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LA
METAFÍSICA COMO SOFÍA MONTERO
PROBLEMA
FILOSÓFICO
¿Qué es la realidad?
TEMA 4: LA REALIDAD COMO
PROBLEMA FILOSÓFICO
Se dice que fue Andrónico de Rodas (siglo I a.C.) quien creó el término metafísica. Se supone que, al
ordenar los libros de Aristóteles, se encontró con una serie de obras inclasificables que decidió colocar
a continuación de los libros de física y agruparlos bajo un mismo título: tà metà tà physicá, que significa
“lo que está más allá de la física”. Esta explicación no parece creíble, pues es demasiada casualidad
que el contenido de la metafísica coincida con lo que el término significa: “lo que está más allá de la
física”. La metafísica es, por tanto, un saber que está más allá de la realidad material o natural, esto
es, un saber sobre la realidad entendida en un sentido amplio y profundo.
a) Restrictivo. En este sentido, realidad es todo lo que nos rodea y de lo que podemos tener
experiencia: seres observables por los sentidos; seres que vemos gracias a instrumentos de
observación como microscopios o telescopios; aquello cuyas consecuencias podamos
constatar, como la ley de la gravitación universal… Esta acepción del término coincide con la
concepción científica de la realidad física o material.
b) Amplio. No sólo tienen realidad los seres materiales. También existen: realidades subjetivas,
como sentimientos, ideas, creencias, etc.; los productos culturales, como los personajes
literarios; realidades inmateriales o espirituales, como la mente o Dios. Incluso se considera
real la esencia misma de las cosas, lo que no podemos observar pero que dota de sentido a la
realidad material.
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a) Ser una ciencia distinta de las ciencias particulares (física, química, biología…) porque es más
general y, de hecho, constituye la base del resto de las ciencias.
Así, dirá Aristóteles en su obra Metafísica: “Hay una ciencia que estudia el ser en tanto que ser y lo
que le es propio. Esta ciencia no se confunde con ninguna de las llamadas ciencias particulares, pues
ninguna de ellas considera en general el ser en tanto que ser, sino únicamente una parte del mismo”.
Aristóteles advierte también en otro texto que “el ser se dice de muchas maneras”. Por ello, conviene
empezar por un análisis lingüístico de los distintos usos del verbo ser.
Si decimos “El gato es blanco” o “Pedro es bueno”, estamos haciendo uso predicativo del verbo ser.
Estas oraciones tienen la estructura “x es y”. En ellas, el verbo ser funciona como mera cópula, es
decir, sirve para unir el sujeto (el gato o Pedro) con la propiedad que se predica de él (la blancura o la
bondad).
Por otro lado, si decimos “El gato es” o “Pedro es”, estamos haciendo un uso existencial del verbo ser.
La estructura de la oración es “x es”, que significa que x existe. En este caso, simplemente se está
afirmando que el gato existe y que Pedro existe.
Siguiendo a Aristóteles, se puede reinterpretar la distinción anterior entre uso predicativo y uso
existencial de ser:
a) Ser como accidente. En el uso predicativo, atribuimos cualidades a un sujeto. Estas cualidades
son modos de ser que no tienen existencia por sí mismos, pues necesitan de otra realidad para
ser. Además, son accidentales, pues, por ejemplo, el gato seguiría siendo gato aunque fuera
negro en lugar de blanco.
b) Ser por sí mismo o sustancia. Cuando digo “El gato es”, me refiero a su ser, el gato, que tiene
existencia por sí mismo. Para Aristóteles, el ser se dice de varias formas, siendo la sustancia la
más importante.
a) Realidad, el conjunto de todos los seres y objetos que tienen existencia por sí mismos,
independientemente de que haya algún sujeto que los capte o perciba.
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b) Apariencia, la forma en que aparece o se manifiesta la realidad a los sujetos que la perciben.
Hay diversas posturas filosóficas respecto a la relación entre apariencia y realidad: ¿las apariencias
ocultan la realidad o constituyen una representación de ella?
a) La nada es una pseudoidea. Nada es un término sin significado, ya que no puede imaginarse
ni pensarse. Esto sostiene Henri Bergson.
b) La nada es un término lógico. Para algunos pensadores, se puede afirmar que la nada, en
cierto modo, es, pues, como mínimo, nos podemos referir a ella. Podemos usar el término
nada en el lenguaje con la función de expresar la negación de una existencia. Así, la nada es
una estructura lógica vacía de contenido, pero es. Para Bunge, por ejemplo, la nada es un
constructo, un concepto necesario para la definición del ser.
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quien estarían las ideas eternas, o a Descartes, para quien, además de la sustancia extensa
o materia, existen la sustancia infinita o Dios y la sustancia pensante o pensamiento.
