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Psicológicamente es totalmente posible que el inconsciente o un

arquetipo se apoderen completamente de un hombre y determinen


su destino hasta en los detalles más pequeños. (Carl Gustav Jung.
Respuesta a Job, 1952).

El místico, dotado de talentos naturales y siguiendo la instrucción


de un maestro, entra en las aguas y descubre que sabe nadar,
mientras que el esquizofrénico, sin preparación, sin guía y sin
talentos, ha caído, o se ha lanzado intencionalmente y se está
ahogando. (Joseph Campbell, 1984)

ARQUETIPOS JUNGIANOS EN LA INICIACIÓN MASÓNICA

Valle de Santago, 29 de julio E:.V:.

Patricio Ibarra Fernández


M:.M:.
A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.

Introducción
Todos los aquí presentes compartimos un imaginario común, todos los aquí presentes vivimos
el rito de inciación masónica. Siendo diferentes podemos ser iguales, pensando y viviendo de modos
distintos convivimos formas y ritos comunes. Muy Q:.Q:.H:.H:. esta plancha, Arquetipos Jungianos en
la Iniciación Masónica, busca generar un nexo entre el simbolismo de la iniciación masónica y el
simbolismo universal de los arquetipos desarrollados en la psicología jungiana. En esta plancha se
dearrollarán en primer término las conceptualizaciones jungianas respecto de la consciencia y el
incosciente, posteriormente desarrollaré una breve referencia a los arquetipos y sus símbolismo
transcultural, para luego describir el proceso de individuación y su vinculación con la iniciación
masónica. Concluiré esta palncha con algunas reflexiones en torno a los efectos prácticos que es posible
coludir de esta exposición.

Desarrollo
Carl Gustav Jung nace en Suiza en 1875 y muere, en ese mismo país, en el año 1961. Jung desde
muy joven identifico en él dos mundos, uno real y concreto y el otro de los sueños y las subjetividades.
Por eso decidió ustudiar psiquiatría, ya que en esta disciplina confluían la rigurosidad de la ciencia y el
estudio de las subjetividades. Jung fue discípulo de Sigmund Freud hasta que cuestinó su modelo del
aparato psíquico, dando inicio a su propia investigación clínica y sistematización de su modelo teorico a
partir del año 1913.
1. Lo Inconsciente
Proyectar nuestro mundo interior hacia fuera es algo que hacemos constantemente, la mayoría
de las veces de manera inconsciente, pero estas proyecciones pueden ser herramientas útiles para
adquirir autoconocimiento. “Son imágenes que lanzamos al exterior, como los reflejos de un espejo de
nuestra realidad interior que nos permiten conocernos”1.
Tanto la psiquiatría, como el psicoanálisis y la psicología recurren al inconsciente como origen
de muchos procesos psíquicos. Pero el inconsciente no fue descubierto por Freud; varios
investigadores (Henri Helenberger-1970 y Lancelot Whyte-1979) afirman que la existencia de partes de
la psique que escapan al control de la conciencia ya era reconocida por hebreos, hindúes y cristianos de
la Edad Media, entre otros2. Posteriormente Filósofos como Leibniz, Schellig, Hegel, Schopenahuer y

