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Sociología General y Jurídica

Guía de estudio
Bloque III
Módulo 2

Licenciatura en Derecho
Índice

Organizador gráfico ..................................................................................................................................... 2


Introducción ................................................................................................................................................... 3
3.1 Carácter científico de la sociología .................................................................................................. 4
3.2 El método en las ciencias sociales ............................................................................................... 14
3.3 El análisis selectivo de un método empírico ............................................................................. 21
3.4 El Objeto de la Sociología general, específica y jurídica ........................................................ 31
3.5 Lo social y sus factores. Las principales teorías sociológicas contemporáneas .......... 39
Recapitulación ............................................................................................................................................ 67
Conclusión ................................................................................................................................................... 68
Fuentes de consulta ................................................................................................................................. 69

1
Organizador gráfico

La Teoría
sociológica

Carácter científico
de la sociología

El método en las
ciencias sociales

Análisis selectivo de
un método empírico

El objeto de la sociología
general, específica y jurídica

Lo social y sus factores, las principales


teorías sociológicas contemporáneas

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Introducción

A lo largo del presente bloque el aluno analizara conceptos teóricos

importantes para el estudio de la sociología como son, analizar el carácter

científico de esta ciencia, el método en las ciencias sociales, que es

epistemología y a que se refiere el método empírico.

Muy importante también es la información que se brindara entorno al

análisis del derecho en la sociología, y el estudio de la sociología jurídica en

específico.

3
3.1 Carácter científico de la sociología

Cuando una ciencia nace, sólo tiene un vago e incierto sentido del sector de

la realidad hacia el cual será orientada, o de su propio alcance y límites;

además, no puede conseguir una autoimagen estimada si sus preguntas no

son guiadas por algunas reglas generales. Por otro lado, es extremadamente

importante que cobre una alta conciencia de sus logros.

El progreso académico es más seguro en tanto sea más disciplinado, se

vuelva más sistemático en sus investigaciones y esté más familiarizado con

el carácter y los límites del territorio que explora.

Ha llegado el momento de que la sociología redoble el esfuerzo para dar este

paso. Ciertamente, cuando algunas críticas veladas —inconscientemente

bajo la influencia del prejuicio, que siempre se ha obstinado en resistirse al

surgimiento de una nueva ciencia le reprochan a la sociología el no conocer

con precisión de qué se ocupa su campo, uno puede responder que la falta

de certeza es inevitable en las primeras fases de la investigación y que

nuestra disciplina apenas nació ayer.

No debemos olvidar, en vista de la privilegiada posición de la sociología hoy

en día, que hace cincuenta años no habría sido siquiera posible escuchar diez

nombres que pertenecieran genuina y acertadamente a sociólogos. Y


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permítanme agregar que es demasiado pedir que una ciencia delimite su

campo de estudio con exactitud meticulosa: cuando se pretende analizar un

sector de la realidad éste nunca es apartado de los demás de manera limpia

y precisa. En realidad, todo en la naturaleza colinda con el resto, de tal modo

que no puede haber rupturas entre las diferentes ciencias, ni fronteras

terriblemente precisas.

Sin embargo, a pesar de todo es importante desarrollar, tan claro como sea

posible, una noción del dominio de la sociología, para determinar en dónde

se encuentra y establecer las dimensiones o características mediante las

cuales reconocemos el complejo fenómeno que nos ocupa, cuidando

simultáneamente de no congelar las fronteras que deben permanecer

indeterminadas.

Este problema es el más urgente de todos para nuestra disciplina si nos

interesa que su ámbito sea duraderamente extendido. Debido a que no hay

fenómenos que no surjan dentro de la sociedad, desde los eventos

fisicoquímicos hasta aquéllos genuinamente sociales, estos últimos deben

ser aislados con cautela, para evitar que la sociología sea reducida a una

etiqueta convencional aplicable a una colección incoherente de disciplinas

dispares.

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Simmel ha realizado un esfuerzo significativo, casi exagerado, por trazar los

límites de la sociología. Comienza con la noción de que, si hay una sociología,

ésta debe constituir un sistema de investigación perfectamente distinguible

de las ciencias preexistentes tales como la economía política, la historia de

la civilización, la estadística, la demografía, etcétera. Además de ser algo

aparte de éstas, debe tener un campo de investigación distinto. La diferencia

reside en el hecho de que las otras ciencias especiales estudian lo que ocurre

en sociedad, pero no la sociedad misma. Los fenómenos religiosos, morales

y jurídicos de los cuales se ocupan emergen dentro de determinados grupos;

pero los grupos en medio de los que se desarrollan deben ser el objetivo de

otra investigación, independiente de las preguntas anteriores; y éste es

precisamente el ámbito de la sociología.

Los hombres que viven en sociedad llevan a cabo, con la ayuda de la sociedad

que ellos constituyen, muchos tipos distintos de actividades: algunas

religiosas, otras económicas, e incluso otras estéticas, etcétera, y las

ciencias especiales tienen como sus campos específicos los procesos

particulares gracias a los cuales esos fines y esas actividades son

alcanzados. Pero tales procesos no son en sí mismos sociales o al menos

tienen esos rasgos indirectamente y sólo en la medida en que se desarrollan

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en un contexto colectivo. Las disciplinas de este tipo no son entonces,

propiamente hablando, sociológicas.

En ese complejo al que usualmente nos referimos como sociedad hay dos

clases de elementos que deben ser cuidadosamente diferenciados: el

contenido, es decir, los diferentes fenómenos que ocurren entre los

individuos asociados; y el continente [o forma], que es la asociación misma

dentro de la cual esos fenómenos son observados. La asociación es la única

cosa que es genuinamente social y la sociología es la ciencia de la asociación

en abstracto.

Ahora debe parecer que hemos asignado a la sociología una meta

claramente definida. En realidad, pensamos que tal perspectiva sirve sólo

para mantenerla en un estado metafísico del cual debería sobre todo ser

emancipada. No negamos el derecho de la sociología a desarrollarse a sí

misma por medio de ideas abstractas, ya que no hay ciencia que pueda

expandirse de otro modo.

Sólo que esas abstracciones deben ser sistemáticamente desarrolladas y

seguir las diferencias naturales de los datos. De otra forma degenerará

necesariamente en construcciones imaginarias y mitología inútil. Es verdad

que la antigua economía política reclamó el derecho de abstracción y, en

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principio, uno no podría impugnarlo; pero la manera en que fue usada la vició,

al poner como su postulado fundamental una abstracción que era

insostenible, a saber: el modelo de un hombre cuyas acciones son

exclusivamente motivadas por el interés personal. Tal hipótesis no puede

ser asentada al inicio de un estudio; sólo las observaciones repetidas y las

pruebas sistemáticas pueden proporcionar la oportunidad de evaluar la

fuerza propulsiva que un motivo tal puede ejercer sobre nosotros.

Carecemos de medios para afirmar que existen en nosotros ciertos

elementos lo suficientemente definidos como para poder aislarlos de otros

factores de nuestro comportamiento y considerarlos de forma separada.

¿Quién puede decir, por ejemplo, si hay una distinción tan clara entre

egoísmo y altruismo como la que el sentido común irreflexivamente

reconoce?

Para justificar el método expuesto por Simmel no basta con citar el ejemplo

de ciencias que proceden a través de la abstracción. Debe demostrarse que

ésta se lleva a cabo de acuerdo con los principios a partir de los cuales debe

ser conformada toda abstracción. Ahora, ¿cómo fundamentamos la

realización de una separación tan radical entre forma y contenido (le

contenant du contenu) de la sociedad? Él piensa que es suficiente con

afirmar que sólo la forma (le contenant) es de naturaleza social y que el

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contenido de la conducta tiene este carácter sólo indirectamente. No hay

ninguna prueba para sostener esta suposición que, lejos de ser posible

aceptarla como un axioma autoevidente, puede ser estimada por el

estudioso como una graciosa afirmación. Por supuesto, no todo lo que

ocurre en la sociedad es social, pero uno no puede decir lo mismo para todo

lo que se desarrolla en y por la sociedad. Como resultado, para hacer a un

lado de la sociología la variedad de fenómenos que constituyen el tejido de

la vida social, habría que demostrar que tales fenómenos no son el producto

de la colectividad, sino que tienen un origen completamente distinto y que

sólo ocurren al ser colocados en el marco general constituido por la vida

social. Como sabemos, la demostración de lo anterior no se ha intentado ni

se ha iniciado en su investigación.

Sin embargo, es fácil distinguir a primera vista que las tradiciones y prácticas

comunes de la religión, del derecho, de la moralidad y de la economía política

no son fenómenos menos sociales que las formas externas de sociabilidad.

Y si uno continúa su examen, esta primera impresión es confirmada: uno

encuentra dondequiera que el trabajo de la sociedad es el que genera esos

fenómenos, y su repercusión sobre la organización social es completamente

claro. Son la sociedad en sí misma, viviendo y actuando. ¡Qué extraña noción

sería la de imaginar el grupo como una suerte de forma o envase vacío capaz

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de recibir indistintamente cualquier clase de contenido! Uno puede estar de

acuerdo en que hay estructuras de comportamiento susceptibles de

encontrarse dondequiera, cualquiera que sea la naturaleza de los fines

particulares perseguidos. Y es definitivamente evidente que al margen de la

diferencia de esos fines, hay también características en común. Pero ¿por

qué sólo esto último debe tener un valor social? ¿para excluir lo primero?

