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TEMA 4.

LA
METAFÍSICA COMO SOFÍA MONTERO

PROBLEMA
FILOSÓFICO
¿Qué es la realidad?
TEMA 4: LA REALIDAD COMO
PROBLEMA FILOSÓFICO

1. La metafísica y el estudio del ser


Si nuestras células se renuevan constantemente y de forma completa cada cierto tiempo, ¿cómo es
posible que sigamos siendo los mismos? Esta es una cuestión metafísica. La metafísica es una de las
ramas de la filosofía más antiguas, y durante mucho tiempo ha representado el núcleo de la actividad
filosófica.

Se dice que fue Andrónico de Rodas (siglo I a.C.) quien creó el término metafísica. Se supone que, al
ordenar los libros de Aristóteles, se encontró con una serie de obras inclasificables que decidió colocar
a continuación de los libros de física y agruparlos bajo un mismo título: tà metà tà physicá, que significa
“lo que está más allá de la física”. Esta explicación no parece creíble, pues es demasiada casualidad
que el contenido de la metafísica coincida con lo que el término significa: “lo que está más allá de la
física”. La metafísica es, por tanto, un saber que está más allá de la realidad material o natural, esto
es, un saber sobre la realidad entendida en un sentido amplio y profundo.

1.1 ¿Qué es la realidad?


Podemos hablar de la realidad en dos sentidos:

a) Restrictivo. En este sentido, realidad es todo lo que nos rodea y de lo que podemos tener
experiencia: seres observables por los sentidos; seres que vemos gracias a instrumentos de
observación como microscopios o telescopios; aquello cuyas consecuencias podamos
constatar, como la ley de la gravitación universal… Esta acepción del término coincide con la
concepción científica de la realidad física o material.
b) Amplio. No sólo tienen realidad los seres materiales. También existen: realidades subjetivas,
como sentimientos, ideas, creencias, etc.; los productos culturales, como los personajes
literarios; realidades inmateriales o espirituales, como la mente o Dios. Incluso se considera
real la esencia misma de las cosas, lo que no podemos observar pero que dota de sentido a la
realidad material.

1.2. El estudio del ser


La metafísica es un saber más global y ambicioso que la ciencia porque trata de dar cuenta no solo de
lo observable, sino también de aquellos aspectos de la realidad que, por ser inobservables quedan
fuera de las consideraciones científicas.

Para Aristóteles, la metafísica o filosofía primera, como él la llama, se caracteriza por:

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a) Ser una ciencia distinta de las ciencias particulares (física, química, biología…) porque es más
general y, de hecho, constituye la base del resto de las ciencias.

b) Ocuparse del ser en tanto que ser.

Así, dirá Aristóteles en su obra Metafísica: “Hay una ciencia que estudia el ser en tanto que ser y lo
que le es propio. Esta ciencia no se confunde con ninguna de las llamadas ciencias particulares, pues
ninguna de ellas considera en general el ser en tanto que ser, sino únicamente una parte del mismo”.
Aristóteles advierte también en otro texto que “el ser se dice de muchas maneras”. Por ello, conviene
empezar por un análisis lingüístico de los distintos usos del verbo ser.

Si decimos “El gato es blanco” o “Pedro es bueno”, estamos haciendo uso predicativo del verbo ser.
Estas oraciones tienen la estructura “x es y”. En ellas, el verbo ser funciona como mera cópula, es
decir, sirve para unir el sujeto (el gato o Pedro) con la propiedad que se predica de él (la blancura o la
bondad).

Por otro lado, si decimos “El gato es” o “Pedro es”, estamos haciendo un uso existencial del verbo ser.
La estructura de la oración es “x es”, que significa que x existe. En este caso, simplemente se está
afirmando que el gato existe y que Pedro existe.

Siguiendo a Aristóteles, se puede reinterpretar la distinción anterior entre uso predicativo y uso
existencial de ser:

a) Ser como accidente. En el uso predicativo, atribuimos cualidades a un sujeto. Estas cualidades
son modos de ser que no tienen existencia por sí mismos, pues necesitan de otra realidad para
ser. Además, son accidentales, pues, por ejemplo, el gato seguiría siendo gato aunque fuera
negro en lugar de blanco.

b) Ser por sí mismo o sustancia. Cuando digo “El gato es”, me refiero a su ser, el gato, que tiene
existencia por sí mismo. Para Aristóteles, el ser se dice de varias formas, siendo la sustancia la
más importante.