1 Sallie Nichols en Jung y el Tarot, Un Viaje Arquetípico, pag. 27, desimosexta edición, año 2013.
2 Jung o La Búsqueda De La Identidad, Anthony Stevens, pag. 22, año 1994.
Nietzche también aludieron a un proncipio dinámico por debajo de la conciencia. Pero no es hasta
Frued que los procesos inconscientes logran ser sistematizados en un modelo del aparato psíquico, el
que fue desarrollado especialmente por el el análisis de los sueños y la asociación libre que Freud realizó
a muchos pacientes. Sin embargo, para Feud el inconsciente esta formado por los recuerdos propios del
individuo y cuando esos recuerdos son reprimidos son invariablemente de carácter sexual. Esta
vinculación de causalidad que realiza Freud entre el inconsciente y la sexualidad humana es el punto
central de la diferenciación con Carl Jung. Para Jung el inconsciente no solo tiene cotenidos personales
ni mucho menos que estos contenidos se reducen a la sexualidad, sino que muy por el contrario el
inconsciente constituye el reservorio de la acumulación de la experiencia de la humanidad desde su
origen.
Para poder comprender los arquetipos y su funcionalidad es indispensable utilizar como marco
de referencia el modelo de jungiano de la psique. En este modelo el yo aparece girando en una franja de
conciencia alrededor de un núcleo central: el sí-mismo. Las franjas concéntricas interior e intermedia
representan el inconsciente colectivo y el inconsciente personal, respectivamente. Las unidades
funcionales que forman el inconsciente personal con los complejos, y las que componen el inconsciente
colectivo son los arquetipos. Estos componentes funcionales no deben entenderse como elementos
fijos o estáticos, sino como sistemas dinámicos inmersos en un proceso constante de interacción y
cambio. Todos están bajo la influencia coordinadora del sí-mismo

2. Los Arquetipos y el Inconsciente Colectivo


Los arquetipos son las predisposiciones a vivir ciertas experiencias, no son las experiencias en sí
mismas, sino la predisposición heredada a vivir determinadas experiencias. Así pues, los arquetipos nos
predisponen a enfocar la vida y a vivirla de determinadas maneras, de acuerdo con pautas previamente
dispuestas en la psique. Jung dice que hay tantos arquetipos como situaciones típicas de la vida. Hay
figuras arquetípicas (madre, hijo, padre, Dios, sabio), acontecimientos arquetípicos (nacimiento, muerte,
cortejo, matrimonio) y objetos arquetípicos (agua, sol, luna, serpientes). Cada uno de estos arquetipos
forma parte de la dotación global que la evolución nos entrega como equipamiento para la vida; cada
uno halla su expresión en la psique, en el comportamiento y en los mitos. Para Jung “el inconsciente
colectivo es una imagen del mundo que ha tardado una eternidad en formarse. En esta imagen, ciertos
rasgos, los arquetipos o dominantes, han cristalizado en el curso del tiempo. Son los poderes
dominantes”.(OC 7, 151).
Desde esta perspectiva el ser humano recién nacido, lejos de ser una tabula rasa, es una criatura
suamamente compleja, dotada de un inmenso repertorio de expectativas, exigencias y pautas de
respuestas innatas cuya realización y expresión dependen de la presencia de los estímulos adecuados del
entorno. Jung denominó Sí-mismo al total de esta dotación, las demás estructuras psíquicas (yo,
persona, sombra y animus) nacen de esta matriz y permanecen bajo su influencia orientadora.

