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To cite this article: Judith Farré Vidal (2022) La iconografía del olor en la cultura femenina:
una mirada transatlántica en cortes y conventos (siglo XVII), Bulletin of Spanish Studies, 99:3,
385-402, DOI: 10.1080/14753820.2022.2065075
Jerónimo Cortés, matemático valenciano y uno de los autores con mayor éxito
en la literatura científica de divulgación a principios del siglo XVII, cuando
escribía sobre la fisonomía y propiedades elementales del Aire defendía su
existencia a pesar de que es el único Elemento que no puede verse y que
arroja dudas al tacto. Su explicación también puede ser válida para el
olfato, el sentido humano encargado de percibir los olores, que por su
naturaleza invisible y efímera plantea una percepción distinta de las del
resto de sentidos humanos. El olfato ha sido tradicionalmente un sentido
* Este trabajo forma parte del proyecto I+D ‘Fastos, simulacros y saberes en la América
virreinal’ (PID2020-113841GB-I00), coordinado desde el Instituto de Lengua, Literatura y
Antropología, CSIC, Madrid.
1 Jerónimo Cortés, Fisonomía natural y varios secretos de la Naturaleza [1609], texto
preparado por Enrique Suárez Figaredo, Lemir. Literatura Española Medieval y
Renacimiento, 20 (2016), 1–144 (Libro V, Cap. XII, p. 103); disponible en <https://parnaseo.
uv.es/lemir/Revista/Revista20/textos/01_Fisonomia_Natural.pdf> (último acceso 28 de marzo
de 2022).
2 Véase Anthony Synnott, ‘Sociología del olor’, Revista Mexicana de Sociología, 65:2
(2003), 431–64 (p. 435).
3 Jean-Pierre Albert, Odeurs de sainteté: la mythologie chrétienne des aromates (Paris:
École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1990), 79, citado en Ariel Guiance, ‘En olor de
santidad: la caracterización y alcance de los aromas en la hagiografía hispana medieval’, en
La piedad medieval: imágenes, reliquias, hagiografía, Edad Media. Revista de Historia, 10
(2009), 131–61 (p. 134).
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4 Marcel Proust, En busca del tiempo perdido (Madrid: Valdemar, 2008), I, 52, a partir
de José María González García, ‘Walter Benjamin y los ángeles de la memoria en la ciudad de
Berlín’, en Estética de la memoria, ed. Faustino Oncina Coves & María Elena Cantarino Suñer
(Valencia: Univ. de Valencia, 2011), 59–84 (p. 81).
5 La experiencia del olor como patrimonio olfativo es uno de los ejes que sustentan el
proyecto Odoreuropa <https://odeuropa.eu/horizon-2020/h2020-abstract/> (último acceso 28
de marzo de 2022).
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6 Véase la imagen de Olfatus (c.1544) de George Pencz: British Museum, Museum No.
1881,0611.296; disponible en <https://www.britishmuseum.org/collection/object/P_1881-0611-
296> (último acceso 28 de marzo de 2022).
7 Lubomir Konečny, ‘Los Cinco Sentidos desde Aristóteles a Constantin Brancusi’, en
Los cinco sentidos y el arte [catálogo de exposición] (Madrid: Museo del Prado, 1997), 29–54
(p. 38).
8 Véase Jan Brueghel el Viejo & Rubens, El Olfato (1617–1618), Museo del Prado, núm.
de catálogo P001396; disponible en <https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-
olfato/adff981e-a317-4152-9e04-05ada13be226> (último acceso 28 de marzo de 2022).
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9 Véase Abraham Janssens, Los cinco sentidos (c.1630), Palacio Real de La Granja de
San Ildefonso, Segovia; disponible en <https://twitter.com/PatrimNacional/status/
1056177445890605057?s=20> (último acceso 28 de marzo de 2022).
10 Elisa C. Mandell, ‘Posthumous Portraits of Children in Early Modern Spain and
Mexico’, en Death and Afterlife in the Early Modern Hispanic World, Hispanic Issues On
Line, 07 (2010), 68–88 (p. 84); disponible en <https://conservancy.umn.edu/handle/11299/
182931> (último acceso 28 de marzo de 2022).
