes eran un chicos de una mano y el el año pasado. Encontré a Derossi, el que siempre
hervidero de chiquillos, y las material escolar en la otra, algunos chicos más altos y obtenía las mejores notas y
dos librerías próximas al llenaban el vestíbulo y las fuertes que al terminar el acaparaba el primer premio.
grupo estaban llenas de escaleras, produciendo un curso.
Pensando en los bosques y en
padres y de madres que rumor como al entrar al
En la planta baja ya se había las montañas por donde me
compraban carteras, cartillas, teatro después de una larga
hecho la distribución de los había solazado el verano, me
libros, estuches o plumieres espera en la cola.
escolares; había pequeñines parecía muy pequeño y triste
con útiles de trabajo y
Volví a ver con alegría el que no querían entrar en el el recinto escolar. También
cuadernos. Delante de la
amplio zaguán de la planta aula y se encabritaban como me acordaba con pena de mi
escuela se agolpaba tanta
baja al que dan las puertas potrillos, debiéndoseles forzar anterior maestro, tan bueno y
gente, que el bedel hubo de
de siete aulas, por donde para que pasasen al interior; alegre y tan bajo que casi
pedir la presencia de guardias
pero algunos se escapaban de parecía uno de nosotros;
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sentía no verlo delante de mí sonriente. Por eso no me ha Y les apretaba la mano que le instantáneamente
con su cabeza rubia de pelo gustado, de primeras, la ofrecían, pero sin fijarse en permaneciendo con la cabeza
enmarañado. escuela tanto como antes. ninguno; a cada saludo gacha en espera de la
Veremos lo que ocurre este permanecía serio y vuelto merecida reprimenda. Pero el
Nuestro actual maestro es
año. hacia la ventana, con la señor Perboni sólo le puso
alto. No se deja la barba;
arruga de la frente más una mano en la cabeza y le
tiene el pelo bastante largo y *
pronunciada, mirando al dijo:
gris, aunque bien peinado, y
Nuestro maestro Martes, 18 tejado de una casa próxima.
una arruga recta en la frente; —No lo vuelvas a hacer.
En lugar de alegrarse por los
su voz es algo ronca. Nos También me gusta desde esta saludos, parecía que le Y nada más. Volvió a la mesa
mira fijamente uno a uno, mañana mi nuevo maestro. causaban pena. Luego nos y acabó de dictar.
como queriendo leer en
miraba uno a uno
nuestro interior. En ningún Al entrar, estando él sentado
detenidamente. Al concluir, nos miró unos
momento le he visto reír. en su sillón, se asomaban de
instantes en silencio y a
vez en cuando a la puerta de Para el dictado, bajó del continuación, con su robusta,
Esta mañana decía para mí: la clase algunos alumnos estrado e iba pasando por pero agradable voz, empezó a
«Es el primer día. Tengo suyos del curso anterior para entre los bancos. Viendo que decirnos:
nueve meses por delante. saludarle. un chico tenía la cara
¡Cuántos trabajos, cuántos —Escuchad: hemos de pasar
enrojecida y llena de granitos
exámenes mensuales he de —Buenos días, señor
paró de dictar, se le acercó, juntos casi un año.
realizar!» Sentía verdadera maestro.
le empinó un poco la cara y lo Procuraremos pasarlo lo
necesidad de ver a mi madre mejor posible. Aplicaos y sed
—Buenos días, señor Perboni. observó atentamente;
y, al salir, he corrido a buenos chicos. Yo no tengo
después le preguntó qué le
besarla. Ella, para Algunos entraban, le familia. Vosotros constituís la
ocurría y le puso la mano en
tranquilizarme, me ha dicho: estrechaban la mano y se mía. El año pasado todavía
la frente para saber si la tenía
marchaban de prisa. Se caliente. Mientras tanto, un tenía a mi madre, pero ha
—No te apures, Enrique.
notaba que le querían y que chico se puso de pie por muerto y he quedado solo.
Estudiaremos los dos juntos.
gustosamente habrían detrás en su banco y empezó Ahora solamente os tengo a
Al entrar en casa ya estaba continuado en su clase. El a hacer muecas y tonterías vosotros, que sois el centro
mucho más contento. Pero no maestro les respondía: con las manos. El maestro se de mis afectos y de mis
tengo el mismo maestro, ese volvió de repente y el pensamientos. Debéis ser
—Buenos días.
tan buenazo y siempre chiquillo se sentó como hijos míos. Os quiero y

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creo tener derecho a que me Viernes, 21 —Es el médico. que habían llamado. Otra
queráis, pagándome con la señora salió a su encuentro y,
Yendo esta mañana a la Mi padre preguntó a un
misma moneda. No deseo sollozando, le echó los brazos
escuela refiriendo a mi padre maestro:
castigar a ninguno. al cuello: era la madre del
lo que nos dijera ayer el
Demostradme que sois chicos —¿Qué ha sucedido? niño salvado del peligro.
maestro, vimos de pronto
de buen corazón; nuestra
mucha gente apiñada ante la —Le ha pasado una rueda por Ambas entraron en el cuarto
clase será una familia y
puerta del grupo escolar. el pie y se lo ha lastimado — de la dirección y al punto se
vosotros, mi consuelo y mi
respondió el interpelado. oyó un grito desgarrador:
orgullo. No os pido promesas —¡Alguna desgracia! —dijo mi
de palabra, porque estoy padre—. ¡Mal empieza el —¡Julio! ¡Hijo de mi alma!
—Se ha roto el pie —dijo
seguro que ya lo habéis curso! otro.
prometido en el fondo de En aquel momento se detuvo
vuestro corazón. Y os lo Entramos no sin dificultad. El Se trataba de un chico de la un coche delante de la puerta
agradezco sinceramente. gran zaguán se hallaba segunda, que, yendo a la y poco después apareció el
repleto de padres de alumnos escuela por la calle de Dora señor Director con el chico
En aquel momento entró el y de chicos a los que los herido en brazos, que estaba
Grossa, al ver caer en medio
bedel a dar la hora y todos maestros no lograban hacer muy pálido y con los ojos
de la calle, a pocos pasos de
salimos de los bancos muy entrar en clase y todos cerrados, apoyando la cabeza
un ómnibus que se echaba
silenciosos. El chico que se miraban con insistencia hacia sobre el hombro del Director.
encima, a un niño de
había levantado en el banco el despacho del Director, párvulos, que se había
se acercó al maestro y le dijo Todos guardamos silencio
oyéndose decir: soltado de la mano de su
con voz temblorosa: absoluto, tan sólo roto por los
madre, corrió en su ayuda, lo
«¡Pobre muchacho! ¡Pobre sollozos de la madre. El señor
—¡Perdóneme! cogió y lo puso a salvo, pero
Robetti!» Director se detuvo un
sin poder impedir que le
instante y levantó con los dos
El maestro le dio un beso en Por encima de las cabezas, en pasara por encima de un pie
brazos al muchacho que
la frente y le contestó: el fondo de la habitación, la rueda del ómnibus.
llevaba para que lo viésemos
llena de gente, sobresalían el
—Está bien; vete, hijo mío. Mientras nos referían esto, todos. Los maestros y
quepis de un guardia
entró en el zaguán como loca maestras, los padres y los
* municipal y la gran calva del
una mujer que se abría paso chicos, exclamamos a una:
señor Director. Entró un
¡Qué desgracia! con decisión entre la gente.
señor con sombrero de copa, —¡Bravo, Robetti! ¡Eres un
Era la madre de Robetti, a la
y dijeron: gran muchacho! ¡Un
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verdadero héroe! ¡Pobre pobre Robetti, que andaba ya espesas selvas y elevadas Derossi murmuró con voz
chico! con muletas, entró el Director montañas habita un pueblo conmovida:
con otro alumno, un niño de lleno de ingenio y de corazón
Y le enviaban besos al aire. —¡Bienvenidos! —y abrazó al
cara muy morena, de cabello esforzado. Tratadlo bien, a fin
Las maestras y los chicos que calabrés. Éste le besó en las
negro, ojos también negros y de que no sienta estar lejos
se hallaban más cerca de él le dos mejillas con fuerza.
grandes, con las cejas del país natal; hacedle ver
besaban las manos y los Todos aplaudieron.
espesas y juntas. Todo su que todo chico italiano
brazos. El abrió los ojos y
vestido era de color oscuro y encuentra hermanos en toda —¡Silencio!… —gritó el
murmuró:
llevaba un cinturón de cuero escuela italiana donde ponga maestro—. En la escuela no
—¡Mi cartera! negro alrededor del talle. El el pie. se aplaude.
Director, después de haber
La madre del pequeñito Dicho esto, se levantó y nos Pero se veía que estaba
hablado al oído con el
salvado se la enseñó enseñó en el mapa de Italia satisfecho, y hasta el calabrés
maestro, salió dejándole a su
gimoteando, y le dijo: el punto donde está la parecía ya a gusto. El
lado al muchacho, que nos
provincia de Calabria. maestro le designó sitio y le
miraba asustado. El maestro
—Te la llevo yo, ángel mío; te Después llamó a Ernesto
lo tomó de la mano y dijo a la acompañó hasta su banco.
la llevo yo. Derossi, que saca siempre el
clase: Después repuso:
primer premio. Derossi se
Entretanto se mantenía en
—Os debéis alegrar. Hoy levantó. —Acordaos bien de lo que os
pie la madre del herido, que
entra en la escuela un nuevo digo. Lo mismo que un
se cubría el rostro con las —Ven aquí —añadió el
alumno, nacido en la muchacho de Calabria está
manos. maestro.
provincia de Calabria, a más como en su casa en Turín,
Salieron, acomodaron a Julio de cincuenta leguas de aquí. uno de Turín debe estar como
Derossi salió de su banco y se
en el coche y éste partió. Quered bien a este en su propia casa en
colocó junto a la mesa,
Entonces todos entramos compañero que viene de tan Calabria; por esto luchó
enfrente del calabrés.
silenciosos en la escuela. lejos. Ha nacido en la tierra nuestro país cincuenta años y
gloriosa que dio a Italia antes —Como primero de la clase — murieron treinta mil italianos.
* hombres ilustres y hoy le da dijo el profesor— da el abrazo Os debéis respetar y querer
honrados labradores y de bienvenida, en nombre de todos mutuamente.
El chico calabrés Sábado, 22
valientes soldados; es una de todos, al nuevo compañero: Cualquiera de vosotros que
Ayer tarde, mientras el las comarcas más hermosas el abrazo de los hijos del ofendiese a este compañero
maestro nos daba noticias del de nuestra patria, en cuyas Piamonte al hijo de Calabria. por no haber nacido en

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nuestra provincia, se haría alegre. Es hijo de un en las uñas para leerlas a maestro, la primera y
para siempre indigno de revendedor de leña que fue hurtadillas cuando da la segunda vez no responde, y a
mirar con la frente levantada soldado en la guerra de 1866, lección. Hay después un la tercera da al entrometido
la bandera tricolor. de la división del príncipe señorito, Carlos Nobis, que un codazo o un puntapié.
Humberto, y dicen que tiene parece bastante orgulloso y Tiene a su lado a un
Apenas el calabrés se sentó
tres medallas. Está el se encuentra en medio de dos descarado, bastante
en su sitio, los más próximos
pequeño Nelli, un chico muchachos que me resultan sinvergüenza, que se llama
le regalaron plumas y
jorobadito, endeble y simpáticos: el hijo de un Franti y que fue expulsado de
estampas, y otro chico, desde
descolorido. Hay uno muy herrero, enfundado en una otra escuela.
el último banco, le mandó un
bien vestido, que siempre se chaqueta que le llega hasta
sello de Suecia. Hay dos hermanos, con
está quitando las motas de la las rodillas, muy pálido, que
vestidos iguales, que parecen
* ropa: Votini. En el banco parece estar enfermo,
gemelos y llevan sombrero
delante del mío hay otro al siempre con cara de asustado
Mis compañeros de clase calabrés con una pluma de
que le llaman «el albañilito», y que no se ríe nunca; y otro,
Martes, 25 faisán. Pero el mejor de
por ser su padre albañil; de rubio, que tiene un brazo
todos, el más listo y que
cara redonda como una inmóvil que lleva en
El chico que envió el sello al seguramente será también el
manzana y de nariz chata. cabestrillo; su padre fue a
calabrés es el que más me primero este año, es Derossi.
Tiene una habilidad especial América y su madre es
agrada de todos. Se llama El maestro, que ya se ha
para poner el hocico de verdulera.
Garrone, y es el mayor de la dado cuenta, le pregunta
liebre; todos le piden que lo
clase; tiene cerca de catorce Es también un tipo curioso mi siempre.
haga, y se ríen; lleva un
años, la cabeza grande y los vecino de la izquierda, Stardi,
sombrerito viejo, que guarda Sin embargo yo quiero mucho
hombros anchos; es bueno, lo pequeño y ordinariote, sin
en el bolsillo como un a Precossi, el hijo del herrero,
que se advierte hasta cuando cuello y gruñón, que no habla
pañuelo. Junto al el de la chaqueta larga, que
sonríe, y parece que piensa con nadie y parece ser
como un hombre. Ahora parece estar enfermo. Dicen
albañilito está Garoffi, un tipo bastante torpe, pero está
conozco ya a muchos de mis que su padre le pega. Es muy
alto y delgado, con la nariz de muy atento a las
compañeros. Otro que tímido; cada vez que
pico de loro y los ojos muy explicaciones del maestro, sin
también me gusta se llama pregunta o tropieza con
pequeños, que siempre anda parpadear, con la frente
Coretti; lleva un jersey color alguien, dice: «Perdona», y
traficando con plumas, arrugada y los dientes
marrón oscuro y tiene una mira de continuo con ojos
estampas y cartones de cajas apretados; si le hacen alguna
gorra de piel. Siempre está tristes y bondadosos. Garrone
de cerillas; se escribe notas pregunta cuando habla el

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es, sin duda, el mayor y el Pero los otros arreciaban en El maestro preguntó, —Vosotros —dijo el maestro
mejor de todos. sus burlas y él empezó a levantando más la voz: — habéis insultado a un
temblar y a ponerse rojo de compañero que no os
* —¿Quién ha sido?
ira. provocaba; os habéis burlado
Un gesto generoso Miércoles, Entonces Garrone, sintiendo de un desgraciado y pegado a
De pronto, Franti, el
26 compasión del pobre Crossi, un débil que no podía
descarado, se subió a un
se puso de pie y dijo con defenderse. Con vuestro
Garrone se ha dado a conocer banco y, haciendo ademán de
resolución: proceder habéis cometido una
precisamente esta mañana. llevar dos cestas en los
de las acciones más ruines y
brazos, ridiculizó a la madre —Un servidor. vergonzosas con que se
Cuando entré en clase —un de Crossi cuando acudía a
puede manchar una criatura
poco tarde por haberme esperarlo a la puerta, pues El maestro le miró y nos miró
humana.
detenido la maestra de la ahora no va por estar a todos, que estábamos
primera superior para enferma. Muchos se rieron a pasmados, y luego replicó ¡Cobardes!
preguntarme a qué hora carcajadas. Entonces Crossi con voz tranquila:
podía venir a casa—, el Dicho esto, pasó entre los
perdió la paciencia y,
—No has sido tú. bancos, puso una mano en la
maestro no había llegado cogiendo un tintero, se lo tiró
todavía y tres o cuatro chicos barbilla de Garrone, que
a la cabeza con toda su Pasado un momento añadió:
se estaban metiendo con el estaba con la vista baja, y,
fuerza; pero Franti se agachó
pobre Crossi, el rubio del —El culpable no será alzándole la cabeza y
y el tintero fue a dar al pecho
brazo malo y cuya madre es castigado. ¡Que se levante! mirándole fijamente, le dijo:
del maestro que entraba en
verdulera. Le pegaban con las aquel preciso momento. Crossi se levantó y dijo entre
—¡Tienes un alma noble!
reglas, le tiraban a la cara sollozos:
cáscaras de castañas, le Todos corrieron a sus Aprovechando la ocasión,
respectivos puestos y callaron —Me pegaban y me
decían motes y le remedaban Garrone murmuró no sé qué
atemorizados. El maestro, insultaban, perdí la cabeza y
poniéndose el brazo como en palabra al oído del maestro, y
pálido, subió al estrado y con tiré…
cabestrillo. El pobrecito éste, volviéndose hacia los
estaba solo en su banco del voz alterada preguntó: —Siéntate —dijo el maestro cuatro culpables, les dijo
fondo, asustado, y daba —. ¡Qué se pongan de pie los bruscamente:
—¿Quién ha sido? Nadie
compasión verle mirar a uno que le han provocado!
respondió. —Os perdono.
y otro con ojos suplicantes
para que lo dejasen en paz. Cuatro se levantaron con la
*
cabeza gacha.
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Mi maestra Jueves, 27 —Se esfuerza usted Hoy regresaba muy cansada problemas difíciles y sabes
demasiado hablando fuerte — del Museo, a donde había hacer largas composiciones?
Mi maestra ha cumplido su
ha añadido mi madre— y llevado a sus alumnos, como
promesa y ha venido hoy a Me ha besado y, desde el
brega mucho con los acostumbra a hacerlo cada
casa en el momento en que último peldaño de la escalera,
chiquitos. jueves, explicándoselo todo
me disponía a salir con mi me ha dicho:
con el mayor detalle. Pobre
madre para llevar ropa blanca Y es verdad; en clase no para
maestra, ¡qué delgada está! —No te olvides de mí,
a una pobre mujer, cuya de hablar; lo recuerdo de
Pero es muy activa y se Enrique.
necesidad habíamos leído en cuando iba con ella;
reanima cuando habla de su
los periódicos. Hacía un año continuamente está llamando ¡Nunca me olvidaré de ti,
labor docente. Ha querido
que no la habíamos visto en la atención de sus pequeños querida maestra! Aun cuando
volver a ver la cama donde
casa; así es que todos la alumnos para que no se sea mayor te recordaré e iré
estuve muy enfermo hace dos
recibimos con mucha alegría. distraigan. No está un a verte entre tus
años, y que ahora es de mi
Continúa siendo la misma, momento sentada. pequeñuelos. Cada vez que
hermano; la ha estado
menudita, con su velo verde pase cerca de una escuela y
Tenía la seguridad de que mirando un buen rato muy
en el sombrero, vestida oiga la voz de una maestra,
vendría a vernos, pues no se emocionada. Se ha ido pronto
sencillamente, con peinado me parecerá escuchar la tuya
olvida de sus antiguos para visitar a un chiquillo de
algo descuidado por faltarle y pensaré en los dos años
discípulos; durante años su clase, hijo de un sillero,
tiempo para arreglarse, pero que pasé en tu clase, donde
recuerda sus nombres; los enfermo de sarampión, y por
más descolorida que el año tantas veces te vi malucha y
días de exámenes mensuales tener, además, que corregir
pasado, con algunas canas y fatigada, pero siempre
acude al despacho de la luego los cuadernos. En fin,
sin dejar de toser. animosa, indulgente,
dirección para informarse de que no para de trabajar.
enfadada cuando alguno
Mi madre le ha preguntado: las calificaciones que han
Antes de retirarse a su casa, cogía la pluma de manera
obtenido; los espera a la
—¿Cómo va de salud, querida aún debía dar clase particular incorrecta, preocupadísima
salida y hace que le enseñen
maestra? de Aritmética a la hija de un cuando nos preguntaban los
los ejercicios para ver si
comerciante. inspectores y la mar de
—¡Bah! No importa —ha realizan progresos. Hasta van
satisfecha cuando salíamos
respondido, sonriéndose de a verla muchachos que —Bueno, Enrique —me ha
airosos; siempre tan buena y
modo alegre y melancólico a cursan el Bachillerato y llevan dicho al despedirse—,
cariñosa como una madre…
la vez. ya pantalón largo y reloj. ¿quieres todavía a tu antigua
¡Nunca, nunca te olvidaré,
maestra, ahora que resuelves
maestra mía!
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* La mujer no paraba de darnos hacer. Me dirigió una sonrisa, y yo, infeliz de mí, nada
las gracias y de bendecirnos. y entonces mi madre me dio puedo hacer por ti!
En la buhardilla Viernes, 28
Mientras tanto vi en un rincón un empujoncito para que lo
Mi madre le dio cuanto dinero
Ayer tarde fui con mi madre y de la oscura y desnuda abrazara. Lo abracé; él se
llevaba en el bolso, besó al
mi hermana Silvia a llevar habitación a un chico levantó y me estrechó la
muchacho y casi lloraba
ropa blanca a la mujer arrodillado delante de una mano.
cuando salimos de la
necesitada recomendada por silla, de espaldas a nosotros,
—Aquí me tiene —decía buhardilla. Tenía toda la
los periódicos. Yo llevé el y que parecía estar
entretanto su madre a la mía razón cuando me dijo:
paquete y mi hermana el escribiendo, como así era,
— sola con este hijo. Mi
periódico en que estaba el efectivamente, teniendo el —Ya ves en qué condiciones
marido hace seis años que se
nombre y la dirección. papel en la silla y el tintero se ve obligado a trabajar ese
fue a América, y yo, por
en el suelo. ¿Cómo lograba chico. Tú disfrutas de todas
Subimos hasta el último piso añadidura, enferma, sin
escribir con tan escasísima las comodidades y aún te
de una casa alta y entramos poder ganar algún dinero
luz? Mientras pensaba esto parece duro el estudio. ¡Ah,
en un largo corredor al que vendiendo verdura. Ni
para mí, reconocí de pronto Enriquito! Más mérito hay en
daban muchas puertas de siquiera dispongo de una
los cabellos rubios y la su trabajo de un solo día que
otras tantas viviendas. Mi mesa para que mi Luisito
chaqueta de fustán de Crossi, en el tuyo de todo un año. ¡A
madre llamó en la última, pueda trabajar con cierta
el hijo de la verdulera, el del él deberían darle los premios!
abriéndonos una mujer comodidad. Cuando tenía en
brazo inmóvil.
todavía joven, rubia y el portal el mostrador, por lo *
demacrada, que de inmediato Se lo dije a mi madre menos podía escribir sobre él;
mientras la mujer se hacía pero se lo llevaron. Como ve, La escuela Viernes, 28
me pareció haber visto otras
veces, con el mismo pañuelo cargo de la ropa que le hasta carecemos de luz
Sí, querido Enrique, el estudio
azul a la cabeza. habíamos llevado. suficiente para que estudie
te resulta pesado, como dice
sin perder la vista. Y gracias
—¡Calla! —respondió mi tu madre; no te veo ir a la
—¿Es usted la del periódico? que puedo enviarlo a la
madre—. Puede ser que se escuela con la resolución y la
—preguntó mi madre. escuela porque el
avergüence al ver que das cara sonriente que yo
Ayuntamiento nos da los
—Sí, señora; yo soy. una limosna a su madre; no quisiera. Aún te haces algo el
libros y demás material
le digas nada. remolón. Pero mira, piensa
—Pues mire, le traemos una escolar. ¡Pobre hijo mío! ¡Tú,
un poco en lo vana y
poca ropa blanca. Aquí la Pero Crossi se volvió en aquel con tantas ganas de estudiar,
despreciable que sería tu
tiene. momento y yo no sabía qué jornada si no fueses a la
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escuela. Al cabo de una habitación para aprender y perdidas entre hielos, hasta El pequeño patriota paduano
semana pedirías de rodillas ser un día hombres de las de Arabia, a la sombra de Sábado, 29
volver a ella, harto de provecho. palmeras, millones de
No seré un soldado cobarde,
aburrimiento, avergonzado, criaturas van a aprender, en
Pero ¡qué más! Piensa en los no; pero iría con más gusto a
cansado de tus juguetes y de cien diversas formas, las
innumerables niños que a la escuela si el maestro nos
no hacer nada provechoso. mismas cosas; imagínate ese
todas horas acuden a la refiriese todos los días un
tan vasto hormiguero de
Ahora, Enrique, todos escuela en todos los países; cuento como el de esta
chicos de los más diversos
estudian. Piensa en los contémplalos con la mañana. Dice que todos los
pueblos, ese inmenso
obreros, que van por la noche imaginación yendo por las meses nos contará uno; nos
movimiento del que formas
a clase, después de haber tranquilas y solitarias lo dará escrito, y siempre se
parte, y piensa que si se
trabajado todo el día; en las callejuelas aldeanas, por las tratará de una acción buena y
detuviese, la humanidad
mujeres, en las muchachas concurridas calles de la verdadera realizada por un
volvería a sumirse en la
del pueblo, que acuden a la ciudad, por la orilla de los chico.
barbarie. Ese movimiento es
escuela los domingos, tras mares y de los lagos, tanto
progreso, esperanza y gloria El de hoy se titula El pequeño
una semana de fatigas; en los bajo un sol ardiente como
del mundo. patriota paduano, y dice así:
soldados, que echan mano de entre nieblas, embarcados en
libros y cuadernos cuando los países surcados por Valor, pues, pequeño soldado Del puerto de la ciudad de
regresan, rendidos, de sus canales, a caballo por las de semejante y colosal Barcelona salió para Génova
ejercicios y de las maniobras; extensas planicies, en trineos ejército. Tus armas son los un barco de carga y pasaje
piensa en los niños mudos y sobre la nieve, por valles y libros; tu compañía, la clase; francés, llevando a bordo
ciegos que, sin embargo, colinas, a través de bosques y toda la tierra, campo de franceses, españoles y suizos.
también estudian; y hasta en de torrentes, subiendo y batalla; tu victoria, nuestra Había entre otros un chico de
los presos, que asimismo bajando sendas solitarias victoria, significará el once años, solo, mal vestido,
aprenden a leer y escribir. montañeras, solos, o por establecimiento de una paz que siempre estaba aislado y
parejas, o en grupos, o en verdadera, la comprensión miraba a todos con recelo. Y
Cuando salgas por las
largas filas, todos con los entre todos los hombres, la tenía razón para hacerlo así.
mañanas de tu casa, piensa
libros bajo el brazo, vestidos civilización humana. ¡No seas, Dos años antes le habían
que en tu misma ciudad y en
de mil diferentes maneras, hijo mío, un soldado cobarde! entregado al jefe de una
ese preciso momento van
hablando en miles de compañía de titiriteros sus
como tú otros treinta mil TU PADRE
lenguas. Desde las últimas desconsiderados
chicos a encerrarse por
escuelas de Rusia, casi *
espacio de tres horas en una
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padres, campesinos de los Todos lo miraban con cierta sonar las monedas en la mesa, en medio de la sala de
alrededores de Padua. Dicho curiosidad y algunos le hacían mesa. segunda clase.
jefe, después de haberle preguntas; pero él no
El muchacho se las fue Bebían y hablaban de sus
enseñado a hacer diversos respondía, pareciendo que
metiendo en el bolsillo dando viajes y de los países que
ejercicios, a fuerza de desconfiaba de todos, por lo
gracias a regañadientes, con habían visitado y, de
puñetazos, puntapiés y mucho que le habían
aire malhumorado, pero con conversación en
ayunos, se lo había llevado a exasperado y hecho sufrir las
una mirada por primera vez conversación, llegaron a dar
través de Francia y de privaciones y los malos
sonriente y cariñosa. Después su parecer sobre Italia. Uno
España, sin parar de pegarle tratos.
subió a cubierta y se comenzó quejándose de sus
ni acallar nunca su hambre.
Sin embargo, tres viajeros, a acomodó en su litera, donde fondas; otro, de sus
Una vez en Barcelona, no fuerza de insistir en sus siguió pensando en su vida. ferrocarriles, y todos juntos,
pudiendo soportar ya los preguntas, consiguieron Con aquel dinero podía tomar animándose, hablaron mal de
golpes y el hambre, reducido hacerle hablar y en pocas algún buen bocado a bordo, todo. Uno decía que habría
a un estado que daba palabras, toscamente dichas, después de dos años que sólo preferido viajar por Laponia;
compasión, se escapó de su mezcla de español, francés e comía pan y poco; podía otro aseguraba que en Italia
verdugo y corrió a pedir italiano, les contó su triste comprarse una chaqueta en tan sólo había encontrado
protección al cónsul de Italia, historia. cuanto desembarcara en estafadores y bandidos; el
que, apiadándose del Génova, al cabo de dos años tercero afirmaba que los
No eran italianos aquellos
muchacho, lo había de ir vestido con andrajos; y empleados italianos eran
tres pasajeros, pero lo
embarcado en aquel navío, también podía, llevando algo analfabetos.
comprendieron, y parte por
entregándole una carta para a casa, ser acogido por su
compasión y parte por la «Un pueblo ignorante», dijo
el jefe de policía de Génova, padre y su madre más
excitación del vino, le dieron el primero. «Sucio», añadió el
que se encargaría de humanamente que yendo con
algunas monedas, segundo. «La …», exclamó el
devolverlo a sus padres, a los los bolsillos vacíos. Aquel
estimulándole para que les tercero, queriendo decir
mismos que le habían dinero representaba para él
refiriese otros particulares de «ladrón», pero no pudo
entregado por poco dinero, casi una fortuna, y en esto
su vida. Habiendo entrado en acabar la palabra, porque
como se hace con los pensaba, consolándose, bajo
la sala en aquel momento sobre sus cabezas y espaldas
animales. el toldo del puente, mientras
unas señoras, los tres, por cayó una tempestad de
que los tres pasajeros
El pobre chico iba vestido de darse postín, le entregaron monedas, que rebotaban en
charlaban, sentados a la
harapos y enfermo. Le habían más dinero, diciéndole: la mesa e iban a parar al
dado billete de segunda clase. «Toma, toma más». Y hacían suelo haciendo ruido.
10
Los tres hombres se pared y la frente sobre el ver el agujero sacándose el —¡Amalia! ¡Luisa! ¡Anita!
levantaron furiosos mirando brazo, un deshollinador muy forro—, no atreviéndose a ¡Una moneda! ¿Quién tiene
hacia arriba, y aun recibieron pequeño, que tenía la cara volver a su casa sin el dinero. dinerito? ¡Aquí hace falta
en la cara un puñado de completamente tiznada y dinero!
—¡El amo me pegará! —dijo
monedas. sostenía el saco y el raspador
sollozando de nuevo y Algunas llevaban para
de su oficio. El muchacho
—¡Tomad vuestro dinero! — dejando caer otra vez la comprar flores o cuadernos y
lloraba a lágrima viva,
decía con desprecio el frente sobre el brazo con lo entregaron enseguida.
sollozando. Se le acercaron
muchacho, asomado a la ademán de desesperación. Otras, más pequeñas, sólo
dos o tres chicas de la
claraboya—; yo no acepto pudieron dar calderilla. La de
segunda sección que le Las chicas le miraron muy
limosna de quienes insultan a la pluma azul se hacía cargo
preguntaron: serias. Entretanto se habían
mi patria. de todo e iba diciendo:
acercado otras muchachas
—¿Qué te pasa? ¿Por qué
NOVIEMBRE mayores y pequeñas, pobres —¡Ocho, diez, quince! Pero
lloras así?
y acomodadas, con sus hacía falta más.
El deshollinador Martes, 1
Pero él no les respondía y carteras bajo el brazo. Una de
Entonces llegó una mayor,
Ayer por la tarde fui a la continuaba llorando. las mayores, que llevaba una
que parecía una maestrita, y
escuela de niñas que está al pluma azul en el sombrero,
—¿Qué tienes? ¿Por qué entregó una moneda de
lado de la nuestra para se sacó del bolsillo dos
lloras? —le volvieron a plata, recibiendo palabras de
entregarle el cuento del monedas y dijo a todas:
preguntar. alabanza. Todavía faltan cinco
muchacho paduano a la
—Yo sólo tengo estas dos monedas de bronce.
maestra de Silvia, que lo Quitó entonces el brazo del
monedas. ¿Por qué no
quería leer. ¡Setecientas rostro, dejando al descubierto —¡Ahora vienen las de
hacemos una colecta?
chicas hay allí! Cuando una cara infantil, y, cuarto! —dijo una. Llegaron,
llegué, empezaban a salir, gimoteando, les dijo que —También tengo yo otras dos efectivamente, las de cuarto
muy contentas, por las había estado trabajando en monedas —dijo otra vestida y llovieron las monedas.
vacaciones de Todos los varias casas limpiando de encarnado Todas se arremolinaban, y
Santos y de los Difuntos; y vi chimeneas, que había ganado era hermoso ver al pobrecito
—; entre todas podemos
algo inolvidable. seis reales y los había perdido deshollinador en medio de
reunir por lo menos treinta.
por habérsele escurrido las chicas vestidas con diversos
Frente a la puerta de la
monedas por un roto que Empezaron a llamarse unas a colores, en todo aquel círculo
escuela, en la otra acera de la
tenía en el bolsillo —les hizo otras:
calle, estaba apoyado en la
11
de plumas, de lazos y de El día de los Difuntos hoy en todos esos muertos, juventud, el sosiego de la
rizos. Miércoles, 2 Enrique. Piensa en tantas vejez, los sentimientos, la
maestras que murieron inteligencia, la vida; esposas
Habían reunido más de lo Este día está consagrado a la
jóvenes consumidas por el de veinte años, hombres en
perdido por el chico, y las conmemoración de los fieles
diario quehacer escolar para la flor de la edad, ancianas
más pequeñas, que no tenían difuntos.
bien de los niños, de los octogenarias, jovencitos —
dinero, se abrían paso entre
¿Sabes, Enrique, a quiénes de cuales no quisieron heroicos y oscuros mártires
las mayores ofreciendo sus
los que ya no están debéis separarse; piensa en los de la infancia—, tan grandes
ramitos de flores, por dar
dedicar un recuerdo especial médicos que murieron de y gallardos, que no produce
también algo.
vosotros los muchachos? A enfermedades contagiosas de la tierra tantas flores como
Poco después llegó la portera, aquellos que más se las que no se precavían por debiéramos poner en sus
gritando: distinguieron durante la vida curar a los niños; piensa en sepulcros. ¡Cuánto se quiere
en su amor a los niños y a los todos aquellos que en los a los niños! Piensa hoy con
—¡La señora Directora! naufragios, en los incendios, gratitud en esos muertos y
adolescentes. ¡Cuántas de
esas personas beneméritas en las épocas de hambre, en serás mejor y más afable con
Las chicas se dispersaron en
mueren de continuo! ¿Has un momento de supremo los que te quieren y trabajan
todas direcciones como
pensado alguna vez en los peligro, cedieron a la infancia por ti, afortunado hijo mío, tú
desbandada de pájaros,
muchísimos padres que el último pedazo de pan, la que en el día de los fieles
quedando el pequeño
consumieron su existencia en última tabla de salvación, la difuntos no tienes aún que
deshollinador solo en medio
el trabajo, y en las madres última cuerda para librarse de llorar a ninguno.
de la calle, enjugándose los
que bajaron al sepulcro las llamas, y expiraron
ojos, muy contento, con las TU MADRE
prematuramente extenuadas satisfechos de su sacrificio
manos llenas de dinero y con
por las privaciones que que conservaba la vida de un *
ramitos de flores en los ojales
soportaron para sustentar a pequeño inocente. Son
de la chaqueta, en los
innumerables, Enrique, esos Mi amigo Garrone Viernes, 4
bolsillos, en el sombrero, sus hijos? ¿No sabes que ha
habido padres que llegaron al muertos; todo cementerio
habiendo no pocas flores No han sido más que dos los
fin de su vida desesperados encierra centenares de santas
incluso por el suelo, rodeando días de vacaciones y me
por ver a sus hijos en la criaturas, que, si pudieran
sus pies. parece que he estado mucho
miseria, y que muchas levantarse por un momento
tiempo sin ver a Garrone.
* mujeres perecieron de pena o de la sepultura, nos dirían el
Cuanto más lo conozco, tanto
se volvieron locas ante la nombre de algún niño al que
más lo aprecio, y lo mismo
pérdida de un hijo? Piensa sacrificaron los placeres de la
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les sucede a los demás, con ojos, cual si quisiera decirme: nunca a mal; pero, ¡ay si le Me gusta estrecharle la
excepción de los «¿Qué, Enrique? Somos dicen «no es verdad» cuando mano, que, por lo grande y
presuntuosos y arrogantes, amigos, ¿no?» afirma algo! Entonces echa gorda, parece la de un
aunque a su lado no puede chispas por los ojos y da hombre. Yo le quiero mucho.
Da risa verle tan grandote y
haberlos, porque no permite puñetazos capaces de partir
corpulento, con su chaqueta, Estoy seguro de que
que ninguno se haga el el banco.
pantalones, mangas y todo arriesgaría su vida por salvar
mandón. Cada vez que uno
demasiado estrecho y corto; El sábado por la mañana dio a un compañero y que hasta
de los mayores levanta la
el sombrero no le cubre la una moneda a un chiquito de se dejaría matar por
mano sobre un pequeño,
cabeza; lleva el pelo rapado, la primera superior que defenderlo. Aunque por su
grita éste: «¡Garrone!» y el
botas pesadas y la corbata estaba llorando en medio de hablar recio parezca que
mayor no osa pegarle.
siempre arrollada como un la calle porque le habían refunfuñe, su voz viene, en
Garrone es el más alto de la cordel. ¡Cuánto quiero a ese quitado el suyo y ya no podía vez, de un corazón noble y
clase; levanta un banco con muchacho! Basta ver una vez comprarse el cuaderno que generoso.
una mano; no para de comer. su cara para tomarle cariño. necesitaba.
*
Su padre es maquinista del Todos los más pequeños
Hace tres días que está
tren y él empezó a ir tarde a desearían tenerlo junto a sí El carbonero y el señor
afanado en escribir una carta
la escuela como compañero de banco. Lunes, 7
de ocho páginas, con dibujos
Sabe mucho de Aritmética.
porque estuvo enfermo dos hechos a pluma en los lados, Garrone no habría dicho
Lleva los libros atados con
años. Es muy servicial: para el onomástico de su jamás lo que ayer por la
una correa de cuero
cualquier cosa que se le pida, madre, que viene con mañana profirió Nobis para
encarnado. Tiene una
un lápiz, una goma, papel o frecuencia a esperarlo; una zaherir a Betti. Carlos Nobis
navajita con mango nacarado
el cortaplumas, lo presta o lo mujer alta y gruesa como él, se muestra orgulloso por ser
que se encontró el año
da. Es muy serio, y en clase muy cariñosa. hijo de padres acomodados.
pasado en la plaza de Armas,
ni habla ni se ríe; está muy Su padre, un señor alto, con
y un día se cortó un dedo El maestro está siempre
quieto en el banco, que barba negra, muy serio,
hasta el hueso, pero ninguno mirándole, y cada vez que
resulta reducido para él, acude casi
se lo notó en clase, y en su pasa a su lado le da
debiendo tener la espalda
casa no dijo nada para no palmaditas en el cuello
agachada y la cabeza como todos los días a la puerta de
asustar a sus padres. cariñosamente.
metida en los hombros. la escuela para acompañar a
Consiente que le digan
Cuando lo miro, me dirige su hijo hasta casa.
cualquier cosa sin tomarlo
una sonrisa y entorna los
13
Ayer Nobis se peleó con Betti, venido a quejarse de que su —¡Pídele perdón! Repite esto: —Le agradeceré —dijo el
uno de los más pequeños de hijo, Carlos, dijera ayer al Te ruego me perdones por las padre de Nobis al señor
nuestra clase, hijo de un suyo: «Tu padre es un palabras injuriosas, maestro— que los ponga
carbonero, y no sabiendo ya andrajoso». insensatas y groseras que te juntos, en el mismo banco.
qué replicarle, porque no dije ayer, ofendiendo a tu
El padre de Nobis arrugó el Nuestro maestro accedió y le
llevaba razón, le dijo en voz padre, al cual tiene el mío el
entrecejo y se puso algo dijo a Betti que se sentara al
muy alta: honor de estrechar la mano.
colorado. Después preguntó a lado de Nobis. Cuando
—Tu padre es un andrajoso. su hijo: El carbonero hizo un gesto estuvieron juntos, el padre de
resuelto, como diciendo: Carlos saludó y salió.
Betti se puso muy rojo y no —¿Es verdad que has dicho
respondió; pero le saltaron eso? —No, por favor, ya está bien. El carbonero permaneció un
las lágrimas y, al llegar a su momento pensativo, mirando
El chico, de pie en medio de Pero el señor Nobis se
casa, le contó lo sucedido a a los dos escolares en el
la clase, con la cabeza baja mantuvo firme en su
su padre, un honrado mismo banco; después se les
delante del pequeño Betti, no propósito, y su hijo, aunque
carbonero, hombre de poca acercó, miró a Nobis con
rechistó. El padre comprendió lentamente y con un hilillo de
talla, que parece negro por lo expresión de afecto y de
entonces que era cierto; le voz, sin levantar la vista del
tiznado que va. El ofendido remordimiento a la vez, como
agarró de un brazo, le obligó suelo, fue diciendo:
padre se presentó por la si quisiera decirle algo, pero
a que se aproximase más al
tarde con su chico de la mano —Te ruego me perdones… por no le dijo nada; alargó la
ofendido, poniéndole frente a
a quejarse al maestro. las palabras injuriosas… mano para hacerle una caricia
él, y le dijo:
insensatas… y groseras… que y se contuvo, limitándose a
Mientras esto sucedía,
—¡Pídele perdón! te dije ayer, ofendiendo a tu rozarle ligeramente la frente
estando todos nosotros muy
padre… al cual tiene el mío el con sus toscos dedos. Luego
callados, el padre de Nobis, El carbonero quiso se acercó a la puerta y,
que le estaba quitando la interponerse, diciendo: honor… de estrechar la mano. volviéndose una vez más
capa a su hijo en la puerta,
para mirarlo, desapareció.
según su costumbre, oyó —¡No, no, de ninguna El señor Nobis alargó la mano
pronunciar su nombre y entró manera! al carbonero, quien se la —Acordaos bien de lo que
a pedir una explicación. estrechó con fuerza, y acabáis de ver —dijo el señor
Pero el señor Nobis no lo
enseguida empujó a su hijo maestro—; es la mejor
—Este señor —dijo el maestro consintió, y retiró a su hijo:
hacia los brazos de su lección del año.
señalando al carbonero— ha compañero Carlos.
14
* paciencia deben tener con los pedacitos de tejos, toda clase Alguna vez se enfada con los
parvulitos, sin dientes en la de menudencias que la críos la maestra de mi
La maestra de mi hermano
boca, como los ancianos, que maestra busca y no siempre hermanito y, cuando no
Jueves, 10
no saben pronunciar erre, ni encuentra porque saben puede aguantar más, se
El hijo del carbonero fue ajo; la clase resulta un esconderlas hasta en los muerde un dedo para no
alumno de la maestra Delcati, guirigay: el uno tose, el otro sitios más inverosímiles, propinar ningún cachete ni
que hoy ha venido a casa a echa sangre por la nariz, hay incluso en el calzado. azotito; pero, cuando pierde
visitar a mi hermanito, que quien pierde los zapatitos la paciencia, se arrepiente
Una maestra de parvulitos
está malucho, y nos ha hecho debajo del banco, otro chilla enseguida y acaricia al nene
debe hacer de mamá con esa
reír al decirnos que la madre porque se ha pinchado su que ha regañado: a veces se
gentecilla, ayudarles a
de ese chico hace dos años, manecita de manteca, o por ve obligada a despachar de la
vestirse, vendarles las
le llevó, como obsequio, una otra cosa cualquiera. Apenas clase a un pequeñuelo, pero
heriditas que se producen o
gran espuerta de carbón, pueden estar unos minutos contiene su pena y va a
que se hacen unos a otros en
para darle las gracias por la atentos. ¡Qué trabajo más desahogarse con los padres,
sus frecuentes riñas y peleas,
medalla que había dado a su pesado tener cincuenta o más que por castigo dejan sin
recoger las gorritas que tiran,
hijo; la mujer se obstinaba en criaturas encerradas en un comer a sus niños.
cuidar de que no cambien los
no quererse llevar el carbón a aula, que no saben estarse
abriguitos, pues luego todo La maestra Delcati es joven y
su casa, y casi lloraba cuando quietos ni hacer nada ellas
son rabietas y lloros. alta; viste con gusto; es
tuvo que volverse con el solas! Hay madres que
morena y vivaracha, y todo lo
regalo. quisieran que a sus hijitos de ¡Pobres maestras! Y aún van
hace como movida por un
tres y cuatro años les las mamás a quejarse.
También nos ha dicho que resorte; se conmueve por
enseñasen a leer y escribir; «¿Cómo es, señorita, que mi
otra pobre mujer le ofreció un cualquier cosa, hablando
pero con justa razón no les nene ha perdido la carterita?»
gran ramo de flores, dentro entonces con gran ternura.
hacen caso las maestras, y «¿Por qué no aprende casi
del cual había un puñadito de les enseñan muchas cosas nada?» «¿Por qué no le da un —¿La quieren todos los
monedas. convenientes premio a mi nena, que sabe niños? —le ha preguntado mi
Nos hemos divertido mucho tanto?» «¿Cómo es que no se madre.
fuera de eso, pero como
oyéndola, y, gracias a ella, mi ha ocupado de quitar del
jugando. —Mucho, sí; pero luego,
hermanito se ha tomado la banco el clavo que ha roto los
cuando termina el curso, si te
medicina que en un principio Los peques llevan en los pantaloncitos de mi Pedrín?»
he visto no me acuerdo.
no quería ingerir. Cuánta bolsillitos terrones de azúcar,
Cuando pasan a otras clases
botones, tapones de botella,
15
superiores, casi se Mi madre dejaría matar por salvarte la pedirás perdón, venerarás su
avergüenzan de decir que vida! memoria, pero todo será
Jueves, 10
han sido alumnos míos. Al inútil, pues la conciencia no
Mira, Enrique, graba bien en
cabo de dos años que suelo En presencia de la maestra de te dejará vivir en paz; su
tu mente este pensamiento.
tenerlos, me encariño mucho tu hermanito faltaste al bondadosa y dulce imagen
Considera también que te
con ellos y me duele que respeto a tu madre. Procura tendrá siempre para ti una
aguardan en la vida muchos
debamos separarnos… Hay que esto no vuelva a expresión de tristeza y de
días amargos, y el más triste
chicos de los que digo: «Éste repetirse, Enrique. Tu reconvención que torturará tu
de todos será aquél en que
no será como otros, y irreverente palabra ha alma. ¡Mucho cuidado,
pierdas a tu madre.
siempre me mostrará su penetrado en mi corazón Enrique! Se trata del más
cariño». Pero pasan las como punta de acerado Cuando ya seas un hombre sagrado de los afectos
vacaciones, empieza el nuevo cuchillo. Yo pensaba en tu hecho y derecho y estés humanos. ¡Desgraciado del
curso, le veo ir tan tieso a madre cuando hace unos probado en toda clase de que lo pisotea!
una clase superior, salgo a su años, estando tú enfermo, contrariedades, la invocarás
El asesino que respeta a su
encuentro y le digo: «Hola, pasó toda la noche inclinada mil veces, oprimido por el
madre aun tiene algo de
pequeñín…», y él vuelve la sobre tu cama observando tu inmenso deseo de volver a oír
honrado y de noble en su
cara hacia otra parte. —La respiración, vertiendo su voz por un momento y
corazón; el hombre más
maestra, emocionada, no lágrimas de angustia y verle abrir de nuevo sus
ilustre qué la haga sufrir y la
puede proseguir. temblando de miedo por brazos para arrojarte en ellos
ofenda no será más que una
creer que iba a perderte; yo sollozando, como tierno niño
—Tú no harás así, ¿verdad vil criatura. Que no salga de
temía que llegase a carente de protección y de
monín? —ha dicho por último, tu boca jamás una palabra
enloquecer de pena, y ante consuelo.
al levantarse, mirando a mi dura para la que te ha dado
tal posibilidad experimenté
hermanito con los ojos ¡Cómo te acordarás entonces el ser. Y si alguna se te
cierta ojeriza hacia ti. ¡No
humedecidos y besándole—. de todos los sinsabores que le escapa, no sea el temor a tu
ofendas nunca en lo más
Tú no te volverás para otro hubieras ocasionado, y con padre, sino un impulso del
mínimo, ni siquiera con el
lado ni considerarás nunca qué remordimientos los irás alma lo que te haga arrojarte
pensamiento, a tu madre,
una extraña a tu pobre expiando todos! a sus pies, suplicándole que
que gustosamente daría un
amiga. con el beso del perdón borre
año de felicidad por evitarte No esperes tranquilidad en tu de tu frente la mancha de la
¿No es cierto? una hora de dolor, que sería vida si hubieres entristecido a ingratitud.
capaz de mendigar por ti y se tu madre. Te arrepentirás, le
*
16
Yo te quiero, hijo mío, eres la de leña vez por vez; él lo Era nuestra lección de de clase a ratos y como
mayor ilusión de mi vida; cogía y lo llevaba a la tienda Gramática para el día pueda. Estaba escribiendo las
pero preferiría verte muerto de su padre, donde los iba siguiente. oraciones gramaticales que
antes que un ingrato con tu amontonando de prisa y nos ha mandado cuando tuve
—¿Qué quieres que haga? —
madre. Por algún tiempo corriendo. que parar para
me dijo—. Aprovecho el
abstente de mostrarme tu
—¿Qué haces, Coretti? —le tiempo. Mi padre ha salido despachar lo que me pedía la
afecto, pues no podría
pregunté. con el dependiente para gente. Al reanudar el trabajo,
corresponderte con cariño.
cierto asunto; mi madre está se ha presentado el carro.
—Pues ya lo ves —respondió,
TU PADRE enferma, y tengo que Esta mañana ya he ido dos
tendiendo los brazos para
ocuparme de la descarga. veces al mercado de leña,
* recibir la carga—; repaso la
Mientras tanto repaso la que está en la plaza de
lección.
Coretti, un compañero de lección para mañana. Mi Venecia. Tengo las piernas
clase Domingo, 13 Me hizo reír. Pero hablaba en padre me ha dicho que estará que no me las siento, y las
serio, y después de coger la aquí a las siete para pagarle a manos hinchadas. Menos mal
Mi padre me perdonó, aunque usted —dijo después al que no he de hacer ningún
leña, empezó a decir
yo me quedé bastante triste, hombre del carro. dibujo. ¡Para eso estoy yo
corriendo:
y mi madre me mandó a dar ahora! —y mientras hablaba
un paseo con el hijo mayor —Llámense accidentes del Al marcharse el carro, me
iba barriendo las hojas secas
del portero. A mitad del verbo… sus variaciones según dijo Coretti:
y las pajillas que rodeaban el
paseo, cuando estábamos el número…, según el número montón.
—Entra un momento al
cerca de un carro parado y la persona —luego, echando
almacén.
delante de una tienda, oigo y amontonando la leña— … —¿Y dónde haces los
que me llaman por mi según el tiempo…, según el Era un local bastante amplio, deberes, Coretti? —le
nombre, y me vuelvo. tiempo al que se refiere la con montones de haces de pregunté.
acción. leña recia y gavillas para
Era Coretti, mi compañero de —Aquí no, desde luego —
encender. A un lado vi una
clase, con su jersey color Y volviendo hacia el carro respondió—; ven a verlo.
romana.
chocolate y su gorra de piel, para recibir otro brazado:
Enseguida me llevó a una
sudando y alegre, que llevaba —Hoy es día de mucho
—…según el modo con que se habitación en el interior del
un gran haz de leña al trabajo, te lo aseguro —
enuncia la acción. almacén, que servía de cocina
hombro. Un hombre subido al añadió Coretti—; por eso
y de comedor, con una mesa
carro le echaba un brazado tengo que hacer los deberes
17
a un lado, donde había libros añadió:— Es el café para Entretanto Coretti arreglaba ostentando en el pecho la
y cuadernos y estaba el mamá; he tenido que las almohadas que tenía su medalla al mérito, que ganó
trabajo empezado. aprender a hacerlo. Espera un madre por detrás, componía en 1866, sirviendo en la
poco y se lo llevaremos; así la ropa de la cama, atizaba el división del príncipe
—Precisamente aquí —dijo—
te verá y se alegrará. Hace fuego y echaba al gato de la Humberto. Tenía la misma
he dejado en el aire la
siete días que está en cama. cómoda. cara del hijo, con sus ojos
segunda respuesta: con el
¡Accidentes del verbo! vivarachos y su sonrisa tan
cuero se hacen zapatos, —¿Quieres algo más, mamá?
Siempre me quemo los dedos simpática.
cinturones…; ahora añadiré —preguntó después, al retirar
con esta dichosa cafetera.
maletas. —Y, tomando la la taza—. ¿Te Volvimos a la cocina.
¿Qué he de poner después de
pluma, se puso a escribir con
las mochilas para los has tomado las dos —Ya me acuerdo de otra cosa
su buena caligrafía.
soldados? Hace falta más, cucharaditas de jarabe? que faltaba —dijo Coretti, y
—¿No hay nadie? —se oyó pero no se me ocurre de Cuando no quede, haré una añadió en el cuaderno:
gritar en aquel instante a la momento. Ven a ver a mamá. escapada a la farmacia. La también se hacen
entrada del almacén. leña ya está descargada. A guarniciones para los caballos
Abrió una puerta y entramos
las cuatro pondré la carne a —. Lo demás lo haré esta
—Allá voy —respondió en otro aposento pequeño,
cocer, como me has dicho, y, noche; me acostaré algo
Coretti. Y saltó de allí. Pesó la donde estaba la madre de
cuando pase la mujer de la tarde. ¡Dichoso tú que
leña, la cobró y corrió a un Coretti en una cama grande,
mantequilla, le daré su dispones de todo el tiempo
lado para apuntar la venta en con un pañuelo blanco en la
dinero. Todo se hará: Tú no que quieres para estudiar, y
un cuaderno. Después volvió cabeza.
tienes que preocuparte. aún te sobra para ir de
a su trabajo escolar,
—Aquí tienes tu café, mamá paseo!
diciendo: —Gracias, hijo mío —
—dijo Coretti, ofreciéndole la
respondió la mujer—; mi Siempre está contento y
—A ver si me dejan acabar el taza—. Este chico es un
pobre hijo —añadió— está en dispuesto para el trabajo. En
período. —Y escribió: bolsas compañero mío de la escuela.
todo. cuanto entramos en la tienda-
de viaje y mochilas para los
—¡Cuánto me alegro! —me almacén, empezó a poner
soldados. Quiso que tomara un terrón
dijo la mujer—; acostumbras trozos de leña gruesa en el
de azúcar, y luego Coretti me
—¡Ay! ¡Se me está saliendo el a visitar a los enfermos, ¿no caballete y a serrarlos por la
enseñó el retrato de su padre
café! —gritó de pronto y es verdad? mitad, diciendo entretanto:
en una foto colocada en un
corrió al fogón para apartar la
cuadrito con marco,
cafetera del fuego. Luego
18
—¡Esto sí que es gimnasia y Nos estrechamos las manos, acostumbra a amenazar a los libro para enseñar a escribir
no los movimientos de brazos corrió a cargar el primer niños con hacerlos pedazos y cartas.
que hacemos en la escuela! tronco y empezó a hacer llevarlos de la oreja a la
En cambio, el que nos da la
Quiero que cuando regrese mi viajes del carro al almacén y prevención, pone el
gimnasia tiene tipo de
padre encuentre toda esta viceversa, con su cara semblante adusto; pero
soldado, estuvo sirviendo con
leña serrada; se alegrará. Lo sonrosada, su gorrita de piel nunca castiga a nadie, y se
Garibaldi y se le ve en el
malo es que, después de este en la cabeza, siempre tan sonríe por detrás de su
cuello la cicatriz de una
trabajo, hago unas tes y unas vivo que da gusto verlo. barba, sin que los chicos se
herida de sable que recibió en
eles que, como dice nuestro percaten.
«¡Dichoso tú!», me había la batalla de Milazzo.
maestro. parecen serpientes.
dicho. Ah, no, Coretti, tú Con el señor Coatti son ocho
¿Qué quieres? Le diré que he Luego está el Director, un
tienes mayor dicha, porque los maestros del grupo,
tenido que mover los brazos. hombre alto, calvo, que usa
eres más útil a tu padre y a incluyendo también un
Lo importante es que mi gafas con armazón de oro, y
tu madre, cien veces mejor suplente, barbilampiño, que
madre se ponga bien pronto, tiene una barba que le llega
que yo, y un chico de mucho parece un chiquillo. Hay un
eso sí. Hoy, gracias a Dios, al pecho; viste de negro y
valor, querido compañero maestro, el de la sección
está bastante mejor. La siempre va abotonado hasta
mío. cuarta, algo cojo, arropado en
Gramática la estudiaré la barbilla; es tan bueno con
una gran bufanda de lana,
mañana al levantarme. ¡Ah, * los chicos, que, cuando van a
siempre con dolores
ahora viene el carro con los la dirección temblando para
El director de la escuela adquiridos cuando era
troncos! ¡Al trabajo! recibir una reprimenda, no les
Viernes, 18 maestro rural, pues ejercía en
grita, sino que los toma de la
Un carro cargado de troncos una escuela húmeda, cuyas
Coretti estaba muy contento mano y les dice
se detuvo ante el almacén. paredes goteaban.
esta mañana por haber paternalmente que no deben
Coretti salió para hablar con
venido a presenciar los Otro maestro, el de la cuarta portarse como lo hacen, que
el hombre que lo conducía y
exámenes mensuales su B, es ya viejo, muy canoso y deben arrepentirse, prometer
luego volvió.
maestro de la segunda, el ha sido profesor de ciegos. ser buenos. Habla con modos
—Ahora no puedo hacerte señor Coatti, un hombretón Hay uno bien vestido, con tan suaves y con una voz tan
compañía —me dijo—, así es con abundante pelo muy lentes y bigotitos, al que dulce, que todos salen con los
que hasta mañana. Has crespo, gran barba negra, apodan el abogadillo, porque ojos enrojecidos y más
hecho bien en venir a verme. ojos grandes oscuros y una siendo ya maestro se hizo confusos que si los hubiese
¡Buen paseo, Enrique! voz de trueno, que abogado, cursó la licenciatura castigado. ¡Pobre Director! Es
¡Dichoso tú! de Derecho y es autor de un el primero que llega por la
19
mañana al grupo para extendido la petición para —Es una lástima que se vaya el calabrés; el albañilito;
esperar a los alumnos y jubilarse y la tenía de —repitió mi padre. Y entonces Crossi, con su roja cabeza;
hablar con los padres; y continuo en la mesa; pero no el Director tomó su instancia Franti, con su aire descarado,
cuando los maestros ya se la presentaba porque le de jubilación, la rompió en y también Robetti, el hijo del
han ido a su casa, todavía da disgustaba separarse de los dos pedazos, y dijo: capitán de artillería, el que
una vuelta alrededor de la niños. Sin embargo, el otro salvó al niño del ómnibus y
—Me quedo.
escuela para ver si hay chicos día parecía decidido, y mi que ahora anda con muletas.
que se cuelgan en la trasera padre, que se hallaba con él * Franti se echó a reír de un
de los coches o se en la dirección, le decía: soldado que cojeaba. Pero de
entretienen por las calles a Los soldados Martes, 22 pronto sintió una mano sobre
—Es una lástima que usted se
jugar o llenando las carteras el hombro; se volvió: era el
vaya, señor Director. Su hijo era voluntario del
de arena o de piedras; cada Director.
ejército cuando murió; por
vez que aparece por una En esto entró un hombre con eso el Director va siempre a —Óyeme —le dijo el Director
esquina, tan alto y enlutado, un hijo suyo que pasaba de la plaza a ver pasar a los —, burlarse de un soldado
escapan bandadas de otro colegio al nuestro por soldados cuando salimos de cuando está en las filas,
muchachos en todas haber cambiado de domicilio. la escuela. Ayer pasaba un cuando no puede vengarse ni
direcciones, suspendiendo al
regimiento de infantería y responder, es como insultar a
instante el juego de bolas o Al ver a aquel chico, el
cincuenta muchachos se un hombre atado; es una
de peonza, y él les Director hizo un gesto de
pusieron a saltar alrededor de villanía.
amenazaba desde lejos con el extrañeza; le miró un ratito,
la música, cantando y
índice, pero sin perder su aire luego observó el retrato que
llevando el compás con las Franti desapareció. Los
afable y tristón. tenía en la mesa, volvió a
reglas sobre la cartera. soldados pasaban de cuatro
fijarse en el muchacho, lo
Nosotros estábamos en un en cuatro, sudorosos y
—Nadie le ha visto reír —dice sentó en sus rodillas,
mi madre— desde que murió grupo, en la acera, mirando.
haciéndole levantar la cara. cubiertos de polvo, y las
su hijo, que era voluntario en Garrone, oprimido entre su
Aquel chico se parecía mucho puntas de las bayonetas
el ejército, y tiene siempre a estrecha ropa, mordía un
a su hijo, y dijo el Director: resplandecían con el sol. El
la vista su retrato sobre la pedazo de pan; Votini, aquel
Director dijo:
mesa de la dirección. —Está bien —acto seguido tan elegantito, que siempre
hizo la matrícula, despidió al está quitándose las motas; —Debéis querer mucho a los
No quería seguir ejerciendo padre y al hijo, y se quedó Precossi, el hijo del forjador, soldados. Son nuestros
su profesión después de pensativo. con la chaqueta de su padre; defensores. Ellos irían a
semejante desgracia; había
20
hacerse matar por nosotros si La bandera, llevada por un * su hijo era objeto de burla
mañana un ejército oficial, pasó delante de por parte de sus compañeros.
El protector de Nelly
extranjero amenazase nosotros, rota y descolorida, Se mofaban de él y el pobre
Miércoles, 23
nuestro país. Son también con sus medallas sobre el chico sufría y lloraba en
muchachos, pues tienen asta. Todos a la vez llevamos También Nelli, el pobre silencio, apoyando la frente
pocos más años que vosotros, la mano a las gorras. El oficial jorobadito, estuvo mirando sobre el banco.
y también van a la escuela: nos miró sonriendo y nos ayer el paso del regimiento;
Pero una mañana se levantó
hay entre ellos pobres y ricos, devolvió el saludo con la pero de un modo así, como
Garrone y dijo:
como entre vosotros, y mano. pensando: «¡Yo no podré
vienen también de todas nunca ser soldado!» Es un —¡Al primero que toque a
—¡Bien, muchachos! —dijo
partes de Italia. Vedlos, casi buen chico y, además, Nelli o se meta con él, le doy
uno detrás de nosotros. Nos
se les puede reconocer por la estudioso; pero demacrado y un tortazo que le hago rodar
volvimos a verlo: era un
cara: pasan sicilianos, sardos, pálido, le cuesta trabajo por el suelo!
anciano que llevaba en el ojal
napolitanos, lombardos. Éste respirar. Su madre es una
la cinta azul de la campaña Franti no hizo caso; Garrone
es un regimiento veterano, de señora pequeña y rubia,
de Crimea; un oficial retirado le propinó un tortazo y el
los que han combatido en vestida de negro, que
—. ¡Bravo! —dijo—; habéis burlador dio tres vueltas
1848. Los soldados no son ya acostumbra a acudir a la
hecho una cosa que os sobre el pavimento. A partir
aquéllos, pero la bandera es puerta de la escuela a la
enaltece. de entonces, nadie se metió
siempre la misma. ¡Cuántos salida para evitar que salga
habrán muerto por la patria con el jorobadito.
Entretanto, la banda del en tropel con los demás, y lo
alrededor de esa bandera, regimiento volvía por el fondo acaricia mucho. El maestro le puso cerca de
antes que hubierais nacido de la plaza, rodeada de una Garrone, en el mismo banco,
vosotros! Como tiene la desgracia de
turba de chiquillos, y gritos y se han hecho muy amigos.
ser jorobado, muchos chicos
alegres acompañaban los Nelli ha tomado mucho cariño
—¡Ahí viene! —dijo Garrone. se burlaban de él en los
sonidos de las trompetas, a su corpulento compañero;
Y en efecto, se veía ya cerca primeros días y hasta le
como un canto de guerra. apenas entra en la escuela, le
la bandera, que sobresalía pegaban en la espalda con las
por encima de la cabeza de busca, y nunca se va sin
—¡Bravo! —repitió el bravo bolsas; pero él
los soldados. decirle: «Adiós, Garrone». Y
oficial mirándonos—. El que
nunca se enfadaba ni decía lo mismo hace éste con él.
de pequeño respeta la
—Haced una cosa, hijos —dijo nada a su madre, para no
bandera, sabrá defenderla Cuando a Nelli se le cae una
el Director—; saludad con darle el disgusto de saber que
cuando sea mayor. pluma o un libro debajo del
respeto la bandera tricolor.
21
banco, Garrone se inclina y se —¿Tendría la bondad de El primero de clase Viernes, sobre él; y ya sabe esgrima.
los recoge, y después le hacerle venir un momento? 25 Tiene doce años; es hijo de
ayuda a ordenar la bolsa y a Es que deseo decirle algo. un comerciante; va siempre
Garrone capta el cariño de
ponerse el abrigo. Por todo vestido de azul, con botones
El Director llamó al bedel y lo todos, y Derossi, la
ello, Nelli le quiere mucho, le dorados; es vivaracho,
mandó al aula. Un minuto admiración. Ha obtenido el
mira constantemente y, alegre, amable con todos,
después llegó Garrone, muy primer premio y, con toda
cuando el maestro lo alaba, ayuda a los que puede en el
extrañado, a la puerta. seguridad, será también el
se pone tan contento como si examen y nadie se atreve a
Apenas lo vio, salió la señora primero de la clase este año,
le alabase, a él. Nelli tuvo que desairarlo o decirle una
a su encuentro, le echó los pues nadie puede competir
referírselo todo a su madre, palabra malsonante.
brazos al cuello, le dio con él; todos reconocen su
tanto las burlas y lo que le
muchos besos en la frente y superioridad en todas las Solamente le miran de reojo
hacían sufrir los primeros días
le dijo: asignaturas. Nobis y Franti, y a Votini le
como el comportamiento del
salta la envidia por los ojos;
compañero que le defendió y —¿¡Eres tú Garrone, el amigo Es el primero en Aritmética,
pero él no parece darse
a quien tanto quiere; debe de mi hijo, su protector!? en Gramática, en Redacción,
cuenta. Todos le sonríen y le
habérselo dicho por lo en Dibujo… Todo lo
Después buscó dan la mano o le cogen
sucedido esta mañana. comprende al vuelo, tiene
precipitadamente en sus cariñosamente el brazo
una memoria prodigiosa, en
El maestro me mandó llevar bolsillos y en su bolso y, no cuando pasa a recoger, con
todo sobresale sin esfuerzo;
al Director el programa de la encontrando nada, se quitó su acostumbrada afabilidad,
parece que el estudio es un
lección media hora antes de del cuello una cadenilla con los trabajos que hemos
juego para él. El maestro le
la salida. Estando yo en su una crucecita y se la puso a hecho. Regala periódicos
dijo ayer:
despacho entró la señora Garrone por debajo de la ilustrados, dibujos, cuanto a
rubia, vestida de negro, corbata, diciéndole: —Has recibido grandes dones él le regalan en su casa; para
madre de Nelli, que dijo: de Dios; procura únicamente el calabrés ha hecho un
—Tómala, llévala en recuerdo pequeño mapa de Calabria;
no malgastarlos.
—Señor Director, ¿hay en la mío, querido niño, en todo lo da sonriendo, sin
clase de mi hijo un chico recuerdo de la madre de Es también, además, alto, pretensiones, a lo gran señor,
llamado Garrone? Nelli, que te da un millón de guapo, de pelo rubio y rizado, y sin hacer distinciones.
gracias y te bendice. muy ágil, capaz de saltar por Resulta imposible no
—Sí, señora.
encima de un banco sin envidiarlo y no sentirse
*
apoyar más que una mano inferior a él en todo.

