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LA LITURGIA Y LA PASTORAL. ESTÉTICA Y


ANTROPOLOGÍA
UN ACERCAMIENTO A LA LITURGIA Y A LA VIA PULCHRITUDINIS COMO
CAMINO DE EVANGELIZACIÓN DESDE LA ESTÉTICA Y LA ANTROPOLOGÍA.

EMILIO GALLO BIANCO


SEMINARIO MAYOR DE TUCUMÁN
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1

Monografía – Síntesis Filosófica


Estética, Antropología, Liturgia y Pastoral
1. Introducción
Federico Schiller, alrededor del 1700, escribió que en el reino de la necesidad
y la utilidad no tiene peso el arte, sus límites se estrechan y esa es la dificultad para la
educación estética y por lo tanto política.1 Podemos decir, tres siglos después, que el reino
de la utilidad y la necesidad siguen opacando al arte. Dentro de este contexto es donde ingresa
la Liturgia. La Liturgia como actividad humana se encuentra dentro del contexto de lo inútil,
de lo lúdico, de lo que puede ser opacado, y de hecho lo es, por el peso de la necesidad y
utilidad. Ella es la actividad por excelencia de la vida Cristiana, sobre todo la Liturgia
Eucarística, y su comprensión no puede ser realizada desde una visión pragmática sino desde
una visión antropológica más profunda, desde la estética y desde el Misterio. La Liturgia es
también camino Pastoral de la Iglesia. A través de ella los hombres se encuentran con el Dios
que salva. Pero para lograr esto, la Iglesia asume un camino particular, no necesariamente
ético, sino estético. La belleza en la Liturgia es un camino de evangelización, al mismo
tiempo que toda la Via Pulchritudinis dentro de la vida de la Iglesia.
El siguiente trabajo, por tanto, buscará realizar un recorrido por los fundamentos
antropológicos de la Liturgia, sobre todo las categorías de juego y de fiesta. Luego, se
revisará la Via Pulchritudinis como camino pastoral y de evangelización en la Iglesia, sobre
todo dentro de la Liturgia. Finalizaremos, luego, con el concepto belleza de la santidad,
belleza humana interior, al modelo de Jesucristo como principal testimonio evangelizador.

1
Cfr FEDERICO SCHILLER, Sobre la Educación estética del hombre, Serie de Cartas, 1793-1794.
2

2. Fundamentos Antropológicos
Decimos que la Liturgia es una actividad teándrica, es decir, realizada por Dios y por
el hombre. Pero ¿quién es este hombre que participa en dicha actividad? ¿Qué hombre es este
que es actor y sujeto de la Liturgia? Cuando la Liturgia se piensa, evoluciona, se desarrolla
y se lleva a cabo, ¿qué modelo antropológico está asumiendo?
Sin lugar a duda, quiera o no, la Liturgia tiene su propia concepción antropológica,
define y proyecta una determinada doctrina y noción del hombre. Definir este modelo de
hombre pertenecería más a un trabajo de antropología teológica, lo cual nos sacaría del
ámbito de la filosofía en el cual nos queremos insertar, pero no obstante podemos extraer, de
este modelo propuesto por la Liturgia, algunos rasgos que pueden resultar interesante.
Primero, se asume que el hombre es un ser concreto, que actúa en este o aquél tiempo,
con sus valores y defectos dentro del espacio en el que transcurre su existencia.
Es un hombre que celebra, que está en relación y que es producto de una mentalidad
cultural y determinada sensibilidad religiosa.
Que está inserto en un espacio (naturaleza, mundo), que no es sólo residencia sino
también es espacio de dominio, de creatividad y de autorrealización humana2.
Que es un ser integral, que no puede separar de su celebración, culto o rito su
existencia, su pequeño o gran mundo de ilusiones o frustraciones y de esperanzas. Que asocia
en el culto a todos los seres que ama, que asume en él todos los acontecimientos, aún los más
normales, ya que éstos inciden profundamente en su vida.3
Que precisa de lenguajes concretos para expresar lo que vive y/o quiere vivir, sobre
todo cuando supera el plano de lo natural y que para esto utiliza como medio, entre otros, el
símbolo.
2.1 Celebración
Un concepto clave para entender al homo liturgicus es la celebración. El hombre es
un ser que celebra. Previo a la celebración siempre hay algo digno de ser celebrado, un
acontecimiento. Una idea o un sistema de pensamiento o de valores morales difícilmente
conducen a una celebración o pueden ser objeto de ella4. En el Cristianismo, en concreto, la
celebración se basa siempre en una historia, en unos acontecimientos que han sucedido. A