Este uso de la abstracción es metodológicamente poco sólido, pues resulta

en cosas separadas que tienen las mismas cualidades; las abstracciones

obtenidas de esta forma aquéllas que desea convertir en el objeto de la

ciencia son completamente indeterminadas. En realidad ¿qué significan las

expresiones de forma social, formas de asociación en general? Si queremos

considerar únicamente el modo en que las personas se relacionan unas con

otras dentro de una asociación, las dimensiones de ésta y su densidad, en

una palabra, sus propiedades externas y morfológicas, entonces la idea sería

concluyente, pero también restringida a constituir por sí sola el objeto de una

ciencia; por lo que reduciría a la sociología a la sola consideración del

substrato sobre el que descansa la vida social.

Sin embargo, nuestro autor concede, de hecho, un significado mucho más

amplio a este término. Él entiende por tal no sólo las formas de agrupación,

la condición estática de la asociación, sino las formas más generales de


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relación social, las más ampliamente concebidas de todos los tipos que

están implicadas en la vida social. Y ésos son los fenómenos que nos son

presentados como directamente pertenecientes a la sociología como tal, por

ejemplo, la división del trabajo, la competencia, la imitación, el estado de libertad

o dependencia en el cual se encuentra el individuo con respecto al grupo

(Révue de métaphysique et de Morale, II, 499).

Entonces, entre esas relaciones y otras más particulares, hay sólo una

diferencia de grado: y ¿cómo puede una simple diferencia de este tipo

justificar una división tan profunda entre dos órdenes de fenómenos? Si el

primero constituye el contenido material de la sociología, ¿por qué debería

el segundo ser excluido, si pertenecen a la misma especie? El aparente

carácter fundamental de la abstracción propuesta [por Simmel], una

apariencia derivada de la oposición de forma y contenido [le contenant au

contenu] se esfuma tan pronto como uno especifica con más precisión el

significado de esos términos y observa que sólo son metáforas vagamente

usadas.

El aspecto más amplio de la vida social no es la forma o el contenido,

simplemente son las características que despliega la vida social. No tenemos

aquí dos especies de realidad, que aunque relacionadas, son distintas y

disociadas, sino más bien fenómenos de la misma naturaleza vistos en


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diferentes niveles de generalidad. Por otro lado, ¿cuál es el grado necesario

de generalidad para que un fenómeno sea clasificado como sociológico?

Nadie puede decirlo: la pregunta es una de aquéllas que no pueden ser

contestadas.

Vemos cuán arbitrario es un criterio tal y como uno puede, aplicándolo,

extender o limitar las fronteras de una disciplina a voluntad. Bajo el pretexto

de delimitar la investigación, tal método se presta al capricho individual. No

hay regla, ni guía que permita establecer en un modo objetivo dónde

comienza y dónde termina el círculo del fenómeno sociológico.

Con todo, no solamente son flexibles los límites, lo cual podría ser legítimo,

sino que no hay una explicación razonable para situar a un punto mejor que

al otro. Sumado a lo anterior está el hecho de que, si vamos a estudiar los

tipos más generales de comportamientos sociales y sus leyes, debemos

conocer las leyes de los tipos particulares debido a que los primeros no

pueden ser estudiados y explicados si no es a través de su relación

sistemática con los últimos.

Desde esta perspectiva, cada problema sociológico asume un minucioso

conocimiento de todas las ciencias especiales que Simmel desearía separar

de la sociología, pero sin las cuales ésta no podría existir. Y como tal

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erudición universal es imposible, uno debe contentarse con una breve

aproximación a materiales apresuradamente recogidos y sin ser manejados

con rigurosidad. En efecto, ésas son las características del trabajo de

Simmel.

Apreciamos su astucia y su ingenuidad; mas no creemos que sea posible

delinear las principales divisiones de nuestra disciplina como él las entiende.

No vemos conexiones entre los problemas que él sugiere como objetos de

investigación sociológica. Son materias de reflexión que no se unen en un

sistema científico que forme una totalidad.

Además, las pruebas en que se basa son usualmente un número de

ejemplos. Los fenómenos citados son tomados de las fuentes más

disímiles y sin un respaldo de ellos y, consecuentemente, sin una

concepción de su validez. Si la sociología amerita el nombre de ciencia,

ésta debe consistir en algo distinto a un número de variaciones

filosóficas sobre el tema de la vida social, elegidas más o menos al

azar, de acuerdo con inclinaciones individuales. Es necesario plantear

el problema de manera en que se pueda encontrar una solución lógica.

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3.2 El método en las ciencias sociales

Ciencia, método, metodología e investigación social son conceptos claves para

este curso-texto. A lo largo del mismo se presentan elementos que permiten

al estudian

te aproximarse a sus definiciones con una mirada crítica. Estas reflexiones

básicas deberán ser profundizadas tanto a lo largo de su etapa estudiantil

como en su desarrollo profesional.

La Real Academia Española define estos conceptos de la siguiente manera:

• Método. Procedimiento que se sigue en las ciencias para hallar la verdad y

enseñarla.

• Metodología. Ciencia del método. Conjunto de métodos que se siguen en

una investigación científica o en una exposición doctrinal.

• Ciencia. Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el

razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen

principios y leyes generales.

Sin embargo, como se verá a lo largo del presente texto, estas definiciones

se complejizan e incluso se modifican cuando se profundiza en discusiones

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sobre los alcances de la ciencia, el conocimiento que genera y las formas de

construir este conocimiento.

Ander Egg (1993) plantea una definición más completa de ciencia, como un

conjunto de conocimientos racionales, ciertos o probables, que obtenidos de

manera metódica y verificados en su contrastación con la realidad, se

sistematizan orgánicamente haciendo referencia a objetos de una misma

naturaleza y cuyos conocimientos son susceptibles de ser transmitidos.

Esa manera metódica de obtener conocimientos es el «método científico».

Los métodos constituyen una serie de pasos que el investigador sigue en el

proceso de producir conocimiento. Se trata de una serie de operaciones,

reglas y procedimientos fijados de antemano de manera voluntaria y

reflexiva para alcanzar un determinado fin, que puede ser material o

conceptual. El «método científico» es un modo de formular cuestiones y

resolver problemas sobre la realidad del mundo y la realidad humana,

basándose en la observación y en teorías ya existentes, anticipando

soluciones a esos problemas y contrastándolos con la misma realidad

mediante la observación de los hechos, las clasificaciones y su análisis.

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Se caracteriza por ser teórico, hipotético, empírico, inductivo y deductivo. A

su vez es crítico, acumulativo y analítico, y se atiene a reglas metodológicas

formales.

Autores como Beltrán cuestionan la posibilidad de hablar del método

científico como una forma única de proceder para generar conocimiento en

las ciencias:

En primer lugar, me parece sumamente problemático que exista algo que

pueda ser llamado sin equivocidad el método científico: no solo porque la

filosofía de la ciencia no ha alcanzado un suficiente grado de acuerdo al

respecto, sino porque la práctica de la ciencia dista de ser unánime. O al

menos, tal método, único y universalmente aceptado, no existe en forma

detallada y canónica; aunque es evidente que bajo la forma de una serie de

principios básicos sí que podría considerarse existente.

Beltrán menciona un conjunto de principios básicos que tienen en común

distintas formas de hacer ciencia:

• las actitudes que fundamentan la cultura del discurso crítico;

• el recurso a la comunidad científica como árbitro y reconocedor de la

verdad científica;

• la contrastación posible con la evidencia empírica disponible;


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• el juego mutuo de teoría y realidad en la construcción de una y otra;

• la exclusión deliberada de la manipulación o el engaño;

• la renuncia a la justificación absoluta de la verdad encontrada. El

mencionado autor plantea:

Estos y otros muchos principios que podrían recogerse aquí constituyen hoy

día elementos prácticamente indisputados del método científico. Pero solo

eso, y nada menos que eso. De aquí que, sin desconocer realidad tan

abrumadora, haya que escuchar con escepticismo las apelaciones, tan

enfáticas como ruidosas, a un método científico riguroso, detallado,

universal y «manualizable»: tal cosa, ciertamente, no existe.

El «método científico» es utilizado en el proceso de la investigación social

para obtener nuevos conocimientos en el campo de la realidad social, o bien

estudiar una situación para diagnosticar necesidades y problemas a efectos

de aplicar los conocimientos con fines prácticos.

La metodología está conformada por procedimientos o métodos para la

construcción de la evidencia empírica. Se apoya en los paradigmas, y su

función en la investigación es discutir los fundamentos epistemológicos del

conocimiento. Específicamente, reflexiona acerca de los métodos que son

utilizados para generar conocimiento científico y las implicancias de usar

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determinados procedimientos. Por ejemplo: el papel de los valores, la idea

de causalidad, el papel de la teoría y su vinculación con la evidencia empírica,

el recorte de la realidad, los factores relacionados con la validez del estudio;

el uso y el papel de la deducción y la inducción; cuestiones referidas a la

verificación y falsación, además de los contenidos y alcances de la

explicación e interpretación. Dado que los métodos se sustentan sobre

principios epistemológicos y metodológicos, es necesario que exista una

correspondencia entre los métodos utilizados y los supuestos

epistemológicos y metodológicos.

La epistemología y la reflexión metodológica en las Ciencias Sociales

La epistemología constituye un estudio crítico de los principios de las

diversas ciencias, de su valor y objetividad. Implica una reflexión sobre su

origen lógico, sobre los procedimientos a través de los cuales se forman las

distintas ciencias y alcanzan un conocimiento científico. Esto quiere decir

que la epistemología incluye la metodología. A su vez, la teoría de la ciencia

es parte de la epistemología y describe la relación cognoscitiva entre el

sujeto y los fenómenos, entre procesos y hechos sociales.