22
Ah, yo también lo envidio, hecho heroico que se relata; miraban a lo lejos, delante de —¿Qué haces aquí? —le
como Votini, y alguna vez se le veía el rostro encendido, sí, con los ojos fijos y preguntó el oficial,
experimento cierta amargura silenciosos, preparándose deteniendo el caballo—. ¿Por
los ojos húmedos y la boca
y siento una especie de para ver blanquear de un qué no te has ido con tu
temblorosa. Yo le observaba
inquina hacia él cuando momento a otro, entre los familia?
admirando sus hermosas
apenas logro hacer los árboles, los uniformes
cualidades, y con mucho —Yo no tengo familia —
deberes en casa y pienso que militares de las avanzadas
gusto le habría dicho en su respondió el muchacho—. Soy
Derossi los habrá terminado enemigas.
cara con toda franqueza: huérfano. Trabajo para todos.
con muy poco esfuerzo. Pero
«Derossi, ¡me aventajas en Llegaron así a una casita Me he quedado aquí para ver
luego, al volver a clase,
todo! ¡Te respeto y admiro!» rústica, rodeada de fresnos, la guerra.
viéndole tan sencillo,
delante de la cual sólo había
sonriente y afable; oyéndole * —¿Has visto pasar a los
un chico de unos doce años,
contestar con tanta seguridad austríacos?
El pequeño vigía lombardo que descortezaba una ramita
a las preguntas del maestro,
Sábado, 26 con una navaja para hacerse —No, señor, desde hace tres
arrojo de mi pecho todo
un bastoncito; en una de las días.
rencor, y me avergüenzo de
En 1859, durante la guerra de ventanas de la casa
haber dado cabida a tales
liberación de Lombardía, tremolaba una bandera El oficial se quedó pensativo;
sentimientos. Entonces
pocos días después de la tricolor; dentro no había luego se apeó del caballo, y,
quisiera estar siempre a su
batalla de Solferino y San nadie; los aldeanos, después dejando a los soldados allí,
lado y seguir todos los
Martino, ganada por los de izar la bandera, habían frente al enemigo, entró en la
estudios con él. Su presencia,
franceses e italianos contra desaparecido por miedo a los casa y subió al tejado… La
su voz, su camaradería me
los austríacos, en una austríacos. casa era baja y desde el
infunden valor, ganas de
hermosa mañana del mes de tejado sólo se abarcaba una
trabajar, alegría y placer. En cuanto el chico divisó la
junio, iba un pequeño pequeña extensión de
escuadrón de caballería de caballería, tiró el bastón y se terreno.
El maestro le ha dado a
Saluzzo por estrecha senda quitó la gorra. Era un guapo
copiar el cuento mensual que
muchacho, de aire atrevido, «Hay que subir a los
leerá mañana: El pequeño solitaria hacia las posiciones
con ojos grandes y azules, el árboles», dijo para sí el
vigía lombardo. Lo estaba enemigas, explorando
pelo rubio y largo; estaba en oficial; y bajó.
copiando esta mañana, y atentamente el terreno.
mangas de camisa y se le
estaba conmovido por el Precisamente delante de la
Mandaban el escuadrón un veía el desnudo pecho.
era había un fresno muy alto
oficial y un sargento; todos
23
y delgado, cuya copa se sonriéndose—. ¡Nada, En un santiamén estuvo el —¿Se mueven?
mecía en el azul del cielo. naturalmente! ¡Faltaría más! chiquillo en lo más alto del
—Están parados.
Si fuese por los alemanes, ¡ni árbol, abrazado al tronco, con
El oficial permaneció un
hablar!; pero se trata de los las piernas entre las hojas, —¿Qué más ves? —le volvió a
instante indeciso, mirando ya
nuestros, y yo soy lombardo. pero dejando al descubierto preguntar tras un momento
al árbol, ya a los
su pecho; le daba el sol en la de silencio—.
—Bueno. Sube, pues.
soldados; después preguntó, rubia cabeza, que brillaba
como el oro. El oficial apenas ¡Mira hacia la derecha!
de pronto, al muchacho: —Espere que me descalce.
le veía, por lo pequeño que
El chico volvió la vista hacia
—¿Tienes buena vista, rapaz? Se quitó el calzado, se apretó resultaba a aquella altura.
el lado indicado, y luego dijo:
el cinturón, tiró la gorra a
—¿Yo? —respondió el —Mira todo derecho a lo lejos
unas matas de hierba y se —Cerca del cementerio, entre
interpelado—. Le aseguro que —le dijo el militar.
abrazó al tronco del fresno. los árboles, se ve relucir algo.
veo un pajarillo a una legua
El chico, para ver mejor, sacó Parecen bayonetas.
de distancia. —Pero oye… —exclamó
el oficial con la mano derecha del árbol y
—¿Ves gente?
—¿Te atreverías a subir a lo se la puso sobre la frente a
ánimo de
alto de ese árbol? manera de visera. —No, señor. Se habrán
detenerlo como
sobrecogido por repentino escondido en los sembrados.
—¿Dice usted a la copa? En —¿Qué ves? —preguntó el
medio minuto estoy arriba. temor.
oficial. En aquel momento un silbido
El muchacho se volvió hacia de bala muy agudo se oyó
—¿Y sabrás decirme lo que El muchacho inclinó la cara
él, mirándole con sus por el aire, yendo a perderse
veas desde allí, si hay hacia él y, haciendo bocina
hermosos ojos azules, en lejos, detrás de la casa.
soldados austríacos por esa con una mano,
parte, nubes de polvo, fusiles actitud interrogante.
—¡Bájate, muchacho! —gritó
que relucen, caballos…? respondió:
—Nada, nada —dijo el oficial el oficial—. Te han visto. No
—. Sube. El chico se —Dos hombres a caballo en quiero saber más. Baja.
—¡Claro que sí!
encaramó como un gato. lo blanco del camino.
—Yo no tengo miedo —
—¿Qué debo darte por
—Vosotros —dijo el oficial a —¿A qué distancia de aquí? respondió el valiente
prestarme este servicio?
los soldados— mirad hacia muchacho.
—¿A mí? ¡Qué ocurrencia! — —Sobre media legua.
adelante.
dijo el muchacho,
24
—¡Baja!… —repitió el oficial—. Un tercer silbido rabioso pasó Pero mientras decía «ánimo» Aún permanecieron un
¿Qué más ves a la izquierda? por lo alto, y casi al instante y le oprimía el pañuelo sobre momento silenciosos;
se vio al muchacho venir la herida, el chico giró los después el oficial se dirigió al
—¿A la izquierda?
abajo, deteniéndose un ojos e inclinó la cabeza: había sargento y le dijo:
—Sí, a la izquierda. segundo en el tronco y en las muerto.
—Mandaremos que venga a
ramas, para luego caer al
El chico volvió la cabeza hacia El oficial palideció y estuvo recogerle la ambulancia; ha
suelo de cabeza con los
la izquierda; en aquel contemplándole unos muerto como soldado, y justo
brazos abiertos.
instante otro silbido más instantes; luego lo acomodó es que como a tal le demos
agudo y más bajo que el —¡Maldición! —gritó el oficial, poniéndole la cabeza sobre la sepultura.
primero cortó el aire. El niño acudiendo en su ayuda. hierba; se levantó y
Dicho esto, envió con la mano
se encogió todo lo que pudo. permaneció un momento
El chico había caído de un beso al muerto, y gritó:
mirándole. También le
—¡Vaya! —exclamó—. ¡La espaldas, quedando tendido
miraban, inmóviles, el —¡A caballo!
han tomado conmigo! —La con los brazos abiertos, hacia
sargento y los dos soldados;
bala le había pasado muy arriba; un reguero de sangre Todos montaron, reuniéndose
los demás estaban vueltos
cerca. le salía del pecho por la parte el escuadrón, y reanudaron la
hacia el enemigo.
izquierda. El sargento y dos marcha.
—¡Abajo! —gritó el oficial con soldados se apearon de sus —¡Pobre muchacho! —repitió
energía y furioso. caballos; el oficial se agachó tristemente el oficial—. ¡Pobre Pocas horas después se
y le separó la camisa: la bala y valiente! rindieron los honores de
—Bajo enseguida —respondió
le había penetrado en el guerra al valiente muchacho.
el chico—; pero el árbol me Luego se acercó a la casa,
pulmón izquierdo.
resguarda; no tenga usted quitó de la ventana la Al ponerse el sol, toda la línea
cuidado. ¿A la izquierda —¡Está muerto! —exclamó el bandera tricolor y la extendió de la vanguardia italiana
quiere usted saber? oficial. como paño fúnebre sobre el avanzaba hacia el enemigo, y
niño muerto, dejándole la por el mismo camino que
—A la izquierda —repuso el —No, ¡vive! —replicó el
cara al descubierto. El había recorrido por la mañana
oficial—; ¡pero bájate! sargento.
sargento colocó junto al el
—A la izquierda —gritó el niño —Ah, ¡pobre niño, valiente muerto el calzado, la gorra, el
escuadrón de caballería
inclinando el cuerpo hacia muchacho! —gritó el oficial—. bastoncito y la navajita.
marchaba en dos filas un
aquella parte—, donde hay ¡Animo, ánimo! batallón de «bersalleros», el
una ermita, me parece ver…
25
cual pocos días antes había saludaban al pasar, diciendo volvíamos de la escuela, tales palabras y lo agradecida
regado, valerosamente, de al mismo tiempo: pasaste junto a una pobre que le
sangre la colina de San que tenía en sus rodillas a un
—¡Bravo, pequeño lombardo! quedo al menesteroso. Me
Martino. La noticia de la niño extenuado y pálido, que
¡Adiós, chiquito! ¡Para ti, parece que con semejante
muerte del muchacho se te pidió una limosna. La
rubito! ¡Viva el héroe! ¡Loor a augurio voy a poder
había propagado ya entre miraste y no le diste nada,
ti! ¡Adiós, precioso! conservaros con buena salud
aquellos soldados antes de aunque llevabas dinero en el
durante mucho tiempo;
que dejaran sus Un oficial le puso la medalla bolsillo.
vuelvo a casa contenta y
campamentos. El sendero, al mérito, otro le besó en la
Mira, hijo mío, no te pienso: «¡Oh, aquel pobre me
flanqueado por un arroyuelo, frente. Y continuaban
acostumbres a pasar con ha dado bastante más de lo
pasaba a poca distancia de la lloviendo las flores sobre sus
indiferencia ante la miseria que yo le he entregado!»
casa. Cuando los primeros desnudos pies, sobre el
que tiende la mano, y mucho
oficiales del batallón vieron el ensangrentado pecho y sobre Pues bien, haz que pueda oír
menos por delante de una
cadáver del pequeño tendido la rubia cabeza. Él parecía alguna vez ese augurio
madre que implora algo para
a los pies del fresno y dormido sobre la hierba, provocado y merecido por ti;
su hijo. Piensa en que quizá
cubierto por la bandera envuelto en su bandera, con prívate de algo o saca de vez
aquel niño tuviese hambre;
tricolor, lo saludaron con sus el rostro pálido y casi en cuando unas monedas de
piensa en la desesperación de
sables, y uno de ellos cogió sonriente, como si se tu bolsillo para ponerlo en la
aquella mujer. Imagínate la
en la orilla del arroyo un percatase de los saludos y mano de un anciano sin
inconsolable tristeza que
puñado de flores y se las estuviese contento de haber protección, de una madre sin
sufriría tu madre si un día se
esparció por encima del dado la vida por su pan, de un niño sin madre.
viese obligada a decirte:
cuerpo. Lombardía.
«Enrique, hoy no puedo darte A los pobres les gusta la
A continuación, conforme * ni un pedazo de pan». limosna de los chicos porque
iban pasando todos los no los humilla y porque se
Los pobres Martes, 29 Cuando doy una moneda a un
«bersalleros» cogían flores parecen a ellos al tener
mendigo y él me dice: «Que
que arrojaban sobre el necesidad de otros. Por eso
Dar la vida por la patria, Dios se lo pague y les dé
muerto; así es que en pocos suele haber pobres cerca de
como el chico lombardo, es mucha salud a usted y a los
minutos estuvo cubierto el las escuelas.
una gran virtud; pero tú, hijo suyos», no puedes
muchacho de flores
mío, no descuides otras más comprender la dulzura que
silvestres, y tanto los oficiales La limosna de un hombre es
modestas. Esta mañana, experimenta mi corazón ante
como los soldados le acto de caridad; pero la de un
yendo delante de mí cuando
26
niño, además de caridad, es sin dejar en su mano una cualquier multiplicación sin compra por dos lo da por
también como una caricia, moneda! recurrir a la tabla. Hace cuatro; juega a las aleluyas y
¿comprendes? Es como si de economías, y tiene ya una nunca pierde; revende
TU MADRE
su mano se desprendiesen al libreta de la Caja de Ahorros periódicos atrasados al
mismo tiempo una moneda y DICIEMBRE escolar. Yo creo que no se pirotécnico y al estanquero, y
una flor. gasta nada y, si se le cae algo tiene una libreta, llena de
El negociante Jueves, 1 o una monedita bajo el sumas y restas, donde anota
Piensa que a ti nada te falta,
banco, es capaz de estar todas las operaciones que
y que a ellos les falta todo; Mi padre quiere que cada día
buscando una semana entera. realiza. Sólo le interesa la
que mientras tú anhelas ser de fiesta o sin clase traiga a
Derossi dice que hace como Aritmética, y si ambiciona
feliz, ellos se contentan con casa a uno de mis
las urracas. Todo lo que premios es para entrar sin
poder seguir viviendo. Piensa compañeros o que vaya yo a
encuentra, plumas gastadas, pagar en el teatro de
que es una injusticia social buscarlo, para ir haciéndome
sellos usados, alfileres, marionetas.
que en medio de tantos más amigo de todos. El
trocitos de velas, lo recoge
palacios, por las mismas próximo domingo iré de A mí me gusta y me divierte.
cuidadosamente. Hace más
calles que pasan lujosos paseo con Votini, el Hemos jugado a vender con
de dos años que colecciona
coches y niños elegantemente muchacho bien vestido, que pesos y medidas; sabe el
sellos de correos, y ya tiene
vestidos, haya mujeres y siempre se está atusando y precio exacto de las cosas,
centenares de diferentes
niños que no tienen qué que tanto envidia a Derossi. conoce las pesas, y lía las
países en su gran álbum, que
comer. cosas en papel de estraza con
Esta tarde ha venido a casa después venderá al librero
la habilidad y presteza del
¡Qué horror, Dios mío, que Garoffi, el chico alto y cuando esté completo.
mejor tendero. Dice que se
chicos como tú, tan buenos e delgado, con la nariz de pico Entretanto el librero le da los
establecerá en cuanto salga
inteligentes como tú, viviendo de loro y los ojos pequeños y cuadernos gratis porque le
de la escuela, y se dedicará a
en populosas ciudades, no picaruelos, que parecen lleva muchos chicos a la
un negocio nuevo que ha
tengan qué llevarse a la boca buscar por todas tienda.
ideado.
y arrastren una existencia
partes. Es hijo de un En la escuela no para de
infrahumana, parecida a las Se ha puesto muy contento
droguero. Un tipo muy comerciar; todos los días
fieras perdidas en un porque le he dado algunos
original. Siempre está vende cosas, hace rifas y
desierto! ¡Ay, Enrique! ¡No sellos extranjeros,
contando el dinero que lleva subastas; después se
pases nunca por delante de habiéndome dicho al instante
en el bolsillo: cuenta muy de arrepiente y quiere de nuevo
una madre que pide limosna el precio a que se venden
prisa con los dedos y hace sus mercancías; lo que
para las colecciones. Mi
27
padre, haciendo como que * Vanidad Lunes, 5 nos detuvimos en un banco Votini se puso a hacer girar
leía el periódico, le escuchaba de piedra, junto a un chico sobre la punta del dedo índice
Ayer fui a pasear por la ronda
y se distraía oyéndole. modestamente vestido, que su precioso sombrero de
de Rívoli con Votini y su
Siempre lleva los bolsillos parecía cansado y estaba castor blanco. Mas el otro
padre. Al pasar por la calle
llenos de pequeñas pensativo, con la cabeza parecía que lo hiciese adrede
Dora Grossa, vimos a Stardi,
mercancías, que cubre con un gacha. Un hombre, que debía y ni siquiera se dignó dirigir
el que no permite que le
largo delantal oscuro, y ser su padre, paseaba bajo una mirada al sombrero.
distraigan en clase, parado,
parece en todo instante los árboles leyendo un
muy tieso, delante del Votini empezaba a enfadarse,
preocupado y pensativo, periódico.
escaparate de una librería con sacó el reloj, lo abrió y me
como los comerciantes ya
los ojos fijos en un mapa. Nos sentamos. Votini se puso enseñó la maquinaria.
mayores. Pero lo que más
Sabe Dios desde cuándo entre aquel chico y yo. De Tampoco volvió esta vez la
estima es su colección de
estaría allí, porque estudia pronto se acordó de que iba cabeza el vecino del banco.
sellos de correos: es su
hasta en la calle; apenas sí muy majo y quiso que le
tesoro y habla de él como si —¿Es de plata dorada? —le
nos devolvió el saludo que le admirara y envidiara su
fuese a sacar una verdadera pregunté.
dirigimos. vecino.
fortuna. Los compañeros
dicen que es un avaro y un —No, hombre —me respondió
Votini, como siempre, iba Levantó un pie y me dijo:
usurero. Yo no sé qué pensar —. Es de oro.
muy elegante, quizás
de él. Le quiero, me enseña —¿Te has fijado en mis botas
demasiado; llevaba botas de —Pero no será todo de oro —
muchas cosas y me parece un de militar?
tafilete con pespuntes le repuse—; tendrá también
hombrecito. encarnados, un traje con Lo dijo para llamar la algo de plata.
bordaduras y borlitas de atención del otro chico. Pero
Coretti, el hijo del revendedor
seda, un sombrero de castor —¡No, no! —replicó; y para
de leña, dice que Garoffi no éste no miró.
blanco y reloj. ¡Había que ver obligar al otro chico a mirar,
daría los sellos que posee ni
el postín que se daba el Entonces bajó el pie, y me le puso el reloj delante de sus
para salvar la vida de su
chico! Pero esta vez iba a enseñó las borlitas de seda, ojos, diciéndole:
madre. Mi padre no lo cree
acabar mal su vanidad. diciéndome, mirando de reojo
así. —Oye, tú, fíjate, ¿verdad que
al desconocido, que no
Después de haber andado es de oro?
—Espera aún para juzgarlo — terminaban de gustarle y que
buen trecho por una calle, prefería botones de plata.
me ha dicho—; siente pasión El interpelado respondió
dejando muy atrás a su Pero el otro chico tampoco se
por las ganancias, pero tiene secamente: —No lo sé.
padre, que andaba despacio, fijó en las borlitas.
buen corazón.
28
—¡Vaya, vaya! —exclamó Durante el resto del paseo no sosteniéndose las sienes con que fuese mañana a nuestra
Votini lleno de rabia se volvió a reír. los puños. casa; tenía la boca llena de
—. ¡Qué soberbia! nieve, y, no sabiendo si
* ¡Qué preciosidad! ¡Cuánta
Mientras decía esto, llegó su alegría hubo a la salida! escupirla o tragarla, se quedó
La primera nevada del año
padre, que había oído su Todos empezamos a correr y pasmado sin responder nada.
Sábado, 10
expresión. Miró fijamente al saltar por las calles, gritando, También las maestras salían
niño desconocido y dijo ¡Adiós, paseos por Rívoli! Ha gesticulando, cogiendo bolas corriendo y riéndose de la
bruscamente a su hijo: llegado la hermosa amiga de de nieve y hundiéndonos en escuela; mi maestra de la
los chicos. Ya ha caído la ella como perritos en el agua. primera superior, ¡pobrecilla!,
—¡Cállate! —e inclinándose a
primera nevada. Desde ayer Los padres que esperaban corría por la nieve,
su oído, añadió—: ¡Es ciego!
tarde, a última hora, no han fuera tenían los paraguas resguardándose la cara con
Votini se puso de pie de un cesado de caer copos a blancos; los guardias su velo verde y sin parar de
salto y miró la cara del granel, tan gruesos como municipales también estaban toser.
muchacho. Tenía las pupilas flores de jazmín. Esta cubiertos de nieve, y blancas
apagadas, sin expresión, sin mañana daba gusto, cuando se pusieron enseguida
Entretanto centenares de
mirada. estábamos en clase, verlos nuestras bolsas y carteras.
muchachas de la escuela
pegar en los cristales y Todos parecían fuera de sí
Votini se quedó anonadado, vecina pasaban como
amontonarse en los por la alegría, incluso
sin palabra, con los ojos chillando y pisando la blanca
repechos; también Precossi, el hijo del herrero,
bajos. Después balbuceó: alfombra; los maestros, los
contemplaba el maestro el el paliducho, que nunca se
bedeles y los guardias
espectáculo y se frotaba las ríe, y Robetti el que salvó al
—¡Lo siento; no lo sabía! gritaban:
manos. Todos estábamos niño del ómnibus, que saltaba
El cieguecito, que todo lo contentos pensando hacer con sus muletas. —¡A casa, a casa! —tragando
había comprendido, dijo bolas y deslizarnos por el copos de nieve y
El calabrés, que nunca había
sonriendo bondadosa y hielo, para luego tener el blanqueándose los bigotes y
tocado la nieve, hizo una
melancólicamente: placer de calentarnos junto a la barba. Pero también se
pelota y empezó a comérsela
la lumbre en casa. reían de la turba de chiquillos
—¡Oh, no importa! como si fuera un melocotón.
Únicamente no se distraía que festejaban el invierno.
Crossi, el hijo de la verdulera,
Ciertamente Votini es Stardi, completamente
se llenó de nieve la bolsa; y Mucho festejáis la venida del
vanidoso; pero después de absorto en la lección y
el albañilito nos hizo reír tiempo invernal… Pero hay
todo no tiene mal corazón. cuando mi padre le invitó a
29
chicos que carecen de abrigo, El albañilito ha venido hoy a milagro; trabaja en eso muy por el albañilito con su
de calzado y no tienen lumbre casa, vestido con una serio y con la paciencia propia chaquetón. Me ha detenido la
para calentarse. Hay millares cazadora y vieja ropa del de un hombre. Entre una y mano y luego lo ha limpiado
que bajan al poblado, tras padre, todavía blanca por la otra construcción me ha ido él sin que le viéramos.
largo camino, llevando en sus cal y el yeso. Mi padre hablando de su familia: viven Jugando, al albañilito se le ha
manos ateridas de frío una deseaba que viniese aún más en una buhardilla; caído un botón de la
poca de leña para calentar la que yo. ¡Qué gusto nos ha cazadora, y mi madre se lo
su padre va a la escuela de
escuela. Hay centenares de dado! Al entrar se ha quitado ha cosido, poniéndose él muy
adultos, de noche, para
escuelas rurales casi el viejísimo sombrero, rojo, admirado y confuso,
aprender a leer; su madre es
sepultadas en la nieve, tan cubierto de nieve, y se lo ha conteniendo el aliento.
de Biella. Deben quererle
desnudas y lóbregas como metido en el bolsillo; después Después le he enseñado el
mucho, porque, aunque va
cavernas, donde los chicos se ha venido hacia mí con su álbum de caricaturas, y él, sin
vestido pobremente, está
ahogan por el humo o dan andar descuidado de darse cuenta, imitaba las
bien resguardado del frío con
diente con diente por el frío, trabajador cansado, volviendo muecas de aquellas caras tan
ropa cuidadosamente
mirando con terror los a una y otra parte su cabeza bien, que mi padre no ha
remendada y el lazo de la
blancos copos que caen sin redonda como una manzana podido contener la risa. Tan
corbata hecho con exquisito
cesar, que se amontonan sin y con su nariz achatada. En el contento estaba al irse, que
gusto. Me ha dicho que su
descanso sobre sus lejanas comedor, después de echar se ha olvidado de ponerse su
padre es un hombretón, un
cabañas, amenazadas por los una mirada a los muebles, se viejo sombrero y, al llegar a
gigante que apenas cabe por
aludes. Mientras vosotros ha detenido mirando un la escalera, para mostrarme
las puertas, pero bonachón;
festejáis el invierno, pensad cuadrito que representa a su reconocimiento, me ha
acostumbra a llamar a su hijo
en las miles de criaturas a Rigoletto, un bufón jorobado, hecho una vez más la gracia
«hocico de liebre»; él, por el
quienes esta estación les trae y le ha puesto la cara con su de poner el «hocico de
contrario, es más bien bajo
miseria y les produce la acostumbrado «hocico de liebre». Se llama Antonio
para la edad que tiene.
muerte. liebre». Es imposible no reírse Rabucco, y tiene ocho años y
al verle hacer esa mueca. A las cuatro hemos ocho meses…
TU PADRE
merendado pan y pasas,
Luego nos hemos puesto a ¿Sabes, hijo mío, por qué no
* sentados en el sofá el uno
jugar con palitos. Tiene una quise que limpiaras el sofá?
junto al otro, y al terminar,
El pequeño albañil Domingo, habilidad extraordinaria para Porque hacerlo viéndolo tu
no sé por qué, mi padre no
11 hacer torres y puentes, que compañero era casi reñirlo
ha querido que limpiase el
parece no se caen de por haberlo ensuciado. Y no
respaldo manchado de blanco
30
convenía, primeramente chiquillos, en cuanto llegaron escaparates: eran Garrone —¡Pero si yo no lo he hecho
porque no lo había manchado a la plaza, empezaron a tirar con su acostumbrado adrede! —respondió Garoffi,
adrede, y, luego, porque lo bolas de nieve acuosa tan panecillo en el bolsillo, temblando como una hoja de
había ensuciado con ropa de duras y pesadas como Coretti, el albañilito, y árbol.
su padre, que se la había piedras. Por la acera pasaba Garoffi, el de los sellos de
—No importa, cumple con tu
enyesado trabajando: y lo mucha gente. Un señor gritó: correos.
deber —repitió Garrone.
que se mancha trabajando no
—¡Alto, chavales! Mientras tanto se había
es suciedad, sino polvo, cal o —¡No me atrevo!
reunido mucha gente en
lo que quieras; todo menos Pero en aquel preciso
torno del anciano; un guardia —Date ánimos, yo te
suciedad. El trabajo no momento se oyó por otra
y otros corrían de una parte a acompañaré.
mancha. No digas nunca de parte un agudo chillido,
otra amenazando y
un obrero que sale del
preguntando: El guardia y los otros gritaban
trabajo: «Está sucio». Debes viéndose a un anciano que
cada vez más fuerte:
decir: «Lleva en su ropa las había perdido el sombrero y
—¿Quién ha sido? ¿Quién?
señales, las huellas de su andaba vacilante, —¿Quién es el culpable?
¡Decid quién ha sido! —y
trabajo». Recuérdalo bien. cubriéndose la cara con las ¿Quién ha sido? ¡Le han
miraban las manos de los
Quiere mucho al albañilito, manos, y junto a él un niño metido un cristal de las gafas
muchachos para ver si las
ante todo porque es que gritaba: en un ojo! ¡Lo han dejado
tenían humedecidas por la
compañero tuyo, y después nieve. ciego! ¡Granujas!
—¡Auxilio! ¡Socorro!
porque es hijo de un
trabajador. Garoffi estaba a mi lado; me Yo creí que Garoffi se iba a
Inmediatamente acudió gente
di cuenta de que temblaba y desmayar.
de todas partes. Le había
TU PADRE estaba tan pálido como un
pegado una bola en un ojo. —Ven —le dijo Garrone de
Todos los muchachos muerto.
* forma imperativa—, yo te
escaparon a la desbandada, defenderé.
—¿Quién? ¿Quién ha sido? —
La bola de nieve Viernes, 16 corriendo como flechas. Yo
continuaba gritando la gente.
estaba delante de la librería, Y cogiéndole por un brazo le
Continúa nevando sin cesar. Entonces oí a Garrone que
adonde había entrado mi empujó hacia adelante,
Esta mañana, a causa de la decía por lo bajo a Garoffi:
padre, y vi llegar de prisa a sosteniéndole como a un
nieve, ha ocurrido un serio
varios compañeros míos, que —Anda, ve a presentarte; enfermo. La gente, viéndolo,
percance cuando salíamos de
se mezclaron entre los demás sería una cobardía permitir lo comprendió todo
la escuela. Un tropel de
fingiendo que miraban los que se lo cargasen a otro. enseguida, y algunos
31
acudieron con los puños en —¡Baja esa cabeza y pide —Enrique, en un caso ruido. Pero ella, con voz
alto. Pero Garrone se perdón! análogo, ¿habrías tenido el pausada y serena, dijo:
interpuso, gritando: valor de cumplir con tu deber
Pero de pronto dos vigorosos —Respetad mis canas; yo
e ir a confesar tu culpa?
—¿Serán capaces de brazos le pusieron de pie, casi no soy ya una maestra,
arremeter diez hombres oyéndose una voz resuelta Yo le respondí que sí. El me sino una madre.
contra un niño? que dijo: replicó:
Y entonces ninguno se atrevió
Entonces se contuvieron; un —¡No, señores! —Dame tu palabra de honor a hablar más, ni siquiera
guardia municipal tomó a de que así lo harías. aquel alma de cántaro de
Era nuestro Director que lo
Garoffi de la mano y lo Franti, que se contentó con
había presenciado todo. —Te doy mi palabra, padre.
condujo abriéndose paso hacerle burla sin que lo viera.
entre la multitud a una —Puesto que ha tenido el * A la clase de la señora Cromi
pastelería, donde habían valor de presentarse —añadió mandaron a la señora Delcati,
llevado al herido. Al verlo, Las maestras Sábado, 17 maestra de mi hermano; y al
—, nadie tiene derecho a
reconocí de inmediato al viejo maltratarlo. puesto de ésta, a la que
Garoffi estaba hoy muy
empleado que vive con su llaman la monjita, porque va
atemorizado, esperando una
sobrinillo en el cuarto piso de Todos guardaron silencio. siempre vestida de oscuro,
regañina del maestro; pero el
nuestra casa. Lo habían con una falda negra; su cara
—Pide perdón —le dijo el maestro no ha asistido y,
recostado en una silla, es pequeña y la voz tan
Director. como faltaba también el
poniéndole un pañuelo sobre gangosa, que parece está
suplente, ha venido a
los ojos: Garoffi, llorando a lágrima murmurando oraciones.
viva, abrazó las rodillas del dar la clase la señora Cromi,
—¡No lo he hecho adrede, ha —Y es cosa que no se
anciano, y éste buscando con la más vieja de las maestras,
sido sin querer! —decía, comprende —dice mi madre
la mano la cabeza del niño, le que tiene dos hijos mayores y
sollozando, Garoffi, medio —: tan suave y tan tímida,
acarició el pelo. ha enseñado a leer y a
muerto de miedo—. ¡Ha sido con aquel hilito de voz
escribir a muchas señoras
sin querer! —¡Ea, muchacho, vete a siempre igual, que apenas
que ahora van a llevar a sus
casa! suena, sin incomodarse
Dos o tres irrumpieron con niños a la escuela Baretti.
nunca; y, sin embargo, los
violencia en la tienda y lo Mi padre me sacó de allí y por Hoy estaba triste porque
niños están tan quietos, que
tiraron al suelo, gritando: el camino me dijo: tenía un hijo enfermo. Apenas
no se les oye, y hasta los más
la vieron, empezaron a meter
atrevidos inclinan la cabeza
32
en cuanto les amenaza con el presta su manguito a los que escribir el cuento mensual —Fue una desgracia —añadió
dedo; parece una iglesia su tienen frío, y está para la próxima semana, —. Siento el susto que debió
clase, y por eso también la continuamente atormentada titulado El pequeño llevarse aquel chiquito.
llaman la monjita. por los más pequeños, que le escribiente florentino, que me
Después nos ha hablado del
hacen caricias y le piden había dado el maestro a
Pero hay otra que me gusta médico, que debía venir a esa
besos, tirándola del velo y del copiar, cuando me ha dicho
mucho: la maestra de hora. En ese preciso
vestido; pero ella se deja mi padre:
primera enseñanza elemental momento suena el timbre.
acariciar y los besa a todos
número tres; una joven con —Vamos a subir al cuarto
riendo, y todos los días —Debe ser el médico —dijo el
la cara sonrosada, que tiene piso para ver cómo tiene el
vuelve a casa despeinada y ama.
dos lunares muy graciosos en ojo aquel señor.
ronca, jadeante y tan
las mejillas, y que lleva una Se abre la puerta… y ¿qué
contenta, con sus graciosos Hemos entrado en una
pluma roja en el sombrero y veo? Al mismísimo Garoffi,
lunares y su pluma roja. Es habitación casi oscura, donde
una crucecita amarilla al con su capote largo, la
también maestra de dibujo de estaba acomodado el viejo,
cuello. Siempre está alegre; y cabeza gacha y sin atreverse
las niñas, y sostiene con su sentado en la cama, teniendo
alegre también tiene su clase; a entrar.
trabajo a su madre y a su varios almohadones por
sonríe y, cuando grita con
hermano. detrás. A la cabecera se
aquella voz argentina, parece —¿Quién es? —pregunta el
hallaba su mujer, y el enfermo.
que canta; pega con la regla *
sobrinillo se encontraba a un
en la mesa y da palmadas
En casa del anciano herido lado, entreteniéndose con —El chico que tiró la bola de
para imponer silencio;
Domingo, 18 unos juguetes. nieve —dice mi padre. El
después, cuando salen, corre
viejo exclama entonces:
como una niña detrás de El sobrinillo del anciano El viejo tenía un ojo vendado.
unos y de otros para ponerlos empleado que resultó herido —¡Pobre criatura! Ven aquí.
en fila; y a éste le tira del Se ha alegrado mucho al ver Has venido a preguntar cómo
en un ojo por la bola de nieve
babero, al otro le abrocha el a mi padre; le ha hecho estoy, ¿verdad? Pues estate
que lanzara Garoffi está con
abrigo para que no se resfríe; sentarse y le ha dicho que se tranquilo, que me encuentro
la maestra de la pluma roja;
los sigue hasta la calle para encuentra mejor, que no mucho mejor y casi curado.
lo hemos visto hoy en casa de
que no se alboroten; suplica a perderá el ojo y que le había Acércate.
su tío, que lo tiene como a un
los padres que no les asegurado el médico que
hijo. Yo había terminado de
castiguen en casa; lleva dentro de unos días estará Garoffi, cada vez más
pastillas a los que tienen tos; curado del todo. confuso, se aproxima a la

33
cama, esforzándose por no El niño enseña el regalo a sus exigente y severo, porque el de los abonados, ganando
llorar; el viejo le acaricia, tíos y todos nosotros chico debía estar pronto tres liras por cada quinientas
pero sin poder hablar. quedamos asombrados. preparado para obtener un de aquellas tiras de papel
empleo con que ayudar al escritas con caracteres
—Gracias —le dice al fin el Es el famoso álbum, con su
sostenimiento de la familia. Y grandes y regulares.
anciano—; puedes decir a tu colección de sellos, lo que el
ya se sabe que para
padre y a tu madre que todo pobre Garoffi acaba de dejar, La pesada tarea le cansaba y
conseguir pronto alguna
va bien y que no tienen que el tesoro sobre el que tantas con frecuencia se lamentaba
colocación hay que trabajar
preocuparse. esperanzas tenía fundadas y de ello con la familia a la hora
mucho en poco tiempo.
que tanto esfuerzo le ha de comer.
Pero Garoffi no se mueve, Aunque el chico era
costado conseguir.
pareciendo querer decir algo, estudioso, el padre le incitaba —Estoy perdiendo la vista —
a lo que no se atreve. ¡Pobre muchacho! Ha siempre más y más a decía—. Este trabajo nocturno
regalado la mitad de su estudiar. acaba conmigo.
—¿Tienes algo que decirme?
propia vida a cambio del
El hombre era de bastante El muchacho le dijo un día:
—Yo, nada. perdón.
edad, pero el excesivo trabajo
le había envejecido —Papá, déjame que trabaje
—Está bien, chiquito. Puedes *
prematuramente. Con todo, en tu lugar; sabes que
irte en paz.
El pequeño escribiente para proveer a las escribo como tú. Nadie
Garoffi se ha ido hasta la florentino CUENTO MENSUAL necesidades de la familia,
podrá advertir ninguna
puerta; allí se ha detenido y además del trabajo que le
Estaba en la cuarta clase. Era diferencia.
luego se ha acercado requería su empleo, todavía
un apuesto florentino de doce
se procuraba de un lado y de Pero el padre le respondió:
donde está el sobrinillo, que años, de cabellos negros y tez
otro trabajos extraordinarios
le ha seguido y mirado con blanca, hijo mayor de un —No, hijo; tú debes estudiar;
de copista, pasando sin
curiosidad. De pronto se saca empleado de ferrocarriles tu instrucción es bastante
descansar en su mesa buena
algo de debajo del capote y que, por tener mucha familia más importante que mis
parte de la noche.
se lo ofrece al pequeño, y poco sueldo, vivía con suma fajillas; sentiría
diciéndole: estrechez. Su padre le quería Últimamente había recibido remordimiento si te privara
mucho y se le mostraba de una editorial, que de una hora de estudio; te lo
—Esto para ti. bondadoso e indulgente en publicaba libros y periódicos, agradezco, pero no quiero. Y
todo, menos en lo tocante a el encargo de escribir en las no hablemos más del asunto.
la escuela; en esto era muy fajas los nombres y dirección
34
El hijo sabía sobradamente sonriente. Escribió ciento proporcionado también la quedó dormido sobre el
que con su padre era inútil setenta direcciones, que satisfacción de creerse cuaderno.
insistir en aquellas cosas, y importaban ¡una lira! rejuvenecido».
—Julito, espabílate —le dijo
no insistió. Pero he aquí lo Entonces se detuvo; dejó la
Alentado por el éxito su padre al tiempo que le
que hizo. Su padre dejaba de pluma donde estaba antes,
obtenido, la noche siguiente, daba unas palmaditas— y haz
escribir a media noche, apagó la luz y se fue de
en cuanto dieron las doce, se tu deber.
saliendo entonces del puntillas a la cama.
levantó otra vez y empezó a
despacho para ir a la alcoba. El chico se despertó y
Aquel día su padre se sentó a trabajar. Así continuó
Lo había oído alguna vez. En reanudó su tarea. Pero a la
la mesa con mejor humor. No haciendo varias noches. Su
cuanto el reloj daba las doce, noche siguiente y durante
había advertido nada. padre no se daba cuenta de
sentía inmediatamente el algunos días continuaba
Realizaba aquel trabajo tal cosa. Solamente una vez,
ruido de la silla que se movía ocurriendo lo mismo y aún
mecánicamente, teniendo en cuando estaban cenando,
y el lento paso de su padre. peor: daba cabezadas sobre
cuenta el tiempo empleado, hizo la siguiente observación:
los libros, se levantaba más
Una noche esperó a que se sin pensar en más, y no
—No sé, pero de algún tarde de lo acostumbrado,
fuese a dormir; se vistió sin contaba las fajillas escritas
tiempo a esta parte venimos estudiaba las lecciones con
hacer ruido y se dirigió a hasta el día siguiente.
gastando más petróleo de lo dejadez, pareciendo que le
tientas al escritorio. Encendió
Tomó asiento de buen humor acostumbrado. Debe ser de disgustaba el quehacer
el quinqué, se sentó a la
y golpeando ligeramente el peor calidad. escolar. Su padre empezó a
mesa, donde había un
hombro de su hijo, le dijo: observarlo; luego, a
montón de fajas en blanco y Julio tuvo un sobresalto, mas
preocuparse y al fin tuvo que
la lista de los suscriptores, y —Eh, Julio, tu padre es mejor la cosa no pasó de allí.
reprenderlo.
empezó a escribir imitando trabajador de lo que puedes
con exactitud la grafía de su Lo que ocurrió fue que por
figurarte. En dos horas hice ¡Nunca lo hubiera hecho!
padre. Escribía con gusto y levantarse a hora tan
anoche un tercio más de lo
contento, aunque con cierto intempestiva, Julio no —Julio —le dijo cierta mañana
que acostumbraba. Aún está
temor. Las fajas escritas iban descansaba lo suficiente, y —, me estás decepcionando;
ágil mi mano, y los ojos
amontonándose y de vez en por la noche, al hacer los no eres el mismo de antes, y
saben resistir la fatiga.
cuando dejaba la pluma para deberes de la escuela, le eso no me gusta nada. Ten
frotarse las manos; luego Julio, contento, pero callado, costaba trabajo tener los ojos en cuenta que todas las
volvía a empezar con más decía entre sí: «¡Pobre padre! abiertos. Una noche, por esperanzas de la familia están
denuedo, atento el oído y Además de la ganancia, le he primera vez en su vida, se

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puestas en ti. Estoy muy estudiar durante el día y no no tiene la misma aplicación sacrificarnos cuanto sea
disgustado, dejaré de continuar de antes. Se duerme, bosteza preciso. Yo mismo tengo que
trabajando de noche por ti y y está distraído. Hace doblar mi trabajo. Este mes
¿comprendes?
por los demás». redacciones cortas, esperaba una gratificación de
Ante tal reprimenda, la pudiéndose comprobar que cien liras en el ferrocarril, y
El padre añadió: —¡Treinta y
primera verdaderamente escribe de prisa y con mala hoy he sabido que no puedo
dos liras más! Estoy
severa que había recibido, el caligrafía. Desde luego que contar con nada.
contento… Pero ése —y
muchacho se turbó. «Sí, es tiene aptitudes para hacer
señaló a Julio— me causa no Ante semejante noticia Julio
verdad —dijo para sí—; no más, mucho más.
pocos disgustos. se contuvo para que no
puedo continuar de este
Aquella noche el padre llamó saliese de su boca la
modo; es preciso que termine El aludido recibió el chaparrón
a su hijo aparte y le dirigió confesión que se disponía a
el engaño». Pero aquel día, en silencio, conteniendo dos
unas palabras más duras de hacer, y se dijo
por la noche, estando todos a lágrimas que querían salir,
las que hasta entonces había resueltamente: «No, padre,
la mesa, dijo el padre con pero sintiendo al mismo
oído. me callaré y guardaré el
alegría: tiempo cierta satisfacción.
secreto para poder trabajar
—Ya ves, Julio, que me
—¡Este mes he ganado Y continuó escribiendo fajillas por ti; de ese modo te
sacrifico por la familia, y tú
treinta y dos liras más que el con ahínco. Sin embargo, compensaré de la pena que te
no me secundas. No piensas
pasado con las fajillas! acumulándose el cansancio, causo; en cuanto a la
lo más mínimo en tus
le resultaba cada vez más escuela, siempre estudiaré lo
Y diciendo esto, sacó de hermanos, en tu madre, ni en
difícil resistir. suficiente para aprobar el
debajo de la mesa una caja mí.
curso; lo importante es
de dulces que había La cosa duraba ya dos meses. ayudarte para salir adelante y
—¡No digas eso, papá! —
comprado para celebrar con El padre continuaba aligerarte de la ocupación que
exclamó el hijo ahogado en
sus hijos la ganancia reprendiendo al buen te mata».
llanto y decidido a aclararlo
extraordinaria, cosa que muchacho, mirándole con
todo. Pero su padre lo
todos acogieron con el creciente enojo. Un día se Siguió adelante,
interrumpió, diciendo:
regocijo que es de suponer. presentó en la escuela para transcurriendo otros dos
pedir informes sobre su hijo, —Conoces perfectamente la meses de trabajo nocturno y
Julio cobró ánimo y dijo para de abatimiento durante el día,
y el maestro le dijo: situación de la familia; sabes
sí: «No, querido padre; de esfuerzos desesperados
que todos debemos hacer lo
seguiré engañándote; haré —Sí, va cumpliendo, porque por parte del hijo y de
que nos corresponda y
mayores esfuerzos para es un chico inteligente. Pero amargos reproches por parte
36
del padre. Pero lo peor era pareciéndole que, si El padre le miró de reojo y vuelvas a quererme. ¡Esta
que éste se mostraba cada continuaba en la cama, dijo: vez estoy del todo decidido!»
vez más frío con el faltaba a una obligación, qué
—La mala conciencia hace No obstante, todavía se
muchacho; raramente le robaba una lira a su padre y a
que tenga también mala levantó aquella noche, más
dirigía la palabra la familia. Y se levantaba
salud. No estaba así cuando por costumbre que por otra
considerándolo un hijo poco pensando que si su padre se
era un chico muy estudioso y causa; y cuando se levantó
menos que desnaturalizado, despertaba y le sorprendía
un hijo cariñoso. quiso ir a visitar, a volver a
del que poco o nada cabía alguna noche, o si se
ver unos minutos, en el
esperar, y casi procuraba no enteraba por casualidad del —¡Pero está malo! —replicó la
silencio de la noche, por
cruzarse con su mirada. Julio engaño contando dos veces madre.
última vez, la pequeña
se daba cuenta de todo y las fajas, entonces
—¡No me importa! —replicó el habitación donde tanto había
sufría interiormente, y terminaría, naturalmente,
padre. trabajado secretamente, lleno
cuando su padre le volvía la todo, sin un acto de su
de satisfacción y de ternura.
espalda, le enviaba un beso voluntad, para el que no se
Aquella palabra fue como una Y cuando volvió a encontrarse
furtivamente con expresión sentía con ánimos. Y
puñalada en el corazón del en la mesa, habiendo
de ternura compasiva y triste. continuaba realizando el no
infeliz muchacho. ¡Ah! ¡No le encendido el quinqué, viendo
Mientras tanto, por su gran
pequeño sacrificio. importaba ya su salud a su las fajas en blanco que ya no
pena y el mucho cansancio,
padre, que antes temblaba llenaría escribiendo unos
Julio iba adelgazando y Mas una noche, en la cena, el con sólo oírle toser! Así, pues, nombres de ciudades y de
demacrándose, viéndose padre pronunció una palabra no lo quería; había muerto en personas que ya se sabía de
obligado muy a pesar suyo a que fue decisiva para él. Su el corazón de su padre… memoria, le invadió una gran
descuidar cada vez más sus madre le miró y, pareciéndole
tristeza, y tomó con decisión
estudios. más demacrado y pálido que «¡No, no!, padre mío —dijo
la pluma para reanudar su
de costumbre, le dijo: entre sí el muchacho
Comprendía que todo aquello acostumbrado trabajo. Mas,
oprimido por la angustia
tendría que terminar. Cada —Tú estás malo, Julio — al extender la mano, tropezó
noche se decía: luego, dirigiéndose al padre, —; esto se ha acabado de con un libro que se cayó al
añadió—: Nuestro hijo está verdad; yo no puedo vivir sin suelo. Le dio un vuelco el
«Hoy no me levantaré». Pero
enfermo. ¿No adviertes su tu cariño; lo quiero íntegro corazón.
al dar las doce, cuando habría
palidez? ¿Qué te pasa, Julito para mí; te lo diré todo, no te
debido confirmar ¡Si su padre se despertaba!…
mío? engañaré más, suceda lo que
vigorosamente su propósito, Claro está que no le
suceda, padre mío, para que
sentía remordimiento, sorprendería cometiendo
37
ninguna mala acción, y que él empedrado; por último, un —¡Oh, padre, perdóname! — a su habitación,
mismo había decidido silencio profundo gritó al reconocer a su padre lo acostó,
contárselo todo; sin interrumpido de vez en con lágrimas en los ojos. acariciándole, y le arregló las
embargo… el oír acercarse cuando por el lejano ladrido almohadas y la ropa.
—¡Tú eres el que debes
aquellos pasos en la de algún perro. Y continuó
perdonarme! —respondió el —Gracias, padre —repetía el
oscuridad, el ser sorprendido escribiendo.
padre, sollozando y hijo—, gracias; pero
a hora tan intempestiva, el
Mientras tanto, su padre se cubriéndole de besos la frente acuéstate; ya estoy contento;
que su madre se despertara y
hallaba detrás de él: se había —. Lo he comprendido todo, vete a la cama, papá.
se asustara, el pensamiento
levantado al oír caer el libro, lo sé todo, ¡por eso te pido
de que tal vez experimentara Mas su padre quería verle
y estuvo esperando buen perdón, santo hijo mío! ¡Ven,
su padre una humillación ante dormido; se sentó junto a él,
rato; el ruido de los carros ven conmigo! —y le empujó,
él al quedar todo le tomó la mano y le dijo:
había hecho pasar inadvertido o más bien le llevó a la cama
descubierto… casi le aterraba.
el roce de sus pies y el ligero de su madre, que estaba —¡Duerme, duerme, hijo mío!
Aguzó el oído, contuvo la
chirrido de las hojas de la despierta; se lo echó a sus
respiración… no oyó nada…;
puerta; allí estaba con su brazos y le dijo: Julio, rendido, se durmió y se
escuchó por la cerradura de
blanca cabeza sobre la negra despertó mucho después,
la puerta que tenía a sus —¡Besa a este ángel de hijo,
de Julio; había visto correr la gozando por primera vez, al
espaldas: nada. Todos que desde hace tres meses
pluma sobre las fajas, cabo de unos meses, de un
dormían. Su padre no había no duerme y trabaja por mí, y
adivinando, recordando, sueño tranquilo, soñando
oído. Se tranquilizó y empezó al que he entristecido cuando
comprendiéndolo todo, y un cosas alegres. Cuando abrió
a escribir de nuevo. nos ganaba el pan!
desesperado arrepentimiento, los ojos, hacía un buen rato
Las fajillas se amontonaban una inmensa ternura, habían que brillaba el sol.
La madre lo abrazó
unas sobre otras. Oyó el paso invadido su alma, y le tenían Primeramente notó y luego
fuertemente contra su pecho,
cadencioso de la clavado detrás de su heroico vio la blanca cabeza de su
sin poder articular palabra;
hijo. padre, que había pasado
después le dijo:
guardia municipal por la
desierta calle; luego, el ruido Julio dio, de pronto, un grito la noche apoyándola en el
—¡Vete a dormir y a
de un coche, que cesó al cabo muy agudo: dos brazos borde de la cama cerca de su
descansar, hijo mío! ¡Llévalo
de un rato; después, pasado convulsos le habían pecho, y que todavía dormía
a la cama!
cierto tiempo, el estrépito de estrechado la cabeza. con la frente inclinada junto a
una hilera de carros que El padre lo tomó en su corazón.
rodaban lentamente por el brazos, lo llevó
38
* empezó a estudiar con ahínco habiéndose ya formado, de un sangrador, grueso y tosco
de día y de noche, en casa, ese modo, una pequeña como él, de cara ancha y voz
La voluntad Miércoles, 28
en la escuela, en el paseo, biblioteca, y en un momento de trueno. El hombre no se
Mi compañero Stardi sería apretando los dientes y con de buen humor me dijo que esperaba aquella medalla, ni
capaz de imitar al pequeño los puños cerrados, tan me llevaría a su casa para lo quería creer; fue menester
florentino. Esta mañana paciente como un buey, terco que la viera. No habla con que se lo asegurase el
ocurrieron en la escuela dos como un mulo, y así, a fuerza nadie, ni enreda; siempre se maestro, y entonces se echó
sucesos memorables: Garoffi de machacar, sin hacer caso le ve en el banco con los a reír de gusto, dio una suave
estaba loco de contento de las burlas, y dando puños en las sienes, tan firme manotada en el pescuezo de
porque le habían devuelto su puntapiés o codazos a los que como una roca, oyendo la su hijo, diciendo en voz alta:
álbum con la propina de tres le distraían, el testarudo ha explicación del maestro.
—¡Muy bien, querido ceporrón
sellos de la república de adelantado a los demás. ¡Cuánto se ha debido esforzar
mío!
Guatemala, que él buscaba el pobre Stardi!
No comprendía lo más
desde hacía tres meses. Y le miraba sumamente
mínimo de Aritmética; llenaba Aunque el maestro estaba
Stardi, por su parte, ha complacido, asombrado y
de disparates las redacciones, esta mañana impaciente y de
obtenido la segunda medalla. riéndose de gusto. También
no lograba aprender de mal humor, al entregarle la
¡Casi nada! ¡Stardi el primero nos sonreíamos todos los que
memoria un período y ahora medalla, le dijo:
de la clase después de estábamos a su alrededor;
resuelve los problemas,
Derossi! —Te felicito, Stardi, el que la pero no él, que estaba serio
escribe correctamente y canta
sigue la consigue. pensando ya en la lección del
Todos quedamos las lecciones como un
día siguiente.
sorprendidos. Quién lo habría papagayo. Claramente se ve Pero él no parecía estar
dicho en octubre cuando le que posee una voluntad de enorgullecido; ni siquiera ha * Gratitud
llevó su padre metido en el hierro si uno se fija en su sonreído, y en cuanto ha
facha: cabeza cuadrada y sin Sábado, 31
capote verde, diciendo al regresado al banco, con su
maestro en presencia de cuello, las manos cortas y medalla, ha vuelto a apoyar Yo creo que tu compañero
todos nosotros: «¡Tenga gorditas, y una voz áspera. las sienes en los puños, a Stardi no se quejará nunca de
mucha paciencia con él, pues Estudia incluso en los estar más inmóvil y con su maestro. Has escrito: «El
es bastante duro de mollera!» pedazos de periódico y en los mayor atención que antes. maestro estaba esta mañana
Al principio se le creía un anuncios de los teatros; en
impaciente y de mal humor»,
cuanto reúne unas monedas Pero lo mejor ha ocurrido a la
perfecto adoquín. Pero él se y lo dices en tono de
se compra un libro, salida. Le esperaba su padre,
dijo: «O reviento o triunfo»; y resentimiento. Piensa en las
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veces que tú te impacientas, vosotros no lo advirtáis o docentes primarios, padre, es el más noble y
¿y con quién? Con tu padre y abuséis de él…! Respeta y esparcidos por toda la dulce que un hombre puede
con tu madre, lo cual quiere a tu maestro, hijo mío. geografía de Italia, y que son dar a otro.
convierte tu impaciencia en como los padres intelectuales
Quiérele porque tu padre lo TU PADRE
una falta bastante peor. de los millones de chicos que
quiere y lo respeta; porque
¡Tiene sobrada razón tu crecen contigo, unos ENERO
dedica su vida al bien de
maestro para mostrarse trabajadores no conceptuados
muchos chicos que luego no El maestro Miércoles, 4
impaciente alguna que otra merecidamente y mal
se acordarán de él, porque
vez! Ten en cuenta que lleva pagados, que preparan para
despierta e ilumina tu Tenía razón mi padre al decir
muchos años trabajando con nuestra patria una generación
inteligencia y te educa el que el maestro estaba de
muchachos y que si es cierto mejor, más próspera y
corazón; porque un día, malhumor porque no se
que algunos son cariñosos y desarrollada que la presente.
cuando seas hombre y ya no encontraba bien, y desde
corteses, también hay otros,
estemos en el mundo ni él ni No me satisfará el cariño que hace tres días, efectivamente,
la mayoría, ingratos, que
yo, su imagen se presentará me tienes si no lo profesas le sustituye el suplente, el
abusan de su bondad y no se
con frecuencia en tu recuerdo también a todos los que te joven barbilampiño que
acuerdan de sus cuidados,
al lado de la mía, y entonces, hacen algún bien, y entre parece poco más que un
resultando que, en definitiva,
ciertas expresiones de dolor y ellos ha de ocupar el primer chiquillo.
recibe más amarguras que
de cansancio en su rostro de lugar tu maestro, después de
satisfacciones. Esta mañana sucedió una
hombre apacible y honrado, tus padres. Quiérele como
cosa desagradable. Ya el
Piensa que el hombre más en las que ahora no reparas, querrías a un hermano mío;
primer día y el segundo
santo de la tierra, puesto en las recordarás y te causarán quiérele cuando te complace
habían alborotado en la clase
su lugar, se dejaría llevar a pena, aun pasados treinta y cuando te regaña, cuando a
porque el suplente tiene
veces por la ira. Y, además, años; y te avergonzarás, tu parecer, obra con justicia y
mucha paciencia y no se hace
¡si supieses cuántos días, aun sentirás tristeza por no cuando creas que es injusto;
respetar. No para de decir:
estando enfermo, acude a haberle querido como se quiérele cuando se muestre
«¡Estaos quietos y en
clase, por no ser su merecía y por haberte afable y de buen humor, pero
silencio, por favor!» Pero esta
enfermedad lo portado mal con él. más todavía cuando lo veas
mañana los chicos se han
suficientemente grave para triste. Quiérele siempre.
Quiere a tu maestro, porque pasado de la raya. Tanto y
dispensarse de su obligación, Pronuncia en todo momento
pertenece a la gran familia de tan fuerte se hablaba, que no
impacientándose porque sufre con respeto el nombre de
cincuenta mil se oían sus palabras; él
molestias y le apena que maestro que, después del de
amonestaba y suplicaba, mas
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no le hacían caso. Dos veces de cara a la pared. Todo alboroto se hizo entonces quedó asombrado. Pero
se asomó el Director y, al resultaba inútil. más fuerte. después, al ver a Garrone
irse, crecía el murmullo, muy rojo y agitado, lo
No sabiendo ya qué hacer, ni Mas he aquí que sube
como en un mercado. comprendió todo, y le dijo
a qué santo invocar, decía: Garrone al estrado,
con expresión de gran afecto,
Garrone y Derossi hacían descompuesto y apretando
—¿Pero por qué hacéis esto? como se lo habría dicho a un
señas a sus compañeros para los puños, gritando, ahogado
¿Queréis obligarme a hermano:
que guardasen buena por la indignación:
castigaros? —después daba
compostura, ya que era una —¡Muchas gracias, Garrone!
fuertes puñetazos en la mesa —¡Acabad de una vez! Sois
vergüenza lo que estaba
y gritaba con voz de rabia y unos perfectos botarates. *
sucediendo; pero inútilmente.
de impotencia: Abusáis porque es bueno. Si
Solamente estaban quietos y Los libros de Stardi Viernes, 6
os moliese los huesos,
callados, Stardi, con los codos —¡Silencio! ¡Silencio!
estaríais más sumisos que los He ido a casa de Stardi, que
en el pupitre y los puños en ¡Silencio!
perros. Sois una cuadrilla de vive enfrente de la escuela, y
las sienes, pensando, quizá,
Daba realmente pena oírle; truhanes. Al primero que he sentido verdaderamente
en su famosa biblioteca, y
pero el griterío seguía haga ahora lo más mínimo, le envidia al ver su biblioteca.
Garoffi, el de la nariz en
aumentando. espero fuera y le rompo los No es en manera alguna rico,
forma de gancho y
dientes, ¡aunque sea en no puede comprar muchos
apasionado por los sellos, que
Franti le tiró una flecha de presencia de su padre!
estaba muy ocupado libros, pero conserva con
papel; unos imitaban el
extendiendo papeletas para la gran cuidado los de la escuela
maullar de los gatos; otros se Acto seguido, reinó el silencio
rifa de un tintero de bolsillo. y los que le regalan sus
daban pescozones; era un más profundo.
Los demás charlaban y reían, padres; y, además, cuantas
desbarajuste imposible de
hacían sonar plumas clavadas ¡Qué gusto daba ver a monedas le dan las pone
describir. De pronto entró el
por la punta en los bancos, y Garrone echando chispas por aparte y las gasta en la
bedel y dijo:
se tiraban bolitas de papel los ojos! Parecía un leoncillo librería; de este modo ha
utilizando las ligas de los —Señor maestro, le llama el furioso. Miró uno a uno a los reunido ya una pequeña
calcetines. Director. más díscolos y todos ellos
biblioteca, y cuando su padre
bajaban la cabeza. Cuando el
El suplente agarraba por el El maestro se levantó y salió ha advertido esta afición, le
suplente volvió a la clase con
brazo ya a uno, ya a otro, los de prisa desesperado. El ha comprado un bonito
los ojos enrojecidos, se podía
sacudía y hasta puso a uno estante de nogal con cortinas
oír el vuelo de una mosca. Se
verdes, y ha hecho
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encuadernar todos los están nuevos todavía. ¡Yo en la vista», en la puerta, con Sí, pero también aprecio a
volúmenes en los colores que cambio tengo tan aquella cara redonda, Precossi, y me parece poco
a él más le gustan. Así, ahora estropeados los míos! Para él siempre bronceada, poco me decir que le aprecio. Es el hijo
él tira de un cordoncito, la cada libro nuevo que compra faltó para responderle: del herrero, el chico pálido,
cortina verde se descorre y se es una delicia abrirlo, ponerlo de mirada bondadosa y triste,
—A su disposición.
ven tres filas de libros de en su sitio y volver a tomarlo tan tímido, que pide perdón
todos los colores, muy bien para mirarlo por todos lados y Se lo dije después a mi padre por cualquier cosa; siempre
adornados, limpios, con los guardarlo después como un en casa. enfermucho y, sin embargo,
títulos en letras doradas en el tesoro. No hemos visto otra tan estudioso.
lomo: libros de cuentos, de cosa en una hora. Tiene los —No lo comprendo: Stardi no
tiene talento, carece de No es raro que vuelva su
viajes y de poesías, y algunos ojos malos de tanto leer.
buenas maneras, su figura es padre a casa borracho. Le
ilustrados con láminas. Él Estando yo allí, entró en el
casi ridícula, y sin embargo pega sin motivo, le tira de un
sabe combinar perfectamente cuarto su padre, que es
me infunde respeto. revés los libros y cuadernos,
los colores; pone los grueso y tosco como él, y
y el pobrecito va a la escuela
volúmenes blancos junto a los tiene la cabeza como la suya.
—Porque tiene carácter — con el semblante lívido,
encarnados, los amarillos al Le dio dos o tres palmadas en
respondió mi padre. Y añadí algunas veces hinchado, y los
lado de los negros, y junto a el cuello, y me dijo con aquel
yo: ojos inflamados de tanto
los blancos los azules, de vozarrón:
llorar.
modo que se vean de lejos y —En una hora que he estado
—¿Qué me dices de esta
presenten buen aspecto; con él no ha pronunciado Pero nunca jamás se le oye
cabeza de hierro? Es
luego se divierte variando las cincuenta palabras, no me ha decir que su padre le ha
testarudo, llegará a ser algo:
combinaciones. Ha hecho un enseñado un juguete, no se pegado.
yo te lo aseguro.
catálogo, y está como el de ha reído una vez, y sin
un bibliotecario. Siempre embargo, he estado tan —Tu padre te ha dado una
Y Stardi entornaba los ojos al
anda a vueltas con sus libros, contento. tunda —le dicen los
recibir aquellas rudas caricias,
limpiándoles el polvo, compañeros.
como un perro de caza.
hojeándolos, examinando sus —Porque lo estimas —añadió
mi padre. —No es verdad, no es verdad
encuadernaciones: hay que Yo no sé por qué, pero no me
—responde para no dejar en
ver con qué cuidado los abre atrevo a bromear con él; no
* mal lugar a su padre.
con sus manos chicas y me parece cierto que tenga
regordetas, soplando las solamente un año más que El hijo del herrero Lunes, 9 —Esta hoja no la has
hojas: parece que todos yo; y cuando me dijo: «Hasta quemado tú —le dice el
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maestro, mostrándole el manzana que le entrega la anchos y el chaquetón tan Mañana irán a mi casa
cuaderno medio quemado. maestrita de la pluma largo, con mangas que ha de Derossi, Coretti y Nelli; yo
encarnada, que lo conoce subirse hasta los codos. quisiera que viniese también
—Sí, señor —responde con
bien por haberle tenido de Precossi para hacerle
voz temblorosa—. He sido yo. Estudia con ahínco y
alumno en primero inferior! merendar conmigo, regalarle
Se me ha caído sin querer a seguramente sería uno de los
Pero él jamás dice: «Tengo algunos libros y procurar por
la lumbre. primeros si pudiese atender
hambre; mi padre no me da todos los medios divertirle y
en su casa las faenas
Pero todos sabemos muy bien de comer». llenarle los bolsillos de fruta
escolares con alguna
que su padre, estando para ver contento siquiera
Su padre acude alguna vez a tranquilidad.
borracho, ha dado un una vez a mi buen
buscarlo cuando pasa por
puntapié a la mesa y a la luz Esta mañana se ha compañero que tan sufrido
casualidad delante de la
cuando el chico estaba presentado en clase con la es.
escuela, pálido,
haciendo los deberes de la señal de un arañazo en la
tambaleándose, con cara *
escuela. cara, y los compañeros le han
torva, el pelo en los ojos y la
dicho: Visita agradable Jueves, 12
Vive en una buhardilla de gorra al revés. El pobre chico
nuestra casa, pero de la otra tiembla cuando le ve en la —Eso te lo ha hecho tu padre. Hoy ha sido uno de los jueves
escalera; la portera se lo calle, pero, sin embargo, Vamos, no digas que no. Esta más gratos del año para mí.
cuenta todo a mi madre. Mi corre a su encuentro vez no lo puedes negar. A las dos en punto han
hermana Silvia le oyó gritar el sonriendo, y el hombre hace llegado a casa Derossi y
como si no lo viera y pensase Pero él ha contestado,
otro día desde la azotea, Coretti, en compañía de Nelli,
en otra cosa. ¡Pobre Precossi! poniéndose rojo y con la voz
cuando le hacía bajar la el jorobadito. A Precossi no le
Recose sus cuadernos ahogada por la irritación:
escalera dando tumbos, ha dejado venir su padre.
porque le había pedido dinero desbarajustados o rotos; pide
—¡No es cierto! ¡Mi padre no
prestados los libros para Derossi y Coretti apenas
para comprar la Gramática. me pega nunca!
estudiar, se sujeta con podían contener la risa
Su padre bebe y apenas
alfileres los Mas luego, durante la lección, contándome que por la calle
trabaja, por lo que la familia
se le caían las lágrimas sobre habían visto a Crossi, el hijo
pasa hambre. ¡Cuántas veces
jirones de la camisa y da de la verdulera —el pelirrojo
va el pobre Precossi a clase el banco, y cuando alguno le
lástima verle hacer gimnasia del brazo inmóvil— que
en ayunas, y se come a miraba, se esforzaba en
con zapatos que parecen llevaba a vender una col
escondidas un mendrugo de sonreír para disimular. ¡Es un
hechos para dos, con fenomenal, la mar de
pan que le da Garrone, o una chico digno de compasión!
pantalones que se le caen de
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contento porque con lo que le cuarenta y cinco céntimos. mapa. Estábamos admirados bufón jorobado. Lo había
dieran pensaba comprarse Siempre está hablando de su de oírle y verle tan gallardo, quitado mi padre para evitar
una pluma y alguna otra padre, de cuando sirvió en el con sus rubios rizos, los ojos que lo viese Nelli.
cosita, y, además, porque regimiento cuarenta y nueve cerrados, vestido de azul, con
*
habían recibido carta de su y tomó parte en la batalla de botones dorados, tan esbelto
padre, que se encuentra en Custoza, a las órdenes del y bien proporcionado como Los funerales por Víctor
América, diciéndoles que le príncipe Humberto. Es un una estatua… En una hora se Manuel Martes, 17
esperasen de un día para chico de modales más finos había aprendido de memoria
otro. de lo que cabría esperar de casi tres páginas que deberá Esta tarde, a las dos, apenas
él. Aunque ha nacido y se ha recitar pasado mañana en los habíamos entrado en clase,
¡Qué dos horas más felices llamó el maestro a Derossi,
criado entre los leños, según funerales de Víctor Manuel.
hemos pasado juntos! Derossi que se puso junto a la mesa,
mi padre, tiene distinción en Nelli también le miraba con
y Coretti son los dos más frente a nosotros, empezando
la sangre. admiración y cariño,
alegres de la clase; mi padre a decir con acento sonoro,
sonriéndose con sus ojos
estaba contento al verles en Derossi nos ha divertido alzando cada vez más su
claros y melancólicos.
mi compañía. Coretti llevaba mucho; sabe la Geografía clara voz y animándose
su inseparable jersey marrón como un maestro. Cerrando Me ha gustado mucho la progresivamente:
oscuro y su gorra de piel. Es los ojos decía: «Estoy viendo visita, que me ha dejado
un diablillo que siempre toda Italia, los Apeninos, que gratas impresiones, como «Hace ahora cuatro años, tal
quisiera estar haciendo algo. recorren la Península hasta el chispazos, en la mente y en día como hoy y a la misma
Por la mañana, temprano, ya mar Jónico, los ríos que van el corazón. También me ha hora, llegaba delante del
se había cargado en las de un lado para otro, satisfecho ver al pobrecito Panteón, en Roma, el carro
espaldas media carretada de fertilizando la tierra por Nelli entre los otros dos, altos fúnebre con el cadáver de
leña; sin embargo, no paró donde pasan; las blancas y robustos, cuando se han Víctor Manuel II, primer rey
un instante, recorriendo toda ciudades, los golfos, los ido, haciéndole reír como de Italia, muerto después de
la casa, observándolo todo y azules lagos, las verdes hasta ahora nunca lo había veintinueve años de reinado,
islas», y, al mismo tiempo, hecho. durante los cuales la gran
sin parar de hablar, con la patria italiana, fragmentada
iba diciendo los
listeza y viveza de una Al volver a entrar en nuestro en siete Estados, oprimida
correspondientes nombres,
ardilla. Al pasar por la cocina comedor, me he dado cuenta por extranjeros y tiranos,
por su orden y con gran
preguntó a la cocinera cuánto de que no se hallaba en el quedó constituida en uno
rapidez, como si hubiese
le costaban diez kilos de leña, sitio acostumbrado el cuadro solo, independiente y libre,
estado leyéndolos en el
cosa que su padre vendía por que representa a Rigoletto, el
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tras veintinueve años de En ese preciso momento doce inclinaron a un mismo tiempo Solamente uno era capaz de
reinado que él había ilustrado coraceros sacaban el féretro todas las banderas de los reírse mientras Derossi
y del carro, y por medio de regimientos, en señal de declamaba el discurso por los
ellos daba Italia el último saludo, tanto las nuevas funerales del rey, y fue,
dignificado con su valor, con
adiós de despedida a su rey como las viejas rotas en precisamente, Franti. Lo
su lealtad, con su sangre fría
muerto, al viejo monarca que Goito, Pastrengo, Santa detesto. Es malo, Cuando un
en los peligros, con la
tan enamorado de ella había Lucía, Novara, Crimea, padre viene a la escuela a
prudencia en los triunfos y la
estado, el último saludo a su Palestro, San Martino y reñir a su hijo delante de
constancia en la adversidad.
caudillo y padre, a los Casteifidardo; cayeron todos, él disfruta; si alguien
Llegaba el carro fúnebre, veintinueve años más ochenta velos negros; cien llora, él se ríe. Tiembla ante
cargado de coronas, tras afortunados y fructíferos de medallas chocaron contra el Garrone, molesta y pega al
haber recorrido toda Roma su historia. Fueron unos armón, y aquel estrépito albañilito porque es pequeño;
bajo una lluvia de flores, en momentos grandiosos y sonoro y confuso que hizo atormenta a Crossi porque
medio del silencio de una solemnes. La mirada, el alma estremecerse a todos fue tiene imposibilitado un brazo;
inmensa multitud afligida, de todos temblaba de como el eco de cien voces se burla de Precossi, a quien
procedente de todas partes emoción entre el féretro y las humanas que decían a un todos respetamos, y hasta se
de Italia, precedido por un enlutadas banderas de los tiempo: «¡Adiós, buen rey, ríe de
numeroso grupo de ochenta regimientos portadas valiente caudillo, magnífico
Robetti, el de segundo, que
generales, de ministros y de por otros tantos oficiales, soberano! Vivirás en el
anda con muletas por haber
príncipes, seguido por un formados a su paso; porque corazón de tu pueblo
salvado a un niño. Provoca a
cortejo de inválidos y estaba representada toda mientras alumbre el sol de
los que son más débiles que
mutilados de guerra, de un Italia en aquellas ochenta Italia».
él y, cuando pega, se
bosque de banderas, de los enseñas, que recordaban los
Después se volvieron a erguir enfurece y procura hacer el
representantes de trescientas millares de muertos, los
las banderas, con el asta mayor daño posible.
ciudades, de todo lo que tiene torrentes de sangre, nuestras
hacia el cielo, y el rey Víctor
significado del poderío y de la glorias más sagradas, Hay algo que inspira
Manuel entró en la gloria
gloria de un pueblo, nuestros mayores sacrificios, repugnancia en su frente
inmortal de la tumba.
deteniéndose ante el augusto nuestros más tremendos baja, en sus torvos ojos, que
templo en el que le esperaba dolores. * quedan ocultos por la visera
la tumba. de su gorra de hule. No
Pasó el féretro llevado por Franti es expulsado del
respeta a nadie. Se ríe del
coraceros, y ante él se colegio Sábado, 21
maestro, hurta cuanto puede,
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niega desvergonzadamente, sus fechorías; pero no por petardo que estalló, haciendo —¡Después de treinta años de
siempre ha de estar eso se enmienda, sino que, retemblar las paredes. Toda profesión todavía no me
peleándose con alguien, lleva por el contrario, es cada vez la clase experimentó una había ocurrido cosa
alfileres para pinchar a los peor. Ha intentado corregirle sacudida. El maestro se puso semejante!
que están cerca de él, se por las buenas, pero él se ríe en pie y gritó:
Todos conteníamos la
arranca los botones de la de lo que le dice o insinúa. Si
—¡Fuera de la escuela, Franti! respiración.
chaqueta, se los arranca a le dice, regañándole, palabras
El respondió:
otros y luego se los juega; no tremendas, se cubre la cara Le temblaban las manos, y la
se esmera en nada; su con las manos como si —¡No he sido yo! —pero se arruga recta que tiene en la
cartera, sus libros, sus llorara, pero se está riendo reía. El maestro repitió: frente se le profundizó de tal
cuadernos, son una por lo bajo. Estuvo expulsado manera, que parecía una gran
verdadera pena y da grima tres días de la escuela, y —¡He dicho que te vayas!
herida. Daba pena verlo.
verlos, por lo deslucidos, volvió más granuja y más Derossi se levantó y dijo:
—¡Yo no me muevo! —
destrozados y sucios que los insolente que antes. Un día le
replicó.
tiene; su regla está mellada y dijo Derossi: —¡No sufra usted, señor
la pluma las más de las veces El maestro perdió los maestro! Nosotros le
—Pero hombre, ¿por qué no queremos mucho. Entonces
inservible; se come las uñas; estribos, se fue hacia él, lo
te enmiendas? ¿No ves que se tranquilizó y algo después
lleva la ropa llena de cogió de un brazo y lo
haces sufrir demasiado al dijo:
manchas y de rotos que se arrancó del banco. Franti se
señor maestro?
hace en las peleas. revolvía, rechinaba los
—Prosigamos la lección,
Por toda contestación le dientes, y tuvo que
Dicen que su madre está muchachos.
amenazó con meterle un arrastrarlo a viva fuerza. El
enferma de los disgustos que
clavo en la barriga. maestro lo llevó casi en vilo a *
le proporciona, y que su
la dirección, y luego volvió
padre lo ha echado ya tres Pero esta mañana hizo que le El tamborcillo sardo CUENTO
solo a la clase, y, sentado a
veces de su casa; su madre echaran como a un perro. MENSUAL
su mesa, cogiéndose la
acude a la escuela de vez en Mientras el maestro daba a cabeza con las manos, todo El 24 de julio de 1848, primer
cuando a pedir informes y se Garrone el borrador del agitado, con una expresión de día de la batalla de Custoza,
va llorando. El odia la Tamborcillo sardo, el cuento cansancio y de pena, que unos sesenta soldados de un
escuela, a los compañeros y mensual correspondiente a daba compasión, meneando regimiento de infantería de
al maestro. Nuestro maestro enero, para que lo pusiese en tristemente la cabeza, nuestro ejército, enviados a
finge alguna vez que no ve limpio, Franti tiró al suelo un exclamó:
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una colinita para ocupar poco más de catorce años, hacía fuego contra la fachada seguido de un sargento. Al
cierta casa solitaria, se vieron que aparentaba tener y los dos flancos. cabo de tres minutos volvió
de repente acometidos por escasamente doce, de cara corriendo el sargento y llamó
Pero era un fuego infernal,
dos compañías de soldados morena trigueña, con ojos al tamborcillo, haciéndole
una verdadera granizada de
austríacos que, disparándoles negros y hundidos, que señas para que le
balas, que desde el exterior
desde diversos sitios, apenas parecían desprender chispas. acompañase. El muchacho le
resquebrajaba las paredes,
les dieron tiempo para siguió, subiendo rápidamente
Desde una habitación del hacía trizas las tejas y
refugiarse en la casa y cerrar por una escalera de madera,
primer piso dirigía la defensa destrozaba en el interior
precipitadamente las puertas, y entró con él en un desván
el capitán, cursando órdenes techumbres, muebles,
reforzándolas, después de desmantelado, donde estaba
como pistoletazos, sin que en puertas, arrojando al aire
haber dejado en el campo el capitán escribiendo con
su cara de hierro se notase astillas, nubes de yeso y
algunos muertos y heridos. lápiz en. una hoja de papel,
signo alguno de emoción. El fragmentos de vasijas de
apoyándose en la ventanilla;
Una vez trancadas las tamborcillo, un poco pálido, barro y de vidrios, silbando,
a sus pies, enrollada en el
puertas, los nuestros pero firme sobre sus rebotando, rompiéndolo todo
suelo, había una soga de las
acudieron presurosamente a con un fragor espeluznante.
piernas, subido a una mesa, que se usan en los pozos.
las ventanas de la planta baja De vez en cuando caía al
estiraba el cuello, apoyándose
y del piso de arriba, y suelo alguno de los que El capitán dobló la hoja, y
en la pared, para mirar al
empezaron a hacer fuego disparaban por las ventanas, clavando en el muchacho sus
exterior por las ventanas; por
cerrado sobre los asaltantes, siendo llevado aparte. Otros ojos, grises y fríos, ante los
los campos, a través del
quienes, acercándose poco a iban vacilantes, de habitación cuales temblaban todos los
humo, veía los blancos
poco, colocados en forma de en habitación apretándose las soldados, le dijo a bocajarro:
uniformes de los austríacos,
semicírculo, contestaban heridas con las manos. En la
que avanzaban lentamente. —¡Tambor!
vigorosamente con sus cocina había ya un muerto,
La casa se hallaba en lo alto
disparos. con la frente agujereada. El El muchacho se llevó la mano
de empinada pendiente, y por
cerco enemigo se iba a la visera, y el capitán le
A los sesenta soldados la parte de la cuesta sólo
estrechando. preguntó:
italianos los mandaban dos tenía una ventanilla alta,
oficiales subalternos y un único hueco de una pequeña En cierto momento se vio al —¿Tú eres valiente?
capitán viejo, alto, delgado y habitación del último piso; capitán, hasta entonces
severo, con el pelo y el bigote por eso los austríacos no impasible, dar muestras de —Sí, mi capitán —respondió
blancos. Estaba con ellos un amenazaban la casa por inquietud y salir el chico, relampagueándole
tamborcillo sardo, chico de aquella parte; solamente se precipitadamente del cuarto, los ojos.
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—Mira allá a lo lejos —dijo el depende de tu valor y de tus Pero el chico continuaba rendirse con los
capitán, llevándole a la piernas. corriendo precipitadamente supervivientes, como
ventanita—, al llano que hay sin reparar en nada. De prisionero. El pequeño sardo
—Confíe en mí, capitán —
próximo a las casas de pronto, exclamó consternado: corría velozmente un rato,
respondió el tamborcillo
Villafranca donde brillan mas luego aminoraba la
descolgándose. —¡Le han dado!
bayonetas. Allí están los marcha, cojeando; después
nuestros inmóviles. Toma —Agáchate mientras bajas — No había terminado de decir reanudaba la carrera, pero
este papel, agárrate a la añadió el capitán, agarrando la palabra cuando vio con indudables muestras de
cuerda, baja por la ventanita, la cuerda, juntamente con el levantarse de nuevo al agotamiento, deteniéndose a
cruza a toda prisa la cuesta, sargento. tamborcillo. cada instante. «¡Le habrá
ve corriendo a campo rozado un pie alguna bala!»,
traviesa, procura llegar —¡No tenga usted cuidado! «¡Ah, no ha sido más que una pensó el capitán. No le
cuanto antes a los nuestros y caída!», dijo para sí y respiró. quitaba ojo, sumamente
—¡Que Dios te ayude!
entregas el papel al primer El muchacho, efectivamente, angustiado, y le daba ánimos
oficial que veas. Quítate En unos instantes estuvo el volvió a correr con todas sus como si le pudiera oír. Medía
enseguida el cinturón y la tamborcillo en el suelo; el fuerzas, aunque cojeaba. incesantemente con la vista
mochila. sargento subió la cuerda y él «¡Se ha debido torcer un la distancia que le faltaba
desapareció. El capitán se pie!», pensó el capitán. para llegar al sitio donde se
El tamborcillo se quitó el Todavía se levantó alguna
asomó precipitadamente a la veían relucir bayonetas, allá
cinturón y la mochila y se que otra nubecilla de polvo en
ventanita y vio al muchacho en el llano, en medio de unos
metió el papel en el bolsillo torno del valiente soldadito,
corriendo cuesta abajo. trigales dorados por el sol.
del pecho; el sargento echó la pero cada vez más lejos de
cuerda fuera y agarró con Ya confiaba que hubiese él. ¡Estaba a salvo! El capitán Entretanto oía el silbido y el
ambas manos logrado pasar inadvertido, lanzó una exclamación de estrépito de las balas en las
cuando cinco o seis nubecillas alivio. Con todo le siguió con dependencias de abajo, las
uno de los extremos; el
de polvo, que se elevaron del la vista y temblando, porque voces de mando y los gritos
capitán ayudó al muchacho a
suelo por delante y detrás del era cuestión de unos de rabia de los oficiales y
salir por la ventana, de
muchacho, le dieron a minutos; de no llegar a sargentos, los
espaldas al campo.
entender que le habían visto tiempo con el escrito en el
agudos quejidos de los
—¡Ten cuidado! —le dijo—; la y le disparaban desde un alto. que pedía inmediata ayuda, o
heridos, el ruido de los
salvación del destacamento Las pequeñas nubes eran de todos sus soldados caerían
muebles y de los
tierra levantada por las balas. muertos o tendría que
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desconchados de pared que —¡El infame holgazán se ha refuerzos! ¡Un poco de valor —¡No! —respondió el capitán
se iban desprendiendo. sentado! todavía! desde una ventana. Y el
tiroteo se reanudó con mayor
—¡Ánimo, valor! —gritaba El chico, en efecto, cuya Los austríacos se habían
rabia por ambas partes.
siguiendo con la mirada al cabeza había visto sobresalir aproximado más, y a través
Cayeron otros soldados, y ya
tamborcillo, que ya apenas hasta entonces por encima de del humo se veían sus caras
había más de una ventana sin
divisaba—. ¡Adelante! ¡Corre! un campo de trigo, había descompuestas. En medio de
defensores. El momento fatal
¡Se para! ¡Maldición! ¡Ah, desaparecido, como si se los tiros se les oía gritar
parecía inminente. El capitán
vuelve a correr!… hubiese caído. Mas, pasados salvajemente, insultando a
gruñía entre dientes con voz
unos instantes, su cabeza los nuestros e intimándoles a
Un oficial se acerca para que se le ahogaba en su
volvió a emerger. Finalmente que se rindiesen, so pena de
decirle que los enemigos, sin garganta: «¡No vienen!
se perdió por detrás de los degollarlos. Algún que otro
interrumpir el fuego, ondean
setos y ya no le vio más. soldado, inducido por el ¡No vienen!». Corría furioso
un pañuelo blanco incitando a
miedo, se retiraba de las de un lado para otro,
la rendición. Entonces bajó
ventanas y los sargentos le doblando el sable con mano
impetuosamente; las balas
—¡Que no se responda! — empujaban hacia adelante. convulsa, resuelto a morir,
entraban a granizadas; las
grita el capitán sin apartar la hasta que un sargento,
habitaciones estaban llenas De todas formas iba
vista del muchacho, que ya bajando apresuradamente del
de heridos, algunos de los disminuyendo la resistencia
había llegado al llano, pero desván, gritó con voz
cuales se retorcían como de los sitiados y el desaliento
que no corría y parecía estentórea: —¡Ya llegan, ya
embriagados, agarrándose a se manifestaba en todos los
moverse a duras penas. llegan!
los muebles; las paredes y el rostros, no pareciendo posible
—¡Anda!… ¡Corre! —decía el pavimento estaban teñidos de que pudiese continuar la Ante semejante anuncio, los
capitán apretando los puños y sangre; había cadáveres en defensa. En cierto momento, sanos y los heridos, los
los dientes los umbrales de las puertas; el ataque de los austríacos sargentos y los oficiales,
el teniente tenía el brazo fue remitiendo, y una voz de acudieron presurosos a las
—. ¡Desángrate, muere si es derecho destrozado por una trueno gritó, primeramente ventanas, y se prosiguió la
preciso, pero entrega el bala, y todo estaba envuelto en alemán y luego en resistencia con renovado
papel! por el humo y el polvo. italiano: esfuerzo.