1.3. Realidad y apariencia


Los murciélagos tienen una visión deficiente, pero disponen de una especie de sónar que les permite
discriminar la forma, el tamaño y la distancia de los objetos que los rodean. Nuestra representación
del mundo es, presumiblemente, bastante diferente. Recibimos por medio de nuestro sentido de la
vista gran parte de la información sobre el mundo. Entonces, ¿qué es la realidad? ¿Debemos pensar
que lo que llamamos realidad es lo que los seres humanos percibimos y que los demás animales sólo
tienen una visión deficiente de ella? ¿Cómo es la realidad?

Generalmente, pensamos que la realidad no es ni como la percibe el murciélago ni como la percibimos


nosotros, sino que es la misma en todos los casos y lo que cambia es la percepción que tenemos de
ella. Por ello, se suele distinguir entre:

a) Realidad, el conjunto de todos los seres y objetos que tienen existencia por sí mismos,
independientemente de que haya algún sujeto que los capte o perciba.

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b) Apariencia, la forma en que aparece o se manifiesta la realidad a los sujetos que la perciben.

Hay diversas posturas filosóficas respecto a la relación entre apariencia y realidad: ¿las apariencias
ocultan la realidad o constituyen una representación de ella?

1.4. El problema del no-ser: la nada


¿A qué aludimos con el término nada? Parece que la idea de nada corresponde a la negación del ser,
al no-ser. Así, ser es lo que existe, lo que hay, la realidad, mientras que nada es la negación del ser y,
por tanto, lo que no es, lo que no existe o no tiene realidad. Pero esta intuición comporta un
interesante problema filosófico: ¿cómo se puede afirmar la nada? Si digo: “x no es”, ¿no estoy
concediéndole ya una cierta forma de ser? Y sobre la propia nada, ¿cómo podemos nombrarla si no
es? Vamos a ver dos intentos de dar respuesta a estas preguntas:

a) La nada es una pseudoidea. Nada es un término sin significado, ya que no puede imaginarse
ni pensarse. Esto sostiene Henri Bergson.
b) La nada es un término lógico. Para algunos pensadores, se puede afirmar que la nada, en
cierto modo, es, pues, como mínimo, nos podemos referir a ella. Podemos usar el término
nada en el lenguaje con la función de expresar la negación de una existencia. Así, la nada es
una estructura lógica vacía de contenido, pero es. Para Bunge, por ejemplo, la nada es un
constructo, un concepto necesario para la definición del ser.

1.5. Orientaciones de la metafísica


Podemos considerar que a lo largo de la historia de la filosofía ha habido preguntas metafísicas
fundamentales. Responderlas de un modo u otro ha dado lugar a diferentes orientaciones o
perspectivas metafísicas. Estas son:

1. ¿Todo procede de un principio único o no?


a) Monismo. Sí, la realidad se ha originado desde un único principio. Esta es la postura
defendida, por ejemplo, por Tales de Mileto, quien pensaba que todo está hecho de agua,
o Parménides, que creía que todo es Ser.
b) Pluralismo. No, tal y como puede observarse, los elementos de la naturaleza son
múltiples. Esta es la orientación metafísica de, entre otros, Empédocles, que defendía que
todas las cosas están compuestas por los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), y
Anaxágoras, que pensaba que todo está hecho de partículas materiales.

2. ¿Todo se reduce a lo material, o no?


a) Materialismo. Sí, no es necesario recurrir a lo espiritual para explicar lo real. Filósofos
materialistas fueron, por ejemplo, Demócrito, quien pensaba que todo estaba hecho de
átomos y vacío, o Marx (materialismo histórico).
b) Espiritualismo. No, existen principios espirituales que dan forma a lo material, como Dios
o la mente. Además de los seres materiales, existen otros seres. Podemos citar como
ejemplos de espiritualismo a Agustín de Hipona, que creía en la existencia de Dios, en

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quien estarían las ideas eternas, o a Descartes, para quien, además de la sustancia extensa
o materia, existen la sustancia infinita o Dios y la sustancia pensante o pensamiento.