11 Véase Juan Pantoja de la Cruz, La Infanta María en su ataúd (1603), Patrimonio
Nacional, número de inventario: 00613991; reproducido en Gema Cobo Delgado, ‘Retratos
infantiles en el reinado de Felipe III y Margarita de Austria: entre el afecto y la política’,
Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, 25 (2013), 23–42 (p. 24).
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12 Sobre el tema, véanse el catálogo de Beatriz González & Rodolfo Vallín, Monjas
muertas. Colección Banco de la República Bogotá. Catálogo de exposición (Bogotá: Banco de
la República, 2000), y James M. Córdova, ‘Images beyond the Veil: Funeral Portraits and
Sacred Materialities in New Spain’s Nunneries’, Res. Anthropology and Aesthetics, 67–68
(2016–2017), 256–72.
13 Véase Victorino García, Retrato Catalina Teresa de Santo Domingo (1786), Museos
Banco de la República, Bogotá; disponible en <http://52.183.37.55/artworks/16383> (último
acceso 28 de marzo de 2022).
14 Enrique Tovar Esquivel & Julia Santa Cruz Vargas, ‘El “olor a santidad” en la
“muerte florida”: las flores como equivalente de los aromas en el arte funerario’, en
Iconografía mexicana. IX–X, Flora y fauna, coord. Beatriz Barba Ahuatzin & Alicia Blanco
Padilla (México D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009), 95–104 (p. 97).
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agua bendita, en forma de cruz, los ángulos y paredes de la celda donde había
estado la enferma. Su cadáver no debía ser tocado durante tres horas y era
velado únicamente por las madres enfermeras. Pasado ese plazo, el cuerpo
era amortajado y vestido con el hábito de la orden, a excepción del manto o
capa, que se ponía superficialmente para ser retirado en el momento de su
inhumación. Al día siguiente, las honras fúnebres se celebraban muy
temprano con el Oficio de Difuntos de nueve lecciones. Además de la corona
de flores, tan representada en los retratos de monjas coronadas, el resto del
cuerpo también se cubría con otras flores en señal de su entrada en el
paraíso. Tras las misas, el cuerpo se rociaba tres veces con agua bendita y
se incensaba también otras tres veces.15
Estos escritos que trataban de la muerte piadosa de las religiosas, una
muerte que no debe confundirse con la excepcional muerte florida que se
daba con el olor a santidad que emanaba directamente del cuerpo, insistían
en señalar que los cuerpos enflorados desprendían un aroma agradable y
especial, fruto de las flores que las rodeaban. Comparten el buen olor como
signo de buen morir, pero en el caso de la muerte florida es el cuerpo la
fuente de la que emana el olor y en las muertes piadosas de convento, se
reproduce artificialmente el olor a partir de la decoración floral. El aroma
agradable impregnaba la habitación donde estuviera el cadáver y este
suceso se vinculaba a una muerte piadosa. Un ejemplo de estas prácticas
funerarias en los conventos virreinales es el de Sor María Ana Águeda de
San Ignacio (1695–1756), primera priora del convento de Santa Rosa en
Puebla. Su funeral es descrito por José Bellido (1758):
Estaba el cuerpo expuesto delante de la reja del coro bajo, adornado con
bellísima palma y corona, como que supo triunfar y salir victoriosa,
como piadosamente creemos, de los más tiranos enemigos. Estaba con
variedad de hermosísimas flores, que abundantemente enviaron los
conventos de Recoletas y muchas personas seculares, de suerte que no
siendo suficiente el torno, fue necesario para recibirlas abrir también la
puerta. Se enfloró todo el coro, los antepechos y se alfombró el suelo de
los claustros por donde había de pasar el entierro.16
sus escritos las experiencias sensoriales más vivas tienen que ver con el olor y
el deseo de la vida religiosa:
Como a una cuadra [del convento] sentía un aire suave y blando, con un
olor suavísimo que llegaba a mí, penetrando mis sentidos, que parecía
estar fuera de mí con tanta alegría, que no cabía en mí. Ya yo conocía
este aire y olor porque siempre que salía iba como a recibirme y antes
que llegase a mí lo sentía venir y deseaba que llegara, aunque así que a
mi cuerpo tocaba, se estremecía y temblaba, y la piel se erizaba tanto
que la criada lo conocía y decía: ‘¿qué tienes frío que te tiembla el
cuerpecito?’ Yo le decía: ‘Camina apriesa, que ya me da el olor de las
monjas’.17
Destos barros dicen que comen las damas, por amortiguar la color, o por
golosina viciosa, y es ocasión de que el barro, y la tierra de la sepultura
las coma, y consuma en lo más florido de su edad.22
Covarrubias expone su definición del barro como una ‘golosina viciosa’ que
usaban las damas para blanquear su piel. La aparente ‘adicción’ que
generaba su consumo provocaba una intencionada y deseada palidez del
rostro, debida a la obstrucción intestinal que se producía por la acumulación
de barro. Era el efecto conocido como opilación, el resultado de lo que hoy se
sabe que es la anemia, producida por una oclusión de las vías digestivas.
