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BMOXXX10.1177/01454455221137328Modificación de conductaHodges et al.

artículo­de­investigación2022

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Artículo

Modificación de comportamiento

2023, vol. 47(4) 936–958


Tratamiento de alimentación © El autor(es) 2022 Directrices

Preocupaciones en los niños


para la reutilización de artículos:
sagepub.com/journals­permissions
DOI: 10.1177/01454455221137328
https://doi.org/10.1177/01454455221137328
Con espectro autista Journals.sagepub.com/home/bmo

Trastorno: una sistemática


Revisión de comportamiento
Intervenciones con
Capacitación para cuidadores

Abby K. Hodges1,2, Kristin L. Hathaway1,2,


Meara XH McMahon1,2, Valerie M. Volkert1,2
y William G. Sharp1,2

Abstracto

En última instancia, una intervención alimentaria exitosa requiere la generalización y adopción del
tratamiento en el hogar. Sin embargo, los modelos de tratamiento difieren en cuanto a cómo y
cuándo se integra a los cuidadores en el proceso de prestación de atención. Algunos tratamientos
implican un modelo primario de capacitación para padres con cuidadores que actúan como
coterapeutas al inicio de la intervención, mientras que otros implican un modelo complementario
en el que un terapeuta realiza la intervención y la capacitación de los cuidadores se produce una
vez que el comportamiento del niño se estabiliza. Esta revisión evalúa sistemáticamente la base
de evidencia sobre la intervención de alimentación conductual para niños con trastorno del espectro
autista (TEA), con un enfoque específico en las intervenciones que involucran capacitación de los
padres. Los resultados proporcionan más evidencia sobre los beneficios potenciales de la
intervención conductual para mejorar las preocupaciones alimentarias en los TEA, al tiempo que
resaltan la creciente atención

Facultad de Medicina de la Universidad de Emory, Atlanta, GA, EE. UU.


1

2
Programa de alimentación multidisciplinario de Children's Healthcare of Atlanta, Atlanta, GA, EE. UU.

Autor correspondiente:
William G. Sharp, Departamento de Pediatría, Facultad de Medicina de la Universidad Emory, 1400 Tullie Circle, Atlanta,
GA 30322­1007, EE. UU.

Correo electrónico: william.sharp@choa.org


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Hodges y cols. 937

documentar y/o evaluar la capacitación de los padres dentro de la literatura sobre tratamientos.
Quedan preguntas importantes sobre los factores que guían el uso de un modelo primario o
complementario de capacitación para padres.

Palabras clave
formación de cuidadores, trastorno alimentario, autismo

Los niños con trastorno del espectro autista (TEA) presentan deficiencias en las interacciones de
comunicación social y conductas restringidas y repetitivas (Asociación Estadounidense de
Psiquiatría, 2013). Además de estas características centrales, los niños con TEA pueden
experimentar una variedad de otras dificultades, incluido el comportamiento de externalización (p.
ej., agresión, autolesión y rabietas; Dominick et al., 2007), alteraciones del sueño (Cortesi et al.,
2010; Hoffman et al., 2006), problemas para ir al baño (Kroeger & Sorensen­Burnworth, 2009) y
dificultades de alimentación (Ledford & Gast, 2006) que pueden requerir intervención. Estas
comorbilidades conductuales complican la vida diaria, tienen consecuencias adversas para la
salud y llevan a las familias a buscar tratamiento para remediar los síntomas y mejorar la calidad
de vida en general. Las revisiones anteriores respaldan tratamientos que involucran un marco
conductual construido sobre los principios del análisis conductual aplicado (ABA) para enseñar
nuevas habilidades, reforzar conductas apropiadas y extinguir conductas inapropiadas o
problemáticas (Betz y Fisher, 2011; Campbell, 2003).