3. El Proceso De Individuación
Este es sin lugar a dudas el tema central de toda la psicología jungiana. En el proceso de
individuación se explican y conjugan todos los elementos que hemos venido considerando a lo largo de
esta plancha. “Se trata, en principio, de una tendencia espontánea, natural y autónoma, de origen
inconsciente. Constituye el paralelo psicológico del proceso de crecimiento y transformación corporal. Su
meta es la realización plena de la personalidad total o, dicho de otro modo, la autorrealización del
individuo. Implica el encuentro con el sí-mismo y, por lo tanto, el logro de una identidad única al tiempo que
compartida en todo lo de más auténticamente humano que hay en cada uno de los individuos de la
especie”. (Tesis Doctoral: Los Modelos Terapéuticos De Carl Jung y De Carl Rogers, Marco A.
Recuero, 1998).
Este proceso implica, por una parte, la diferenciación creciente de cada uno de los elementos de la
psique y, por otra, también la armonización creciente entre ellos. Especialmente significativo es, en este
sentido, el desarrollo de los pares de opuestos y sus interrelaciones e integraciones.
El comienzo de este proceso está en el inicio mismo de la vida humana y, a nivel orgánico, ocurre
con o sin la participación de la conciencia. En este sentido, lo que podríamos llamar “individuación
natural”, es prácticamente indistinguible de la maduración normal. Sin embargo, en un sentido psicológico,
que es el que interesaba a Jung, se lleva a cabo o no, por decisión ética consciente, a partir de la crisis del
solsticio, es decir desde la segunda mitad de la vida. La participación de la conciencia del yo es fundamental
para su consecución y en la medida que éste asuma un papel de colaborador, coautor y receptor agradecido
de lo que el inconsciente le ofrece. Situación que normalmente encontramos en aquellos que están más
interesados en la búsqueda y realización del sentido de la existencia, sin conformarse con ser “normales” al
estilo de las mayorías.
Según Jung, el proceso de individuación puede encontrarse expresado simbólicamente en el mito
del héroe, o en la elaboración alquímica o en diversos ritos de iniciación. De entre los diversos escritos
jungianos o de estudiosos de su obra que han intentado organizar secuencialmente este proceso, la
sistematización en etapas que ha descrito Vázquez (1981b, 1986), siguiendo los pasos que se dan en el mito
del héroe, me ha parecido de especial riqueza. Por eso la tendré como referente en la descripción de la
evolución del proceso de individuación que a continuación expondré.
Las etapas que describiré son las que se asocian exclusivamente a la iniciación masónica y por tanto
con el simbolismo del primer grado. Existen otras etapas del proceso de individuación que son materia de
otros grados que no serán desarrolladas en esta plancha. El número, tiempo y secuencia de estas etapas
varía de sujeto en sujeto. De todas maneras, es importante resaltar que parecen darse siempre en un mismo
tipo de alternancia: primero hay un tiempo desalienante o descentrador del ego y luego un tiempo
integrador y centrador en el Si-mismo, que se va convirtiendo poco a poco en el verdadero eje de la
personalidad.
La llamada o vocación
En términos psicológicos, se trata de una conmoción interna producto de la insatisfacción con la
vida que tiene el sujeto. “Algo” dentro (el Sí msmo), le dice que ya no puede seguir así y lo invita a tomar la
determinación de un auténtico encuentro consigo mismo.
El desenmascaramiento
Normalmente, el héroe tiene que salir además de la ciudad y de su tierra. Una de sus primeras
aventuras será el encuentro con el enmascarado con quien primero luchará para, en un segundo momento,
reconocerlo como un amigo o un hermano o un gemelo. Es decir, un aspecto de sí mismo.
En términos psicológicos, esto significa desalienarse de la persona con la que el ego se había