2
Cfr. JULIÁN LÓPEZ MARTÍN, En el Espíritu y la Verdad, Ágape, Salamanca, 19842, 48-49.
3
Cfr Ibid.
4
Cfr. Ibid, 63.
3

partir de allí la celebración es mucho más que un ritual festivo, es una evocación que actualiza
el hecho o acontecimientos sirviéndose de elementos significativos: símbolos, palabras,
gestos, etc. Se los re-presenta. Este acontecimiento será el factor causante de la celebración
litúrgica, que implica a los que toman parte en él y actúa en sus vidas.
La celebración es un momento privilegiado de la vida humana, momento especial y
simbólico que relanza la existencia hacia un valor profundo, hacia un acontecimiento
histórico y originario, del cual el hombre y la colectividad toman conciencia y del cual
reciben una razón para esperar y una motivación para vivir. Así, el valor de la celebración
para aquellos que toman parte en ella no radica sólo en aquello que se celebra sino también
en la efectiva capacidad que tiene de proyectar el futuro basándose en la fuerza evocativa y
actualizadora de un pasado que continúa influyendo, orientando y revitalizando el presente5.
Al celebrar, se encuentra en el acontecimiento celebrado la razón de ser de la propia
existencia, de las ilusiones, etc.
2.2 Comunicación y Lenguaje
La comunicación está en el centro de la vida humana y social. No es fácil definir la
comunicación, porque es ante todo un proceso que lleva consigo una intención de
intercambio de estados subjetivos, como ideas, sentimientos, etc. y que utiliza toda clase de
medios. Es una actividad intelectual y emocional, personal y comunitaria, que se inscribe en
la dinámica de un proceso que comprende la creación, la emisión, la recepción, la
interpretación y la recepción de ideas y de todo tipo de situaciones interiores. Es un elemento
clave de relación con las personas y con el medio. El fin básico de toda comunicación es salir
del aislamiento y entrar en contacto con los otros. “Únicamente por la palabra, sobre todo la
dirigida al otro, el hombre se hace persona. (…) Mediante la palabra el hombre entra en el
sentido de las cosas, les da nombre, las humaniza, las comunica. (…) El hombre es un ser
esencialmente visitado y la casa de su hospitalidad es la palabra”6. Martín Heidegger define
al hombre, más que como ser racional, como homo loquens, como animal que habla7. A tal
punto que el hombre, a través de la palabra, se instala en sí mismo, se aventura a su mundo
interior y hablando prosigue en su auto-comprensión. El hombre tiene necesidad de la

5
Cfr. Ibid, 72.
6
VALERIO MANUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, Desclée de Brouwer, Bilbao, 199810, 15.
7
Cfr. M. HEIDEGGER en V. MANUCCI, La Biblia…, 18, nota 2.
4

disciplina de la palabra para comprenderse y expresarse, así se inserta en el mundo de las


