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Materiales Docentes de Derecho Procesal I

© Prof. José María Ruiz Moreno

Lección 5ª. EL PROCESO (I)


RÉGIMEN GENERAL. LOS PRINCIPIOS Y FORMAS DEL PROCESO
1. Concepto y naturaleza jurídica del proceso.-2. Proceso, procedimiento y juicio.- 3. Diferentes tipos de
procesos: Proceso de declaración, proceso de ejecución y proceso cautelar.- 4. Los procesos en el orden
jurisdiccional civil: procesos ordinarios y procesos especiales.- 5. Los principios del proceso.

1. Concepto y naturaleza jurídica del proceso


En temas anteriores nos hemos ocupado de la jurisdicción (así como de sus diversas
perspectivas), en este tema vamos a estudiar el segundo de los conceptos fundamentales
del Derecho Procesal: el proceso.
Ya adelanté que el proceso es el instrumento de que se sirve la jurisdicción para
realizar su función de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado. En efecto, cuando un juez o
tribunal dice el derecho al caso concreto (juzga o ejecuta lo juzgado), lo hace
inexcusablemente a través de una actividad compleja compuesta de una sucesión de
actos, determinados legalmente, que constituyen el proceso. Es importante que
comprendamos en este momento que el proceso tiene naturaleza instrumental, en el
sentido de que la actividad jurisdiccional de jueces y magistrados no puede llevarse a
cabo sino a través del proceso; esto es: no puede haber actividad jurisdiccional sin
proceso; del mismo modo que los litigantes no pueden ejercitar el derecho de acción
(derecho a la tutela jurisdiccional), sino es iniciando un proceso ante el tribunal
competente. Con lo cual puede intuirse fácilmente la importancia que tiene el proceso
con respecto a los otros dos pilares esenciales del Derecho Procesal: la jurisdicción y la
acción procesal. De hecho, de entre las posibles denominaciones que podría tener la
asignatura que explicamos, precisamente la de Derecho “procesal” es la que finalmente
se ha impuesto, y también por ello nuestra asignatura se ocupa de estudiar los diferentes
tipos de procesos: civil, penal, laboral, etc.
Ahondando algo más en el contenido del proceso, también se dice de él que es un
camino o cauce ordenado de actos jurídicos procedentes tanto de las partes como del
órgano judicial. Bien pensadas las cosas, esa asimilación entre proceso y “cauce” y/o
“camino” es bastante didáctica puesto que da cabal idea de: proceder o de actividad de ir
avanzando 1; y también de un conjunto de actos ordenados que no se llevan a cabo de
forma instantánea, sino que por el contrario se suceden progresivamente en el tiempo.
Lo acabado de expresar es importante por varios motivos. En primer lugar, porque
cuando se origina un conflicto jurídico y el mismo se judicializa, el proceso permite
ordenar y reconducir toda la actividad generada tanto por el tribunal que conoce del
mismo (poderes y deberes del tribunal; resoluciones judiciales, etc.), como también la
actividad de los litigantes (deberes, cargas y obligaciones de las partes, actos procesales
como la demanda y la contestación, la solicitud y práctica de la prueba, etc.). En segundo
lugar, el proceso es una creación artificial, y más concretamente de la ley, que da lugar a
un conjunto de actos procesales que se suceden de manera reglada y que lleva aparejado
el trascurso del tiempo. Que el proceso sea una serie o sucesión de actos jurídicamente
reglados significa que es la ley positiva la que crea el proceso, o mejor dicho, crea
procesos, o distintos tipos procesales concretos, como tendremos ocasión de ver.

2. Proceso, procedimiento y juicio


Los términos “procedimiento” y “juicio” acostumbran a ser empleados tanto en la
literatura jurídica como en el lenguaje del foro como sinónimos al de “proceso”, y si bien
es cierto que en ciertas ocasiones no existe mayor problema en identificarlos, si conviene
hacer ciertas precisiones sobre el lenguaje correcto de cada uno de ellos, puesto que nos
ayudará a comprender su correcto significado teniendo en cuenta el contexto donde sean
utilizados.

