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Instituto Manuel Belgrano

HISTORIA 5° año
Lic. Solange Ojeda – Prof. Lic. Elizabeth A. Rando (comp.)

CUADERNILLO
DE HISTORIA
Estudiante:………………….…………
……………………………………………….
Curso: ……….….

«Ningún bando había ganado ni podía ganar la guerra. La Guerra había ganado»
Álvaro Lozano, escritor.

Documento 1: Cardoso, Raúl O. “LAS GUERRAS DEL SIGLO”, en: Clarín, Buenos
Aires, 26-09-1999

Las guerras del siglo

Hubo dos conflagraciones a escala planetaria. El período que termina fue el más violento de toda la
historia. Y pionero en el uso de armas de destrucción masiva.

OSCAR RAUL CARDOSO

Bautizado por los historiadores como el Siglo de la Guerra Total cuando no había agotado su primera
mitad, marco temporal para dos conflagraciones de escala planetaria y pionero en el empleo de armas de
destrucción masiva, el siglo XX ha sido -sin sombra de duda- el más cruento desde que la humanidad
registra ordenadamente su historia mediante la palabra.
El número de víctimas -contadas como muertes o simplemente como vidas destrozadas- lo muestra como
cínica paráfrasis de la conocida definición de la guerra acuñada por el estratega alemán Karl von
Clausewitz 60 años antes del inicio del siglo. Si para éste la guerra era apenas una modo diferente de
continuar la política, el siglo XX parece haber conocido la paz sólo como prolongación de la guerra por
otros medios.
Esta es la clase de tránsito que medió entre las dos primeras guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945)
y esa extraña confrontación -nunca declarada, librada en centenares de escenarios distintos y nunca
culminada formalmente- que se llamó Guerra Fría, iniciada con la guerra civil en Grecia a mediados de los
años 40 y agotada en algún momento impreciso de inicios de la presente década, tras el colapso de la
Unión Soviética. Es significativo que a lo largo de este último período la comunidad internacional se haya
considerado a sí misma esencialmente en situación general de paz.

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En la Primera Guerra Mundial -que involucró a buena parte de Europa y Oriente Medio y a EE.UU. y Rusia-
los combates cobraron más de 15 millones de vidas y dejaron más de 21.000.000 de heridos.
En un estudio de reciente publicación sobre esa guerra, el eminente historiador militar John Keegan la
definió como un conflicto trágico e innecesario. Innecesario -explicó- porque la cadena de hechos que llevó
a su estallido pudo haber sido quebrada en cualquier momento de las cinco semanas de crisis que
precedieron al primer choque de armas si la prudencia y la buena voluntad común hubieran hallado una
voz; trágica porque (...) destruyó la cultura optimista y benevolente del continente europeo y dejó, cuando
las armas finalmente se silenciaron cuatro años después, un legado de rencor y odio racial tan intenso que
ninguna explicación de las causas de la Segunda Guerra Mundial puede subsistir sin referencia a esas
raíces. Con este análisis, Keegan parece, en verdad, haber ensayado una explicación válida para casi toda
la experiencia bélica del siglo XX: innecesaria y trágica.
Para justificar ante la nación el ingreso de Estados Unidos a ese primer conflicto global, el presidente del
día Woodrow Wilson -un autoproclamado pacifista- lo definió como la guerra para terminar todas las
guerras. Y, sin embargo, apenas 21 años después de haber concluido esa primera experiencia, la misma
geografía pero ampliada -los mismos protagonistas con el añadido de Japón, China y otras naciones
asiáticas- se sumergió en la Segunda Guerra Mundial que tuvo casi dos veces más víctimas y dejó sin
hogar a más de 45.000.000 de personas.
Ambas conflagraciones tuvieron su bautismo particular en una nueva forma de devastar en escala, la que
aportan las denominadas armas de destrucción masiva, categoría que agrupa tres componentes: químico,
nuclear y biológico (este último aún no ensayado en combate). La I Guerra vio el uso del gas tóxico
(químico) en las trincheras europeas y en la siguiente se conoció el horror del poder nuclear bélico
empleado por Estados Unidos contra Japón en los bombardeos de las ciudades de Hiroshima (70.000
muertos) y Nagasaki (39.000) el 6 y 9 de agosto de 1945.
La Guerra Fría -también aludida como III Guerra Mundial por algunos tratadistas- fue la más dilatada, casi
medio siglo, y también la más difícil de definir en términos convencionales. Se libró literalmente en
centenares de confrontaciones en las que se mezclaron guerras interestatales clásicas (Oriente Medio,
Africa y Asia), de liberación nacional (Asia y Africa), contra regímenes coloniales y revoluciones
domésticas (Asia, América latina y Africa), con o sin intervención extranjera directa (Asia, Africa, América
latina) pero teniendo todas la invariable característica de ser escenarios subsidiarios del choque indirecto
de los dos grandes bloques de poder del período (el Oeste bajo el liderazgo de EE.UU. y el Este detrás de
la URSS).
Es interesante notar que para explicar adecuadamente lo sucedido en términos de devastación durante el
período haya que declarar concluido al siglo XX mucho antes de su último segundo formal, hace casi una
década en verdad, como muchos historiadores lo hacen desde hace tiempo.
Hablan del siglo XIX largo ubicándolo entre la Revolución Francesa de 1789 y el inicio de la I Guerra
Mundial en 1914 que puso fin a la era de los viejos estados imperiales europeos y anunció el fin de sus
posesiones coloniales de ultramar. En 1995 -en su obra “La era de los extremos”, el inglés Eric Hobsbawm
complementó este enfoque delimitando el siglo XX breve, que habría corrido entre el comienzo de aquella
primera conflagración planetaria y el derrumbe del comunismo en Europa (la caída del Muro de Berlín en
1989) o el fin de la URSS en 1991. En este caso se trató de saldar la rivalidad de dos sistemas de
organización económica y social -capitalismo y comunismo- cuyas existencias dependían inevitablemente
de la eliminación del otro.
Es interesante notar que en ambos casos estos siglos de extensión atípica coinciden con la evolución y
apogeo del Estado-Nación, entidad necesaria para generar las condiciones de guerras en esa escala. La
agonía de ese Estado -hecho debatido hoy- debería augurar entonces el comienzo de una era mejor para
la humanidad, premisa enteramente creíble de no haber mediado la experiencia de guerras étnicas y
religiosas de los últimos tiempos.

DOCUMENTO 2: Primera Guerra Mundial - Revisado por Frank Arellano - Profesor de Historia.
En: https://www.todamateria.com/primera-guerra-mundial/ posteado 02/2023

La Primera Guerra Mundial fue uno de los conflictos bélicos más mortíferos y prolongados que ha
vivido la historia de la humanidad. Por esa causa, también se le ha denominado como la Gran Guerra.
Esta inició el 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918.
La guerra fue causada por disputas imperiales de orden económico, político y por la distribución de las
colonias entre las potencias mundiales. En este conflicto internacional intervinieron los países
industrializados de Europa, a los que luego se unieron los territorios colonizados de África.
Los países protagonistas del conflicto formaron dos frentes:
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La Triple Entente: compuesta por Francia, Gran Bretaña y Rusia. El Imperio Ruso se desintegró en 1917
y salió de la guerra. Ese mismo año, los Estados Unidos entraron en acción apoyando a las fuerzas de la
Entente.
Las Potencias Centrales: grupo compuesto por el Imperio alemán y el Imperio Austrohúngaro. A este
bloque luego se incorporaron el Reino de Bulgaria y el Imperio Otomano.
La competencia entre estas potencias condujo a alianzas militares que provocaron tensión durante años.
Fue en ese clima político que aconteció el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en la
ciudad de Sarajevo, en 1914. Entonces el Imperio Austrohúngaro le declaró la guerra a Serbia, lo que
ocasionó que múltiples compromisos militares se activaran y así muchos países se vieran involucrados.
La Primera Guerra Mundial dejó como consecuencia una gran devastación demográfica y social, así como,
una fuerte crisis económica. Desaparecieron cuatro imperios que fueron el alemán, el ruso, el
austrohúngaro y el otomano, y se formaron nuevos países, lo que modificó la demografía de Europa
central.
El fin de la guerra lamentablemente no trajo consigo una paz duradera. Sus secuelas y descontentos
dieron pie a que años más tarde se iniciara otra guerra aún más devastadora, caracterizada por el
nacionalismo, el fascismo y el holocausto.

Causas de la Primera Guerra Mundial


1. La Paz Armada: El periodo que va desde 1871 hasta el inicio de la Gran Guerra se conoce como la Paz
Armada. Entre Francia y Alemania existía una gran rivalidad después del resultado de la guerra franco-
prusiana (1870-1871). Asimismo, entre el Imperio Austrohúngaro y Rusia había desacuerdos por el
dominio político de los Balcanes. Los grandes imperios de Europa sentían desconfianza unos de otros. En
cualquier momento un evento inesperado podía acabar con la paz mantenida, y eso fue lo que ocurrió con
los atentados de Sarajevo, que causaron la muerte de Francisco Fernando en 1914.
2. El imperialismo europeo: El Reino Unido y Francia poseían la mayoría de las colonias africanas a finales
del siglo XIX, con un dominio territorial que favoreció su desarrollo económico y su poder geopolítico.
Mientras tanto, el Imperio Austrohúngaro no tenía colonias, y Alemania apenas contaba con algunos
territorios, de los que no obtenía casi ningún tipo de ganancias económicas. Esto causó resentimiento de
Alemania contra Francia e Inglaterra.
3. El desarrollo de la industria bélica: Entre 1860 y 1913 se llevó a cabo un importante progreso industrial
en Europa, liderado por Reino Unido, Francia y Alemania. Este conllevó el desarrollo de nuevas armas y la
construcción de medios de transporte especializados para la guerra. Todo ello empujó a las naciones
europeas a sospechar de sus adversarias, lo que las hizo invertir aun más dinero en la defensa de sus
colonias y en preparaciones para una eventual guerra.
4. El nacionalismo: Las ideologías nacionalistas se afianzaron en Europa durante el siglo XIX. Cada
gobierno buscaba exaltar los sentimientos de pertenencia a una comunidad. Por la nación se debía luchar
e incluso entregar la vida de ser necesario. Así, cada país alentó la defensa de sus intereses y el
menosprecio por los rasgos que eran propios de otras naciones.
5. La diplomacia de la competencia entre naciones: La desconfianza entre los países dividió al mundo
entre amigos y rivales. Por iniciativa de Otto von Bismarck, el canciller de la Alemania unificada, se creó
la Triple Alianza de 1882, compuesta por Alemania, el Imperio Austrohúngaro e Italia. Su objetivo era
disminuir el poder de Francia y decretar su defensa común ante Rusia. Luego, otras naciones
establecerían la Triple Entente (1907). En este pacto Rusia se alió a Reino Unido y Francia en contra de
Alemania.
6. La causa detonante de la Primera Guerra Mundial: el asesinato del archiduque de Austria: El archiduque
Francisco Fernando de Austria, heredero de
la corona del imperio Austrohúngaro, fue
asesinado el 28 de junio de 1914, en la
ciudad de Sarajevo, Bosnia. Un grupo de
jóvenes nacionalistas planificó el atentado
en su contra. Cuando el archiduque se
encontraba en camino para visitar a los
lesionados de un primer atentando, fue
interceptado por Gavrilo Princip, joven
integrante del movimiento nacionalista
"Mano negra". Este sacó su arma y disparó
a muerte en contra del archiduque y de su
esposa.
El inicio de la Primera Guerra Mundial

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Tras el asesinato de Francisco Fernando se generó una crisis política que desencadenó acciones en la red
de alianzas. El día 28 de julio de 1914, el Imperio Austrohúngaro le declaró la guerra a Serbia. Su
motivo principal fue la falta de respuesta contra los nacionalistas que organizaron el crimen que resultó en
la muerte del archiduque.
Rusia apoyó a Serbia, razón por la cual el Imperio Austrohúngaro le declaró la guerra a Rusia. Alemania
también le declaró la guerra a Rusia, imperio que ya contaba con el apoyo de sus aliados Francia y Reino
Unido. El 2 de agosto, el Imperio Otomano firmó una alianza secreta con Alemania, y el día 3 del mismo
mes Alemania le declaró la guerra a Francia.

Desarrollo de la Gran Guerra


El Imperio Austrohúngaro y Alemania formaban un bloque sólido en el centro de Europa. Para evitar el
enfrentamiento directo en este y oeste, Alemania puso en práctica el Plan Schlieffen, que consistía en
enviar la mayor parte de su ejército al frente occidental, atravesando Bélgica e invadiendo a Francia con el
fin de vencerla rápidamente. Luego, esas fuerzas si podrían movilizarse hacia el este y reforzar el frente
oriental.
Los planes de Alemania no se cumplieron. Tras la invasión de Bélgica, Reino Unido le declaró la guerra a
Alemania. Así, la avanzada alemana fue detenida por los franceses y por la Fuerza Expedicionaria
Británica en la primera batalla de Marne, en el mes de septiembre de 1914.

Guerra de movimientos
En la primera etapa de la Gran Guerra, las tropas de las Potencias Centrales fueron movilizadas para
invadir a sus enemigos y obtener la victoria con rapidez. Estos movimientos generados por el ataque
alemán en 1914, así como los movimientos del ejército francés hacia el frente occidental, además del
desplazamiento de las fuerzas de Inglaterra hacia el continente se conocen como la guerra de
movimientos.

El frente occidental se localizó en una extensa línea de 800 kilómetros de longitud desde Suiza hasta
Bélgica. Allí se llevaron a cabo bombardeos, ataques de artillería e incluso ataques con gas venenoso
entre las fuerzas del Imperio Alemán y Francia e Inglaterra.
Luego de la primera batalla de Marne, los ejércitos buscaron consolidar sus posiciones en el terreno. Por
eso construyeron trincheras esperando ganar estratégicamente cada vez más espacio. A pesar de las
tácticas puestas en marcha, los avances fueron escasos y hubo numerosas bajas en cada batalla.
Las posiciones de las trincheras variaron poco hasta casi el término de la guerra, cuando la balanza se
inclinó finalmente en favor de los aliados. Entre los enfrentamientos más duros del frente occidental se
cuentan la batalla de Verdún, la batalla del Somme y la batalla de Passchendaele, cada una
responsable de la pérdida de cientos de miles de vidas humanas.
Líneas rojas demarcan el frente occidental. Las posiciones poco se movieron en los años 1915 y 1916. Los
campos de batalla se situaban en la frontera de Francia con Alemania y con Bélgica, que había sido
ocupada por las Potencias Centrales. Los rectángulos azules muestran las posiciones de batallones
aliados y los rojos la de batallones alemanes. Imagen cortesía de: Benjamín Núñez González.
En el frente oriental combatieron las tropas alemanas y austriacas en contra de las rusas. En términos
territoriales, el frente oriental fue incluso más amplio que el occidental, y se extendió desde el Mar Negro y
los montes Cárpatos en el sur hasta el Mar Báltico en el norte de Europa.
Los grandes enfrentamientos iniciaron con la batalla de Tannenberg en agosto de 1914. En este frente, el
Imperio Otomano se alió a Alemania y atacó a la Armenia Rusa. En 1915, con la ofensiva de Gorlice-
Tarnów, las fuerzas austroalemanas avanzaron hasta Varsovia, tomando pueblos y ciudades bajo su
control.
Cuando se pensaba que la victoria alemana en este frente estaba cerca, los rusos respondieron con
la Ofensiva de Brusilov en 1916. Esta fue una serie de operaciones militares en las que el ejército de
Rusia recuperó ciudades tomadas por austriacos y alemanes. Los combates prolongados dejaron miles de
muertos y millones de héridos en ambos bandos.
Sin embargo, la suerte del frente oriental sería decidida al interior de Rusia. Allí una revolución socialista
derrocó al Zar Nicolás II y acabó con el poder imperial en ese país. Rusia entonces firmó el Tratado de
Brest-Litovsk en 1917 y abandonó la contienda.

Guerra de trincheras (1915-1916)


La guerra de trincheras prevaleció en el frente occidental durante 1915 y 1916. Los bandos en conflicto
construyeron esas líneas de defensa difíciles de penetrar para mantener a salvo sus posesiones
territoriales. Así, la lucha se dificultó y se prolongó.

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Las largas líneas de agujeros cavados en la tierra no contaban con condiciones óptimas de higiene para
los soldados. Por ello se convirtieron en espacios insalubres, siendo también culpables de enfermedades y
muertes. En ocasiones, los militares vivieron en las trincheras de manera miserable.
La guerra se estancó hasta que en septiembre del año 1916, tanto los franceses como los alemanes
intentaron romper el frente. En la batalla de Verdún los alemanes intentaron tomar la región, pero no lo
lograron ante la defensiva francesa.

Guerra submarina
En las batallas submarinas poco se respetaron las restricciones y reglas establecidas para los combates
navales. En mayo de 1916, la armada británica y la armada alemana se enfrentaron en la batalla de
Jutlandia.
Estados Unidos se vio empujado a entrar en la guerra en 1917. Hasta entonces el país había permanecido
neutral. Sin embargo, tras el hundimiento del Lusitania y de otros barcos mercantes por parte de
submarinos alemanes, también EE.UU le declaró la guerra a Alemania, y se sumó al apoyo de la Entente.
En 1917, Rusia tuvo que apartarse de la Gran Guerra a causa de la revolución dirigida por Lenin y los
bolcheviques. Ese año, entre febrero y octubre derrocaron al zar Nicolás II e impusieron un gobierno
socialista.
Tras estos eventos, los alemanes y los rusos alcanzaron acuerdos con el tratado de Brest-Litovsk. La firma
de ese tratado permitió que las tropas alemanas se trasladaran del frente oriental al occidental y Rusia dejó
los combates para atender los conflictos internos provocados por la revolución.

Fin de la Primera Guerra Mundial


En 1917 llegó al continente europeo la Fuerza Expedicionaria Estadounidense, liderada por el General de
los Ejércitos John Pershing. Estas tropas vinieron a apoyar al bando de la Entente, por lo que cambiaron el
balance de la guerra a favor de los aliados en el frente occidental.
Por otra parte, los ejércitos de las Potencias Centrales estaban agotados y desprovistos de recursos. No
contaron con las fuerzas necesarias para invadir París en junio de 1918 y perdieron la segunda batalla de
Marne.
En el frente oriental, los británicos derrotaron al Imperio Otomano. Por su parte, los italianos vencieron al
Imperio Austrohúngaro en la batalla de Vittorio Veneto, derrota que obligó al Imperio Austrohúngaro a
firmar un armisticio.
En Alemania la población atravesaba una fuerte crisis que causó la insurrección obrera de Berlín. El
emperador Guillermo II abandonó su cargo y, a continuación, se estableció un gobierno provisional que
estableció una república en Alemania. El 11 de noviembre de 1918 el nuevo gobierno alemán firmó el
armisticio de Compiègne, que dio fin a la Primera Guerra Mundial.

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial


El desarrollo de la Primera Guerra Mundial tuvo una importante serie de efectos en los planos demográfico,
político, económico, social y militar. Entre las consecuencias hallamos:
1. Desaparición de imperios y nuevo orden territorial: La desintegración del Imperio Austrohúngaro trajo
consigo el establecimiento de Estados como Austria y Checoslovaquia. Hungría se independizó. Mientras
el Imperio Otomano también fue dividido por un acuerdo previo entre Francia, Reino Unido y Rusia. A
Serbia le fueron anexados algunos territorios de los pueblos eslavos. Francia recuperó los territorios de
Alsacia y Lorena. Asimismo, las colonias pertenecientes a Alemania pasaron a ser controladas por los
franceses y los británicos. (ver tratados de paz)
Al final fueron cuatro los imperios que terminaron por desintegrarse después de la Gran Guerra: el
Imperio ruso, el Imperio austrohúngaro, el Imperio alemán y el Imperio otomano.
2. Crisis económica: La guerra produjo elevados gastos militares. Las economías de los países afectados
por la guerra vivieron una crisis colosal, debiendo pagar las deudas que tenían con los proveedores de
créditos y materias primas.
Esta situación generó hambre y dificultades para la reconstrucción de las zonas afectadas. Por otra parte,
Estados Unidos salió fortalecido desde el punto de vista económico, político e industrial.
3. Un número alto de soldados y civiles fallecidos: Fueron muchas las personas que se vieron afectadas
por la escasez de recursos básicos, la hambruna y la destrucción de ciudades y pueblos. Hubo muertes
por los enfrentamientos directos, así como también por las secuelas del conflicto.
Por falta de mano obrera masculina, muchas mujeres tuvieron que trabajar en la fabricación de armas.
4. La Conferencia de la Paz: Se llevó a cabo en 1919 en París teniendo como fin garantizar la paz mundial.
Como resultado surgió el Tratado Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, del cual surgió la Sociedad
de Naciones. Este tratado fue el documento que puso fin a la Primera Guerra Mundial y fue firmado por
los países de la Entente y Alemania. Se declaró que Alemania era la culpable de los daños de la guerra. A
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esta le fueron impuestas sanciones que afectaron su economía y su territorio. Como consecuencia, los
alemanes se sintieron descontentos y aborrecieron los términos del tratado. Años más tarde estos
sentimientos impulsaron las causas de la Segunda Guerra Mundial.

Los tratados de paz en: http://www.historiasiglo20.org/HM/1-3c.htm


Los países vencedores fueron firmando diversos tratados de paz con cada una de las naciones derrotadas:
Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía.
El Tratado de Versalles, firmado con Alemania
Cláusulas territoriales
- Francia recuperó Alsacia y Lorena
- Eupen y Malmedy pasaron a manos de Bélgica
- Territorios orientales fueron anexionados por Polonia. Aislamiento territorial del resto de Prusia
Oriental.
- Danzig y Memel, poblaciones germanas del Báltico, fueron declaradas ciudades libres
- Dinamarca se anexionó el norte de Schleswig-Holstein.
El conjunto de las pérdidas territoriales de Alemania ascendió a 76.000 kilómetros cuadrados (13% de su
territorio), donde vivían 6.5 millones de habitantes (10% de su población)
Alemania perdió todas sus colonias, repartidas ente los vencedores
Cláusulas militares
- Drástica limitación de la Armada y el Ejército
- Desmilitarización de Renania (zona occidental y una franja de 50 km. al este del Rin)
Reparaciones de guerra
- Como responsable de una guerra iniciada por su agresión, Alemania quedó obligada a pagar
reparaciones o indemnizaciones de guerra a los vencedores.
- En la Conferencia de Londres (1920) se fijó el monto total de las reparaciones: 140.000 millones de
marcos-oro, una enorme cantidad.
Otras cláusulas
- Alemania reconoció su responsabilidad por la guerra y todos los daños que trajo consigo.
- Como país enemigo de la paz, a Alemania se la prohibió ingresar en la Sociedad de Naciones.
- Prohibición del Anschluss: unión Alemania y Austria.

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El Tratado de Saint Germain, firmado con Austria: Fin del Imperio Austro-Húngaro. Fruto de su ruptura
nacieron nuevos estados como Austria, Hungría y Checoslovaquia, a lo que se le unió cesiones territoriales
a Italia y a las recién nacidas Polonia y Yugoslavia.
El Tratado de Trianon, firmado con Hungría: Las mismas cláusulas que las que se aplicó a Austria.
Importantes minorías húngaras en Checoslovaquia, Rumania (Transilvania) y Yugoslavia. Tres millones de
habitantes, lo que suponía un tercio de la población total, quedaron fuera del estado nuevo estado
húngaro.
El Tratado de Neuilly, firmado con Bulgaria: Pérdidas territoriales en beneficio de Rumania, Grecia y
Yugoslavia
El Tratado de Sèvres, firmado con Turquía, y posteriormente corregido en el Tratado de Lausana en
1923:
- Reparto de las posesiones del Oriente Medio entre Francia (Siria, Líbano) y Gran Bretaña
(Palestina, Irak) en la forma de mandatos de la Sociedad de Naciones.
- Fuertes pérdidas territoriales en Anatolia y Tracia.
- La resistencia turca a las duras condiciones estipuladas en Sèvres dieron lugar a una revolución
nacional dirigida por Mustafá Kemal Atatürk. Tras una cruenta guerra contra los griegos se firmó un
nuevo tratado en Lausana (1923).
Todos los países derrotados, al igual que Alemania, se vieron obligados a pagar reparaciones y a limitar
los efectivos de sus ejércitos.

Sitios sugeridos para ampliar y profundizar todos los temas de Historia Mundial y Americana que
veremos: http://www.historiasiglo20.org/RI/index.htm - http://www.sabuco.com/historia/

Documento 3: Condiciones y significado de la revolución – Hannah Arendt - En:


https://elpais.com/cultura/2018/11/07/actualidad/1541593930_890568.html?event_log=fa noviembre 2018
En un ensayo que ha permanecido inédito durante medio siglo, Hannah Arendt indaga en el vínculo que une
libertad y procesos revolucionarios
Hannah Arendt en un retrato tomado en 1949. 1
Revolución, como cualquier otro término de nuestro vocabulario político, puede
utilizarse en sentido genérico, sin tenerse en cuenta ni el origen de la palabra ni el
momento temporal en que el término se haya aplicado por primera vez a un fenómeno
político concreto. El presupuesto básico de semejante uso es que, con independencia
de cuándo y por qué apareciera el término, el fenómeno al que alude tiene la misma
edad que la memoria humana. La tentación de usar esta palabra en sentido genérico es particularmente
fuerte cuando hablamos de “guerras y revoluciones” a un tiempo, pues de hecho las guerras son tan
antiguas como la historia de la humanidad desde que tenemos testimonio de ella.
Quizá cueste trabajo utilizar la palabra guerra en otro sentido que no sea el genérico, aunque solo sea
porque su primera aparición no puede ser datada en el tiempo ni localizada en el espacio, pero no existe
una excusa semejante para el uso indiscriminado del término revolución. Antes de que se produjeran
las dos grandes revoluciones de finales del siglo XVIII y de que apareciera el sentido específico que
adquirió luego, la palabra apenas ocupaba un lugar destacado en el vocabulario del pensamiento o la
práctica políticos. […] El verdadero significado de revolución, antes de los acontecimientos de finales
del siglo XVIII, queda expresado tal vez con la mayor claridad en la inscripción que lleva el Gran Sello de
Inglaterra de 1651, según la cual la primera transformación de la monarquía en república significó:
“Freedom by God’s blessing restored” [libertad restaurada por la bendición de Dios]. El hecho de que la
palabra revolución significara originalmente restauración es más que una mera curiosidad
semántica. Ni siquiera las revoluciones del siglo XVIII pueden entenderse sin advertir que estallaban ante
todo con la restauración como objetivo y que el contenido de dicha restauración era la libertad.
En Estados Unidos, en palabras de John Adams, los hombres que participaron en la revolución se habían
visto “llamados [a ella] sin haberlo previsto y no habían tenido más remedio que hacerla sin tener una
inclinación previa”; lo mismo cabe decir de Francia, donde, en palabras de Tocqueville, “habría cabido
creer que el objetivo de la inminente revolución sería la restauración del Antiguo Régimen, no su
derrocamiento”. Y en el transcurso de ambas revoluciones, cuando sus actores iban adquiriendo
consciencia de que se habían embarcado en una empresa completamente nueva y no en el regreso
a una situación anterior, fue cuando la palabra revolución adquirió, por consiguiente, su nuevo
significado. Fue Thomas Paine, ni más ni menos, quien todavía fiel al espíritu pretérito propuso con toda

1Hannah Arendt (1906-1975) es una de las pensadoras más influyentes del siglo XX. Este texto forma parte del ensayo La libertad de ser libres,
publicado por Taurus el 8 de noviembre. Traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda.

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seriedad llamar “contrarrevoluciones” tanto a la Revolución estadounidense como a la francesa. Quería
librar a aquellos acontecimientos tan extraordinarios de la sospecha de que con ellos se había dado vida a
unos comienzos completamente nuevos, así como del rechazo motivado por la violencia con la que dichos
sucesos se habían visto irremediablemente unidos.
Es muy probable que pasemos por alto la expresión de un horror casi instintivo en la conciencia de
aquellos primeros revolucionarios ante algo que era completamente nuevo. Esto es posible en parte
porque estamos perfectamente familiarizados con el entusiasmo de los científicos y los filósofos de la Edad
Moderna por “unas cosas que no se habían visto nunca hasta entonces y unas ideas que no se le habían
ocurrido nunca a nadie hasta la fecha”. Ninguna revolución, independientemente de con cuánta amplitud
abra sus puertas a las masas y a los oprimidos, se ha iniciado nunca por ellos
También es así porque nada de lo sucedido en el curso de esas revoluciones resulta tan notable y tan
sorprendente como el enfático hincapié hecho en la novedad, repetida una y otra vez por actores y
espectadores a un tiempo, en la insistencia en que nunca se había producido hasta entonces nada
comparable por su significación y su grandeza. La cuestión crucial a la par que compleja es que el
enorme pathos de la nueva era, el Novus Ordo Seclorum (nuevo orden de los siglos), que aún aparece
escrito en los billetes de un dólar, salió adelante solo cuando los actores de la revolución, en buena parte
en contra de su voluntad, llegaron a un punto de no retorno.
Así, lo sucedido a finales del siglo XVIII fue en realidad un intento de restauración y recuperación de
antiguos derechos y privilegios que acabó justo en lo contrario: en el desarrollo progresivo y la apertura de
un futuro que desafiaba cualquier intento posterior de actuar o de pensar en términos de movimiento
circular o giratorio. […]
Lo sucedido a finales del siglo XVIII fue en realidad un intento de restauración y recuperación de antiguos
derechos y privilegios que acabó justo en lo contrario. Ninguna revolución, independientemente de con
cuánta amplitud abra sus puertas a las masas y a los oprimidos —les malheureux, les misérables o les
damnés de la terre, como los llamamos en virtud de la grandilocuente retórica de la Revolución Francesa—
, se ha iniciado nunca por ellos. Y ninguna revolución ha sido jamás obra de conspiraciones, de
sociedades secretas o de partidos abiertamente revolucionarios. Hablando en términos generales, ninguna
revolución es posible allí donde la autoridad del Estado se halla intacta, lo que, en las condiciones
actuales, significa allí donde cabe confiar en que las Fuerzas Armadas obedezcan a las autoridades civiles.
Las revoluciones no son respuestas necesarias, sino respuestas posibles a la delegación de poderes de un
régimen; no la causa, sino la consecuencia del desmoronamiento de la autoridad política. En todos los
lugares en los que se ha permitido que se desarrollen sin control esos procesos desintegradores,
habitualmente durante un periodo prolongado de tiempo, pueden producirse revoluciones, a condición de
que haya un número suficiente de gente preparada para el colapso del régimen existente y para la toma
del poder.

Revolución cultural : Cambios cardinales en la vida espiritual de la sociedad, que se producen en el proceso de la
edificación socialista y comunista. La revolución cultural sólo es posible sobre la base de las transformaciones
políticas y económicas en el curso de la revolución socialista, que crea para aquélla todas las premisas necesarias,
ante todo, en virtud del paso del poder y de todos los valores materiales y espirituales a manos del pueblo. En el
período de transición del capitalismo al socialismo, las tareas fundamentales de la revolución cultural consisten en
realizar, durante un plazo más o menos breve, la reorganización de toda la instrucción popular e incorporar las
grandes masas populares a los adelantos de la cultura. De este modo se crean las condiciones necesarias para la
participación directa de los trabajadores en la gestión de la vida económica, estatal y social y para la educación de los
cuadros de la intelectualidad socialista y la formación de una cultura nueva, socialista. Estas tareas de la revolución
cultural son comunes para todos los países que edifican el socialismo, independientemente de las peculiaridades de
cada país concreto. El cumplimiento de dichas tareas permitió a la URSS, país en que la mayoría de la población era
analfabeta, dar un salto de la ignorancia a la dominación de las cumbres de la cultura. En la sociedad socialista
desarrollada, la tarea consiste en crear las premisas espirituales para el triunfo del comunismo, una riqueza auténtica
de la cultura espiritual y las posibilidades para el desarrollo integral del individuo. De ello depende en colosal medida
el ascenso de las fuerzas productivas, el progreso de la técnica y la organización de la producción, la elevación de la
actividad social de los trabajadores, el desarrollo de las bases democráticas de la autogestión y la reorganización de
la vida cotidiana. Diccionario de filosofía · 1984:376
“La única forma que tenemos para hacernos con el poder, como comunistas, no es como hizo Marx. Nosotros debemos
infiltrarnos en la sociedad, infiltrarnos dentro de la Iglesia, infiltrarnos en la comunidad educativa lentamente, e ir
transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, con el fin de ir destruyéndolas y
formando la sociedad que nosotros queremos”. Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano -

DOCUMENTO 4: Formas autoritarias de gobierno. La negación del Estado de Derecho. En:


http://recursostic.educacion.es/secundaria/edad/4esoetica/quincena7/quincena7_contenidos_3a.htm

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 8


… podríamos considerar una forma autoritaria de gobierno a toda aquella en la que no existe una nítida
distinción de los poderes del Estado ni una verdadera separación de los mismos. Estarían dentro de esta
categoría, la tiranía, la monarquía absoluta o la dictadura. El denominador común de las mismas es, como
decimos, la concentración de los tres poderes del Estado en las mismas manos. En este sentido, el
"Estado de Derecho" puede ser considerado la precaución más eficaz ideada por el hombre contra la
dictadura (en cualquiera de sus formas).

La dictadura
A veces se define la dictadura como el sistema de gobierno contrapuesto a la democracia, pero resulta
mucho más adecuado definirla por contraposición al Estado de Derecho, pues lo más característico de la
dictadura no es la falta de apoyo popular, sino la no supremacía de la ley y la ausencia de división de
poderes. A este rasgo esencial de la dictadura hay que añadir otros también importantes como son la
ausencia de libertad de expresión y de asociación, y la persecución de la disidencia política.
La dictadura -escribe el profesor Ignacio Molina- es una "fórmula política que tiene sus orígenes
históricos en la práctica del Senado romano, que, en caso de guerra o estados de emergencia, dotaba a un
hombre de poderes absolutos durante un tiempo determinado sin que por ello quedase derogado el
ordenamiento político existente. [...] Se define, en esencia, por la ausencia de división de poderes, la
propensión a ejercitar arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que la apoya y la inexistencia de
prestación alguna de consentimiento por parte de los gobernados. Frente a otros conceptos análogos,
como el de autoritarismo, la idea de dictadura resalta la característica personal y la ambición de quien
detenta el poder. Se suele enaltecer a éste sobre el grupo, presentándole como alguien sacrificado sin
contrapartidas, capaz de entregar su propia vida por su pueblo, y a menudo se le rodea de cierta
sobrenaturalidad. De este modo es frecuente que se apele a una situación extraordinaria para legitimar la
duración, normalmente vitalicia, de la dictadura.
Las dictaduras pueden llegar a contar con un apoyo mayoritario pero, en todo caso, se caracterizan por
negar la posibilidad de que, por un procedimiento institucionalizado, la oposición pueda llegar al poder. Si
el grado de represión de la misma persigue su aniquilación, y existe una doctrina que la respalda, la
dictadura se denomina "totalitaria" (I. Molina, Conceptos elementales de Ciencia Política, Alianza Editorial,
Madrid, 1998).

El totalitarismo
Se considera totalitario el régimen político en el que un
partido único, habitualmente dirigido por un líder carismático,
ejerce un control casi completo sobre la vida pública y privada de
los ciudadanos. Mediante el control de los medios de información
y de comunicación, los regímenes totalitarios ejercen una fuerte
influencia sobre la opinión pública, propiciando la formación de un
"pensamiento único", legitimador de las actuaciones del gobierno.
La disidencia política es perseguida y reprimida por los cuerpos
policiales o por el ejército, férreamente controlados por el
gobierno.
El término "totalitarismo" empezó a ser utilizado en los años veinte del siglo pasado por los fascistas
italianos liderados por Mussolini, pero se ha hecho extensivo a otros regímenes políticos desarrollados por
diversos Estados a lo largo del XX, como el nazismo en Alemania, el estalinismo en la URSS, el maoísmo
en China o el franquismo en España. Todos ellos se caracterizan por la destrucción o por el sometimiento
de todas las instituciones ciudadanas, que pierden completamente su independencia y se convierten en
meros vehículos del poder ejercido por el gobierno. Se recortan al máximo las libertades civiles y se
fomenta un sentimiento nacionalista y patriótico que da cohesión al conjunto de la población. El
totalitarismo uniformiza el modo de ser, de comportarse y de pensar del conjunto de los ciudadanos y
somete a éstos a una disciplina ritual y simbólica. Otra de las características esenciales del totalitarismo es
la eliminación del pluralismo político y el control absoluto del discurso político por parte del partido en el
gobierno. La dirección del partido ejerce una estrecha vigilancia sobre todos sus cuadros y una férrea
dirección de todas sus actuaciones. Cualquier desviación de la disciplina del partido es corregida y
castigada. Los comisarios políticos del partido se encargan de depurar toda discrepancia ideológica
surgida entre sus cuadros y, a menudo, recurren al terror para garantizar la adhesión incondicional a los
principios del régimen.

El fascismo de Mussolini
El origen del término se encuentra en la palabra latina fasces, haz de varas alrededor de un hacha,
símbolo de autoridad en la antigua Roma. El fascismo es un movimiento político de tipo totalitario fundado
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en 1919 por Benito Mussolini, que gobernó Italia entre 1922 y 1945 (periodo durante el cual apoyó a
Franco y a Hitler en sus respectivas contiendas bélicas). Mussolini encontró apoyo en una poderosa
oligarquía terrateniente y empresarial y, tras su ascenso al poder, estableció un régimen populista, basado
en los principios del fascismo, que otorgaba todo el poder al Estado. En palabras del propio Mussolini, el
fascismo es un movimiento esencialmente "anti-individualista" que propugna la primacía y la superioridad
del Estado sobre el individuo. Es, además, antiliberal, antisocialista y anticomunista, y promueve la
movilización de la juventud, la virilidad, la violencia y el culto al líder carismático: el Duce, que representa la
encarnación personal del Estado. Por extensión, se denominan fascistas a todos los regímenes de
similares características al implantado por Mussolini: cancelación del parlamentarismo y la democracia,
supresión de todas las instituciones ciudadanas verdaderamente independientes, implantación de un
régimen de partido único y eliminación del pluralismo político, recorte de las libertades y los derechos
civiles, monopolio de los medios de comunicación por parte del Estado, "masificación" y uniformización de
la sociedad, persecución y represión de la disidencia política, exaltación de la patria y de la "raza" y
fomento de un nacionalismo exacerbado.

Documento 5: Miguel Ángel Martínez Meucci. “Totalitarismo: ¿un concepto vigente?”


EPISTEME vol.31 no.2 caracas dic. 2011 - Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Simón
Bolívar. E-mail del autor: martinez.meucci@mail.com - Recibido: 15-02-11 Aceptado: 11-03-11 (fragmento)
8. Conclusiones
El totalitarismo es una nueva forma de régimen político, aparecida en el siglo XX como consecuencia de
una combinación de factores. En general, los más importantes se resumen en la irrupción de las
sociedades de masas y los procesos de industrialización/tecnificación. La interacción de esos y otros
elementos condujo a la progresiva desmoralización del tipo humano de esa época, el hombre-masa, hasta
sumirlo en una soledad característica. Consiguientemente, ese hombre-masa encontró en los movimientos
totalitarios una alternativa para identificarse como parte de algo más grande y movilizarse a favor de ello,
hasta el punto de alimentar una progresión irracional (en el sentido que Arendt y la Escuela de Frankfurt
otorga a la racionalidad) hacia conflictos y genocidios de enormes proporciones. Por otra parte, cabe
resaltar que el concepto de totalitarismo, como elaboración característica del Occidente demo-liberal,
reúne en una sola categoría a distintos regímenes que compartieron los mismos métodos de dominación y
exterminio, más allá de que éstos se encontrasen ideológicamente enfrentados entre sí. Dicho concepto
atiende a las prácticas de los movimientos y regímenes que se oponen expresamente a los logros reales,
factibles y contrastables a los cuales ha conducido la Modernidad occidental. No cabe, pues, afirmar que la
noción de totalitarismo ostenta un carácter ideológico; su enorme vigencia deriva de la constatación, por
parte de millones de personas, de que ciertas ideologías y prácticas verdaderamente contravienen la
libertad, la pluralidad y la dignidad de cada individuo, y representan una regresión con respecto a los
mejores frutos alcanzados por la razón. En tal sentido, y en la medida en que las causas del fenómeno
totalitario siguen existiendo hoy en día, las posibilidades de aparición de nuevas prácticas y dinámicas de
carácter totalitario no pueden descartarse. Tales dinámicas se vinculan con ideologías reaccionarias y/o
regresivas y a la represión de ciertos grupos humanos. En una época que consideramos como de tránsito
entre el hombre-masa y el hombre-red, el control de internet y otros medios de interconexión global
parecen constituir uno de los más claros síntomas o indicios de amenaza totalitaria, o más
concretamente, de lo que ha de considerarse como totalitario en el siglo XXI. En todo caso, la
disponibilidad de nuevos medios tecnológicos y tendencias culturales parece ejercer un efecto
notoriamente neutralizador contra la instauración de regímenes verdaderamente totalitarios.

Los 11 principios de Goebbels2:


1. Principio de simplificación y del enemigo único: Adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al
adversario en un único enemigo.
2. Principio del método de contagio: Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios
han de constituirse en suma individualizada.
3. Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque
con el ataque. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".
4. Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza
grave.
5. Principio de la vulgarización: "Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los
individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo

2
Paul Joseph Goebbels fue un político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del
Tercer Reich entre 1933 y 1945
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 10
mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran
facilidad para olvidar".
6. Principio de orquestación: "La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el
mismo concepto. Sin fisuras ni dudas". De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite
suficientemente, acaba por convertirse en verdad".
7. Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que
cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han
de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
8. Principio de la verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos
sondas o de informaciones fragmentarias.
9. Principio de la silenciación: Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las
noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10. Principio de la transfusión: Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya
sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que
puedan arraigar en actitudes primitivas.
11. Principio de la unanimidad: Llegar a convencer a mucha gente de que se piensa "como todo el mundo", creando
impresión de unanimidad.

Documento 6: Revolución Rusa - En: https://enciclopediadehistoria.com/revolucion-rusa/

¿Qué fue la Revolución rusa?


La revolución rusa fue un movimiento político y social que derrocó al régimen imperial zarista que
gobernaba Rusia de manera autoritaria.
Comenzó en febrero de 1917, con la abdicación del zar Nicolás II, que fue reemplazado por un gobierno
provisional encabezado por el socialista moderado Alejandro Kerenski.
En octubre, la revolución se profundizó con la sustitución del gobierno provisional por un gobierno liderado
por los bolcheviques, que impulsaron la fundación de la Unión Soviética en 1922.
La revolución se gestó a fines de la Primera Guerra Mundial, en un
contexto en el que el pueblo ruso se encontraba agotado por el esfuerzo
de guerra, la escasez de alimentos y la represión que el régimen imponía
para acallar todo tipo de protestas.
- Trabajadores rusos en huelga durante la revolución de febrero de 1917.
Etapas de la Revolución rusa
La Revolución rusa comprende 2 etapas fundamentales: la revolución de
febrero y la revolución de octubre.
Revolución de febrero
En febrero de 1917, una revolución popular provocó la caída del gobierno del zar Nicolás II, que
gobernaba autoritariamente el país desde 1894.
La monarquía fue abolida y reemplazada por una república a cargo de cuyo gobierno quedó un socialista
moderado, Alejandro Kerensky. Este no logró consolidarse en el poder al no haber impulsado medidas
favorables a los trabajadores y por sus intenciones de prolongar la participación de Rusia en la Primera
Guerra Mundial.
El poder de Kerensky fue paulatinamente socavado por una nueva forma de organización política: los
soviets o asambleas de trabajadores, marineros y soldados.
Revolución de octubre
El 25 octubre de 1917 (equivalente a nuestro 7 de noviembre porque en Rusia todavía se usaba el
calendario juliano), el gobierno provisional fue derrocado por una revolución encabezada por
los bolcheviques, que eran una facción radicalizada del Partido Socialdemócrata Ruso.
Una vez en el poder, los bolcheviques, liderados por Vladimir Lenin, y apoyados en los soviets, abolieron
las grandes propiedades rurales, nacionalizaron los bancos, establecieron el control obrero sobre la
producción y firmaron el Tratado de Brest-Litovsk que, en marzo de
1918, dio por terminada la participación de Rusia en la Primera
Guerra Mundial.
- Bolchevique (1920), pintura del artista ruso Boris Kustodiev que simboliza la
Revolución rusa de 1917.
Causas y consecuencias de la Revolución rusa
Causas
Las principales causas de la Revolución rusa fueron las siguientes:
La vigencia de un régimen autocrático encabezado por el zar, que
tenía un poder absoluto, no toleraba las críticas y se negaba a
avanzar hacia una apertura política.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 11


La impopularidad de la zarina Alejandra, que se dejaba influenciar por el místico Rasputin.
El estancamiento y la parálisis de la economía zarista, lo que generaba escasez de alimentos, pobreza
y miseria.
Las continuas derrotas del ejército imperial en la Primera Guerra Mundial, durante la cual perdieron la vida
1.700.000 rusos y 600.000 resultaron heridos. La ineptitud y crueldad de los oficiales zaristas y la falta de
voluntad de seguir combatiendo provocaban masivas deserciones en el frente.
La rebelión en febrero de 1917 de todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado, que se unieron a
las revueltas populares en lugar de reprimirlas.
Consecuencias
Entre las principales consecuencias de la Revolución rusa de destacan las siguientes:
El régimen imperial zarista fue sustituido en febrero de 1917 por un gobierno provisional moderado y a
partir de octubre por un gobierno bolchevique, encabezado por Lenin.
El estallido de la guerra civil rusa, que entre 1917 y 1923 enfrentó a los bolcheviques contra sectores
nacionalistas y pro monárquicos denominados blancos, y que terminó con el triunfo de los bolcheviques.
El asesinato, en julio de 1918, de la familia real Románov, integrada por el zar Nicolás II, la zarina
Alejandra y sus cinco hijos Tatiana, Anastasia, Olga, María y el príncipe Alekséi. Los asesinatos fueron
ejecutados por tropas bolcheviques que muy probablemente hayan seguido órdenes de Lenin.
La creación del Ejército Rojo sobre la base de la Guardia Roja. Este ejército fue el instrumento utilizado por
los bolcheviques para luchar contra el Ejército Blanco, y para afirmar su autoridad sobre toda Rusia.
La creación, en 1922, de la Unión Soviética, un Estado que instauró un sistema de economía planificada
y un régimen político de partido único.
La independencia de Polonia, Finlandia, Estonia, Lituania y Letonia, que hasta 1918 habían formado
parte del Imperio ruso.
Las detenciones, asesinatos y traslados forzados a Siberia de simpatizantes del zarismo y de socialistas
moderados (mencheviques).
La confiscación de los bienes de la Iglesia ortodoxa rusa, que apoyó el Movimiento Blanco.
La extensión de la educación y la alfabetización sobre la triple base de la gratuidad, la laicidad y la
obligatoriedad. El número de escuelas pasó de 38.387 en 1917, a 52.274 en 1918 y 62.238 en 1919.
Protagonistas de la Revolución rusa
Entre los principales protagonistas de la Revolución rusa se destacan los siguientes:
Vladimir Lenin (1870-1924): político ruso, líder de los bolcheviques. Luego de la revolución de octubre de
1917 quedó a cargo del gobierno de Rusia. Impulsó la introducción de las primeras reformas socialistas y
la fundación de la Unión Soviética, en 1922.
Iósif Vissariónovich Dzhugashvili (1878-1953): más conocido como Iósif Stalin, fue un político y
revolucionario bolchevique de origen georgiano. Fue secretario general del Comité Central del Partido
Comunista de la Unión Soviética entre 1922 y 1952. Impulsó la industrialización forzada, la colectivización
del agro y los planes quinquenales.
Lev Davídovich Bronstein (1879-1940): más conocido como Lyev Trótskiy o León Trotski, fue un político
y revolucionario ruso de origen judío. Entre 1918 y 1924 ocupó el cargo de Comisario del Pueblo para la
Guerra, desde el cual organizó el Ejército Rojo. Fue desplazado del poder por Stalin, y se exilió en México
donde fue asesinado por un agente estalinista.
Aleksandr Fiódorovich Kérenski (1881–1970): político social-revolucionario ruso que desempeñó un rol
central en el derrocamiento del régimen zarista, en febrero de 1917. Estuvo a cargo del gobierno
provisional, pero no logró consolidar su autoridad, por lo que en octubre fue desplazado del poder por los
bolcheviques.

Bibliografía:
Carr, Edward H. La revolución rusa. De Lenin a Stalin (1917-1929). Madrid, Alianza. 1981.
Figes, Orlando. La revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo. Barcelona, Edhasa. 2010.
Reed, John. Diez días que estremecieron al mundo. Madrid, Siglo Veintiuno Editores. 2017.

Documento 7: FUSI, Juan Pablo. “El mito de la revolución soviética”. En:


https://www.politicaexterior.com/articulo/el-mito-de-la-revolucion-sovietica/ - N°22 , 1 de septiembre de 1991 -
Catedrático de Historia contemporánea en la Universidad Complutense (Madrid)

El mito de la revolución soviética sostuvo que fue la clase trabajadora rusa, bajo la dirección de su vanguardia, el Partido
Bolchevique, la fuerza fundamental del proceso revolucionario.