Después lanzó una horrible —¡Ánimo! —gritó el capitán—. —¡Rendíos! En poco tiempo se advirtió
imprecación. ¡Permaneced en vuestros una especie de vacilación y
puestos! ¡Van a llegar un principio de desorden
49
entre los enemigos. De El capitán, con los soldados antes que él. Le indicaron una —¿Aquí estás tú? —le
pronto, a toda prisa, reunió el que le quedaban, se iglesia, donde se había preguntó el capitán,
capitán un grupo de soldados incorporó al regimiento, improvisado un hospital de extrañado, pero con
en el piso bajo para realizar continuó luchando, y fue campaña. Entró y vio que el brusquedad—. ¡Bravo,
una salida con bayoneta ligeramente herido en la sagrado recinto se hallaba muchacho! Has cumplido con
calada; luego subió a la mano izquierda por una bala lleno de heridos colocados en tu deber.
planta superior. Apenas llegó, que rebotó en el último dos hileras de camas y de
—He hecho lo que he podido
los defensores empezaron a ataque a la bayoneta. colchones extendidos en el
—le respondió el tamborcillo.
dar saltos de alegría y a suelo; dos médicos y varios
La jornada acabó con la
lanzar hurras por haber visto practicantes iban de un lado —¿Estás herido? —dijo el
victoria de los nuestros.
desde las ventanas entre el para otro afanosamente capitán, tratando de ver a su
humo de la pólvora los Pero al día siguiente, oyéndose gemidos y quejidos teniente en las camas
sombreros de dos picos de los habiéndose reanudado la ahogados. próximas.
«carabineros» italianos, un lucha, los italianos fueron
Al entrar el capitán, se detuvo —¡Qué vamos a hacer! —dijo
escuadrón arrastrándose por derrotados, a pesar de su
y dirigió la mirada en torno el muchacho, a quien daba
tierra y un brillante centelleo indudable valor, por la
suyo en busca de su oficial. alientos para hablar la honra
de espadas arremolinadas por abrumadora mayoría de los
encima de las cabezas, sobre de estar herido por primera
austríacos; y en la mañana En aquel momento oyó que le
los hombros y las espaldas. vez, y sin lo cual no se
del veintiséis tuvieron que decían con una voz apagada:
Entonces el pequeño grupo hubiera atrevido a abrir la
emprender la retirada hacia el
ordenado por el capitán salió —¡Mi capitán! boca delante de aquel capitán
Mincio.
de la casa con la bayoneta —; a pesar de que procuré
Se volvió. Era el tamborcillo.
calada, los enemigos se El capitán, aunque herido, fue ocultarme, no pude evitar
desconcertaron, dieron media a pie juntamente con sus Estaba tendido sobre un que me viesen enseguida. Si
vuelta y se batieron en soldados, cansados y catre, cubierto hasta el pecho no me alcanzan, habría
retirada. El terreno quedó silenciosos, y llegando al por una tosca cortina de llegado veinte minutos antes.
despejado, la casa, libre, y ponerse el sol a Goito, a ventana, de cuadros rojos y Afortunadamente, encontré
poco después ocupaban la orillas del Mincio, buscó blancos con los brazos fuera: pronto a un capitán de Estado
altura dos batallones de enseguida a su teniente, que pálido, demacrado, pero con Mayor, a quien entregué el
infantería italianos que había sido recogido por una sus ojos siempre brillantes, papel. Pero me costó gran
disponían de dos cañones. ambulancia con el brazo roto como dos preciosas gemas. trabajo llegar después de la
y debía haber llegado allí caricia recibida. Me moría de
50
sed; temía no poder llegar soldadito quería sujetar—. regordete en mangas de levantó la mano hasta la
donde estaban los nuestros, y Cuida de lo tuyo en vez de camisa. altura de la cabeza y se quitó
lloraba de rabia pensando pensar en los demás, porque el quepis.
—He aquí, señor capitán —
que cada minuto de retraso las cosas ligeras, si se
empezó a decirle, indicando —¡Mi capitán! —exclamó el
se iba al otro mundo uno de descuidan, pueden traer
al muchacho—, un caso muchacho, admirado—. ¿Qué
los de arriba. En fin, he hecho malas consecuencias.
realmente desgraciado; esa hace usted?
lo que he podido. Estoy
El tamborcillo movió la pierna se habría salvado con
contento. Pero mire usted, y ¿Es por mí?
cabeza. facilidad si él no la hubiese
dispense, mi capitán, está
forzado tan atrozmente como Entonces aquel rudo militar,
perdiendo sangre. —Pero tú —repuso el capitán,
hizo; se produjo una que nunca había dicho una
mirándolo más atentamente
Efectivamente, de la palma malhadada inflamación y al palabra suave a un
—, has debido perder mucha
de la mano, mal vendada, del fin se le tuvo que cortar para subordinado suyo, le
sangre para estar tan débil.
capitán salían algunas gotas, salvarle la vida. Pero le respondió con una voz
que se escurrían por los —¿Mucha sangre dice usted? aseguro que es un muchacho extremadamente dulce y
dedos. —respondió el muchacho, muy valiente; no ha cariñosa:
sonriendo—. derramado una sola lágrima
—¿Quiere que le apriete la —Yo no soy más que un
ni se le ha oído ningún grito.
venda, mi capitán? Acérquese Algo más que sangre. ¡Mire! Y simple capitán; tú, en
¡Palabra de honor que me
un poco más. se apartó algo la colcha. cambio, eres un héroe.
sentía orgulloso de que fuese
El capitán le dio la mano un chico italiano! A fe mía
El capitán dio un paso atrás Luego se arrojó con los
izquierda, y alargó la derecha que es de buena raza.
horrorizado. brazos abiertos sobre el
para ayudarle a soltar el nudo tamborcillo y le besó tres
Dicho esto, prosiguió su
y volverlo a hacer; pero el El chico no tenía más que una
camino. veces en la parte del corazón.
chico se puso más pálido en pierna; la izquierda se la
cuanto se alzó de la habían amputado por encima El capitán arrugó sus grandes *
almohada y tuvo que volver a de la rodilla; el muñón estaba cejas blancas y miró
El amor a la Patria Martes, 24
apoyar la cabeza sobre ella. vendado con tiras fijamente al tamborcillo,
ensangrentadas. subiéndole la colcha con Puesto que el cuento del
—¡Basta, basta! —dijo el
precaución; después Tamborcillo te ha conmovido,
capitán mirándolo y retirando En aquel instante pasó el
lentamente, casi sin darse fácil te será escribir esta
la mano vendada que el médico militar, pequeño y
cuenta y sin parar de mirarlo, mañana la redacción sobre el
51
tema del examen: «¿Por qué desde la cubierta del buque, las armas, a los padres besar mi carne y alma de mi alma,
se ama a la Patria? ¿Por qué contemples en el horizonte a sus hijos gritando: «¡Adiós! yo, tu padre, que te recibo
quiero a mi Patria?» ¿No se te las grandes montañas azules con tanta alegría cuando
¡Volved victoriosos!»
han ocurrido enseguida cien de tu país; entonces lo vuelves de la escuela, te
respuestas? Amo a mi Patria sentirás con el ímpetu de Lo sentirás con insuperable acogería con la angustia de
porque mi madre ha nacido ternura que te llenará los ojos júbilo si tuvieres la dicha de no poderte querer, y moriría
en ella, porque sangre suya de lágrimas y te arrancará un presenciar en tu ciudad los con ese puñal clavado en el
es la que corre por mis grito. regimientos diezmados, corazón.
venas, porque es la tierra cansados, con el uniforme
Lo advertirás en alguna gran TU PADRE
donde están sepultados los destrozado, con aire terrible,
ciudad lejana por el impulso
muertos por los que reza mi con el brillo de la victoria en * Envidia
del alma que, entre la
madre y a los que venera mi los ojos y las banderas
desconocida multitud, te Miércoles, 25
padre, porque la atravesadas por las balas,
llevará hacia un trabajador
seguidos por un número El que ha hecho mejor la
ciudad donde he visto la luz, desconocido, al que, pasando,
interminable de valientes que composición sobre la Patria
la lengua que hablo, los libros le habrás oído decir alguna
llevarán sus cabezas ha sido Derossi. ¡Y
que me instruyen, mi palabra en tu propia lengua.
vendadas y brazos sin manos,
hermano y mi hermana, mis
Lo sentirás en la dolorosa y entre una multitud Votini, que creía seguro el
compañeros, el pueblo del
profunda indignación que te enfervorecida por el primer premio! Yo quería
que formo parte, el bello
hará subir la sangre a la entusiasmo, que los cubrirá mucho a Votini, aunque es
paisaje que me rodea, cuanto
cabeza, cuando de la boca de de flores, de bendiciones y de algo vanidoso y presumido;
veo, lo que amo, lo que
algún extranjero salgan besos. Entonces pero me disgusta ahora que
estudio y lo que admiro
expresiones injuriosas para la comprenderás lo que es el estoy con él en el banco ver
pertenece a mi Patria.
tierra que te vio nacer, y con amor a la Patria, Enrique. cómo envidia a Derossi. Y
¡Tú no puedes sentir todavía mayor violencia y alteración estudia para competir con él;
La Patria es algo tan grande y pero no puede en manera
ese gran afecto en toda su todavía si la amenaza de un
sagrado, que si un día te alguna, porque el otro le da
intensidad! Lo sentirás pueblo enemigo levanta una
viese regresar salvo y sano cien vueltas en todas las
cuando seas un hombre, tempestad de fuego sobre tu
de una batalla en la que te asignaturas, y a Votini se le
cuando retornes a ella tras un Patria y veas el desasosiego
hubieses hallado, por haberte ponen los dientes largos.
largo viaje, después de una por doquier, a los jóvenes
escondido para conservar la También siente envidia de
prolongada ausencia, y que acuden en masa a tomar
vida, a pesar de ser carne de Carlos Nobis; pero éste tiene
asomándote una mañana
52
tanto orgullo, que la misma una serpiente que roe el Toda la clase se preparaba *
soberbia no le deja descubrir. cerebro y corrompe el para presenciar una escena
La madre de Franti Sábado,
Votini, por el contrario, se corazón. desagradable. Votini estaba
28
traiciona, se queja de las temblando. Derossi gritó:
Todos le miraron, menos
notas en su casa y dice que el Votini es incorregible. Ayer,
Derossi. Votini quiso —¡Dádmela!
maestro comete injusticias; y en la clase de religión, en
responder y no pudo; quedó
cuando Derossi responde a —Sí, es mejor —respondieron presencia del Director, el
como petrificado y con el
las preguntas tan pronto y los demás—; tú eres el que maestro preguntó a Derossi si
semblante pálido. Después,
tan bien como siempre, él debe llevársela. se sabía de memoria las dos
mientras el maestro daba la
pone la cara hosca, baja la estrofas del libro de lectura
lección, se puso a escribir, en Derossi recogió la medalla y
cabeza, finge no oír y se que empiezan con las
gruesos caracteres, en una la hizo mil pedazos. En aquel
esfuerza por reír, pero con la palabras: «Doquiera la mente
hoja: «Yo no tengo envidia de momento volvió el maestro y
risa del conejo. Y como todos mía, sus alas rápidas lleva…»
los que ganan la primera se reanudó la clase. Yo no
lo saben, en cuanto el Derossi dijo que no las sabía
medalla por enchufe y con quitaba ojo a Votini, que
maestro alaba a Derossi y Votini se apresuró a decir
injusticia». Este papel quería estaba rojo de vergüenza.
todos se vuelven a mirar a que él sí las sabía. Lo dijo
mandárselo a Derossi. Pero Tomó el papel despacito,
Votini que traga veneno, y el sonriendo, para mortificar a
entretanto observé que los como si lo hiciese
albañilito le hace la mueca de Derossi, pero el mortificado
que estaban junto a Derossi distraídamente, lo hizo mil
hocico de liebre. Esta fue él, pues no pudo recitar la
tramaban algo entre sí y se dobleces a escondidas, se lo
mañana, por ejemplo, lo ha poesía, por entrar en el aula,
hablaban al oído, y uno hacía puso en la boca, lo mascó un
demostrado. El maestro entró mientras tanto, la madre de
con el cortaplumas una poco y después lo echó
en la escuela y anunció el Franti, angustiada,
medalla de papel, sobre la debajo del banco. Al salir de
resultado de los exámenes: despeinados sus grises
cual habían dibujado una la escuela y pasar por delante
—Derossi: diez y la primera cabellos, toda llena de nieve,
serpiente negra. Votini no de Derossi, Votini, que estaba
medalla. llevando como a la fuerza a
advirtió nada. El maestro un poco confuso, dejó caer el
su hijo, que ocho días antes
—Votini estornudó. El salió por breves momentos. arrugado papel. Derossi,
había sido expulsado de la
maestro le miró, porque la Enseguida, los que estaban siempre noble, lo recogió y se
escuela.
cosa estaba bien clara. junto a Derossi se levantaron lo puso en la cartera,
para salir del banco y ayudándole a abrocharse el ¡Qué escena más triste
—Votini —le dijo—, no dejes
presentar solemnemente la cinturón. Votini no se atrevió tuvimos que presenciar!
que se apodere de ti la
medalla de papel a Votini. a levantar la cabeza.
serpiente de la envidia: es
53
La pobre señora se hincó casi El llanto ahogó sus palabras y hecho usted una gran obra de tenido cuando, al volver de la
de rodillas delante del no pudo terminar la frase; caridad. Adiós, hijo. Pórtate clase de religión, te has
Director, con las manos luego añadió: bien. Buenos días, niños. echado en mis brazos. ¡Qué
cruzadas y diciéndole en tono Gracias, señor maestro; cosas tan hermosas y tan
—Es mi hijo, lo quiero y
suplicante: hasta la vista. Perdonen tanta consoladoras te ha dicho el
moriría de pena; admítalo de
molestia. ¡Soy una madre…! maestro! Dios, que nos ha
—¡Tenga la bondad, señor nuevo, señor Director, para
puesto al uno en los brazos
Director, de admitir de nuevo que no sobrevenga una Y dirigiendo desde el umbral
del otro, no nos separará
a mi hijo en la escuela! Hace desgracia en la familia. una mirada más de súplica a
nunca; cuando muramos tu
tres días que está en casa, ¡Hágalo por caridad hacia una su hijo, se fue, recogiendo el
padre y yo, no nos diremos
pero lo he tenido escondido. pobre madre! —y se cubrió el chal que le iba arrastrando,
las tremendas y
¡No permita Dios que su rostro con ambas manos, sin pálida, encorvada,
desalentadoras palabras:
padre lo descubra, porque es parar de sollozar. temblorosa, y aún la oímos
«Madre, padre, Enrique, ¡no
capaz de matarlo! ¡Tenga toser cuando bajaba por la
Franti permanecía impasible, te veré ya más!» Nos
compasión de esta madre escalera.
con la cabeza baja. El volveremos a encontrar en
infeliz, que no sabe qué
Director le miró, estuvo un El señor Director miró otra vida, y el que hubiere
hacer! ¡Se lo pido con toda el
rato pensativo y, al fin, le fijamente a Franti en medio sufrido mucho en ésta,
alma!
dijo: del silencio de la clase, y le quedará ampliamente
El Director procuró llevarla dijo con voz que hacía recompensado; quien ame
—Vete a tu sitio. intensamente en la tierra
fuera, pero ella se resistía sin temblar:
dejar de suplicarle y de llorar. estará con las almas de los
La madre se quitó entonces
—¡Franti, estás matando a tu seres queridos en un mundo
las manos de la cara, muy
—¡Si usted supiese lo que madre! sin culpas, ni aflicciones, ni
consolada, y empezó a darle
este hijo me hace sufrir, muerte. Pero debemos
las gracias, sin dejar de Todos miramos a Franti, y el
tendría compasión de mí! ¡Por hacernos todos dignos de esa
hablar al Director, y se sinvergüenza se sonrió.
favor, admítalo! Yo creo que otra vida.
marchó hacia la puerta,
llegará a enmendarse. No * Esperanza
enjugándose los ojos y Mira, hijo mío: cada buena
espero vivir mucho tiempo,
diciendo atropelladamente: Domingo, 29 acción tuya, cada palabra de
pues llevo la muerte dentro
de mí. Pero antes de expirar cariño para quien bien te
—Hijo mío, sé bueno. Tengan Mucho me ha complacido,
desearía verle cambiar, quiere, cada acto de cortesía
paciencia con él. Muchas Enrique, el gesto que has
porque… hacia tus compañeros, cada
gracias, señor Director; ha
54
pensamiento noble tuyo, es en tu pensamiento al Enrique ¡Reza, recemos; querámonos, Precossi por lo que ha
como un paso adelante hacia sobrehumano y feliz seamos buenos, y llevemos trabajado en su casa, por las
aquel mundo. Y también te en el alma, adorado hijo mío, lecciones, la caligrafía, el
que podrás ser después de
elevan hacia él todas las esa celestial esperanza! comportamiento y todo en
esta vida. ¡Y reza! No puedes
desgracias y las penas, general.
imaginar la dulzura y la TU MADRE
porque las penas son la
satisfacción que experimenta Todos miramos a Precossi,
expiación de una culpa y toda FEBRERO
una madre cuando ve a su pudiéndose apreciar que
lágrima borra una mancha.
hijo arrodillado y con las Medalla bien concedida aprobábamos tal distinción en
Proponte cada día ser mejor y
manos juntas en actitud de Sábado, 4 la expresión de nuestros
más amable que el día
oración. Cuando te veo rostros. Precossi se levantó,
anterior. Di todas las
rezando, me parece imposible Esta mañana vino a repartir pero estaba tan confuso que
mañanas: «Hoy quiero hacer
que no haya quien te esté los premios el Inspector, un no sabía a dónde ir. El
algo que pueda alabarme la
viendo y escuchándote. Creo señor de barba blanca y Inspector lo llamó y él salió
conciencia y contente a mi
entonces más firmemente vestido de negro. Entró con el del banco, yendo a situarse al
padre, algo que aumente el
que hay una Bondad suprema Director poco antes de lado del maestro.
aprecio de tal o cual
y una Piedad infinita; te terminar las clases y tomó
compañero, el afecto del El Inspector se fijó en la cara
quiero más; trabajo con asiento al lado del maestro.
maestro, de mi hermano o de color de cera, en el
mayor ardor, sufro con más Hizo algunas preguntas y
otros». desmedrado cuerpo
fortaleza, perdono de todo luego entregó la primera
medalla a Derossi. Antes de enfundado en ropa no hecha
Pide a Dios que te dé fuerzas corazón y pienso en la
dar la segunda, estuvo a su medida de nuestro
para poner en práctica tus muerte con serenidad.
oyendo al Director y al ejemplar compañero, así
buenos propósitos. Dile:
¡Qué dicha, Dios mío, volver maestro, que le hablaban en como en sus bondadosos y
«Señor, quiero ser bueno,
a oír después de la muerte la voz baja. Todos nos tristones ojos que rehuían
tener nobles sentimientos,
voz de mi madre, volver a preguntábamos para quién enfrentarse con los
ser animoso, afable y sincero.
encontrar a mis hijos, ver de sería la segunda.
¡Ayudadme! Haced que cada suyos, dejando adivinar una
nuevo a mi Enrique, a mi
noche, al darme mi madre el historia de grandes
Enrique bendito e inmortal, y El Inspector dijo en voz alta:
último beso, pueda decirle: sufrimientos. Al prenderle
estrecharlo en un abrazo que
¡Esta noche besas a un chico —Esta vez se ha hecho después la medalla en el
ya no tendrá fin nunca jamás,
mejor, más digno que el que merecedor de la segunda pecho, le dijo con voz llena
en una eternidad…!
besaste ayer!» Ten siempre medalla el alumno Pedro de cariño:
55
—Precossi, te concedo la hasta los ojos, la gorra que puede usted estar a tocar la medalla; todos le
medalla. Nadie más digno ladeada y tambaleándose. orgulloso de él. decían algo. El padre nos
que tú para llevarla, no sólo miraba con cara de asombro,
El maestro lo reconoció El herrero, que había
por tu clara inteligencia y la apretando contra su pecho la
enseguida y dijo unas permanecido escuchando con
buena voluntad de que has cabeza del hijo, que no
palabras al oído del la boca abierta, miró
dado pruebas, sino también paraba de sollozar.
Inspector, quien se fue fijamente al Inspector y al
por tu corazón, por tu valor,
presuroso en busca de Director, y luego a su hijo, *
por ser un hijo magnífico. ¿No
Precossi, le tomó de la mano que estaba delante de él con
es verdad —añadió, Buenas intenciones Domingo,
y lo llevó a su padre. El chico la vista baja, sin parar de
dirigiéndose a nosotros— que 5
temblaba. También se temblar; y como si recordase
también la merece por eso?
acercaron el maestro y el o comprendiese entonces por La medalla dada a Precossi ha
—Sí, sí —respondimos a coro. Director, y muchos niños les primera vez lo que había despertado en mí cierto
hicieron corro. hecho padecer a su hijo, así remordimiento. ¡Yo todavía
Precossi movió su garganta
como la bondad y la heroica no he ganado ninguna! De un
como para tragar algo, y giró —Usted es el padre de este
perseverancia con que le tiempo a esta parte no
la mirada por los bancos para chico, ¿no es verdad? —
había aguantado, se le estudio lo suficiente y estoy
expresarnos su gratitud. preguntó el Inspector al
advirtió de pronto en su cara descontento de mí, de igual
herrero con aire jovial, como
—Puedes retirarte, querido cierta estupefacta modo que también lo están el
si hubiesen sido amigos. Sin
muchacho —le dijo el admiración, luego una maestro, mi padre y mi
esperar la respuesta, añadió:
Inspector—, y que Dios te amarga pena, y por fin, una madre. Ni siquiera me
proteja. —Le felicito. Mire, ha ganado ternura violenta y triste; divierto con la misma
la segunda medalla a agarró con rápido gesto al satisfacción que antes,
Era la hora de salir, y los de muchacho por la cabeza y lo
cincuenta y cuatro de sus cuando trabajaba de buena
mi clase fuimos los primeros. estrechó fuertemente contra
compañeros; se la ha gana. Recuerdo que de la
Apenas salimos, su pecho. Todos nosotros
merecido por la Redacción, la mesa corría a mis juegos
Aritmética y por todo. Es un pasamos por delante de él. lleno de alegría, como si no
¡quién lo dijera!, vimos en el
muchacho de inteligencia Yo le invité a que viniese a hubiera jugado en un mes
gran zaguán, precisamente
despierta y de gran voluntad, casa el jueves con Garrone y entero. Ahora no me siento
junto a la puerta, al padre de
que, sin duda, hará carrera; Crossi: otros le saludaron; con los míos a la mesa con el
Precossi, el herrero, pálido
todos lo aprecian; le aseguro unos le daban golpecitos mismo gusto de tiempos
como de costumbre, con su
cariñosos, otros se limitaban atrás. Parece que me
torva mirada, con el pelo
56
persigue una sombra y que Sí. Estoy descontento, me temprano de la cama, avivar se avergüenza un tanto de
una voz interior me dice: encuentro insatisfecho. mi inteligencia sin cesar, ser compañero nuestro de
«Esto no marcha, no va de dominar plenamente mi clase siendo tan grandón.
Yo veo que mi padre está de
ninguna manera». pereza, fatigarme y hasta Todos los de casa acudimos a
mal humor y quisiera
sufrir, para no arrastrar ya abrirles la puerta en cuanto
Cuando a primeras horas de decírmelo, pero aguanta con
más esta vida de debilidad y llamaron. Crossi no vino,
la noche veo pasar por la pena y espera todavía.
de desgana, que me envilece porque al fin ha llegado su
plaza a tantos jóvenes y Querido padre, ¡tú que tanto
y llena de tristeza a mis padre de América, después
mayores, que regresan del trabajas!
padres. de seis años de ausencia. Mi
trabajo, visiblemente
Tuyo es cuanto veo y toco en madre besó inmediatamente
cansados, pero alegres y ¡Ánimo y a trabajar! ¡A
casa. Todo lo que me abriga y a Precossi, y mi padre le
satisfechos, que apresuran el trabajar con toda el alma y
alimenta, lo que me instruye presentó a Garrone,
paso para llegar pronto a su las fuerzas de que soy capaz!
y me divierte, fruto es de tu diciéndole:
casa, lavarse y ponerse a El trabajo me dará tranquilo
trabajo, y yo, en cambio, no
comer, hablando fuerte, reposo, juegos alegres y —Aquí tienes a este
me esfuerzo; todo te ha
riendo y golpeándose las comidas satisfactorias; me compañero de tu hijo, que no
costado preocupaciones,
espaldas con las manos traerá de nuevo la es solamente un buen
privaciones, sinsabores,
ennegrecidas por el carbón o complaciente sonrisa de mi muchacho, sino todo un
fatigas, y yo no te
blanqueadas por el yeso y la maestro y el cariño de mis gentilhombre.
correspondo cumpliendo
cal, y pienso que han estado padres.
debidamente mi obligación. Garrone bajó su rapada
trabajando de sol a sol en los
Ah, esto es demasiado injusto * cabeza, sonriéndose a
tejados, delante de los
y me roba la paz. escondidas conmigo. Precossi
hornos, entre máquinas o El tren de juguete Viernes, 10
llevaba su medalla, y estaba
dentro del agua, o bajo la Desde hoy quiero empezar
Ayer vinieron a casa Precossi contento porque su padre ha
tierra, sin comer, quizá, más una nueva vida, estudiar,
y Garrone. Yo creo que no se reanudado el trabajo y hace
que un pedazo de pan, me como Stardi, con los puños y
les habría recibido con mayor cinco días que no prueba la
siento avergonzado, ya que los dientes apretados,
alborozo y atenciones si bebida, quiere que esté con él
en todo ese tiempo no me ha trabajar en los quehaceres de
hubiesen sido hijos de en la herrería, y parece otro.
faltado nada y me he limitado la escuela con toda la fuerza
a emborronar de mala gana príncipes. Garrone era la
de mi voluntad y de mi Yo saqué todos mis juguetes
cuatro paginuchas. primera vez que venía,
corazón; quiero vencer el y empezamos a
porque es bastante huraño y
sueño por la noche, tirarme entretenernos. Precossi
57
quedó encantado ante el torturadas orejas que yo vagoncillos, y se lo puse todo ¡Se sentía muy feliz! Pedía
trenecito que anda cuando se había visto sangrar cierto día, en sus brazos, diciéndole: disculpa y su boca temblaba y
le da cuerda; nunca lo había aquel chaquetón con las reía al mismo tiempo.
—Tómalo, es tuyo.
visto, y devoraba con la vista bocamangas vueltas, por Garrone le ayudó a envolver
la maquinita y los vagoncitos donde salían los dos bracitos Él se quedó mirándome sin el trenecillo en el pañuelo, y
rojos y amarillos. Le entregué de enfermo que tantas veces comprender. al inclinarse, se notó el ruido
la llave para que se divirtiera se habían levantado que producían los trozos de
a sus anchas; se arrodilló y —Es tuyo —le repetí—; te lo pan al chocar entre sí en su
para defender la cara de los regalo.
ya no volvió a levantar la bolsillo.
golpes.
cabeza.
Precossi miró a mi padre y a —Un día —me dijo Precossi—
¡Oh! En aquel momento le mi madre, la mar de aturdido,
Nunca le había visto tan tienes que ir a la herrería
habría regalado todos mis y les preguntó:
contento. A cada instante nos para ver cómo trabaja mi
juguetes y todos mis libros,
decía: padre. Te daré unos clavos.
me habría quitado de la boca —Pero, ¿por qué?
—Perdonad, perdonad. el último pedazo de pan para Mi madre puso un ramillete
Mi padre le respondió:
dárselo, me habría despojado en el ojal de la chaqueta de
Y nos apartaba las manos si
de mi ropa para vestirlo y me —Te lo regala Enrique porque Garrone para que se lo
intentábamos detener la
habría arrodillado para es amigo tuyo, porque te entregase a su madre.
máquina; luego cogía y ponía
besarle las manos. «Por lo aprecia… y para celebrar que
los vagoncitos con mucho —Gracias —le contestó, sin
menos he de entregarle el te hayan concedido la
cuidado, como si fueran de levantar la barbilla del pecho,
trenecillo», pensé entre mí; medalla.
frágil vidrio. Temía pero brillándole en los ojos su
pero tendría que pedir la
estropearlos hasta con el El chico preguntó con alma noble y llena de bondad.
debida autorización a mi
aliento, y los limpiaba timidez:
padre. Entonces noté que me * Soberbia
mirándolos por arriba y por
ponían un papelito en una —¿Podré llevármelo… a mi
abajo, sin dejar de sonreír Sábado, 11
mano; lo había escrito mi casa?
con satisfacción.
padre con lápiz y en él decía:
¡Y pensar que Carlos Nobis se
Todos nosotros estábamos de «A Precossi le gusta tu tren. —¡Pues claro! —le dijimos
limpia con afectación la
pie, sin cesar de mirar con la Él no tiene juguetes. ¿No te todos.
manga cuando le toca
mayor complacencia aquel dice nada el corazón?» Al
Ya estaba en la puerta y aún Precossi al pasar! Es la
cuello tan delgadito, las instante cogí con ambas
no se atrevía a marcharse. soberbia personificada, y todo
manos la máquina y los
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porque su padre es un —Me importa un higo ese Además, en la escuela es el que está en el primer banco,
ricachón. ¡También es rico el orgulloso tonto. A decir maestro quien únicamente volviendo su cara redonda
padre de Derossi! Carlos verdad ni merece que le juzga y sanciona —luego hacia Nobis, que se sienta en
desearía tener un banco para toque, ni siquiera con mis añadió con dulzura—. Vamos, el último, le hizo la
él solo; teme que todos lo puños. Nobis, cambia de modales, sé acostumbrada mueca,
ensucien, mira a los bueno y cortés con tus poniéndole hocico de liebre,
El mismo Coretti, un día que
compañeros por encima del compañeros. Aquí hay hijos con tanta exactitud y gracia,
se burlaba de su gorra de piel
hombro y siempre tiene a flor de trabajadores y de señores, que en toda la clase estalló
de gato, llegó a decirle:
de labios una sonrisa de de ricos y de pobres; todos se una sonora risotada. El
desdén. ¡Ay si se le pisa un —Vete con Derossi para aprecian y se tratan como maestro le regañó, pero tuvo
pie cuando salimos en fila de aprender a tener educación. hermanos… ¿Por qué no que taparse la boca para
dos! Por nada lanza al rostro haces tú lo mismo que los ocultar su risa. Nobis también
una palabra injuriosa o Ayer fue a quejarse al demás? ¡Qué poco te costaría se rio, si bien su risa no
amenaza con hacer venir a su maestro porque el calabrés le hacerte querer por todos y pasaba de los dientes.
padre a la escuela. ¡Y cuidado había tocado una pierna con encontrarte más contento en
el pie. El maestro preguntó al *
que su padre le regañó este ambiente…! ¿Qué? ¿No
cuando trató de andrajoso al calabrés si lo había hecho tienes nada que contestar? Heridos en el trabajo Lunes,
hijo del carbonero! Nunca he adrede, y al responderle con
13
toda franqueza que no, dijo al Nobis, que había escuchado
visto semejante altanería.
querelloso: las reflexiones del profesor Nobis puede hacer pareja con
Nadie le habla ni se despide
con su acostumbrada sonrisa Franti: ni uno ni otro se
de él a la salida, ni hay quien
—Eres demasiado despectiva, le respondió
le apunte lo más mínimo conmovieron esta mañana
quisquilloso, Nobis. fríamente:
cuando no se sabe la lección. ante lo que pasó delante de
Él no se interesa por nadie, y Éste, con su acostumbrado nuestras narices.
—No, señor.
finge despreciar a todos, en aire de mimado, contestó:
Fuera ya de la escuela,
especial a Derossi, por ser el —Siéntate —le dijo el
—Se lo diré a mi padre. estaba yo con mi padre
primero, y luego a Garrone maestro—; te compadezco.
mirando a unos pilluelos de la
porque todos le quieren. Pero Eres un chico sin
El maestro se encolerizó sección segunda que se
Derossi ni siquiera repara en entonces y repuso: corazón. arrodillaban para restregar el
él, y en cuanto a Garrone,
hielo con las carpetas y las
cuando le dijeron que Nobis —Tu padre no te hará caso, Todo parecía haber
gorras y poder resbalar
hablaba mal de él, contestó: como ha ocurrido otras veces. terminado; pero el albañilito,
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mejor, cuando vimos venir Alguien contestó que era un hijos de soldados que tienen el cual seguía sonriendo. El
por medio de la calle una pobre albañil que se había a sus padres en la guerra. El hombre, entonces, de un
multitud de gente con paso caído de un cuarto piso donde albañilito miraba y remiraba cachetazo le arrojó la gorra al
precipitado, serios, estaba trabajando. Los que temblando cada vez más, y, suelo, diciendo:
espantados, hablando en voz llevaban la camilla se al advertirlo mi padre, le dijo:
—¡Descúbrete, mal nacido!
baja. En medio venían tres detuvieron un instante.
—Vete a casa, muchacho, ¡Pasa un herido del trabajo!
guardias municipales, y Muchos volvieron la cabeza
vete a escape con tu padre, a
detrás de estos dos hombres horrorizados. Vi que la Toda la multitud había pasado
quien encontrarás sano y
que llevaban una camilla. De maestrita de la pluma roja ya, y se veía en la calle un
tranquilo; anda.
todas partes acudieron los sostenía a mi maestra de largo reguero de sangre.
muchachos. La muchedumbre clase superior, casi El hijo del albañil se marchó,
avanzaba hacia nosotros. desmayada. Al mismo tiempo *
volviendo la cara hacia atrás
Sobre la camilla venía tendido sentí que me tocaban en el a cada paso que daba. El prisionero Viernes, 17
un hombre, blanco como un codo: era el pobre albañilito, Entretanto la multitud se
muerto, con la cabeza caída pálido y tembloroso de pies a puso en movimiento, y la He aquí el suceso quizá más
sobre un hombro, el pelo cabeza. Pensaba pobre mujer destrozaba el extraño de todo el año.
enmarañado y lleno de seguramente en su padre; corazón gritando:
sangre, que también le salía también yo pensé en él. Por En la mañana de ayer me
de la boca y de los oídos. Al mi parte, tengo al menos el —¡Está muerto! ¡Está muerto! llevó mi padre a los
lado de la camilla venía una ánimo tranquilo cuando estoy ¡Está muerto! alrededores de Moncalieri
mujer con un niño en brazos; en la escuela, porque sé que para ver una casa que quería
—No, no está muerto —le tomar en renta durante el
parecía loca; a cada paso mi padre está en casa,
decían todos. próximo verano, porque este
gritaba: sentado a su mesa, lejos de
todo peligro; pero ¡cuántos año no vamos a Chieri. Tenía
Ella no hacía caso y se
—¡Está muerto! ¡Está muerto! las llaves de la finca el
de mis compañeros pensarán arrancaba los cabellos. Oigo
¡Está muerto! maestro, que, aparte de su
que sus padres trabajan en esto una voz indignada
sobre un alto puente o cerca labor escolar, llevaba la
Seguía a la muchedumbre un que dice:
de las ruedas de una máquina administración de los bienes
muchacho con su cartera bajo
y que sólo un gesto o un paso —¡Te ríes! del dueño. Nos hizo ver la
el brazo y sollozando.
en falso les puede costar la casa y luego nos acompañó a
Era un hombre con barba que
—¿Qué ha pasado? — vida! Son como otros tantos su despacho, donde nos
miraba cara a cara a Franti,
preguntó mi padre. obsequió con unas copas.
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Sobre la mesa escritorio rostros entre sombras, unas a terminar de cumplir su me dio usted su mano;
había un tintero de madera, caras escuálidas y ceñudas, reclusión. Después de darme ahora, que he cumplido la
de forma cónica, tallado de con barbas enmarañadas y el adiós de despedida me condena, vengo a verle… y le
forma singular. Viendo que mi grises, con ojos fijos de suplicó con acento sumiso y ruego que haga el favor de
padre lo miraba, le dijo el homicidas y ladrones. Entre conmovido que le dejase aceptar un recuerdo mío, una
maestro: todos, en el número 78, había tocar mi mano. Yo se la baratija que he hecho en la
uno que prestaba mayor alargué y él me la besó. Me cárcel. ¿Quiere recibirla como
—Ese tintero es algo preciado
atención, estudiaba mucho y dio las gracias y desapareció. recuerdo mío, señor maestro?
para mí. ¡Si usted supiese su
me miraba con muestras de Cuando retiré la mano
historia…! — Y nos la refirió: Me quedé sin saber qué decir.
respeto y hasta de gratitud. comprobé que estaba
El creyó que no quería
—Hace algunos años, siendo Era un joven de barba negra, cubierta de lágrimas. Desde
aceptar el regalo, y me miró
yo maestro en Turín, fui a dar más desgraciado que entonces lo perdí de vista.
como queriendo decirme:
clase todo un invierno a los malvado, un ebanista que, en Pasaron seis años. Lo que
«¡Seis años de padecimientos
presos de la cárcel. Explicaba un momento de arrebato, menos pensaba yo era en
no han bastado, pues, para
las lecciones en la capilla del había dado con un cepillo a aquel desventurado, cuando
purificar mis manos!» Fue tal
establecimiento penitenciario, su patrón, que desde algún ayer por la mañana veo que
y tan vivo el dolor de su
una estancia redonda, de tiempo le perseguía de mil se presenta en mi casa un
mirada, que tendí la mano y
paredes altas y maneras, dejándole desconocido, con gran barba
tomé inmediatamente lo que
mortalmente herido, por lo negra, un poco entrecana y
desnudas con muchas me traía. Y aquí lo tiene.
cual le habían condenado a pobremente vestido.
ventanitas cuadradas, varios años de reclusión. En Examinamos atentamente el
cerradas por dos barras de —¿Es usted —me dijo— el
tres meses aprendió a leer y tintero; parecía haber sido
hierro cruzadas, cada una de maestro que daba clase en la
escribir, y no cesaba de leer; trabajado con la punta de un
las cuales daba al interior de cárcel de Turín?
cuanto más aprendía tanto clavo, a fuerza de grandísima
una reducida celda. Explicaba más parecía que se hacía —El mismo. Pero, ¿quién es paciencia. Tenía tallada una
las lecciones paseando por la mejor y se arrepentía de su usted? —le pregunté. pluma atravesando un
fría y oscura capilla, estando delito. Un día, al terminar la cuaderno y aparecía escrito a
los alumnos asomados por clase, me hizo señas para que —Yo soy —me dijo— el preso
su alrededor: «A mi maestro.
sus correspondientes me acercase a su ventanita, y del número 78. Usted me
Recuerdo del número 78.
agujeros, con sus cuadernos me dijo con tristeza que al enseñó a leer y escribir hace
¡Seis años!» Y por debajo, en
apoyados en los hierros, sin día siguiente lo sacarían de ahora seis años. Si se
pequeños caracteres:
que se les viera más que los Turín para llevarlo a Venecia acuerda, en la última lección
61
«Estudio y esperanza»… El empezó a mirar tan pronto a del banco. Le entregó una Pero Derossi, al hacer
maestro no dijo nada más y mí como a Crossi, el hijo de hoja de papel, le quitó de las aquello, se puso rojo como
nos marchamos. la verdulera, que estaba en el manos El enfermero del Tata, una amapola, y yo también.
banco de delante, dándonos cuento mensual que el El padre de Crossi nos miró
En todo el trayecto, desde
la espalda, enteramente maestro le había dado a atentamente, con ojos de
Moncalieri a Turín, yo no
absorto en el problema. copiar, para escribirlo él; le benevolencia, pero en ellos se
podía quitarme de la cabeza
regaló plumas, le dio unos traslucía una expresión de
aquel preso asomado a la —¡Cállate! —me dijo en voz
golpecitos cariñosos en la inquietud y de sospecha, que
ventanita, el adiós de baja, cogiéndome un brazo—.
espalda, me hizo prometer nos heló el corazón.
despedida, el tintero labrado Crossi me dijo anteayer que
bajo palabra de honor que no
en la cárcel, que tantas cosas había visto por casualidad un *
diría nada a nadie y, cuando
revelaba. Por la noche soñé tintero de madera en las
salimos de clase, me dijo El enfermero del Tata
con él y esta mañana todavía manos de su padre, recién
apresuradamente: CUENTO MENSUAL
pensaba que lo tenía llegado de América; un
delante… ¡Cuán lejos estaba tintero cónico, hecho a mano, —Ayer vino su padre por él; En la mañana de un día
de imaginar la sorpresa que con un cuaderno y una seguramente habrá venido lluvioso de marzo, un chico
me esperaba en la escuela! pluma. ¡Es el mismo del que ahora a esperarlo; tú haz lo vestido de aldeano, calado
Entretanto apenas me había me has hablado! «¡Seis que haga yo. hasta los huesos y lleno de
colocado en mi nuevo banco, años!» Él decía que su padre barro, se presentó en la
Al salir a la calle, vimos que,
junto a Derossi, después de estaba en América, pero lo portería del Hospital de los
efectivamente, estaba el
copiar el problema de cierto es que se hallaba en la Peregrinos de Nápoles, con
padre de Crossi en lugar algo
Matemáticas para el examen cárcel. Crossi era muy un fajo de ropa bajo el brazo,
separado. Era un hombre de
mensual, conté a mi pequeño cuando se cometió para preguntar por su padre.
barba negra, con algunas
compañero toda la historia el delito; no lo recuerda. Su Llevaba una carta en la
canas, mal vestido, de
del preso y del tintero, madre le ha venido mano. Tenía una agraciada
semblante pálido y pensativo.
refiriéndole cómo estaba engañando, y él no sabe cara ovalada de color moreno
Derossi estrechó la mano de
hecho, con la pluma nada. ¡Pero que no se te pálido, ojos pensativos y
Crossi, para que le viese, y le
atravesando el cuaderno y la escape ni una sola palabra de gruesos labios entreabiertos,
dijo en voz alta:
inscripción grabada a su esto! Yo me quedé sin habla, que permitían ver sus
alrededor: «¡Seis años!» mirando fijamente a Crossi. —Hasta mañana, Crossi —y le blanquísimos dientes.
Derossi se sobresaltó ante Derossi resolvió el problema y pasó la mano por debajo de Procedía de un pueblecito de
semejantes palabras y lo pasó a Crossi por debajo la barbilla. Yo hice lo mismo. las cercanías de la ciudad. Su
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padre había salido de casa El chico, temblando ante el El enfermero le miró sin Habiendo llegado al extremo
hacía un año para ir a Francia temor de recibir una mala responder. Luego le dijo: de la sala, el enfermero se
en busca de trabajo, y había noticia, le dijo el nombre. detuvo a la cabecera de una
—Ven conmigo.
vuelto a Italia, cama; apartó un poco las
El enfermero no se acordaba
desembarcando unos días Subieron dos tramos de cortinillas y dijo:
de él.
antes en Nápoles, donde escalera; fueron al extremo
—Ahí tienes a tu padre.
había enfermado tan —¿Es un viejo trabajador, de un amplio corredor, hasta
repentinamente, que apenas que ha llegado de fuera? — hallarse ante la puerta abierta El chico rompió a llorar y,
le dio tiempo para escribir preguntó. de una sala donde había dos dejando caer el envoltorio
unas líneas a la familia largas filas de camas. que llevaba, reclinó su cabeza
anunciándole su regreso y su —Trabajador, sí —respondió
sobre el hombro del enfermo,
entrada en el hospital. el muchacho cada vez más —Ven —repitió el enfermero,
cogiéndole con una mano el
Angustiada por tal noticia y anhelante—; pero no muy entrando.
brazo que tenía extendido e
no pudiendo moverse de casa viejo. De fuera sí que ha
El muchacho se armó de valor inmóvil sobre la cubierta. El
por tener una niña enferma y venido.
y le siguió, dirigiendo miradas enfermo no se movió.
una criatura en pañales, la
—¿Cuándo entró en el medrosas a derecha e
mujer había mandado a El muchacho se irguió, miró a
hospital? —preguntó el izquierda, sobre los blancos y
Nápoles al hijo mayor para su padre y empezó a llorar de
enfermero. El muchacho dio consumidos semblantes de
cuidar de su padre, de su nuevo. El enfermo le dirigió
una mirada a la carta. los enfermos, algunos de los
tata, que es el nombre entonces una larga mirada y
cuales tenían los ojos
cariñoso que dan por allí los —Creo que hace cinco días. pareció reconocerlo. Pero sus
cerrados y parecían muertos;
niños a los padres. El labios no se movían. Pobre
El enfermero se quedó algo otros miraban al espacio con
muchacho tuvo que recorrer tata, ¡qué cambiado estaba!
pensativo; luego, como ojos grandes y fijos, como
diez leguas de camino. Su hijo no le habría
recordando de pronto: espantados. No faltaba quien
reconocido. Había
El portero, después de dar gemía como un niño. La sala
encanecido, tenía la cara
una ojeada a la carta, llamó a —¡Ah! —dijo—, la sala cuarta, estaba oscura y el aire
hinchada y enrojecida, con la
un enfermero y le dijo que la cama del fondo. impregnado de penetrante
piel tersa y reluciente, los
llevase al muchacho donde olor de medicamentos. Dos
—¿Está muy enfermo? ¿Cómo ojos empequeñecidos, los
estaba su padre. Hermanas de la Caridad iban
se encuentra? —preguntó el labios abultados, toda la
de uno a otro lado con
chico con ansiedad. fisonomía alterada; tan sólo
—¿Cómo se llama tu padre? frascos en la mano.
conservaba iguales la frente y
—le preguntó el enfermero.
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el arco de las cejas. cuando le había dado el entraba el médico, Quedó algo pensativo y
Respiraba afanosamente. último adiós desde el barco, acompañado por un después dijo:
las esperanzas que la familia practicante. Les seguían la
—¡Tata, tata! —dijo el —Continúe como hasta ahora.
había fundado en aquel viaje, hermana y un enfermero.
muchacho—. ¡Soy yo! ¿Es
la desolación de su madre al Empezaron la visita, El muchacho se armó de valor
que no me conoces? Soy
recibir la carta. Pensó en la deteniéndose en cada cama. y preguntó con voz llorosa:
Cecilio, tu Cecilio; he venido
muerte. Ya veía a su padre La espera se le hacía eterna
desde el pueblo por encargo —¿Qué tiene mi padre?
muerto, a la madre vestida al muchacho, y su ansiedad
de mamá. Fíjate en mí. ¿No
de luto y la familia en la aumentaba a cada paso del
me reconoces? Dime aunque —¡Animo, muchacho! —le
miseria. Así permaneció médico. Al fin llegó a la cama
sólo sea una palabra. respondió el médico
mucho tiempo. Una suave inmediata. El médico era un
volviéndole a poner la mano
Pero el enfermo, después de señor alto y encorvado, de
mano le tocó en el hombro, y en el hombro—. Tiene una
haberle mirado con atención, aspecto respetuoso. Antes de
él se estremeció. Era una erisipela facial. Es cosa de
cerró los ojos. que se separara de aquella
monja. cuidado, pero todavía hay
cama, el chico se levantó y, al
esperanzas. No le dejes solo.
—¡Tata, tata! ¿Qué te pasa? acercarse, empezó a llorar.
—¿Qué tiene mi padre? —le Tu presencia puede serle
Soy tu hijo, tu Cecilio.
preguntó enseguida. beneficiosa.
El hombre no se movió y El médico le miró.
—¡Ah! ¿Es tu padre? —le —¡No me ha conocido! —
continuó respirando con
respondió la hermana con —Es el hijo del enfermo —dijo exclamó el chico con
dificultad.
gran dulzura. la hermana—; ha llegado esta desolación.
Llorando a lágrima viva, el mañana de su pueblo.
—Sí, es mi padre. Acabo de —Te reconocerá… mañana.
muchacho tomó entonces una
llegar. ¿Qué tiene? El médico le puso una mano ¡Quién sabe! Confiemos que
silla y se sentó a su lado,
en el hombro y luego se todo vaya bien.
esperando sin apartar la vista —¡Animo, muchacho! —le
de su cara. «Pasará algún respondió la hermana—. inclinó sobre el enfermo, le
¡Valor, hijo!
médico haciendo la visita», Ahora vendrá el médico. —Y tomó el pulso, le tocó la
pensaba. «Algo me dirá». Y se alejó sin decir más. frente e hizo algunas El chico hubiera querido
se sumergió en sus tristes preguntas a la religiosa, que preguntarle más, pero no se
Al cabo de media hora se oyó se limitó a responder: atrevió. El médico siguió
pensamientos, recordando
el toque de una campanilla, y adelante y el niño comenzó
muchas cosas de su buen —Nada de particular.
vio que por el fondo de la sala entonces su papel de
padre: el día de su partida,
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enfermero. No pudiendo vaga expresión de gratitud, y con cierto agrado, tata, atento, anhelante,
hacer otra cosa, arreglaba la en cierta ocasión hasta movió complaciéndole aquella sobresaltado a cada suspiro y
ropa de la cama, tocaba de un poco los labios como desacostumbrada mirada, con el alma en un
vez en cuando la mano del queriendo decir algo. demostración de afecto y de hilo entre la esperanza que le
enfermo, le apartaba los tristeza. De esta manera ensanchaba el pecho y un
Después de cada breve
mosquitos, se inclinaba sobre pasaron el segundo, el desaliento que le helaba la
intervalo de somnolencia,
él siempre que le oía gemir y, tercero y el cuarto días en sangre en las venas.
abriendo los ojos, parecía que
cuando la hermana le llevaba continua alternativa de
buscaba a su pequeño Al quinto día el enfermo se
algo de beber, le ligeras mejorías y de
enfermero. El médico pasó puso repentinamente peor.
imprevistos empeoramientos.
cogía el vaso o la cucharilla y otras dos veces y notó cierta
Tan entregado estaba el chico El médico movió la cabeza
se lo daba él. El enfermo le mejoría. Hacia la tarde, al
a los cuidados, que apenas cuando el chico le preguntó
miraba alguna que otra vez, acercarle el muchacho un
tomaba al día otro alimento por el estado del enfermo,
pero sin dar señales de vaso a la boca, creyó advertir
que un poco de pan y queso como queriendo decir que se
reconocerlo. Sin embargo su en sus hinchados labios el
que le llevaba la hermana, sin estaba llegando al final, con
mirada se detenía cada vez esbozo de una ligera sonrisa.
apenas advertir lo que lo que el afligido muchacho se
en su cara, sobre todo Con esto empezó a
sucedía en torno suyo: los abandonó sobre la silla,
cuando se limpiaba los ojos reanimarse y a tener mayor
estertores de los moribundos, rompiendo a sollozar. Sin
con el pañuelo. confianza en su
las presurosas visitas de las embargo había una cosa que
restablecimiento. Creyendo
Así transcurrió el primer día. hermanas por la noche, los le proporcionaba cierto
que le podría entender,
Por la noche, el chico durmió lloros y la desolación de los consuelo: a pesar del
aunque confusamente, le
sobre dos sillas, en un ángulo visitantes que salían sin empeoramiento, le parecía
hablaba bastante de la
de la sala y a la mañana esperanza, todas las que el enfermo iba
madre, de las hermanitas, de
siguiente reanudó sus filiales dolorosas y tristes escenas de recobrando paulatinamente el
la vuelta a su casa, y le daba
atenciones. Aquel día pareció la vida de un hospital, que en conocimiento. Le miraba cada
ánimos empleando las
que los ojos del enfermo otras circunstancias le vez con mayor fijeza y con
palabras más encendidas y
daban a entender que habrían aturdido y creciente expresión de
cariñosas que se le ocurrían.
empezaba a darse cuenta de horrorizado. dulzura; no quería tomar
lo que sucedía a su alrededor, Y aunque a menudo dudaba ninguna bebida ni medicina
Transcurrían las horas y los
porque, cuando el chico le de que pudiera entenderle, le sino de su mano, y hacía con
días, y él permanecía sin
hablaba cariñosamente, se seguía hablando por parecerle mayor frecuencia el
moverse junto al lecho de su
advertía en sus pupilas una que el enfermo le escuchaba movimiento forzado de los
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labios, como queriendo gran envoltorio en la mano, enviado aquí! ¡Pobrecito —Pero… ¿vienes o no? —le
pronunciar alguna palabra; y seguido de una hermana. Cecilio! ¿Cuántos días llevas preguntó su padre muy
tan distintamente lo hacía así? ¿Cómo ha podido extrañado.
El chico dio un grito muy
algunas veces, que su hijo le suceder semejante confusión?
agudo y quedó como clavado El chico continuaba mirando
sujetaba el brazo con Yo me he curado en poco
en su sitio. El hombre le miró al enfermo, que en aquellos
violencia, aliviado por tiempo. Estoy perfectamente,
un instante y lanzó otro grito momentos abrió los ojos y le
repentina esperanza, y le ¿sabes? ¿Y Conchita? Y la
a su vez: miró fijamente.
decía con acento casi de chiquitina, ¿cómo está? Me
alegría: —¡Cecilio!— Y corrió hacia él. han dado de alta y me Entonces brotó de su alma un
marcho. Vámonos, hijo, torrente de palabras.
—¡Animo, ánimo, tata, te El muchacho cayó en los ¡Santo Dios! ¡Quién lo
pondrás bien! Volveremos a brazos de su padre como sin —No, tata, espera… Mira, no
hubiera dicho!
casa donde nos espera sentido. Las religiosas, los puedo. Fíjate en ese viejo.
mamá. ¡Un poco más de enfermeros, el practicante El muchacho intentó hilvanar Estoy aquí desde hace cinco
valor! acudieron apresuradamente y cuatro palabras para dar días, y no deja de mirarme.
se quedaron estupefactos. noticias de la familia: Yo creía que eras tú y le he
Eran las cuatro de la tarde,
tomado cariño. Me mira y yo
momento en que el chico se El chico no podía recobrar la —¡Qué contento estoy! —
le doy de beber. Quiere que
había entregado a uno de voz. balbuceó—. ¡Pero qué
esté a su lado y ahora está
tales transportes de ternura y contento! ¡Qué días tan malos
—¡Hijo querido! —exclamó el muy malo; ten paciencia; no
de esperanza, cuando por he pasado!
padre, tras haber dirigido una me atrevo, no sé, me da
detrás de la puerta más
atenta mirada al enfermo, y Y no paraba de besar a su mucha lástima; mañana iré
próxima de la sala oyó ruido
sin parar de besar padre. Sin embargo no se yo a casa; déjame estar aquí
de pasos y luego una fuerte
repetidamente al muchacho movía. algo más, no debo
voz que dijo tan sólo:
—. ¡Cecilio, mi querido hijito! abandonarlo. No sé quién es,
—Venga, vámonos. ¿Qué
—Hasta luego, hermana. ¿Cómo ha podido suceder pero me quiere y se moriría si
haces ahí? —le dijo el padre
esto? Te llevaron a la cama me fuera. ¡Déjame estar
El saltó de su silla, lanzando —. Aún podremos llegar esta
de otro enfermo. ¡Y pensar aquí, querido tata!
una exclamación que se tarde a casa —y le atrajo
que me desesperaba por no
ahogó en su garganta. hacia sí. —¡Bravo, pequeño! —exclamó
verte a mi lado después de
el practicante.
En el mismo instante entró en haberme informado mamá Mas el chico volvió la vista
la sala un hombre con un por carta de que te había hacia su enfermo.
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El padre quedó perplejo Hasta pronto, hijo mío. visita de la tardé, el médico El chico tomó la mano del
mirando a su hijo; luego se ¡Adiós! dijo que no pasaría de aquella enfermo. Éste abrió los ojos,
fijó en el enfermo. noche. miró al muchacho y los volvió
Le abrazó, le miró fijamente
a cerrar. Le pareció al chico
—¿Quién es? —preguntó. con inmensa ternura, le besó Cecilio redobló entonces sus
que le apretaba la mano.
repetidas veces en la frente y cuidados y no lo perdía de
—Un campesino como usted
se fue. vista un solo instante. El —¡Me ha apretado la mano!
—respondió el practicante—,
enfermo le miraba y aun —exclamó.
que vino de fuera e ingresó El niño volvió junto a la cama
movía los labios de vez en
en el hospital el mismo día del enfermo y éste pareció El médico permaneció
cuando, con gran esfuerzo,
que usted. Lo trajeron sin consolado. inclinado sobre el enfermo un
como queriendo decir algo, y
sentido y no pudo decir nada. ratito y luego se incorporó. La
Cecilio reanudó su oficio de una expresión de infinita
Tal vez esté lejos su familia, monja descolgó un crucifijo
enfermero, sin llorar, pero ternura se le dibujaba en los
quizás tenga hijos. Sin duda que pendía de la pared.
con el mismo interés, con ojos, que cada vez se
creerá que éste es uno de
idéntica paciencia que antes. empequeñecían más y poco a —¿Está muerto? —preguntó
ellos.
Le volvió a dar de beber, a poco, lentamente se le iban el muchacho.
El enfermo no cesaba de arreglarle la ropa, a velando.
—Vete, hijo mío —dijo el
mirar al muchacho, y el padre acariciarle la mano, a hablarle
Aquella noche permaneció el médico—. Tu obra ha
dijo a Cecilio: dulcemente para darle
chico en vela hasta que vio terminado. Vete y que tengas
ánimos.
—Quédate. clarear por las ventanas la luz mucha suerte, como mereces.
Lo asistió aquella tarde y por del alba, y apareció la Dios te protegerá. ¡Adiós!
—Tal vez no tendrá que hermana, quien se aproximó
la noche, y también al día
asistirle mucho tiempo — al lecho, miró al enfermo y se La hermana, que se había
siguiente. Pero el enfermo se
añadió el practicante. alejó precipitadamente, alejado un momento antes,
iba agravando por
volviendo al poco con el volvió con un ramillete de
—Quédate —repitió el padre momentos; su cara se
médico ayudante y un violetas que cogió de un vaso
—. Tienes buen corazón. Yo amorataba, su respiración se
enfermero, que llevaba una que había en la ventana, y se
me voy enseguida para casa, hacía más afanosa y
linterna. lo entregó al muchacho,
pues tu madre debe estar aumentaba su agitación; le
diciéndole:
muy intranquila. Toma una salían de la boca sonidos
—Está en los últimos
moneda para tus gastos. inarticulados y la hinchazón
momentos —dijo el médico.
se hacía monstruosa. En la