El mundo de las Ideas está formado por Ideas eternas (ni nacen ni mueren), inmutables (no cambian)
y perfectas, como la Idea de Justicia o la Idea de Bien. Estas ideas, que constituyen la auténtica
realidad, el Ser, y no pueden percibirse por medio de los sentidos, sino que solo puede captarlas el
entendimiento. Con el término “Ideas” o “Formas” no se refiere Platón a lo que solemos entender
como ideas, esto es, contenidos mentales. Las Ideas a las que se refiere Platón son entidades que
tienen existencia independiente y que están en otro mundo.
Por tanto, existen dos mundos: el mundo sensible y el mundo de las Ideas. El primero es el que captan
nuestros sentidos, el mundo de las cosas que consideramos reales. Pero estas cosas que consideramos
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reales son sólo sombras, reflejos de la verdadera realidad, la del mundo de las Ideas. Este sólo es
accesible por medio del entendimiento. Cada objeto del mundo sensible, imperfecto y perecedero,
participa de la Idea perfecta de la que es una copia. Por ejemplo, los distintos caballos que podemos
observar son todos ellos copias imperfectas de la Idea de caballo. Esta sólo es accesible mediante la
razón.
Todo lo que existe es o pensamiento, o cuerpo, o Dios. Descartes manifiesta que, según su definición
de sustancia, en sentido estricto sólo debería considerarse sustancia a Dios, pues sólo Dios existe por
sí mismo y no necesita de nada más para existir. Sin embargo, considera que por extensión pueden
considerarse sustancias la pensante y la extensa, porque sólo necesitan de Dios para existir.
Por tanto, lo que define a la sustancia es su autonomía. Pero esto plantea un importante problema en
el caso del ser humano. Es indudable que las personas tenemos un cuerpo, sustancia extensa, y un
pensamiento, sustancia pensante o alma. Pero si ambas son independientes, ¿cómo es posible que,
por ejemplo, si decido moverme (pensamiento) mis piernas (extensión) me obedezcan? Descartes no
puede negar que existe una conexión entre pensamiento y cuerpo. Para salvar esta dificultad, concibe
que esta conexión se produce en la glándula pineal.
Hegel llama a esta realidad total Espíritu Absoluto, porque contiene en sí la totalidad de lo real: el
mundo o naturaleza, Dios y la conciencia o pensamiento. El Espíritu Absoluto no es una sustancia, sino
un sujeto. Este Espíritu o totalidad no nos es dado de una vez, sino que es el producto final de un
proceso dinámico de maduración, al que Hegel denomina dialéctica. Este proceso dialéctico consiste
en la confrontación de lo contrarios para pasar a un estadio que los supere.
Dialéctica es un término que procede del griego: día, que significa “a través”, y logos, que significa
“pensamiento”. El proceso dialéctico se desarrolla en tres fases: 1. Momento en sí o momento
absoluto, en que aparentemente no sucede nada; 2. Momento para sí o negación, en el que se
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manifiestan las contradicciones que ya estaban presentes antes. Hegel llama también a esta fase
alienación, del latín alius-alia-aliud, que significa “otro”); 3. Momento en y para sí, o negación de la
negación, etapa en la que se superan las contradicciones de la etapa anterior. Veámoslo con un
ejemplo que no es de Hegel, pero que nos servirá para entender esto. Imaginemos a un niño pequeño
(etapa 1). Todo en él es previsible, no hay problema, pero llega la adolescencia (etapa 2) y no parece
la misma persona, es una pura contradicción. Pasan los años y se hace adulto (etapa 3), ya sabe quién
es, ha desarrollado su personalidad y ha superado las contradicciones de la etapa anterior, volviendo
a tener un equilibrio. En realidad, todo esta ahí desde el principio, pero se va manifestando a medida
que se desarrolla.
Todo el proceso dialéctico conlleva un progreso que tiene un fin: el Espíritu se hará consciente de sí
mismo. Para Hegel, el final de la historia es el Espíritu Absoluto o, dicho de otro modo, la
autoconciencia.
3. Metafísicas materialistas
3.1 Planteamientos materialistas
El materialismo centra su estudio de la realidad en lo material. Defiende que para explicar la realidad
no es necesario recurrir a realidades o principios de tipo espiritual. De hecho, la mayoría de los
materialistas niega la existencia de entidades inmateriales como la mente o Dios. Veremos dos de
estos planteamientos: el atomismo clásico y el materialismo histórico.
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pequeñas que resultan inobservables, pero constituyen todo lo real. Los átomos son indivisibles,
homogéneos e inmutables. Solo difieren en cuanto a su forma, tamaño y posición.
Según esta teoría, todos los seres que existen son combinaciones de átomos. Los cambios que se
observan en la naturaleza se deben a la reorganización de estos conglomerados. Estos cambios son
posibles gracias a la existencia del vacío y son fruto del azar, ya que los átomos se mueven libre y
espontáneamente, lo que hace innecesario recurrir a dioses.
Marx denuncia la situación de la clase trabajadora en el sistema de producción capitalista. Los obreros
reciben un salario miserable que sólo les permite sobrevivir y seguir trabajando para enriquecer a los
burgueses, propietarios de fábricas, materias primas, maquinaria, herramientas… La clase trabajadora
se convierte en una mercancía más.