El mito de la revolución francesa fue entenderla como la destrucción del feudalismo por la burguesía. El mito
de la revolución soviética fue definirla en términos de lucha de clases, como la conquista del poder político
por la clase trabajadora de obreros y campesinos. El primero empezó a ser revisado a raíz de la polémica –

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 12


y memorable– conferencia que Alfred Cobban pronunció en Londres al tomar posesión de su cátedra en
1954; el bicentenario de la revolución, celebrado en 1989, probó que del mito original no subsistía
prácticamente nada.
El mito soviético –esencial para la legitimidad del régimen soviético y para la ideología del movimiento
comunista internacional– resultaría ser más persistente. No es que faltasen interpretaciones alternativas.
Las hubo prácticamente desde el momento mismo en que se produjo el triunfo de los bolcheviques, pero el
particular ethos, a la vez proletario e igualitario, de la revolución, y la indudable fascinación que ésta ejerció
en intelectuales e historiadores, operaron en su contra.
Los principales puntos en los que el debate historiográfico acabaría por centrarse fueron estos: las razones
de la caída del régimen zarista; la naturaleza de la revolución de febrero de 1917; las causas del fracaso de
la experiencia democrática que siguió a esa revolución; y, por último, las causas de la victoria de los
bolcheviques en octubre y de la consolidación del nuevo régimen revolucionario. Todos ellos remitirían a su
vez a otras, y muy numerosas, cuestiones y subcuestiones. Una conclusión al menos acabaría por
imponerse, y conviene avanzarla ya: que ni la caída del zarismo ni la victoria bolchevique fueron inevitables.
El mito de la revolución soviética sostuvo que fue la clase trabajadora rusa, bajo la dirección de su
vanguardia, el Partido Bolchevique, la fuerza fundamental del proceso revolucionario y que la causa última
de la revolución radicó en las contradiciones socio-económicas del capitalismo ruso, el eslabón más débil de
la cadena del imperialismo, según lo definiera Lenin. La realidad fue muy otra, a la vista sobre todo de la
reinterpretación que los historiadores harían de los años anteriores a la Primera Guerra mundial y sobre
todo de la era Stolypin o Monarquía del 3 de junio (por alusión al 3 de junio de 1907, fecha en que el primer
ministro Stolypin disolvió la Duma, o Parlamento, e instauró un tipo de régimen bonapartista, a la vez
reformista y represivo). Porque, en efecto, cuatro conclusiones parecen indiscutibles al respecto:
a) Que si la ambiciosa reforma agraria de Stolypin –sacar al mercado las tierras comunales, crear una
amplia clase media rural, modernizar el sector agrario– fracasó en líneas generales, así un 10 por cien del
total de tierras arables pasaron a uso privado y el número de propietarios rurales se aproximaba en 1914 a
los 9 millones; los años de 1910 a 1914 fueron años de excelentes cosechas y, por primera vez en su
historia, Rusia exportó cereal.
b) Que la economía rusa experimentó en los primeros 15 años del siglo XX un crecimiento indiscutible y
superior, tal vez, al de cualquier otro país europeo, sobre todo en los años 1911 al 1914: el crecimiento del
sector industrial entre 1870 y 1914 se aproximó al 8,8 por cien anual.
c) Que si el malestar de los trabajadores industriales se manifestó en el elevado número de huelgas que se
registraron entre 1912 y 1914′, se trató de un movimiento desunido y esporádico, que además la oposición,
incluido el Partido Bolchevique, cuyos principales dirigentes estaban en el exilio, fue incapaz de capitalizar.
d) Que la popularidad del zar Nicolás II –un hombre débil y reservado, indiferente al poder y a las cosas–
seguía siendo muy elevada hasta, al menos, una fecha como 1913 en que se conmemoró el tercer
centenario de la entronización de los Romanov (si bien la zarina Alexandra, mujer altiva y autoritaria, fue
siempre muy impopular).
En todo caso, lo que pareció producirse políticamente en Rusia a raíz del asesinato de Stolypin en 1911, fue
un giro a la derecha, no un cambio hacia la revolución. La evolución hacia un sistema constitucional, que se
inició de hecho, aunque tímidamente, tras la revolución de 1905, probablemente resultaba ya imposible en
1914. Pero Rusia no estaba en esa fecha en una situación revolucionaria. Una mayoría de historiadores
piensa que, de no haber mediado un acontecimiento tan determinante como resultaría ser la Primera Guerra
mundial, el régimen zarista no habría caído. Desde luego, todo indicaba que, tras la crisis de 1911, Rusia se
encaminaba hacia algún tipo de régimen nacional-autoritario o como Martin Malia argumentó en
“Comprendre la revolution russe” (1980), es muy posible que, sin la guerra, hubiese habido algún tipo de
crisis revolucionaria, pero lo probable habría sido la derrota de la revolución por un régimen militar y
nacionalista.
Porque en efecto, como ya argumentaran en su día Milioukov, Seton-Watson y Schapiro, entre otros, fue la
Primera Guerra mundial lo que interrumpió lo que pudo haber sido la evolución gradual rusa hacia la
modernidad, a impulsos de la transformación económica y social que el país estaba experimentando desde
finales del siglo XIX. Y es que, por razonables que fuesen los motivos para la entrada en la guerra –ayudar
a Serbia ante el ultimátum de Austro-Hungría– y por esperanzadoras que pudieran resultar las previsiones
de los militares, basadas en la fuerza numérica del ejército ruso, la guerra fue un desastre y, sin duda, la
causa fundamental de la caída del zarismo.
Las derrotas casi ininterrumpidas que el ejército ruso sufrió entre agosto de 1914 y diciembre de 1916 –no
paliadas ni por algunos éxitos iniciales contra las tropas austro-húngaras ni por la brillante, aunque
costosísima, contraofensiva lanzada en junio del último año citado por el general Brusilov en Galitzia–
dejaron un balance de más de dos millones de muertos y cuatro de heridos; obligaron al abandono de
Polonia, Lituania y parte de la Ucrania occidental; provocaron la desmoralización del ejército y la
desorganización total de sus servicios auxiliares y de intendencia. La guerra acabó por hacer colapsar el
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 13
sistema ferroviario, reorientado para facilitar el transporte de material y alimentos a los frentes, y provocó así
el desabastecimiento de las grandes ciudades: inflación, hambre y corrupción se hicieron endémicos desde
1915.
Todo ello tuvo su traducción política inmediata: reveló la total incapacidad del zarismo –que llegó a cambiar
hasta cinco veces de gobierno en 1916– para conducir la guerra; en ese contexto, la escandalosa conducta
del asesor de la zarina, Rasputín, y el aislamiento de la Corte, acrecentaron el descontento popular,
manifestado en deserciones y amotinamientos en los frentes, y protestas y huelgas en la capital,
Petrogado5. Desde mediados de 1915, la oposición liberal de la última Duma, elegida en 1913, formó un
Bloque Progresista: posiblemente, sólo la formación de un gobierno de unidad nacional que hubiese gozado
de la confianza del país, exigido responsabilidades por los reveses militares y llevado a cabo reformas
sociales que compensasen el esfuerzo de guerra, habría podido restablecer el orden, restaurar la disciplina
militar y acallar el malestar. Son bastantes los historiadores que, como Anthony Wood (en “The Russian
Revolution”, Londres, 1979), piensan que concesiones masivas del Zar en ese momento –diciembre de
1916 a febrero de 1917– pudieron todavía haber salvado al régimen. No se hizo nada de eso. Al agravarse
la situación en la capital a fines de febrero (según el calendario antiguo, marzo, según el occidental), tras
una semana de huelgas y motines en las guarniciones, sucesos que culminaron el día 27 de febrero (12 de
marzo) en que se produjo un amotinamiento general de las tropas y, al tiempo, manifestaciones, asaltos a
las cárceles, linchamiento de policías, saqueos, ocupación de edificios y otros incidentes similares, el Zar,
asesorado por sus colaboradores y por varios generales, optó por dimitir, lo que hizo el 2 de marzo (o 15,
según el calendario moderno). Ese mismo día, la Duma formó un gobierno provisional: la revolución de
febrero se había consumado.
Dentro del mito de la revolución de octubre, la revolución de febrero fue una revolución democrático-
burguesa que, por su naturaleza, no podía resolver las contradicciones del sistema, agudizadas por la
guerra. La realidad fue muy otra. De acuerdo con los estudios de T. Hasegawa (“The February Revolution:
Petrograd 1917”, Seattle, 1981), G. Katkov (“Russia 1917: The February Revolution”, Londres, 1967) y Marc
Ferro (“La revolución de 1917. La caída del zarismo y los orígenes de octubre”, Barcelona, 1975), la
revolución de febrero fue una revolución popular y espontánea –o, al menos, acéfala o sin planificación
previa–, provocada básicamente, como ha quedado dicho, por las huelgas y movilizaciones que se
produjeron en la capital y por el amotinamiento de la guarnición de la misma; y fue, además, una revolución
con una dirección política plural y heterogénea, a cuyo frente, en el gobierno provisional mencionado, se
colocaron hombres en su mayoría de significación liberal, con el concurso de conservadores y socialistas
moderados.
Las razones del fracaso de la revolución de febrero fueron, desde luego, muy diversas y complejas, lo que
excluye que quepa interpretarlas como contradicciones de una determinada clase social. Al contrario, todo
el proceso de febrero a octubre de 1917 fue, como señalaba Malia, un proceso fundamentalmente político,
no social y, probablemente, ni siquiera octubre de 1917 fue una verdadera revolución social: porque, de
acuerdo con el autor citado, la revolución social vino después. Y si esa afirmación puede ser discutible, en
cambio, parece haber pocas discrepancias entre los historiadores en cuanto a las circunstancias y factores
que jalonaron, y provocaron, el rápido agotamiento de las distintas soluciones que se ensayaron en los
meses citados y que fueron: el gobierno provisional, que cayó en mayo, y los dos ministerios de coalición
(mayo a julio y julio a octubre) dominados por Kerensky, ministro de la Guerra en el primero de ellos, y jefe
del Gobierno en el segundo. Como tampoco hay grandes diferencias a la hora de interpretar ese
agotamiento de soluciones como consecuencia de la situación de vacío de poder que se creó en Rusia tras
la caída del zarismo y que los hombres de febrero no supieron ni impedir ni rectificar.
En síntesis, aquellas circunstancias y factores a que se aludía más arriba fueron dos: la guerra y la dualidad
de poder entre Gobierno y Soviets –las asambleas de obreros y soldados que surgieron más o menos
espontáneamente al hilo de los sucesos de febrero (con el precedente de lo sucedido en la revolución de
1905)–. Pero ambos problemas suscitan a su vez distintas cuestiones. Respecto al primero, resulta
indiscutible –o eso cree una mayoría de historiadores– que la decisión del gobierno provisional, primero, y
de Kerensky, después, de continuar en la guerra fue el factor que más contribuyó a erosionar la legitimidad
del régimen de febrero y a impedir, por tanto, la estabilización de la revolución democrática. Pero, al tiempo,
igualmente indiscutible resulta: primero, que los principales responsables del gobierno provisional, y ante
todo, Miliukov el nuevo ministro de Asuntos Exteriores y líder del liberalismo ruso, creyeron que la
continuidad de la guerra era obligada tras el inmediato reconocimiento del nuevo régimen por los principales
países aliados, y necesaria para impedir el triunfo de Alemania y Austro-Hungría; pensaron igualmente que
los soldados y el pueblo rusos apoyarían, ahora, una guerra que ya no se libraba en nombre de un imperio
autocrático y tradicional y de una corte corrompida y distante, sino bajo la dirección de un régimen liberal y
popular; segundo, que Kerensky estuvo igualmente convencido de que la supervivencia de la democracia
en Rusia dependía del Ejército y de que éste recobrara la moral y la disciplina, y, al estilo de los girondinos,
quiso, para ello, convertir la guerra en una guerra nacional-democrática: nombró comisarios del pueblo,
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galvanizó los frentes con sus discursos y diseñó una gran contraofensiva al mando del general Brusilov, el
hombre de 1916, que comenzó, ya en la segunda mitad de junio, muy favorablemente para las armas rusas.
De haber triunfado –lo que pareció posible por unas dos semanas–, la ofensiva de Brusilov pudo cambiar el
curso de los acontecimientos; su fracaso supuso un durísimo revés político para Kerensky y para sus
proyectos democráticos. La alternativa, sacar a Rusia de la guerra, no era fácil. El precio era el que tuvo que
pagar Lenin en marzo de 1918: la renuncia a Polonia, Finlandia, Ucrania, Letonia, Estonia, Lituania y otros
territorios.
El análisis del problema de la dualidad de poder Gobierno-Soviets (o mejor, Gobierno-Soviet de Petrogrado)
también ha sido revisado. Por una razón: porque, inicialmente, en febrero, el Soviet de Petrogrado tenía
mayoría menchevique, e incluso más tarde, al reunirse en junio el I Congreso de Soviets de toda Rusia,
todavía social-revolucionarios y mencheviques (285 y 248 delegados, respectivamente) retenían un grado
de representatividad popular muy superior a la de los bolcheviques (105 delegados). En esa fecha, por
tanto, las posibilidades de una solución no bolchevique al proceso
revolucionario abierto en febrero eran más que evidentes.
Lenin y Trotsky
De ahí que los historiadores trataran desde pronto de determinar
las posibles causas de lo que Malia definiría como proceso de
“izquierdización casi ininterrumpida” de la revolución, y que los
más singularizaran entre aquéllas los dos hechos que Pipes
convertiría en argumentos centrales de su historia de la
revolución, publicada en 1990: Primero, la falta de gobiernos
fuertes y decididos entre febrero y junio, situación que creó un
verdadero vacío de poder e hizo del Soviet de la capital –y no, del
Gobierno– el verdadero ejecutivo del país; y, segundo, el
aislamiento en que quedaron los gobiernos de julio a octubre, esto es, Kerensky, atenazados entre la doble
amenaza de la contrarrevolución, encarnada por el general Kornilov, y de la insurrección bolchevique.
El primer punto apenas si plantea debate alguno. Simplemente, Pipes subrayaría la responsabilidad de las
primeras decisiones tomadas por el primer gobierno provisional: la disolución de la policía, por ejemplo, dejó
a la revolución de febrero sin el aparato coercitivo esencial a la gobernación del Estado (lo que comprendió
muy bien Lenin, una de cuyas primeras medidas tras llegar al poder fue crear la Cheka, la policía); el retraso
en la convocatoria de elecciones a una asamblea constituyente –anunciadas el mismo 15 de febrero, pero
no convocadas hasta que Kerensky se hizo cargo del gobierno y celebradas ya tras el golpe bolchevique, el
25 de noviembre– y en la elección de nuevos consejos municipales desmanteló la administración.
Pero la segunda cuestión ya es más problemática. Kerensky tuvo su biógrafo en Richard Abraham, cuya
obra, “Alexander Kerensky: The first Love of the Revolution” (Nueva York, 1987), demasiado admirativa, le
presentaba como un demócrata sincero y capaz, cuya política perseguía tres objetivos: restablecer el
funcionamiento del aparato del Estado, crear las bases de un nuevo orden político y social post-
revolucionario y continuar la defensa del país. En esa interpretación –que, por supuesto, nada tiene que ver
con la caricaturización de Kerensky como representación de la burguesía contrarrevolucionaria difundida
por el mito oficial–, el fracaso de Kerensky se debió a la doble traición de la derecha pro-zarista y de la
izquierda revolucionaria. Pero la interpretación más convincente parece otra: la que, como la del citado
Pipes, subraya las responsabilidades del propio Kerensky, hombre de carácter errático, equívoco y
vacilante, o que, al menos, pone de relieve el papel que, en el proceso revolucionario, tuvo la indecisión del
jefe del gobierno, paralizado entre el temor a un golpe militar contrarrevolucionario (Kornilov) y su voluntad
de no antagonizar al Soviet de Petrogrado, controlado por los bolcheviques desde septiembre y presidido
por Trotsky desde el 6 de octubre, cuyo Comité para Combatir la Contrarrevolución –que recayó en la
Guardia Roja bolchevique– pareció en algún momento la única fuerza existente para resistir un posible
golpe de la derecha.
Posiblemente, Kerensky se equivocó. Ya en un artículo que publicó en 1955, Leonid I. Strakhovsky se
planteó la cuestión de si verdaderamente había habido o no una rebelión de Kornilov, y llegaba a la
conclusión de que el general –hombre de origen campesino, inteligente, prestigioso oficial de carrera,
excelente conocedor de lenguas asiáticas, poco próximo a los círculos cortesanos– ni intentó un golpe para
restaurar el zarismo, y ni siquiera conspiró contra el gobierno 8. Para Strakhovsky, como para Pipes, Kornilov
quería, simplemente, que Kerensky aceptara un gobierno fuerte, que restaurara la disciplina militar,
militarizase la industria y la producción, de cara al esfuerzo bélico, y pusiese fin a la dualidad de poder que
se prolongaba desde febrero. En esa interpretación –avalada por el hecho de que Kornilov no sublevó las
tropas, y de que ningún general le apoyó cuando fue detenido el 15 de septiembre–, fueron la desconfianza
y el histrionismo casi patológicos de Kerensky quienes inventaron una conspiración que nunca existió. Con
un doble agravante: el “affaire Kornilov” desacreditó totalmente la autoridad de Kerensky y provocó el
reforzamiento de los bolcheviques. Kerensky ordenó la excarcelación de sus principales dirigentes,
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detenidos, salvo Lenin que había huido a Finlandia, tras el intento insurrecional de julio; los bolcheviques se
hicieron de inmediato con el control de los Soviets de Petrogrado y Moscú.
Kerensky se equivocó también en su valoración de los bolcheviques o en creer que éstos, ante la amenaza
de un golpe militar, optarían por defender el espíritu de la revolución de febrero y aceptarían la vía electoral
–Kerensky convocó elecciones constituyentes para noviembre, como ha quedado indicado– hacia el
socialismo. Pero tal posibilidad era poco menos que quimérica. Pudo ser verosímil antes del regreso de
Lenin del exilio, que tuvo lugar, como es bien sabido, el 16 de abril, en aquel tren blindado que puso a su
disposición el gobierno alemán (que le suministró, además, importantísimas cantidades de dinero como
probó, usando documentación de los archivos del Ministerio alemán de Asuntos Exteriores, Z.A.B. Zeman
en su libro “Germany and the Revolution in Russia, 1915-1918”, Londres, 1958), pero no, luego. Fue Lenin
quien llevó a su partido –un partido entonces mucho menos leninista, esto es, menos disciplinado y
centralizado y más abierto y fragmentado, de lo que se diría– hacia la acción insurrecional y la vía
revolucionaria (de ahí, pues, la trascendencia de su regreso y la responsabilidad alemana al facilitarlo):
primero, en abril, al formular sus conocidas tesis que, si suponían la aceptación de la legalidad, equivalían al
rechazo de la vía electoral y constituyente al reclamar el poder para los Soviets (y no, por ejemplo, la
inmediata convocatoria de elecciones o el apoyo a las huevas instituciones democráticas); luego, al
desencadenar las llamadas “jornadas de julio” contra la guerra, de carácter insurreccional y violento, un
ensayo del movimiento que en octubre llevaría a los bolcheviques a la conquista del poder; finalmente, al
planear y dirigir el golpe de Estado de 25/26 de octubre (7/8 de noviembre, de acuerdo con el calendario
occidental).
De ello, las “jornadas de julio” –que supusieron un estrepitoso fracaso para los bolcheviques y para el
liderazgo de Lenin en el partido– tuvieron un interés adicional: pudieron haber supuesto el final del
bolchevismo, cuyos líderes, como ya se ha indicado, acabaron en la cárcel, en la clandestinidad o en el
exilio. Si eso no fue así, se debió a que el curso de los acontecimientos fue de nuevo modificado por ese
episodio inesperado, azaroso y circunstancial –además, de confuso y complejo– que fue el “affaire Kornilov”
y la interpretación que del mismo hizo Kerensky. Como ha quedado dicho, el “affaire Kornilov”, que se
desarrolló entre los primeros días de agosto y los primeros de septiembre, cambió radicalmente el equilibrio
político ruso en beneficio de los bolcheviques: no sólo no tuvo lugar el proceso que se preparaba contra
ellos por la insurrección de julio –para el que el gobierno había preparado una ingente documentación que
mostraba la implicación de los servicios secretos alemanes en la vida del partido bolchevique–, sino que,
además, fueron excarcelados, como ya quedó dicho, y aún Kerensky recabó su colaboración ante la
eventualidad del golpe militar.
La revolución de octubre no fue una revolución de obreros y campesinos. No fue, como la de febrero, un
movimiento espontáneo y acéfalo: fue decidida y planeada, a mediados de octubre, por el comité ejecutivo
del partido bolchevique, integrado por unos doce miembros. No fue un movimiento de masas sino la obra de
una minoría: de la Guardia Roja bolchevique –grupos de choque del partido– y grupos de soldados de
regimientos simpatizantes, un total de unos 10.000 hombres, que en la noche del 24 al 25 de octubre (6 al 7
de noviembre) ocuparon, sin apenas encontrar resistencia, los puntos claves de la capital: estaciones,
gasómetro, puentes, teléfonos, depósitos de carbón, bancos, edificios oficiales (el Palacio de Invierno fue
ocupado, no asaltado, el día 25 por la tarde; Kerensky había huido por la mañana). La revolución de octubre
fue, pues, un golpe de Estado dado por un partido minoritario en una situación de vacío de poder y
descomposición del Estado: ni Kerensky ni sus colaboradores –entre ellos, algún general– pudieron recurrir
al Ejército, y eso que había casi 150.000 soldados de guarnición en Petrogrado; la disciplina y la moral
militares estaban, a todos los efectos, rotas.
Las diferencias entre las revoluciones de febrero y octubre fueron, por lo tanto, palmarias. Los bolcheviques,
además, lograron lo que no pudieron hacer liberales, demócratas, constitucionales y socialistas moderados
en febrero: consolidar la revolución, crear un nuevo orden político revolucionario. A ello contribuyeron
diversos factores. Primero, los bolcheviques, cuyo programa prerevolucionario se reducía a un
pocos slogans de gran efecto –paz, pan, tierra y libertad–, atendieron al sentimiento colectivo y negociaron
con Alemania la retirada unilateral rusa de la guerra, firmando un tratado, el de Brest-Litovsk, de 3 de marzo
de 1918, duro y humillante –y magnífico para los alemanes– por el que Rusia renunció a casi la cuarta parte
de su territorio, de su población y de su producción industrial y agrícola. Segundo, los bolcheviques
restablecieron los dos instrumentos básicos de coerción y defensa del Estado: la policía,
la Cheka (Comisión extraordinaria pan-rusa de lucha contra la contrarrevolución, la especulación y el
sabotaje), creada el 7 de diciembre de 1917, y el ejército rojo, creado a principios de 1918, que cumpliría
una doble y decisiva función: militar, en la guerra civil de 1918-20 desencadenada por generales
contrarrevolucionarios y en la guerra contra Polonia de 1920-21; y represiva en el aplastamiento de la
rebelión de los marinos de Kronstadt, cuerpo emblemático de la revolución de octubre, en marzo de 1921.
Finalmente los bolcheviques aceleraron al máximo la transformación de la revolución en un régimen
dictatorial de partido único: aunque celebraron, en noviembre del 17, las elecciones convocadas por
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Kerensky, disolvieron, antes de transcurridas 24 horas, la Asamblea Constituyente, que se reunió el 18 de
enero de 1918; la Constitución soviética, aprobada en julio de 1918, substituyó la democracia parlamentaria
y los partidos políticos por los Soviets de obreros y campesinos –ya bajo firme control de los bolcheviques–
e incorporó oficialmente el principio de la dictadura del proletariado a la organización política del nuevo
régimen. El terror rojo, nombre usado por el propio Lenin, se desencadenó a raíz del atentado contra el líder
bolchevique que tuvo lugar el 30 de agosto de 1918: sólo en este año fueron ejecutados unos 6.500
opositores del régimen; los campos de concentración empezaron a funcionar al año siguiente. En marzo de
1919, el partido bolchevique cambió su nombre por el de Partido Comunista. Su nuevo Programa lo
configuraba como un partido único que ejercía el Monopolio del poder en nombre de la clase obrera. El
nuevo partido estaba dirigido por su comité central y éste, a su vez, por el comité político
o politburó, integrado por un exiguo número de Rigentes: éste fue el auténtico órgano de poder en la nueva
Rusia revolucionaria (y lo seguiría siendo durante casi 75 años).
La tesis de Trotsky, reiteradamente expuesta por él desde finales de los años veinte, de la “revolución
traicionada”, esto es, de la desviación estalinista de la revolución –que él explicaba en razón del atraso de
Rusia, del papel desmesurado de la burocracia del partido y del fracaso de la revolución en Alemania– tuvo
considerable éxito. La realidad, como se ha visto, fue otra. La represión, a la que el propio Trotsky
contribuyó sustancialmente como uno de los principales responsables del aplastamiento de los marinos de
Kronstadt –verdadero punto de inflexión de la revolución soviética– no fue un accidente impuesto por las
circunstancias (guerra civil, aislamiento internacional, etcétera): fue un elemento consustancial a la
revolución, un elemento vertebrador y hasta catalizador de la misma. Como el terror jacobino de 1794, el
terror rojo de 1918 fue la culminación de los objetivos revolucionarios, no la desviación de los mismos. En
definitiva, por parafrasear al historiador de la revolución francesa William Doyle, la revolución de octubre fue,
a la larga, una tragedia y, al igual que aquélla, fue probablemente también una tragedia inútil.

DOCUMENTO 8: La crisis de las democracias parlamentarias en el periodo de entreguerras.


https://www.sabuco.com/historia/crisisdemocraciasentreguerras.pdf fragmento

Al acabar la I Guerra Mundial parecía que los regímenes democráticos gozaban de muy buena salud,
además se habían extendido por un buen número de países en la Europa central y oriental. La realidad
será bien distinta y la democracia va a sufrir el empuje de los regímenes autoritarios de partido único (ya
bien sean comunistas, ya bien sean fascistas) y en gran parte de los países de la Europa central, oriental y
meridional la democracia va a ser sustituida por regímenes autoritarios, por dictaduras. La consolidación
de estos regímenes totalitarios conllevará, en último extremo, el enfrentamiento con las democracias y el
estallido de la II Guerra Mundial. En los países de tradición democrática, ésta también entrará en crisis
debido a los problemas económicos y al ascenso de partidos y movimientos de corte totalitario (comunistas
y fascistas).
Tras la guerra, la democracia parlamentaria como forma de gobierno va a entrar en crisis como
consecuencia de los ataques que sufre, desde el exterior, por los nuevos regímenes políticos, el fascismo y
el comunismo. En el orden interno, también, las democracias parecen mostrarse ineficaces para resolver
los profundos cambios traídos por la guerra. Se tiene la idea de que la democracia liberal o parlamentaria
no se adapta a las circunstancias y a los problemas de la postguerra. Hay sectores sociales que así lo
entienden; en las “viejas democracias”, es decir, en aquéllas donde la democracia es, desde hace
tiempo, la forma de gobierno, ahora es considerada caduca, antigua, a la que le pesa la tradición y le falta
modernidad; ahora bien, en las “nuevas democracias”, en los países de la Europa del este, que han
aparecido tras los tratados de paz, la democracia también fracasará. En ellos se considera que la sociedad
no está preparada para acoger la democracia, dándose paso, a través de golpes de Estado, a regímenes
autoritarios, a dictaduras.
Italia ofreció el modelo con la “marcha sobre Roma” y el establecimiento del fascismo (octubre de 1922). El
ejemplo es imitado y así otros países siguen la misma evolución durante el decenio 1920-1930: Polonia,
Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Grecia y Turquía. El contagio autoritario no se limitó a Europa oriental y
debe añadirse otros países. En España, de 1923 a 1930, se mantuvo la dictadura del general Primo de
Rivera; en Portugal otra dictadura militar se implanta en 1926. En la Europa de los dictadores, a la que
luego se une Alemania, hay que incluir al comunismo soviético con la dictadura totalitaria de Stalin.
Los países con tradición democrática (monarquías escandinavas, Países Bajos, Gran Bretaña y Francia)
no entraron en el club de las dictaduras, pero conocieron movimientos de agitación a favor de fórmulas
autoritarias. Los ataques se vieron facilitados por las continuas crisis ministeriales y por las dificultades
económicas que ponían en entredicho al sistema parlamentario, incapaz a la hora de dar soluciones para
salir de las crisis.

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II. LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS (HASTA LA
SUBIDA DE HITLER AL PODER).
1. Las relaciones internacionales (1919-1933).
a) Los primeros años veinte: Versalles y sus efectos. A principios de los años veinte el principal
problema en las relaciones internacionales en Europa era el resentimiento y las tensiones que el tratado de
Versalles generaba en Alemania. Para los alemanes el tratado de Versalles era una paz impuesta,
vengativa. Nunca consideraron como decisivas las nuevas fronteras y las reparaciones de guerra eran
vistas como una hipoteca perpetua sobre su futuro. Los franceses, en cambio, confiaban en el pago de las
reparaciones para cubrir los daños provocados por la guerra. Al no avanzarse, al mantenerse bloqueada
esta cuestión, los franceses, en 1923, ayudados por los belgas, enviaron tropas para ocupar los centros
industriales del Ruhr. Como respuesta, el gobierno alemán decreta la resistencia pasiva, convoca una
huelga de los obreros contra los franceses y el propio gobierno se encargó de abonarles lo que no
cobrasen por la huelga. Como reacción, los franceses expulsan a 200.000 obreros alemanes y los
sustituyen por franceses. Pero Alemania, como ya ha quedado apuntado, vivía bajo una inflación galopante
que impedía cualquier proyecto. El papel moneda prácticamente carecía de valor. A finales de 1923, un
dólar valía 4 billones de marcos de papel. La situación era insostenible, Francia no tenía apoyos y estaba
aislada. Al final Stresseman, canciller alemán, puso fin a la resistencia pasiva, estabilizó el marco y aceptó
el Plan Dawes (1924) para resolver el pago de las reparaciones. Los franceses, por su parte, evacuaban el
Ruhr en 1925.
b) La distensión: Locarno y el entendimiento.
La distensión provocada por el acuerdo anterior posibilitó un proceso de reconciliación francoalemán. En
efecto, un cambio radical en las relaciones entre Francia y Alemania se va a producir en 1925 cuando
Stresseman, ahora como ministro de Asuntos Exteriores, se declare a favor de aceptar las fronteras
occidentales consagradas en Versalles, es decir, la integración de Alsacia y Lorena en Francia. Así, en
octubre de 1925, se firma el tratado de Locarno entre Francia, Alemania, Gran Bretaña y Bélgica. En este
tratado Alemania aceptaba sus fronteras al este y al oeste, renunciaba a la violencia, a hacer uso de la
fuerza, incluso en la revisión de sus fronteras del este. El tratado de Locarno fortaleció a la Sociedad de
Naciones, en la que ingresó Alemania en 1926 como miembro permanente del Consejo. Las
consecuencias de Locarno fueron muy positivas, contribuyeron a bajar la tensión en las cancillerías
europeas, y un clima de concordia y colaboración reinaba en el viejo continente. Es tal su efecto que
muchos hablan del espíritu de Locarno para aludir al clima de entendimiento y distensión que se respiraba
en Europa. Simultáneamente una ola de pacifismo recorría el mundo, ese pacifismo se ve coronado por la
firma en 1928 del llamado pacto de Briand-Kellog, una iniciativa del ministro francés de Negocios
Extranjeros y del Secretario de Estado norteamericano (de ahí su nombre) y que fue firmado por sesenta y
cinco países. En él se condenaba la guerra como medio para solucionar los conflictos internacionales. El
mundo parecía haber entrado en una etapa de tranquilidad y de prosperidad. Los niveles de producción
económica ya superaban a los de anteguerra. Pero, en 1929, la crisis económica sacudió a todo el mundo,

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y también a Europa. Los intercambios comerciales se redujeron y el espíritu de cooperación y solidaridad
de la etapa anterior desapareció totalmente.
b) El “viraje de 1932”. A partir de 1932 el mundo entra en una fase de progresiva tensión entre las las
distintas potencias, estas tensiones se fueron agravando progresivamente hasta el estallido de la II Guerra
Mundial. Con anterioridad habían surgido algunos signos inquietantes. Así, en septiembre de 1931, Japón
ocupa parte de la Manchuria (territorio chino). La SDN denuncia la acción ilegal de Japón en Manchuria,
pero no hubo sanción alguna. En 1933 Japón abandonaba la SDN. Se demuestra que ésta no tiene fuerza
disuasoria y de nada sirven los acuerdos internacionales.
En Europa, la crisis económica trajo consigo, en 1932, el fin de las reparaciones de guerra. Éstas se
habían regulado desde 1930 por el Plan Young. En la Conferencia de Lausana (1932) los países
acreedores de las reparaciones renunciaron a ellas.
A partir de diciembre de 1932 Francia cesa de pagar sus deudas de guerra a los EE.UU., el ejemplo
francés fue pronto imitado por la mayoría de los países deudores. Pero ello tuvo como resultado un mayor
distanciamiento de EE.UU. con respecto a Europa.
También, paradójicamente, la apertura de la Conferencia de Desarme en Ginebra (1932), marcó el inicio
de un periodo de tensiones. En el tratado de Versalles se estipulaba el desarme de Alemania, lo que
constituía una especie de prolegómenos de un desarme general. Una vez iniciada la Conferencia de
Desarme, Alemania planteó un dilema que no podía eludirse: que las demás naciones se desarmaran o
bien que admitieran el derecho de Alemania a rearmarse. Gran Bretaña y EE.UU. estaban dispuestos a
aceptar la postura de Alemania. Francia se veía cada vez más empujada a legalizar o al menos a aceptar
de hecho el rearme alemán. A finales de 1932, Alemania abandonó la Conferencia y mediante esta jugada
conseguirá el reconocimiento de la igualdad de derechos.
En octubre de 1933, ya con Hitler en el poder desde enero, la abandona definitivamente y se retira también
de la Sociedad de Naciones. No hay ley o norma internacional que evite el rearme, la carrera
armamentística.

DOCUMENTO 9: La crisis económica de 1929: causas, desarrollo y consecuencias - En:


http://www.sabuco.com/historia/ (fragmento)

I LAS CAUSAS DE LA CRISIS. Sobre las causas de la crisis se han escrito ríos de tinta, las
interpretaciones son muchas e incluso hoy no todos los estudiosos del tema están de acuerdo sobre las
causas. Unos hablan de superproducción ante un mercado que no demanda más productos. Otros de
subconsumo, es decir, que el desarrollo económico de la etapa anterior ha beneficiado a las clases altas,
pero la inmensa mayoría de la clase trabajadora no ha mejorado lo suficiente su capacidad adquisitiva y
ello no permitía asegurar un crecimiento económico sostenido. Nosotros hemos distinguido dos causas
determinantes, que se combinan con factores secundarios para agrandar más la profundidad de la crisis.
1. El crecimiento artificial de la bolsa. La mayoría de los autores se fijan en el comportamiento de la
bolsa de Wall Street (bolsa de Nueva York), cuya espectacular caída provocó una grave crisis financiera y
económica en EE.UU. Ahora bien, la caída brusca de la bolsa era un eslabón más en la cadena y será la
importancia económica de Estados Unidos (primer productor mundial, primer mercado mundial) la que hará
que la caída arrastre a muchos países y la crisis tenga unas dimensiones mundiales. Veamos lo que pasó.
Desde 1925 la economía norteamericana había ido creciendo de una manera importante, se supera la
crisis de la postguerra y se inicia la etapa de la “prosperity” y de los locos años veinte en los que reina el
optimismo. Uno de los mejores negocios era invertir en bolsa; ésta fue creciendo de una manera
espectacular debido a la especulación de los inversores sin tener correspondencia con la realidad
económica, ese desajuste entre el estado real de la economía y el de la bolsa tenía que estallar por algún
lado. Muchas personas adquirían acciones con fondos tomados a préstamo. Con dinero propio habían
comprado una parte, el resto, cinco o diez veces más, con dinero tomado a préstamo a los corredores, y
éstos lo tomaban a su vez de los bancos, sirviendo en cada caso como garantía las acciones compradas.
Con dinero tan fácil de conseguir, la gente con sus compras hizo subir la bolsa. Se piensa que cuanto
antes compres mayor será tu ganancia, ante la confianza de que las cotizaciones seguirán subiendo.
Ninguno quería ser el último en comprar… Sobre el papel contaban con grandes fortunas, pero si los
precios bajaban, aunque fuera poco, los inversores, atrapados, se verían obligados a vender sus acciones
para devolver el dinero que habían tomado a préstamo. Ante un engranaje tan especulativo, en el
momento en que las cotizaciones comenzaran a bajar se podía provocar un efecto en cadena que
incrementara el número de acciones a la venta. Las continuas órdenes de venta hundieron el valor de las
acciones. El primer día de pánico es el “jueves negro” (24 de octubre de 1929): se produce el desplome de
la bolsa, es el inicio de la crisis.

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2. La superproducción y el subconsumo: Las debilidades de la “prosperidad”. En la industria se
había producido un incremento importante de la producción y el desarrollo había sido constante hasta
1927, generándose abundancia de productos industriales. Pero sobre la superproducción planeaba el
problema del subconsumo. Los trabajadores habían mejorado sus salarios, pero no lo suficiente como para
absorber el gran volumen de lo que técnicamente era posible producir. En la agricultura, el aumento de la
producción ya venía generando excedentes de productos agrícolas, sin contar con mercados que pudieran
absorberlos; por tanto, los granjeros americanos, ya durante los años veinte, no podían pagar sus deudas,
ni comprar productos industriales. La incorporación de otros países a la producción complicaba la situación
de EE.UU.: Argentina, Canadá, Europa ya recuperada… alimentaban a escala mundial los excedentes de
productos agrícolas, sin mercados suficientes para absorberlos.

II. LA GRAN DEPRESIÓN: EL DESARROLLO DE LA CRISIS.


La crisis de la bolsa será determinante. Desde septiembre de 1929 la tendencia alcista de la bolsa se
estanca o inicia un descenso después de varios años de crecimiento ininterrumpido. En la última semana
de octubre se produce la explosión, el desplome de la bolsa. Desde el 21 se acumulaban las órdenes de
venta, viendo que la cosa iba mal muchos quieren vender sus acciones para recuperar su dinero; como
había más órdenes de venta que compradores el precio de las acciones baja. Esta tendencia a la baja se
ve frenada unos días por la compra de muchas acciones por la Banca Morgan. El 24 de octubre de 1929,
llamado el “jueves negro”, se produce un desplome espectacular de la bolsa, 13 millones de acciones
salen al mercado y no encuentran comprador, ese desajuste entre la oferta y la demanda hace que el valor
de las acciones caiga en picado. El 29 de octubre, el “martes negro”, son ya 16 millones, el pánico es
tremendo, todo el mundo quiere vender para recuperar algo del capital. Empieza una crisis que durará
varios años. En la primavera de 1930 la Banca Morgan saca al mercado las acciones que había
acumulado, de nuevo el pánico es tremendo y se produce la ruina de millares de accionistas modestos.
Para hacernos una idea de lo que está pasando diremos que el valor de las acciones de la Chrysler pasa
de 135 a 5, y en la Steel de 250 a 22. La bolsa se ha desinflado. La crisis de la bolsa acabó afectando a
todos los sectores económicos.
En el sistema bancario, los que habían tomado dinero a préstamo ahora no podían devolverlo; los
particulares, temerosos de perder sus depósitos los retiraban. Las entidades bancarias no podían reponer
los depósitos por la falta de recursos. Era la crisis bancaria. Más de 4.000 bancos quebraron y
desaparecieron.
La caída de la bolsa, la falta de ahorro y la disminución del crédito provocaron el descenso del consumo, lo
que vino a empeorar la superproducción que ya venía observándose. En pocos meses los stocks se
acumulaban y los precios de hundían. Era la crisis industrial. A la altura de 1933 la producción industrial se
había reducido a la mitad y más de 100.000 empresas habían desaparecido.
Como consecuencia, la crisis industrial incrementó el paro (el desempleo). Pasa de 1,6 millones a 12
millones en 1933. El desempleo acentúa la caída de la demanda: los millones de parados sin ingresos
dejaron de consumir. Así, con la caída de la demanda disminuía la producción industrial y agrícola.
La crisis alimentaba la crisis. Mientras, el gobierno de los Estados Unidos no encontraba soluciones para la
crisis, tardó en actuar y las primeras medidas no fueron efectivas. El presidente Hoover no se cansaba de
decir que era algo pasajero y que “la prosperidad estaba a la vuelta de la esquina”.

IV. MEDIDAS ADOPTADAS CONTRA LA CRISIS.


Estados Unidos: Roosevelt y el New Deal. En 1933 se acaba la etapa de gobierno republicano, Hoover
es derrotado y los demócratas con Franklin Delano Roosevelt llegan al poder. El nuevo presidente es un
hombre enérgico y, rodeado de un equipo de jóvenes economistas, va a intentar poner freno a la crisis.
La política que llevará a cabo se llama New Deal término sacado del juego de bridge que significa “nuevo
reparto”. El Estado va a optar por el intervencionismo en la economía y desde ahí va a potenciar la subida
de precios y el estímulo al consumo. En algunas medidas estará influido por Keynes, economista inglés
que propone una revisión de los principios del capitalismo.
a) Medidas de orden financiero para salvar el sistema bancario. El objetivo fundamental era reformar el
sistema bancario que había quedado deshecho tras la crisis y era la clave para reactivar otros sectores.
Con la Reconstruction Finance Corporation se apoyó al sistema bancario con un mayor control por el
Estado. Se creó un Seguro Federal para garantizar el ahorro de los depositantes en los Bancos. En el
orden monetario se produjo la devaluación del dólar, para favorecer las exportaciones. La última medida
tomada fue la reforma de la bolsa, con la creación de una Comisión de Valores y de Cambios encargada
de regular la emisión de acciones y de velar por el buen funcionamiento de la bolsa.
b) Medidas para relanzar la agricultura. El problema principal de la agricultura y una de las causas de la
crisis en este sector era el gran número de excedentes para ello crea la Agriculture Adjustement Act
(A.A.A.), con el fin de reducir la producción agraria y recuperar los precios.
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c) Medidas industriales. Se pretendía relanzar la actividad industrial de las empresas privadas. El Estado
promovió obras públicas. Destaca el Tennessee Valley Authority, que construyó grandes presas
hidroeléctricas en esa zona.
d) Medidas sociales. Hay que destacar dos leyes sociales. La primera es la Ley de Relaciones Laborales
(1933), que reconocía la libertad de sindicación en las empresas y el derecho a la negociación colectiva de
los salarios. Y la otra es la Ley de Seguridad Social (1935), que introducía un seguro de desempleo, de
vejez e invalidez.
El balance del New Deal es positivo, contribuyó a salir de la crisis. Hacia el año 1934 sus resultados eran
todavía modestos. En 1935 dio un giro social importante con las medidas que hemos anotado. La
recuperación económica se consolidaba, pero en 1936-1937 aparece una recesión. Por tanto, la
recuperación real no llega hasta después de 1939 con la industria militar, con la guerra mundial.

Documento 10: "Guerra Civil española". En: https://www.significados.com/guerra-civil-espanola/


Consultado: 4 de marzo de 2022, 08:45 pm.

La guerra civil española fue un conflicto bélico desarrollado en España desde el 18 de julio de 1936 hasta
el 1 de abril de 1939 entre el bando republicano y el bando sublevado o nacional.
Fue el resultado de un largo proceso de inestabilidad política, económica y social durante la Segunda
República española. La crisis alimentó la polarización entre izquierda y derecha, en un contexto
internacional de crecientes tensiones ideológicas.
El detonante de la guerra fue el intento de golpe de Estado, perpetrado por los generales Emilio Mola y
Francisco Franco, entre otros, quienes inicialmente solo lograron controlar parte del territorio. Los
sublevados ganaron la guerra en 1939 y establecieron una dictadura que terminó al fallecer Franco en
1975.
Causas de la Guerra Civil española
Desigualdad socioeconómica. España sufría una profunda desigualdad socioeconómica, signada por el
alto índice de desempleo y numerosas huelgas obreras.
Expansión de la izquierda. Ante las frustraciones del pueblo, sectores obreros y campesinos se
adhirieron a la agenda revolucionaria de izquierda en sus diferentes vertientes, unas moderadas y otras
radicales.
La expansión del fascismo. Los conservadores temían la instauración de un régimen comunista al estilo
bolchevique. En consecuencia, muchos se resistieron y se afirmaron en el nacionalismo fascista que por
entonces crecía en Europa.
Preocupación ante la reforma agraria. El gobierno de la Segunda República promovió una reforma
agraria, cuyos términos despertaron los temores de los sectores afectados y dejó insatisfechos a sus
beneficiarios.
Anticlericalismo. La Segunda República alentó la persecución de la Iglesia católica, radicalizada entre
febrero y junio de 1936. En sus inicios implicó confiscación de bienes, disolución de órdenes religiosas y
prohibición de educación cristiana en las escuelas. Más tarde, derivó en la destrucción de las iglesias y el
asesinato de sacerdotes.
Independentismos en emergencia. La unidad política española se veía amenazada por el fortalecimiento
del independentismo vasco y catalán, lo que afirmó el nacionalismo de Estado entre los conservadores.
Inestabilidad política y radicalización. Desde su proclamación en 1931, la Segunda República enfrentó
varios golpes de Estado y rebeliones internas. La creciente radicalización tanto de derecha como de
izquierda apartó a los sectores moderados.
El intento de golpe de Estado de 1936. El intento de golpe perpetrado entre el 17 y 18 de julio de 1936
fue el detonante de la guerra civil española. Al no vencer en todo el territorio, desató el conflicto armado
por el control de España.
Antecedentes
El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República española y, el 9 de diciembre del mismo año, se
aprobó la nueva Constitución democrática. Esto suponía el fin de un período de dictaduras militares, como
las del general Manuel Primo de Rivera (1923-1930), Dámaso Berenguer (1930-1931) y Juan Bautista
Aznar (febrero-abril de 1931).
Las políticas republicanas generaron la férrea oposición de los conservadores. Los sectores más radicales
de la derecha emprendieron diversos golpes de Estado entre 1932 y 1936. La crisis política también dividió
a la izquierda entre moderados y radicales, y pronto hubo fracturas que derivaron en la rebelión de octubre
de 1934.

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En enero de 1936, se formó una coalición de partidos de izquierda llamada Frente Popular, que resultó
ganadora en los comicios de febrero de ese año. Sin embargo, dos meses después el PSOE se dividió
internamente, lo que debilitó al gobierno electo.
Mapa político-militar (por ciudades) de España tras el golpe de Estado en julio de 1936
El golpe de Estado de julio de 1936
El 17 de julio de 1936 se inició un alzamiento de los militares del
África española. Fue perpetrado por Emilio Mola, José Sanjurjo,
Francisco Franco, Miguel Cabanellas, Gonzalo Queipo de Llano,
Joaquín Fanjul y Manuel Goded. Para el 18 de julio, los sublevados
habían logrado controlar solo parte del territorio, lo que dividió al país
en dos zonas.
Los sublevados controlaban la España rural: León, Castilla la Vieja,
parte de Cáceres y Aragón, Galicia, Navarra, Álava, el protectorado
de Marruecos, las islas Baleares (excepto Menorca), las islas
Canarias (excepto La Palma). También controlaron las ciudades
Sevilla, Córdoba, Cádiz y Granada.
El Frente Popular controlaba los grandes centros urbanos del país, como Madrid, Barcelona, Valencia,
Bilbao, Málaga y Murcia, junto al resto del territorio.
Bandos de la Guerra Civil española El bando sublevado, autodenominado nacional, estaba
conformado en sus inicios por la Junta de Defensa Nacional. Los principales partidos y movimientos que
respaldaron el bando nacional fueron:
Izquierda: bandera de la Segunda República. Derecha: Bandera de los sublevados (nacionales) desde 1938.

• Partido Falange Española,


• Movimiento carlista,
• Partido monárquico Renovación Española,
• Confederación Española de Derechas
Autónomas,
• Liga Regionalista, entre otros.
Las tropas de los nacionales estaban conformadas principalmente por militares profesionales. En
septiembre de 1936, Francisco Franco fue designado generalísimo y jefe de gobierno de los nacionales.
El bando republicano estaba conformado por el Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda
que lideraba el gobierno de la Segunda República. Aglutinaba partidos de distintos enfoques:
republicanismo, socialdemocracia, liberalismo, socialismo, comunismo y anarquismo. Todos compartían el
espíritu antifascista. Entre los principales partidos del bando republicano se cuentan:
• Izquierda Republicana (IR),
• Unión Republicana (UR),
• Partido Socialista Obrero Español (PSOE),
• Partido Comunista de España (PCE),
• Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM),
• Partido Sindicalista,
• Partido Galeguista,
• Acción Nacionalista Vasca,
• Esquerra Republicana de Catalunya (Esquerra), y otros.
Buena parte de las tropas republicanas estaban formadas por milicias civiles.
Apoyos internacionales El bando sublevado contaba con el apoyo resuelto de Alemania e Italia
principalmente, naciones identificadas con el fascismo. Hitler colaboró con armamento a crédito y envió a
la Legión Cóndor. Benito Mussolini envió a la Aviación Legionaria y a sus tropas. También Portugal envió a
los llamados «viriatos», un grupo de ocho mil reclutas voluntarios afectos a la causa.
El bando republicano contaba con el apoyo de la Unión Soviética y México, cuyo presidente era Lázaro
Cárdenas. Los republicanos recibían unidades militares de voluntarios extranjeros, conocidas
como Brigadas Internacionales. También recibían armamento. Sin embargo, el armamento debía
pagarse de contado y con frecuencia resultaba obsoleto.

Hitos de la Guerra Civil española: Fueron muchas las ofensivas, batallas y maniobras que sucedieron
durante la guerra civil española. Por ello, a continuación haremos una relación de los hitos más influyentes
en la definición del conflicto.

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La batalla de Irún. Entre el 27 de agosto y el 5 de septiembre de 1936 se llevó a cabo la batalla de Irún
(Guipúzcoa, País Vasco). La ofensiva de los sublevados cortó la comunicación por tierra con Francia e
interrumpió el suministro de armamento por esta vía.
La matanza de Paracuellos. En noviembre de 1936, el bando republicano ejecutó la llamada Matanza de
Paracuellos. Se trató del asesinato de casi cinco mil presos bajo su custodia, incluidos 276 menores de
edad, considerados enemigos políticos.
La batalla del Jarama. Con la batalla del Jarama, efectuada entre el 6 y el 27 de febrero de 1937, los
sublevados pretendían contar las comunicaciones entre Madrid y Valencia, pero el bando republicano logró
resistir.
Ofensiva del Norte. Llamada también Campaña del Norte o Frente del Norte, fue una ofensiva de los
sublevados desarrollada entre abril y octubre de 1937. Los sublevados lograron tomar Vizcaya, Asturias y
Santander. Con ello, se aseguraron el control de la producción industrial, carbonífera y de acero de la
región ocupada, una estrategia decisiva en el conflicto.
El bombardeo de Guernica. En el mes de abril de 1937, la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria
bombardearon la ciudad de Guernica, en el país Vasco. El hecho tuvo una gran repercusión en la opinión
pública internacional.
No existe un consenso sobre quién ordenó el bombardeo y cuál fue su propósito debido a la falta de
documentación. Los nacionales negaron haber dado la orden. Algunos historiadores piensan que pudo
tratarse de una iniciativa de los nazis, que pretendía enviar un mensaje a Inglaterra.
La batalla de Brunete. Entre el 6 y el 25 de julio de 1937 se llevó a cabo la batalla de Brunete, en las
afueras de Madrid. La ofensiva de los republicanos pretendía contener a los sublevados. Pero la maniobra
solo los debilitó.
La batalla de Belchite. Entre el 24 de agosto y el 7 de septiembre de 1937, tuvo lugar la batalla de
Belchite (Zaragoza, Aragón), en el contexto de la ofensiva de Zaragoza. Los republicanos emprendieron la
ofensiva para evitar la caída de Bilbao y reducir la presión que ejercían los sublevados en el Frente Norte.
La estrategia fracasó.
Las depuraciones internas. A lo largo de todo el desarrollo de la guerra civil, hubo un proceso de
represión y depuración interna dentro de cada zona dominada por los bandos en pugna. Esto implicó la
persecución y muerte de los disidentes de lado y lado.
La batalla del Ebro. El 25 de julio de 1938 comenzó la batalla del Ebro (Tarragona, Cataluña), conocida
por ser el enfrentamiento más prolongado y cruel de la
guerra. La batalla se extendió hasta el 16 de noviembre. El
bando sublevado se alzó con la victoria y se perfiló
claramente como el vencedor de la guerra.
El fin de la guerra civil española
Una vez controlada Cataluña, los nacionales avanzaron
hacia Madrid en febrero de 1939, y Francisco Franco fue
reconocido por los gobiernos de Reino Unido y Francia. En
marzo de ese año la Segunda República presentó su
rendición.
La guerra se dio por terminada cuando Francisco Franco
declaró su fin en el llamado último parte de la guerra civil
española, emitido el 01 de abril de 1939.
Mapa político-militar (por ciudades) de España en febrero de 1939.