1
Y así p. ej. la demanda es el acto que da inicio al proceso, mientras que la sentencia comúnmente le pone
fin. Como puede comprenderse entre estos dos actos (de inicio y de finalización del proceso) hay otros
muchos que se irán analizando.
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2.1. Proceso y procedimiento. El término procedimiento posee un significado más


amplio que el de proceso, puesto que puede darse en cualquier actividad jurídica;
mientras que el proceso es un término propio y exclusivo de la actuación jurisdiccional;
y por ello las leyes procesales, la doctrina y la jurisprudencia cuando utilizan o emplean
el término proceso se están refiriendo al proceso jurisdiccional.
En el ámbito procesal, el procedimiento es la apariencia o forma externa [papel de
oficio, idioma, forma o acto escrito u oral…] de los actos procesales ya se les observe
aisladamente o en conjunto, puesto que constituye el lado externo o la forma de un acto
o de un conjunto de actos procesales. El proceso es una serie o secuencia de actos de los
sujetos procesales (procedentes de las partes, del órgano jurisdiccional y de otros
sujetos), que intervienen simultánea o sucesivamente y que generan situaciones
subjetivas, o también que expresan o reflejan declaraciones y manifestaciones de
voluntad, que serán enjuiciadas en la resolución final.
El proceso en su desarrollo necesita del procedimiento, pero como se ha visto no son
una misma realidad: son diferentes. Es más, bajo la cobertura formal de un
procedimiento pueden tramitarse varios procesos (ej. en los supuestos de acumulación).
No siempre que existe un procedimiento judicial hay proceso —por ej., la conciliación
ante el Juez de Paz tiene su propio procedimiento pero no hay proceso jurisdiccional—.

2.2. Proceso y juicio. En general, la LEC suele identificar juicio con los términos
proceso y/o procedimiento (vgr. juicio ordinario) o, inclusive, con una fase dentro del
mismo (vgr. juicio oral).
En sentido estricto, juicio es acción de juzgar, actividad intelectual de aplicación del
Derecho al caso concreto. El tribunal juzga no sólo en la sentencia sino a lo largo de todo
el proceso, por eso se ha afirmado que “no se puede proceder sin juzgar, ni juzgar sin
proceder”. Este es el significado que cabe dar a enjuiciamiento [recordemos la
denominación de las dos leyes procesales básicas: Ley de enjuiciamiento civil y Ley de
enjuiciamiento criminal], que refleja el desarrollo de la actividad procesal necesaria para
llegar al momento del juicio. Ahora bien, en un sentido más técnico, el juicio es una
actividad oral o comparecencia oral (a veces también denominada: “vista”) que se realiza
ante un tribunal, y en la cual las partes (sus abogados) de manera oral exponen sus
alegaciones y se practican las pruebas propuestas y admitidas, y tras la cual el juez
(teniendo en cuenta todo ese material) dictará sentencia. Ejemplo de esta actividad la
tenemos en la LEC dentro del llamado juicio ordinario, donde se contempla una fase del
mismo llamada: juicio oral; así como dentro del juicio verbal, en el cual hay una vista.
Como se puede comprobar las denominaciones empleadas por el legislador (sobre todo
en la LEC) inducen a confusión a quiénes no estén mínimamente familiarizados con todo
este tema.

3. Diferentes tipos de procesos: Proceso de declaración, proceso de


ejecución y proceso cautelar (Muy importante)
Tal como se recordará, en un tema anterior me referí a que la actividad jurisdiccional
(al igual que la acción o derecho a la tutela judicial efectiva) puede englobar dos
actividades diferentes: la actividad declarativa (consistente en decir el derecho al caso
concreto), y la actividad ejecutiva (tendente, en caso de ser necesario, a cumplir esa
declaración del derecho). Por lo tanto, dado que no puede ser lo mismo la actividad
declarativa que la actividad ejecutiva, nuestro ordenamiento jurídico contempla dos
procesos distintos para realizar la actividad jurisdiccional: el proceso declarativo y el
proceso de ejecución; si bien también cabe la existencia de una tercera actividad o
proceso, llamado: proceso cautelar (las medidas cautelares) al que también me referiré
brevemente.
Es importantísimo aclarar en este momento y a los efectos de evitar confusiones
posteriores, que el legislador español contempla varias clases o tipos de procesos
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atendiendo a la existencia en ellos de distintos factores o singularidades. Así por ejemplo,