Los investigadores interrogan la realidad desde teorías y modelos de

análisis, sugiriendo preguntas e hipótesis acerca de cómo contestarlas. Para

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responder a los objetivos de investigación se construye la evidencia empírica

utilizando métodos que dependerán del enfoque teórico elegido.

La epistemología pretende responder algunas de estas preguntas ¿influye o

no el/la investigador/a en el objeto de investigación que, en la mayoría de

los casos, está constituido por personas? En otras palabras, ¿es posible

obtener mediante la investigación social un conocimiento que no esté

perturbado por los valores del investigador/a, por sus creencias,

preferencias y prejuicios? ¿Existe una ciencia libre de valores? ¿Es posible la

objetividad en las ciencias?

En términos generales, la epistemología se define como el análisis del

conocimiento científico. En términos más específicos, esta disciplina analiza

los supuestos filosóficos de las ciencias, su objeto de estudio, los valores

implicados en la creación del conocimiento, la estructura lógica de sus

teorías, los métodos empleados en la investigación y en la explicación o

interpretación de sus resultados.

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Los epistemólogos de las Ciencias Sociales se han referido a cinco problemas

principales:

1. los supuestos ontológicos y gnoseológicos de las Ciencias Sociales;

2. el objeto de estudio propio de estas ciencias;

3. la naturaleza de conocimiento que se va a obtener por medio de la

investigación científica;

4. la relación entre las características del objeto investigado y los valores del

investigador;

5. la función final que debe cumplir la investigación científica de acuerdo con

el modelo elegido para la construcción de las Ciencias Sociales.

Las diversas posiciones filosóficas frente a esos problemas ayudan a

comprender distintas escuelas que han surgido en la construcción de las

Ciencias Sociales.

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3.3 El análisis selectivo de un método
empírico
El proceso de conocer ocurre mediante la relación que se establece entre un

sujeto que conoce y un objeto conocido. El conocimiento es un modo más o

menos organizado de concebir el mundo y de dotarlo de características que

resultan en primera instancia de la experiencia personal del sujeto que

conoce. El conocimiento que una persona adquiere de la realidad diferirá en

función de cómo aborde dicha realidad.

Es posible distinguir al menos dos tipos de conocimiento: el cotidiano,

espontáneo o vulgar, y el científico. El primero de ellos se adquiere sin ningún

proceso planificado y sin la utilización de medios especialmente diseñados.

Por su parte, el conocimiento científico exige mayor rigor para encontrar

regularidades en los fenómenos, para describirlos, comprenderlos,

explicarlos y/o predecirlos. Se obtiene mediante procedimientos metódicos

con pretensión de validez, utilizando la reflexión, los razonamientos lógicos

y respondiendo a una búsqueda intencionada, para lo cual se delimitan los

objetos y se prevén los modelos de investigación.

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El conocimiento científico siempre es discutible y provisorio, por lo cual

requiere, para su crítica, que se hagan explícitas las teorías y los métodos

utilizados.

Conocimiento científico en Ciencias Sociales

Beltrán (1985) plantea que las Ciencias Sociales tienen formas de construir

conocimiento que se diferencian de las propias de las ciencias físico-

naturales debido a la peculiaridad de su objeto.

Se trata, en efecto, de un objeto en el que está incluido, lo quiera o no, el

propio estudioso, con todo lo que ello implica; y de un objeto, podríamos

decir, subjetivo, en el sentido de que posee subjetividad y reflexividad

propias, volición y libertad, por más que estas cualidades de los individuos

sean relativas al conjunto social del que forman parte.

Conjunto social que no es natural, en el sentido de que es el producto

histórico del juego de las partes de que consta y de los individuos que las

componen, siendo estos a su vez también producto histórico del conjunto, y

ello en una interacción inextricable de lo que el animal humano tiene de

herencia genética y de herencia cultural.

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Un objeto de conocimiento, además, reactivo a la observación y al

conocimiento, las limitaciones a las que tampoco escapa el propio estudioso.

Existen particularidades y dilemas propios a las Ciencias Sociales vinculados

a la objetividad y a la universalidad o generalización de los conocimientos.

Pierre Bourdieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron

inspirados en la conocida obra de Gastón Bachelard, El oficio del sociólogo,

plantean que: << la familiaridad con el universo social constituye el

obstáculo epistemológico por excelencia para el sociólogo»

Siguiendo a estos autores, puede afirmarse que la objetividad en sí misma

no existe en las Ciencias Sociales, pero es deseable tratar de alcanzarla y

lograr aproximarnos al máximo. La experiencia cultural y personal de quien

investiga hace que se vea y se valore la realidad de determinado modo, con

lo que se corre el riesgo de sesgar o limitar la posibilidad de profundizar en

los espacios de esta, en los cuales se interviene investigando. Proponen la

reflexión epistemológica con la finalidad de lograr la objetividad en su mayor

alcance para poder construir el objeto de estudio.

La vigilancia epistemológica en el proceso de construcción del

conocimiento

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La realidad, en definitiva, no habla por sí sola. Necesita ser interrogada,

organizada alrededor de los conceptos. Pero los conceptos son elaborados

o reelaborados por el sujeto a partir de su herencia cultural y de su

experiencia. Por eso tienen cierto carácter subjetivo. El ejercicio de la

vigilancia epistemológica debe ser constante y tendiente a subordinar el uso

de técnicas y conceptos a un examen continuo sobre las condiciones y los

límites de su validez. La ruptura consiste en alejar de la ciencia la influencia

de las nociones comunes, como manera de lograr la objetivación de las

técnicas de investigación.

¿Cómo romper con el empirismo, el teoricismo o el formalismo excesivo de

la ciencia? La respuesta se focaliza en ejercer la vigilancia epistemológica,

como el modo general de actuación para la práctica de la investigación y por

su riqueza para descubrir conocimientos nuevos, así como también para

desmontar creencias y discursos.

Es necesario someter las operaciones de la práctica sociológica a la polémica

de la razón epistemológica, para definir y, si es posible, inculcar una actitud

de vigilancia que encuentre en el completo conocimiento del error y de los

mecanismos que lo engendran uno de los medios para superarlo; ¿cómo

ponerla en práctica? Bourdieu y otros, proponen dos principios generales:

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1. Reconocer cuáles son los obstáculos al conocimiento de lo social.

2. Aplicar las técnicas de ruptura, frente a la ingenuidad reproductivista de

los investigadores.

La noción de ruptura epistemológica contiene dos principios generales que

contribuyen a su aplicación. Por una parte, el reconocimiento de los

obstáculos que genera el conocimiento social, y por otra, la aplicación de las

técnicas de ruptura que evitan la voluntad reproductivista (es decir, evitan la

tendencia a no cuestionarse a fondo conceptos a priori dados por obvios en

la cotidianidad). Los obstáculos a superar en el conocimiento de lo social son

las percepciones del sentido común, el lenguaje común y las nociones

comunes.

Para atravesar el obstáculo del sentido común, los autores proponen tomar

una distancia necesaria del objeto de estudio, para comprenderlo y mirarlo

de una manera crítica. Se trata de romper con la noción del saber inmediato,

y de romper también con los presupuestos inconscientes asumidos que

constituyen las prenociones. Las prenociones son aquellas percepciones de

la filosofía primera de lo social, las explicaciones sobre la realidad social que

se construyen desde el sentido común para poder actuar en esa realidad.

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Ejemplo

Existe la noción de que el gusto es una característica personal, idiosincrásica. A

algunas personas les gusta cierto tipo de música, ciertas comidas, ciertas

películas, etcétera, que a otras no. Estas diferencias, a su vez, se interpretan como

indicio de cultura. Quienes pueden apreciar una sinfonía serían más cultos que

aquellos que solo gustan de la música popular. Sin embargo, Pierre Bourdieu, al

analizar encuestas sobre consumo cultural en Francia en la década de 1960 ,

encontró que había una «fuerte relación que une las prácticas culturales [...] con

el capital escolar (medido por las titulaciones obtenidas) y, secundariamente, con

el origen social (es• timado por la profesión del padre)» (Bourdieu, 2002: 11). Por

tanto, los gustos no pueden considerarse una característica personal, sino algo

vinculado al origen social y la escolaridad. Pero además, profundizando en estas

evidencias, Bourdieu concluye que «el gusto es una disposición adquirida, [...]

para establecer o para marcar unas diferencias mediante una operación de

distinción [que es uno de los principios estructurantes más eficaces de la

sociedad, precisamente porque funcionan] más allá de la conciencia y del

discurso»

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La técnica de ruptura propone el principio de la no conciencia, lo cual implica

ser consciente de lo que parecería obvio, estar atentos y dispuestos a

reformular continuamente los conceptos, a las nuevas repercusiones o

dimensiones que se pueden descubrir en el objeto de estudio.

Las percepciones del lenguaje coloquial se presentan de manera tan

evidente que se corre el riesgo de no preguntarse sobre su fundamento

teórico. Por tanto es necesario construir conceptos propios con base en una

elaboración teórica y, en consecuencia, romper con el lenguaje común. Se

debe trabajar para no caer en la orientación del profetismo explicitando la

teoría y la interpretación.

Bourdieu y sus colegas plantean un tercer obstáculo a superar en la

ruptura: la percepción de las nociones comunes en la ciencia. Como señala

Bachelard, «la ciencia no puede progresar si no es cuestionando

constantemente los principios mismos de sus propias conclusiones» Es

necesario hacer una reflexión sobre las nociones teóricas preexistentes para

no ser reproductivista o acrítico con las ideas de otros.