67
—No tengo otra cosa que Comenzaba a despuntar el cubiertas de martillos, ora de otro, sacándola a la
darte. Toma esto como día. tenazas, barras, hierros de orilla del yunque, o
recuerdo del hospital. todas formas; en un rincón introduciéndola hacia el
*
ardía el fuego de la fragua, en medio, dándole siempre
—Gracias —respondió el
El taller Sábado, 18 la que soplaba el fuelle tirado muchas vueltas; y causaba
chico, al tiempo que cogía
por un muchacho. Precossi maravilla ver cómo, bajo los
con una mano el ramillete y Ayer vino Precossi a padre estaba cerca del golpes veloces, precisos del
se enjugaba con la otra los recordarme que tenía que ir a yunque, y el aprendiz tenía martillo, el hierro se
ojos—. Pero tengo que andar ver su taller, que está en lo una barra de hierro metida en encorvaba, se retorcía y
mucho… y las voy a último de la calle, y esta el fuego. tomaba poco a poco la forma
estropear. mañana, al salir con mi graciosa de la hoja rizada de
padre, hice que me llevase —¡Ah! ¡Aquí tenemos —dijo el
Después desató el ramillete y una flor, cual si fuera canuto
allí un momento. Según nos herrero, apenas nos vio,
esparció las violetas por la de pasta modelada con la
íbamos acercando al taller, vi quitándose la gorra— al
cama, diciendo: mano.
que salía de allí Garoffi guapo muchacho que regala
—Las dejo como recuerdo a corriendo con un paquete en ferrocarriles! Ha venido a ver El hijo entretanto nos miraba
mi querido muerto. Gracias, la mano, haciendo ondear su trabajar un rato, ¿no es con cierto aire orgulloso,
hermana; muchas gracias, gran capa, que tapaba las verdad? Será usted servido. como diciendo:
señor Doctor. mercancías. ¡Ah! ¡Ahora ya sé —Y diciendo así, sonreía; no
«¡Mirad cómo trabaja mi
dónde atrapa las limaduras tenía ya aquella cara torva,
Después, dirigiéndose al padre!»
de hierro, que vende luego aquellos ojos atravesados de
muerto: otras veces. El aprendiz le
por periódicos atrasados, ese —¿Ha visto cómo se hace,
traficante de Garoffi! presentó una larga barra de señorito? —me preguntó el
—¡Adiós!… —Y mientras
Asomándonos a la puerta hierro enrojecida por la punta herrero, una vez terminado y
buscaba qué nombre darle, le
vimos a Precossi sentado en y el herrero la apoyó sobre el poniéndome delante la barra,
vino a la boca el cariñoso que
un montón de ladrillos: yunque. Iba a hacer una de que parecía el báculo de un
le había dado durante cinco
estaba estudiando la lección las barras con voluta que se obispo. La colocó a un lado y
días: —¡Adiós… pobre tata!
con el libro sobre las rodillas. usan en los antepechos de los metió otra en el fuego.
Dicho lo cual, se puso el Se levantó inmediatamente y balcones. Levantó un gran
envoltorio de ropa bajo el martillo y comenzó a golpear, —En verdad que está bien
nos hizo pasar; era un cuarto
brazo y a paso lento salió de moviendo la parte enrojecida hecha —le dijo mi padre; y
grande, lleno de polvo de
la sala. para ponerla, ora de un lado, prosiguió—:
carbón, con las paredes
68
¡Vamos!… Ya veo que se también él enteramente del carnaval, que está divirtiendo a la gente. ¡Y hay
trabaja, ¿eh? ¿Ha vuelto la negro. terminando. En las plazas hay que ver lo que se esfuerzan y
gana? carruseles y barracones de trabajan!
—Así me gusta —dijo el
titiriteros. Ante nuestras
—Ha vuelto, sí —respondió el herrero y lo puso en tierra. Todo el santo día van del
ventanas tenemos,
obrero limpiándose el sudor y circo a las carretas y
—¡Así me gusta, Precossi! — precisamente, un circo de
poniéndose algo encendido—. viceversa, en camiseta, ¡con
exclamó mi padre con alegría. lona, donde trabaja una
¿Y sabe quién la ha hecho el frío que hace! Toman dos
pequeña compañía veneciana
volver? —Mi padre se hizo el Y habiéndonos despedido del bocados de prisa y corriendo,
que tiene cinco caballos.
desentendido—. Aquel guapo herrero y de su hijo, salimos. sin ni siquiera sentarse, entre
muchacho —dijo el herrero, Al retirarnos, Precossi me El circo se encuentra en una y otra representación, y
señalando a su hijo con el dijo: medio de la plaza, y en sitio a veces, cuando tienen ya
dedo—; aquel buen hijo que aparte hay tres grandes lleno el circo, se mueve un
está allí, que estudiaba y —Dispénsame —y me metió carretas, donde los artistas viento fuerte que rasga las
honraba a su padre, mientras en el bolsillo un paquete de duermen y se visten; tres lonas y apaga las luces, y
que su padre andaba de clavos; le invité para que casitas sobre ruedas, con sus ¡adiós espectáculo! Se ven
pirotecnia y lo trataba como a fuera a ver las máscaras a ventanitas y una pequeña obligados a devolver el dinero
una bestia. Cuando he visto casa. chimenea cada una, que y a trabajar toda la noche
aquella medalla… ¡Ah, siempre está echando humo; para reparar los desperfectos
—Tú le has regalado tu tren
chiquitín mío, alto como un entre las ventanitas se ve del barracón.
—me dijo mi padre por el
cañamón, ven acá que te tendida ropa de criaturas.
camino—; pero aún cuando En el circo trabajan dos
mire un poco esa cara! —El
hubiese estado lleno de oro y Hay una mujer que da de muchachos, a uno de los
muchacho se precipitó hacia
perlas, hubiera sido pequeño mamar a un niño de pecho, cuales reconoció mi padre
su padre; y éste le asió y le
regalo para aquel hijo que ha hace la comida y baila, cuando cruzaba la plaza. Es el
puso en pie sobre el yunque y
rehecho el corazón de su además, en la cuerda. hijo del dueño, el mismo a
sosteniéndole por debajo de
padre. quien vimos el año pasado
los brazos, le dijo—: Limpia ¡Pobre gente!
hacer los juegos a caballo en
un poco el frontispicio a este *
Se les llama titiriteros de un circo de la plaza de Víctor
animalón de papá.
El payasito Lunes, 20 forma despectiva, y, sin Manuel.
Entonces Precossi cubrió de embargo, se ganan
Toda la ciudad es un Ha crecido; tendrá unos ocho
besos la cara ennegrecida de honradamente el pan
hervidero bullicioso a causa años; es un chaval guapo, de
su padre hasta ponerse
69
carita redonda y morena, ojos nadie; pero no por eso dejaba todos leen el periódico y al El circo se llenó por completo
de pillín, con muchos rizos el payasito de estar en menos una vez irá gente. y faltaron localidades.
negros que se le salen del continuo movimiento para
Así lo hicieron. Mi padre El dueño estaba que no cabía
sombrero cónico. Viste de entretener al escaso público:
escribió un bonito artículo, en sí de gozo. Hasta entonces
payaso, metido en una daba saltos mortales, se
lleno de gracia, que decía lo ningún periódico se había
especie de saco grande con agarraba al rabo de los
que nosotros veíamos desde ocupado de su espectáculo, y
mangas, de color blanco y caballos, andaba con las
las ventanas y ponía ganas el éxito estaba a la vista. No
bordados negros. Calza piernas en alto él solo, y
de conocer y hay que decir que la
zapatitos de tela. Es un cantaba, mostrando siempre
recaudación superó todas las
diablillo, que gusta a todos. sonriente su graciosa cara acariciar al pequeño artista, y
previsiones.
Hace de todo. Por la mañana morena; su padre, vestido de el pintor trazó un bonito
temprano se le ve envuelto rojo, con pantalones blancos, retrato artístico que fue Mi padre se sentó a mi lado.
en un mantón, llevando la botas altas y la fusta en la publicado el sábado por la Entre los espectadores había
leche a su casita de madera; mano, le miraba; pero estaba tarde. En la representación gente conocida. Cerca de la
luego va a buscar los caballos triste. del domingo acudió una gran entrada por donde aparecían
a la cuadra, que está en una multitud al circo. Estaba los caballos se hallaba, de
Mi padre sintió compasión de
calle inmediata; tiene en anunciado: Gran función a pie, nuestro maestro de
ellos y al día siguiente habló
brazos al niño de pecho; beneficio del payasito como gimnasia, que había militado
del asunto con el pintor Delis,
transporta aros, caballetes, se le llamaba en el periódico. a las órdenes de Garibaldi, y
que vino a casa. ¡Esa pobre
barras, cuerdas; limpia los Mi padre me llevó a los frente a nosotros, en la
gente se mata trabajando
carros, enciende el fuego y en asientos de la primera fila. segunda fila vi al albañilito,
para ganar muy poco! El que
los momentos de descanso no con su carita redonda,
da más lástima es el gracioso En la entrada habían fijado un
se aparta de su madre. sentado junto al gigante de
payasito. ¿Qué se podría ejemplar del periódico. No
su padre; en cuanto se cruzó
Mi padre lo observa desde la hacer por ellos? El pintor tuvo cabía un alfiler. Muchos de los
con mi mirada, me hizo la
ventana y no cesa de hablar una idea. espectadores llevaban en la
mueca del hocico de liebre.
de él y de los suyos, que mano el periódico, que
—Publica un buen artículo en Algo más allá vi a Garoffi, que
parecen buena gente y tienen enseñaban al payasito, el cual
el periódico —le dijo—, ya contaba los espectadores y
traza de querer mucho a sus se reía y corría de un lado
que sabes escribir; cuenta los calculaba con los dedos lo
hijos. para otro sumamente
prodigios del payasito y yo que se habría recaudado. En
satisfecho.
Una noche fuimos al circo. haré un esbozo de su retrato; las sillas de la primera fila, a
Hacía frío y no había casi cierta distancia de nosotros,
70
estaba el pobre Robetti, el El payasito, tras haber entre la multitud y estaba máscaras! Terminó bien, pero
que salvó a un niño de ser intercambiado unas palabras para salir cuando noté que podía haber ocurrido una
atropellado por el ómnibus, con su padre, realizó un me tocaban una mano. Me desgracia. En la plaza de san
teniendo las muletas entre las ejercicio más. De pie sobre el volví; era el payasín, de Carlos, decorada con
rodillas, junto a su padre, el caballo, que galopaba, se agraciada carita morena y de banderolas y festones
capitán de Artillería, que tenía vistió cuatro veces: primero negros ricitos, que me amarillos, rojos y blancos, se
apoyada una mano sobre su de peregrino, luego de sonreía. Tenía las manos apiñaba una gran multitud;
hombro. marinero, después de llenas de confites. Entonces daban vueltas máscaras de
soldado, y, por último, de comprendí. todo color; pasaban carrozas
Empezó la función.
acróbata, y cuantas veces doradas y enguirnaldadas,
—¿Querrías —me dijo—
En cierto momento vi que el pasaba por delante de mí me llenas de colgaduras, en
aceptar estos dulces del
maestro de gimnasia hablaba dirigía una mirada afectuosa. forma de escenarios y de
payasito? Yo le indiqué que sí
al oído con el dueño del circo, barcas, ocupadas por
Al bajarse, empezó a dar una y tomé tres o cuatro.
y que éste dirigía arlequines y guerreros,
vuelta por la pista con el
repentinamente una mirada —Entonces —añadió—, cocineros, marineros y
sombrero de payaso en la
por las sillas de la primera acepta también un beso. pastorcillas; entre tanta
mano, a modo de bandeja, y
fila, como si buscase a confusión no se sabía a dónde
la gente le echaba monedas, —Dame dos —respondí, y le
alguien. Su vista se quedó fija mirar; un estrépito
dulces, y otras ofrecí la cara. Él se limpió con
en nosotros. Mi padre lo ensordecedor de trompetas,
la manga la cara enharinada, cuernos y platillos; las
advirtió, comprendiendo que cosas; pero cuando llegó
me rodeó el cuello con un máscaras de las carrozas
el maestro le habría dicho frente a mí, puso el sombrero
brazo y me dio dos besos en bebían y cantaban,
que era el autor del artículo atrás, me miró y pasó
las mejillas, diciéndome: — apostrofando a la gente de la
aparecido en el periódico y, adelante. Quedé mortificado.
Toma y lleva uno a tu padre. calle y a la de las ventanas,
para evitar compromisos y ¿Por qué me había hecho
que acudiera el buen hombre aquello? que respondían hasta
*
a darle las gracias, se desgañitarse, y se tiraban con
Una vez terminada la Ultimo día de carnaval furia naranjas, confetti y
ausentó del local diciéndome:
representación, el dueño dio Martes, 21 serpentinas. Por encima de
—Quédate, Enrique. Te las gracias al público y todos las carrozas y de la multitud,
esperaré fuera. los espectadores se ¡Qué escena más hasta donde alcanzaba la
levantaron y se dirigieron en impresionante presenciamos vista, se veían ondear
tropel hacia la salida. Yo iba hoy en el desfile de las banderolas, brillar cascos,
71
tremolar penachos, agitarse exclamaciones jubilosas. De una afligida mujer, medio todo lo rechazaba, cada vez
cabezudos de cartón piedra, pronto vimos que un hombre, enloquecida, se abría paso más asustada y convulsa.
gorros gigantescos, trompas situado a nuestra izquierda, entre la multitud a codazos y
—¡Busquen a su madre! —
enormes, armas levantaba sobre las cabezas empellones, gritando:
gritaba el de la carroza a la
extravagantes, tambores, de la multitud a una niña de
—¡María! ¡María! ¡María! multitud—.
castañuelas, gorros rojos y cinco o seis años, que lloraba
¿Dónde está mi hijita? ¡Me la
botellas; todos parecían desconsoladamente, agitando ¡Busquen a su madre!
han robado!
locos. los brazos como acometida
por ataques convulsivos. Todos se volvían a derecha e
¡Habrá muerto pisoteada!
Cuando nuestro carruaje izquierda, pero la madre no
entró en la plaza iba delante El hombre se abrió paso hacia Hacía un cuarto de hora que aparecía. Por fin a unos pasos
de nosotros una magnífica la carroza; uno de los que se hallaba en aquel estado de de la entrada de la calle de
carroza, tirada por cuatro iban en ella se inclinó, y el desesperación, yendo hacia Roma, una mujer se lanzaba
caballos con gualdrapas hombre dijo en voz alta: un lado y otro, apretujada por hacia la carroza… ¡Jamás la
bordadas de oro, llena de la gente, que, a duras penas, olvidaré! No parecía persona
—Tome a esta niña, que ha
guirnaldas de rosas lograba abrirle paso. humana: tenía la cabellera
perdido a su madre entre la
artificiales, y en la que iban suelta, la cara desfigurada y
gente; téngala en brazos; su El de la carroza, entretanto,
catorce o quince jóvenes el vestido roto. Se lanzó hacia
madre no debe estar lejos, y no cesaba de estrechar contra
disfrazados de caballeros de adelante, dando un grito que
la verá; creo que es lo mejor las cintas y los bordados de
la corte de Francia, con no se sabía si era de gozo, de
que puede hacerse. su pecho a la desconsolada
brillantes trajes de seda, angustia o de rabia, y alzó las
peluca blanca rizada, niña, girando su mirada por la
El de la carroza tomó a la manos como dos garras para
sombrero de pluma bajo el plaza y tratando de aquietar a
niña en brazos; todos los asir a su hijita. La carroza se
brazo y espadín, luciendo en la pobre criatura, que se
demás dejaron de cantar; la detuvo.
el pecho muchos lazos y tapaba la cara con las manos,
niña chillaba y manoteaba; el
encajes. sin saber dónde se hallaba y —¡Aquí la tiene! —dijo el que
joven se quitó la careta y la
sin parar de llorar. la llevaba, entregándole la
carroza prosiguió su marcha
Todos cantaban a coro una niña, después de haberle
con lentitud. El que la llevaba estaba
cancioncilla francesa, dado un beso; y la puso en
arrojaban dulces, confetti desconcertado; aquellos
Mientras tanto, según nos los brazos de su madre que la
gritos le llegaban al alma; los
dijeron después, en el apretó
y serpentinas a la gente, y otros ofrecían a la niña
extremo opuesto de la plaza,
ésta aplaudía y lanzaba naranjas y dulces; pero ella
72
fuertemente contra su parece lleve en la cabeza una qué sé yo. Pero ¿comprendéis moviéndose con soltura por
pecho… Pero una de las peluca de algodón, y habla bien el alcance de esa los corredores y dormitorios,
manecitas quedó por unos como si entonase una canción palabra? Reflexionad un poco. nadie diría que son tan
segundos entre las manos del melancólica; pero enseña ¡Ciegos! ¡No ver nunca nada! desventurados. Hay que
joven, y éste, sacándose de bien, y sabe mucho. En ¡No distinguir el día de la observarlos con detención.
la mano derecha un anillo de cuanto entró en clase, al ver noche; no ver el cielo, ni el
Hay jóvenes de dieciséis o
oro con un grueso diamante, un chico con un ojo vendado, sol, ni a los propios padres;
dieciocho años, robustos y
lo puso con rapidez en un se acercó al banco y le nada de todo lo que nos
alegres, que sobrellevan la
dedo de la niña. preguntó qué tenía. rodea y se toca; estar
ceguera con calma y hasta
sumergidos en perpetua
—Toma —le dijo—, guárdate —Mucha atención con los con cierta jovialidad; pero se
oscuridad y como sepultados
esto que podrá ser tu dote de ojos, chiquito —le dijo. comprende por la expresión
en las entrañas de la tierra!
esposa. Derossi le preguntó: severa y alterada de los
Cerrad los ojos un momento
semblantes que deben haber
La madre se puso muy —¿Es cierto, señor maestro, y pensad que podríais
sufrido tremendamente antes
contenta, la gente prorrumpió que ha sido usted profesor de permanecer siempre así;
de resignarse a tamaña
en aplausos; el de la carroza los ciegos? inmediatamente os
desgracia; otros, de rostro
y sus compañeros reanudaron sobrecogerán la angustia y el
—Sí, durante varios años — pálido y dulce, en los que se
el canto, y el vehículo terror, os parecerá imposible
respondió. Y Derossi insinuó a advierte una gran
prosiguió lentamente en vivir de ese modo, os
media voz: resignación, pero están
medio de una tempestad de vendrán ganas de gritar, y al
tristes y se adivina que a
aplausos y de vítores. final o enloqueceríais o
—¿Por qué no nos dice algo solas tienen ratos de gran
moriríais. Y, sin embargo…
de ellos? El maestro se sentó depresión. ¡Ay, hijos míos!
* cuando se entra por primera
en su mesa. Pensad que algunos de esos
vez en el Instituto de los
Los chicos ciegos Jueves, 23 chicos han perdido la vista en
Coretti dijo en voz alta: Ciegos, durante el recreo, y
pocos días; otros, tras unos
Nuestro maestro se ha puesto se oye a esas pobres
—El Instituto de los Ciegos años de verdadero martirio y
muy enfermo y para criaturas tocar el violín o la
está en la calle Niza. muchas operaciones
sustituirle ha venido el de flauta por todas partes,
quirúrgicas; no pocos
cuarto, que ha sido profesor —Vosotros decís ciegos — hablar fuerte y reír,
nacieron así, en una noche
en el Instituto de los Ciegos; comenzó el maestro—, como subiendo y bajando las que jamás ha tenido
es el más viejo de todos; diríais enfermos, pobres o escaleras con pasos rápidos y amanecer para ellos,
tiene el pelo tan blanco, que
73
habiendo entrado en el El maestro calló y en la clase aunque hable solamente uno cosas, palpándolas. Cuando
mundo como en una inmensa no se oía ni respirar. Derossi y permanezcan inmóviles. Por los llevan al Museo Industrial,
tumba, sin saber cómo está preguntó si es cierto que los el tacto advierten si una donde los dejan tocar cuanto
formado el rostro humano. ciegos tienen el tacto más cuchara está más o menos quieren, resulta emotivo ver
Imaginaos cuánto deben fino que nosotros. El maestro limpia… Las niñas distinguen con qué gusto se apoderan de
haber sufrido y sufrirán dijo: la lana teñida de la que tiene los cuerpos geométricos, de
cuando piensen, su color natural. Al pasar en los modelitos de casas, de los
—Es verdad. Al carecer de la
confusamente, en la fila de a dos por las calles, diferentes instrumentos, y la
visión se afinan en ellos los
tremenda diferencia que hay reconocen casi todas las alegría con que palpan, frotan
demás sentidos porque,
entre ellos y quienes los ven. tiendas por el olor, aun y revuelven entre las manos
debiendo suplir entre todos el
Seguramente se preguntarán aquellas en las que nosotros todas las cosas para ver
de la vista, están más y
a sí mismos: «¿Por qué esta no percibimos ninguno. cómo están hechas. ¡Porque
mejor ejercitados que los que
diferencia sin ninguna culpa Juegan a la peonza y, al oír el ellos dicen ver!
ven. Por la mañana, en los
por nuestra parte?» Yo, que zumbido que produce
dormitorios, el uno le Garoffi interrumpió al
he estado varios años entre girando, van derecho a
pregunta al otro: «¿Hace maestro para preguntarle si
ellos, cuando recuerdo cogerla, sin titubear. Juegan
sol?», y el que antes se viste es cierto que los chicos ciegos
aquella clase, todos aquellos a, los arcos, a los bolos,
va corriendo al patio para aprenden las Matemáticas
ojos sellados para siempre, saltan a la comba, hacen
agitar las manos en el aire y mejor que los otros.
aquellas pupilas sin mirada y casitas con pedruscos, cogen
comprobar si el sol se las
sin vida, y luego me fijo en violetas y otras flores El maestro respondió:
calienta; en caso afirmativo
vosotros… me parece
se apresura a dar la buena como si las viesen, fabrican —Así es. Aprenden a resolver
imposible que no os
noticia: «¡Hace sol!» Por la esteras y canastillos, problemas y a leer. Tienen
consideréis todos dichosos.
voz de una persona se forma entrelazando espartos, hilos y libros a propósito con
¡Pensad que hay unos idea de la estatura; nosotros junquillos de diversos colores caracteres en relieve; pasan
treinta mil ciegos en juzgamos el carácter de las con extraordinaria destreza: los dedos por encima,
nuestra nación! ¡Treinta mil personas por los ojos, ellos ¡tanto tienen ejercitado el reconocen las letras y dicen
por la voz; recuerdan la tacto! Para ellos es el tacto lo las palabras; leen de corrido.
personas que no ven la luz…!
entonación y el acento a que para nosotros la vista; Y hay que ver lo que se
¡Un ejército que tardaría más
través de los años. Se dan uno de sus mayores placeres ruborizan los pobrecitos
de cuatro horas en desfilar
cuenta si en una habitación consiste en tocar y oprimir cuando cometen alguna falta.
bajo nuestros balcones o
hay más de una persona para adivinar la forma de las También escriben, aunque sin
ventanas!
74
tinta. Lo hacen sobre un cuarto, en voz alta y todos a cariño a alguien, es difícil que vieseis a los cieguitos cuando
papel grueso y duro con un un mismo tiempo, sin perder se cansen de profesárselo. tocan con la frente alta, la
punzoncito de metal que una sola palabra, por la Encuentran mucho consuelo sonrisa en los labios, el
marca muchos puntitos rapidez y agudeza que tienen en la amistad. Se juzgan con semblante encendido,
hundidos y agrupados según en el oído! rectitud entre sí. Tienen un temblando de emoción, como
un alfabeto especial; dichos concepto muy claro y extasiados al escuchar las
Dan más importancia que
puntitos aparecen en relieve profundo del bien y del mal. armonías que se esparcen por
vosotros a los exámenes, os
por el revés del papel, de la infinita oscuridad que los
lo aseguro, y sienten mayor Nadie exalta como ellos una
forma que, al volver la hoja, rodea!
cariño a sus maestros. Al acción generosa o un hecho
pasando los dedos por
maestro lo reconocen en el grande que oigan leer o ¡Cómo comprenderíais
encima de ellos, puede leerse
andar y mediante el olfato; referir. entonces el divino consuelo
lo escrito, así como la
saben si está de buen o mal de la música!
escritura de otros. De esta Votini preguntó si tocaban
humor, si se encuentra bien o
forma hacen redacciones y se bien. Se llenan de júbilo y rebosan
mal de salud, tan sólo por el
intercambian cartas. De igual de dicha cuando un maestro
timbre de su voz. Les gusta —Sienten hondamente la
manera escriben los números les dice: «Tú llegarás a ser un
que el maestro los toque música —respondió el
y hacen las operaciones. artista». Para ellos, el
cuando los anima o los alaba, maestro—. Su gozo y su vida
Calculan mentalmente con primero en la música, el que
y le palpan las manos y los parecen estar en ella. Hay
pasmosa facilidad, dado que sobresale en tocar el piano o
brazos para expresarle su cieguitos, recién entrados en
no les distrae la vista, como el violín, es como un rey: lo
gratitud. Acostumbran a el Instituto, capaces de estar
nos ocurre a los videntes. ¡Si admiran y lo veneran. Si se
quererse mucho entre sí; son tres horas inmóviles oyendo
vierais lo que les gusta oír origina un altercado entre dos
buenos compañeros. En las tocar. Aprenden fácilmente a
leer, lo atentos que están, de ellos, si dos amigos se
horas de recreo, casi siempre tocar y lo hacen con
cómo lo recuerdan todo, disgustan, acuden a él para
se reúnen los mismos. En la verdadera pasión. Cuando el
cómo discuten entre sí, aun dirimir la cuestión o para
escuela de las chicas, por maestro de música dice a
los más pequeños, de cosas reconciliarlos. Él es quien se
ejemplo, forman tantos alguno que carece de
de historia y de lenguaje, encarga de enseñar a tocar a
grupos como instrumentos aptitudes para la música,
sentados cuatro o cinco en el los más pequeños, y lo
tocan. Así hay grupos de sufre mucho, pero entonces
mismo banco, sin volverse el consideran poco menos que
violinistas, de pianistas, de empieza a estudiar como un
uno hacia el otro, y como a un padre. Antes de
flautistas… y nunca se desesperado. ¡Ah, si oyerais
conversando el primero con el acostarse, todos van a darle
separan. Cuando le toman la música allí dentro, si
tercero y el segundo con el las buenas noches.
75
Continuamente están ventana abierta de par en esos muchachos me decía fuese un ligero resplandor a
hablando de música. Ya par, respirando con fruición el cierto día con inexpresable todos aquellos infelices niños
acostados, después de un día aire fresco, pero con la cara tristeza: «¡Desearía recobrar para quienes el sol carece de
fatigoso de estudio y de inmóvil, pareciendo que la vista, aunque sólo fuese un luz y no pueden ver o no han
trabajo, aun medio dormidos, miran la extensa planicie momento para volver a ver la visto jamás las facciones de
se les oye charlar en voz baja verde y las azuladas cara de mi madre, que ya no su madre.
de piezas musicales, de montañas que vosotros la recuerdo!»
*
maestros, orquestas e podéis contemplar…; pero
Y cuando van a visitarlos las
instrumentos. Para ellos es pensar que ellos no ven ni El maestro está enfermo
madres, les pasan las manos
un castigo privarles de la podrán ver jamás tanta Sábado, 25
por la cara, les tocan
lectura o de la lección de belleza, deprime el corazón,
despacito desde la frente a la Ayer tarde, al salir de la
música, y sufren tanto, que como si se hubiesen quedado
barbilla, luego los oídos, para escuela, fui a visitar a mi
casi nunca se tiene el valor ciegos en aquel instante. Los
darse cuenta de cómo son; maestro enfermo. El trabajo
de recurrir a medida tan ciegos de nacimiento, que por
casi no se convencen de que excesivo le ha hecho
extremada. no haber visto nunca el
no podrán verlas, y las llaman enfermar. Cinco horas de
mundo no conservan ninguna
La música es para ellos lo que muchas veces por su nombre lección al día, luego una hora
imagen de cosa alguna,
la luz para nosotros. Derossi como para rogarles que se de gimnasia, luego otras dos
inspiran menos compasión.
preguntó si sería posible ir a dejen ver siquiera una vez. horas de escuela de adultos
Pero hay niños que se han
verlos. por la noche, lo cual significa
quedado ciegos unos meses ¡Cuántos salen de allí
antes, se acuerdan de todo, que duerme muy poco, que
—Sí, se puede —respondió el llorando, aun los más duros
se dan perfectamente cuenta come a escape y que no
maestro—; pero no conviene de corazón! Al salir, nos
de lo que han perdido, y puede ni respirar siquiera
que vosotros vayáis por parece que somos una
éstos sufren más al notar que tranquilamente de la mañana
ahora; iréis más tarde, excepción, que disfrutamos
cada día se les van borrando a la noche; no tiene remedio,
cuando estéis en condiciones de un privilegio casi
un ha arruinado su salud. Esto
de comprender toda la inmerecido al ver a la gente,
dice mi madre. Ella me
magnitud de la desventura las casas, el cielo… Estoy
poco más las imágenes más esperó abajo, en la puerta de
que padecen y sentir la seguro que ninguno de
queridas, como si fuera la calle; subí, y en las
compasión que merecen. Es vosotros, al salir de allí,
desapareciendo de su escaleras me encontré al
un espectáculo muy triste, dejaría de estar dispuesto a
memoria el recuerdo de las maestro de las barbazas
hijos míos. A veces se ven allí privarse de algo de la propia
personas amadas. Uno de negras, Coatti, aquel que
chicos sentados frente a una vista para dar aunque sólo
76
mete miedo a todos y no ¿Qué tal los compañeros? —No tengo otra cosa que tranquilidad, sin cansarse, sin
castiga a nadie; él me miró ¿Todo va bien, eh, aun sin darte; es un regalo de perder la cabeza. Vete.
con los ojos fijos, bramó mí? Os encontráis bien sin mí, enfermo. Yo le miraba y tenía Saluda a tu madre. Y no
como un león en broma, y ¿no es verdad? ¡Sin vuestro el corazón triste, no sé por vuelvas a subir las escaleras;
pasó muy serio. Aún me reía viejo maestro! qué. nos volveremos a ver en la
yo cuando llegaba al piso escuela. Y si no nos volvemos
Yo quería decir que no; él me —Ten cuidado, ¿eh? —volvió
cuarto y tiraba de la a ver, acuérdate alguna vez
interrumpió: a decirme—; yo espero que
campanilla; pero pronto de tu maestro del tercer año,
saldré bien de ésta; pero si
cambié, cuando la criada me —Ea, vamos, ya lo sé que no que siempre te ha querido
no me curase…, cuídate de
hizo entrar en un cuarto me queréis mal. Y dio un bien.
ponerte fuerte en Aritmética,
pobre, medio a oscuras, suspiro.
que es tu punto débil; haz un Al oír aquellas palabras, sentí
donde se hallaba acurrucado
Yo miraba unas fotografías esfuerzo; no se trata más que deseos de llorar.
mi maestro. Estaba en una
clavadas en las paredes. de un primer esfuerzo,
cama pequeña de hierro, —Inclina la cabeza —me dijo.
porque a veces no es falta de
tenía la barba crecida. Se La incliné sobre la almohada
—¿Ves? —me dijo—. Todos aptitud; es una preocupación
puso la mano en la frente y me besó sobre los cabellos.
esos muchachos me han dado o, como si se dijese, una
como pantalla para verme Luego añadió—: Vete —y
sus retratos, desde hace más manía.
mejor, y exclamó con voz volvió la cara del lado de la
de veinte años. Guapos
afectuosa: Pero, entretanto, respiraba pared. Yo bajé volando las
chicos. He ahí mis recuerdos.
Cuando me muera, la última fuerte; se veía que sufría. escaleras, porque tenía
—¡Oh, Enrique!
mirada la echaré allí, a todos necesidad de abrazar a mi
—Tengo una fiebre muy alta…
Me acerqué al lecho, me puso aquellos pilluelos, entre los madre.
—y suspiró—. Estoy medio
una mano sobre el hombro y cuales he pasado la vida. ¿Me
muerto. Te lo repito: ¡firme *
me dijo: darás tu retrato también
en Aritmética y en los
cuando termines el grado La calle
—Muy bien, hijo mío. Has problemas! ¿Que no sale bien
elemental?
hecho bien en venir a ver a tu a la primera? Se descansa un Sábado, 25
pobre maestro. Estoy en mal Luego tomó una naranja que momento y se vuelve a
estado, como ves, querido intentar. ¿Que todavía no sale Esta tarde te he estado
tenía sobre la mesa de noche,
Enrique. Y, ¿cómo va la bien? Otro poco de descanso observando desde la ventana
y me la alargó diciendo:
escuela? y vuelta a empezar. Y cuando venías de visitar al
adelante, pero con maestro y he visto que
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tropezabas con una señora. bastón al anciano que lo ha Apaga cualquier cerilla o madre para ti: te ha
Ten más cuidado cuando dejado caer. Si dos niños colilla que veas encendida a instruido, deleitado y
vayas por la calle. También riñen, sepáralos; si son dos tu paso, ya que puede protegido. Estúdiala en sus
hay en ella deberes que hombres, aléjate para no ocasionar mucho mal. calles y en su gente, quiérela
cumplir. Si en una casa presenciar el espectáculo de Contesta con educación al y defiéndela si alguna vez la
procuras medir los pasos y la violencia brutal, que ofende que te pregunte por una desprecian delante de ti.
los gestos, ¿por qué no has y endurece el corazón. Si ves calle. No mires a nadie de
TU PADRE
de hacer otro tanto en la pasar a un hombre maniatado manera burlona, no corras sin
calle, que es de dominio entre dos guardias, no necesidad, ni grites. MARZO
público? añadas tu curiosidad a la
Respeta la calle. La educación Clases nocturnas Jueves, 2
cruel de la gente, pues podría
Recuérdalo, Enrique: cuando de un pueblo se juzga, ante
tratarse de un inocente. Deja
encuentres a un anciano, a todo, por el comportamiento Anoche me llevó mi padre a
de hablar con tu compañero y
una mujer con su criatura en que observa al ir por la vía ver las clases nocturnas de
de sonreír cuando veas una
brazos, a uno que anda con pública. Si adviertes nuestra sección Baretti.
camilla de hospital, que tal
muletas, a un hombre con su descortesía por las calles, Estaban ya las aulas
vez lleve un moribundo, o
carga a cuestas, a una familia también la hallarás en el iluminadas y los obreros
pase un cortejo fúnebre,
vestida de luto, cédeles el interior de las casas. empezaban a entrar.
pensando que bien podría
paso, con respeto; debemos
salir mañana de tu casa. Mira Y apréndete bien las calles de Al llegar vimos que el Director
tener atenciones especiales
con la mayor consideración a la ciudad donde vives; si y los maestros estaban
con la vejez, la miseria, el
los chicos de un orfelinato, algún día tuvieras que estar disgustados porque poco
amor maternal, la
que van en fila de a dos, lo lejos de ella, te alegraría antes habían roto de una
enfermedad, la fatiga y la
mismo que a los ciegos, a los tenerla presente en la pedrada el cristal de una
muerte.
mudos, a los raquíticos, a los memoria, poder recorrer con ventana. El bedel había salido
Cada vez que veas a una huérfanos y a los niños el pensamiento tu patria inmediatamente, atrapando a
persona en peligro de ser abandonados; piensa que chica, la que ha constituido un muchacho que pasaba;
arrollada por un vehículo, pasan la desventura y la por tantos años tu mundo, pero en el mismo momento
sácala de la calzada si es un caridad humana. Finge donde diste los primeros se presentó Stardi, que vive
niño; adviértele si se trata de siempre no ver a quien tenga pasos al lado de tu madre, enfrente de la escuela,
un hombre. Cuando veas a un una deformidad repugnante o donde sentiste las primeras diciendo:
pequeño llorar, pregúntale ridícula. emociones y encontraste los
siempre qué le pasa. Coge el primeros amigos. Ha sido una
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—Éste no ha sido. El culpable el cabo. Todos ocupaban maestros, a pesar de que, puesto del albañilito lo
es Franti, que tiró la piedra y seguidamente su sitio en los según nos dijo el Director, la ocupaba precisamente su
me dijo: «¡Ay de ti como bancos, quitaban el travesaño mayoría no había ido a casa a padre, el albañil tan
digas algo!» Pero yo no le donde nosotros ponemos los comer algo, por lo que debían corpulento como un gigante,
tengo miedo. pies y enseguida inclinaban sentir que apenas cabía sentado,
su cabeza sobre el trabajo con la barbilla sobre los
El Director dijo que Franti hambre.
escolar. Algunos se acercaban puños y la vista en el libro,
quedaría definitivamente
al maestro para pedirle Los pequeños, al cabo de con una atención muy
expulsado. Entretanto se iba
explicaciones, llevando los media hora de clase, daban intensa, sin que se le oyera
fijando en los obreros que
cuadernos abiertos. Vi al cabezadas y algunos incluso respirar. Y no era una
entraban por parejas o en
maestro joven y bien vestido, se dormían. El maestro les casualidad que estuviese allí,
grupitos de a tres, habiendo
al que llaman «el abogadillo», despertaba haciéndoles puesto que ya había dicho al
ya en las clases más de
con tres o cuatro obreros cosquillas en las orejas. Los Director la primera noche:
doscientos.
alrededor de su mesa, y hacía mayores, no; estaban muy
—Señor Director, le
¡Nunca me había imaginado correcciones con la pluma; despiertos, escuchando con la
agradecería que me pusiese
que fuese tan digna de verse también estaba allí el boca abierta, sin moverse lo
en el mismo sitio de mi
una escuela nocturna! Había maestro cojo, que se reía con más mínimo. Me causaba
muchachos de doce años en un tintorero que le había admiración ver en nuestros «hocico de liebre» —pues así
adelante, y hombres con llevado un cuaderno bancos a hombres barbudos. es como siempre llama a su
barba que volvían del trabajo, manchado de tinta roja y hijo.
azul. Asimismo daba clase mi Subimos al piso de arriba,
llevando libros y cuadernos.
maestro, ya curado, que corrí a la puerta de mi clase y Mi padre me tuvo allí hasta el
Eran carpinteros, fogoneros
mañana volverá a encargarse vi sentado en mi sitio a un final, y vimos en la calle
con la cara ennegrecida,
de nosotros. hombre de grandes bigotes, muchas mujeres con los niños
albañiles con las manos
que llevaba una mano abrazados al cuello que
blancas, mozos de panadería
Las puertas de las aulas vendada, que tal vez se esperaban a sus maridos, y,
con el pelo enharinado; se
estaban abiertas. Me quedé habría lastimado accionando cuando éstos salían, se hacía
notaba olor a barniz, a cuero,
admirado cuando empezaron alguna máquina o el cambio: los hombres
a pez, olores de todos los
las clases viendo lo atentos y herramienta; pero con todo tomaban en sus brazos a las
oficios. También entró un
quietos que estaban todos, se esforzaba por escribir, criaturas y las mujeres
grupo de obreros de la
oyendo sin pestañear las aunque muy despacio. Lo que llevaban los libros y
Maestranza de Artillería,
explicaciones de los más me gustó ver fue que el cuadernos hasta el propio
uniformados, mandados por
79
domicilio. La calle permaneció hermana, pero tan fuerte que no por eso cejó Stardi, que empedrado y le puso una
algún tiempo llena de gente y casi la hizo caer al suelo. La decía: rodilla sobre el pecho.
de ruido. Después todo quedó niña lanzó un grito y su
—Tú me matarás, pero me —¡El muy infame tiene una
nuevamente en silencio, y no hermano volvió la cara.
las has de pagar. navaja! —gritó un hombre,
distinguimos ya más que la Franti, que es mucho más
que acudió corriendo para
figura alta y cansada del alto y fuerte que él, pensaba: Franti no cesaba de dar a su
desarmar a Franti. Pero
Director, que se alejaba. «O se aguanta o lo muelo a contrario puntapiés y
Stardi fuera de sí ya le había
golpes. » Pero Stardi no lo puñetazos. Una mujer gritó
* sujetado el brazo con ambas
pensó dos veces. A pesar de desde la ventana:
manos y, dándole un fuerte
La pelea Domingo, 5 lo pequeñajo y
—¡Bravo por el pequeño! mordisco en el puño, le obligó
Era de esperar: Franti, al ser débil que es, se arrojó de un Otras decían: a dejar caer la navajita,
expulsado por el Director, salto sobre el chulo empezando a sangrarle la
grandullón y le propinó —Ese chico defiende a su mano.
quiso vengarse y esperó a
muchos puñetazos; sin hermana. ¡Animo, valiente! Y
Stardi en una esquina a la
a Franti le gritaban: Entretanto habían acudido
salida de la escuela, cuando embargo, no le podía y
otros, que separaron y
acostumbra a pasar por allí recibió más golpes de los que
—¡Te haces el chulo porque levantaron a los
todos los días con su dio.
eres mayor que él! ¡Cobarde! contendientes. Franti
hermana, a la que acompaña
A aquella hora sólo pasaban desapareció como perrito con
desde su colegio, sito en la El muy granuja echó la
por la calle niñas y nadie el rabo entre piernas, y Stardi
calle Dora Grossa. Todo lo zancadilla a Stardi y éste
podía separarlos. Franti lo tiró quedó dueño del campo, con
presenció mi hermana Silvia cayó debajo de él:
al suelo; pero Stardi se puso la cara arañada y un ojo
al salir de su sección, y llegó
enseguida en pie y volvió a —¡Ríndete! —le dijo Franti. hinchado, es cierto, pero con
a casa muy asustada.
plantarle cara, aunque sin Stardi le replicó: aire de triunfo junto a su
He aquí lo sucedido: Franti, poder evitar que el otro lo hermanita, que lloraba. Unas
zarandease y lo golpeara —¡No! chicas recogieron los libros y
que llevaba puesta su lujosa
gorra de hule, aplastada y como a una puerta. Al cabo Logró escabullirse de su cuadernos esparcidos por el
caída sobre una oreja, fue de de unos momentos, le enemigo y se puso de nuevo suelo.
puntillas hasta alcanzar a arrancó media oreja, le en pie; Franti le agarró —¡El pequeño —decían— es
Stardi, y para provocarlo dio amorató un ojo y le rompió entonces por la cintura y, con un valiente que ha salido en
un estirón a la trenza de su las narices, por las que le un esfuerzo furioso, lo tiró al defensa de su hermana!
salía sangre abundante. Mas
80
Stardi, sin embargo, pensaba retrato de su hijo, para él un gesto o palabra contigua y alumnos del
más en su cartera que en la desenvuelto, alegre, con sus cariñosa al pasar por su lado, Instituto de
victoria, y enseguida se puso bigotes terminados en punta él les devuelve el saludo o
enseñanza media que acuden
a comprobar si le faltaba algo y un lacito de dos colores en corresponde a sus muestras
a esperar a sus hermanitos.
y si sus enseres escolares el ojal de la solapa izquierda. de cariño, sin olvidarse de
Acostumbra a venir un
habían sufrido desperfectos. nadie; a todos hace una
Ya conozco a casi todos los caballero de edad avanzada,
Limpió los libros con la inclinación de cabeza, y
padres de los escolares a un antiguo coronel, quien no
manga, guardó la pluma, lo cuanto más pobres son y
fuerza de verlos por allí. tiene inconveniente en
puso todo en orden y, con la peor vestidos van, con tanto
agacharse para recoger del
seriedad habitual en él, dijo a Hay una abuela encorvada, mayor atención les da las
suelo un cuaderno o una
su hermanita: con toca blanca, que aunque gracias.
pluma que se le haya caído a
llueva, nieve o esté tronando,
—Vamos de prisa, que tengo A veces ocurren cosas algún chico.
acude indefectiblemente
que resolver un problema de desagradables. Un señor, que
cuatro veces al día para Tampoco faltan señoras bien
cuatro operaciones. no acudía desde hace un mes
acompañar y esperar a su vestidas que hablan con otras
por habérsele muerto un hijo
* nietecillo, un chiquito de mujeres de pañuelos a la
y mandaba a la criada por el
primero superior; le quita la cabeza y la cesta al brazo de
Los padres de los muchachos otro, al volver ayer por
capita que luego, a la salida, las cosas de la escuela, y
Lunes, 6 primera vez, cuando vio de
le vuelve a poner, le arregla dicen, por ejemplo:
nuevo la clase y a los
Esta mañana acudió a la la corbata, le sacude el polvo,
compañeros de su difunto —¡El problema de hoy era
puerta de la escuela el lo atusa y le guarda los
pequeño, se apartó a un muy difícil!
corpulento padre de Stardi a cuadernos. Bien se conoce
rincón y se le saltaron las
esperarlo, por temor que se que no tiene otro en quien —La lección de Gramática de
lágrimas, que él procuró
encontrara otra vez a Franti; pensar y que no hay para ella esta mañana no parecía tener
ocultar llevándose ambas
pero dicen que éste no en el mundo nada más fin.
manos a la cara. El Director lo
volverá, porque lo van a hermoso. También veo con
cogió de un brazo y lo
frecuencia al capitán de Y cuando se enferma alguno,
meter en un reformatorio. acompañó a su despacho.
Artillería, padre de Robetti, el todas lo saben, y se alegran
Además del padre de Stardi de las muletas, que libró a un Hay padres y madres que cuando recobra la salud.
había otros muchos. Entre niño de ser atropellado; y conocen por su nombre a Precisamente había esta
ellos, el revendedor de leña, como quiera que todos los todos los compañeros de sus mañana ocho o diez señoras
el padre de Coretti, puro compañeros de su hijo tienen hijos, y chicas de la escuela y trabajadoras que rodeaban
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a la madre de Crossi, la apunta las respuestas, le da tenga la bondad de aceptar —Muchas gracias, señora;
verdulera, preguntándole por papel, pluma y lápices, en este pequeño obsequio de pero ya le he dicho que no
el estado de un niño de la suma, se porta con él como una madre infortunada. quiero recibir nada.
clase de mi hermanito, vecino un buen hermano para Continuaré haciendo lo que
Y, acto seguido, sacó de la
de ella, que se encuentra en compensarlo, quizá, de la pueda por Crossi, sin que
cesta de las verduras una
peligro de muerte. Parece que desgracia de su padre, que ha usted tenga que darme cosa
cajita de cartón,
la escuela haga a todos repercutido en él, aunque sin alguna por ello.
iguales y amigos. percatarse de tan triste blanca y dorada. Derossi se
—¿No se habrá ofendido
realidad. De tal modo le puso rojo y rehusó el
* usted? —le preguntó la
miraba la verdulera de un presente, diciendo con
verdulera con ansiedad.
El número 78 tiempo a esta parte, que resolución:
parecía querer dejar los ojos —¡Qué va, buena mujer! —le
Miércoles, 8 en él, por lo agradecida que —Désela a su hijo; no quiero
contestó sonriendo, mientras
le está. Y es que la buena nada.
Ayer tarde estuve ella exclamaba con alegría:
mujer vive pendiente de su
presenciando una escena La mujer quedó mortificada y
infortunado hijito y se siente —¡Qué muchacho más bueno!
conmovedora. Hacía algún pidió perdón, balbuceando:
la mar de reconocida a
tiempo que la verdulera Con esto parecía haber
Derossi. Mas como quiera que —No creía que podía
miraba a Derossi con terminado el asunto. Sin
éste es de familia acomodada ofenderle… Es una cajita de
expresión de singular afecto embargo, por la tarde, a las
y el primero de la clase, lo caramelos.
cada vez que pasaba cerca de cuatro, en vez de la madre,
considera poco menos que
él, y todo porque el Derossi repitió su negativa se acercó a Derossi el padre
como a un rey y a un santo,
muchacho demuestra mayor moviendo la cabeza. Entonces de Crossi, con su cara
sintiendo por eso cierto
cariño a su hijo después de ella sacó con timidez de la tristona y melancólica. Por la
reparo en hablarle.
haberse enterado de la cesta un manojo de forma que le miró comprendí
procedencia del tintero de Pero ayer por la mañana por rabanitos, y le dijo: enseguida que sospechaba
madera y de lo ocurrido con fin se decidió, le detuvo que Derossi estaba enterado
su marido, el preso número delante de una puerta y le —Acepte por lo menos esto. de su secreto, y le dijo con
78. Derossi ayuda, dijo: Son unos rabanitos muy voz triste y afectuosa:
efectivamente, a Crossi, el frescos, que seguramente le
—Discúlpeme, señorito. gustarán a su mamá. —Usted quiere mucho a mi
pelirrojo del brazo inmóvil, en
Usted, que es tan bueno y hijo… ¿puedo saber por qué?
los trabajos de escuela le
que tanto quiere a mi hijo, Derossi se sonrió y repuso:
82
Derossi se ruborizó. Habría chico, acariciándolo. Luego se rota; mi madre le acariciaba parroquial, detrás el
querido responderle: «Le alejó, mas en cuanto hubo siempre que lo encontraba. sacerdote y a continuación el
quiero por lo desventurado dado unos pasos se volvió, se Llevaba un gorro con dos ataúd, una caja pequeña,
que es, porque usted mismo llevó la mano a la boca y la listas de paño rojo. Su padre ¡pobre chico!, con un paño
ha sido más desgraciado que besó mirando a Derossi con es mozo de estación. negro encima, y sujetas
culpable; ha expiado los ojos humedecidos, para alrededor las guirnaldas de
Ayer tarde, domingo, fuimos
cumplidamente su delito y es expresarle que le enviaba flores de las dos señoras. En
a las cuatro y media a su
un hombre de buen corazón». aquel beso. Después tomó de una parte del paño negro
casa para acompañarle hasta
Pero le faltó valor, porque en la mano a su hijito y ambos habían prendido la medalla y
la iglesia. Viven en la planta
el fondo sentía temor y casi desaparecieron con rapidez. tres menciones honoríficas
baja. En el patio había ya
repugnancia ante aquel que el pequeño se había
* muchos chicos de primero
hombre que había atacado a ganado a lo largo del año.
superior con sus madres y
otro y pasado seis años en El niño muerto Lunes, 13
velas en las manos, cinco o Llevaban el ataúd Garrone,
presidio. Él lo adivinó todo y,
El niño que vivía en el patio seis maestras y algunos Coretti y dos chicos de la
bajando la voz, dijo al oído, y
de la verdulera, de primero vecinos. vecindad. Detrás iban,
casi temblando, a Derossi:
superior, compañero de mi primeramente, la señora
La maestra de la pluma roja y
—Quieres a mi hijo… No hermanito, ha muerto. La Delcati, que lloraba como si el
la señora Delcati entraron en
desprecias a su padre, ¿no es maestra Delcati se presentó muerto hubiese sido hijo suyo
la vivienda, y las veíamos
verdad? muy afligida el sábado por la y a continuación las otras
llorar por una ventana
tarde para comunicar a mi maestras; detrás de éstas,
—¡Ah, no, no! i Todo lo abierta; también se oían los
maestro la triste noticia, e los chicos, algunos muy
contrario! —exclamó Derossi fuertes sollozos de la afligida
inmediatamente se ofrecieron pequeños, con ramilletes de
en un arranque de su buen madre del niño. Dos señoras,
Garrone y Coretti para llevar violetas en una mano, que
corazón. madres de compañeros del
el ataúd. miraban el féretro con cierto
muerto, habían llevado
El hombre tuvo entonces la estupor, dando la otra a las
Era un excelente muchachito guirnaldas de flores.
intención de darle un abrazo; respectivas madres, que
que la semana última se llevaban las velas por ellos.
pero no se atrevió, A las cinco en punto, en
había ganado la medalla.
limitándose a tomar entre sus cuanto llegó el sacerdote, se
Quería mucho a mi hermanito Oí a uno de ellos, que decía:
dedos uno de los dorados puso en marcha la comitiva.
y, como prueba de su
rizos del Iba delante un muchacho, —¿Y ahora ya no vendrá más
amistad, le regaló una hucha
que llevaba la cruz a la escuela?
83
Al salir el féretro del patio, Baretti. ¡Descansa en paz, mañana entreguen en el la misma Roma en el grupo
por la ventana se oyó un grito angelito! teatro los diplomas a las «Tommaseo»; se encontraron
desesperado, lanzado por la autoridades? fácilmente vénetos,
*
madre del niño difunto; pero lombardos y romañolos; el
El calabrés dijo que sí y el
enseguida la hicieron entrar La víspera del día 14 de grupo «Monviso» da un
Director contestó:
en el interior. marzo
napolitano, hijo de un militar;
—Está bien; así habrá un
Ya en la calle, encontramos a La jornada de hoy ha sido nosotros designamos a un
representante de Calabria. Os
los chicos de un colegio, que bastante más alegre que la genovés y a un calabrés; éste
aseguro que será un acto
iban en fila de a dos, y viendo de ayer. ¡Trece de marzo! eres tú, Coraci. Con el
digno de verse. Este año ha
el ataúd con la medalla y Víspera de la distribución de piamontés, habrá doce. ¿No
querido el Ayuntamiento que
acompañado por las premios en el teatro Víctor os parece que la idea es
diez o doce chicos de las
maestras, se quitaron todos Manuel, la grande y hermosa acertada? Serán hermanos
diversas regiones de Italia,
sus gorras. fiesta de todos los años. Pero vuestros de todas las
designados en los distintos
esta vez no se designan al regiones italianas los que os
¡Pobre niño! ¡Se fue al cielo centros docentes de la
azar los alumnos que han de den los premios. Mirad, se
para siempre, durmiendo su ciudad, se encarguen de
subir al escenario para presentarán los doce a la vez
cuerpecito con su medalla en presentar los premios.
presentar los diplomas de los en el escenario. No dejéis de
las entrañas de la tierra! Ya Contamos actualmente en
premios a los señores saludarlos con nutridos
no lo volveremos a ver con su Turín con veinte grupos
encargados de entregarlos. aplausos. Es verdad que son
gorro encarnado. Estaba bien, escolares y cinco anejos, que
unos chicos como vosotros,
y falleció a los cuatro días de El Director vino esta mañana frecuentan siete mil alumnos,
pero representan a sus
caer malo. El último día poco antes de la hora de y entre tan gran número no
respectivas regiones como si
todavía quiso levantarse para salida, y empezó diciendo: ha costado mucho trabajo
fueran ya personas mayores.
hacer su trabajito de encontrar un muchacho por
Una pequeña bandera tricolor
vocabulario, y se empeñó en —Muchachos, tengo que cada región italiana. En el
simboliza a Italia lo mismo
tener la medalla sobre su daros una buena noticia. — grupo «Torcuato Tasso» se
que una grande, ¿no es así?
cama, por miedo a que se la Luego añadió: — hallaban dos representantes
Aplaudidlos, pues,
quitaran. ¡Nadie te la quitará de las islas: un sardo y un
¡Coraci! —El calabrés se puso calurosamente para
ya, pobre pequeño! ¡Adiós, siciliano; la escuela
inmediatamente de pie—. demostrar que vuestros
adiós! Siempre nos Boncompagni proveyó un
¿Quieres ser uno — le corazones infantiles saben
acordaremos de ti en el grupo chico florentino, hijo de un
preguntó— de los que sentir gran amor y que
ebanista; hay un romano de
84
vuestras almas de diez años echó a reír. Al decir el otra a la izquierda, por donde había padres y madres que
se exaltan ante la santa calabrés que era su padre, los deberían bajar después de daban el último toque a las
imagen de la Patria. otros le dejaron a su lado y recibir el premio. Delante, en cabezas y a las corbatas de
se esparcieron en todas el escenario, había una fila de sus hijos y no dejaban de
Dicho esto, se fue, y el
direcciones. sillones rojos, y del respaldo mirarlos.
maestro dijo, sonriéndose:
del que ocupaba el centro
* En cuanto entré con mi
—De manera que tú, Coraci, pendía una pequeña corona
familia en el palco que nos
eres el designado por Los premios Martes, 14 de laurel; el fondo del
correspondía, vi en otro de
Calabria. escenario era un bosque de
El amplio teatro estaba ya enfrente a la maestrita de la
banderas; a un lado había
Todos aplaudimos entonces, completamente lleno a eso de pluma roja, con sus graciosos
una mesita con tapete verde
sin parar de reírnos, y cuando las dos. El patio de butacas, hoyuelos, que se reía, y con
con todos los premios
estuvimos en la calle, las plateas, los palcos, el ella a la maestra de mi
enrollados y
rodeamos a Coraci; algunos escenario, estaban ocupados hermano, así como a la
le cogieron por las piernas, lo por entero, viéndose millares atados con cintas de seda «monjita», vestida de negro,
alzaron y lo llevaron como en de caras de niños, señoras, tricolores. La banda de y mi maestra de primero
triunfo, gritando: maestros, obreros, mujeres música ocupaba una platea superior; pero la pobre
del pueblo y hombres. Era cerca del escenario. Los estaba tan pálida y tosía tan
—¡Viva el diputado de maestros y las maestras fuerte, que se le oía desde
como un mar de cabezas que
Calabria! llenaban la mitad de la todas partes. En el patio de
se movían, un continuo
vaivén de lazos y rizos, primera galería, que les había butacas distinguí enseguida la
Era; naturalmente, una
percibiéndose un murmullo sido reservada; los bancos y simpática cara de Garrone y
broma, pero sin ningún sabor
denso y alegre que producía los corredores estaban la pequeña cabeza rubia de
a escarnio, sino todo lo
mucho gozo. atestados de centenares de Nelli, que estaba muy pegado
contrario, para demostrarle
chicos cantores con los a él. Algo más allá vi a
afecto, pues es un chico al
El teatro aparecía adornado papeles de música en las Garoffi, con su nariz de
que todos queremos; y él se
con colgaduras de paño rojo, manos. Por el fondo y por los lechuza, que se afanaba para
sonreía de satisfacción.
blanco y verde. En el patio de lados iban y venían maestros recoger listas impresas de los
Así lo llevaron hasta la butacas habían puesto dos y maestras que ponían en las que iban a recibir el premio, y
esquina, donde se escaleras, una a la derecha, primeras filas a los ya tenía un buen fajo de
encontraron con un señor de por donde debían subir al designados para recibir los ellas, seguramente para
barba negra, que también se escenario los premiados, y premios, y por todas partes alguno de sus negocios…