si se toma en consideración la concreta actividad jurisdiccional o clase de tutela que el
tribunal despliega en el proceso, hablamos de proceso declarativo, de proceso de
ejecución o de proceso cautelar (enseguida me referiré a ellos). Si por el contrario, lo que
se toma en consideración es la clase de derecho material o interés que se trata de proteger
en el proceso, es cuando cabe distinguir entre: proceso civil; proceso penal; proceso c-a
y proceso laboral o social (bien entendido que en cualquiera de estos últimos procesos
existe actividad declarativa, ejecutiva y cautelar). Por último, existe una última
clasificación que sobre todo es propia del proceso civil, y que distingue entre: procesos
ordinarios y procesos especiales. Soy consciente que toda esta suerte de clasificaciones
puede parecer confusa y hasta innecesaria, pero en la medida que su utilización por el
legislador y por la jurisprudencia es de uso constante, es de sumo interés que nos
vayamos familiarizando con todas ellas.

3.1. Proceso de declaración


El proceso de declaración es el cauce o camino por medio del cual el juez o
magistrado declara el derecho al caso concreto, o mejor aún, dota de seguridad y
certidumbre a una relación humana que con anterioridad carecía de la misma, y esto lo
hace a través de una sentencia o resolución equivalente que le pone fin. Siguiendo a G.
Ormazabal, en el proceso de declaración tienen lugar, sobre todo, dos clases de
actividades u operaciones: las alegaciones de las partes (esto es, por medio de los
instrumentos de ataque y de defensa), y la práctica de la prueba sobre los hechos
previamente alegados. Con posterioridad, la sentencia del tribunal ha de basarse en
aquellas alegaciones y pruebas, poniendo fin a la primera fase del proceso declarativo
(también conocida como primera instancia). Además, habitualmente las leyes procesales
prevén la oportunidad de interponer recurso frente a esa sentencia, y con lo cual se inicia
una segunda fase del proceso declarativo que se conoce como: segunda instancia.
Inclusive, en ciertas ocasiones, existe aún la oportunidad de casación ante el TS o un TSJ.
Ahora bien, cuando no se interpone recurso o ya han sido resueltos todos los recursos
establecidos por el legislador, la sentencia adquiere firmeza y, salvo en ciertos supuestos,
esta resolución queda entonces revestida de la autoridad de la cosa juzgada o firmeza (es
decir: es inatacable). El proceso de declaración llega de esta forma a su fin; si bien como
es fácil presuponer, si la sentencia de la primera instancia no se recurre2, pues
sencillamente la firmeza o cosa juzgada se produce ahí, y de esta manera el proceso
también tocaría a su fin.

¿Qué tipo de tutelas o peticiones se pueden solicitar por medio del proceso
declarativo?

Es muy conveniente saber que a través del proceso declarativo se pueden tratar y resolver
situaciones jurídicas de muy diversa naturaleza 3. Es por ello que el art. 5 LEC trata de las clases
de acciones o peticiones de tutela jurisdiccional que el actor o demandante puede solicitar en el
proceso declarativo, y cuales son: a) Acciones o peticiones declarativas de condena, es
decir se solicita del juez la declaración de un deber de prestación y mandato de cumplirlo (pues,
solo en caso de no haber cumplimiento podría iniciarse el proceso de ejecución); b) Acciones o
peticiones mero-declarativas de un derecho, es decir, ahora se pide una tutela consistente en
la afirmación de existencia o inexistencia de un derecho o de una determinada relación jurídica
que, atención, ya existía con anterioridad, pero que se muestra incierta. (ejemplo: el Sr. A puede

22
O el legislador no permite que se recurra, en cuyo caso nada más dictarse esa resolución es firme o
inatacable.
3
Nada más fácil que abrir el Código Civil por su índice para darse cuenta de la inmensa cantidad de
potenciales derechos e intereses susceptibles, en su caso, de protección. Por ej.: persona y familia,
obligaciones, derechos reales, sucesiones, etc. etc. Y con el Código de Comercio y otras leyes, sucede
exactamente lo mismo.
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acudir al proceso solicitando que se reconozca un derecho de crédito frente al Sr. B y que hasta el
momento no aparecía exigible; cosa distinta es que una vez reconocido judicialmente ese derecho
[tutela mero-declarativa] el Sr. B rehúse el pago de lo debido en cuyo caso habrá que instar una
acción declarativa de condena, dado que entonces la tutela mero-declarativa resulta insuficiente
para ese supuesto concreto); y finalmente, c) Acciones o peticiones constitutivas, cuando la
tutela que se solicita va dirigida a la creación, modificación o extinción de una relación jurídica
(p. ej. que se declare la separación o el divorcio del matrimonio formado por el Sr. A y la Srª. B).