Consecuencias de la Guerra Civil española


Destrucción del sector agropecuario. La guerra destruyó buena parte de la vida del campo, afectando la
cadena de producción y suministro de alimentos.
Muertes directas e indirectas. Se calcula que la guerra dejó al menos medio millón de muertes. De esta
cifra, unos 175 mil fueron bajas del ejército popular o republicano; unos 110 mil fueron bajas del ejército
sublevado; cerca de cien mil decesos fueron ocasionados por hambruna y enfermedades. El resto fueron
muertes civiles durante los ataques y ajusticiamientos.
Destrucción de la infraestructura. La guerra destruyó un número importante de edificaciones, entre
viviendas, construcciones de servicio civil, industrias, edificios patrimoniales, iglesias, etc.
Establecimiento de la dictadura. Tras el triunfo del bando nacional, Francisco Franco estableció una
dictadura que se prolongó hasta su muerte, en 1975. La dictadura mantuvo la práctica de la violencia
política, a través de persecuciones, desapariciones, asesinatos y purgas institucionales.
Crisis económica. La crisis económica dejada por la guerra perduró algunos años. Se calcula que, en
promedio, los españoles perdieron el 30% de su renta.

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Exilios. Un número importante de representantes y partidarios del bando vencido fue exiliado por
Francisco Franco. Se estima que fueron unos doscientos cincuenta mil casos.
Radicalización de la sociedad. La radicalización continuó convertida en acusaciones mutuas sobre las
responsabilidades de izquierda y derecha en la guerra civil, causando incluso la división de familias.
Aislamiento político de España. Las relaciones del gobierno de Franco con el fascismo italiano y alemán
aislaron a España de la comunidad internacional. Sin embargo, el aislamiento se vio diluido con la Guerra
Fría, pues la dictadura franquista pasó a representar un bastión de la lucha contra el comunismo.
Para ver y pensar: Un Dios prohibido https://www.youtube.com/watch?v=Ezp9uG2BvNc

Documento 11: La Segunda Guerra Mundial. https://www.sabuco.com/historia/IIGMb.pdf


La insatisfacción alemana por el tratado de Versalles y el ascenso de Hitler y el nazismo al poder, y su
alianza con otras potencias totalitarias igualmente expansionistas (Italia y Japón) van a ser las causas
principales del estallido de una nueva guerra que se desarrollará en Europa, África y Asia; y en la que
participarán ejércitos de los cinco continentes. Después de la incorporación de varios territorios por Hitler
(Austria, Sudetes,...) se produce la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, este hecho motivó la
declaración de guerra a Alemania por parte de Francia y Gran Bretaña, la guerra duraría hasta 1945. De
forma resumida podemos decir que en la II Guerra Mundial se enfrentan dos bloques: los países que
forman el Eje Berlín-Roma-Tokio y regímenes similares, y los Aliados que en Europa son liderados por
Gran Bretaña y Estados Unidos en el Oeste y la URSS en el Este. El desarrollo de la guerra lo dividimos
en tres etapas, la primera (1939- 1941) es de claro éxito alemán, la segunda de equilibrio (1942-1943), y la
tercera (1944- 1945) consagra el triunfo aliado en Europa y en el Pacífico. Las consecuencias del conflicto
serán importantes en todos los aspectos. En lo político cambia el mapa de Europa y ésta queda dividida en
dos bloques irreconciliables hasta la caída del comunismo, Estados Unidos y la Unión Soviética se
reparten el mundo en áreas de influencia, Europa queda en un segundo orden. En el aspecto económico y

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material las pérdidas de la guerra son tremendas. En el aspecto humano los muertos ascienden a casi 60
millones...

I. LAS CAUSAS DE LA GUERRA: LAS RELACIONES INTERNACIONALES ENTRE 1933 Y 1939: EL


CAMINO HACIA LA GUERRA, LAS POTENCIAS SE VAN COLOCANDO.
En líneas generales, hay unas causas generales, las que se veían venir desde hacía tiempo: deseo de
revancha de Hitler y la aplicación de la ideología nazi, pacifismo de las democracias occidentales que no
desean una nueva guerra (política de “apaciguamiento” con Hitler), rivalidad económica y el rearme de los
países... Y otras que serían las causas inmediatas, las que determinan el estallido de la guerra, en éstas
hacemos alusión a los distintos pasos que van dando Hitler y Mussolini incorporándose territorios hasta
que las democracias occidentales les declaran la guerra.

1. El “viraje de 1932”. El clima de tranquilidad en las relaciones internacionales, que se venía viviendo en
Europa tras la firma del tratado de Locarno (1925) y del Pacto de Briand-Kellog (1928), no fue muy
duradero. Las acciones que forman parte del “viraje de 1932” no podían anunciar buenos tiempos en las
relaciones internacionales. Así, en septiembre de 1931, Japón ocupa parte de la Manchuria (territorio
chino). La SDN denuncia la acción ilegal de Japón en Manchuria, pero no hubo sanción alguna. En 1933
Japón abandonaba la SDN. Se demuestra que ésta no tiene fuerza disuasoria y de nada sirven los
acuerdos internacionales. También, paradójicamente, la apertura de la Conferencia de Desarme en
Ginebra (1932), marcó el inicio de un periodo de tensiones. Una vez iniciada la Conferencia, Alemania
planteó un dilema que no podía eludirse: que las demás naciones se desarmaran o bien que admitieran el
derecho de Alemania a rearmarse. En cualquier caso, a finales de 1932, Alemania abandonó la
Conferencia y mediante esta jugada conseguirá el reconocimiento de la igualdad de derechos. En octubre
de 1933, ya con Hitler en el poder desde enero, la abandona definitivamente y se retira también de la
Sociedad de Naciones. Desde entonces, no hay ley o norma internacional que evite el rearme, la carrera
armamentística. A partir de 1932, como vamos a estudiar, el mundo entró en una era en que las relaciones
internacionales se fueron agravando progresivamente hasta el estallido de la II Guerra Mundial.

2.La subida de Hitler al poder y sus consecuencias internacionales. Hitler se mantuvo al frente del
poder en Alemania entre 1933 y 1945; durante este periodo, sus concepciones e iniciativas fueron el factor
dominante de la política internacional. Hitler decidió ejecutar su programa, ya expuesto en su libro Mein
Kampf, basado en tres objetivos: rechazo del tratado de Versalles, construcción de un Gran Reich (Gran
Alemania) donde estarían todos los pueblos considerados alemanes y la expansión territorial hacia el Este
(conquista del “espacio vital” o lebensraum) a costa de los pueblos eslavos. Situación de Manchuria
(Manchu Kuo para los japoneses) y otras posesiones japonesas.
Para la realización de este programa se evitarían las negociaciones previas, se actuaría según planes
minuciosamente elaborados y se explotaría al máximo los efectos de sorpresa. Calculador frío, Hitler
estaba convencido de que una oscura providencia de la raza le había encargado, a él y a nadie más, la
transformación de Alemania “para el próximo milenio”. Por entonces, mucha gente no comprendió al
principio el alcance de la subida de Hitler al poder y sus consecuencias políticas. El mismo Reino Unido
mantuvo una actitud conciliadora frente a las reivindicaciones de Alemania, esperando con ello poder
controlarlo. La falta de firmeza entre las democracias contribuyó al engreimiento de Hitler y a su política
expansiva.
Las democracias -Gran Bretaña y Francia- practicaron la política de “apaciguamiento”, que consistía en
prevenir la agresión cediendo por adelantado al agresor; se consideraba que era la solución para ahorrarse
una guerra. La juventud inglesa y francesa no estaba por la guerra, era pacifista; pero no se supo ver que
se estaba ante otra cosa, ante un personaje nada fiable dispuesto a cambiar Europa de arriba abajo. Y
para ello había que actuar con celeridad pues él era el designado para cumplir esa tarea, hacer de
Alemania la dominadora de Europa y después del “mundo”.

3. El intento de anexión de Austria. El Pacto de Stresa (abril de 1935). En 1934 Hitler cometía un error al
intentar realizar, sin medir la oposición italiana, la anexión de Austria (el Anschluss), haciendo asesinar por
nazis austríacos al canciller austriaco Dollfuss (julio de 1934), contrario al Anschluss. El plan fracasó por
la intervención de Mussolini, que no deseaba ver a Austria bajo el dominio alemán. En abril de 1935 se
firmaba el Pacto de Stresa entre Francia, Gran Bretaña e Italia por el que defendían la independencia de
Austria.
En mayo de 1935 Francia y la URSS firmaban un Pacto de asistencia mutua en caso de agresión.
Francia mantenía otro acuerdo con Checoslovaquia al que se incorporó la URSS.

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El aislamiento diplomático de Alemania parecía completo. Francia podía respirar tranquila. Pero eran unos
ilusos. Hitler no paraba y en mayo de 1935 restableció el servicio militar obligatorio e inició una política
de reforzamiento del Ejército.

4. El viraje de 1935-1936 y la nueva actitud de Italia. Entre 1935 y 1936 se produce el viraje de
Italia desde una política de acercamiento, como acabamos de ver, a Francia y Gran Bretaña contra
Alemania a otra de aproximación a Alemania.
Los acontecimientos que transcurren entre 1935 y 1936 que
contribuyen a ello y a crear un clima a favor de las dictaduras son los
siguientes: a) La conquista de Etiopía, entre 1935 y 1936. Para
Mussolini, Etiopía, último territorio africano que permanecía
independiente, era el símbolo del fracaso del imperialismo italiano del
siglo XIX. El pretexto para intervenir fue un incidente en la frontera de
Eritrea. La guerra comenzó en octubre de 1935 y finalizaba en mayo
de 1936 con la conquista de la capital, Addis Abeba, convirtiéndose
Víctor Manuel III en emperador de Etiopía. La SDN impuso a Italia
sanciones económicas, pero no fueron efectivas y provocaron, en
cambio, la ruptura del Pacto de Stresa y el acercamiento entre Italia y
Alemania, que se irá consolidando progresivamente. En 1937 Italia
abandonó la SDN, mientras el “Eje Roma-Berlín”, formado en
noviembre de 1936, se potenciaba. b) La remilitarización de Renania
en 1936. Con la ruptura del Pacto de Stresa, Alemania dejó de estar
aislada. Hitler decidió retomar la iniciativa ordenando, en marzo de
1936, la entrada de tropas alemanas en Renania (debía permanecer
desmilitarizada de acuerdo con el tratado de Versalles). Franceses e
ingleses no se opusieron. Fue una muestra de debilidad que contribuyó
a unir a Mussolini y Hitler (“Eje Roma-Berlín”, noviembre de 1936). c)
El estallido de la Guerra Civil en España en julio de 1936. Otra
muestra más de la debilidad de Francia y de Gran Bretaña frente al poder nazifascista fue la
internacionalización de la Guerra Civil española. La República española del Frente Popular reclamó la
ayuda francesa, también con un gobierno del Frente Popular. Sin embargo, Francia adoptó la propuesta
británica de “no intervención”; en agosto de 1936, veinticinco países, entre ellos Alemania, Italia y la URSS
firmaron el Acuerdo de No Intervención, que fue claramente incumplido. Las tropas sublevadas de
Franco contaron con la ayuda de Alemania (técnicos, aviones de la Legión Cóndor y suministros) e Italia
(tropas de infantería, aviones y material artillero), mientras la República la obtuvo, fundamentalmente, de la
URSS (material de guerra, aviones y asesores militares). También debe destacarse la intervención de las
Brigadas Internacionales, idea que partió de la Internacional Comunista, con el objetivo de reclutar a
comunistas y socialistas, que procedentes de muy diversos países vinieron a España para “luchar contra el
fascismo”; su principal centro de reclutamiento estuvo en París y su base de entrenamiento en España se
ubicó en Albacete. Por último, la Guerra Civil española, curiosamente, contribuyó a unir todavía más a
Alemania e Italia, y en nuestro país se ensayarían armas y tácticas militares que luego se desarrollarían en
la II Guerra Mundial. d) Invasión de China por Japón. La guerra en el Pacífico, que constituirá el otro
escenario de la II Guerra Mundial, fue iniciada por Japón. El gobierno japonés, ya en 1931, había ordenado
la intervención de su ejército en el territorio chino de Manchuria, un año después crea allí un estado-
satélite denominado Manchu-Kuo. A este territorio le siguió, en 1937, el inicio de la guerra contra China.
Con ello se producía el inicio de la II Guerra Mundial en esa zona. El frente de los dictadores se
reforzaba constantemente. En noviembre de 1936, Alemania y Japón firmaron el Pacto Antikomintern,
dirigido contra la Internacional Comunista. En noviembre de 1937 Italia se une también al Pacto.

5. Los golpes de fuerza de Hitler: la marcha hacia la II Guerra Mundial. Mientras tanto, Hitler, seguro de
su preponderancia militar, pasó de la destrucción de las cláusulas del tratado de Versalles a la etapa
ulterior: la creación de la Gran Alemania. Hitler era consciente de que el peligro era mayor y de que la
guerra podía estallar. Hitler expuso sus planes expansionistas a sus principales colaboradores en la
conferencia secreta conocida como Protocolo Hossbach (finales de 1937). Hitler aplicaría sus planes,
son los llamados golpes de fuerza. Sin embargo, Francia e Inglaterra no se decidieron a intervenía hasta
el cuarto golpe de fuerza.
a) El primer golpe: el Anschluss o anexión de Austria por Alemania. Austria tras su derrota en la I
Guerra Mundial quedó reducida a un territorio pequeño de lengua y cultura alemana. Hitler ya había
intentado la anexión de Austria (Anschluss), pero ahora la situación era distinta, le favorecía. No estaba
dispuesto a perder esta oportunidad. En febrero de 1938 Hitler presionó al canciller austríaco,
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Schuschnigg, para que nombrara al dirigente del partido nazi austríaco, Seyss-Inquart, como ministro del
Interior. En marzo el canciller quiso convocar un referéndum para ratificar o no la unión de Austria con
Alemania, con la intención de mantener la independencia de Austria. Hitler, ante esa convocatoria, lanzó
un ultimátum (11 de marzo). Se anuló, entonces, la convocatoria, dimitió el canciller y se formó un gobierno
presidido por Seyss-Inquart. A continuación, tropas alemanas entran en Austria y ocupan Viena. Una vez
controlada Austria, los nazis organizaron un referéndum cuyo resultado fue de una inmensa mayoría
(99,75 %) a favor de la unión con el Reich alemán (abril de 1938). Este golpe de fuerza fue aceptado
sin reacción, se contentaron con protestar, tanto por Gran Bretaña como por Francia.
b) El segundo golpe: la anexión de los Sudetes. Los Sudetes es una zona del noroeste de
Checoslovaquia donde vivían tres millones de alemanes que eran bien tratados por los checos. Estos
alemanes pedirán la autodeterminación. Para apoyar a esta minoría alemana Hitler desplazó 750.000
soldados a la frontera con Checoslovaquia y reforzó la frontera con Francia por si había alguna reacción
de ésta ya que era aliada de Checoslovaquia. El riesgo de guerra era inminente, ante esta circunstancia y
a instancias del primer ministro británico Chamberlain se reunieron el 29 de septiembre de 1938 en la
Conferencia de Munich el inglés Chamberlain, el francés Daladier, Hitler y Mussolini. En esta
conferencia se aceptó la anexión de los Sudetes por Hitler a cambio de que diera garantías a Francia y
Gran Bretaña de que con eso acababan sus ambiciones. Chamberlain pensaba que se había evitado la
guerra. Hitler firmó unos compromisos que sabía que incumpliría: tras los Sudetes vendrían otros
territorios. En definitiva, en esta Conferencia se manifestó la impotencia y debilidad de las democracias
que cedieron ante Hitler y sacrificaron a Checoslovaquia, que por entonces era el único país de la Europa
Oriental que mantenía la democracia como sistema de gobierno.
c) El tercer golpe: el resto de Checoslovaquia y Memel. Italia se apunta a las conquistas. Con la
incorporación de los Sudetes y de Austria la situación de Checoslovaquia era desesperada, formaba una
cuña que se adentraba en Alemania. Tras la Conferencia de Munich y la anexión de los Sudetes
Checoslovaquia había quedado debilitada y Hitler decide ocupar (16 de marzo de 1939) la parte checa y
Eslovaquia se convierte en un país independiente bajo tutela alemana. Seis días después de la ocupación
de Checoslovaquia Hitler se anexiona Memel (en Lituania) (23 de marzo), una ciudad declarada libre en el
tratado de Versalles. En abril de 1939 Mussolini invadía Albania. Ese mismo mes, Francia y Gran
Bretaña estaban dispuestas a intervenir ante una próxima anexión. Mientras, Hitler y Mussolini firmaban
una coalición militar: el Pacto de Acero (mayo de 1939), por el que Alemania e Italia se aliaban
militarmente.

d) El cuarto golpe: Polonia. Todos sabían que el


siguiente paso sería Polonia. Así, tras la
desintegración de Checoslovaquia, Hitler planeó
invadir Polonia. Comenzó por exigir la anexión de
Danzig, ciudad internacionalizada pero poblada por
alemanes, y una vía extraterritorial a través del
“corredor” para unir Alemania con Prusia Oriental. La
postura de la URSS en esta situación era muy
importante. Gran Bretaña y Francia, ante la nueva
amenaza, garantizaban las fronteras a Polonia e
iniciaron negociaciones con la URSS en marzo de
1939, pues una alianza con los soviéticos podía
detener a Hitler. Pero había una desconfianza mutua y
los polacos se resistían a que tropas rusas pudieran
entrar en territorio polaco en caso de agresión
alemana. Stalin, mientras tanto, venía entablando
negociaciones secretas con los alemanes. El 23 de
agosto se firmaba un Pacto germano-soviético de no
agresión y los ministros de Exteriores ruso y alemán
(Molotov y Ribbentrop) incluyeron una cláusula secreta para repartirse Polonia y los países bálticos. En
la madrugada del 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas invaden Polonia: hoy sabemos que desde
el 3 de abril había dado la orden de invadir Polonia el 1 de septiembre; respaldado por el acuerdo
germano-soviético, Hitler mantuvo la fecha y empezó el ataque. Dos días más tarde, el día 3, Francia y
Gran Bretaña le declaran la guerra: Ha estallado la II Guerra Mundial.

II. EL DESARROLLO BÉLICO. 1. Balance de los contendientes.


a) Los efectivos militares. Desde el punto de vista militar se observa una clara superioridad del ejército de
tierra alemán, tiene a su favor un mayor número de divisiones (139 en 1940), un equipo totalmente motorizado y
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modernizado y una tropa mejor adiestrada y disciplinada que lleva años preparándose para la guerra. Esto le permite
ocupar Polonia en dos semanas y barrer la resistencia francesa en la línea Maginot, posición defensiva para una
guerra de posiciones como la I Guerra Mundial. El tanque se convierte en otro elemento decisivo en los campos de
batalla, Alemania poseía 3.500 al empezar la guerra, frente a los 2.800 de Francia. El peso de Alemania es también
importante por el número de aviones (5.200) al iniciarse el conflicto, el protagonismo de la aviación será puesto de
manifiesto al apoyar y transportar paracaidistas a los distintos frentes, gracias a ella Gran Bretaña pudo frustrar el
intento de Hitler de tomar la isla. Los aviones se utilizan para bombardear una posición militar, para destrozar las
infraestructuras y los centros industriales del enemigo, o para bajar la moral de la población al bombardear a las
grandes ciudades. Para luchar contra los aviones se construyen baterías antiaéreas y radares (indispensables para la
defensa de Inglaterra).
En lo que estaban en inferioridad de condiciones los alemanes era en la armada, la flota alemana era muy inferior en
número y esto determinará la posibilidad de abastecimiento de los aliados desde cualquier parte del mundo. Dentro
de la marina va a jugar un papel primordial el portaaviones, permite tener una base aérea en cualquier punto, será
muy utilizado por Estados Unidos en el Pacífico y en el Atlántico. Desde el punto de vista táctico los alemanes llevan
la delantera, por primera vez utilizan simultáneamente la aviación y los carros de combates, esto hace que los
avances en la primera etapa de la guerra sean muy rápidos (guerra relámpago). Durante el transcurso de la contienda
esta situación inicial fue variando y se incrementó la producción de armamento y su poder destructivo, llegándose en
1945 incluso a la utilización de bombas atómicas sobre Japón.
b) La situación económica de los contendientes. Alemania poseía fábricas modernas para la producción de
armamento pero su punto flaco era la dependencia de materias primas y petróleo del exterior. Este problema lo
intentó solucionar a través de productos sintéticos, de laboratorio, pero eso no era rentable y la única solución fue
ocupar territorios enemigos para abastecerse de productos esenciales para continuar las hostilidades (hierro sueco,
petróleo ruso...). La situación económica de Francia o Gran Bretaña era peor que la alemana, no tenían el mismo
grado de desarrollo industrial y Francia no ha superado la producción Tropas alemanas invaden Polonia (1-IX-1939)
es el inicio de la guerra de los años anteriores a la crisis del 29. Dependerán por todo eso de las importaciones de
productos de los Estados Unidos.
2. El desarrollo de la guerra en el frente.
a) La primera etapa (1939-1941): el éxito
alemán. Las victorias del Eje. Los principales
contendientes fueron, por un lado, Alemania,
Italia y Japón, llamados países del Eje (Roma-
Berlín-Tokio); por otro, Gran Bretaña y
Francia, a los que se suman en 1941 EE.UU. y
la URSS, constituían los “países aliados”. La
guerra tuvo tres frentes principales: Europa,
África y el Pacífico.
Polonia. Ya sabemos que la guerra se inicia
en Europa el día 1 de septiembre de 1939
cuando Hitler invade Polonia, tras un acuerdo
secreto con Stalin para repartirse la zona, el
día 3 Francia y Gran Bretaña declaran la
guerra a Alemania. La expansión de los
alemanes en Polonia es rapidísima, en sólo
dos semanas han barrido toda resistencia y
han ocupado la parte del país que les
corresponde en el reparto, las tropas alemanas
son imparables, es la blitzkrieg o guerra relámpago que combina el avance de artillería e infantería con el
apoyo de la aviación. El país se repartió entre Alemania, que se quedó con la parte Oeste, y la URSS que
se anexionó el Este, al entrar con sus tropas dos semanas después de la invasión alemana. La URSS
aprovechó a su vez la situación para ocupar Estonia, Letonia y Lituania. También atacó a Finlandia, país
que logró mantener la independencia aunque a costa de ceder una parte de su territorio.
El Báltico: Dinamarca y Noruega. Mientras, en el Oeste, en las zonas fronterizas entre Francia y
Alemania, tropas francobritánicas se mantenían frente a las fuerzas alemanas, pero sin protagonizar
ataques. Todo estaba “extrañamente tranquilo”. Hitler, otra vez, tomó la iniciativa. En abril de 1940 le toca
a la Europa Septentrional, con la intención de controlar el acceso al mar Báltico y de asegurar los
abastecimientos de hierro sueco para la industria alemana. Así, ocupa rápidamente Dinamarca (abril) y
después Noruega (abril-junio), donde organizó un gobierno nazi bajo la dirección de Quisling.
El frente Occidental: la caída de Francia. La entrada de Italia en la guerra. En Europa Occidental la
“ofensiva relámpago” se inicia en mayo de 1940. Alemania invade Holanda y Bélgica e inicia la campaña
contra Francia. Nada lograba detener a las divisiones acorazadas alemanas y a sus bombardeos en
picado. Como en 1914, los aliados esperaban el ataque por la Bélgica central y por ello concentraron aquí
a buena parte de sus tropas. Pero los alemanes lanzaron sus tanques a través de Luxemburgo y del

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bosque de las Ardenas, que el Estado Mayor General francés consideraba intransitable para los tanques.
En junio las fuerzas alemanas avanzaban, incontenibles, hacia el sur. El 14 de junio París era ocupada.
Días antes, Italia entraba en la guerra al lado de Alemania. Nadie había imaginado el hundimiento tan
rápido de Francia. Hitler estaba eufórico. Se ponía fin a la III República francesa. Se constituyó un nuevo
gobierno encabezado por el mariscal Pétain, partidario del armisticio. Se firma en el bosque de
Compiègne el 22 de junio (de 1940), en el mismo lugar que los alemanes firmaron el armisticio en la I
Guerra Mundial. Por esta firma, Francia queda dividida en dos zonas, una de ocupación nazi (incluyendo
París, el Centro y el Oeste) y otra en manos de Pétain pero sometida a los nazis con capital en Vichy.
Francia ha caído en sólo un mes, es la gran sorpresa de la guerra. Algunos franceses huyeron a Inglaterra
y organizaron un movimiento de “Francia Libre” bajo la dirección del general Charles de Gaulle,
animando, por radio, a favor de la resistencia y la continuidad en la lucha.
La batalla de Inglaterra. La fase siguiente de la guerra es la batalla de Inglaterra, entre junio de 1940 y
junio de 1941. Gran Bretaña se había quedado sola ante el poderío alemán. En mayo (de 1940) se había
constituido un gobierno de coalición presidido por Winston Churchill. Su liderazgo se afirmó durante la
guerra. Buscó todos los medios para enfrentarse contra Alemania, advirtiendo al pueblo británico, en un
famoso discurso, “que nada tenía que ofrecer, salvo sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”. Alemania tenía
previsto invadir Inglaterra, pero antes, como parte de ese plan, decidió conquistar el dominio del aire. La
batalla de Inglaterra, por tanto, fue una ofensiva aérea donde los alemanes buscaron la rendición de Gran
Bretaña a través de los bombardeos de objetivos militares y de las ciudades con el fin de minar la moral de
la población. Finalmente, las Reales Fuerzas Aéreas Británicas (Royal Air Force: RAF), con la ayuda de
un nuevo invento, el radar, fueron imponiéndose a la Luftwaffe alemana. Hitler terminó aplazando la
proyectada invasión de Inglaterra y decidió desplazar sus tropas (la Wehrmacht) al Centro-Sur de Europa y
a la URSS. Bombardeo de Londres por la Luftwaffe (aviación militar alemana).
La guerra en el Mediterráneo (África del Norte) y en los Balcanes. Paralelamente, Italia había abierto
la guerra en el Mediterráneo y en los Balcanes. Desde Libia los italianos lograron penetrar en Egipto
(septiembre de 1940), pero Gran Bretaña logró frenarlos en su contraofensiva entrando en Libia. También
fracasaba Mussolini en la invasión de Grecia (octubre de 1940). Tras estos reveses, Hitler decidió actuar.
A comienzos de 1941, Rumanía, Bulgaria y Hungría se unían al Eje. A continuación, los alemanes
ocupaban Yugoslavia y después Grecia y la isla de Creta (abril de 1941). En Europa, a mediados de 1941
fuera del control alemán permanecían, al Oeste, Gran Bretaña, y al Este, la URSS, aliada, en teoría, de
Alemania.
La invasión nazi de Rusia (Operación Barbarroja). El acuerdo entre Alemania y la URSS era un mutuo
engaño, claramente provisional, y Hitler decidió atacar. El 22 de junio de 1941, un año después de la
rendición de Francia, el ejército alemán (la Wehrmacht), junto con soldados finlandeses, rumanos,
húngaros e italianos, lanzó a 3 millones de hombres contra Rusia, en un amplio frente de unos 3.000 Kms.
A fines de 1941, los alemanes han llegado por el Norte, tras ocupar los países bálticos, hasta Leningrado;
por el Centro hasta las proximidades de Moscú y por el Sur, hasta Ucrania y Crimea. No obstante, no se
contó con la tenacidad de la resistencia rusa y con la llegada del duro invierno ruso (el “general invierno”)
para lo que no estaban preparados los alemanes lo que les obligó a detener el ataque. Pero a finales de
1941 se produce el acontecimiento que va a convertir lo que venía siendo una guerra en Europa a otra a
escala mundial.
b) La fase mundial de la guerra (1942-
1943). La entrada en la lucha de EE.UU. El enlace
entre las dos guerras, en Europa y en Asia, se
produce tras el ataque de Japón a los EE.UU.
Japón ya había iniciado una guerra expansiva en
todo el Lejano Oriente. En 1937 invadió China; en
los meses centrales de 1941 ocupó la Indochina
francesa y para asegurarse la conquista de toda
Asia Oriental dirigió sus miradas contra EE.UU.
El 7 de diciembre de 1941, sin previa declaración
de guerra, los japoneses lanzaban un terrible
ataque aéreo contra la base naval americana de
Pearl Harbor, en las islas Hawai. El objetivo era
destruir la flota americana, único obstáculo que
impedía a los japoneses extenderse por Asia y
Oceanía. Pero la entrada de EE.UU. en la guerra,
con su potencial económico, supondrá un giro en
el conflicto.

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1942: La guerra en Asia, África, Europa. Hasta finales de 1942 las victorias seguían sonriendo a las
potencias del Eje. Japón ocupaba, en la primer mitad de 1942, Birmania, Malaya, Singapur, Indonesia, las
Filipinas, la Indochina francesa, Nueva Guinea y amenazaba a Australia y a la India británica (desde
Birmania). En el frente Occidental, continuaba la batalla del Atlántico, donde los submarinos alemanes se
imponían a la flota americana y británica. En Rusia, Stalin ha movilizado todos sus recursos. Gran número
de fábricas son trasladadas al Este de los Urales, a las que se desplazaron unos 10 millones de personas.
En lo militar, los alemanes, en su objetivo por alcanzar el petróleo del Cáucaso, llegaron hasta
Stalingrado, a orillas del Volga, donde tras varias semanas de lucha ocuparon casi toda la ciudad. Otra
zona de fuerte cambios fue del Norte de África.
El objetivo del Eje era ocupar Egipto, sin embargo, las tropas alemanas del África Korps, dirigidas por el
general Rommel, eran derrotadas por las fuerzas británicas del general Montgomery en la batalla de El
Alamein (Egipto) cerca del río Nilo (octubre de 1942). Los alemanes se retiraron precipitadamente a Túnez.
Las cosas empezaban a cambiar. En noviembre de 1942 tropas norteamericanas y británicas
desembarcaban, al mando del general Eisenhower, en Marruecos y Argelia en dirección a Túnez con el
objeto de expulsar a alemanes e italianos del Norte de África.
El cambio de signo de la guerra. Primeras derrotas del Eje (1942-1943). El giro en la marcha de la
guerra tiene lugar entre fines de 1942 y comienzos de 1943. En cada uno de los frentes se producen
victorias aliadas que obligan al Eje a pasar a la defensiva. La primera, cronológicamente, fue la batalla de
El Alamein en África del Norte (octubre de 1942). En Rusia, en Stalingrado, donde se luchaba cuerpo a
cuerpo, el general Zhukov triunfa y logra la rendición del ejército alemán de Von Paulus (febrero de 1943).
Y en el Pacífico, la victoria aliada de Guadalcanal (febrero de 1943), señalaba el cambio de signo y el
comienzo de la contraofensiva americana.
En Italia, los cambios producidos por el desarrollo de la guerra también beneficiaban a los aliados. En
efecto, tropas anglo-norteamericanas desembarcaban en Sicilia (julio de 1943). Poco después, el rey
Víctor Manuel III destituía a Mussolini, y es sustituido por un nuevo gobierno presidido por el general
Badoglio. Los aliados comenzaron la conquista de Italia de Sur a Norte. Los alemanes respondieron
ocupando Italia, hasta la ciudad de Roma, para cerrarles el paso. También lograron liberar a Mussolini, que
formó un nuevo gobierno fascista, al servicio de Hitler en el norte de Italia (la “República Social de
Saló”).
Paralelamente, la amenaza submarina alemana en el Atlántico era mucho menor. Desde Gran Bretaña,
ahora aviones americanos e ingleses podían bombardear fábricas y ciudades alemanas. Los rusos, por su
parte, iniciaban su ofensiva contra los alemanes, pero el retroceso era lento y con fuertes pérdidas. Por ello
Stalin estaba muy interesado en que británicos y norteamericanos abrieran un nuevo frente en las costas
de Francia para que los alemanes se vieran obligados a dividir sus fuerzas.
c) La derrota de Alemania, Italia y Japón (1944-1945). El desembarco de Normandía. La
reconquista de Francia. La invasión de Europa por las tropas aliadas era una operación que venía
preparándose, faltaba establecer el punto de entrada y la fecha de su realización. El 6 de junio de 1944,
antes del amanecer, se producía el desembarco en la costa de Normandía, cruzando el Canal
directamente desde Inglaterra. Una combinación sin precedentes de fuerzas inglesas, canadienses y
americanas, de tierra, de mar y de aire, reunidas en Gran Bretaña, bajo la dirección del general americano
Eisenhower. La operación fue un éxito y pudo establecerse varias cabezas de puente para conseguir la
entrada de abastecimientos y tropas.
Los alemanes tuvieron que retroceder. París era liberado el 25 de agosto. Los movimientos de
resistencia en Francia, Italia y Bélgica adquirían ahora mayor fuerza en la lucha contra los alemanes. En
noviembre toda Francia y Bélgica estaba libre de alemanes. Hitler respondió con una contraofensiva en
diciembre de 1944, en la zona belga de las Ardenas, que no fue suficiente para frenar a los aliados, que
entraban en Alemania y cruzaban el Rhin en marzo de 1945.
La evolución en el frente ruso. Mientras, en Europa Oriental los ejércitos rusos venían expulsando hacia
el Oeste a los alemanes. Recuperaron los Estados bálticos; en la segunda mitad de 1944 los rusos han
ocupado Rumanía, Bulgaria y Hungría, mientras Yugoslavia y Albania eran liberadas por sus respectivos
movimientos de resistencia. Antes de terminar 1944, los británicos habían expulsado a los alemanes de
Grecia y los rusos avanzaban por Polonia.
El final del conflicto. La guerra terminó a mediados de 1945 tras las ofensivas finales de los aliados. Las
ciudades de Berlín, Hamburgo, Colonia, Dresde y Viena sufrían terribles bombardeos aéreos que
causaban miles de muertos entre la población civil. En abril, los americanos llegaban al Elba, a unos 90
Kms. de Berlín, y allí se detuvieron por Soldado soviético plantando la bandera rusa en el Reichstag.
decisión de Eisenhower. Fue un gesto de buena voluntad para con los rusos, a quienes se les permitió la
toma por ellos de Berlín. El 25 de abril, en efecto, era cercada por tropas soviéticas. En sus calles seguía
la lucha. Hitler se suicidaba el 30 de abril entre las ruinas de su capital. El almirante Doenitz, designado
por Hitler como sucesor suyo, firmó el 8 de mayo la rendición incondicional de Alemania. Unos días antes
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la lucha había terminado en el frente italiano, donde Mussolini había sido capturado y fusilado por
partisanos italianos (28 de abril).
En el frente del Pacífico, Japón aguantaba sin reconocer la derrota. El ejército americano, al mando del
general Mac Arthur, avanzaba con la toma de islas japonesas, como las de Iwo Jima y Okinawa (isla
Marianas). Desde ellas y desde portaaviones se lanzaban bombardeos contra Japón. Como respuesta,
pilotos suicidas (kamikazes) decidían lanzar sus aviones cargados de explosivos sobre navíos de guerra
americanos. El nuevo presidente norteamericano Truman, que había sucedido a Roosevelt tras su muerte
el 12 de abril, decidió emplear una nueva arma: la bomba atómica. El 6 de agosto es lanzada sobre la
ciudad de Hiroshima y el día 9 sobre Nagasaki, quedando absolutamente arrasadas. Japón se rendía y el
2 de septiembre firmaba la capitulación sin condiciones. Había finalizado la Segunda Guerra Mundial.

III. LAS CONFERENCIAS DE PAZ Y LAS


CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.
10. Las conferencias para diseñar la paz y los
cambios territoriales. La Primera Guerra Mundial
concluyó en una conferencia de paz celebrada en
París, donde se firmaron, entre 1919 y 1920, diversos
tratados, siendo el de Versalles el más conocido. La
Segunda Guerra Mundial, en cambio, no terminó en
una conferencia con un convenio claramente definido.
En la Alemania derrotada en 1945 no hubo nada que
se pareciese al tratado de Versalles de 1919 con sus
condiciones tan humillantes. Las condiciones de paz,
en definitiva, fueron marcadas por los vencedores a
través de una serie de conferencias, celebradas a lo
largo de la guerra, y luego en otros acuerdos
suscritos en los años siguientes a 1945.
El primer encuentro tuvo lugar en agosto de 1941,
entre Roosevelt y Churchill en el navío Prince of Wales, frente a la costa de Terranova. De esta reunión
surgió un documento, la Carta del Atlántico, que es considerado como el equivalente de los Catorce
Puntos de Wilson de 1918. Se trata de una defensa de las libertades, del derecho de los pueblos a elegir
su forma de gobierno y de poner fin al uso de fuerza, de la agresión, en los asuntos internacionales.
En noviembre de 1943, en la conferencia de Teherán, era la primera vez, se incorpora Stalin y se da
paso, por ello, a las llamadas conferencias tripartitas al participar los tres grandes: EE.UU., Gran Bretaña y

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la Unión Soviética. A la conferencia de Teherán seguirán, ya en la fase final de la guerra, las celebradas en
Yalta (febrero de 1945) y en Potsdam (julio de 1945).
En Teherán se acordaron acciones conjuntas de los aliados contra Alemania y Japón. Stalin defendía la
necesidad de abrir un frente militar en el Atlántico, en las costas de Francia, para debilitar a Alemania y
reducir así su presión en el frente oriental.
Más importante fue la conferencia de Yalta, en Crimea, en febrero de 1945, muy cerca de la victoria final,
donde se vieron los tres mismos estadistas. Stalin se comprometió a entrar en la guerra contra Japón, con
las correspondientes compensaciones territoriales, “dos o tres meses” después de la rendición de
Alemania. Hubo diferencias, sobre todo en relación a Polonia y a la Europa oriental, pero los tres grandes
lograron acuerdos a cambio de ceder, en mucho, a Stalin.
Sobre Polonia, sus fronteras sufrirían un nuevo trazado. Sus provincias orientales, ya ocupadas por la
URSS, pasarían a Rusia; en compensación, a expensas de Alemania, Polonia llevaba sus fronteras hacia
el oeste, hasta el curso del Oder y del Niesse, y hacia el norte, al repartirse Prusia Oriental entre Rusia y
Polonia.
Con respecto a Alemania los aliados acordaron su desaparición. Ya no habría un Estado alemán. Ello
planteaba un problema para los aliados al tener que encargarse de la administración del territorio y de la
población. Por tanto, Alemania debía quedar dividida en cuatro zonas de ocupación bajo la administración
de las tres grandes potencias y Francia, que fue reconocida como la cuarta potencia ocupante. También se
convino que los cuatro ocupantes regirían cada uno un sector de Berlín, estando la ciudad en zona rusa.
Sobre la Europa oriental, el establecimiento de gobiernos bajo elecciones libres no entraba en los
esquemas políticos de Stalin; era evidente que la palabra democracia no tenía el mismo sentido para todos
y Stalin estaba muy interesado en mantener gobiernos comunistas en los países de la Europa oriental.
Por último, todos estuvieron de acuerdo con la creación de un organismo internacional para velar por la
paz y la seguridad, que recibiría el nombre de Naciones Unidas.
En julio de 1945, tras el hundimiento alemán y mientras la guerra con Japón continuaba, los tres grandes
volvieron a reunirse, esta vez en Potsdam, cerca de Berlín. Sólo han pasado cinco meses desde el
encuentro de Yalta, pero Stalin es el único que había asistido a él. Roosevelt falleció en abril de 1945 y le
sucedió el vicepresidente Harry S. Truman; en Gran Bretaña, se convocan elecciones y al triunfar los
laboristas será Clement Attlee el que represente a Gran Bretaña en Potsdam.
En la conferencia se tomaron acuerdos sobre el desarme alemán, la “desnazificación” y el castigo de los
criminales de guerra. Se ratificó la ocupación común y total de Alemania, que quedaba dividida en cuatro
zonas de ocupación. Berlín,
también era dividida en cuatro
sectores administrados
conjuntamente por los
comandantes militares de las
cuatro potencias ocupantes
(EE.UU., la URSS, Gran Bretaña
y Francia); los meses pasaron y
con Alemania no se firmó ningún
tratado final de paz.
En cambio, si se firmaron
tratados con los países que
lucharon al lado de Alemania.
Así, en febrero de 1947, se
firmaron tratados con Italia,
Rumanía, Hungría, Bulgaria y
Finlandia. Todos ellos pagaron
reparaciones y aceptaron
pequeños ajustes territoriales.
En cuanto a Japón, firma un
tratado de paz con EE.UU. en
1951, y con la URSSS en 1955.
Con Alemania, como ya se ha
apuntado, nunca se firmó un
tratado de paz.

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IV. LA CREACIÓN DE LA ONU. 1. Origen y países fundadores. En la conferencia de Yalta (febrero de
1945) los tres grandes decidieron volver a citarse en la ciudad de San Francisco (EE.UU.), en abril de ese
mismo año, para crear una organización que debería solucionar por la vía del diálogo los conflictos
internacionales, evitar la guerra y promover los derechos humanos. La Organización de la Naciones
Unidas (ONU) fue creada por la Conferencia Internacional reunida en San Francisco, entre los meses de
abril a junio de 1945, donde se aprobó la Carta de las Naciones Unidas, acta fundacional de la ONU.
Tuvo su precedente en la Sociedad de Naciones del periodo de entreguerras. Su sede se acordó
establecerla en Nueva York. A la conferencia de San Francisco fueron invitados los países que habían
luchado contra el Eje Berlín-Roma-Tokio, es decir, el fascismo-nazismo y a los que “hubieran declarado la
guerra al enemigo común antes del 1 de marzo de 1945”. Estas condiciones eran cumplidas por 51 países
(15 europeos, 8 asiáticos, 22 americanos, 4 africanos y 2 de Oceanía), que son considerados como sus
miembros fundadores. 2. Organismos que componen la ONU. La Asamblea General es el órgano más
significativo. Reúne a los Estados miembros y cada uno tiene un voto. El Consejo de Seguridad es el
órgano de mayor poder decisorio. Está compuesto por 15 miembros, de ellos cinco son fijos (Estados
Unidos, Unión Soviética -hoy Rusia-, China, Francia y Gran Bretaña) y diez electivos por un periodo de dos
años. Los países con escaño fijo en el Consejo tienen derecho de veto, eso significa que cualquier decisión
no entra en vigor si uno de los miembros se opone. La Secretaría General, a cuya cabeza se encuentra
un Secretario General que es el responsable máximo de la Organización. Se encarga de actuar de árbitro
internacional en las zonas de conflicto. Su papel es muy importante desde el punto de vista diplomático y
son muchas las misiones que ha venido desarrollando para el mantenimiento de la paz, en la actualidad
portugués Antonio Guterres quien ocupa este cargo. Otros organismos son: -El Consejo Económico y
Social, que trata de fomentar la cooperación económica internacional y la ayuda humanitaria. De esta
institución dependen otros organismos como el FMI (Fondo Monetario Internacional); la FAO o asociación
sobre la alimentación; la UNICEF o asociación de ayuda a la infancia; la UNESCO o asociación para la
educación, la ciencia y la cultura; la OMS (Organización Mundial de la Salud); el Alto Comisariado para
refugiados (ACNUR)… - El Tribunal Internacional de Justicia, tiene su sede en la ciudad holandesa de
La Haya, está integrado por jueces de distintos países que ostentan su cargo durante 9 años, juzgan
querellas y litigios entre países, sus decisiones son de obligado cumplimiento. Entre los principales
objetivos de la organización están el mantenimiento de la paz en el mundo, el progreso político, económico
y social de los pueblos y el progreso jurídico.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 33


Documento 12: La Guerra Fría y el mundo bipolar – 1947-1991 en:
http://www.historiasiglo20.org/HM/6-1a.htm

El Muro de Berlín fue el gran símbolo de la guerra fría

El término "guerra fría" fue por primera vez utilizado por el escritor
español Don Juan Manuel en el siglo XIV. En su acepción moderna fue
acuñado por Bernard Baruch, consejero del presidente Roosevelt,
quién utilizó el término en un debate en 1947 y fue popularizado por el
editorialista Walter Lippmann.
Este concepto designa esencialmente la larga y abierta rivalidad que
enfrentó a EE.UU. y la Unión Soviética y sus respectivos aliados tras la
segunda guerra mundial. Este conflicto fue la clave de las relaciones
internacionales mundiales durante casi medio siglo y se libró en los frentes político, económica y
propagandístico, pero solo de forma muy limitada en el frente militar.
El motivo de que la "guerra fría" no se convirtiera en "caliente" fue la aparición del arma nuclear. Antes de
la bomba, la guerra era, como afirmó Clausewitz, la continuación de la política por otros medios, tras
Hiroshima, la confrontación directa entre las potencias llevaba a la catástrofe general.
Los crecientes arsenales nucleares que las superpotencias fueron acumulando impidieron una guerra
directa que nadie hubiera ganado, sin embargo, EE.UU. y la URSS y sus aliados utilizaron la intimidación,
la propaganda, la subversión, la guerra local mediante aliados interpuestos...
Iniciada de forma clara y definitiva en 1947, tras un rápido proceso de deterioro en las relaciones de los
antiguos aliados, la guerra fría alcanzó su cenit en 1948–53. Tras diversos períodos de distensión y
enfrentamiento, la llegada de Gorbachov al poder en la URSS desencadenó un proceso que culminará con
la desintegración de la URSS en 1991. La guerra fría había concluido.

Los orígenes de la Guerra Fría 1945-1947


La Gran Alianza que había derrotado al Eje en una cruenta guerra de casi seis años se rompió en el corto
plazo de unos meses. La guerra fría entre Estados Unidos y el bloque que dirigirá y la URSS y sus aliados
marcará la escena internacional por casi medio siglo.
La efímera concordia
La ruptura no fue sin embargo inmediata ni inevitable. Roosevelt había soñado en Yalta un mundo en el
que las dos superpotencias que surgían de la guerra, los EE.UU. y la URSS, pudiera colaborar pese a
representar sistemas económicos, políticos e ideológicos tan diferentes. Stalin necesitaba la cooperación
de las otras grandes potencias para reconstruir su país y contaba con la colaboración norteamericana para
la cuestión de las reparaciones alemanas.
Además, el espíritu general de los pueblos europeos era de un profundo anhelo de renovación y justicia
social. El triunfo de los laboristas de Atlee en el Reino Unido y el que los comunistas obtuvieran más del
25% de los votos en Francia e Italia o el 38% en Checoslovaquia mostraban a las claras la popularidad de
las fuerzas de izquierda que en las zonas ocupadas por los nazis habían llevado el peso de la resistencia.
Por un momento se pensó que la colaboración era posible. El mejor lo constituía Checoslovaquia: tras las
elecciones de 1946, el presidente de la República, Edvard Benes, representante de la mejor tradición
liberal y demócrata europea, formaba un gobierno de unión nacional en el que un tercio de los ministros
eran comunistas.
Las potencias vencedoras mantuvieron también por poco tiempo diversas acciones comunes: los Juicios
de Nüremberg que significaron el juicio y condena de los altos dignatarios nazis acusados de crímenes
contra la humanidad o los tratados de paz de París firmados en 1947 con los antiguos aliados de Alemania
e Italia son ejemplos de ello.
1946: el creciente enfrentamiento
El ambiente enrarecido que ya se había empezado a respirar en la Conferencia de Potsdam terminó por
aflorar claramente en 1946.
En enero se produjo un primer encontronazo en la ONU cuando la delegación iraní protestó por la
prolongación de la ocupación soviética de sus provincias septentrionales, continuación que violaba un
acuerdo firmado por los Aliados durante la guerra. La dura reacción norteamericana consiguió que la
URSS se retirara a los pocos meses.
En febrero, además de descubrirse una red de espías soviéticos en Canadá, Stalin pronunció un duro
discurso en Moscú en el que no dudó en afirmar que el capitalismo y el comunismo eran "incompatibles" y
que la URSS debía prepararse para un período de rearme.
Dos semanas después, George Kennan, experto en asuntos soviéticos del Departamento de Estado
norteamericano, envió un telegrama a Washington. Este telegrama de dieciséis páginas contenía un
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análisis demoledor: la Unión Soviética era un estado irrevocablemente hostil a Occidente que continuaría
con su política expansionista.
El 5 de marzo de 1946, Churchill visitó los EE.UU. y pronunció un célebre discurso en la universidad de
Fulton, en el estado de Missouri. El veterano político británico consagró la expresión "telón de acero" para
referirse a la frontera que separaba a la Europa dominada por el ejército soviético del resto.
Como una réplica al telegrama de Kennan, el embajador soviético en Washington, Nikolai Novikov, envió
también un largo telegrama a Moscú en septiembre. En él afirmaba que los EE.UU. buscaban dominar el
mundo y estaban preparando una guerra para ello. Los telegramas de los enviados diplomáticos eran una
buena prueba del creciente deterioro de las relaciones entre los antiguos aliados.
El año 1946 supuso el fin del entendimiento entre los aliados. Aunque los partidos comunistas occidentales
participaban aún en gabinetes de coalición en países como Francia y como Italia, dos cruentas guerras
civiles enfrentaban a comunistas y conservadores en Grecia y China, y la tensión entre las
administraciones de ocupación occidentales y soviética en Alemania era creciente.
1947: El año de la ruptura
El año 1947 marca el fin definitivo de la antigua alianza. En un Europa en la que la reconstrucción no ha
comenzado aún, el hambre y el descontento social son el contexto en el que crece y crece la desconfianza
entre antiguos Aliados. Mientras los países occidentales desconfían del expansionismo soviético en las
zonas donde el Ejército Rojo se ha asentado, los soviéticos se quejan de que los occidentales no envían a
la URSS la parte correspondiente de las reparaciones que debían extraerse en sus zonas de ocupación,
dificultando la recuperación de una URSS en ruinas.
El año se inició con una clara violación soviética de los acuerdos de Yalta en lo referido a Polonia. Las
elecciones se celebraron en enero tuvieron lugar en un ambiente de falta de libertad y arbitrariedad que
permitió el triunfo de los candidatos comunistas.
La Doctrina Truman
En febrero de 1947 una alarmante nota del gobierno británico llegó a Washington. En ella se informaba a
Truman y a su nuevo Secretario de Estado, George Marshall, de que el gobierno de Londres era incapaz
de continuar apoyando al gobierno conservador de Atenas en su lucha contra las guerrillas comunistas
griegas. También comunicaba que la nota que Gran Bretaña era incapaz de seguir ayudando
financieramente a Turquía.
Los norteamericanos reaccionaron vivamente a esta nueva amenaza. Conscientes de que las zonas bajo
dominio soviético eran "irrecuperables", optan por implicarse activamente en la defensa del sur y del oeste
del continente. En un discurso pronunciado el 12 de marzo en el Congreso, Truman no solo demandó la
aprobación de una ayuda de 400 millones de dólares para Grecia y Turquía, sino que se sentó una
verdadera doctrina de política exterior, la Doctrina Truman. Afirmando que EE.UU. ayudaría a cualquier
gobierno que hiciera frente a la amenaza comunista, el presidente norteamericano proclama la voluntad de
su país de aplicar una política de contención del comunismo ("containment").
Esta nueva voluntad estadounidense tenía su principal desafío en Europa occidental. Aquí la recuperación
tras la devastación de la guerra estaba siendo muy lenta o inexistente lo que favorecía la agitación y la
propaganda comunista. Francia e Italia tenían poderosos partidos comunistas que podrían ser la base de
la expansión soviética al occidente del continente. El nuevo ambiente de enfrentamiento provocó la
expulsión de los ministros comunistas que participaban en gobiernos de coalición en París, Roma y
Bruselas en el período de marzo a mayo de 1947.
El Plan Marshall
Esta medida no era, sin embargo, suficiente. Para contener al comunismo era necesario poner las
condiciones económicos que impidieran su expansión. Así, el 5 de junio de 1947 en un discurso en la
universidad de Harvard, el secretario de estado, George Marshall, anunció el Programa de Recuperación
Europeo (European Recovery Program), conocido popularmente como el Plan Marshall.
Se trataba de un masivo programa de generosa ayuda económica para Europa. Aunque el Plan servía
claramente a los intereses diplomáticos y de potencia de EE.UU., lo que Churchill calificó, quizá
exageradamente, como "el acto menos sórdido de la historia", supuso una extraordinaria inyección de
ayuda económica que permitió la acelerada recuperación de Europa occidental.
Washington ofreció la ayuda a todos los países europeos, aunque determinó que para recibirla era
necesario crear mecanismos de colaboración económica entre los beneficiarios. Este hecho precipitó la
negativa de Stalin a aceptar el Plan, forzando a los países que habían caído bajo su esfera de influencia a
rechazar la ayuda. El Plan Marshall vino a dividir a Europa en dos: la occidental que va a iniciar un rápido
crecimiento económico y la oriental, sometida a la URSS, y que va a tener grandes dificultades de
desarrollo. La excepción a esta regla fue la España de Franco, a la que se negó la ayuda por el carácter
fascista de su régimen político.