Los tratamientos conductuales se enfocan en problemas de importancia social a través de la


observación en vivo y cambios sistemáticos en el entorno para impulsar el cambio y al mismo
tiempo programar la implementación de la intervención en entornos socialmente importantes (Baer
et al., 1987). Los cuidadores son centrales en este proceso como agentes de cambio; primero, en
identificar el problema de importancia social y posteriormente adoptar y llevar a cabo la intervención
en entornos socialmente importantes (por ejemplo, el hogar y/o la comunidad). Después de todo,
es el cuidador quien será responsable de garantizar que los beneficios del tratamiento perduren
después de la intervención. Como tal, capacitar a los cuidadores para que realicen una intervención
con precisión es fundamental para garantizar una generalización exitosa y el mantenimiento de los
beneficios del tratamiento después de la intervención. Teniendo esto en cuenta, la participación y
la capacitación de los cuidadores durante las intervenciones conductuales, en general, se han
citado como altamente variables y reportadas de manera inconsistente dentro del campo del TEA
(Bearss et al., 2015; Gerow et al., 2018).
El término formación para padres abarca una amplia gama de aplicaciones en términos de
participación y formato (Bearss et al., 2015). Para proporcionar claridad, Bearss et al. (2015)
desarrollaron una taxonomía que clasifica el papel de los padres en los programas de formación
para padres de niños con TEA. Según esta taxonomía, los programas de formación para padres se
clasifican en apoyo a los padres o mediación de los padres.
Los programas de apoyo a los padres proporcionan a los padres información y conocimientos.
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sobre TEA que benefician indirectamente al niño (es decir, coordinación de cuidados,
psicoeducación). Por el contrario, los programas mediados por los padres involucran
activamente a los padres para promover cambios de comportamiento en el niño y, por lo
tanto, brindan un beneficio directo al niño en términos de un mejor funcionamiento diario. Los
programas mediados por los padres se pueden clasificar como primarios o complementarios
dependiendo de quién actúa como principal agente de cambio en el programa.
Específicamente, en los programas primarios, los cuidadores facilitan el tratamiento desde el
inicio del tratamiento, mientras que en los programas complementarios, un terapeuta
inicialmente dirige el tratamiento y posteriormente involucra al cuidador cuando se considera clínicamente ap
Revisiones anteriores sobre el tratamiento de los trastornos alimentarios en niños con
TEA se han centrado en resumir los componentes efectivos del tratamiento conductual (p.
ej., modelado, desvanecimiento, escape de la extinción, refuerzo diferencial) y documentar
los beneficios de la intervención (p. ej., Ledford & Gast, 2006; Ledford et al., 2018; Marshall
et al., 2015; Sharp et al., 2010). En general, estas revisiones tienden a mostrar resultados
positivos asociados con la intervención conductual, particularmente en términos de mejorar
la aceptación de nuevos alimentos. Sin embargo, un consenso general que surge de
revisiones anteriores es la necesidad de realizar más investigaciones sobre la viabilidad, la
validez social y la generalización del tratamiento.
Por ejemplo, Ledford y Gast (2006) enfatizaron que los resultados de los estudios empíricos
están en peligro si los padres, maestros y otros “implementadores indígenas” (es decir,
personas que brindan atención o servicios a los niños y que serán responsable de implementar
la intervención más allá del ámbito clínico). Ledford et al. (2018) informaron que los
investigadores (a diferencia de los implementadores indígenas) a menudo administraban el
tratamiento en una clínica en lugar de hacerlo en el entorno objetivo (por ejemplo, el hogar,
la escuela). Esta línea de investigación, sin embargo, proporciona poca claridad sobre el
alcance y el tipo de formación que reciben los cuidadores durante el proceso de intervención.

El propósito de esta revisión es proporcionar una descripción de los estudios publicados


sobre intervención conductual que: (a) se centraron en una intervención alimentaria, (b) se
dirigieron a niños con TEA y (c) involucraron capacitación para padres. Como mostrará
nuestra revisión, se han publicado pocos estudios que cumplan con estos criterios, por lo que
realizamos un análisis descriptivo detallado de los participantes, el ámbito del tratamiento,
qué se realizó, por quién y con qué resultados. Luego discutimos cuáles son los siguientes
pasos necesarios que los analistas de conducta aplicados deben considerar en futuros
programas que involucren a los padres.

Método

Estrategia de búsqueda y criterios de inclusión


Siguiendo las pautas descritas en los elementos de informe preferidos para
Declaración de revisiones sistemáticas y metanálisis, esta revisión implicó una
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Hodges y cols. 939

Tabla 1. Palabras clave utilizadas en la búsqueda en bases de datos por categoría.