3.2. Proceso de ejecución


El proceso de ejecución o ejecutivo es aquella actividad jurisdiccional donde el
órgano judicial lleva a efecto forzosamente lo establecido en la resolución dictada en el
proceso declarativo, para el caso de que el deudor (y condenado en la resolución judicial)
se niegue a cumplir (voluntariamente) lo ordenado en la misma. En ese caso, como
quiera que la actividad o proceso declarativo ha resultado insuficiente, se necesita de una
actividad judicial distinta y complementaria de la declaración del derecho, consistente
en la aplicación de unos medios o mecanismos para conseguir el cumplimiento forzoso
de la sentencia por parte del deudor. A esta sentencia o resolución judicial equivalente,
que da derecho al despacho de la ejecución, se le conoce como título ejecutivo; en este
caso, ese título ejecutivo es de naturaleza judicial o jurisdiccional puesto que procede o
es “construido” en un proceso declarativo. Ahora bien, hay también ocasiones, y esto es
muy importante entenderlo, donde el legislador permite despachar ejecución sobre otros
títulos ejecutivos que NO son formados en el proceso, sino fuera del mismo, en cuyo caso
hablamos de títulos ejecutivos extrajudiciales o extrajurisdiccionales (ej. cuando un
banco o un acreedor tiene en sus manos un crédito plasmado en: pólizas mercantiles,
pagarés, escrituras públicas etc.). Al estudio del proceso de ejecución dedicaremos el
último tema del programa.

3.3. Proceso cautelar


Aparte del proceso de declaración y el de ejecución, igualmente existe una tercera
modalidad de proceso, que es el proceso cautelar, esto es: el proceso en virtud del cual el
órgano judicial puede adoptar las medidas cautelares solicitadas por las partes y que sean
pertinentes. Las medidas cautelares son actuaciones judiciales que normalmente se
adoptan durante la tramitación del proceso declarativo (o incluso antes de la demanda)
con el objeto de asegurar la efectividad de la sentencia estimatoria que eventualmente
puede dictarse. Su necesidad viene dada como consecuencia de la duración inevitable del
proceso declarativo. Esto es, si la sentencia del proceso declarativo se pudiese dictar de
forma instantánea, las medidas cautelares no tendrían sentido; sucede sin embargo que
mientras que se tramita y resuelve el proceso declarativo pueden darse una serie de
circunstancias que hagan completamente inútil la sentencia que en su momento se llegue
a dictar (por muy favorable que la misma sea al acreedor-actor). Por ejemplo, si durante
la tramitación del proceso el deudor-demandado vende o traspasa a terceros sus bienes,
de poco o nada servirá la sentencia que el acreedor obtenga a su favor. Con lo cual, sin la
posibilidad de adoptar durante el proceso declarativo esas medidas cautelares, habrá
ocasiones donde la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) puede resultar ilusoria o inútil.
Ahora bien, si ante las sospechas de que el deudor se deshaga de sus bienes, nada más
iniciar el proceso declarativo se adopta una medida cautelar (p. ej. el embargo
preventivo) habremos conseguido con la misma que sus bienes queden a disposición de
la ejecución que en su día pudiera plantearse 4.

4
El estudio del proceso cautelar (las medidas cautelares) corresponde a la asignatura: Derecho Procesal
II.
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4. Los procesos en el orden jurisdiccional civil: procesos ordinarios y


