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Poema XCVIII “A orillas del Duero”

VOCABULARIO

Ahincar (el paso): apresurar


Hollar: pisar
Montaraz: que se cría en los montes (hierbas montaraces)
Recamado (escudo): bordado de realce (o sea, en relieve)
Cárdenos alcores: amoratadas colinas.
Serrezuelas: diminutivo de “sierras”; calvas: sin arbolado.
Barbacana: obra de defensa avanzada y aislada en el terreno. También ventanita muy
estrecha en el muro de una fortificación.
Merino: raza de ovejas tradicional en Castilla muy productora de lana.
Arriero: Persona que se dedica al transporte de mercancías por tracción animal.
Yermo: que no tiene vegetación o no está cultivado ni se puede cultivar.
Roqueda: roquedal, lugar en el que abundan rocas.
Ganapán (compuesta de “gana” y “pan”): Hombre que, a causa de no poseer nada, se
ve obligado a aceptar cualquier trabajo que le dan y se gana la vida pobremente.
Ufano: orgulloso, satisfecho, contento.
Adalid: Persona que actuaba como caudillo o jefe de un grupo de soldados o
guerreros.
Lid: batalla, lucha.
Sopa de convento: la que se daba diariamente a los pobres; filósofos aquí,
irónicamente, hombres que se pasan la vida mirando al cielo, sin reaccionar ante nada
ni ganarse lo que comen.

Tema o temas del poema en relación con los temas de la obra


El tema principal de este poema guarda estrecha relación con uno de los
grandes temas de Campos de Castilla y, en general, de los preferidos por la
generación del 98: es una visión crítica de España, cuya situación presente contrasta
con el pasado floreciente del país.
En la primera parte del poema cobra además un gran protagonismo el paisaje
castellano, el tema de la naturaleza, que el poeta describe con un gran realismo y
demostrando conocer a la perfección el nombre exacto de cada elemento de la
orografía, la flora y la fauna de la región: el espliego, los alcores, los peñascales, el
merino, el yermo, la roqueda… Pero esa descripción, aunque parezca realista, está
teñida de subjetividad, pues el poeta es quien contempla ese paisaje mientras da un
paseo por Soria en pleno mes de julio y destaca los elementos paisajísticos que
sugieren soledad, fugacidad, muerte… en definitiva, sus obsesiones (“agrios campos”,
“buitre solitario”, “cárdenos alcores”, “colinas obscuras”, “desnudos peñascales”…).
Recordemos la importancia que tienen para Machado los árboles. El roble tiene
connotaciones de virtud y fuerza, como un gran guerrero o noble de Castilla. La encina
simboliza la pobreza, la humildad ,la fortaleza interior…”Veía el horizonte cerrado por
colinas obscuras, coronadas de robles y encinas”.
Es tras esa descripción más o menos objetiva del paisaje que observa, cuando
en la segunda parte comienza la visión crítica de España (se refiere a Castilla
porque ve en ella la esencia de España: “el corazón de roble de Iberia”). El poeta inicia
su reflexión dirigiéndose mediante un apóstrofe a los campos que observa (¡Oh, tierra
noble y triste…!) en la que se lamenta de la miseria de Castilla al tiempo que evoca
con nostalgia los tiempos en que era una gran potencia mundial (ese es el sentido de
los versos que se repiten a modo de estribillo: “Castilla miserable, ayer
dominadora…”). En esa parte del poema la crítica se hace más evidente y se
denuncian la pobreza y el atraso del país (“campos sin arados, “decrépitas ciudades”),
pero también la incultura de las gentes (“atónitos palurdos”, “desprecia cuanto ignora”),
así como su beatería, su inmovilismo y su falta de actitud crítica ante la situación que
está viviendo: “¿Espera, duerme o sueña?”, “Filósofos nutridos de sopa de convento /
contemplan impasibles el amplio firmamento”, “no acudirán siquiera a preguntar ¿qué
pasa?”… Esta visión amarga choca con la admiración con la que el poeta evoca el
pasado épico de Castilla y la valentía de sus gentes en los tiempos del Cid Campeador
o de la conquista de América (“dominadora”, “fecunda en capitanes”, “tan generosa”,
“fortuna y opulencia”, “guerreros y adalides”, “regios galeones”…). Además, en todo
momento se advierte esa mezcla de dolor y amor por su patria propia del espíritu del
98 (“¡Oh, tierra triste y noble…!”).
Otro de los grandes temas de Campos de Castilla son las preocupaciones
existenciales y religiosas del poeta. En este poema, aunque en un segundo plano,
también encontramos alusiones (directas o simbólicas) a la muerte (“mortecino hogar”,
“van […] como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!”, “tañido de campana”, “los
campos se obscurecen… el campo ensombrecido…”), a la religión (“un pueblo que
ponía a Dios sobre la guerra”, “sopa de convento”, “las enlutadas viejas”) o al paso del
tiempo (“todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian el mar y el monte y el
ojo que los mira”, “el sol va declinando…”). Estos temas, que estuvieron ya muy
presentes en la etapa de Soledades, continúan asomando aquí y allá en Campos de
Castilla, sobre todo en los poemas en los que, como en este caso, el pesimismo del
poeta es mayor.
En conclusión, podemos afirmar que este responde al tema al que Machado se
refirió como la preocupación patriótica, pero que también está en él muy presente su
amor por la naturaleza y por el paisaje castellano, y, en menor medida, los temas
existenciales como el paso del tiempo.