relaciones humanas y sociales, hace posible la comunicación con el otro.
Así, la liturgia desde el punto de vista de la comunicación, la palabra y el lenguaje no
resulta fácil porque obliga a una continua serie de distinciones entre lo que constituye la
dimensión mistérica e invisible de la comunicación del mensaje y lo que es una experiencia
humana y religiosa en el ámbito sociocultural de la asamblea litúrgica. No se puede prescindir
de esta dimensión antropológica y social ya que está en la raíz misma de la liturgia, ya que
ésta es una realidad expresiva y manifestativa de la Iglesia, señal e instrumento de salvación
para los hombres.8
Como ya lo resaltamos, en el conjunto de elementos que comprenden la gran acción
comunicativa, se encuentra la palabra, como más noble y decisivo medio humano de
comunicación. Pero la palabra sola es una abstracción, no sería nada si no se insertara en el
conjunto del lenguaje. Igualmente, en el ámbito de un grupo religioso o de una iglesia, de
distintas procedencias culturales y sociales, la necesidad de comunicar y compartir la
experiencia religiosa hace que no basten las palabras de la lengua, sino que sea necesario
recurrir a otros signos, emotivos y subjetivos. Es por esto que se puede decir que existe un
lenguaje litúrgico, que la Liturgia es un campo de la comunicación, que no se limita al ámbito
de la comunicación verbal, en el que el hombre ha creado un lenguaje, múltiple, hecho de
palabras, gestos, símbolos, etc.9 En resumen, la liturgia precisa de nociones antropológicas
claras con respecto a la comunicabilidad del hombre, sin las cuales su objetivo se diluye en
formalismo o ritualismo.
2.3 Simbolismo
En continuación con el lenguaje y la comunicación, podemos hablar del símbolo
como elemento antropológico. El origen del simbolismo se encuentra, por una parte, en la
capacidad del hombre para relacionar y ordenar las realidades de este mundo con su propio
mundo interior, y por otra con la necesidad de recurrir a las formas sensibles para expresar,
comunicar y revivir ciertas experiencias o situaciones que de otro modo no lograría
reconocer, rehacer o representar.10 Éstos ocupan un lugar muy importante en la vida humana,
responden a la condición del hombre como ser, a la vez, espiritual y corporal. No tiene sólo

8
Cfr. J. LÓPEZ MARTÍN, En el Espíritu…, 128.
9
Cfr Ibid, 155.
10
Cfr. Ibid, 188.
5

una función comunicativa sino que tiene además una función representativa: entre el símbolo
y lo que representa existe una conexión interna, que desemboca en una unidad esencial. Es
una mediación clave para la experiencia religiosa. Por eso no existe ninguna religión sin
símbolo, aunque es preciso reconocer que el símbolo no puede expresarlo todo. Por lo tanto,
es imposible separar a la liturgia de la comprensión simbólica humana, es más, la liturgia
cristiana ha logrado una espléndida síntesis del sentido cósmico y simbólico-religioso de
muchos elementos, gestos y ritos de alcance universal. La existencia del lenguaje simbólico
es tanto más necesaria cuanto mayor es la urgencia de conectar con el lenguaje más profundo
y más original del hombre, es de la expresión de su mundo interior y en especial el de la
comunión con el misterio.
2.4 El tiempo de la celebración
Dentro de otros aspectos, que obviamos por razones de brevedad (el rito, los gestos,
etc), la celebración litúrgica se desarrolla dentro de las dos coordenadas esenciales de toda
obra humana, el tiempo y el espacio. Para este punto vamos a seguir bien de cerca el
pensamiento de Joaquín López Martín en su libro ya citado.11 El tiempo y el espacio
destinados a la celebración no son un tiempo y un espacio cualquiera. En principio no existen
tiempos ni lugares absolutamente neutros o carentes de sentido. Como habíamos dicho en la
Introducción, el hombre es el único ser que no sólo tiene conciencia del tiempo y del espacio
en que se mueve sino que ha tratado de someterlo. Tiempo y lugar son realidades cargadas
de significado y tienen mucho que ver con el mundo religioso. Dentro de la Liturgia, el
tiempo de la celebración tiene valor simbólico y manifestativo y se ha convertido en una
verdadera categoría litúrgica y humano-religiosa. El tiempo celebrativo se convierte en fiesta.
2.5 Liturgia como Fiesta
La fiesta es una realidad humana profundamente arraigada en el alma popular y
directamente unida a la celebración. La fiesta será una categoría antropológica clave para
entender la Liturgia y que además nos introducirá en el siguiente punto sobre la Liturgia
como actividad inútil o juego.
La fiesta tiene muchas acepciones. Para algunos se caracteriza justamente por lo que
dijimos antes, por ser lo inútil, carente de otra finalidad que no sea sí misma. Para otros, ésta
es una afirmación de la vida y del mundo, exaltar la bondad de las cosas. También se la puede