procesos especiales
En el orden jurisdiccional civil son procesos ordinarios, los previstos por el
legislador para tramitar y decidir la generalidad de los asuntos litigiosos tanto de
naturaleza civil como mercantil, siempre que en ellos se quieren tutelar intereses y
derechos privados. Por el contrario, son procesos especiales los que se prevén en razón a
singularidades o características muy concretas, fundamentalmente atendiendo a ciertas
materias o también a la concreta naturaleza del objeto litigioso (vgr. la tutela del derecho
de familia que, como se sabe tiene un muy particular ámbito de ius cogens).
La LEC prevé dos procesos declarativos ordinarios (el juicio ordinario y el juicio
verbal), y unos pocos procesos especiales (regulados la mayoría en su Libro IV). Y
respecto a la ejecución, la LEC solo prevé un único proceso de ejecución, si bien es cierto
que adopta muy distintas particularidades atendiendo a la naturaleza del título ejecutivo
(esto es, según sea judicial o extrajudicial). A la vista de tan amplio panorama de juicios
o procesos, es imprescindible formular una pregunta llena de sentido común:

¿Cuál es la razón de que el legislador utilice varios procesos o juicios? ¿No


hubiese sido mejor que la tramitación de todas las materias litigiosas (tanto civiles
como mercantiles) se hubiese realizado exclusivamente por medio de uno sólo?
Aparentemente sí, pero como ocurre muchas veces las cosas no son tan simples en el mundo
del Derecho. En efecto, sucede que la enorme diversidad o naturaleza de los derechos e intereses
que se hacen valer en el proceso, no contribuye a que sea tarea fácil confeccionar un único juicio
capaz de albergar tantas peculiaridades. Por eso la LEC se ha visto obligada a regular varios juicios
o procesos una vez constatada la necesidad de albergar tan vasta diversidad de objetos litigiosos,
no que de otra forma se corre el riesgo de no tutelar adecuadamente sus peculiaridades, lo que
provocaría su indefensión. Dicho de otra forma, el legislador mediante esta técnica legislativa
pretende confeccionar una especie de “traje a la medida” (normalmente por medio del juicio
ordinario, o del juicio verbal) que se adapte de la mejor forma posible al objeto litigioso. A título
de simple ejemplo, repárese en que no puede ser lo mismo la tutela que consiste en la recuperación
de la posesión (que normalmente no exigirá de una complicada actividad procesal y que se
sustancia a través del juicio verbal [art. 250.1.2º LEC]); que la impugnación del acuerdo de una
sociedad anónima que, por el contrario, exige de una actividad procesal más compleja y, que se
sustancia vía juicio ordinario (art. 249.1.3º LEC]).
Veamos a continuación los procesos declarativos existentes en la LEC, y cuales son: los
procesos declarativos ordinarios y los procesos declarativos especiales

4.1. Los procesos declarativos ordinarios ya se ha dicho que están previstos para tramitar
cualquier asunto litigioso con independencia de su cuantía y la materia sobre la que traten. Según
el art. 248 LEC existen dos tipos de procesos declarativos (ordinarios): el Juicio ordinario y el
Juicio verbal. La dificultad estriba ahora en comprender que el legislador para referirse a los
dos tipos de procesos declarativos ordinarios del art. 248 LEC, emplea la expresión “juicio” y
además en uno de ellos reitera la expresión: “ordinario”. Ya se ha dicho en un epígrafe anterior,
que por tradición la LEC hay veces que no habla de “procesos”, sino de “juicios”; puesto que de
forma genérica tanto una como otra expresión sirven para reproducir la idea de avance, o de
sucederse unos actos a continuación de otros. Algo más de dificultad entraña comprender que la
LEC, para referirse a los distintos tipos de procesos (o juicios) ordinarios, haya distinguido entre:
juicio ordinario y juicio verbal (art. 248). En realidad, si lo que quería hacer es evitar confusiones
terminológicas innecesarias, lo que tendría que haber hecho es hablar de “procesos declarativos
comunes o generales” (por contraposición a los procesos especiales) y dentro de aquellos, ahora
sí, podía ya mantener la distinción entre juicio ordinario y juicio verbal. Por eso, con su empleo
(nada correcto desde un punto de vista didáctico), parece que se está tomando la parte por el todo,
puesto que tan “ordinario” es el juicio verbal como el propio juicio ordinario. Sea como fuese, eso
es lo que hay, y debemos acostumbrarnos a manejar la rúbrica legal tal como se presenta en los
arts. 248 a 250 LEC.
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¡¡¡¡Importante¡¡¡ El juicio ordinario, y el juicio verbal son en realidad dos clases de juicios
o procesos declarativos (y así se prevén en el art. 248 LEC) sin embargo, para una más exacta
individualización, doctrina y jurisprudencia le añaden el adjetivo de “ordinarios” (esto es:
procesos declarativos ordinarios), y con la finalidad de contraponerlos o diferenciarlos de los que
son “especiales” (esto es: procesos declarativos especiales).
¿Cuándo hay que utilizar el juicio ordinario y el juicio verbal?
La determinación de la clase de juicio se hace en la LEC con arreglo a normas imperativas (improrrogables), y en
consecuencia no es algo que esté a disposición de las partes procesales, como la inmensa mayoría de reglas procesales. El
estudio pormenorizado de estos dos juicios lo haremos en otros temas.