identificado. Se trata de ir despojándose de las múltiples máscaras con que había ido construyendo una
identidad basada en las apariencias y, principalmente, en su profesión o rol social. Ahora debe dejar de lado
el “aparecer” para poder encontrarse con su “ser”.
La integración de la sombra o la aceptación integral
Nuestro héroe o heroína se encuentra ahora con el personaje siniestro que intenta cerrarle el paso,
habrá un primer momento de lucha y victoria para luego reconocer, en un segundo momento, que se trata
de un amigo o de un hermano. Es decir, de otra parte de sí mismo. Psicológicamente, se trata de la
integración de la sombra, que corresponde a gran parte de los contenidos del inconsciente personal y
también a la consideración del problema del mal. El ego había reprimido y, por lo tanto proyectado en
otros, todos los aspectos de sí que consideraba negativos, defectuosos o reprobables. Ahora debe
reconocerlos y aceptarse tal como es, con sus lados buenos y sus lados malos, al tiempo que es capaz de
asumir responsabilidad por todos sus actos. Esto también implica hacerse solidario y sentirse partícipe
respecto de la problemática del mal en el mundo. Es un paso ganado en la verdad de sí mismo que, por
consiguiente, facilita además la comprensión y aceptación de los demás.
4. Iniciación Masónica y Sus Arquetipos
Profanamente llaman a las puertas del templo-¿quién es el osado que así viene a interrumpir nuestros trabajos?-
Es un profano que desea ser iniciado en nuestras prácticas y enseñanzas-¿con qué título pretende semejante favor?-con el de
venir válidamente recomendado. Este es el diálogo que escuchamos el día de nuestra iniciación cuando
golpeamos desordenadamente las puertas del templo masónico. En respusta a nuestro anhelo,
inmediatamente se nos confronta con nuestra identidad, nuestra naturaleza, nuestra condición, “con qué
título pretende semajante favor”, (osea ¿quién es?¿de dode viene?¿qué ha hecho?). Imposibilitados de
responder directamente, el Experto que guía nuestra ceguera inmediatamente señala a un tercero, es un
tercero el que nos recomienda, “el de venir válidamente recomendado”.
Todos los aquí presentes recordamos lo que sucede a continuación. Lo interesante de este
instante del rito de iniciación masónica es que señala las dos dimensiones de la existencia humana, la
primera es el de la identidad o de la personalidad del iniciado y la segunda dimensión es la del contexto
social, de su grupo de referencia. Instituye la relación entre individuo y sociedad, los dos mundos que
en relación dinámica establecen los límites entre el interior y el exterior de la existencia humana, quedan
reconocidos como los ámbitos de validación que dan sustento a la existencia. Para Jung la relación que
se da entre la personalidad y su entorno social es un efecto de los procesos conscientes e inconscientes
del ser humano. La personalidad tiene una directa relación con el “yo” que se anida en la consciencia,
mientras que el entorno social se arraiga en el inconsciente personal, que no solo es el reflejo de todas
las experiencias que el individuo acumula a lo largo de su vida, sino que además de todas las
experiencias que la humanidad tiene desde sus orígenes y que se acumulan en el inconsciente colectivo.
Pero lo que hace más interesante este momento es que nuestra mente esta desconcertada,
venimos del cuarto de reflexiones, estamos en controversia con dos mundos, el mundo interior de las
propias reflexiones y el mundo de los acontecimientos: vestimenta, ceguera, símbolos de la cámara de
de reflexiones, etc. En esta maraña de afectos, pensamientos y confusiones se problematiza nuestra
identidad y su origen. Quedando así anuncidas todas las imágenes arquetípicas del yo, de la máscara, de
la sombra y del sí-mismo que se dinamizarán a través del rito.
El primer encuentro ritual con nuestra sombra lo tenemos en la cámara de reflexiones, cuando