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A la vez que EE.UU. lanzaba estaba masiva operación de ayuda, la administración de Truman creó los
instrumentos institucionales de la guerra fría al aprobar en julio de 1947 la Ley de Seguridad Nacional por
la que se creaban la CIA y el Consejo de Seguridad Nacional.
La respuesta soviética
La URSS, que había obligado al gobierno checoslovaco a renunciar al Plan Marshall tras haberlo
aceptado, reaccionó en septiembre de 1947 creando la Kominform (Oficina de Información de los Partidos
Comunistas y Obreros). Este organismo tenía como finalidad coordinar y armonizar las políticas de los
partidos comunistas europeos.
En la reunión constitutiva de la Kominform, el representante soviético, Andrei Jdanov, emite lo que se ha
venido en conocer como la Doctrina Jdanov: en ella se constata la división del mundo en dos bloques y la
necesidad de que los países de lo que el denominó el "campo antifascista y democrático" siguieran el
liderazgo de Moscú. La ruptura se había consumado.

Las grandes tensiones 1948-1955


1. La guerra fría comienza en Europa
El año 1948 constituyó el primer año de la guerra fría. El continente europeo, que aún apenas había
iniciado a restañar las heridas de la guerra, fue el escenario de una importante crisis internacional.
Las "Democracias Populares"
La Doctrina Jdanov había marcado el punto de no retorno en la conversión forzada de la Europa central y
oriental al modelo configurado por Stalin en la URSS. Una tras otra las naciones dominadas por el Ejército
Rojo fueron constituyéndose en lo que se vino a denominar "democracias populares": partido único,
colectivización de la tierra, planificación económica centralizada, prioridad a la industria de base,.
persecución de cualquier tipo de disidencia... La URSS extendía su modelo en su área de influencia.
En ese rápido proceso que duró pocos meses, el momento clave lo constituyó el Golpe de Praga en
febrero de 1948. El líder comunista Gottwald, con la aprobación de Stalin, hace un llamamiento a la huelga
general que se ve apoyada por "milicias de trabjadores" que frenan cualquier resistencia de las fuerzas
democráticas. En pocos días, la democracia checoslovaca se vio convertida en otra "democracia popular".
En los meses siguientes
La repercusión en Europa occidental del Golpe de Praga fue inmensa y aceleró las medidas occidentales
que precipitarán la crisis de Berlín.
Mientras tanto, Stalin se encontró con un problema inesperado en su propósito de alinear férreamente a
los "países satélites" bajo la férula de Moscú. La Yugoslavia de Tito, un país en el que las guerrillas
comunistas habían expulsado a las tropas del Eje con muy escasa ayuda soviética, practicó una política
exterior independiente que vino finalmente a chocar con la posición del Kremlin. A la condena de la
Kominform en junio de 1948, le sigue la ruptura de relaciones diplomáticas de la URSS en agosto. El
gobierno de Tito resisitió el envite con el apoyo de una población multinacional unida bajo la idea de la
independencia ante Moscú. El cisma yugoslavo fue un duro golpe para Stalin y reforzó sus tendencias
paranoicas respeto a los demás líderes comunistas. A partir del verano de 1948, las purgas se extendieron
en las filas comunistas de las nuevas "democracias populares".
La crisis de Berlín y la partición de Alemania
La antigua capital del Reich había sido dividida en cuatro zonas de ocupación y se hallaba situada en el
corazón de la zona de ocupación soviética. Las crecientes discrepancias entre los antiguos aliados hicieron
de la cuestión de Berlín uno de los temas clave de la guerra fría.
El Golpe de Praga aceleró el enfrentamiento ya iniciado anteriormente
sobre la cuestión alemana. Abandonadas las negociaciones para acordar
un status político común a la Alemania ocupada tras el fracaso de la
Conferencia de Londres en 1947, los representantes de EE.UU., Gran
Bretaña y Francia se reunieron y alcanzaron los Acuerdos de Londres
(abril-junio de 1948) para iniciar un proceso constituyente en sus zonas de
ocupación.
El 18 de junio de 1948, los aliados occidentales dieron un paso más
creando una nueva moneda para sus zonas de ocupación: el
Deutschemark. Los soviéticos reaccionaron aplicando una reforma en su
zona en la que incluyeron a la ciudad de Berlín, a la que consideraban parte
integrante de la zona soviética. Cuando los occidentales trataron de
introducir el Deutschemark en sus zonas de ocupación de Berlín. Las
protestas soviéticas se tornaron en actos: se inició el bloqueo de Berlín.
Mediante la interrupción de toda comunicación terrestre entre las zonas de
ocupación occidentales y Berlín occidental, Stalin confiaba en que Berlín
oeste caería como una fruta madura en sus manos.
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 36
La reacción occidental sorprendió al dictador soviético. Los norteamericanos, con una pequeña ayuda
británica, organizaron un impresionante puente aéreo que durante once meses y mediante más 275.000
vuelos consiguió abastecer a la población sitiada. Al mismo tiempo, la Casa Blanca hacía saber al Kremlin
que no dudaría en usar la fuerza para hacer respetar los "corredores aéreos" que unían Berlín con la
Alemania occidental. Stalin había subestimado las posibilidades del transporte aéreo y la resolución
occidental a hacerle frente: el 12 de mayo de 1949 levantó el bloqueo de Berlín.
La crisis de Berlín creó un sentimiento fuerte de solidaridad entre los alemanes occidentales y los
norteamericanos. Esta situación facilitó la culminación de la partición de Alemania: las tres zonas
occidentales se constituyeron en la República Federal de Alemania que se dotó de una Ley
Fundamental el 8 de mayo de 1949. Esta constitución establecía una sistema liberal democrático y contó
con el visto bueno de las potencias occidentales. La URSS reaccionó en octubre con el establecimiento en
su zona de ocupación de la República Democrática de Alemania, un estado creado siguiendo el modelo
de las "democracias populares".
Esta partición de Alemania era la concreción en el corazón de Europa de la división bipolar del mundo: sólo
unos días antes, el 4 de abril de 1949, se firmaba el Washington el Tratado del Atlántico Norte que daba
nacimiento a la OTAN. Nos ocuparemos más adelante del nacimiento de esa estructura bipolar que
caracterizó al mundo durante el período de la guerra fría.
Cartel propagandístico de la OTAN
El bloque occidental - Los lazos transatlánticos
Este bloque está conformado y dirigido por países de economía capitalista con un alto nivel de desarrollo y
sistemas políticos democráticos. El levantamiento de las trabas al comercio mundial patrocinado y
gestionado por instancias internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el GATT
propiciaron los intercambios comerciales y monetarios, lo que evitó tendencias aislacionistas.
Sin embargo, la gran cuestión que va a llevar a que EE.UU. se lance, contrariando sus tradiciones
históricas, a la constitución de un bloque constituido en torno a alianzas será reforzar a una Europa
Occidental, totalmente necesaria para no perder la guerra fría.
La Doctrina Truman y, sobre todo, el Plan Marshall constituyeron los dos primeros pasos de la nueva
postura norteamericana. La reconstrucción de las economías europeas y la consecución de una cierta
estabilidad social fueron elementos clave de la "contención" del comunismo en Europa. El European
Recovery Program, más conocido como Plan Marshall, hizo que EE.UU. planteara la necesidad de una
coordinación económica europea. Así, en 1948, nació la Organización Europea de Coordinación
Económica (OECE), embrión de la futura Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE). La conclusión de este proceso de conformación del bloque occidental concluyó en 1949 con la
firma del Pacto Atlántico y la constitución al año siguiente de la OTAN, la gran alianza militar occidental.
Los inicios de la construcción europea
Los EE.UU. van a jugar un papel esencial en la posguerra empujando a la Europa Occidental hacia la
construcción de la unidad europea. La "idea europea" no era nueva. Ya tras la primera guerra mundial,
durante el período de entreguerras figuras como Coudenhove-Kalergi o estadistas como Aristide Briand
defendieron un proyecto integrador que fracasó estrepitosamente tras la depresión de 1929 y el ascenso
de los fascismos.
Tras la segunda guerra mundial, diversas iniciativas llevaron a la adopción de los primeros pasos
concretos en el camino de la integración. En mayo de 1948, más de 750 figuras europeas, muchos
prominentes políticos ente ellos, se reunieron en el Congreso de La Haya y en 1949 nacía el Consejo de
Europa.
Sin embargo, fue en el bienio 1950-1951, cuando en Corea se iniciaba el primer "conflicto caliente" de la
guerra fría, cuando se tomaron los principales pasos que iniciaron el proceso de integración: la
Declaración Schuman y su inmediata consecuencia la creación de la Comunidad Europea del Carbón y
el Acero (CECA).
La Europa occidental había iniciado un camino unitario en el que la integración económica tenía un papel
esencial. La firma de los Tratados de Roma en 1957 y el nacimiento de la Comunidad Económica Europea
será el siguiente y decisivo paso.
Una red mundial de alianzas
La guerra fría y la experiencia histórica del período de entreguerras llevaron a los EE.UU. a dar un giro
histórico en su tradicional aislacionismo. Más allá de los lazos trasatlánticos con la Europa Occidental, la
Secretaría de Estado norteamericana se lanzó a la construcción de una serie de alianzas internacionales
que consolidaran al bloque occidental:
Ya en tiempos de Truman se firmó en 1947 el Tratado de Rio con veinte países latinoamericanos. Esta
iniciativa concluyó en 1948 con la fundación de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esta
institución ha estado siempre basada en un desequilibrio de fuerza patente entre la potencia
norteamericana y el resto de los países del continente.
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 37
2. La guerra fría se extiende a Asia
En Asia, la derrota del imperialismo japonés había dejado una situación de gran inestabilidad. China y
Corea fueron los grandes escenarios de enfrentamiento.
La revolución comunista china Tras dos años de renovada
guerra civil, el primero de octubre de 1949 las tropas
comunistas de Mao Zedong entraban victoriosas en Beijing
(Pekín), proclamando la República Popular China. Las tropas
nacionalistas de Chiang Kai Chek (Jiang Jieshi) huyeron a la
isla de Taiwan donde establecieron un régimen dictatorial pro-
occidental protegido por EEUU.
En 1950, Mao viajó a Moscú donde firmó diversos acuerdos
con la URSS. Entre ellos una alianza militar por treinta años
"contra Japón o cualquier agresor unido a Japón". El paso del
país más poblado del mundo al campo comunista traumatizó al
mundo occidental, especialmente a la opinión norteamericana.

La guerra de Corea 1950-1953


La primera víctima de la guerra
fría fue el pueblo coreano. Por
primera vez, el enfrentamiento
entre el bloque occidental y el
bloque comunista vino a
concretarse en un conflicto
armada a gran escala.
La guerra de Corea tiene sus
orígenes en el reparto en dos
zonas de ocupación de este
antiguo protectorado nipón tras
la derrota japonesa en 1945.
Corea del Norte, una dictadura
comunista pro-soviética bajo la mano de hierro de Kim il Sung, y Corea del Sur, una dictadura de
derechas pro-norteamericana bajo la dirección de Syngman Rhee. Cuando las potencias ocupantes se
retiraron en 1948-1949, dos estados antagónicos quedaron frente a frente. El conflicto se inició con la
agresión norcoreana en junio de 1950. Corea del Norte, recibió la ayuda militar soviética y contó con la
intervención de unidades del ejército comunista chino. En ayuda de Corea del Sur acudió un ejército
expedicionario norteamericano con la ayuda de otros países occidentales. Tras una cruenta guerra, la
situación acabó en un empate táctico. En julio de 1953, se firmó el Armisticio en Panmunjong. En él se
acordó una nueva línea de demarcación que serpentea en torno al paralelo 38º N. Una frontera similar a la
que había antes.
La guerra de Corea mostró claramente la dimensión mundial a la guerra fría. En adelante, Asia se
convirtió en uno de sus escenarios principales.

3. El Mundo Bipolar 1948-1955


La partición de Alemania y la guerra de Corea mostraron al mundo una
nueva realidad: la división en dos grandes bloques liderados por EEUU y la
URSS. En adelante, cada bloque defendió su zona de influencia frente al
avance del bloque contrario. Washington y Moscú utilizaron diferentes
mecanismos para conseguir estos objetivos. Mientras tanto, los nuevos
países que nacían del proceso de descolonización trataron infructuosamente
de crear un movimiento que escapara de esta lógica bipolar.
El bloque occidental. Estados Unidos, para afianzar el desarrollo de su
política mundial, desplegó una amplia política de alianzas.
En primer lugar, reforzó los lazos trasatlánticos con Europa Occidental.
La crisis de Berlín precipitó la constitución en 1949 de la OTAN, la gran alianza militar del bloque
occidental hasta nuestros días.
En segundo lugar, Washington contribuyó de manera decisiva a iniciar el proceso de la integración
europea que culminó en 1957 con la firma de los Tratados de Roma y el nacimiento de la Comunidad
Económica Europea. En tercer lugar, empezó a tejer una amplia red de alianzas antisoviéticas por todo el

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 38


mundo. La OEA; el ANZUS; la SEATO; el CENTO y el Tratado de Seguridad con Japón fueron los
principales elementos de esa red de alianzas.
El bloque comunista. El primer paso en la formación
del bloque soviético fue la creación de
la Kominform (Oficina de Información de los Partidos
Comunistas y Obreros) en 1947.
En 1949, nacía el COMECON (Consejo de Ayuda
Mutua Económica), organismo que agrupaba a la URSS
y a las “democracias populares” europeas. Esta
asociación tenía como objetivo la coordinación
económico y no funcionó con plenitud hasta 1960.
Tras la victoria de Mao Zedong en 1949, la URSS firmó
acuerdos militares y de cooperación con la China
comunista. Finalmente, como respuesta al ingreso de la
RFA en la OTAN, en 1955 nació el Pacto de Varsovia,
alianza militar que unió a la URSS con todos los países europeos del bloque comunista con la excepción
de Yugoslavia.
El Movimiento de los Países No Alineados Las nuevas naciones africanas y asiáticas que iban
surgiendo del proceso de descolonización trataron de defender intereses propios al margen de los dos
bloques. Con ese objetivo se celebró, la Conferencia afro-asiática de Bandung en 1955, donde nació lo
que se vino en denominar el Movimiento de Países No Alineados.
Esta Conferencia fue dirigida por los grandes líderes de lo que empezaba a denominarse el “Tercer
Mundo”, el mundo no desarrollado: el hindú Nehru, el egipcio Nasser y el indonesio Sukarno.
La debilidad económica y política de la mayoría de sus miembros y sus propias divisiones internas
impidieron que el movimiento se constituyera en una real alternativa al mundo bipolar de la guerra fría.

La Descolonización y el Movimiento de los No


Alineados
Caricatura: "Liquidación del Imperio Francés: Túnez,
Marruecos, Indochina"

El nacimiento de los nacionalismos La Gran


Guerra abrió el camino para el despertar de los
pueblos colonizados. Las nuevas elites indígenas,
educadas en Occidente e impregnadas de las
ideas de democracia y libertad y a la vez excluidas
de los cargos administrativos y políticos, formarán
los cuadros de los primeros grupos nacionalistas.
Esta naciente idea nacional estará representada en
diferentes figuras que jugarán el papel de
símbolos: Gandhi apelará a la conciencia religiosa
hindú, Burguiba se inspirará en el laicismo
transformador de Kemal Ataturk, mientras que Ho Chi Minh planteará la revolución comunista junto a la
emancipación nacional.La modernización económica -infraestructuras, hospitales, escuelas- que llevaron
las metrópolis a las colonias tuvo un doble resultado contradictorio, de progreso y de desequilibrio. Los
adelantos médicos, unidos al mantenimiento de una alta tasa de natalidad, provocó en el período de
entreguerras el inicio de la explosión demográfica. Este aumento de la población se produjo en
sociedades que no experimentaron un crecimiento económico significativo. Paro en el campo y
hacinamiento en las ciudades fueron los resultados de una sociedad dislocada en la que el descontento
social fue pronto aprovechado por los nacionalismos anticolonialistas.
El efecto de la Segunda Guerra Mundial
El conflicto bélico trajo una fuerte aceleración al proceso de crisis de los sistemas coloniales. Los factores
que lo explican son varios:
La rápida derrota de Francia, Bélgica y Holanda supuso un fuerte desprestigio de las metrópolis en
sus respectivos imperios coloniales. También el imperialismo inglés derrotado en gran parte de Asia sufrió
una situación parecida. Las potencias del Eje trataron, evidentemente, de aprovecharse de esta situación.
El ejemplo más claro es la apelación que los japoneses hicieron a los pueblos que conquistaron para
unirse y rebelarse contra el dominio de los blancos europeos.
El Reino Unido y la Francia Libre enrolaron en sus ejércitos a muchos habitantes de las colonias. Un
ejemplo lo constituye los más de dos millones de hindúes fueron movilizados por el Imperio Británico, o la

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 39


mayoritaria presencia de magrebíes en el ejército francés que luchó en Italia junto a los Aliados. La sangre
derramada legitimó las reivindicaciones de los pueblos colonizados.
Las dos grandes superpotencias surgidas de la guerra, EE.UU. y la URSS, defendían posturas
anticolonialistas e impulsaron su proceso de emancipación. Los norteamericanos, además de recordar su
propio origen nacional, apoyaron la apertura de mercados para sus capitales y productos y el consiguiente
fin de las trabas coloniales. Los soviéticos lo hicieron desde su propia ideología anticapitalista y
antiimperialista.
El acuerdo de las dos superpotencias, al que pronto se fue uniendo el voto de los países que iban
naciendo en el proceso de descolonización, hizo que la ONU jugara un papel impulsor del proceso
descolonizador.
Los modelos de descolonización
Podemos distinguir diversos tipos de descolonización, atendiendo a dos variables. Con respecto a la
violencia del proceso nos encontramos con:
Descolonización sin guerra de independencia. Fue el caso cuando las metrópolis comprendieron la inutilidad
de resistirse a un proceso histórico ineludible. La ausencia de guerra no implica que no hubiera disturbios
importantes, como fue el caso de Marruecos o Túnez, o de gravísimos conflictos o guerras civiles entre
comunidades indígenas rivales, como sucedió en la India entre hindúes y musulmanes
Descolonización con guerra de independencia. Cuando la metrópoli se negó a aceptar el cambio. Los ejemplos
más claros fueron en Argelia e Indochina en el Imperio francés y en Indonesia en el holandés.
Si tenemos en cuenta los dos grandes imperios coloniales, podemos distinguir entre:
Descolonización a la francesa. Tras la humillación de 1940, Francia no estaba preparada para aceptar lo que se
veía como una nueva derrota. Pese a que en 1946 sustituyó el término "imperio" por el de Unión Francesa en
1946, el gobierno de París trató de retener por la fuerza el imperio lo que dio lugar a un proceso descolonizador
traumático.
Descolonización a la inglesa. Sin el sentimiento de frustración francés, con cierta experiencia descolonizadora
en el período de entreguerras (los "Dominios" e Irak y Egipto), y con la creación de la Commonwealth en 1931
como fórmula para mantener lazos con las antiguas colonias, el modelo inglés fue menos traumático. No obstante,
en algunos casos el proceso descolonizador fue un absoluto fracaso, dejando tras de sí guerras entre poblaciones
enfrentados que han continuado hasta el siglo XXI. Es el caso de hindúes y musulmanes en la antigua colonia de
la India, hoy prolongado en el conflicto entre India y Pakistán; y, sobre todo, el caso de la colonia de Palestina,
origen del largo y sangriento conflicto de Oriente Medio

La Coexistencia Pacífica -1955-1962


El líder soviético Kruschev y el presidente norteamericano Kennedy

La muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953 abrió una nueva fase en la


historia de las relaciones internacionales. Tras un complejo proceso
sucesorio, Kruschev consiguió asentarse en el poder del Kremlin, muy
especialmente tras eliminar a Beria, jefe del aparato represivo stalinista,
en junio de 1953.
El nuevo líder soviético lanza una nueva política exterior que va a
denominar coexistencia pacífica. Este nuevo concepto significaba
básicamente que la URSS no solo negaba el recurso a las armas para
extender la revolución comunista por el mundo, sino que rechazaba la
idea de que la guerra con el capitalismo era inevitable. El bloque
comunista, que en ese momento ya se veía lo suficientemente fuerte para disuadir al adversario de un
posible ataque, concentraría en el futuro todas sus fuerzas en la competición pacífica con el Oeste. La
realidad de la política soviética no fue, sin embargo, tan pacífica. Como veremos, Moscú no dudó en tomar
medidas, en algún caso arriesgadas, que pusieron en grave peligro la paz mundial.
La reacción norteamericana: la doctrina de las "represalias masivas"
La visión de Washington no se vio muy influenciada por la nueva política del Kremlin. En EE.UU. primaba
una situación de inseguridad propiciada por el acceso de la URSS al arma atómica y sus ensayos con
misiles intercontinentales. El lanzamiento del Sputnik en 1957, el primer satélite al espacio por parte de los
soviéticos vino a reforzar ese sentimiento.
El candidato norteamericano Eisenhower había criticado duramente la política de "contención" de Truman
y Foster Dulles, el que luego sería su Secretario de Estado, había propuesto durante la campaña electoral
de 1952 el roll back, el hacer retroceder a los Soviéticos a sus posiciones de partida.
Tras el triunfo republicano, la nueva administración afirmó lo que se vino a denominar la doctrina de las
"represalias masivas". Washington amenazaba a la URSS con el uso masivo del arma nuclear en el caso
de que adoptara una política exterior muy agresiva.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 40


Afortunadamente, como los hechos vinieron pronto a confirmar, la política exterior norteamericana fue
mucho más moderada. Algunos historiadores hablan de una política de "contención" reforzada para
subrayar la continuidad que hubo ente la diplomacia de Truman y la de Eisenhower. En definitiva, se
iniciaba un nuevo período en el que las palabras una vez más no correspondían exactamente con los
hechos. Ni la política exterior soviética fue tan pacífica, ni la norteamericana fue tan belicosa.
El deshielo 1953-1956
Más allá de las formulaciones de la política exterior de las grandes potencias, la muerte de Stalin abrió un
período en el que aparecieron signos de distensión entre Moscú y Washington: la firma del Armisticio en
Panmunjong en 1953, que ponía fin a la guerra de Corea, los acuerdos de Ginebra que ponían fin a la
guerra de Indochina en 1954, la reconciliación entre la URSS y Yugoslavia que culminó con la visita de
Kruschev a Tito en 1955 o la firma del Tratado de Paz con Austria en 1955, que significó la evacuación
de las tropas de ocupación y su neutralización.
Estos signos de distensión no impidieron que las superpotencias afirmaran, de forma brutal si era
necesario, su hegemonía en sus respectivas áreas de influencia. La brutal represión de las protestas
obreras en Berlín y Alemania oriental en 1953 por parte del ejército soviético de ocupación o las
intervenciones de la CIA para derrocar por la fuerza los gobiernos progresistas de Mossadegh en Irán en
1953 o Arbenz en Guatemala en 1954, muestran bien a las claras la complejidad de la nueva fase de las
relaciones internacionales.
No debemos de olvidar tampoco que en 1954 la República Federal de Alemania se rearmaba en ingresaba
en la OTAN y que, como contestación, la URSS y las "democracias populares" fundaban en 1955 el Pacto
de Varsovia.
El Muro de Berlín De 1951 a 1958 la República Democrática Alemana (RDA), la Alemania comunista,
sufrió una verdadera hemorragia demográfica: más de dos millones de alemanes orientales huyeron a la
Alemania Occidental. Las diferencias de nivel de vida y la falta de libertades provocaron este éxodo de
población. El 13 de agosto de 1961, ante los ojos atónitos de los berlineses, las autoridades de la RDA
iniciaron la construcción de un muro infranqueable que rodearía todo el Berlín occidental. Lo que se
denominó en Occidente, el "muro de la vergüenza" se convirtió en el gran símbolo de la guerra fría. El muro
de Berlín vino, sin embargo, a estabilizar la situación en la RDA, calmando las inquietudes soviéticas y suprimiendo
uno de los mayores focos de tensión internacional. En adelante, Europa dejó de ser el principal escenario de la guerra
fría.
La crisis de los misiles en Cuba
La toma del poder por Fidel Castro en 1959, tras derrocar la dictadura pro-
americana de Batista, desencadenó una dura reacción en Washington. Una de
las primeras acciones de Kennedy como presidente de EEUU fue el fallido
intento de invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón.
Una revolución que, en principio, no era comunista, acabo alineándose con el
bloque comunista. La agresividad norteamericana propició que el dictador
cubano pidiera a la URSS el despliegue de misiles nucleares en su territorio.
Cuando los aviones espías norteamericanos detectaron las rampas de
misiles, Kennedy reaccionó decretando el bloqueo de la isla y anunciando el 22
de octubre que la Armada norteamericana impediría el paso a cualquier nave
soviética que se encaminara a la isla. El mundo aguantó la respiración ante la posibilidad de un incidente que llevara
a la fatal escalada nuclear.
Finalmente, el 29 de octubre Jruschov cedió y dio orden de dar
media vuelta a sus barcos. La URSS acordó retirar los misiles de
Cuba a cambio del compromiso norteamericano de no invadir la
isla y de la retirada de misiles similares que EEUU tenía
desplegados en Turquía.
Oriente Medio: La crisis de Suez
La creación del Estado de Israel en 1948 desencadenó la primera
guerra árabe-israelí. Este conflicto, que tras más de medio siglo,
sigue sin solucionarse, vino a integrarse en la guerra fría a lo largo
de los años cincuenta.
El líder egipcio Nasser nacionalizó el canal de Suez en 1956.
Francia y Gran Bretaña, principales accionistas y beneficiarias del
uso del canal, reaccionaron mandando tropas al canal. Israel,
inquieta ante el activismo panarabista de Nasser, intervino en
ayuda de las potencias europeas y ocupó la península egipcia del
Sinaí.
Esta acción de las dos antiguas potencias coloniales encontró la reacción inmediata de las dos superpotencias. La
URSS amenazó a los agresores con represalias atómicas. Los EEUU, temerosos de que el mundo árabe y todo el
Tercer Mundo bascularan hacia el bloque soviético, presionó a París y Londres para que pararan su intervención.

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La firme actitud norteamericana terminó por convencer a los líderes europeos para que ordenaran la retirada de sus
tropas. La decadencia europea en el concierto mundial se hizo evidente.
La crisis de Suez trajo importantes consecuencias. El Reino Unido y Francia tomaron finalmente conciencia de que
habían dejado de ser grandes potencias; Nasser se convirtió en el gran vencedor al transformar una derrota militar en
una victoria política; y la URSS consiguió iniciar su influencia en el conflicto del Oriente Medio.
La ruptura chino-soviética
El triunfo en 1949 de la revolución comunista en China y el consiguiente paso al bloque comunista del país más
poblado del mundo parecían anunciar una gran victoria para la URSS. En 1950 la firma del Tratado chino-soviético de
amistad, alianza y mutua asistencia despertó gran ansiedad y preocupación en EEUU y el bloque occidental.
Sin embargo, bajo una fachada de amistad se desarrolló una áspera pugna basada en viejas rivalidades nacionales y
en la búsqueda del liderazgo del mundo comunista.
Mientras Jruschov lanzaba su política de coexistencia pacífica, Mao Zedong mantuvo una posición desafiante contra
el “imperialismo capitalista” de EEUU en el escenario internacional. Además, los chinos no aceptaron las críticas
de Jruschov a Stalin y acusaron a las autoridades soviéticas de abandonar los principios revolucionarios
comunistas.
El distanciamiento culminó en 1959 cuando la URSS denunció el Tratado militar secreto que unía a ambos países.
En 1960 retiró a sus consejeros y técnicos de China.
En 1962, Moscú apoyó a la India en su conflicto fronterizo con China por el dominio de ciertas zonas del Tibet. Beijing
(Pekín), por su parte, denunció la actitud soviética en la crisis de los misiles en Cub, acusando a Moscú de haberse
rendido ante el imperialismo americano. La ruptura de los dos colosos comunistas se había consumado.

La Distensión 1962-1975 - La distensión entre las superpotencias


Tras asomarse "al borde del abismo" nuclear en Cuba, Kennedy y Kruschev decidieron iniciar de forma más
sistemática y duradera una nueva política de distensión.
Se abría así un nuevo período de la guerra fría en el que
los acuerdos entre las superpotencias no impidieron
graves conflictos como el de Vietnam o el Oriente
Próximo.
Dos factores explican la nueva actitud de la URSS y
EEUU. Por un lado, la crisis de los misiles en Cuba en
1962 hizo tomar conciencia a Moscú y Washington del
peligro real de un holocausto nuclear; por otro lado,
ambas superpotencias vieron crecer la contestación
interna en sus respectivos bloques. La URSS, debilitada
por el conflicto chino-soviético, tuvo que hacer frente,
entre otros conflictos, a la Primavera de Praga en
Checoslovaquia. EEUU vio como la Comunidad
Económica Europea y Japón se consolidaban como
potencias económicas y como en el seno de la OTAN
surgía la disidencia con la Francia de De Gaulle.
Los acuerdos Este-Oeste La distensión no
paralizó la carrera armamentística entre las superpotencias. Ambas siguieron acumulando misiles
nucleares capaces de destruir el planeta. Tras diversas alternativas, los expertos coincidían en 1971 en
que se había llegada a una situación de paridad nuclear. En el vocabulario de los militares, no podía haber
vencedores en el caso de una guerra nuclear. La “destrucción mutua asegurada” era cierta y evidente. En
esta situación, los sucesores de Kennedy y Kruschev continuaron la política de distensión. Los presidentes
norteamericanos, el demócrata Johnson, que había sucedido a Kennedy tras su asesinato en 1963, y el
republicano Nixon, y el líder soviético Leonid Breznev, que había relevado a Kruschev en 1964, trataron
de aminorar la tensión internacional. Para conseguir este objetivo, se entablaron negociaciones para limitar
la carrera armamentística. Estas negociaciones tuvieron resultados parciales pero significativos:
• En 1968, EEUU, la URSS y el Reino Unido firmaron el Tratado de No Proliferación de Armas
Atómicas, tratado al que no se unieron las otras dos potencias nucleares, China y Francia.
• En 1972 se firmó del Acuerdo SALT I por el que se limitó el número de misiles intercontinentales
que podía poseer la URSS y los EEUU.
El desarrollo del comercio entre los bloques. Este desarrollo comercial partió de la situación de
debilidad soviética. La URSS necesitaba importar tecnología occidental y, a la vez, necesitaba comprar
cereales norteamericanos para garantizar la alimentación de su población. La crisis de la agricultura
soviética era de tal calibre que ¡necesitaba del grano de su enemigo para que su población no pasara
hambre! Por supuesto, estas exportaciones cayeron como del cielo a unos agricultores norteamericanos
que tenían creciente dificultades para vender sus productos en el mercado mundial.
Hacia un mundo multipolar. La estructura bipolar con dos mundos alineados férreamente en torno a
EEUU y la URSS fue transformándose poco a poco. Mientras que en el bloque occidental surgían nuevos
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focos de poder económico, en el bloque comunista la disensión política se hizo cada vez más evidente. El
panorama se completaba con unos países subdesarrollados, el Sur o Tercer Mundo, que afirmaban su
posición mundial mediante el control de las fuentes de energía.
Los nuevos polos de poder en el Oeste La situación de abrumadora hegemonía norteamericana tras la
segunda guerra mundial se vio modificada por el surgimiento en el bloque occidental de dos nuevos polos
de poder económico.
• Japón pasó de país derrotado y ocupado a convertirse en la segunda potencia económica mundial. Los
productos Made in Japan pronto comenzaron a inundar los mercados norteamericano y europeo.
• La Comunidad Económica Europea (CEE) tuvo un espectacular éxito económico. Una prueba
evidente de ese éxito fue que el Reino Unido, que se había negado a adherirse a la CEE cuando se creó
en 1957, solicitó su ingreso en 1961.
Esta diversificación del poder económico no se concretó, sin embargo, en un verdadero desafío político.
Sólo la Francia del general De Gaulle, que había accedido al status de potencia atómica en 1960, trató de
llevar una política de independencia respecto a Washington.
De Gaulle se negó en dos ocasiones., en 1963 y en 1967, a admitir la entrada del Reino Unido, el más
estrecho aliado de EE.UU, en la CEE. En marzo de 1966 Francia se retiró del mando integrado de
la OTAN y De Gaulle se atrevió a condenar públicamente la intervención norteamericana en Indochina. La
debilidad relativa de Francia no permitió que el desafío gaullista fuera más allá.

Las fuerzas centrífugas en el Este En la Europa oriental, el desafío al dominio de Moscú tuvo una
concreción mucho más violenta.
• En 1956, la revolución democrática en Hungría había sido aplastada por los tanques soviéticos. Doce
años más tarde la tragedia se repitió en Checoslovaquia. Alexander Dubcek emprendió en 1968 un
amplio programa de reformas liberalizadoras conocido como la Primavera de Praga. La reacción soviética
no se hizo esperar. El 21 de agosto tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia y pusieron
fin al experimento democrático. El líder soviético proclamó la Doctrina Breznev que consagraba el
dominio soviético sobre las "democracias populares".
• La ruptura chino-soviética se consolidó y agudizó trascendiendo el ámbito ideológico y llegando al
enfrentamiento territorial. En 1969 hubo violentos combates en el río Ussuri en la frontera común entre
ambos países. Esta ruptura se vio acompañada por el acercamiento chino-norteamericano que culminó
con la visita de Nixon a Beijing en febrero de 1972.

Las relaciones Norte-Sur En los años sesenta se


consolidó la idea de que, junto a las relaciones Este-Oeste
características de la guerra fría, existían unas relaciones
Norte-Sur, esto es, relaciones entre el Norte desarrollado y
el Sur subdesarrollado o Tercer Mundo.
El Sur había iniciado su afirmación política con
la Conferencia de Bandung y el Movimiento de los
Países No Alineados. Pronto esta postura política tuvo su
reflejo en el terreno económico.

En 1960 nacía la Organización de Países Exportadores


de Petróleo (OPEP) que en adelante buscó imponer un
alza de los precios del "oro negro". En 1973, en la
Conferencia de Argel, el movimiento de los países no
alineados proclamó que los países pobres, más que confiar en la ayuda de los países desarrollados,
debían de tratar de aumentar su propia capacidad para organizarse y conseguir imponer unas nuevas
reglas del juego económico a nivel mundial. El apoyo occidental a Israel en la guerra del Yom Kippur ese
mismo año encolerizó a los países árabes y desencadenó una subida del precio del petróleo que provocó
una importante crisis en la economía mundial.

Los conflictos en la era de la distensión La distensión buscó alejar el peligro de una guerra atómica
entre las superpotencias, no puso fin a la competencia entre los dos bloques enfrentados. Esta
competencia se concretó en dos grandes conflictos armados que han marcado la segunda mitad del siglo
XX:

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 43


• El conflicto del Próximo Oriente, que aún en los
inicios del siglo XXI sigue siendo uno de los mayores focos
de tensión en el mundo.
• El conflicto en la península de Indochina que tuvo su
mayor exponente en la guerra de Vietnam, la gran derrota
americana durante la guerra fría.
• Por otro lado, América Latina quedó también atrapada en
la dinámica de la guerra fría. El ejemplo de la Cuba de
Castro alentó la extensión de guerrillas revolucionarias por
muchos países de la región. La respuesta norteamericana
fue apoyar cualquier tipo de gobierno que se enfrentara a la
expansión soviética. Entre estos gobiernos hubo odiosas
dictaduras militares.

Las guerras árabe-israelíes Las guerras que enfrentaron a


árabes e israelíes en 1967 y 1973 ilustraron perfectamente las reglas de la distensión: los dos grandes
apoyaron masivamente a los pequeños estados beligerantes, EEUU a Israel, la URSS a los países árabes,
pero controlaron el conflicto sin poner en riesgo la paz general entre las superpotencias.
La Guerra de los Seis Días en 1967 y la Guerra del Yom Kippur en 1973 trajeron cambios
trascendentales en el Oriente Medio: - Israel pasó de país asediado a potencia ocupante y hegemónica en
la región.- Los países árabes reaccionaron utilizando el petróleo como arma económica contra los países
occidentales que apoyaban a Israel. Las subidas del precio del crudo que siguieron a la guerra del Yom
Kippur en 1973 desencadenaron la “crisis del petróleo” que marcó el fin de una larga etapa de
expansión del sistema capitalista en los países desarrollados.
La guerra de Vietnam Tras los acuerdos de
Ginebra de 1954, Vietnam quedó dividido en dos
estados enfrentados: Vietnam del Norte, con un
régimen comunista dirigido por Ho Chi Minh, héroe
de la lucha anticolonial, y Vietnam del Sur, con una
dictadura pro-occidental dirigida por Dinh Diem. En
1956 se creó en el sur el Frente Nacional de
Liberación, el Vietcong, organización guerrillera que
con el apoyo de Vietnam del Norte inició las
hostilidades contra el gobierno survietnamita. El
presidente Kennedy decidió la intervención
militar norteamericana en favor de Vietnam del Sur.
En 1964, su sucesor, Jonson, se lanzó a la
intervención abierta. Un cuerpo expedicionario, que
en 1967 alcanzó la cifra de 500.000 soldados, se
implicó en una guerra en la que el ejército
norteamericano no dudó en utilizar armas químicas
("agente naranja") y o en llevar a cabo brutales bombardeos masivos sobre Vietnam del Norte y las
posiciones del Vietcong.
La gran superpotencia, sin embargo, no pudo derrotar a un contrincante masivamente armado por la
URSS. Las grandes protestas de la juventud norteamericana y los éxitos militares del Vietcong, como la
ofensiva del Tet en 1968, hicieron que en 1969 el nuevo presidente norteamericano, Richard Nixon,
decidiera reducir rápidamente la implicación militar de su país en el conflicto. A la vez que los efectivos
estadounidenses se reducían drásticamente -de 500.000 pasaron a 50.000-, se puso en pie un gran
ejército survietnamita que, con más de 1.800.000 hombres, no dudó en extender el conflicto a Camboya y
Laos.
Todos los esfuerzos norteamericanos fueron baldíos. La gran ofensiva norvietnamita de 1972 llevó a la
firma de la paz en París, el 23 de enero de 1973. Los EEUU se retiraron de Vietnam lo que trajo consigo el
inmediato derrumbe del régimen de Vietnam del Sur. La ofensiva final comunista llegó en la primavera de
1975. El 17 de abril, Phnom Penh caía en manos de los Jemeres Rojos y el 30 los norvietnamitas y el
Vietcong tomaban Saigón. Vietnam se reunificaba bajo un sistema comunista. La larga guerra había
terminado.
Vietnam supuso la primera derrota militar de la historia de EEUU. Esta experiencia llevó a que, en
adelante, los norteamericanos evitaran la implicación militar directa en los conflictos. Heny Kissinger,
figura clave de la diplomacia estadounidense durante la presidencia de Nixon, fue el principal
representante de esta nueva actitud.
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 44
América Latina: las dictaduras del cono sur. EEUU, tras la implantación de un régimen comunista en
Cuba, resolvió no permitir la expansión del bloque soviético en América y no dudó en apoyar dictaduras
militares conservadoras y fuertemente represivas. Para EEUU, los movimientos reformistas o
revolucionarios en el continente americano más que una respuesta a las fuertes desigualdades sociales de
la región, eran acciones desestabilizadoras orquestadas desde Moscú o La Habana con el objetivo de
establecer regímenes aliados al bloque soviético. La amplitud de los intereses económicos
norteamericanos en la región y su proximidad geográfica reforzaban esta actitud. Los ejemplos más
conocidos, pero no únicos, de esta política fueron las dictaduras de Pinochet en Chile (1973) y de Videla
en Argentina (1976).

El repliegue soviético 1975-1991


Los avances soviéticos El último período en la dirección soviética de un anciano Leonid Breznev va a
ser testigo de una engañosa expansión soviética. En el Extremo Oriente, las victorias de los comunistas
vietnamitas en 1975, unificando Vietnam bajo un gobierno comunista, y en 1978, conquistando la
Kampuchea (Camboya) de los Jemeres rojos hicieron que la URSS y su aliado Vietnam fueran los únicos
beneficiarios de la nueva situación en Indochina. Por un lado, los EE.UU. perdieron todas su influencia en
la región, mientras que, por otro lado, el gobierno chino perdía el gobierno aliado de Pol Pot en Camboya.
En América Central, la revolución sandinista derrocaba al dictador pro-norteamericano Somoza en 1979.
Se establecía así en Nicaragua, en una región que EE.UU. siempre había considerado de su completa
influencia, un régimen revolucionario que contaba con el apoyo de Moscú y La Habana.
En África fue donde tuvo lugar una más rápida expansión soviética. En 1974, en Etiopía, uno de los
países más pobres del mundo, se produce una revolución que derroca la monarquía y que llevará a su
líder Mengitsu a instalar en 1977 un régimen que se proclama marxista y aliado de la URSS. Tras la
"revolución de los claveles" en Portugal, en 1975 sus antiguas colonias africanas acceden a la
independencia. En el marco de guerras civiles se instauran en Angola y Mozambique, regímenes
revolucionarios y favorables a los soviéticos. En la guerra angoleña, la Cuba de Fidel Castro envía tropas
que lucharán contra las incursiones del ejército sudafricano que apoyaba al contendiente anticomunista.
El momento clave: la invasión soviética de Afganistán en 1979. Este pobre país, que durante el siglo
XIX había sido terreno de disputa del imperialismo ruso y el inglés, volvió en los años setenta a convertirse
en un territorio clave en las relaciones internacionales. A partir del derrocamiento del rey Zaher Shah en
1973 se abrió un período de inestabilidad en el que finalmente se disputaron el poder diversas facciones
comunistas enfrentadas a su vez con guerrillas islámicas. Moscú decide intervenir para imponer un
gobierno que garantizase el orden y mantuviera al país en la esfera de influencia soviética: el 24 de
diciembre de 1979 las tropas soviéticas invaden el país, se iniciaba la guerra de Afganistán. La reacción
occidental fue inmediata. Considerando que la anexión de Afganistán llevaba la influencia soviética más
allá del territorio tradicional del Pacto de Varsovia, EE.UU. y sus aliados organizan inmediatamente la
contraofensiva. La ONU y los Países No Alineados condenaron la invasión, y la Casa Blanca, junto a otra
serie de medidas destinadas a frenar el expansionismo del Kremlin, decidió ayudar a la guerrilla islámica
que se enfrentaba a las tropas soviéticas. La invasión soviética de Afganistán y la consiguiente reacción
occidental desencadenó un nuevo período de tensión internacional tras la época de la distensión: una
nueva guerra fría.
La respuesta americana al desafío soviético. El presidente Jimmy Carter (1976-1980) frenó las
intervenciones de los EEUU en los países del Tercer Mundo. Tratando de huir de los peligros de un nuevo
Vietnam, procuró mejorar la imagen internacional de EEUU y
promovió una defensa más activa de los derechos humanos en el
mundo. Carter no pudo impedir el triunfo de la revolución islámica
en Irán en enero de 1979. El acceso de Jomeini y los clérigos
chiítas al poder fue el primer triunfo de un movimiento, el
islamismo, que en aquel momento nadie, ni la Casa Blanca ni el
Kremlin, fue capaz de valorar en su verdadera importancia. En
aquel momento, lo que más alarmó a Washington fue la aventura
soviética en Afganistán. Carter endureció su política y, viendo en
la invasión de Afganistán una amenaza en una región vital como
la del Golfo Pérsico, anunció que EEUU se comprometía a usar la
fuerza si fuera necesario para acceder a los recursos petrolíferos
de la región.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 45


Cuando Carter abandonó la Casa Blanca, derrotado por el republicano Ronald Reagan, las relaciones
soviético-norteamericanas se hallaban en una situación de deterioro desconocida desde hacía muchos
años.
La postura del nuevo presidente Reagan (1980-1988) quedó definida en un célebre discurso que pronunció
en 1982 en Londres. En ese discurso el presidente norteamericano calificó a la URSS lisa y llanamente de
"Imperio del Mal".
Ronald Reagan representaba la nueva voluntad americana de combatir a la URSS hasta doblegarla y
ganar la guerra fría. El conservador Reagan trató de devolver a EEUU la confianza en su poder como gran
potencia. Una confianza bastante mermada tras el fiasco de Vietnam.
Reagan enfocó su política en dos direcciones. En primer lugar, se lanzó al mayor rearme de la historia de
su país desde la segunda guerra mundial. La Iniciativa de Defensa Estratégica (1983) fue el elemento
esencial de ese rearme.
En segundo lugar, Reagan anunció que EEUU iba a utilizar todo tipo de medios, incluyendo la fuerza
militar si fuera necesario, para socavar cualquier régimen pro-comunista en el Tercer Mundo.
Esta nueva doctrina se concretó en la intervención en tres países:
- Invasión de Granada, pequeña isla caribeña, donde existía un régimen izquierdista;
- Entrenamiento y aprovisionamiento de los Contras nicaragüenses que luchaban contra el régimen
sandinista.
- Ayuda a la guerrilla islámica que luchaba contra los soviéticos en Afganistán. Aquí los EEUU aplicaron
una política que años después se volvería en su contra de forma espectacular. La ayuda militar a la
guerrilla islámica fortaleció las posturas más extremas del islamismo que posteriormente constituirán el
mayor problema al que se han tenido que enfrentar EEUU y el mundo occidental. Un simple dato: Osama
bin Laden luchó en la guerra de Afganistán en una guerrilla islámica armada y apoyada por Washington.
Los nuevos conflictos El final de la década de los setenta y el inicio de los ochenta fue un período clave
en el que viejos y nuevos fenómenos internacionales interactuaron de forma compleja. Nuevos conflictos,
que iban más allá de la lógica del enfrentamiento entre los dos bloques, caracterizan este período. Por una
lado, el más importante y con mayor proyección de futuro, el desafío del islamismo; por otro, los
enfrentamientos entre los aliados de los dos gigantes comunistas en Indochina.
El Oriente Medio y los movimientos islamistas
Con el perenne conflicto del Oriente Medio telón de fondo, el surgimiento
en los países musulmanes del islamismo radicalmente antioccidental y
antisoviético, fue, sin lugar a dudas, la gran novedad del paisaje político
mundial en la fase final del siglo XX.
El año 1979 fue clave. Por un lado, las guerrillas islámicas emprendieron
la lucha contra la invasión soviética de Afganistán. Por otro, la primera
revolución islámica triunfó en Irán.
El ayatollah Jomeini, máxima autoridad del clero chiíta iraní, estableció
una brutal dictadura basada en los principios más
rigurosos del Islam. En el terreno internacional, el Irán
islámico se enfrentó a la vez con las dos
superpotencias: "El Gran Satán" norteamericano y la URSS comunista y atea.
Cuando Saddam Hussein, dictador iraquí contrario al islamismo, decidió atacar a su
vecino Irán, las potencias occidentales y la URSS miraron hacia otro lado e incluso le
apoyaron con armas. La
guerra entre Irán e Irak (1980-1988), además de ser una de las más crueles del siglo XX,
fue un buen ejemplo de los nuevos conflictos que sobrepasaban el marco estricto de la
guerra fría.
Los conflictos entre países comunistas en Indochina El abandono norteamericano de la península
Indochina trajo un doble triunfo comunista en abril de 1975. En Vietnam se estableció un régimen aliado de
la URSS y en Camboya los Jemeres rojos establecieron una brutal dictadura alineada con las autoridades
chinas. El conflicto chino-soviético se concretó sangrientamente en la península indochina. La creciente
tensión entre ambos países culminó con la invasión de Camboya por tropas vietnamitas con apoyo
soviético en 1978. Posteriores enfrentamientos fronterizos entre China y Vietnam constituyeron la última
fase de la pugna entre las dos grandes potencias comunistas por la hegemonía en Indochina.
El repliegue soviético. Por unos años el panorama internacional había mostrado de forma engañosa un
avance de las posiciones soviéticas. La realidad era mucho menos halagüeña para la URSS. El

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 46


estancamiento económico y el inmovilismo político llevaron el país a una situación en la que era imposible
mantener una política exterior expansionista.
Diversos factores hicieron que los dirigentes soviéticos fueran conscientes de la necesidad ineludible de
emprender profundas reformas y buscar la distensión internacional:
- La dureza de las posiciones de Reagan fue el elemento clave que llevó a la dirección soviética a
reconsiderar la escalada en el enfrentamiento con EEUU. La Iniciativa de Defensa Estratégica hizo
evidente la superioridad tecnológica y económica de EEUU sobre la URSS.
- A partir de 1980 las disensiones internas en el bloque soviético debilitaron su posición estratégica.
Polonia fue la gran protagonista. Las protestas obreras, lideradas por el sindicato Solidaridad, pusieron
contra las cuerdas al régimen comunista. Era cada vez más evidente la creciente dificultad de Moscú para
controlar a sus estados-satélite.
- La situación era aún más complicada en la propia URSS: La economía tenía graves problemas
estructurales. Dependía de las importaciones de grano norteamericano para alimentar a su población y se
hallaba muy rezagada con respecto a la economía occidental en diversos aspectos tecnológicos clave. El
estancamiento económico y el progresivo deterioro del nivel de vida de la población soviética mostraban la
imposibilidad de aceptar el desafío militar norteamericano y extendían el desaliento y la desmoralización
entre la población. A esta crisis social y económica se le vino a unir una grave crisis política. La muerte de
Breznev a los 76 años en 1982 puso en evidencia el anquilosamiento del sistema político soviético. El
poder se hallaba en manos de una verdadera gerontocracia. A Breznev le sucedió Yuri Andrópov, de 68
años, que murió dos años después en 1984. A Andrópov le vino a sustituir Chernenko, un anciano que
murió al año siguiente en 1985. La situación en Moscú se hacia insostenible. Así, el 11 de marzo de 1985,
Mijaíl Gorbachov, de "solo" 54 años, fue elegido Secretario General del PCUS. El nuevo líder soviético se
aprestó a iniciar un proceso de reformas profundas en el país. Nadie podía predecir la magnitud del
proceso de cambios que iba a desencadenar.
Para Gorbachov, la profundidad de la crisis económica y social de
la URSS hacía imposible mantener la ficción de una paridad entre
las dos superpotencias. Para sacar al país de la crisis era
absolutamente necesario reducir los gastos militares y recortar los
ingentes recursos empleados en mantener el “imperio soviético”.
Así, Gorbachov, a la vez que firmaba diversos acuerdos con EEUU
para reducir armas nucleares y convencionales, fue comunicando a
sus aliados por todo el mundo el fin de la ayuda militar y económica
soviética.
El repliegue soviético en el mundo no impidió, sin embargo, la
agudización de la crisis interna en la URSS. Tras las revoluciones
de 1989 que pusieron fin a los regímenes comunistas de las
“democracias populares”, el fracaso de un golpe de estado organizado por el sector más duro del PCUS,
provocó la desintegración de la propia Unión Soviética en 1991. La guerra fría concluía por la implosión de
uno de sus contendientes.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 47


El fin de la guerra fría
1986
25 Febrero - Gorbachov defiende la necesidad de emprender un proceso de grandes reformas (perestroika) en el XXVII Congreso
del PCUS
26 Abril - Accidente nuclear de Chernobil en Ucrania (URSS)
10 Octubre - Cumbre de Reagan y Gorbachov en Reikiavik (Islandia). No se alcanza un acuerdo de reducción de armamentos.
13 Noviembre - Estalla el Escándalo Irán-Contra
16 Diciembre - Gorbachov libera al disidente Sajarov
1987
14 Junio - Visita del Papa Juan Pablo II a Polonia. La multitud que le recibe apoya fervientemente al sindicato Solidaridad
8 Diciembre - Tratado de Washington - Gorbachov y Reagan firman un acuerdo que prohibe los misiles nucleares de alcance
intermedio
1988
8 Febrero - Gorbachov anuncia la retirada soviética de Afganistán
29 Mayo - Cumbre Reagan-Gorbachov en Moscú. Intercambio de las ratificaciones del Tratado de Washington
8 Noviembre - George Bush (padre) es elegido presidente de los EE.UU.
7 Diciembre - Gorbachov en un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas anuncia un importante desarme
unilateral
1989
19 Enero - El gobierno polaco acuerda legalizar el sindicato Solidaridad
14 Febrero - El gobierno sandinista de Nicaragua acuerda celebrar elecciones libres
15 Febrero - Las tropas soviéticas terminan su retirada de Afganistán
26 Marzo - Primeras elecciones con un pequeño margen de libertad en la URSS: muchos disidentes consiguen un escaño en el
nuevo Congreso del Pueblo
3 Junio - Matanza de Tiananmen en Pekín. Brutal represión contra los manifestantes demócratas.
4 Junio - Abrumadora victoria de Solidaridad en las primeras elecciones libres en Polonia
24 Agosto - Primer gobierno mayoritariamente no comunista en Polonia desde la Segunda Guerra Mundial
18 Octubre - Erich Honecker es sustituido por Egon Krenz en la dirección del Partido Comunista de la RDA
25 Octubre - Gorbachov rechaza públicamente la Doctrina Breznev
9 Noviembre - Caída del Muro de Berlín
2 Diciembre - Cumbre de Bush y Gorbachov en Malta
25 Diciembre - El dictador comunista rumano Ceaucescu es ejecutado
29 Diciembre - Tras la denominada "Revolución de Terciopelo", Vaclav Havel es nombrado presidente de Checoslovaquia
1990
11 Marzo - Lituania declara su independencia de la URSS. El proceso de desintegración de la Unión Soviética empieza a
acelerarse.
13 Marzo - El Partido Comunista de la Unión Soviética pierde el monopolio del poder político
30 Mayo - Cumbre de Bush y Gorbachov en Washington
3 Octubre - Reunificación de Alemania
18 Noviembre - Los 34 miembros de la OCSE, OTAN y Pacto de Varsovia firman el Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa
que limita su número en ambas alianzas
21 Noviembre - Esos mismos países firman la Carta de París, que pone fin formalmente a la guerra fría
1991
1 Julio - Fin del Pacto de Varsovia
31 Julio - Bush y Gorbachov firman en Moscú el Tratado START I de reducción de armas estratégicas
19-21 Agosto - Fracasa un golpe de estado de los comunistas de la línea dura contra Gorbachov
25 Diciembre - Gorbachov renuncia a la presidencia de la URSS
31 Diciembre - La URSS deja oficialmente de existir, siendo sustituida por 15 estados independientes. Rusia es el
heredero de la URSS en el terreno internacional.