¿En qué consiste, entonces, la ruptura epistemológica? Consiste en alejar de

la ciencia la influencia de las nociones comunes, de manera de lograr la

objetivación de las técnicas de investigación. Para esto es preciso realizar

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una crítica lógica y léxico- lógica del lenguaje común, con el objeto de

elaborar y reelaborar controladamente las nociones científicas.

Algunos conceptos clave. La investigación social es una forma de

conocimiento que se caracteriza por:

• ser una construcción de evidencia empírica;

• ser elaborado a partir de la teoría;

• la aplicación de reglas de procedimiento explícitas.

Proceso de investigación:

La investigación social es un proceso de generación de conocimiento, una

actividad que nos permite obtener conocimientos científicos. Se inicia con

las primeras preguntas que nos hacemos, la búsqueda bibliográfica, el

análisis de los marcos teóricos y los conceptos, hasta llegar a la formulación

del problema de investigación y el diseño necesario para indagar ese

problema. Son etapas (o momentos, según el diseño) de ruptura y

estructuración.

Proyecto de investigación:

La investigación social implica la formulación de un proyecto en el cual se

explicitan todos los elementos involucrados en el proceso de investigación,

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desde la formulación del problema a investigar hasta los caminos que

recorrerá para estudiar ese problema empíricamente (diseño).

Etapas o momento de toda investigación empírica

Las observaciones anteriores permiten introducir la idea de que la

investigación empírica implica ciertas etapas o momentos que cumplen

funciones diferentes. A grandes rasgos, estos momentos son los de la

ruptura, la estructuración y la comprobación.

Ruptura: romper con prejuicios y la ilusión del saber inmediato. Pasar del

problema social al problema propio de la disciplina.

Elección del tema y conformación de bibliografía

• Formulación del problema de interés que sea susceptible de estudio

científico

Estructuración: construcción de un marco teórico de referencia,

conceptualización del problema basado en ese marco teórico, y elaboración

de herramientas conceptuales (hipótesis, preguntas guía, etcétera) y

operativas.

• Construcción del marco conceptual (marco teórico, hipótesis y

preguntas conceptuales o sustantivas)

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• Construcción del marco operativo (formulación de las hipótesis de

trabajo, operacionalización de conceptos en variables e indicadores)

• Elección de la estrategia metodológica: técnicas de recolección y

análisis de datos

Comprobación: aplicación de las herramientas operativas para contrastar

hipótesis y responder las preguntas de investigación.

• Relevamiento de la información

• Análisis

• Presentación de resultados y conclusiones

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3.4 El Objeto de la Sociología general,
específica y jurídica

La sociología jurídica es una disciplina científica que intenta explicar las

causas y efectos de las normas jurídicas. En tanto ciencia, es un conjunto de

enunciados que pretenden describir plausiblemente -es decir pretenden ser

"verdad" tanto los fenómenos que pueden ser vistos como causantes o

"determinantes" del ser así de las normas jurídicas, como los fenómenos que

pueden ser vistos como efectos de ellas.

El concepto de "verdad" no difiere del de cualesquiera otras ciencias sociales;

es decir, la verdad de sus enunciados pretende ser probada con los métodos

comúnmente utilizados por los científicos sociales. Estos métodos varían y

las discusiones acerca de su pertinencia son prácticamente infinitas. No

entraremos aquí en la discusión.

El concepto de "fenómeno", igualmente, es el común en las ciencias sociales:

lo que puede considerarse como aparente conforme con las teorías y

métodos aceptados como aptos para aprehender el mundo considerado

exterior a la conciencia.

31
Por lo tanto, el objeto propio de esta ciencia está constituido por los

fenómenos relacionados causalmente con el derecho. Esta relación de

causalidad es también la que comúnmente se acepta en ciencias sociales: se

adjudica a ciertos fenómenos el poder o la virtud de "producir" otros

fenómenos. En este caso lo producido es el acto de creación de normas. Y

también se adjudica a cienos fenómenos el carácter de "efecto" de otros, o

lo que es lo mismo, que éstos tuvieron el poder o la virtud de 'producir" a

aquéllos.

En el caso de los erectos, se discutirá sin duda si el erecto propio de un

discurso está constituido por la recepción del mensaje transmitido por las

normas o si está constituido por los fenómenos que, conforme con cierta

teoría aceptada, son vistos como causados por esas normas. Si se tratara de

lo primero, es decir si se considerara erecto de las normas la recepción del

mensaje que las constituye, estaríamos ante una concepción de la sociología

jurídica como ciencia que estudia fenómenos ideológicos.

Si se tratara de lo segundo, es decir si se considerara efecto de las normas

fenómenos o conductas observables, entonces estaríamos ante una

concepción de la sociología jurídica como ciencia que estudia fenómenos, es

decir, sectores del mundo empíricamente observables. Desde luego que

parece a todas luces plausible decir que ambos efectos, el ideológico y la


32
conducta observable, son objeto de esta disciplina. En tal caso se pone la

cuestión de establecer a su vez un nexo causal entre la recepción del

mensaje y la conducta observable.

Desde el punto de vista ya no de la causalidad misma sino de los enunciados

científicos que pretenden describirla, la “explicación causal", no es otra cosa

que un encadenamiento de enunciados conforme con cieno orden que es

aceptado como válido. Lo cual no impide que la disciplina se cultive tal como

si esas discusiones no tuvieran ninguna relevancia.

Por lo tanto, la sociología jurídica es una ciencia que se ocupa en las causas

y los erectos de las normas jurídicas y no en describir normas ni en

interpretarlas. Su interés por las normas está limitada a la explicación de por

qué dicen eso que dicen y no alguna otra cosa. Pero esto no quiere decir que

el sociólogo del derecho no deba conocer las normas tal cual las describe la

dogmática jurídica; todo lo contrario, este conocimiento es presupuesto por

esta ciencia y desde este punto de vista la sociología jurídica es tributaria de

la jurisprudencia, disciplina encargada de la descripción de las normas

válidas que son aquéllas cuyas causas y efectos busca al trabajo sociológico.

33
Ahora bien, decir que esta ciencia se ocupa de causas y efectos de "normas

jurídicas" supone, desde luego, un concepto de este objeto. Pero es la teoría

general del derecho y no la sociología jurídica la encargada de producir este

concepto. Por otra parte, lo que suele denominarse "derecho" es un discurso

que no se compone únicamente de normas sino que incluye otros

enunciados, como las definiciones por ejemplo. Pero aún más, ese discurso

incluye otras ideologías además de la incluida en las normas propiamente

dicha que en él podemos encontrar.

Lo cierto es que este concepto amplio de sociología jurídica es el que pone

los problemas propios de ella. Por ejemplo, si de causas se trata ¿dónde

deben buscarse? Y los efectos de las normas ¿hasta dónde se considerará

que se extienden? Por ejemplo, la causa que explica la producción de la

constitución nacional será, sin duda, algún hecho histórico anterior. Pero ¿y

los hechos anteriores al hecho explicatorio? Y respecto de los efectos ¿se

considerará que las características de las últimas elecciones son un efecto

de esa constitución? ¿Hasta dónde se extienden los efectos de los efectos

de las normas?

Además, ¿deben buscarse las causas en las ideologías imperantes o en los

fenómenos sociales empíricos. como los que el marxismo ha denominado

relaciones de producción? Y los efectos sobre las conductas ¿son efectos de


34
las normas o efectos de las ideas -representaciones, se ha dicho- sugeridas

por los discursos normativos? Estos son algunos de los interrogantes que

debe responder un sociólogo interesado en el desarrollo de esta ciencia. En

lo que sigue se analizarán algunos de estos problemas.

DERECHO y SOCIEDAD

Es corriente la definición de la sociología jurídica como una ciencia que

estudia las relaciones entre el derecho y la sociedad. En el mismo sentido se

habla de "lenguaje y sociedad" o de "filosofía y sociedad". Incluso se habla

de las relaciones entre estado y sociedad. Sin embargo ¿acaso podría haber

un lenguaje que suceda fuera de la sociedad, una filosofía exterior a la

sociedad, un estado sin sociedad?

Por otra parte, la palabra misma "sociedad", no tiene un referente claro. Tal

como ocurre con la palabra "realidad", sirve para designar eso "que todo el

mundo sabe lo que es", o bien para evitar definiciones más precisas. Estas

dificultades provienen del hecho de que la expresión "derecho y sociedad"

establece exterioridad entre ambos términos, con el agravante de que no es

posible decir que alguno sea menos ambiguo que el otro, o que uno sea más

claro que el otro. Lo mejor es entonces evitar esta definición y procurar otras,

aunque no tengan la aparente ventaja de la rapidez o la simpleza.

35
"CAUSAS" y "EFECTOS" DE LOS DISCURSOS

La sociología jurídica debe partir de las palabras “causa y efecto", lo cual

supone una discusión de la que antemano sabemos se adentra en los

vericuetos más oscuros de la filosofía. Supondremos por el momento que

las dificultades de estos dos términos son suficientemente conocidas y

aceptadas. Sabemos que se trata de palabras utilizadas frecuentemente por

todos los científicos, y no siempre con clara conciencia de sus debilidades. Si

a otros científicos les es aceptado hacerlo, no veo por qué no se aceptará de

parte de los sociólogos del derecho.