11
Cfr. J. LÓPEZ MARTÍN, En el Espíritu…, 253.
6

definir de modo negativo, como lo contrario al tiempo “ordinario, no-festivo”. El tiempo en


donde se libera aquello que estaba reprimido en el día a día, la exaltación del tiempo presente.
Otros la han visto a la fiesta como una expansión y dilatación del ser humano en todas sus
direcciones, ensanchamiento del campo de la conciencia rebasando la estrechez de la realidad
cotidiana y llevando al hombre a una experiencia más totalizante. A la larga, “la fiesta es una
forma de vivir el tiempo, es un tiempo de don, de gracia, posibilidad de liberación total que
hace crisis del tiempo ordinario, de la existencia de cada día”.12 Por eso, para el cristiano, la
actividad festiva por excelencia es el culto a Dios, donde la fiesta alcanza sus niveles más
profundos de liberación y de expansión de la conciencia.
2.6 La Liturgia como juego
Lo anterior nos lleva a esta nueva categoría antropológica que ilumina la Liturgia.
Para este apartado vamos a seguir el pensamiento de Romano Guardini en su Libro El
Espíritu de la Liturgia13 sobre todo en su capítulo quinto que se llama del mismo modo.
El hombre, sobre todo el moderno, se ha embebido de un criterio que no condice con
muchas actividades del hombre, aun cuando se lo quiera aplicar a todo. Ese criterio es el
pragmatismo, el utilitarismo, donde el medio instrumental será aceptado sólo y en tanto tenga
capacidad de producir un fin y donde todo lo que no pertenezca al fondo y a la realidad viva
debe ser eliminado por superfluo y accesorio. Bajo este criterio se deberían eliminar muchas
cosas de la vida, se facilitarían tantas cosas y se haría más “eficiente, productivo, útil” muchas
cosas. Pero en realidad cada objeto tiene en parte o totalmente fines en sí mismos, o un
sentido. Más aún, algunos no tienen ninguna finalidad práctica pero si tienen un sentido.
“Están vacíos de finalidad práctica pero están rebozando de sentido vital. (…) La utilidad es
el banco de trabajo y del esfuerzo, el sentido es la intimidad, el contenido de su ser, de una
vida madura y en su pleno desarrollo”. La Iglesia posee facetas en ambas direcciones. Dentro
de la segunda, de las actividades carentes totalmente de carácter utilitario, se encuentra la
Liturgia. Esto no significa que la Liturgia no tenga elementos útiles y prácticos, de hecho el
transmitir la Gracia a través de los Sacramentos es un fin práctico, pero al mismo tiempo hay
muchos elementos que rodean el todo de la liturgia que bajo el punto de vista utilitarista
serían totalmente accesorios, innecesarios. Lo mismo podemos decir de la finalidad ética y

12
Ibid, 284.
13
ROMANO GUARDINI, El Espíritu de la Liturgia, 1918.
Todo el apartado se lo puede citar como un gran “Cfr.” de este capítulo.
7

pedagógica. La Liturgia desconoce la finalidad práctica y no puede ser comprendida desde


esa categoría, porque hasta cierto grado es ella misma su propio fin en sí. No se la debe
considerar, por tanto, como un intermediario, como una ruta conducente a una meta, sino
como un mundo animado y rebosante de vida, que se apoya y tiene su razón de ser en sí
mismo. Además, al ser el fundamento de ser Dios y no el hombre, ésta no puede perseguir
una finalidad práctica. Todo el sentido de la Liturgia está en saberse situarse ante Dios,
libremente, nada más que para participar en nuestra vida de Su Vida.
Dentro de las actividades del hombre encontramos, además de la Liturgia, dos
manifestaciones vitales, demostrativas de esa misma sublime inutilidad: los juegos de los
niños y la creación artística. El juego del niño está libre de toda finalidad que no sea el mismo,
pero están cargado de profundo sentido, que es el de expansionar la vida, traducirla en
pensamientos, impulsos, movimientos, etc. para lograr la plenitud de la vida. Igualmente las
creaciones artísticas, ellas no buscan moralizar ni enseñar, no persiguen ningún fin práctico,
el único fin que persiguen es exteriorizar en formas el interior de su ser, libertar su ser y su
ideal, proyectar su realidad interior por medio de representaciones vivas. De igual modo la
Liturgia no podrá ser comprendida por quienes no puedan comprender la psicología del Arte
y del Juego. Esto justifica la necesidad de la preparación para la vida Litúrgica: enseñar al
alma a no buscar con demasiados afanes en todas las cosas el fin útil, a no ser excesivamente
finalistas, “a enseñar a vivir y nada más”. La liturgia nos advierte que hay que renunciar a
esa febril actividad que se desvive por fines prácticos y que, en cambio, es necesario prodigar
el tiempo con Dios, sin calcular ni medir las palabras, movimientos y gestos que este “juego
sagrado” requiere. La Liturgia será ese aprendizaje de no hacer algo, a no estar investigando
permanentemente causas, a vivir con libertad, alegría y arte el juego de la Liturgia.
3. Estética y Liturgia
Nos introducimos en otro ámbito de la liturgia, ciertamente ya anticipado por el
apartado anterior. En realidad este ámbito no se entiende sin el presupuesto antropológico de
la Liturgia.
Como dijimos antes, la Liturgia abarca todas las dimensiones del hombre, ya que el
hombre, en su integralidad, no puede disociar del acontecimiento salvífico todas las
dimensiones de su persona y de su vida/historia. La dimensión estética constituye la
existencia humana, tan profunda y radicalmente como la dimensión ética. En la misma línea,
8