Documento 13: Fuentes primarias

Análisis de fuentes primarias - Actividades para aplicar a cada una de las siguientes fuentes: 1. ¿Cuál es
el tema principal o hecho central de la fuente?; 2. Identifica el proceso histórico al que pertenece la misma,
ubica a qué momento exacto del mismo corresponde-; 3. Elabora una explicación lo más completa posible
sobre el tema al que hace referencia la misma.

1. "Querido hermano:
(...) Una tercera parte de Rusia está sometida a una continua vigilancia policiaca; el ejército de policías conocidos y
secretos aumenta sin cesar; las prisiones, los lugares de deportación y los calabozos están repletos; aparte de
doscientos mil criminales de derecho común, hay un número considerable de condenados políticos entre los cuales
existen ahora multitud de obreros. La censura con sus medidas represivas ha llegado hasta un grado tal que no
alcanzó en los peores momentos de los años que siguieron al de 1840. Las persecuciones religiosas no fueron nunca
tan frecuentes ni tan crueles como lo son ahora, y cada vez van siendo más frecuentes y más crueles.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 48


En las ciudades y en los centros industriales se han concentrado las tropas, que armadas de fusiles se han enviado
contra el pueblo. En algunos puntos ya se han producido choques y matanzas y en otros puntos se preparan, y su
crueldad aun será mayor.
El resultado de toda esta actividad cruel del gobierno, es que el pueblo agricultor, los cien millones de hombres sobre
los cuales está fundada la potencia de Rusia, a pesar de los gastos del Estado que crecen considerablemente, o
mejor dicho gracias a este crecimiento del presupuesto, se empobrecen de año en año, de manera que el hambre ha
llegado a ser el estado normal, como igualmente el descontento de todas las clases y su hostilidad para el gobierno.
La autocracia es una forma de gobierno que ha muerto. (...)
Así es que para sostener esta forma de gobierno y la ortodoxia ligada a él, es preciso, como ahora se hace, emplear
todos los medios de violencia, la vigilancia policíaca más activa y severa que antes, los suplicios, las persecuciones
religiosas, la prohibición de libros y de periódicos, la deformación de la educación, y en general de toda clase de
actos de perversión y crueldad. Tales han sido hasta aquí los actos de vuestro reinado (...)" León
Tolstoi. Carta al Zar Nicolás II. 16 de enero de 1902.

2. “Así pues, si bien frente a los acontecimientos supra e infra - racionales que se producen en el pueblo, mi
naturaleza vuelve a encogerse y sentirse tan insegura como en el año 1914, ahora me hallo menos expuesto a los
sucesos de la 'gran época' y conservó una distancia mucho mayor (...). Muchas de las cartas que recibo de allí [de
Alemania] parecen escritas bajo los efectos de una fiebre tremenda, igual que las de agosto de 1914, ardientes,
llenas de embriaguez, de odio y locura homicida. Las otras voces son más raras de escuchar, porque desde el Reich
nadie se atreve a escribir con franqueza, todo el mundo tiembla, ante el espionaje, la policía secreta, los
denunciantes. Más cuando alguno que otro se atreve a escribir la verdad, o uno de los no embriagados viene a
Suiza, oímos sus lamentos y su indignación o también su resignación; palabras a las que reacciona de inmediato
todo mi ser, sin límites. De nuevo estoy ahora con el corazón junto a los oprimidos y castigados: quienes reciben
malos tratos, los prisioneros, los judíos, los desterrados." Hermann Hesse, julio de 1933.

3. “El día 3 de febrero les expuse el anuncio hecho por el gobierno imperial alemán (...) que dice que utilizaría sus
submarinos para hundir todos los barcos que se acercaran a cualquier puerto de Gran Bretaña e Irlanda o de las
costas occidentales de Europa o a cualquiera de los puertos controlados por los enemigos de Alemania en el
Mediterráneo (...). Barcos de todas clases y cualquiera que fuera su bandera, su carácter y su carga, su destino o su
misión han sido enviados al fondo del mar sin ninguna advertencia y sin un solo pensamiento de ayuda para sus
pasajeros, fueran barcos de países beligerantes o de países neutrales (...). La guerra submarina de Alemania contra
el comercio es una guerra contra la humanidad (...) Se han hundido barcos americanos y se han perdido vidas
americanas (...). (...) Aconsejo que el Congreso declare que la reciente conducta del gobierno imperial alemán no es
sino un cambio de dirección en la guerra contra el gobierno y el pueblo de los EEUU. Propongo que el Congreso
acepte la posición de beligerante (...).” Woodrow Wilson, presidente norteamericano
4. “Médico de 52 años, ario puro, veterano de la Batalla de Tannenberg, con intención de instalarse en el campo,
desea progenie masculina mediante matrimonio civil con aria sana, virgen, joven, modesta, ahorradora,
acostumbrada al trabajo duro, ancha de caderas, que no use tacones altos ni pendientes y, si es posible, también sin
propiedades”.
5. Nos estamos acercando al final de un siglo sangriento, plagado de una invención política terrible: el totalitarismo. El
optimismo no es común en la actualidad, no debido a que la democracia es menos vigorosa sino porque los enemigos
de la democracia han refinado sus instrumentos de represión. Inclusive el optimismo está justificado ya que día tras
día la democracia está demostrando que no es una flor frágil. Desde Stettin, en el Báltico, hasta Varna, en el Mar
Negro, los regímenes impuestos por el totalitarismo tuvieron más de treinta años para establecer su legitimidad. Pero
ninguno aún ha sido capaz de arriesgar elecciones libres. Los regímenes impuestos por bayonetas no tienen raíz. La
fuerza del movimiento Solidaridad en Polonia demuestra la verdad contada en un chiste en la Unión Soviética: la
Unión Soviética continuaría siendo una nación de partido único, incluso si un partido opositor fuera permitido porque
todos se unirían al partido opositor.
Ronald Reagan, 8 de junio de 1982

6.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 49


7. 8

10. un lugar para todos en un mundo nuevo

9
12.

11.
13. 14. Stalingrado - Stormy Six

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 50


Hambre y escombros bajo los morteros
Como el acero resiste la ciudad /
Calles de Stalingrado con sangre estan
pavimentadas / Ríe una mujer de granito sobre
mil barricadas

En su camino helado la esvástica lo sabe / A


partir de ahora encontrara Stalingrado en cada
ciudad

La orquesta hace bailar a los oficiales en los


cafés / El invierno pone hielo en los huesos /
Pero dentro de las carceles el aire quema /
como si cantara el coro del Ejército Rojo

La radio en la oscuridad y siete obreros


Siete copas que brindan por Lenin /
Y Staligrado llega en las granjas y en los
graneros / Vuela una gorra un hombre ríe y
15. prepara su fúsil

En su camino helado la esvástica lo sabe / A


partir de ahora encontrara Stalingrado en cada
ciudad /

16. WE DIDN´T START THE FIRE - Billy Joel - Traducción 17.


Harry Truman, Doris Day, Red China, Johnny Ray
South Pacific, Walter Winchell, Joe DiMaggio
Joe McCarthy, Richard Nixon, Studebaker, Televisión
North Korea, South Korea, Marilyn Monroe
Rosenbergs, H Bomb, Sugar Ray, Panmunjom
Brando, The King And I, y The Catcher In The Rye
Eisenhower, Vaccine, England's got a new queen
Maciano, Liberace, Santayana adios
Nosotros no empezamos el fuego
Siempre ardió
Desde que el mundo gira
Nosotros no empezamos el fuego
No lo encendimos
Pero intentamos apagarlo [...]

Documento 14: Thomas Skidmore y Peter Smith, "Las transformaciones en la América Latina
contemporánea (década de 1880-década de 1990)"; en: Historia contemporánea de América
Latina, Crítica, 1996.

América Latina ha pasado por una serie de cambios económicos, sociales y políticos de largo alcance desde finales
del siglo XIX. Las economías nacionales se han integrado en el sistema global centrado en Europa y Estados Unidos,
han cambiado los agrupamientos y las relaciones sociales, las ciudades han florecido, y la política ha sido testigo de
reformas y trastornos, y a veces de estancamiento. Estas variaciones han llevado a una gran diversidad de
experiencias nacionales, por lo que tras este capítulo presentarnos, ocho casos prácticos: Argentina, Chile, Brasil,

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 51


Perú, México Cuba, el Caribe y Centroamérica. Como veremos estos países ilustran la complejidad de la historia
contemporánea latinoamericana.
No obstante, como ha habido importantes semejanzas y diferencias, el propósito de este capítulo es ofrecer un
esbozo de los modelos y procesos del cambio. No refleja la historia de un solo país, sino que presenta un cuadro
compuesto que puede proporcionar una base para entender el contexto en el que se desarrolló cada uno de ellos.
También nos permitirá compararlos y obtener generalizaciones acerca de las fuerzas históricas que se dieron en todo
el continente.
Si queremos comprender la América Latina contemporánea, debe situársela en el contexto de la expansión
económica global, comenzando con la conquista del siglo XVI. Dentro de este sistema, ha ocupado una posición
esencialmente subordinada o "dependiente" y ha seguido unos caminos económicos moldeados en gran medida por
las potencias industriales europeas y estadounidense. Estos desarrollos económicos han originado transformaciones
en el orden social y la estructura de clases, que, a su vez, han afectado de forma crucial los cambios políticos. Por
ello, comenzamos con un conjunto de relaciones causales simplificadas: los cambios económicos producen cambios
sociales que proporcionan el contexto para el cambio político[1].
Fase 1. Inicio del crecimiento basado en la exportación-importación (1880-1900)
La Revolución Industrial europea fue lo que precipitó el cambio en las economías decimonónicas latinoamericanas.
Como se mostró en el primer capítulo, América Latina había visto reducirse sus vínculos con la economía mundial
tras lograr la independencia de Portugal y España. Sus terratenientes convirtieron sus posesiones en entidades
autónomas y autosuficientes, en vez de producir bienes para los mercados internos o exteriores. La minería se había
detenido, en parte como resultado de la destrucción ocasionada por las guerras independentistas. La manufactura era
modesta y estaba en su mayor parte en manos de artesanos dueños de pequeños establecimientos.
Sin embargo, a finales del siglo XIX la industrialización europea empezó a ocasionar una fuerte demanda de
productos alimenticios y materias primas. Los trabajadores ingleses y europeos, que ahora vivían en las ciudades y
trabajaban en fábricas, necesitaban comprar los alimentos que ya no cultivaban, y los dirigentes de la industria,
ávidos por extender su producción y operaciones, buscaban materia prima, en particular minerales. Ambos incentivos
llevaron a los gobiernos e inversores europeos a buscar fuera, en África, Asia y, por supuesto, América Latina.
Como resultado, los principales países latinoamericanos pasaron por una sorprendente transformación a finales del
siglo XIX, especialmente desde 1880. Argentina, con sus vastas y fértiles pampas, se convirtió en un importante
productor de bienes agrícolas y ganaderos: lana, trigo y sobre todo carne. Chile resucitó la producción de cobre,
industria que había caído en decadencia tras los años de la independencia. Brasil se hizo famoso por su producción
de café. Cuba cultivó café, además de azúcar y tabaco. México empezó a exportar una serie de materias primas,
desde el henequén (fibra utilizada para hacer cuerda) y el azúcar, hasta minerales industriales, en particular cobre y
zinc. Centroamérica exportó café y plátanos, mientras que de Perú salieron azúcar y plata.
El desarrollo de estas exportaciones fue acompañado de la importación de productos manufacturados, casi siempre
de Europa. América Latina compraba textiles, maquinaria, bienes de lujo y otros artículos acabados en una cantidad
relativamente grande, con lo que se dio un intercambio, aunque los precios de las exportaciones latinoamericanas
eran mucho más inestables que los de las europeas.
A medida que progresaba el desarrollo, la inversión de las naciones industriales, en especial Inglaterra, fluyó hacia
América Latina. Entre 1870 y 1913, el valor de las inversiones británicas aumentó de 85 millones de libras esterlinas a
757 millones, una multiplicación casi por nueve en cuatro décadas. Hacia 1913, los inversores británicos poseían
aproximadamente dos tercios del total de la inversión extranjera. Una de sus más firmes inversiones era la
construcción de ferrocarriles, en especial en Argentina, México, Perú y Brasil. Los inversores británicos, franceses y
estadounidenses también pusieron capital en empresas mineras, sobre todo en México, Chile y Perú, lo que significó
que los latinoamericanos no hubieran de invertir allí, pero también que el control de los sectores clave de sus
economías pasara a manos extranjeras.
De este modo, a finales del siglo XIX, se había establecido una forma de crecimiento económico basado en la
“exportación-importación” que estimuló el desarrollo de los sectores de materias primas de las economías
latinoamericanas. El impulso y el capital provinieron en su mayoría del exterior. Con la adopción de esta alternativa,
América Latina tomó un camino comercial de crecimiento económico “dependiente” de las decisiones y la prosperidad
de otras partes del mundo.
La rápida expansión de sus economías de exportación fue acompañada e incluso precedida por la victoria de una
justificación intelectual para su integración en la economía mundial. Esta justificación fue el liberalismo, la fe en el
progreso y la creencia en que llegaría a la economía sólo mediante el juego libre de las fuerzas comerciales y a la
política mediante y un gobierno limitado que maximizara la libertad individual. El liberalismo latinoamericano, al igual
que la mayoría de sus ideologías, fue algo importado. Sus fuentes principales fueron Francia e Inglaterra. Sin
embargo, a diferencia de estos países, América Latina no había pasado por una industrialización significativa a
mediados del siglo XIX. Por ello, carecía de la estructura social que había madurado el liberalismo en Europa, hecho
que sin duda iba a hacer algo diferente al liberalismo latinoamericano.

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En la segunda mitad del siglo XVIII, la América española y Brasil pasaron por un experimento abortado de capitalismo
estatal. Los trastornos causado por las guerras revolucionarias francesas habían quebrado el monopolio comercial
español en América. La Habana había sido capturada por los ingleses y sus puertos, abiertos de par en par. El
asombroso aumento del comercio impresionó a todos los observadores. La lógica era ineludible: puesto que el
contrabando se había convertido en un alto porcentaje del comercio total en toda la América española y portuguesa,
¿por qué no legalizar el comercio libre y obtener impuestos del incremento en un comercio controlado por el
gobierno?
Los apologistas del liberalismo económico citaban sin cortapisas a los teóricos europeos que justificaban el comercio
libre y la división internacional del trabajo como algo “natural” y, sin duda, óptimo. Toda desviación de sus dictados
sería una locura: reducir el comercio y con ello los ingresos. Es importante considerar que la mayoría de los críticos
que atacaban las instituciones políticas de los gobiernos monárquicos (que consideraban “no liberales”) no
discrepaban de la ideología del liberalismo económico. En Brasil, por ejemplo, Tavares Bastos acusó al gobierno de
extinguir la vida política local, pero ensalzó las virtudes del libre comercio y repitió fielmente las doctrinas europeas
del laissez-faire .
Se podría decir que durante la última parte del siglo XIX el liberalismo económico permaneció firme en América
Latina. Los intentos por implantar aranceles proteccionistas fueron rechazados por los políticos, que sostenían no
encontrarse en condiciones, ya fuera por sus recursos o por su capacidad de hacer tratos, de violar los principios del
libre comercio.
Los debates clave acerca de la política económica se restringían en gran medida a las elites, definidas aquí como ese
pequeño estrato (menos del 5 por 100 de la población) con poder y riqueza para controlar las decisiones políticas y
económicas de ámbito local, regional y nacional.
El compromiso de éstas con el liberalismo se veía reforzado por su profunda preocupación acerca de la supuesta
inferioridad racial de sus poblaciones nativas. De modo implícito aceptaban las teorías racistas al propugnar
constantemente fuertes inmigraciones europeas como solución a su falta de mano de obra cualificada. Preferían
inmigrantes del norte de Europa (aunque en realidad la gran mayoría vino de Portugal, España e Italia) con la
esperanza de que los hábitos de la confianza en uno mismo y la capacidad emprendedora –sellos distintivos del ideal
liberal– se reforzaran en su continente.
Añadido a las dudas racistas, había un sentimiento generalizado de su propia inferioridad. Hasta la primera guerra
mundial, las elites latinoamericanas se solían describir como poco más que imitadoras de la cultura europea. Muchas
dudaban de que sus países pudieran siquiera lograr una civilización característica. En los países tropicales, las
preocupaciones acerca del determinismo racial se reforzaban con dudas sobre su clima, del que los teóricos
europeos decían constantemente que nunca sustentaría una civilización superior. Así pues, el determinismo
medioambiental reforzaba el racial y su combinación parecía descalificar a las tierras tropicales como escenario en el
que pudiera realizarse el sueño liberal.
Dentro de América Latina, el rápido crecimiento de las economías de exportación llevó a transformaciones sociales
sutiles pero importantes. La primera de todas y la más valiosa fue la modernización de la elite de clase alta. Debido a
estos nuevos incentivos económicos, los latifundistas y propietarios dejaron de contentarse con realizar operaciones
de subsistencia en sus haciendas; en su lugar, buscaron oportunidades y maximizaron los beneficios, lo cual condujo
al surgimiento de un espíritu empresarial que marcó un cambio significativo en la apariencia y conducta de los grupos
de elite. Los ganaderos de Argentina, los cultivadores de café de Brasil, los plantadores de azúcar de Cuba y México,
todos buscaban eficiencia y éxito comercial. Ya no eran una elite semifeudal que vivía parcialmente encerrada, sino
que se convirtieron en empresarios decididos.
Surgieron nuevos grupos profesionales o de “servicios” para desempeñar funciones económicas adicionales.
Particularmente importante fue el crecimiento y cambio habido en el sector comercial. Los comerciantes cumplieron
una función esencial en esta transformación, al igual que en la etapa colonial, pero ahora muchos eran extranjeros y
vincularon las economías latinoamericanas con los mercados ultramarinos, en particular con Europa. También se
contempló una evolución entre los profesionales, abogados y demás representantes de los grupos extranjeros y
nacionales en sus transacciones comerciales. Los abogados siempre habían sido importantes, pero durante la fase
de exportación-importación asumieron nuevas funciones cruciales al ayudar a determinar el marco institucional de la
nueva era.
Estas transformaciones económicas y sociales también condujeron al cambio político. Al poner tanto en juego, las
elites latinoamericanas –en especial los terratenientes– comenzaron a interesarse por la política nacional. Ya no se
contentaban con permanecer en sus haciendas feudales y comenzaron a perseguir el poder político. La era del
caudillo tradicional estaba llegando a su fin.
Su búsqueda de autoridad política a finales del siglo XIX tomó dos formas básicas. En una versión, los terratenientes
y otras elites económicas tomaron el control del gobierno de forma directa, como en Argentina y Chile. Querían
construir regímenes fuertes y selectivos, por lo habitual con apoyo militar, y solían proclamar su legitimidad mediante
la adhesión a unas constituciones que se parecían mucho a los modelos europeos y estadounidense. En Argentina y
Chile hubo una tenue competencia entre partidos que tendían, al menos en esta fase inicial, a representar facciones
rivales de la aristocracia. Pero había mucho acuerdo acerca de los temas políticos básicos y escasa oposición seria a

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la cordura de perseguir el crecimiento económico mediante la exportación. La rivalidad era restringida y la votación
solía ser una farsa. Se podría pensar en tales regímenes como expresiones de la “democracia oligárquica”.
Un segundo modelo conllevaba la imposición de dictadores fuertes, a menudo con cargos militares, para asegurar la
ley y el orden; de nuevo, en beneficio último de las elites terratenientes, Porfirio Díaz en México, que tomó el poder en
1876, es el ejemplo más notable, pero el modelo también apareció en Venezuela, Perú y otros países. En contraste
con la democracia oligárquica, donde las elites ejercían el poder político directo, aquí se trataba de la aplicación
indirecta de su autoridad mediante dictadores que no solían provenir de los estratos más altos de la sociedad.
En cualquier caso, lo importante era la estabilidad y el control social. Se suprimieron los grupos disidentes y se
contuvo la lucha por el poder dentro de círculos restringidos. Sin duda, una de las metas básicas de estos regímenes
era centralizar el poder, si era necesario quitándoselo a los caudillos regionales, y crear estados-nación poderosos y
dominantes. No era fácil lograrlo debido a la fragmentación residual de la sociedad y a su misma estructura, pero se
hicieron progresos en los países más grandes. En Argentina, por ejemplo, triunfó el centralismo con el
establecimiento de la ciudad de Buenos Aires como distrito federal en 1880 (al igual que Washington DC está bajo
jurisdicción directa del gobierno federal en Estados Unidos). En México, la política efectiva y a menudo despiadada de
Porfirio Díaz llevó al aumento del poder nacional a expensas de las plazas fuertes locales y, en Brasil, el gobierno
imperial de Dom Pedro II avanzó de forma significativa hacia el establecimiento de un estado-nación efectivo (pero
también provocó un retroceso regional que contribuyó al derrocamiento del imperio en 1889).
La intención de los centralistas era promover un mayor desarrollo económico mediante el crecimiento de las líneas de
exportación-importación. La estabilidad política se consideraba algo esencial para atraer la inversión extranjera que, a
su vez, estimularía el crecimiento económico. Y cuando llegaba la inversión, ayudaba a fortalecer las fuerzas de la ley
y el orden. Los ferrocarriles son un ejemplo: los inversores extranjeros se resistían a colocar sus fondos en un país
amenazado por el desorden político; pero una vez que se construían los ferrocarriles, como en el caso de México, se
convertían en instrumentos importantes para consolidar la autoridad central, ya que podían usarse (y lo fueron) para
despachar tropas federales a sofocar levantamientos en casi cualquier parte de la nación.
Fase 2. Expansión del crecimiento basado en la exportación-importación (1900-1930)
El éxito de esta política se hizo evidente a finales del siglo XIX y comienzos de XX, cuando las economías
latinoamericanas orientadas a la exportación iniciaron períodos de prosperidad notable. Argentina se volvió tan rica
por su economía basada en la carne y el trigo, que la figura del playboy argentino se convirtió en un distintivo de la
sociedad de moda europea: un joven latino gastador que perseguía con gallardía la elegancia. En México,
aparecieron y se extendieron las plantaciones que producían henequén en Yucatán y azúcar en las zonas centrales,
en especial al sur de la capital; la minería era también rentable y la naciente industria petrolera comenzaba a
convertirse en una actividad significativa. Seguían creciendo las exportaciones de cobre procedentes de Chile, que
también cultivaba algunas frutas y trigo para los mercados internacionales. Las mejoras tecnológicas llevaron al
aumento de la producción azucarera en el Caribe, especialmente en Cuba, cuando los propietarios estadounidenses
aceleraron sus inversiones en trapiches de azúcar modernos. Brasil vivía de las exportaciones de café y caucho
natural. La United Fruit Company extendió sus inmensas plantaciones de plátanos en Centroamérica. En todos estos
países, la economía monetaria se había vuelto más sensible a las tendencias de la economía mundial, donde las
exportaciones conseguían divisas para comprar a duras penas las importaciones necesarias. Todo impacto
importante de la economía mundial producía efectos rápidos y espectaculares en los sectores mercantilizados.
Aunque la industrialización seguía siendo incipiente, ya había fábricas en sectores como el textil, artículos de cuero,
bebidas, procesamiento de alimentos y materiales de construcción. Los sectores de servicios más dinámicos era el
transporte, la burocracia estatal, el comercio y las finanzas.
La consolidación del modelo de crecimiento por importación-exportación impulsó dos cambios fundamentales en la
estructura social. Uno fue la aparición y el aumento de los estratos sociales medios. Por la ocupación desempeñada,
a ellos pertenecían profesionales, comerciantes, tenderos y empresarios pequeños que se beneficiaban de la
economía de exportación-importación, pero que no se encontraban entre los estratos superiores en cuanto a
propiedades o liderazgo. Los portavoces del sector medio solían hallarse en las ciudades, tenían una educación
bastante buena y buscaban un lugar reconocido en su sociedad.
El segundo cambio importante tuvo que ver con la clase trabajadora. Para sustentar la expansión de las economías
de exportación, las elites trataron de importar fuerza de trabajo externa (como señaló una vez el argentino Juan
Bautista Alberdi, “gobernar es poblar”). Como resultado, en la década de 1880, Argentina comenzó una política
dinámica para alentar la inmigración desde Europa: la marea de llegadas durante las tres décadas siguientes fue tan
grande que, incluso descontando los retornos, ha sido denominada por uno de los historiadores del país la “era
aluvial”. Brasil también reclutó inmigrantes, principalmente para trabajar en los cafetales de São Paulo. Los recibidos
por Perú y Chile fueron numerosos, pero muchos menos en términos absolutos y relativos que los de Argentina. Cuba
siguió siendo un caso especial, ya que la importación de esclavos negros africanos había determinado hacía mucho
la composición de sus clase trabajadora (esto es igual en ciertas partes de Brasil, en particular en el noroeste, donde
las plantaciones de azúcar prosperaron con el trabajo esclavo). México presenta una excepción interesante a este
modelo. Fue el único entre los países mayores que no buscó una inmigración externa considerable. Hay una razón
obvia para ello: el país continuaba teniendo una gran población campesina india, por lo que resultaba innecesario
importar fuerza laboral.

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La aparición de las clases trabajadoras incipientes llevó a la aparición de nuevas organizaciones, con importantes
implicaciones para el futuro. Las trabajadores solían establecer sociedades de ayuda mutua y, en algunos países,
emergieron los sindicatos. La naturaleza de la economía latinoamericana estableció el contexto del activismo obrero.
En primer lugar, como las exportaciones eran cruciales, los trabajadores de la infraestructura que las hacían posible –
en especial los ferrocarriles y muelles– tenían una posición vital. Toda parada laboral suponía una amenaza
inmediata para la viabilidad económica del país y, de ese modo, para su capacidad de importar. En segundo lugar, el
estado relativamente primitivo de la industrialización significó que la mayoría de los trabajadores estuvieran
empleados en firmas muy pequeñas, habitualmente de menos de 25 empleados. Sólo unas cuantas industrias, como
las textiles, se adecuaban a la imagen moderna de enormes fábricas con técnicas de producción masivas. Los
sindicatos en cuestión se solían organizar por oficios y no por industrias. La excepción eran los trabajadores de los
ferrocarriles, las minas y los muelles, que no por coincidencia se hallaban entre los militantes más activos.
De 1914 a 1927 se contempló el surgimiento de la movilización obrera. Fue el punto más alto de la influencia
anarquista, anarcosindicalista y sindicalista, cuando las capitales de toda nación importante de América Latina se
vieron torpedeadas por huelgas generales. De repente, pareció que esta región se unía a las confrontaciones de
clase que estremecían a Alemania y Rusia, así como a Estados Unidos y gran parte del resto de Europa. En estos
momentos críticos –protestas masivas, huelgas generales, intensificación de lazos entre sindicalizados y no
sindicalizados–, se puede ver con claridad la naturaleza de la clase trabajadora, su organización y el modo en que las
elites dominantes deciden responder.
Lo que necesitaremos comparar, a medida que se desarrollen los estudios por países, son las similitudes y las
diferencias de los modelos de interacción entre patronos, trabajadores y políticos, junto con terratenientes,
profesionales y militares. Aunque existen semejanzas en las movilizaciones laborales urbanas durante la década
posterior a la gran protesta que comenzó con el fin de la primera guerra mundial, hubo sorprendentes diferencias en
las respuestas de la elite. En particular, veremos que el marco legal de las relaciones laborales recibió mucha más
atención en Chile que en Argentina y Brasil.
Otro cambio importante durante el período de 1900 a 1930 afectó al equilibrio entre los sectores rural y urbano de la
sociedad. Se combinaron la importación del trabajo y la migración campesina para producir el crecimiento a gran
escala de las ciudades. En 1900 Buenos Aires se había establecido como “el París de Sudamérica” y era una ciudad
grande y cosmopolita con unos 750.000 habitantes. En total, casi un cuarto de la población argentina vivía en las
ciudades con más de 20.000 habitantes al terminar el siglo; lo mismo ocurría en Cuba. Cerca del 20 por 100 de la
población chilena residía en asentamientos similares, mientras que las cifras correspondientes a Brasil y México (el
último con una población indígena sustancial) bajaban al 10 por 100. En Centroamérica las cifras también se hallaban
por debajo del 10 por 100 y en Perú caía al 6 por 100. El hecho generalizado es que la expansión de las economías
de exportación-importación ocasionó la urbanización de la sociedad latinoamericana.
Sin embargo, debido al origen nacional o étnico, las clases trabajadoras no consiguieron mucho poder político a
comienzos del siglo XX. Los inmigrantes de Argentina y Brasil no tenían derecho a votar si no habían conseguido la
naturalización, por lo que los políticos podían permitirse no tenerlos en cuenta. En México, los trabajadores de origen
campesino tenían pocas posibilidades de influir en la dictadura de Porfirio Díaz. Y en Cuba, por supuesto, la historia
de la esclavitud había dejado su doloroso legado.
Esto significó, al menos a breve plazo, que las elites latinoamericanas, mientras promovían la expansión orientada a
la exportación, pudieran contar con una fuerza laboral que respondía sin que existiera una amenaza efectiva de
participación política (aunque las huelgas habían resultado preocupantes). Desde entonces hasta los años veinte o
treinta a algunos les pareció contar con lo mejor de ambos mundos.
Y, como resultado, las elites de varios países permitieron una reforma política que posibilitó a los miembros y
representantes de los sectores medios acercarse al poder. La idea era conseguir la lealtad de los sectores medios
para fortalecer de este modo la estructura de control y poder de la elite. Por consiguiente, el inicio del siglo XX fue un
período de reforma política en algunos de los países mayores: en Argentina, una ley electoral de 1912 abrió el
sufragio a grandes sectores de población y permitió al partido de la clase media, el denominado Partido Radical,
conseguir la presidencia en 1916.
En Chile, los cambios comenzaron en realidad a partir de 1890 y supusieron la imposición del gobierno parlamentario
sobre el sistema presidencialista anterior. En Brasil, la caída de la monarquía en 1889 inauguró un período de política
electoral limitada. Cuba, tras conseguir la independencia de España en 1898 (y, como muchos dirían, cederla
después a Estados Unidos), siguió siendo una caso especial. E incluso para México, donde estalló una revolución a
gran escala en 1910, es válida la generalización: el objetivo original del movimiento revolucionario no era transformar
la sociedad mexicana, sino solamente conseguir el acceso al sistema político de los segmentos excluidos de la clase
media.
Los movimientos reformistas produjeron a menudo una “democracia cooptada”, en la que la participación efectiva se
extendía de la clase alta a la media y seguía excluyendo a la más baja. Tales transformaciones solían reflejar los
intentos de las elites socioeconómicas gobernantes por cooptar a los sectores medios en apoyo del sistema, aunque
a veces tuvieron consecuencias imprevistas, como en el caso de México, donde los acontecimientos trascendieron
hasta ocasionar una revolución completa.

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Los objetivos de la mayoría fueron limitados.
Un efecto colateral significativo fue la creación de una cuadro de políticos profesionales en varios países. Los partidos
políticos crearon carreras para los hombres (las mujeres latinoamericanas ni siquiera tuvieron voto hasta 1929) que
pudieran dedicar toda su vida adulta a conseguir el poder político. Muy a menudo solían representar los intereses de
la aristocracia reinante, pero además formaban un grupo social separado e identificable. Como actores prominentes
de la escena política civil, también se convirtieron en blancos del desdén y la ira del estamento militar.
En la mayor parte de los países latinoamericanos, la fórmula reformista funcionó bastante bien, al menos para las
elites. La demanda europea de materias primas durante la primera guerra mundial y varios años después condujo a
una prosperidad continuada y sostenida. El modelo de crecimiento basado en la exportación-importación parecía
ofrecer medios funcionales y provechosos para la integración de América Latina en el sistema global del capitalismo.
Las adaptaciones políticas parecían asegurar la hegemonía a largo plazo de las elites nacionales.
En realidad, pronto se descubrió que el liberalismo –tanto político como económico– tenía deficiencias. Su fracaso
ilustra el fenómeno tan conocido en toda la América Latina contemporánea: el préstamo cultural desafortunado o
“alineación”, según lo han descrito los nacionalistas de tiempos recientes. Al copiar las instituciones legales y las
frases filosóficas del liberalismo clásico, los latinoamericanos descubrieron que su realidad no se prestaba a la simple
aplicación del dogma. No supieron entender que, en su origen, el liberalismo europeo fue la ideología de una clase
social en alza, cuyo poder económico emergente le proporcionó los medios para llevarla a la práctica.
¿Significa esto algo más que América Latina carecía de una clase media importante? Sólo en parte. Resulta
fundamental el hecho de que había seguido siendo una economía agraria cuyo sector exportador se correspondía, en
la mayoría de los países, con un enorme sector de subsistencia. El liberalismo tuvo fortuna sólo porque, desde 1850,
un pequeño pero creciente sector de la sociedad pensó que éste consideraba diferentes sus intereses de los propios
de los sectores tradicionales.
De forma específica, todos los profesionales –abogados, médicos, militares de carrera, funcionarios civiles y
comerciantes– constituían un interés urbano. Absorbieron con rapidez las ideas liberales europeas sin conseguir el
poder económico relativo de sus semejantes en Francia e Inglaterra. Así, aunque no hubieran considerado que sus
intereses económicos eran antagónicos de los del sector agrario tradicional, se hubiera hallado en una posición débil.
Pero a menudo no fue así. Sus vidas solían estar ligadas al sector agrario aunque vivieran en las ciudades. Los
ingresos de sus clientes, usuarios y patronos dependían en gran medida de la agricultura comercial. A su vez, la
prosperidad de esta agricultura dependía del comercio exterior.
En este punto, el liberalismo económico ponía en un callejón sin salida a los liberales latinoamericanos. Como creían
en sus principios abstractos y se daban buena cuenta de su patente debilidad frente a sus principales acreedores y
socios de intercambio –Estados Unidos e Inglaterra–, no podían pensar en un camino que pasara por soluciones
económicas no liberales. Además, lo último les habría resultado caro en sus personas a corto plazo. Por ejemplo, los
aranceles proteccionistas para la industria sin duda habrían cargado a los consumidores urbanos con bienes más
caros y de peor calidad. La protección también habría hecho peligrar los beneficios de los comerciantes dedicados a
la exportación-importación, que eran un poderoso grupo de presión. Así pues, los liberales fueron renuentes a apoyar
la industrialización, que por sí sola podría haber aumentado su número lo suficiente como para otorgarles el poder
político, que quizá habría hecho posible la realización de los ideales políticos liberales.
El liberalismo económico y el político se sesgaban de otro modo más. Las ideas no liberales en economía tales como
los aranceles proteccionistas y los controles sobre las inversiones extranjeras a menudo se asociaban en la práctica
con ideas políticas antiliberales. Así, la conexión se estableció con facilidad: la desviación de los principios
económicos liberales significaba un gobierno autoritario, por lo que se la tenía en poco aprecio.
Un argumento más utilizado contra los que abogaban por la heterodoxia económica (es decir, por medidas no
liberales) era difícil de rebatir desde la política. Ante cualquier propuesta de apoyo gubernamental a la industria
nacional, sus oponentes lanzaban la acusación, a menudo con buenos resultados, de que un pequeño grupo de
inversores egoístas querían beneficiarse e expensas del público. Además, los empresarios locales casi siempre
carecían de fondos y experiencia. Como en el resto del mundo en vías de desarrollo, se enfrentaban a la competencia
formidable de los bienes importados desde las economías industrializadas. Sin protección ni subsidios tenían pocas
esperanzas.
A los liberales latinoamericanos también los debilitaba otra razón. Se trataba de su incertidumbre acerca de una
premisa subyacente en el liberalismo: la fe en la racionalidad y el carácter emprendedor de los individuos del país. En
Brasil, por ejemplo, los políticos se habían pasado años justificando la esclavitud sobre la base de que era un mal
necesario para su economía tropical agraria. Sólo podían hacer ese trabajo los esclavos africanos. Ahora el
argumento volvía para perseguir a los liberales. El legado de la esclavitud era una fuerza laboral que quedaba muy
lejos del mundo racional concebido por Bentham y Mill. El acontecimiento que transformó esta atmósfera fue el
derrumbamiento espectacular de la economía capitalista mundial en 1929 y 1930.
Fase 3. Industrialización en lugar de importación (1930-década de 1960)

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La Gran Depresión tuvo en su inicio efectos catastróficos sobre las economías latinoamericanas. El precipitado
declive de Europa y Estados Unidos redujo de improviso el mercado para sus exportaciones. La demanda
internacional de café, azúcar, metales y carne pasó por una aguda reducción y no se pudieron hallar salidas
alternativas para estos productos. Cayeron el precio unitario y el volumen de exportación, por lo que el valor total
durante los años 1930-1934 fue un 48 por 100 más bajo que el de 1925-1929. Una vez más, los acontecimientos
sucedidos en el centro industrializado del sistema mundial tuvo efectos decisivos (y limitadores) sobre América Latina
y otras sociedades del Tercer Mundo.
La depresión mundial que siguió causó una gran presión en los sistemas políticos de los países latinoamericanos,
muchos de los cuales sufrieron golpes militares (o intentos de golpes). Más o menos en el año siguiente a la quiebra
de la bolsa en Nueva York, los militares habían buscado el poder o lo habían tomado en Argentina, Brasil, Chile,
Perú, Guatemala, El Salvador y Honduras. México soportaba su propia crisis constitucional y Cuba sucumbió a un
golpe militar en 1933. Sería una exageración afirmar que los efectos económicos de la Depresión causaron estos
resultados políticos, pero pusieron en duda la viabilidad del modelo de crecimiento basado en la exportación-
importación, ayudaron a desacreditar a las elites políticas gobernantes e hicieron que las masas estuvieran más
preparadas para aceptar regímenes militares. A partir de la década de 1930, el ejército reafirmó su papel tradicional
como fuerza principal en la política latinoamericana.
Los gobernantes de la región tenían dos opciones para responder a la crisis económica global. Una era forjar vínculos
comerciales aún más estrechos con las naciones industrializadas para asegurarse compartir equitativamente el
mercado sin que importase su tamaño y desajustes. Por ejemplo, Argentina tomó esta vía al luchar por preservar su
acceso al mercado británico de carne. En 1933 firmó el Pacto Roca-Runciman, mediante el cual retendría cuotas
aceptables del mercado inglés a cambio de garantizar la compra de bienes británicos y asegurar las ganancias de los
negocios británicos en Argentina. De este modo, algunos países trataron de mantener el funcionamiento del modelo
basado en la exportación-importación, a pesar de la reducción en la demanda ocasionada por la Depresión.
Una vía alternativa, que no contradecía necesariamente a la primera, era embarcarse en la industrialización. Una de
las metas de esta política, a menudo apoyada por el ejército, sería conseguir una mayor independencia económica.
La idea era que, al levantar su propia industria, América Latina dependería menos de Europa y Estados Unidos en
cuanto a artículos manufacturados. Para los militares esto significaba armas. Al producir bienes industriales, agrícolas
y minerales, las economías latinoamericanas se integrarían más y se harían más autosuficientes. Y, como resultado,
serían menos vulnerables a los choques causados por la depresión mundial.
Un objetivo adicional era crear puestos de trabajo para las clases trabajadoras que habían seguido aumentando su
tamaño e importancia desde comienzos del siglo XX. El proletariado latinoamericano se concentraba casi totalmente
en las ciudades y seguía luchando por organizar y sostener movimientos sindicales. Y en contraste con la generación
anterior, ahora trababa de ejercer poder como fuerza social. En algunos países como Chile, los movimientos
sindicales se vieron relativamente libres de la participación arbitraria del gobierno. En otras partes, como en México y
Brasil, los políticos reconocieron el trabajo como un recurso político potencial y tomaron parte directa en estimular (y
controlar) las organizaciones laborales. Ya se percibiera como aliada o amenaza, la clase trabajadora urbana
buscaba un empleo seguro y los dirigentes latinoamericanos vieron la industrialización como un medio de responder.
Pero la forma más razonable de desarrollo industrial no era copiar simplemente los senderos trazados, por ejemplo,
por la Inglaterra del siglo XIX. En su lugar, las economías latinoamericanas comenzaron a producir artículos
manufacturados que antes importaban de Europa y Estados Unidos. De aquí proviene el nombre para este tipo de
desarrollo: “sustitución de importaciones”.
Desde finales de los años treinta hasta los sesenta, las políticas de este tipo tuvieron un éxito relativo, al menos en
los países grandes. Argentina, Brasil y México pusieron en marcha importantes plantas industriales que ayudaron a
generar crecimiento económico. Hubo limitaciones e impedimentos a esta forma de desarrollo (que se explican más
adelante), pero el resultado inmediato fue generar impulso para las economías nacionales.
Las consecuencias sociales de la industrialización fueron complejas. Un resultado, por supuesto, fue la formación de
una clase capitalista empresarial o, de forma más específica, de una burguesía industrial. En Chile, los miembros de
este grupo provinieron sobre todo de las familias de la elite latifundista. En México y Argentina comprendieron
diferentes tipos sociales, por lo que representaron un reto potencial a la hegemonía de las elites gobernantes
tradicionales. Pero permanece invariable el punto básico: la industrialización, aunque fuera de este tipo, creó nuevos
grupos de poder en la sociedad latinoamericana. Su papel iba a ser muy debatido a medida que avanzaba el siglo.
De una importancia particular fue el papel del Estado en la estimulación del crecimiento industrial basado en la
sustitución de importaciones. En contraste con las políticas de laissez-faire de Inglaterra y Estados Unidos durante el
siglo XIX, los gobiernos latinoamericanos promovieron de forma activa el crecimiento industrial. Lo hicieron de varios
modos: erigiendo barreras arancelarias y elevando el precio de los bienes importados hasta el punto en que las
compañías industriales nacionales pudieran competir con éxito en el mercado; creando demanda al favorecer a los
productores locales en los contratos gubernamentales (por ejemplo, en compras para el ejército), y, lo más
importante, estableciendo empresas estatales e invirtiendo directamente en compañías industriales. Mediante la
protección y la participación, el Estado proporcionó el ímpetu decisivo para el crecimiento industrial de la región.

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A medida que progresaba la industria, las clases obreras también se hicieron más fuertes e importantes. Ya fueron
autónomos o dirigidos por el gobierno, los movimientos sindicales crecieron con rapidez y el apoyo (o control) del
trabajo se convirtió en algo crucial para la continuación de la expansión industrial. Se necesitaba que los obreros
proporcionaran trabajo en condiciones que fueran rentables para sus patronos. El trabajo organizado emergía como
un importante actor en la escena latinoamericana.
La expresión política de estos cambios socioeconómicos tomó dos formas. Una fue seguir con la democracia de
elección, mediante la cual los industriales y trabajadores obtenían acceso (por lo usual limitado) al poder a través de
la contienda electoral o de otro tipo. Un ejemplo fue Chile, donde los partidos políticos se reorganizaron para
representar los intereses de nuevos grupos y estratos de la sociedad. Los partidos pro trabajo y pro industriales
entraron en el proceso electoral chileno y acabaron llevando a la trágica confrontación de los años setenta. Bajo este
sistema, se los cooptó en la estructura gubernamental, y mientras duró este acuerdo, su participación prestó un
valioso apoyo al régimen.
La respuesta más común conllevó la creación de alianzas “populistas” multiclasistas. El surgimiento de una elite
industrial y la vitalización de los movimientos obreros hicieron posible una nueva alianza pro industria que mezclaba
los intereses de empresarios y trabajadores; en algunos casos, desafiando de forma directa el predominio secular de
los intereses agrícolas y terratenientes. Cada una de estas alianzas la forjó un dirigente nacional que utilizó el poder
estatal para su objetivo. De este modo, como veremos más adelante, Juan Perón construyó una coalición de clases
populista y urbana en Argentina durante los años cuarenta; en Brasil, Getulio Vargas comenzó a hacer lo mismo a
finales de los años treinta; y, en circunstancias algo más complicadas, Lázaro Cárdenas se inclinó por soluciones
populistas para México durante este mismo período.
La mayoría de los regímenes populistas tenían dos características clave. Por un lado, eran al menos semiautoritarios:
solían representar coaliciones contra algún otro conjunto de intereses (como los de los terratenientes) a los que por
definición se impedía la participación, lo que conllevaba cierto grado de exclusión y represión. Por otro lado, como el
tiempo demostraría, representaban intereses de clases –trabajadores e industriales– destinadas al conflicto. Así pues,
el mantenimiento de estos regímenes dependía en gran medida del poder personal y carisma de los dirigentes
individuales (como Perón en Argentina y Vargas en Brasil). También significaba que, con un dirigente carismático o
sin él, sería difícil sostenerlos en tiempos de adversidad económica.
Fase 4. Estancamiento del crecimiento basado en la sustitución de importaciones
(década de 1960-década de 1980)
Los años sesenta presagiaron una era de crisis para América Latina. La estrategia política que surgió de las políticas
de industrialización posteriores a 1929 había comenzado a tropezar con serios problemas, tanto económicos como
políticos. En el frente económico, surgieron en parte por la misma naturaleza del desarrollo basado en la
industrialización para sustituir a la importación.
En primer lugar, la estructura de esta industrialización era incompleta. Para producir géneros manufacturados, las
empresas latinoamericanas tenían que contar con bienes de producción importados (como la maquinaria) de Europa,
Estados Unidos y luego de Japón. Si no podían importarse, o eran demasiado caros, se ponían en peligro las
empresas locales. Poco a poco los latinoamericanos se dieron cuenta de que el crecimiento basado en este tipo de
industrialización no ponía fin a su dependencia de las naciones industrializadas. Sólo alteraba su forma.
Esta dificultad inherente se agudizó por los términos desiguales del intercambio. Con el paso del tiempo, los precios
de las principales exportaciones latinoamericanas (café, trigo, cobre) en el mercado mundial sufrieron un descenso
sostenido de poder adquisitivo. Es decir, por la misma cantidad de exportaciones, los países latinoamericanos podían
comprar cada vez menos cantidades de bienes de producción. Así pues, el crecimiento económico se enfrentaba a un
atolladero. Y la respuesta no consistía en aumentar el volumen de sus exportaciones tradicionales, ya que esto
solamente hacía caer el precio.
En segundo lugar, la demanda interna de productos manufacturados era limitada. Las industrias tropezaban contra la
falta de compradores, la menos a los precios y condiciones de crédito que ofrecían. Los brasileños sólo podían
comprar unos cuantos frigoríficos (debido en particular a la distribución del ingreso tan desigual, que hacía que las
masas populares ni siquiera pudieran considerar tales compras).
Quizás podría haberse hecho frente a este problema de mercados limitados con la formación de asociaciones
comerciales multinacionales o regionales o algo semejante a un mercado común latinoamericano; hubo esfuerzos en
esta dirección, pero no se resolvió el tema. Las industrias de los países más grandes tendían a ser más competitivas
que complementarias y tales rivalidades supusieron serios obstáculos políticos para la formación de asociaciones.
Según pasó el tiempo, las empresas industriales de la región continuaron enfrentándose al problema de los mercados
limitados.
En tercer lugar, y muy relacionado, estaba el grado relativamente elevado de la tecnología presente en la industria
latinoamericana. Esto significaba que sólo podía crear un número de puestos de trabajo limitado para los obreros. En
otras palabras, el desarrollo industrial latinoamericano de este periodo había elegido la tecnología con uso de capital
intensivo típica de las economías industriales avanzadas; en comparación con los modelos de crecimiento del siglo
XIX, ocasionaba más inversiones en maquinaria y menos en trabajo manual. Las compañías lo consideraban
necesario para sobrevivir en la competencia económica. Sin embargo, uno de sus resultados involuntarios fue poner

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un techo al tamaño del mercado interno de bienes de consumo, ya que eran relativamente pocos los asalariados que
podían permitirse comprarlos. Un segundo resultado fue la imposibilidad de contrarrestar el creciente desempleo que,
en los años sesenta, comenzó a plantearse como una seria amenaza al orden social establecido.
A medida que aumentaba la presión, las elites gobernantes de varios países imponían regímenes más represivos,
con frecuencia mediante golpes militares, como sucedió en Brasil (1964), Argentina (1966) y Chile (1973). En todos
los casos, las decisiones más importantes las tomaron (o estuvieron sujetas al veto de) los altos cargos militares. En
vista del estancamiento económico, los militares y las elites pensaron que debían estimular la inversión y, para
lograrlo, razonaron, había que desmantelar, quizás incluso aplastar, el poder colectivo de la clase obrera. Cuanto más
organizada estaba, más difícil resultó la tarea.
Cada uno de estos gobiernos dominados por los militares asumió el poder de controlar las decisiones concernientes a
los intereses obreros más vitales: salarios, condiciones laborales, beneficios complementarios y el derecho a
organizarse. La clase obrera tuvo que resignarse a las medidas aprobadas por las burocracias de los gobiernos
militares que establecieron la política laboral. Entre 1973 y 1979 prácticamente no hubo huelgas en Chile; lo mismo
puede decirse para Brasil de 1968 a 1978. Los intentos de organizar huelgas en esos países durante los años
mencionados invitaban a una dura represión, aunque se dio cierta relajación en Brasil a comienzos de 1978. Resultó
difícil suprimir la fuerte tradición sindicalista argentina, pero allí también se obligó a los dirigentes obreros a mostrar
gran prudencia. Los tres regímenes militares crearon el “imperativo económico” para tratar de las relaciones
laborales.
¿Por qué esta dureza contra la clase obrera? Considerados a corto plazo, los tres casos pueden explicarse por la
necesidad de acometer políticas antiinflacionarias impopulares. Estos regímenes llegaron al poder cuando la inflación
y la balanza de pagos deficitaria habían vuelto sus economías peligrosamente vulnerables. En los tres casos, casi se
había agotado el crédito internacional, público o privado, del mundo capitalista. Se había requerido de los tres que
pusieran en marcha programas de estabilización. Como ningún país no capitalista había logrado en los años
recientes conseguir la estabilización económica sin provocar una caída de los salarios reales (por lo general muy
grande) y como Argentina, Brasil y Chile tenían mucha experiencia en organizar la resistencia obrera ante los
programas de estabilización, no era una sorpresa que estos regímenes militares quisieran controlar estrechamente a
esta clase.
Sin embargo, los tres casos de políticas antiobreras tenían causas más profundas. Estos gobiernos proclamaron ser
“antipolíticos”. Culpaban del infortunio de sus países a la supuesta incompetencia, deshonestidad o traición de los
políticos y se mostraron más agresivos hacia los políticos izquierdistas radicales y los líderes obreros. Se dejaron
abiertos pocos canales de oposición política. Del mismo modo que Chile fue una vez el sistema más democrático, su
régimen militar se convirtió en el más draconiano, al abolir todos los partidos políticos y quemar las listas electorales.
Los generales repudiaron la competición política abierta y pluralista por la que el país se había hecho famoso. Chile
iba a entrar en una era “libre” de política.