Debido a esa falta de absorción de hierro en la sangre, resultaban la palidez
y delgadez tan deseadas como canon de belleza entre la aristocracia europea
de la época. Los efectos nocivos en la salud y la obsesión por conseguir la
19 Véase Natacha Seseña, El vicio del barro (Madrid: Ediciones El Viso, 2009).
20 Citado en Laura Oliván & Rafaella Pilo, ‘Recetario en busca de dueño: perfumería,
medicina y confitería en la casa del VII Duque de Montalto (1635–1666)’, Cuadernos de
Historia Moderna, 37 (2012), 103–25 (p. 111).
21 Hay un amplio recorrido por los principales retratos de corte con búcaros en: <https://
www.investigart.com/2018/11/27/o-tienes-amor-o-comes-barro-bucarofagia/> (último acceso
29 de marzo de 2022).
22 Sebastián de Covarrubias Horozco, Tesoro de la lengua castellana o española, ed.
integral & ilustrada de Ignacio Arellano & Rafael Zafra (Pamplona: Univ. de Navarra/
Madrid: Iberoamericana/Frankfurt am Main: Vervuert, 2006), 164.
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23 Juan de Zabaleta, El día de fiesta por la mañana y por la tarde (1654), ed., intro. &
notas de Cristóbal Cuevas García (Madrid: Castalia, 1983), 354.
24 Julia Lewandowska, Escritoras monjas: autoridad y autoría en la escritura
conventual femenina de los Siglos de Oro (Madrid: Iberoamericana/Frankfurt am Main:
Vervuert, 2019), 435–37.
25 Alonso de Villamediana, La vida de Sor Estefanía de la Encarnación, monja profesa
en el Monasterio de religiosas Franciscas de Nuestra Madre Santa Clara, en esta villa de
Lerma, BNE, MSS/7459; disponible en la Biblioteca Digital Hispánica, <http://bdh.bne.es/
bnesearch/detalle/bdh0000145512> (último acceso 29 de marzo de 2022).
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Entre esos episodios cuenta cómo a los doce años fue tentada por el diablo a
comer los búcaros que colgaban de la sala de recibir de su casa. Lo curioso
es el detonante que finalmente la llevó a probarlos:
[…] mi madre, por adornar la sala donde asistía, puso muchos búcaros
colgados de una viga que atravesaba. Yo empecé a mirarlos, y como los
había visto comer en casa de la marquesa de la Laguna, donde de continuo
asistíamos por servir mi padre al marqués y ser mi madre muy querida de
la marquesa, dio en parecerme bien y en desear probarlo. Hícelo y súpome
de modo y llevome tanto aquel olor de tierra, que con el ansia que un vicio
debe de engendrar de aquello a que se inclina, di en comerlo.26
El fragmento evoca todos los sentidos que se asocian a los búcaros, en tanto
que Estefanía alude a los efectos de la contemplación de los barros colgados
como ambientadores en la sala de recibir y se confiesa cautivada, además
de por la visión, por el olor. Del poder olfativo de la escena se subraya su
atracción por el olor a tierra y la irremediable tentación que supone para el
gusto. Además, aunque es el diablo quien la tienta, Estefanía confiesa
probar el barro movida por el ejemplo materno y por la marquesa de La
Laguna. Por fechas puede tratarse de la esposa de Sancho de la Cerda y
Portugal, I marqués de la Laguna de Carnero Viejo, hermano del V duque
de Medinaceli. En todo caso, se trata de un linaje poderoso, cuyas mujeres
desempeñaron un importante papel en distintas cortes europeas y
americanas a las que seguramente exportarían el hábito como pasatiempo.