85
Mañana lo sabremos. Cerca de canto de las escuelas con italianas. Todos lo sabían y —Aquel pequeño rubio es el
de la puerta se hallaba el la batuta en la mano. A una los esperaban, mirando con representante de Venecia. El
vendedor de leña juntamente señal suya todos los chicos curiosidad hacia la parte por romano es el otro alto y con
con su mujer vestidos de del patio de butacas se donde debían hacer su el pelo rizado.
fiesta, al lado de su hijo que pusieron de pie, y a otra, aparición. También
Había dos o tres bien
con no pequeño asombro mío empezaron a cantar. Eran guardaban silencio el señor
trajeados; los demás eran
no llevaba la gorra de piel de setecientos los que Alcalde y demás señores de
hijos de obreros, aunque
gato ni el jersey color interpretaban una bellísima los sillones rojos.
todos estaban limpios y
chocolate, sino que estaba canción. ¡Qué gusto daba oír
De pronto aparecieron aseados. El florentino, que
trajeado como un señorito. aquel inmenso coro! Todos
contentos y sonrientes los era el más pequeño, llevaba
En una galería vi unos escuchaban inmóviles. Era un
doce, que subieron una faja azul en la cintura.
instantes a Votini, con su canto dulce, de voces claras,
rápidamente al escenario, Pasaron todos por delante del
gran cuello bordado, pero tan lento como uno de iglesia.
donde se situaron en correcta señor Alcalde, que fue
enseguida desapareció. En un Cuando callaron, todos
formación. Las tres mil besándolos en la frente
palco de proscenio, lleno de aplaudieron y luego
personas que llenaban el mientras que un señor
gente, estaba el capitán de guardaron completo silencio.
teatro se pusieron de pie sentado junto a él le decía
Artillería, padre de Robetti, el
Iba a comenzar la distribución súbitamente, oyéndose un por lo bajo y sonriendo los
de las muletas.
de premios. Mi maestro de la estruendoso aplauso. Los nombres de las ciudades:
Al dar las dos, empezó a sección segunda ya se había chicos permanecieron unos
—Florencia, Nápoles, Bolonia,
tocar la banda de música y al adelantado, con su cabeza instantes como aturdidos.
Palermo… —y el teatro
mismo tiempo subieron por la rubia y sus avispados ojos,
—¡Eso es Italia! —dijo una aplaudía conforme iban
escalera de la derecha el por ser el encargado de leer
voz. pasando. Luego todos ellos se
señor Alcalde, el Gobernador, los nombres de los
acercaron a la mesita verde
el Secretario, el Inspector y premiados. Se esperaba que Enseguida reconocí a Coraci,
para tomar los diplomas. El
muchos otros señores, todos entrasen los doce chicos el calabrés, vestido de negro,
maestro empezó a leer la
vestidos de negro, que designados para ir dando los como siempre. Un señor del
lista, mencionando los grupos
tomaron asiento en los diplomas. Los periódicos ya Ayuntamiento, que estaba
escolares, las secciones y las
sillones rojos colocados en la habían anunciado que serían con nosotros y conocía a
clases a que pertenecían, así
parte delantera del escenario. muchachos de todas las todos, le iba diciendo a mi
como los nombres de los
regiones madre:
Cuando la banda cesó de premiados, y éstos
tocar, se adelantó el director comenzaron a subir, según
86
los iban nombrando, al escenario, se confundían y no que conocía. Entre ellos —¡Julio Robetti!
escenario. sabían hacia dónde tenían Coretti, vestido de nuevo de
Vimos avanzar al hijo del
que dirigirse, provocando una pies a cabeza, con su risueño
Apenas habían subido los capitán de Artillería,
risa general. Pasó uno que y alegre semblante,
primeros cuando empezó a apoyándose en sus muletas.
apenas tendría tres palmos enseñando sus blancos
oírse por detrás del escenario Cientos de muchachos
de alto, con un gran lazo dientes, y sin embargo, nadie
una suave música de violines, conocían el hecho heroico y al
color de rosa en la espalda, podía saber los quintales de
que no cesó mientras momento corrió la noticia por
que a duras penas podía leña que habría llevado a sus
desfilaban los agraciados. Era el inmenso salón estallando
andar, el cual tropezó en la espaldas por la mañana. Al
una melodía grata al oído, una salva de aplausos y de
alfombra y cayó; el entregarle el diploma, el
que parecía un murmullo de vítores que hizo temblar las
Gobernador le levantó y fue señor Alcalde le preguntó qué
muchas voces en sordina, las paredes; los hombres se
motivo de era una señal roja que tenía
de las madres, maestros y pusieron de pie, las señoras
en la frente, manteniendo
maestras, como si todos a risa y de aplausos. Otro se empezaron a agitar sus
entretanto una mano sobre
una les diesen consejos, resbaló por la escalerilla, pañuelos, y Robetti se detuvo
su hombro. Yo busqué con la
rezasen por ellos o les yendo a parar al patio de en medio del escenario
vista a su padre y a su madre
hicieran amorosas butacas; aunque se oyeron aturdido y tembloroso… El
por el patio de butacas, y
reconvenciones. Entretanto, gritos de alarma, no se hizo señor Alcalde, le puso junto a
observé que se reían,
los premiados desfilaban uno daño alguno. Fueron sí, le entregó el premio, le dio
tapándose la boca con una
a uno por delante de los desfilando chicos de toda un beso, y, sacando del
mano. Luego pasó Derossi,
señores sentados en los clase, caritas de galopines, respaldo del sillón la coronita
luciendo un bonito traje azul
sillones rojos, que les iban semblantes asustados, de laurel, se la puso en la
con botones dorados que
entregando los diplomas, algunos tan encarnados como almohadilla de la muleta…
brillaban mucho y sus
diciendo a cada uno unas la grana, chiquitines Después lo acompañó hasta
dorados rizos, esbelto,
palabritas o haciéndoles una graciosos que a todos el palco del proscenio donde
decidido, con la frente alta,
caricia. Los muchachos de las sonreían, y en cuanto volvían estaba el capitán, su padre,
tan simpático como siempre;
butacas y de las galerías a donde estaban sus padres, quien lo tomó y subió en vilo
de buena gana le habría dado
aplaudían cada vez que las mamás los cogían y se los al interior, en medio de
un abrazo; los señores le
pasaba alguno muy pequeño llevaban. vítores y aclamaciones.
decían algo y le daban la
o más pobremente vestido. Entretanto continuaba la
Cuando tocó la vez a nuestro mano.
Había algunos de primero suave y grata música de los
grupo, ¡entonces sí que me
superior que, una vez en el El maestro gritó después: violines y seguían desfilando
divertí! Pasaban muchos a los
87
los chicos premiados: los del Entonces se levantaron los El maestro le puso junto a mí. Yo me quedé mortificado, se
grupo de la Consolata, en su chicos que había en el teatro Yo estaba escribiendo en mi me desvaneció la furia y me
mayoría hijos de y tendieron los brazos hacia cuaderno de caligrafía; él me arrepentí en mi interior.
comerciantes; los del grupo las maestras y los maestros, dio un empujoncito en el codo
No; ciertamente no podía
de «Vanquiglia», hijos de que contestaron moviendo las y me hizo echar un borrón
haberlo hecho Coretti con
trabajadores; los del grupo manos, los sombreros y los hasta manchar el cuento
mala intención. Es buen
de «Boncompagni», muchos pañuelos, de pie y mensual, Sangre romañola,
muchacho, pensé. Me acordé
de ellos hijos de agricultores; visiblemente emocionados. que debía copiar para el
de cómo le había visto en su
los de la escuela «Ranieri», albañilito, que está enfermo.
Por último tocó otra vez la casa trabajar, atender a su
que fue la última. Yo me enfadé y le dije una
banda de música y el público madre enferma y la alegría
palabrota. Él me contestó
En cuanto terminó el reparto dedicó un postrero y con que después le recibí en
sonriendo:
de premios, los setecientos estruendoso aplauso a los mi casa y la buena impresión
chicos de las butacas chicos representantes de las —No lo he hecho adrede. que había causado a mi
entonaron una canción muy regiones italianas, que se padre. ¡Cuánto habría dado
Debería haberle creído, pues
bonita; después habló el presentaron en el escenario por no haberle dicho aquella
le conozco bien; sin embargo,
señor Alcalde y a en fila y con los brazos palabrota ni haberme portado
me desagradó que se
continuación el Secretario, entrelazados, bajo una lluvia tan soezmente con él! Me
sonriese y pensé: «Éste se
que terminó diciendo: de ramos de flores. acordé del consejo de mi
siente orgulloso porque le han
padre: «¿Has obrado mal?
—…No salgáis de aquí, * dado el premio»; y luego,
Pues pide perdón». Sin
queridos niños, sin antes para vengarme, le di un
La disputa Lunes, 20 embargo no quería hacerlo,
enviar un saludo a quienes empujón que le estropeó la
me avergonzaba tener que
tanto se afanan por vosotros, Puedo asegurar que no ha plana. Entonces, montando
humillarme. Le miraba
a los que os dedican todas las sido la envidia por haber en cólera, me dijo:
energías de recibido él un premio y yo no, de reojo; veía la malla de su
—¡Tú sí que lo has hecho
el motivo de la disputa que jersey abierta por la espalda,
su inteligencia y de su aposta! —Y levantó la mano,
esta mañana he tenido con quizá de la mucha leña que
corazón, y que viven y que retiró de inmediato
Coretti. No ha sido por había tenido que transportar,
mueren por vosotros. porque le observaba el
envidia, pero reconozco que notaba que me inspiraba gran
maestro. Pero añadió en voz
Y señaló la galería de los he obrado mal. afecto, y decía para mí: «Ten
baja—: ¡Te espero a la salida!
maestros. valor»; pero la palabra
«perdóname» se me quedaba
88
en la garganta. Él también con la regla en la mano. Él se Luego añadió—: ¡No debiste desgracia, te haría de madre
me miraba de reojo, de vez me acercó, yo levanté la usar la regla con un y te querría como a un hijo?
en cuando, y me parecía que regla en son de amenaza y él compañero mejor que tú, ¿No sabes que, cuando
estaba más apesadumbrado me dijo, sonriendo sobre el hijo de un antiguo nuestro padre y nuestra
que enfadado. Pero entonces amablemente y apartándome soldado! madre ya no existan, seré yo
yo le miraba con gesto adusto la regla: tu mejor amiga, la única con
Y, tomándome la regla, la
para darle a entender que no quien podrás hablar de
—No, Enrique; seamos tan hizo dos pedazos y la tiró
le tenía miedo. El me repitió: nuestros difuntos y de tu
amigos como antes. contra la pared.
infancia, y que si fuese
—Nos veremos las caras
Por un momento me quedé * preciso trabajaría para
cuando salgamos.
aturdido y sin saber qué sostenerte y proveer a tus
Mi hermana Viernes, 24 estudios, y que te querré aun
—Sí, nos las veremos —le hacer, pero luego, como si
contesté. una mano me hubiese cuando seas mayor, que te
¿Por qué, Enrique,
empujado por la espalda, me seguiré con el pensamiento
después de
Pero pensaba en lo que me cuando te encuentres lejos,
encontré entre sus brazos. El afearte nuestro
aconsejaba mi padre: «Si te siempre, porque hemos
magnífico compañero me dio padre tu mal
ofenden, defiéndete; pero sin crecido juntos y tenemos la
un beso y me dijo: comportamiento con Coretti,
llegar nunca a pelearte». Y en misma sangre? ¡Oh, Enrique!
has sido tan descortés
conformidad con tal máxima —Nada de enfados entre Ten por cierto que si cuando
conmigo? No puedes
pensaba, efectivamente, nosotros, ¿no te parece? seas hombre te sucede
defenderme, pero sin figurarte lo mucho que me ha alguna desgracia y,
—Sí, tienes razón —le
pelearme a golpes y dolido. ¿No sabes que cuando encontrándote solo, vinieras a
respondí. Y nos separamos
puñetazos. Sin embargo eras pequeñín pasaba horas decirme:
contentos.
estaba muy nervioso y enteras junto a tu cuna en
apesadumbrado, y ni siquiera «Silvia, hermana mía, déjame
Cuando llegué a casa y se lo lugar de ir a jugar con mis
seguía las explicaciones del estar contigo; hablemos de
conté todo a mi padre, amigas y que cuando estabas
maestro. cuando éramos dichosos, ¿te
creyendo que le agradaría, se enfermo saltaba todas las
acuerdas? Hablemos de
enojó y me dijo: noches de la cama para ver si
Por fin llegó el momento de nuestra madre, de nuestra
tenías fiebre? ¿No sabes tú
salir. Cuando estuve solo en —Tú debías haber sido el casa, de aquellos venturosos
que ofendes a tu hermana,
la calle vi que me seguía primero en tenderle la mano, días tan lejanos», entonces,
que, si sobre nosotros se
Coretti. Me detuve y le esperé puesto que habías faltado. — Enrique, encontrarás a tu
abatiera una tremenda
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hermana con los brazos Enrique, escríbeme una años. Era una casita de había vuelto a casa sobre las
abiertos. palabra cariñosa. planta baja, situada en la once, después de pasar fuera
carretera y como a un tiro de muchas horas, y la abuela le
Sí, querido Enrique, y TU HERMANA SILVIA
fusil de un pueblecito poco había esperado despierta,
perdóname el reproche que
No soy digno de besarte las apartado de Forlí, ciudad de llena de ansiedad,
ahora te expreso. No me
manos. ENRIQUE la Romaña, no habiendo inmovilizada en un ancho
acordaré de ninguna mala
cerca de ella más que una sillón de brazos en el que
pasada tuya y, aunque me * casa deshabitada, en ruinas solía pasar todo el día y, a
des otros disgustos, siempre
desde hacía dos meses a menudo, también toda la
serás mi hermano; sólo me Sangre romañola CUENTO
causa de un incendio, y sobre noche, pues la fatiga no le
acordaré de que te tuve en MENSUAL
la cual todavía se veía el permitía estar acostada.
brazos cuando eras pequeñín,
Aquella tarde la casa de letrero de una posada. Por
de haber querido contigo a Llovía, y el viento lanzaba la
Federico estaba más tranquila detrás de la casita había un
nuestro padre y a nuestra lluvia contra los cristales. Era
que de costumbre. El padre, huertecito rodeado de setos,
madre, de haberte visto una noche muy oscura.
que tenía una tienda-bazar, al que daba una puertecita
crecer, de haber sido tu más Federico había vuelto
había ido a Forlí de compras; rústica; la puerta de la
fiel compañera durante tantos cansado, lleno de barro, con
con él se había marchado la tienda, que era también la de
años. Pero escríbeme siquiera la chaqueta desgarrada y un
madre llevando a Luisita, su la casa, se abría sobre la
una palabra cariñosa en este cardenal en la frente,
hermanita, para que la viese carretera. En derredor se
cuaderno para que pueda producido por una pedrada;
el oculista, que debía operarle extendía la campiña solitaria
leerla antes del anochecer. se había peleado con otros
un ojo enfermo; pensaban con vastos campos de cultivo
Entretanto, para demostrarte muchachos y, por añadidura,
regresar a la mañana y plantas de moras.
que no estoy enojada contigo, había jugado y perdido todo
siguiente.
viendo que ayer estabas Faltaba poco para la el dinero que llevaba, dejando
cansado, he copiado por ti el Poco faltaba para la medianoche; llovía y soplaba la gorra en una zanja.
cuento mensual, Sangre medianoche. La mujer que el viento. Federico y su
Aunque la cocina sólo estaba
romañola, que tú debías prestaba sus servicios abuela, todavía levantados,
iluminada por un quinqué
copiar para el albañilito, que durante el día se había ido se hallaban en la cocina-
semiapagado colocado en un
está enfermo; búscalo en el hacia el oscurecer. En la casa comedor, entre la cual y el
extremo de la mesa junto al
cajoncito de la izquierda de tu sólo quedaban la abuela, con huerto había una pequeña
sillón, la pobre abuela había
mesa; lo escribí anoche las piernas paralizadas, y habitación llena de trastos y
visto al momento el lastimoso
mientras dormías. Por favor, Federico, su nieto, de trece muebles viejos. Federico
estado en que se hallaba su
90
nieto, sabiendo todo lo Federico escuchaba a su conocí de muchacho, y sentía embargado de ternura,
sucedido en parte por haberlo abuela de pie, a tres pasos de empezó como tú. Ten pero su orgullo no se lo
adivinado y lo demás por la distancia, apoyado en un presente que puedes denigrar permitía manifestar.
confesión que sacó a Federico arca, con la barbilla sobre el a tu padre y a tu madre como
—¡Ay, Federico! —continuó la
sobre sus travesuras. pecho, el entrecejo arrugado él y causarles tanto mal como
abuela viéndole tan callado—.
y todavía ese desventurado.
La anciana señora quería con ¡No me dices ni una palabra
toda el alma al muchacho y, encendido por la ira de la Federico guardaba silencio. de arrepentimiento! Ya ves el
cuando se enteró de todo, se pelea. Sobre la frente le caía No estaba pesaroso, ni mucho estado en que me encuentro,
echó a llorar. un mechón de hermosos menos. Su actitud obedecía que puede acabar conmigo.
cabellos castaños, teniendo más bien al exceso de No debieras consentir que
—¡Ah, no! —dijo después de
inmóviles sus azules ojos. vitalidad y de audacia que a padeciera tanto, que por tu
un largo silencio—; no tienes
pura sensiblería; su padre le culpa llorase la madre de tu
compasión de tu pobre —Del juego al robo —repitió
había acostumbrado mal madre, tan vieja y próxima a
abuela, de lo contrario no te la abuela que continuaba
precisamente porque, su fin, tu pobre abuela, que
aprovecharías de la ausencia llorando—. Piensa en eso,
considerándole capaz, en el siempre te ha querido tanto,
de tu madre para darme Federico. Piensa en el
fondo, de los más hermosos que te mecía noches enteras
tantos disgustos. Ya ves, me botarate del pueblo, en Víctor
sentimientos, esperando cuando eras un nene de
has dejado sola todo el día. Mozzoni, que ahora
ponerle a prueba de acciones pocos meses, y que no comía
Debo advertirte, Federico, vagabundea por la ciudad,
varoniles y generosas, le por entretenerte. ¡Tú qué
que has emprendido un que a sus veinticuatro años
dejaba rienda suelta, en la sabes! Yo siempre decía:
camino que te conducirá a un ha estado ya dos veces en la
confianza de que se iría «¡Éste será mi último
triste fin. He visto a otros que cárcel y ha hecho morir de
reformando por sí solo. Era consuelo!», y ahora me
comenzaron como tú y pena a su pobre madre, a la
bueno, pero tozudo, aunque matas a disgustos. De buena
acabaron muy mal. Se que yo conocía, obligando a
apareciese en su corazón el gana daría lo poco que me
empieza por salir de casa su padre a marcharse a
arrepentimiento y dejase queda de vida con tal de que
para pelearse con otros Suiza, para no sufrir mayor
escapar de su boca las fueses otra vez un buen
muchachos, jugarse el dinero, vergüenza. Piensa en ese
buenas palabras que nos chico, tan obediente como
y luego, poco a poco, de las desgraciado joven, siempre
inclinan a perdonar: «¡Sí, no aquellos días… cuando te
pedradas se pasa a las en compañía de otros peores
me he portado bien; no lo llevaba al santuario de la
cuchilladas, del juego a otros que él hasta el día en que lo
haré más, te lo prometo! Santísima Virgen. ¿Te
vicios, y de éstos… ¡al robo! metan en presidio para toda
Perdóname». A veces se acuerdas, Federico? Tú me
su vida. Pues bien, yo le
91
llenabas los bolsillos de —Entonces, Federico —dijo la —¿Quién anda ahí? —repitió —¿Dónde deja tu padre el
piedrecitas y de hierbas, y yo anciana, enjugándose los ojos Federico, muerto de miedo. dinero?
te traía a casa en mis brazos, —, ¿me prometes ser bueno y
Pero apenas hubo El chico respondió con un
dormidito. En cambio, ahora no hacer llorar ya más a tu
pronunciado tales palabras, hilillo de voz, y dando diente
que estoy paralítica y tengo pobre abuela?
ambos lanzaron un grito de con diente:
tanta necesidad de tu cariño
Un nuevo ruido la terror. Dos hombres entraron
como del aire para respirar, —Allá… en el armario.
interrumpió. en la cocina-comedor: el uno
porque no tengo, pobre de
sujetó al muchacho y le tapó —Ven conmigo —le dijo el
mí, a otro ser en el mundo… —¡No me parece que sea la
la boca con la mano; el otro hombre.
¡Dios mío! lluvia! —exclamó,
agarró a la anciana por la
palideciendo—. ¡Vete a ver! Y lo llevó a la fuerza al
Federico estaba por echarse garganta. El primero dijo:
en brazos de su abuela, cuartito, sin dejar de
Mas enseguida añadió:
—¡Silencio, si no quieres agarrarle el cuello por la
dominado por la emoción,
—No, ¡quédate aquí! —Y asió morir! El segundo: garganta. En el suelo había
cuando le pareció oír un
ligero ruido, unos crujidos al muchacho por una mano. una linterna.
—¡Calle! —y alzó el puñal.
continuados en la habitación Los dos llevaban un pañuelo
Quedaron los dos conteniendo —¿Dónde está el armario? —
de al lado, que daba al oscuro por la cara, con
la respiración. Solamente se preguntó.
huerto. Pero no distinguía si agujeros a la altura de los
oía el ruido producido por la
eran las puertas u otra cosa. ojos. El muchacho, medio ahogado,
lluvia.
señaló el armario.
Puso oído atento. La lluvia Durante unos instantes sólo
A continuación ambos
caía con fuerza. El ruido se se percibió la respiración de Entonces, para estar seguro
sintieron un escalofrío. A los
repitió, y la abuela también lo los cuatro y el ruido del muchacho, el hombre lo
dos les había parecido oír
oyó. producido por la lluvia, la puso de rodillas ante el
ruido de pies en la
anciana apenas podía armario, apretándole
—¿Qué es? —preguntó un habitacioncita de los muebles
respirar, y tenía los ojos fuertemente el cuello entre
momento después, muy viejos.
desorbitados. sus piernas, de manera que
intrigada.
—¿Quién es? —preguntó pudiera estrangularlo si
Federico haciendo de tripas El que sujetaba al muchacho chillaba, y teniendo la linterna
—Debe ser la lluvia —
corazón. Nadie respondió. le dijo al oído: en una mano, sacó con la
murmuró el muchacho.
otra del bolsillo una ganzúa,

92
que metió en la cerradura; muchacho y a la anciana, que un grito desesperado, Permaneció un ratito en
hurgó, rompió, abrió de par acababa de abrir otra vez los Federico se había arrojado silencio, sin parar de temblar
en par las hojas de la puerta, ojos: sobre la abuela, cubriéndola violentamente.
lo revolvió todo con su cuerpo.
—¡Ni una sola palabra o Luego logró preguntar:
confusamente, se llenó los
vuelvo y os degüello! Y miró El asesino huyó, chocando
bolsillos, cerró, volvió a abrir —¿Se han ido ya? —Sí, se
fijamente a los dos. con la mesa y volcó el
y a buscar. Luego cogió de fueron.
quinqué, que se apagó.
nuevo al muchacho, En aquel momento se oyó a
llevándole donde el otro tenía —¡No me han matado! —
lo lejos, por la carretera, un El muchacho se deslizó
aún agarrada a la anciana, murmuró la anciana con voz
canto de muchas voces. lentamente sobre la abuela,
convulsa, con la cabeza caída ahogada.
cayó de rodillas y permaneció
y la boca abierta. El ladrón giró rápidamente la
en tal actitud abrazando a la —No… estás a salvo —dijo
cabeza hacia la puerta, y por
anciana por la cintura y con la Federico con voz muy débil—.
El que sujetaba a la abuela la violencia del movimiento se
cabeza apoyada en su Estás a salvo, yayita. Se han
preguntó en voz baja al otro: le cayó el antifaz.
regazo. llevado el dinero. Pero papá
—¿Ha caído algo? La anciana lanzó un grito: había dejado poco.
Transcurrieron unos
—Sí —le contestó. Y añadió —¡Mozzoni! instantes; todo estaba a La anciana dio un suspiro.
—: Mira hacia la puerta. oscuras; el canto de los
—¡Maldita! —rugió el aldeanos se iba alejando por —Yaya —dijo Federico,
El que estaba con la anciana reconocido—. ¡Tienes que permaneciendo de rodillas y
el campo. La anciana recobró
fue a la puerta del huerto morir! teniendo un brazo en su
el sentido.
para cerciorarse si había cintura—, yayita, ¿verdad que
alguien por allí, y dijo desde Y se abalanzó con un puñal —¡Federico! —dijo con voz me quieres?
el cuartito de los trastos, con en alto contra la anciana, que apenas perceptible y dando
una voz que parecía un quedó desvanecida en el diente con diente por el —¿No te he de querer, hijo
silbido: acto. temblor que la invadió. mío? —le respondió,
poniéndole una mano en la
—Ven. El asesino descargó el golpe, —¡Abuela! —respondió él. cabeza—. ¡Qué susto has
pero con un movimiento
debido llevar, pobrecito mío!
El que había quedado en la rapidísimo, dando La anciana hizo un esfuerzo
¡Señor, Dios misericordioso!
cocina y retenía a Federico para hablar, pero el terror le
Enciende la luz… Pero no, es
enseñó un arma blanca al paralizaba la lengua.
93
mejor que continuemos a —Gracias, yaya —le contestó Pero Federico ya no replicó. El camino se detuvo Garrone y
oscuras. Tengo todavía el muchacho con voz cada pequeño héroe, el salvador dijo con la boca llena de pan:
mucho miedo. vez más débil—. Ahora… de la madre de su madre,
—¿Qué vamos a comprar? —y
estoy contento. ¿Verdad que herido mortalmente por
—Abuela —replicó el hacía sonar dos monedas que
te acordarás de mí, yayita… artera puñalada en la
muchacho—, siempre os he llevaba en el bolsillo.
de tu Federico? espalda, había entregado a
dado muchos disgustos a
Dios su bella y valerosa alma. Pusimos diez céntimos cada
todos… —¡Federico! —exclamó la
uno y compramos tres
abuela, inquieta y *
—No, Federico, no digas eso; grandes naranjas.
preocupada, poniéndole las
yo no me acuerdo de nada, El albañil Martes, 28
manos en la espalda e Subimos a la buhardilla.
todo lo he olvidado. ¡Te
inclinando la cabeza para El albañilito está gravemente Delante de la puerta Derossi
quiero mucho, ángel mío!
mirarle la cara. enfermo; el maestro nos se quitó la medalla y se la
—Os he dado muchos recomendó que fuésemos a guardó en el bolsillo. Le
—Acuérdate de mí —
disgustos —continuó diciendo verle, y convinimos Garrone, pregunté por qué lo hacía y
murmuró aún el muchacho
Federico con gran dificultad, Derossi y yo en ir los tres me respondió:
con una voz que parecía un
temblándole la voz—; pero… juntos. Stardi gustosamente
soplo—. Dales un beso de mi —Bueno, no sé… para no
os quiero. ¿Me perdonas, nos habría acompañado; pero
parte a papá, a mamá… a presentarme con ella…; me
yaya? como el maestro nos encargó
Luisita… ¡Adiós, yaya, yayita… parece más delicado no llevar
la descripción del Monumento
¡Perdóname! ! la medalla.
a Cavour, dijo que quería
—Sí, querido, te perdono, te —¡Por todos los Santos! ¿Qué verlo para hacer más exacta Llamamos y nos abrió el
perdono de todo corazón. tienes? —gritó la anciana, la descripción. Por probar padre de nuestro compañero.
¡Pues no te iba a perdonar! palpando con ansiedad la también, invitamos al Era un hombretón
¡No faltaba más! Anda, cabeza del chico, que estaba orgulloso de Nobis, que nos
reclinada en sus rodillas. dio una rotunda negativa. formidable, como un gigante,
levántate. Ya no te reñiré
Luego, con toda la voz que Votini se excusó, quizás por pero tenía alterado el
más. Eres bueno,
pudo sacar, exclamó con miedo a mancharse el traje semblante y parecía
muy bueno. Ea, enciende la desesperación—: ¡Federico! de yeso. Nos fuimos al salir asustado.
luz, querido. Levántate. de la escuela, a las cuatro.
¡Federico! ¡Amor mío! —¿Quiénes sois? —preguntó.
Llovía a cántaros. Por el
¡Ángeles del cielo, ayudadme! Garrone respondió.

94
—Unos compañeros de de liebre, pobre albañilito! por el amor de Dios, si no —¡Garrone, Garrone!
Antonio, que le traemos tres Garrone le dejó una naranja quieres que pierda la cabeza! Subimos rápidamente los
naranjas. en la almohada, junto a la —Luego, dirigiéndose a tres.
cara: su olor le despertó, la nosotros, añadió—:
—¡Ah, pobre Antoñito! — —¡Garrone! —dijo el albañil,
tomó enseguida, pero la soltó ¡Marchaos, marchaos,
exclamó el albañil moviendo visiblemente desconcertado
y miró fijamente a Garrone. muchachos, y muchas gracias
la cabeza—, me temo que no —. ¡Mi hijo te ha llamado por
por vuestra visita! ¿Qué
las pueda comer —y se —Soy yo —dijo éste—, el nombre! Hacía dos días
podéis hacer ya aquí? Os lo
enjugó los ojos con el revés Garrone. ¿Me conoces? que no hablaba y te ha
agradezco; pero volved a
de la mano. nombrado dos veces.
Él le dirigió una sonrisa vuestra casa.
¿Quieres pasar? ¡Ah, santo
Nos hizo pasar. Entramos en apenas perceptible, levantó
El muchacho había cerrado de Dios, si esto fuera una buena
su cuarto a tejavana, donde con dificultad su corta mano y
nuevo los ojos y parecía señal!
vimos al albañilito tendido en se la presentó a Garrone, que
muerto.
una camita de hierro; su la estrechó entre las suyas y —¡Hasta luego! —nos dijo
madre estaba junto a él con apoyó en ella una mejilla, —¿No quiere que le haga Garrone—; yo me quedo —y
la cara entre las manos y diciéndole: algún recado? —preguntó entró en la casa con el padre.
apenas se volvió para Garrone al padre. Derossi tenía los ojos llenos
—¡Animo, ánimo, albañilito!
mirarnos. En la pared había de lágrimas, y yo le
Pronto estarás bien, volverás —No, buen muchacho,
algunas escobillas de encalar, pregunté:
a la escuela y el maestro te gracias —respondió el albañil
un pico y una criba; a los pies
pondrá a mi lado. ¿Te parece —; marchaos a casa, pues tal —¿Lloras por el albañilito?
del enfermo estaba extendida
bien? vez os estén esperando. Como ya ha hablado es
la chaqueta del albañil,
seguro que se pondrá bien.
blanca de yeso. El pobre Pero el albañilito no Y diciendo esto, nos dirigió
muchacho aparecía respondió. La madre hacia la escalera y cerró la —Sí, eso creo —respondió
demacrado, muy pálido, con prorrumpió en sollozos: puerta. Derossi—; pero en este
la nariz afilada, y respiraba momento no pensaba en él,
con dificultad. ¡Oh, querido —¡Pobre Antoñito mío, tan Pero cuando íbamos por la
sino en lo bueno que es
Antoñito, tan bueno y alegre, bueno y trabajador y el Señor mitad de los escalones, oímos
Garrone y en su hermosa
compañerito mío! me lo quiere llevar! llamar:
alma.
¡Cuánto hubiera dado por —¡Cállate! —le gritó el albañil
*
volver a verle poner el hocico con desesperación—. ¡Cállate,
95
El conde Cavour Miércoles, 29 Muchos generales conocieron facultades para ocuparme de nombraba con frenesí Venecia
horas tremendas en el campo graves asuntos. y Roma, que todavía no eran
Debes hacer la descripción
de batalla; pero él las pasó libres; tenía vastas visiones
del monumento al conde Estando ya en sus últimos
más terribles aún en su sobre Italia y Europa; soñaba
Cavour. Puedes hacerla; pero momentos, cuando toda la
despacho, cuando la con una invasión extranjera,
sin lograr comprender todavía ciudad se sentía consternada
grandiosa empresa podía preguntaba dónde estaban
por ahora la figura del insigne y el mismo Rey no se
venirse abajo de un momento los cuerpos del ejército y los
personaje. De momento has apartaba de su cabecera,
a otro como frágil edificio generales; aun temía por
de saber lo siguiente: por todavía decía con gran afán:
sacudido por un terremoto; nosotros, por su pueblo.
espacio de muchos años fue
pasó horas, noches de lucha —Tengo muchas cosas que
el primer ministro del Su mayor pena, ya lo
y de ansiedad, capaces de deciros, Majestad; pero me
Piamonte; mandó el ejército comprenderás, no era morir,
trastornar la razón o producir encuentro muy mal y no
piamontés en Crimea para sino la imposibilidad de dirigir
la paralización del corazón. puedo, no puedo —y se
revalidar la gloria militar de la Patria, que todavía lo
Tan gigantesco y acongojaba.
nuestra patria con la victoria necesitaba y por la cual había
tempestuoso trabajo le quitó
de Cernaia, que había Su pensamiento febril no se consumido en pocos años las
veinte años de vida. Pero aun
quedado ofuscada por la apartaba de los asuntos de desmedidas fuerzas de su
con una fiebre que le
derrota sufrida en Novara; él Estado, de las provincias prodigioso organismo. Murió
devoraba y habría de llevarle
fue quien hizo pasar los Alpes italianas que se habían unido con el grito de batalla en su
al sepulcro, luchaba
a ciento cincuenta mil a nosotros y de las muchas garganta, y su muerte tuvo la
desesperadamente con la
franceses para arrojar a los cosas que quedaban por grandeza que correspondía a
enfermedad para hacer algo
austríacos de Lombardía, hacer. En sus delirios decía: su admirable existencia.
por su Patria.
quien gobernó a Italia en el
—¡Educad a la infancia y a la Piensa, Enrique, qué
período más importante de —Es extraño —decía con
juventud…! Gobiérnese con representa nuestro trabajo,
nuestra revolución, el que dio dolor en su lecho de muerte
libertad. por mucho que nos pese, qué
aquellos años el impulso más —; ya no sé ni puedo leer.
son nuestras penalidades y
poderoso a la santa empresa
Mientras le sacaban sangre, El delirio aumentaba, la nuestra misma muerte, en
de la unificación de la patria,
decía imperiosamente: muerte le sobrevenía y aun comparación de los trabajos,
con su claro ingenio, con
invocaba con ardientes de los formidables afanes, de
invencible constancia y con —Curadme; mi mente se palabras al general Garibaldi, las tremendas congojas de los
una laboriosidad más que nubla y necesito estar en con el cual había tenido hombres sobre cuyo corazón
humana. posesión de todas mis ciertas discrepancias, y gravita la responsabilidad de
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una nación y aun de todo un mi padre cuando le preguntó de enfrente, a una mujer que pluma roja saltaba detrás de
mundo. Piensa en eso, hijo por mí: cantaba para dormir a su sus alumnitos como una
mío, cuando pases por nene; a lo lejos, en el cuartel colegiala; los padres de los
—Va mucho mejor.
delante de la imagen de de Cernaia, tocaban las chicos hablaban entre sí
mármol y dile de todo Hemos tenido un tiempo trompetas. riéndose, y la madre de
corazón: «¡Gloria a ti!» realmente primaveral. Desde Crossi, la verdulera, llevaba
Todos estábamos contentos,
las ventanas de la clase se en las cestas tantos
TU PADRE incluso Stardi.
veía el cielo azul, los árboles ramilletes de violetas, que
ABRIL del jardín llenos de brotes A cierto punto el herrero de la llenaban de perfume el gran
nuevos, las ventanas de las calle inmediata empezó a dar zaguán de la escuela.
Primavera Sábado, 1
casas abiertas de par en par, golpes más fuertes; la mujer
Nunca me había sentido tan
¡Primero de abril! ¡Todavía con los cajones y las macetas a cantar más alto. El maestro
contento como al ver esta
nos quedan tres meses de cubiertos de verdor. cesó de explicar y prestó
mañana a mi madre
curso! Esta mañana ha sido atención. Luego dijo
El maestro no se reía, porque esperándome en la calle. Y se
una de las más bellas del lentamente, mirando por la
nunca se ríe, pero estaba de lo dije yendo a su encuentro:
año. ventana:
buen humor, y casi no se le
—Estoy contento. ¿Por qué
En la escuela estaba contento advertía la arruga recta que —El cielo nos sonríe; una
estoy tan contento esta
porque Coretti me había casi siempre tiene en la madre canta, un hombre
mañana?
propuesto que pasado frente. Hasta bromeaba al honrado trabaja; los chicos
mañana fuésemos a explicar en la pizarra un estudian; ¡qué cosas más Y mi madre me contestó
presenciar la entrada del Rey problema. Se notaba que estupendas! sonriendo que era por la
juntamente con su padre, que encontraba placer respirando primavera y la conciencia
Cuando salimos de clase,
lo conoce personalmente, y el aire del jardín que entraba tranquila.
pudimos comprobar que
también por haberme por las ventanas, con fresco
también estaban los demás *
prometido mi madre llevarme olor a tierra y hojas, que
alegres; marchaban en fila
ese mismo día a visitar la hacía pensar en los paseos El rey Humberto Lunes, 3
marcando fuertemente el
guardería de la avenida de por el campo.
paso y canturreando, como A las diez en punto vio mi
Valdocco. También estaba
Mientras explicaba, se oían en vísperas de unas padre desde la ventana a
contento porque el albañilito
los golpes de un herrero vacaciones de cuatro días; las Coretti, el vendedor de leña,
va mejorando, y porque el
sobre el yunque, y en la casa maestras bromeaban; la de la
maestro dijera ayer tarde a
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y a su hijo, esperándome en encontrase en la ciudad crees que se detuvo a poco después lo iba a tener
la plaza, y me dijo: cuando venía él. ¡Lo que son mirarnos uno por uno? tan cerca de las lanzas de los
las circunstancias! ulanos austríacos,
—Ahí están, Enrique; vete a Desembocamos en la avenida
precisamente a cuatro pasos
ver al Rey. Llamaba al Rey simplemente de Víctor Manuel. Mucha
el uno del otro, hijitos. Hacía
Humberto, como si fuera un gente se dirigía, como
Bajé como un cohete. Padre e un tiempo magnífico y el cielo
camarada: nosotros, a la estación.
hijo estaban más alegres que parecía un espejo. Veamos si
Pasaba una compañía de
de ordinario y nunca como «Humberto mandaba la 16ª se puede entrar.
alpinos con la banda de
esta mañana había notado su división». «Humberto tenía
trompetas abriendo la Habíamos llegado a la
gran parecido; el padre veintidós años y tantos días».
marcha. Dos carabineros a estación. Había un gentío
llevaba en la chaqueta la «Humberto montaba un
caballo iban al galope. inmenso, coches, guardias,
medalla al valor entre otras caballo así y así…»
carabineros, representantes
dos conmemorativas; las —¡Sí! —exclamó Coretti
—¡Quince años! —decía con de entidades con banderas.
puntas del bigote retorcidas y padre, animándose—; tengo
voz fuerte, alargando el paso. Tocaba la banda de un
puntiagudas como alfileres. mucho gusto en volver a ver
regimiento.
Inmediatamente nos pusimos —¡Ya tengo ganas de volverlo a mi general de división.
en camino hacia la estación a ver! Lo dejé príncipe, y lo ¡Lástima que haya envejecido Coretti padre intentó entrar
del ferrocarril, donde el Rey encuentro rey. También he tan pronto! Me parece que bajo un pórtico, pero se lo
debía llegar a las diez y cambiado yo: de soldado he era ayer cuando llevaba la impidieron. Entonces pensó
media. Coretti padre fumaba pasado a ser vendedor de mochila a la espalda y el situarse en primera fila, entre
su pipa y se frotaba las leña —y se reía. la multitud que se agrupaba a
fusil en las manos en medio
manos. la salida, y, abriéndose paso
Su hijo le preguntó: de una enorme confusión,
a codazos, logró su propósito;
—¿Sabéis —decía— que no le aquella mañana del 24 de
nosotros le seguimos. Pero el
he vuelto a ver desde la —¿Te conocería, si te viese? junio, cuando íbamos a entrar
gentío, en sus movimientos
guerra del sesenta y seis? La El hombre se echó a reír. en combate. Humberto iba y
de vaivén, nos llevaba de un
friolera de quince años y seis venía con sus oficiales
—Estás loco —contestó—. Eso lado a otro. El vendedor de
meses. Primeramente tres mientras a lo lejos retumbaba
es imposible. Él, Humberto, leña se colocó junto a la
años en Francia; luego en el cañón. Todos lo mirábamos
era uno solo, y nosotros primera columna del pórtico,
Mondoví; y aquí que le habría y decíamos: «Con tal de que
éramos como las moscas. ¿Tú donde los guardias no
podido ver, nunca se ha dado no le toquen las…» Estaba a
dejaban estar a nadie.
la maldita casualidad que me mil leguas de pensar que
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—Venid conmigo —dijo de porque en aquellos momentos Alejandría, lanceros de Ahora está oyendo un
repente, y, llevándonos de la él era quien lo mandaba Foggia, de infantes, ulanos, discurso.
mano, cruzamos rápidamente estando en medio de bersalleros, un infierno en el
Coretti padre no cabía en sí
el espacio libre situándonos nosotros, y no el mayor que nadie se entendía. Yo oí
de gozo.
de espaldas a la pared. Ulrich, qué diablos! gritar:
—¡Ah! Cuando pienso en él,
Enseguida se presentó un En la sala de espera y en sus «¡Alteza! ¡Alteza!», viendo
me parece verlo allá. Bien
oficial de Seguridad, que le proximidades se veía, venir seguidamente las lanzas
está que acuda a visitar a los
dijo: entretanto, a muchos señores enemigas; disparamos los
atacados por el cólera y que
y militares; delante de la fusiles y una nube de pólvora
—Aquí no se puede estar. se halle entre los
puerta se alineaban los lo ocultó todo… Luego se
damnificados por los
—Yo soy del cuarto batallón coches con los criados disipó el humo… El suelo
terremotos, para darles
del 49 —le respondió Coretti, vestidos de rojo. estaba cubierto de caballos y
ánimo, eso es meritorio; pero
señalándole la medalla. de ulanos heridos y muertos.
Coretti preguntó a su padre si yo siempre lo tengo presente
Yo volví hacia atrás y vi en
El policía le miró y dijo: el príncipe Humberto tenía en en mi recuerdo como lo vi
medio de nosotros a
su mano la espada cuando entonces, en medio de
Humberto, montado a caballo
—¡Quédese! estaba en el batallón. nosotros, con asombrosa
que miraba a su alrededor,
serenidad. Y estoy seguro de
—¿No digo yo? —exclamó —¡Ya lo creo! —respondió—; tranquilo, como con deseos
que también se acordará él
muy ufano Coretti—; el para poder parar una de preguntar: «¿Ha recibido
del cuarto del 49, aun ahora
cuarto del cuarenta y nueve lanzada, que podía arañazos alguno de mis
que es rey, y le gustaría
es una palabra mágica. ¿No valientes?» Y nosotros le
tocarle como a cualquier otro. reunirse con todos nosotros
tengo derecho a ver con vitoreamos en su misma cara
¡Los demonios en alguna ocasión, con los
cierta comodidad a mi como locos. ¡Qué momentos,
desencadenados se nos que tenía a su alrededor en
general, después de haber santo Dios!… Ya llega el tren
echaron encima! Corrían por aquellos instantes. Ahora le
formado el cuadro? Si real.
entre los grupos, los rodean generales y señores
entonces lo vi tan de cerca,
escuadrones y los cañones, La banda tocó; acudieron los encopetados; entonces no
justo es, creo yo, que lo vea
pareciendo remolinos de un oficiales y la multitud se tenía cerca de sí más que
también ahora de cerca. ¡Y
huracán, rompiéndolo y apoyó en la punta de los pies. pobres soldados. ¡Si yo
qué digo general! ¡Si durante
destrozándolo todo. Era una pudiera cruzar con él unas
media hora fue el —¡Habrá que esperar un
confusión de coraceros de cuantas palabras! ¡Casi nada,
comandante de mi batallón, poco! —dijo un guardia—.
nuestro general de veintidós
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años, nuestro augusto El coche real llegó delante de anhelante, con los ojos pidiese… —Todos le miraron
príncipe, confiado a nuestras nosotros, a un paso de la humedecidos, y llamó a voces con cierto asombro. Y él
bayonetas…! ¡Quince años pilastra. a su hijo, teniendo la mano añadió sin inmutarse—: ¡Mi
que no lo veo…! ¡Nuestro en alto. El hijo corrió hacia él. sangre!
—¡Viva! —gritaron muchas
Humberto…!
voces a una. —¡Ven acá, hijo mío —le dijo *
¡Esa música me hace hervir la — que todavía tengo caliente
—¡Viva! —gritó Coretti La guardería Martes, 4
sangre, palabra de honor! la mano! —Y se la pasó por la
después de los demás.
cara, añadiendo:— Esta es la Cumpliendo su promesa, mi
Gritos frenéticos le
El Rey se fijó en él y se caricia del Rey. madre me llevó ayer, después
interrumpieron; millares de
detuvo durante unos de almorzar, a la guardería
sombreros se agitaron al Allí se quedó, como si
instantes en las tres infantil de la avenida de
viento; cuatro señores despertara de un sueño, con
medallas. Valdocco, para recomendar a
vestidos de etiqueta subieron los ojos fijos sobre la lejana
la directora a una hermanita
al primer carruaje. Coretti perdió entonces la carroza real, sonriendo, con
de Precossi.
cabeza y exclamó: —¡Cuarto la pipa en las manos, en
—¡Es él! —gritó Coretti,
batallón del cuarenta y medio de un grupo de Yo no había visto nunca un
permaneciendo como
nueve! curiosos que le miraban. centro así. ¡Qué bien lo pasé!
encantado. Después prosiguió
Eran doscientos, entre niños
por lo bajo—: ¡Virgen mía, El Rey, que ya estaba —Es uno del cuarto del 49 —
y niñas, tan pequeños, que
qué canoso está! mirando a otra parte, se decían—, es un antiguo
nuestros parvulitos de la
volvió hacia nosotros y, soldado que conoce al Rey. El
Los tres nos descubrimos. El primera inferior son unos
fijándose más en Coretti, Rey lo ha reconocido y le ha
coche real avanzaba con hombres a su lado. Llegamos
sacó la mano fuera del coche. estrechado la mano.
lentitud, entre los vítores de cuando entraban en fila de a
la multitud, que gritaba y le Coretti dio un salto adelante y —Ha entregado un memorial dos en el refectorio, donde
saludaba con los sombreros se la estrechó. al Rey —añadió otro en tono había dos mesas muy largas
en la mano. Yo miraba a más alto. con muchas escotaduras
Coretti padre. Me pareció El carruaje pasó, se interpuso redondas, y en cada una de
el gentío y nos separó, —¡Eso no es cierto! —rebatió
otro, como si de pronto se ellas una escudilla negra,
perdiendo de vista a Coretti Coretti volviéndose con
hubiese hecho más alto, llena de arroz y habichuelas,
padre. Fue tan sólo un brusquedad—; no le he
pálido, rígido, apoyándose en y una cuchara de estaño al
instante. Enseguida se puso pedido ningún favor. Otra
la columna. lado.
cosa le daría si me la
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Al entrar, algunos se caían y ¡Qué espectáculo tan —El arroz se cría en el agua. los conejos, los topos, los
permanecían sentados en el divertido! Uno comía con dos Después mandó la maestra: gatos, royendo, lamiendo,
suelo, hasta que acudían las cucharas; otro se servía chupando. Un niño sostenía
—¡Manos en alto!
maestras para levantarlos. exclusivamente de las sobre su pecho una rebanada
Muchos se paraban ante una manos; muchos cogían las Y fue bonito observar que se de pan y la iba untando con
escudilla, creyendo que fuese habichuelas una a una y se levantaban todos aquellos una níspola, como si sacara
aquel su sitio, y engullían las iban guardando en el bracitos, que unos meses
brillo a una espada. Unas
inmediatamente una bolsillito; otros, en cambio, se antes estaban en pañales, y
niñas estrujaban en la mano
cucharada; pero alguna las ponían en el delantalito y agitarse todas las manecitas,
requesones frescos que
maestra les decía: las machacaban hasta dando la sensación de ser
escurrían como leche entre
«¡Adelante!» Ellos daban tres convertirlas en una pasta. No otras tantas mariposas
los dedos y se los metían en
o cuatro pasos y tomaban faltaban los que no comían blancas y sonrosadas.
las mangas, sin que ellas se
otra cucharada, y así hasta por embobarse viendo volar
Luego salieron al recreo, no apercibieran. Corrían y se
que llegaban a su puesto, las moscas, y algunos
sin antes coger las cestitas perseguían con las manzanas
después de haber consumido estornudaban y lanzaban una
con la merienda, que estaban y los panecillos en los
a cucharadas sueltas media granizada de arroz en torno
colgadas en la pared. dientes, como los perritos. Vi
ración por lo menos. Al fin, a suyo. Aquello parecía un
a tres que introducían un
fuerza de empujarlos y de gallinero. Pero era muy
Fueron al jardín y se palillo en un huevo duro
gritar: «Cada cual a su sitio», divertido. Eran dignas de
esparcieron, sacando sus creyendo descubrir en él
los pusieron en orden y verse las dos hileras de niñas
provisiones: pan, ciruelas verdaderos tesoros, lo
empezó la oración. Pero los con el pelo sujeto en lo alto
pasas, un trocito de queso, esparcían por el suelo y luego
de la fila de dentro, que para de la cabeza con cintas rojas,
un huevo hervido, peras lo recogían pedacito a
rezar tenían que ponerse de verdes y azules. Una maestra
pequeñitas, un puñado de pedacito con gran paciencia,
espaldas a la escudilla, preguntó a una fila de ocho
garbanzos o un ala de pollo. como si hubiesen sido perlas.
volvían de vez en cuando la niñas:
En unos instantes todo el Los que llevaban algo
cabeza para no perderla de
—¿Dónde se cría el arroz? jardín estuvo cubierto de extraordinario tenían a su
vista y que nadie les birlase
migajas y partículas como si alrededor a ocho o diez
nada; rezaban con las manos Las ocho abrieron la boca en él hubieran esparcido criaturas con la cabeza
juntas y la mirada hacia el llena de comida y granzas para bandadas de inclinada hacia el interior,
cielo, pero con el corazón en respondieron a una, pájaros. Comían en las como habrían mirado la luna
la comidita. Terminada la cantando: posturas más extrañas, como en un pozo. Al menos unos
oración, empezaron a comer.
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veinte estaban alrededor de grandes maravillas, insectos Antes de marcharnos, mi asomarse por entre los
un chiquito que tenía en la tan pequeños que no me madre tomó en brazos a tres barrotes de la verja, para
mano un cucurucho de explico cómo podían verlos y o cuatro y entonces acudieron verla pasar y sacar los
azúcar, y todos le hacían cogerlos, pedazos de tapón de todas partes, con las caras bracitos fuera en saludo,
cumplidos para que les de corcho, botoncitos de manchadas de yema de ofreciéndolo todavía pedazos
permitiese mojar el pan; él lo camisa y florecitas cortadas huevo y de zumo de naranja, de pan, trocitos de níspola y
consentía a unos; y a otros, de las macetas. Un niño con para que los cogiera; uno le cortezas de queso, gritando a
después de hacerse rogar, la cabeza vendada, que agarraba las manos; otro le la vez:
sólo les permitía chuparse el quería se le atendiese a toda cogía un dedo para verle la
—¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!
dedo. costa, le balbuceó no sé qué sortija; quién le estiraba de la
¡Vuelve mañana! ¡Ven otra
historia de una voltereta, sin cadenita del reloj y había uno
Entretanto mi madre había vez!
que se le entendiera lo más que se empeñaba en tocarle
acudido al jardín y acariciaba
mínimo; otro quiso que mi las trenzas. Mi madre, al pasar, movió su
ora a uno ora a otro. Muchos
madre se inclinase y le dijo al mano por encima de aquellas
le seguían, e incluso se le —¡Cuidado, señora —decían
oído: cien manecitas que se
echaban encima para pedirle las maestras—, que le van a
agitaban, como sobre una
un beso, poniendo la carita —Mi padre hace escobas. estropear el vestido!
guirnalda de rosas vivas, y
hacia arriba, como si mirasen
Mientras tanto ocurrían por Pero mi madre no hacía caso cuando estuvimos en la calle,
a un tercer piso, abriendo y
todas partes mil peripecias y continuó besándolos. Se le a pesar de ir ella cubierta de
cerrando la boca cual si
que obligaban a acudir a las echaban encima, los primeros migajas y de manchas,
pidieran de mamar. Uno le
maestras: niñas que lloraban con los bracitos extendidos, manoseada y despeinada, con
ofreció un gajo de naranja ya
porque no podían deshacer como queriendo trepar por una mano llena de flores y los
mordido; otro una cortecita
un nudo del pañuelo; otras ella, y los ojos hinchados por las
de pan; una niña le dio una
que por dos semillas de lágrimas, se sentía tan
hoja, otra le enseñó muy más distantes tratando de
manzana disputaban a gritos contenta como si saliera de
seriecita la punta del dedo abrirse paso para ponerse en
y se arañaban; un niño se una fiesta.
índice, donde, fijándose bien, primer término. Todos le
había caído boca abajo sobre
podía verse una ampollita decían a gritos: A lo lejos seguía oyéndose el
un banquito volcado, y
microscópica, que se había vocerío del jardín de la
lloraba por no poderse —¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!
hecho el día anterior al tocar guardería infantil, como un
levantar.
la llama de una vela. Le gorjeo de pajarillos, diciendo:
Al fin logró escapar del jardín,
ponían ante los ojos, como
y entonces todos corrieron a
102
—¡Adiós! ¡Adiós! ¡Ven otra una humillación más…, por lo como dos monos; también se Garoffi quien la provee a
vez, señora! que dijo a su madre: mostró ágil en la subida el todos en polvo, vendiéndola a
pequeño Precossi, aunque perragorda el cucurucho,
* —Ya verás, mamá, que soy
estorbándole el chaquetón ganándose casi otro tanto.
capaz de hacer lo que otros.
En clase de gimnasia que le llegaba hasta las
Luego le correspondió a
Miércoles, 5 Su madre le miraba en rodillas, y para hacerle reír y
Garrone, que trepó, sin dejar
silencio, con aire de estimularle, le repetíamos su
Como quiera que continúa de masticar pan, como si no
compasión y de afecto. acostumbrado estribillo:
haciendo un tiempo tuviera importancia, y creo
espléndido, nos han hecho Después dijo algo cavilosa: —Perdona, perdona. que habría sido capaz de
pasar los aparatos de subir llevando a uno de
—Me dan miedo sus Stardi bufaba, se ponía rojo
gimnasia desde la sala al nosotros a la espalda; tanta
compañeros… como un pavo y apretaba los
jardín. es la fuerza de ese torete.
dientes como perrito rabioso;
Después de Garrone llegó la
Quería decir que temía se pero aunque hubiese
Garrone estaba ayer en el vez a Nelli. En cuanto se
burlasen de él. Pero Nelli le reventado habría llegado a lo
despacho del señor Director agarró a las barras con sus
replicó: último, como, en efecto,
cuando llegó la madre de largas y débiles manos,
Nelli, la rubia señora vestida llegó. También superó la
—No me importa nada… muchos empezaron a reírse y
de negro, para rogarle que prueba Nobis, que adoptó
Además, está Garrone. Basta burlarse; pero Garrone cruzó
dispensara a su hijo de los desde lo alto la postura de un
que él no se burle. Entonces sus robustos brazos sobre el
nuevos ejercicios. Cada emperador. Votini se resbaló
consintieron que fuese a la pecho y dirigió en torno suyo
palabra le costaba un dos veces, a pesar de su
clase de gimnasia. una mirada tan expresiva,
esfuerzo, y hablaba teniendo bonito traje con listas azules,
que todos comprendieron que
una mano sobre la cabeza de El profesor, el de la cicatriz que le habían hecho
recibiría unos guantazos, aun
su hijo. en el cuello, que sirvió a las expresamente para la
en presencia del profesor, el
órdenes de Garibaldi, nos gimnasia.
que prosiguiera en la burla.
—No puede… —dijo al llevó enseguida a las barras
Para subir con mayor Ante esto, todos dejaron de
Director. verticales, que son muy altas,
facilidad, todos nos reírse inmediatamente.
y había que subirse hasta lo
Sin embargo Nelli se mostró embadurnábamos las manos
último, quedando de pie Nelli empezó a subir; al
muy contrariado ante la con pez griega, o colofonia,
sobre el eje transversal. pobrecillo le costaba mucho;
posibilidad de quedar excluido como la llaman, y, por
Derossi y Coretti subieron se ponía morado; respiraba
de dichos ejercicios y sufrir supuesto, es el traficante de
103
fuerte y le corría el sudor por —¡Muy bien, valiente! — Nelli descendió y todos le *
la frente. gritaron los otros—. ¡Animo! felicitamos. Estaba excitado,
El maestro de mi padre
Ya no falta más que un colorado y le brillaban los
El profesor le dijo: Martes, 11
poquito. ojos; no parecía el mismo.
—¡Baja! ¡Qué excursión más
Nelli se agarró al travesaño, y A la salida, cuando la madre
agradable hice ayer con mi
Pero no le obedeció, y hacía todos le aplaudimos. salió a su encuentro y le
padre! La voy a describir.
esfuerzos obstinados. Yo preguntó con inquietud,
—¡Bravo! —dijo el profesor—, Anteayer, durante la comida,
esperaba verle caer de un abrazándole:
pero ya está bien. Bájate. leyendo mi padre el periódico,
momento a otro, medio
—¿Qué tal ha ido, hijo mío? lanzó de pronto una
muerto. ¡Pobre, Nelli! Sin embargo Nelli quiso hacer
Todos respondimos a coro: exclamación de asombro.
Pensaba que, de haber estado lo mismo que los anteriores,
Después nos dijo:
en su lugar, en caso de que y, después de no poco —¡Lo ha hecho muy bien! Ha
me hubiese visto mi madre, esfuerzo, consiguió poner los subido como nosotros. Está —Y yo que suponía que había
habría sufrido muchísimo. Y codos en el travesaño, luego fuerte, ¿sabe? muerto hace por lo menos
lo hacía porque le aprecio y las rodillas, y, por último, los veinte años! ¿No
¡Y ágil! Hace lo que cualquier
no sé qué habría dado para pies, plantándose, al fin, en
otro. sabéis que todavía vive mi
hacerle subir; le habría él. Sin casi poder respirar,
primer maestro, Don Vicente
empujado desde abajo sin pero sonriendo, nos dirigió a No es para decir la alegría de
Crosetti, que tiene ochenta y
que me vieran. Entretanto todos una mirada de la buena señora. Quiso
cuatro años? Acabo de
Garrone, satisfacción. Todos le darnos las gracias uno por
enterarme de que el
aplaudimos de nuevo y él uno, y no pudo. Estrechó la
Derossi y Coretti le decían: Ministerio le ha concedido la
volvió la cabeza hacia la calle. mano a tres o cuatro, hizo
medalla del trabajo por los
—¡Arriba, arriba, Nelli! Yo me volví también en una caricia a Garrone, se
sesenta años que ha dedicado
¡Venga, valiente! ¡Animo, aquella dirección y, a través llevó consigo al hijo y los
a la enseñanza. ¡Sesenta
sigue! de las plantas que hay vimos marchar un gran
años! ¿Qué os parece? Y hace
delante de la verja del jardín, trecho de prisa, hablando y
Nelli hizo un gran esfuerzo, solamente dos que dejó de
vi a su madre, que paseaba gesticulando entre ellos,
lanzando un gemido y estuvo dar clase. ¡Pobre señor! Vive
por la acera, sin atreverse a sumamente contentos como
a dos palmos del travesaño. a una hora de tren de aquí,
mirar. antes no los había visto
en Condove, el pueblo de
nadie.
nuestra antigua jardinera del