Lo importante es establecer una diferencia clara entre los discursos, por una

parte, y la causa y la eficacia de los discursos por la otra. Si aceptamos, como

creo que, por su generalidad, es aceptable, que el derecho está constituido

por un conjunto de discursos prescriptivos dirigidos a determinar la conducta

de los ciudadanos, entonces podemos decir que la sociología jurídica tiene

por objeto el estudio de las causas y los efectos -eficacia- del discurso del

derecho. Esto propone un buen número de problemas, algunos de los cuales

analizaremos más abajo.

36
LA CIENCIA JURÍDICA Y LA SOCIOLOGÍA JURÍDICA

A primera vista parece indiscutible que el material de la sociología jurídica es

el proporcionado por la dogmática del derecho. En efecto, para averiguar

acerca de sus causas y efectos, debemos suponer que existe algo llamado

así. y pensamos que la tarea de señalarlo está asignada a la que suele

llamarse ciencia del derecho. Sin embargo, aquí hay cuestiones que sólo

apuntaremos, y que deben ser resueltas previamente si se acepta que el

objeto de la sociología jurídica es un algo que debe ser previamente

determinado, establecido, señalado, entregado, por la ciencia jurídica.

La gran cuestión es que la determinación de lo que es derecho, es el acto

político del jurista o de todo aquél que dice que cierto discurso de ciertos

individuos "debe" ser obedecido. A primera vista, y como resultado de la

enseñanza adquirida en la facultad de derecho, estamos acostumbrados a

creer que el derecho es "lo que dice la ley"; como cuando decimos que el

derecho civil es "lo que está en el código".

Lo cierto es que "el derecho" no existe sino después de que "alguien" ha

aceptado cierto discurso como jurídico. Y ésa es la tarea del jurista: decir qué

es derecho y qué no lo es. Por ejemplo, si la suprema corte de un país

resuelve que determinado discurso del presidente, que pretende ser

37
derecho, o sea un "decreto" por ejemplo, no lo es, tal vez porque ese

funcionario no tenía facultades para decretar eso ¿estamos frente a

"derecho" cuyas causas y efectos son objeto de la sociología jurídica?

De la misma manera, lo que dice el parlamento no pasa de ser un discurso

escrito en ciertos papeles, y que duerme en alguna biblioteca del edificio

llamado tal vez cámara de senadores hasta que alguien, un juez, por ejemplo,

un abogado que pretende utilizarlo en favor de su cliente, un funcionario que

pretende justificar con él su acción política, lo "reconoce" como derecho, y lo

usa. Todo abogado sabe que lo establecido en un código vale nada si no lo

reconoce un juez; y todo ciudadano sabe que multitud de disposiciones

duermen en los libros hasta que la presión social obliga al funcionario

obligado a ponerla en práctica. Esta cuestión, que atañe específicamente a

lo que entendemos por "ciencia jurídica" o dogmática, pone formidables

problemas a nuestra disciplina. El asunto debe ser, también, resuelto en otra

sede; allí donde se discuta -y mucho se discute- lo que es la ciencia del

derecho. No podemos hacer aquí otra cosa que dejar apuntada la cuestión.

38
3.5 Lo social y sus factores. Las
principales teorías sociológicas
contemporáneas

La vida social está compuesta de varias manifestaciones de la naturaleza

que indicaremos en un momento. Pero cualesquiera que éstas sean, todas

tienen en común la peculiaridad de haber surgido de un grupo, simple o

complejo, el cual es su origen. Ahora, el estudio del substrato social se

encuentra claramente dentro del campo de la sociología.

En realidad, la composición de la sociedad consta de ciertas combinaciones

de personas y cosas que están registradas necesariamente en el espacio.

Por otro lado, el análisis explicativo de este substrato no debe confundirse

con el de la vida social que emerge sobre su base. La manera en que la

sociedad está constituida es una cosa, y el modo en que actúa es otra muy

distinta. Estas son dos formas de realidad tan diferentes que no pueden ser

tratadas con procedimientos idénticos y deber ser separadas en la

investigación. El estudio de la primera, entonces, es una rama especial,

aunque fundamental de la sociología. Tenemos aquí una distinción análoga

a las que vemos en todas las ciencias naturales.

39
Los principales problemas que se plantean dentro del dominio de la

sociología son los siguientes: el substrato social debe ser definido sobre todo

por su forma externa.

Esto es principalmente una cuestión de:

1. El tamaño del territorio

2. El sitio ocupado por una sociedad dada, es decir, si su ubicación es

central o periférica en relación con los continentes y si está rodeada

por sociedades vecinas, etcétera

3. La forma de sus fronteras. De hecho, como Ratzel ha demostrado, las

fronteras cambian en su naturaleza y su aspecto dependiendo del país

en cuestión: aquí, involucran superficies más o menos extensas; en

otras partes, las define una línea geométrica; en ciertos casos,

penetran a manera de esquinas en los países vecinos, mientras que

en otros lugares se doblegan y se dirigen hacia el interior.

En primer lugar, la masa total de la población en términos de números y

densidad. Hay grupos secundarios de importancia variable dentro del cuerpo

de la sociedad que poseen una base material, como los pueblos, las

ciudades, las provincias y los distritos. Y para cada una de ellas siempre hay

preguntas que responder con respecto a la colectividad: ¿qué tan extensa es


40
el área habitada? ¿cuál es el tamaño del pueblo o la ciudad? ¿existen fuentes

de agua? ¿cuáles son los límites exteriores? ¿cuál es el número y la densidad

de la población?, entre otras.

Finalmente, cada grupo, tomado en su totalidad o en parte, utiliza el suelo o

una porción de él de acuerdo con sus necesidades. Las naciones están

rodeadas de fortificaciones y repletas de ciudades atrincheradas.

Construyen redes de comunicación. El trazo de calles y avenidas, la

arquitectura de las casas y las edificaciones de todo tipo varían del pueblo al

centro, de la metrópolis a la pequeña ciudad. El substrato social será

diferenciado en las mil formas en las que interviene el hombre, y esas

divergencias tienen otro significado sociológico, tanto en términos de las

causas que las producen como de los efectos que resultan de ellas. La

presencia o ausencia de muros, de mercados, el desarrollo de obras públicas,

las disparidades en las relaciones entre éstas y los establecimientos

privados, todos esos factores surgen como asuntos esenciales de la vida

colectiva y al mismo tiempo se combinan para dar lugar al rasgo distintivo

de una sociedad.

Pero la tarea del sociólogo no es simplemente describir esta variedad de

fenómenos (enumeración que no pretende ser completa). Debe tratar de

idear algunas explicaciones, esto es, vincular los fenómenos con sus causas
41
y determinar sus funciones. Se hará preguntas: ¿por qué las sociedades

según su etapa de desarrollo prefieren los sitios centrales a los periféricos?;

¿cuál es la función del territorio en la vida de las naciones?; ¿a qué se debe

que las fronteras tomen una forma u otra?; ¿qué circunstancias han dado

origen a los pueblos, y posteriormente a las ciudades?; ¿qué impulsa el

crecimiento de los centros urbanos?

Todas esas causas y efectos normalmente involucran movimientos. Poco a

poco, bajo la acción de ciertas fuerzas, los diferentes elementos sociales son

dispuestos de una forma u otra. Hay migraciones internacionales que

estipulan las condiciones de las naciones, la naturaleza de sus funciones; de

hecho, éstas albergan una relación directa con los cambios expansivos de

cada sociedad. Hay corrientes de migración interna que determinan la

importancia relativa de la población rural y de la urbana. Hay factores que

condicionan nacimientos y muertes y que afectan el número general de la

población. Es la tendencia de una sociedad a vivir dispersa o concentrada lo

que explica su densidad.

Por lo tanto, esta división de la sociología no es simplemente la de una

ciencia estática, y es por ello que pensamos inapropiado usar este término

que expresa pobremente cómo debe ser justipreciada la sociedad en sí

misma; en efecto, no se trata, como se ha dicho a veces, de considerarla en


42
un momento dado inmovilizada de manera abstracta, sino de analizar su

formación y dar cuenta de ella. Sin duda los fenómenos que tratan de la

estructura son mucho más estables que los fenómenos funcionales; pero

existe sólo una diferencia de grado en los dos órdenes de hechos. La

estructura misma se revela en el devenir y no se le puede poner en evidencia

más que a condición de tener presente el proceso de devenir. Ésta se forma

y se descompone sin cesar, ella es la vida convertida en un cierto grado de

consolidación y, separarla de la vida, de la que ella deriva o de la que ella

determina, equivale a disociar cosas inseparables.

Proponemos llamar morfología social a esta ciencia que tiene por objeto el

estudio de las formas materiales de la sociedad. La palabra forma que, en el

empleo que hace de ella Simmel, no tiene más que una significación

metafórica, aquí es empleada en su sentido verdadero. Todo fenómeno

morfológico, concebido de esta manera, consiste en realidades materiales

que adquieren una forma determinada, que siempre se pueden representar

gráficamente.

Pero el substrato de la vida colectiva no es el único caso de momento social

que existe en la naturaleza. Aquello que resulta de él o que es contenido por

él tiene necesariamente idéntico carácter y cae dentro del enfoque de la

misma ciencia. Junto con las formas sociales de ser, existen maneras
43
sociales de actuar: junto a los fenómenos morfológicos tenemos a los

fenómenos funcionales o fisiológicos. Obviamente, los últimos deben ser

más numerosos que los primeros; las manifestaciones del fenómeno vital

son mucho más variadas y complejas que las condiciones morfológicas que

constituyen la condición fundamental.

¿Cuántas de ellas son reconocidas? ¿dónde comienza y dónde termina esta

región de la vida colectiva? Es decir, la de la fisiología social.