Estilo del poema en relación al estilo de la obra


Con respecto al lenguaje empleado por Machado en este poema, se aprecia ya
desde el inicio del poema un estilo depurado, sobrio, austero, ejemplo de escasez
ornamental. Hay una clara voluntad antirretórica, característica del estilo de la
generación del 98. Podemos encontrar en este muchos de los rasgos que caracterizan
el estilo de Machado en Campos de Castilla:
- El empleo de palabras “terruñeras”, que es propio de todos los autores del 98
y que pone de manifiesto su interés por las tradiciones de los pueblos de
España, al tiempo que dota a los poemas de un carácter más autóctono:
serrezuelas, alcores, peñascal, roqueda…
- El peculiar uso de la adjetivación característico de Machado. El “adjetivo
definidor” que singulariza al sustantivo otorgándole una cualidad que responde
a la búsqueda machadiana de la esencia del paisaje castellano (seco, pobre,
solitario, humilde, decadente, austero, épico, guerrero…): agrios campos,
cárdenos alcores, parda tierra, colinas obscuras, desnudos peñascales,
humilde prado… Son adjetivos que, en definitiva, suelen connotar soledad,
fugacidad y muerte. En ocasiones, estos adjetivos dan lugar a figuras literarias,
como la personificación (“humilde prado”), la metáfora (“aguas plateadas”) o el
epíteto (“verdes álamos”).
- Esa abundancia de adjetivos caracterizando a sustantivos contrasta con la
escasez de verbos, por lo que se puede afirmar que el poema presenta un
claro estilo nominal.
- El empleo del apóstrofe, con el que el poeta dota de vida a los elementos
paisajísticos al elegirlos destinatarios de sus versos y también de fuerza
expresiva a sus poemas: ¡Oh, tierra triste y noble…!, ¡como tus ríos, Castilla…!.
Ese apóstrofe se relaciona con la personificación de Castilla, constante en la
segunda parte del poema: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en
sus harapos, desprecia cuanto ignora”.
- Las enumeraciones de elementos (con frecuencia, paisajísticos), en las que a
veces se omiten las conjunciones (asíndeton) y en otros casos se repiten
(polisíndeton): “la de los altos llanos y yermos y roquedas, / de campos sin
arados, regatos ni arboledas; / decrépitas ciudades, caminos sin mesones, / y
atónitos palurdos sin danzas ni canciones…”. Su uso entrecorta o agiliza el
ritmo del poema.
- El uso de interrogaciones retóricas con las que, en la parte reflexiva del
poeta, transmite su indignación a los lectores: “¿Espera, duerme o sueña? ¿La
sangre derramada / recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?”.
- La utilización de un léxico relacionado sobre todo con la naturaleza (“campos”,
“tierra”, “colinas” “prado”, “merino”, “robles”, “encinas”, “comadrejas”, “álamos”,
“toro”, “ríos”…), pero también con la guerra (“escudo”, “arnés de guerra”,
“barbacana”, “soldados”, “guerreros”, “galeones”, “lid”, “espada”…) y con la
religión (“Dios”, “convento”, “campanas”, “viejas enlutadas”…).
- El empleo de símbolos típicamente Machadianos (los comentaremos en la
siguiente cuestión) y de otras figuras literarias como el símil (“cual recamado
escudo”) o la metáfora (“tuerce el Duero / para formar la corva ballesta de un
arquero”, “Soria es una barbacana”), ambas de resonancias bélicas. También
destaca la metáfora con la que Machado identifica Castilla con el corazón de
España: “El Duero cruza el corazón de roble / de Iberia y de Castilla”. Y otras
más clásicas como “sol de fuego” (de carácter hiperbólico).
- En este poema en concreto tienen mucha importancia las antítesis porque se
contrapone el pasado de Castilla (“ayer”) con su presente (“hoy”): miserable /
dominadora, madrastra / madre, ganapanes / capitanes…También hay
antítesis al final, cuando se contrasta la oscuridad de los campos cuando cae la
noche con el camino blanco. En otros momentos, el contraste se establece
mediante el empleo del paralelismo en la bimembración: “para la presa