3. ¿Existe la esencia humana, o no?


a) Esencialismo. Sí, la esencia define lo que una cosa es. Esto se aplica a todos los seres,
incluidos los humanos. Para Aristóteles, por ejemplo, toda sustancia es un compuesto de
materia y forma. La forma puede identificarse con la esencia. El ser humano, como
sustancia que es, posee una materia y una forma, o esencia, que hace que sea lo que es
y no otra cosa.
b) Existencialismo. No, en el ser humano, la existencia precede a la esencia. Somos libres,
y en el ejercicio de la libertad nos vamos construyendo. Esta es la posición de Sartre: la
existencia precede a la esencia.

2. Metafísicas idealistas o espiritualistas


2.1 ¿Qué es el idealismo o espiritualismo?
Bajo la etiqueta de idealismo o espiritualismo se agrupan las teorías de todos aquellos pensadores que
sostienen que, por debajo de la realidad material de la que tenemos experiencia, existe una realidad
espiritual que le da sentido. El espiritualismo contempla la existencia de una realidad que no se puede
identificar o reducir a la realidad física o material, ya sea la esencia inmaterial de las cosas, la mente o
Dios.

2.2. Planteamientos idealistas o espiritualistas


De todas las teorías acerca de la realidad que tienen una fundamentación espiritualista o idealista,
veremos tres de las más representativas: el idealismo platónico, la realidad sustancial cartesiana y el
absolutismo hegeliano.

2.2.1. El idealismo platónico


Para Platón (427 a.C.-347 a.C.), lo que nos rodea, el mundo material de las cosas, es imperfecto,
cambiante, temporal y mortal. Pero este mundo es solo una sombra, un pálido reflejo de la verdadera
realidad: el mundo de las Ideas.

El mundo de las Ideas está formado por Ideas eternas (ni nacen ni mueren), inmutables (no cambian)
y perfectas, como la Idea de Justicia o la Idea de Bien. Estas ideas, que constituyen la auténtica
realidad, el Ser, y no pueden percibirse por medio de los sentidos, sino que solo puede captarlas el
entendimiento. Con el término “Ideas” o “Formas” no se refiere Platón a lo que solemos entender
como ideas, esto es, contenidos mentales. Las Ideas a las que se refiere Platón son entidades que
tienen existencia independiente y que están en otro mundo.

Por tanto, existen dos mundos: el mundo sensible y el mundo de las Ideas. El primero es el que captan
nuestros sentidos, el mundo de las cosas que consideramos reales. Pero estas cosas que consideramos

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reales son sólo sombras, reflejos de la verdadera realidad, la del mundo de las Ideas. Este sólo es
accesible por medio del entendimiento. Cada objeto del mundo sensible, imperfecto y perecedero,
participa de la Idea perfecta de la que es una copia. Por ejemplo, los distintos caballos que podemos
observar son todos ellos copias imperfectas de la Idea de caballo. Esta sólo es accesible mediante la
razón.

2.2.2. La realidad sustancial cartesiana


Descartes (1596-1650), filósofo racionalista, define la sustancia como aquello que existe por sí mismo
y que no necesita de nada más para existir. Según él, hay tres sustancias, y solo una de ellas es
material:

a) Res cogitans, sustancia pensante o alma. Su atributo o esencia es el pensamiento.

b) Res extensa, sustancia material o mundo. Su atributo o esencia es ocupar un lugar en el


espacio.

c) Res infinita, sustancia infinita o Dios. Su atributo es la infinitud.

Todo lo que existe es o pensamiento, o cuerpo, o Dios. Descartes manifiesta que, según su definición
de sustancia, en sentido estricto sólo debería considerarse sustancia a Dios, pues sólo Dios existe por
sí mismo y no necesita de nada más para existir. Sin embargo, considera que por extensión pueden
considerarse sustancias la pensante y la extensa, porque sólo necesitan de Dios para existir.