Intervención Trastorno de alimentación Autismo

Feed de intervención Autismo

Tratamiento Selectividad alimentaria síndrome de Asperger

Rechazo de comida Trastorno generalizado del desarrollo


Trastorno evitativo restrictivo de la ingesta de alimentos

Trastorno de alimentación

Búsqueda sistemática en APA PsycInfo, MEDLINE y CINAHL a través del motor de búsqueda
de la base de datos EBSCOhost entre 1968 y octubre de 2021. La búsqueda se centró en el
idioma inglés y estudios revisados por pares. Los parámetros de búsqueda incluyeron palabras
clave relacionadas con la población de pacientes (p. ej., “autismo”), tratamiento (p. ej.,
“intervención”) y preocupación alimentaria (p. ej., “selectividad alimentaria”) insertadas en los
campos de palabras clave utilizando operadores booleanos y truncamiento (Tabla 1). También
completamos una búsqueda de referencias del grupo final de artículos para identificar estudios
adicionales para su consideración.
Para su inclusión en esta revisión, los estudios debían cumplir los siguientes criterios: (a) la
muestra se centró en una población pediátrica (desde el nacimiento hasta los 18 años), (b) el
estudio involucró a un grupo de niños (cinco o más) con TEA, (c) el tratamiento implicó una
intervención conductual para mejorar la variedad o el volumen de alimentos consumidos, y (d)
la capacitación de los padres se llevó a cabo en algún momento del proceso de tratamiento.
Los criterios de inclusión también se centraron en los tratamientos realizados en Estados
Unidos. La revisión excluyó los estudios que involucraban a niños con y sin TEA pero que no
informaban resultados específicos de la cohorte con TEA. La revisión también excluyó
intervenciones que evaluaban específicamente el manejo de la medicación en el tratamiento
de los problemas de alimentación. El primer y segundo autor buscaron de forma independiente
en la literatura, revisaron y seleccionaron artículos potenciales y llegaron a un consenso sobre
el grupo final de estudios incluidos en esta revisión.

Extracción de datos, variables codificadas y confiabilidad

La extracción de datos implicó una base de datos estandarizada y un proceso de codificación.


Los codificadores extrajeron datos sobre las siguientes cinco categorías: (a) resumen del
estudio y características de la muestra, (b) administración del tratamiento y enfoque de la
intervención, (c) objetivo de la intervención y enfoque de medición, (d) descripción de la
participación del intervencionista y del niño y capacitación de los cuidadores, y (e) resultados
e interpretación del tratamiento. Para el resumen del estudio y las características de la muestra,
la extracción de datos incluyó la ubicación del estudio, los detalles del lugar de entrega, el
diseño del estudio, los criterios de inclusión (si se informan), el tamaño de la muestra, la
demografía del niño y los criterios de diagnóstico del TEA. Extracción de datos específicos para la prestación
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940 Modificación de conducta 47(4)

y enfoque de la intervención centrado en el formato de administración (es decir, grupal o


individual), entorno de implementación del tratamiento, nombre del tratamiento, participación
de otras disciplinas, frecuencia de administración (p. ej., diaria, semanal), duración de la
sesión/comida, duración del tratamiento y si se ofreció o no apoyo de seguimiento.
El objetivo de la intervención y el enfoque de medición se centraron en el objetivo declarado
de la intervención alimentaria y el enfoque de medición (p. ej., satisfacción del cuidador, Brief
Autism Mealtime Behavior Inventory [BAMBI; Lukens & Linscheid, 2008], observación directa).
Para la descripción del intervencionista, la participación del niño y la capacitación de los
cuidadores, el proceso de codificación documentó al intervencionista principal, la participación
del niño en el proceso de tratamiento y la metodología de capacitación de los padres basada
en Bearss et al. (2015) marco. Para los resultados del tratamiento y su interpretación, se
codifican las métricas de viabilidad de los datos recopilados, el método de evaluación de la
eficacia (p. ej., análisis visual de los datos; significancia estadística), análisis de validez social
y resumen de los resultados del estudio. En los artículos que incluían múltiples participantes
o grupos de participantes, la extracción de datos se centró exclusivamente en datos
relacionados con participantes con TEA.
Para evaluar el acuerdo sobre los artículos finales identificados en la búsqueda en la base
de datos, dos autores realizaron de forma independiente la misma búsqueda en las bases de
datos APA PsycInfo, MEDLINE y CINAHL como se describió anteriormente. Ambas búsquedas
generaron la misma cantidad de artículos (consulte la Figura 1 para ver el diagrama de flujo
de PRISMA para el proceso de búsqueda). El acuerdo interobservador se centró en los datos
extraídos de los artículos identificados. El equipo de investigación codificó doblemente de
forma independiente todos los datos extraídos durante el proceso de revisión. Los datos
ingresados dos veces permitieron calcular el porcentaje de acuerdo (es decir, acuerdo de ítem/
acuerdo de ítem+desacuerdo de ítem×100). El acuerdo del codificador fue del 98 % (rango:
96 %­100 %). Para garantizar aún más la precisión, el equipo llegó a un consenso en todas
las áreas de discrepancia destacadas durante el análisis entre evaluadores.