4.2. Los procesos declarativos especiales. El libro IV de la LEC regula una serie de procesos
especiales, llamados así puesto que contemplan peticiones de tutela declarativa muy concreta
(interés público), y además en ellos está previsto, como regla general, la intervención del
Ministerio Fiscal en cuanto defensor del interés público. Según la LEC son procesos especiales:
los procesos sobre la capacidad, filiación, paternidad y maternidad; los procesos matrimoniales y
de menores; los procesos de división judicial de patrimonios (herencias); y el proceso monitorio
y el cambiario.

¿Cuál es el juicio o clase de proceso declarativo que se utiliza para los procesos
especiales? Como ya hemos visto, la LEC solo prevé dos procesos declarativos (el juicio
ordinario y el juicio verbal); y por otra parte, hay que saber que la mayoría de las pretensiones
litigiosas que se tramitan por vía de los procesos especiales (vgr. derecho de familia) exigen de
una respuesta judicial rápida, donde se tutele de la forma más eficaz posible tan singulares
materias litigiosas; por lo tanto, quiere decirse que es el juicio verbal el que mejor responde a tales
necesidades y, el que, en consecuencia, se utiliza por nuestro legislador para tramitar los procesos
declarativos especiales. Bien es cierto que, aunque sea el juicio verbal el juicio estándar o común
elegido para la tramitación de los procesos especiales, la verdad es que el legislador inclusive
contempla especialidades o reglas específicas dentro del mismo, para ajustar sí cabe, aún más, el
“traje a la medida”. Aparte de lo frustrante y criticable que tal cúmulo de reglas y especialidades
puede ser para el estudiante de derecho e, inclusive, para el operador jurídico, lo cierto es que
responde a una estrategia procesal (política legislativa) que comúnmente utiliza la LEC cuando
ante un supuesto concreto de tutela, no quiere reformar un proceso (juicio) entero ni crear otro
nuevo, sino añadirle alguna que otra característica para así adaptarlo a la concreta tutela
demandada.

5. Los principios del proceso

Los principios del proceso vienen a ser reglas de validez general para los distintos
tipos de proceso, que actúan como elementos de interpretación o de integración y cuando
se constitucionalizan —sobre todo a través del art. 24 CE— adquieren naturaleza
normativa, se aplican directamente y vinculan al legislador ordinario que ha de respetar
su contenido cuando elabore las leyes procesales. De idéntica forma, las partes
procesales, en especial sus abogados y procuradores, tienen la obligación de adecuar su
actuación procesal a esos mismos principios. En general la doctrina hace la siguiente
clasificación de estos principios. Los principios jurídico naturales y los principios
jurídicos técnicos. Mientras que los primeros, se dan en todo tipo de procesos; los
segundos se dan en relación con procesos determinados y objetos específicos.

A) Principios jurídico naturales 5


• Principio de dualidad de posiciones (se da en todos los procesos).
• Principio de contradicción o audiencia (se da en todos los procesos).
• Principio de igualdad de partes (se da en todos los procesos).

B) Principios jurídico técnicos


• Principio dispositivo (solo en el proceso civil y procesos asimilados).

5
Se les llama así en la medida que son característico de cualquier tipo de proceso, sin excepción.
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• Principio de oficialidad (en el proceso penal, y de manera excepcional en algunos


procesos civiles).
• Principio de aportación de parte (solo en el proceso civil y asimilados).
• Principio de investigación de oficio (en el proceso penal, y de manera excepcional
en algunos procesos civiles).