104
chalet de Chieri —Y luego me reconocerá. Pero no he echado en olvido sus encontramos con sus hijos, y
añadió—: Enrique, iremos a importa. Lo reconoceré yo. buenos consejos y hasta se alegró mucho de vernos.
verlo. ¡Han pasado cuarenta y ciertos reproches Nos dio noticias de su marido,
cuatro años! Cuarenta y destemplados que me hacían que estaba para regresar de
Toda la tarde estuvo
cuatro años, Enrique; iremos ir a mi casa de mal talante. Grecia, a donde había ido a
hablándonos de él.
a verlo mañana. Tenía las manos cortas y trabajar hace tres años, así
El nombre de su primer gruesas. Me parece estar como de su hija mayor, que
Y ayer por la mañana, a las
maestro le traía a la memoria viéndolo cuando entraba en la se halla en el Instituto de
nueve, estábamos en la
mil recuerdos de su infancia, escuela: ponía el bastón en Sordomudos de Turín. Luego
estación de Susa. Yo habría
de sus primeros compañeros, un rincón y colgaba su capa nos indicó por dónde
querido que nos acompañase
de su difunta madre. en la percha, siempre con debíamos ir a casa del
Garrone; pero no pudo, por
idénticos movimientos. maestro de mi padre, muy
—¡El señor Crosetti! — encontrarse enferma su
Conservaba todos los días conocido en el pueblo.
exclamaba—. Tenía unos madre.
igual humor, tan
cuarenta años cuando yo Salimos del pueblo y fuimos
Era una espléndida mañana concienzudo, metódico,
asistía a su escuela. Aun me por una senda en cuesta
primaveral. El tren corría atento y voluntarioso como si
parece estar viéndolo: un flanqueada por floridos setos.
entre los verdes campos y los diese clase por primera vez.
hombre ya algo encorvado, Lo recuerdo como si ahora
setos en flor, respirándose un Mi padre no hablaba, parecía
de ojos claros y la cara mismo le oyese decir,
aire perfumado. Mi padre que fuera absorto en sus
siempre afeitada. Severo, llamándome la atención: «Eh,
estaba contento, y, de vez en pensamientos, y de vez en
pero de buenos modales, que tú, Bottini, pon el índice y el
cuando, me echaba un brazo cuando se sonreía y luego
nos quería como un padre, dedo corazón en el palillero».
al cuello y, mirando el movía la cabeza.
aunque sin consentirnos nada Seguramente estará muy
panorama que se iba
que no estuviese bien. Era cambiado después de De pronto se detuvo y dijo:
ofreciendo a nuestra vista,
hijo de campesinos, e hizo la cuarenta años.
me hablaba como a un —Allí está. Seguro que es él.
carrera a fuerza de estudio y
amigo.
de muchas privaciones. Mi Apenas llegamos a Condove,
Hacia nosotros bajaba por la
madre le apreciaba mucho y —¡Pobre señor Crosetti! — fuimos a buscar a nuestra
senda un anciano de pequeña
mi padre lo trataba como decía—. Ha sido el primer antigua jardinera
estatura, de barba blanca,
amigo. ¿Cómo habrá ido a hombre que me ha querido y con ancho sombrero en la
de Chieri, que tiene una
parar a Condove, desde ha mirado por mi bien, cabeza, apoyándose en un
tiendecita en una de las
Turín? Seguramente que no después de mi padre. Nunca
callecitas del pueblo. La
105
bastón. Arrastraba los pies y —Es mucho honor para mí… en la frente del anciano. pequeña biblioteca. Cuatro
le temblaban las manos. no sé… ¿Cuándo fue alumno Luego me presentó: sillas completaban el modesto
mío? Perdone mobiliario. En una de las
—¡Es él! —repitió mi padre, —Éste es mi hijo Enrique.
paredes, un viejo mapa
apresurando el paso. ¿quiere hacer el favor de
El anciano me miró con sujeto con tachuelas. Se
decirme su nombre?
Nos detuvimos cuando complacencia y me besó en la percibía olor a miel.
estábamos cerca. También se —Alberto Bottini —le contestó frente. A continuación nos
Nos sentamos los tres. Mi
detuvo el anciano, que miró a mi padre, añadiendo el lugar dijo:
padre y el maestro se
mi padre. Tenía la cara y el año en que había asistido
—Venid conmigo. miraron un rato en silencio.
todavía fresca, y los ojos a su escuela—. Usted, claro
claros y vivarachos. está, no se acordará de mí. Sin añadir más, se volvió y —¡Conque Bottini! —exclamó
Pero yo sí le recuerdo nos encaminamos hacia su el maestro, fijando su mirada
—¿Es usted —le preguntó mi
perfectamente. casa. en el suelo enladrillado,
padre al tiempo que se
donde el sol reflejaba un
quitaba el sombrero El maestro inclinó la cabeza y Llegamos a una pequeña tablero de ajedrez—. ¡Me
miró al suelo, pensativo, y explanada, ante la cual había
— el maestro don Vicente acuerdo muy bien! Tu madre
murmuró dos o tres veces el una casita con dos puertas,
Crosetti? era una señora muy buena.
nombre de mi padre. Después una de las cuales tenía Tú estuviste el primer año en
—El mismo —respondió con dijo lentamente: encalado un trozo de pared el primer banco, junto a la
voz algo trémula, pero en su derredor. ventana. Fíjate si me
—¿Alberto Bottini? ¿El hijo del
robusta—. ¿En qué puedo acuerdo. Aún me parece estar
ingeniero Bottini, que vivía en El maestro abrió la otra y nos
servirle? viendo tu cabeza rizada —
la plaza de la Consolata? invitó a pasar.
luego pensó un momento—.
—Mire, permita a un antiguo
—El mismo —le respondió mi Entramos en una pequeña Eras un chico muy
alumno suyo estrecharle la
padre, tendiéndole las manos. estancia, con sus cuatro espabilado. El segundo año
mano y preguntarle cómo se
paredes encaladas. En un estuviste enfermo de
encuentra. He venido de —Entonces permíteme, mi
rincón había una cama de garrotillo. Me acuerdo que te
Turín expresamente para querido amigo, que te dé un
tablas con jergón de hojas de llevaron después a clase muy
verlo. abrazo. —Así lo hizo, y su
maíz y una cubierta de demacrado, envuelto en un
blanca cabeza apenas si
El anciano le miró, extrañado. cuadros blancos y azules. En mantón. Han pasado cuarenta
llegaba al hombro de mi
Luego dijo: otro se veía una mesita y una años, ¿no es verdad? Has
padre, quien apoyó su mejilla
hecho bien en acordarte de tu
106
pobre maestro. Han venido un garrapato en el cuaderno me han regalado… Míralos — Mas de pronto se le
otros a visitarme, entre ellos de un chico fue un golpe dijo señalando la biblioteca—; humedecieron los ojos. Yo me
un coronel, sacerdotes y mortal para mí, puedes ahí están mis recuerdos, todo apresuré a preguntarle qué le
otros de diversas profesiones creerlo! Aún seguí dando mi pasado… No me queda pasaba.
—luego preguntó a mi padre clase por cierto tiempo, pero otra cosa en el mundo —
El me rodeó con un brazo la
a qué se dedicaba, y a llegó un momento en que ya Luego, en tono
cintura y, apretándome
continuación añadió—: Me no me fue posible continuar. repentinamente jovial, dijo—:
contra sí, me dijo:
alegro, me alegro de todo Al cabo de sesenta años Te voy a proporcionar una
corazón que hayas venido, y dedicados a la enseñanza grata sorpresa, querido —Mira esta hoja. ¿Ves? Estas
te doy las gracias. Hacía tuve que despedirme de la Bottini. correcciones las hizo mi pobre
tiempo que no veía a ninguno escuela, de los alumnos y del madre. Ella siempre me
Se levantó y, acercándose a
de mis antiguos alumnos, y trabajo. Y lo sentí muchísimo, reforzaba las eles y las tes.
la mesa, abrió un largo cajón,
temo que seas precisamente como puedes figurarte. La Los últimos renglones son
que contenía muchos
tú el último. última vez que di clase me enteramente suyos. Había
pequeños paquetes, todos
acompañaron todos a casa y aprendido a imitar
—¡No diga usted eso! — ellos atados con un
me festejaron; pero yo perfectamente mis rasgos y,
exclamó mi padre—. Usted cordoncito, apareciendo
estaba triste, comprendiendo cuando yo estaba rendido de
está bien y aún tiene mucha escrita en cada uno una fecha
que se me acababa la vida. El sueño, ella terminaba el
vitalidad. de cuatro cifras. Después de
año antes había perdido a mi trabajo por mí. ¡Bendita
haber buscado un poco,
—¡Ah, no! —respondió él—. esposa y a mi hijo único, que madre mía! — Dicho esto,
desató uno, hojeó muchos
¿Es que no ves cómo murió de apendicitis. No me besó la página.
papeles y sacó_ uno
tiemblo? —y enseñó sus quedaron más que dos nietos
amarillento, que presentó a —Aquí están —dijo el
manos—. Esto es un mal campesinos. Ahora vivo con
mi padre. Era un trabajo suyo maestro, enseñando otros
indicio. Me acometió el algunos cientos de liras que
de la escuela, realizado paquetes— mis memorias.
temblor hace tres años, me dan de pensión. No hago
cuarenta años atrás. En la Cada año iba poniendo aparte
estando en clase. Al principio nada, y los días parece que
cabecera había escrito: un trabajo de cada uno de
no hice caso, creyendo que se no tienen fin. Mi única
Alberto Bottini. Dictado, 3 de mis alumnos, teniéndolos
me pasaría; pero ocupación, ya lo ves, es
abril de 1838. todos ordenados y
hojear mis viejos libros de
no ha sido así, sino que ha escuela, colecciones de numerados. A veces los
Mi padre reconoció enseguida
ido en aumento. ¡Aquel día, periódicos y diarios escolares, hojeo, y leo al azar algunas
su letra gruesa de niño y
cuando por primera vez hice así como algunos libros que líneas, volviendo a mi
empezó a leer, sonriéndose.
107
recuerdo mil cosas, con lo recuerda ninguna mala en el mundo, la primera de cuarenta y cuatro años para
que me parece revivir el pasada? una serie de separaciones decirle: Gracias, querido
tiempo pasado. ¡Cuántos dolorosas, pero necesarias; la maestro.
—De ti —respondió el
años han transcurrido, sociedad le quitaba por vez
anciano, sonriéndose también El maestro no respondió; me
querido Bottini! Yo cierro los primera al hijo para no
— por el momento, no. Pero acariciaba el pelo con los
ojos y veo caras y más caras, devolvérselo ya por completo.
eso no quiere decir que no dedos, y su mano temblaba,
clases tras clases, centenares Estaba emocionada y yo
hicieras alguna. Eras un chico saltaba del pelo a la frente, y
y centenares de chicos, también. Me recomendó a
juicioso, tal vez más serio de de ésta al hombro.
muchos de los cuales han usted con voz temblorosa, y
lo que correspondía a tu
desaparecido ya. De no pocos luego, al marcharse, aún me Entretanto mi padre miraba
edad. Me acuerdo de lo
me acuerdo perfectamente. saludó por un resquicio de la las desnudas paredes, el
mucho que te quería tu buena
Me acuerdo bien de los puerta, con los ojos llenos de mísero lecho, un pedazo de
madre… Has hecho bien y te
mejores y de lágrimas. Y precisamente pan y una botellita de aceite
agradezco la atención que
entonces le hizo usted un que había en la ventana,
los peores, de los que me han has tenido conmigo en venir a
ademán con una mano, como si quisiera decir: «¿Éste
proporcionado muchas verme. ¿Cómo has podido
poniéndose la otra sobre el es el premio que se te otorga
satisfacciones y de quienes dejar tus ocupaciones para
pecho, como diciéndole: después de sesenta años de
me han hecho pasar llegar a la morada de tu
«Confíe en mí, señora». Pues intenso trabajo?»
momentos tristes, porque de pobre y viejo maestro?
bien, jamás lo he olvidado,
todo ha habido en la vida, Pero el anciano estaba
—Oiga, señor Crosetti —dijo sino que siempre ha
como es fácil suponer. Pero contento y empezó a hablar
mi padre con viveza—. Me permanecido en mi corazón
ahora, ya lo comprenderás, de nuevo con gran vivacidad
acuerdo como si fuese ahora, aquel gesto suyo, aquella
es como si me encontrase en de nuestra familia, de otros
la primera vez que mi madre mirada, que eran expresiones
el otro mundo, y a todos los maestros de aquellos años y
me acompañó a la escuela, de que usted se había
quiero igualmente. de los compañeros de clase
debiendo separarse de mí por percatado de los sentimientos
de mi madre, y que de mi padre, el cual se
Se volvió a sentar y tomó una espacio de dos horas y
constituían la honesta acordaba de unos, pero no de
de mis manos entre las dejarme fuera de casa en
promesa de protección, de otros; los dos se
suyas. manos de una persona
cariño y de indulgencia. Ese comunicaban noticias sobre
desconocida. Esa es la
—Y de mí —le preguntó mi recuerdo es el que me ha éste o aquél. De pronto
verdad. Para aquella santa
padre, sonriéndose—, ¿no impulsado a salir de Turín. Y interrumpió mi padre la
criatura, mi ingreso en la
aquí me tiene, al cabo de conversación para rogar al
escuela era como la entrada
108
maestro que bajase con bajando de ese modo por el aumentaba su temblor, que —¡No, eso no, hijo mío, no te
nosotros al pueblo con el fin caminillo. Encontramos a dos casi le impedía comer. lo consiento! —le dijo, y se
de almorzar juntos. Él chicas descalzas, que reía. Decía algunas palabras
Cuando entramos en la
contestó con mucha cuidaban de unas vacas, y a en latín. Al final levantó el
posada, reinaba en ella un
espontaneidad: un muchacho, que pasó vaso, que le bailaba en la
silencio conventual; sin
corriendo con un gran haz de mano, y dijo con mucha
—Te lo agradezco, te lo embargo, pronto quedó roto,
hierba a las espaldas. El seriedad—: ¡A tu salud, señor
agradezco. —Sin embargo porque el anciano hablaba
maestro dijo que los tres eran ingeniero, la de tus hijos y a
parecía indeciso. Mi padre le mucho y con calor de los
alumnos de segundo, que por la
tendió ambas manos y le libros de lectura de cuando él
la mañana llevaban las vacas
reiteró la invitación. era joven, de los horarios de memoria de tu buena madre!
a pacer y trabajaban en el
entonces, de los elogios que
—¿Cómo me las voy a campo, con los pies —¡A la suya, mi buen
le habían hecho los
arreglar con estas pobres descalzos, yendo por la tarde, maestro! —respondió mi
superiores, de la nueva
manos que no paran de calzados, a la escuela. padre, estrechándole la
reglamentación de las
bailar, como ves? Es un mano.
Era casi mediodía, y ya no escuelas dispuesta por el
martirio también para los
encontramos a nadie más. En Gobierno, sin perder su En el fondo de la estancia
demás.
unos minutos llegamos a la serena fisonomía, aunque con estaban el posadero y otros
—Nosotros le ayudaremos, posada, nos sentamos en una más colorido que al principio, que miraban y sonreían como
señor maestro —le replicó mi mesa grande, poniendo en la voz más agradable y la si hubiesen participado de la
padre. Entonces aceptó, medio al maestro, y sonrisa casi propia de un fiesta que se hacía en honor
procurando sonreírse y enseguida empezamos a joven. Mi padre lo miraba con del maestro de su pueblo.
moviendo la cabeza. comer. Mi padre le cortaba la gran atención, con la misma
carne, le partía el pan y expresión que le veo a veces Salimos después de las dos, y
—¡Hermoso día! —dijo echaba sal a su plato. Para cuando se fija en mí, el maestro se empeñó en
cerrando la puerta desde beber tenía que sujetar el pensando y sonriendo a solas acompañarnos a la estación.
fuera—. Un día inolvidable, vaso con ambas manos, y y la cabeza algo inclinada a Mi padre le dio el brazo otra
querido Bottini. Te aseguro aun así chocaba en sus un lado. Al maestro le cayó vez y él me cogió de la mano;
que lo recordaré mientras dientes. algo de vino en el pecho, y mi yo le llevaba el bastón. A
viva. padre se apresuró a nuestro paso se detenía la
El maestro se mostraba gente a mirar, por ser
limpiárselo con la servilleta.
Mi padre le dio el brazo, y él alegre, pero la misma persona muy conocida, y
me cogió de la mano, emoción del feliz encuentro
109
algunos lo saludaban. En hijos. Así no creo poder vivir cogió con rapidez el tosco El respondió levantando su
cierto punto del camino oímos mucho tiempo. Pronto sonará bastón que llevaba en su trémula mano, señalando al
salir por una ventana muchas mi última hora. mano el maestro y le puso en cielo:
voces de chicos que leían a su lugar la hermosa caña con
—¡Por Dios, no piense así! — —¡Allá arriba!
un tiempo. El anciano se empuñadura de plata y sus
le dijo mi padre—. De todos
detuvo y pareció iniciales, diciéndole: Y desapareció de nuestra
modos, usted ha cumplido
entristecerse. vista con la mano en alto.
con su deber, ha hecho —Guárdela como recuerdo
—Esto es, mi querido Bottini mucho bien y ha empleado mío. *
—dijo—, lo que más me noblemente su vida.
El anciano intentó En convalecencia Jueves, 20
apena: el oír la voz de los
El maestro inclinó un devolvérsela y recobrar su
chicos en la escuela sin estar
momento su blanca cabeza bastón; pero mi padre estaba ¿Quién iba a decirme, cuando
yo en ella y ser otro el
en el hombro de mi padre y ya dentro y cerró la regresaba con mi padre de
encargado de dirigirlos. He
me dio un apretón. portezuela. tan grata excursión, que por
escuchado esa música por
espacio de diez días no podría
espacio de sesenta años y mi Llegamos a la estación —¡Adiós, querido maestro! ver el campo ni el cielo? He
corazón se había hecho a cuando el tren estaba para estado muy malo, en peligro
ella… Ahora me encuentro sin —¡Adiós, hijo —respondió él
salir. de muerte. He oído sollozar a
familia, ya no tengo hijos. mientras el tren se ponía en
mi madre y he visto a mi
—¡Adiós, señor maestro! — movimiento—, y que Dios te
—No diga eso, señor maestro padre muy pálido, mirándome
dijo mi padre, abrazándolo y bendiga por el consuelo que
—replicó mi padre, fijamente, a mi hermana
besándolo en ambas mejillas. me has traído!
reanudando el camino Silvia y a mi hermanito,
—¡Adiós, hijo, y muchas —¡Hasta la vista! —gritó mi hablando en voz muy baja, y
—; usted tiene muchos hijos gracias! —respondió el padre, agitando la mano. al médico de las gafas, que
esparcidos por el ancho maestro tomándole una mano no se apartaba de mi lado y
mundo, que se acuerdan de Pero el maestro movió la
entre las suyas temblorosas y me decía cosas que no
usted lo mismo que yo me he cabeza como diciendo: «Ya
llevándoselas al corazón. entendía. He estado a punto
acordado siempre. no nos volveremos a ver».
de despedirme de todos para
Después lo besé yo, y noté
—Sí, sí, hasta otra vez — siempre.
—No, no —respondió el que tenía mojada la cara. Mi
maestro con tristeza—; ya no replicó mi padre.
padre me ayudó a subir al ¡Pobre mamá! Pasé tres o
tengo escuela y carezco de tren, y, cuando iba a subir él, cuatro días por lo menos de
110
los que no recuerdo nada en Vino el albañilito, que me hizo cuando mi padre me asoma a Coretti, de tantos buenos y
absoluto, como si hubiese reír por primera vez, después la ventana! Pero también queridos compañeros.
estado en medio de un sueño de tanto empezaré a ir yo otra vez
*
embrollado y oscuro. Me pronto. Estoy impaciente por
tiempo poniéndome su
parece haber visto junto a mi volver a ver a mis Los obreros Jueves, 20
acostumbrado hocico de
cama a mi buena maestra de compañeros, mi banco, el
liebre. ¡Qué bien le sale ahora ¿Por qué, Enrique, no les
la primera superior, jardín, las calles de
que se le ha alargado un poco volverás a ver? Esto depende
esforzándose por reprimir la costumbre, saber todo lo que
la cara por la enfermedad! de ti. Una vez que termines
tos con el pañuelito, para no me ha sucedido estos días,
Han venido Coretti y Garoffi, cuarto, irás al bachiller
molestarme; recuerdo muy coger de nuevo mis libros y
éste con el fin de regalarme superior y ellos se pondrán a
confusamente a mi maestro, cuadernos, que me parece no
dos participaciones de su trabajar. Pero permaneceréis
que se inclinó para besarme y los haya tocado en un año.
nueva rifa para en la misma ciudad quizá por
me pinchó un poco la cara
¡Qué delgada y pálida está mi muchos años. ¿Por qué no os
con la barba. Vi pasar, como «una navaja con cinco
pobre mamá! ¡Qué expresión volveréis a ver? Cuando estés
en medio de espesa niebla, la sorpresas», que compró a un
de cansancio tiene mi padre! en la universidad o en la
rubia cabeza de Crossi, los vendedor ambulante en la
¿Y qué decir de mis academia, les irás a buscar a
dorados rizos de Derossi, el calle Bertola. Ayer, por
compañeros, que vinieron a sus tiendas o a sus talleres y
calabrés vestido de negro, y a último, mientras dormía vino
verme, y caminaban de te alegrarás de encontrarte
Garrone, que me trajo una Precossi, poniendo la mejilla
puntillas y me besaban en la con tus compañeros de la
naranja mandarina con un debajo de mi mano, pero sin
frente? Me da pena pensar infancia, ya hombres, en su
verde ramito de hojas, y que despertarme, y como venía
que un día tendremos que trabajo. ¡Cómo es posible que
se marchó enseguida porque de la herrería, con la cara
separarnos. Tal vez continúe tú no te encuentres con
su madre estaba enferma. ennegrecida por el carbón,
los estudios con Derossi y Coretti y Precossi,
me dejó tiznada la manga,
Después me desperté como algún otro, pero ¿y los dondequiera que estén!
cosa que me ha gustado ver
de un sueño muy largo, y demás? Una vez terminados
al despertarme. Irás y pasarás con ellos horas
comprendí que estaba mejor los estudios primarios, ya no
viendo sonreír a mi madre y volveremos a vernos; ya no enteras en su compañía, y
¡Qué verdes se han puesto
oyendo canturrear a Silvia. vendrán a visitarme cuando verás, estudiando la vida y el
los árboles en estos pocos
¡Qué sueño más triste ha esté enfermo. Me tendré que mundo, cuántas cosas puedes
días! ¡Y qué envidia me dan
sido! Luego empecé a separar definitivamente de aprender de ellos, y que
los chicos que van a la
mejorar día a día. Garrone, de Precossi, de nadie te sabrá enseñar mejor,
escuela con sus libros,
111
tanto sobre sus oficios, como que el oficial, ya que la infantiles. Jura que si dentro que puede sobrevenirle a un
acerca de su sociedad, como nobleza está en el trabajo, y de cuarenta años, al pasar niño: la muerte de su madre.
de tu país. no en la ganancia, en el por una estación de Desde ahora os pido,
valor, y no en el grado, sino ferrocarril, reconocieras bajo queridos niños, que respetéis
Y ten presente que si no
que, si hay superioridad en el el traje de maquinista a tu el tremendo dolor que
conservas estas amistades,
mérito, está de parte del viejo Garrone, con la cara destroza su alma. Cuando
será muy difícil que adquieras
soldado y del obrero, porque negra… ¡Ah! No quiero que lo venga, saludadlo con cariño y
otras semejantes en el
sacan de su propio esfuerzo jures; estoy seguro que seriedad; que nadie le gaste
futuro; amistades, quiero
menor ganancia. Ama, pues, saltarás sobre la máquina y bromas ni se ría en su
decir, fuera de la clase a que
y respeta sobre todo, entre que le echarás los brazos al presencia. Os lo recomiendo
tú perteneces; y así vivirás en
tus compañeros, a los hijos cuello, aun cuando seas encarecidamente.
una sola clase; y el hombre
de los soldados del trabajo; senador del Reino.
que no Esta mañana se ha
honra en ellos el sacrificio de
TU PADRE presentado en clase Garrone
frecuenta más que una clase sus padres; desprecia las
algo más tarde que los demás
sola, es como el hombre diferencias de fortuna y clase, *
y, al verlo, he sentido una
estudioso que no lee más que porque sólo las gentes
La madre de Garrone Viernes, gran angustia en el corazón.
un solo libro. Proponte por superficiales miden los
28 Tenía la cara
consiguiente, desde ahora, sentimientos y la cortesía por
conservar estos buenos aquellas diferencias; piensa mustia y apenas se sostenía
En cuanto volví a la escuela,
amigos aun cuando os hayáis que de las venas de los que en las piernas; parecía que
me dieron una triste noticia:
separado, y procura cultivar trabajan en los talleres y los hubiese estado un mes
hacía varios días que Garrone
su trato con preferencia, campos salió la sangre enfermo; viste de luto
faltaba a clase por estar su
precisamente porque son bendita que redimió la patria; riguroso y da pena verlo.
madre gravemente enferma.
hijos de artesanos. ama a Garrone, ama a Todos hemos contenido la
Esta falleció el sábado por la
Precossi, ama a Coretti, ama respiración mirándolo. En
tarde.
Mira: los hombres de las a tu albañilito, que en sus cuanto ha entrado, al volver a
clases superiores son los pechos de obreros encierran Ayer por la mañana, en ver la escuela, a la que su
oficiales, y los obreros son los corazones de príncipes; cuanto entramos en el aula, madre acostumbraba acudir
soldados del trabajo; pero júrate a ti mismo que ningún nos dijo el maestro: para acompañarlo; el banco
tanto en la sociedad civil cambio de fortuna podrá en donde tantas veces se
como en el ejército, no sólo el jamás arrancar de tu alma —Al pobre Garrone le ha
había inclinado los días de
soldado no es menos noble estas santas amistades sucedido la mayor desgracia
examen para hacerle las
112
últimas recomendaciones, y maestro nos ha hecho señal yo ya no la abrazaré jamás. Garrone, que estaba con la
en el que tantas veces había de dejarlo en paz, y ha Tu madre vive y la mía ha cabeza baja, le dijo:
pensado en él con comenzado la lección. muerto».
—Garrone, haz un esfuerzo, y
impaciencia, anhelando salir a
Me habría gustado decirle Por eso me ha rechazado mi escribe tú también lo que voy
su encuentro, no pudo
muchas cosas; pero no se me madre, y he salido sin ni a dictar. Todos tomamos la
contener el llanto.
ocurría nada. Al fin le he siquiera darle la mano. pluma. El maestro dictó:
El maestro se le ha acercado, puesto una mano en el brazo
* —José Mazzini, nacido en
lo ha estrechado contra sí y le y le he dicho al oído: —No
Génova en 1805, murió en
ha dicho: llores, Garrone. José Mazzini Sábado, 29
Pisa en 1872; patriota de
—Llora, llora, pobre chico, Él no me ha respondido, Garrone vino también hoy por alma grande, escritor de
pero no pierdas el ánimo y limitándose a colocar un la mañana a la escuela; preclaro ingenuo, inspirador y
ten valor. Tu madre ya no ratito su mano encima de la estaba pálido y tenía los ojos primer apóstol de la
está aquí, pero te ve, te mía, pero sin levantar la hinchados de llorar; apenas revolución italiana, por amor
quiere y no se aleja de tu cabeza. miró los regalillos que le a la patria vivió cuarenta
lado… y un día la volverás a habíamos puesto años pobre, desterrado,
A la salida, nadie le ha
ver, porque tienes un alma perseguido, errante, con
hablado, pero todos le hemos sobre el banco para
buena y honrada como ella. heroica consecuencia en sus
rodeado con respetuoso consolarlo. El maestro había
¡Mucho valor, hijo mío! principios y en sus
silencio. llevado, sin embargo, una propósitos. José Mazzini, que
Dicho esto, lo ha acompañado página de un libro de lectura
Viendo a mi madre que adoraba a su madre, y que
al banco, cerca de mí. Yo no para reanimarlo. Primero nos
estaba esperándome, he había heredado de ella todo
me atrevía a mirarlo. Al sacar advirtió que fuésemos todos
corrido a abrazarla; mas ella lo que en su alma fortísima y
los libros y cuadernos, que no mañana a las doce al
me ha rechazado, mirando a noble había de más elevado y
había abierto desde hace Ayuntamiento para asistir a la
Garrone. Enseguida he puro, escribía así a un fiel
muchos días, y ver en el libro entrega de la medalla al
conocido la causa, al darme amigo suyo para consolarle
de lectura un dibujo que mérito a un muchacho que ha
cuenta que Garrone, ya solo, de las desventuras. Poco más
representa a una madre salvado a un niño en el Po, y
me estaba mirando con o menos, he aquí sus
llevando al hijo de la mano, que el lunes dictaría él la
expresión de suma tristeza, palabras: «Amigo: No, no
ha vuelto a llorar descripción de la fiesta, en
como diciendo: «Tú tienes la verás nunca a tu madre sobre
copiosamente, inclinando la vez del cuento mensual.
dicha de abrazar a tu madre; esta tierra. Esta es la
cabeza en el brazo. El Luego, volviéndose a tremenda verdad. No voy a
113
verte, porque el tuyo es de madre en la tierra; hoy tienes —¡Garrone! —añadió el Al fondo había una mesa con
aquellos dolores solemnes y un ángel en otra parte. Todo maestro—, sé fuerte y está tapete encarnado; encima,
santos que es necesario sufrir lo que es bueno sobrevive, tranquilo; esto es lo que ella papeles, y por detrás
y vencer por sí mismo. con mayor potencia, a la vida quiere. ¿Comprendes?
una hilera de sillones dorados
¿Comprendes lo que quiero terrena. Por consiguiente,
Garrone indicó que sí con la para el alcalde y los
decir con estas palabras? también el amor de tu madre.
cabeza; pero gruesas y componentes de la junta.
Ella te quiere ahora más que
¡Hay que vencer el dolor! abundantes lágrimas le caían También había ujieres
nunca, y tú eres responsable
Vencer lo que el dolor tiene sobre las manos, sobre el municipales con dalmáticas
de tus actos ante ella más
de menos santo, de menos cuaderno, sobre el banco. azules y calzas blancas. A la
que antes. De ti depende, de
purificador; lo que, en vez de derecha del patio estaba
tus obras, encontrarla, *
mejorar el alma, la debilita y formado un piquete de
volverla a ver en otra
la rebaja. Pero la otra parte Valor cívico CUENTO guardias municipales que
existencia. Debes, por tanto,
del dolor, la parte noble, la MENSUAL ostentaban en el pecho
por amor y reverencia a tu
que engrandece y levanta el muchas condecoraciones, y
madre, llegar a ser mejor;
espíritu, ésta debe A las doce estábamos con junto a ellos un grupo de
que se alegre de ti en tu
permanecer contigo y no nuestro maestro ante el carabineros; en la parte
conducta. Tú, en adelante,
abandonarte jamás. Aquí palacio municipal para opuesta había bomberos con
deberás en todo acto tuyo,
abajo nada sustituye a una presenciar el acto de entrega uniforme de gala, y bastantes
decirte a ti mismo: «¿Lo
buena madre. En los dolores, de la medalla del valor cívico soldados de caballería, de
aprobaría mi madre?» Su
en los consuelos que todavía al chico que salvó a un infantería y de artillería, en
transformación ha puesto
puede darte la vida, tú no la compañero suyo de perecer grupo, que habían acudido
para ti en el mundo un ángel
olvidarás jamás. Pero debes ahogado en el Po. para presenciar la ceremonia.
custodio, al cual debes referir
recordarla, amarla, Los laterales estaban
todas las cosas. Sé fuerte y En el balcón principal de la
entristecerte por su muerte ocupados por gente del
bueno; resiste el dolor fachada ondeaba una gran
de un modo que sea digno de pueblo, algunos militares,
desesperado y vulgar; ten la bandera tricolor. Entramos en
ella. ¡Oh, amigo, escúchame! mujeres y niños, todos
tranquilidad de los grandes el patio del palacio municipal
La muerte no existe, no es apiñados. Nosotros nos
sufrimientos en las almas que se hallaba repleto de
nada. Ni siquiera se puede situamos en un ángulo, donde
grandes; esto es lo que ella gente.
comprender. La vida es la ya había muchos alumnos de
quiere».
vida, y sigue la ley de la vida: otras escuelas con sus
el progreso. Tenías ayer una respectivos maestros, y cerca

114
de nosotros un grupo de en el fondo del pórtico, Al ver tal gentío y escuchar la baja, pero insinuante: «¡Pin!
muchachos del pueblo, entre amenizaba el acto tocando estruendosa ovación, los tres ¡Pin! ¡Pinot!» A fuerza de
los diez y los dieciocho años, diversas composiciones en se quedaron tan sorprendidos llamarle se hicieron oír. El
que se reían y hablaban tono bastante bajo. Las que no acertaban a mirar muchacho los miró y ocultó
fuerte, notándose que eran paredes estaban iluminadas hacia ninguna parte ni a su sonrisa poniéndose delante
del barrio del Po, amigos o por el sol. Resultaba un mover un solo pie. Un ujier el sombrero.
conocidos del que iba a espectáculo realmente les acompañó al sitio que se
A cierto punto todos los
recibir la medalla. precioso. les había designado, a la
guardias se cuadraron.
derecha de la mesa roja.
Por las ventanas del edificio De pronto cuantos estábamos
Entró el señor Alcalde,
se asomaban los empleados en el patio lo mismo que De momento se produjo un
acompañado por muchos
del Ayuntamiento. La galería quienes se hallaban en los gran silencio, y después se
señores.
de la biblioteca estaba pisos superiores, empezamos empezó a aplaudir por todas
también llena de gente, que a aplaudir. partes. El muchacho miró El Alcalde, vestido de blanco,
se apiñaba contra la hacia las ventanas y luego a con una gran faja tricolor en
Yo me puse de puntillas para
balaustrada, y en el lado la galería de las Hijas de los bandolera, se situó de pie
ver mejor.
opuesto, en los huecos que militares; tenía el sombrero junto a la mesa, quedando los
hay encima de la puerta de La gente que se hallaba en las manos y parecía no demás detrás y a los lados.
entrada, había gran número detrás de la mesa comprender dónde estaba. Yo
de chicas de las escuelas diría que en la fisonomía se La banda de música dejó de
presidencial dejó paso a un
públicas y muchas huérfanas parece bastante a Coretti, tocar, y a una señal del señor
hombre y a una mujer. El
de militares con sus oscuros aunque tiene color más Alcalde, todos callamos.
daba la mano a su hijo, el
uniformes, luciendo todas muchacho que había salvado encendido. Su padre y su
Empezó a hablar. Sus
ellas en los sombreros cintas a un compañero. madre no levantaban la vista
primeras palabras no las oí
azules. Aquello parecía un de la mesa.
bien, pero supuse que estaba
teatro en función de gala. El hombre era albañil e iba
Entretanto los chicos del refiriéndose al heroico
Todos charlábamos vestido de fiesta. Su mujer,
barrio del Po, que se hallaban comportamiento del
animadamente, mirando de bajita y rubia, vestía de
cerca de nosotros, muchacho. Después levantó
vez en cuando hacia donde negro. El muchacho, también
procuraban ponerse en sitio más la voz, y se esparció con
estaba la mesa roja, para ver rubio y más bien bajo para su
preferente y hacían señas a tal claridad y sonoridad por
si llegaban las autoridades. edad, llevaba una chaqueta
su compañero para hacerse todo el patio, que ya no perdí
La banda municipal, situada gris.
ver, y le llamaban en voz palabra.
115
—…Cuando desde la orilla vio salvar a otro muchacho, sino raya en lo divino. Nada más La madre se llevó una mano a
al compañero que se debatía un padre luchando por librar quiero añadir, señoras y los ojos y el padre tenía la
en el río, presa ya del terror de la muerte a un hijo, que es caballeros. No he de adornar barbilla sobre el pecho.
de la muerte, él se desnudó y su esperanza y su vida. con palabras superfluas una
El Alcalde estrechó la mano
se dispuso a tirarse al agua grandeza tan manifiesta. Aquí
Al fin no permitió Dios que de ambos y entregó el
para acudir en socorro del tienen ustedes al generoso y
una hazaña tan generosa diploma de la concesión,
que estaba en peligro de admirable salvador.
resultase inútil, y el nadador atado con una cinta de seda a
muerte. «¡No te tires —le Saludadlo, soldados, como a
arrebató su presa al la venturosa madre.
dijeron—, que te ahogarás!» un hermano; vosotras,
gigantesco río, la sacó a la
Y le sujetaron. Mas él logró madres, bendecidlo como a Después, dirigiéndose al
orilla y aun le prestó,
desasirse de todos, y se lanzó un hijo; vosotros, chicos aquí muchacho, le dijo:
juntamente con otros, los
resueltamente al agua. presentes, recordad su
primeros auxilios; después de —Que el recuerdo de este día
nombre, grabad bien en
El río iba muy crecido, lo cual marchó a su casa, tan fausto para ti y tan
vuestra memoria su
constituyendo un riesgo sano y tranquilo, para referir honroso para tu padre y tu
semblante, y que su figura no
terrible, incluso para un ingenuamente su meritísima madre, te sostenga toda la
se borre jamás ni de vuestra
hombre. Pero él desafió la acción. vida por el camino de la
mente ni de vuestro corazón.
muerte con todas las fuerzas virtud y del honor.
Señores, bello y admirable es Acércate, muchacho. En
de su pequeño cuerpo
el heroísmo de un hombre; nombre del Rey, prendo en tu
¡Adiós!
y gran corazón, consiguiendo pero el de un niño sin miras pecho la medalla al mérito
llegar junto al que se hundía, de ambición o de interés civil. El Alcalde, seguido de su
agarrarlo y sacarlo a flote. alguno, que debe tener tanto acompañamiento, salió del
Un viva estruendoso, dicho a
Luchó denodadamente con la más atrevimiento cuanto patio; la banda de música
la vez por centenares de
corriente, que le quería menores son sus fuerzas; el empezó a tocar y, cuando
gargantas, hizo retemblar las
engullir, y con el compañero de un niño al que nada le todo parecía terminado, el
paredes del edificio.
que se le enredaba; varias exigimos y que a nada está grupo de
veces desapareció y volvió a obligado, pareciéndonos un El señor Alcalde tomó de la
bomberos se abrió para dejar
salir a la superficie haciendo ser amable y noble, no ya mesa la condecoración y la
paso a un chico de ocho o
esfuerzos desesperados; con cuando cumple sus pequeños puso en el pecho del
nueve años, impulsado por
admirable obstinación en su deberes, sino cuando se muchacho, y, acto seguido, lo
una señora que enseguida se
empeño, no parecía un percata del sacrificio ajeno, el abrazó y besó.
ocultó; el niño corrió a
muchacho con deseos de heroísmo de un niño, digo,
116
abrazar con toda efusión al bulliciosos, le estiraban de los patio, la banda tocaba en sentí una gran congoja en mi
muchacho condecorado. brazos y de la chaqueta, tono bajo un precioso motivo, pecho. Habría unos sesenta,
gritando: «¡Pin! ¡Viva Pin! que parecía el canto de entre niños y niñas… ¡Pobres
Volvieron a repetirse los
¡Bravo, Pinot!», muchas voces argentinas huesos torturados! ¡Pobres
vítores y aplausos de la
alejándose lentamente por las manos, pobres piececitos
multitud. Todos Pasó muy cerca de mí,
orillas del gran río. encogidos y atrofiados!
comprendieron al punto que pudiendo ver que estaba
¡Pobres cuerpecitos
se trataba del niño librado de colorado, que se encontraba MAYO
contrahechos! Pronto pude
perecer en el Po, que daba contento y que la cinta de la
Los pequeños minusválidos observar guapas caritas, ojos
gracias públicamente a su condecoración llevaba los
Viernes, 5 llenos de inteligencia y cariño.
salvador. Después de besarlo, colores nacionales. Su madre
Había una niñita de nariz
se agarró a su brazo para lloraba y reía a la vez: su Hoy no he ido a la escuela afilada, barbilla puntiaguda,
acompañarlo fuera. Yendo los padre se retorcía las puntas porque no me encontraba que parecía una viejecita,
dos delante, y detrás el padre del bigote con una mano que bien, y mi madre me ha pero con una sonrisa de
y la madre del homenajeado, le temblaba mucho, como si llevado al Instituto de los dulzura celestial. Algunos,
se dirigieron a la puerta de hubiese estado acometido por niños minusválidos, donde vistos por delante, parecen
salida, pasando con dificultad la fiebre. Desde la ventanas y fue a recomendar a una niña completamente normales y
por entre la gente, que se galerías continuaban del portero; pero no me ha sin ninguna deformación…
apretujaba para hacerles asomándose y aplaudiendo. dejado entrar… pero, al volverse, se le parte
calle, entre mezcla de Cuando el condecorado y los
a una el corazón. El médico
guardias, chiquillos, soldados suyos iban a entrar bajo el Supongo, Enrique, que
del Instituto los ponía de pie
y mujeres. Todos intentaban pórtico de la galería ocupada habrás comprendido por qué
sobre los bancos y les
ponerse delante y se por las huérfanas Hijas de no te he dejado entrar: para
levantaba la ropa para
empinaban para ver al militares cayó sobre la cabeza no presentarte, entre esas
tocarles el vientre abultado y
heroico muchacho. Los que del muchacho y de sus criaturas desdichadas, como
las articulaciones; las pobres
estaban en primer término le padres una verdadera lluvia muestra ostentosa de un
criaturas no se avergonzaban,
tocaban cariñosamente la de pensamientos, ramilletes chico sano y robusto.
debido a la costumbre de
mano. de violetas y margaritas. Demasiadas ocasiones se les
estar desnudas y que las
Muchos se apresuraron a ofrecen para hacer dolorosas
Al pasar ante los chicos de las examinen y palpen por todas
recoger las flores esparcidas comparaciones.
escuelas, todos agitaron sus partes. ¡Y pensar que ahora
por el suelo para ofrecerlas a
gorras en el aire. Los del ¡Qué espectáculo más están en el mejor período de
la madre. En el fondo del
barrio del Po eran los más deprimente! En cuanto entré su enfermedad y que casi ya
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no sufren! Pero, ¿quién puede acariciando las muletas con la por los bancos, le besaban las Ayer por la noche estaba
saber cuánto sufrieron mano; otros, al mover los manos y los brazos para escribiendo una parte del
durante la deformación de su brazos, notaban que les demostrar su gratitud a quien cuento mensual De los
cuerpecito, cuando faltaba la respiración, y tanto se desvela por ellos. Y Apeninos a los Andes, que el
aumentando la enfermedad volvían a sentarse, muy es que, además de maestro nos ha dado a copiar
veían que disminuía el cariño pálidos, pero sonriéndose reconocidos, esos pobrecitos a todos por trozos, pues es
alrededor de ellos, para disimular su impotencia. son muy cariñosos. Y algunos muy largo, cuando entró mi
abandonados los pobrecitos son listos y estudian con hermana Silvia de puntillas y
¡Ah, Enrique! Tú y los que
horas y horas en algún rincón notable provecho, según me me dijo deprisa y bajito:
estáis bien no apreciáis la
de una habitación o de un dijo la maestra, que es joven
salud. Yo pensaba en los —Ven conmigo a ver a mamá.
patio, mal alimentados y a y agraciada, mostrando su
chicos sanos y robustos que Esta mañana les he oído
veces torturados meses bondad en el semblante, pero
las madres llevan a pasear, hablar preocupados. A papá
enteros por vendajes y con cierto aire
como en triunfo, orgullosas le ha debido salir mal algún
aparatos ortopédicos inútiles?
de su belleza; y habría de tristeza, como reflejo de asunto; estaba afligido, y
Ahora, gracias a los cuidados estrechado todas aquellas las desventuras que ella mamá le decía palabras de
de personas competentes, a pobres cabecitas contra mi acaricia y consuela. aliento. Seguramente
la buena alimentación y a la corazón. De haber estado estamos pasando momentos
¡Meritísima muchacha! Entre
gimnasia, muchos van sola, sin obligaciones de apuros, ¿comprendes? No
todos los que se ganan la
mejorando. La maestra les familiares, de buena gana me hay dinero, y papá decía que
vida con su trabajo, no hay
obligó a hacer gimnasia. habría quedado allí para es preciso hacer sacrificios
nadie que lo haga más
Daba lástima ver cómo, ante dedicarles toda mi vida, para salvar la situación. ¿No
santamente que tú.
ciertas órdenes, extendían servirles, hacerles de madre te parece que nosotros
bajo los bancos sus hasta los últimos instantes de TU MADRE debemos ayudarles en la
piernecitas fajadas, oprimidas mi existencia… medida de nuestras
entre los aparatos, nudosas, * Sacrificio Martes, 9 posibilidades? ¿Tú estás
Entretanto cantaban, y lo
deformes, unas piernecitas dispuesto? Bueno, pues
hacían con sus vocecitas Mi madre es buena y mi
que se habrían cubierto de cuando yo hable a mamá, no
delicadas, dulces y tristes, hermana Silvia se le parece
besos. Algunos no podían tienes más que asentir a lo
que llegaban al alma, en bondad y grandeza de
levantarse del banco, y que diga y prometerle, como
mostrándose muy contentos corazón.
permanecían con la cabeza hombre, que se hará lo que
porque la maestra los elogió
caída sobre el brazo, acordemos.
al terminar. Mientras pasaban
118
Dicho esto, me tomó de la nosotros, y estaremos muy dispuesta a desprenderme de Pero este mediodía, cuando
mano y me llevó al salón, contentos, ¿sabes? cuanto posea de valor. Te nos sentamos a comer,
donde mamá cosía con cara haré de camarera, no experimenté un gran placer y
Mamá intentó hablas, pero
preocupada. Yo me senté a mandaremos a hacer nada profundo disgusto a la vez,
Silvia añadió:
un lado del sofá y Silvia a la fuera de casa, trabajaré todo pues debajo de mi servilleta
otra parte, diciendo —Tiene que ser así. Lo hemos el día contigo y haré cuanto encontré mi caja de pinturas
seguidamente: decidido. Hasta que papá no quieras, pues estoy dispuesta y Silvia, su abanico.
se reponga, a todo. ¡A todo! — exclamó
—Mamá, tengo que hablar *
echando los brazos al cuello
contigo. Bueno, venimos los suprimiremos los postres y de mamá—, para que El incendio Jueves, 11
dos a hablar contigo. cuanto sea necesario. Nos nuestros queridos papá y
bastará con un plato de sopa mamá no sufran y estén tan Esta mañana había terminado
Mamá nos miró extrañada, y
al mediodía, y para tranquilos y contentos como de copiar la parte que me
Silvia empezó:
desayunar nos contentaremos siempre con su Silvia y su correspondía del cuento De
—Papá no tiene dinero, ¿no con un pedazo de pan. Así se Enrique, que os quieren los Apeninos a los Andes, y
es así? gastará menos para comer, muchísimo y darían la vida estaba buscando un tema
que ya se gasta bastante por vosotros. para la redacción que el
—¿Qué dices, criatura? —
entre unas cosas y otras. Y te maestro nos ha encargado,
replicó con viveza mamá—. Jamás había visto a mi madre
prometemos que nos verás cuando oí un griterío insólito
¿Qué sabes tú de eso? No es tan contenta como al oír tales
siempre tan alegres como por la escalera, entrando
verdad. ¿Quién te ha dicho palabras, ni nunca nos había
antes. ¿No es así, Enrique? poco después en casa dos
eso? besado en la frente de modo bomberos, que pidieron a mi
Yo respondí que sí. semejante, llorando y riendo
—Yo que lo sé —respondió padre permiso para examinar
a la vez, sin poder hablar. las estufas y las chimeneas,
Silvia—. Mira, mamá, —Siempre tan contentos
Después aseguró a Silvia que porque se veía humo por los
nosotros estamos también como antes —repitió Silvia,
había entendido mal, que no tejados sin saber de dónde
dispuestos a hacer sacrificios. tapando la boca a mamá con
estábamos tan apurados procedía. Mi padre les dijo
Tú me habías prometido un una mano—, y si hay que
como se figuraba y nos dio que revisasen lo que creyeran
abanico para finales de mayo hacer algún otro sacrificio en
mil veces las gracias. Estuvo necesario y, aunque no
y Enrique esperaba su caja de el vestir o en lo que sea, lo
muy contenta hasta que llegó teníamos nada encendido,
pinturas; no queremos nada, haremos con mucho gusto.
papá, a quien le contó todo. ellos recorrieron las
no gastéis dinero con También venderemos
Él no replicó. ¡Pobre papá! habitaciones, registrando las
nuestros regalos; estoy
119
paredes, para comprobar si el —¡Que se queman vivos! apartamento, cuando cientos —¡Es imposible que pase! —
fuego hacía ruido por el ¡Socorro! ¡Los bomberos! de gargantas les gritaban: decía la gente que había en la
interior de las subidas de los calle.
En aquel momento llegó un —¡Al tercer piso! ¡Al tercer
otros pisos que comunicaban
coche; de él saltaron piso! El jefe de bomberos avanzó
con las chimeneas de la casa.
inmediatamente cuatro por el alero, y todos
Subieron volando al tercer
Mientras iban por las bomberos, los primeros que temblaban mirando y
piso y pudieron apreciar una
habitaciones, me dijo mi se encontraron en el conteniendo la respiración.
devastación infernal: vigas
padre: Ayuntamiento, y se Pasó, y se oyó una gran
del techo que crujían, pasillos
precipitaron al interior del ovación. El jefe reanudó la
—Ahí tienes, Enrique, un llenos de llamas y de un
edificio siniestrado. marcha y, al llegar al punto
buen tema para tu humo asfixiante… Para llegar
amenazado, empezó a
composición: Los bomberos. Apenas habían entrado, a las habitaciones en que
romper furiosamente con un
vimos algo horroroso: una estaban los inquilinos
Escribe lo que voy a contarte. pequeño pico tejas y
mujer se asomó, gritando, encerrados, no había más
viguetas, para abrir un
«Yo los vi trabajando una por una ventana del tercer camino que el tejado. Se
agujero por el que colarse al
noche, hace dos años, cuando piso; se agarró al antepecho, echaron para adelante y un
interior. Entretanto la mujer
salíamos del teatro Balbo. Al saltó y luego quedó colgando, minuto después se vio como
continuaba suspendida fuera
entrar en la calle Roma, vi un como suspendida en el vacío, un fantasma negro saltar por
de la ventana y las
resplandor desacostumbrado con la espalda fuera, las tejas entre el espeso
y mucha gente que corría. Se encorvada bajo el humo y las humo. Era el jefe, que había llamas le llegaban a la
había declarado un incendio llamas, que, saliendo de la llegado antes. Para ir a la cabeza. Un minuto más y
en una casa. Grandes habitación, casi le tocaban la parte del tejado que habría caído a la calle. En
llamaradas y nubes de humo cabeza. correspondía al cuartito cuanto estuvo abierto el
salían por las ventanas y por cerrado por el fuego, tenía agujero, el jefe se quitó la
La multitud lanzó un grito de
encima del tejado. Hombres, que pasar por un espacio banderola y descendió,
horror. Los bomberos, que
mujeres y niños aparecían y muy reducido entre un alero siguiéndole los otros
por equivocación se habían
desaparecían de nuestra vista y la fachada; todo lo demás bomberos. En aquel instante
detenido en el segundo piso,
lanzando gritos se encontraba en llamas, y llegaron otros bomberos con
requeridos por los
desesperados. Delante de la aquel estrecho pasillo estaba una altísima escalera, que
aterrorizados inquilinos,
puerta gritaba la gente: cubierto de nieve y de hielo, apoyaron en la cornisa de la
habían derribado ya una
sin lugar dónde agarrarse. casa, delante de las ventanas
pared, introduciéndose en un
por donde salían las llamas y
120
locos alaridos. Pero creíamos en el alero y el izquierdo en la lo saludó como a un Mi padre me señaló al más
que ya era demasiado tarde. escalera, y de este modo, de triunfador, gritando y bajo, que llevaba galones, y
pie y con el cuerpo al aire, extendiendo los brazos en me dijo:
—¡Ninguno se salvará! —
fue cogiendo con sus brazos señal de afectuosa
comentaba la gente—. ¡Los —Estrecha la mano al señor
uno a uno a todos los admiración y de gratitud. En
bomberos arden! Robbino.
inquilinos, que los otros le unos instantes, su nombre,
¡Esto se ha acabado! ¡Han iban dando desde el interior; antes desconocido, José El aludido se detuvo y me dio
muertos todos! después los entregaba a otro Robbino, se repetía en la mano, sonriendo; yo se la
compañero que había subido millares de bocas. estreché; él me hizo el saludo
Mas de pronto apareció por la desde la calle y que los iba y se marchó.
ventana de la esquina la Eso es valor, Enrique, el valor
bajando uno a uno, ayudado
negra figura del jefe, del corazón que no razona ni —No olvides este momento —
por otros compañeros.
iluminada por las llamas de vacila, y va derecho con los añadió mi padre—, porque de
arriba abajo. La mujer se Primeramente pasó la mujer ojos cerrados a donde oye el los millares de manos que
inclinó hacia él cuanto pudo, que había corrido mayor grito de quien se muere. Un estreches en tu vida, tal vez
y el hombre la cogió con peligro, luego una niña, otra día te llevaré a los ejercicios no haya ni diez que valgan
ambos brazos por la cintura, mujer y un anciano. Al fin de amaestramiento que como la suya.
la subió y la metió a la todos quedaron a salvo. Tras realizan los bomberos, y te
el anciano descendieron los presentaré al jefe Robbino, *
habitación. La multitud dio un
grito que superó el crepitar bomberos que habían porque creo que te gustará
De los Apeninos a los Andes
del incendio. Pero, ¿y los quedado en el interior, conocerlo, ¿no es así?»
CUENTO MENSUAL
demás? ¿Cómo podrán bajar? haciéndolo en último lugar el
Yo respondí que sí.
jefe, que fue el primero en Hace muchos años, un chico
La escalera, apoyada en el acudir. genovés de trece años, hijo
—Aquí lo tienes —dijo mi
tejado por delante de otra de un obrero, marchó solo
padre.
ventana, distaba bastante del La multitud los acogió a todos
desde Génova a América en
sitio en que se precisaba. con salvas de aplausos, pero Yo me volví de repente. Los busca de su madre, que dos
¿Cómo podrían utilizarla? cuando apareció el primero dos bomberos, una vez años antes había ido a
Mientras la gente se hacía tal de los salvadores, el que terminada la visita de Buenos Aires, capital de la
pregunta, uno de los había afrontado antes que
República Argentina, para
todos el abismo y que habría inspección, cruzaban la
bomberos salió fuera de la ponerse a servir en alguna
muerto si alguien hubiese habitación para salir de casa.
ventana, puso el pie derecho casa de gente rica y ayudar,
tenido que perecer, el gentío
121
de este modo, a salir de Durante algún tiempo madre, no podía resignarse a Y no podía ser de otro modo,
apuros a su familia, que, por mantuvo una correspondencia tan prolongada ausencia. aparte otras razones, porque
diversas causas, había caído regular con los suyos. Según la mujer, con el fin de salvar
Pero, transcurrido un año
en la pobreza y contraído lo tenían acordado, el marido el honor de los suyos, que a
desde su partida, después de
bastantes deudas. dirigía las cartas al primo, ella le parecía mancharlo
una carta de pocas líneas, en
quien las entregaba a la haciéndose criada, no había
No son pocas las mujeres la que decía que no se
mujer, y ésta le daba las dado a la familia argentina su
intrépidas que realizan un encontraba bien de salud, no
suyas para que las enviase a verdadero nombre.
viaje tan largo con ese mismo habían vuelto a recibir
Génova, escribiendo siempre
fin, y que, gracias a la buena ninguna otra. Escribieron dos Pasaron otros meses sin
algo de su parte.
remuneración que tienen allá veces al primo, y éste no ninguna noticia. El padre y los
los servicios domésticos, Como ganaba ochenta liras al contestó. También escribieron hijos estaban consternados;
regresan a la patria al cabo mes y no tenía gastos, cada a la familia argentina a la que el más pequeño, sobre todo,
de unos años con unos miles tres meses podían enviar a su prestaba sus servicios, pero, no podía librarse de su
de liras. La pobre mujer había marido una cantidad no habiendo llegado a su desconsolada tristeza. ¿Qué
llorado mucho al separarse de considerable, con la que el destinatario, tal vez por no hacer en tales circunstancias?
sus hijos, uno de dieciocho hombre iba pagando las haber puesto bien la ¿A quién recurrir? La primera
años y otro de once; pero deudas más urgentes y dirección, tampoco idea del padre fue emprender
marchó muy animada y llena manteniendo de ese modo su obtuvieron respuesta. el viaje e ir a América en
de esperanza. buena reputación de persona Temiendo alguna desgracia, busca de su mujer. Pero,
honrada. escribieron al Consulado ¿cómo abandonar el trabajo?
La travesía se efectuó con
italiano de Buenos Aires, ¿Quién sostendría a sus
toda normalidad, y al poco Entretanto trabajaba y estaba
pidiéndole que hiciese las hijos? Tampoco podía
tiempo de llegar a Buenos contento de sus cosas,
oportunas averiguaciones; ausentarse el hijo mayor, que
Aires, por medio de un porque tenía la esperanza de
mas al cabo de tres meses les por entonces empezaba a
comerciante genovés, primo que la mujer regresaría
contestó el Cónsul que, a ganar algo y era
de su marido, establecido allí pronto, ya que la casa, sin
pesar del anuncio publicado imprescindible para la familia.
desde hacía tiempo, encontró ella, parecía
en los periódicos, nadie se Con esta inquietud vivían,
colocación en casa de una
estar vacía, y el hijo menor, había presentado a dar repitiéndose todos los días las
familia argentina acomodada,
de manera especial, que alguna noticia de su mismas dolorosas
que le pagaba mucho y la
quería muchísimo a su paradero. consideraciones y mirándose
trataba bien.
entre sí silenciosos, cuando