cuervos, para la lid leones” donde se evoca el valeroso pasado de los soldados
españoles.
Con respecto a la métrica, en este caso nos encontramos con una métrica que aún
recuerda a sus inicios modernistas: los versos son alejandrinos y la rima es
consonante a lo largo de todo el poema y va formando pareados (AABBCC...). En
Campos de Castilla, en general, aunque hay mucha variedad de metros, rimas y
estrofas, Machado mostró preferencia por la combinación de versos endecasílabos y
heptasílabos y por la rima asonante (por las “silvas” arromanzadas).
En resumen, podemos afirmar que el estilo empleado en este poema es
característico de Campos de Castilla por su sobriedad, por el peculiar uso que hace de
la adjetivación, por el tipo de léxico empleado y por los recursos literarios que utiliza.
Sin embargo, la métrica es más bien propia de su etapa anterior, porque es bastante
característica del Modernismo, que prefería los versos muy largos y la rima
consonante.
Comentario del simbolismo del poema en relación con los símbolos de la obra
Machado es un poeta simbolista. en su primer libro, Soledades…el simbolismo es
claro y evidente. En Campos de Castilla sus poemas se vuelven más realistas, pero el
simbolismo permanece. En el paso de uno a otro libro, Machado lo depura eliminando
los símbolos más claros y conservando únicamente los más sutiles.
Como hemos dicho antes, encontramos en este poema algunos de los
símbolos machadianos que más aparecen en Campos de Castilla, como son el
camino, el agua (ríos, mar) y la tarde.
Los versos donde tal vez mejor se advierte el simbolismo presente en este
poema son estos:
“…atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!”
En estos versos emplea Machado un símbolo que ya utilizó Jorge Manrique en las
Coplas por la muerte de su padre: los ríos simbolizan el fluir de la vida mientras que el
mar representa la muerte, que parece que es el destino que le espera a Castilla en
este poema tan pesimista (el adjetivo “mortecino” insiste en el significado de estos
versos). Además, es una manera simbólica de aludir también a la fugacidad de la vida
y al paso del tiempo, que siempre obsesionaron al poeta.
Otro símbolo machadiano por excelencia es el camino representando la vida.
En este poema aparece explícitamente en dos ocasiones. En la primera, se hace
mención a los “caminos sin mesones”. Ese adyacente hace que adquiera un sentido
concreto, referido a la decadencia y el abandono de los pueblos castellanos. Al final
del poema hace referencia al “camino blanco” y al “mesón abierto”, pero ambos
contrastan con la oscuridad y soledad que los rodea. Además, en todo el poema se
nos presenta al propio poeta paseando a través del paisaje que describe: empieza a
caminar cuando el sol aún está en lo alto y termina su paso al caer el día. De hecho,
aunque en este poema no se hace alusión directa a la tarde ni al crepúsculo, sí hay
referencias a ese final del día, que también representa el final de la vida y es, por
tanto, otro símbolo pesimista y decadente que representa el paso del tiempo: “el sol va
declinando”, “los campos se obscurecen”, “el campo ensombrecido”…
También podría considerarse que el paisaje en su conjunto simboliza el alma
mística y guerrera de Castilla. Por eso el poeta recurre para escribirlo a metáforas y
comparaciones de resonancias épicas: “cárdenos alcores sobre la parda tierra -
harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra-“, “Soria es una barbacana”, “una
redonda loma cual recamado escudo”….
En conclusión, podemos afirmar que, aunque en Campos de Castilla el
lenguaje empleado por Machado es menos simbólico que en Soledades, en este
poema encontramos los principales símbolos con los que el poeta representa en esta
segunda obra sus principales obsesiones, como la fugacidad de la vida y el paso del
tiempo.

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