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El gobierno militar argentino tomó medidas severas en 1976: suspendió el Congreso y todos los partidos políticos, lo
que significó un hiato en la competición política. Los guardianes militares de Brasil, aunque llegaron al poder en una
atmósfera política menos radicalizada que los otros dos gobiernos, también se vieron impulsados en su segundo año
(1965) a abolir los antiguos partidos políticos (reemplazarlos por dos nuevos sancionados por el gobierno). A una fase
más represiva (aunque con menos muertes que en Argentina o Chile) iniciada en 1968, le siguió una “apertura”
gradual a partir de 1978.
Los regímenes que avanzaron por este camino acabaron conciéndose como estados “burocrático-autoritarios” y
presentaron varias características comunes. Una fue el nombramiento para cargos públicos de gente con carreras
altamente burocráticas: miembros del ejército, el funcionariado civil o corporaciones importantes. La segunda
consistió en la exclusión política y económica de la clase trabajadora y el control de los sectores populares. La tercera
fue la reducción o casi eliminación de la actividad política, en especial en las primeras fases del régimen: se definían
los problemas como técnicos, no políticos, y se buscaban soluciones administrativas en lugar de llegar a acuerdos
políticos negociados.
Por último, los gobiernos burocráticos-autoritarios trataron de reavivar el crecimiento económico mediante la
consolidación de vínculos con las fuerzas económicas internacionales, revisando una vez más, los términos de la
dependencia del sistema mundial global. De forma específica, los dirigentes de estos regímenes forjaron con
frecuencia alianzas con corporaciones multinacionales (vastas compañías internacionales como IBM, Phillips,
Volkswagen). Para conseguir crédito y ganar tiempo, también necesitaban llegar a acuerdos con sus acreedores,
como los bancos estadounidenses y europeos y los organismos de préstamo internacionales (como el Banco Mundial
y el Banco de Desarrollo Interamericano). Este tipo de tareas se delegaron por lo común en los miembros más
internacionales de la coalición original, con frecuencia jóvenes economistas preparados en instituciones
estadounidenses, que solían identificarse con apodos irónicos, como los “Chicago boys” de Chile.
México, como veremos en el capítulo 7, representa una situación diferente, ya que el Estado había adquirido un
control efectivo sobre los sectores populares antes de la caída económica de los años sesenta, por lo que pudo hacer
la transición del autoritarismo “populista” a una versión modificada del autoritarismo “burocrático” sin un brutal golpe
militar. Ese control sobre los sectores populares se probó de nuevo durante la larga crisis económica que siguió a
1982. Centroamérica demuestra la volatilidad de las condiciones sociales donde el desarrollo económico se dio bajo
la dictadura tradicional, sin dar lugar a una reforma creciente. Y Cuba, con su revolución social, ofrece un modelo más
de transición y cambio.
Fase 5. Crisis, deuda y democracia (década de 1980-década de 1990)
El crecimiento económico durante los años setenta dependió del préstamo externo. En 1973 y 1974 y de nuevo en
1978 y 1979, la acción concertada de los países exportadores de petróleo llevó a unos aumentos abruptos en el
precio mundial del crudo. Como no podían gastar todos sus inesperados beneficios (conocidos técnicamente como
“rentas”) en sus propios países, los potentados del Oriente Próximo hicieron depósitos masivos en bancos
internacionales. Resultaba bastante lógico que estos bancos quisieran prestar este dinero a clientes faltos de capital
pero merecedores de crédito, a unas tasas de interés provechosas. Los banqueros prominentes de Europa y Estados
Unidos decidieron que los países latinoamericanos parecían buenos clientes potenciales, en especial si sus gobiernos
se comprometían a mantener la ley y el orden.
Así comenzó un ciclo frenético de préstamos. Entre 1970 y 1980, América Latina incrementó su deuda externa de
27.000 millones de dólares a 231.000 millones, con unos pagos anuales (intereses más amortizaciones) de 18.000
millones. En seguida aparecieron las complicaciones. Bajó el precio de las mercancías, subieron las tasas de interés
real y los banqueros se mostraron reacios a seguir concediendo créditos. Los países de la región experimentaron
crecientes dificultades para cumplir con sus obligaciones de la deuda y en agosto de 1982 México declaró su
imposibilidad de pagar. El gobierno estadounidense reunió frenéticamente un paquete de rescate para ese país, pero
sólo proporcionó un respira a breve plazo. Para cubrir los intereses únicamente, los principales deudores
latinoamericanos –Argentina, Brasil y México– tenían que pagar por año el equivalente del 5 por 100 de su producto
bruto interno (PBI). Atrapada en la disyuntiva de reducir sus ingresos por exportación y aumentar sus obligaciones de
servicio de la deuda, América Latina se sumó en una crisis económica de una década.
A lo largo de los años ochenta, las autoridades internacionales –el gobierno estadounidense, los banqueros privados
y especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI)– impusieron estrictos términos a los deudores
latinoamericanos. Si los gobiernos emprendían reformas económicas profundas, podían hacerse merecedores de la
exoneración de sus cargas con la deuda. Estas reformas casi siempre incluían la apertura de las economías al
mercado y la inversión exteriores, la reducción del papel del gobierno, el impulso a nuevos exportaciones y la toma de
medidas contra la inflación. Este conjunto de ideas “neoliberales” requería “ajustes estructurales” en la política
económica y significó casi el repudio total de las estrategias basadas en la industrialización en lugar de la importación
antes tan alabadas.
Casi sin elección, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos aceptaron las condiciones patrocinadas por el FMI, al
menos formalmente. Los países más pequeños, como Chile y Bolivia, lograron llevarlas a la práctica. México hizo
progresos importantes hacia finales de la década de 1980, como Argentina, Brasil y Perú a principios de los años
noventa. Brasil, el mayor país de todos, resistiría las fórmulas del FMI hasta mediados de los noventa.

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En 1990, cuando se habían concedido más préstamos para cubrir el pago de los intereses, la deuda total
latinoamericana subió a 417.500 millones de dólares. Desde 1982 hasta 1989, América Latina trasfirió más de
200.000 millones de dólares a las naciones industrializadas, equivalentes a varias veces el Plan Marshall. El producto
interno bruto per cápita descendió en 1981, 1982, 1983, 1988 y 1989, y mostró un descenso acumulativo de casi el
10 por 100 de esa década.
En este contexto de crisis económica, América Latina salió del autoritarismo, en muchos casos hacia la democracia.
Las coaliciones que se hallaban tras los regímenes burocráticos-autoritarios resultaron ser relativamente frágiles. Los
industriales locales se sintieron amenazados por las corporaciones multinacionales y el instinto militar de aniquilar
toda oposición militante levantó protestas intelectuales, artistas y representantes del sector medio. Bajo el peso de la
crisis de la deuda, también, algunos dirigentes militantes decidieron volver a los cuarteles y dejar que los civiles se
hicieran cargo de lo que parecía ser “un problema insoluble”.
También brotó presión desde abajo. Un hecho notable de la política latinoamericana durante los años ochenta fue el
surgimiento de la participación civil, cuando los ciudadanos comunes comenzaron a insistir en sus derechos y
pidieron cuentas a los gobiernos. En parte fue el resultado de la unión entre fuerzas de oposición producidas por la
brutalidad de la represión militar. En segundo lugar, existió un compromiso creciente con el proceso electoral, al
clamar el pueblo por elecciones libres y justas. Por último, como consecuencia de todos estos procesos, apareció un
nuevo cuadro de presidentes civiles, de clase media y con una buena preparación. Esto se vio claramente en Brasil,
Argentina y Chile.
La mayoría de estos regímenes no fueron democracias completas. En muchos países, el ejército seguía manteniendo
un poder considerable tras la escena y podía ejercer el veto sobre la política importante. Tras años de represión
(incluida la eliminación física) a manos de dictadores militares, en la década de los noventa, la izquierda marxista
estaba muy dividida, desmoralizada y desacreditada por el derrumbamiento del comunismo en la Europa del Este y la
Unión Soviética, y en algunos países todavía se le negaba la participación efectiva en política. Los temas clave, como
la reforma agraria, no tenían posibilidad de ser considerados con seriedad. Los derechos humanos sufrían violaciones
constantes. Y muchas decisiones cruciales, en especial sobre la política económica, se tomaron en las altas esferas y
de forma autoritaria.
Hacia inicios de los años noventa, América Latina había comenzado por fin a cosechar los frutos de haber aceptado
rigurosas políticas de reforma. Con exclusión de Brasil (que pospuso sus reformas hasta 1994), la inflación promedio
en toda la región cayó del 130 por 100 en 1989 al 14 por 100 en 1994. Parcialmente en respuesta a ello, los
inversores internacionales miraron favorablemente a América Latina. La entrada de fondos privados del extranjero –
principalmente de Europa, Japón y Estados Unidos– aumentó de sólo 13.400 millones de dólares en 1990 a la
importante suma de 57.000 millones de 1994. (En 1993 solamente, los inversores estadounidenses compraron más
valores extranjeros en todo el mundo –cerca de 68.000 millones– que durante toda la década de los ochenta). Y
como resultado, el crecimiento promedio en América Latina creció de apenas el 1,5 por 100 en 1985-1990 al
respetable nivel del 3,5 por 100 a inicios de los años noventa.
Los problemas no obstante persistieron. La mayoría de esta nueva inversión privada venía en la forma de inversiones
de cartera (esto es, compras en bonos o acciones) antes que en inversiones “directas” (tales como plantas o
fábricas). Las inversiones de cartera tienden a ser sumamente móviles y notablemente volátiles, y pueden dejar los
países anfitriones casi instantáneamente. De ese modo cuando la Reserva Federal de Estados Unidos empezó a
aumentar sus tipos de interés a comienzos de 1994, los inversores comenzaron a prever mejores ganancias en el
mercado estadounidense. Esta expectativa llevó a una caída del 14 por 100 en la entrada de capital a América Latina
en 1994. Y cuando México quebró en diciembre de 1994, los inversores extranjeros abandonaron los mercados en
toda la región en lo que se llamó el “efecto tequila”. La conclusión es dolorosamente clara: pese a los esfuerzos
impresionantes y a menudo valientes por la reforma económica, América Latina todavía era vulnerable a los
caprichos del mercado financiero mundial.
Había problemas estructurales también. Uno era la persistencia de la pobreza. Según los patrones internacionales,
casi la mitad de la población de América Latina (46 por 100) es considerada “pobre” a comienzos de los años
noventa. Un segundo problema de larga duración era la desigualdad. Desde que en los años cincuenta hubo datos
accesibles sobre esta cuestión, América Latina ha exhibido la distribución de ingreso más desigual existente en el
mundo –mayor que en África, el Sureste asiático y el Oriente Próximo– y esta situación estaba empeorando
progresivamente. Hacia comienzos de los años noventa, el 10 por 100 más rico de las familias en América Latina
recibía el 40 por 100 de la renta total; mientras que el 20 por 100 más pobre recibía menos del 4 por 100. De forma
que la equidad social planteaba un desafío muy importante para la región.
Hacia mediados de los años noventa, América Latina presentaba un amplio espectro político (siempre al margen de la
Cuba socialista). En un polo estaba lo que se podría llamar “autoritarismo electorales”, que tenía su forma más dura
en Guatema; en el otro, la “democracia incompleta”; muchos casos se situaban entre ambos polos. Después de una
larga lucha contra la tiranía, Chile recuperó otra vez su lugar, junto a Costa Rica, como el país más democrático de la
región quizá –pese a la continuada autonomía de las fuerzas armadas. Mostrando un grado considerable de apertura
política, Argentina y Brasil trasfirieron el poder presidencial mediante elecciones libres y limpias. Aunque, debido
particularmente a las dictaduras militares, las instituciones políticas (especialmente la justicia y la burocracia, así
como los ministerios e institutos gubernamentales) se hallaban muy debilitadas en estos y otros países. Perú afrontó

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quizá el vacío institucional más extremo en toda la región. A mediados de los años noventa, se planteó una pregunta
clave: ¿Tendrían las frágiles democracias latinoamericanas la fuerza y la competencia para consolidar las reformas
recientes y para combatir los problemas de la pobreza y la desigualdad?
En resumen, la evolución de las sociedades principales de América Latina ha seguido un modelo en el que los
desarrollos económico, social y político están vinculados. La adhesión a un modelo general ha variado de un país a
otro, pero, con todo, resulta posible discernir las líneas generales de una experiencia histórica común desde finales
del siglo XIX (El cuadro 2.1 presenta un resumen simplificado). Se debe recordar que este conjunto de modelos se
deriva de la historia de las naciones mayores y con más desarrollo económico de América Latina. Algunas de las
regiones menos desarrolladas, como Centroamérica y Paraguay, han pasado sólo por algunas de estas
trasformaciones y su trayectoria se ha visto muy afectada por la oportunidad de su inicio. Del mismo modo que los
factores globales han condicionado la experiencia histórica de los países mayores, condicionarán el futuro desarrollo
de los países menos avanzados. En otras palabras, no hay garantías de que la historia de Argentina o Brasil anuncie
el futuro de Honduras y Paraguay, como tampoco de que el conocimiento de la historia estadounidense del siglo XIX
nos permita predecir la evolución de Chile o México.
Notas:
[*] Thomas Skidmore y Peter Smith, "Las transformaciones en la América Latina contemporánea (década de 1880-década de
1990)". en Historia contemporánea de América Latina, Crítica, 1996.
[1] Por esta razón, cada uno de los casos de estudio presentados en los capítulos siguientes contienen una sección general sobre
“el crecimiento económico y el cambio social”, con la excepción de México, donde la revolución de 1910 ejerció un impacto político
tan fuerte sobre la historia del país, que nos obligó a utilizar un formato diferente.

Documento 15: América Latina y EE.UU. siglo XX - http://m.educarchile.cl

Desde principios del siglo XX, los distintos estados latinoamericanos comenzaron la búsqueda de sistemas
económicos nacionales que les permitiesen superar los graves problemas sociales de sus respectivas naciones. En
ese contexto, la búsqueda de la industrialización fue un objetivo común para la mayoría de ellos.
Desde EE.UU. comienza una fuerte intervención, no solo económica, sino también de orden político y social. Fue el
presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) quien pretendió complementar la antigua Doctrina Monroe (1823), que
hablaba de "América para los Americanos". Volvía a plantearse el tema de que era inaceptable la intervención
europea en los países americanos justificando, así, la posible intervención norteamericana.
Por otra parte, después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos, comienza a establecer diversas áreas de
influencia en América Latina. Una economía en expansión como la de aquel país requería de materias primas para su
industria, y mercados para sus productos e inversión de capitales. Fue así como, bajo el imperativo
de la dinámica del capitalismo, los norteamericanos comenzaron a penetrar con sus capitales y empresas primero en
Centroamérica, y más tarde en toda América del Sur.
Con la crisis económica norteamericana, producida a partir del llamado jueves negro (octubre de 1929) se produce un
efecto en cadena que da a la crisis un carácter internacional.
Desde la paralización bursátil se desencadenó una serie de eventos que afectó a la mayor parte de la producción
industrial del mundo capitalista, con el consiguiente efecto sobre aquellos países exportadores de materias primas.
Asimismo, la crisis trajo consecuencias en todo el sistema. Se habla de consecuencias económicas, políticas y
sociales. En el orden político, se generó un aislamiento e intervencionismo estatal. Todos los países generaron
políticas de proteccionismo aplicadas a sus producciones locales. Se destacan fuertes críticas al sistema de libre
mercado y al “laissez-faire”, estableciendo una nueva teoría que justifique la intervención activa del Estado para
fomentar el empleo. A la vez, se produjo el descrédito de las democracias parlamentarias y el recrudecimiento de los
nacionalismos. Finalmente, el desempleo generó un aumento de los movimientos obreros y el nacimiento de partidos
políticos con base proletaria.
En consecuencia, la crisis del 1929 marcó el comienzo de una era que se caracterizó por la presencia creciente del
Estado en los asuntos públicos y económicos con el objetivo de superar aquel tipo de situaciones.
En América Hispana se presentan algunos casos importantes de revoluciones populares que pretenden alcanzar para
sus economías un desarrollo sostenido. Se trata de la Revolución Mexicana, el peronismo en Argentina y la
Revolución Cubana.
En México se había vivido un gran desarrollo económico en manos de capitales extranjeros, pero se había
descuidado las condiciones de vida de los trabajadores urbanos y de los campesinos mestizos e indígenas. Bajo el
mando de Francisco Madero, el pueblo se levanta contra el gobierno de Porfirio Díaz. Destacan también figuras como
Pancho Villa, con el estandarte de la Reforma Agraria y Emiliano Zapata al mando del improvisado ejército
campesino. Porfirio Díaz renunció y Madero entra victorioso a la Ciudad de México. Pero su acción no trajo paz: se
desarrolló una guerra civil entre los campesinos que exigían una reforma agraria total y los dueños de los latifundios,
extranjeros y mexicanos, que no estaban dispuestos a aceptar cambios en la estructura social y económica del país.
En 1911 el Plan de Ayala, firmado por zapatistas, declara traidor a Madero y establece la devolución de las tierras
usurpadas a campesinos e indígenas. Sube al poder Huerta, quien no recibe apoyo de los norteamericanos por no
ser un gobierno democrático. La intervención solo se produce para velar por los intereses de las compañías
petroleras norteamericanas ubicadas en Veracruz. Así, la revolución mexicana se extiende hasta los años ‘30.
Otro caso americano fue el de Argentina. La oligarquía ganadera y cerealera pierde su poder político a comienzos del
siglo XX, dando paso a los burgueses y proletarios, amparados por la modernización de la economía. En la década

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del ‘20, la política económica del estado es nacionalista, favoreciendo el desarrollo de la industria y de la agricultura
nacional. Se dictan leyes que favorezcan las relaciones entre obreros y patrones, pero no sirven para detener las
movilizaciones obreras. La Gran Depresión de 1930 permite la llegada de los conservadores al poder, luego, la
Segunda Guerra Mundial fue un fuerte incentivo para el desarrollo industrial; pero aumentaban las revueltas y se
produce un golpe militar. En 1946, llega al poder Juan Domingo Perón, con una buena economía puesto que
abastecía a los mercados europeos. Favoreció el empleo, los altos salarios y un alto nivel de consumo, intervino la
Confederación General del Trabajo, y creó el Partido Único. Para 1952 la crisis económica se volvió inmanejable y
apareció la represión en la escena política. En 1955 caía el segundo gobierno de Perón y con él la revolución.
Cuba, independizada de España recién a fines del siglo XIX, permaneció ocupada militarmente por EE.UU. hasta
1902, extendiendo su influencia hasta 1959. No obstante, la base de Guantánamo fue producto de un arriendo por 99
años. En 1959, un grupo de revolucionarios dirigidos por Fidel Castro derroca al gobierno de Fulgencio Batista
convencido de que la restauración democrática solo sería posible por la dicha vía.
En síntesis, a partir de los años ‘30 nuestro continente experimenta una creciente industrialización a nivel local y
regional. Ello se expresa en la intención de varios países por construir zonas de cooperación económica, como lo fue
la experiencia del Pacto Andino (1969) que integraba a países con frontera en la Cordillera de los Andes. En muchos
países latinoamericanos este proceso de industrialización se llevó a cabo bajo el concepto del “Estado Benefactor”,
que consideraba la participación estatal en el impulso económico asociado a la industrialización, y que se pensó
llevaría al desarrollo de los países americanos.
En la década de los 50, aún bajo los influjos de la industrialización, los problemas estructurales de los
latinoamericanos (pobreza, marginalidad, analfabetismo) no estaban resueltos. Esta falta de solución llevó a algunos
sectores de la izquierda latinoamericana a radicalizar sus discursos y estrategias de solución. A la luz de estos
hechos, en la década de los ‘60, e inspirados en la experiencia cubana, en muchos países se organizaron proyectos
políticos que proponían la instalación de gobiernos revolucionarios que modificaran de manera radical la realidad
latinoamericana.
En este contexto, y sumados los aspectos relacionados con el mundo bipolar y la Guerra Fría, la situación interna del
continente se polarizó. El escenario político se volvió crítico cuando en distintos países se organizaron movimientos
militares apoyados por algunos sectores de las burguesías nacionales, que terminaron en la instalación de sistemas
autoritarios. En muchos de estos casos, como lo indican investigaciones recientes, los movimientos militares
contaron con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, el cual no veía con buenos ojos la instalación de otras
“Cubas”, es decir, de regímenes de inspiración comunista amparados por la URSS.
En los comienzos de los años sesenta, la relación entre Estados Unidos y América Latina estuvo marcada por la
llamada “Alianza para el progreso” (1961 a 1970), una estrategia estimulada por el presidente J.F.Kennedy (1961-
1963) que consideraba apoyo económico y técnico a los países del continente americano con el objetivo de
generar nuevos intentos para superar los principales problemas relacionados con la pobreza y la marginalidad. La
ayuda se canalizaría tanto desde el gobierno de los Estados Unidos como por las empresas privadas, a través
de la Fundación Panamericana de Desarrollo.
En este contexto, a comienzos de los años setenta en nuestro país, el presidente Salvador Allende (1970-
1973) intentó implantar en Chile un socialismo que fuera compatible con las libertades políticas. Se convertiría, de
esta manera, en el primer experimento socialista en llegar al poder ocupando el sistema electoral. Sin embargo, un
golpe de Estado lo derribó en 1973. Asumió el mando de la nación una Junta Militar presidida por el general
Augusto Pinochet.
Los años ochenta: el retorno al modelo liberal democrático
La represión a los opositores de los gobiernos militares de América del Sur favoreció un movimiento de opinión que
proponía un regreso a sistemas democráticos.
En un ambiente de mejoras económicas, de una mayor estabilidad, con el término de la Guerra Fría, la caída de los
regímenes totalitarios, la sociedad comienza a exigir una mayor participación en la política. Se inicia, tanto por
presiones internas de los diferentes actores sociales, como externas de países democráticos, un proceso de
redemocratización de los gobiernos americanos.
A través de diferentes medios, en general electorales, llegan al poder nuevos gobiernos que serán caracterizados
como de “transición”. En ellos recae la obligación de dar al país una nueva institucionalidad democrática y el
desmantelamiento de la institucionalidad del régimen autoritario anterior para, así, conducir a los estados a un clima
de paz entre los distintos actores sociales involucrados.
En países de América del Sur este proceso ha tenido altos costos pero, en general, se ha dado en un clima de paz.
Sin embargo, esta redemocratización ha sido mucho más dificultosa en América Central. Allí se enfrentaban las
aspiraciones de los países de la zona, que querían asegurar la paz, y el temor de los Estados Unidos de que
rebrotaran los focos revolucionarios de los años anteriores. En ellos, las “guerrillas” perturbaban las negociaciones de
paz que se llevaban a cabo en cada país.

Documento 16: Gallego, Marisa; Gil Lozano, Fernanda; Eggers Brass, Teresa; González Lebrero,
Rodolfo. "Historia Latinoamericana en el contexto mundial". Historia Argentina y Latinoamericana
en el contexto mundial en el siglo XX. Buenos Aires, Maipue, 2005.
El imperialismo y la diplomacia del "garrote"

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El expansionismo norteamericano que comenzó en el Caribe con la idea de anexar bases exclusivas en Puerto Rico
y en Cuba, se extendió luego hacia Centroamérica, con el proyecto de abrir un canal interoceánico, primero en
NNicaragua y luego en Panamá.
El presidente Teodoro Roosevelt (1901-1909) promovió una política exterior agresiva, a través de un activo
Intervencionismo en los países vecinos: el desembarco de tropas, la ocupación de puertos y el control de aduanas.
Ésta diplomacia norteamericana fue conocida como política del garrote (big stick).
Roosevelt consideraba a América Latina como una dependencia norteamericana; creía que los pueblos de estas
"desdichadas repúblicas" no estaban preparados para auto gobernarse y necesitaban la guía de una “nación fuerte y
civilizada”. Dispuesto a impedir las intromisiones europeas en los países latinoamericanos, justificó de esta manera el
derecho exclusivo de intervención de Estados Unidos. Antes de llegar a la presidencia, Roosevelt fue Secretario de
Marina, impulsó la anexión de las islas Hawái en el Pacifico, mediante un tratado Estados Unidos logró instalar allí la
base naval de Pearl Harbor, la apertura del comercio con Japón, y la formación de un regimiento de voluntarios de
caballería para luchar en Cuba, durante la guerra contra España. Durante su mandato también intervino en
Venezuela en 1902, cuando ésta fue amenazada por dos potencias europeas, Alemania e Inglaterra, que exigieron
por la fuerza el pago de deudas. Roosevelt desembarcó tropas allí e impuso el control de las aduanas. Además
obtuvo el Canal de Panamá y se lanzó a desarrollar el poderío naval de los Estados Unidos.
En 1907, para demostrar este poderío impartió la orden a la gigantesca flota norteamericana de realizar un viaje
alrededor del mundo. Su sucesor en la presidencia, William Taft (1909-1913), intervino en Honduras. Este pequeño
país centroamericano era deudor de bancos europeos, por los préstamos recibidos de Inglaterra para la construcción
del ferrocarril. Estados Unidos se comprometió a pagar esta deuda a cambio del control de la aduana hondureña.
Woodrow Wilson (1913-1921) fue el presidente que más ejerció la intromisión de Estados Unidos en los asuntos
latinoamericanos: a lo largo de varias décadas durante su mandato envió sus marines a Nicaragua, a México (1914),
a Haití (I915), a la República Dominicana (1916), y, en 1917, llevó a Estados Unidos a participar en la Primera Guerra
Mundial. Desde 1900 hasta la Gran Depresión, las principales víctimas de la política imperial de los Estados Unidos
fueron las pequeñas naciones del Caribe y de América Central.

1898 Conquista de Puerto Rico


1898 -1902: Cuba, ocupada militarmente
1902: Panamá, intervención
1902: Venezuela
1905: Rep. Dominicana, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Panamá
1909 - 1913: Honduras, intervención -
1912 - 1933: Nicaragua
1914 - 1916: México
1915 – 1925: Haití
1916 – 1924: República Dominicana
1916: Estados Unidos compra Islas Vírgenes a Dinamarca.

Doctrina Drago
El Ministro de Relaciones exteriores argentino, Luis María Drago, formuló su oposición a la intervención extranjera en
Venezuela rechazando la postura de cobrar deudas por la fuerza. Declaró injustificable la expedición, bloqueo y el
bombardeo de los puertos venezolanos como procedimiento de los países acreedores para obtener el pago de su
deuda externa. Además consideró la agresión como un precedente peligroso para la seguridad y la paz de las
naciones latinoamericanas, que contrariaba la doctrina Monroe.
"Inglaterra y Alemania, que nunca habían logrado ponerse de acuerdo en nada, por una vez se solidarizaron
misteriosamente para ir juntas a Venezuela y volver también juntas. El plan era el mismo de siempre: Bloquear,
apoderarse de las aduanas, cobrar los derechos, pagarse a lo chino y volver a casa"...
"El cobro militar de los empréstitos supone la ocupación territorial de los países endeudados para hacerlo efectivo, y
la ocupación territorial significa la supresión o subordinación de los gobiernos locales a los ocupantes."

El protectorado en Cuba
En 1903 Cuba, ocupada militarmente por Estados Unidos desde 1898, debió aceptar la incorporación en su
Constitución de un documento elaborado por el senador norteamericano O. H. Platt. El texto, conocido como
"Enmienda Platt", establecía por un lado el derecho de Estados Unidos a intervenir en la isla para la preservación de
la independencia cubana y el mantenimiento de un gobierno adecuado". Por el otro dejaba asentado que todos los
actos realizados por EE.UU. en Cuba durante la ocupación militar, que duró cuatro años, serían considerados
válidos, es decir no cuestionados. Con el pretexto de garantizar la independencia de Cuba y su defensa, la enmienda
Platt exigía al gobierno cubano, ceder la isla de Pinos y la venta o arrendamiento a los EE.UU. de las tierras
necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados de la isla. Así obtuvieron la base
de Guantánamo. La enmienda Platt, que significó un verdadero protectorado sobre Cuba, fue, eliminada recién en
1934.
La ocupación de Cuba le permitió a Estados Unidos consolidar el dominio sobre las compañías azucareras. Cuba
reportó grandes beneficios: Estados Unidos adquirió toda su producción de azúcar, las empresas norteamericanas

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instalaron ingenios modernos y adquirieron tierras a gran escala. Además invirtieron en la producción minera,
tabacalera y ferroviaria, magnates como John Rockefeller, que extendió sus negocios a todo el Caribe, instaló en la
mayor isla caribeña sucursales del National City Bank.

El Canal de Panamá
En 1903 Roosevelt alentó una revolución separatista de la provincia colombiana de Panamá, para obtener el control
del futuro canal interoceánico, Panamá pacto entonces como una débil república independiente de Colombia y bajo el
protectorado
Norteamericano. La Constitución panameña de 1904 incorporó una enmienda que garantizaba el derecho de Estados
Unidos a Intervenir en cualquier asunto del país para restablecer la paz y el orden, o para proteger su independencia.
La nueva república quedó territorialmente dividida por la Zona del Canal, bajo control extranjero y cedido a
perpetuidad.
La construcción del Canal representó una gigantesca obra de ingeniería: llevó una década unir los dos océanos, y
miles de trabajadores trasladados a la zona murieron a causa de las habituales enfermedades tropicales,
especialmente epidemias de fiebre amarilla. La travesía del canal, que tiene unos 82 km, de largo, permitió a Estados
Unidos la comunicación directamente sus dos costas, acortando las distancias por mar entre Nueva York y San
Francisco4 California, Los buques tardan 9 horas en atravesar el sistema de esclusas que regulan el caudal de agua
y permiten elevar las embarcaciones, para salvar el desnivel del mar entre el Caribe y el océano Pacífico.
En 1914, un buque de bandera estadounidense atravesó el paso interoceánico por primera vez. El control del mismo
modificó la estrategia norteamericana y dio un nuevo impulso a su política imperialista en el Caribe. La posesión del
canal de Panamá fue el símbolo más evidente del neocolonialismo norteamericano.
En 1898 la anexión de las islas Hawái y la posesión de las Filipinas permiten a los Estados Unidos consolidar sus
intereses comerciales con el Lejano Oriente, los mercados de China y Japón. En Hawái se expanden las plantaciones
azucareras para el mercado norteamericano, y se instala la base naval de Pearl Harbor. El comercio con países del
Pacífico alentará el proyecto de apertura de un canal interoceánico que comunique ambos océanos a través de
América Central. En principio se había proyectado su construcción en Nicaragua, pero mientras tanto una compañía
privada francesa obtuvo el permiso para construir el canal en Panamá.
Sin embargo esta empresa quebró y en 1902 el Congreso norteamericano autorizó la compra de la compañía y la
adquisición al gobierno colombiano del dominio perpetuo sobre una franja de tierra situada en su territorio así como el
uso exclusivo del canal. El Senado de Colombia rechazó el tratado. Esta postura llevó al presidente norteamericano
Roosevelt a apoyar abiertamente un movimiento separatista panameño. En 1903, los marines norteamericanos
desembarcan en la ciudad y el gobierno de Washington reconoce al nuevo país, que cede a los Estados Unidos a
perpetuidad una banda de tierra del Atlántico al Pacífico. A cambio recibe una regalía de diez millones de dólares y el
pago de un arriendo de 250.000 dólares anuales.
La Zona del Canal de Panamá, bajo jurisdicción norteamericana, ocupa unas 94.000 hectáreas. El Canal fue
inaugurado en 1914. En 1921, Estados Unidos indemnizó económicamente a Colombia por "la pérdida" de Panamá
con 25 millones dólares, lo que significaba un reconocimiento de su responsabilidad en la independencia de esta
provincia.

La hegemonía norteamericana en el Caribe y en Centroamérica


A las anteriores intervenciones norteamericanas como la diplomacia del big stick, entre 1914 y 1934, le suceden las
ocupaciones regulares de países, que se prolongan durante años. Se consolida la hegemonía de Estados Unidos y
su doctrina de "América para los americanos".
En las primeras décadas del siglo XX, el Caribe, denominado irónicamente "patio trasero" de Estados Unidos en
distintas publicaciones, se convierte en el principal cliente de este país. Las mercancías norteamericanas comienzan
a afluir desplazando a las europeas, las monedas locales quedan sometidas al dólar y las reservas monetarias son
depositadas en los bancos norteamericanos. Además, se consolidan las inversiones y las compañías obtienen
grandes concesiones de tierras para plantaciones y ferrocarriles en las cinco repúblicas centroamericanas: Costa
Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Panamá, cuyas economías de exportación quedan atadas y dependientes
del capital extranjero.
Se impone la diplomacia del dólar, los sucesores de Roosevelt denominaron así la doctrina que afirma el derecho del
gobierno de los Estados Unidos a buscar y proteger negocios lucrativos o inversiones para sus empresarios.
La tendencia a la formación de monopolios y oligopolios dio lugar a los "big busines"(los grandes negocios) o
empresa a gran escala como unidad económica, modalidad típica del capitalismo norteamericano que extendió sus
intereses hacia Centroamérica y el Caribe. Por ejemplo la compañía Standard Oil - fundada por John D. Rockefeller
en 1882- consolidó un monopolio casi total que controlaba el 84% de la producción nacional de petróleo y extendió su
poderío y ramificaciones fuera de la frontera norteamericana para obtener el crudo, especialmente de Venezuela y
México. Más tarde la compañía obtendrá concesiones petroleras en Sudamérica: Argentina, Paraguay, Bolivia.
Otra empresa norteamericana, la American Sugar Company dominará la producción azucarera de Cuba y Puerto
Rico no se trataba de las antiguas plantaciones de esclavos bajo dominio europeo, sino de los ingenios a vapor
modernos Las inversiones norteamericanas transformaron la economía de estas islas.

Centroamérica: el imperio bananero


Otra poderosa compañía norteamericana, la United Fruit Company, expandió sus negocios, plantaciones de,
bananos hacia Costa Rica, Guatemala y Honduras. Esta empresa llegó a controlar el 80% de las plantaciones
bananeras y la red ferroviaria de los cinco países de América Central, además de ser propietaria de buques
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mercantes, redes telegráficas, bancos e instalaciones en todos los puertos del Caribe. La United Fruit constituía un
verdadero "trust" que controlaba la economía de las llamadas "repúblicas bananeras". Adquirió grandes concesiones
de tierras en las costas del Atlántico y del Pacifico, y obtuvo la libre comercialización de bananas sin el pago de
impuestos a la exportación.
Considerado un período clásico de Centroamérica, el imperio bananero se extendió desde principios del siglo XX
hasta la crisis de 1929, cuando las compañías norteamericanas reemplazaron a los sectores oligárquicos locales
dedicados a las plantaciones de café.
Durante el siglo MX, Costa Rica exportaba café a Inglaterra y a otros países de Europa. Las familias cafetaleras,
enriquecidas con este comercio, constituían la ciase dirigente del país, tenían sus vínculos con el mercado mundial y
estaban ligadas a los intereses ingleses. Pero en el siglo XX, las compañías norteamericanas introdujeron los cultivos
de banano. También bajo la influencia norteamericana, Honduras se transformó en el primer país productor de
bananas del mundo; reemplazado más tarde por Ecuador.
En los países de Centroamérica, las plantaciones extranjeras se convirtieron en un factor de poder económico y
político, un verdadero enclave, es decir, un sector económico prácticamente implantado y dominado por el
capitalismo internacional que se consolidaba así internamente.

Intervención norteamericana en Nicaragua


En 1912 Estados Unidos comenzó la ocupación de Nicaragua, que se prolongó hasta 1933. Por motivos estratégicos,
al construirse el Canal de Panamá los norteamericanos intervinieron este país para asegurarse una concesión
alternativa, un segundo paso interoceánico. Los grupos dominantes locales fueron en ese momento partidarios de la
intervención para derribar al dictador José Santos Zelaya, quien facilitó las inversiones norteamericanas, pero se
negó a firmar un tratado con Estados Unidos cediendo derechos territoriales exclusivos para la apertura del futuro
canal.
Durante la ocupación, el gobierno estadounidense obtuvo la concesión de los territorios previstos para la
construcción del canal y una base naval en Nicaragua. Además, otorgó préstamos a los gobiernos locales que
avalaron la permanencia de los marines y la supervisión de las elecciones.
La presencia militar extranjera se extendió por más de 20 años, consolidando una situación directamente neocolonial,
un protectorado sobre Nicaragua: Estados Unidos impuso la supervisión de las aduanas, el control bancario, la
inspección de las fronteras y la creación del primer ejército profesional, la Guardia Nacional.
En 1926 surgió una resistencia armada contra la intervención norteamericana, liderada por Augusto César Sandino.
La lucha, que contó con el apoyo de los sectores obreros y campesinos y también con el del gobierno revolucionario
mexicano, trascendió a toda América Latina, y se prolongó hasta el asesinato de Sandino en 1934.
Las fuerzas de ocupación norteamericanas bombardearon las localidades donde se detectaba la presencia de
Sandino, firmaron la orden de desarmar al ejército sandinista y también su captura. La persecución fue implacable,
pero Sandino, refugiado en la zona montañosa, respondió con una estrategia guerrillera, preparando emboscadas a
las tropas norteamericanas. Durante seis años el ejército sandinista mantuvo la iniciativa, se incorporaron voluntarios
mexicanos y centroamericanos, como el salvadoreño Agustín Farabundo Martí, y recibió una amplia solidaridad
internacional. Hicieron público su apoyo a Sandino los gobiernos de México, la URSS y China; también personalidad
es como Mahatma Gandhi, Henri Barbusse, Gabriela Mistral, Víctor Haya de La Torre, José Carlos Mariátegui, Cesar
Vallejo, José Vasconcelos.
Aunque Estados Unidos anunció su retiro de Nicaragua en 1931, recién lo concretó en 1933.
El general Anastasio Somoza, jefe de la Guardia Nacional, que ya controlaba el poder en Nicaragua, terminó con la
resistencia de Sandino, ordenando su asesinato en 1934. Dos años más tarde, Somoza encabezó un golpe de
Estado deponiendo al presidente. Llegó al poder con el apoyo de los Estados Unidos y dio paso a cuarenta años de
una dictadura familiar: gobernó Nicaragua hasta su muerte en 1956, luego asumió el gobierno su hijo Luis Somoza
(1956-1962) y por último el hermano menor de éste, Anastasio Somoza (1962-1979),

La ocupación norteamericana de Haití y de la República Dominicana


Haití lúe el primer estado independiente de América Latina, ex colonia francesa (su nombre era Santo Domingo) que
se liberó de la metrópoli a partir de una gran rebelión de esclavos en 1804. Napoleón Bonaparte intentó recuperar la
isla, rica por su producción azucarera, pero una expedición de 50.000 franceses fracasó después de una lucha de
dos años. A partir de la independencia, los esclavos negros de Haití -unos 450.000- se convirtieron en propietarios de
tierras y se prohibió a los extranjeros adquirir propiedades en la isla.
Hacia fines del siglo XIX, el café reemplazó al azúcar como principal producto de exportación de Haití, que era
comprado por Francia. Sin embargo y pese a la prohibición impuesta a los extranjeros, con el tiempo el comercio y
las finanzas de este pequeño Estado negro volvieron a quedar bajo el control de Francia, que había exigido el pago
de indemnizaciones para los franceses blancos que habían perdido sus propiedades. Además, volvieron a otorgar
préstamos y controlar sus aduanas.
El presidente norteamericano James Monroe, que reconoció la independencia de las colonias españolas, no tuvo la
misma actitud con Haití, por estar la isla gobernada por "gente de color". Recién se establecieron relaciones
diplomáticas cuando se liberaron los esclavos en los Estados Unidos (1865).
Al estallar la Primera Guerra Mundial, comenzó la intervención directa de Estados Unidos en Haití para desplazar
definitivamente la influencia europea, en este caso francesa, del Caribe. En 1915 los marines desembarcaron en
Haití, exigiendo el control de las aduanas y la creación de una Guardia Nacional bajo el mando norteamericano La
ocupación se prolongó durante 20 años (1915-1935).

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Los norteamericanos consideraron a Haití una "nación de niggers" y trasladaron allí el sistema de segregación racial
sureño: ni siquiera los presidentes de color tenían acceso a los lugares exclusivos de los oficiales blancos
norteamericanos.
Las compañías norteamericanas adquirieron tierras y negocios: la Standard Fruit invirtió en plantaciones de bananos
para la exportación y el National City Bank otorgó préstamos a los débiles gobiernos haitianos durante el periodo de
ocupación. Recién cuando el presidente Franklin D. Roosevelt adoptó la "política de buena vecindad", los marines
abandonaron la isla.
En la República Dominicana la intervención norteamericana se extendió desde 1915 a 1924. Allí administraron
directamente las aduanas y las tarifas, de manera de favorecer las importaciones provenientes de Estados Unidos.
También con el ejército de ocupación llegaron las inversiones de las compañías azucareras. La retirada de los
marines desembocó años después en la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) que, como la de Anastasio
Somoza en Nicaragua, contó con el apoyo incondicional de los gobiernos norteamericanos.

Estados Unidos y la Primera Guerra Mundial


El expansionismo norteamericano y el abandono de la política aislacionista se dan en una coyuntura internacional
de renovada y agresiva competencia de los países europeos, que en 1914 entran en la Primera Guerra Mundial. En
este contexto, Estados Unidos consolida su hegemonía en los países de Centroamérica y el Caribe: a través de la
firma de tratados, la creación de ejércitos locales (Guardias Nacionales) entrenados en las escuelas militares
norteamericanas y equipados por Estados Unidos, el control de aduanas, la instalación de bases navales como
Guantánamo, Culebra, Panamá, Nicaragua, y el dominio del estratégico Canal que conecta el Atlántico con el
Pacífico,
En 1916 el gobierno norteamericano compra las islas Vírgenes a Dinamarca por 25 millones de dólares. Esta
adquisición se hace pata evitar que cayeran en poder de Alemania durante la Guerra, ya que si Alemania ocupaba
Dinamarca, podía apropiarse de esta base en el Caribe.
En 1917 presidente Wilson decidió la entrada de Estados Unidos a la guerra, como respuesta a la campaña
submarina del imperio alemán. Alemania había iniciado una guerra submarina total para bloquear las Islas
Británicas, anunciando el hundimiento de buques enemigos ó de países neutrales. El propósito era cortar las
principales rutas de abastecimiento por el Atlántico. Esta política afectó el derecho marítimo y el comercio del
petróleo y los alimentos entre Estados Unidos y los aliados, y desembocó en la ruptura de las relaciones
diplomáticas entre Washington y Berlín.
Por otro lado, la amenaza alemana podía extenderse a América. De hecho en 1917, Alemania había ofrecido una
alianza a los revolucionarios mexicanos; en caso de que Estados Unidos ingresara a la guerra, les proponía ayuda
para recuperar los territorios de Arizona y Nueva México, atacando las fronteras norteamericanas.

La intervención norteamericana en México


La revolución mexicana desencadenó una guerra civil y éste fue el pretexto del gobierno de Estados Unidos para
intervenir en los asuntos internos de ese país. El presidente norteamericano Woodrow Wilson (1913-1921) exigió
garantías en la frontera y protección para los residentes extranjeros en México, así como el resguardo de los
negocios norteamericanos. En 1914, Wilson decidió la intervención armada: concentró tropas en Texas y envió
cuatro barcos de guerra a los puertos mexicanos; la flota norteamericana dispuso la ocupación del puerto de
Veracruz. (Investigar Tratado del ABC)
La intervención en la frontera se intensificó por las acciones de Pancho Villa, uno de los líderes mexicanos que en
1916 asaltó un tren de pasajeros y dio muerte a quince norteamericanos. El gobierno de Washington reclamó el
restablecimiento del orden y dispuso la captura del revolucionario mexicano. Carranza, que había declarado a Villa
fuera de la ley, organizó una campaña represiva, al mismo tiempo que solicitaba al gobierno de los Estados Unidos
la evacuación de tropas del territorio mexicano. Las mismas habían traspasado la frontera por el estado de
Chihuahua y esto constituía un acto de invasión. Villa continuó sus incursiones atacando pueblos de -Nuevo México
y consolidó su leyenda como héroe popular perseguido por el ejército norteamericano.
Otro motivo de conflicto con Washington fue la Constitución mexicana de 1917, que incorporaba en sus artículos la
protección al trabajo, el derecho indígena a las tierras comunales, enunciaba el fraccionamiento de los latifundios y
declaraba que todo el petróleo del subsuelo pertenece a la nación. La política nacionalista de Carranza al
reglamentar este último artículo constitucional dispuso un impuesto a la producción del petróleo y la obligación de
las empresas de solicitar permisos antes de iniciar las perforaciones, lesionó los intereses extranjeros y
desencadenó una campaña de protesta de las compañías petroleras como la Standard Oil y fuertes presiones del
gobierno norteamericano.
Recién en 1923 Estados Unidos reconoció diplomáticamente al gobierno revolucionario mexicano y restableció
relaciones. Pero México tuvo que indemnizar a los capitalistas norteamericanos por las pérdidas sufridas durante la
revolución y aceptar que el artículo 23 de la Constitución sobre nacionalización del petróleo no era retroactivo, es
decir que no debía afectar a las compañías norteamericanas Standard Oil y Texaco, propietarias de importantes
concesiones de yacimientos petroleros en México.

Estados Unidos y la era Roosevelt: "Buenos vecinos"


En la década del 30, el presidente Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) inicia una nueva política exterior
norteamericana, la política del buen vecino" que rechaza el intervencionismo unilateral. Las intervenciones suponían
un descrédito para los Estados Unidos y la imposibilidad de llegar a acuerdos con los países latinoamericanos.

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Roosevelt hizo una dura crítica a la diplomacia del garrote (big stick) que defendía a toda costa el derecho
permanente de Estados Unidos a irrumpir en las naciones vecinas.
La nueva estrategia intentaba renunciar al uso de la fuerza como única vía de acción en América. Era necesario
iniciar una "era de buena vecindad". Estados Unidos podía demostrar su supremacía sin la intervención armada y
continuar con el apoyo a las dictaduras centroamericanas y del Caribe.
Roosevelt retiró las tropas de ocupación norteamericana de Haití. Bajo su mandato se derogó la Enmienda Platt en
Cuba, aunque se mantuvo la base de Guantánamo. Se aceptó revisar el tratado con Panamá por el Canal
interoceánico y se adoptó el camino de las presiones diplomáticas, pero no se enviaron tropas a México cuando el
presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo.