Permitámonos comenzar con una afirmación que debe ser tomada como

axiomática: Para que exista una verdadera sociología debe haber ciertos

fenómenos producidos en cada sociedad que sean causados específicamente por

esa sociedad, que no podrían existir en ausencia de dicha sociedad y que son

como son debido únicamente a que la sociedad es como es. Una ciencia no

puede establecerse cuando carece de un objeto de estudio sui generis,

distinto del foco de indagación de otras ciencias. Si la sociedad no generara

fenómenos peculiares en sí mismos y diferentes de aquellos observados en

los otros ámbitos de la naturaleza, la sociología no tendría un objeto propio.

Por ello, para que sea posible tener una razón de ser (raison d’être), debe

haber en la realidad algunos elementos que ameriten ser llamados sociales

y que no sean simples aspectos de otro orden de cosas.

44
Lo siguiente es un corolario de esa proposición: el fenómeno social no tiene

su causa inmediata y determinante en la naturaleza de los individuos. De

hecho, si así fuera, si derivara directamente de la constitución orgánica o

física del hombre, sin que otro factor interviniera en su elaboración, la

sociología quedaría reducida a psicología. Es verdad que todos los

fenómenos funcionales del orden social son psicológicos, en el sentido de

que todos combinan una forma de pensar y de actuar.

Pero para que la sociología pueda tener una materia que le sea propia, las

ideas colectivas y las acciones deben ser diferentes en su naturaleza de

aquellas que origina la mente individual, y deben estar determinadas por

leyes especiales. Se puede decir que la fisiología social es una psicología,

siempre que se precise que se trata de una psicología que en ningún caso

debería ser confundida con la ciencia que se designa habitualmente por esta

palabra y que apunta exclusivamente a estudiar la constitución mental del

individuo.

Este enunciado, tan simple, desecha el viejo sofisma de la influencia a la que

algunos sociólogos responden inconscientemente sin darse cuenta de que

es la negación de la propia sociología. Éste afirma que la sociedad no está

constituida más que por individuos y que, por lo tanto, no hay nada que

pueda encontrarse en el todo que no exista en las partes, todo lo que es


45
social es reductible a factores individuales. Mediante este razonamiento

tendríamos que decir que no hay nada en la célula viva excepto lo que hay

en los átomos de hidrógeno, carbono y nitrógeno que se combinan para

formarla.

No obstante, es obvio que esos átomos no viven. Este estilo de

razonamiento es radicalmente falso. No es cierto que el todo es siempre

igual a la suma de sus partes Cuando los elementos son combinados se

deriva una nueva realidad de su unión que presenta por completo nuevas

cualidades, algunas contrarias a las de sus elementos constitutivos. Dos

entidades suaves, el cobre y el estaño, forman en su unión uno de los

materiales más duros que conocemos, el bronce. Tal vez se discutirá que las

propiedades manifiestas en el todo de hecho preexistieron, en un estado

germinal en las partes. Un germen es algo que aún no es el todo que llegará

a ser, pero algo que existe desde este momento: es una realidad que ha

completado apenas la primera etapa de su desarrollo, pero que no existe en

el presente y que ofrece evidencia de sí mismo a través de hechos

característicos. Luego ¿qué hay en los átomos minerales que constituyen la

materia viva y desatan el germen de la vida? Si hubieran permanecido

aislados uno de otro, si alguna causa desconocida no los hubiera unido

íntimamente, ninguno de ellos hubiera mostrado alguna propiedad que

46
pudiera en absoluto más que en metáfora o analogía ser descrita como

biológica.

En consecuencia, si los elementos no vivientes unidos pueden formar un ser

viviente, no hay una diferencia destacable en el hecho de que la unión de

mentes individuales provee el campo de acción para los fenómenos sui

generis, fenómenos que esas mentes asociadas no habrían producido

espontáneamente a través de la fuerza de sus propias naturalezas.

Una vez establecido este punto, estamos en condiciones de especificar un

criterio a partir del cual será posible distinguir los fenómenos sociales con

carácter fisiológico. Es necesario no dar al término de fisiología el sentido

que se le atribuye habitualmente cuando se trata del individuo; porque estos

fenómenos no son aquellos que se manifiestan simplemente por el

desenvolvimiento de sus propiedades intrínsecas. En otras palabras, tal

fenómeno puede únicamente convertirse en parte de los individuos en la

medida en que le son impuestos desde el exterior. Deben ejercer alguna

presión sobre nosotros al ser dirigidos por algo que está más allá de

nuestras naturalezas individuales. Esta presión puede no ser percibida, así

47
como podemos no estar conscientes de la presión atmosférica sobre

nuestros cuerpos.

También puede ser que capitulemos sin resistir. Pero, conscientemente o no,

aceptando libremente o sometiéndonos pasivamente, es sin duda real. Esto

es lo que queremos decir al referirnos a la coacción como la característica

propia del fenómeno social de imponerse sobre el individuo. No

pretendemos decir con esto que las creencias y los comportamientos

colectivos deban ser inculcados en el hombre forzosamente a través de la

violencia y la coerción. La fuerza a la cual aludimos no es una cosa material,

o al menos no es obligatoriamente material.

Si nos sometemos sin resistencia a las fuerzas y mandatos de la sociedad

no es sólo porque la sociedad es un ser más poderoso que nosotros. Es una

autoridad moral la que generalmente justifica todos los resultados de

nuestra actividad y que moldea nuestras mentes y voluntades. Todo lo que

viene de ella está dotado de un prestigio que en grados diversos nos inspira

sentimientos de deferencia y respeto. Cuando somos confrontados con

formas de pensamiento y acción que no son los propios, que resultan de la

experiencia colectiva (generalmente secular), nos paralizamos,

48
comprendiendo que en esas formas de comportamiento hay algo que va

más allá de los cambios ordinarios de la mente individual y que no podemos

desechar a la ligera. Y este sentimiento se refuerza más por lo que sentimos

cuando vamos más allá o nos rebelamos en su contra [de la pauta colectiva].

Las iniciativas individuales dirigidas contra realidades sociales, ya sea con el

propósito de destruirlas o de alterarlas, siempre encuentran fuerte

resistencia. Esas fuerzas, morales o no, contra las que el individuo se

levanta, reaccionan contra él, comprueban su superioridad con la usual

energía irresistible de su reacción.

El análisis precedente ha sido principalmente dialéctico, por la razón que ya

indicamos. Estábamos deseosos de aclarar desde el principio las

características de los hechos sociales, comenzando por este axioma: son

sociales y por lo tanto no individuales. Hay un grupo impresionante de

creencias y comportamientos que revela en el más alto grado las

propiedades indicadas; es decir, creencias y prácticas de vida religiosa, moral

y jurídica. Todos implican, en su conjunto, conductas obligatorias. Todos se

imponen normalmente mediante el respeto que inspiran, por el sentido de

obligación que nos impulsa a cumplirlos y, cuando se nos ocurre ir en su

49
contra, mediante la influencia coercitiva que ejercen en la forma de

sanciones.

Esto se observa con mayor claridad, aun en el fenómeno religioso, una vez

que los distintos caminos en que son concebidos muestran que su realidad

proviene de una fuente que sobrepasa a lo individual, una vez que esos

fenómenos son manejados por una autoridad distinta a aquélla con la que el

hombre, en tanto hombre, está dotado; y de una fuente superior. Lo mismo

sucede con la ley y la moral, en la medida en tanto que ambas derivan de la

religión, no tendrían el carácter que poseen sin nuestra estricta y exacta

obediencia.

Es entonces cuando entendemos el tono autoritario en el que hablamos de

deber, o la forma en que la imaginación popular se regocija agradeciendo la

voz de un ser superior al hombre, una divinidad.

El creyente toma esta manifestación simbólica literalmente y el imperativo

moral o religioso se explica lógicamente por la naturaleza preeminente de la

personalidad divina. Para el científico, sin embargo, tal cuestión no se

plantea, ya que el dominio de la ciencia no va más allá del universo empírico.

La ciencia no está involucrada en el problema de si existe otra realidad.

50
Por ello, lo único que se establece es que existen formas de actuar y de

pensar que son obligatorias y que, como consecuencia, se distinguen de

todas las otras formas de comportamiento y de representaciones mentales.

Y como toda obligación supone alguna autoridad que obliga, superior al

sujeto que es obligado; y, por otro lado, dado que no conocemos en el nivel

empírico alguna autoridad superior a la individual si no es la de la

colectividad, debemos considerar como de naturaleza social cada hecho que

tiene este carácter.

Por consiguiente, a pesar de que esos fenómenos fueran los únicos en

presentar dichas peculiaridades, es tanto justo como necesario que sean

distinguidos de los otros fenómenos estudiados por la psicología individual

y asignados a otra ciencia. Así, la sociología tendría un campo de

investigación que podría parecer restringido, pero que estaría al menos bien

definido.

¿Acaso el lenguaje que compartimos en nuestro país no resiste al innovador

atrevido, con una fuerza comparable a la que sienten quienes están

inclinados a violar los ritos religiosos, las máximas de la ley y la moralidad?

Hay algo envuelto en el lenguaje que inspira respeto. Las costumbres

tradicionales, incluso cuando no hay nada de religioso o moral en ellas, las

fiestas, las reglas de cortesía, la moda, etcétera —son protegidas por un


51
gran rango de sanciones contra las inclinaciones individuales a la rebeldía.

También nuestra organización económica se impone sobre nosotros con una

imperiosa necesidad. Si tratamos de rebelarnos contra ella no somos

necesariamente culpados por esta sola razón; pero debemos agregar que

tales innovaciones frecuentemente encuentran resistencias que no están

carentes por completo de calidad moral.