De entre las descendientes más notables, María Luisa Manrique de Lara y
Gonzaga (1649–1729), virreina de Nueva España de 1680 a 1686 y mecenas
de Sor Juana Inés de la Cruz.
También el Padre Diego de Rosales en la Historia general del Reino de
Chile (1674) apuntaba la exportación de barros chilenos fabricados por las
monjas clarisas, muy apreciados en el virreinato peruano:
Pues en verdad es cosa extraña el olor de estas tierras que sobrepuja sin
remedio a todos los demás. Yo lo compruebo siempre con el tabaco en
polvo, contenga este ámbar, almizcle, flores, todo lo que se quiera: con
tres o cuatro días que lo tenga en búcaro de las Indias bien tapado, es
asunto acabado, no se distingue más que el búcaro.29
En sus cartas, describe las variantes y diferencias entre las distintas zonas
productoras de barros, a partir de la textura y color de la superficie
acabada, y teniendo en cuenta el sabor y el olor del barro. Según la opinión
de Magalotti, los búcaros de Chile, bruñidos de un color rojo oscuro y con
aplicaciones y asas de plata, eran mejores que los portugueses, decorados
con colores suaves. En lo que respecta al sabor, opinaba que los mexicanos
eran superiores, aunque los chilenos tenían mejor color y los de Natán
(Panamá) eran los más elegantes.
Como objeto de moda, Magalotti señala que los búcaros son los regalos
predilectos entre todos los miembros de la alta aristocracia española y
funcionan como moneda de cambio en el tráfico de amistades e influencias,
28 Lorenzo Magalotti, ‘De los búcaros de las Indias occidentales’ (selección, traducción &
notas de Francisca Perujo & Teresa Poggi Salani), Boletín del Instituto de Investigaciones
Bibliográficas, 8 (1972), 319–54 (p. 330).
29 Magalotti, ‘De los búcaros de las Indias occidentales’, 331.
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[…] todos trafican con ellos, todos viven con ellos […] cada uno hace de
ellos una diversión en casa, un capital de mérito, de amigos, de
protección, de esperanzas en la corte … cada uno los manda, cada uno
los lleva al pariente, al amigo, a la dama, al amo; […] por todas partes
el curioso, el erudito, el filósofo los observa, los estudia, reflexiona
acerca de ellos.31
Que no [se hacen] solamente vasijas para beber de todos tipos, sino
alcollas, garrafas, platos y ollas, en fin, todo y a veces hasta ladrillos;
habiéndome dicho a este propósito que en una de las esquinas del
claustro mayor de su convento de Quito hay un pedazo de
enladrillado de esta arcilla, que cuando se riega para barrer, se diría
que se entra en una recámara de búcaros de las Indias de los más
preciosos.34
Los búcaros son otro caso de esencia transitiva en los que el aroma
adquiere presencia. Su producción en el espacio conventual y su consumo
entre las mujeres de las élites nobiliarias apuntan hacia la convergencia
entre espiritualidad y opulencia, aunque en este caso la atracción olorosa
se combina también con la experiencia del gusto. En el caso de los búcaros
y barros, el valor transitivo del aroma está también en la experiencia y
golosina del gusto.
4 Oler en sociedad
Otro caso en el que una experiencia mística se asocia al olfato es el de la
venerable Micaela de Aguirre (1603–1677), que la vehicula a través de los
guantes. Alonso del Pozo recogía en su biografía que
35 Alonso del Pozo, Vida de la venerable madre Doña Michaela de Aguirre, religiosa del
Orden de Santo Domingo (Madrid: Lucas Antonio de Bedmar, Impressor del Reyno, 1718), Ms.
BNE 3/35869, 151.