Documento 17: “Revolución Mexicana” - En: https://concepto.de/revolucion-mexicana/#ixzz7Mc88bRWp

Revolución mexicana -
La Revolución Mexicana llegó a su fin gracias a la Convención de
Aguascalientes.
¿Qué fue la Revolución Mexicana?
La Revolución Mexicana fue un conflicto armado que inició en
la nación mexicana de 1910 y culminó en 1920, y que es
considerada uno de los eventos sociales y políticos más
significativos del siglo XX en América Latina y Occidente. Consistió
en un conjunto de insurrecciones armadas opuestas a los sucesivos gobiernos que prosiguieron a la caída
de la dictadura de Porfirio Díaz, conocida como el “Porfirato”, y que se extendieron hasta la tercera década
del siglo XX, cuando se proclamó una Constitución mexicana.
Inicialmente el conflicto enfrentó a las tropas leales al gobierno de Porfirio Díaz contra la insurrección
encabezada por Francisco Madero. Esta última vencería en 1910, mediante el llamado Plan de San Luis,
avanzando desde San Antonio (Texas). Sin embargo, cuando en 1911 el propio Madero fue electo
presidente, comenzaron sus discrepancias con otros líderes revolucionarios como Pascual Orozco y
Emiliano Zapata, quienes se alzaron en su contra de sus antiguos aliados.
Un conjunto de militares, conocidos como la “Decena Trágica” y encabezados por Félix Díaz, Bernardo
Reyes y Victoriano Huerta, aprovechó el momento para dar un golpe de Estado, asesinar al presidente y
al vicepresidente, y colocar a Huerta en el poder. Esto a su vez desató el alzamiento de otros líderes
revolucionarios como Venustiano Carranza o Francisco “Pancho” Villa, quienes combatieron al gobierno de
Huerta hasta 1912, cuando, lejos de alcanzar la paz, se desató una serie de conflictos armados entre las
diversas facciones revolucionarias.
La Revolución Mexicana llegó a su fin gracias a la Convención de Aguascalientes, donde se nombró a
Eulalio Gutiérrez como presidente y se dieron los primeros pasos hacia la paz, aunque aún habría
insurrecciones y combates intestinos que conducirían a la instauración de la democracia y la muerte de los
líderes revolucionarios: Zapata en 1919, Carranza en 1920, Villa en 1923 y Obregón en 1928.
Causas de la Revolución Mexicana
La crisis del porfirato. El coronel Porfirio Díaz había gobernado México durante 34 años, logrando una
expansión económica a costa del malestar de las clases más pobres. Esto condujo a una crisis social,
política, económica y cultural que, cuando el propio Díaz anunció que se retiraría al terminar su mandato,
desencadenó la lucha armada.
La miserable situación rural. México tenía 80% de población rural, pero las leyes y prácticas sociales y
económicas del gobierno favorecían a los grandes latifundistas y terratenientes. El campesinado y las
colectividades indígenas vivían muy mal, despojados de tierras y sin nada que perder.
Las campañas de Madero. Madero realizó tres campañas proselitistas en contra de la reelección del
dictador, por las cuales fue acusado de incitar a la rebelión y sentenciado a la cárcel. Se le liberó luego,
pero sin derecho a salir del país ni participar en las elecciones, en las cuales se reeligió, rompiendo su
promesa, al coronel Díaz.
Consecuencias de la Revolución Mexicana
3,4 millones de afectados. No hay cifras exactas del número de fallecidos durante la Revolución
Mexicana, pero se estima entre el millón y los dos millones de personas. Además, hubo amplia emigración
a otros países, hambruna, caída de la tasa de natalidad y una pandemia de gripe española en 1918.
Nuevo rol del Estado. La Revolución permitió a las clases desfavorecidas ingresar al Estado y ocupar
funciones burocráticas y administrativas. El ejército, que apoyaba a la Revolución, captó personal de las
clases medias y bajas, creciendo en un 50 o 60%; todo lo cual significó un cambio importante en la
repartición de la riqueza y una importante migración de los campos hacia las ciudades.

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Reforma agraria. De los cambios más significativos de la época, permitió a los campesinos poseer las
tierras que trabajaban. Aun así, su calidad de vida no mejoró demasiado y muchos preferían el trabajo
maltratador en las plantaciones, donde eran mejor retribuidos.
Empuje artístico. Muchos autores y artistas mexicanos documentaron en sus obras lo que pasó entre
1910 y 1917, y todo ese esfuerzo rendiría frutos en la cultura mexicana posteriormente. Autores como
Mariano Azuela (con su novela Los de abajo, de 1916), José Vasconcelos, Rafael M. Muñoz, José Rubén
Romero, Martín Luis Guzmán y otros más darían inicio a la “Novela revolucionaria”. Algo similar ocurrió con
el cine, las artes plásticas y la fotografía.
Personajes de la Revolución Mexicana
Francisco “Pancho” Villa. Líder revolucionario de las filas del norte, apodado el “Centauro del Norte”,
considerado un héroe social en muchos corridos populares de la época, ya que robaba trenes y
hacendados para dar a los más pobres.
Francisco Madero. Uno de los responsables del inicio de la Revolución, fue un empresario y político
mexicano que luchó arduamente contra el porfirato y, cuando llegó a ser presidente, fue derrocado a su
vez por los revolucionarios.
Emiliano Zapata. Al mando del Ejército Liberador del Sur, fue uno de los personajes militares más
importantes de la Revolución Mexicana, símbolo de la resistencia campesina, conocido como el “Caudillo
del Sur”.
Venustiano Carranza. Político, militar y empresario mexicano, fue el Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista tras el asesinato de Madero. Ocupó el poder en dos oportunidades: 1914 y 1917.

Documento 18: MIRAS, Eugenia. “La Guerra de los cristeros, la terrible masacre civil y la
deshonrada participación norteamericana”
En: https://www.abc.es/hemeroteca/revolucion+mexicana Actualizado:17/04/2018
La comunidad católica se alzó en armas contra el Gobierno mexicano en los años 20 para defender la libertad de
culto. Las autoridades norteamericanas atentarían contra los soldados para apoyar al Estado laico del presidente
Calles.

La Revolución mexicana (1910-1920) había desangrado al país; y cuando comenzaba a recuperarse,


estalló uno de los conflictos civiles más sangrientos de su historia: La Guerra de los Cristeros.
Los laicos callistas (seguidores del presidente Plutarco Elías Calles) y los católicos se masacrarían los
unos a los otros, tras la reforma constitucional del gobernante; en la cual se atentaba contra el principio
liberal promulgado por Benito Juárez en 1860: la Ley de Libertad de Culto.
Aquellas tierras eran hijas del catolicismo, por el honorable legado del Imperio español. Por esta razón,
la religión era y sigue siendo parte de su identidad social y cultural y que; además la hicieron tan suya,
que se abrazaron de la iconografía de la Virgen de Guadalupe durante las guerras de emancipación
del Reino de España (1810-1821).
Y de golpe, cien años después aparece un rabioso militar llamado Plutarco Elías Calles; quien no solo
ignoraría la importancia de la comunidad religiosa como el gran pilar de la estructura social -y
especialmente la mexicana-, sino que también se atrevió a reprimir y castigar cualquier expresión íntima
entre Dios y los hombres. Las consecuencias no permitieron otro escenario más que la violencia, dando
lugar a la Guerra de los cristeros.
«Los soldados de la fe» se rebelaron contra las injustas reformas de la Constitución de
1917 promulgadas por Calles, en las cuales se abortó la preciada libertad de culto y todo lo que conllevaba
faltarle a aquel falso Estado laico.
«Más de un siglo de la historia de México estuvo marcado por las difíciles relaciones entre la Iglesia
católica y el Estado. De este periodo, los años más álgidos fueron sin duda los de 1926-1929. La guerra
cristera, como todo conflicto, tuvo un periodo de gestación y otro de conclusión que rebasa con mucho los
años del movimiento armado. Este conflicto, que involucró a las dos instituciones más importantes, la
Iglesia católica y el Estado, tuvo su origen durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando el gobierno del
presidente Benito Juárez promulgó las Leyes de Reforma, para institucionalizar la separación de poderes y
fortalecer el Estado mexicano», escribió Lourdes Celina Vázquez Parada en «La guerra cristera:
Narrativa, testimonios y propaganda».
No obstante, antes de la persecución y represión hacia los católicos. Calles intentó nacionalizar la
iglesia -un asunto muy osado por su parte, pues en su día también los había intentado el
Emperador Napoléon Bonaparte, cuando veía su poder ensombrecido por el carisma y valentía
del Papa Pío VII-. Sí, junto con la Confederación Regional Obrera Mexicana, se atrevió a crear una
entidad un poco extraña llamada: «Iglesia Católica Apostólica Mexicana».
La cuestión un tanto irrisoria evolucionaría a la negación de esta religión en el Estado; y eso por supuesto
significó también la aniquilación. De esta manera, durante la Santa Misa muchos clérigos
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eran sorprendidos a balazos por los callistas. Y sin embargo, quien vengaría a los muertos no sería
precisamente ninguna autoridad eclesiástica; sino el pueblo, los valientes campesinos del México
rural que se entregaban ciegos a la causa de Dios. Y mientras los «soldados de la fe» dejaban
noblemente su vida en las tierras áridas, la Iglesia los traicionaría después; aceptando vergonzosamente
la práctica clandestina del catolicismo.
La «Ley Calles»
Después de la Revolución, México se encontraba sin fuerzas; y por ello los «cristeros» buscaban una
salida pacífica. Pero a Plutarco Elías Calles «se le metió entre ceja y ceja» fastidiar a la comunidad
católica, y como no había quien revocara su famosa e intolerante ley –conocida como Ley Calles- se
buscó otra forma de hacerlo recapacitar.
«Los obispos recurrieron a las autoridades para evitar la aplicación del decreto de Calles, pero ante la
negativa de su demanda, tomaron la decisión de suspender el culto e hicieron gestiones ante el Vaticano
para obtener la aprobación de dicha medida. Mientras tanto, el episcopado aprobaba a su vez el proyecto
de la Liga de realizar un boicot en contra del gobierno» Gloria M. Delgado en su obra «Historia de
México».
Por este motivo, los curas dejaron de oficiar misa y reunirían a los fieles para iniciar la tortura al Gobierno,
de esas que duelen pero sin las sangrientas y escandalosas salpicaduras de la guerra: un boicot.
Atacarían directamente a la economía, que aún sufría los estragos de la Revolución; y con la bendición
del Vaticano se acordó: la abstención del pago de impuestos y la reducción en el consumo de artículos
producidos por el Estado, como por ejemplo la gasolina. Y como Elías Calles no tenía fama
precisamente de dar su brazo a torcer, se hizo un verdadero «desmadre».
«Esta medida, que tuvo graves repercusiones sobre la vida económica del país, hizo exasperar al
gobierno, que ordenó la aprehensión de los organizadores y de todos los participantes en dicho
movimiento. La Liga decidió entonces ejercer una acción drástica y creó un comité de guerra encargado e
organizar un movimiento armado. El levantamiento estalló en enero de 1927 en Jalisco, y se expandió
rápidamente por varios estados de la República», señaló Delgado.
La pasión cristera
El Gobierno comenzó a perpetrar todo tipo de ejecuciones contra la resistencia católica . Y como el
clero no quería mancharse las manos, dejaría el trabajo sucio de estas cruzadas a aquel mexicano bravo;
al campesino que aún tenía los músculos y el corazón caliente de la Revolución. Y por otro lado, los
señoritos se encargaban de la propaganda católica como también de la organización de las campañas
desde la capital.
Pero lo que parecía estar condenado al fracaso durante la contienda, hizo más de una vez dudar a
Plutarco. Pues aquellos hombres -que sin ningún tipo de instrucción militar, con armas oxidadas y
olvidados entre el polvo de aquellas tierras áridas- harían retroceder y temblar más de una vez a
las fuerzas callistas. Eran héroes que inspiraban incluso a los laicos, quienes se iban sumando a los
ejércitos cristeros.
«Durante siete meses, la división creciente entre la facción obregonista, frustrada de sus triunfo por la
muerte de su jefe, y la facción callista, que el genio político del suyo mantenía contra viento y marea,
obraba a favor de los cristeros», explicó Sergio García Guzmán en su obra «La guerra olvidada».
Desde las primeras apariciones de Plutarco Elías Calles en la política mexicana, se había comportado
de manera despreciable -eso si, casualmente muy aplaudido por los norteamericanos- traicionando a
líderes de la Revolución, especialmente a su correligionario y amigo el victorioso Álvaro Obregón; contra
el que conspiró para que no sucediera su reelección (y efectivamente, no volvió a ocupar la silla
presidencial; pues sería asesinado en un restaurante llamado «La Bombilla»).
No obstante, la valentía y la destreza de los cristeros era una eterna lucha contra el viento; no tenían
ningún recurso a su favor, más que la fe que los mantenía cabalgando. Calles tenía el apoyo de
los estadounidenses -quienes bombardearían sobre un tren lleno de soldados cristeros- y por si fuera
poco, las autoridades religiosas de la época comenzaban a abandonarlos disimuladamente.
«Calles reunió 35,000 hombres que arrojó sobre el noroeste para aplastar, en la batalla de Jiménez, a los
ejércitos de Manzo, traicionados por el alto mando y cuyos trenes bombardeaba la aviación
norteamericana», escribió J.A Meyer en su obra «La cristiada: La guerra de los cristeros».
«No había posibilidad alguna de que los Estados Unidos fuesen favorables a la Liga y era algo demencial y
peligroso tratar de obtener su apoyo. El gobierno norteamericano estaba decidido a sostener a Calles, no
porque fuera anticatólico, sino porque era el hombre fuerte, apreciado siempre en Washington y en Wall
Street. La estabilidad mexicana importaba a los intereses militares y financieros de los Estados Unidos, y la
Liga perdió su tiempo, su dinero y sus energías en querer ganarse el apoyo norteamericano, en lugar de
dedicarse a organizar y a dirigir la lucha en el interior», escribió J.A Meyer.
La más humillante de las treguas

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 70


Meyer recoge el triste desenlace de ese legrado mexicano: «En Colima, se presentaron 900 hombres que
entregaron 728 rifles antes de volverse a trabajar «a las tierras de donde eran originarios». En todas partes
se encontró la misma lentitud en resignarse: de dos a tres meses; por doquier la negativa a entregar las
armas que tan caro habían costado, y el gobierno, que recibía armas viejas e inservibles, gruñía: «No
crean que nos hacen tarugos, pero como se quiere la paz, les aceptamos la pedacera de fierros que nos
entregan en vez de las armas con que pelearon».
Las autoridades religiosas de la época, aceptarían las condiciones del Gobierno, que continuaría el
presidente Emilio Portes Gil (1928-1930). En cuya humillante resolución se zanjaba la Guerra de los
cristeros; exigiendo la entrega de armas y la rehabilitación «clandestina» del catolicismo. El Estado fingiría
que no estaba enterado, pero siempre y cuando los monseñores no exigieran sus derechos
patrimoniales , entre otros privilegios. De esta manera, el respeto por aquellos «soldados de la fe», -el
«vulgar campesinado»- quedó bien sepultado con ellos en el panteón.
«Al principio, la inmensa mayoría de los obispos era favorable a los «arreglos» y hasta hubo alguno que
comparó a Portes Gil con el emperador Constantino», sostuvo Meyer.

Para ver y tomar apuntes: https://www.youtube.com/watch?v=Vsf-dd1Xafs -


La contra-revolución cristera. Padre Javier Olivera Ravasi: https://youtu.be/BIN6AXDlW7M

Documento 19: América Latina entre la Crisis del 30 y los populismos


Autor: Felipe Pigna - Fuente: www.elhistoriador.com.ar

La crisis mundial iniciada en 1929 golpeó duramente a las economías latinoamericanas. Gran Bretaña y los
EEUU transfirieron los efectos de la crisis a los países que se encontraban bajo su influencia, bajando los
precios de las materias primas, repatriando inversiones y colocando trabas a las exportaciones
latinoamericanas.
Las consecuencias de estas políticas fueron el desempleo y la miseria. Ante la falta de divisas comenzó a
desarrollarse la industria liviana, para reemplazar las importaciones que ya no podían adquirirse. El
Estado, controlado por las elites conservadoras, intervino en la economía y subvencionó las actividades de
los sectores dominantes. Esta intervención no se dio en el terreno social, donde las mayorías populares
quedaron libradas a su suerte.
La baja de los precios agropecuarios llevó a la ruina a millones de campesinos que comenzaron a migrar
hacia las ciudades en busca de trabajo en las nuevas industrias. Este proceso provocó grandes cambios
en la composición del movimiento obrero latinoamericano durante toda la década del ’30.
Los trabajadores recién llegados traerán su inexperiencia política y sindical y no se sentirán del todo
representados por las dirigencias sindicales de izquierda que predominaban en las grandes ciudades. De
tendencias más conservadoras, los trabajadores provenientes del campo promoverán un sindicalismo más
negociador que combativo e irán conformando la base social de los movimientos políticos conocidos como
populistas que florecerán por toda América Latina entre mediados de los años ’30 y comienzos de los ’50.
Los populismos desarrollarán, de acuerdo a las características de cada país, el modelo del estado
benefactor iniciado por Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos a comienzos de la década del 30.
Este modelo proponía integrar el obrero al sistema como consumidor- productor, elevando el nivel de los
salarios para aumentar la demanda y mejorando la calidad de vida de los sectores populares a través de
fuertes inversiones en rubros como salud, educación y vivienda con el objetivo de alejarlos de la influencia
revolucionaria.
En México, el presidente Lázaro Cárdenas profundizó las conquistas en la legislación laboral y en la
división de los latifundios iniciadas con la Revolución Mexicana de 1910 expropiando las compañías
petroleras extranjeras en 1936.
Hacia 1937, Getulio Vargas funda en Brasil el Estado Nuevo, impulsando la actividad industrial y la
sindicalización de los trabajadores brasileños.
Entre 1946 y 1955, el modelo peronista intentó cambiar el perfil económico argentino, pasando de una
economía agroexportadora a una economía basada en el mercado interno y en la expansión del consumo.
Si bien el objetivo no pudo concretarse, sus logros parciales implicaron cambios muy profundos en la
sociedad argentina y un mejoramiento en las condiciones de vida de los sectores populares.
El peronismo en la Argentina, el Frente Popular en Chile, el varguismo en Brasil y el nacionalismo
revolucionario de Paz Estensoro en Bolivia, expresaron el ingreso de los nuevos sectores populares a la
política.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 71


Discurso de Getulio Vargas
"…Las clases productoras, que realmente contribuyen a la grandeza y a la prosperidad nacional, el comerciante
honesto, el industrial trabajador y equitativo, el agricultor que fecunda la tierra, no tiene razón para abrigar temores
(…) jamás deben recelar de la fuerza del pueblo (…) Lo que la ley no protege ni tolera es el abuso, la especulación
desenfrenada, la usura, el crimen, la inequidad, la ganancia de toda clase de favoritos y de todo los tipos de
fabricantes, que lucran sobre la miseria ajena, comercian con el hambre de sus semejantes y dan hasta el alma al
diablo para acumular riquezas a costa del sudor, de la angustia y del sacrificio de la mayoría de la población…"
Getulio Vargas, presidente de Brasil, discurso del 1º de mayo de 1951.

Discurso de Juan Domingo Perón


"Las masas obreras que no han sido organizadas presentan un panorama peligroso, porque las masas mas peligrosa,
sin duda, es la inorgánica. La experiencia moderna demuestra que las masas obreras mejor organizadas son, sin
duda, las que puede ser dirigidas y mejor conducidas en todos los órdenes."
"Procedemos a poner de acuerdo al capital y al trabajo, tutelados ambos por la acción directiva del Estado (…)
porque es indudable que no hay que olvidar que el Estado, que representa a todos los demás habitantes, tiene allí su
parte que defender: el bien común, sin perjudicar ni a un bando ni a otro…"
Juan Domingo Perón Discurso en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 25 de agosto de 1944.

DOCUMENTO 20: Stanley, Myriam. El populismo en América Latina http://rephip.unr.edu.ar/

[…] Hay cierta coincidencia en algunos autores en aceptar al «populismo» en diferentes situaciones
históricas ocurridas en Latinoamérica. Hay casos en que los líderes populistas alcanzaron el poder, en
tanto que en otros jamás llegaron a gobernar, pero si dieron origen a partidos políticos o movimientos
populares contestatarios, que tuvieron activa presencia en la vida política de sus países. En general, se
denomina populista a los gobiernos de Juan Perón en la Argentina (1946-55), de Getulio Vargas (1930-
45/1951-54) y João Goulart (1961-64) en Brasil, de Lázaro Cárdenas (1934-40) en México, de Víctor Paz
Estensoro (1952-56/1960-64) y Hernán Siles Suazo (1956-60) en Bolivia, y de José María Velasco Ibarra
(1934-35/ 1944-47/1952-56/1956-61/1968-72) en Ecuador. También son considerados como populistas
algunos movimientos políticos como el APRA peruano, liderado por Víctor Haya de la Torre o el Gaitismo
colombiano, fundado por Jorge Gaitán. […]
El Populismo brasileño: Getulio Vargas
El 1930 marca un punto de ruptura en la historia brasileña; la llamada «Revolución del 30», que acabó con
la Primera República o «República Velha», dio lugar a un período que Aspacia Camargo llama la «era
Vargas», período donde se establece una nueva forma de organización del estado; los primeros años bajo
la influencia del «tenentismo» conformando una república unitaria, nacionalista y reformista, en oposición
al federalismo oligárquico de las elites regionales. Esto fue favorecido por las situaciones de la década
anterior: la 1º Guerra Mundial, la presión industrialista, la crisis de sobreproducción del café, el aumento de
la población urbana y de los sectores medios y el hartazgo de un sistema político fraudulento.
El nuevo estado dejó de representar los intereses de un sector de la sociedad, la burguesía del café, que
había sido dislocada del centro de la escena, por la crisis. Por su parte los sectores medios no eran
suficientemente fuertes y el «tenentismo» había fracasado en sus intentos de movimiento político
autónomo, frente a este empate de fuerzas, el gobierno de Getulio Vargas asumió el papel de árbitro y
mediador de las disputas internas. A partir de ahora hay una redefinición del rol y la función del Estado, a
la luz de la ideología nacionalista que dominará el pensamiento político y económico de los años 30. Las
ya viejas discusiones sobre la extensión territorial que habían alimentado al nacionalismo en el siglo
anterior, dieron paso al desarrollismo. La idea de una Amazonia vista como un espacio vacío, como una
reserva que despertaba la codicia del extranjero, estará presente en las nuevas políticas públicas, donde la
vieja idea de «gobernar es construir caminos», pondrá en marcha un proyecto nacional desarrollista que
fue capaz de superar la fase oligárquica.
La primera gran preocupación, de la administración de Vargas, fue la constitución de nuevo estado capaz
de mantener la unidad nacional y el equilibrio de las diferentes fuerzas sociales, dirigir la nación por encima
de las oligarquías estaduales y promover a la industrialización. En el 32, frente a la Revolución Paulista»,
último intento de recuperación del poder oligárquico en el Estado, Vargas se coloca como mediador entre
la oligarquía y el tenentismo, fortaleciendo su posición conciliadora.
Había comprendido -además- que sería imposible reorganizar el país en hostilidad con las oligarquías.
Finalmente, en 1933 reunida la Asamblea Constituyente, promueve la conciliación entre el federalismo
oligárquico y el centralismo tenentista. Entonces prevaleció la «coordinación de las grandes
representaciones» dirigidas por los principales liderazgos tradicionales: São Paulo, Minas Gerais, Rio
Grande do Sul y Bahía.
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 72
En 1934 fue aprobada la nueva constitución -definida por algunos estudiosos como «híbrida», ya que era a
un mismo tiempo, intervencionista en lo económico y liberal en lo político. Por un lado decretaba las
autonomías estaduales y fortalecía el Congreso, por otro, imponía un fuerte control a través de elecciones
indirectas para presidente, mientras implementaba los derechos sociales.
En el 1935 se produjo lo que se ha conocido como la «Intentona Comunista»; suceso que le prestará, al
presidente, argumento para, dos años más tarde, instaurar el «Estado Novo» y entonces, establecer su
pleno dominio político. Hasta ahora había tenido que maniobrar con una coalición sumamente compleja de
fuerzas contradictorias.
Fue un golpe comandado por el propio Vargas, cuyo objetivo principal era crear instituciones capaces de
imponer el poder del Estado y mostrarse con la capacidad suficiente para combatir el comunismo y el
caudillismo. Fue silenciosamente preparado pero estridentemente presentado, se suspendió la
Constitución del 34 y simbólicamente se quemaron las banderas estaduales en ceremonia pública, para no
dejar lugar a dudas: habría, a partir de ahora un solo Estado, el nacional. El fortalecido poder central, se
ocupó de nombrar interventores para las administraciones estaduales, controlar los recursos energéticos
nacionales, organizar el servicio público, la siderurgia y acelerar la industrialización. Para esto, había sido
preciso suspender el Congreso, las Asambleas Estaduales y la Constitución Nacional. Esta experiencia
unitaria se extendió hasta el año de 1945, cuando cae la dictadura del «Estado Novo» tras un movimiento
militar.
El dictador tuvo plenos poderes, tanto legislativos como ejecutivo y si algo caracterizó al nuevo régimen,
fue el máximo grado de participación del Estado en todos los asuntos. Tal vez la más drástica medida haya
que colocarla en el congelamiento de la deuda externa, que no había parado de crecer como
consecuencia del déficit en la balanza de pagos, por la disminución de las exportaciones y de los ingresos
reales en la economía.
Otra novedad fue la creación de autarquías especiales que atendían todos los rubros de la economía: el
IAA (Instituto do Açúcar e do Álcool), el IBC (Instituto Brasileiro do Café), el Consejo Nacional del Café, el
Departamento Nacional del Caucho, el Instituto del Cacao, el Instituto Nacional de Estadística y Censo, el
Consejo Federal de Comercio Exterior, el Consejo Brasileño de Geografía; al mismo tiempo se promulgaba
el Código de Minas, el Código de Aguas, se implementaba la industria Siderúrgica (Cia. Siderúrgica
Nacional, la Usina Siderúrgica de Volta Redonda, la Companhía do Vale do Rio Doce, la
Fábrica Nacional de Motores), se desarrollaba la industria Petrolera (Petrobras), la energía eléctrica y la
industria automotriz.
Con respecto al problema social, el Estado incorporó una legislación muy próxima al estado corporativo,
pero atendiendo a viejas reivindicaciones laborales que se arrastraban desde las huelgas del 1919. Con la
creación del Ministerio de Trabajo, Industria y Comercio, el gobierno reglamentó los sindicatos, creó la
Junta de Consolidación y legisló sobre el régimen de trabajo de hombres, mujeres y niños, otorgando la
jornada de 8 horas., el salario mínimo, vacaciones, estabilidad laboral, indemnizaciones por despido,
convenciones colectivas de trabajo y la creación del Instituto de Jubilaciones y Pensiones, además de la
Justicia del Trabajo. Pero acabó con la autonomía sindical, sólo existiría un sindicato por cada profesión,
con la debida autorización ministerial; además se fijaba el descuento de una jornada por año y por
trabajador que iría a constituir el «fondo sindical», que canalizado vía Ministerio del Trabajo se distribuiría
entre los sindicatos. El impuesto sindical se convirtió así, en una fuente de dependencia política y un
camino para la burocratización y corrupción del sindicalismo.
Por otra parte, Vargas implementó una política internacional altamente pragmática aunque no siempre
ética, coqueteó con la Alemania nazi en los primeros años y finalmente en el año 1940 firmó un pacto con
Estados Unidos cuando Roosevelt visitó el país (Conferencia de Rio de Janeiro) por el cual, a cambio de la
utilización de las costas del noreste, como base para las naves y la aviación aliada, Brasil recibiría una
ayuda por 200 millones de dólares en armamentos y créditos blandos, que le permitieron financiar el
codiciado proyecto de industrialización.
El «Estado Novo» fue fundamentalmente un estado autoritario que se transformó en el principal
instrumento de acumulación capitalista al servicio de la burguesía industrial brasileña. Vargas no logró
nunca ser el líder de un movimiento unificado y homogéneo, como lo fue Perón, pero sí un articulador de
fuerzas heterogéneas sobre las que estableció su dominio personal a través de un complicado sistema de
alianzas. En las regiones más modernas del país consiguió firmes bases de apoyo en los sectores obreros
y medios, pero en el interior, rural y arcaico, deberá buscar su sustentación en las viejas maquinarias
políticas clientelísticas de la oligarquía rural. De allí que no consiguió construir un partido político único, sus
fuerzas de apoyo se organizaron en dos facciones, el Partido Social Democrático (PSD) que agrupó a los

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 73


sectores conservadores y el Partido Trabalhista Brasileiro (PTB) donde se congregaron los sectores
urbanos, medios y obreros progresistas.
Pero el populismo brasileño nunca consiguió construir un lenguaje político de dimensiones nacionales -
afirma Laclau- como sí lo conseguirá Cárdenas y Perón aunque por diferentes circunstancias.
El Populismo mexicano: Lázaro Cárdenas
La crisis de 1929 había repercutido en México como en el resto de América Latina, de forma contundente.
La situación económica se había agravado con la caída del precio de la plata, lo que llevó a una crisis
general de la minería alcanzando al oro, el cobre y el zinc, cuyos precios también cayeron
estrepitosamente. En tanto la industria petrolera, que ya venía sufriendo problemas, debió reducir la
producción. A la crisis minera, se le sumó la crisis agrícola, con la caída de los precios externos a niveles
no imaginados. A la desesperante situación económica deberá agregarse un balance negativo de la
revolución; entre los años de 1915 y 1930 el nuevo grupo dirigente sólo la había conservado en sus
aspectos formales, provocando descontento en amplios sectores de la población, especialmente en las
masas campesinas y en el cada vez más populoso proletariado industrial.
Calles, uno de los líderes políticos de mayor peso en los años 20, había intentado rescatar las banderas
revolucionarias, y buscando salir del atolladero, proponía la consolidación de las instituciones políticas, que
condujeran a la centralización del poder, superando la fragmentación económica y política
posrevolucionaria. Pero será Lázaro Cárdenas, quien llegó al poder en 1934, a través de elecciones, como
candidato del burocratizado Partido Nacional Revolucionario (PNR) y gobernó hasta el 1940, quien
consiguió imponer un nuevo rumbo a la política mexicana. Su gobierno es considerado como una clara
experiencia populista. Cárdenas, postulado y apoyado por las Ligas Campesinas de Tamaulipas y de San
Luis de Potosí, venía precedido por cuatro años de ardua labor como gobernador de su estado
(Michoacán), habiendo triplicado el reparto de tierras con respecto a los once años anteriores.
Ya como presidente, impulsará con un ritmo similar -a nivel nacional- la Reforma Agraria, pendiente desde
los años de la Revolución. Entre el 1935 y el 1940 se distribuyeron una media anual de 3 millones de
hectáreas, entre unos 129 mil campesinos, a un promedio de 22,5 ha. por unidad, lo que significó imponer
como forma dominante al ejido de explotación colectiva, ya que paralelamente se crearon, entre 700 y 800
cooperativas. Esto se correspondía a una concepción «agrarista» según la cual era posible asegurar el
éxito económico por esta vía de explotación de la producción de la tierra.
El proceso de distribución de tierras fue acompañado por la construcción de obras de regadío y programas
crediticios por parte del Banco Nacional de Crédito Ejidal. Política esta, que permitió una relativa
modernización de la producción agraria, al tiempo que fijó a la tierra a una gran masa de desposeídos, que
no habían terminado de estabilizarse con posterioridad a la Revolución del 1910.
Paralelamente se dinamizó dos aspectos complementarios, salud pública y salubridad, con la construcción
de hospitales, el envío de médicos rurales, campos de descanso para obreros y la creación del
Departamento de Asuntos Indígenas, que estableció escuelas y centros de salud. En cuanto a la
educación se promovió lo que dio en llamarse la «escuela socialista», se trataba de «la escuela gratuita,
obligatoria de asistencia infantil, coeducativa, integral, vitalista, progresista, científica, desfanatizante,
orientadora, cooperativista, emancipadora, nacionalista», en otras palabras, se trataba de imponer una
escuela modernizadora para una población que aún permanecía al margen de la integración ciudadana, en
el más amplio sentido del término.
Fue también en este período que más se avanzó en cuanto a la sindicalización tanto de los obreros
industriales cuanto de los campesinos, tuvieron particular importancia los sindicatos de los empleados
públicos y el de los petroleros.
Consiguió neutralizar la figura de un viejo líder sindical, Morones, quien desde 1927 controlaba férrea y
autoritariamente la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM); concediendo el apoyo necesario a
Vicente Lombardo Toledano, fundador en 1935, de la Confederación del Trabajo Mexicano (CTM), que
rápidamente alcanzó el millón de afiliados. El apoyo brindado por Cárdenas a la CTM, sirvió para librarse
de los viejos grupos enquistados en el poder, y dar lugar a otros sectores adictos a la nueva política
gubernamental.
La meta era la centralización del poder, de tal suerte, que le permitiera, al Estado, tener bajo su égida,
tanto a los sectores medios como a los populares, a través del respeto a la propiedad privada -exigencia
ésta, de los sectores medios- y del mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores campesinos.
Esto dio como resultado una sustancial transformación de las condiciones materiales del obrero quien -
según Alicia Fernández Chávez- «... de «proletario» terminó por convertirse en trabajador al servicio del

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Estado, como lo ilustran la nacionalización y administración obrera de los ferrocarriles (1937), la
nacionalización petrolera (1938) y la organización y funcionamiento de la Comisión Federal de Electricidad
y del Banco Nacional Obrero de Fomento Industrial».
Al mismo tiempo impulsó la renovación del PNR (Partido Nacional Revolucionario), excluyó al viejo líder
Calles, obligándolo a exiliarse; y llegó a un acuerdo con la Iglesia, de modo tal, que de ahora en más,
tuviera una posición prescindente en el campo de la política nacional y permitiera, al Estado, quedar a
resguardo de nuevas tentativas reaccionarias.
Consiguió estructurar de tal forma el partido oficial, que integró a las organizaciones sindicales al Estado,
vía el partido político. El Ejecutivo, con las prerrogativas de enormes poderes que la Constitución del 1917
le concedía y por la propia voluntad del presidente, creció en centralización, coadyuvando a la
consolidación del Estado, que además, se burocratizó y se fortaleció frente a la sociedad. Los principales
canales
de participación política quedaron articulados a la estructura estatal, especialmente el partido oficial y los
sindicatos, tanto los urbanos cuanto los rurales. Según Carmagnani «La renovación del PNR y el apoyo de
la CTM y del campesinado reconstruyeron, sobre otras bases, el primitivo bloque compuesto por las capas
medias, el campesinado y la clase obrera, lo que permitió al gobierno de Cárdenas llevar adelante un
proceso innovador, resumible en lo que (...) designábamos como proyecto político de construcción del
estado democrático. El que dicho proyecto triunfara en México mientras se malograba en otros países se
debió, substancialmente, a que la lucha arma da de los años 1910 a 1916 había quebrantando
profundamente a la oligarquía, a la que no quedó más remedio que entrar con el disfraz de burguesía
nacional en la vasta agrupación de fuerzas cuya dirección estaba a cargo de las capas medias».
De ser así, sería legítimo afirmar que, en el caso mexicano, el populismo se manifestó como un
desdoblamiento de la Revolución. Aquí la burguesía concientizada de su rol, a través de la experiencia de
los años de lucha, mostró su fase más progresista en el gobierno de Cárdenas; la Revolución le habría
enseñado como actuar, al tiempo que el presidente actuaba como el espejo de esa burguesía, que había
aprendido que en las reformas, estaba el secreto de su supervivencia. […]
Documento 21: “América Latina y Estados Unidos en la época de la Guerra Fría” - Fuente:
Thomas Skidmore- Peter Smith, Historia Contemporánea de América Latina. Barcelona, Editorial Crítica, 1996.
Páginas 391-411. (Los autores son profesores de la Universidad de California, y dirigen el Centro de Estudios de
América Latina en EEUU)

EEUU emergió de la Segunda Guerra Mundial con prestigio y una autoridad muy crecidos. La guerra sacó
de la depresión a su economía y la introdujo en un ingente esfuerzo industrial. A diferencia de Europa o
Japón no había sufrido daños internos; su economía estaba intacta y prosperaba... había construido el
arsenal más importante que el mundo había conocido, culminando con la bomba atómica. La guerra
también le proporcionó una red de alianzas que ofrecía una base de poder fuerte en la política
internacional de posguerra.
... tras 1945, EEUU centró su preocupación en la recuperación de Europa y Japón. La administración
Truman (1945-1953) y el Congreso, junto con algunos perspicaces empresarios, se dieron cuenta de que
era esencial para su prosperidad que Europa tuviera una economía fuerte. El Plan Marshall apeló al
aspecto humanitario y económico de la población estadounidense y ayudó a dirigir la atención
especialmente hacia Europa.
¿Qué pasó con América Latina? Simplemente a los responsables políticos de EEUU no les pareció
importante... la administración Truman parecía dar por sentado que continuaría recibiendo su leal respaldo
casi como fuera de cajón.
La relativa indiferencia se rompió por una amenaza exterior. Cuando las relaciones con la URSS
comenzaron a enfriarse, la administración Truman decidió organizar una ofensiva de Guerra Fría en
América Latina, que adquirió dos aspectos. El primero era conseguir que los gobiernos latinoamericanos
rompieran relaciones con la URSS, lo cual tuvo un éxito notable, ya que todos con excepción de México,
Argentina y Uruguay lo hicieron. El segundo aspecto fue presionar a los gobiernos latinoamericanos para
que proscribieran los partidos comunistas. El éxito de esta campaña demostró lo sensibles que seguían
siendo las elites latinoamericanas a las directrices de EEUU. La Administración Truman también decidió
hacer permanente la alianza miliar creada durante la guerra. En 1945, una reunión especial de los
ministros de Asuntos Exteriores del hemisferio, celebrada en la ciudad de México, convino en la necesidad
de redefinir el sistema panamericano. El primer paso se dio en 1947, cuando las delegaciones aprobaron
un tratado (El Pacto de Río) que definía el ataque a cualquier Estado Americano, desde dentro o desde
fuera del hemisferio, como un ataque a todos y demandaba medidas colectivas para rechazarlo.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 75


El segundo paso se dio en Bogotá, Colombia, en marzo de 1948, con la creación de un organismo: la
Organización de Estados Americanos (OEA)... Los Estados miembros se comprometían a mantener una
solidaridad continental (deseada por EEUU) y una no intervención total (deseada por América Latina), junto
con los principios de democracia, cooperación económica, justicia social y derechos humanos.
En 1951, la Administración Truman y el Congreso decidieron al unísono extender a América Latina su
programa de Seguridad Militar de 1949, que en su origen se había pensado para Europa. De 1952 a 1954
Estados Unidos firmó pactos de ayuda a la defensa mutua con 10 países latinoamericanos: Ecuador,
Cuba, Colombia, Perú, Chile, Brasil, República Dominicana, Uruguay, Nicaragua y Honduras... los
acuerdos comprendían intercambios de equipos y servicios militares, envío de materias primas
estratégicas y un compromiso de restricción de comercio con el bloque soviético.
Con los acuerdos, Washington atrapaba las fuerzas Armadas Latinoamericanas, pues en posesión de
equipo estadounidense, dependían de él para conseguir piezas, recambios y municiones...
El otro país que había logrado un gran prestigio durante la Segunda Guerra Mundial fue la Unión Soviética.
Había perdido mucha más población (20 millones) y soportado mucho más sufrimiento que EEUU.
Numerosos latinoamericanos admiraban la resistencia y fortaleza del pueblo ruso y algo de esta
admiración se transfería a los partidos comunistas de los países respectivos...
Ya desde 1946 comenzó a seguir una línea marcadamente antisoviética en América Latina... los pactos
militares y los programas de entrenamiento le otorgaron el monopolio de los vínculos externos entre los
militares latinoamericanos..
La Administración Truman también expresó su interés en la ayuda técnica y económica a América latina,
como réplica del Plan Marshall, prototipo de su ayuda ultramarina. Pero las situaciones resultaron ser muy
diferentes, el Plan Marshall se dirigió a naciones devastadas por la guerra, pero que seguían poseyendo el
ingrediente económico más importante de todos: fuerza de trabajo calificada y experimentada... el
problema económico de América Latina era más fundamental. Había una industria pequeña, incluso en los
países mayores, existía una gran escasez de mano de obra calificada y conocimientos técnicos y a
menudo se carecía de infraestructura. La administración Truman propuso un programa de asistencia
técnica para ayudar a los países en vías de desarrollo. Era la respuesta parcial a las quejas
latinoamericanas acerca de que EEUU no tenía en cuenta sus problemas económicos y concentraba su
atención en Europa.
En la década del 50 América Latina comenzó a producir sus propios análisis acerca de sus problemas
económicos... en estos años se unió al debate una nueva voz latinoamericana: la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL) organismo regional de las Naciones Unidas, creado en 1948. seria una
secretaria de técnicos, especialmente economistas que analizarían de forma sistemática los problemas
económicos de la región latinoamericana y sus países concretos. La CEPAL se instaló en Santiago DE
Chile, como esfuerzo deliberado por distanciarse de la atmósfera dominada por EEUU de la sede central
de la OEA en Washington D.C.
La alternativa Revolucionaria
En 1959 la alternativa revolucionaria llega al poder. Fidel Castro se había mostrado como un reformista
demócrata contra el dictador Batista en Cuba. Sin embargo una vez en la Habana se deslizó firmemente
hacia la izquierda. A comienzos de 1959, Fidel hizo proposiciones a los soviéticos; a finales de año, Cuba
ya recibía ayuda económica desde Moscú. En un año se había dado u cambo total en las relaciones
comerciales: de una dependencia comercial aplastante de los EEUU pasó a una dependencia comercial
aplastante de la URSS. Desde entonces la ayuda militar soviética comenzó a derramarse en Cuba.
Entonces se produjo la reacción estadounidense prevista por Fidel. El intento de desembarco en Bahía de
Cochinos a comienzos de 1961 podría haber resultado si el Presidente J.F. Kennedy hubiera ordenado que
la marina estadounidense proporcionara cobertura aérea, pero rehusó a hacerlo... EEUU se vio humillado:
primero por el fracaso de la invasión anticastrista, segundo por la torpe cobertura utilizada para esconder
su participación. El fracaso hizo a Fidel más fuerte que nunca. Probó que EEUU era una amenaza para la
seguridad cubana. Con ello podría aplicar duras medidas contra la oposición interna.
(Desde la revolución cubana) el temor de la penetración soviética en las Américas parecía ser un hecho. Si
los soviéticos estaban dispuestos a abastecer a los cubanos, ¿cuántos otros movimientos guerrilleros
latinoamericanos podrían esperar el mismo respaldo? Esa preocupación acicateó a os responsables
políticos de la época de Kennedy para apresurarse a formular su programa latinoamericano.
Reformistas demócratas y la Alianza para el Progreso
La nueva política, según se anunció en 1961 tenía dos aspectos distintos. El primero era un importante
programa de desarrollo económico y social, bautizado como Alianza para el Progreso. Iba a implicar tanto
un crecimiento económico como reforma social y sería llevado a la práctica por los gobiernos
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 76
democráticos... el gobierno norteamericano prometió proporcionar más de 20.0000 millones de dólares en
10 años. También prometió impulsar las entidades multilaterales de EEUU y Europa para que aumentaran
el flujo de capital a América Latina... EEUU reclamaba para sí el liderazgo de una revolución social pacífica
en América Latina.
El segundo aspecto de la política emprendida por EEUU en 1961, consistía en una intensificación de la
contrainsurgencia, mediante el cual el gobierno estadounidense ayudaría a América Latina a combatir
contra los movimientos guerrilleros. En EEUU se crearon nuevos cuerpos de contrainsurgencia a los que
se les otorgó una boina verde distintiva, su principal tarea seria entrenar a las fueras contrainsurgentes en
América Latina...
A EEUU le interesaba identificar y respaldar a los dirigentes reformistas, proporcionándole ayuda
económica para lograr el crecimiento y al mismo tiempo ofreciéndoles los medios para vencer a los rivales
armados internos que pudieran contar con ayuda soviética o más probablemente cubana. EEUU apostaba
por los reformistas anticomunistas para dirigir la marea histórica latinoamericana y producir naciones más
prósperas, más igualitarias y por ello más fuertes, con intereses compatibles con los suyos. Se detendría la
penetración soviética y se conservaría la esfera de influencia estadounidense.
Durante estos años, la CIA siguió llevando a cabo complots para asesinar a Castro, pero todos fracasaron.
Mientras tanto Fidel fortalecía su dominio del país y consideró extender la revolución a otras partes de
América Latina.
Los soviéticos se envalentonaron por la debilidad estadounidense y decidieron actuar. Durante 1962,
inundaron Cuba de equipo militar que incluía misiles... EEUU consiguió que la OEA aprobara un decreto
contra todos los barcos que transportaran armas a Cuba. Se siguió un alarmante enfrentamiento y los
soviéticos acabaron accediendo a retirar los misiles, siempre y cuando EEUU prometiera levantar el
boqueo y diera seguridades de no invadir Cuba en el futuro.
La crisis de los misiles de octubre de 1962 tuvo grandes implicaciones en las relaciones de América Latina
con EEUU y el mundo. Primero se forzó a los soviéticos mediante la amenaza de ataque directo a desistir
de la ventaja estratégica que trataban de lograr en Cuba. En la práctica se ratifico la hegemonía de EEUU
en América Latina, excepto en Cuba. En segundo lugar EEUU prometió no entrometerse en el primer
experimento socialista de América Latina... Cuba se transformó en una plataforma para exportar la
revolución a otros lugares de América latina. Con el respaldo del subsidio soviético Cuba se aboco a dos
tareas: cimentar la revolución en Cuba y exportarla a otros lugares del continente americano...
En 1970 el fracaso de la alianza para el progreso era evidente. Las expectativas habían sido demasiado
elevadas teniendo en cuenta las realidades políticas de la década. Además la meta de fomentar la
democracia chocó con la de impedir más Cubas. Se esperaba que gobiernos electos fomentaran el
crecimiento económico al tiempo que llevaban a cabo una reforma social.
...Nixon fue el primer presidente estadounidense que tuvo que tratar con un jefe de Estado marxista electo
en América Latina. La victoria de Salvador Allende en Chile, fue la prueba de que EEUU, comprometidos
públicamente con la reforma social, no aceptaría movimientos de izquierda. Aunque el régimen de Allende
nunca alcanzó un estado revolucionario, la administración Nixon estuvo determinada a usar cualquier
medio para impedir que Allende tomar posesión o, si fallaba esto, para acelerara su caída (Hacer chillar la
economía fue una de las sugerencias de Nixon al director de la CIA). EEUU desactivó la inversión privada
en Chile, al mismo tiempo que se ordeno a la CIA diseñar un plan para acosar al gobierno chileno. Se
gastaron al menos 10 millones de dólares en subsidio a prensa opositora (en especial dirigidas a “El
Mercurio”).
No obstante, considerando todos los problemas de Allende, es muy probable que los esfuerzos de EEUU
tuvieran sólo una importancia marginal. Fueron los militares y las clases medias y altas los que se
levantaron contra la Unidad Popular...

Documento 22: La Revolución Cubana (2022).


Recuperado de Historia Universal.
https://mihistoriauniversal.com/edad-
contemporanea/revolucion-cubana.