estamos buscando el sentido profundo de la existencia, aproximándonos a la tensión de sus límtes
polares, entre la vida y la muerte, nos enfrentamos a nuestros aspectos reprimidos en el inconsciente
personal. Las primeras imágenes arquetípicas aparecen en el simbolismo de la calavera, el pan, la sal, y el
azufre. Las preguntas testamentarias respecto de nuestros deberes con los semejantes y con nosotros
mismos nos hacen problematizar lo que hemos hecho, lo que hemos vivido y lo que hemos aprendido,
pero también nos contactan por antonomasia con lo que dejamos inconcluso, con lo que deseamos
pero nunca concretamos, con el dolor que generamos, con nuestras promesas no cumplidas, con los
sueños pendientes, con todos esos aspectos de nuestra personalidad que quedaron ensombrecidos;
estamos ante la coexistencia de lo que somos y de lo que deseamos ser. Así el recuerdo que deseamos
dejar de nuestros días y nuestra última voluntad son preguntas testamentarias que nos permiten integrar
nuestra sombra, la aceptación de la verdad de lo que somos y, por consiguiente, facilitar la comprensión y
aceptación de los demás.
El encuentro ritual con la máscara se da de manera indirecta con el desenmascaramiento que se
vive en el abandono de los metales, todas nuestras falsas identificaciónes y sus múltiples máscaras son
puestas en paréntesis o suspensión momentanea para que nos alineemos con el sí-mismo, el verdadero
centro de la existencia.
Las etapas arquetípicas de la vida se encuentran simbolizadas en los viajes misteriosos que el
candidato debe emprender y que guardan directa relación con los elementos identificados en cada uno
de ellos; agua, aire y fuego. La madurez y la vejez establecen los puntos de inflexión simbolizados en la
apertura y cierre de los trabajos, de medio día a media noche; expresiones que están tomadas del ciclo y mito
solar en directa coherencia con su perspectiva arquetípica. De hecho la perspectiva jungiana prefiere darle
relevancia a la consideración de dos grandes etapas en el desarrollo: la que comprende aproximadamente la
primera mitad de la vida (hasta los 35-40 años), y la que abarca la segunda mitad aproximadamente (desde
los 50-55 años y hasta la muerte). Entre ambas se ubica la crisis del mediodía o del solsticio. Estas dos
etapas (y la crisis intermedia) se caracterizan por un funcionamiento psicológico muy diferente que Jung
llamó psicología del amanecer y psicología del atardecer, respectivamente. Es por esto Q:.Q:.H:.H:. que la referencia
masónica “a su hora y a su edad” en ningún caso busca limitar el acceso al conocimiento iniciático, sino que
muy por el contrario reconoce que este conocimiento solo se asienta con la madurez de los años.
La integración de los opuestos es la función operante que facilita el proceso de individuación
orientado por el Sí-mismo. Esta vivencia de integración tiene múltiples expresiones simbólicas, muchas de
las cuales Jung estudió: el círculo, la cuaternidad o tétrada, el mándala., las bodas sagradas, etc. Todas
indican plenitud vital y totalidad unificada. Esta integración queda reflejada en diversos símbolos del
templo masónico, especialmente en el mosaico, en el sol y la luna, pero muy especialmente con la
imagen arquetípica del G:.A:.D:.U:. que es presentada al candidato en su iniciación.
Asi como en nuestra vida cotidiana el Anima es el elemento mediador del yo con el
inconsciente, durante toda las transiciones ritualísticas de la iniciación siempre hemos sido guiados por
una mano fraterna, cuya imagen arquetípica es el experto. Desde el punto de vista psicológico lo que se
actualiza en la iniciación masónica es una metáfora del encuentro entre el yo y el sí-mismo que se da en el
proceso de individuación. En esta metáfora la personalidad debe iniciar el verdadero encuentro con el
centro de su totalidad, para asumir las grandes capacidades que están en el inconsciente arquetípico y
comenzar el extenso camino a la autorrealización.