A) Principios jurídico naturales


• Junto a los sujetos procesales que pueden intervenir ocasionalmente (testigos,
peritos, etc.), son indispensables el tribunal y las partes (judicium est actus trium
personarum): dos partes parciales (cada una actúa en defensa de su interés) y el juez,
un tercero, independiente e imparcial, que es el titular de la potestad jurisdiccional.
Cualquier proceso exige esencialmente que las partes estén en posiciones contrarias, que
A (demandante) esté en contradicción con B (demandado) –y viceversa-, siempre son
necesarias dos posiciones opuestas. A este principio se le denomina principio de
dualidad de posiciones —no hay una tercera posición integrada por uno o varios
sujetos—: la persona/personas que formula(n) la pretensión, actor/demandantes, y el
(o los) que se opone(n) a ella, demandado(s). Entiéndase bien, es dualidad de posiciones
(no dualidad de partes), cualquiera que sea el número de partes que se encuentre en
cada una de ellas. Cuestión distinta es que cada una de estas dos posiciones esté ocupada
por más de un sujeto, que es lo que procesalmente se conoce como litisconsorcio.
• El principio de contradicción o audiencia (audiatur et altera pars nemo
inauditus damnari potest), significa que “nadie puede ser condenado sin ser oído y
vencido en juicio”. Está constitucionalizado en el art. 24 CE (se considera incluido en el
derecho a la no indefensión). El principio de contradicción o audiencia constituye una
exigencia básica a respetar por el legislador cuando regule el proceso: las partes han de
disponer de las facultades procesales necesarias para poder conformar la resolución que
debe dictar el órgano jurisdiccional, y constituye la base del derecho de defensa como
derecho fundamental procesal de las partes de cualquier proceso que el tribunal ha de
respetar y salvaguardar: las partes han de poder conocer y contradecir todos los
materiales de hecho y de derecho que puedan influir en la resolución judicial, y poder
alegar y demostrar aquello que les interese para conformar la resolución judicial. El
principio no se vulnera si la parte ha dispuesto de la posibilidad de oponerse y defenderse
en juicio, pues si ha tenido esa posibilidad es indiferente que haya permanecido pasivo,
indiferente o silencioso.
• El principio de igualdad de partes (con fundamento en el art. 24 CE y no el art.
14 CE) requiere que a cada parte se le concedan las mismas posibilidades de alegación,
de prueba y de impugnación, que tengan los mismos derechos, posibilidades y cargas, de
modo tal que no quepa la existencia de privilegios que carezcan de una justificación
objetiva y razonable. Debe comprenderse que el principio de igualdad garantiza que las
actividades procesales de las partes tengan un tratamiento paralelo o equivalente en sus
respectivas posiciones, cosa completamente distinta es que alguno de esos sujetos
procesales, por las razones que sea, no haga uso de esas actividades (vgr. el demandado
no conteste a la demanda). También hay que tener en cuenta que, como excepción, la ley
procesal permite un tratamiento desigual en todos los procesos en los que es parte la
Administración, o un poder público que esté dotado de los mismos privilegios.
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B) Principios jurídicos técnicos