La Revolución Cubana dio inicio cuando, Eduardo


Chibás del Partido Ortodoxo, siendo el gran
triunfador de las elecciones de 1952,
se suicidó abriendo un vacío político, que
cubriría Fulgencio Batista, que había participado
del Movimiento de la Paz, próximo al Partido
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 77
Comunista, y que para agradar a Estados Unidos manifestó una linea anticomunista mientras aumentaba
la represión política contra la izquierda.
En ese contexto, Fidel Castro organizó, el 26 de julio de 1953, el asalto al cuartel de Moncada, en
Santiago de Cuba, la segunda guarnición militar del país, una acción que sería el inicio de la insurrección
popular para tumbar a la dictadura, pero su fracaso reforzó momentáneamente al régimen. El aumento de
la represión aisló a Batista, que en 1954 fue designado presidente tras unas elecciones sin competencia,
que distendieron la vida política, gracias, entre otras cosas, a la liberación de Castro y su partida al exilio.
Inicio de la revolución cubana
En México, Castro organizó la expedición del yate Gramma que desembarcó en Cuba en noviembre de
1956. Pese a su derrota inicial, Castro y su Movimiento 26 de Julio (M-26) crearon un foco guerrillero en
Sierra Maestra, provincia de Oriente, que sería la base del Ejército Rebelde. El M-26 había surgido de la
izquierda del Partido Ortodoxo con una ideología igualitaria, socializante, nacionalista y
antinorteamericana. Mientras la guerrilla se consolidaba en la sierra, la oposición urbana también creció y
comenzó a desarrollar acciones armadas en las ciudades, en un contexto en que la represión contra los
militantes antidictatoriales no dejaba de crecer. En 1957 la guerrilla de Castro había logrado una cierta
entidad, pero aún no estaba en condiciones de impulsar la insurrección que acabara con Batista. Su
propuesta de huelga general fracasó en medio de la indiferencia popular y por la falta de apoyo de los
sindicatos oficialistas y comunistas. El Partido Comunista, conocido como Partido Socialista Popular(PSP),
rechazaba la táctica insurreccional. Lentamente la guerrilla salió de su aislamiento gracias a una ofensiva
militar en los llanos, con quema de cañaverales y destrucción de cosechas. La apertura de dos frentes
guerrilleros, al mando de Raúl Castro y Juan Almeida, y la coordinación de las acciones militares por
Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, consolidaron el avance revolucionario, mientras la
integración militar del PSP en el M-26 aumentaba la agitación urbana. Por su experiencia en la lucha
revolucionaria y su mayor protagonismo, los cuadros comunistas ocuparon puestos claves en el M-26 y
controlaron el Ejército Rebelde con el aval de Fidel y Raúl Castro. Este es uno de los elementos que
explica el rápido giro prosoviético de la revolución tras la toma del poder.
Fidel Castro y el Che Guevara
Caída de Batista
En Julio de 1958, el Pacto de Caracas consolidó la coalición
anti-Batista y aceleró la caída de la dictadura, ya sin apoyo
de Washington, que desde abril no le enviaba armamento.
En agosto comenzó la ofensiva final y el 1 de enero de 1959,
con el pueblo en la calle y enarbolando las banderas de la
moralización, el nacionalismo y el antiimperialismo, los
seguidores de Castro tomaron La Habana.
Fidel Castro toma el Poder
El respaldo popular del M-26 le permitió a Castro hacerse
con el control de la situación para impulsar transformaciones
políticas, sociales y económicas. Comenzó así un proceso revolucionario, caracterizado por el tradicional
nacionalismo cubano y con un gran consenso entre la población. Sin embargo, en muy poco tiempo Castro
impulsó un giro autoritario, de un fuerte contenido personalista y marcado por su liderazgo y su carisma. El
antiimperialismo y el nacionalismo se convirtieron en los ejes del discurso revolucionario («Patria o
muerte» es la principal consigna del régimen), que adoptó el marxismo-leninismo, y Castro señaló que en
Cuba sólo se podía ser revolucionario si se era comunista. Tras su integración en el bloque soviético, Cuba
puso en marcha políticas igualitarias para construir el socialismo, un objetivo al que todavía no ha
renunciado. Algunas explicaciones insisten en que la oposición norteamericana al rumbo socializante de la
Revolución explica el giro prosoviético, pero lo cierto es que estas tendencias estaban respaldadas por
Castro y muy asentadas en parte del núcleo dirigente del M-26.
Tendencias y Reformas de Fidel Castro
Las diversas tendencias que coexistían en el movimiento revolucionario fueron controladas por Fidel
Castro. En sus comienzos, la revolución se apoyó en la burguesía urbana, ya que los obreros urbanos y
rurales y los empresarios y terratenientes azucareros no se implicaron en la lucha contra Batista. A
principios de 1959 había renacido la vieja Revolución cubana, con sus banderas nacionalistas,
moralizadoras y antidictatoriales, que fue convertida por Castro en una revolución social, que con su giro
prosoviético generó graves conflictos con Estados Unidos. Halperín Donghi señala que lo novedoso de
esta situación no era el autoritarismo, algo frecuente en América Latina, sino la marcha hacia la revolución
social. La negativa de Castro a institucionalizar la revolución y a convocar elecciones respondía a su
decisión de mantener el rumbo revolucionario. En 1959 tuvieron lugar las primeras reformas, de tono
populista y escasamente revolucionarias, seguidas de la nacionalización de intereses norteamericanos y
de una reforma urbana que rebajó y congeló los alquileres. Estas medidas se complementaron con
Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 78
campañas de de alfabetización y una red sanitaria que garantizaba atención médica a toda la población.
Esta moderación inicial le permitió al gobierno ampliar su base de apoyo popular.
Situación Económica de la Revolución Cubana
La economía fue controlada por jóvenes tecnócratas, con experiencia en organismos internacionales y
partidarios de la industrialización y el desarrollo, un objetivo que se alcanzaría mediante la intervención
estatal y ampliando el mercado interno. Pero cuando el che Guevara asumió el control del sector industrial
y bancario, desde donde intentó la puesta en marcha de sus objetivos socializantes, esos objetivos fueron
dejados de lado. Guevara quería implantar rápidamente el socialismo y en su búsqueda del «hombre
nuevo» había que destruir la economía de mercado y eliminar cualquier incentivo material, sea en dinero o
en especie, para reemplazarlos por incentivos morales que estimularan la productividad del trabajo, pero la
experiencia fracaso. Carlos Rafael Rodríguez, un dirigente comunista vinculado al castrismo antes del
triunfo revolucionario, se mostró contrario al industrialismo de Guevara, ya que era partidario de un mayor
gradualismo, tanto por la falta de cuadros para impulsar la política del Che, como para no aumentar el
número de los enemigos de la revolución. Si bien no fue escuchado, los fracasos condujeron al abandono
de la industrialización y en un giro de 180° se volvió a explotar algunos productos primarios de baja
productividad, como el níquel. Comenzaba así una constante en la política económica castrista: los
continuos vaivenes entre el plan y el mercado, entre una economía centralizada y otra que responde a los
estímulos mercantiles. En 1963, en un nuevo golpe de péndulo, Castro rescató al denostado sector
azucarero, del que debían provenir los recursos para financiar a la revolución, señalando que en 1970,
«año del esfuerzo decisivo», la economía azucarera, a pleno rendimiento, obtendría una zafra de 10
millones de toneladas, algo inédito en la historia de Cuba. Pese a los grandes esfuerzos realizados y a la
gran movilización de hombres y recursos no se pudieron alcanzar los objetivos, pese a que la cosecha de
1970 fue la mayor de toda la historia. El curso errático de la política económica, una vez a favor de la
industria y otra de la agricultura, con sus dilemas entre los incentivos morales o materiales, es causa de la
difícil situación actual, ya que la crisis estructural de la economía es anterior a la desaparición de la Unión
Soviética y sus ayudas a Castro.
Situación Política y Militar de la Revolución Cubana
Estados Unidos, enfrentada a la Unión Soviética en la Guerra Fría, veía con preocupación el rumbo de la
revolución cubana. Raúl Castro, relacionado con los comunistas antes de la revolución cubana, controló el
aparato militar y fue puesto al frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, heredero directo del Ejército
Rebelde. La desaparición de Camilo Cienfuegos, en un dudoso accidente todavía no aclarado, y el
encarcelamiento de Hubert Matos, acabaron con dos de los comandantes revolucionarios más populares y
que podían cuestionar el rumbo de la revolución y la gestión de Castro. En enero de 1960, los dirigentes
obreros opuestos al giro prosoviético fueron alejados de la dirección de los sindicatos y en su lugar se
instaló a antiguos cuadros del PSP, en sintonía con la cúpula dirigente. Castro se centró en el gobierno y
tras un mes de funcionamiento del primer gabinete revolucionario, cesó como primer ministro al moderado
José Miró Cardona. En julio, tras la renuncia del presidente Manuel Urrutia, otro moderado, nombró a
Osvaldo Dorticós, que se mantuvo en el cargo hasta 1976.
Lazos con la Unión Soviética
El funcionamiento de tribunales de excepción para juzgar los crímenes de guerra y el pedido de Castro
para cambiar el sistema panamericano y las relaciones económicas entre América Latina y Estados
Unidos, terminaron de distanciar a Cuba de Washington y de América Latina. Cuando Estados Unidos
Quiso presionar a Cuba con la amenaza de suprimir la cuota azucarera, su principal fuente de divisas, se
acentuó el conflicto. Fue entonces, en febrero de 1960, cuando el delegado soviético en La Habana se
ofreció a adquirir todo el azúcar necesario para sostener
al régimen y desde entonces los lazos entre Cuba y La
Unión Soviética se estrecharon. Una parte del exilio
cubano en Miami, con el respaldo de la CIA, comenzó a
conspirar contra Castro y en 1961 invadieron la isla. El
desembarco de Playa Girón (Bahía de Cochinos) fue un
desastre y un golpe para el anticastrismo, que le permitió
a Castro enarbolar la bandera del antiimperialismo,
aumentar sus apoyos internacionales y mostrar la solidez
de su posición y que no bastaba con desembarcar
algunos cientos de hombres para hacerlo caer.
Impacto de la Revolución Cubana en Latinoamérica
El triunfo de la revolución cubana fue un estímulo para la
izquierda insurreccional latinoamericana, que inspirada
en el modelo cubano intentó crear focos guerrilleros
rurales para la conquista del poder. El ejemplo de Castro
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y el Che Guevara prendió en América Central (Guatemala y Honduras), en el Caribe (la República
Dominicana), en los Andes (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú o Bolivia) y en Brasil. En algunos casos,
la convergencia de la izquierda revolucionaria, del nacionalismo antiimperialista y de cristianos partidarios
de la lucha armada llevó a crear partidos procastristas, que entraron en contradicción con los partidos
comunistas prosoviéticos opuestos a la lucha armada. A fines de 1964, el comunismo latinoamericano
celebró una conferencia secreta en La Habana para discutir la metodología revolucionaria, que puso de
manifiesto las posturas enfrentadas. Desde entonces, el régimen redobló sus esfuerzos para exportar la
revolución al continente y a comienzos de 1966 se reunió en La Habana la Primera Conferencia
Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria, con 500 delegados de gobiernos y movimientos
revolucionarios de Asia, África y América Latina. En 1967 se creó la OLAS (Organización Latinoamericana
de Solidaridad), cuya primera reunión plasmo la ruptura entre el castrismo revolucionario y el reformismo
comunista y también puso de manifiesto la voluntad de las organizaciones revolucionarias
latinoamericanas de extender la lucha armada por el campo y las ciudades.

Documento 23: Para conocer y aprender sobre ERNESTO GUEVARA


Che Guevara: la fabricación de un mito: https://www.youtube.com/watch?v=qNA823WbyyA
Entrevista de Ernesto Che Guevara a "Face to Nation" en 1964 (subtitulada)
https://www.youtube.com/watch?v=iQT3cIXHoxE

“El no tan romántico héroe de América: Ernesto “Che” Guevara” por: Carlos Daniel Lasa
Fuente: http://www.revistalarazonhistorica.com/13-5/

❖ Doctor en Filosofía. Decano del Instituto de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Villa María, y Profesor Asociado
por Concurso de la Cátedra de Filosofía (Universidad Nacional de Villa María) y en la Universidad Católica de Salta (Sede Villa
María).

La ideología opera de un modo reductivo en las mentes y los corazones de los hombres de modo tal que
genera realidades virtuales que nada tienen que ver con lo auténticamente real. Esta mentalidad
ideológica, enemiga irreconciliable de la verdad, ha construido una realidad idílica y romántica del Che
Guevara que está completamente alejada del sujeto histórico real. En los renglones que siguen nos
ocuparemos, simplemente, de referir cuál fue el pensamiento del Che Guevara para que se pueda saber, a
ciencia cierta, quién fue este famoso personaje. Para ello investigamos su obra escrita y traemos a
colación sus propias palabras como para que no queden dudas de lo que realmente pensó Ernesto
Guevara.
Filosófica y políticamente, Guevara es marxista. Expresa el Che: «Hay verdades tan evidentes, tan
incorporadas al conocimiento de los pueblos que ya es inútil discutirlas. Se debe “ser marxista” con la
misma naturalidad con que se es “newtoniano” en física, o “pasteuriano” en biología…»[1]. Y añade: «Es
por ello que reconocemos las verdades esenciales del marxismo como incorporadas al acervo cultural y
científico de los pueblos y lo tomamos con la naturalidad que nos da algo que ya no necesita discusión»[2].
Observe el lector el modo en que Guevara ha determinado, dogmáticamente, que el marxismo es una
verdad cuasi revelada que no puede someterse a discusión alguna.
Al asumir la filosofía de Marx, Guevara suscribe al ideal revolucionario. Marx enseña, en efecto, que la
naturaleza no está para ser interpretada sino para ser transformada. A esto último, Guevara lo considera
un cambio cualitativo en la historia del pensamiento social[3]. Desde su óptica, la diferencia respecto de
Marx es que este último fue un científico que pensó las leyes que gobiernan la revolución; los cubanos
fueron aquellos que las aplicaron[4].
Ahora bien, esta revolución no se hace de abajo hacia arriba: es una elite la encargada de concientizar a la
masa y de comandarla. Para Guevara, la lucha guerrillera se desarrolla en dos ambientes bien distintos:
«…el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar, y su vanguardia, la guerrilla, motor
impulsor de la movilización, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo»[5]. En
otro lugar expresa: «Nuestra aspiración es que el partido sea de masas, pero cuando las masas hayan
alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén educadas para el comunismo»[6].
Pero entonces, ¿para qué la revolución? La respuesta es simple: para la creación delhombre nuevo[7], o
sea, el equivalente a la promesa de la instauración del reino celeste en la tierra que proclamaba el
cristianismo. Resulta interesante, al respecto, la obra de Norman Cohn En pos del Milenio, en la cual
muestra cómo los movimientos milenaristas que surgieron entre los poseídos y desarraigados de Europa
occidental entre los siglos XI y XVI, instruidos y guiados por presuntos profetas y mesías provenientes, en

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 80


su mayoría, de la baja clerecía, fueron auténticos precursores de los grandes movimientos revolucionarios
del siglo XX[8].
Ya hemos escrito en otro lugar que todo proyecto revolucionario sólo puede anidar en una cabeza que
barrunta que el mal no reside en el interior del hombre sino en realidades exteriores al mismo (como lo
son, por ejemplo, las estructuras sociales injustas). Entonces, de lo que se trata es de transformar dichas
estructuras injustas en justas para poder vivir el paraíso aquí, en la tierra. El hombre nuevo de la gracia, de
la vida divina que predica el cristianismo, que logra su plenitud en el Reino celeste, podrá alcanzarse en
esta tierra a través de fuerzas puramente humanas. Claro está que, para llegar a esta realidad, será
preciso pasar por la revolución que equivale, lisa y llanamente, a muerte…
Refiere Guevara, sin ambages, que el cambio en América Latina debe producirse a través de la lucha
armada, la cual «… va haciendo más clara la necesidad del cambio (y permite preverlo) y de la derrota del
ejército por las fuerzas populares y su posterior aniquilamiento (como condición imprescindible a toda
revolución verdadera)»[9]. La lucha armada no es una opción entre muchas sino el «… instrumento
indispensable para aplicar y desarrollar el programa revolucionario»[10]. La violencia constituye un bien, ya
que a través de ella se aceleran las condiciones que alumbrarán al reino terrenal. Afirma Guevara: «Es
decir, no debemos temer a la violencia, la partera de las sociedades nuevas; sólo que esa violencia debe
desatarse exactamente en el momento preciso en que los conductores del pueblo hayan encontrado las
circunstancias más favorables»[11].
El auténtico revolucionario tiene una pasión idéntica a la del hombre religioso: sólo varía el objeto de su fe
ya que el primero lo pone en Dios, y el segundo lo sitúa en la conquista del hombre nuevo. Y así como el
hombre religioso debe renunciar a todo para seguir a Dios, el revolucionario, que dedica su vida entera a
esta causa, «… no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falta determinado
producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien
necesario»[12]. Pensar de manera contraria equivaldría a dejarse infiltrar por los gérmenes de la futura
corrupción.
La historia misma ha sido testigo de las desgracias que esta «mística» revolucionaria (encarnada, en
nuestro caso, en el Che Guevara) ha traído a los pueblos que la abrazaron. La violencia como método de
cambio social no es aséptica ya que la misma supone, cuando es empleada, el desprecio de todo valor.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿cómo será posible que, procediendo de este modo, se llegase algún día,
luego de haber negado todo valor que no sea el de la fuerza, a la entronización de valores en el mundo del
paraíso terrestre que predican todos los revolucionarios milenaristas?
Permítasenos citar estas verdaderas, valientes y justas palabras de Oscar del Barco, otrora ideólogo
gramsciano que apoyara y alentara movimientos guerrilleros en Argentina: «Creo que parte del fracaso de
los movimientos “revolucionarios” que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania,
Yugoslavia, China, Corea, Cuba, etc., se debió principalmente al crimen. Los llamados revolucionarios se
convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trostsky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto
Guevara. No sé si es posible construir una nueva sociedad, pero sé que no es posible construirla sobre el
crimen y los campos de exterminio. Por eso las “revoluciones” fracasaron y al ideal de una sociedad libre lo
ahogaron en sangre. Es cierto que el capitalismo, como dijo Marx, desde su nacimiento chorrea sangre por
todos los poros. Lo que ahora sabemos es que también al menos ese “comunismo” nació y se hundió
chorreando sangre por todos sus poros»[13].
Concluimos estas breves reflexiones con una pregunta: ¿cómo es posible que una sociedad, que se
autodenomina «democrática» y entroniza los derechos humanos, eleve a la categoría de héroe a un
guerrillero que exaltó la violencia como método, y asesinó sin tener sensibilidad alguna para apreciar el
valor excelso de cada vida humana?
Notas
[1] Ernesto Guevara. «Notas para el estudio de la ideología de la revolución cubana». En Ernesto “Che” Guevara. Obras
Completas. Bs. As., MACLA, 1997, p. 173.
[2] Ibidem, p. 174.
[3] Cfr. ibidem, p. 174.
[4] Cfr. ibidem, p. 175.
[5] «El socialismo y el hombre en Cuba». En Ernesto “Che” Guevara. Obras Completas, p. 205. Lo destacado es nuestro.
[6] Ibidem, p. 218.
[7] Cfr. ibidem, p. 217.
[8] Cfr. Norman Cohn. En pos del Milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media. Madrid, Alianza
Editorial, 1997, 5ª reimpresión.
[9] Ernesto Guevara. «Cuba: ¿caso excepcional o vanguardia en la lucha contra el colonialismo?». En Ernesto “Che” Guevara.
Obras Completas, op. cit., p. 230. Lo destacado nos corresponde.
[10] Ibidem, p. 234. Lo destacado es nuestro.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 81


[11] «Guerra de guerrillas: un método» (septiembre de 1963). En Ernesto “Che” Guevara. Obras Completas, p. 381. Lo destacado
nos corresponde.
[12] «El socialismo y el hombre en Cuba». En Ernesto “Che” Guevara. Obras Completas p. 220.
[13] Oscar del Barco. No Matar. Sobre la responsabilidad. Córdoba, Ediciones La Intemperie, 2008, 1ª reimpresión, p. 33.

Documento 24: L. Buján. La primera guerra argentina del siglo XX. Bs. As., Fundación Nuestra
Historia, 2001. (Derechos reservados.) (fragmento)
Hispanoamérica comienza a experimentar a partir de los años sesenta un fenómeno totalmente novedoso:
la participación de muchos jóvenes sacerdotes en actividades y movimientos políticos o en
manifestaciones de protesta social. Llegados de la mano de los nuevos vientos reformistas inaugurados
por el Concilio Vaticano II (1962-1965), muchas de sus ideas y prácticas se difundirán rápidamente por el
continente; con ellas, lo harán también otras ideas de carácter francamente subversivo. Numerosos
sacerdotes, a veces ingenuamente, otras no tanto, confundirían su verdadera misión y la misión de la
Iglesia en la tierra, y lo que es más grave, llevarán su confusión a los fieles.
En esos años surgirá el concepto Teología de la Liberación 3; el término es introducido por el peruano
Gustavo Gutiérrez, y recuerda su obra: "¿Teología del desarrollo o Teología de la Liberación?", pero
reconoce sus antecedentes en el "Nuevo Catecismo" de la Iglesia holandesa; por este medio se permitirá
la infiltración en el seno del catolicismo de una nueva terminología que facilitará posteriormente una
interpretación del Evangelio a la luz de los principios del marxismo y de la subversión. Al continente
americano estos principios llegan a partir de que muchos sacerdotes viajan a Europa con fines de estudio
o pastorales; serán algunos de estos, quienes al regresar adscriban y difundan posiciones claramente
marxistas. Otro elemento de difusión, lo constituyen los sacerdotes europeos que vienen en carácter de
"misioneros" a América, españoles, holandeses, franceses, belgas, etc., que a veces en carácter de "curas
obreros", o puestos al frente de parroquias, inician su acción proselitista.
En sus países organizan cursillos, retiros, seminarios y jornadas de espiritualidad vinculadas al CELAM.
Esta influencia se haría sentir en la preparación de la Segunda Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, y gozaría de un respaldo inesperado al producirse el manifiesto de los Obispos del
Tercer Mundo, firmado entre otros por Monseñor Helder Cámara.
El 15 de agosto de 1967 se conoce el manifiesto de 18 obispos del Tercer Mundo, encabezado por
Monseñor Helder Cámara, Arzobispo de Recife y Olinda, diócesis del nordeste de Brasil. En este texto,
lleno de citas evangélicas e interpretando muy particularmente los Documentos de la Iglesia, se convocaba
a los cristianos a pasar a la acción revolucionaria. Ya en 1965, el sacerdote colombiano Camilo Torres,
daría el primer pecado de escándalo en el clero, cuando se una a la guerrilla del Frente de Liberación
Nacional y muera en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad al año siguiente. Su nombre y
ejemplo serían tomados como bandera por otros católicos influenciados por las ideas progresistas. Otro
caso similar lo produce Nestor Paz Zamora, quien se une a la guerrilla boliviana de Inti Peredo; este ex-
sacerdote redefine la conversión, que deja de ser un acto piadoso, inspirado por el Espíritu Santo, para
pasar a ser un acto de violencia "justiciera": " La conversión significa violencia interior primero y violencia
sobre el explotador después” 4.
Sería a partir de la Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Medellín, Colombia, a
continuación del Congreso Eucarístico Internacional de Bogotá, reunida entre el 28 de agosto y el 9 de
setiembre de 1968, cuando el progresismo produzca avances importantes. La Conferencia, debía adecuar
los resultados del Concilio Vaticano II en el continente; su resultado quedaría plasmado en las
denominadas "Actas de Medellín", que entre otras cuestiones sostenía el diálogo entre católicos y
marxistas y la necesidad de que el católico pase a la acción política. En su enfoque general, las actas
reflejan la influencia marxista en el más alto organismo de la Iglesia en Hispanoamérica, claro por la
terminología utilizada en todo el documento. En Medellín se: " releen las orientaciones del Concilio
Vaticano II desde la denuncia y el rechazo de la situación de opresión y pobreza vigente en América Latina
y se urge a los cristianos a la acción" 5.
Uno de los personajes más notorios de la Teología de la Liberación, decía que en Medellín, la Iglesia: " No
deja de ver que América Latina se encuentra en muchas partes en una situación que puede llamarse de
violencia institucionalizada. No debe, pues escandalizarnos que nazca en América Latina la tentación de
la violencia.No hay que abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante años una condición que
difícilmente aceptarán quienes tienen una mayor conciencia de los derechos humanos" 6.

3
Para un análisis más profundo de este hecho social ver nuestra tesis para la licenciatura en Historia : ¿ Nueva Teología, Teología
Hispanoamericana o instrumento político?. La Teología de la Liberación Hispanoamericana, Universidad Católica de Salta . Sede Buenos Aires.
Capital Federal, abril de 2004 (inédita).
4
Carta de Néstor Paz Zamora a su hermano. En: Los Cristianos y la Revolución. Un debate abierto en América Latina, Santiago de Chile,
Empresa Editora Nacional Quimantú, 1972. P. 290.
5
Bresci, D. Op.cit. P. 20.
6
Dussell, Enrique. Caminos de Liberación Latinoamericana.1, Bs. As., Latinoamericana Libros, 1973. 2da. edic. P. 110.

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Temáticas como las de la religiosidad popular, pastoral popular, perspectiva histórica de los pobres, el
"Hombre Nuevo", entre otras, serían comenzadas a difundir a través de obispos, sacerdotes y laicos. La
superación de la antinomia entre socialismo y cristianismo sería el llamado para que muchos católicos se
lanzaran a la colaboración y el trabajo en común con los agentes de la subversión. Las ideas del
humanismo integral de Jacques Maritain, el evolucionismo de Theilard de Chardain, la Teología de la
Liberación, doctrinas varias veces advertidas y condenadas por el Vaticano, serían las ideas más
difundidas en esos años.
"La finalidad no es otra que la de adaptar la Iglesia al mundo, lisa y llanamente, en vez de intentar convertir
y salvar al mundo dentro de la Iglesia... El progresismo neomodernista subvierte así todos los conceptos
fundamentales de la fe cristiana mediante la interpretación unilateral del espíritu y de los documentos de
Vaticano II" 7.
Camilo Torres había manifestado que "el deber de todo Cristiano es ser revolucionario"; más tarde, a
esta frase se le agrega la del Ché, que decía que: "el deber de todo revolucionario es hacer la
revolución". Unidas las frases, se convertirá en uno de los lemas de todos estos grupos; se trataba de
esta manera de justificar su accionar revolucionario y subversivo, sin entrar en contradicciones con el
pensamiento católico. Para todos estos grupos, se trataba de un nuevo Cristianismo: " este nuevo tipo de
cristianismo no niega los valores del evangelio, pero a partir de una opción revolucionaria y un
conocimiento científico de la realidad, descubre que tales valores no existen de antemano y que sólo se
viven en la medida que se lucha por superar las contradicciones sociales. Se parte de la realidad, tal
cual es, para poder llegar a los valores y no de los valores para llegar a la realidad". 8
Así, por la vía del Evangelio mal interpretado y llevado de la mano por sacerdotes y laicos que
confundieron su misión en la tierra, muchos jóvenes hispanoamericanos (laicos y sacerdotes), intentando
llevar a cabo las ideas de un Evangelio ideológico, se unieron o colaboraron de diferentes maneras con las
organizaciones subversivas, creyendo que con ello contribuían a adelantar la construcción del Reino de
Dios en la tierra.
En Argentina y en Uruguay “la difusión de ideas católicas radicales contribuyó a crear un clima intelectual
y moral propicio al recurso de las armas. Las tesis católicas radicales raramente propiciaban la iniciación
de la guerra de guerrillas urbana, pero hacían algo para legitimarla, al distinguir entre ´la violencia justa de
los oprimidos, que se ven obligados a usarla para lograr su liberación´ y ´la violencia injusta de los
opresores´. La Teología de la Liberación facilitó el salto moral del pacifismo a la lucha armada para los
numerosos católicos que se unieron a los montoneros y tupamaros; ella instaba a participar en las luchas
de liberación sociales y nacionales y recomendaba el autosacrificio a los que dedicaban su vida a las
causas populares".9

Documento 25: Dictaduras militares en los 60 y 70


Fuente: http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/3328.htm
En las décadas de los 60 y los 70, los golpes militares se hicieron algo corriente. Pero ya no era un
general, o un coronel, el que con apoyo de sus compañeros se lanzaba a la conquista del poder, sino la
corporación militar en pleno la que intervenía en la vida política. Esta situación se vio facilitada por el
surgimiento de una conciencia corporativa entre la oficialidad, la creciente burocratización de los ejércitos y
una mayor participación en la vida económica. Pero el intervencionismo militar no era un fenómeno
autónomo, sino que era fomentado desde la sociedad civil, dada la incapacidad de los partidos y del propio
sistema para resolver determinadas cuestiones políticas. Si bien algunos golpes fueron impulsados desde
Washington, lo más normal era que los golpistas buscaran el visto bueno de la embajada norteamericana
antes de quebrar el orden institucional, algo más frecuente que la participación abierta del Departamento
de Estado. Por este camino se esperaba obtener una mayor legitimidad y el rápido reconocimiento
internacional.
Los regímenes militares surgidos a partir de la segunda mitad de la década del 60 fueron conocidos como
burocráticos-autoritarios. El Estado, controlado por los militares, buscaba completar la industrialización del
país y la administración se dejaba en manos de tecnócratas. La alianza entre los militares y el poder
económico, junto con las corporaciones transnacionales, fue decisiva y los militares pasaron a ocupar
puestos clave en las empresas vinculadas con la defensa y la seguridad nacional. Los gestores militares
consideraban fincas particulares a esas empresas, que fueron un foco de conflicto permanente cuando a
fines de los 80 y principios de los 90 el poder civil intentó privatizarlas. Al mismo tiempo, el control de esas

7
Sacheri, Carlos, La Iglesia Clandestina, Bs. As., Cruzamante, 1977. P. 8.
8
Idem.
9
Guillespie, R. La guerrilla....Op. cit.P. 193

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empresas llevó a los militares a desarrollar un discurso nacionalista, proteccionista y estatista, en el que
convergían con algunos movimientos populistas.
Las elecciones peruanas de 1962 fueron ganadas por el candidato aprista Haya de la Torre, aunque por un
margen escaso de votos. El ejército, descontento con el triunfo de su acérrimo enemigo dio un golpe
destinado a impedir el acceso del APRA al poder. El golpe fue inicialmente deplorado por Washington, que
retiró a su embajador en Lima, pero finalmente se plegó a la política de hechos consumados del ejército
peruano. Esta situación se ha repetido en numerosas ocasiones y el intento de imponer situaciones de
hecho a los gobernantes norteamericanos es una constante en la historia de los golpes militares en
América Latina.
En el golpe militar que derrocó al presidente brasileño Joáo Goulart en 1964, la participación
norteamericana fue más activa que en el caso anterior, pero los militares brasileños inauguraron un nuevo
tipo de intervención. El Estado Mayor brasileño había diseñado con anterioridad al golpe un plan coherente
para la gestión gubernamental y el desarrollo económico. La lucha preventiva contra las guerras
revolucionarias, guerras internas de gran peligrosidad según los propios militares, se convirtió a partir de
este momento en uno de los principales móviles de las intervenciones militares. El ejército brasileño fue
uno de los primeros en desarrollar el concepto de guerra revolucionaria, vinculado con el peligro de
expansión marxista leninista en todo el mundo y especialmente en el hemisferio occidental. De este modo
se abrían las puertas a la intervención sistemática de las Fuerzas Armadas en la represión de los
movimientos insurgentes y de los partidos de izquierda en general.
En algunos casos, como los golpes impulsados por Juan Velasco Alvarado en Perú, en 1968, y Juan José
Torres en Bolivia, en 1970, los objetivos castrenses se vincularon a planteamientos reformistas y
nacionalistas, aunque también intentaban evitar el estallido social. El gobierno de Omar Torrijos en
Panamá podría asimilarse a los anteriores. La nacionalización del petróleo peruano o el tratamiento del
tema del canal de Panamá son ejemplos de la orientación nacionalista y antiimperialista de estos
gobiernos. Se trató de excepciones en América Latina, que provocaron disensiones en las filas de sus
ejércitos. Golpes posteriores corregirían el rumbo impuesto a gobiernos militares tan atípicos.
La "guerra sucia" (C) ARTEHISTORIA
La Doctrina de la Seguridad Nacional es una teoría militar cuya aplicación supone la intervención
constante y sistemática de las Fuerzas Armadas en la vida política. Al asumirse como los últimos garantes
del orden constitucional, los militares se convierten en los árbitros de la situación y son los que deciden,
unilateralmente, el momento más adecuado y las formas de su actuación. Por ello, en la lucha contra la
guerrilla, y ante el grave peligro que la subversión supone para la Patria, cualquier método es válido,
aunque se recurra a actuaciones ilegales. La norma será entonces la actuación de grupos paramilitares o
parapoliciales, el secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas, en definitiva, el
terrorismo de Estado y la violación sistemática de los derechos humanos.
Desde mediados de la década de los 60, en los países del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y
Uruguay), los militares comenzaron a elaborar doctrinas que justificaran sus continuas intervenciones en la
política interna y la creciente participación en la represión de los movimientos populares (movimiento
sindical y estudiantil, partidos de izquierda, ese.). Los argumentos que justificaban la guerra interna no
conformaban un cuerpo de doctrina orgánicamente estructurado, sino un vago conjunto de ideas, que
admitía las más diversas interpretaciones. Esto se conoció como Doctrina de la Seguridad Nacional, más
fácil de identificar por sus efectos represivos que por sus definiciones teóricas. En ella se privilegia el
concepto de guerra interna, que difiere del de guerra civil. La idea de guerra sucia, similar a la anterior, fue
impuesta por los militares argentinos que gobernaron entre 1976 y 1982.
Junto a ellos, hubo otros regímenes dictatoriales caracterizados por su dureza represiva, como el de
Pinochet o el de los militares brasileños y uruguayos.
El concepto de guerra interna ha sido muy ideologizado. De acuerdo con la definición del Estado Mayor
brasileño, se trataría de un enfrentamiento que habría que librar contra un enemigo subversivo de
inspiración marxista-leninista. La existencia de organizaciones subversivas fascistas o de extrema derecha
no es tenida en cuenta en estas concepciones. La identificación del enemigo se convierte en algo
subjetivo, y cualquier movimiento con algún componente reivindicativo puede ser identificado como
comunista o subversivo.
Un caso muy especial es el de América Central, por la intensidad de los conflictos armados y la
intervención directa de los Estados Unidos. El valor estratégico de América Central no es el mismo para el

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Pentágono que el de los países de América del Sur. La presencia del gobierno sandinista en Nicaragua
impulsó la lucha guerrillera en El Salvador, y también, aunque con menor intensidad, en Guatemala y en
Honduras. Si bien aquí se aplicó la Doctrina de la Seguridad Nacional, la teoría que prevaleció fue la de
conflicto de baja intensidad, que tendía a reconocer que el peligro era mayor que el de un simple brote
guerrillero.
Documento 26: Mapas - Gallego, M, y otros, Historia Latinoamericana en el contexto
mundial, siglo XX, Bs.As., Maipue, 2005

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DOCUMENTO 27. LA ONU Y LA GLOBALIZACIÓN - Michel Schooyans. Sacerdote, profesor emérito de la
Universidad de Lovaina, miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Este documento fue publicado como
suplemento del Boletín Semanal AICA Nº 2384 del 28 de agosto de 2002

Los términos “mundialización” y “globalización” son hoy parte del vocabulario corriente. Ambos conceptos
se utilizan indistintamente para indicar que, en escala mundial, los intercambios se multiplican
rápidamente, lo que se hace evidente en los sectores científicos, técnicos y culturales. La multiplicación de
intercambios se tornó posible gracias a sistemas de comunicación más rápidos y eficaces.
En este primer sentido corriente, los términos mundialización y globalización evocan la interdependencia
de las sociedades humanas. Una crisis económica en los Estados Unidos, decisiones de la OPEP sobre el
precio del petróleo, las tensiones entre palestinos e israelíes –para citar apenas algunos ejemplos– tienen
repercusiones de carácter mundial. Nos vemos comprometidos, interpelados e incluso afectados por
catástrofes que pasan lejos de nosotros, sentimos nuestra responsabilidad frente al hambre y la
enfermedad en todo el mundo.
Las propias religiones dialogan intensamente. Inclusive dentro de la Iglesia católica, las comunicaciones se
intensifican. Adquirimos así una aguda conciencia de que pertenecemos a la comunidad humana.
En este primer sentido, habitual, hablamos de “integración”. En lenguaje común se dice que “las distancias
no cuentan más”, que “los viajes aproximan a los hombres”, que “el mundo se convirtió en una aldea”.
El mundo tiende a una mayor unidad. En principio deberíamos alegrarnos. Es natural que la nueva
situación lleve a que se consideren nuevas estructuras políticas y económicas que procuren brindar
respuesta a nuevas necesidades. Sin embargo, ello no puede realizarse a cualquier precio y de cualquier
manera(1).

Unificación política, integración económica


Desde hace algunos años, el sentido de las palabras mundialización y globalización se hizo un poco más
preciso. Por mundialización, se entiende ahora la tendencia que lleva a la organización de un único
gobierno mundial. El acento se coloca sobre la dimensión política de la unificación del mundo. En su forma
actual, tal tendencia fue desarrollada por diversas corrientes estudiadas por los internacionalistas. (2)
En esta línea de pensamiento basta citar dos ejemplos. El primer modelo remonta al final de los años 60 y
es de autoría de Zbigniev Brzezinski. Según esta visión, Estados Unidos debe reformular su tradicional
mesianismo y asumir la conducción mundial(3). Debe organizar las sociedades políticas particulares
tomando en cuenta una tipología que las clasifica en tres categorías según su grado de desarrollo. La
mundialización se define aquí a partir de un proyecto hegemónico con una disyuntiva esencial: imponer la
Pax americana o sumergirse en el caos.
Al final de los años ochenta surge otro proyecto mundialista, del cual Willy Brandt es uno de los principales
artesanos. El Norte (desarrollado) y el Sur (en desarrollo) necesitan uno del otro; sus intereses son
recíprocos. Resulta urgente tomar nuevas medidas internacionales para superar el abismo que los separa.
Dichas iniciativas deben ser tomadas en el plano político; deben incidir prioritariamente sobre el sistema
monetario, el desarme, el hambre. Según el “programa de supervivencia” del informe Brandt, es preciso
crear “un mecanismo de vigilancia de alto nivel” que tendría por principal misión tornar a la ONU más
eficaz, así como consolidar el consenso que la caracteriza. (4)
El concepto de mundialización que aparece aquí no se vincula de manera alguna a un proyecto
hegemónico. Se sitúa en la tradi­ción de la “internacional socialista”. Sin duda, no se llega a recomendar la
supresión de los Estados, pero la soberanía de estos debería limitarse y colocarse bajo el control de un
poder mundial, si queremos garantizar la supervivencia de la humanidad.
Al mismo tiempo en que el término “mundialización” adquiere una con­notación esencialmente política, la
palabra globa-lización adquiere una connotación funda-mentalmente económica. La multipli-cación de los
intercambios y la mejora de las co-municaciones internacio-nales estimulan a hablar de una integración de
los agentes económicos a nivel mundial. Las diversas actividades económicas serían divididas entre los
diferentes Estados o regiones. El trabajo sería dividido: a unos les corresponderían, por ejemplo, las tareas
de extracción, a otros, aquellas de transformación. Finalmente, en la cúspide del sistema de toma de
decisiones, se encontrarían aquellos abocados a las tareas de producción tecnológica y de coordinación
mundial.

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Dicha visión de la globalización es francamente liberal. Sin embargo, con una cierta reserva: aunque sean
preconizadas de manera amplia la libre circulación de bienes y capitales, lo mismo no se da con respecto a
la libre circulación de personas.(5)
Globalización y holismo
En los documentos recientes de la ONU, el tema de la globalización surge con más frecuencia que el de la
mundialización, no obstante ambos conceptos no son contradictorios ni compiten entre sí.
La ONU incorpora las concepciones corrientes que acabamos de mencionar. Sin embargo, aprovecha la
percepción favorable a la actual concepción de la globalización para someter esa palabra a una alteración
semántica. La globalización es reinterpretada a la luz de una nueva visión del mundo y del lugar del
hombre en el mundo.
Esta nueva visión se denomina “holismo”. Esta palabra, de origen griego, significa que el mundo constituye
un todo, dotado de más realidad y más valor que las partes que lo componen. En ese todo, el surgimiento
del hombre no es más que un avatar en la evolución de la materia. El destino inexorable del hombre es la
muerte, desaparecer en la Madre-Tierra, de donde nació.
El gran todo, llamémoslo así para simplificar, la Madre-Tierra, o Gaia, trasciende por lo tanto al hombre.
Este debe doblarse a los imperativos de la ecología, a las conveniencias de la Naturaleza. La persona no
solamente debe aceptar no destacarse más en el medio ambiente; sino que debe también aceptar no ser
más el centro del mundo. Según dicha lectura, la ley “natural” no es más aquella escrita en su inteligencia y
en su corazón; es la ley implacable y violenta que la Naturaleza impone al hombre.
La vulgata ecológica presenta al hombre como un predador, y como toda población de predadores, la
población humana debe, de acuerdo con esta concepción, ser contenida dentro de los límites de un
desarrollo sustentable. La persona, por lo tanto, no sólo debe aceptar sacrificarse hoy a los imperativos de
Madre-Gaia, sino que también debe aceptar sacrificarse a los imperativos de los tiempos venideros.
La “Carta de la Tierra”
La ONU ha elaborado un documento muy importante sistematizando esa interpretación holística de la
globalización. Se trata de la “Carta de la Tierra”. Dicho documento sería invocado no sólo para superar a la
“Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948”, sino también, según algunos, para reemplazar
al propio Decálogo.Veamos, a título de ejemplo, algunos extractos de dicha Carta:
Nos encontramos en un momento crítico de la historia de la Tierra, el momento de escoger su destino...
Debemos unirnos para fundar una sociedad global durable, fundada en el respeto a la naturaleza, los
derechos humanos universales, la justicia económica y la cultura de la paz...
La humanidad es parte de un vasto universo evolutivo... El medio ambiente global, con sus recursos finitos,
es una preocupación común a todos los pueblos. La protección de la vitalidad, de la diversidad y de la
belleza de la Tierra es un deber sagrado...
Un aumento sin precedentes de la población humana sobrecargó los sistemas económicos y sociales... En
consecuencia, nuestra opción es formar una sociedad global para cuidar de la Tierra y cuidarnos los unos
a los otros o exponernos al riesgo de destruirnos a nosotros mismos y destruir la diversidad de vida...
Precisamos con urgencia de una visión compartida respecto de los valores básicos que ofrezcan un
fundamento ético a la comunidad mundial emergente...
Las religiones y el globalismo
Para consolidar dicha visión holística del globalismo, deben ser aplanados algunos obstáculos y
elaborados ciertos instrumentos.
Las religiones en general, y en primer lugar la religión católica, figuran entre los obstáculos que se deben
neutralizar. Fue con ese objetivo que se organizó, dentro del marco de las celebraciones del milenio en
septiembre de 2000, la Cumbre de líderes espirituales y religiosos. Se busca lanzar la “Iniciativa unida de
las religiones” que tiene entre sus objetivos velar por la salud de la Tierra y de todos los seres vivos.
Fuertemente influenciado por la New Age, dicho proyecto apunta a la creación de una nueva religión
mundial única, lo que implicaría inmediatamente la prohibición a todas las otras religiones de hacer
proselitismo. Según la ONU, la globalización no debe envolver apenas las esferas de la política, de la
economía, del derecho; debe envolver el alma global. Ejemplo de ello es la Etica Mundial elaborada por el
teólogo Hans Küng. Representando a la Santa Sede, el Cardenal Francis Arinze no aceptó firmar el
documento final, que colocaba a todas las religiones en un mismo pie de igualdad. (6)

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El pacto económico mundial
Entre los numerosos instrumentos elaborados por la ONU respecto de la globalización, merece ser
mencionado aquí el “Pacto mundial”. En su discurso de apertura al Forum del Milenio, el Sr. Kofi Annan
retomó la invitación que dirigiera en 1999 al Forum económico de Davos. Proponía “la adhesión a ciertos
valores esenciales en los ámbitos de las normas de trabajo, de los derechos humanos y del medio
ambiente”.
El Secretario General garantizaba que de esa manera se reducirían los efectos negativos de la
globalización. Más precisamente, según Annan, para superar el abismo entre el Norte y el Sur, la ONU
debería hacer un amplio llamado al sector privado. Se procuraba obtener la adhesión a ese pacto de un
gran número de actores económicos y sociales: compañías, hombres de negocios, sindicatos, y
organizaciones de la sociedad civil.
Dicho “Global Pact”, o “Pacto mundial”, sería una necesidad para regular los mercados mundiales, para
ampliar el acceso a las tecnologías vitales, para distribuir la información y el saber, para divulgar los
cuidados básicos en materia de salud, etc. El pacto ya recibió numerosos apoyos, entre otros, de la Shell,
de Ted Turner, propietario de la CNN, de Bill Gates e incluso de numerosos sindicatos internacionales.
El “Pacto mundial” suscita, es obvio, grandes interrogantes. ¿Será que podremos contar con las grandes
compañías mundiales para resolver los problemas que ellas hubieran podido contribuir a resolver hace
mucho tiempo si lo hubiesen deseado? ¿La multiplicación de los intercambios económicos internacionales
justifica la instauración progresiva de una autoridad centralizada, llamada a regir la actividad económica
mundial? ¿De qué libertad gozarán las organizaciones sindicales si las legislaciones laborales,
incorporadas al derecho internacional, deben someterse a los “imperativos” económicos “globales”? ¿Qué
poder de intervención tendrán los gobiernos de los Estados soberanos para actuar en nombre de la
justicia, en las cuestiones económicas, monetarias y sociales? Aún más grave: a la luz de la precariedad
financiera de la ONU, ¿no se corre el riesgo de que dicha organización sea víctima de una tentativa de
compra por parte de un consorcio de grandes compañías mundiales?
Un proyecto político servido por el derecho
Sin embargo, es en el plano político y jurídico que el proyecto onusiano de la globalización se hace más
inquietante. En la medida en que la ONU, influenciada por la New Age, desarrolla una visión materialista,
estrictamente evolucionista del hombre, desactiva la concepción realista que está subyacente en la
“Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948”.
Según esta visión materialista, el hombre, pura materia, es definitivamente incapaz de descubrir la verdad
sobre sí mismo o sobre el sentido de su vida. De esta forma es reducido al agnosticismo de principio, al
escepticismo y al relativismo moral. Los ¿por qué? no tienen sentido alguno; sólo importan los ¿cómo?
La “Declaración” de 1948 presentaba la prodigiosa originalidad de fundar las nuevas relaciones
internacionales en la extensión universal de los derechos humanos. Tal debería ser el fundamento de la
paz y del desarrollo. Tal debería ser la base legitimando la existencia y justificando la misión de la ONU. El
orden mundial debería ser edificado sobre verdades fundadoras, reconocidas por todos, protegidas y
promovidas a través de la legislación de todos los Estados
La ONU hoy desactivó esas referencias fundadoras. Hoy los derechos humanos no están más fundados en
una verdad que se impone a todos y es por todos libremente reconocida: la igual dignidad de todos los
hombres. De aquí en adelante los derechos humanos son el resultado de procedimientos consensuales.
Se argumenta que no somos capaces de alcanzar la verdad respecto de la persona, y que inclusive dicha
verdad no es accesible o no existe. Debemos entonces entrar en acuerdo, y decidir, por un acto de pura
voluntad, cuál es la conducta justa, ya que las necesidades de acción nos apremian. Pero no decidiremos
refiriéndonos a valores que se nos imponen por la simple fuerza de su verdad. Vamos a comprometernos
en un procedimiento de discusión y, después de escuchar la opinión de cada uno, adoptaremos una
decisión. Esta decisión será considerada justa porque es el resultado efectivo del procedimiento
consensual. Se reconoce aquí la influencia de John Rawls.
Los “nuevos derechos humanos”, según la ONU actual, surgirán a partir de procedimientos consensuales
que pueden ser reactivados indefinidamente. No son más la expresión de una verdad inherente a la
persona; son la expresión de la voluntad de aquellos que deciden. De aquí en adelante, mediante tal
procedimiento, cualquier cosa podrá ser presentada como “nuevo derecho” de la persona: derecho a
uniones sexuales diversas, al repudio, a hogares monoparentales, a la eutanasia, mientras se aguarda el
infanticidio, ya practicado, la eliminación de deficientes físicos, los programas eugenésicos, etc.

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Es por dicha razón que en las asambleas internacionales organizadas por la ONU, los funcionarios de esta
organización se empeñan en llegar al consenso. De hecho, una vez adquirido, el consenso es invocado
para hacer que se adopten convenciones internacionales que adquieren fuerza de ley en los Estados que
las ratifican.
Un sistema de derecho internacional positivo
Ese es el núcleo del problema colocado por la globalización según la ONU. A través de sus convenciones
o de sus tratados normativos, la ONU está dispuesta a articular un sistema de derecho supra-estatal,
puramente positivo, que lleva una fuerte influencia de Kelsen (7). El objeto del derecho no es más la justicia
sino la ley. Una tendencia fundamental se observa cada vez más: las normas de los derechos estatales no
son válidas si no son validadas por el derecho supra-estatal.
Como Kelsen anticipara en su célebre Teoría pura, el poder de la ONU se concentra de manera piramidal.
Individuos o Estados deben obedecer la norma fundamental surgida de la voluntad de aquellos que definen
el derecho internacional. Dicho derecho internacional puramente positivo, libre de toda referencia a la
declaración de 1948, es el instrumento utilizado por la ONU para imponer al mundo la visión de la
globalización que debería permitirle colocarse como superestado.
Un tribunal penal internacional
Al controlar el derecho –colocándose, de manera definitiva, como la única fuente del derecho y pudiendo
en todo momento verificar si ese derecho es respetado por las instancias ejecutivas– la ONU entroniza un
sistema de pensamiento único. Se constituye entonces un tribunal tallado para su sed de poder. De esta
manera, crímenes contra los “nuevos derechos” del hombre podrían ser juzgados por la Corte Penal
Internacional, fundada en Roma en 1998.
Por ejemplo, en el caso en que el aborto no fuera legalizado en un determinado Estado, este último podría
ser excluido de la “sociedad global”; en el caso en que un grupo religioso se opusiese a la
homosexualidad, o a la eutanasia, dicho grupo podría ser condenado por la Corte Penal Internacional por
atentar contra los “nuevos derechos humanos”.
La “gobernancia” global
Estamos, por lo tanto, frente a un proyecto gigantesco, que ambiciona realizar la utopía de Kelsen, con el
objeto de “legitimar” y montar un gobierno mundial único, en el cual las agencias de la ONU podrían
transformarse en ministerios. Es urgente –nos aseguran– crear un nuevo orden mundial, político y legal, y
es preciso apurarse para encontrar los fondos para ejecutar el proyecto.
Dicha gobernancia mundial ya fue desarrollada en el informe del PNUD de 1994. El texto, escrito a pedido
del PNUD por Jean Tinbergen, premio Nobel de economía (1969), evidencia ser un documento
encomendado por y para la ONU. Citamos a continuación algunos extractos. (8)
Los problemas de la humanidad ya no pueden ser más resueltos por los gobiernos nacionales. De lo que
necesitamos es de un gobierno mundial. La mejor manera de conseguirlo es reforzar el sistema de las
Naciones Unidas. En ciertos casos eso significaría la necesidad de cambiar el papel de las agencias de las
Naciones Unidas, que de consultivas pasarían a ser ejecutivas. Así, por ejemplo, la FAO se transformaría
en el Ministerio Mundial de la Agricultura; UNIDO se tornaría en el Ministerio Mundial de la Industria, e ILO
en el Ministerio Mundial de Asuntos Sociales.
En otros casos, serían necesarias instituciones completamente nuevas. Estas podrían incluir, por ejemplo
una Policía Mundial permanente que podría citar a las naciones a comparecer delante de la Corte
Internacional de Justicia, o delante de otras Cortes especialmente creadas. Si dichas naciones no respetan
las decisiones de la Corte, sería posible aplicar sanciones, tanto militares como no militares.
Sin duda, cuando cumplen bien su papel, los Estados protegen a sus ciudadanos, se esfuerzan en hacer
respetar los derechos del hombre y utilizan para ese fin los recursos apropiados. Actualmente, en los
ambientes de la ONU, la destrucción de las naciones aparece como in-dispensable para alcanzar el
objetivo de extinguir definitivamente la concepción antropocéntrica de los derechos humanos. Eliminando
ese cuerpo intermediario que es el Estado nacional, además de debilitar la sociedad civil, se eliminaría la
subsidiaridad pues sería constituido un Estado centralizado. El camino estaría abierto para la llegada de
los tecnócratas globalizantes y otros aspirantes a la “gobernancia” mundial.
Reafirmar el principio de subsidiaridad
En efecto, el derecho internacional positivo es el instrumento utilizado por la ONU para organizar la
sociedad mundial global. Bajo el disfraz de la globalización, la ONU organiza en su beneficio la

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“gobernancia” mundial. Bajo el disfraz de “responsabilidad compartida”, ella invita a los Estados a limitar su
justa soberanía.
La ONU globaliza presentándose cada vez más como un superestado mundial. Tiende a gobernar todas
las dimensiones de la vida, del pensamiento y de las actividades humanas, ejerciendo un control cada vez
más centralizado de la información, del conocimiento y de las técnicas; de la alimentación, de la salud y de
las poblaciones; de los recursos del suelo y del subsuelo; del comercio mundial y de las organizaciones
sindicales; en fin y sobre todo de la política y del derecho. Exaltando el culto neopagano a la Madre -Tierra,
priva al hombre del lugar central que le reconocen las grandes tradiciones filosóficas, jurídicas, políticas y
religiosas.
Delante de esta globalización construida sobre cimientos de arena, es preciso reafirmar la necesidad y la
urgencia de fundar la sociedad internacional en el reconocimiento de la igual dignidad de todas las
personas. El sistema jurídico que predomina en la ONU torna dicho reconocimiento estrictamente
imposible, pues hace que el derecho y los derechos del hombre surjan de determinaciones voluntarias.
Es preciso, por lo tanto, reafirmar la primacía del principio de subsidiaridad tal como debe ser
correctamente comprendido. Esto significa que las organizaciones internacionales no pueden expoliar a los
Estados, ni a los cuerpos intermedios ni en particular a la familia, de sus competencias naturales y de sus
derechos, sino que, al contrario, deben ayudar a ejercerlos.
La Iglesia no puede dejar de oponerse a dicha globalización, que implica una concentración de poder que
exhala totalitarismo. Delante de una “globalización” imposible, que la ONU se esmera en imponer alegando
un “consenso” siempre precario, la Iglesia debe aparecer, semejante a Cristo, como señal de división. (9)
No puede endosar ni una “unidad” ni una “universalidad” que estuvieran encima de las voluntades
subjetivas de los individuos o impuestas por alguna instancia pública o privada. Frente al surgimiento de un
nuevo Leviatán, no podemos permanecer callados ni inactivos ni indiferentes.
Notas:
(1) Para una discusión más amplia de los temas abordados en esta comunicación, referirse a nuestro libro La face cachée de
l'ONU, Paris, Editions Le Sarment/Fayard, 2000.
(2) Ver a ese propósito, HARDT Michael y NEGRI Antonio, Empire, Cambridge, Massachussets, Harvard University Press, 2000.
(3) BRZEZINSKI Zbigniev, Between two ages. America's Role in the Technetronic Era, Harmondswot, Penguin Book Ltd., 1970.
(4) Cfr. North-South: A Programme for Survival, Londres, Pan Books World Affairs, 1980, especialmente el capítulo 16, págs. 257-
266.
(5) Entre los primeros teóricos modernos de esa concepción, podemos mencionar Francisco de Vitoria (con su interpretación de la
destinación universal de los bienes) y Hugo Grotius (con su doctrina de la libertad de navegación).
(6) Fue en esa ocasión que la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó su declaración Dominus Iesus.
(7) Cfr. KELSEN Hans, Théorie pure du droit, traducción para el francés de Charles Eisennman, Paris, LGDJ, 1999.
(8) Dicho texto se encuentra en Human Development Report 1994, publicado por el PNUD, New York Oxford, 1991, la cita está en
la pág. 88.
(9) Cfr. Lc 2, 33s; 12, 51-53; 21, 12-19; Mt 10, 34-36; 23; 31s; Jn 1, 6; 1 Jn 3, 22-4, 6.

Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 92


Historia – 5° año – Ojeda - Rando Página 93

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