En la vida industrial, así como en el resto de nuestras relaciones diarias, las

prácticas tradicionales que se cumplen en nuestras sociedades ejercen

sobre nosotros, al menos, una autoridad suficiente para restringir las

tendencias desviadas, una autoridad que, sin embargo, al disminuir es

menos efectiva en controlar tales tendencias que la derivada de las reglas

morales.

Sin embargo, existe sólo una diferencia de grado entre esos tipos de

autoridad, una diferencia que no es menester ver por ahora. En conclusión,

la vida social no es otra cosa que el entorno moral o, mejor dicho, la suma de

varios contextos morales que rodean a la persona.

Cuando decimos que son morales queremos decir que están constituidos

por ideas: entonces juegan el mismo papel para las mentes individuales que

52
el entorno físico para los organismos. Tanto el contexto moral como el físico

constituyen realidades independientes, al menos independientes una de la

otra, en el sentido de que pueden estar en un mundo donde todo colinda con

todo. Debemos, pues, adaptarnos a estas dos clases de realidades.

No obstante, la fuerza coercitiva que aquí somete nuestros cuerpos, más allá

de nuestras voluntades, no es igual en los dos casos y no resulta de las

mismas causas. Una proviene de la rigidez de las combinaciones

moleculares que constituyen el medio físico y a cuya naturaleza requerimos

adaptarnos.

La otra consiste en este prestigio sui generis con el que los hechos sociales

están dotados y que los sostiene contra la amenaza de las desviaciones

individuales.

No intentamos afirmar que las creencias sociales y los comportamientos

penetran en los individuos sin sufrir variaciones, lo cual sería contradicho por

los hechos. Al tratar con las instituciones colectivas, asimilándolas, las

hacemos individuales, imprimiéndoles un carácter más o menos personal.

Justo como en el aprendizaje del mundo, cada uno de nosotros lo colorea de

acuerdo con su temperamento, de tal forma que ve muchas cosas de

manera distinta, expresa cosas de modo diferente, y se enfrenta con cosas

53
distintas en el mismo entorno físico. Es por esto que cada uno de nosotros,

hasta cierto punto, formula su propia fe religiosa, su propio culto, su propia

moralidad, su propia técnica. No hay uniformidad social que no admita un

rango total de gradaciones individuales. No existe un hecho colectivo que se

imponga uniformemente sobre todas las personas.

Pese a ello, lo anterior no niega que el rango de variación tolerada y posible

sea siempre y en todo lugar más o menos restringido. Virtualmente ninguna

variación es permitida en el dominio moral y religioso donde la innovación y

la reforma son vistas fatalmente como crímenes y sacrilegio; en cambio, son

más permitidas en la esfera del terreno económico. Pero tarde o temprano

hay, no obstante, un límite más allá del cual no podemos ir. A esto se debe

que la característica del fenómeno social se funda por completo en su

ascendiente sobre las mentes individuales.

Con respecto a los índices externos, hay al menos dos que parecen

relativamente fáciles de usar y especialmente apropiados. Están, en primer

lugar, las resistencias con las cuales los grupos sociales se oponen a las

desviaciones individuales en las formas de actuar o de pensar. Es muy fácil

observar tales resistencias cuando operan a través de sanciones específicas,

54
religiosas, legales o morales. Invariablemente, la sociedad impone su

voluntad directamente sobre la del individuo, instándole a pensar o a actuar

en determinada forma.

Esto revela indiscutiblemente el carácter social de todas las reglas

obligatorias en la esfera de la religión, la ley y la moralidad. Algunas veces,

sin embargo, la resistencia social no es percibida tan fácilmente, y opera de

manera menos consciente y más elevada.

Tal es el caso de la oposición a innovaciones radicales en materia de técnica

económica. Es, por consiguiente, más útil adoptar un criterio que pueda ser

aplicado con facilidad a todos los casos: lo encontramos en la manera

especial en que los hechos sociales se individualizan. En tanto que la

sociedad los impone a sus miembros, deben tener cierta generalidad dentro

del grupo al cual pertenecen; por otra parte, como ellos han surgido de la

sociedad, no pueden penetrar en los individuos más que siguiendo un

proceso que va de lo exterior hacia lo interior.

De hecho, las normas morales, las reglas de cortesía, las opiniones y las

costumbres tradicionales de nuestros grupos, nos llegan por medio de una

educación común; las reglas de la técnica profesional, por medio de una

educación técnica; los artículos de fe, a través de una educación religiosa,

55
etcétera. ¿Y qué podemos decir de las reglas jurídicas, muchas de las cuales

podemos ignorar la mayor parte de nuestras vidas, pero que debemos

consultar con especialistas cuando surge alguna necesidad de conocerlas?

La generalidad en sí no es un criterio suficiente, como ya lo hemos mostrado

y, además, el conocimiento del proceso a través del cual los fenómenos

sociales son implantados en las mentes individuales no sería, en sí mismo,

un criterio más adecuado para distinguir el ámbito de la sociología; porque

nos pueden ser sugeridas ideas y actos que vienen del exterior y que, sin

embargo, no tienen nada de colectivo.

Pero si ponemos juntas estas dos particularidades, ellas son, al contrario,

verdaderamente características. Las formas de actuar y de pensar que son

generales en una sociedad dada, pero que las personas reciben de fuera, sólo

pueden deber su generalidad a la influencia del único entorno moral del que

reciben influencia, es decir, del medio social. Esas formas impersonales de

pensamiento y acción constituyen el fenómeno sociológico por excelencia y

sostienen la misma relación con la sociedad que las funciones vitales

mantienen con el organismo: ellas dependen de la inteligencia y de la

voluntad colectiva. Son, por lo tanto, el material apropiado de y para la

fisiología social.

56
Al mismo tiempo que esta definición delimita el campo de la investigación

sociológica sirve para orientarla. Cuando uno desea limitarse a reducir el

fenómeno social a un mero fenómeno psicológico más o menos

desarrollado, está condenado a crear una sociología que puedo llamar fácil,

débil y abstracta.

A decir verdad, bajo esas condiciones la tarea presentada a la sociología es

relativamente simple, pues si la sociedad no tiene leyes por sí misma,

entonces no hay nada que descubrir. Todo lo que resta es tomar prestadas

de la psicología las leyes que cree que ésta ha formulado y preguntar cómo

pueden ser deducidas de ellas los hechos que estudia.

La única dificultad que puede aparecer es la siguiente: ¿en qué se convierten

todas aquellas facultades generales de la naturaleza humana en las

relaciones que toda clase de hombres puede tener con otros?

La provincia de la mente individual es demasiado simple, demasiado general,

y demasiado indeterminada para hacer posible un recuento del fenómeno

visto en las creencias y comportamientos sociales, la variedad de sus formas

y la complejidad de su carácter. Esos sistemas están limitados a desarrollar,

con más o menos ingenuidad, algunas visiones muy esquemáticas,

57
conceptos formales que, debido a su vaguedad o indeterminación, no son

susceptibles de control.

Si, por el contrario, hay un reino social tan distinto del reino individual, como

el reino biológico es diferente del reino mineral, entonces, el dominio de la

sociología incluye un mundo inmenso e inexplorado donde actúan fuerzas

no imaginadas hasta el presente, donde, por consecuencia, hay muchos

descubrimientos por hacer. Nos encontramos confrontados con cosas

desconocidas que deben ser conquistadas y que retan a la inteligencia

humana. Tal conquista no es fácil. En tal territorio virgen sólo podemos

movernos lenta y circunspectamente. Para descubrir las leyes que sostienen

esta compleja realidad, deben adoptarse procedimientos igualmente

complejos: no es suficiente observar, clasificar y comparar, pues los

métodos de observación, clasificación y comparación deben ser apropiados

a la naturaleza de este estudio especial.

Sin embargo, la sociología así entendida se mantiene expuesta al reproche

que le dirige Simmel. El fenómeno del que se ocupa ha sido estudiado por

otras ciencias por un largo tiempo: los movimientos de población, por la

demografía; el fenómeno económico por la economía política; creencias y

prácticas religiosas por la historia comparativa de las religiones; las ideas

morales por la historia de la civilización, por ejemplo. ¿La sociología no sería


58
entonces otra cosa que una etiqueta aplicada a un conjunto más o menos

coherente de viejas disciplinas, sin ser nada nuevo excepto por el nombre?

Es importante recordar que, si esta crítica estuviera justificada, no sería una

razón válida para circunscribir arbitrariamente el término sociología a quién

sabe qué categoría de estudios, los cuales no han sido determinados con

ninguna precisión, y que en ningún caso tiene derecho a tal distinción. Pero

además también es incorrecto decir que juntando bajo un rubro dado esas

diferentes disciplinas especiales sólo hay un cambio de palabras.

De hecho, por el contrario, este cambio de nombre implica y provee el

aparente símbolo de una transformación profunda en las cosas.

En realidad, todas esas ciencias especiales: economía, política, historia

comparativa del derecho y religión, demografía, geografía humana, hasta

ahora han sido concebidas y aplicadas como si cada una constituyera una

totalidad independiente cuando por el contrario los fenómenos que tratan

son sólo diversas manifestaciones de una misma actividad, la actividad

colectiva. Como resultado, los límites que las unen son ignorados. ¿Quién,

hasta hace poco, habría sospechado que existen relaciones entre el

fenómeno económico y el religioso, entre los ajustes democráticos y las

59
ideas morales, entre las condiciones geográficas y las manifestaciones

colectivas?