122
una noche, dijo Marco, el hijo ocurra, allí hay trabajo para Llenaron una bolsa de ropa, toda clase de pensamientos,
menor, con gran resolución: todos, y alguno encontraré le entregaron algún dinero, le pero el más triste y terrible
para ganar lo suficiente con dieron la dirección de la era el que más le
—Yo iré a América a buscar a
que pagar el pasaje de tienda del pariente y una atormentaba: la posibilidad
mi madre.
vuelta. hermosa tarde del mes de de que su madre hubiese
El padre movió la cabeza, abril lo embarcaron. muerto. En sus sueños,
De esta forma, poco a poco
entristecido, y no respondió. interrumpidos y penosos,
casi logró convencer a su —Hijo mío —le dijo el padre
Era algo loable, pero siempre veía la cara de un
padre. Éste lo al darle el último beso con los
imposible de realizar. ¿Cómo desconocido que le miraba
ojos humedecidos, en la
iba a ir solo a América un apreciaba, sabía que era un con aire compasivo y le decía
escalerilla del trasatlántico
chico de trece años, si hacía chico juicioso y valiente, al oído: «Tu madre ha
que estaba para partir—, sé
falta un mes para llegar? Pero acostumbrado a las muerto». Entonces se
animoso. Vas con un santo
el muchacho insistió en su privaciones y a los sacrificios, despertaba ahogando un
propósito y Dios te ayudará.
idea aquel día y en los cualidades que darían doble grito. Sin embargo, pasado el
sucesivos, sin ninguna fuerza a su corazón para ¡Pobre Marco! Era esforzado y estrecho de Gibraltar, a la
vacilación y razonando como llevar a buen fin el propósito estaba preparado para las vista del Océano Atlántico,
un hombre. de encontrar a su madre, a la más duras pruebas de aquel recobró algo de ánimo y de
que adoraba. viaje; pero cuando vio esperanza. Pero fue un corto
—Otros han ido —decía— y alivio. El inmenso mar,
desaparecer del horizonte la
aun menores que yo. Una vez A esto se añadía que un siempre igual; el calor
hermosa Génova y se
en el barco, llegaré allá como capitán de barco, amigo de progresivo; la melancolía de
encontró en alta mar, sobre
cualquier otro, y cuando esté un conocido de la familia, que toda la pobre gente que le
el gran buque abarrotado de
en Buenos Aires no tengo había oído hablar del asunto, rodeaba y la sensación de la
campesinos emigrantes, sin
más que buscar el comercio accedió a que el chico fuese propia soledad, volvieron a
ningún conocido a bordo, con
del tío. Hay tantos italianos sin pagar hasta Buenos Aires deprimirlo. Los días, que se
la bolsa, que contenía toda su
por aquellas tierras, que como pasajero de tercera sucedían con exasperante
fortuna, le sobrevino un
alguno me dirá por dónde he clase. Entonces, después de monotonía, se le confundían
repentino desaliento. Durante
de ir. Una vez que encuentre alguna vacilación, el padre en la memoria, como les
dos días permaneció
al tío, encontraré a mamá, y dio su consentimiento y sucede a los enfermos. Le
acurrucado en la proa, como
si no la encuentro, acudiré al quedó decidido el viaje. parecía que ya llevaba un año
un perrito, sin casi probar
Cónsul y buscaré a la familia en el mar. Todas las
bocado, con muchas ganas de
argentina. Ocurra o que mañanas, al despertarse,
llorar. Por su mente pasaban
123
experimentaba una nueva interminables y siniestras, era magnífico y el aire fresco. madre? ¿Dónde está? ¿Quiere
extrañeza por encontrarse durante las cuales los El muchacho había entablado acompañarme enseguida?», a
solo en medio de aquella pasajeros, deprimidos, relaciones con un hombre lo que le respondería el otro:
inmensidad de agua, camino tendidos e inmóviles sobre las lombardo que iba a América «Se encuentra
de América. Los magníficos tablas, parecían estar para reunirse con un hijo perfectamente. Vente
peces voladores que a veces muertos. suyo, agricultor de Rosario. conmigo». Irían los dos muy
caían en el barco, las Le había referido todo lo de deprisa, se detendrían ante
El viaje se hacía interminable:
maravillosas puestas de sol su casa y el buen viejo le una puerta, subirían una
mar y cielo, cielo y mar, hoy
de los trópicos, las enormes repetía a cada instante, escalera, llamarían y… Aquí
como ayer y mañana como
nubes de fuego y sangre y las dándole palmaditas en el se detenía su mudo soliloquio
hoy, siempre, eternamente.
fosforescencias nocturnas, cuello: «Animo, galopín, tú y su imaginación se perdía en
El muchacho pasaba largas
que dan a todo el océano el encontrarás a tu madre sana un sentimiento de indecible
horas apoyado en la borda
aspecto de un mar de y contenta». Su compañía le ternura, que le hacía sacarse
mirando el mar sin fin,
hirviente lava, no le parecían alentaba y sus a escondidas una medallita
aturdido, pensando
cosas reales, sino prodigios presentimientos, de tristes, que llevaba al cuello, besarla
vagamente en su madre
vistos en el sueño. se habían vuelto alegres. y murmurar sus oraciones.
hasta que se le cerraban los
Hubo días de mal tiempo, ojos y se le caía la cabeza Sentado en la proa, junto al Llegaron a los veintisiete días
durante los cuales muerto de sueño. Entonces viejo campesino que fumaba de haber zarpado de Génova.
permaneció encerrado volvía a ver la cara en pipa, bajo un hermoso Cuando el buque echó anclas
continuamente en el desconocida que le miraba cielo estrellado, en el que se cerca de la orilla del inmenso
camarote, donde todo bailaba con aire compasivo y le destacaba la nunca vista río de la Plata en la que se
y caía, en medio de un coro repetía al oído: «Tu madre ha constelación de la Cruz del extiende la vasta ciudad de
espantoso de quejidos y de muerto». Aquella voz le Sur, en medio de grupos de Buenos Aires, capital de la
imprecaciones, creyendo que despertaba sobresaltado, emigrantes, que cantaban, se República Argentina, eran las
había llegado su para empezar de nuevo a representaba mil veces en la primeras horas de una
soñar con los ojos abiertos y imaginación el momento de hermosa mañana del mes de
última hora.
a contemplar el inalterable llegar a Buenos Aires, y que mayo, aunque bastante fría,
Pasaron otros días de mar horizonte. luego, en cierta calle, puesto que por aquellas
tranquilo y amarillento, de encontraba la tienda del latitudes corresponde dicho
Veintisiete días duró la
calor insoportable e infinito pariente, a quien preguntaría: mes a nuestro noviembre. El
travesía; pero los últimos
aburrimiento, horas «¿Cómo se encuentra mi cielo despejado, le pareció de
fueron los mejores. El tiempo
124
buen augurio. El muchacho muchos pasajeros a un Era una calle recta, América era una inmensa
estaba fuera de sí por la vaporcito que les llevó a poca interminable pero bastante ciudad.
alegría y la impaciencia. ¡Su distancia de la orilla saltando estrecha, con casas bajas y
Se fijaba con atención en los
madre se hallaba a pocas luego a una lancha que blancas, parecidas a casitas
nombres de las calles,
millas de distancia de él y la llevaba el nombre de Andrea de campo, llena de gente y
nombres raros para él, que
volvería a ver unas horas Doria, y desembarcó en el de carruajes de todos los
los leía con no pequeña
muelle. Se despidió de su tamaños, que producían un
después! dificultad. A cada nueva calle,
viejo amigo lombardo y se ruido ensordecedor. Por una y
le latía más de prisa el
¡Se encontraba en América, encaminó hacia la ciudad. otra parte se veían grandes
corazón, pensando que fuese
en el Nuevo Mundo, y había banderas de los más diversos
Se detuvo al llegar a la la que buscaba. Miraba a
tenido el atrevimiento de ir colores que tenían escrito en
primera bocacalle y preguntó todas las mujeres con la idea
solo! Todo el larguísimo viaje letras grandes el horario de
al primer hombre que vio de encontrar a su madre. Vio
se le figuraba que había salida de vapores para
pasar la dirección que debía de pronto una cerca de él, y
pasado en poco tiempo, como ciudades desconocidas. A
seguir para ir a la calle de Las
si soñando hubiese volado y cada instante, mirando a se le alborotó la sangre; se
Artes. Dio la casualidad que
se despertara en aquel derecha e izquierda, veía aproximó más y vio con gran
aquel hombre era un obrero
instante. Se sentía tan otras calles tiradas a cordel, desilusión que era una negra.
italiano, que le miró con
dichoso que casi no se inmutó tan largas que los extremos
curiosidad y le preguntó si Seguía andando, acelerando
ni afligió cuando, hurgando parecía que iban a tocarse,
sabía leer. El chico contestó el paso. Llegó a una glorieta,
en sus bolsillos, solamente también de casas bajas y
que sí, y entonces le dijo el leyó y quedó como clavado
encontró una de las dos blancas, llenas de gente y de
obrero: en la acera. ¡Allí estaba la
partes en que había dividido vehículos, situadas en el
mismo plano de la ilimitada calle de Las Artes! Vio el
su pequeño tesoro, para estar —Pues bien, sigue todo
llanura americana, semejante número 117: la tienda del
seguro de no perderlo todo. derecho por ahí sin dejar de
al mar, cuyo horizonte es un pariente se hallaba en el 175.
Le habían quitado la mitad y leer en todas las esquinas los
círculo cerrado. Apresuró todavía más el
solamente le quedaban unas nombres de las calles, y
paso; casi corría. Tuvo que
cuantas liras. Pero, ¿qué le encontrarás la que buscas.
La ciudad le parecía infinita, y detenerse en el número 171
importaba si ya estaba tan
El muchacho le dio las gracias que podría andar por ella días para tomar aliento, y dijo
cerca de su madre?
y marchó por la calle que el y semanas enteras viendo por entre sí: «¡Ay, madre mía!
Con su bolsa en la mano, compatriota le había indicado. doquier calles como aquéllas, ¿Es verdad que voy a verte
bajó juntamente con otros figurándosele que toda dentro de un instante?»
125
Corrió hacia adelante y llegó —Merelli conocía a mi madre, —En casa del señor Mequínez —Aquí vive la familia
a una pequeña tienda de que estaba aquí sirviendo a la —respondió el chico— sí, Mequínez, ¿no es verdad? —
mercería. ¡Aquélla era! Se familia Mequínez. Sólo él señora. Algunas veces. Al preguntó con ansiedad el
asomó y vio a una mujer de podría decirme dónde está. final de la calle de Las Artes. muchacho.
cabellos grises y con gafas. Yo he venido aquí desde mi
—¡Gracias, gracias, señora! —Ci stava —le respondió la
tierra en busca de mi madre,
—¿Qué quieres, pibe? —le —gritó Marco—. Dígame el señorita, pronunciando el
¿sabe usted? Merelli le
preguntó en español. número, por favor… ¿No lo italiano con acento español—.
mandaba las cartas.
sabe? ¡Haga que me Ora ci stiamo noi, Zeballos.
—¿No es ésta —dijo el
¡Tengo que encontrar a mi acompañen! Acompáñame tú
muchacho, esforzándose para —Y entonces… ¿a dónde han
madre! mismo, chico. Aún me queda
que le saliese la voz ido los señores Mequínez? —
un poco de dinero en el
—Yo no sé nada, hijo mío —le preguntó Marco, sumamente
— la tienda de Francesco bolsillo.
respondió la mujer—. Puedo preocupado.
Merelli?
preguntar al chico de la Lo pidió de tal manera, que el
—Se fueron a Córdoba.
—Francesco Merelli é morto portera. El conocía al chico aquel, sin esperar
—le respondió la mujer en muchacho que le hacía los ninguna indicación de la —¡Córdoba! —exclamó Marco
italiano. Marco recibió la recados a Merelli. Tal vez tendera, le dijo: —. ¿Y dónde está Córdoba?
impresión de un tiro en el pueda decirte algo. ¿Y la persona que tenían a su
—Vamos —y fue el primero
pecho. —¿Y cuándo murió? servicio? La mujer, mi madre;
Acto seguido llamó al en salir de prisa.
la criada era mi madre. ¿Se la
—Oh, hace tiempo, unos dos muchacho por el fondo de la
Casi corriendo, sin decirse llevaron consigo?
meses —respondió la señora tienda, y él se presentó al
palabra alguna, fueron hasta
—. Le fue mal el negocio y se instante. La señorita le miró y dijo:
el final de la larguísima calle;
marchó. Dicen que se fue a
—Dime —le preguntó la atravesaron el portal de una —No lo sé. Tal vez lo sepa mi
Bahía Blanca, lejos de aquí, y
dueña—, ¿recuerdas si el pequeña casa blanca y se padre, que los vio cuando se
que murió poco después. Esta
dependiente de Merelli iba detuvieron ante una hermosa fueron. Espera un momento.
tienda es mía.
alguna vez a llevar cartas a cancela de hierro, por entre la
una mujer que estaba de cual se veía un patio repleto Se fue y volvió al poco con su
El chiquillo palideció.
sirvienta en casa de unos de macetas con flores. Marco padre, un señor alto de barba
Luego dijo precipitadamente: señores de acá? dio un tirón a la campanilla. gris, que miró unos instantes
al simpático chiquillo, con
Apareció una señorita.
126
aspecto de pequeño marinero en la cancela. encuentra a dos horas de Todo lo que sucedió desde
genovés, el pelo rubio y la camino. Todos sabrán decirte aquel momento hasta la
—Veamos, veamos —dijo
nariz aguileña; en mal por dónde has de ir. Una vez noche del día siguiente se le
entonces el señor Ceballos,
italiano le preguntó: allí, buscas al señor al que va quedó grabado en la memoria
movido a compasión y
dirigido el sobre, persona de manera confusa e incierta
—¿Tu madre es genovesa? abriendo la puerta—. Entra
muy conocida; le entregas la como fantasmagoría de un
un momento, y veremos si se
Marco respondió carta, y él te facilitará el calenturiento, por lo cansado,
puede hacer algo.
afirmativamente. medio de salir mañana mismo perturbado y deprimido que
Se sentó, ofreció asiento a con dirección a Rosario. No se hallaba.
—Pues mira, la criada dejará de recomendarte a
Marco, y dijo a éste que le
genovesa se marchó con Al día siguiente, hacia el
contara su historia. Le miró alguien de allá, que tal vez te
ellos. Estoy seguro. oscurecer, después de haber
con atención y se quedó un proporcione la manera de
dormido la noche anterior en
poco pensativo. Luego dijo proseguir hasta Córdoba,
—¿A dónde? un cuartucho de una casa de
con resolución: donde hallarás a la familia
Boca, al lado de un almacén
—A Córdoba, que es una Mequínez y a tu madre.
—Tú no tienes plata, ¿no es del puerto, y tras haber
ciudad. Entretanto, toma esto —y le
así? pasado casi todo el día
dio algunas monedas—.
El chico dio un suspiro y sentado en un montón de
Anda, y no te desanimes. En
luego dijo con resignación: —Algo me queda todavía…, madera, como adormilado,
este país hay muchos
pero poca —le respondió el frente a millares de gabarras
—Bueno, no tengo más compatriotas tuyos, que no te
muchacho. y de vaporcitos, se hallaba en
remedio que ir a Córdoba. abandonarán. Ya lo verás. No
la popa de una barcaza a
El argentino estuvo pensativo te desanimes por nada.
—¡Pobre pibe! —exclamó el vela, cargada de fruta, que
otros cinco minutos. Después ¡Adiós!
señor, mirándole con cierta salía para la ciudad de
se sentó a la mesa, escribió
compasión—. El muchacho le dio las gracias Rosario, conducida por tres
una carta, la cerró y,
y, sin más, salió con su bolsa robustos genoveses
entregándosela al chico, le
¡Pobre criatura! Córdoba dista al hombro, tomando con paso bronceados por el sol, cuya
dijo:
de aquí cientos de kilómetros. tranquilo el camino hacia voz y el querido dialecto que
—Oye italianito. Vas a ir con Boca a través de la grande y hablaban dio no poco alivio a
Marco palideció como un
esta carta a Boca, un poblado ruidosa ciudad, lleno de su contristado corazón.
muerto y, para no caerse, se
donde la mitad por lo menos tristeza y de asombro.
apoyó con una mano Salieron, y el viaje duró tres
son genoveses y que se
días y cuatro noches, siendo
127
de continua admiración para En largos trechos, las orillas y las leyendas. Pero luego —dijo entre sí—; aunque
el pequeño viajero. Tres días las aguas solitarias y pensaba: «Mi madre ha tenga que dar la vuelta al
y cuatro noches sobre la amplísimas, evocaban la pasado por aquí, ha visto mundo, viajar años y años y
imagen de un río desconocido estas islas y estas orillas», y recorrer a pie centenares de
superficie del maravilloso río
que la pobre embarcación a entonces ya no le parecían leguas, seguiré adelante
Paraná, respecto al cual,
vela fuese la primera del tan extraños y solitarios hasta encontrar a mi madre.
nuestro río Po no es más que
mundo en surcar. Cuanto aquellos lugares en los que se ¡Aunque llegue moribundo y
un arroyuelo y la longitud de
más se avanzaba, tanto más había detenido la mirada de caiga muerto a sus pies, con
nuestra península
le descorazonaba el inmenso su adorada madre. tal de verla una sola vez!
cuadruplicada no alcanza la
río. Se le figuraba que su ¡Valor, Marco!»
de su curso. Por la noche cantaba algún
madre se hallaba en sus
barquero, y su voz le En este estado de ánimo llegó
La barcaza marchaba fuentes y que la navegación
recordaba las canciones de su al despuntar de una rosada y
lentamente en contra de la iba a durar años enteros.
mamá para dormirle cuando fría mañana frente a la ciudad
corriente de aquella masa
Dos veces al día tomaba un era pequeñito. La última de Rosario, situada en la
inconmensurable de agua.
poco de pan y carne salada noche empezó a llorar al oír ribera del Paraná, sobre una
Pasaba entre largas islas, en
con los barqueros que, cantar. El barquero pequeña altura, reflejándose
otro tiempo nidos de
viéndole tan triste, nunca le interrumpió el canto y en las aguas los mástiles y
serpientes y guaridas de
dirigían la palabra. Por la enseguida le dijo: banderas de cien
tigres, cubiertas de sauces y
noche dormía sobre cubierta
otros diversos árboles —¡No te aflijas, chiquito! ¡Qué barcos de todos los países.
y se despertaba a intervalos,
frondosos, que daban la diablos! ¡Un genovés no debe
sobresaltado, admirando la Poco después de
impresión de bosques llorar jamás por estar lejos de
claridad de la luna que desembarcar, subió a la
flotantes; otras veces se su casa! Los genoveses dan
blanqueaba la inmensa ciudad con su bolsa en la
deslizaba por vastas la vuelta al mundo tan
superficie acuosa y las mano en busca del señor
extensiones de agua campantes como orgullosos.
lejanas orillas, argentino para el que su
parecidas a grandes lagos
oprimiéndosele entonces el Ante tales palabras, se turbó. protector de Boca le había
tranquilos; después,
corazón. «¡Córdoba! Percibió la voz de la sangre entregado una carta con
nuevamente entre islas, por
¡Córdoba!», repetía este genovesa y levantó la frente algunas palabras de
intrincados canales de un
nombre como el de una de con altivez, dando un recomendación.
archipiélago, en medio de
las misteriosas ciudades de puñetazo sobre las tablas.
exuberantes vegetaciones.
las que había oído hablar en «¡Está bien!
Reinaba un silencio sepulcral.
128
Al entrar en Rosario, le Marco dijo el nombre del Luego tomó con desaliento su las manos, sin llorar, en
parecía hallarse en una patrón al que buscaba. bolsa y se marchó actitud desconsolada. La
ciudad conocida. Ante su angustiado, con la cabeza gente tropezaba con él al
—El patrón —le contestó el
vista se ofrecían de nuevo aturdida, asaltado por un pasar; los carruajes llenaban
administrador— se fue ayer
calles interminables, tiradas a cúmulo de tristes de ruido la calle; algunos
para Buenos Aires con toda la
cordel, de casas bajas y pensamientos. ¿Qué hacer? chicos se pararon a mirarlo…
familia.
blancas, cruzadas en todas ¿A dónde dirigirse? De Así permaneció un buen rato,
direcciones, por encima de los El muchacho se quedó Rosario a Córdoba había un hasta que le sacó de su
tejados, por una maraña de paralizado. Después día de viaje en ferrocarril, y letargo una voz que le dijo
hilos de la luz, telegráficos y balbuceó: llevaba consigo muy poco medio en italiano y medio en
telefónicos, semejantes a dinero. Calculando lo que lombardo:
enormes telarañas, y un gran —Pero yo… no tengo aquí a necesitaba gastar aquel día,
nadie. ¡Estoy solo! —y le —¿Qué haces tú aquí,
tropel de gente, de no le quedaría casi nada.
presentó la carta. El hombre chiquillo?
caballerías y de vehículos. La ¿Dónde podía encontrar
cabeza se le iba, y creía la tomó, la leyó y dijo con dinero para pagar el billete? Alzó la cara e
hallarse de nuevo en Buenos visible malhumor: Podía trabajar, pero ¿en qué? inmediatamente se puso en
Aires, teniendo que buscar ¿Y a quién recurrir? ¿Pediría pie, lanzando una
—No sé qué hacer. Ya se la
otra vez al primo de su padre. limosna? exclamación de asombro.
daré dentro de un mes,
Anduvo cerca de una hora,
cuando regrese. ¡Ah, eso no! No quería que lo
dando vueltas y revueltas, —¡¿Usted?!
despachasen como a un perro
pareciéndole que siempre se —¡Pero yo estoy solo y
sarnoso, que lo insultaran y lo Era el viejo campesino
encontraba en la misma calle. necesito ayuda! —exclamó
humillaran como poco antes. lombardo con el que había
A fuerza de preguntas Marco en tono suplicante.
¡Todo menos eso! Con estos intimado durante el viaje. La
encontró la casa de su nuevo
—Y a mí, ¿qué me importa? pensamientos, volviendo a sorpresa del viejo no fue
protector. Llamó y se asomó
Demasiados pordioseros de tu ver ante sí la larguísima calle menor. Pero Marco no le dio
a la puerta un hombre gordo
tierra hay ya en Rosario. Vete que se perdía en el horizonte, tiempo para preguntarle y le
rubio, áspero, con aire de
a mendigar a Italia. sintió que le faltaban otra vez contó en pocas palabras lo
administrador, que le
fuerzas. Dejó la abultada que le ocurría.
preguntó descortésmente, Y le dio con la puerta en las bolsa en la acera, se sentó
con pronunciación extranjera: narices. El chico se quedó —Ahora estoy sin un real.
sobre ella, de espaldas a la
petrificado. Tengo que trabajar.
—¿Qué se te ofrece? pared, y se cubrió la cara con
Búsqueme usted algún
129
trabajo para poder reunir el —¿A dónde? —le preguntó —¡Camaradas! —dijo sin más —¡Ven acá, pequeño! —
dinero que necesito. Puedo Marco, volviendo a tomar su el lombardo, permaneciendo ¡Cuenta con nosotros, los
hacer lo que sea: llevar bolsa. de pie y presentando a Marco emigrantes! —¡Qué chiquillo
bultos, barrer las calles, —. Aquí tenéis a este chico, más guapo y espabilado! —
—Ya lo verás.
hacer recados y hasta faenas compatriota nuestro, que ha ¡Aflojad el bolsillo,
del campo. Me conformo con El lombardo se puso en venido solo desde Génova en camaradas! ¡Qué valiente!
poder comer pan negro. Lo marcha y Marco le siguió. busca de su madre. En ¡Ha venido solo! —¡Es un
que quiero es poder salir Anduvieron un buen trecho Buenos Aires le dijeron que chico de oro! —¡Toma un
pronto y encontrar a mi de calle juntos, sin hablar. El no estaba allí, que se trago, compatriota! ¡No te
madre. ¡Hágame ese favor! hombre se detuvo ante la encontraba en Córdoba. Ha apures, que verás a tu
¡Búsqueme trabajo, por el puerta de una cantina que venido en barco a Rosario y madre!
amor de Dios, que ya no tenía en el dintel una estrella ha empleado en el viaje tres
El uno le tocaba la mejilla;
puedo resistir más! y debajo el rótulo: La estrella días y tres noches. Trae una
otro le daba palmaditas en la
de Italia; se asomó al interior carta de recomendación
—¡Diantre, diantre! —dijo el espalda; un tercero le cogía
y dijo al muchacho: escrita por un italiano de
lombardo mirando en torno la voluminosa bolsa. De la
Boca; pero al entregarla le
suyo y rascándose la barbilla —Llegamos en buen mesa inmediata acudieron
han recibido de mala manera.
—. ¡Y qué caso! Trabajar… momento. otros emigrantes; la historia
No tiene ni un céntimo. Está
Eso se dice pronto. Pero del muchacho corrió por todo
aquí desesperado. Se trata de
vamos a ver; ¿es que costaría Entraron en una amplia sala, el establecimiento. De la
un chico muy animoso. Algo
tanto reunir el dinero que donde había varias mesas y habitación contigua salieron
debemos hacer por él, ¿no os
necesitas para ir a Córdoba bastantes hombres sentados, tres parroquianos
parece? Sólo quiere el dinero
habiendo aquí tantos que bebían y hablaban fuerte. argentinos… En menos de
necesario para trasladarse en
compatriotas nuestros? El viejo lombardo se acercó a diez minutos recorrió el
ferrocarril a Córdoba.
lombardo las distintas mesas,
El chico le miraba, sostenido la primera mesa, y por la
¿Vamos a dejarlo aquí como presentaba el sombrero a
por un rayo de esperanza. manera de saludar a los seis
perro abandonado? manera de bandeja y recaudó
parroquianos que estaban a
—Vente conmigo —le dijo el más dinero del necesario para
su alrededor se comprendía —¡Por nada del mundo! ¡Eso
hombre. el viaje.
que había estado con ellos no se dirá jamás de nosotros!
poco antes. Estaban muy —gritaron todos a la vez, —¿Has visto —dijo entonces,
encarnados y hacían sonar los dando puñetazos en la mesa dirigiéndose al muchacho—
vasos, voceando y riendo. —. ¡Un compatriota nuestro!
130
qué pronto se consigue esto derecha e izquierda y sólo cara. Al embarcarlo en encontrar a su madre en
en América? contemplaba una soledad sin Génova, a finales de abril, su Córdoba? ¿Y si no estuviera
fin, interrumpida a intervalos padre no había tenido en allí? ¿No era posible que se
—¡Bebe! —le gritó otro,
por pequeños y deformes cuenta que en América del hubiese equivocado el señor
ofreciéndole un vaso de vino
árboles, de ramas y troncos Sur sería invierno, y le dio de la calle de Las Artes? ¿Y si
—. ¡A la salud de tu madre!
retorcidos, en actitudes ropa de verano. Al cabo de hubiera fallecido? Con estos
—¡A la salud de mi…! jamás vistas, como de ira y unas horas empezó a notar pensamientos volvió a
de angustia; una vegetación frío, y con él, el cansancio por conciliar el sueño. Soñó que
Pero no pudo acabar la frase, oscura, extraña y triste, que el ajetreo de los días llegaba a Córdoba de noche y
porque un sollozo de alegría daba a la llanura la apariencia precedentes, llenos de que desde todas las puertas y
le cerró la garganta, y, de un inmenso cementerio. emociones violentas y de ventanas le decían:
dejando el vaso en la mesa, agitadas noches de insomnio.
se echó en brazos del viejo Permanecía somnoliento por «¡No está! ¡No esta! ¡No
lombardo. espacio de media hora y Se durmió. Estuvo durmiendo está!» Se despertó de
volvía a asomarse a la mucho tiempo, y se despertó sobresalto, aterrorizado, y vio
A la mañana siguiente, antes ventanilla, para ver siempre aterido. Se sentía mal. en el fondo del vagón a tres
de la salida del sol, tomó el el mismo espectáculo. Entonces le acometió el hombres, barbudos, tapados
tren para Córdoba, temor de caer enfermo, morir con mantas de diversos
sintiéndose animado y lleno Las estaciones por las que
en el viaje y ser arrojado allá, colores, que le miraban,
de pensamientos halagüeños. pasaba el tren estaban
en medio de la desolada hablando entre sí, pasándole
Pero no hay alegría duradera solitarias, como casas de
llanura, donde su cadáver por la imaginación que bien
ante ciertos aspectos ermitaños; y cuando el
sería pasto de los perros y podía tratarse de asesinos
siniestros de la naturaleza. El convoy se detenía, no se
aves de rapiña, como algunos que quisiesen matarlo para
cielo estaba encapotado, gris, percibía ninguna voz,
cuerpos de vacas que veía de robarle la ropa y el dinero. Al
oscuro; el tren, semivacío, pareciéndole que se hallaba
vez en cuando cerca de la vía frío y al malestar se unió el
corría a través de la inmensa en un tren perdido,
y de los que apartaba la miedo; la fantasía, ya
planicie en la que no se abandonado en medio de un
mirada con espanto. Con turbada, se desenfrenó. Los
advertían señales de vida. Se desierto. Cada estación creía
aquel malestar inquieto, en tres hombres no cesaban de
encontraba solo en un vagón que iba a ser la última, y que
medio del tétrico silencio de mirarlo, y uno de ellos se
muy largo que se parecía a entraba después en las
la naturaleza, se excitaba su movió hacia él; el muchacho
los que transportan heridos. misteriosas y espantosas
imaginación y volvía a pensar perdió entonces la razón y,
Miraba a tierras de los indios salvajes.
en lo peor. ¿Estaba seguro de
Una brisa helada le azotaba la
131
yendo a su encuentro, con los diciéndole que el tal ingeniero sobre el pecho para contener El muchacho hizo un gesto de
brazos abiertos, gritó; vivía al lado de ella. los latidos del corazón, que se desesperación. Luego tuvo un
le quería subir a la garganta. acceso de ira y exclamó:
—¡No tengo nada! ¡Soy un Marco se dirigió corriendo
pobre niño! He venido de hacia allá. Le abrió una anciana, que —¡Es una maldición! Está
Italia a buscar a mi madre y llevaba una luz en la mano. visto que me moriré sin
Era de noche. Entró en la
estoy solo. ¡No me haga Marco no pudo hablar encontrar a mi madre.
ciudad y le pareció que se
nada! enseguida.
hallaba otra vez en Rosario ¡Yo me vuelvo loco! ¡Qué
Los viajeros comprendieron lo por ver de nuevo las calles —¿A quién buscas, pibe? —le desesperación, Dios mío!
que le sucedía. Le tuvieron largas y rectas, flanqueadas preguntó la mujer en ¿Quiere usted repetirme el
lástima, lo acariciaron y lo de casitas bajas, cortadas por castellano. nombre de ese pueblo, dónde
tranquilizaron diciéndole otras calles asimismo muy se encuentra y a qué
—Al ingeniero Mequínez —
palabras que no entendía. largas y rectas. Pero había distancia de aquí?
dijo el muchacho.
Viendo que tiritaba de frío, lo poca gente. A la claridad de
—¡Pobre criatura! —le
taparon con una de sus los escasos faroles La anciana hizo ademán de
respondió la anciana,
mantas y le hicieron volver a encontraba caras raras, de un cruzar los brazos sobre el
compadeciéndose de él—.
color desconocido, entre pecho y respondió moviendo
sentarse para que durmiese.
negruzco y verdoso. Alzando la cabeza: ¡Casi nada! Yo creo que
Se quedó, efectivamente,
la vista, veía de vez en estará por lo menos a
dormido al anochecer. —¡También vienes tú
cuando iglesias de una cuatrocientas leguas.
Cuando le despertaron preguntando por el ingeniero
arquitectura rara, que se
estaban en Córdoba. Mequínez! Me parece que ya El muchacho se cubrió el
dibujaban inmensas y negras
en el firmamento. La ciudad es hora de que esto termine. rostro con las manos y luego
¡Con qué satisfacción respiró
estaba oscura y silenciosa; Hace tres meses que no dijo sollozando:
y con qué ímpetu salió del
mas, después de haber paran de molestarnos. No nos
vagón! Preguntó a un —¿Y qué hago ahora?
atravesado el inmenso basta haberlo dicho en los
empleado de la estación
desierto, le parecía alegre. periódicos; tendremos que —¿Qué quieres que te diga,
dónde estaba la casa del
Preguntó a un sacerdote, y poner carteles en las pobrecito hijo? No lo sé. —
ingeniero señor Mequínez; y
pronto halló la iglesia y la esquinas diciendo que el Pero enseguida se le ocurrió
el interrogado le dio el
casa que buscaba; tiró de la señor Mequínez se ha una idea y añadió—: Mira,
nombre de una iglesia,
campanilla con mano trasladado a Tucumán. ahora que pienso, puedes
temblorosa, y se puso la otra
132
hacer una cosa. Volviendo la acercó, y le formuló tendrías que recorrer a pie —Esta noche dormirás en un
esquina, a la derecha, en la tímidamente su pregunta, una gran distancia. carro —añadió el capataz—;
tercera casa, encontrarás una diciéndole que había llegado te despertaré
—¡Estoy dispuesto a todo! —
puerta que da a un patio, de Italia e iba en busca de su
exclamó Marco—. Andaré lo mañana a las cuatro de la
donde vive un comerciante madre.
que sea preciso, y llegaré de madrugada. Buenas noches.
que sale mañana con sus
El capataz, o sea, el todas formas. Déjeme un
carretas para Tucumán. Al día siguiente, a las cuatro,
conductor de aquella sitio; por caridad, no me
Puedes ver si quiere llevarte, a la luz de las estrellas, se
caravana de carros, le miró abandone aquí.
ofreciéndole tus servicios. Tal puso en movimiento la larga
de arriba abajo y le dijo con
vez te asigne un puesto en —Ten en cuenta que es un fila de carros, produciendo no
sequedad:
alguna carreta. Ve enseguida. viaje de veinte días. pequeño estrépito. Cada
—¡No hay sitio para ti! carro iba tirado por seis
Marco tomó su bolsa, dio las —¡No importa!
bueyes, seguidos todos por
gracias de escapada y a los —Llevo quince liras —le
—¡Y muy pesado! muchos animales de refresco.
dos minutos se hallaba en un replicó el muchacho en tono
El muchacho, despierto y
amplio patio como los de las suplicante—. Se las daré —¡Todo lo aguantaré! colocado en el interior de una
posadas, iluminado por todas. Trabajaré durante el
carreta, sobre los sacos, no
faroles de mano, donde camino. Iré a buscar agua y —¡Luego tendrás que ir tú
tardó en quedarse dormido
varios hombres estaban pienso para las caballerías, solo!
profundamente. Cuando se
ocupados en cargar sacos de haré todo lo que usted me
—¡Nada me da miedo! El caso despertó, el convoy estaba
trigo en unos grandes carros, mande. Para comer me basta
es encontrar a mi madre. detenido en un lugar solitario,
parecidos a las casetas sobre un poco de pan. ¡Déjeme ir,
¡Tenga piedad de al sol, y todos los hombres,
ruedas que llevan los señor!
los peones, se hallaban
titiriteros, con la cubierta de mí!
El capataz volvió a mirarle y sentados, formando círculo,
lona redondeada y unas
le contestó en tono amable: El capataz le acercó a la cara en torno de un cuarto de
ruedas de gran diámetro.
el farol que llevaba en la ternera que se asaba al aire
Dirigía la operación un
—Mira, muchacho… La verdad libre, clavado en una especie
hombre alto, bigotudo, mano, y luego dijo:
es que no hay sitio libre. de espadón plantado en el
envuelto en una especie de
Además, no vamos a —Está bien. suelo, junto a la hoguera
capa con cuadros blancos y
Tucumán, sino a Santiago del avivada por el viento.
negros, que calzaba anchos Marco, agradecido, le besó la
Estero. En cierto punto te
borceguíes. Marco se le mano.
tendríamos que dejar y aún
133
Comieron todos juntos, sempiterna llanura solitaria y ensordecedor de las ruedas y como un océano de tierra, y
echaron la siesta y luego se silenciosa. Raras veces las piezas de madera. Por decía entre sí: «Hoy no llego
puso en marcha el convoy. encontraba a dos o tres a la noche. ¡Me muero en el
añadidura, al moverse el
Así continuó el viaje con la viajeros a caballo, seguidos camino!»
viento, se levantaban grandes
regularidad de una marcha de caballos sueltos, que
polvaredas de tierra fina, Aumentaban las fatigas y se
militar. Cada mañana se pasaban a galope, como una
rojiza y grasienta que le redoblaban los malos tratos.
ponían en camino a las cinco exhalación.
penetraba por debajo de la Una mañana, por haber
y paraban a las nueve, para
Los días se sucedían con ropa, le llenaba los ojos y la tardado en llevar agua, uno
proseguir a las cinco de la
desesperada uniformidad, boca y no le dejaba ver ni de los hombres le pegó en
tarde y hacerse alto a las diez
como en el mar, sombríos e respirar. Era realmente algo ausencia del capataz. A partir
de la noche.
interminables. Pero el tiempo que le oprimía y resultaba de entonces empezaron a
Los peones iban a caballo y era muy bueno. Lo malo era insoportable. hacerlo por costumbre y,
estimulaban a los bueyes con que, como el muchacho se cuando le mandaban algo, le
Extenuado por la fatiga y el
largas picas. Marco encendía había hecho el sirviente de propinaban un pescozón sin
insomnio, roto y sucio,
el fuego para el asado, daba los peones, éstos se venir a cuento, diciéndole:
reprendido y maltratado de la
de comer a los animales, mostraban cada vez más
mañana a la noche, el pobre —¡Toma, haragán! ¡Lleva
limpiaba los faroles y exigentes. Algunos lo
chico se deprimía cada vez esto a tu madre!
acarreaba el agua necesaria. trataban brutalmente y hasta
más, y se habría
le amenazaban; todos se El corazón se le partía y cayó
El paisaje se sucedía ante sus descorazonado por completo,
mostraban desconsiderados enfermo. Permaneció tres
ojos como una visión de no haberle dirigido el
al requerir sus servicios: le días en la carreta, tapado con
fantástica: vastos bosques de capataz de vez en cuando
hacían llevar grandes haces una manta, calenturiento, sin
pequeños árboles oscuros; alguna palabra cariñosa. Con
de forraje; lo mandaban por ver a nadie más que al
poblados de pocas casas frecuencia, sentado en un
agua a grandes distancias; y capataz, que le llevaba de
esparcidas con las fachadas rincón de la carreta, lloraba,
él, extenuado por la fatiga, ni beber y le tomaba el pulso.
rojas y almenadas; muy sin que le vieran, abrazado y
siquiera podía dormir Marco se creyó perdido e
amplios espacios, tal vez poniendo la cara sobre la
tranquilamente en las noches, invocaba desesperadamente
lechos de antiguos lagos bolsa, que sólo contenía ya
despertándose a cada a su madre, llamándola cien
salados, blanqueados por harapos. Cada mañana se
instante por las sacudidas del veces por su nombre:
efecto de la sal, se extendían levantaba más decaído y
carro y por el ruido «¡Madre mía! ¡Madre mía!
hasta donde alcanzaba la desanimado al ver siempre la
¡Ayúdame! ¡Ven, que me
vista; y por todas partes, la ilimitada e implacable llanura
134
muero! ¡Ay, pobrecita madre besarle la mano en señal de Fuego, bordeando la parte lentamente, como autómatas.
mía! agradecimiento. También occidental de América del Eran indios.
parecieron sentir alguna Sur, hasta el istmo de
¡Ya no te volveré a ver! ¡Me El primer día anduvo mientras
compasión los hombres que Panamá, con una longitud de
encontrarás muerto en este se lo permitieron sus fuerzas
tan mal lo habían tratado, al 7.500 kms., prolongándose
desierto!» Juntaba las manos y durmió debajo de un árbol.
verlo tan solito, y le luego con diversos nombres
sobre el pecho y rezaba las El segundo día recorrió
saludaron con la mano por Centroamérica y América
oraciones que ella le había menos distancia y con mayor
cuando se alejaron. Él les del Norte hasta Alaska, en el
enseñado. depresión de ánimo. Tenía las
devolvió el saludo de igual Océano Glacial Ártico.
botas rotas, los pies
Más adelante mejoró, gracias modo y se quedó mirando la También le animaba notar
despellejados, y el estómago
a los cuidados del capataz, y caravana hasta que la perdió que el aire se iba haciendo
debilitado por la mala
se puso bien. Pero con la de vista, envuelta en el polvo cada vez más caliente. Y es
alimentación. Hacia el
curación llegó el día más rojizo del camino y de la que, avanzando hacia el
anochecer empezó a tener
doloroso del viaje, cuando iba llanura. Después se puso a Norte, se acercaba a las
miedo. Había oído decir por
a quedarse solo. caminar tristemente. regiones tropicales. A
su tierra que en aquellas
grandes distancias
Hacía más de dos semanas Una cosa le consoló algo, sin regiones había serpientes.
encontraba pequeños
que habían salido de embargo, desde un principio. Creía oírlas arrastrarse; se
poblados en los que no
Córdoba, y, al llegar al punto Al cabo de detenía, echaba a correr y
faltaba una tienda, donde
en el que se separaban el sentía escalofríos en los
tantos días de viaje a través compraba algo para comer.
camino de Tucumán y el de huesos. A veces sentía mucha
de la ilimitada planicie, Por el camino se cruzaba con
Santiago del Estero, el lástima de sí mismo y lloraba
siempre igual, veía delante de hombres a caballo; de vez en
capataz le dijo que a partir de silenciosamente conforme iba
sí una cadena de montañas cuando veía mujeres y niños
allí tendría que proseguir el andando. Luego pensaba:
muy elevadas, azuladas y con sentados en el suelo,
viaje él solo, como ya se lo «¡Cuánto sufriría mi madre si
las cimas nevadas, que le inmóviles y serios, con caras
había anunciado. Le dio supiese que tengo tanto
recordaban los Alpes y le completamente nuevas para
algunas instrucciones acerca miedo!», y este pensamiento
producían la sensación de él, de color tierra, con los
del camino, le entregó la lo reanimaba. Después, para
aproximarse a su tierra. Eran ojos oblicuos y los pómulos
bolsa de la ropa y sin añadir dominar el miedo, pensaba
los Andes, la espina dorsal salientes, que le miraban
más, por temor a en muchas cosas de ella,
del continente americano, la fijamente y le seguían con la
conmoverse, lo saludó. Marco traía a su memoria lo que
inmensa cadena que se vista, volviendo la cabeza
apenas tuvo tiempo de había dicho al salir de
extiende desde la Tierra del
135
Génova, y el modo con que le El lanzó un grito de alegría y andar todavía y llegar a su la cama, y era preciso
arreglaba la ropa de la cama apresuró el paso, como si en lado sin pérdida de tiempo. intervenirla quirúrgicamente
cuando estaba acostado; y un instante Estaba enferma, echada en la para salvarle la vida. En aquel
cuando era niño, que a veces cama, en una habitación de la mismo instante, mientras la
hubiese recobrado todo el
lo tomaba en sus brazos, planta baja de un hotelito, invocaba su Marco, estaban
vigor perdido. Pero fue una
diciéndole: «Estate aquí un donde vivía la familia junto a su cama los señores
corta ilusión. Las fuerzas le
poco conmigo», y él Mequínez, que le había de la casa queriéndola
abandonaron de pronto y
permanecía mucho tiempo tomado gran cariño y le convencer, con mucha
cayó extenuado a la orilla de
con la cabeza apoyada en la prestaba solícitos cuidados. dulzura, para que se dejase
una zanja. Sin embargo el
suya, pensando. Y se decía La pobre mujer ya no se operar; mas ella persistía en
corazón le saltaba de gozo. El
entre sí: «¿Llegaré a verte, encontraba bien cuando el su terca negativa y no dejaba
cielo cuajado de estrellas muy
querida madre, al final de ingeniero tuvo que salir un instante de llorar.
brillantes, entre las que
este viaje?» Marchaba sin precipitado de Buenos Aires y
sobresalían las de la Cruz del Ya había ido la semana
interrupción en medio de no se había restablecido del
Sur, nunca le había parecido anterior, a tal efecto, un
árboles desconocidos, de todo a pesar del buen clima
tan hermoso. Las prestigioso cirujano de
extensas plantaciones de de Córdoba. Después, al no
contemplaba tendido sobre la Tucumán, pero inútilmente.
caña de azúcar y praderas sin haber recibido contestación a
hierba, con deseos de dormir,
fin, siempre con aquellas sus cartas ni del marido ni del —No, queridos señores —
y pensaba que tal vez le
grandes montañas azules por primo, el presentimiento cada decía ella—, no merece la
estuviese esperando su
delante, que cortaban el vez más torturante de alguna pena; no tengo fuerzas para
madre en aquellos
sereno cielo con sus altísimos desgracia, la continua resistir y moriría en la
momentos. Y se decía:
picos y sus líneas sinuosas. ansiedad en que había vivido, operación. Es mejor que me
«¿Dónde estás, madre mía?
dudando entre marchar y dejen. Ya no tengo apego a la
Pasaron cuatro días, cinco, ¿Qué haces ahora?
quedarse, esperando todos vida. Para mí todo se acabó.
una semana. Las fuerzas le
¿Piensas en tu Marco, que los días una noticia fatal, le Prefiero morir a saber lo que
iban disminuyendo
está cerca de ti?» había hecho empeorar de ha ocurrido a mi familia.
rápidamente y los pies le
modo extraordinario.
sangraban. Al fin una tarde, ¡Pobre Marco! Si hubiese Los señores se oponían, le
Últimamente se le había
al ponerse el sol le dijeron: podido ver el estado en que decían que tuviese valor, que
manifestado una enfermedad
entonces se hallaba su muy grave, una hernia las últimas cartas enviadas
—Tucumán se halla a cinco
madre, habría hecho un estrangulada. Hacía quince directamente a Génova
leguas de aquí.
esfuerzo sobrehumano para días que no se levantaba de tendrían respuesta, que se
136
dejase operar, que lo hiciera Pero ella cerraba entonces los notándose un aire perfumado, —¿Podrían decirme dónde
por sus hijos. ojos, agotada y caía en un una luz maravillosa, un cielo vive la familia Mequínez?
sopor como muerta. transparente y azul como él
Pero el recuerdo de sus hijos —¿Los señores Mequínez? —
jamás había visto, ni siquiera
aumentaba todavía más la Los dueños permanecían a su repitió el tendero.
en Italia.
angustia y el profundo lado algún tiempo y, al
—Sí, sí, la casa del ingeniero
desaliento, que la tenía mirarla a la luz mortecina de Yendo adelante por las calles,
señor Mequínez —respondió
deprimida desde hacía mucho una lamparilla, sentían gran advirtió la febril agitación que
el muchacho con un hilo de
tiempo. Al oír aquellas compasión de aquella madre había presenciado en Buenos
voz.
palabras le saltaban las admirable que por el bien de Aires. Miraba las ventanas y
lágrimas. su familia había ido a morir a las puertas de todas las —La familia Mequínez —dijo
seis mil leguas de su patria, casas; se fijaba en todas las el comerciante— no está en
—¡Ah, mis hijos! ¡Mis
tras haber penado tanto. mujeres que pasaban con Tucumán.
queridos hijos! —exclamaba
¡Pobre mujer, tan honesta, anhelante esperanza de ver a
juntando las manos—. Un grito de desaliento, como
buena y desgraciada! su madre, y de buena gana
habría preguntado a todos, el de una persona herida por
¡Tal vez hayan muerto! ¡Más
Al día siguiente, muy de puñalada, fue como el eco de
vale que muera yo también! pero no se atrevía a parar a
mañana, encorvado y medio aquellas palabras.
De todas formas les nadie. Cuantos se cruzaban
tambaleándose, con su bolsa
con él se volvían para ver a
a cuestas, pero sumamente Acudieron el tendero y
quedo muy agradecida, aquel muchacho harapiento y
animoso, entraba Marco en la algunas mujeres que se
queridos señores. Es inútil lleno de polvo, que daba
ciudad de Tucumán, una de encontraban en el
que vuelva el doctor pasado señales de venir de muy
las más suaves y florecientes establecimiento.
mañana. Quiero morir aquí. lejos. El buscaba entre la
Ese es mi destino. Ya lo he de la República Argentina. Le
gente una cara que le —¿Qué te pasa, muchacho?
decidido. pareció que volvía a ver
inspirase confianza para —le preguntó el tendero
Córdoba, Rosario y Buenos
dirigirle la tremenda haciéndole sentar—.
Los señores, sin cesar de Aires, puesto que
pregunta, cuando se ofreció
consolarla, le repetían: contemplaba análogas calles ¡No hay que desesperarse,
ante sus ojos el rótulo de una
largas y rectas con las qué diablos! Los Mequínez no
—No diga eso, buena mujer tienda con nombre italiano.
mismas casas blancas y están aquí, pero viven cerca,
—y le cogían la mano para Se aproximó pausadamente a
bajas; pero por todas partes a pocas horas de Tucumán.
hacerle mayor presión. la puerta y con ánimo
aparecía una nueva y
resuelto dijo:
magnífica vegetación,
137
—¿Dónde? ¿Dónde? —gritó Luego, impulsado por violenta algunos consejos y se quedó familia. Moribunda, deshecha,
Marco, poniéndose de pie resolución, preguntó: mirándole cómo se alejaba. con la mirada extraviada, se
como movido por un resorte. metía los dedos entre el pelo
—¿Por dónde se va? ¡Pronto! El muchacho desapareció al
con actitud de desesperación
—A unas quince leguas de ¡Enséñenme el camino! ¡Me cabo de unos minutos,
que partía el alma, y gritaba:
aquí —continuó el hombre—, voy enseguida! cojeando, con el bulto de
a orillas del Saladillo, en un ropa a la espalda, por detrás —¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Morir
—Pero si hay una jornada
lugar donde están de los espesos árboles que tan lejos, sin verlos! ¡Pobres
larga —le contestaron— y
construyendo una gran bordeaban la carretera. hijos míos, que se quedan sin
estás muy cansado… Debes
fábrica de azúcar. Entre madre, mis pobres criaturas,
descansar. ¡Déjalo para Aquella noche fue atroz para
otras, está la casa del señor sangre de mi sangre! ¡Mi
mañana! la pobre enferma. Sentía
Mequínez, que todos conocen. Marco, todavía pequeño, tan
agudos dolores que le
Te será fácil llegar allí. —¡Imposible! ¡Imposible! — bueno y cariñoso! ¡Ustedes
arrancaban gritos capaces de
repuso Marco—. Díganme por no pueden figurarse cómo es!
—Yo estuve hace un mes — romper las venas, y pasaba
dónde se va, no puedo ¡Si usted lo conociera,
dijo un joven que había por momentos de
esperar ni un minuto más; señora…! Cuando salí de
acudido al oír el grito.
me voy enseguida, ¡aunque delirio. Las mujeres que la casa, no podía despegármelo
Marco abrió me caiga muerto por el asistían no sabían qué hacer. del cuello; sollozaba de una
desmesuradamente los ojos, camino! La dueña acudía de vez en manera desgarradora. Parecía
miró al joven y preguntó cuando, muy desconsolada. que sospechaba que ya no
Viéndole tan decidido, no se volvería a verme. ¡Pobre
atropelladamente, Todos empezaron a temer
opusieron. criatura mía! ¡Ojalá hubiese
palideciendo: que, aun en el caso de
acceder a que la operaran, muerto de repente entonces,
—¡Que Dios te acompañe! —
—¿Vio usted allí a la sirvienta cuando me estaba
le dijeron—. Ten cuidado por como el cirujano no iría hasta
del señor Méquinez, a la despidiendo! ¡Huérfano de
el camino del bosque. ¡Feliz la mañana siguiente,
italiana? madre mi hijito, que tanto me
viaje, italianito! seguramente llegaría
demasiado tarde. Pero en los quiere, que aún me necesita!
—¿La genovesa? Sí, la vi.
Un hombre lo acompañó momentos de lucidez, se Sin su madre caerá en la
Marcó prorrumpió en un hasta las afueras de la comprendía que su mayor miseria, y tendrá que ir
sollozo convulso, riendo y población, le indicó el camino tormento no lo constituían los pidiendo limosna para acallar
llorando a la vez. que debía seguir, le dio dolores físicos, sino el el hambre…
pensamiento de su lejana
138
¡Dios eterno! ¡No, no lo extenuado, marchaba a espectáculo más fatigas y la férrea constancia
permitáis! ¡No quiero morir! través de una floresta de majestuosamente terrible que de que había dado pruebas le
¡El médico! ¡Que venga árboles gigantescos, jamás le hacían erguir la frente; todo
enseguida! ¡Llámenle, por monstruos de la vegetación, el torrente de su fuerte y
había ofrecido la naturaleza
favor! ¡Que venga y me abra de troncos desmesurados, noble sangre genovesa afluía
vegetal, propio de la selva
por donde quiera, con tal de semejantes a columnas de a su corazón en ardiente
virgen.
que me salve la vida! ¡El catedrales, que a una altura oleada de orgullo y de
médico! ¡Socorro! inconcebible entrelazaban sus En ciertos momentos le audacia.
enormes copas plateadas por sobrecogía un gran estupor,
Las mujeres le sujetaban las Una nueva sensación advertía
la luna. En aquella pero pronto volaba con el
manos, la tranquilizaban a en él: hasta entonces había
semioscuridad veía pensamiento hacia su madre.
fuerza de ruegos. Al hacerla llevado en la mente una
vagamente millares de Estaba agotado, con los pies
volver en sí, le hablaban de imagen de su madre
troncos de todas formas, ensangrentados, solo en
Dios y de la esperanza que oscurecida y confusa un tanto
rectos e inclinados, aquella imponente selva,
todos debemos poner en Él. por los dos años de ausencia,
retorcidos, interpuestos en donde únicamente veía a
Entonces la enferma recaía mas en aquellos instantes
extrañas actitudes de largos intervalos pequeñas
en un abatimiento mortal, adquiría más claridad y tenía
amenaza y de lucha; por el viviendas humanas, que al
lloraba mesándose los grises rasgos mejor definidos; volvía
suelo había algunos pie de aquellos majestuosos
cabellos, gemía como una a ver su cara entera y propia
derribados, como torres árboles parecían nidos de
niña, lanzando lamentos como hacía mucho tiempo no
caídas de una vez, cubiertos hormigas, y algún que otro
continuados y murmurando a la había contemplado; la
de una vegetación búfalo dormido en el camino.
intervalos: percibía muy cerca, iluminada
exuberante y confusa, que Se encontraba rendido de
y como hablándole; volvía a
—¡Oh Génova mía! ¡Mi casa! parecía una multitud furiosa, cansancio y solo, mas no por
ver los movimientos más
¡Aquel mar…! ¡ Oh mi Marco, disputándose el espacio eso tenía miedo. La grandeza
insignificantes de sus ojos y
mi querido Marco! ¿Dónde palmo a palmo; otros de la selva virgen elevaba su
de sus labios, todas sus
estará ahora la pobre formaban grupos verticales y alma; la proximidad de su
actitudes, sus gestos y las
criatura? apretados como haces de madre le comunicaba la
sombras de sus
lanzas titánicas, cuyas puntas fuerza y el atrevimiento de un
Era medianoche, y Marco, pensamientos; sostenido por
se ocultaban en las nubes; hombre; el recuerdo del
después de haber pasado tan acuciantes recuerdos,
una grandiosidad soberbia; océano, de los desalientos y
muchas horas al borde de un apretaba el paso, y un nuevo
un desorden prodigioso de de las penalidades pasadas y
foso, completamente cariño, una indecible ternura
formas colosales, el superadas, las prolongadas
139
iba creciendo en su corazón, requerimientos se unían los mi destino. Déjeme morir en tenido presente en mi
que le hacía correr por sus del ingeniero Mequínez y su paz. corazón… hasta el último
mejillas dulces y sosegadas esposa. Pero todo resultaba momento… —Poseída de
El cirujano desistió de su
lágrimas. Conforme iba inútil, puesto que la mujer, repentina exaltación,
empeño y nadie dijo más a la
andando en medio de la sintiéndose sin fuerzas, no exclamó, juntando las manos:
enferma, la cual, dirigiéndose
oscuridad, le hablaba tenía confianza en el buen
a su dueña, le hizo con voz —¡Mi Marco! ¡Mi niño! ¡Mi
diciéndole las palabras que resultado de la intervención
moribunda los últimos vida!…
pronto le murmuraría al oído: quirúrgica. Estaba segura de
ruegos.
que moriría durante ella o Pero al girar sus ojos
«¡Aquí estoy, madre mía;
que sólo sobreviviría unas —Mi querida y buena señora anegados en lágrimas, ya no
aquí me tienes; ya no me
cuantas horas después de —dijo esforzándose mucho y vio a la señora; alguien la
apartaré de ti! ¡Volveremos
haber sufrido inútilmente entre sollozos había llamado por señas sin
los dos a casa y estaré
unos dolores más atroces de que la paciente lo advirtiera.
siempre a tu lado, pegado a —, le pido que haga el favor
los que le produciría la Buscó al ingeniero, y también
ti, sin que nadie nos separe de enviar a mi familia. por
muerte natural. había desaparecido.
nunca, mientras vivas!» medio del señor Cónsul, el
Solamente estaban en la
Entretanto no se daba cuenta El doctor no cesaba de poco dinero y la ropa que
habitación las dos enfermeras
de que iba desapareciendo de repetirle: poseo. Supongo que todos
y el ayudante del médico.
la copa de los gigantescos vivirán. Mi corazón lo
—Mire, señora, el resultado
árboles la plateada luz de la presiente en estos últimos En la habitación contigua se
de la operación es seguro y
luna para dejar paso a la momentos. Tenga la bondad oían pasos acelerados,
cierta su curación
rosada aurora que ya de escribir… que siempre he palabras entrecortadas y
aparecía por los balcones del con tal que se arme de un pensado en ellos, que he exclamaciones contenidas.
oriente. poco de valor. Si se niega, trabajado por ellos… por mis
La enferma miró hacia la
morirá indefectiblemente. hijos… y que mi única pena es
A las ocho de aquella mañana puerta con ojos velados en
no volver a verlos…, pero que
estaba junto al lecho de la A pesar de todo, resultaban actitud expectante. Al cabo
he muerto con buen ánimo…
enferma el cirujano de palabras inútiles. de unos minutos vio aparecer
resignada… bendiciéndolos; y
Tucumán, joven argentino, en al cirujano con expresión
—No —respondía con su débil que a mi marido… y a mi hijo
compañía de un practicante, extraña, y luego a sus
voz—; tengo valor para mayor… les recomiendo que
para intentar por última vez señores también visiblemente
morir. pero no para sufrir en velen por el más pequeño, mi
convencerla de que le alterados. Los tres la miraron
vano. Gracias, doctor. Ese es pobrecito Marco… a quien he
permitiera operarla. A sus
140
de modo singular y se —Es una persona —añadió la con profundos sollozos sin nada, ¿sabes, Marco? Ya me
intercambiaron unas palabras señora, palideciendo— que lágrimas, que le hicieron caer lo contarás todo. Otro beso,
en voz baja. Le pareció que el acaba de llegar casi sin aliento en la hijo. Ahora vete. ¡Aquí me
doctor decía a la señora: inesperadamente. almohada. tiene, doctor!

—Es mejor enseguida. —¿Quién es? —preguntó la Pero pronto se repuso y gritó Sacaron a Marco de la
enferma con voz quebrada y loca de alegría, cubriendo de habitación y salieron de ella
La enferma no comprendía.
extraña, como de persona besos la cabeza de su hijo: apresuradamente los señores
—Josefa —le dijo la señora asustada. y las mujeres, quedándose
—¿Cómo estás aquí? ¿Por
con voz temblorosa—, tengo únicamente el cirujano y su
Un instante después lanzó un qué? ¿Pero eres tú? ¡Cuánto
que darle una buena noticia. ayudante, que cerraron la
grito agudísimo, intentando has crecido!
Prepárese a recibirla. puerta.
sentarse en la cama; pero
¿Quién te ha traído? ¿Has
La mujer le miró con tuvo que permanecer inmóvil, El señor Mequínez trató de
venido tú solo? ¿Te
extremada atención. con los ojos desencajados y llevarse a Marco a una
encuentras bien? ¡Eres tú mi
las manos en las sienes, cual habitación alejada; pero le
—Es una noticia —prosiguió Marco, no estoy soñando!
si se tratase de una aparición fue imposible, pues parecía
diciendo la señora— que le ¡Dios mío! ¡Háblame! ¡Dime
sobrenatural. que le habían clavado en el
causará mucha alegría. algo!
pavimento.
Marco, extenuado y cubierto
La enferma abrió Luego, cambiando
de polvo, estaba de pie en la —¿Qué es? —preguntó—.
desmesuradamente los ojos. repentinamente de tono,
puerta. El doctor le sujetaba ¿Qué tiene mi madre? ¿Qué
añadió:
por un brazo. le están haciendo? El
—Dispóngase —añadió— a
—¡No! ¡Todavía no! ¡No me ingeniero le respondió muy
ver a una persona… a la que La mujer gritó:
digas nada! ¡Espera un poco! bajito, intentando sacarlo de
quiere muchísimo.
—¡Dios! ¡Dios! ¡Dios mío! Acto seguido, dirigiéndose al allí:
La mujer levantó la cabeza cirujano, exclamó:
Marco se acercó, ella extendió —Mira, escucha; tu madre
con vigoroso impulso y
sus descarnados brazos y, —¡Pronto, señor doctor! está enferma y hay que
empezó a mirar ora a la
estrechándolo contra su ¡Quiero curarme! ¡Estoy hacerle una operación
señora, ora hacia la puerta,
pecho con la fuerza de una dispuesta! No pierda un sencilla. Te lo explicaré todo.
con ojos fulgurantes.
tigresa, comenzó a reír a instante. Llévense a mi hijo Ahora vente conmigo.
carcajadas, mezclando la risa para que no sufra. Esto no es
141
—No, señor —respondió el —¡Levántate!… ¡Tú eres, colores; los más pequeñitos una gorrilla de viaje de seda
muchacho con heroico niño, quien ha siempre llevan algo rojo o gris. Votini tiene una especie
obstinación—. salvado a tu madre! azul, alguna cinta, un ribete, de traje escocés, y, como
Quiero quedarme aquí. una borla, o un remiendo de siempre, muy atildado. Crossi
* Verano
Dígame aquí lo que quiera. color vivo, cosido por la va enseñando el pecho
Miércoles, 24 madre, para que haga bonito desnudo. Precossi desaparece
El ingeniero amontonaba
a la vista, hasta los más bajo los pliegues de una blusa
palabras sobre palabras, Marco el genovés es el pobres; muchos vienen a la azul turquí de herrero. ¿Y
tratando de llevárselo, y el penúltimo pequeño héroe que escuela sin sombrero, como si Garoffi? Ahora que ha tenido
chico empezaba a asustarse y conoceremos este año; sólo se hubieran escapado de que dejar el capotón bajo el
a temblar. queda otro para el mes de casa. Otros llevan el traje cual escondía su comercio, le
junio. Faltan dos exámenes claro de gimnasia. Hay un quedan al descubierto todos
De pronto resonó por toda la
mensuales, veintiséis días de muchacho de la clase de la sus bolsillos, repletos de toda
casa un grito muy agudo,
clase, seis jueves y cinco maestra Delcati que va clase de baratijas, y le
como el de un herido
domingos. Se percibe ya el vestido asoman las puntas de los
mortalmente.
aire de fin de curso. Los números de sus rifas.
El muchacho replicó con grito árboles del jardín, cubiertos de rojo de pies a cabeza,
desesperado. de hojas y flores, dan sombra como un cangrejo cocido. Ahora todos dejan ver bien lo
sobre los aparatos de Varios llevan trajes de que llevan: abanicos hechos
—¡Mi madre ha muerto! marinero. con medio periódico, pedazos
gimnasia. Los alumnos van
vestidos de verano. Da gusto de caña, flechas para disparar
El médico apareció en la Pero el más divertido es el
presenciar la salida de clase: contra los pájaros, hierba y
puerta y dijo: albañilito, que lleva un
¡qué distinto de los meses otras cosas que asoman por
sombrerote de paja tan
—Tu madre se ha salvado. pasados! Las cabelleras que los bolsillos y van cayéndose
grande, que parece una
llegaban hasta los hombros poco a poco de las chaquetas.
El chico le miró un momento media vela con su palmatoria,
han desaparecido; todos se Muchos chiquitines traen
y luego se arrojó a sus pies, y como siempre, no es
han cortado el pelo; se ven ramitos de flores para las
sollozando: posible contener la risa al
cuellos y piernas desnudos, maestras. También éstas van
verle poner el hocico de liebre
—¡Gracias, doctor! sombreros de paja de todas vestidas de verano, con
bajo su sombrero.
formas, con cintas que colores alegres, a excepción
Pero el joven cirujano le cuelgan sobre las espaldas; Coretti también ha dejado su de la monjita, que siempre va
mandó alzarse, diciéndole: camisas y corbatas de todos gorra de piel de gato, y lleva de negro, y la maestrita de la

142
pluma roja, que la lleva escuela más que por dentro: Más allá, la maestrita de la edificio que encierra tanta
siempre, y un lazo color rosa te parecerá mucho más pluma roja lee en alta voz: juventud y tantas esperanzas.
al cuello, enteramente ajado hermosa y poética dentro de
—Entonces, Pedro Micca, con Se oye luego de repente un
por las manecitas de sus treinta años, cuando vengas a
la mecha encendida… ruido sordo, un golpear de
alumnos, que siempre la acompañar a tus hijos y la
libros y de carteles, un roce
hacen reír y correr tras ellos. veas por fuera como yo la De la clase cercana sale como
de pisadas, un zumbido que
veo. Esperando la hora de un gorjeo de cien pájaros, lo
Es la estación de las cerezas, se propaga de clase en clase,
salida, voy y vuelvo por las cual quiere decir que el
de las mariposas, de la y de arriba a abajo, como al
calles silenciosas que hay en maestro ha salido fuera un
música por las calles y de los difundirse de improviso una
derredor del edificio, y acerco momento. Voy más adelante,
paseos por el campo; muchos buena noticia: es el bedel que
mi oído a las ventanas de la y a la vuelta de la esquina
de cuarto se escapan a va a anunciar la hora. A este
planta baja, cerradas con oigo que llora un alumno, y la
bañarse en el Po; todos murmullo, una multitud de
persianas. En una ventana voz de la maestra que lo
sueñan con las vacaciones, mujeres, hombres, chicas y
oigo la voz de una maestra reprende y consuela. Por
cada día salimos de la escuela chicos se aprieta a uno y otro
que dice: otras ventanas llegan a mis
más impacientes y contentos lado de la salida para esperar
oídos versos, nombres de
que el día anterior. Sólo me —¡Eh! ¡El rasgo de la ‘te’ no a los hijos, a los hermanos, a
grandes hombres, fragmentos
da pena ver a Garrone de luto está bien, hijo mío! ¿Qué diría los nietecillos; entretanto, de
de sentencias que aconsejan
y a mi pobre maestra de de él tu padre? las puertas de las clases se
la virtud, el amor a la patria,
primer año, que cada vez deslizan en el salón de
… el valor. Siguen después
está más consumida, más espera, como a borbotones,
instantes de silencio, en los
pálida, y tosiendo con más En la ventana siguiente se grupos de muchachos
cuales se diría que el edificio
fuerza. ¡Camina enteramente oye la gruesa voz de un pequeños, que van a recoger
estaba vacío; parece
encorvada, y me saluda con maestro que dicta con sus capotitos y sombreros,
imposible que allí dentro haya
una expresión tan triste…! haciendo con ellos revoltijos
lentitud: setecientos muchachos; de
en el suelo, y brincando
* Poesía pronto se oyen estrepitosas
alrededor, hasta que el bedel
—Compró cincuenta metros risas, provocadas por una
Viernes, 26 los vuelve a hacer entrar uno
de tela… a cuatro liras broma de algún maestro de
por uno en clase. Finalmente,
cincuenta centavos el buen humor… La gente que
Comienzas a entender la salen en largas filas y
metro…, los volvió a vender… pasa se detiene a escuchar, y
poesía de la escuela, Enrique; marcando el paso. Entonces
pero por ahora no ves la todos vuelven una mirada de
comienza de parte de los
simpatía hacia aquel hermoso
143
padres una lluvia de la campanilla y todos —¡Alabado sea Dios! No me nos importa que aprenda a
preguntas: «¿Has sabido la corrimos a la puerta. atrevía a presentarme en el hablar si no podemos
lección?» «¿Cuánto trabajo te colegio de Sordomudos sin entendernos con ella por no
De pronto oigo decir a mi
ha puesto?» «¿Qué tenéis tener antes noticias de ella. saber hacer los gestos. ¿No le
padre en tono de extrañeza:
para mañana?» «¿Cuándo es Dejaré aquí el bulto y voy parece? Eso estará bien para
el examen mensual?» —¿Tú por aquí, Jorge? enseguida a verla. ¡Ya hace que los mudos se entiendan
tres años que no la veo! ¡Tres entre sí…
Y hasta las pobres madres Era nuestro jardinero de años sin ver a ninguno de los
que no saben leer abren los Chieri, que ahora tiene a la Mi padre se sonrió y le dijo:
míos!
cuadernos mirando los familia en Condove y acababa
—No quiero adelantarle nada.
problemas y preguntan las de llegar de Génova, donde Mi padre me dijo:
Ya verá usted lo que hay.
notas que han tenido. había desembarcado el día
—Acompáñalo. Vaya, vaya a verla,
«¿Solamente ocho?» anterior, de regreso de
Grecia, después de trabajar —Perdone, pero quería sin pérdida de tiempo.
«¿Diez, sobresaliente?»
tres años en las vías del preguntarle… Mi padre le
«¿Nueve, de lección?» Y se Salimos. El colegio está
ferrocarril. Traía un interrumpió:
inquietan, y se alegran, y cerca. Por el camino el
voluminoso fardo. Está algo
preguntan a los maestros, y —¿Cómo le ha ido por allá? jardinero me fue hablando
más envejecido, pero
hablan de programas y de mostrándose a cada paso
conserva como siempre buen —Bien —le respondió él—. He
exámenes. ¡Qué hermoso es más pesimista.
color y no ha perdido su traído algún dinero. Pero
todo esto; cuán grande y qué
acostumbrada jovialidad. deseaba preguntarle cómo va —¡Pobre Luisita mía! ¡Qué
inmensa promesa para el
mundo! la instrucción de mi mudita. fatalidad nacer con esa
Mi padre le invitó a entrar,
Cuando la dejé, parecía una desgracia! ¡Pensar que nunca
mas él no quiso y preguntó,
TU PADRE criatura insensible. ¡Pobre me he oído llamar padre, ni
poniéndose serio:
hija mía! Yo no tengo mucha ella ha oído la palabra hija, ni
*
—¿Cómo está mi familia? ¿Y fe en esos colegios. ninguna otra!
La sordomuda Domingo, 28 Luisita?
¿Sabe usted si ha aprendido ¡Ah! Y puedo dar gracias, que
No podía terminar mejor el —Hasta hace unos días ya a hacer gestos? Mi mujer un señor caritativo le ha
mes de mayo que con la estaba bien —respondió mi me decía en sus cartas que costeado la estancia en el
visita de esta mañana. Oímos madre. Jorge dio un suspiro: aprende a hablar y que colegio. Pero… no ha podido ir
adelanta. Yo digo que poco antes de los ocho años. Hace
144
tres años que no está en Padre e hija se miraron un —¿Quién es este hombre que método oral. Me extraña que
casa. Va a hacer once. ¿Ha momento y luego se ha venido a verte? no lo supiera.
crecido? ¿Está contenta? abrazaron con gran efusión.
La muchacha, con una voz —¡Es que he estado fuera
—Pronto lo va a ver —le La chica llevaba una bata de oscura, gruesa y extraña, tres años, señora! —
contesté, apretando el paso. tela con rayas blancas y de como la de un salvaje respondió el jardinero—, y,
color rosa y un delantalito aunque me lo hayan dicho
—¿Pero dónde está el que hablase por primera vez
blanco. Es más alta que yo. por carta, nunca creí que
colegio? Mi mujer la llevó a él nuestra lengua, pero
Lloraba y tenía a su padre fuera una realidad. Tengo una
cuando yo estaba ausente. pronunciando con gran
apretado por el cuello con cabeza muy dura,
Debe estar por aquí. claridad, y sonriéndose,
ambos brazos. ¿comprende?… Entonces, ¡tú
contestó:
Habíamos llegado a la puerta. me entiendes!, ¿verdad, hija
Su padre se desasió de ellos y
Enseguida fuimos al locutorio. —Es mi pa-dre. mía? ¿Oyes lo que digo?
empezó a mirarla de arriba
Se presentó enseguida un
abajo, con los ojos llenos de El jardinero dio un paso atrás, —¡Ah, no, no, buen hombre!
asistente.
lágrimas y tan agitado como como asustado, y gritó: —replicó la profesora—. No
—Yo soy el padre de Luisa si acabase de echar una puede oír las palabras ni
carrera. Luego exclamó: —¡Habla! ¿Pero es posible, ningún otro sonido, porque es
Voggi —dijo el jardinero—.
Dios mío? ¡Me has hablado sorda total. Pero por los
Desearía verla cuanto antes.
—¡Qué crecida está! ¡Qué tú, hijita! ¿Cómo se ha movimientos de sus labios
—Ahora están en recreo — guapa! ¡Oh, mi querida, mi operado este milagro? sabe lo que usted dice. No
contestó el empleado—; se lo pobrecita Luisita!
oye las palabras de usted ni
Y de nuevo la abrazó y le
diré a la profesora. las suyas, ésa es la verdad;
¡Mi mudita! ¿Es usted, besó tres veces seguidas la
señora, su maestra? Dígale las pronuncia porque le
El jardinero ya no podía frente.
que me haga sus signos; algo hemos enseñado, letra por
hablar ni estarse quieto.
entenderé. Después ya iré —¿Cómo me iba a figurar, letra, cómo ha de poner los
Miraba los cuadros de las
aprendiendo poco a poco. ¿No señora maestra, que hablase labios y mover la lengua, así
paredes sin ver nada.
podría decirme algo por diciendo palabras como como el esfuerzo que debe
Se abrió la puerta y entró una gestos? nosotros, y no con gestos? hacer con el pecho y la
maestra vestida de negro con garganta para emitir los
La profesora se sonrió y dijo —Eso de hablar con gestos, sonidos.
una chica de la mano.
en voz baja a la chica: señor Voggi, es un sistema ya
anticuado. Aquí aplicamos en
145
El jardinero no comprendió —¿Estás contenta de que —De sordo-mudos. conoce el nombre de los
mucho de esa explicación. Se haya vuelto tu padre y de que objetos corrientes. Sabe algo
—¿Cuántos son diez y diez?
quedó mirándola ya no se vaya? de historia y de geografía.
boquiabierto, sin llegar a —Vein-te. Ahora está en la clase
La chica, que había seguido
creer lo que estaba viendo y normal. Cuando haya cursado
con la vista, muy atenta, los Cuando creíamos que iba a
oyendo. los otros dos años, sabrá
movimientos de reírse de alegría, de pronto se mucho, mucho más. Saldrá
—Dime, Luisita —preguntó a echó a llorar.
sus labios, tratando hasta de de aquí en condiciones de
la hija, hablándole al oído—,
ver el interior de la boca, ejercer una profesión. Ya
¿estás contenta de que haya Pero sus lágrimas eran,
respondió con gran soltura: tenemos sordomudos
vuelto tu padre? —Y, indudablemente, de gozo, no
colocados en comercios que
levantando la cabeza, se pudo contenerse.
—Sí, es-toy con-ten-ta de sirven a los clientes y
quedó esperando la que ha-yas vuel-to y de que —¡Mucho ánimo! —le dijo la cumplen tan bien como los
respuesta. ya no te va-yas nun- profesora—. Tiene usted demás.
La chica le miró, pensativa, y motivos para alegrarse y no
ca. El jardinero quedó todavía
no dijo nada. El padre se llorar. ¿No ve que hace llorar
más sorprendido que antes.
mostró muy contrariado. El padre la abrazó también a su hija? Bueno, en
Parecía que de nuevo se le
impetuosamente, y luego, a total, que está usted
La profesora se echó a reír, y confundían las ideas. Miró a
toda prisa, la abrumó a contento, ¿no es así?
luego dijo: su hija y se rascó la frente.
preguntas para cerciorarse de El jardinero estrechó Por su expresión, deseaba
—No le responde, buen que podía entenderse con fuertemente la mano de la más explicaciones.
hombre, porque no ha visto ella. profesora y se la besó dos o
los movimientos de sus La profesora se dirigió
tres veces, diciendo:
labios; le ha hablado usted al —¿Cómo se llama mamá? entonces al empleado y le
oído. Repítale la pregunta —Gracias, gracias, muchas dijo:
—Anto-nia.
poniéndose delante de ella. gracias, señora maestra, y
—Llame a una niña de la
—¿Y tu hermanita? perdone que no sepa decirle
El padre, mirándola clase de preparatorio.
otra cosa.
fijamente, repitió: —Ade-laida. El hombre volvió poco
—Además de hablar —repuso
—¿Cómo se llama este después con una sordomuda
la profesora— su hija sabe
colegio? de unos ocho o nueve años,
escribir, hacer cuentas;
146
que hacía poco había la profesora, volvió a abrir la Separándose de nosotros, compañía. —Luisa, ¿cómo se
ingresado en el colegio. boca y pronunció tomaron asiento y el hombre llama tu madre del colegio?
perfectamente la ‘e’. De empezó a hacerle preguntas
—Esta chiquita —dijo la —Cata-lina Gior-dano —
modo análogo le hizo decir ‘c’ que la chica iba contestando.
profesora— es una de Luego dijo a su padre: —Mu-y
y ‘d’, manteniendo en todo Él se reía con los ojos
aquellas a las que enseñamos bu-e-na, mu-y bue-na.
momento las manecitas sobre humedecidos, pegándose
lo más elemental. Fíjese
el pecho y la garganta. puñetazos en las rodillas; El empleado, que había salido
cómo se hace. Quiero hacerle
cogía las manos de su hija y a una señal de la profesora,
decir ‘e’. Preste atención. —¿Ha comprendido usted
se quedaba mirándola, volvió casi enseguida con una
ahora? —le preguntó.
La profesora abrió la boca embelesado por la alegría que sordomuda rubia, robusta, de
como se pone para El padre había comprendido; le daba oírla, como si hubiese expresión alegre, vestida con
pronunciar dicha vocal, e pero parecía más asombrado sido una voz bajada del cielo. un uniforme idéntico al de
indicó a la niña que abriese la que cuando no entendía Después preguntó a la Luisita. Se detuvo a la
boca de igual manera. La nada. profesora: entrada y, poniéndose
pequeña obedeció. La bastante colorada, inclinó la
—¿Y así es como ustedes —¿.Podría dar las gracias al
profesora, por medio de cabeza, sonriendo. Aunque
enseñan a hablar? —preguntó señor Director?
señas, le pidió que emitiera el tenía el cuerpo de mujer ya
después de un minuto de
sonido. Ella lo hizo, pero en —El Director no está —le formada, parecía una niña.
reflexión, mirando a la
vez de ‘e’ dijo ‘o’. contestó—, pero hay aquí
profesora—. ¡Qué paciencia La hija de Jorge corrió a su
otra personita a quien debe
necesitan para enseñar de encuentro, la cogió del brazo
usted dar las gracias. Cada
—No, no —le advirtió la este modo a todas estas y la presentó a su padre,
niña pequeña está al cuidado
profesora—; no es así. criaturas, una por una! diciendo con su gruesa voz:
de una compañera mayor,
¡Ustedes son unas santas!
Y cogiendo ambas manos a la que le hace de hermana, de —Cata-lina Gior-dano.
¡Unos ángeles del Paraíso!
niña, le puso una de ellas madre. La suya está confiada
Nada de este mundo puede —¡Ah! ¡La muchacha
abierta sobre la garganta, y a una sordomuda de
recompensarles lo que están extraordinaria! —exclamó el
la otra en el pecho. Repitió: diecisiete años, hija de un
haciendo. ¿Qué más tengo padre. Y alargó la mano como
‘e’. panadero, muy buena, y que
que decirle…? ¡Ah! ¿Me para hacerle una caricia, pero
la quiere mucho. Hace dos
La niña, que había percibido permite estar aunque sólo enseguida la retiró,
años que le ayuda a vestirse,
en sus manos el movimiento sean cinco minutos a solas repitiendo: —
la peina, le enseña a coser, le
de la garganta y del pecho de con mi hija?
arregla la ropa y le hace
147
¡Magnífica muchacha, que Volveré a expresarle de —¡Lo dejo! —repitió el los Borbones. Ha muerto a los
Dios te bendiga y te dé toda nuevo mi profundo jardinero—, y luego… ya setenta y cinco años de edad.
clase de consuelos y reconocimiento. veremos.
Había nacido en Niza, hijo de
satisfacciones, que os haga
Se quedó un momento Pero la profesora le puso la un capitán de barco. Cuando
felices a ti y a los tuyos! Así
pensativo; luego se desligó moneda en el bolsillo sin tenía ocho años, salvó la vida
os lo desean de todo corazón
bruscamente de su hija, darle tiempo de rechazarla. a una mujer; a los trece, libró
una buena muchacha, mi
volvió, rebuscando en el del naufragio una barca
pobrecita Luisa, y un Él se resignó, moviendo la
bolsillo del chaleco, y repleta de compañeros; a los
agradecido padre de familia. cabeza; luego, tras enviar un
exclamó: veintisiete, sacó del agua, en
beso al aire a la profesora y
Catalina acariciaba a Luisita, Marsella, a un jovencito que
—Aunque soy un pobre otro a Catalina, volvió a coger
teniendo ella la cabeza baja y se ahogaba; a los cuarenta y
hombre, aquí dejo veinte liras del brazo a su hija y salió
sonriéndose plácidamente. El uno, evitó el incendio de un
para el colegio, un hermoso y rápidamente, diciendo:
jardinero la miraba con la barco en alta mar. Luchó en
nuevo marengo de oro.
veneración que se siente ante —¡Ven con tu padre, hija mía, América por la libertad de un
una virgen. Y, dando un golpe sobre la mudita mía, mi tesoro! pueblo, que no era el suyo.
mesa, dejó en ella la moneda. Participó en tres guerras
—Hoy puede llevarse a su La chica le correspondió, contra los austríacos por la
hija —dijo la profesora. —No, no, de ninguna manera, diciendo con su profunda voz: liberación de Lombardía y del
buen hombre —dijo —¡Qué sol tan her-mo-so! Trentino; defendió Roma el
—¡Qué satisfacción más
conmovida la profesora año 1849 contra los
grande me proporciona! Me la JUNIO
llevaré a Condove y la traeré franceses; liberó Palermo y
—. Recoja su dinero. Yo no
mañana temprano —contestó Garibaldi Nápoles en 1860; volvió a
puedo aceptarlo. Ya vendrá
el jardinero. combatir por Roma en 1867;
cuando esté el Director, Sábado, 3. Mañana es fiesta luchó en 1870 contra los
aunque es seguro que nacional.
La chica, que había vuelto alemanes en defensa de
tampoco aceptará él nada. Le
con una capita y un gorrito, Francia. Tenía en su espíritu
ha costado muchos sudores Hoy está de luto nuestra
entrelazó gustosamente su la llama del heroísmo y el
ganarlo. Le quedamos, de patria. Anoche falleció
brazo con el del padre. genio de la guerra. Entró en
todas formas, muy Garibaldi. ¿Sabes quién era?
El que liberó a diez millones combate cuarenta veces y
—Gracias a todos —dijo éste agradecidos.
de italianos de la tiranía de salió victorioso en treinta y
desde la puerta—. ¡Gracias a
siete.
todos con toda mi alma!
148
Cuando no luchaba con las niño; en los sufrimientos, un alma al pronunciar su desenvueltos, como soldados
armas, trabajaba para vivir o santo. nombre. y estudiantes. Tras ellos
se encerraba en una isla desfiló la Infantería: la
Millares de italianos murieron TU PADRE
solitaria dedicándose a brigada de Aosta, que luchó
por la patria, considerándose
cultivar la tierra. * en Goito y en San Martino, y
dichosos al verlo pasar a lo
la de Bérgamo, que se batió
Fue maestro, marinero, lejos victorioso; millares se El ejército en Castelfidardo; cuatro
obrero, comerciante, soldado, habrían dejado matar por él;
regimientos, compañía tras
general y dictador. Un gran millones lo han bendecido y lo Domingo, 11. Fiesta nacional.
compañía, millares de
hombre sencillo y de buenos bendecirán.
Retrasada siete días por la penachos rojos, que parecían
sentimientos. Odiaba a todos
¡Ha muerto el gran héroe! El muerte de Garibaldi. otras tantas dobles guirnaldas
los opresores; amaba a todos
mundo entero lo llora. Tú no de flores muy largas, color
los pueblos; protegía a los Fuimos a la plaza del Castillo
puedes comprenderlo ahora; sangre, tendidas y agitadas
débiles; su única aspiración para presenciar el desfile de
pero leerás sus hazañas, por ambos extremos y
era hacer el bien; rehusaba los soldados ante el
oirás hablar de él llevadas a través de la
los honores, despreciaba la Comandante del Cuerpo de
continuamente en tu vida, y, multitud.
muerte y adoraba Italia. ejército, en medio de dos
conforme vayas creciendo, su
Cuando lanzaba el grito de grandes hileras de gente. Después de la Infantería
imagen se agrandará ante ti;
guerra, legiones de valientes Conforme iban desfilando al avanzaron los soldados de
cuando seas hombre, lo
acudían a su lado desde todas son de las cornetas y bandas Ingenieros, los obreros de la
tendrás por gigante; y
partes: hubo señores que de música, me indicaba mi guerra, con sus penachos de
cuando ya no estés en este
abandonaron sus lujosos padre las unidades militares y crin negros y galones de color
mundo, ni vivan los hijos de
palacios, obreros que dejaron los gloriosos recuerdos de las carmesí. Mientras desfilaban,
tus hijos, todavía verán las
la fábrica o el taller, jóvenes distintas banderas. se veían avanzar tras ellos
generaciones en alto su
que interrumpieron los centenares de largas plumas
cabeza con la aureola de Primeramente pasaron los
estudios para ir a combatir a que sobresalían por encima
redentor de los pueblos alumnos oficiales de la
sus órdenes. En la guerra de las cabezas de los
sojuzgados, coronada con los academia militar, que luego espectadores: eran los
usaba una camisa roja. Era nombres de sus victorias serán oficiales de Ingenieros alpinos, los defensores de las
rubio, fuerte y apuesto. En como círculo de estrellas, y a y de Artillería, unos fronteras de Italia, todos ellos
los campos de batalla, un todos los italianos les trescientos, con uniformes altos, sonrosados y fuertes,
rayo; en los sentimientos, un resplandecerán la frente y el negros, muy marciales y con sombreros calabreses y