Por tanto, lo que define a la sustancia es su autonomía. Pero esto plantea un importante problema en
el caso del ser humano. Es indudable que las personas tenemos un cuerpo, sustancia extensa, y un
pensamiento, sustancia pensante o alma. Pero si ambas son independientes, ¿cómo es posible que,
por ejemplo, si decido moverme (pensamiento) mis piernas (extensión) me obedezcan? Descartes no
puede negar que existe una conexión entre pensamiento y cuerpo. Para salvar esta dificultad, concibe
que esta conexión se produce en la glándula pineal.

2.2.3. El absolutismo hegeliano


El sistema de Hegel (1770-1831) puede entenderse como la radicalización del espiritualismo, puesto
que no parcela la realidad en distintos mundos o sustancias, sino que considera una sola realidad que
es el pensamiento, idea o espíritu. Todo es pensamiento: “Todo lo real es racional y todo lo racional
es real”.

Hegel llama a esta realidad total Espíritu Absoluto, porque contiene en sí la totalidad de lo real: el
mundo o naturaleza, Dios y la conciencia o pensamiento. El Espíritu Absoluto no es una sustancia, sino
un sujeto. Este Espíritu o totalidad no nos es dado de una vez, sino que es el producto final de un
proceso dinámico de maduración, al que Hegel denomina dialéctica. Este proceso dialéctico consiste
en la confrontación de lo contrarios para pasar a un estadio que los supere.

Dialéctica es un término que procede del griego: día, que significa “a través”, y logos, que significa
“pensamiento”. El proceso dialéctico se desarrolla en tres fases: 1. Momento en sí o momento
absoluto, en que aparentemente no sucede nada; 2. Momento para sí o negación, en el que se

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manifiestan las contradicciones que ya estaban presentes antes. Hegel llama también a esta fase
alienación, del latín alius-alia-aliud, que significa “otro”); 3. Momento en y para sí, o negación de la
negación, etapa en la que se superan las contradicciones de la etapa anterior. Veámoslo con un
ejemplo que no es de Hegel, pero que nos servirá para entender esto. Imaginemos a un niño pequeño
(etapa 1). Todo en él es previsible, no hay problema, pero llega la adolescencia (etapa 2) y no parece
la misma persona, es una pura contradicción. Pasan los años y se hace adulto (etapa 3), ya sabe quién
es, ha desarrollado su personalidad y ha superado las contradicciones de la etapa anterior, volviendo
a tener un equilibrio. En realidad, todo esta ahí desde el principio, pero se va manifestando a medida
que se desarrolla.

Todo el proceso dialéctico conlleva un progreso que tiene un fin: el Espíritu se hará consciente de sí
mismo. Para Hegel, el final de la historia es el Espíritu Absoluto o, dicho de otro modo, la
autoconciencia.

2.3. Problemas del idealismo o espiritualismo


Las posiciones idealistas plantean importantes problemas de varios tipos:

a) Problema epistemológico. Podemos acceder al conocimiento de la realidad material


mediante nuestros sentidos, pero ¿a qué tipo de conocimiento podemos aspirar respecto a
realidades como Dios o la mente? ¿Es posible un conocimiento racional y fiable de las
realidades espirituales?
b) Problema ontológico (del ser). Al sostener la existencia de diversos tipos de realidades, estos
pensadores se ven en la obligación de explicar cómo se relacionan. Sin embargo, los intentos
por precisar en qué consiste y cómo es posible esta relación no han resultado demasiado
satisfactorios, como hemos visto en el caso de Platón, por ejemplo.
c) Problema antropológico. El problema ontológico resulta todavía más evidente si se piensa
en el ser humano. Desde la perspectiva idealista o espiritualista, el ser humano viene a ser la
unión de dos realidades: cuerpo (naturaleza material) y alma (naturaleza espiritual). ¿Cómo
se relacionan? Como ya hemos señalado anteriormente, esto supuso un gran problema para
Descartes.

3. Metafísicas materialistas
3.1 Planteamientos materialistas
El materialismo centra su estudio de la realidad en lo material. Defiende que para explicar la realidad
no es necesario recurrir a realidades o principios de tipo espiritual. De hecho, la mayoría de los
materialistas niega la existencia de entidades inmateriales como la mente o Dios. Veremos dos de
estos planteamientos: el atomismo clásico y el materialismo histórico.