la estética permite no reducir al hombre, ni a la Liturgia, al mero ámbito intelectual, ya que


ésta supone la corporalidad y los diversos matices del horizonte sensible del hombre.
3.1 El lugar de la celebración
Habíamos nombrado ya esta dimensión al hablar del tiempo pero se ha considerado
más oportuno desarrollarlo en relación a la estética más que en relación a los fundamentos
antropológicos, aunque de hecho lo sea.
La liturgia requiere un espacio adecuado, ya que este también posee un valor
simbólico. El lugar que ocupamos, el espacio donde nos movemos, forma parte de nosotros
mismos, como expresión y consecuencia, a la vez, de nuestra corporeidad14. El hombre tiende
a proyectar sobre el espacio que lo rodea la vida de su espíritu, se refleja en él, lo apropia. Si
decimos que la celebración litúrgica tiene en la vida del hombre un lugar salvífico, que
compromete lo profundo de sus vidas, no es exagerado pensar que el lugar donde se la realiza
tenga una importancia determinada. Aquí es donde la arquitectura y el arte, en última
instancia la estética (aunque luego veremos que este término aplicado a la liturgia es mucho
más amplio), toman una importancia significativa, no en sí mismos, sino dentro del servicio
a la liturgia y al hombre que toma parte en ella. Dicha importancia (sin ser vital ya que se
pueden realizar celebraciones en otros espacios como ser el aire libre) radica en la función
mistagógica del arte y en la necesidad de que en la celebración se produzca la necesaria
expresión y comunicación a través de todos los factores que entran en ella.
3.2 La belleza y el arte
El magisterio de la Iglesia se ha nombrado determinadamente al respecto. “Para
transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte. En efecto,
debe hacer perceptible, más aún, fascinante en lo posible, el mundo del espíritu, de lo
invisible, de Dios”, decía Juan Pablo II15. “Artistas: ¡tenemos necesidad de ustedes! como
saben, nuestro ministerio consiste en predicar y hacer accesible y comprensible, es más,
conmovedor, el mundo del espíritu, de lo invisible, de lo inefable, de Dios. ¡Y en esta
operación, que trasvasa el mundo invisible en fórmulas accesibles, inteligibles, ustedes son
maestros!”, afirmaba por su lado Pablo VI16. La vía de la belleza por lo tanto puede abrir el
camino a de la búsqueda de Dios y es capaz de disponer el corazón y el espíritu para el