5. Reflexiones Finales
Cuando salimos de un encuentro iluminador con el inconsciente, no somos la misma persona
que eramos antes. A menudo experimentamos una reacción retardada cuando volvemos a nuestra vida
cotidiana con una gran cantidad de pequeñas visiones, pequeñas vivencias sembradas que madurarán
con el pasar de los días, meses y años. Pero sean cuales sean las ideas o intuiciones que nos lleguen y
como nos lleguen, invariablemente producirán un cambio en nuestra imagen interior que se reflejará en
nuestro comportamiento exterior, con nuevas actitudes, motivaciones y conductas. Estas nuevas
formas de ser producirán nuevas reacciones de las personas y situaciones que nos rodean. Pero lo más
relevante es que a medida que evolucionamos y nos transformamos, nuevas vías de interés y nuevas
elecciones se abrirán delante de nosotros, de manera que no solamente volveremos a nuestra antigua
vida de manera nueva, sino que comenzaremos a atraer una vida completamente nueva de maneras
distintas. La gran posibilidad que nos brindan los arquetipos de la iniciación es la creación de un nuevo
e impredecible futuro.
Pero el masón no puede vivir en el futuro, su iniciación lo tensiona entre su propio
autoconocimiento y su deber con el mundo, en el aquí y el ahora. Comprender que el
autoconocimiento implica un encuentro con el inconsciente establece una responsabilidad concreta con
iniciar, desarrollar y profundizar en la instrospección; responsabilizarce por conocer y comprender la
propia afectividad, para distinguir entre las necesidades del ego y las inspiraciones que genera el sí
mismo para la autorealización. Coloca el foco de la atención sobre los acontecimientos del entorno
pero en relación con la propia conciencia. Problematizando las intenciones que exiten frente a cada
motivación y a cada conducta. En definitiva se trata de cuestionar las propias opiniones y valorizaciones
que se hacen respecto del mundo interior y del entorno que lo perturba.
El sentido de la iniciación masónica entendida como una alegoría que representa las etapas
iniciales del proceso de individuación, establece un cambio de paradigma para todos sus iniciados. Dejar
los metales es abandonar el ego para vivir en la desnudez y transformación de la consciencia, en el
encuentro con nuestra máscara, nuestro animus y nuestra sombra. Comprender esto para integrarlo
como una nueva forma de vida nos responsabiliza sobre nuestro propio observar, sobre el sentido
profundo de nuestro actuar y el verdadero propósito de nuestra existencia. Se establece la
responsabilidad frente nuestro propio accionar antes de actuar y operar en el mundo; quedando
nuestras conductas condicionadas a la valorización de las intenciones que lo motivan. Indudablemente
el encuentro con el inconsciente y su integración a través de su interpretación simbólica ampliará
nuestro autoconocimiento en el presente con una profunda derivación en el futuro.
El rito iniciático masónico, al activar la potencia de los arquetipos que integra, no garantiza
nuestro proceso de individuación. Muy por el contrario, el iniciado deberá responder a este llamado
para comenzar un arduo trabajo de autorealización. No es fácil Q:.Q:.H:.H:. enfrentar nuestra máscara,
ni menos nuestra sombra. Recuerden que el ego nos corrompe con el poder y la ambición. No es
sencillo reconocer las propias limitaciones para integrarlas porque son demasiadas máscaras las que nos
desorientan. Muchas veces la humildad imprescindible para ver nuestras propias limitaciones queda
eclipsada por nuestras ambiciones de reafirmación y validación social. Más de lo que imaginamos y
deseamos sucumbimos frente a las imágenes y símbolos revestidos en el oropel de grandes dignidades.
A menudo olvidamos que la iniciación es una etapa fundamental para la introversión, para
observarnos y conocernos con absoluta honestidad. No es sencillo enfrentar nuestra arrogancia, ni
menos aun reconocer el egocentrismo oculto tras las ideas y sus afectos, que a menudo denostan
nuestras actitudes y conductas. Antes de enfrentar el mundo y ser los grandes constructores de una
sociedad mejor, debemos superarnos a nosotros mismos erradicándo los gérmenes de la egolatría y su
egocentrismo, el afrecho en el que germina la corrupción de lo humano. No debemos mirar muy lejos
para observar esta corrupción que opera de manera sistemática en la gran mayoría de las relaciones
cotidianas, de familia, de pareja, laborales, académicas, religiosas, políticas e incluso en nuestra propia
institución.
Continuamente nos vemos en la obligación de tomar decisiones y asumir las consecuencias
psicológicas que necesariamente acompañan a nuestras decisiones. Así es el mosaico de la vida muy
Q:.Q:.H:.H:., este es el llamado de nuestra iniciación: debemos integrar opuestos para comprender el
sentido de nuestra existencia, observarnos y superarnos para desarrollar nuestro proceso de
individuación. El masón junto sus símbolos es el héroe que busca iluminar con la luz de la consciencia
lo inconsciente; dar un sentido superior a su existencia para transformarse a sí mismo y al mundo.
Actuar con convicción comprendiendo a cabalidad su realidad interior, la de su entorno y la doctrina
masónica.
S:.F:.U:.
Referencias bibliográficas y Citas:
Textos Varios Del Diplomado en Psicología Jungiana de la Universidad Católica, año 2016;
El Hombre y Sus Símbolos, Carl Jung y otros, año1995;
Obras Completas de Carl Gustav Jung;
Jung, o la búsqueda de identidad, Anthony Steven, año 1994;
Jung y El Taror, un viaje arquetípico, Sallie Nichols; año 2013;
Tesis Doctoral: Los Modelos Terapéuticos De Carl Jung y De Carl Rogers, Marco A. Recuero, 1998.

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