3.1.1. El atomismo clásico


Para los presocráticos Leucipo y Demócrito (siglos V y IV a. C.), precursores de la moderna teoría
atómica, la realidad se reduce a átomos y vacío. Consideran que los átomos son partículas tan

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pequeñas que resultan inobservables, pero constituyen todo lo real. Los átomos son indivisibles,
homogéneos e inmutables. Solo difieren en cuanto a su forma, tamaño y posición.

Según esta teoría, todos los seres que existen son combinaciones de átomos. Los cambios que se
observan en la naturaleza se deben a la reorganización de estos conglomerados. Estos cambios son
posibles gracias a la existencia del vacío y son fruto del azar, ya que los átomos se mueven libre y
espontáneamente, lo que hace innecesario recurrir a dioses.

3.1.2. El materialismo histórico


Aunque comparte con el idealista Hegel la concepción de la historia como proceso dialéctico, Marx
(1818-1883) considera que la historia y todo proceso humano o natural tienen causas materiales.
Según Marx, el motor de la historia es la superación de las contradicciones y oposiciones inherentes a
todo sistema de producción. Así, no es el espíritu, la conciencia o el pensamiento el que conforma la
realidad, como pensara Hegel, sino que, al contrario, son las particulares condiciones materiales de
vida de un momento concreto las que determinan la ideología imperante.

Marx denuncia la situación de la clase trabajadora en el sistema de producción capitalista. Los obreros
reciben un salario miserable que sólo les permite sobrevivir y seguir trabajando para enriquecer a los
burgueses, propietarios de fábricas, materias primas, maquinaria, herramientas… La clase trabajadora
se convierte en una mercancía más.

Según Marx, el trabajo es lo que hace que el hombre se realice, pero en este modo de producción
sucede justo lo contrario. En el sistema capitalista, dirá Marx, el trabajador está alienado (de alius,
otro). El producto de su esfuerzo le es arrebatado a cambio de esa remuneración que sólo sirve para
no morir y poder seguir produciendo. Ese producto, que es una parte esencial de sí mismo, se le
enfrenta como algo hostil, porque es el causante de su situación. Además, la diferencia entre lo que
el trabajador produce y lo que cuesta mantenerlo es lo que genera el incremento de capital del
burgués, la plusvalía. Por eso, cuanto más bajos sean los salarios, más dinero gana el propietario de
las fuerzas de producción. Así, para Marx, la base del capitalismo es la explotación del hombre por el
hombre.

Marx denomina infraestructura económica a las condiciones materiales en que se desarrolla el trabajo
dentro del modo de producción vigente (fuerzas de producción y relaciones de producción). A lo largo
de la historia se han sucedido varios modos de producción: comunismo primitivo (cazador-recolector),
modo de producción asiático (propiedad privada del suelo), esclavista, feudal y capitalista. Para Marx,
es precisamente la forma en que se da el trabajo, las condiciones materiales de la vida, lo que explica
cómo se piensa, y no al contrario. La infraestructura económica da forma a la superestructura
ideológica (cultura, religión, política, medios de comunicación, educación…). La función de la
superestructura ideológica es mantener, justificar la infraestructura económica. En Marx, el término
ideología tiene un matiz de manipulación. Se trata de que quienes tienen el poder económico
convenzan a quienes están siendo explotados de que su situación es natural, que las cosas tienen que
como son. Por lo tanto, en palabras de Marx, “la ideología dominante es la ideología de la clase
dominante”.

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El objetivo de Marx es la llegada del fin del capitalismo. Para ello, la clase trabajadora, el proletariado,
debe tomar conciencia de su situación y rebelarse. Sólo cuando el proletariado tome el poder
(“dictadura del proletariado”) se acabarás con el capitalismo. Pero esta situación será sólo provisional,
porque el objetivo final es instaurar una sociedad sin clases.