Análisis de los datos

El análisis de datos permaneció en el nivel descriptivo que involucra estadísticas resumidas


(por ejemplo, porcentajes) organizadas por categorías de extracción. Esto permitió la
exploración de puntos comunes y diferencias en el enfoque/entorno del tratamiento, la
capacitación de los padres y la respuesta a los informes de intervención en los estudios identificados.

Resultados

Resumen de estudios y características de la muestra

La búsqueda arrojó 12 artículos de un conjunto de 1.059 estudios posibles. La Tabla 1


presenta una descripción general de cada estudio y las características de la muestra. Todo
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Hodges y cols. 941

Figura 1. Diagrama de flujo de PRISMA 2020 para la búsqueda de citas y bases de datos durante
la revisión sistemática.

las intervenciones se realizaron en una clínica; Nueve de los 12 estudios (75%) se llevaron
a cabo en una clínica descrita como especializada en la evaluación y tratamiento de
trastornos alimentarios pediátricos. Los estudios identificados emplearon una variedad de
metodologías de diseño de investigación (Tabla 2). Esto incluyó tres estudios (25%) que
involucraron un ensayo clínico aleatorio (ECA), cuatro (33%) que involucraron una revisión
retrospectiva de historias clínicas, dos (17%) que involucraron un ensayo abierto, dos
(17%) que usaron un modelo híbrido que combinaba un solo caso. diseño de investigación
y metodología RCT, y uno (8%) que involucra un diseño de investigación de caso único.
En conjunto, los estudios incluyeron a 209 niños con TEA que recibieron una intervención
alimentaria. El tamaño de la muestra por estudio osciló entre 6 y 46. Cuando se informaron,
los hombres representaron la mayoría de los casos (rango: 71%­100%). En general, el
conjunto de estudios pareció incluir una cohorte de pacientes relativamente joven (diez años o menos).

Entrega del tratamiento y enfoque de la intervención


Once estudios (91%) describieron el formato de ejecución de la intervención (Tabla 3).
Ocho (67%) involucraron sesiones individuales, dos (17%) involucraron un formato grupal
y un estudio combinó sesiones individuales y grupales. La administración del tratamiento
se realizó en una sala de tratamiento en ocho estudios (53%). Dos estudios (17%) no
proporcionaron detalles adecuados para determinar si la intervención se produjo en una
sala de tratamiento individual; sin embargo, ambos estudios describieron que el tratamiento
se produjo durante el ingreso a una sala de día intensivo.
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946 Modificación de conducta 47(4)

modelo de tratamiento de atención. Cuatro estudios (33%) involucraron a cuidadores que recibieron
capacitación para padres en una clínica y posteriormente implementaron la intervención de
alimentación en el hogar.
Siete de los 12 estudios (58%) involucraron una intervención intensiva administrada diariamente
(MF) (cuatro estudios; 33%) o mediante múltiples comidas por semana (tres estudios; 25%)
durante un día o ingreso hospitalario. En estos estudios, las comidas se realizaron durante un
período de tiempo fijo (p. ej., 40 minutos; cuatro comidas por día). Los cinco estudios restantes
(42%) evaluaron tres intervenciones de capacitación para padres “de marca” (PT­F, plan MEAL,
BUFFET) que involucraban un plan de estudios estándar. Las intervenciones de marca implicaron
un número determinado de sesiones realizadas semanalmente durante varias semanas/meses (p.
ej., nueve sesiones que duraron entre 60 y 90 minutos cada una durante un período de 20
semanas).