14
Cfr. J. LÓPEZ MARTÍN, En el Espíritu…, 297.
15
JUAN PABLO II, Cartas a los Artistas, Vaticano, 1999.
16
PABLO VI, Misa de los artistas, Vaticano, 1964.
9

encuentro con Cristo. Desde la belleza uno puede elevarse hacia la Verdad y el Bien. La
belleza está íntimamente unida al bien: es en cierta medida expresión visible del bien y el
bien es la condición metafísica de la belleza. Esto requiere de todos nosotros una relación
particular con la belleza. Afirma Max Jacob17: “¿Acaso lo hermoso no sería la ruta más
segura para alcanzar el bien?”. Esto será posteriormente desarrollado.
“Toda forma auténtica de arte es, a su modo, una vía de acceso a la realidad más
profunda del hombre y del mundo. Por ello, constituye un acercamiento muy válido al
horizonte de la fe”18. Si bien el conocimiento de la fe es de otra naturaleza, ya que supone el
encuentro con Dios a través de Jesucristo, éste puede enriquecerse a través de la intuición
artística. Igualmente, desde la fe, sabemos que lo que representa el arte no es un fin en sí
mismo, sino que lo importante es aquello que se representa. El trasfondo de todo arte en
servicio a la liturgia debe ser Cristológico.
La Via Pulchritudinis permite evangelizar al hombre contemporáneo sediento de
belleza a través del pulchrum en la liturgia. Un pulchrum que no es mera exterioridad, sino
expresión misma del significado de los sacramentos que la liturgia rodea, o sea, expresión
del verum de esa realidad sacramental que no hay palabras humanas para expresar.
Aquí tiene sentido lo dicho antes por Romano Guardini. El arte tampoco tiene ninguna
finalidad práctica. La obra artística no se inspira en el practicismo finalista pero tiene un
sentido sublime que es el de representar, el de ser reflejo, transparentar en formas depuradas
y sinceras la vida interior del alma del artista. Le basta para su dignidad ser reflejo de la
Verdad.19
4. Via Pulchritudinis, camino pastoral y de evangelización
La belleza tiene una profunda relación con la Verdad y con el Bien. Evangelizar es
proponer la Verdad que también es el Sumo Bien. Si dijimos que la belleza es la expresión
del bien y que la dignidad de la belleza es ser reflejo de la verdad, sin duda ésta no puede
estar ausente en el anuncio evangelizador.
Pablo VI, al clausurar el Concilio Vaticano II, proclama: “Tenemos necesidad de
belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone alegría en

17
En: PONTIFICIO CONSEJO PARA LA CULTURA, Via Pulchritudinis, Roma, 2006.
18
JUAN PABLO II, Cartas a los Artistas, Vaticano, 1999.
19
ROMANO GUARDINI, El Espíritu de la Liturgia, 1918, 144.
10

el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las
generaciones y las hace comunicarse en la admiración”20
Juan Pablo II sitúa al arte como un posible camino, importante, en la Nueva
Evangelización lanzada a partir del nuevo milenio. La belleza es una epifanía, manifiesta el
bien y el bien es lo deseado, lo que atrae, lo que mueve la voluntad. La Via Pulchritudinis es
una vía pastoral que no debe reducirse a un acercamiento filosófico21 ya que, “en un mundo
que ya no se crea capaz de afirmar lo hermoso, las pruebas de la verdad habrán perdido su
carácter concluyente". 22
“Se necesita educar la sensibilidad, porque el camino hacia la cabeza tiene que abrirse
a través del corazón. Es a través de la belleza como se llegará a la libertad”, escribe Federico
Schiller en las cartas ya citadas. Este camino en la sensibilidad, ya nombrada en la liturgia
puede y debe impregnar también otros ámbitos. Difícilmente se acepten normas morales,
verdades de fe, nociones teológicas si es que no se los propone en un lenguaje capaz de ser
aceptado libremente, sin destruir al hombre, sin generar un rechazo inmediato no teórico sino
existencial. Continúa Schiller:
“Se necesita un puente que sirva de garantía sensible de la invisible moralidad. (…) La seriedad de tus
principios los alejará [a los hombres] de ti pero en el juego los soportarás aún; su gusto es más puro
que su corazón y ahí es donde tienes que atraer al tímido fugitivo. Combatirás en vano sus máximas;
condenarás inútilmente sus acciones pero puedes poner tu mano creadora en su ociosidad. Donde
quieras que los encuentres, rodéalos de formas más nobles, grandes, inteligentes” 23
Si bien esto es dicho en otro contexto, dentro del ámbito de la formación política y la
ética kantiana, no deja de ser posible trasladarlo al tema que nos atañe. Esta vía propuesta
por el filósofo citado puede ser un buen camino de pastoral, aplicado a la Liturgia o a través
de otros medios y espacios artísticos. El documento del Pontificio Consejo para la Cultura,
cita al Padre Turoldo, que continúa esta línea de un modo muy contundente:
“¡El misterio de la belleza! Hasta tanto que la verdad y el bien no se convierten en belleza, la verdad y
el bien parecen quedarse, de alguna manera, como extrañas para el hombre, y se le imponen desde el