3.2. Problemas del materialismo


Las posiciones materialistas tampoco están exentas de problemas. Estos son algunos de ellos:

a) Problema epistemológico. Para los materialistas, la existencia de sensaciones y percepciones


demuestra que existe una realidad externa que las causa. Sin embargo, todas nuestras
sensaciones son subjetivas, ¿qué nos hace pensar que están causadas por una realidad
material distinta de la mente?
b) Problema antropológico. Determinismo: el materialismo suele darse unido a una concepción
mecanicista de la naturaleza, según la cual todos los acontecimientos del universo responden
a leyes causales. ¿Dónde queda la libertad humana?
Mente y cerebro: para el materialismo son lo mismo, pero procesos neuronales y estados
mentales parecen esencialmente distintos.
c) Problema metafísico. En sentido estricto, resulta contradictorio hablar de metafísicas
materialistas, ya que se ha definido la metafísica como el estudio de la realidad que está más
allá de la realidad física o material.

4. Actualidad de la metafísica
4.1 Críticas a la metafísica
La filosofía, y la metafísica de forma especial, ha recibido y recibe numerosas críticas. Las principales
son:

a) Falta de acuerdo. Este aspecto se hace patente en la alternancia de corrientes opuestas,


incluso incompatibles. Es innegable que no existe ni un solo tema acerca del cual se hayan
puesto de acuerdo todos los filósofos.
b) Carácter residual. Parece que la metafísica sólo se ocupa de los problemas que no
resuelve la ciencia.
c) Futilidad (poca importancia) de sus temas. Los temas de que trata la metafísica no tienen
ninguna utilidad en la vida práctica.
d) Hermetismo. Se critica a la metafísica por el hecho de que su lenguaje se aleja del lenguaje
cotidiano y supone una barrera infranqueable para el no iniciado.

Estas críticas a la metafísica coinciden con las críticas a la filosofía en general. Las que afectan de forma
más exclusiva a la metafísica son:

a) Crítica a la validez del conocimiento metafísico. Filósofos como Hume y Kant acabaron
con la consideración de la metafísica como ciencia. Hume opinaba que la metafísica era
solo opinión, sin consistencia, fundamento ni fiabilidad. A su juicio, la única fuente válida

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de conocimiento es la experiencia sensible, y no podemos tener experiencia sensible de
los objetos de la metafísica.

b) Crítica lingüística. Los neopositivistas consideran que las proposiciones metafísicas son
pseudoproposiciones o proposiciones carentes de significado. No podemos comprobar si
son verdaderas o falsas.

4.1.1. Consideración histórica de la metafísica


Teniendo en cuenta el papel que la metafísica ha desarrollado a lo largo de la historia del pensamiento,
podemos diferenciar tres etapas:

a) Etapa metafísica. Es la que se habría dado en la época antigua y medieval con filósofos
como los presocráticos, Platón, Aristóteles, autores medievales… Filosofía y metafísica se
identifican, incluso ciencia y metafísica se identifican. Los pensadores de esta etapa
confían en lograr explicar de manera racional la totalidad de lo real.
b) Etapa crítica. En la Edad Moderna (desde el Renacimiento hasta finales del siglo XVIII), de
la mano de Descartes, Hume y Kant. El desarrollo de la ciencia provoca que se resquebraje
la confianza en la filosofía, que adopta la misión de autoanalizarse. La metafísica va
cediendo terreno a otras ramas de la filosofía, como la epistemología o la lógica.
c) Etapa posmetafísica. En la época actual se radicalizan las críticas hacia la metafísica
iniciadas en la Modernidad. Este panorama lleva a algunos filósofos a cuestionarse la
vigencia de la metafísica y de los problemas de los que se ocupa, y a desterrarla como algo
pasado y superado en esta época posmetafísica.

¿Realmente vivimos en una época posmetafísica? Aunque los ataques son sólidos, los intereses y
problemas metafísicos siguen interesándonos. Quizá la respuesta a este hecho paradójico la
podamos encontrar en Kant.

Kant tuvo mucho en cuenta las críticas del empirismo y llegó a la conclusión de que la metafísica
no ha tenido ni podrá tener nunca la categoría de ciencia, puesto que pretende conocer realidades
que están más allá de la experiencia: el alma, el mundo y Dios. Pero eso no significa que merezca
ser rechazada. Al contrario, la metafísica responde a una tendencia inherente (inseparable) e
inevitable de la razón humana.

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