Objetivo de intervención y enfoque de medición

Siete estudios (58%) incluyeron referencias específicas a la selectividad alimentaria como objetivo
de la intervención (Tabla 4), y dos de estos siete estudios calificaron la gravedad de la selectividad
alimentaria (es decir, moderada, grave). La satisfacción del cuidador representó la medida de
resultado más común empleada en el grupo de estudios (n=9; 75%), seguida por el Brief Autism
Mealtime Behavior Inventory (BAMBI; n=5; 42%) y la observación directa del desempeño a la hora
de comer ( n=5; 42%). Cinco estudios (42%) emplearon una variedad de otros cuestionarios de
informe de los padres. Ocho de los estudios (67%) involucraron una batería de evaluaciones de
múltiples métodos.

Capacitación para intervencionistas, participación infantil y cuidadores

Siete estudios (58%) involucraron a un terapeuta de alimentación que administraba el tratamiento


antes de generalizar los beneficios del tratamiento a un cuidador a través de la capacitación del
cuidador (es decir, un rol de cuidador complementario) (Tabla 5). Estos siete estudios también
coincidieron con el tratamiento que se realizó durante la admisión a un programa diurno o de
internación. En este modelo, el terapeuta de alimentación estableció un protocolo de tratamiento,
trabajó para estabilizar el comportamiento del niño y luego generalizó este protocolo y el progreso
a los cuidadores a través de actividades que incluían instrucción directa, modelado y juego de
roles. Este proceso de generalización del tratamiento a menudo estuvo guiado por un objetivo de
competencia o integridad (p. ej., 90% de integridad mayor del cuidador en la clínica) como parte
del proceso de capacitación. Por el contrario, los cinco estudios (42%) en los que el cuidador
actuó como intervencionista principal al inicio de la intervención representaron los manuales de
capacitación estructurados y de marca (p. ej., plan MEAL). El nivel mínimo de formación entre
estos manuales de formación incluía solo psicoeducación (es decir, Kuschner et al., 2017; Sharp
et al., 2014). PT­F desarrollado por
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950 Modificación de conducta 47(4)

Johnson y cols. (2015, 2019) y la versión más reciente del plan MEAL implicó actividades
de capacitación similares a las empleadas durante la intervención conductual que ocurre
en el tratamiento diurno o en programas para pacientes hospitalizados, como instrucción
directa y juegos de roles. Sin embargo, el plan PT­F y MEAL difirió en cuanto a la
participación de los niños en este proceso de capacitación. PT­F no involucró al niño
durante el proceso de capacitación, mientras que el plan MEAL involucró díadas padre­hijo.

Resultados del estudio

La Tabla 6 proporciona una descripción de los resultados del estudio, incluida la viabilidad,
la eficacia y la validez social. Cinco estudios (33%) presentaron datos sobre métricas de
viabilidad; los cinco involucraron tratamientos manuales (es decir, PT­F; plan de COMIDA;
BUFFET) y presentaron datos que respaldan la viabilidad. Once de los 12 estudios (92%)
involucraron análisis de datos estadísticos o visuales para determinar el impacto potencial
de la intervención. Cuando se analizaron, 10 de 11 estudios demostraron alguna evidencia
(es decir, evidencia estadística o visual de la eficacia del tratamiento en las medidas de
resultado primarias) que respalda la eficacia de la intervención para mejorar los resultados
de alimentación. Los nueve estudios que evaluaron la validez social mediante un
cuestionario de satisfacción del cuidador informaron altos niveles de satisfacción
asociados con la intervención.

Discusión
Esta revisión sistemática identificó 12 estudios que evaluaron los beneficios de la
intervención conductual para abordar los problemas de alimentación en niños con TEA
que también describieron la participación de la capacitación de los padres en el proceso
de tratamiento. Esta revisión complementa revisiones anteriores que evaluaron la
intervención conductual para abordar los problemas de alimentación en niños con TEA,
que principalmente resumieron estudios de investigación de casos únicos (p. ej., Aponte
et al., 2019; Ledford et al., 2018), para mostrar un patrón similar. de beneficio cuando se
evalúa utilizando un diseño de grupo. El resultado de consenso en todo el grupo de
estudios sugiere un probable beneficio asociado con la intervención, con evidencia de un
cambio positivo en una o más medidas de resultado en 10 de los 11 estudios que
evaluaron la efectividad. Ocho de estos estudios evaluaron los resultados mediante análisis
estadístico, y siete de los ocho notaron un cambio estadísticamente significativo asociado
con el tratamiento. Los tres estudios restantes evaluaron los resultados del tratamiento
mediante el análisis visual de los datos de la hora de comer; los tres describen cambios
positivos en el desempeño después de la intervención. Cuando se informa, el conjunto de
estudios también proporciona evidencia de una alta validez social asociada con el
tratamiento, medida mediante cuestionarios de satisfacción posteriores a la intervención. Esta evidencia
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Hodges y cols. 953