20
PABLO VI, Mensaje a los Artistas, Clausura del CV II, 1965
21
Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA CULTURA, Via Pulchritudinis, Roma, 2006.
22
H. URS VON BALTHASAR, La Gloria y la Cruz. Los aspectos estéticos de la Revelación, en: PCC, Via
Pulchritudinis, Roma, 2006.
23
FEDERICO SCHILLER, Sobre la Educación estética del hombre, Serie de Cartas, 1793-1794.
11

exterior. Él se adhiere pero no las posee; ellas exigen de él una obediencia que, de alguna manera, lo
mortifica”
De esta manera, lejos de renunciar a proponer la verdad y el bien que están en el
corazón del evangelio, se trata de seguir un camino privilegiado para permitirles a alcanzar
el corazón del hombre y de las culturas.
Igualmente, además de “impregnar” de formas bellas el anuncio evangélico y la
liturgia, la fe cristiana nos abre a otra dimensión de la belleza: la belleza de Jesús en la vida
del cristiano, la vida de gracia, la belleza interior: este será el primer (no cronológico) anuncio
cristiano. La belleza para el cristiano debe consistir en transparentar los gestos bellos de
Jesús. La belleza vista desde aquí se debe enteramente al Señor. “Cristo nos da como regalo
la belleza de los gestos por él realizados”24. “Los gestos de Jesús son bellos porque a través
de ellos se irradia el ágape salvífico”25. Por lo tanto, una vida interiormente bella no podrá
dejar de traslucir, exteriorizar, una belleza tan honda que difícilmente no conmueva ni
movilice.
5. Conclusión
La Antropología y la Estética, así como ninguna rama de la Filosofía, no pueden ser
ajenas a nuestra formación humana, cristiana y sacerdotal. En este caso hemos analizado
puntualmente algunos aspectos antropológicos en la Liturgia y algunos puntos claves de la
Estética y sus objetos de estudio aplicados también a la Liturgia y a la Pastoral. Se pudo ver,
en el recorrido de la investigación y del estudio, que ninguna Liturgia es ajena a una visión
antropológica, que habrá que tener mucha seriedad intelectual para establecer principios o
acciones litúrgicas, ya que estas deben responder a esa doble dimensión a la cual pertenecen,
a Dios y a los hombres que toman parte en ella. Igualmente, los parámetros estéticos dentro
de la Liturgia no pueden ser vistos desde la mera exterioridad, desde la mera forma, sino que
deben tener el trasfondo evangelizador, cristológico, carácter de intermedio y de camino
hacia el Amor del Padre, el cual no podremos nunca expresar lo suficientemente con las
palabras y conceptos y que, por lo tanto, necesitaremos siempre “ponerle formas”,
expresarlas mediante un lenguaje artístico, que nos ayude a pasar de lo fundado hacia el
fundamento. Podremos concluir, también, que el valor de la educación estética en la

24
FRANÇOIS CASSINGENA-TRÉVEDY, La Belleza de la Liturgia, Sígueme, Salamanca, 2008, 38.
25
Ibid.
12

evangelización cumple un rol fundamental, el cual, no casualmente, han resaltado tanto los
últimos Santos Padres, llegando hasta el punto de resaltar el papel de los artistas y de sus
creaciones como indispensables en la vida de la Iglesia. “¡Necesitamos de ustedes!” les dijo
Pablo VI a los artistas. Ese pedido seguirá resonando en nosotros, el cual intentaremos
prolongar en nuestras comunidades y experiencias pastorales.
Parafraseando a Pablo VI diremos: Necesitamos de vos, belleza. La Iglesia necesita
de vos, los hombres necesitan de vos para escuchar a Dios, para ver a Dios, para sentir a
Dios, para gustar a Dios. La belleza será así la actualización de la carta de Juan: “Lo que
hemos visto y oído eso le anunciamos” (1 Jn 1).

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