En relación con el objeto del proceso, existen dos principios alternativos: el principio
dispositivo —aplicable en los procesos civiles y asimilados 6— y, su contrario, el principio
de oficialidad —aplicable en el proceso penal y, excepcionalmente, en algunos procesos
civiles—. Ambos principios nos dicen, aunque los efectos de cada uno de ellos sean
distintos, a qué sujetos corresponde i) proponer la demanda, ii) delimitar el objeto del
proceso, iii) ponerle fin al proceso mediante actos de disposición sobre su objeto y iv)
cuál es el grado de vinculación al que ha de someterse el Juez o la Sala con respecto al
objeto procesal.
—Principio dispositivo. Quien tiene la libre disposición de los derechos subjetivos
e intereses sobre los que se pide la tutela jurisdiccional, tiene la carga de presentar una
demanda y, si es admitida, obliga al juez a darle curso y la petición formulada marcará
los límites del contenido del fallo. Vid. arts. 19.1 y 216 LEC.
El actor es quien determina, con la pretensión que se contiene en su demanda, el
objeto del proceso, y las partes pueden dar el proceso por terminado, mediante actos de
disposición sobre su objeto o sobre el proceso mismo, ya sean unilaterales o bilaterales.
Los actos de disposición sobre el objeto del proceso son unilaterales, como la renuncia
para el actor y el allanamiento para el demandado, o bilaterales, caso de la transacción.
En relación con los actos de disposición sobre el proceso, el desistimiento constituye un
acto de disposición bilateral, mientras que la caducidad de la instancia es la inactividad
consensuada de las partes.
El tribunal se encuentra vinculado a las pretensiones de las partes. La sentencia ha de
ser exhaustiva [completa, sin omisión de pronunciamiento] y congruente con la
demanda, peticiones y alegaciones de las partes: «Las sentencias deben ser claras,
precisas y congruentes con las demandas y con las demás pretensiones de las partes,
deducidas oportunamente en el pleito. Harán las declaraciones que aquéllas exijan,
condenando o absolviendo al demandado [si la pretensión ejercitada es de condena] y
decidiendo todos los puntos litigiosos que hayan sido objeto del debate» (art. 218 I LEC).
La ley procesal no dice cuando una sentencia es congruente, por eso la jurisprudencia del
TS para decidir si una sentencia es o no congruente utiliza el concepto contrario: la
incongruencia. Una sentencia es incongruente, cuando:
• Concede más de lo pedido por el actor en la demanda [Si concede menos de lo pedido
siempre será congruente] o menos de lo aceptado por el demandado (allanamiento).
• Concede cosa distinta de la solicitada o la concede con un fundamento no aducido
por las partes, o bien
• Omite alguno de los pronunciamientos exigidos por las partes.
La congruencia también es exigible a la sentencia del tribunal superior respecto de las
peticiones del recurrente en vía de recurso, de manera que si hay un sólo recurrente, la
sentencia de este último órgano no puede gravar o perjudicar más al recurrente de lo que
ya lo estaba por la sentencia recurrida: prohibición de la reformatio in peius [reforma en
perjuicio, cfr. art. 465.5 LEC] 7.
—Principio de oficialidad. Se aplica en los procesos donde predomina el interés
público, el proceso comienza a iniciativa de una autoridad pública ( del Ministerio Fiscal,
no del juez), que delimita el objeto del proceso; las partes no podrán desistir ni solicitar
la suspensión del proceso, ni pueden llegar a una avenencia ante el Secretario o el Juez,
salvo que se cuente con la autorización de aquella autoridad; tampoco son eficaces la
renuncia, el allanamiento ni la transacción; la ejecución puede comenzar a instancia del
órgano judicial (cfr. art. 751 LEC).

—En conexión con el principio dispositivo se encuentra el principio de aportación


de parte, según el cual, la alegación y aportación de los hechos al proceso, corresponde

6
Esto es, laboral y contencioso-administrativo
7
Sobre el principio dispositivo y de aportación de parte, se dará más información en clase.
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en exclusiva a los litigantes. El juez ha de dictar sentencia sobre la base los hechos
afirmados por las partes, que han sido incorporados al proceso mediante los actos de
alegación (son actos de las partes), y que resulten probados (iudex iudicet secundum
alligata et probata partium). La iniciativa probatoria corresponde a las partes y,
excepcionalmente, al tribunal.
En cambio, por lo que se refiere al Derecho aplicable, el juez es libre de aplicar las
normas que mejor se adapten al caso concreto (da mihi factum dabo tibi ius, iura novit
curia). En este sentido, el art. 218.1 II LEC dice: «El tribunal, sin apartarse de la causa
de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho distintos de los que las partes
hayan querido hacer valer, resolverá conforme a las normas aplicables al caso, aunque
no hayan sido acertadamente citadas o alegadas por los litigantes».
—Como consecuencia del principio de oficialidad, el principio de investigación
de oficio posibilita la alegación y prueba de los hechos en cualquier momento del
proceso y, además, permite al juez decretar de oficio cuantas pruebas considere
pertinentes. La voluntad de las partes en relación con los hechos no es relevante, de
manera que la conformidad de las partes, el silencio o las respuestas evasivas sobre los
hechos alegados por la parte contraria no vinculan al tribunal, ni tampoco las normas
procesales en materia de fuerza probatoria (apreciación legal de la prueba). Cfr. art. 752
LEC.

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Materiales Docentes de Derecho Procesal I
© Prof. José María Ruiz Moreno

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