la mayoría de las veces incluía una descripción narrativa de la satisfacción del cuidador (es
decir, había un alto grado de satisfacción).
Nuestros hallazgos son consistentes con el marco presentado por Bearss et al. (2015),
y la capacitación de los padres incluye un enfoque primario o complementario para capacitar
a los cuidadores para realizar la intervención. Al abordarlo utilizando este marco, surgieron
algunos temas. En primer lugar, el enfoque de la participación de los cuidadores parece
depender del contexto. La formación complementaria se produjo exclusivamente durante el
ingreso a programas de tratamiento diurno o de internación; La capacitación primaria
involucró tratamientos de marca diseñados para administrarse en un entorno ambulatorio.
En segundo lugar, la frecuencia del contacto y la ubicación principal de las comidas
terapéuticas coincide con esta dicotomía. El tratamiento que se llevó a cabo en programas
de tratamiento diurno o de internación implicó la realización de la intervención en una sala
de tratamiento en una clínica de alimentación. En este modelo, el tratamiento implicaba con
mayor frecuencia actividades terapéuticas diarias. Por el contrario, los tratamientos de marca
involucraron a los cuidadores que implementaron la intervención en el hogar entre las
sesiones de capacitación y el contacto clínico se produjo con menos frecuencia
(semanalmente). Finalmente, parece haber algunas similitudes en las actividades de
capacitación (por ejemplo, instrucción directa, modelado, juego de roles) entre los modelos
primarios y complementarios; sin embargo, los tratamientos de marca hacen referencia
específica al uso de un manual/currículo de capacitación estructurado para enseñar principios conductuale
Nuestros hallazgos son menos claros con respecto a los factores que impulsan esta
dicotomía en la participación de los padres. Una posibilidad es que el entorno del tratamiento
sirva como indicador de la gravedad de los síntomas. Es decir, los niños que requieren
apoyo terapéutico diario pueden necesitar una intervención dirigida por un terapeuta al
inicio del tratamiento debido a la intensidad del problema de alimentación. Intuitivamente,
también tiene sentido que los niños con problemas de alimentación menos graves
probablemente se beneficiarían de un modelo de atención mediado por los padres (es decir,
primario). Las intervenciones manuales (p. ej., PT­F; Plan MEAL) se diseñaron
específicamente para que los cuidadores sirvieran como intervencionistas primarios; El Plan
MEAL también hace referencia explícita a un nivel moderado de selectividad alimentaria. Sin
embargo, pocos estudios en esta revisión proporcionaron especificidad con respecto a la
gravedad de los síntomas para dilucidar completamente si ciertas características de los
pacientes están asociadas con el uso de un modelo primario o complementario de capacitación para padr
Los estudios capturados en esta revisión sugieren que puede haber un mayor interés
en describir y evaluar la capacitación de los padres dentro del contexto de la intervención
alimentaria. Aunque la búsqueda abarcó un período de 50 años, el primer artículo identificado
en esta revisión se publicó en 2009; nueve de los 12 estudios (75%) se publicaron desde
2015. Si bien el campo actualmente carece de pautas específicas para seleccionar un
enfoque de capacitación para padres (es decir, primario, complementario) durante un
tratamiento centrado en la alimentación, este aumento en las publicaciones permite algunos
recomendaciones generales sobre las mejores prácticas basadas en la literatura existente.
En primer lugar, la formación debería implicar múltiples modalidades (por ejemplo,
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954 Modificación de conducta 47(4)

juego, psicoeducación, modelaje) para promover la adquisición de habilidades. En segundo