Según Marx, el trabajo es lo que hace que el hombre se realice, pero en este modo de producción
sucede justo lo contrario. En el sistema capitalista, dirá Marx, el trabajador está alienado (de alius,
otro). El producto de su esfuerzo le es arrebatado a cambio de esa remuneración que sólo sirve para
no morir y poder seguir produciendo. Ese producto, que es una parte esencial de sí mismo, se le
enfrenta como algo hostil, porque es el causante de su situación. Además, la diferencia entre lo que
el trabajador produce y lo que cuesta mantenerlo es lo que genera el incremento de capital del
burgués, la plusvalía. Por eso, cuanto más bajos sean los salarios, más dinero gana el propietario de
las fuerzas de producción. Así, para Marx, la base del capitalismo es la explotación del hombre por el
hombre.
Marx denomina infraestructura económica a las condiciones materiales en que se desarrolla el trabajo
dentro del modo de producción vigente (fuerzas de producción y relaciones de producción). A lo largo
de la historia se han sucedido varios modos de producción: comunismo primitivo (cazador-recolector),
modo de producción asiático (propiedad privada del suelo), esclavista, feudal y capitalista. Para Marx,
es precisamente la forma en que se da el trabajo, las condiciones materiales de la vida, lo que explica
cómo se piensa, y no al contrario. La infraestructura económica da forma a la superestructura
ideológica (cultura, religión, política, medios de comunicación, educación…). La función de la
superestructura ideológica es mantener, justificar la infraestructura económica. En Marx, el término
ideología tiene un matiz de manipulación. Se trata de que quienes tienen el poder económico
convenzan a quienes están siendo explotados de que su situación es natural, que las cosas tienen que
como son. Por lo tanto, en palabras de Marx, “la ideología dominante es la ideología de la clase
dominante”.
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El objetivo de Marx es la llegada del fin del capitalismo. Para ello, la clase trabajadora, el proletariado,
debe tomar conciencia de su situación y rebelarse. Sólo cuando el proletariado tome el poder
(“dictadura del proletariado”) se acabarás con el capitalismo. Pero esta situación será sólo provisional,
porque el objetivo final es instaurar una sociedad sin clases.
4. Actualidad de la metafísica
4.1 Críticas a la metafísica
La filosofía, y la metafísica de forma especial, ha recibido y recibe numerosas críticas. Las principales
son:
Estas críticas a la metafísica coinciden con las críticas a la filosofía en general. Las que afectan de forma
más exclusiva a la metafísica son:
a) Crítica a la validez del conocimiento metafísico. Filósofos como Hume y Kant acabaron
con la consideración de la metafísica como ciencia. Hume opinaba que la metafísica era
solo opinión, sin consistencia, fundamento ni fiabilidad. A su juicio, la única fuente válida
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de conocimiento es la experiencia sensible, y no podemos tener experiencia sensible de
los objetos de la metafísica.
b) Crítica lingüística. Los neopositivistas consideran que las proposiciones metafísicas son
pseudoproposiciones o proposiciones carentes de significado. No podemos comprobar si
son verdaderas o falsas.
a) Etapa metafísica. Es la que se habría dado en la época antigua y medieval con filósofos
como los presocráticos, Platón, Aristóteles, autores medievales… Filosofía y metafísica se
identifican, incluso ciencia y metafísica se identifican. Los pensadores de esta etapa
confían en lograr explicar de manera racional la totalidad de lo real.
b) Etapa crítica. En la Edad Moderna (desde el Renacimiento hasta finales del siglo XVIII), de
la mano de Descartes, Hume y Kant. El desarrollo de la ciencia provoca que se resquebraje
la confianza en la filosofía, que adopta la misión de autoanalizarse. La metafísica va
cediendo terreno a otras ramas de la filosofía, como la epistemología o la lógica.
c) Etapa posmetafísica. En la época actual se radicalizan las críticas hacia la metafísica
iniciadas en la Modernidad. Este panorama lleva a algunos filósofos a cuestionarse la
vigencia de la metafísica y de los problemas de los que se ocupa, y a desterrarla como algo
pasado y superado en esta época posmetafísica.
¿Realmente vivimos en una época posmetafísica? Aunque los ataques son sólidos, los intereses y
problemas metafísicos siguen interesándonos. Quizá la respuesta a este hecho paradójico la
podamos encontrar en Kant.
Kant tuvo mucho en cuenta las críticas del empirismo y llegó a la conclusión de que la metafísica
no ha tenido ni podrá tener nunca la categoría de ciencia, puesto que pretende conocer realidades
que están más allá de la experiencia: el alma, el mundo y Dios. Pero eso no significa que merezca
ser rechazada. Al contrario, la metafísica responde a una tendencia inherente (inseparable) e
inevitable de la razón humana.