Una consecuencia más seria de este aislamiento es que cada ciencia estudia

el fenómeno de su propio ámbito como si no se vinculara con ningún sistema

social. ¡Observad las leyes de la economía política o, para ser más precisos,

las proposiciones que los economistas elevan al estatus de esta dignidad!

Independientes del tiempo y del espacio, parecen ser también

independientes de cualquier forma de organización social.

Uno nunca pensaría en la posibilidad de hacer una clara separación entre los

tipos económicos relacionados con la igualdad y algunos tipos sociales, así

como los diferentes aparatos digestivo y respiratorio están vinculados a la

naturaleza de las especies animales.

Todos los fenómenos del orden económico suponen un proceder muy

simple, movimientos muy generales comunes a toda la humanidad. Y, de

forma similar, la historia comparativa de las religiones estudia creencias

religiosas y prácticas como si sólo expresaran ciertos estados internos de la

consciencia individual; por ejemplo, el temor que grandes fuerzas de la

60
naturaleza inspiran en el hombre o las reflexiones que ciertos fenómenos de

la vida le sugieren, cosas como los sueños o la muerte, entre otros.

Sólo recientemente en la historia comparativa del derecho ha habido

algunos esfuerzos por articular instituciones domésticas y ciertas formas de

organización social: pero esos esfuerzos siempre son tímidos, embrionarios

y no sistemáticos, aun cuando han sido realizados por Post y su escuela,

aunque Post era sociólogo. Hasta la época de Ratzel, ¿quién se preguntó si

la geografía política era una ciencia social o, más usualmente, una ciencia

explicativa en el sentido real de la palabra?

Esta afirmación podría ser generalizada. Gran cantidad de investigaciones no

sólo no tienen nada de sociológicas, sino que además sólo son cuasi-

científicas. Al fracasar en vincular los hechos sociales con el medio social en

el que están enraizados, tales indagaciones se mantienen suspendidas en el

aire, sin ninguna relación con el resto del mundo, haciendo imposible ver las

conexiones entre uno y otro, y con ello su unidad. Bajo tales circunstancias,

sólo queda reportar esos hechos sin explicarlos ni clasificarlos, como lo

hacen los historia- dores puros, o que al extraer lo que tienen de más

universal según un punto de vista esquemático que, naturalmente, les hace

perder su individualidad. Pero tal método impide el éxito en determinar

relaciones definidas entre clases de hechos. Esto es precisamente lo que uno


61
llama leyes en el sentido más general de la palabra. ¿Puede haber ciencia

donde no hay leyes?

No es necesario explicar extensamente cómo tal limitación será eliminada

tan pronto como veamos en las diferentes ciencias las ramas de una misma

ciencia que las abarque a todas y a la que demos el nombre de sociología.

Desde el momento en que uno cultive una de esas disciplinas ya no será

posible permanecer ignorante de las otras; los fenómenos se estudiarán en

su reciprocidad como funciones de un organismo dado y estarán

íntimamente conectados como producto de ese entrelazamiento.

Productos de la sociedad, ahora los percibimos como funciones de la

sociedad y no como funciones del individuo y, en este sentido, pueden ser

inteligibles. Dependiendo de la forma en que la sociedad está constituida y

del modo en que nosotros estamos individualmente constituidos, uno puede

explicar por qué estos hechos aparecen bajo una forma más que de otra. Es

por esta razón que dejan de agitarse en esta especie de danza, por la cual

tienen éxito de escapar a las investigaciones de la ciencia, y que devienen en

el substrato que los vincula al resto de los hechos humanos.

Esto es lo que constituye el sustrato social y así es como podemos tener

éxito en establecer relaciones definidas entre esos hechos y en determinar

62
leyes, propiamente hablando. Sin embargo, otra causa ha contribuido a este

cambio de orientación. Si uno está por investigar las leyes del fenómeno

social, debe saber primero lo que son las leyes naturales y los métodos

mediante los cuales uno las puede descubrir; tal intuición sólo se puede

adquirir en la práctica de las ciencias en las que esta clase de hallazgos se

realizan todos los días, es decir, en las ciencias naturales. Los escritores

devotos de los estudios sociales especiales, los economistas y los

historiadores, poseen una cultura que es más literaria que científica.

En general, tienen una muy vaga noción de lo que es una ley. Los

historiadores sistemáticamente niegan la existencia de leyes en el ámbito

completo de lo social, y los economistas destacan por confundir las leyes con

teoremas abstractos expresados simplemente como posibilidades

ideológicas, no teniendo nada en común con la palabra ley como es usada en

la física, la química y la biología. Por el contrario, los pensadores que primero

usaron la palabra sociología y quienes, como resultado, anticiparon la

afinidad entre esos fenómenos que parecen independientes unos de otros,

Comte y Spencer, estuvieron muy familiarizados con el uso de esos métodos

en las ciencias naturales y con los principios sobre los que están fundados.

La sociología nació a la sombra de esas ciencias, e íntimamente en contacto

con ellas incluyó en su esfera de acción a todas esas ciencias sociales

63
especiales que abarca en principio y que hoy en día se encuentran

conformadas en un nuevo espíritu.

Todo ello sin dejar de reconocer que, entre los primeros sociólogos, algunos

se equivocaron en exagerar esta relación hasta el punto de no comprender

la independencia de las ciencias sociales y la autonomía de la que deben

gozar con respecto a las otras ciencias que las precedieron. Pero estos

excesos no deben llevarnos a olvidar cuán valiosos son esos preceptos

asentados de pensamiento científico.

Debemos admitir que el término sociología, con el significado que le hemos

dado, no es una simple adición al vocabulario, sino que es y contiene el signo

de una reconfiguración de todas las ciencias que estudian los asuntos

humanos; y ésta es la tarea de la sociología en el movimiento científico

actual. Bajo la influencia de las ideas representadas en esta palabra, todos

los estudios que hasta ahora han tomado su fuente más de la literatura o de

la erudición, muestran que sus afinidades reales están en otra parte y

buscan su modelo en una dirección distinta. Más que detenernos en la

consideración de eventos sobre la superficie de la vida social, sentimos la

necesidad de investigar las fuentes más profundas de la vida social, las más

64
íntimas, las fuerzas impersonales y escondidas que motivan a las personas

y a la colectividad. Tal inclinación ya ha sido vista entre los historiadores;

pero corresponde a la sociología proveer esta tendencia con una conciencia

más clara. Ciertamente, el movimiento se encuentra aún en sus inicios, pero

ya hay un buen comienzo, y nuestra tarea en el presente es sólo acelerarlo y

darle una dirección específica.

Sin embargo, no estamos diciendo que la sociología deba limitar se siempre

a ser únicamente un sistema de ciencias especiales. Si todos los fenómenos

que esas ciencias observan están relacionados, si éstos son sólo especies de

un mismo género, hay razón para preguntar qué les da esa unidad con el

género mismo y esta es la tarea de una rama especial de la sociología. La

sociedad, la vida social en el complete alcance de su desarrollo, forma una

totalidad. Y una ciencia no cubre esa totalidad, pues estudia sus elementos

de manera separada. Después del análisis debe haber una síntesis, que

muestre cómo los elementos se juntan en el todo. Esta es la justificación

para una Sociologie Générale. Si todos los fenómenos sociales presentan

ciertas características comunes es porque todos derivan de la misma fuente,

o tienen raíces de la misma especie. Encontrar esas raíces primarias es la

tarea de la sociología general.

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En asuntos de morfología, la sociología deberá indagar cuál es el grupo

elemental que da origen crecientemente a grupos complejos. Como en la

fisiología, se preguntará qué fenómenos funcionales elementales en sus

combinaciones y permutaciones han formado progresivamente los

fenómenos complejos crecientes que han emergido en el curso de la

evolución.

Pero el valor de la síntesis depende claramente del valor del análisis en el

que las ciencias especiales están comprometidas. Por lo tanto, es necesario

para nosotros atender y desarrollar esas disciplinas especiales. Esto último

parece ser la tarea más urgente que confronta a la sociología hoy en día.

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Recapitulación
A lo largo de este capítulo que es el más concentrado y teórico de la materia

por así decirlo, el alumno tuvo oportunidad de analizar temas sustanciales

en el estudio de la sociología como lo son, el método o métodos utilizados,

el carácter científico de la sociología, a que se refiere epistemología y cuál es

el método empírico.

Analizando por último de forma detallada el estudio de la sociología jurídica,

cual es el estudio de esta disciplina y en qué se diferencia con la sociología

en general.

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Conclusión

A lo largo del presente bloque se analizaron temas conceptuales y teóricos

sobre los métodos utilizados en el estudio de la sociología jurídica por lo que

se invita al alumno a realizar las siguientes reflexiones:

¿Cuál método llamo más tu atención?

¿Define epistemología en una sencilla frase con tus palabras?

¿en qué se centra el estudio de la sociología jurídica a diferencia de la

sociología en general?

Por lo que se les invita a que sigan motivados en la continuación del quinto

y último bloque de esta materia.

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Fuentes de consulta

Marini, M. (1994). Las raíces del pensamiento latinoamericano. Documento

en línea. Recuperado de http://www.marini-

escritos.unam.mx/083_sociologia_latinoamericana.html

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balances y una propuesta de interpretación desde la historia

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Moya, L., y Olvera, M. (2013). La historiografía de la sociología en México:

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Uña, O. (2005). La constitución de la sociología como ciencia. Revista

Castellano-Manchega de Ciencias Sociales, (7), pp. 91-116. Recuperado

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