lugar, la práctica en vivo con la pareja padre­hijo realizando las comidas debe incluirse como
una de las modalidades, cuando sea posible, para permitir la retroalimentación directa y los
ajustes del tratamiento según sea necesario. En tercer lugar, la capacitación también debe
incluir un método para rastrear la competencia del cuidador en la implementación de
recomendaciones de tratamiento; una consideración particularmente importante cuando la
intervención implica modificaciones más complicadas y/o desafiantes a la hora de comer.
Finalmente, el proceso de capacitación debe incluir programación para consideraciones
específicas del cliente (p. ej., comidas con hermanos; comidas frecuentes fuera del hogar)
para promover la generalización óptima y el mantenimiento de los logros del tratamiento en
el ambiente hogareño.
Esta revisión está limitada por los datos disponibles en los artículos identificados.
Aunque la extracción de datos siguió un proceso estandarizado, es posible que no hayamos
capturado completamente lo que ocurrió durante la intervención alimentaria, incluida la
capacitación de los padres, debido a la falta de detalles suficientes en el texto. La literatura
existente tampoco está clara si el entrenamiento con diferentes técnicas/componentes
promueve la generalización a otros entornos (p. ej., restaurantes, eventos sociales, etc.) y/o
si los cuidadores continúan implementando la intervención con alta integridad del tratamiento
en ausencia de apoyo clínico directo. Aunque algunos estudios informaron sobre la
satisfacción de los cuidadores con los métodos de capacitación, se necesita mayor claridad
sobre la validez social de los enfoques de capacitación y/o la preferencia por diferentes
métodos para capacitar a los cuidadores para administrar el tratamiento.
También se recomienda que las investigaciones futuras presenten datos sobre las
características de los padres (p. ej., edad, sexo) que podrían informar adaptaciones o
modificaciones a la capacitación para mejorar la adopción. Esto refleja una necesidad más
amplia de desarrollar estándares de mejores prácticas para la participación de los cuidadores
en la intervención alimentaria. Las investigaciones futuras deben continuar explorando vías
eficientes y efectivas para involucrar a los cuidadores durante el proceso de tratamiento e
informar sobre estos procesos siguiendo pautas establecidas para permitir la replicación y/o
evaluación independiente de diferentes enfoques de capacitación (por ejemplo, Fortalecimiento
de los informes de estudios observacionales en epidemiología). [ESTROBE]; von Elm et al., 2007).
En resumen, esta revisión corrobora el apoyo previo a la intervención conductual que
conduce a mejores resultados de alimentación para niños con TEA y al mismo tiempo
documenta la participación de los cuidadores en el proceso de tratamiento. Al hacerlo, la
revisión también identificó la necesidad de mejorar las descripciones del proceso de
capacitación. Pequeñas mejoras en el rigor de la investigación y una descripción más
exhaustiva de los procedimientos podrían mejorar los esfuerzos para involucrar a los
cuidadores en las intervenciones de alimentación. También ampliaría nuestra comprensión
sobre si ciertas características de los pacientes o de los padres están asociadas con el uso
de modelos primarios versus complementarios de capacitación para padres. Esto incluye
preguntas importantes sobre el entorno del tratamiento, el enfoque de capacitación, la gravedad del problem
o mantenimiento de resultados fuera del entorno clínico.
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Hodges y cols. 955

Declaración de intereses en conflicto


El(los) autor(es) declararon que no existen posibles conflictos de intereses con respecto a la
investigación, autoría y/o publicación de este artículo.

Fondos
Los autores declararon haber recibido el siguiente apoyo financiero para la investigación, autoría
y/o publicación de este artículo: La financiación para este estudio fue proporcionada por la
Fundación Marcus.

identificación ORCID

William G. Sharp https://orcid.org/0000­0002­6651­144X

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Biografías de autores
Abby K. Hodges, MEd, BCBA es estudiante de doctorado en la Universidad de Denver, estudia
Psicología Infantil, Familiar y Escolar y actualmente completa su pasantía doctoral en el Centro
de Autismo Marcus de la Facultad de Medicina de Emory.

Kristin L. Hathaway, PhD, BCBA es psicóloga autorizada en el Programa de alimentación


multidisciplinario infantil y analista de comportamiento certificada por la Junta.

Meara XH McMahon, PhD, BCBA es analista de comportamiento certificada y becaria


postdoctoral en el Programa multidisciplinario de alimentación infantil, donde también completó
una pasantía predoctoral.
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958 Modificación de conducta 47(4)

Valerie M. Volkert, PhD, BCBA­D es psicóloga autorizada, analista de comportamiento


certificada por la junta y directora del programa de alimentación multidisciplinario de
Children's Healthcare of Atlanta en el Marcus Autism Center.

William G. Sharp, PhD es psicólogo clínico y director del Programa de Alimentación


Multidisciplinario de Children's Healthcare of Atlanta.

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