149
las divisas de color verde acero, muy relucientes en sus —No debes considerar al y mi madre nacieron y serán
vivo, como la hierba de sus ligeros afustes, que saltaban ejército como un bonito enterrados, donde yo espero
montañas. Todavía desfilaban y resonaban, haciendo espectáculo. Todos esos vivir y morir, donde mis hijos
los alpinos cuando la multitud temblar el suelo. A jóvenes, pletóricos de vida y crecerán y morirán; bonita
se continuación marchaba lenta, de esperanzas, pueden ser Italia, grande y gloriosa
grave y bella, con apariencia llamados en cualquier desde hace siglos, unida y
sintió estremecida ante la
pesada y ruda, con sus altos momento para defender al libre desde hace pocos años;
aparición de los
soldados y sus poderosos país y quedar muertos en que esparciste sobre el
«bersalleros», el antiguo
mulos, la artillería de pocas horas por la metralla mundo tanta luz de divinas
duodécimo batallón, los
montaña, que lleva la enemiga. Cada vez que oigas inteligencias, y por la cual
primeros que entraron en
desolación y la muerte hasta gritar con motivo de una tantos valientes murieron en
Roma por la brecha de Porta
donde llega la planta fiesta: «¡Viva el ejército! los campos de
Pía, morenos, marciales,
humana. ¡Viva Italia!», figúrate
vivarachos, con los penachos batalla y tantos héroes en el
también los campos de
agitados por el viento; Finalmente pasó al galope, patíbulo; madre augusta de
batalla cubiertos de
pasaron como oleada de con los cascos que brillaban trescientas ciudades y de
cadáveres y anegados en
negro torrente, haciendo al sol, las lanzas derechas y treinta millones de hijos; yo,
sangre, pues entonces los
retumbar la plaza con agudos las banderas desplegadas, niño, que todavía no te
vítores al ejército te saldrán
toques de trompeta, que deslumbrantes de oro y plata, comprendo y no te conozco
de lo más profundo del
parecían gritos de alegría. llenando el aire de retintines por completo, te venero y te
corazón y te parecerá más
y de relinchos, el apuesto amo con toda mi alma, y
Pero su charanga quedó severa y grandiosa la imagen
regimiento de caballería de estoy orgulloso de haber
sofocada por un estrépito de Italia.
Génova, que cayó como un nacido de ti y de llamarme
sordo y continuado, que
torbellino sobre diez campos * Italia hijo tuyo. Amo tus mares
anunciaba a la artillería de
de batalla, desde Santa Lucía espléndidos y tus sublimes
campaña, pasando Martes, 13
a Villafranca. Alpes; amo tus monumentos
gallardamente sentados en
Saluda a la patria de este solemnes y tus memorias
los altos armones, tirados por —¡Qué bonito es todo esto! —
modo en los días de sus inmortales; amo tu gloria y tu
trescientas parejas de briosos exclamé.
fiestas: belleza, te amo y venero
caballos, los valerosos
Pero mi padre casi me como a aquella parte
soldados de cordones Italia, patria mía, noble y
reprochó tal expresión, y me preferida donde por vez
amarillos, y los largos querida tierra donde mi padre
dijo: primera vi el sol y oí tu
cañones de bronce y de
150
nombre. Os amo a todas con humilde y valerosamente; y algunas veces profundamente Cuando me entrego al estudio
el mismo cariño, y con igual que si llega un día en el que dormido con la cabeza sobre y a los quehaceres escolares
gratitud, valerosa Turín, deba dar por ti mi sangre y el cuaderno; menos mal que y me pregunta si todavía me
Génova soberbia, docta mi vida, daré mi vida y mi Garrone se ocupa de ponerle siento con fuerzas, así como
Bolonia, encantadora sangre y moriré elevando al delante un libro abierto y cuando me dice por las
Venecia, poderosa Milán; con cielo tu santo nombre y plantado, para que no le vea mañanas, al levantarme:
la misma reverencia de hijo enviando mi último beso a tu el maestro. Crossi apoya su «Resiste un poco más; sólo
os amo, gentil Florencia y bendita bandera. rubia cabeza en el banco, de quedan unos días de clase;
terrible Palermo, Nápoles forma que parece que está después podrás descansar y
TU PADRE
inmensa y hermosa, Roma separada del cuerpo. Nobis se solazarte a la sombra de los
maravillosa y eterna. ¡Te * queja de que somos muchos árboles», quiero armarme de
amo, sagrada patria! Y te juro en la clase y le viciamos el valor y esforzarme hasta el
que querré siempre a todos Un calor sofocante Viernes, aire. último día de escuela.
tus hijos como a hermanos; 16
¡Qué fuerza hay que tener Tiene razón de sobra cuando
que honraré siempre en mi
En los cinco días ahora para estudiar! me recuerda a muchachos
corazón a tus hombres
transcurridos desde la que trabajan en el campo
ilustres vivos y a tus grandes Cuando miro por las ventanas
celebración de la fiesta bajo los abrasadores rayos
hombres muertos; que seré de mi casa la confortable
nacional, ha ido aumentando del sol, o en las blancas
ciudadano activo y honrado, sombra que proyectan los
el calor, subiendo tres grados orillas de los ríos, que les
atento tan sólo a frondosos árboles, de buena
el termómetro. Puede decirse ciegan y queman, o en las
ennoblecerme para hacerme gana iría a recrearme en ella,
que ya estamos en pleno fábricas de cristal, donde
digno de ti y cooperar con y no a
verano. Todos empezamos a pasan el día con la cara
mis mínimas fuerzas para que
sentir cansancio y de las inclinada sobre una llama de
desaparezcan de tu faz la encerrarme entre cuatro
caras ha desaparecido el color gas, teniendo que levantarse
miseria, la ignorancia, la paredes con los bancos de la
sonrosado que tenían durante antes que nosotros y sin
injusticia, el delito; para que clase.
la primavera; se adelgazan vacaciones.
puedas vivir y desarrollarte
las piernas y los cuellos, se Pero luego siento nuevos
tranquila en la majestad de tu ¡Ánimo!
tambalean las cabezas y se ánimos, cuando mi buena
derecho y de tu fuerza. Juro
cierran los párpados. El pobre mamá, al volver yo de la
que te serviré en lo que Derossi es también en esto el
Nelli, que nota mucho el calor escuela, me mira la cara para
pueda con la inteligencia, con primero: no le arredra el
y está muy pálido, se queda ver si estoy o no pálido.
el brazo y con el corazón, calor; la somnolencia no
151
puede con él; se muestra en los ojos abiertos y se le dobla media hora más. Luego se —Te dejo, Enrique.
todo instante tan campante y la cabeza sobre el pecho; sin acercó al banco de Coretti,
¡Oh, hijo mío! Cuando oigas
contento como en el invierno, embargo, se esfuerza por empezó a soplarle despacito
su voz por última vez, y
sin haberse cuidado de dominarse, se da palmadas en la cara y le despertó. Al
también mucho después, al
cortarse el pelo para ir más en la nuca y pide permiso verse delante del maestro,
llorar a solas en la habitación
fresco; estudia con tesón y para salir con el fin de tuvo un movimiento de susto.
donde dio el último suspiro,
mantiene bien despiertos a mojarse la cara; también dice Pero el maestro le cogió la
en medio de los libros que ya
los que están cerca de él, a los que tiene a su lado que cabeza entre las manos, le
nunca abrirá, si entonces
como si con su voz refrescase no dejen de pellizcarle o darle dio un beso y le dijo:
recuerdas haberle faltado
el ambiente. codazos si le ven cabecear.
—No te reprendo, hijo mío. alguna vez al respeto,
Con todo, esta mañana no
Hay, asimismo, otros dos, No te duermes por pereza, también te preguntarás:
pudo resistir más y se quedó
siempre atentos y sino por cansancio. «¿Cómo pudo suceder tal
profundamente dormido. El
trabajadores: el incansable cosa?» Comprenderás que
maestro le llamó con voz *
Stardi, que se muerde los fue siempre tu mejor amigo,
fuerte:
labios para no dormirse y que Mi padre Sábado, 17 que, cuando se veía obligado
cuanto más calor hace y más —¡Coretti! a reprenderte o castigarte,
cansado está tanto más Tus compañeros Coretti y sufría más que tú, no
Pero él no le oyó. Garrone no contestarían
aprieta los dientes y abre los habiéndole guiado jamás otra
ojos, como si quisiera nunca a su padre, hijo mío, cosa que tu bien. Entonces te
—¡Coretti! —repitió el
comerse al maestro; y el como tú lo has hecho esta arrepentirás y besarás la
maestro, irritado.
«negociante» Garoffi, tarde al tuyo. mesa en la que tanto trabajó
ocupado en hacer abanicos de Entonces, el hijo del y sobre la que dejó sus
¡Enrique! ¿Qué ha pasado?
papel encarnado, a los que carbonero, que se sienta a su fuerzas en bien de sus hijos,
Debes jurarme que nunca
pega figuritas sacadas de las lado, se levantó para decir: y con el fin de que nada nos
más volverá a ocurrir cosa
cajas de cerillas, que vende a faltara.
—¡Es que ha estado semejante. Cuando te
dos céntimos cada uno.
trabajando desde las cinco de reprenda tu padre y vaya a Ahora no te das cuenta de
Pero el mejor es Coretti, tiene la mañana, llevando haces de salir de tus labios una mala muchas cosas. El oculta todas
que levantarse a las cinco leña! respuesta, piensa en el día sus preocupaciones, excepto
para ayudar a su padre en el que, irremisiblemente, tendrá su bondad y su cariño. No
El maestro le dejó dormir, y
trajín de la leña. En clase, a que llegar, en el que te llame sabes que algunos días se
continuó explicando la lección
las once, ya no puede tener a su cabecera para decirte: encuentra tan cansado, que
152
cree que sólo le quedan pocas lo que ha hecho y continúa hacer el miércoles con el metíamos la cara en los
semanas de vida, y entonces haciendo por ti. Piensa, padre de Coretti, el vendedor arroyuelos y saltábamos por
no cesa de hablar de ti, no asimismo, que nadie tiene la de leña. Todos teníamos los vericuetos. Coretti padre
siente más pesar que dejarte vida asegurada, y que una necesidad de respirar el aire nos seguía a gran distancia,
sin protección, lamentando la desgracia inesperada podría de la colina. con la chaqueta al hombro,
posibilidad de que no logres arrebatarte a tu padre, del fumando en su pipa, y de vez
Fue un placer. Ayer, a las dos
situarte como él quiere en la que tanta necesidad tienes, en cuando nos hacía señas
de la tarde, nos reunimos en
vida; entonces encuentra dentro de dos años, de tres con las manos para que
la plaza de la Constitución:
nuevos estímulos para meses o mañana mismo. tuviésemos cuidado y no nos
Derossi, Garrone, Garoffi,
proseguir su esfuerzo. Ni ¡Cómo verías cambiar rasgásemos los pantalones.
Precossi, padre e hijo, y yo,
siquiera sabes que con entonces, hijo mío, todo Precossi silbaba; nunca le
con nuestras respectivas
frecuencia desea tu compañía cuanto te rodea, lo vacía, había oído silbar, y menos de
provisiones de fruta,
porque tiene una amargura triste y desolada que te tal manera. Coretti hijo hacía
salchichas y huevos duros;
en el corazón y disgustos, parecería esta casa, con tu de todo por el camino; es un
también llevábamos
como todos los hombres de pobre madre vestida de luto! artista con su navajita de un
cantimploras y vasitos de
este mundo. Te busca como a Anda, Enrique, vete al dedo de larga; sabe hacer
hojalata. Garrone llevaba una
un amigo para consolarse y despacho en donde está ruedecitas de molino,
calabaza con vino blanco;
olvidar. Se refugia en tu trabajando tu padre; ve de tenedores, barquitos… No sé
Coretti, la cantimplora de
cariño para recobrar la puntillas, para que le pase cómo se las arregla; además,
soldado de su padre, llena de
serenidad y nuevos ánimos. inadvertida tu entrada, pon tu quería ayudar a llevar cosas
vino tinto, y el pequeño
frente en sus rodillas y dile de otros; tan cargado iba,
Piensa, pues, lo doloroso que Precossi, con su inseparable
que te perdone y te bendiga. que sudaba de lo lindo, pero
debe ser para él encontrar en blusa de herrero, tenía bajo
no se quedaba atrás. Derossi
ti frialdad y falta de afecto TU MADRE el brazo una hogaza de pan
se detenía a cada instante
cuando va en busca del de dos kilos.
* para decirnos los nombres de
cariño filial. ¡No te manches
Fuimos en autobús hasta la las plantas y de los insectos
jamás con En el campo Lunes, 19
Gran Madre de Dios, y luego, que encontrábamos a nuestro
la negra ingratitud! No rápidamente, a pie por las paso; no me explico cómo
Mi buen padre me perdonó
olvides que, aun en el caso colinas. Era una delicia sabe tanto. Garrone, no podía
una vez más, y me dio
de que tuvieses la bondad de disfrutar de tanto verdor, de ser de otra forma, no paraba
permiso para ir a la excursión
un santo, no podrías sombra y frescura… Nos de comer, pero caminaba en
que habíamos proyectado
compensarle lo suficiente por revolcábamos sobre la hierba, silencio; desde la muerte de
153
su madre no parece el advertía, mientras él no Empezamos a hablar de todo: Y todos reíamos, a excepción
mismo, y cesaba de decirle: de los maestros, de los de Garrone.
compañeros que no habían
ya no muestra la misma —¡Perdona, perdóname! —¡Qué lástima! —añadió—.
podido participar en la
fruición de antes al Ahora estáis todos vosotros
Garoffi no perdía el tiempo, excursión y de los exámenes.
mordisquear el pan. Pero reunidos aquí, como buenos
mientras tanto: cogía hierbas Precossi se avergonzaba algo
continúa siendo tan bueno camaradas; pero dentro de
para la ensalada, caracoles y de comer en presencia de los
como siempre. Cuando unos años Enrique y Derossi
cuantas piedrecitas relucían demás, y Garrone le ponía en
alguno de nosotros serán, probablemente,
algo; se las guardaba en el la boca lo mejor de su
tomábamos carrerilla para abogados o profesores, u otra
bolsillo, pensando que quizás fiambrera, haciéndoselo
saltar un obstáculo, él se cosa por el estilo, y los otros
fuesen de oro o de plata. comer a la fuerza. Coretti
situaba al otro lado para
estaba sentado junto a su trabajaréis en un comercio o
tendernos las manos, y como Corríamos, saltábamos y nos padre, con las piernas en un oficio o Dios sabe en
quiera que a Precossi le echábamos a rodar, cruzadas; más parecían dos qué. Y entonces,
daban miedo las vacas, trepábamos a la sombra y al hermanos que padre e hijo,
porque de pequeño le había sol por todas las elevaciones ¡adiós compañerismo!
viéndolos tan cerca al uno del
embestido una, Garrone se le y senderos, hasta que otro, ambos con buen color,
ponía delante para —¿Qué dice usted? —se
llegamos sin podernos tener sonrientes y con los dientes
protegerlo. apresuró a decir Derossi—.
de pie a lo más alto de una blancos… El padre comía con
Para mí Garrone será siempre
colina, donde nos sentamos o gusto y apuraba los vasos
Subimos hasta Santa Garrone; Precossi, siempre
tumbamos sobre la hierba que dejábamos a medias,
Margarita, y luego bajamos Precossi, y los demás lo
para merendar. diciéndonos:
por la pendiente, dando mismo, aunque llegase a
saltos y echándonos a rodar. Desde allí se divisaba una emperador de Rusia. Donde
—A los que estudiáis
Precossi se enredó en una llanura inmensa, viéndose al estén ellos, iré yo.
seguramente os hace daño el
aliaga, se hizo un rasgón en fondo los Alpes azulados, con vino, pero los vendedores de
la blusa y se quedó —¡Bendito seas! —exclamó
sus cimas siempre blancas. leña lo necesitamos —Luego
avergonzado con su jirón Coretti padre alzando la
cogía por la nariz al hijo, lo
colgando; pero Garoffi, que Teníamos un hambre atroz y cantimplora—. ¡Así se habla,
zarandeaba y decía—:
siempre lleva alfileres en la el pan desaparecía como por qué caramba! ¡Venga esa
Muchachos, quered mucho a
chaqueta, se lo arregló de encanto. Coretti padre nos mano! ¡Vivan los buenos
éste, que es un buen chico;
manera que casi no se daba lonchas de salchichón compañeros y viva también la
en hojas de calabaza. ¡os lo digo yo! escuela, que hace una sola
154
familia de los que tienen y de alumnos de las escuelas Como lo habíamos convenido, Caja de Ahorros, diplomas y
los que no tienen bienes! nocturnas. fuimos todos juntos al teatro medallas.
Víctor Manuel para presenciar
Todos tocamos con nuestros ¡Qué día más delicioso En un rincón del patio vi al
la distribución de premios a
vasos su cantimplora y pasamos! ¡Con qué muestras albañilito, sentado junto a su
los alumnos de las clases
echamos el último trago. Se de contento habría entrado madre; en otra parte estaba
nocturnas de adultos, obreros
puso de pie, apurando la en mi casa de no haberme nuestro Director, y detrás de
en su inmensa mayoría.
última gota, y luego gritó: cruzado con mi pobrecita él se divisaba la rubia cabeza
antigua maestra en la El teatro estaba adornado y de mi maestro de segundo.
—¡Viva el Regimiento del
escalera, cuando se repleto de gente como el 14
cuarenta y nueve! Si alguna Primeramente pasaron los
marchaba! Como la escalera de marzo; pero casi todo el
vez tuvieseis vosotros que alumnos de las escuelas
estaba a oscuras, al principio público lo componían
luchar, a ver si os mantenéis nocturnas de dibujo: plateros,
no me reconoció; pero luego familiares de los alumnos
tan firmes como estuvimos escultores, litógrafos, y
me tomó ambas manos y me obreros. El patio de butacas
nosotros, muchachos. algunos carpinteros y
dijo al oído: estaba ocupado en gran parte
albañiles; luego los de la
Ya era bastante tarde, y por los alumnos y alumnas de
—¡Adiós, Enrique; acuérdate escuela de comercio; a
emprendimos el camino de las escuelas de canto, que
de mí! continuación los del liceo
regreso cantando y interpretaron un himno en
musical, entre los cuales iban
correteando. A trechos Me di cuenta que lloraba. honor de los soldados
varias muchachas obreras,
íbamos con los brazos Subí y se lo dije a mi madre, muertos en Crimea, muy
todas con sus mejores trajes,
entrelazados. Llegamos al Po la cual me respondió: bonito, tanto que, cuando
que recibieron una gran
cuando empezaba a terminó, todos se pusieron de
—Va a meterse en cama. — ovación, a la que contestaron
oscurecer y cruzaban el aire pie sin cesar de aplaudir y de
Después dijo con tristeza y con cariñosas sonrisas. Por
millares de pequeñas vitorear, de manera que
mirándome fijamente—: Tu último desfilaron los alumnos
luciérnagas. Nos separamos tuvieron que repetirlo.
pobre maestra… está muy de las escuelas nocturnas
en la plaza de la Constitución,
mal. Acto seguido, empezaron a elementales. Era digno de
después de haber acordado
desfilar los premiados por verse el espectáculo qué
reunirnos todos de nuevo el * delante del Gobernador, del ofrecían aquellos jóvenes y
domingo para ir al teatro
Alcalde y de otras hombres de todas las edades,
Víctor Manuel a presenciar el Los premios a los obreros
personalidades, quienes de todos los oficios y vestidos
reparto de premios a los Domingo, 25
entregaban a los de muy diferentes modos,
galardonados libretas de la muchos de ellos con el pelo
155
entrecano y bien poblada el padre del albañilito, que familia en gran número, último, el himno en honor de
barba negra. Los de menor había ganado ¡el segundo llenos de preocupaciones; los caídos en Crimea, pero
edad se presentaban con premio! Recordé haberle visto cuántas fatigas sumadas a las esta vez con tanto ímpetu,
gran desenvoltura, pero los en la buhardilla, junto a la de su oficio, cuántas horas con un sentimiento tal, que la
hombres, con cierto cama de su hijo enfermo, y arrebatadas al sueño del que gente, emocionada, casi no
azoramiento. La gente busqué enseguida con la vista tanto necesitan, y también aplaudió, tras de lo cual
aplaudía tanto a los más a su hijo. El pobre albañilito cuánto esfuerzo de su salieron todos conmovidos,
viejos como a los más miraba a su padre con los inteligencia, no acostumbrada lentamente y sin hacer ruido.
jóvenes. Sin embargo, ningún ojos brillantes, y, para ocultar al estudio, con las manos
En pocos minutos toda la
espectador se reía, al revés y disimular su emoción, ponía encallecidas en el rudo
calle estaba llena de gente.
de lo que ocurría el día de el acostumbrado hocico de trabajo.
Delante de la puerta del
nuestra fiesta, sino que todos liebre.
Subió al escenario un teatro se encontraba el
estaban atentos y serios.
En aquel instante oí un aprendiz de taller, al que su deshollinador con su libro de
Muchos de los premiados estruendoso aplauso. Miré al padre le debía haber prestado premio, encuadernado en tela
tenían en el teatro a su mujer escenario y vi a un pequeño su chaqueta; tanto le roja, rodeado de un grupo de
y a sus hijos, y había niños deshollinador, con la cara colgaban las mangas que allí señores que le hablaban. Por
que, al ver pasar al padre lavada, pero con su traje de mismo tuvo que subírselas uno y otro lado de la calle se
hacia el escenario, lo faena; el Alcalde le hablaba para poder tomar su premio; intercambiaban afectuosos
llamaban por su nombre en sujetándole la mano. Después muchos rieron, mas pronto saludos obreros, muchachos,
alta voz y lo señalaban con el del deshollinador apareció quedó acallada la risa con los guardias y maestros. Vi a mi
dedo riendo. aplausos. Después apareció maestro de segundo entre
un cocinero. A continuación
un viejo, con la cabeza calva dos soldados de Artillería, y
Pasaron labradores y peones: se presentó a recoger su
y la barba blanca. Tras él mujeres de obreros con niños
de la escuela Boncompagni. premio un barrendero
pasaron soldados de artillería, en brazos que llevaban en sus
De la escuela de la Ciudadela municipal, de la escuela
de los que asistían a clase en manecitas el diploma del
se presentó un limpiabotas, Ranieri. Dentro de mí sentía
nuestro grupo; luego policías padre y lo enseñaban con
conocido de mi padre, al que un no sé qué, algo así como
municipales y guardias de los orgullo a la gente.
el Gobernador entregó un un gran afecto y mucho
que prestan servicio ante
diploma. Tras él vi pasar a un respeto, pensando cuánto *
nuestras escuelas.
hombretón, con aspecto de habrían costado los premios a
Mi maestra ha muerto Martes,
gigante, al que me parecía todos aquellos esforzados Los alumnos de las escuelas
27
haber visto otras veces… Era trabajadores, padres de nocturnas cantaron, por
156
Mi pobre maestra agonizaba consejos, los besó y se fue muchos ramos de flores y, fuertemente y uno comenzó a
mientras nos hallábamos en sollozando. ¡Nadie la verá ya! pendiente del carro fúnebre, gritar como si sólo entonces
el teatro Víctor Manuel. Acordaos de ella, queridos se veía una gran corona de se hubiera percatado de que
Falleció a las dos, siete días niños. siemprevivas con una su maestra había muerto; tan
después de haber ido a visitar inscripción en caracteres convulsivo era su llanto, que
Precossi, que había sido
a mi madre. Ayer por la negros, que decía: A su tuvieron que llevárselo.
alumno suyo en primero,
mañana estuvo el Director en maestra, las antiguas
dobló la cabeza sobre el La fúnebre comitiva se puso
la escuela para darnos la alumnas de cuarto. Por
banco y empezó a llorar. en marcha en orden y
triste noticia. debajo de ella había otra
lentamente. En primer
Ayer tarde, después de la pequeña, enviada por sus
—Todos los que habéis sido término iban las Hijas del
clase, fuimos todos en grupo alumnos.
alumnos suyos —nos dijo— Refugio de la Concepción,
a la casa de la muerta, para
sabéis lo buena que era y lo Entre la multitud se veían vestidas de verde; luego las
acompañar su cadáver a la
mucho que quería a los niños, muchas sirvientas, enviadas Hijas de María, de blanco con
iglesia. En la calle la esperaba
para los que siempre fue una por sus amas, con velas, e lazos azules; después el
un carro fúnebre con dos
madre. Ahora ya no está incluso dos lacayos. de librea clero, y, detrás del coche, las
caballos y mucha gente
entre nosotros. Una terrible con cirios encendidos; un maestras y los maestros, los
alrededor, que hablaba en
enfermedad venía señor rico, padre de un alumnos de la primera
voz baja. Estaban el Director
consumiéndola desde hace alumnito de la difunta, había superior y todos los demás;
y todos los maestros y
tiempo. De no haber tenido enviado su coche, forrado de por último, una multitud de
maestras de nuestro grupo,
que trabajar para ganarse el seda azulada. personas. La gente se
así como de las demás
diario sustento, se habría asomaba a las ventanas y a
escuelas donde había Todos se apiñaban ante la
curado, o, por lo menos, las puertas, y, al ver a los
enseñado años atrás. Casi puerta de la casa. Varias
habría conservado la vida niños y las coronas, decían:
todos los niños de su clase, chicas se enjugaban las
algunos meses; pero nunca
llevados de la mano por sus lágrimas. —Es una maestra.
quiso solicitar el oportuno
madres, iban con velas.
Estuvimos esperando largo Algunas señoras que
permiso, prefiriendo estar con También había muchos de
tiempo en silencio. acompañaban a los pequeños
los niños hasta el último día. otras clases y unas cincuenta
Finalmente, bajaron la caja. iban llorando.
El sábado, 17, por la tarde, alumnas del grupo Baretti,
Cuando algunos niños vieron
se despidió de ellos con la unas llevando coronas y
subir el féretro al carro
certeza de que ya no volvería otras, ramos de rosas. Sobre
fúnebre, empezaron a llorar
a verlos, y aun les dio buenos el ataúd habían colocado
157
Cuando el cortejo llegó a la el bien; sufrió y ha muerto. pienso; podría resolver manera tantas veces cosas
iglesia, sacaron la caja del ¡Descanse en paz! ¡Adiós, problemas que muchas difíciles y superar escollos
coche fúnebre y la pobre maestra, que has personas mayores no son para mí insalvables en los
quedado sola en la oscura capaces de solucionar y exámenes; a ti, Stardi, fuerte
pusieron en medio de la nave
iglesia! ¡Adiós! ¡Adiós para ayudarlos en sus negocios; y valeroso, que me has
central, delante del altar
siempre, mi buena amiga, comprendo mucho más y demostrado que con férrea
mayor; las maestras
dulce y triste recuerdo de mi entiendo mejor lo que leo. voluntad todo se alcanza; a
depositaron sobre ella las
infancia! Estoy contento… Pero ti, estupendo Garrone,
coronas y los niños la
¡cuántos me han estimulado y
cubrieron de flores. La gente, * bueno y generoso, que te
ayudado a aprender, quién de
colocada a su alrededor, con ganas las simpatías y la
Muchas gracias Miércoles, 28 un modo, quién de otro, tanto
las velas encendidas, empezó admiración de cuantos te
en la clase como en casa, por
a cantar las oraciones de Mi pobre maestra quería tratan; también a vosotros,
la calle y en todas partes, por
rigor en medio de la terminar el curso, pero se fue Precossi y Coretti, que
donde he ido y he visto algo!
oscuridad del templo. cuando sólo faltaban tres días siempre me habéis dado
En este momento me siento
de clase, porque pasado ejemplo de valor en los
Después que el sacerdote agradecido a todos.
mañana iremos a oír leer el sufrimientos y de serenidad
pronunció el último Amén, se
último cuento mensual, Primeramente debo darte las en el trabajo. Dándoos las
apagaron las velas y todos
Naufragio. Después… ¡se gracias a. ti, mi buen gracias a vosotros, las doy a
salieron seguidamente,
acabó! El sábado, primero de maestro, que tan indulgente y todos los demás.
quedándose sola la maestra.
julio, habrá exámenes. cariñoso te has mostrado
Pero, sobre todo, te doy las
¡Pobrecita maestra, que tanto conmigo, para quien ha
Ha pasado, pues, otro curso, gracias a ti, padre, a ti, mi
me quería, tan paciente y con representado no poco trabajo
el cuarto. Y de no haber primer maestro, mi primer
tantos años de servicio! Ha cada nuevo conocimiento que
muerto mi maestra, habría amigo y confidente, que me
dejado sus pocos libros a los he adquirido y que ahora es
pasado felizmente. has dado tantos buenos
alumnos; a uno, un tintero; a para mí motivo de
consejos y me has enseñado
otro, un cuadernillo, todo lo satisfacción y de sano orgullo.
Ahora pienso en lo que sabía tantas cosas mientras
que poseía, y dos días antes También te agradezco,
en octubre y lo que sé hoy. trabajabas por mí,
de morir dijo al Director que Derossi, admirable
Yo creo que he adelantado ocultándome siempre tus
no dejase ir a los más compañero, las explicaciones
bastante, tengo muchas tristezas y tratando por todos
pequeños al entierro, para con que me has hecho
cosas nuevas en mi cabeza, los modos de hacerme fácil el
que no llorasen. Siempre hizo comprender de amable
logro escribir mejor lo que estudio y bella la vida; y a ti,
158
dulce madre, amado ángel de caballeros, un sacerdote y que acababa de sufrir una Pasados unos minutos, sacó
mi guarda, que has gozado una compañía de músicos. El gran desgracia familiar: cara de la bolsa pan y frutas
con todas mis alegrías y barco salió con rumbo a la de niño y expresión de secas; la chica llevaba
sufrido con mis amarguras, isla de Malta. El tiempo era hombre. bizcochos. Los dos se
que has estudiado, te has bastante inclemente. ofrecieron mutuamente sus
Poco después de la salida
cansado y has llorado provisiones y comieron con
Entre los pasajeros de tercera pasó por la proa un marinero
conmigo, acariciándome con buen apetito.
clase, situada a proa, había de los de la dotación del
una mano la frente e
un chico italiano de unos doce barco, italiano, hombre de —¡Esto se ha animado! —
indicándome con la otra el
años, bajo de estatura para pelo gris, que llevaba de la gritó el marinero italiano,
Cielo.
su edad, pero robusto: un mano a una chica. Se detuvo pasando rápidamente
Yo me arrodillo ante vosotros, sicilianito de aire serio y delante del pequeño siciliano
—. ¡Ahora empieza el baile!
como cuando era chiquito, y audaz. Permanecía solo junto y le dijo:
os doy gracias con toda la al trinquete, sentado en un El viento arreciaba y el barco
—Mario, aquí tienes una
ternura que habéis puesto en gran rollo de maromas. A su daba fuertes bandazos. Pero
compañera de viaje. Luego se
mi alma en doce años de lado tenía una maletilla los dos chicos, que no se
fue.
sacrificio y de amor. bastante deteriorada, que mareaban, apenas se
contenía su equipaje, y sobre La chica se sentó también en inmutaron. La chica sonreía.
* Naufragio
la cual apoyaba una mano. el rollo de maromas, junto al Tenía poco más o menos la
ÚLTIMO CUENTO MENSUAL Era moreno; su pelo, negro y muchacho. Ambos se edad de su compañero,
rizado, casi le llegaba a la miraron. aunque era bastante más
Hace muchos años, cierta espalda. Iba pobremente alta, morena, fina, de aspecto
mañana del mes de diciembre vestido, con una manta raída —¿A dónde vas? —1e
algo enfermizo y vestida más
zarpaba del puerto de sobre los hombros y una vieja preguntó el siciliano. La chica
que modestamente. Tenía el
Liverpool un gran buque de bolsa de cuero en bandolera. respondió:
cabello corto y ondulado, un
vapor llevando a bordo más Miraba en torno suyo,
—A Malta, pasando por pañuelo encarnado en la
de doscientas personas, entre pensativo, a los otros
Nápoles. —Luego añadió—: cabeza y zarcillos de plata en
ellas setenta hombres de pasajeros, las distintas partes
Voy a reunirme con mi padre las orejas.
dotación. El capitán y casi del barco y a los marineros
y mi madre, que me esperan.
todos los marineros eran que pasaban corriendo, así Mientras comían fueron
Yo me llamo Julita Faggiani.
ingleses. Entre los pasajeros como al mar inquieto. Tenía contándose cosas de su vida.
había varios italianos: tres el aspecto de un muchacho El muchacho no dijo nada. El muchacho no tenía padre

159
ni madre. Su padre, obrero, cuatro hermanitos, todos continuaba cada vez más le sangraba y, quitándose el
había muerto en Liverpool pequeños. Yo soy la mayor de borrascoso. pañuelo rojo, se lo ató
pocos días antes, dejándole mi casa y les ayudo a alrededor de la cabeza; luego
Por la noche, en el momento
solo, y el cónsul italiano le vestirse. Se pondrán muy la apretó contra sí para hacer
de separarse para ir a dormir,
había enviado a su tierra, a contentos cuando me vean. el nudo, quedándole una
la chica dijo a Mario.
Palermo, donde le quedaban Entraré en casa de puntillas… mancha de sangre en el
algunos parientes lejanos. A ¡Qué malo está el mar! —Que duermas bien. vestido amarillo, a la altura
la chica la habían llevado a de la cintura. Mario se repuso
Después preguntó al —Nadie dormirá bien esta
Londres el año anterior a casa y se levantó.
muchacho: noche, amiguitos míos —
de una tía suya, viuda, que la
exclamó el marinero italiano, —¿Te sientes mejor? —le
quería mucho, y a la que sus —¿Y tú? ¿Vas a vivir con tus
pasando de prisa porque le preguntó la chica.
padres, que eran pobres, se parientes?
la habían dejado por algún había llamado el capitán.
—Ya no tengo nada —
tiempo, con la esperanza de —Sí…, si ellos quieren —le
El muchacho estaba para contestó.
que fuera su heredera, como respondió.
corresponder a su amiguita y
ella lo tenía prometido. Pero —Que descanses —dijo Julita.
—¿Es que no te quieren? desearle también una buena
pocos meses después murió
noche, cuando de pronto un —Buenas noches —respondió
la tía en accidente de —No lo sé.
inesperado golpe de mar lo Mario.
circulación, atropellada por
—En Navidad cumplo trece lanzó violentamente contra
un coche, sin dejarle ningún Y ambos bajaron por dos
años —dijo la muchacha. un banco.
dinero. Recurrió también al escaleras próximas a sus
cónsul y éste la embarcó para Luego empezaron a charlar —¡Madre mía, sangras! — respectivos dormitorios.
Italia. Los dos estaban sobre el mar y la gente de a gritó la muchacha corriendo
recomendados al marinero El marinero había acertado.
bordo. Todo el día estuvieron hacia él para atenderlo.
italiano. Aún no se habían dormido
juntos, intercambiándose
Los pasajeros, que se cuando se desencadenó una
—Mis padres —concluyó la algunas palabras. Los
apresuraban a bajar a los horrible tempestad. Fue como
niña— creían que volvería pasajeros creían que eran
dormitorios, no les hicieron el un asalto inesperado de
rica, y, en cambio, vuelvo sin hermanos. La chica hacía
menor caso. La chica se tremendas olas que en pocos
un céntimo. Pero de todas punto de media; el muchacho
arrodilló junto a Mario, que minutos rompieron un mástil
formas me quieren lo mismo estaba pensativo. El mar
había quedado aturdido por el y arrastraron consigo, como
que mis hermanos. Tengo golpe; le limpió la frente, que si hubiesen sido hojas, tres
160
de las barcas colgadas de las Los marineros echaron mano medio de un silencio algunos bajaban a los
grúas y cuatro bueyes que se a las bombas. Pero un rápido sepulcral. Todos se miraban camarotes para morir sin ver
hallaban en la proa. En el golpe de mar, que se abatió con caras cadavéricas. El mar el mar. Un pasajero se pegó
interior del buque se produjo por detrás sobre el buque, se enfurecía cada vez más. El un tiro en la cabeza,
deshizo gran parte del casco barco a duras penas podía
gran confusión y un espanto y fue rodando escaleras abajo
y se precipitó al interior de navegar. A cierto punto el
imposible de describir: un hasta el dormitorio, donde
manera incontenible. capitán intentó echar al agua
griterío estremecedor, con expiró. Muchos se agarraban
una lancha. Cinco marineros
mezcla de llantos y de Los pasajeros, más muertos frenéticamente los unos a los
se metieron en ella; la lancha
plegarias, que ponía los pelos que vivos, se habían otros y algunas mujeres
se sostenía, pero una ola la
de punta. refugiado en la sala del padecían horribles
volcó, y perecieron dos
centro del barco. convulsiones. No pocos se
La tempestad fue arreciando marineros, uno de los cuales
arrodillaban rodeando al
su furia toda la noche y, al A cierto momento apareció el era, precisamente, el italiano;
sacerdote. Se oía un coro de
amanecer, aún se encrespó capitán. los otros, con mucho
sollozos, de lamentaciones
más. Las enormes olas esfuerzo, lograron asirse de
—¡Capitán! ¡Capitán! — infantiles, de voces agudas y
azotaban el barco por los nuevo a las cuerdas y subir a
gritaron todos a la vez—. extrañas, viéndose por aquí y
costados e irrumpían sobre la bordo.
¿Qué hacemos? ¿Cómo por allá personas tan
cubierta, destrozando,
estamos? ¿Hay alguna Tras esto, los mismos inmóviles como estatuas,
barriendo y arrastrándolo
esperanza? ¡Sálvenos! tripulantes perdieron toda atontadas por el pánico, con
todo. Se hundió la plataforma
esperanza. Dos horas los ojos dilatados y sin vista,
que cubría la maquinaria, y el El capitán esperó a que todos después, el barco estaba caras cadavéricas, y propias
agua se precipitó al interior callasen, y dijo: sumergido hasta la altura de de locos. Mario y Julia,
con ruido infernal; las
la borda. agarrados a un mástil,
calderas se apagaron y los —¡Resignémonos!
miraban el mar con los ojos
maquinistas huyeron; por Entretanto, sobre cubierta se
Una mujer lanzó un grito: fijos, como alucinados.
todas partes penetraron desarrollaba un espectáculo
impetuosos torrentes de —¡Piedad! estremecedor. Las madres El mar se había aquietado un
agua. Una voz fuerte gritó: estrechaban poco; pero el buque
Nadie más pudo hablar, desesperadamente contra su continuaba hundiéndose
—¡A las bombas! porque a todos los tenía pecho a los hijos; los amigos lentamente; sólo le quedaban
paralizados el pánico. Así se abrazaban y se daban el unos minutos de vida.
Era la voz del capitán.
transcurrió mucho tiempo en adiós de despedida definitiva;
161
—¡La lancha al agua! —gritó cayó sobre cubierta. Las Mario la miró un instante, vio flotando al viento, inmóvil,
el capitán. demás mujeres casi todas la mancha de sangre que tranquilo, sublime. La barca
estaban desvanecidas y como había dejado en ella, se se puso en movimiento y
Una chalupa que quedaba, la
muertas. acordó de lo que había hecho apenas tuvo tiempo de
última, fue lanzada al mar, y
por él y cruzó por su mente esquivar el vertiginoso
se metieron en ella catorce —¡Un chico! —gritaron
una idea divina. remolino de agua formado
marineros y tres pasajeros. algunos.
por el buque al hundirse.
—¡El más pequeño! —
El capitán permaneció a Al oírlo, el muchacho siciliano
gritaban a coro los marineros La muchacha, que hasta
bordo. y su compañera, que hasta
con imperiosa impaciencia—. aquel momento había estado
entonces habían permanecido
—¡Venga con nosotros! —le ¡Nos vamos! casi inconsciente, alzó los
como petrificados por un
dijeron desde la barca. ojos hacia el chico y empezó
estupor sobrehumano, Entonces Mario, con una voz
a llorar desconsoladamente.
—Yo debo morir en mi puesto impulsados por el instinto de que no parecía la suya, gritó:
—contestó el capitán. vivir, se apartaron a la vez —¡Adiós, Mario! —gritó entre
—¡Ella pesa menos! ¡Vete tú,
del palo y corrieron al borde sollozos, con los brazos
—Encontraremos algún barco Julia! ¡Te cedo mi sitio!
del buque, exclamando a la tendidos hacia él
—le gritaron los marineros— ¡Anda, mujer! Tú tienes
vez:
y nos salvaremos. ¡Baje! padres, y yo soy solo. —. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!
¡Está perdido! —¡Yo! —Y se rechazaban el
—¡Échala al mar! —corearon —¡Adiós! —le contestó el
uno al otro como dos fieras
—¡Yo me quedo aquí, los marineros. muchacho elevando la mano.
salvajes.
marchaos vosotros!
Mario cogió a Julia por la La barca se alejó con la
—¡El más pequeño! —dijeron
—¡Todavía hay un sitio! — cintura y la echó al agua. rapidez que le permitía el mar
los de la chalupa—. ¡La barca
gritaron entonces, agitado, bajo un cielo oscuro.
está sobrecargada! ¡El más La muchacha dio un grito y
dirigiéndose a los otros Sobre el buque siniestrado
pequeño! cayó; un marinero la agarró
pasajeros—. ¡Una mujer! nadie hablaba ya. El agua
de un brazo y la subió a la
Al oírlo, la muchacha, como lamía el borde de la cubierta.
Entonces avanzó una mujer, barca.
herida por un rayo, dejó caer
sostenida por el capitán; De pronto se puso el
los brazos y permaneció Mario permaneció firme sobre
pero, al ver la distancia que muchacho de rodillas, juntó
inmóvil, mirando a Mario con la borda del buque, con la
le separaba de la chalupa, no las manos y dirigió los ojos al
los ojos apagados. frente erguida y el cabello
tuvo valor para dar el salto y Cielo.
162
La muchacha se tapó la cara. años has experimentado dos y honradas como ellos; ¡y pequeño jardín donde se
veces al día la satisfacción de quién sabe si no habrá abrió la primera flor de tu
Cuando alzó la cabeza, echó
haber trabajado; donde has también alguno que preste inteligencia, nunca te
una mirada al mar. El buque
convivido tanto tiempo, a las grandes servicios a la nación olvidarás, sino que lo tendrás
había desaparecido.
mismas horas, con los y haga glorioso su nombre! presente hasta el último día
JULIO mismos chicos, los mismos de tu existencia, lo mismo
Sepárate, por tanto, de ellos
maestros, los mismos padres que yo recordaré toda mi vida
La última página de mi madre con afecto; deja un poco de
de tus compañeros y los la casa en que oí tu voz por
Sábado, 1 tu alma en la gran familia en
tuyos, que te esperaban primera vez.
la que ingresaste de niño y de
sonriendo; sentirás dejar la
El curso ha terminado, la que sales en edad TU MADRE
escuela donde se ha
Enrique; bien está que te adolescente, a la cual quieren
desarrollado tu inteligencia, *
quede como recuerdo del tu padre y tu madre porque
en la que has conocido a
último día la imagen del niño en ella también te han
buenos amigos, en donde Los exámenes
sublime que dio la vida por su querido.
cada palabra que has oído
amiga. Ahora te vas a Martes, 4
tenía por objeto tu bien, sin La escuela es como una
separar de tus maestros y de
sufrir ningún disgusto que no madre, Enrique: te tomó de Por fin hemos llegado a los
tus compañeros, y debo
te fuera provechoso. mis brazos cuando apenas exámenes. En las calles junto
comunicarte una triste
hablabas y te devuelve ahora a la escuela, los alumnos, los
noticia. No se trata de una Llévate, pues, ese afecto
mayorcito, fuerte, bueno y padres y las madres, e
separación de meses, sino contigo y da un adiós que te
estudioso. incluso las niñeras, hablaban
para siempre. Por motivos de salga del corazón a todos
de exámenes, calificaciones,
su profesión, tu padre tiene esos niños. ¡Bendita sea, y no la olvides temas, nota media,
que marcharse de Turín, y
jamás, hijo mío! suspensos, promocionados…
nosotros iremos con él. Algunos conocerán desgracias
irreparables, perderán pronto Ayer por la mañana nos
Marcharemos el próximo Serás hombre, irás por el
a su padre o a su madre; examinamos de redacción y
otoño. Entrarás en otra mundo, verás ciudades
otros morirán jóvenes; otros hoy de Aritmética.
escuela, lo cual te disgusta y inmensas, monumentos
contraría, ¿no es así? Porque quizá viertan generosamente sorprendentes, y también te Los padres que acompañaban
estoy segura de que estás su sangre en alguna posible olvidarás de ellos; pero del a sus hijos a la escuela les
encariñado con tu escuela, guerra; muchos serán buenos modesto edificio blanco, con daban los últimos consejos, y
donde por espacio de cuatro y honestos trabajadores, sus persianas cerradas y el muchas madres iban con los
padres de familias laboriosas
163
chicos hasta dejarlos en los aprobásemos y estuviésemos El maestro daba vueltas por A las doce en punto todos
bancos, viendo si había tinta contentos. entre los bancos y decía: habíamos terminado.
en los tinteros, comprobando
Después de una hora de —¡Calma! ¡Calma! No os Había que ver lo que ocurrió
si las plumas estaban en
trabajo, no pocos empezaban precipitéis y reflexionad un a la salida. Los padres venían
buenas condiciones, y, al
a desanimarse porque el poco. a nuestro encuentro, y no
salir, se volvían desde la
problema era difícil. Uno paraban de hacernos
puerta para recomendarles Cuando veía a alguno
lloraba. Crossi se daba preguntas, hojear los
optimismo y atención. descorazonado, para hacerle
puñetazos en la cabeza. cuadernos y comparar los
reír e infundirle ánimos, abría
Nuestro vigilante era el señor Muchos no tenían culpa de no trabajos de unos y de otros.
la boca como para tragárselo,
Coatti, el maestro de la barba saber resolverlo, por no haber Se oían estas y parecidas
imitando al león.
negra y voz de león, que tenido tiempo para estudiar lo preguntas:
nunca castiga a nadie. suficiente o por no haberlos Hacia las once, mirando a
«¿Cuántas operaciones?»
ayudado los padres en casa través de las persianas, vi
Había chicos con una cara tan «¿Cuál es el total?» «¿Y la
durante el curso. abajo a muchos padres que
blanca como el papel, de substracción?» «¿Y la
se paseaban con cara de
miedo que tenían. Pero siempre se encuentra la respuesta?» «¿Y la coma de
impaciencia; estaba el padre
providencia. Era un los decimales?»…
Cuando el maestro abrió el de Precossi, con su
espectáculo ver cómo se las
sobre enviado por el Los maestros iban de una a
arreglaba Derossi para pasar blusa azul y la cara llena de
Ayuntamiento y sacó el otra parte, requeridos por
una cifra y sugerir una tiznajos: seguramente
ejercicio de Matemáticas, multitud de padres. Mi padre
operación, sin que le acabaría de salir de la fragua.
todos contuvimos la me tomó enseguida el
descubriesen; parecía nuestro También vi a la madre de
respiración. borrador, miró y dijo:
maestro. También ayudaba Crossi, la verdulera, y la de
Dictó el problema con voz en lo que podía Garrone, que Nelli, vestida de negro, que —Está bien.
fuerte, mirándonos a unos y está fuerte en Aritmética, y no podía estar un momento
hasta Nobis, que, al hallarse A nuestro lado estaba el
otros con ojos escrutadores y quieta. Poco antes del
en apuros, se había vuelto herrero Precossi, que miraba
severos; pero era evidente mediodía llegó mi padre y
amable. Stardi estuvo inmóvil también el trabajo de su hijo,
que, de haber podido miró hacia la ventana por
más de una hora, con los ojos algo inquieto, porque no se
dictarnos la solución, lo donde yo estaba. Pobre
fijos en el problema y los aclaraba. Dirigiéndose a mi
habría hecho, para que todos padre, ¡cuánto me quiere!
puños en las sienes; luego padre, le preguntó:
todo lo hizo en cinco minutos.
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—¿Tendría la bondad de para ir al salón de actos, Cuando los otros maestros Me creí obligado a
decirme el resultado? donde había una mesa dijeron: «Está bien, vete manifestarle que me
cubierta con un tapete verde, tranquilo», le brillaron los ausentaría definitivamente de
Mi padre se lo dijo. Miró el de
y sentado en torno a ella el ojos de alegría. Turín. Haciendo un esfuerzo,
su hijo y comprobó que era el
Director y cuatro maestros, le dije, sin mirarle:
mismo. Yo volví seguidamente a la
entre ellos el nuestro.
clase para esperar a mi —Garrone, este otoño mi
—¡Bravo, hijo! —exclamó
Yo fui uno de los primeros padre. Aún estaban allí casi padre se marchará de Turín
muy contento. Mi padre y él
llamados. ¡Pobre maestro! todos. Me senté junto a para siempre. Me preguntó si
se miraron con cara de
¡Cómo me he dado hoy Garrone. Yo no estaba me marcharía yo también, y
satisfacción, como dos
cuenta de lo mucho que nos contento. Pensaba que era la le respondí que sí.
buenos amigos, y el herrero
quiere! última vez que íbamos a
estrechó la mano que le —Entonces —añadió—, ¿no te
vernos. Aún no le había dicho
tendió mi padre. Se Mientras los demás nos tendremos de compañero en
a mi buen compañero que al
separaron diciendo: preguntaban, él no nos cuarto curso?
año siguiente no estaría en
quitaba ojo, se turbaba
—Hasta el examen oral. cuarto con él, porque tenía Le contesté que no. De
cuando vacilábamos en
que marcharme de Turín con momento se quedó callado,
Poco después oímos una voz responder, prestaba oído muy
mi familia. Como siempre, prosiguiendo su trabajo.
de falsete, que nos hizo atento y nos hacía la mar de
estaba algo encogido, con la Luego sin levantar la cabeza,
volver la cabeza. Era el gestos con las manos y con la
cabeza inclinada sobre el me preguntó:
herrero, que se alejaba cabeza para decirnos:
banco, pintando adornos
cantando. «¡Bien!», «¡no!», —¿Te acordarás de tus
alrededor de una foto de su
padre, vestido de maquinista, compañeros de tercero?
* «¡presta atención!», «¡más
despacio!», «¡ánimo!» Si un hombre recio y alto, con
—Sí, sí, de todos —le repuse
El último examen Viernes, 7 hubiese podido hablar, nos cuello de toro y aspecto serio
—; pero de ti… más que de
habría sugerido todas las y honrado como él. Mientras
Esta mañana hemos dado el nadie. ¿Quién puede olvidarse
respuestas. Un padre no hacía sus dibujos, como tenía
examen oral. A las ocho de ti?
habría hecho más que él. De la camisa algo desabrochada,
estábamos ya todos en vi sobre su desnudo pecho la
buena gana le habría dado las Él, contrariado, me dirigió
nuestros sitios. A las ocho y cruz que le regalara la madre
gracias diez veces delante de una mirada como queriendo
cuarto empezaron a de Nelli cuando supo que
todos. decirme mil cosas, pero
llamarnos de cuatro en cuatro protegía a su hijo. guardó silencio. Se limitó a
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alargarme su mano izquierda, compensación por nueve invadido el amplio zaguán. No Todos los que estaban
fingiendo que seguía meses de paciencia, de pocos entraron en las aulas, presentes y le conocían,
dibujando con la derecha. Yo esfuerzos y de sinsabores. empujándose hasta la mesa gritaron: —¡Bien por Derossi!
estreché entre las mías Para aquel resultado del maestro. En la nuestra
Él se dio un estirón a los
aquella mano fuerte y leal. satisfactorio se había afanado ocupaban todo el espacio que
rubios rizos y miró con
y había ido a dar clase hay entre la pared y los
En aquel instante entró de fruición a su madre, que le
muchas veces estando primeros bancos.
prisa el maestro, con la cara saludó con la mano. Garoffi,
enfermo. Aquello, y nada más
encendida y dijo en voz baja Entre ellos vi al padre de Garrone y el calabrés también
que aquello, nos pedía a
y rápida, en tono alegre: Garrone, la madre de Derossi, figuraron entre los
cambio de tanto cariño y de
«¡Hasta ahora todo va bien; a el herrero Precossi, Coretti, la aprobados. Después leyó los
tantas preocupaciones. Ahora
ver si los que quedan señora Nelli, la verdulera, el nombres de tres o cuatro que
me parece que, al acordarme
continúan lo mismo! ¡Mucho padre del albañilito, el de tienen que repetir curso,
de él, siempre lo veré en
ánimo, hijitos! ¡Estoy Stardi y muchos otros que no echándose a llorar uno de
aquella postura; y si nos
contento de vosotros!» Para conocía. Por todas partes se ellos porque le amenazó su
encontramos, le recordaré el
mostrar su alegría, al salir percibía un murmullo y se oía padre, que estaba en la
acto que tan hondo me ha
con paso rápido, hizo como hablar como cuando se está puerta. El maestro se
llegado al corazón, y no
que tropezaba y tenía que en una plaza. apresuró a decirle:
dejaré de besar sus canas.
agarrarse a la pared para no
Entró el maestro y —Mire, no se ponga así,
caerse; ¡él, a quien no *
guardamos completo silencio. porque muchas veces es por
habíamos visto reír en todo el
¡Adiós! Lunes, 10 Llevaba una lista en la mano mala suerte, como ha
curso! La cosa nos pareció
y empezó a leer sucedido en el caso de su
tan sumamente Por la tarde nos reunimos
seguidamente: hijo.
todos por última vez para
extraña, que, en vez de
conocer el resultado de los —Abatucci, aprobado, 6,6; Continuó leyendo. Nelli sacó
reírnos, todos nos quedamos
exámenes y recoger las Archimi, aprobado, 5,5; el aprobado y su madre le envió
asombrados; nos sonreímos,
cartillas con las albañilito, aprobado; Crossi, un beso al aire con el
pero ninguno se rio. Aquel
correspondientes aprobado… —Luego añadió abanico. Stardi obtuvo
acto de alegría, propio de un
calificaciones. con voz fuerte—: Derossi notable de media, mas no por
chiquillo, sin saber por qué,
Ernesto, aprobado, 7,7 y eso se sonrió ni se quitó los
me produjo pena y ternura. La calle estaba llena de
primer premio. puños de las sienes. El último
Tal momento de alegría era padres, que también habían
de la lista fue Votini, que
su único premio, la
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resultó aprobado. Era el que ¡Felices vacaciones, no le dejaban respirar. A la me dijo que había obtenido
iba vestido con mayor muchachos, y hasta la vista! «monjita» casi le habían un premio en
elegancia y mejor peinado. destrozado el sombrero y la
Dicho esto pasó entre la última rifa y me entregó un
Terminada la lectura de las habían llenado de ramitos de
nosotros y todos le tendían la pequeño pisapapeles de
calificaciones, el maestro se flores que ponían en los
mano, empinándose, mayólica, algo roto por una
levantó y nos dijo: ojales y en los bolsillos del
subiéndose en los bancos, le esquina. De todos me despedí
vestido negro. Muchos
—Muchachos, ésta es la tiraban de la chaqueta y le con un apretón de manos.
felicitaban a Robetti, que
última vez que nos reunimos. cogían los brazos. Algunos le
aquel día era, precisamente, Fue emocionante ver cómo se
Hemos estado juntos todo el abrazaron y cincuenta voces
el primero que iba sin acercó el pobrecito Nelli a
curso y ahora nos separamos dijeron a coro:
muletas. Garrone, del que no podían
como buenos amigos, ¿no es
—¡Hasta la vista, señor despegarlo. Todos rodeaban a
verdad? Siento esta Por todas partes se oía decir:
maestro! ¡Gracias por todo! Garrone, lo abrazaban y
separación, queridos niños… «¡Hasta el próximo curso!»
¡Que le vaya bien! zarandeaban en prueba de
—Se interrumpió y luego «¡Hasta el veinte de
cariño, como bien se lo
continuó diciendo—: Si ¡Acuérdese de nosotros! octubre!» «¡Nos veremos por
merecía el ejemplar
alguna vez he llegado a Todos los Santos!»
Cuando salió estaba muchacho, que a todos
perder la paciencia, si en
emocionado. También nos despedimos mi sonreía. Su padre estaba allí
alguna ocasión he pecado de
padre y yo de los conocidos. embobado ante semejante
injusto, sin quererlo, o me he
Abandonamos la clase en muestra de afecto. A Garrone
mostrado excesivamente ¡Cómo se olvidan en esos
tropel. También salían al fue el último a quien abracé,
severo, perdonadme. momentos los sinsabores
mismo tiempo de las otras ya en la calle, procurando
clases y se produjo una gran pasados! Votini, que siempre
—¡No, no, señor maestro! — contener un sollozo al tener
confusión de saludos y de se había mostrado tan
dijeron a un tiempo padres y mi cara sobre su pecho; él
mutuas despedidas entre envidioso de Derossi, fue el
alumnos. me dio un beso en la frente.
muchachos, maestros, padres primero en abrazarlo con
—Disculpadme —repitió el y maestras. efusión. Yo saludé y estreché Después corrí a reunirme con
maestro— y no dejéis de la mano del albañilito en el mi padre y mi madre. Mi
quererme. El próximo curso La maestra de la pluma roja instante que por última vez padre me preguntó si me
ya no estaréis conmigo, pero tenía cuatro o cinco niños me ponía el hocico de liebre. había despedido de todos, y
os veré con frecuencia y encima y unas veinte ¡Qué buen chico! Saludé a yo le dije que sí.
permaneceréis en mi corazón. criaturas a su alrededor, que Precossi y a Garoffi, el cual
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Luego me recomendó que
buscara y pidiera perdón a
quien le hubiese faltado
alguna vez.

—No hay ninguno —le


respondí.

—Bueno, pues entonces,


vámonos.

Dirigió una última mirada a la


escuela y dijo con voz
conmovida:

—¡Adiós!

Mi madre repitió:

—¡Adiós!

Yo… no pude decir nada.

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