36 Véanse Sanjay Subrahmanyam, ‘Holding the World in Balance: The Connected
Histories of the Iberian Overseas Empires, 1500–1640’, American Historical Review, 112:5
(2007), 1359–85; Jorge Cañizares Esguerra, Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo:
historiografías, epistemologías e identidades en el mundo del Atlántico del siglo XVIII
(México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2007); Serge Gruzinski, Las cuatro partes del
mundo: historia de una mundialización (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2015); y
Giuseppe Marcocci, ‘Iberian Explorations: The Construction of Global Empires (1450–1650)’,
en The Iberian World 1450–1820, ed. Fernando Bouza, Pedro Cardim & Antonio Feros
(London: Routledge, 2019), 283–99.
37 Giovanni Levi, ‘Microhistoria e Historia Global’, Historia Crítica, 69 (2018), 21–35.
LA ICONOGRAFÍA DEL OLOR EN LA CULTURA FEMENINA 399
38 Holly Dugan, Ephemeral History of Perfume: Scent and Sense in Early Modern
England (Baltimore: Johns Hopkins U. P., 2011), 126.
39 Véase los guantes (principios del siglo XVII), en The Met Museum, New York,
Accession Number: 28.220.1, .2; disponible en <https://www.metmuseum.org/art/collection/
search/222226?searchField=All&sortBy=Relevance&ft=gloves&offset=0&
rpp=20&pos=10> (último acceso 29 de marzo de 2022).
400 BSS, XCIX (2022) JUDITH FARRÉ VIDAL
40 Véase Diego de Velázquez, Felipe III (1626–1627), Museo del Prado, Número de
catálogo P001188; disponible en <https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-
infante-don-carlos/b813eb73-28a8-463b-ade3-75de28fe231a?searchMeta=infante%20don%
20carlos> (último acceso 29 de marzo de 2022).
41 Andrés Gutiérrez Usillos, La hija del virrey: el mundo femenino novohispano en el
siglo XVII [catálogo de exposición] (Madrid: Ministerio de Cultura y Deporte, 2018), 282.
42 Gustavo Curiel, ‘El efímero caudal de una joven noble: inventario y aprecio de los
bienes de la marquesa Doña Teresa Francisca María de Guadalupe Retes Paz Vera (Ciudad
de México, 1695)’, Anales del Museo de América, 8 (2000), 65–101 (p. 94).
43 Nelly Sigaut & María Concepción García Sáiz, ‘Los virreyes y la circulación de objetos
y modelos’, Anales del Museo de América, 25 (2017), 6–24 (p. 20).
44 Véase Antonio Rodríguez Beltrán (atribuido), María Luisa de Toledo e indígena
(c.1670), Museo del Prado, Madrid, Número de catálogo P003608; disponible en
LA ICONOGRAFÍA DEL OLOR EN LA CULTURA FEMENINA 401
Conclusiones
El olor solo existe cuando no puede verse y por esa condición inmaterial, que
físicamente lo hace ascender cuando se evapora, se le atribuye desde la
Antigüedad un carácter sagrado al interpretar que se eleva hacia la
divinidad. Esa naturaleza inmaterial le confiere un halo de espiritualidad,
siempre que se trate de buenos olores y se hayan desgajado del cuerpo. Los
olores corporales, y más tratándose de cuerpos de mujer, contienen una
elevada carga de sensualidad. Esa razón también explica que el olfato sea
uno de los sentidos bajos según la clasificación aristotélica ya que, como el
gusto y el tacto, más que conducir hacia Dios o a la belleza pueden
<https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/maria-luisa-de-toledo-e-indigena/37b
4ea69-5647-4493-8793-55c0c07c2c0c> (último acceso 29 de marzo de 2022).
45 Véase Juan Bautista Martínez del Mazo, Duquesa de Híjar (mediados del siglo XVII),
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Número de inventario 1416;
disponible en <https://www.academiacolecciones.com/pinturas/inventario.php?id=1416>
(último acceso 29 de marzo de 2022).
46 Jo Labanyi, ‘Doing Things: Emotion, Affect, and Materiality’, en Cultural/Political
Reflection: Lines, Routes, Spaces, ed. Georgina Dopico Black, Journal of Spanish Cultural
Studies, 11:3–4 (2010), 223–33: ‘There is sometimes a fine line between the study of objects
in order to disclose the social practices that determine their disposition in time and space,
and the study of objects in order to show how they produce the subjectivities of the humans
with which they intersect’ (227).
402 BSS, XCIX (2022) JUDITH FARRÉ VIDAL